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BLOQUE II. LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO EN CONSTANTE CAMBIO (711-1474)

2.1. Al-Ándalus: la conquista musulmana de la Península. Evolución política de Al-Ándalus. Revitalización económica y urbana: estructura social. Religión, cultura y arte. Evolución y pervivencia del mundo musulmán en Andalucía. El califato de Córdoba, modelo de Estado y sociedad.

2.2.Los reinos cristianos hasta el siglo XIII: evolución política. El proceso de reconquista y repoblación. Del estancamiento a la expansión económica. El régimen señorial y la sociedad estamental. El nacimiento de las Cortes. El Camino de Santiago. Una cultura plural: cristianos, musulmanes y judíos. Las manifestaciones artísticas.

2.3.Los reinos cristianos en la Baja Edad Media (s. XIV y XV): crisis agraria y demográfica. Las tensiones sociales. La diferente evolución y organización política de las Coronas de Castilla, Aragón y Navarra. El reino nazarí de Granada y el mundo de frontera.

2.1. Al-Ándalus: la conquista musulmana de la Península.

Tras el ascenso al trono visigodo del rey don Rodrigo se produjeron graves disputas sucesorias que favorecieron

la llegada de los musulmanes. El rey visigodo intentó detenerlos pero fue derrotado en la Batalla de Guadalete

(711) por un ejército de árabes y bereberes (personas procedentes del norte de África, principalmente de las

actuales Marruecos y Argelia, que habían sido islamizados por los árabes), que estaban dirigidos por Tariq. Poco

después, el gobernador del norte de África, Musa ibn Nusair, atravesó el estrecho de Gibraltar con un nutrido

ejército y, en pocos años, los musulmanes conquistaron buena parte del territorio peninsular, al que llamaron

al-Ándalus. En el año 719 solo quedaban fuera del control las comarcas pirenaicas y la cornisa cantábrica. En los

años siguientes, intentaron seguir su expansión al norte de los Pirineos, pero fueron derrotados por los francos

en Poitiers (732).

La rápida conquista musulmana fue consecuencia de la expansión árabe desde Oriente, pero también se

debió a la debilidad del reino visigodo provocada por: a) las disputas internas entre don Rodrigo y Agila II por la

sucesión al trono; b) la crisis económica y social de la España visigoda, afectada por la pobreza y la tensión

social entre la minoría latifundista y la mayoría de campesinos; c) los pactos o capitulaciones que los

musulmanes acordaron con parte de la nobleza visigoda, a la que garantizó el mantenimiento de su religión y sus bienes a cambio del pago de tributos.

La evolución política de Al-Ándalus (711-1492). En Al-Ándalus se suelen distinguir las siguientes etapas políticas:

1. Emirato dependiente de Damasco (711-756). Al-Ándalus fue dirigida por un gobernador o emir, dependiente de los califas de Damasco, que estableció la capital en Córdoba. Durante este período,

proliferaron las luchas entre los bereberes, que se consideraban postergados/apartados, y los árabes, lo que limitó el poder de los emires y facilitó la pervivencia de grupos hispanovisigodos en el norte.

2. Emirato independiente (756-929). En el año 750 el Califato Omeya de Damasco fue destruido por los

abasíes. Un príncipe omeya refugiado en la Península, Abderramán I, asumió el poder político en Al-Ándalus.

Lo convirtió así en un Emirato independiente de Bagdad (la nueva capital), aunque mantuvo la

subordinación religiosa a los califas abasíes. (El califato es el territorio bajo la autoridad del califa, considerado sucesor del profeta Mahoma y máximo dirigente político y religioso de la comunidad

musulmana; el emirato es el territorio o provincia bajo la autoridad de un gobernador o emir). Abderramán I

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lo que impidió el sometimiento de los cristianos del norte. Posteriormente, Abderramán II puso fin

momentáneamente a los conflictos internos, hizo frente a los muladíes (hispanovisigodos convertidos al

Islam tras la conquista musulmana de Al-Ándalus) del valle del Ebro, a los francos y vascones, y fortaleció el poder central.

3. Califato de Córdoba(929-1031). Abderramán III (912-961) aprovechó la debilidad de los abasíes para

proclamarse califa e independizarse plenamente del Califato de Bagdad. Fortaleció el poder central,

sometió los focos interiores de resistencia, detuvo el avance cristiano y controló el norte de África,

convirtiendo el califato cordobés en el Estado más pujante de Occidente. Su hijo, Alhakam II, mantuvo el

esplendor del califato, pero con su sucesor, Hixem II, el poder político quedó concentrado en la persona de

su primer ministro o hayibAlmanzor. A la muerte de este, se inició un proceso de guerras civiles y

descomposición (la fitna), por el aumento de poder de las familias aristocráticas. En pocos años, se

sucedieron revueltas palaciegas y califas sin autoridad, hasta que finalmente los notables de Córdoba

abolieron el califato en 1031, que se fragmentó en pequeños reinos independientes.

4. Los reinos de taifas y las invasiones africanas. Los pequeños reinos o taifas (facciones), debilitados por las guerras entre ellos, se vieron sometidos al pago de tributos o parias a los reinos cristianos que, en 1085, conquistaron Toledo.

Los almorávides. Alarmados ante este avance, los reyezuelos andalusíes pidieron ayuda a los

almorávides del norte de África (integrantes de tribus bereberes que adoptaron una rigurosa interpretación del Islam. Entre 1055 y 1080 dominaron el noroeste de África fundando un imperio que se extendió hasta la Península Ibérica). Los almorávides derrotaron a Alfonso VI de Castilla-León y sometieron las taifas

peninsulares.

Los almohades. La presión de los cristianos y el descontento de los musulmanes andalusíes frente a

los almorávides provocó la sustitución de estos por un nuevo pueblo norteafricano: los almohades

(integrantes de una dinastía bereber que constituyeron un movimiento religioso reformista ante la relajación almorávide). Estos establecieron la capital en Sevilla y conquistaron las taifas andalusíes resultantes del

colapso almorávide. No obstante, su derrota frente a los cristianos en la Batalla de las Navas de Tolosa

(1212) precipitó el hundimiento del poder almohade y la conquista de buena parte de Andalucía por los

castellanos. Paralelamente, los monarcas aragoneses conquistaron Valencia y Baleares, perviviendo solo la

taifa granadina.

5. El reino nazarí de Granada (1238-1492). Surgió en plena decadencia del poder musulmán, extendiéndose inicialmente por la actual provincias de Málaga, Granada y Almería. Presionado por la Corona de Castilla, a la que pagó importantes tributos, el reino sobrevivió gracias a la alternancia de alianzas con Castilla y con los musulmanes norteafricanos, a la orografía favorable para su defensa y a su próspero comercio por el

Mediterráneo. A pesar de ellos, fue perdiendo lentamente territorios y en 1492 su último rey, Boabdil, hubo

de rendirlo a los Reyes Católicos.

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del cobre y el cuero, en el que sobresalieron los cordobanes (pieles curtidas de cabra o de macho cabrío muy valoradas por su resistencia y flexibilidad, con usos tan variados como monturas de caballos, encuadernaciones,

tapizados de paredes o respaldos de sillas, entre otros). El comercio local se concentró en las ciudades, donde se

intercambiaban productos entre la ciudad y el campo circundante. El comercio exterior experimentó un notable

desarrollo al participar Al-Ándalus en las rutas comerciales islámicas con Oriente y África, y en el comercio con la Europa cristiana. A la Península llegaban productos de todo el mundo conocido: perfumes, marfil, sedas, entre otros, que eran introducidos en la Europa cristiana, y de aquí se exportaban numerosos productos, como armas, aceites o

tejidos. Este activo comercio se vio favorecido por la existencia de un sólido sistema monetario, basado en el dinar

de oro y el dirhem de plata. El hecho de que los musulmanes se asentaran preferentemente en las ciudades

contribuyó a que éstas se convirtieran en centros del poder político y en destacados focos industriales y comerciales. Entre ellas, destacaron algunas como Toledo, Zaragoza, Sevilla y, sobre todo, Córdoba, la capital, que se convirtió en la urbe más populosa de Occidente. La vida urbana, tras el estancamiento del período visigodo, recuperó su

brillantez, adquiriendo gran dinamismo entorno al zoco, el barrio comercial donde se localizaban los depósitos de

mercancías y las posadas para los mercaderes. Elementos destacados de las ciudades fueron el recinto amurallado o

medina, formada por estrechas calles y plazuelas, la mezquita, la alcaicería (mercado) y el alcázar militar. Fuera de

la medina se extendían los arrabales o barrios periféricos.

Religión, cultura y arte. La religión islámica, doctrina monoteísta de sumisión a Alá, fue el elemento que

cohesionó todas las manifestaciones sociales, culturales y artísticas. La lengua oficial fue el árabe, que pronto incluyó formas procedentes del latín y de las lenguas romances por el contacto con la cultura cristiana. Al-Ándalus

experimentó un auténtico renacimiento cultural, propiciado por las aportaciones musulmanas y su convivencia con las culturas cristiana y judía. Ello hizo de la Península un crisol cultural, del que Córdoba fue su principal foco. Entre las ciencias destacaron las matemáticas con la difusión del álgebra; la astronomía, cultivada por Azarquiel; la

medicina, en la que sobresalieron Abulcasis y el judío Maimónides; y la filosofía, cuyo representante fue el cordobés Averroes. También progresaron otras disciplinas como la geografía y la historia. La literatura tuvo un especial florecimiento, especialmente la poesía, cultivada por autores como el poeta y pedagogo Ibn Abd Rabbi, e Ibn Hazm, autor de El collar de la Paloma.

El arte de Al-Ándalus se caracterizó por la fusión de las tradiciones romanas y visigodas con las formas islámicas, visible en la reutilización por los árabes de materiales anteriores y en la adopción del arco de herradura visigodo. Su principal manifestación fue la arquitectura. Los edificios más representativos fueron la mezquita y el palacio. Obras cumbres fueron la Mezquita de Córdoba, el Palacio de Medina Azahara, el de la Aljafería de Zaragoza y la Alhambra de Granada. Dadas las restricciones religiosas para representar figuras humanas, la decoración utilizó principalmente motivos geométricos y vegetales, tanto en azulejos como en estuco (mezcla formada de yeso, polvo de mármol y cola, que se endurece al secarse y se utiliza para enlucir paredes y techos, muy apropiado para el modelado y tallado con fines decorativos).

El Califato de Córdoba: modelo de Estado y sociedad. Inicialmente, Al-Ándalus dependía del califa de Damasco, pero en 756 Abderramán I lo convirtió en un emirato políticamente independiente y, Abderramán III lo transformó en un califato al asumir el poder religioso. Así, la organización política del estado cordobés se asentó en cuatro pilares principales:

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-La administración provincial y local: las provincias o coras eran dirigidas por gobernadores provinciales o walíes; en

las ciudades, la administración estaba dirigida por el cadí, encargado de la justicia, y por diversos funcionarios que

controlaban el mercado y el orden público.

-El ejército: tuvo siempre un protagonismo y se concentraba principalmente en torno a Córdoba y en las provincias fronterizas con los cristianos. Inicialmente estuvo integrado por árabes, pero acabó nutriéndose de mercenarios andalusíes, bereberes y eslavos.

-La recaudación de tributos: el cobro de fuertes impuestos permitía mantener el Estado. Para los musulmanes se estableció el diezmo o limosna legal, mientras que los no creyentes contribuían con un impuesto territorial (jaraich)

y con un impuesto personal (chizya). Además, se impusieron algunos otros tributos, como la qabala, que gravaba

las transacciones comerciales.

La sociedad andalusí se caracterizó por la coexistencia de diversos grupos religiosos, étnicos y sociales. Los musulmanes eran la población mayoritaria. Estaban integrados por los árabes, que ocuparon las mejores tierras y una posición preeminente, los bereberes del norte de África, que quedaron relegados al ámbito rural, y los muladíes

o hispanovisigodos convertidos al Islam, que eran el grupo más numeroso. Los no musulmanes (dimníes), tolerados

por practicar también religiones monoteístas del Libro (Biblia), eran los cristianos mozárabes, que mantuvieron su

organización eclesiástica, aunque su número disminuyó progresivamente; y los judíos, minoría social y

económicamente destacada. Según las categorías sociales, se distinguía entre: a) la aristocracia, constituida por

árabes y antiguos nobles visigodos islamizados, que coparon la dirección de las actividades económicas y de la

administración; b) las clases medias urbanas, constituidas por funcionarios, comerciantes, artesanos, oficios

liberales y alfaquíes (doctores o especialistas en la ley islámica); c) el pueblo llano, formado por la población campesina (principalmente muladíes y mozárabes), y por la mano de obra artesanal. En el escalafón inferior, se

situaban los esclavos, ocupados sobre todo en las labores del campo. La convivencia, generalmente pacífica entre los

diversos grupos, a veces provocó conflictos como el motín del arrabal de Córdoba (818) o la sublevación del muladí

Omar ben Hafsum en Andalucía.

2.2. Los reinos cristianos hasta el siglo XIII: evolución política. El proceso de reconquista y repoblación.

Los musulmanes no ocuparon totalmente la Península y en el norte pervivieron algunos focos de resistencia al Islam. Con el tiempo, estos se convirtieron en reinos cristianos, que ampliaron sus territorios hacia el sur. En la zona

occidental, tras la victoria de Pelayo sobre los musulmanes en Covadonga (722), se organizó el Reino de Asturias.

Los astures establecieron su capital en Oviedo. Y con Alfonso III avanzaron hasta el río Duero. El descubrimiento de

la supuesta tumba del apóstol Santiago sirvió a los reyes asturianos para legitimar su poder como restauradores del

antiguo reino visigodo. En el s. X, el traslado a León de la capital dio lugar a la formación del Reino de León,

mientras que al este el Condado de Castilla se configuró como una zona fronteriza con los musulmanes y logró una

creciente autonomía.

En las zonas orientales fueron aflorando también diversos núcleos cristianos:

a) En el Pirineo occidental surgió en el siglo IX el Reino de Pamplona, denominación inicial del Reino de

Navarra, que alcanzó su máxima extensión con Sancho III.

b) En el Pirineo central, también en el s. IX, se consolidó el Condado de Aragón. Ramiro I se anexionó los

condados de Sobrarbe y Ribagorza, inició la expansión hacia el Ebro y se convirtió en el primer rey de

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c) En el Pirineo oriental la monarquía carolingia constituyó la Marca Hispánica frente al Islam, formada por diversos condados vasallos. La decadencia del poder carolingio permitió a los condados catalanes

independizarse; destacando entre ellos el Condado de Barcelona, que recibió el vasallaje del resto. Uno de

los condes, Borrell II, rompió finalmente la dependencia respecto a los carolingios.

La expansión de los reinos cristianos (s. XI-XIII). La fragmentación del califato en pequeños reinos favoreció la

expansión territorial hacia el sur de los reinos cristianos. Con respecto a la CORONA DE CASTILLA-LEÓN, tras diversos

conflictos sucesorios, Alfonso VI unificó temporalmente los reinos de Castilla y León, amplió sus dominios frente a

Navarra y conquistó el reino musulmán de Toledo (1085). Posteriormente, Alfonso VIII hizo frente a los almohades,

derrotándolos en las Navas de Tolosa (1212). Esta victoria posibilitó a Fernando III –quien unificó definitivamente Castilla y León- conquistar el valle del Guadalquivir a mediados del s. XIII. La empresa conquistadora fue continuada por su hijo, Alfonso X el Sabio, que se anexionó Murcia, el reino de Niebla y el litoral gaditano. El avance hacia el sur

obligó a delimitar las fronteras orientales con la Corona de Aragón y, por el Tratado de Almizra (1244), Murcia

quedó asignada a Castlla.

Con respecto al REINO DE PORTUGAL, el conde de Portugal, Enrique de Borgoña, se negó a mantener su

vasallaje al Reino de León, y su hijo, Alfonso Enríquez, se proclamó rey de Portugal (1143) con el respaldo del

Papado. Al igual que el resto de reinos peninsulares, Portugal aprovechó la debilidad de los musulmanes y conquistó Lisboa (1147) y a mediados del s. XIII el Alentejo y el Algarve.

Con respecto al REINO DE NAVARRA, tras la muerte de Sancho III, el reino quedó debilitado ante la pujanza de

Castilla y de Aragón. Y Sancho VII no pudo evitar la pérdida de Álava y Guipúzcoa frente a los castellanos. Al morir sin hijos, accedió al trono su sobrino Teobaldo I (1234), quien inauguró la dinastía de Champaña y la vinculación de Navarra con Francia.

Con respecto a la CORONA DE ARAGÓN, amplió notablemente sus territorios con Alfonso I el Batallador, que

conquistó la mayor parte del valle del Ebro. Poco después, el matrimonio del Conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, con la hija del rey aragonés Ramiro II (Petronila), propició la constitución de la Corona de Aragón, al unir las dos entidades en la figura de Alfonso II (1162), hijo de ambos. Desde entonces, la expansión catalano-aragonesa se orientó en dos direcciones: al norte de los Pirineos controló el sur de Francia (Occitania) y apoyó a los cátaros (pertenecientes a la herejía albigense, caracterizada por un rígido ascetismo y la creencia en la lucha entre el bien y el mal, reprimidos por la cruzada albigense lanzada por el Papa Inocencio III con apoyo de Francia) frente al Papado; hacia el sur, Jaime I el Conquistador conquistó Castellón, Valencia, Alicante y Baleares, sentando las bases de la expansión mediterránea.

La repoblación. Paralelamente a la conquista de territorios, se procedió a su repoblación por cristianos. Ésta se realizó mediante diferentes modalidades:

1. En el valle del Duero y en los condados catalanes predominó el sistema de presura o aprisio por el que se otorgaba a colonos particulares la propiedad de las tierras que ocuparan. Como resultado, inicialmente abundaron aquí pequeños campesinos libres.

2. Entre los valles del Duero y el Tajo predominó la repoblación concejil, por la que los concejos o ciudades,

acogidas a un fuero (estatuto jurídico privilegiado del que gozan determinados núcleos de población, que

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3. En Aragón predominó la repoblación nobiliaria dirigida por los nobles, que constituyeron grandes dominios

territoriales agrícolas cultivados por mudéjares (musulmanes que permanecieron en los territorios

conquistados por los cristianos durante la conquista).

4. Entre el Tajo y el Guadiana, y en Teruel, fue muy frecuente la repoblación realizada por órdenes militares

(instituciones religioso-militares surgidas en la Edad Media para colaborar en la lucha contra los musulmanes. En España destacaron las de Calatrava, Alcántara, Montesa y Santiago), que a cambio de asumir la defensa de estas tierras lograron extensos territorios.

5. En el valle del Guadalquivir, Valencia y Murcia predominó el sistema de repartimiento, por el que los oficiales del rey recompensaban a los participantes en la conquista con tierras. Este sistema permitió a la nobleza, a la Iglesia y a alas órdenes militares adquirir grandes dominios territoriales.

Del estancamiento a la expansión económica. Durante los primeros siglos la economía de los núcleos cristianos fue de subsistencia y se basó casi exclusivamente en la agricultura y la ganadería. A partir del s. XI, a medida que ampliaron su territorio, aumentaron la producción artesanal y los intercambios comerciales. A ello contribuyeron

también las peregrinaciones del Camino de Santiago, que revitalizaron ciudades como Jaca, León o Burgos. Durante

todo el período medieval, la economía de los reinos cristianos se basó en la agricultura de secano, que practicaba la

rotación bienal (sistema tradicional de cultivo utilizado para recuperar los nutrientes del suelo. Consiste en cultivar

cada año alternativamente la mitad de la tierra, dejando en barbecho la otra mitad), el cultivo de cereales (trigo,

cebada, centeno), de la vid y del olivo. Posteriormente, con la ocupación de las vegas de Andalucía y de los regadíos de Murcia se incorporaron las hortalizas y los frutales. Una creciente importancia tuvo la ganadería, sobre todo la

ovina, de carácter trashumante (la trashumancia es el desplazamiento estacional del ganado). En Castilla, la

actividad ganadera fue controlada por la nobleza a través del Concejo de la Mesta, creado por Alfonso X (1273), que

se orientó a la producción de lana, principalmente para su exportación hacia Europa. Con la expansión urbana y el

gran avance hacia el sur durante el s. XIII, la economía creció notablemente. Adquirió relevancia la producción

artesanal, realizada en pequeños talleres organizados en gremios (corporaciones de artesanos de un mismo oficio

que regulaba toda la actividad artesanal, fijaban los precios de los productos y evitaban la competencia), y las

actividades mercantiles con el intercambio de productos agrarios, ganaderos y artesanales. En la Corona de Aragón,

el comercio marítimo mediterráneo alcanzó un amplio desarrollo, siendo Barcelona su foco principal, donde se consolidó una activa burguesía comercial.

El régimen señorial y la sociedad estamental. La población de los Estados cristianos creció lentamente y solo a finales del s. XIII llegó a alcanzar, aproximadamente, los cinco millones, de los que cuatro millones correspondían a la Corona de Castilla y León. La sociedad medieval cristiana tuvo un carácter feudal al conceder los reyes extensos dominios territoriales a nobles y eclesiásticos. Fue así configurándose, aunque con menos intensidad que en el resto

de Europa, una sociedad formada por tres estamentos, diferenciados por su función y estatus jurídico. La nobleza

(defensores), que ocupaba la cúspide social, basaba sus privilegios en la exención de tributos, en la posesión de

extensas tierras y en el ejercicio de las armas. El clero (oradores), que constituía un estamento privilegiado al estar

exento de tributos, destacando en su seno el alto clero, equiparable en riqueza y poder a la alta nobleza. En los inicios de la reconquista los monasterios tuvieron un papel destacado, y desde el s. XIII cobraron importancia las

órdenes mendicantes de implantación urbana (congregaciones religiosas, cristianas, con voto de pobreza, como los

franciscanos, dominicos y carmelitas, entre otras). Y el pueblo llano (labradores), que estaba formado

principalmente por campesinos y, en menor medida, por grupos urbanos. La repoblación permitió cierta abundancia

de pequeños campesinos libres, pero con el tiempo estos cayeron bajo el régimen señorial, quedando muchos de

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grupos vinculados a las ciudades: los burgueses (dedicados a la artesanía y al comercio, libres de las obligaciones señoriales).

Junto a la sociedad cristiana, convivieron dos minorías diferenciadas: a) los judíos, que habitaban en barrios

propios o juderías y trabajaban en profesiones liberales y comerciales, y sus capas superiores tuvieron un destacado

nivel económico, lo que a veces les granjeó la hostilidad de la sociedad cristiana; y los mudéjares, que ocupaban

oficios modestos en el campo y en los trabajos artesanos, y al igual que los judíos fueron discriminados por la población cristiana.

La configuración institucional: el nacimiento de las Cortes. Las monarquías fueron configurándose según el

modelo feudal, y en general su poder se vio limitado por el de la nobleza. Esto fue especialmente manifiesto en la de Aragón, cuya configuración en varios reinos le otorgó un carácter pactista (entendido el pactismo como un principio político consistente en un pacto o acuerdo entre el rey y sus súbditos, representados por las Cortes, que limitaba el poder real y sus arbitrariedades y que fue especialmente característico de la Corona de Aragón), a

diferencia de la castellano-leonesa, que fue más centralizada. Poco a poco, los reyes fueron estableciendo una

organización cortesana, con cargos e instituciones como al alférez real, que mandaba la milicia en ausencia del rey; el canciller, encargado de la documentación real; el mayordomo, encargado de la Hacienda; y la Curia Regia,

reunión de oficiales palatinos y nobles, que dio origen al Consejo Real.

También se fue configurando una incipiente administración territorial: en Castilla, con los merinos, que

administraban justicia en nombre del rey, y con los adelantados, que tenían atribuciones militares y judiciales; y en

Aragón con el procurador o gobernador, delegado del monarca en cada uno de sus reinos. En este entramado institucional se consolidaron dos instituciones de gran trascendencia:

a) Las Cortes o asambleas consultivas formadas por los tres estamentos. Las primeras aparecieron en el Reino de León (1188), instaurándose en los demás reinos a lo largo del s. XIII, cuando a las sesiones de la Curia Regia se incorporaron representantes de las ciudades. En Castilla tuvieron poco peso, pero en Navarra y Aragón lograron cierto poder legislativo.

b) Los municipios o cabildos, corporaciones elegidas por los vecinos de la localidad. Con el tiempo acabaron controlados por las oligarquías locales –nobleza y alta burguesía-, que dominaron la vida municipal.

El Camino de Santiago. Una cultura plural. Desde el s. XI los reinos cristianos participaron en la recuperación

cultural de Europa, a lo que contribuyó el Camino de Santiago como vía de contacto con el resto de Europa. La

cultura de los reinos cristianos se caracterizó por los siguientes rasgos:

1. Su intensa religiosidad, ya que la Iglesia monopolizaba las manifestaciones culturales. Los monasterios

preservaron el conocimiento gracias a la traducción y copia de obras de la Antigüedad, y las órdenes

monásticas, como la de Cluny y la de Císter, propagaron estilos artísticos europeos.

2. La influencia musulmana, pues Al-Ándalus fue vía de penetración hacia la Europa cristiana del

conocimiento griego y oriental. Se mantuvo así un importante intercambio cultural entre musulmanes,

cristianos y judíos, una de cuyas muestras fueron las jarchas, estribillos poéticos mezcla de lengua árabe y

romance. Además, el contacto entre culturas llevó a crear escuelas de traductores donde se traducían obras

del árabe y del hebreo, como la del Monasterio de Ripoll y la de Toledo.

3. La aparición de las lenguas romances a partir del latín vulgar y de aportaciones germánicas y árabes. El

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Hispánica con los trovadores, la recopilación de usos y costumbres (usatges) para el derecho catalán y con la obra de Ramón Llull. Por su parte, el gallego y el portugués se consolidaron en el noroeste peninsular,

expresados sobre todo en las cantigas galaicoportuguesas.

4. En las ciudades aparecieron escuelas urbanas bajo el patrocinio de la Iglesia, que dieron lugar a la creación

de Estudios Generales o Universidades. Al Estudio General de Palencia (1212) siguieron pronto las

universidades de Salamanca, Alcalá de Henares, Lleida y Huesca, que a las tradicionales enseñanzas del

trivium (comprendía el estudio de la Gramática, la Retórica y la Dialéctica) y el quatrivium (suponía el

estudio de la Aritmética, la Geometría, la Astronomía y la Música) añadieron otras disciplinas como Derecho

y Medicina.

Las manifestaciones artísticas: el arte románico y el gótico. La influencia europea se manifestó en la

aparición del arte románico, que penetró durante los siglos XI y XIII siguiendo el modelo de la iglesia de Cluny.

Se caracteriza por el empleo de gruesos muros, del arco de medio punto y de la bóveda de cañón, así como por

esculturas religiosas con finalidad didáctica. Nos ha dejado numerosas iglesias de peregrinación, así como las catedrales de Santiago de Compostela, Jaca y Zamora, y la basílica de San Isidoro de León, entre otras obras. Desde comienzos del s. XIII los cistercienses difundieron un nuevo estilo, el gótico, vinculado a la expansión urbana, y caracterizado por la mayor altura y verticalidad de sus edificios. Sus principales creaciones fueron las catedrales, como las de Burgos, León, Toledo y Tarragona. La pujanza del arte gótico se manifestó

posteriormente en la construcción de obras como la basílica de Santa María del Mar (Barcelona), las catedrales

de Palma de Mallorca, Valencia, Gerona o Sevilla, y de edificios civiles como universidades, lonjas y

ayuntamientos.

2.3.Los reinos cristianos en la Baja Edad Media (s. XIV y XV): crisis agraria y demográfica.

En el s. XV, al igual que el resto de Europa, se produjo en la Península una profunda crisis demográfica y económica, provocada por varias causa:

1. La sucesión de malas cosechas motivadas por un período climático desfavorable, lo que provocó una

disminución de alimentos.

2. En consecuencia, aumentaron las enfermedades y epidemias. La más grave, la epidemia de peste negra,

que se propagó por Europa desde 1347 diezmando a la población. En la Península afectó con especial dramatismo a los reinos de la Corona de Aragón.

3. Las frecuentes guerras, que agravaron la situación.

4. La disminución de la población provocó el abandono de los campos, el retroceso de los cultivos, el

establecimiento de la producción artesanal y del comercio.

La recuperación solo se produjo bien avanzado el s. XV, cuando disminuyó la mortalidad catastrófica. Sin

embargo, esta recuperación fue más lenta en los reinos aragoneses que en la Corona de Castilla.

Las tensiones sociales. La crisis económica causó tensiones sociales. En el campo, la nobleza aumentó su presión sobre los campesinos para compensar la disminución de rentas, lo que provocó frecuentes conflictos. En las

ciudades, las élites trataron de preservar sus posiciones dominantes frente a los grupos populares. En Castilla, se

produjeron importantes conflictos, como la persecución de judíos, que estalló en Sevilla y otras ciudades (1391), el

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campesinos de remensa (campesinos catalanes sometidos al pago de un rescate o remensa a los nobles para poder

abandonar las tierras señoriales) contra el dominio señorial. En Barcelona, se enfrentaron los pequeños artesanos y

comerciantes, integrantes de la Busca, a la oligarquía municipal(la Biga), integrada por nobles y burgueses

enriquecidos. La situación se complicó bajo el reinado de Juan II, que sostuvo una guerra civil (1462-1472) con la oligarquía catalana que acabó mezclándose con el conflicto navarro que le enfrentó a su hijo Carlos de Viana. La

guerra concluyó en 1472, aunque el conflicto de los payeses de remensa no finalizó hasta 1486 con la Sentencia

Arbitral de Guadalupe, por la que Fernando II limitó los malos usos (tributos y prestaciones de los campesinos que

habían caído en desuso y que los señores habían recuperado en el s. XV) de los señores.

La diferente evolución y organización política de las Coronas de Castilla, Aragón y Navarra. Los últimos siglos

medievales tuvieron un carácter distinto para los diferentes reinos. Con respecto a la CORONA DE CASTILLA, en el

ámbito interior se produjo un incremento del poder nobiliario, sobre todo tras la muerte de Pedro I (1369) frente a su hermanastro Enrique de Trastámara. Este, apoyado por los nobles, logró el trono como Enrique II y los

recompensó con donaciones conocidas como mercedes enriqueñas, que propiciaron la formación de poderosos

linajes nobiliarios. A lo largo del s. XV los monarcas de la dinastía Trastámara intentaron reforzar su poder, lo que provocó nuevos conflictos durante el reinado de Juan II y, especialmente, durante el de Enrique IV. La muerte de

este abrió el conflicto sucesorio que enfrentó a su hija, Juana la Beltraneja, con Isabel, hermanastra del monarca,

quien finalmente logró el trono castellano en 1474.

En el ámbito económico la Corona de Castilla conoció en el s. XV un notable crecimiento. La exportación de

lana por los puertos cantábricos, el control del estrecho de Gibraltar y el dinamismo de ciudades como Medina del

Campo permitieron la expansión comercial, a la que contribuyó también el puerto de Sevilla. La pujanza de la Corona

castellana se manifestó en su expansión hacia el sur, con la conquista de Algeciras (1344) y el control del estrecho

de Gibraltar. Esto le permitió su proyección por el Atlántico y emprender la conquista de las Islas Canarias, en competencia con Portugal.

Con respecto a la CORONA DE ARAGÓN, en el ámbito interior sufrió profundamente la crisis del s. XIV, de

especial dureza en Cataluña. A los problemas sociales y económicos se añadió el sucesorio al morir sin descendencia

Martín I el Humano, finalmente resuelto en el Compromiso de Caspe (1412), donde se designó rey al noble

castellano Fernando de Antequera. El nuevo monarca mantuvo la tradicional política pactista con las instituciones

representativas del reino. En el ámbito exterior la Corona de aragonesa protagonizó una gran expansión mediterránea, iniciada en el s. XIII con la conquista de las islas Baleares. Esta expansión incluyó la conquista de Sicilia, arrebatada a Francia (1282), el control de los ducados de Atenas y Neopatria, conquistados por los mercenarios almogávares, el dominio de Cerdeña, y el de Nápoles con Alfonso V. Estos enclaves permitieron a la Corona aragonesa, y especialmente a Barcelona, desempeñar un importante papel económico en el Mediterráneo.

NAVARRA, por su parte, continuó siendo un pequeño reino entre las dos grandes coronas peninsulares, y mantuvo sus instituciones tradicionales –como las Cortes- que limitaban el poder real. A la dinastía de Champaña le sucedió la

casa de Evreux y, posteriormente, la de Foix, representada por Blanca I de Navarra. La muerte de ésta (1441)

provocó el conflicto sucesorio entre su hijo Carlos, príncipe de Viana, apoyado por los nobles beamonteses, y su

marido, Juan II de Aragón, apoyado por los agramonteses, que finalmente se hizo con el trono. No obstante, la debilidad del reino se evidenció en su anexión, años después, a la Corona de Castilla.

El reino nazarí de Granada y el mundo de frontera. En 1246, el emir de Granada, Mohammad ibn Nasr firmó una tregua con Fernando III de Castilla en la que se reconoció su vasallo y se comprometió a prestarle ayuda y pagarle un tributo: las parias. A mediados del s. XIV, Yusuf I fortificó las fronteras y reorganizó la administración del

reino. A pesar de los intentos de avance castellanos y de luchas internas, los nazaríes salvaron el reino y se

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