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Cómo conocer la voluntad de Dios para mi vida [How to know the will of God for my life]

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Academic year: 2022

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Cómo conocer la voluntad de Dios para mi vida [How to know the will of God for my life]

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Item Type Article

Authors Rasi, Humberto M.

Publisher Comisión de apoyo a Universitarios y Profesionales adventistas (CAUPA)

Rights Creative Commons Copyright (CC 2.5) Download date 13/02/2022 09:46:23

Link to Item http://hdl.handle.net/20.500.12424/215166

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Nuestra vida consiste en una serie de decisiones. Aunque algunas son de poca importancia, otras tienen gran significado y traen consecuencias de largo alcance. En cierto momento, cada uno de nosotros define su postura con respecto a tres asuntos fundamen- tales. Primero, decidimos el papel que Dios y la religión tendrán en nuestra vida. Segundo, escogemos la carrera o profesión con que nos ganaremos el sustento diario. Tercero, resolvemos si nos casaremos o no y quién será la per- sona con quien formaremos un hogar.

A medida que avanzamos en la vida, seguimos haciendo decisiones. ¿Dónde estudiaremos y qué título obtendre- mos? Al completar los estudios, ¿bus- caremos empleo o trabajaremos de manera independiente? ¿En qué locali- dad nos radicaremos? ¿De qué manera emplearemos nuestras ganancias? Si nos casamos, ¿tendremos hijos o no? ¿Y cuántos?

A través de los siglos, los seres huma- nos han utilizado diversos métodos para tomar decisiones. Algunos buscan el consejo de amigos de experiencia o consejeros de confianza. Otros abren la Biblia al azar para encontrar un pasaje orientador o consultan a adivinos.

Como cristianos, queremos hacer la voluntad de Dios cada vez que nos encontramos frente a decisiones signifi- cativas. Cuando hablamos con el Señor en oración, a menudo repetimos las palabras del Padrenuestro, que incluye esta petición: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tie- rra” (Mateo 6:10). ¿Qué nos enseña la Biblia acerca de la voluntad de Dios?

El significado de la palabra voluntad

La palabra “voluntad” tiene tres sig- nificados básicos, que se aplican tanto

a Dios como a los seres humanos.

Voluntad: la capacidad y el poder de elegir. Dios posee la capacidad de decidir y la ha ejercido siempre. En cierto momento decidió crear el uni- verso y poblarlo con seres inteligentes.

También escogió ordenar este planeta y crear a Adán y a Eva para vivir en él. Más tarde eligió a Abraham y a sus descendientes para que fueran su pue- blo especial. Asimismo decidió venir a este mundo como ser humano en la persona de Jesucristo para rescatarnos del pecado mediante su muerte y resu- rrección.

Dios nos creó con la capacidad de tomar decisiones, lo que constituye una parte importante de haber sido formados “a imagen de Dios”. De ahí que podemos elegir obedecerle o desobedecerle con consecuencias previ- sibles. (Ver Deuteronomio 30:15, 19, 20; Apocalipsis 3:20.) Dios respeta y protege nuestra libertad individual de escoger. Él anhela que, al tomar deci- siones, elijamos bien y de esa manera desarrollemos nuestro carácter.

Voluntad: el deseo de realizar algo o de alcanzar un objetivo. Dios, cuyo carác- ter es perfecto amor y perfecta justicia, siempre desea lo bueno para sus criatu- ras (Jeremías 29:11) y nunca se siente inclinado hacia el mal (Santiago 1:13).

Él desea, por ejemplo, que todos los seres humanos alcancemos la vida eter- na (1 Timoteo 2:3, 4) y que crezcamos espiritualmente (Colosenses 1:9, 10).

Los seres humanos también sen- timos el deseo de realizar algo o de alcanzar un objetivo en la vida. Con frecuencia, por causa del pecado que nos afecta, elegimos actuar de manera egoísta y perjudicial. El apóstol Pablo era consciente de su inclinación al mal:

“No hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” (Romanos 7:15, 20).Voluntad: propósito firme, determi- nación o plan. Pablo se refiere al plan de Dios, quien “hace todas las cosas según el designio de su voluntad”

(Efesios1:11). Su plan de salvación, por ejemplo, fue diseñado antes de la

creación del mundo (1 Pedro 1:18- 20). Cristo vino a este planeta en el momento preciso en la historia de la redención (Gálatas 4:4, 5). Dios cono- ce el día y la hora en que Cristo regre- sará en gloria a este mundo (Mateo 24:26, 27). También ha escogido el día en que juzgará a los seres humanos de todos los tiempos (Hechos 17:31).

En algunos casos, Dios ha revelado aspectos importantes de su gran plan mediante profecías cuyo cumplimiento es preciso. Y en el capítulo 2 del libro de Daniel, por ejemplo, encontramos una secuencia de los poderes que han venido dominando al mundo desde el imperio babilónico hasta el fin de la his- toria. Y en el libro de Apocalipsis capí- tulos 2 y 3 se bosquejan las principales etapas de la historia del cristianismo.

Uno de los temas más interesantes para los cristianos es reflexionar sobre cómo Dios llevará a cabo su plan de acuerdo con su voluntad soberana, mientras permite que cada ser humano ejerza su libre albedrío. Esto inspiró al apóstol Pablo a exclamar: “¡Oh profun- didad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insonda- bles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).

¿Por qué es importante?

Algún lector podrá preguntarse por qué es importante conocer la voluntad de Dios para nuestra vida.

Debemos reconocer que en nuestra condición natural no nos interesa ni nos importa conocer la voluntad de Dios. Y aunque supiéramos lo que él anhela para nosotros, tenderíamos a rechazar o a oponernos a sus mejores deseos. Por naturaleza, estamos en rebelión contra él. Sin embargo, Dios anhela que cambiemos nuestra actitud.

Quiere ser nuestro Salvador y nuestro Amigo. Desea que le conozcamos, amemos y obedezcamos, para que nos vaya bien en la vida. Por eso el Espíritu Santo habla constantemente a nuestra conciencia. Nos invita: “Dame, hijo mío, tu corazón y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26).

Dios nos provee orientación clara y luego permite que tomemos decisiones libres.

Humberto M. Rasi

Cómo conocer la voluntad de Dios para mi vida

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Quiere guiar nuestras decisiones para nuestro bien (Salmo 32:8, 9). El apóstol Pablo nos anima a volvernos especialistas en conocer la voluntad de Dios (Efesios 5:16, 17). Si la obe- decemos, nos asegura que pasaremos la eternidad en su compañía (Mateo 7:21; 1 Juan 2:17).

Por eso Satanás procura que perma- nezcamos separados de Dios y en rebe- lión contra él. Y aunque hayamos deci- dido obedecer a Dios, Satanás sigue intentando que le desobedezcamos.

Este proceso de prueba se conoce con el nombre de tentación y es permitido por Dios. Cada día de nuestra vida se libra en nuestra conciencia este drama de consecuencias eternas. Mediante el Espíritu Santo, Dios nos invita a que alineemos nuestra voluntad con la suya, mientras Satanás trata de con- vencernos de que Dios no nos ama y no quiere que disfrutemos de la vida.

Sin embargo, cuanto más tiempo obe- decemos a Dios, tanto más se debilitan las tentaciones, porque Dios fortalece nuestra capacidad de elegir lo bueno.

Cuando entendemos la guerra mortal en que estamos involucrados, también llegamos a comprender por qué Dios está tan interesado en nues- tra salud física y mental. El desea que nada afecte nuestra capacidad de elegir consciente y libremente entre obe- decerle o desobedecerle. Por eso nos aconseja que mantengamos el cuerpo libre de sustancias que disminuyen nuestra capacidad de razonar y que conservemos nuestra mente libre de las influencias negativas que nos llegan a través de lo que leemos, miramos u oímos. Nada debe impedir que escu- chemos con claridad la voz de Dios en nuestra conciencia.

¿Cuáles son las condiciones?

Dios ha establecido tres condiciones básicas para conocer su voluntad para nuestra vida.

Confianza en que Dios existe, que es bueno y justo, y que desea lo mejor para nosotros (Hebreos 11:6).

Obediencia: Decidir obedecer a Dios

Antes de tomar una decisión importante

Este cuestionario procura ayudar al cristiano que desea conocer la voluntad de Dios sobre un asunto determinado. Los diez pasos están organizados en forma de preguntas que permiten considerar los diversos factores que entran en juego en una decisión.2

Deseo sinceramente conocer y obedecer la voluntad de Dios sobre este asunto:

_____________________________________________________________

_____________________________________________________________

1. Obediente a la voluntad de Dios ya revelada

¿He aceptado a Jesús como Salvador? Sí___ No___

¿Encubro en mi vida algún pecado que yo conozco? Sí___ No___

¿Obedezco la voluntad de Dios en la medida que él me

la ha revelado y la comprendo? Sí___ No___

2. Listo a obedecer la dirección divina

¿Estoy listo a obedecer la voluntad de Dios cuando él me

la revele, sin preocuparme por el costo o la dificultad? Sí___ No___

¿Me mantengo alerta a lo que Dios quiera comunicarme,

sea de manera sobrenatural o menos dramática? Sí___ No___

3. La palabra revelada: Orientación para la vida

¿Estudio con regularidad la Palabra de Dios? Sí___ No___

¿Conozco lo que la Biblia dice sobre el asunto que estoy

considerando y para el cual busco orientación? Sí___ No___

4. Oración: En diálogo con Dios

¿Dedico un período de cada día a la oración para tener

comunión con Dios y conocer su voluntad? Sí___ No___

¿He pedido a Dios, en forma específica, orientación

sobre el asunto que estoy considerando? Sí___ No___

¿Estoy listo a seguir orando y esperando la respuesta de Dios? Sí___ No___

5. El Espíritu Santo: Compañero divino

¿Reconozco la presencia, el poder y la orientación del

Espíritu Santo en mi vida? Sí___ No___

¿Estoy dispuesto a permitir que me guíe en todo lo que hago? Sí___ No___

6. Consejeros de confianza

¿Mantengo regularmente comunión espiritual con otros

cristianos y estudio la Biblia con ellos? Sí___ No___

¿Tengo algún problema físico o emocional que requiere

atención profesional antes de tomar esta decisión? Sí___ No___

¿Convendrá que busque el consejo de algún amigo, pastor

o persona de confianza sobre este asunto? Sí___ No___

7. Eventos y providencia

¿He considerado las circunstancias providenciales mediante

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las cuales Dios puede estar comunicándome su voluntad? Sí___ No___

8. Auto-evaluación

¿Estoy descansado y calmo como para tomar esta decisión? Sí___ No___

¿He evaluado –preferentemente con lápiz y papel– el pro y el contra de la decisión que debo tomar y los motivos

que me impulsan en una dirección u otra? Sí___ No___

¿He considerado el modo en que esta decisión afectará a

mi familia y a otras personas cercanas a mí? Sí___ No___

¿He tomado en cuenta los talentos que poseo y su relación

con la decisión que voy a tomar? Sí___ No___

¿He reflexionado sobre el posible impacto que tendrá esta

decisión sobre mi salud? Sí___ No___

¿He tomado en cuenta el efecto que esta decisión tendrá

sobre mi desarrollo espiritual y mi relación con Dios? Sí___ No___

¿He pensado acerca del impacto que esta decisión tendrá

sobre la vida espiritual de otros? Sí___ No___

¿He tenido tiempo para evaluar este asunto a solas y sin

presiones externas? Sí___ No___

Repasa tu respuesta a cada una de las preguntas anteriores, especialmente las que hayas marcado en la columna de la derecha. Esto puede indicar la necesidad de hacer algunos cambios antes de poder tomar una decisión sobre el asunto.

Enumera estos cambios o ajustes:__________________________________

_____________________________________________________________

¿Hay algo más que Dios desea que consideres o hagas?

_____________________________________________________________

_____________________________________________________________

9. La decisión: ¿Esperar o actuar?

¿Debería postergar mi decisión hasta tener una idea más clara de la voluntad de Dios sobre este asunto?

¿Debes tomar la decisión ahora, pero no llevarla a cabo todavía?

Si ya conoces la voluntad de Dios sobre este asunto, pero no estás seguro de que es el momento de actuar, ¿deberías esperar una indicación más clara por parte de Dios?

Ya he tenido tiempo de considerar con calma y con oración este asunto. Esta es mi decisión: __________________________________________________

_____________________________________________________________

10. El sello de aprobación: La paz de Dios

Ahora que he comprendido la voluntad de Dios sobre este asunto y he toma- do una decisión, ¿siento paz interior? A medida que pasan los días, al reflexionar sobre la decisión que he hecho, ¿estoy cada vez más seguro de haber obedecido la voluntad de Dios sobre este asunto? Si así sucede, ¡adelante!

en todo aquello en que ya haya reve- lado su voluntad para nosotros. Esto requiere desterrar de nuestra vida todo pecado conocido. Dice el salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escu- chado” (Salmo 66:18). Por otra parte,

“si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14).

Sumisión: Estar dispuestos a obede- cer lo que Dios nos revele de su volun- tad. Esto requiere una actitud especial, porque nuestra tendencia natural es decirle al Señor: “Muéstrame tu volun- tad y después déjame que decida si la voy a obedecer o no”. Se cuenta que un joven elevó a Dios una oración parecida: “Señor, quiero servirte como misionero. Estoy listo a ir a cualquier parte que tú me envíes, con tal que el sueldo sea bueno y el clima agradable”.

Esta actitud tragicómica se basa en dos falacias: Creer que sabemos mejor que Dios lo que nos conviene y pensar que él no desea nuestra felicidad ni nuestra salvación eterna.

¿Cuáles son los siguientes pasos?

Existen cinco factores que nos ayu- dan a conocer la voluntad de Dios y aplicarla a nuestra vida. Vamos a repa- sarlos.

1. La Biblia: En este libro inspirado Dios comunica su voluntad para todos los seres humanos de todos los tiempos. La Biblia nos provee instrucción específi- ca sobre la voluntad de Dios. También encontramos en ella ejemplos sobre las bendiciones de la obediencia y los tristes resultados de la desobediencia.

Por eso nos conviene estudiarla cada día, individualmente y en grupos. Ella contiene enseñanzas sobre la salvación, la familia, el trabajo, las finanzas, los hábitos de vida y muchos otros temas importantes.

Pablo dice que en las Escrituras podemos hallar todo lo necesario para vivir una vida digna y alcanzar la vida eterna (2 Timoteo 3:15-17). Los cristianos encontramos en los Diez Mandamientos (Éxodo 20:3-17) los grandes principios morales que definen

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nuestra relación con Dios y con nues- tros semejantes (Lucas 10:27). Cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador y Amigo, orientamos nuestra existencia en base a esos principios como una expresión de nuestro amor hacia él (Juan 14:15). Jesús no sólo presentó un modelo perfecto de cómo se viven esos principios, sino que también explicó sus implicaciones para la vida real (ver Mateo capítulos 5 al 7).

2. El Espíritu Santo: Dios se comu- nica con nosotros mediante el Espíritu Santo hablando a nuestra conciencia.

El Espíritu Santo es Dios mismo apelando a nuestra voluntad (Isaías 30:21). Sin embargo, la conciencia no es siempre ni necesariamente la voz de Dios, porque puede estar deformada o cauterizada. Aunque el Espíritu Santo venía actuando en el mundo desde la Creación, cuando Cristo completó su ministerio en esta Tierra y ascendió al cielo, nos dejó el Espíritu Santo para cumplir una misión especial (Hechos 1:8).

Hay momentos cuando escuchamos la voz del Espíritu de Dios con más claridad. Esto sucede cuando oramos y permanecemos silenciosos aguardando la respuesta de Dios. También ocurre cuando estudiamos un pasaje de la Biblia, meditamos sobre su significado y le pedimos al Espíritu Santo que nos enseñe a aplicarlo a la vida. Además, podemos sentir las impresiones de Dios cuando participamos con otros cristianos en la adoración, el canto congregacional, la oración pública y cuando escuchamos la exposición de la Palabra de Dios con poder.

Es el Espíritu Santo quien nos hace entender las verdades espirituales (Juan 16:13) y nos capacita para hacer lo que Dios desea (Filipenses 2:13; Hebreos 13:20, 21. El Espíritu también esti- mula nuestro pensamiento para imagi- narnos el gozo que experimentaremos cuando hagamos la voluntad de Dios (Salmo 37:3-6).

3. Los eventos de la vida: Dios nos ayuda a discernir su voluntad al inter- pretar con sabiduría lo que nos acontece.

Cuando tomamos una decisión que nos parece correcta y avanzamos en cierta dirección, Dios con frecuencia abre o cierra las puertas de la opor- tunidad delante de nosotros. Por ejemplo: Solicitamos admisión en tres universidades y una de ellas nos acepta y además nos ofrece una beca.

Pedimos trabajo en dos empresas y una de ellas nos invita, con el sábado libre.

Conocemos a alguien, aparentemente por casualidad, y ese encuentro abre oportunidades inesperadas.

En la Biblia encontramos varios casos en que Dios utiliza los eventos para llevar adelante su plan. Cuando los hermanos de José están a punto de matarlo motivados por la envidia, una caravana de mercaderes pasa cerca de ellos en el momento oportuno y lo compran como esclavo (Génesis 37:12- 28). Años más tarde, cuando José había llegado a ser el primer ministro del faraón en Egipto, les dice a sus hermanos que Dios, en su providencia, lo había enviado a esa tierra extraña para salvarles la vida a ellos y a toda su familia (Génesis 45:7, 8).

Rebeca llega a buscar agua para su rebaño justamente cuando Eliezer, siervo de Abraham, se acerca al mismo pozo después de haber orado a Dios para que le ayudara a encontrar una esposa para Isaac (Génesis 24:12-46).

Dos eventos en la vida de Pablo muestran la providencia divina en acción. Durante uno de sus viajes misioneros, el apóstol decide dirigir- se a una región de Asia Menor para predicar el evangelio, pero el Espíritu Santo le impide hacerlo y en cambio lo guía hacia Europa con ese fin (Hechos 16:6-10). Algún tiempo después Pablo se propone viajar a Roma para comunicar el cristianismo en la capital del vasto imperio (Hechos 19:21).

Eventualmente llega a Roma a predicar las buenas nuevas de salvación, pero como prisionero de las autoridades romanas (Hecho 23:11; Filipenses 1:12, 13).

En cada caso, sin embargo, debe- mos interpretar los eventos y las cir-

cunstancias asegurándonos de que no contradicen los principios de la Biblia y que coinciden con la orientación del Espíritu Santo.

4. Consejeros cristianos: Personas de experiencia y buen juicio que pueden ayudarnos a aplicar los principios de la Palabra de Dios a nuestra vida. Cuando estamos frente a una decisión impor- tante, nos beneficiaremos mucho al escuchar el consejo de quienes nos conocen bien, como nuestros profe- sores y mentores (Proverbios 11:14).

Nuestros padres, si son cristianos, también pueden orientarnos con sabi- duría (Proverbios 23:22). De la misma manera, es valioso el parecer de pasto- res, capellanes y líderes de confianza.1 (El apóstol Pablo prestó atención al consejo de sus amigos durante los dis- turbios en Efeso y de esa manera pro- bablemente salvó su vida. Ver Hechos 19:30, 31.)

El diálogo con personas de expe- riencia ofrece la ventaja de que pueden evaluar nuestra situación con cierta objetividad. Además, pueden hacernos preguntas que aclaren nuestro pen- samiento y sugerir opciones que no habíamos considerado. Por supuesto, si ya hemos formado nuestro hogar, debemos conversar con nuestro cón- yuge e incluso con nuestros hijos, eva- luando el pro y el contra, puesto que ellos también serán afectados por la decisión que tomemos.

5. La reflexión personal: Evaluamos con oración los cuatro factores anteriores y tomamos una decisión. Ahora que hemos satisfecho las tres condiciones –confianza en Dios, obediencia a su voluntad y sumisión a lo que él nos indique– integramos los cuatro facto- res. Tomamos en cuenta los principios bíblicos, las impresiones del Espíritu Santo, el sentido de dirección que nos indican los eventos y el consejo de personas en quienes confiamos. La lista titulada “Antes de tomar una decisión importante” puede ayudarnos en el proceso.

Continúa en la página 

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camina orondo por el palacio del faraón, lleno de la visión de una misión que ha sentido desde pequeño:

la liberación de su pueblo de la escla- vitud de Egipto. Desafortunadamente, llevado por un celo equivocado, adoptó un curso de acción impulsiva que lo arrojó del palacio al desier- to inhóspito. Con desesperación y frustración, cambió la multitud de israelitas que había soñado liberar por los tropezones de un camino rocoso mientras seguía los pasos de su rebaño de ovejas. Al mirar a las montañas que lo separaban del mundo que había conocido, debe haber clamado: “¿Por qué, Dios? ¿Me has abandonado?”

Cuarenta años después, cuando ya se había resignado a pasar el resto de su vida como un pastor humilde en el desierto, Dios lo llamó desde la zarza ardiente y le señaló su misión: sacar a los israelitas de Egipto. Para entonces, los años en el desierto habían erosio- nado su confianza en su capacidad para la misión. Sin embargo, animado por Dios y con la promesa de ayuda y apoyo de su hermano mayor, aceptó el llamado.

En Egipto, a pesar de un primer rechazo de los israelitas y de la volun- tad inclaudicable del faraón, final- mente pudo llevar a cabo el espec- tacular éxodo. ¡Cómo sufrió bajo la pesada tarea de guiar a esa multitud de personas rebeldes y de dura cerviz!

Se sintió aliviado cuando llegaron a la frontera de Canaán. Pronto termi- naría su labor ingrata. Sin embargo, lleno de temor, el pueblo no quiso entrar en la tierra prometida y debió vagar por el desierto durante cuarenta años como castigo. Podemos imagi- nar a Moisés clamando: “¿Por qué, Señor?”

Cuarenta años pasaron, y Moisés se encontró una vez más en la frontera de Canaán. Una vez más su sueño se vio frustrado. Por lo que aparente- mente fue una desviación menor de la orden divina en Cades, una vez más se le impidió entrar la tierra prometi- da. Tendría que conformarse con sólo

una mirada lejana desde el otro lado del Jordán de la tierra que fluía leche y miel. Sin quejarse, Moisés se entre- gó a la voluntad divina. ¡Qué sorpresa habrá sido para Moisés despertar finalmente en la Canaán celestial!

Bien lo dijo Salomón: “La espe- ranza que se demora es tormento del corazón” (Proverbios 13:12). Sin embargo, a la luz de mi propia expe- riencia y de la de José y Moisés, sólo me gustaría agregar que “la esperanza que se demora” a menudo le brinda la oportunidad a Dios de darnos algo mejor. Todo lo que debemos hacer es someternos a su voluntad y permitirle que haga las cosas en su tiempo.

Mary H. T. Wong (Ph.D., Michigan State University) es profesora de inglés y autora de artículos y libros.

Actualmente vive en San José, California, EE.UU.

Cómo conocer…

Continuación de la página 8

Esto es esencial, porque no debe- mos confiar demasiado en nuestro juicio, que con frecuencia es parcial y limitado: “No te apoyes en tu propia prudencia. No seas sabio en tu propia opinión” (Proverbios 3:5, 7), aconseja Salomón. “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 16:25).

Sin embargo, la decisión final debe ser nuestra.

A pesar de haber tomado cuidadosa- mente estos cinco pasos, es posible que cometamos errores y hagamos decisio- nes incorrectas. Pero Dios es paciente con nosotros (Salmo 103:13, 14).

Debemos pedir perdón, volver atrás y comenzar de nuevo el proceso.

Conclusión

Durante su ministerio, Jesús repitió varias veces un relato con variacio-

nes. Es la parábola del dueño de una hacienda que, antes de partir hacia una tierra lejana, llama a su mayordomo y le pide que se haga cargo de toda su propiedad mientras él se encuentra ausente. Cuando el dueño regresa le pide al mayordomo un informe sobre cómo ha desempeñado sus responsabi- lidades. En otra versión, Jesús cuenta el relato de un hombre rico que confía su fortuna a varios de sus empleados y después de un tiempo les pide cuentas.

La esencia de estos relatos es la misma: Dios nos ha confiado vida, talentos, oportunidades y opciones para la acción. Nos provee orientación y se alegra cuando tomamos buenas decisiones. Su promesa es segura: “Este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; él nos guiará aun más allá de la muerte” (Salmo 48:14). Por eso, cuando hacemos frente a una deci- sión importante y queremos conocer la voluntad de Dios, podemos orar como David: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y cono- ce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23, 24).

Humberto M. Rasi (Ph.D., Stanford University) es el fundador y redactor en jefe de Diálogo Universitario.

REFERENCIAS

1. Los adventistas del séptimo día creemos que los escritos de Elena White, fundamentados en los prin- cipios bíblicos, proveen orientación inspirada sobre muchos aspectos de la vida cristiana y los consulta- mos antes de tomar una decisión importante.

2. Cuestionario adaptado del libro de Dwight L.

Carlson, Living God´s Will, pp. 153-156.

Referencias

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