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El desafío del Islam en el siglo 21 [The challenge of Islam in the 21st century]

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Academic year: 2022

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El desafío del Islam en el siglo 21 [The challenge of Islam in the 21st century]

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Item Type Article

Authors Carrillo L., Pablo

Publisher Kairos

Rights Creative Commons Copyright (CC 2.5) Download date 28/02/2022 12:38:55

Link to Item http://hdl.handle.net/20.500.12424/202961

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Revista Iglesia y Misión N°69 Nota 1

El desafío del Islam en el siglo 21

Por Pablo Carrillo L.

Mientras el reloj se apresura a marcar el final de esta década el próximo año

2000, el mundo a nuestro alrededor va tomando nuevas formas geopolíticas. El resurgimiento de nacionalismos radicales está redefiniendo las fronteras. Van apareciendo nuevos bloques de influencia socio-económica. El mundo se divide cada vez más en dos tipos de personas:

las que venden y las que consumen. Las ideologías vigentes unos diez años atrás se esfuman rápidamente y en su lugar aparecen con más fuerza que nunca los principios egoístas de la tranquilidad y prosperidad personal a cualquier precio.

Así las cosas, este parece ser el mejor momento de hacer algunas consideraciones que nos ayuden como cristianos a desempeñar un papel más significativo y más acorde con nuestro supremo llamamiento en la generación que nos ha tocado vivir. Sin más preámbulo, quiero enfocar lo que muchos han dado en llamar el desafío que la Iglesia cristiana tiene pendiente en relación con el mundo islámico. Desde hace más de un milenio no se ha

presentado el Evangelio como un mensaje coherente a la sociedad islámica. ¿Por qué no se han llevado las buenas nuevas de Jesucristo a esas tierras olvidadas? ¿Por qué durante tanto tiempo la Iglesia no ha podido, ni aun haciendo uso de la fuerza de la espada, sembrar el Evangelio? ¿Es que el Evangelio no funciona en el mundo islámico? Más que motivos de celebración por el final de otro milenio, encontramos razones contundentes para avergonzarnos por lo que nuestros antepasados cristianos han hecho con los pueblos musulmanes. El Islam es ciertamente un desafío a la Iglesia de Jesucristo. Propongo que consideremos la forma que toma hoy en día este desafío.

El desafío histórico

Desde los comienzos del Islam en el año 632 en la península arábiga, Mahoma, su precur- sor, tuvo sus primeros roces con el cristianismo de su época. Basta decir que lo que el joven profeta conoció fue un cristianismo confuso. El nestorianismo era la doctrina dominante en el área. Sus enseñanzas se centraban en la vida monástica, el celibato y las interminables controversias sobre la naturaleza de Cristo y la naturaleza de María como la «madre de Dios» o la «madre de Cristo». No es de extrañar que estos énfasis hicieran que los árabes de la época pensaran que los cristianos adoraban tres dioses. A esto podemos añadir que no ayudó mucho que los cristianos de la época nunca tradujeron las Escrituras en el idioma local.

Del siglo 11 al 13, en un intento por defender y proteger al Imperio Bizantino cristiano y

conseguir el dominio de «la Tierra santa», se luchó encarnizadamente contra los musulmanes.

El papado quería consolidar su poder y fama, y los musulmanes eran un blanco fácil. Como lo confirma el especialista Dan Brown, «existían muy pocas motivaciones cristianas en las

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Cruzadas. De hecho, muchos cristianos fueron asesinados por los cruzados, quienes juzgaban que toda persona que viviera en territorio musulmán era “pagano”.»

Ya a fines del siglo pasado y a principios del presente, surge el colonialismo de la Europa

«cristiana». Comenzó con la invasión de Napoleón a Egipto y se completó poco después de la I Guerra Mundial, cuando los poderes europeos derrotaron al Imperio Otomán y tomaron control de los países del Medio Oriente y de África del Norte. Se dividieron las naciones entre ellos y procedieron a explotar la tierra y a sus pueblos. Y no fue sino hasta mediados de este siglo cuando todos estos pueblos pudieron ganar su independencia. Todos, excepto Palestina.

Estos acontecimientos históricos han dejado una huella profunda en el corazón de los árabes musulmanes. Obviamente, hasta hoy, después de más de un milenio, el espíritu del verdadero Evangelio no ha sido encarnado por la Iglesia cristiana en sus encuentros con el Islam.

El desafío teológico

Estamos frente a una religión que no se asemeja en nada a las religiones tribales de

América Latina, ni siquiera al cristianismo nominal existente en la mayor parte de Occidente.

El Islam es militante por definición: naces musulmán, vives como musulmán y tienes el honor de morir por el Islam. Lo que no puedes hacer es abandonar el Islam. Por lo general, un musulmán está orgulloso de serlo y en muchas ocasiones se extraña de que nosotros los extranjeros no lo seamos.

Considera los siguientes pasajes del Corán, el libro más sagrado en el Islam, concebido

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como una revelación directa de Dios a Mahoma, que sustituye todas las revelaciones

anteriores: la Tora (la Ley de Moisés), el Zabur (los Salmos de David) y el Inyil (los Evangelios de Jesús, que se consideran libros ya abrogados o corruptos en el sentido de que no son los escritos originales ni están en el idioma original):

La deidad de Jesús

«Son infieles los que dicen, Dios es el Mesías, el hijo de María. Porque el mismo Mesías dijo, Hijos de Israel, servid a Dios, mi Señor y vuestro Señor. Ciertamente todo aquel que asocia a Dios alguna cosa, Dios le prohibirá la entrada al Paraíso, y su refugio será el Infierno...

El Mesías, hijo de María fue solo un Mensajero... su madre fue solo una mujer ... » (De la sura 5, La mesa).

La crucifixión

«Dios los selló [a los judíos] por su incredulidad, ellos no creen, excepto unos pocos y por su incredulidad y por pronunciar contra María una calumnia infame y por decir: Matamos al Mesías, Jesús hijo de María, el Mensajero de Dios; sin embargo, no le mataron ni le crucificaron, sólo un parecido se les mostró a ellos» (De la sura 4, Mujeres).

La Trinidad

«El Mesías, Jesús hijo de María, fue sólo el Mensajero de Dios, y su palabra que entregó a María, y un Espíritu de El. Creed en Dios y sus Mensajeros, y no digas: „Tres‟. Detente; es mejor para tí. Dios es solo un Dios» (De la sura 4, Mujeres).

El Hijo de Dios

«Los judíos dicen, Esdras es el Hijo de Dios; los cristianos dicen, El Mesías es el Hijo de Dios. Eso es lo que sus bocas pronuncian... ¡Dios les castigue! ¡Cómo están pervertidos!

Han tomado a sus rabíes y sus monjes como señores aparte de Dios, y el Mesías, hijo de María —y se les ordenó servir a solo un Dios; no hay dios sino El» (De la sura 9).

Nuestra deuda

Tenemos una deuda muy grande con el mundo islámico. Mucho me temo que como Iglesia latinoamericana no estamos llegando a la altura de saldar adecuadamente lo que debemos a

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esta quinta parte de la humanidad. Se requiere algo más que entusiasmo, emocionalismo y ansias de protagonismo, como los de algunas iglesias y denominaciones ya involucradas en este tipo de trabajo. También es necesario algo más que una visión romántica de lo que

significa hacer misión en el mundo islámico. No sirve de mucho el hecho de que los misioneros latinoamericanos tengan cierto parecido físico con los musulmanes, ni que haya restos del idioma árabe en el vocabulario del idioma español. Necesitamos también revisar y preguntarnos si los modelos de hacer misión hasta ahora siguen vigentes o si ya son reliquias del pasado.

El prototipo tanto de la iglesia como del candidato que se requieren para presentar un Evangelio coherente en el mundo islámico tiene que reunir por lo menos las siguientes características:

1. Una comprensión de las implicaciones de este trabajo por parte de la iglesia que envía.

El proceso de involucrarse en el envío de un misionero (normalmente es un matrimonio joven y con su primer hijo) tiene que medirse en toda su magnitud. En primer lugar, la investigación inicial por parte de los líderes de la iglesia sobre lo que el Espíritu está diciendo a la iglesia.

Según Hechos 13:1-3, el Espíritu habló al liderazgo de la iglesia sobre quiénes debían ser apartados y enviados. En segundo lugar, en lo que atañe a la selección del candidato apto para el trabajo, Hechos 11:22 vuelve a indicar que fueron los líderes los que tomaron la iniciativa de nombrar a ciertos candidatos para un trabajo específico. En tercer lugar, la capacitación en áreas fundamentales para el trabajo a desarrollar. Como bien lo señala Di- eter Brepohl refiriéndose a la responsabilidad que les corresponde a las iglesias en la formación de sus líderes: «Formamos líderes a partir de una visión, un contenido y un compromiso;

nunca lo hacemos en el vacío y a partir de nada. Son justamente nuestros compromisos y nuestra visión los que van a determinar los contenidos y los programas en esos procesos de formación». Esto en cuanto a la responsabilidad de la iglesia, que considero tiene

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aproximadamente un 75% de influencia en la capacitación y madurez de sus misioneros. El resto, un 25 %, correspondería a la capacitación transcultural. En cuarto lugar, no sólo se

debe acordar el salario que se le asigna al misionero, sino quién es el responsable de hacérselo llegar al país de servicio, de manera regular y asumiendo los trámites necesarios. En quinto lugar, ¿cómo será supervisado el misionero al menos administrativamente (¿ante quién será responsable por su trabajo, su progreso en el aprendizaje del idioma, su identificación con la cultura?) y espiritualmente (¿quién tomará el pulso de su matrimonio, del cuidado de sus hijos, de su vida espiritual, de su moral?)? Todo esto y más constituye el trabajo de ir a vivir en otras culturas y exponer ante los demás nuestras vidas como cartas abiertas para ser leídas. ¿Quién es responsable?

2. Una comprensión básica de quiénes son los musulmanes, qué creen, cuáles son sus

problemas cotidianos. Esto se puede lograr con un poco de trabajo de investigación en nuestras localidades. Hoy en día existen comunidades islámicas con sus correspondientes mezquitas en casi todas las grandes ciudades de América Latina. Otra oportunidad es la de invertir en un viaje exploratorio, donde algún líder de la iglesia puede acompañar al futuro candidato y conocer «a primera vista» el lugar donde posiblemente irá a vivir, la gente con la que tendrá que relacionarse y el idioma que va a tener que aprender. Como bien lo expresa el presidente de la antigua Checoslovaquia: «La cultura de una sociedad es el reflejo de su alma». Este tipo de investigaciones es necesario para despejar mitos y prejuicios que todo extranjero lleva a cuestas en su adaptación a otra cultura.

3. Una comprensión de lo que el Señor de la mies está haciendo en nuestra generación. El Espíritu es creativo y no está limitado por nuestras concepciones humanas de lo que es la misión. Dos corrientes nuevas soplan en el campo de trabajo en el mundo islámico. Una es la

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participación cada vez más creciente de misioneros laicos. En otras palabras, la misión que depende de profesionales dispuestos a ejercer su profesión en lugares donde quizá no recibirán la remuneración por la que tanto lucharon, pero con el deseo de servir creativamente a sus semejantes en el mundo islámico. Es en el mundo real, el del trabajo cotidiano, donde estos pueblos esperan ver encarnado el ideal cristiano. La otra corriente de aire fresco es la cooperación entre iglesias, denominaciones, agencias misioneras e incluso a nivel de misioneros individuales. Afortunadamente se está quedando atrás el estilo individualista, denominacionalista, plagado de intereses mezquinos de trabajar en la obra del Señor. Tanto en América Latina como en el campo misionero se comienza a ver que no podemos darnos el lujo de ser «cuatro gatos» y, además, divididos.

En el mundo islámico el desafío es presentar un solo frente, cerrar filas y en humilde

obediencia y fidelidad al Evangelio, vivir coherentemente lo que predicamos. Que Dios tenga paciencia con nosotros y nos dé la oportunidad de ver en nuestra generación un puñado de siervos fieles que vivan en carne propia los principios fundamentales del Evangelio dentro de la sociedad islámica.

Notas

1. Traducción del Corán por Arthur J. Arberry,El Corán interpretado, Oxford University Press, Londres, 1964.

2.Valdir Steuernagel (comp.), La misión de la Iglesia, Visión Mundial, San José, 1992, p. 160.

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