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CANTIDADES DE AGUAS FUGITIVAS Y ARRAS TRES QUE PRODUCEN

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CANTIDADES DE AGUAS FUGITIVAS Y ARRAS- TRES QUE PRODUCEN

A principios de siglo se tenía la aspiración de sacar del agua los cuantiosos beneficios que reporta a la hu- manidad, presentándose como programa esencial a des- arrollar en su curso, su aprovechamiento para la pro- ducción de energía y el riego de las mayores superficies posibles. Treinta años después, los americanos, ante las inmensas superficies de tierras arruinadas en su ace- lerada vida, por haber abusado de ellas con rebaños excesivos, o por haberlas dedicado a cultivos y prácti- cas de labranza cuya finalidad directa era realizar los mayores beneficios posibles, completan los puntos de vista de principios de siglo, en el sentido de que los ma- yores beneficios que pueden obtenerse del agua, se al- canzan cuando se llega a su aprovechamiento útil po- sible y al mismo tiempo se eviten todos los daños que ocasiona. Se hace preciso gobernar al agua con más acierto, ser más dueño de ella, evitar que arrastre y es- terilice las tierras, que se la traguen los barrancos, que los acarreos rellenen los embalses o arruinen las vegas, que las inundaciones dejen de producir los cuantiosos daños que ocasionan.

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Planteada la cuestión en esta amplitud, se ponen a trabajar sobre ella. Lo primero que quiere saberse es, para un terreno propuesto en condiciones precisas, si llegase a sobrevenir una lluvia de intensidad y dura- ción conocida, cuánta agua penetraría en su interior, cuánta se marcharía por la superficie y qué cantidad de suelo se llevaría. En una situación determinada se establecen parcelas de experiencias, y al pie de su pen- diente se pueden recoger los datos apetecidos, de los que se hace preciso deducir lo que ocurriría en otras circunstancias.

Las dificultades para encontrar una solución co- rrecta son enormes, pues se trata de un fenómeno fí- sico en el que intervienen tantas variables como en el más complejo que pueda imaginarse. Tienen influen- cia sobre él la pendiente del terreno, el clima, el suelo, la vegetación que lo cubre, el lecho de sustancias ve- getales que soporta, los cambios que experimenta se- gún su utilización, la disposición y carácter de las ca- pas inferiores del suelo, sus modificaciones, o el llegar a ser la tierra de labor conforme se va perdiendo el suelo. Los factores enumerados, con otros muchos, se- parados o conjuntamente, introducen en la realización del fenómeno numerosas variables, muchas de las cua- les tienen una marcada influencia sobre las cantidades de agua y suelo que ponen en movimiento las lluvias que ocurren.

La naturaleza de la vegetación que cubre el suelo influye más que ningún otro factor sobre las pérdidas de suelo por erosión y de agua dejada de embeber. La inclinación de la pendiente del terreno y su longitud, afecta poderosamente al proceso hidrológico y a las me- didas que se hacen necesarias tomar en los proyectos

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de conservación del suelo y el agua. La intensidad de las lluvias, la humedad de suelo y su permeabilidad, son factores de gran importancia. Lo es, igualmente, que el suelo esté o no helado. La diversidad de suelos solamente introduce un sinfín de condiciones, que apre- ciable o profundamente, influyen en la cuantía de la infiltración, la absorción, y en consecuencia, la canti- dad de las aguas sobrantes y la denudación. La natu- raleza de los horizontes inferiores del-suelo, su grado de permeabilidad, el espesor de cada uno de ellos, etc., tiene una influencia decisiva en la marcha del fenó- meno.

Es menes t,er tomar en consideración este sinfín de variables en los estudios sobre la erosión, por lo que se comprende que no se hayan podido obtener todos los datos precisos para una buena información, que no se encuentre explicación para algunos resultados obte- nidos, o lo que influyen en el fenómeno la variación de unos factores con respecto a otros. Sin embargo, los resultados ya obtenidos son de un gran valor en las aplicaciones.

Se ha considerado de gran interés el determinar las diferencias de comportamiento de los suelos cuando es- tán protegidos por una vegetación densa, como la exis- tente en praderas bien pobladas o en cultivos como la alfalfa y el trébol rojo que crecen espesos, con culri-;

vos que defienden mal el suelo y requieren además la- bores, como el maíz o el algodón. Los resultados que se obtuvieron en las Estaciones Experimentales, y fue- ra de ellas, de los efectos de las lluvias que llegaron a ocasionar que corriese el agua sobre la superficie, en suelos diversos, con distintas pendientes, plantas, mé-, todos de cultivo y clima, observaciones que se extien-

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den al número de 5°.000, fueron siempre coincidentes, en el sentido de que la vegetación densa retiene el suelo con más energía, por infiltrarse en ellos el agua con más facilidad, escurriendo en consecuencia en menor

cantidad y produciéndose los arrastres mínimos.

La media de los resultados obtenidos en las citadas Estaciones, en períodos de observación de tres a once años, fueron por año, para la pérdida de suelo, de 83,7 toneladas por hectárea para cultivos poco protectores como el maíz y el algodón, y solamente 0,9 toneladas por hectárea en cultivos densos y que no requieren la- bores, como las praderas

°

la alfalfa. Las pérdidas de agua no tienen una diferencia tan marcada, pero sigue siendo muy grande, pues mientras se' recogieron el I8A por 100 de la cantidad llovida en las parcelas de culti- vos no protectores, en las de cultivos densos no se re- cogió más que el 2,7 por 100. Si se comparan los resul- tados obtenidos en el barbecho desnudo, con los de suelos cubiertos de una vegetación tupida, resulta que aquéllos pierden noventa veces más suelo por erosión que los cubiertos de vegetación espesa y siete veces más de agua.

Hasta donde las circunstancias lo permitan, el agri- cultor tiene, en consecuencia, un medio eficacísimo de defensa contra la erosión, cultivando plantas que crez- can espesas y tengan un sistema radicular fuerte y bien ramificado.

Cuando se comparan parcelas de igual pendiente y de distinta longitud, medida en el sentido de la pen- diente, se encuentra en la casi mayoría de los casos, que las pérdidas de suelo son de bastante más consi- deración en las más alargadas. En algún caso de ex- cepción, la diferencia a favor de las más cortas es de

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muy poca significación. Los resultados responden alo que era lógico esperar, pues al aumentar la longitud de la parcela en el sentido de la pendiente, las aguas que escurren de las partes altas se van reuniendo con las de más abajo, y al aumentar su masa y velocidad, su poder erosivo y de arrastre aumentan considerable- mente.

Los resultados no son tan concordantes con respec- to a la cantidad de agua que fluye de las parcelas lar- gas y cortas, presentándose tantos casos en favor de unas como de otras. El agua que desciende por la pen- diente se va infiltrando, sobre todo con lluvias de poca intensidad, efecto que se compensa en sentido contra- rio, con lluvias violentas y suelos impermeables.

Para concretar esta cuestión, se recogieron los da- tos pertinentes en parcelas largas y cortas, en un suelo suelto, con el 9 por 100 de pendiente, en dieciocho períodos de lluvias, en las que se recogieron las aguas que escurrieron en cada uno de ellos. De los dieciocho períodos, cinco se calificaron de lluvias intensas, por pasar el agua llovida, con mucho, a la capacidad de in- filtración del suelo, y trece se calificaron como de pe- queña intensidad, por exceder poco a la capacidad de infiltración. Los datos se recogieron en un período de más de dos años.

Con lluvias intensas resultó que las pérdidas de agua fueron mayores en las parcelas más largas que en las más cortas, y con lluvias de poca intensidad ocu- rrió lo contrario, que las pérdidas mayores tuvieron lu- gar en las más cortas. En el mismo sentido respondie- ron las cifras correspondientes a las pérdidas de suelo.

Los resultados obtenidos fueron los siguientes:

~" ,.'.:r~

""

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AGUA ESCURRIDA DE PARCELAS DE DIFERENTE LONGITUD.

SEGUN LA PENDIENTE

Largo de la.

parcelas

~letros

Lluvias de g rnn Lluviasde peque- intenvi dad ña ínteuaid ad Por100de 1-"or JOUde l.a precipitación la precipitación

20.3 13.5

18.0 IÓ,5

10,8 28,0

Las cinco lluvias intensas sumaron una precipua- ción de 205 milímetros, y tuvieron una duración me- dia de seis horas y media, mientras que las 13 de in- tensidad media, alcanzaron una altura de agua de 435 milímetros y tuvieron una duración media de diez ho- ras y media.

PERDIDAS DE SUELO EN LAS PARCELAS ANTERIORES, MAS O MENOS LARGAS SIGUIENDO LA PENDIENTE

Largo de la. Lluvias intensas Lluvias de peque-

parcelas 51. intensidad

Toneladas Tenetadas

Metros por hectérea por hectárea

192 81,2 14.1

45.1 15,7

48 21,4 19.0

Con lluvias de gran intensidad, que son las que producen los grandes arrastres, aun en tierras sueltas en las que el agua penetra fácilmente, la longitud de la pendiente aumenta considerablemente las pérdidas de suelo, lo mismo que las de agua, lo que indica, que en- tre las medidas de protección que deben adoptarse, una de ellas será el acortar la longitud de.las parcelas en el sentido de la pendiente, por fajas protectoras, terra- zas que desvíen, las aguas que recojan, laboreo en di- rección perpendícular a la pendiente, o zanjas que re- cojan y lleven el agua a sitios convenientes.

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En suelos menos permeables, los efectos de las aguas

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sobrantes, parece que son todavía más desfavorables conforme aumenta su recorrido, en todos los casos,

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que indica, que en estas circunstancias, las medidas que se tomen deberán dirigirse a disminuir aun más el re- corrido de las aguas que escurran, acercando las fajas protectoras, las terrazas o las zanjas de desagüe.

Las épocas en que se experimentan mayores pérdi- das, de suelo yagua, suelen ser las de lluvias más in- tensas, que corrientemente coinciden con períodos en que la tierra está desprovista de una vegetación sufi- ciente para su defensa, de cuya. observación deben sa- carse las consecuencias oportunas.

Una alternativa de cosechas bien establecida, en la que figuren los cereales y las leguminosas, eleva los ren- dimientos de la tierra, que en el campo se traducen en una vegetación más fuerte y densa. Este solo hecho se traduce en una pérdida menor de agua y suelo por efec- to de la erosión. En la alternativa pueden existir plan- tas tan protectoras como el trébol rojo, solo o en mez- cla con gramíneas, que deja el suelo enriquecido con materia orgánica y en consecuencia más resistente para el tiempo que siga.

Los cereales de invierno constituyen una excelente protección del suelo desde que adquieren suficiente des- arrollo. La protección será más eficaz cuando las tie- rras estén bien abonadas y permitan la vegetación más fuerte posible. Constituyen igualmente una excelente protección los rastrojos, que en consecuencia se debe- rán utilizar para este fin, levantándolos lo más tarde que sea posible en armonía con las exigencias del cul- tivo y las épocas de lluvias intensas.

Una práctica muy extendida en los Estados Uni- a

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dos, consiste en laborar de tal suerte, que los surcos si- gan las. curvas de nivel del terreno y aun en hacerlos anchos, de gran capacidad. En la misma dirección se efectúan siembras y plantaciones y todas las labores de cultivo. La finalidad perseguida es no perder ni agua ni suelo. N umerosas experiencias han demostrado la eficacia de ese proceder. He aquí algunos ejemplos.

En Iowa, en tierra franca, suelta, con precipitacio- nes medias anuales de 673 milímetros, y pendiente del terreno del 8 por 100,se hicieron experiencias emplean- do el maíz. Unas parcelas se labraron y sembraron si- guiendo las curvas de nivel, y otras siguiendo la línea de la pendiente. En las primeras no se perdió suelo al- guno y la cantidad de agua escurrida alcanzó el o,I

por 100 de la llovida. En las labradas y sembradas en el sentido de la pendiente, se perdieron 29 toneladas de tierra por hectárea y el ro.j por 100 del agua llo- vida.

En Texas, con tierras arcillosas, en parcelas con el 4 por lOO de pendiente y precipitaciones que alcanzan a 819 milímetros, se cultivó en alternativa, maíz, ave- na, algodón; siguiendo en unas parcelas el método de culti vo de aj ustarse a las curvas de nivel y eh otras la- brando en el sentido de la pendiente. En las parcelas cultivadas siguiendo las curvas de nivel, las pérdidas de suelo alcanzaron a !4>3 toneladas por hectárea y año, y las de agua al 5,2 por 100 de la cantidad de lluvia. En las parcelas cultivadas en sentido de la pen- diente, las pérdidas de suelo alcanzaron a 32,5 tonela- das de tierra, y las de agua al 7,5 por 100.

Un último caso. En Kansas, en parcelas francas algo pesadas, con el 5 por 100 de pendiente, y precipi- taciones de 431 milímetros anuales, se cultivó trigo

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constantemente, perdiéndose 3,7 toneladas de suelo por hectárea y el 12,4 por 100 de agua, en las parcelas la- bradas según las curvas de nivel, y 5 toneladas de tie- rra por hectárea y el 15,R por 100 del agua llovida, en las parcelas cultivadas según la pendiente.

Los mismos efectos beneficiosos se obtienen cuan- do el terreno se divide en fajas limitadas por curvas de nivel, y los cultivos poco protectores se colocan en fa- jas, que se defienden sembrando las adyacentes con plantas muy protectoras. Las numerosas experiencias realizadas miden, en cada caso, según suelos, pendien- tes, alternativas y cantidades de agua llovida, las pér- didas experimentadas de suelo yagua.

En otras ocasiones se ha hablado ya de los benefi- ciosos efectos de las estercoladuras con abono de cua- dra o enterrando cosechas en verde, por aumentar la infiltración del agua en el suelo y su poder retentivo, acción que se manifiesta en los suelos desnudos o pro- vistos de vegetación, pero en este último caso,a los efectos de una tierra mejorada, se unen los de una ve- getación bien desarrollada, con un sistema radicular vi- goroso, que aprisiona la tierra y la defiende hasta des- pués de levantadas las cosechas.

Se han medido también las cantidades de agua y suelo perdidos, cuando se comparan parcelas idénticas en toda clase de condiciones, con la única diferencia, que en unas se conserva el suelo, y en las otras es el subsuelo el que queda en la superficie y el sometido por tanto a la erosión, comprobándose las grandes pér- . dídas que se experimentan de tierra yagua, cuando el suelo ha desaparecido y es el subsuelo el que sufre los efectos erosivos.

Se han medido las cantidades de agua y suelo per-

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didas en otras muchas circunstancias. Por ejemplo, el efecto de colocar en cobertura una capa de hojas secas de pino de cinco centímetros de altura, y el mismo espe- sor de brozas recogidas en un robledal, en relación con una parcela semejante cultivada de algodón. La parce- la cubierta de hojas de pino perdió 0,5 toneladas de suelo por hectárea; la protegida por broza, 0,4 tonela- das, y la cultivada de algodón, 79,8 toneladas de suelo por hectárea.

De otros muchos factores que influyen en el proce- so de erosión se ha apreciado su respectivo valor, entre ellos los correspondientes a la vida microbiana, y el de los demás seres que viven en la tierra, gusanos, arácni- dos, insectos y animales de orden superior.

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Barrancos,en Granada,vistos desde la carretera que conducea Almería.

Referencias

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