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Wittmann, Historia de la lectura

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(1)

Ilii|<» lii dliwtflrin (to GlK}|,WI,MO CAVALU) V ROOER

C H A R T I E R

HISTORIADELA

(2)

!

i

m

Robert Bonfil, GugUelmo Cavallo, Roger Chartier,

Jean-Frangois Gilmont, Anthony Grafton,

Jacqueline Hamesse, Dominique Julia, Martyn Lyons,

Malcolm Parkes, Armando Petrucci, Paul Saenger,

Jesper Svenbro, Reinhard Wittmann

HlSTORIA

DE LA LECTURA

EN EL MUNDO

OCCIDENTAL

bajo la direccion de

GugUelmo Cavallo y Roger Chartier

taurus historia

(3)

Titulo original: HiiUnie de la lecture dam k rru/nde txxidentul

6 1997, Editions Laterza et Editions de Seuil © 1998, Santillana, S. A. Taurus

Juan Bravo, 38. 28006 Madrid

T e J c f o n o ( 9 1 ) 3 2 2 47 00 Telefax (91) 322 47 71

D R . €- De esta edition:

Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V. Av. Universidad 767, colonia del Valle

Mexico, 03100, D.E Telefono: 5420 75 30 www.taurusaguilar.com.mx

Traducciones de:

MARIA BARBERAX: Introduction. La Grecia arcaica y clasica. ta invention de la lectura

sflentiosa. El modelo escolastico de la lectura. Reformas protestantes y lectura. Lectura y contrarreforrna. Lecturas y lectores "populares" desde el Renacimiento basta la epoca clasica.

MARI PEPA PALOMERO: Entre el votumen y el codex. La lectura en el mundo romano. La

lectura en las comunidades hebreas de Europa occidental en la epoca medieval. Leer por leer un porvenir para la lectura.

FERXAVDQ BORRAJO: La alta Edad Media La lectura en los ultimos siglos de la Edad

Media. EJ lector humanista.

CsasnsM GARCIA OHLRICH: ;Hubo una revolution en la lectura a finales del siglo XVJII?

Los nuevos lectores del siglo XIX: mujeres, ninos, obreros.

Primera edicion en Mexico: j u n i o de 2006 I S B \ : 970-770-450-0

Diserio de cubierta: P e p Carrio y Sonia Sanchez Fotografia: E n r i q u e Cotarelo

A d a p t a t i o n de cubierta: Luis Almeida

hBpresoen Mexico

Todo* la* deretbo* reservado*. Esta publication no puede ser reprod-Qada- ni en todo ni en pane, ni regisirada en o transmitida par. un «M3>-ma de recuperation de informaoaa, en ninguna forma JE por nineun medio, sea mecanico, fo*oquiniico, ekctronico, mag-•oakxi. rlectroopdco, par fanocopia, o cualquier otro, sin el penmso

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Reinhard WITTMANN

^HUBO UNA REVOLUCION

EN LA LECTURA A FINALES

(5)

INTRODUCTION

Desde q u e el m u n d o es m u n d o , no se h a n visto sucesos tan extranos en Alema-nia como h a n sido la lectura de novelas, o en Francia la revolucion. Estos dos

extremos estan estrechamente imbricados, y no es improbable que las novelas hayan h e c h o en secreto tan infelices al hombre y a las familias como

publica-mente la terrible Revolucion Francesa1.

Con esta equiparacion de los acontecimientos politicos que

convul-sionaron Europa occidental y de u n a revolucion lectora ocurrida en

Europa central, el librero conservador Johann Georg Heinzmann

expresa en el a n o 1795 la con\iccion de muchos coetaneos: el

Anti-guo Regimen no recibe en Alemania el tiro de gracia de manos de

los jacobinos, sino de los lectores.

Esta alteration funcional tan rica en consecuencias de la tecnica

de lectura, hasta entonces exclusiva de ciertos sectores, fue saludada

con entusiasmo p o r los revolucionarios, criticada con preocupado

ademan por los "ilustrados moderados", combatida con encono p o r

las clases reaccionarias y conservadoras, por los clerigos y los

respon-s e respon-s del Erespon-stado; p e r o nadie respon-se atrevio a negarla. Inglaterra y

Fran-cia habian precedido tambien en esto a Europa central. Viajeros

ale-^anes informan ya desde mediados del siglo xvffl de un cambio del

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<|HUBO UNA REVOLUCION EN LA LECTURA A FINALES DEL SIGLO XVIII?

comportamiento lector de consecuencias impredecibles: en

Inglate-rra los pizarreros se hacian traer periodicos al tejado en la hora del

almuerzo, y en la metropoli francesa se podia observar que:

Todo el mundo lee en Pan's [...] Todo el m u n d o —pero sobre todo las muje-res— Ueva un libro en el bolso. Se lee en el coche, en el paseo, en los teatros durante el entreacto, en el cafe, en los barios. En las tiendas leen las mujeres, los ninos, los mozos, los aprendices. Los domingos leen las personas que se sientan delante de sus casas; los lacayos leen en sus asientos, los cocheros en sus escabeles, los soldados que cumplen guardia...*

Pocos arios despues, tambien Alemania (el nombre debera

enten-derse en lo que sigue no como designation politica o territorial,

si-no de un espacio linguistico y cultural) cayo presa de esta

revolu-cion cultural. En ningun otro lugar, por lo que parecia, alcanzo de

hecho unas dimensiones y una dinamica tan radical en lo social

co-mo en Europa central, donde estallo una enfermedad desconocida

hasta entonces, extendiendose a un ritmo trepidante; primero

in-fection localizada, la "mania lectora" no tardo en convertirse en una

verdadera "epidemia lectora" colectiva. En 1796, el pastor de Erfurt

Johann Rudolf Gotdieb Beyer registra sus principales sintomas:

ob-serva a "lectores y lectoras de libros que se levantan y se acuestan

con el libro en la mano, que se sientan con el a la mesa, que no se

separan de el durante las horas de trabajo, que se hacen acompanar

por el mismo durante sus paseos, y que son incapaces de abandonar

la lectura una vez comenzada hasta haberla concluido. Pero en

cuanto han engullido la ultima pagina de un libro, buscan afanosos

donde procurarse otro; y en cuanto descubren en unos servicios, en

un atril, o en cualquier otro lugar, alguna cosa que pertenezca a su

especialidad, o que les parezca legible, lo cogen y lo engullen con

una especie de hambre canina. Ningun aficionado al tabaco,

ningu-na adicta al cafe, ningun amante del vino, ningun jugador depende

tan to de su pipa, de su botella, de la mesa de juego o del cafe como

estos seres avidos de lectura dependen de sus legajos"

3

.

Lo que los coetaneos diagnostican con tanta exactitud, pero

pa-recen incapaces de curar, lo ha bautizado la investigation

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REINHARD WITTMANN

na con el termino "revolucion lectora". Tras el se esconde un mo delo explicativo que concibe este cambio secular como el paso re-volucionario de la lectura "intensiva" a la "extensiva". Basandose en fuentes pertenecientes al norte y centro de la Alemania protes-tante, Rolf Engelsing ha esbozado un proceso por el cual, a lo lar-go del siglo XVIII, la lectura repetitiva intensiva durante toda una

vida de un pequerio canon comun de textos conocidos y normati-vos que no dejan de interpretarse —en su mayor parte de indole religiosa, y sobre todo la Biblia— se ve sustituida por un compor-tamiento lector extensivo que pone de manifiesto de un modo moderno, laicizado e individual, cierta avidez por consumir un material nuevo, mas variado, y, en particular, por satisfacer el de-seo de entretenerse privadamente.

Sin duda no cabe hablar de una sustitucion rapida y exhaustiva del acceso tradicional a la lectura por otro moderno. Pero, aun evitando el termino de "revolucion lectora", no puede dudarse de que hacia el final del Antiguo Regimen destaca en toda Europa de un modo variable en lo regional y social el comportamiento lector de un publico que se multiplica incesantemente, y ello tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo. Una practica lectora mas bien extensiva se convierte entonces en norma cultural obligada y do-minante, mientras que la tradicional lectura intensiva pasa cada vez mas por algo obsoleto y socialmente inferior. La election de las caracteristicas de tales cambios no tiene por que ser acertada: la lectura repetitiva "intensiva" podia constituir un ritual falto de sen-tido, mientras que la lectura "extensiva" podia revestir una inten-sidad rayana en la pasion.

Para poder comprender este proceso tan rico en derivaciones para la historia cultural europea, sus causas y su avance, su difusion ysus consecuencias, para identificar en cierta medida al lector con-creto del siglo XVIII, ese ser desconocido, habria que estudiar

criti-camente un sinnumero de fuentes, asi como sus interpretaciones mas prudentes. La investigation europea ha tratado de hacerlo, en particular durante las dos ultimas decadas, con resultados muy irre-gulares. Sin embargo, aun nos encontramos en el umbral de tales estudios y carecemos de u n a imagen diferenciada de tal proceso4.

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<HllftO I'NA REVOU'CION EN IA LECTl'RA A FINALES DEL SIGLO XVIH?

Ksta aportacion no pretende ser mas que otro esbozo con fines orientativos.

PREMISES SOQALES Y CULTURALES

IA\S multiples condiciones y premisas, estrechamente imbricadas entre si, de la lectura en el siglo w i n , y su devenir politico, econo-mico. sociognitico y cultural, se delinearan aqui someramente.

l«\ poblacion del espacio linguistico aleman p r o b a b l e m e n t e se duplico entre 1700 v 1800. alcanzando la cifra de 25 millones ^sin contar el imperio habsburgues), c u l m i n a n d o tal crecimien-to en el ultimo tercio del siglo. Al mismo tiempo. se inicia una marcada, si bien al principio solo incipiente, tendencia a la ur-banizaci6n, a pesar de que cerca del 80% de la poblacion seguia viviendo en el campo. En todos los territorios del Imperio ger-manico, politicamente muy divididos, la position y estructura de la nobleza v del campesinado permanecio inmutable hasta el tin del siglo. aunque en la burguesia, situada a caballo entre una v otro, se produjeron importantes procesos de cambio, diferen-tiation v emancipation que terminaron por dinamitar la socie-dad estamental.

Con todo. la "0111^^813" no constituia im estamento uniforme en el sentido de un tiers etat sino mas bien uno poco homogeneo. A el perteneeian, como siempre. las capas tradicionales medias y al-tas de los comerciantes y los dirigentes de gremios, v las clases des-tacadas del artesanado, a las que se anadio una burguesia industrial Lnnovadora y dinamica, tambien urbana. Pero es sobre todo esa

"burguesia ilustrada', formada por los fimcionarios con cierta

for-mation academica y los "eruditos", es detir, los intelectuales, los que impulsan tales cambios. Debido a la estrechez polirica del Im-perio. con sus innumerables principados y ciudades imperiales, que operan como centros administrativos. esta elite es aqui mas amplia que en el resto de los paises europeos. Sus posibilidades de ascenso decrecieron considerablemente a comienzos del siglo xvm al estabilizarse la movilidad social, relauvamente alta, del barroco.

anteriores. Pawrecen a los detetuores tradicionales de la culture v el contexto cultural he^•d»*,

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empineo-RHNU.VRP \> ITVMANN

al enquistarse el sistema feudal, y debido a que, a pesar de que el mimero de los detentadorcs burgueses de la cultura iba en auraen-to, no encontraban una ocupacion adecuada. Excluidos una vez mas de his posiciones de mando, estos intelectuales "flotantes" ooiistituyeron un factor de desasosiego que ponia en entredicho de un modo cada vez mas patente el sistema heredado.

Esra evolution se enmarcaba en el conocido proceso e u r o p e o de aburguesamiento de la sociedad, la cultura y la literatura. Di-cho proceso constitute la aportacion historica del movimiento ilustrado. con sus nuevos valores, su ideal de paridad acorde con el dcrecho natural, su mentalidad utilitarista centrada en el prin-cipio de eficiencia y un afan intensivo de perfeccionamiento inte-lectual que servia para diferenciarse de la nobleza, pero ante todo para subir posiciones en la escala social bajo las proclamas de la ra-zon. el humanismo. la tolerancia y la virtud. Jurgen Habermas ha defmido esra alteration de la conciencia con su tesis del "cambio estructural de lo publico". La identidad burguesa se forma, p o r tanto. al hilo de la creation de una nueva esfera a-cortesana de lo publico, que se desarrollo como una "esfera de las personas privadas convertiprivadas en publico" que pone en tela de juicio el m o n o p o -lio interpretativo y de information de las autoridades estatales y eclesiasricas v q u e da pie, primero en lo literario, y luego en lo po-litico, a nuevas estructuras antifeudales de comunicacion e inter-cambio. El estatus h e r e d a d o por nacimiento es sustituido p o r la identidad individual. Primero trato de ganarse y de afirmar su an-siada autonomia en el ambito espiritual. Esta individualidad bur-guesa, cuvas senas de identidad son el descubrimiento y la libera-tion de la subjetividad, estaba deseosa de comunicacion con el fin de ampliar su limitado universo de experiencias.

Ningun otro m e d i o p o d i a recoger mejor esta funcion q u e la pa-labra escrita. La cultura impresa y la literatura se convirtieron en

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jHUBO UNA REVOLUCION EN IA LECTURA A FINALES DEL SIGLO XVIII?

En siglos anteriores, el libro se habia recibido fundamentalmen-te como un instrumento autoritario con una voluntad de poder im-personal. Se le tenia por factor irrenunciable del proceso discipli-nador al servicio de las autoridades mundanas y eclesiasticas. Solo el cambio mas general de mentalidad ocurrido en el siglo XVIII

per-mitio que destacara la capacidad de la letra impresa de "efectuar una penetration sustancial de la vida subjetiva del lector"5.

Precisa-mente porque el texto reproducido mecanicaPrecisa-mente podia ser leido con mayor automatismo que cualquier manuscrito por su unifor-midad, creaba una tension que entregaba al nuevo lector en cuer-po y alma al fantastico mundo del libro. Pero para ello se requeria un premisa sustancial: la alfabetizacion.

La difusion de la facultad de leer y escribir en Europa a finales del siglo xviii solo puede ser objeto de conjeturas a falta de cifras ni siquiera aproximadas en practicamente todo el territorio del continente. Pues, <;a quien habria que incluir en este censo? ({De que nos valdrian las hipotesis en torno a una "capacidad de lectu-ra elemental" sospechable basada en una modesta escolarizacion, si esta no se traduce en el transcurso de la vida del individuo en cuestion en la prdctica de la lectura? ^Debemos considerar "lector" a aquel que es capaz de pergenar su firma para u n a transaction co-mercial, al que descifra penosamente y sudoroso el familiar cate-cismo, o tal vez a cualquier analfabeto que escucha avido a quien le lee en voz alta? Habra que atender tambien a las diferencias re-lativas al sexo (la alfabetizacion femenina se centraba mas en la lectura que en la escritura) y a la confesion, p e r o sobre todo a las sociales y al abismo que media entre la ciudad y el campo. Solo contamos con cifras fiables en el caso, particularisimo, de Suecia, donde la totalidad de la poblacion adulta, de aproximadamente 1,3 millones, sabe leer y escribir en m e n o r o mayor medida. Pero su caso es singular; por lo demas, los calculos de los coetaneos y las pruebas documentales ofrecen identicos resultados en toda Euro-pa. En la "nation de los lectores", como d e n o m i n a Samuel John-son a Gran Bretana, E. Burke calcula que en los afios 90 del siglo

XVIII hay un publico de unos 80,000 individuos. Frente u n a

pobla-cion total de seis millones, se trata apenas de un porcentaje del uno y medio. Aun en 1788, una cuarta parte de las comunidades inglesas carecia de escuelas. Igualmente vagos son los calculos

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REINHARD WITTMANN

lativos a Francia. Aqui, unos 9.6 millones de personas eran capa-ces en los anos 80 de escribir su nombre, pero tambien en este ca-so se estima que, hacia 1789, el porcentaje de analfabetos suponia un 60%.

Es indudable que en Europa central se produce en el siglo xviii un considerable aumento relativo del numero de lectores. Proba-blemente se duplico, si no se triplico, pero siempre en el nivel mas bajo de tal capacidad. Las estimaciones de los coetaneos tambien varian considerablemente, e igualmente divergentes son las

fuen-tes que encontramos6. En 1773, Friedrich Nicolai establece que el

publico "culto" aleman asciende a 20,000 personas (es decir, cerca del 0.01% de la poblacion); en 1800, Jean Paul considera que el numero de lectores de novelas se cifra en torno a las 300,000, lo que supondria aproximadamente un 1.5% de la poblacion total. Ambas estimaciones —^antes o despues de la "revolucion de la lectura"?— difieren por un factor de mas del 100. Las investiga-ciones modernas dan, sin embargo, cifras mas ambiciosas de lec-tores "potenciales": hacia 1770, un 15% de la poblacion mayor de seisanos; hacia 1800, un 25%7. El siguiente calculo parece mucho

mas realista (a pesar de lo ambicioso del promedio de tirada cita-do): "Con una cifra aproximada de 25 millones de habitantes en Alemaniay una tirada media de la primera edicion de 2,500 ejem-plares, un 0.01% de la poblacion adquiria el libro, y cerca de un 0.1% lo leia"8. Las quejas de la epoca sobre una "epidemia

lecto-ra" que arrasaba en todos los estamentos continuarian, por tanto, un "fraude ideologico"9.

La democratization numerica y cuantitativa de la lectura no se produjo hasta un siglo mas tarde. En el caso del ducado de Wurt-temberg contamos con datos mas concretos sobre la expansion del publico lector, por lo que constituye un ejemplo (desde luego no representativo) que merece ser mencionado. En 1790, Balthasar Haug cita con precision en su El Wirtemberg culto las cifras de la cla-se de notables, que en lo ecla-sencial cla-serian tambien los detentadores de la cultura literaria: 834 sacerdotes, 388 vicarios y becarios en

V»i R. Engelsing, Analphabetentum und Lektiire, Stuttgart, 1973, pp. 62 y ss.

' R- Schenda, Volk ohne Buch. Studien zur Sozialgeschichte derpopuldren Lesestoffe 1770-1910, Franc-fortdelMeno,1970,p.445.

0

H. Kiesel, P. Munch, GeseUschafi und Uteratur im 18. Jahrhundert, Munich, 1977, p. 160.

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(HUBO UNA REVOLUCION EN LA LECTURA A FINALES DEL SIGIX) XVIII?

Tubinga, 452 juristas (incluyendo seguramente a altos cargos del funcionariado), 218 medicos y farmaceuticos, 300 oficiales (nobles en dos terceras partes), cerca de 200 estudiantes g r a d u a d o s , 75 comerciantes de Stuttgart y cerca de 450 del c a m p o , y, finalmen-te, 1,324 "escribanos", es decir, funcionarios de g r a d o m e d i o sin formation universitaria10. Si a estos burgueses p o r posesion y

for-mation, que alcanzan la buena cifra de cuatro mil, se afiaden dos mil mujeres y jovenes, y un par de centenares de nobles, podria-mos establecer que el publico lector "extensivo" de W u r t t e m b e r g a finales del siglo xviii asciende a unas siete mil personas, poco mas de un 1% de la poblacion total. Los que continuaban aferra-dos a los habitos lectores tradicionales seguian e c h a n d o m a n o co-mo siempre de los edificantes "viejos consoladores", de la Biblia, el catecismo y el calendario.

Pero seria un error asignar al publico aleman que lee regular-mente, a esas trescientas mil personas que constituyen un 1.5% de la poblacion total, un papel social y cultural tan marginal. Pues este fermento de nuevos lectores, tan reducido en un primer mo-menta, dio pie a toda una serie de reacciones en cadena esencia-les tanto en lo politico como en lo cultural.

VlEJAS Y NUEVAS FORMAS DE LECTURA EN EL SIGLO XVIII

({Como transcurre concretamente la evolution de la lectura en el siglo XVIII? Para responder a esta pregunta se requeriria u n patron

de la historia de la lectura mas diferenciado que el que poseemos, que reflejara tanto la sucesion diacronica con sus diversos estadios como los solapamientos sincronicos. Pero en ningun caso cabe ha-blar de un proceso lineal y facil de abarcar. Antes bien, se observa una disgregacion y anonimizacion de la poblacion lectora, tanto en lo social como segun parametros temporales y geograficos. Ciertos estadios del desarrollo transcurrian paralelamente, solapandose en ocasiones. La lectura se convirtio en un proceso socialmente in-diferente e individual. La pertenencia a una clase ya no condicio-naba el acceso a la lectura:

1 0 B. Haug, Das Gelehrte Wirtemberg, Stuttgart, 1790, pp. 26-32, citado segun M.

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REINHARD W i l l MANN

El publico literario de la era prerrevolucionaria <*ra aun mayoritaramente eli-tista, homogeneo y cerrado, mientras c)uc el del ano 1789 era so< ialrnenu- in-diferente'1.

La forma mas extendida de trato con la letra impresa seguia siendo, al igual que antes, la lectura "indiscriminada", una lectura que se efectuaba de un modo ingenuo, prerreflcxivo e indomesticado, pe-ro tambien en gran medida en voz alta. Constituia la unica forma de lectura en el caso de la poblacion rural, y de cierto numero de lecto-res pertenecientes a las clases urbanas inferiolecto-res. Con una carga la-boral semanal que se extendia desde la salida del sol hasta la noche seis dias a la semana, no podia haber ni tiempo ni motivation para la lectura. La lectura como tecnica de dominio o como instrumen-to necesario en el trainstrumen-to social carecia de utilidad para la vida diaria en el universo estatico de las capas rurales, desde el mozo hasta el campesino hacendado. La competencia lectora rudimentaria alcan-zaba para descifrar las tablas de sangrias, las predicciones climatolo-gicas, las prescripciones para la siembra y los avisos relativos a los ofr cios religiosos que se difundian en los mercados, pero tambien mediante el comercio ambulante, asi como los libritos populares de indole tanto religiosa como mundana. Muchos impresores de p r o vincias, sobre todo en la Alta Alemania, publicaban decenas de edi-ciones de tales libritos. Tampoco estos se compraban, como ocurria con la francesa Bibliotheque bleue, "necesariamente para su lectura, o al menos no para ser leidos a fondo, a conciencia y en profundi-dad", sino que mas bien Servian a una "lectura aproximativa que li-gavarios elementos basicos por medio de la asociacion, alcanzando tan solo una leve coherencia del texto"12. Es cierto tambien que

es-tos volumenes alteraban sus contenidos cada cierto tiempo y que se adecuaban con antelacion a los modos cambiantes de lectura.

Pero esta lectura "indiscriminada" tambien podia simultanearse con un alfabetismo di gruppo colectivo (Italo Sordi), es decir, con una competencia de escucha bien formada, que indirectamente equi-valdria a una alfabetizacion. Esta se alcanzaba mediante esa forma jerarquizada de comunicacion que era la lectura en voz alta: en el circulo familiar eran casi siempre los padres de familia o los niiios

A. Martino, Die deutsche LeihUbliothek. Cmchichte einer literarischm Institution (J 726-1914), Wies-baden, 1977, p. 52.

12

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,ll IllhO UNA HttVllMllllON UN IA MMiiUkA A WNAI.M HIM. km/> XVIII?'

tjuirMicH dcrlaimtban lexum rellgloNo*, y en el ambito publico de las laberna.H, o lamblrii tin IOH m m ados, Ion lelrados, y tambien los pro-lesorcs o elerigoH, cxponfan IHN novedades polftica* o de otro signo. Los rsluci/oN IniniNlvoN de IOH iluMradores del pueblo a finales del siglo XVIII por trasloear en la poblacion rural esa lectura

"indiscrimi-nada" por oira "I'Mil" por inlegradora de lo social, valiendose en gran mrtlitlu de una pedum WA u r '; | l«'U»rade tipo autoritario,

fra-easaron en su mayor parte.

I'osteriorineiite, todo enlo cambio bajo el trauma producido por la Revolucion KranceHa, Tambien en el campo crecio un inte-res elemental por las sensationales nuevas que llegaban sobre la libertad. la igualdad y la Iraternidad. Muliiplicadores como los pi-capleitos, los maestros de estuela expulsados, los estudiantef re-calcitrantes, los clerigON avidos cle reformas, los tenderos y maes-tros de poslas que leian en voz. alia periodicos en las escuelas y tabernas animaron al publico a entablar ruidosos debates. La mo-tivation de aprender a leer uno mismo se incentivo asf sustancial-mente (tambien gracias al control de opinion que pretendian ejercer las autoridades contrarrevolucionarias), para disgusto de las clases dirigentes en lo politico y lo social, que reduplicaron sus esfucr/os por bloqucar tal emancipation espiritual.

(Ion mayor celeridad, y antes que entre las capas medias y ba-jas del entorno rural, se alien") el comportarniento lector entre las urbanas, en particular entre el personal de servicio, los lacayos y los pcluqueros, las camareras y sirvicntas, los empleados en el co-mercio y el sector artesano, asi como entre los cargos medios, y tambien bajos, del cuerpo militar. Este grupo podia suponer has-ta una cuarla parte de la poblacion ciudadana. Tambien disfruhas-ta- disfruta-ban de los requisitos externos precisos para la lectura, a saber, la carisima luz, algunos ratos libres a lo largo del dia, y, al disponer de alqjamiento y manutenci6n gratuitos, lograban reunir un pe-querio presupuesto para la biblioteca de prestamo. En su afan por imitar a sus senores, este personal se apropio de sus nuevos habi-tos de lectura, en particular en lo que se refiere al amplio consu-mo cle novelas. En la ciudad, la palabra escrita paso a constituir un elemento corriente de la vida urbana diaria: carteles en las ca-sas, anuncios en las paredes, voceros y eharlatanes de mercado con sus libretos, y los omnipresentes periodicos en los estancos y tabernas. Ya en 1740, la avan/ada Inglaterra consideraba a la

Pa-mela de Samuel Richardson como la "heroina cultural de una

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REINHARD WITTMANN

cierto ocio"13. Esta emancipation literaria se impuso tambien en

Alemania con un retraso de varias decadas. En 1781, un autor vie-nes registra entre las criadas una autentica pasion por las "bellas letras":

Y n o contentas con esto, encima representan el papel de las sensitivas, hacen alarde de poseer un espiritu sensible, teen con avidez comedias, novelas, poe-mas, se aprenden de memoria escenas enteras, parrafos o estrofas, e incluso discurren sobre las penas deljoven Werther.

Con el moralizante Librito de costumbres para los criados (Lavater, 1773) no podia atajarse ya semejante gusto lector. Las largas flo-ras de ocio durante la guardia fomentaban la lectura entre los mi-litares radicados en la ciudad, como critica un observador en 1780: "En las grandes ciudades, hasta los mosqueteros se hacen traer libros de la biblioteca para consumir durante las principales guardias". El material predilecto de las guarniciones era, ademas de las novelas, la lectura subida de tono y los panfletos.

El polo opuesto de la lectura "indiscriminada", socialmente en claro retroceso, pero todavia predominante porcentualmente, habia sido desde siempre la lectura "culta". Entre las elites inte-lectuales no solo se habia extendido una lectura seguida, "moder-na", encaminada a proporcionar information, sino que, a partir sobre todo del siglo xvn, se habia adoptado tambien una lectura extensiva, polihistorica y enciclopedica. Pero desde mediados del siglo xvril, la "rata de biblioteca" culta, que, inclinada sobre sus le-gajos, olvidaba el resto del m u n d o , se habia convertido ya en me-ra figume-ra risible. Su cultume-ra libresca, tenazmente contme-raria al mero utilitarismo, se enfrentaba a la imagen burguesa e ilustrada del mundo. El flematico y p e d a n t e lector de alcoba fue absuelto por el versatil y docto petimetre q u e cultivaba las ciencias mas bien su-perficialmente.

La ideologia de la Uustracion p r o p a g o en cambio entre los de-tentores de la cultura tradicionales y los de nuevo c u n o u n a lec-tura "utir. U n o de los principales instrumentos de esta propagan-da lo conformaban las "revistas mensuales morales" q u e se publicaron e n t r e 1720 y 1750 y q u e — s i n t o m a muy revelador— surgieron en las ciudades industriales del n o r t e protestante; j u n t o

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a Leipzig, Hamburgo desemperio un papel decisivo como puerta

de entrada del pensamiento ilustrado ingles. Siguiendo el

mode-io de moral weekhs como Spectator, Toiler, Guardian, estas revistas

di-fundieron un "mensaje de virtud" especificamente burgues, a$i

como los ideales de formacion propios de la Ilustracion,

clara-mente diferenciados del estilo de vida cortesano-galante. Con

titu-los programaticos como: ELpatriota, El tiudadarw del murui/j, El

ra-zonablty o Der Biedermann, El Jtidntropo, El espiritu libre, El sodat/k,

Las criticas razonables, v empleando las estrategias de f omen to de

la lectura de las antiguas obras edificantes, hacian llegar ahora al

publico con celeridad contenidos mundanos y laicos. Una

lectu-ra que fomentase una molectu-ral al mismo tiempo individual y

social-mente util constiuiia para el acaudalado comerciante tanto como

para el afanado estudiante, para la honesta espx>sa como para el

probo funcionario, no solo una distraccion y un placer, sino un

autentico deber moral.

Esta estrategia encontro eco entre el publico lector femenino.

Pues, debido al creciente bienestar economico, las espKjsas e hijas

de la burguesia disponian ahora de mas tiempo libre. Su canon de

lectura, que hasta comienzos del siglo xvm se habia ceiiido casi

ex-clusivamente a las obras religiosas y edificantes (aunque dichas rev

tricciones no siempre lograsen impHDnerse), podia por fin

ampliar-se. En los semanarios morales se recomendaban "bibliotecas para

mujeres" que por lo demas no pretendian hacer de ellas femmes

so-vanies, sino tan solo fomentar una formacion "adecuada a sus

cir-cunstancias

??

y esrrictamente circunscrita a sus deberes domesticos.

Pero aplacaban la sed de conocimientos de las mujeres con relates

de \iajes y fabulas, incluso con novelas de sagas familiares inglesas.

Igualmente comprometida comenzo a ser la formacion en la

lec-tura de la juventud: como la infancia comenzo a verse como un

ambito de lectura particular, se presto mayor atencion a la lectura

de jovenes y ninos. La joven generacion de la burguesia recibio a

partir de 1760 una formacion de lectura intensiva que sin duda no

tuvo resonancia entre los estudiantes, que ya disponian de

bastan-te tiempo libre y que habian adoptado desde hacia tiempo un

comportamiento lector mas bien extensivo y secularizado.

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REINHARD WITTMANN

en la comunicacion y el intercambio argumental con el fin de for-mar la identidad social de la burguesia. En este estadio incipien-te de la lectura "comprensiva", Jean-Jacques Rousseau opone los habitos de lectura utiles y pragmaticos propios de su ciudad natal a la lectura escapista encaminada a proporcionar unicamente en-tretenimiento que se practicaba en la gran ciudad de Paris:

El frances lee mucho, pero solo libros nuevos; o, mas bien, los hojea, no para leerlos, sino para decir que los ha leido. El ginebrino solo lee buenos libros; los lee y piensa al mismo tiempo, no losjuzga, sino que los comprende1 4.

Esta clase de lectura fue tambien para los ilustrados alemanes que se inscriben en la tradition de los enciclopedistas un acto de liberation frente al sojuzgamiento espiritual del feudalismo. Pro-picio una nueva vision de grupo de la burguesia, una vision ra-zonadora y mundana de una burguesia que se emancipo del doc-trinario discurso religioso y juridico de las estructuras feudales del antiguo regimen estamental. El burgues soslayaba asi el peli-gro de la perdida de sentido y ganaba una nueva identidad cor-porativa tanto social como cultural. Como es natural, esta lectu-ra "comprensiva" electu-ra dominio de los hombres. Pues tambien ellos comenzaron a disfrutar, con el creciente bienestar econo-mico, de mas tiempo de ocio y no se limitaban a buscar informa-tion relativa a su profesion, sino tambien noticias politicas y lec-turas entre tenidas.

En este contexto, el papel desempenado por la nobleza alema-na fue bastante modesto. Su comportamiento frente a la lectura, del que tan poco se sabe hasta la fecha, sin duda debe contemplar-se como un apartado diferenciado. Al igual que en Francia, donde la nobleza rural no empieza a adquirir libros hasta concluido el si-glo, tambien aqui se oponian los "hidalgos de aldea", cuyos castillos posiblemente albergaran un par de decenas de libros a lo sumo, a un pequeno circulo de personas cultas que practicaban el mece-nazgo y que modernizaron su papel al igual que lo hiciera la bur-guesia culta. El numero de nobles de la corte, y sobre todo los del carnpo, que reunieron valiosas colecciones en calidad de bibliofilos era muy reducido. No desempefiaron un papel relevante en esta "revolucion de la lectura".

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Comovahesuhravado*el proceso de moden\i/,aH6n del ron>

pommiemo. lector no emana tanto tic las rosidcncias de los

no-bles v sus cones wnu> de las metropolis protestantes dodicadas al

oomeroio de Alemama central y del norte. Las rogiones catolicas

del Imperio se sumaron a el con derm retraso. Pucs les faltaba la

tradition de la lectura individual de la IViblia, que, como acto

cua-sirreligioso, aporto lo suvo a la lectura:

K« Kvs territon<« c attSbctv*, kvs rellguviua son los intermediaries nccesaiios

entre la palabra dtvina v el ereyente, y ningrin libro time aquf una relevan-cU e^uiparable * I* que dene la Riblia entre los reformados, cuya presen-cia es oh%ada en cualquier biblioteca familiar sobre todo desde el

pietis-ro©*\

Sin duda. tambien entre los catolicos proliferaron publicaciones

masivas de indole popular como los calendai ios y las hojas

volan-tes, v no se prohibia expresamente a los legos ocuparse con la

Bi-blia. Pero, al contrario de lo que ocurrfa entre los protestantes,

que partian de la tesis de la primacia de las Eserituras frente a la

tradition {$ofa Sm/Mtwi), la tradition oral transmitida por las

au-toridades eclesiasticas precede aqui a todo lo demas. Esto solo

era valido para las amplias capas de los creyentes, para el papel

del libro redactado en la lengua popular. El clero y los

monaste-rios en cambio constituian desde siempre un publico literario sui

^nurris. Como en Francia, en las residencias de los eclesiasticos se

daba un ansia particular de lectura libertina, y aun mayor fue la

imporiancia de las bibliotecas de los monasteries que hasta la

se-cularization de coraienzos del sijglo xix albergaron el rutilante

fruio lardio del acervo cultural. Este es otro de los focos de

don-de emana el proceso don-de modon-dernization don-de la lectura. A partir don-de

1780 se multiplican en los territorios catolicos las quejas sobre la

aficion a las novelas de los seminaristas. Al mismo tiempo, cada

vez son menos frecuentes las burlas de los clerigos que no leen,

sobre todo los parrocos rurales. Una nueva generation de clero

lector vive sus primeras experiencias lectoras modernas en el

se-minario y el convento. El ilustrado Observador bdvaro constata en

1782 im cambio generational entre el clero bavaro: "los viejos

fu-1?1 R. Chartier. 1st cine Geschkhte des Lesens moglich?" en Zritschrift fur Literaturunssenschafl

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REINHARD WITTMANN

man y toman rape, beben y leen... nada. Los jovenes se moderni-zan, leen, forman su gusto y empiezan a pensar".

No solo los catolicos cultos se apropiaron de este nuevo com-portamiento lector a una velocidad sorprendente, aunque por cierto con dos o tres decadas de retraso con respecto a los protes-tantes, sino tambien el publico en general, y ello de un modo ra-dicalmente secularizado:

Nada se absorbe, publica, vende, lee y recomienda con tanta avidez como los textos en los que se abomina de la religion. Pasan por todas las manos. Se cora-ponen nuevos. Algunos se agotan en tres meses. [...] Las escuelas y la libertad de prensa ponen tambien al hombre comun en situation de leer todo lo que producen con prolijidad tales perversores. Se sabe de escuelas publicas en las que son alabados por los profesores, y donde incluso se leen algunas partes. Hay muchachas que los llevan consigo a la iglesia. Los chicos de primaria los conocen. Ciertos clerigos, y quiera Dios que solo sean los mas bajos, aquellos que no merecen confianza alguna, los colocan en sus estantes***.

Asi como entre los protestantes decrecio el interes por la lectura de la Biblia, ante todo en las ciudades, el proceso de aculturacion y desregionalizacion del afan lector se instalo tambien en las me-tropolis de los catolicos. Paradigma de ello es la Viena de Jose, inundada por un torrente de pasquines anticlericales. Los religio-sos enemigos de la lectura echaron a su vez mano, desde sus pul-pites y en sus hojas parroquiales, de los viejos modelos barrocos de la critica de la avidez lectora. Temian con toda razon que la lectura propiciase una secularization generalizada y un aparta-miento de la vida cristiana.

EL LECTOR "MODERNO" EN TORNO A 1800 Y SUS PRACTICAS DE LECTURA. LA MANIA LECTORA

Tambien este modelo de lectura propio de la doctrina ilustrada, que tenia en su punto de mira ante todo el componente de for-macion social, se transformo y diferencio a partir aproximada-mente de 1770. Las pautas de reception que dicta, todavia

marca-ifi

Josef Anton Weissenbach, Vorstellungen uberden Krieg, den man itzt gefahrtichen Sckrifien

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j H U B O UNA REVOLUCION EN LA LECTURA A FINALES DEL SIGLO XVIII?

damente autoritarias y academicas, fueron sustituidas, en im rapido proceso de modernization que acabo por desatar incluso las cade-nas del racionalismo, por una lectura individual centrada en el fac-tor emotional. Con ello comienza un estadio particularmente com-plejo, virulento y rico en consecuencias de la historia de la lectura que dura varias decadas: el de la lectura "sentimental", es decir, "empatica". Este tipo de lectura se sittia en un campo de fiierzas do-minado por una parte por una pasion individual que aisla de la so-ciedad y del entorno, y por otra por una sed de comunicacion por medio y a traves de la lectura. Esa "poderosisima necesidad de esta-blecer contacto con la vida que se esconde tras la pagina impresa"17

condujo a una confianza completamente nueva e increiblemente intensa, incluso a una relation imaginaria de amistad entre el autor y el lector, entre el productor y el receptor de la literatura. El

lec-tor que, aunque aislado, habia visto socavadas sus emociones trata-ba de curarse de su individualidad y de lo anonimo de su ser sabien-dose parte, mediante la lectura, de una comunidad dominada por un mismo talante. Tal lectura era sin duda —en el sentido de una revolucion lectora "invertida"—mucho mas "intensiva" que la que se encuentra antes, y desde luego no mas "extensiva".

Este proceso tan relevante en lo cultural esta ligado de modos muy especificos en Inglaterra, Francia y Alemania a los nombres de Richardson, Rousseau, asi como a los de Klopstock y Goethe. En los albores de esta nueva relation entre autor, texto y lector se encuentra Samuel Richardson (1689-1761). Sus novelas Pamela or

Virtue rewarded (1740) y Clarissa (1747-1748) se recibieron con un

fervor que jamas habian logrado suscitar otros representantes de este genero. Pamela entusiasmo sobre todo al publico femenino; y es que Richardson describe su universo de vivencias especifico con u n a precision desconocida —ya se trate de detalles domesticos o de u n a relation amorosa intima—, y ademas lo hace en forma de cartas, es decir, por medio del instrumento de articulation de la subjetividad par excellence. Todo ello hizo de Pamela una obra "que se puede ensalzar desde el pulpito al tiempo que se ataca por por-nografica, una obra que alegro al publico lector con el doble atrac-tivo de un sermon y un strip-tease"16.

*' R. Darnton, "Rousseau und seine Leser", en Zeitschrififur Literaturwissenschafi und Linguistik, LVII-LVlII(1985),p. 137.

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Ri INK use WrrmxsN

Dicha lectura tuvo importantes etectos tambien en Francia. prueba de ello es el Elogr de Richtmison (1761) de Diderot. Pero el fuego que instigo no se convirtio en incendio de grandes propor-ciones hasta la aparition de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778). Exigio ser leido "como si fuera un profeta de la verdad drvina. [...] Lo que distinguia a la lectura rousseauniana de sus predece-sores religiosos —ya se rratase de lectura caMnisia. jansenista o pietista— era la exigencia de leer el genero literario mas sospe-choso, la novela, como si de la Biblia se rratase. [...] Rousseau [...] queria entrar a Graves de la literatura en la vida. en la suva v en la de sus lectores"19. Y, a la inversa, sus lectores no se entregaban a

su lectura "para disfrutar de la literatura. sino para superar la vi-da y en particivi-dar la vivi-da familiar, a saber, aplicando estrictamen-te las ideas de Rousseau"20.

La NouveUe Heloise (1761), seguramente el mayor best setter del

Antiguo Regimen, con al menos 70 ediciones antes de 1800. de-sencadeno efectos insospechables, incluidos ataques de nervios y crisis de llanto. Robert Darnton subraya que "nos resulta muv difi-cil hacernos idea de tal pasion lectora: nos es tan ajena como el miedo que sienten los balineses a los demonios"21. £0 tal vez como

el extasis que provocan las esrrellas del pop en los adolescentes? En Alemania, Gil desarroUo prosiguio con un interludio muy significativo. Aqui el publico lector, y sobre todo el femenino. ne-cesitaba enconrrar una ligazon enrre la lecnura puramente religio-say la meramente mundana, y la enconrro en 1749 en la epope-yabiblica de Friedrich Gottlieb Klopstock (1724-1 SOS) El Mestas. Dicha obra Grata una materia edificante y con ello una materia ap-la para ap-las mujeres, a saber, ap-la vida de Cristo, si bien de un modo subjetivo y cargado de afectos. Sus lectores la retiben "en el mis-mo instante en el que se disponian a emanciparse de la traditio-nal lecuira edificante de escuela, v la dejan pretisamente en el momento en el que culminan dicha emancipation y son capaces de manejar la poesia y la literatura con tanta nauiralidad e inde-pendencia que les resulta dificil entender por que el Mesias de Kloptsock signified Gin to para ellos en su aia™22. La misma

jusufi-R. Darnton, op. at, pp. 127 y ss.

^fla.p.ist

21

&<£,pp.144 vss.

R- Engelsing, "Die Perioden der Lesergrschkhte in der Neuieit*. en Ardor fir Gtstkkktt d*s

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<|HUBO UNA REVOLUCK>N EN LA LECTURA A FINALES DEL SIGLO XVIII?

cation es valida para el exito de las obras de C. F. Gellert. En su

Vida de la condesa sueca de G. (1746), el final moralista y edificante

estaba fuera de toda duda, lo que permitia absorber con tanta mayor fruition las fantasiosas ocurrencias que presenta.

Finalmente, en 1774, la aparition del best seller de]. W. Goethe

Laspenas deljoven Werther—lectura predilecta del joven Napoleon—

supone un vuelco decisive Cierto que su autor, al contrario que Rousseau, no concede la menor importancia a esa supuesta afinidad de las almas del escritor y el lector. Sin embargo, una parte de su pu-blico, en su mayoria juvenil, recibe la tragica historia de amor —en la que esa "moral terrenal" burguesa mas que fomentarse se desen-mascaraba— no como un producto artistico, al que solo concebian bajo la luz de esa tradition de la hermeneutica del texto "util" y edi-ficante, sino mas bien como invitation a la imitation. Y, de hecho, el efecto mas devastador de esta erronea reception fue u n a oleada de suicidios entre los lectores del Werther. Pero la mayor parte de los lectores se conformaba con una identification que se plasmaba en signos externos, elevando la vestimenta del heroe (firac azul y pan-talones amarillos) a la categoria de emblema de la juventud rebel-de, y adquiriendo objetos de culto como la celebre taza de Werther. Solo un numero reducido conseguia llevar a cabo el proceso de ob-jetivacion estetica y distinguir entre un mundo ficticio y la realidad

cotidiana.

El ejemplo de Werther puso de relieve la particularidad de ese nuevo publico que probata nuevas formas de trato con los textos literarios, nuevos modos de lectura y nuevos rituales. Tanto la lec-tura en grupo como la solitaria adquirieron funciones nuevas, y el publico mas aficionado a la literatura, es decir, las mujeres, pre-ferian la lectura en comun, que favorecia una comunicacion in-mediata en torno a la lectura. En lugar de la lectura autoritaria declamada, "frontal", del padre de familia, el clerigo o el maestro, irrumpe ahora una forma de reunion legitimada y formalizada mediante la lectura, cuyo significado radica en la "experimenta-tion de un juego de papeles empatico"23, es decir, en u n a

viven-cia comun, controlada y disciplinada, de los textos literarios. Val-ga citar como ejemplo de ello la description de la vida cotidiana de ciertas gentes, la que le hace Luise Mejer en 1784 a su amigo

23 E. Schon, Der Verlust der Sinnlichkeit oder Die Verwandlungen des Lesens: Mentalitdtswandel urn

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HlMNIIAMII WlllMANN

Heinrlch Christian Iloie en una carta. Aquelht rMaba emplewdrt como daina de companfa en la ciudad de TremaMuIrl, en HoU tein, al servicio cle la condesa de Stolberg, cuyo eapoMo y c unado habian hecho sus pinitos como poelas:

Alasdiez desayunamos. A contimuw iOn, SIOIIK-I^ Ice un < apilulo (It- l.i Illhlia .• un canto del volumcn <l< Klopstock. Cada ruwl »e letba enloureN a ttn hahiM don. Yo me ocupo del Spec tator y df I FUionornfa y de olrox libro* que me >• • prestado la condesa. Klla aende enloncea a ml alcoba, rnlentra* f 4»ll<- traduce, y durante una hoi a le leo el Poncio Pilalo de l,avaler, Mienlran ella ret Ibe nu clasc de latin, yo copio al«o para ella o leo hasta que ponen la rnexa, l)c*pue» de la comida y el tale, Frit* nou lee paries de Ian Vidas, lue^> baja a ver me Lotte y le leo a Milton durante una hora. I ,uego volvrmo* a nuhir y yo le* leo al conde y a la condesa del Plutarco, hasta que, hacia la* 9, tomamo* el te, J)e* pues del te, Stolberg lee un capftulo de la Bihlia y un canto de Klopstock, y no» vamos a dormir2'*.

Luise Mejerjuzga estos excesos cle lectura tanto intensiva* como ex-tensivas en los siguientes terminos: "Aqui se ceba a las personas con lectura, como se ceba a los gansos".

Frente a la lectura comunicativa, compartida, tambien la lectu-ra individual adquirio nuevas cualidades y paso a calectu-racterizarse por una reception callada y pacifica. De este modo se ponia en segundo piano al cuerpo como instr umento de la vivencia del tex-to y se disciplinaba la lectura "indiscriminada". La paz y la relaja-cion pasan a considerarse virtudes lectoras del burgues, premisas induso de la reception estetica. Al no entregarse ya el lector al texto, era capaz de dominar sus emociones, lo que le pennitia ac-ceder a el de un modo controlado25. Esta ansiada inmoviliclad

an-te el escritorio creo dificultades a no pocos hombres, que: siguie-ron prefiriendo posturas mas sueltas. Dicha pedagogia cle la lectura de finales del siglo xviii no veia ya la lectura declamatoria que implicaba el movimiento del cuerpo mas que bajo su aspecto dietetico; pasaba a ocupar "el lugar de un paseo. El esfuerzo que entrana acelera la circulation de la sangre, impide que se acumulen los jugos y ahuyenta enfermedades y disgustos. En tiempo lluvioso

^ L Mejer, "Brief an H. C. Boie vom 1.1.1784", citado segtjn line Schrciber (ed.), Ieh warwohl

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j H U B O UNA REVOLUCION EN LA LECTURA A FINALES DEL SIGLO XVIII?

o revuelto, o en caso de enfermedad, deberemos refugiarnos, por tanto, en la lectura en voz alta para sustituir con ella los placeres y el bienestar que procura un paseo al aire libre"26.

Y es verdad que esa lectura callada, en la que se hacia necesa-rio intenecesa-riorizar toda emotion, era capaz tambien de agudizar la huida hacia el reino de la fantasia.

Otra modalidad, que intensificaba los efectos de la lectura en la soledad de la alcoba, era la lectura "sentimental" en la natura-leza, a campo abierto, que, en su calidad de ostentosa renuncia a la sociedad, llego a constituir durante cierto tiempo una activi-dad predilecta de la burguesia que gozaba de formacion acade-mica. Reflejaba precisamente su precario papel, a caballo entre la sublevacion contra las normas sociales tardofeudales y sus es-tamentos y la humillante conciencia de su escaso prestigio social aun por afianzar. Esa huida patente de la sociedad, de las exigen-cias de la corte, de la ciudad y de los deberes cotidianos, esa bus-queda de un refugio en la soledad sentimental con un vademecum literario, agudizaba la experiencia de la lectura entremezclando lo idilico del entorno con los destinos imaginados. Con ello no pocas veces se gozaba de los "lugares mas hermosos" durante tan amena lectura.

Sin embargo, el lugar por excelencia de la lectura siguio sien-do la esfera sien-domestica privada, la vivienda burguesa. La nueva tec-nica cultural se integro en la vida cotidiana. Hasta la fecha, solo los eruditos perdian su salud en las horas oscuras inclinados so-bre sus paginas; ahora, tanto la tarde como la noche podian em-plearse como tiempo de ocio aprovechable para el disfrute de la lectura. La conception del tiempo de la burguesia sufrio un cam-bio: con la division y "compartimentacion" del tiempo y de la vi-da cotidiana aprendieron tambien a pasar sin esfuerzo de los mundos fantasticos de la lectura a la realidad, con lo que tambien se redujo el peligro que entranaba el contacto enure las diversas esferas de la vida27.

Los fabricantes de objetos de lujo ofrecieron por primera vez "muebles para la lectura" que hacian mas confortables las largas horas dedicadas a una lectura emocionante: chaise-longues con anil incorporado, muebles Gansformables para la dama de alcurnia

2 6 J. A. Bergk, Die Kunsl, Bucherzu lesen. Nebst Bemerkungen uber Schrifien und Schrifisteller, Jena,

1799, p. 69.

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RUNHMW WVVMANN

que hacian las veces tie tocador, mesa para tenner, esnitorio y me-sa de lectura, comodas "stilus inglcme-sas para leer o donnir" y olios muebles sinularcs-8. EI mobiliario de lectura se complete') en el

ca-so de las mujeres con la comoda ftwww, una especie de vestido-cha-queta caliente y ligera para sus viajes al reino de la fantasia. I ,o c|iic* para las galantes damas del Rococo supuso el reiiro en el boudoir lo ofrece ahora el closet a la lectora burgucsa, v no solo a la ingle-sa, que se refugiaba en el para fomentar su independencia. Com-binaba el retiro social con la liberation de los scntimientos, y "no se empleaba para ocultar a los amantes, sino para excluirlos"*9.

Alii tampoco se guardaban objetos galantes, sino material de lec-tura y escritorio, ademas de utiles para la correspondencia. El pu-blico lector femenino gustaba tambien de la lectura en la cama, a juzgar por las descripciones de la epoca (a menudo no exentas cle

insinuaciones de tipo erotico).

Unicamente a una parte nuiy reducida del publico lector le fue dado alcanzar, a finales del siglo win. el grade) mas alto, mas "ma-duro", de la cultura lectora literaria, a saber, "llevar a cabo ese pa-so al mundo de la fiction tan pa-solo en su fantasia"S() e integrar la

lectura en su realidad cotidiana. Practicaban una lectura herme-neutica en calidad de ejercicio ardstico autonomo, no ya para confirmar verdades ya conocidas en el marco del horizon te de sus expectativas, sino para Uegar a conocer nuevas verdades, aun ig-notas. Estos lectores juiciosos de la literatura clasica national eran (y siguen siendo) pocos en numero. Por ello, Friedrich Schiller llega a negar la posibilidad de dar con un "poeta del pueblo": "Hoy en dia es evidente que entre la selecdon de una nation y su

masa existe una distancia considerable".

Jean Paul habia de un abismo similar al describir al publico en torno al 1800:

En Alemania hay tres publicos o publica: 1) el amplio, casi iletrado e inculto de las bibliotecas; 2) el erudito, formado por catedraticos, pasantes, estudian-tes y criticos; 3) el culto, que se nutre de hombres de mundo y mujeres

educa-Vid. tambien Eva Maria Hanebutt-Benz (ed.): Die Kunst des Lesens. Lesemobel und Leseverhal-vom!"

yss.

• «.. uuuuivii 1.10 m a n a i i a i i c u u u - D c i u ^ c u . ; . isic A U 7 U I u a i^eseru. ueseniwvei una

Lxsevernai-tn vom Mitielalter bis zur Gegenxvart, Catalogo de la exposici6n, Francfort del Meno, 1985, pp.

109"-I. Watt, DerburgerlicheRoman, op. dL, p. 219.

9n r ' r

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-HUBO USA ttYOU. CMN ES IA IKTVTH A RESALES M l SHU O WTO?

das, de artistas e individuos de Lis closes mas altos, que al menos tienen gusu> y maneras. (Sin duda. avecesk» tresgruposse c o m u n i e a n l ^ .

P e r o el grueso del publico permanecio anclado en una variance casi p u b e r t a r i a de la lecuira sentimental, y en u n a *mania lecto-ra" escapista y "narcotizante" (segun el filosofo J. G. Fichte). Esta se e n c o n t r a b a en el centro de los debates de los coetaneos.

A partir aproximadamente de 1780, esta nueva epidemia se p r o p a g a , de nuevo partiendo de Alemania central y del n o n e , so-b r e t o d o entre el puso-blico femenino y juvenil. El deso-bate sostenido

en periodicos y revistas, en sermones v panfletos la diagnostica a finales del siglo incluso "entre clases popidares q u e p o r lo demas leen poco o nada, y que siguen sin leer para informarse o para educarse, sino unicamente para entretenerse" (asi el ilustrado ba-varo L. Westenrieder).

Esta mania lectora no solo repugnaba a las autoridades ecle-siasticas y estatales, sino que incluso los defensores mas avanzados de la Ilustracion la consideraron como un estorbo sustancial de la ansiada emancipation, que debia efecmarse bajo el signo de la disciplina y la racionalidad. En tanto que factor pernicioso en lo social, conducia a \icios que contravenian la erica del trabajo bur-gues-protestante y que se adscribian al ambito noble-cortesano: ocio, lujo, aburrimiento. Sin embargo, en un primer estadio aun p r e d o m i n a r o n los argumentos dieteticos v de higiene social. Mientras que en la obra De la salud de los eruditos (1768) de Tissot solo se advierte de las enfermedades que p u e d e n afectar a los eru-ditos y lectores empedernidos, en los tratados de los pedagogos de finales del siglo wm el debate sobre el onanismo v la "auto-mancillacion'' va de la mano con el debate en t o r n o a la lectura. Pues ambos se contaban entre los perniciosos "Vicios secretos de lajuventud":

La postura forzada y la ausencia de movimiento fisico durante la lectura. con> binadas con esa sucesion tan violenta de ideas y sentimientos [...] crea pere/a, conglutination, hinchazon y ohstruccion de las visceras, en una palabra. hipo-condria, que, como se sabe, afecta en ambos sexos a los organos sexuales v conduce a estancamientos y corrupcion de la sangre, aspereza y tensiones en

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I'numiM. W i l l MANN

el NlnieiiiM nervloKo, y, en uruetwl, ti lit nnimiiu Inn y rehhmdet liriieufo de todo ehuripofia,

Low (ratacloNcle Incline ion ;i hi ledum de la llusiiacion tnrdfa con-deuun edle llpo cle lectura Noclalmente inniil <bsiin.itl.i ;i propot tionar Ian solo enlrelcnimlcutn: "Leer un libro solo para malar el liempo es iraicionar del modo niiis vil a hi liuinanidad, purs *<- Im milhi un medio heeho para alcanzar colas ma* allaH,",M. Kit lugar

de couNliiuir "un insti uinenlo cle education para la indepcneleri-tin" en el Menlido de hi lamosa definition <|iie- liaee Irtitnamiel Kant cle hi llusirat ion, en mix hos caso« servfa "jiinicamenle para pasar el ralo y para mantencrloH en un est ado de ininadurez

per-iwimviMvl"*'1.

MKRCADO DI:I i.iiiKo YCUJSTOS DK I.OS I,I:C;TOKK,S

Las allerac ioncs sustanciales de la tecnica cultural que es la let:Ju-ra tuvieroii, nalulet:Ju-ralincnle, ef'eclos inmedialos sobre el mercado del libro, epic modernize') tanto sus modoN de distribution como.su objeto. Desde hi seguncla mi tad del siglo xvm, el libro se concibio consecucnlcincnlc como una inert ancia cultural, y el mere ado se oricnte') segun principios capilalistas con el paso dc- la economia del trucque. clominante hasta la fecha, a la circulation monctaria. La tendencia, iinpiilsacla desde- Leipzig y los libreros sajones y del norle de Alemania, hacia una production eslrictamcnte determi-iiiidii por las ventas propiciO un nuevo mercado centrado en la de-manda y tambien nuevas formas cle publicidad. Kl numero de li-breros aumenlO percepliblemenle incluso en provincias, y una nueva generation de edi lores cullivo la Ilii.slm.ti6n como negocio. Por ello, los pcriodlstas conscrvadores los denunciaron como principales impulsores de la revolucion lectora.

Al mismo liempo, se profcsionalizo el papel del autor, y en Ale-mania surgio la figura del "escrilor libre", que por una parte re-clamaba la autonomia tie su capacidad creadora y por otra clebia

Karl (l. Bauer, Obtr die Mittel, dm GacMtchbtritb rim unsch&dlicht Richtuna iu aben. Letpdgi 1791, p. 190. * •

88J.A.Bergkl#,efc,p.59.

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;HUBO UNA REVOUXIOX EN LA LECTURA A FINALES DEL SIGLO XVin?

someterse a las leyes del intipiente y anonimo intercambio comer-cial. Esta necesidad de prostituirse en el mercado ante un publico a n o n i m o llevo tanto al autor como al lector a un contacto intensi-vo con su interlocutor, a u n a comunidad espiritual fomentada por el libro.

El mercado del libro se las tenia que ver ahora con un publico cada vez mas extenso, heterogeneo y anonimo, con gustos y nece-sidades cada vez mas diferenciados, y que se interesaba tanto por los libros especializados que debian ayudarle a encumbrarse pro-fesionalmente como por la information politica, las sangrientas novelas de inrriga, y los que pudieran fortalecer su espirim. A es-tos intereses particulares que podian llegar a solaparse se corres-pondia, sin embargo, tambien una homogeneizacion del gusto lector mas alia de los limites marcados por los antiguos estamen-tos. Tanto la aristocrata como su criada leian la misma conmove-dora historia familiar, el juez del tribunal imperial y el aprendiz de sasrre la misma novela de intriga: todos ellos eran capaces de abrir-se camino leyendo, hasta conformar el publico de la literatura na-tional canonizada. Cierto que el lector anonimo vivia a expensas

de la oferta del mercado, pero tambien imponia exigencias colec-tivas a ese mercado que, al valerse del fracaso comercial, no po-dian ser ignoradas.

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REINHARD WITTMANN

ciencias naturales, la politica, la pedagogia, y, en particular las "De-lias letras". La literatura, que en 1740 representaba tan solo el 6% de la oferta librera en las ferias, se incremento en 1770 hasta alcan-zar un 16.5%, e incluso, en 1800, el 21.45%, pasando asi a ocupar el primer puesto. Este aumento se debio en gran medida a la novela, cuya participation en la oferta librera paso del 2.6% en el ano 1740 al 11.7% en 1800, lo que equivale a mas que una cuadruplicacion.

No solo crecio el numero de titulos, sino tambien el de los ejem-plares. Cierto que la tirada media no aumento en igual medida de-bido a la reimpresion y al mayor uso de las librerias de prestamo. Tras el Grauma de la Revolucion Francesa, fueron los periodicos los que se vieron en siniacion de lanzar tiradas mucho mayores que las de los libros: el famoso G)rresponsaldeHamburgoa\canz6 en 1798 los 25,000 ejemplares, y en 1801 los 51,000; si se acepta que cada ejem-plar era leido por una media de diez individuos, ello supondria la existencia de medio millon de lectores. Mucho menores eran en cambio las tiradas de las revistas literarias mas exigentes (como, por ejemplo, el TeutscheMerkurde Wieland, con 1,500 ejemplares).

Una de las remoras del rapido incremento del publico lector en el ultimo tercio del siglo XVIII resulto ser el precio de los

li-bros, en particular en el caso de las obras literarias. En ese pe-riodo se multiplico p o r ocho, e incluso por nueve, d e b i d o a los nuevos usos libreros (comercio basado en las ventas y fondos li-mitados), p e r o tambien a u n a d e m a n d a en continuo crecimien-to. En Alemania (como en Inglaterra) u n a familia p o d i a ali-mentarse u n a o dos semanas por el precio de u n a novela. Por ello, incluso e n t r e los representantes de la clase m e d i a b u r g u e -sa, la mayor p a r t e del publico reciente se dirigio a las bibliote-cas de prestamo o a las sociedades literarias para satisfacer sus necesidades, o bien adquiria las reimpresiones q u e se c o m p o -nian en el sur del I m p e r i o y q u e resultaban c o n s i d e r a b l e m e n t e mas baratas de las ediciones originales del c e n t r o y el n o r t e de Alemania. La reimpresion d e s e m p e n o asi un papel capital, so-bre todo en la Alemania catolica, en la a m p l i a t i o n del p u b l i c o lector y la difusion de un nuevo gusto e n t r e los lectores.

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litera-,:HUBO UNA REVOLUCION EN IA LECTURA A FINALES DEL SIGLO XVIII?

tura exigia una composition elegante y agradable de los textos: debian estar provistos de un sinnumero de grabados y vifietas, adornos y signos de clausura. A la novela de intriga le correspon-dia una ilusG~aci6n esmerada, a poder ser de Daniel Chodowiecki, el incomparable reGratista de la vida burguesa. El rechazo de los gruesos volumenes iba en aumento: "Los libros forman a los eru-ditos - los folletos forman hombres" rezaba el nuevo lema.

Con el initio de la culrura lectora burguesa de la era de la Ilus-tracion se impuso el practico tomo en octavo; en el transcurso de las decadas, los libros fueron afinandose: el octavo menor, el tomo en dozavo, e incluso el fragil volumen en dieciseisavo pasaron a ser los formatos predilectos del publico literario. Sobre todo en los al-manaques, el aspecto delicado debia corresponderse con su con-tenido. El poemario de bolsillo se erigio en instrumento de una cultura social literaria que, rigiendose por el modelo frances, pro-dujo a partir de 1770 mas de dos mil volumenes de este tipo, de as-pecto agradable, e incluso en ocasiones lujoso, junto a los libros de bolsillo de asunto literario, y tambien popular o especializado, po-litico y satirico. Jean Paul, uno de los poetas predilectos de finales del siglo XVIII, glosa este cambio en los siguientes terminos:

jSanto cielo!, cuando uno recuerda, sosteniendo u n o de esos libritos de bolsi-llo, los viejos y pesadisimos infolios sujetos entre maderas, tapas de cuero o la-ton, o pinzas, o esas sillas de nuestros abuelos, de cuero, y provistas de tachue-las tambien de laton, sede de la culta vida sedentaria... verdaderamente, no podemos quejarnos. El cuero de cerdo ha sido sustituido por el tafetan, las ta-chuelas por bordes dorados, las pinzas y cerraduras por forros de seda, y la ca-dena con que se solia atar a esos gigantes en las bibliotecas se ha convertido en un cordoncito de seda para liberarlo^5.

El primer puesto en la predilection del publico —y el principal bianco de los ataques de los denostadores de la mania lectora— lo ocupaba no la literatura encaminada a formar e informar, dedica-da a los "asuntos practicos", las descripciones de viajes y las obras sobre ciencias naturales, sino los generos nuevos, "extensivos", los

periodica y las novelas. Sobre todo estas ultimas propiciaban, como

bien sabian sus detractores, una "modalidad de lectura rapida,

i

°5 Jean Paul, "Kleine Nachschule zur astetischen Vorschule. I. Miserikordias-Vorlesung", citado segun Jean Paul, Werke, ed. por Norbert Miller, vol. 5, Hanser, Munich, 1963, p. 495.

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KKINMAHI) W i l l MANN

casi inconsciente, que exigfa poca eoneenlratieVM f'uede pare* cer paradojico "que la ideniifiniriori m-i* podero*a del lee tor con los sentimientos de personajes lie licio* que jama* HC liny* procluc }-do en la literatura se lleve a cabo gratia* al aprovet hamienfo dr lo* rasgos caracteristicos cle la impression lipograflea, del in«tf umento de comunicacion mas impersonal, objetivo y publico de lodo*"*7.

La polemica contra la lectura de novela* euenJa, como CH *abido, con una larga tradition que se remonta hasta ed Amadis de (iaul/i, Pero siempre se refirio al crremeo comportamiento individual de una minorfa privilegiacla. A finales ele-l siglo xvnt <*n cambio, con la multiplication cle la procluc e iem y reception novelfalica, e*la avi* dez de novelas alcanzo dimensionc* que* alee la ban a la enlera po litica y social. Tan solo en Alemania, la Feria de Otono de 180H

*a-co el numero nada desdenable de 27fi novela* nueva* al mere ado,

una cifra que desde luego no se alcanzaba ni en Francia ni en In-glaterra. Este torrente cle novelas abarc aba J/>C1OH \<>H gu*to*. Kn

1805, el periodico Allgenudne Lileratur-Zeitunghacia balance de la* principales tendencias de la producci6n noveli«tica alernana de*-de 1776, ano de*-de la aparition de*-del Siegwarldm Johann Martin Miller, Citabael periodo sentimental, comico, psicologico, pa*ional, caba-lleresco, visionaries, espiritual, rnagico, el periodo de la* ordene* secretas y el de las intrigas de* corlc, el do los Utma* domesticon, de los muestrarios de cartas, los ladrones y los vagabundo*. Una par-te considerable (cerca de un 40%) cle eslas novcdadese:onxi*tiaeri traducciones, principalmente del ingles. Toda una generation pa-recia haberse contagiado de esta mania noveli*tica, preci*amente la generation que debia retomar el combate en pro de la emanci-pation burguesa, y que, en lugar de ello, malgastaba »u tiernpc) con esa lectura narcotizante. La crftica moral adquirio con ello un componente esencialmente politico, Ciertos autores progresistas reprochaban que este tipo de lectura destruyese en la juventud e:s-tudiosa y en los hombres la autonomia de la ra/6n y la vol un tad de emancipation, hombres que, "sin el menor disgusto, asisten al ase-sinato de la libertad de prensa y de pensamiento". Al acalorar y li-berar la lectura la imagination, lili-beraria al lector de las percepcio-nes concretas de los sentidos y de su mundo de vivencias exponiendolo al peligro de la desilusion absolula, e incluso del

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jHUBO UNA REVOLUCI6N EN LA LECTURA A FINALES DEL SIGLO XVIII?

nihilismo. A las mujeres avidas de novelas se les reprochaba que precisamente en el momento en que la familia burguesa asignaba a su sexo una nueva serie de importantes tareas se refugiaba en un placer pasivo y sentimental. Tambien por parte de los agentes mas conservadores se alzaba de modos muy diversos la protesta de que tales novelas excitaban la fantasia, pervertian la moral y distraian del trabajo. Immanuel Kant afirmo secamente:

La lectura de novelas tiene por efecto, ademas de otros trastornos del animo, el convertir la distraction en habito.

Ademas de la novela, la lectura predilecta del nuevo publico era la prensa de aparition periodica. Ya a finales del siglo XVII se elevan

quejas sobre la "inoportuna mania por los periodicos", pero tam-bien esta adquiere ahora una nueva dimension. El afan por cono-cer las novedades del dia, la information periodistica y los aconte-cimientos politicos, eclesiasticos, literarios y economicos se propago mas alia de las clases burguesas. Ello tambien es valido pa-ra las hojas volantes en la medida en que por fin se derribaron los diques de la censura. Cuando el emperador de la reforma, Jose II, inG"odujo la libertad de prensa en Austtia, se produjo un autenti-co "deshielo", cuya autenti-consecuencia fue que en los anos 1781 y 1782 aparecieran al menos 1,200 folletos, panfletos y pasquines. A fina-les del siglo, la incontestada preponderancia de lo politico aunaba a todas las capas lectoras segun su adscripcion: las clases bajas se hacian leer las noticias sensacionalistas en los mercados o las taber-nas, las capas mas altas las engullian en las grandes ciudades en los puestos de avisos o discutian sobre ellas con toda formalidad en las sociedades literarias. Es evidente que la tan denostada mania no-velesca no llego a narcotizar a toda una generation, sino que al-canzo un nuevo estadio, como reconoce en 1792 el eclesiastico mason K. A. Ragotzky:

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REINHARD WITTMANN

ahora periodicos. [...] Calculan cuanto queda para que llegue el correo, y ase-dian la casa de postas para asistir a la apertura de la saca. [.,.] Una dama de buen tono debe leer al menos los ultimos ejemplares del Moniteur, el Journal de Paris o la Gazette de Leide antes de asistir a su te, a fin de poder intercam-biar su parecer con la sociedad de caballeros, a quienes este espiritu comun reune con tanta mayor fruition en tomo a la mesa de te, y que se informaran de las novedades leyendo el Chronique du mois, el London Chronicle, el Mor-ning Post o cualquiera de los dos periodicos de Hamburgo, Francfort o Bay-reuth; entretanto, el herrero junto a su yunque y el zapatero en su escabel de-jan reposar sus martillos y leznas para leer el Strassburger Kriegsbothe, la

Brunnerbauern Zeitung o el Staatscourrier, o se lo hacen leer en voz alta a su

m uje rS 8

Por tanto, tampoco en Alemania la revolucion lectora literaria im-pidio el despertar de la conciencia politica del publico; antes bien, fomento tendencias annfeudales y anticlericales, y, en general, an-tiautoritarias, que con tanta frecuencia aparecian en la literamra amena de moda como en las publicaciones periodicas de tema po-litico. Aun no se ha esnidiado el papel que llego a desempenar en Alemania la lectura clandestina. En Francia, sin embargo, como ha demostrado Robert Darnton valiendose de las numerosas fuen-tes reunidas por la Societe typographiquede Neuchatel, los libros obs-cenos e impios eran materia predilecta incluso entre las clases me-dias de funcionarios.

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El nuevo comportamiento lector encontro tambien nuevos mo dos de organization. Al mercado altamente organizado se enfren-ta, junto a la masa sin rostro de los compradores anonimos, el lec-tor institucionalizado. Esta organization, caracteristica de la burguesia en proceso de emancipation del siglo XVIII, se efectua

por dos vias paralelas: por medio de las bibliotecas de prestamo comerciales y de las sociedades literarias sin animo de lucro. En Alemania —como en Inglaterra y en Francia— ambas eran

con-T i e Z SrJ i0 d e"E p 0 k e n i n d e r T e u t s c h e n Lecture", en Journal des Luxus und der Moden,

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