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Alberto DEMICHELI. Formación Constitucional Rioplatense, Montevideo, Depalma, 1955, pp

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FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS  UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO

Alberto DEMICHELI.

Formación Constitucional Rioplatense, Montevideo, Depalma, 1955, pp. 429-431.

Influencia constitucional del monarquismo argentino

La tendencia monárquica, hemos dicho, dejó rastros indelebles en nuestro constitucionalismo, y tuvo influencia decisiva en la perfilación del régimen ministerial. Tucumán y Buenos Aires propiciaron abiertamente una monarquía, pero de carácter “temperado” y de corte constitucional, a la manera de Inglaterra y de Cádiz. Cuando Rivadavia redacta la Carta política para el hijo de Carlos IV, don Francisco de Paula, se mantiene en los límites generales de esta tendencia ya clásica. Otro tanto ocurre cuando el General Belgrano propone al Congreso de Tucumán la antigua casa de los Incas, regida “por una Constitución de monarquía temperada”, a semejanza de la que había labrado antes el

"grandor y majestad de Inglaterra”.

Posteriormente cuando el Congreso nombra comisionados para procurar soluciones dinásticas con el Brasil, expresa textualmente:

“Que a pesar de la exaltación de ideas democráticas que se ha experimentado en toda la Revolución, el Congreso, la parte sana e, ilustrada de los pueblos, y aun el común de éstos, están dispuestos a un sistema monárquico constitucional o moderado, bajo las bases de la Constitución inglesa acomodadas al estado y circunstancias de estos pueblos, de un modo que asegure la tranquilidad y orden interior, y estreche sus relaciones e intereses con el Brasil hasta el punto de identificarlos en la mejor forma posible”.

Cuando se redacta la Carta 1819, las ideas monárquicas se mantenían en pleno

auge. De ahí que tuviera aquélla cierto carácter de provisoriato republicano, a la

espera de una inminente proclamación dinástica, reservándose el legislador

potestades decisivas para la futura constitucionalización del Reino. “Ninguna

autoridad del país es superior a la ley  establecía categóricamente el art. CVII  ;

ellas mandan, juzgan o gobiernan por la ley y es según ellas que se les debe

respeto y obediencia”. Conforme a este trascendente principio, se abstuvo la

Carta de 1819 de reglamentar el régimen ministerial, limitándose simplemente a

establecer que, el Poder Ejecutivo “nombra y destituye a sus ministros: la

responsabilidad de éstos la determinará la ley” (art. LXXXII). Propiciaba pues, un

régimen flexible, de modo que el legislador ordinario pudiera poner freno en todo

momento a cualquier desborde real. Cuando el Congreso finalmente proclama la

monarquía el 12 de noviembre de 1819, lo hace sobre la base de dicha Carta

constitucional, sancionada con sólo algunos meses de antelación...

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Aráoz propuso que se votase primeramente la forma de gobierno pareciéndole impertinente la discusión sobre la dinastía, cuando aún no se ha tratado aquélla.

Era el viejo principio del derecho político peninsular Apud nos prius leges condites quam reges creato fuisse. (19) Y entonces Serrano, el más alto valor de aquella “cuicada” según la conocida carta de Anchorena a Rosas, se opuso a la dinastía incaica restaurada exponiendo cuatro inconvenientes poderosos:

primero, el ejemplo de la rebelión de Pumacagua en el Cuzco con idéntico propósito y con los conocidos resultados; segundo, los males que se derivaban de la regencia que interinamente debía establecerse: tercero, por las divisiones entre los aspirantes al trono con el influjo de ellas en las parcialidades de los naturales del territorio y capaz de, provocar sangrientas luchas; y cuarto, por las dificultades que importaba la creación de la nobleza o cuerpo intermedio entre el pueblo y el trono. Fue rebatido por los diputados Sánchez de Loria y Malabia, pero no nos dice El Redactor sino tan sólo eso y que:

“No se juzgó suficientemente discutida la materia para que recayese sobre ella sanción inmediata”. (20)

El día 6 de agosto el diputado Anchorena en un discurso, que se diría inspirado en Montesquieu sobre la influencia del medio geográfico, expuso los inconvenientes del gobierno monárquico al que por sus hábitos, genio y costumbres ofrecían resistencia los habitantes de los llanos y sostuvo que la conciliación estaba en una federación de Provincias. (21) Pero Anchorena muchos años después escribirá a su primo Juan Manuel de Rosas manifestándole que:

“Los hombres de más saber opinaban que en estos países era imposible formar estados estables y que debía ser el nuestro un gobierno monárquico constitucional”. (22)

Los acontecimientos llenos de peligros que tan hondamente preocuparon al Congreso en las sesiones de agosto-setiembre de 1816 postergaron el tratamiento de la restauración incaica; había gestiones de paz con Santa Fe, revolución de Bulnes en Córdoba, amenazas de invasión realista por el norte, invasión portuguesa en la Banda Oriental... en tanto dos votos más se habían sumado a los partidarios del Inca, el diputado por Cochabamba Dr. Pedro Carrasco, cuyos poderes fueron aprobados en la sesión del día 17 y que estaba emigrado en Tucumán desde el año anterior y el Dr. Felipe Antonio de Iriarte, diputado por la ciudad de La Plata, que lo fue en la sesión del 6 de setiembre. Los tremendos choques con la diputación cordobesa contribuyeron poderosamente a retirar del ruedo de las discusiones la cuestión del Inca. Además ya habían comenzado otras gestiones diplomáticas ante la Corte del Janeiro y llegó a pensarse en un enlace en el gobierno las casas de Braganza y la incaica. Acevedo insistía tenaz, y salvaría su voto con respecto a cualquier expresión que aluda a la dominación de príncipe extranjero que no derive su derecho, por sí o por su mujer, de los Incas.

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IV. Popularidad del plan

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La revolución de Tupac Amaru había demostrado la fuerza de la idea y del ideal del Inca en las masas de población. Un observador imparcial y ajeno a nuestros problemas, el viajero sueco Jean A. Graaner, militar enviado por Bernadotte y de quien en cierto momento el Congreso desconfiara, ha dejado testimonio del entusiasmo que la proyectada restauración del Inca provocó en el pueblo. (24) Relata Graaner la ceremonia de la celebración de la Independencia el 25 de julio en Tucumán cuando:

“Un pueblo innumerable recorrió las inmensas llanuras de San Miguel y más de cinco mil milicias de la provincia se presentaron a caballo armados de lanzas y sable y algunos con fusiles”.

Dice que:

“Tuvo la ceremonia un carácter dé solemnidad qué se intensificó por la idea feliz que tuvieron de reunir el pueblo sobre el mismo campo de batalla donde dos (cuatro) años antes, las tropas del general español Tristán fueron derrotadas por los patriotas. Allí juraron, ahora, sobre la tumba misma de sus compañeros de armas defender con su sangre, con su fortuna y con todo lo que fuera para ellos más precioso, la independencia de la Patria”.

“Todo se desarrolló, continúa, con un orden y una disciplina que no me esperaba.

Después que el gobernador de la provincia dio por terminada la ceremonia, el general Belgrano tomó la palabra y arengó al pueblo con mucha vehemencia prometiéndole el establecimiento de un gran imperio en la América Meridional gobernado por los descendientes, que todavía existen en el Cuzco, de la familia imperial de los Incas y agrega que este discurso causó a los indios tanta sorpresa como alegría”. (25)

Las proclamas de Belgrano y de Güemes fueron publicadas por El Censor en su número 55 del jueves 12 de setiembre de 1816. La de Belgrano comenzaba:

“Compañeros, hermanos y amigos míos: un presentimiento misterioso me obligó a deciros en setiembre de 1812 que Tucumán iba a ser el sepulcro de la tiranía:

en efecto el 24 del mismo mes conseguisteis la victoria y aquel honroso título”.

Y, refiriéndose a la dinastía incásica, coronaba aquel pensamiento inicial con la siguiente afirmación:

“He sido testigo de las sesiones en que la misma Soberanía ha discutido acerca de

la forma de gobierno con que se ha de regir la nación y he oído discurrir

sabiamente en favor de la monarquía constitucional reconociendo la legitimidad

de la representación soberana de la casa de los Incas y situando el asiento del

trono en el Cuzco, tanto que me parece se realizará este pensamiento tan

racional, tan noble y tan justo con que aseguraremos la losa del sepulcro de los

tiranos...”.

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Güemes por su parte desde el Cuartel principal en Jujuy el 6 de agosto de 1816 en la proclama a los invencibles guardianes de la amenazada frontera del norte, se refería:

“Al momento feliz de ver decretada y sancionada nuestra suspirada Independencia a la obra del Congreso de Tucumán: esa Soberana Corporación que nos preside y que ha arrancado de raíz esa horrorosa anarquía que nos desolaba y ha sido origen de nuestros infortunios”.

Y con referencia expresa a la restauración incásica dice:

“En todos los ángulos de la tierra no se oye más que el grito unísono de la venganza y exterminio de nuestros liberticidas. ¿Si éstos son los sentimientos generales que nos animan, con cuánta más razón lo serán cuando, restablecida muy en breve la dinastía de los Incas, veamos sentado en el trono y antigua corte del Cuzco al legítimo sucesor de la Corona? Pelead pues, guerreros intrépidos animados de tan santo principio; desplegad todo vuestro entusiasmo y virtuoso patriotismo, que la provincia de Salta y su jefe vela incesantemente sobre vuestra existencia y conservación”.

En el apéndice de su obra Graaner dedicó un capítulo a El Congreso de Tucumán y el proyecto de monarquía incásico. En él refiere que se trata de poner en el trono al más calificado de los descendientes de los Incas y devolverle los derechos de sus antepasados, regido por una constitución compilada con lo mejor que se pueda sacar de las que rigen en Inglaterra, la nueva Prusia y en Noruega. Y agrega de inmediato:

“Los indios están como electrizados por este nuevo proyecto y se juntan en grupos bajo la bandera del sol”.

Comenta, poco más adelante, que todos los indios están llevando ahora luto por su casa reinante y matan las ovejas blancas para que de su lana no se puedan confeccionar tejidos blancos y contrariar así sus vestimentas de luto. Anualmente celebran una ceremonia macabra que es un espectáculo trágico en conmemoración de la muerte de Atahualpa y representan la escena, de su asesinato provocado por la crueldad y traición de Pizarro.26

Sáenz informa a sus comitentes que

“Los diputados de Córdoba, los de Salta y casi todos los del Perú hicieron formal empeño para que al mismo tiempo se declarase por capital el Cuzco...”.

Belgrano, que había sido el intérprete en la sesión secreta del Congreso, lo fue,

públicamente en la gran ceremonia de la jura de la independencia, de ese anhelo

evidentemente popular que tenía otras dos firmes columnas de apoyo en San

Martín y en Güemes, que sabía, por cierto, auscultar el profundo sentimiento del

pueblo.

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V. San Martín y el plan del inca

Hemos dicho al comenzar este capitulo que Belgrano fue el promotor, por razones de influencia, ante los congresistas del plan de la restauración incaica para reinar sobre un territorio mucho más vasto que nuestra actual República Argentina. Las Provincias Unidas en Sud América fueron la expresión de un grande anhelo americano, con ese sentido de lucha continental que tuvieron nuestras guerras de la independencia y que, contando con varios adalides, tienen sus ejecutores máximos en San Martín, en el sur, y a Bolívar, en el norte de la América meridional. San Martín adhirió por cierto, y con entusiasmo, al plan del Inca restaurado. Se ha visto que en su carta a Godoy Cruz, el 22 de julio de 1816, califica de “admirable el plan de un Inca a la cabeza, las ventajas son geométricas”, agrega, “pero por la Patria les suplico que no nos metan en la cabeza una regencia de (varias) personas”:

“En el momento que pase de una, todo se paraliza y nos lleva el diablo, al efecto no hay más que variar de nombre a nuestro Director y que quede un Regente:

esto es lo seguro para que salgamos al puerto de salvación”. (27)

En las cartas que Godoy Cruz acusó a Moldes de haberle sustraído, y que efectivamente fueron halladas en poder de éste, la del 5 de agosto de 1816 referente a la restauración incásica es definitiva al respecto, Godoy Cruz había cursado al cabildo de Mendoza una consulta acerca de su voto en el problema del Inca. Molina en Mendoza creyó conveniente convocar a un cabildo abierto, pero San Martín opinó que era más prudente que “citara en su casa por esquelas particulares a personas de consejo”.

“Así se verificó narra el Gran Capitán a Godoy Cruz y entre los citados fue el Dr. Vera: éste echó el resto de su erudición en opinión contraria y no obstante que la masa general estaba por la afirmativa de las razones de Vd., suscribieron esto”.

Le aconseja mantenerse en su idea.

“Puede servir a V. de régimen para obrar sin traba alguna en el supuesto que Vs.

todos tendrán más presentes los intereses del pueblo y despreciarán ciertas teorías que sólo pueden verificarse en otros pueblos de otra con textura bien diferente del nuestro”.

Por último en párrafos escritos a continuación de la nota de

“Muy reservado”:

“He visto el oficio que pasa el Cabildo sobre la dinastía de los Incas. Todos los juiciosos están gustosos en el plan: las razones que V. apunta son las más convenientes”. (28)

San Martín era consecuente con sus ideas. Ya había pro-puesto el proyecto, bien

acogido por talentosos cordobeses, de publicar una edición de los Comentarios

reales del Inca Garcilaso de la Vega, quien como es sabido, muestra un imperio

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casi edénico y soberanos paternales, justicieros, lo que en nuestros días ha sido rebatido sensatamente por Levillier. (29) Bischoff ha dedicado un denso capítulo al estudio de la iniciativa en el capítulo El libro de Garcilaso, capítulo que comienza con estas palabras:

“Inclinado a proteger la idea de una monarquía incásica para nuestras provincias, San Martín la dejó exteriorizada en diferentes ocasiones”. (30)

La reunión en que se acordó la publicación de la obra famosa se había realizado según J. M. Barria en su Almanaque del Centenario, publicado en Buenos Aires en 1919, en el año 1816 coincidente con la entrevista San Martín-Pueyrredón.

Bischoff opina que debió realizarse en 1814, en los días sanmartinianos de Saldán y demuestra que Paz y Paroissien firmantes del acta de suscripción para la obra no podían estar en 1816 en Córdoba, como tampoco otros firmantes, entre ellos los diputados cordobeses al Congreso. Del Corro fue encargado de redactar el Prospecto, como efectivamente lo hizo pero la obra no prosperó. (31)

Se mantenía pues en toda su vigencia "la mitología de la Revolución" y “el admirable plan del Inca”, como lo denominó el Gran Capitán, tenía no solamente partidarios en el pueblo al que electrizaba, según Graaner, sino en “los más juiciosos” hombres, según San Martín, aunque algunos “doctores” como Bernardo Vera y Pintado aspirasen a una forma republicana que, entonces, parecía irrealizable.

VI. El presunto candidato

¿Y cuál iba a ser el candidato? “¿El cholo bastardo de Huayna Capac?” según la despectiva expresión de aquel fray Francisco de Paula Castañeda el de la “santa furia”? ¿o aquel otro que habría que “sacar andrajoso y borracho de alguna chichería” y que desprestigió el proyecto monárquico en general, según la no menos despectiva opinión de Anchorena? Por cierto que ni uno ni otro y que tenía razón El Observador Americano cuando afirmaba:

“Respetar a muchas personas de aquella ilustre raza distinguidas por su nobleza, por sus virtudes y aun por su riqueza”. (32)

Buscando datos sobre el Dr. Andrés Gabriel de Tupac Amaru, capellán de las primeras escuadras de la patria según Carranza en su libro El laurel naval de 1814 monseñor Piaggio encontró las referencias del canónigo Manco Capac, quien firmó la Proclama que secuestró el gobernador intendente de Tucumán, coronel Bernabé Aráoz, el 31 de marzo de 1814 y que fue remitida al Director Supremo, Posadas. La proclama estaba dirigida a todos los Pueblos del Perú que desean ser libres de la opresión de los europeos y les anunciaba:

“No ceséis de pedir a Dios para que las tropas de Buenos Aires lleguen cuanto antes y presto tendréis a vuestro Inca por allá”. (33)

Pero sin duda el más distinguido de los candidatos y en el que es probable se

hubiese pensado de prosperar el plan del Inca, era Dionisio Inca Yupanqui, que ya

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en las Cortes españolas inauguradas el 14 de setiembre de 1810 había representado al Perú; era aquel hombre valiente y distinguido que conoció el Conde de Toreno en las Cortes de Cádiz y que se había destacado en la lucha por la independencia española luchando con un regimiento de caballería contra los franceses invasores; aquel Dionisio Inca Yupanqui que nos recuerda Mendiburu:

“Del linaje de los antiguos Incas, coronel de un regimiento de Dragones, diputado a las Cortes y educado en el Seminario de Nobles”.

Y desde Río de Janeiro el diplomático inglés Chamberlain informaba al ministro Castlereagh el 29 de agosto de 1816:

“La persona que se supone tiene en vista el Congreso es un oficial del ejército español que actualmente se encuentra en España si es que no está en Madrid mismo”. (34)

No sabemos quién hubiera sido el Inca en caso del éxito de la gestión; creemos que hubiera sido Dionisio Inca Yupanqui; pero sí sabemos que no hubiera sido merecedor de epítetos denigrantes que circularon profusamente contra todos los

“de la casta de los chocolates” en una campaña para ridiculizar la idea de la restauración incásica, que más que en el momento triunfó con el tiempo dejando una falsa idea del problema del Inca.

VII. Consideraciones sobre el plan

Esta idea fue popular inicialmente y cuando Sipe Sipe había dejado en manos realistas los territorios altoperuanos de la antigua comprehensión virreinal, se creyó que ella además era un firme estímulo para los naturales de aquella región, en su gran mayoría indígenas, para lanzarlos con ímpetu incontenible a la lucha emancipadora. Era además una idea que estaba en el hondón mismo de la gesta revolucionaria; en Miranda, con seguridad, y quizás antes de él en los revolucionarios del Socorro y en el martirio de Tupac Amarú.

Los diputados de Buenos Aires se opusieron a ella, ante un conjunto de congresistas y ante una barra tan “electrizada” –como diría Graaner– por el proyecto, que tuvieron –como lo confiesa El Gran Elector Anti incaico Tomás Manuel de Anchorena que hacer:

“Varias observaciones con mucha medida porque vimos brillar el contento en los ojos de los diputado cuicos, en los de su país asistentes a la barra y también en otros representantes de las provincias y tuvimos que callar y disimular”.

Y agrega:

“El resultado fue que al instante se entusiasmo toda la «cuicada» y una multitud

considerable de provincianos congresales y no congresales; pero con tal calor que

los diputados de Buenos Aires tuvimos que manifestarnos tocados de igual

entusiasmo para evitar una dislocación general en toda la república”. (35)

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Pero los diputados de Buenos Aires tenían mucho que defender, sobre todo la ciudad puerto, la hegemonía mercantil, una de aquellas dos políticas que agudamente expuso Andrade cincuenta años después de estos hechos: la del monopolio heredado de la capital virreinal. Había muchos y fuertes interese y ellos pesarían decisivamente.

El Plan del Inca no pasó más allá de fines de setiembre, aunque la idea monárquica persistiera hasta sobrevivir a la muerte misma del Congreso con la conmoción de 1820, cuando ya el Janeiro o París habían sido los nuevos puntos de mira para otras negociaciones diplomáticas.

Pero “el admirable plan del Inca”, no era ni ridículo, ni descabellado, ni fuera de la realidad en el momento en que se lo propuso. Por el contrario, tenía los más prestigiosos antecedentes como que entroncaban en El Precursor, y los más distinguidos sostenedores en la Patria de los argentinos, como que estaban al frente de ellos Belgrano y San Martín. Fracasó, en cuanto fue postergado para adoptar otro plan que se creyó más viable o más conveniente, pero y, como lo pensamos con respecto a otras gestiones monárquicas, no podemos juzgarlo con nuestro modo de pensar y sentir de hombres de 1966.

Tantos fracasos ha tenido la historiografía por interpretar los hechos históricos sin ubicación de perspectiva, que la moderna metodología de la Historia nos enseña a

“repensar” tanto como a “re-crear”. Así llegaremos a conclusiones que podrán ser o no ser de nuestro agrado como hombres con ideas o ideales de hoy, pero esas conclusiones estarán mucho más cerca de la verdad histórica, tal vez inasible en su totalidad en más de un caso.

Notas

1) Archivo del General Miranda, Negociaciones 1770-1810, t. XV, Caracas, 1938.

2) Archivo de Miranda, t. XV, p. 267.

3) Ibidem, pp. 227-229.

4) Piccirilli. La Francia de Luis XVIII y la Monarquía en el Plata, loc. cit., 135.

Boleslao Lewin en nota a su trabajo El Inca rebelde José Gabriel Tupac Alnarú publicado en Universidad. Publicación de la Univ. Nac. del Litoral, t. 36, Santa Fe, 1958, p. 66, reproduce a Core y dice: “Existe todavía en el Perú una familia llamada Ampuero, descendiente por la línea de las hembras de los antiguos Incas y por los varones de uno de los compañeros de Pizarro”. Coxe refiere el público acatamiento que cada Virrey a su llegada debía hacer al jefe de la familia Ampuero en recuerdo a su ilustre origen. Pero Lewin califica de increíbles muchas de las afirmaciones de William Coxe.

5) Las obras que aportan mayor conocimiento del plan de Miranda son Jules Mancini, Bolivar et l'emancipation des colonies espagnoles des origines á 1815, París, 1912; M. Bruceño, Historia de la insurrección de 1781, Bogotá, 1880; M.

Smith, Adventures in the Miranda expedition, Albany, 1814. Bruceño

especialmente se refiere a la entrevista de los revolucionarios Vidalle, Pita y

Morales con el ministro Lord Sidney en mayo de 1784 a nombre de las Jefes de las

Comuneros de la revolución neogradina del Socorro y de acuerdo con D. José

Gabriel Tupac Amaru Inca. Cfr, Bruceño, p. 230 y s. También es interesante

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aportación William Spence Robertson, Historia de América, Buenos Aires, 1938 y que integra el total del tomo" Vida de Miranda publicada en el t. VI del II Congreso Internacional de...

6) Junta de Historia y Numismática Americana, Actas secretas del Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Instalado en Tucumán el 24 de marzo de 181 (11 de julio de 1816-10 de diciembre de 1819).

Votos salvos de los S.S. Diputados (23 de junio de 1816-3 de noviembre de 1819).

Reimpresión facsimilar, Bs. As., 1921. Con introducción de Carlos Correa Luna, Augusto Mallie y Rómulo Zabala.

7) Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano, p. 276 (nota). Hemos subrayado todos véase más adelante la carta de Anchorena a Rosas: “tuvimos que manifestarnos tocados de igual entusiasmo.

8) Ibidem.

9) Bartolomé Mitre, op. cit., p. 324.

10) El Redactor, Reimp. facs., p. 78.

11) Ibidem, p. 79.

12) El Redactor no gustaba de relatar los debates violentos, las bruscas oposiciones. Quería mostrar un Congreso unido y de buenos modales. Las sesiones en las que se discutió la situación del Diputado del Corro, con la briosa intervención de Cabrera y sus colegas cordobeses de diputación fueron particularmente violentas, especialmente la del 6 de setiembre con graves hechos a los que apenas dedica dos líneas El Redactor, Cf. El Redactor, p. 98.

13) En el informe del diputado Dr. Antonio Sáenz a la Junta Electoral dé Buenos Aires, remitido desde Tucumán el 1º de febrero de 1817, sobre este punto dice:

“Para salvar peligros que no eran remotos para la Provincia por 1ª facilidad de combinarse una pluralidad enemiga, nos empeñamos que se adoptase que en los asuntos constitucionales o de límites u derechos de provincias, no se hiciese mención sino con un voto sobre las dos terceras partes del Congreso. Con esta precaución entramos a tratar la forma de gobierno”. Cfr. Carlos CALVO, Anales históricos de la Revolución de la América Latina, Besanzon, t. III, p. 290.

14) El Redactor, Reimp. facs. p. 80.

15) El Redactor, p. 80.

16) Ibidem, p. 82.

17) Ibidem.

18) Ibidem, p. 86.

19) O sea precediese el establecimiento de las leyes al nombramiento de los reyes (Cfr. Aragonesium rerum commentarii)

20) El Redactor, p. 86.

21) Ibidem, p. 87.

22) La larga carta de Tomás Manuel de Anchorena a Rosas ha sido publicada por

Saldías en el Apéndice de La Evolución Republicana, pp. 229 a 306. Se refiere en

ella a que la monarquía tuvo siempre partidarios entre las más destacadas figuras

de la revolución: “Nadie, nadie se ocupaba del sistema republicano federal

porque todas las provincias estaban en tal estado de ignorancia y desunión entre

si, y todas juntas profesaban tal odio a Buenos Aires que era como hablar de una

quimera el discurrir sobre el establecimiento de un sistema federal”. Habla de la

misión monárquica de Rivadavia, Belgrano y Sarratea y como cuando fue depuesto

Alvear, disuelta la Asamblea, procesados sus diputados y ,algunos expelidos del

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país no se dijo cosa alguna por aquella misión que más tarde las instrucciones de los diputados de Buenos Aires al Congreso de Tucumán no impedían el establecimiento de una monarquía. Se refiere luego a la sesión secreta del 6 de julio y a la exposición de Belgrano en favor del Inca “quedando los diputados de Buenos Aires y algunos más como atónitos y con lo ridículo y extravagante de la idea”. Se entusiasmó toda la ciudad y una multitud considerable de provincianos congresales y no congresales a punto tal que "los diputados de Buenos Aires tuvimos que manifestarnos” y se refiere “al seguro que les dio el sistema que ellos tocados de igual entusiasmo por evitar una dislocación general  lo propuso el mismo Anchorena  propusieron para vota”. Las dos últimas páginas de la carta se refieren a otros asuntos ajenos a la firma monárquica y a la candidatura del Inca de la que se muestra tenaz opositor.

23) Actas Secretas, fº 24.

24) Juan Adam Graaner, Las Provincias del Río de la Plata en 1816. lnforme dirigido al Príncipe Bernadotte). Bs. As. Traducción y prólogo de José Luis Busaniche, Bs. As., 1949, pp. 65/67. En la sesión secreta de la mañana del 29 de agosto de 1816 se resolvió: “Se indique al Supremo Director tome las precauciones la orden al extranjero Jhoon (Jean) Adam Graaner cuya conducta no parece del todo inocente”. (Actas secretas, fº 19 vta.) Como se ha visto, Graaner mantuvo una interesante correspondencia con el Director Pueyrredón, la sospecha de los congresistas era infundada.

25) lbidem, p. 66.

26) Graaner, op. cit., pp. 116-117. Lewin, op. cit. p. 66 “desde 1715 se habían celebrado a menudo fiestas en memoria de Atahualpa”.

27) D. A. S. M., t. V., pp. 546-547.

28) Actas Secretas fº 24.

29) Roberto Levillier, Los Incas del Perú, Buenos Aires, 1942.

30) Efrain U. Bischoff, El general San Martín en Córdoba, op. cit., p. 55.

31) Ibidem, p. 58. Sobre esta edición proyectada han escrito también Pablo Cabrera, La segunda imprenta de la Universidad de Córdoba, Córdoba, 1930, p. 7 y ss. y José Pacífico Otero, Historia del Libertados don José de San Martín, Buenos Aires, t. IV, p. 458 y ss.

32) El Observador Americano, número 7 del lunes 30 de setiembre de 1816.

33) D. N. H., T. I, nº 4, p. 38.

34) Conde de Toreno, Historia del Levantamiento, guerra y revolución de España, Madrid, 1839: Eulogio Rojas Mery, Independencia de Sud América Hispana; su grandeza y miserias, Estudio conjunto de los principales acontecimientos políticos y militares de la Independencia fundamentados en documentos de la época.

Montevideo, 1946, p. 17.

35) Saldías, op. cit., pp. 303-304. Estaba además convencido Anchorena que

“conducido el negocio con sagacidad y prudencia, al fin quedaría en la nada”.

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