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Abandono Total - Opal Carew

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Academic year: 2021

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El Club de las Excomulgadas

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Argumento

Después de su divorcio Sandra renunció a cualquier relación con hombres durante un año. En el aniversario del divorcio de Sandra, su amiga, Aimee, le sugiere que haga una lista de cosas sexys que nunca ha hecho, pero que le gustaría hacer. Después de que Sandra hace unas pocas sugerencias seguras, Aimee la engatusa hasta que Sandra se abre y saca sus más profundas y más oscuras fantasías. Así, nace La Lista.

Devlin está enamorado de Sandra, pero sabe que no está lista para una relación de compromiso todavía, así que él y Aimee urden un plan para conseguir que Sandra vaya a un refugio aislado para un fin de semana, con dos tíos magníficos, para hacer realidad La Lista.

Pero Sandra experimenta algo más intoxicante que no está en La Lista... enamorarse.

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Capítulo Uno

—No puedo creer que hayas estado todo un año sin sexo. Y por elección.

Sandra hizo una mueca ante el comentario de su amiga. Ella apretó los dedos alrededor de su copa de champán. Muchas veces se había arrepentido de contarle a Aimee su resolución, pero en realidad, su confesión había forjado una amistad más estrecha entre ellas. Una amistad que la había ayudado en momentos difíciles durante el año pasado. Sobre todo con la soledad.

Aimee levantó su copa.

—Feliz aniversario —Sonrió—. Por fin este año se ha acabado.

Sandra chocó su copa de champán contra la de Aimee, luego tomó un sorbo del burbujeante vino. No es que un matrimonio fallido fuese algo para celebrar.

Echó un vistazo alrededor del Bar Maelstrom’s, preguntándose cuando llegaría Devlin para unirse a ellas. Él llamó para decir que llegaría un poco tarde porque había tenido que asistir a una reunión en las afueras de la ciudad. Eso significaba que tenía que enfrentarse al tráfico de la hora punta cuando condujera de regreso al centro para reunirse con ellas. Una vez que llegase aquí, tendría algunos problemas para encontrar estacionamiento también, ya que el bar estaba en una zona muy concurrida.

Sandra apartó su pelo largo detrás de su oreja mientras cambiaba de posición sobre el asiento tapizado. Era viernes por la noche y el bar estaba llenándose rápidamente, pero ella y Aimee se habían acercado después del trabajo y agarraron una de las acogedoras cabinas curvas cerca de la ventana.

—Por lo tanto, ¿sigues apegada a la historia de que tu ex no era un perdedor? Porque soy todo oídos si quieres difamarlo. Eso ayudará a sacarlo de tu sistema.

—No, Eric solo era la persona equivocada para mí.

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No es que no le hubiera dolido descubrir que ya no la amaba. O que, en verdad, nunca la había amado. Habían estado saliendo desde la escuela secundaria, y durante muchos años, habían confundido estar cómodos con estar enamorados. Pero ninguno de ellos había querido un matrimonio fallido, admitir que habían fracasado, por lo que tardaron diez años en darse cuenta finalmente que el divorcio era la única respuesta. Ellos simplemente no eran felices juntos. Eran buenos compañeros de habitación, pero su relación se había roto años atrás, si es que alguna vez la habían tenido.

Aimee frunció sus labios. —Está bien, entonces. Continuando. Dime lo que buscas en un hombre.

Ella se inclinó hacia Sandra y sus labios se curvaron en una sonrisa torcida. Sandra podría decir que Aimee había tomado un poco de más. Y ella probablemente también. El champan tendía a tener ese efecto en ella.

Sandra intentó responder a la pregunta de su amiga, pero cuando trató de imaginar al hombre de sus sueños, todo lo que se le ocurrió fue un espacio en blanco.

Aimee parecía entender su dilema. Bebió un sorbo de su sopa, luego se rió. —Tengo una idea. Vamos a hacer una lista.

Ella abrió su bolso y sacó una pluma, a continuación, agarró una de las pequeñas servilletas de cóctel cuadradas que la camarera había dejado sobre la mesa con la bandeja de los aperitivos. Aimee escribió el número uno seguido de un punto.

—Está bien, quiero que pienses en… —Ella se rió—…ya sabes... hombres... y lo que te gustaría de verdad.

— ¿Lo que me gustaría? Supongo que me gustaría un tipo que fuera muy sensible, con un buen sentido del humor y... bueno, sentido de la aventura.

Aimee apuntó hacia ella y le guiñó un ojo. —Eso es de lo que estoy

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hablando. Aventura —Tomó un sorbo de su bebida otra vez, luego dejó la copa—. Olvídate de esa cosa del Sr. Sensible. Piensa en el Sr. Pedazo de Músculos junto con el Sr. Chico Malo Sexy y en la forma en que él… —Le guiñó un ojo— …o, mejor aún, los dos podrían hacer que tus sueños se hagan realidad.

Sandra sabía exactamente de lo que estaba hablando Aimee. Había cometido el error de contarle sobre uno de sus ultra sexys sueños, sueños que habían sido un fenómeno frecuente en los últimos meses. Fantasías traídas a la vida con un minucioso detalle erótico en mitad de la noche, dejándola caliente y frustrada por la mañana.

—Antes de que te establezcas con el Sr. Correcto, necesitas recuperar tu mojo. Ya sabes, disfrutar de la vida de soltera y ver lo que hay ahí fuera. Ahora… —señaló a Sandra con su pluma— dime qué tipo de aventuras quieres tener. Tus más salvajes y más locas fantasías. Vamos a escribirlas.

—No veo el punto de hacer una lista —Sandra no quería sus fantasías escritas en blanco y negro. Eso parecía demasiado... sórdido.

—Ah, vamos. Si puedes soñar con ellas, puedes hablar de ellas.

Las mejillas de Sandra se ruborizaron. —No lo creo.

Aimee palmeó la mano de Sandra. —Cariño, no hay nada malo en tener fantasías. Y es bueno examinarlas. Ayudará a que sepas lo que realmente te excita. Lo cual es bueno ya que estás comenzando a citarte de nuevo. Mira, yo comenzaré. Me contaste sobre esa en la que eras capturada por piratas y te llevaban a su barco, así que...

Sandra observó mientras Aimee escribía Ser mantenida cautiva al lado del número uno.

—Ahora tú —dijo Aimee, pluma preparada.

Sandra se encogió de hombros. —No lo sé. No puedo pensar en nada.

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— ¿Qué sobre ese libro que estabas leyendo un par de semanas atrás? Era sobre bondage1, ¿verdad?

—Um... dominación y sumisión, en realidad.

Aimee sonrió. — ¿Te gustaría probar eso?

Sandra se encogió de hombros otra vez. Aimee se lo golpeó

—Vamos. Sumérgete en el espíritu de esto. Sólo estoy tratando de ayudar.

Sandra tomó un sorbo de champán y miró hacia los profundos ojos azules de Aimee. Ella quería ayudar. Sandra suspiró.

—Está bien. Bueno, no estoy segura sobre la cosa del bondage y la dominación. Tendría que conocer al tipo bastante bien.

—Bueno, síp —Aimee mordisqueó una de las alas de pollo, luego recogió la pluma de nuevo—. Bien, dejaremos ésta un poco abierta.

Anotó el punto número dos como Experimentar con bondage.

— ¿Qué más? Piensa en alguna fantasía que realmente te haya intrigado pero que sabes que nunca intentarías, aunque te gustaría —Ella sonrió—. Y no seas tímida.

Una fantasía de inmediato vino a la cabeza de Sandra. Había visto parte de un espectáculo sobre fantasías sexuales y quedo intrigada por la fantasía de una mujer sobre estar con un desconocido. Para su sorpresa, eso la había excitado inmensamente. Lo cual era una locura, sobre todo porque el único hombre con el que alguna vez había estado era su ex marido, Eric.

—Tienes una. Lo puedo ver en tus ojos. Dímela.

1 Bondage es una denominación aplicada a los encordamientos eróticos ejecutados sobre una persona vestida o desnuda. Los

atamientos pueden hacerse sobre una parte o sobre la totalidad del cuerpo, utilizando generalmente cuerdas, aunque también se puede ver en muchas ocasiones el uso de cinta, telas, cadenas, esposas, y cualquier otra cosa que pueda servir para inmovilizar a una persona. Con cierta frecuencia, a la persona se le aplica una mordaza o los ojos vendados. El bondage puede usarse como práctica estético — erótica, como parte de una relación BDSM, como una variante erótica más o como elemento en ceremonias de dominación o de sadomasoquismo.

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Sandra frunció sus labios. —Bueno...

—Si lo sueltas, yo soltaré.

Sandra asintió con la cabeza. —Es... bueno, estar con un extraño.

— ¿Te refieres a una aventura de una noche?

—No, más bien a hacer el amor con alguien y no saber quién es.

—Así que, digamos, ¿algún tipo sexy haciéndotelo y tú no puedes ver quién es? Eso es bastante intenso.

Aimee escribió el punto número tres como Hacer el amor con un sexy

desconocido con los ojos vendados.

—Ahora la tuya —dijo Sandra.

Aimee escribió el punto cuatro en la servilleta, luego la giró hacia Sandra para que pudiera ver.

Tener relaciones sexuales con dos hombres al mismo tiempo (quizás más).

Sandra sintió sus mejillas calentarse. —Eso es algo de la lista que tenemos allí.

Aimee se echó a reír. —Son sólo cuatro puntos. No hemos terminado todavía.

—Yo creo que lo hice.

—Bien, entonces. Solo anotaré algunos para tu consideración.

Aimee anotó varios puntos más en la servilleta mientras Sandra miraba. Finalmente, ella le dio vuelta así ella podía leerla.

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1. Ser mantenida cautiva.

2. Experimentar con bondage.

3. Hacer el amor con un sexy desconocido con los ojos vendados.

4. Tener relaciones sexuales con dos hombres al mismo tiempo (quizás más).

5. Ser una esclava.

6. Tener un esclavo.

7. Ser un voyeur.

8. Intentar exhibicionismo.

— ¿Quieren algo más?

Sandra casi saltó al oír la voz de la camarera. Quería arrebatarle la lista a Aimee y esconderla en su bolso, pero la joven ni siquiera le echó un vistazo.

—Sí. ¿Qué tal un par de piñas coladas? —dijo Aimee.

Sandra sonrió y asintió. Le encantaban las piñas coladas.

La camarera recogió la botella de champán vacía de la mesa y la colocó sobre su bandeja redonda, luego agarró las dos copas vacías y desapareció entre la multitud.

Sandra recogió un trozo de calabaza de la bandeja de aperitivos y lo mojó en la salsa, luego le dio un mordisco. La camarera regresó unos minutos más tarde con sus bebidas. Sandra tomó un sorbo.

—Ya era hora —Aimee echó un vistazo por encima del hombro de Sandra.

Sandra miró a su alrededor para ver a Devlin acercándose a su mesa. Su

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brillante mirada conecto con la de ella mientras caminaba con su habitual paso relajado, una media sonrisa encantadora curvando sus labios.

A pesar de que no podía ver el color de sus ojos en esa luz, sabía que eran tan azules como el cielo al atardecer, espolvoreados con motas de oro, y rodeados por un anillo azul medianoche. La áspera sombra en su mandíbula le daba un definido encanto masculino, y había recogido su pelo castaño largo hasta los hombros, lo cual era típico en un día de trabajo. Su relajado atuendo informal de viernes consistía en jeans desgastados y una chaqueta de mezclilla marrón sobre una camisa a rayas color café.

Sandra se deslizó más allá en la cabina para hacerle espacio, y él se sentó a su lado.

Su mirada cayó sobre la mesa. — ¿Qué es esto?

Oh, maldita sea. Sandra trató de agarrar la servilleta de papel cuando él la

tomó de la mesa, la servilleta con la lista garabateada en ella, pero la quitó de su alcance y empezó a leer.

Su sonrisa se amplió, revelando sus dientes blancos y fuertes. —Bueno, esto se parece bastante a un menú. ¿Hay alguna imagen para ilustrar?

—Eres tan malo —La mano de Sandra rozó a través de su amplio pecho mientras trataba de llegar a la lista, pero la mantuvo lejos de ella. Estiró su brazo aún más, tratando de agarrar la pequeña servilleta cuadrada, pero sus brazos eran más largos que los de ella. De repente, se dio cuenta de que estaba prácticamente encima de él, su pecho contra el suyo, y se volvió muy consciente de su musculoso brazo debajo de sus dedos, sus senos presionados contra su sólido y rígido pecho, su rostro demasiado cerca del de ella. Besablemente cerca.

Y besar no era algo que tenía intención de hacer con Devlin. Él era su amigo.

Se echó hacia atrás y tiró de los costados de su camisa hacia abajo, luego la

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alisó sobre sus caderas, sus labios fruncidos.

Ahora vendría la burla.

— ¿Es esta tu lista de cosas para hacer el fin de semana? —preguntó él, cejas levantadas.

—Bueno, tal vez tu y yo podamos persuadirla para que lo haga —dijo Aimee, con un guiño—. La he convencido para extender su imaginación un poco. Ahora tenemos que convencerla de que se vuelva un poco salvaje.

Devlin sonrió, su mirada divertida fijándose en Sandra.

—Especialmente ahora que ha levantado su prohibición contra el sexo — Aimee descansó su barbilla en su mano—. Todo un año sin él —Aimee sacudió su cabeza y miró hacia Sandra—. No sé cómo has durado tanto tiempo.

*****

Devlin vio las mejillas de Sandra ruborizarse suavemente. No sabía cómo había durado tanto tiempo. Desde la primera vez que la vio, había estado loco por ella. Aimee le había dicho que Sandra se había divorciado recientemente y lo difícil que había sido para ella, así que había decidido ir con cuidado. Él había llegado a conocerla, convirtiéndose en su amigo, asegurándose de darle un montón de tiempo, con la esperanza de que cuando estuviese lista, ella estaría de acuerdo en salir con él. Entonces él le mostraría por qué ellos eran el uno para el otro.

Pero el tiempo lo era todo. La mujer no había estado con nadie desde la escuela secundaria, y estaba claramente de rebote. Los primeros tipos con los que saliera no conducirían, o no deberían, a algo permanente. Tenía que esperar un tiempo más, dejarla saborear la vida de soltera. Luego, una vez que ella estuviese firmemente instalada en el mundo de las citas, él se entrometería y haría su movimiento. *****

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Sandra sostuvo uno de los brazos de Devlin y Aimee el otro mientras los tres salían a la cálida tarde de verano. Sandra respiró hondo y se dio cuenta de que se sentía más que un poco mareada.

—Mi coche está a la vuelta de la esquina —dijo Devlin mientras la guiaba hacia la izquierda.

—Me alegro de que te tengamos como nuestro conductor designado —dijo Aimee—. Es mejor que tomar el autobús a esta hora.

Sandra tomaba el autobús al trabajo y ningún autobús express pasaba a esta hora, por lo que habría sido un largo viaje. A veces, Aimee llevaba su coche, pero Devlin no había siquiera preguntado. Aimee y Sandra habían tomado demasiadas bebidas por lo que él se aseguraría de que ninguna de ellas condujera. A pesar de que Sandra no necesitaba a un hombre cuidándola, era agradable que él lo hiciera. Devlin era un buen amigo.

Él abrió la puerta del copiloto y Sandra subió dentro. Aimee se metió en el asiento de atrás, la disposición habitual, ya que él dejaría a Aimee en primer lugar. Mientras conducía, Sandra se relajó en el asiento delantero, su cabeza contra el reposacabezas. De repente se dio cuenta de que se habían detenido, debía haberse quedado dormida, y Aimee estaba saliendo del coche.

—Vuelvo en un minuto —dijo Devlin—. Sólo me aseguraré de que entre bien.

Sandra observó a Devlin acompañar a Aimee hasta la puerta de su edificio de apartamentos, preguntándose por qué los dos no eran novios. Devlin era un gran tipo, y estaba disponible. Aimee realmente se lo estaba perdiendo. Sandra suspiró. Tal vez debería decirle algo a Devlin.

Unos minutos después, Devlin abrió la puerta del conductor y se deslizó en el asiento a su lado. Movió el coche en el tráfico de nuevo.

—Así que, el año está finalmente terminado —Él echó un vistazo hacia ella,

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luego de vuelta a la carretera—. ¿Tienes ganas de salir de citas otra vez?

Ella se movió en su asiento. —No realmente.

— ¿Alguna razón en particular?

—Bueno, estoy fuera de práctica, por ejemplo —Ella miró hacia él—. Y no digas que es como andar en bicicleta.

Él se rió entre dientes.

—Creo que estoy preocupada porque no encontraré a nadie que quiera salir conmigo —Ella jugueteó con sus manos en su regazo—. Y entonces me preocupa que si me cito con alguien, no saldrá bien... no voy a saber qué decir o hacer. Ese tipo de cosas.

—Estoy seguro de que no tendrás ningún problema para encontrar a alguien, probablemente un montón, a quien le encantaría salir contigo.

Él miró a través de ella. ¿Era su imaginación, o había un acalorado interés en sus

ojos? Mariposas revolotearon a través de su estómago, pero se dio cuenta de que era

más posiblemente su imaginación. Probablemente el alcohol nublando su juicio.

—Y si quieres ir a una cita de práctica o dos…

— ¿Serías voluntario? Pero eso no sería realmente la misma cosa. Tú y yo estamos cómodos juntos. No habría ninguna de las incomodidades de estar con un extraño.

Devlin sonrió, pero sacudió la cabeza. —No, yo iba a decir que podría organizarte una con alguien. Tal vez presentarte a un par de mis amigos mientras tomamos unos tragos, para ver si te llevas bien en un ambiente informal.

—Oh —Aunque había protestado, en realidad le había gustado la idea de que Devlin quisiese hacer algunas citas de prueba con ella. La idea de que él quisiera venderla a sus amigos la decepcionaba por alguna razón.

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Él se detuvo frente a su edificio y estacionó el coche, luego caminó alrededor y abrió su puerta. Ella salió del coche y, mientras respiraba el aire fresco de la noche, se sintió un poco mareada. Devlin tomó su brazo.

—Creo que alguien celebró un poco demasiado esta noche —Él tomó su mano y la apoyó sobre su codo, luego la acompañó hasta la puerta del edificio de apartamentos.

Ella rara vez tomaba más de una o dos copas de vino con la cena, o un solo trago en una noche, por lo que el champán y la piña colada se habían ido definitivamente a su cabeza. Sacó la llave de su bolso, la metió en la cerradura de puerta y la giró. Devlin abrió la puerta.

—Te acompañaré arriba —dijo él.

Caminó junto a él a través del vestíbulo de entrada climatizado. Él llamó al ascensor y entraron. Cuando las puertas se cerraron Sandra se dio cuenta de lo pequeño que era el espacio y de lo alto que era Devlin de pie junto a ella. Y cuán amplios eran sus hombros.

Y cuán segura se sentía a su alrededor.

Su brazo rozó el de ella, y se dio cuenta de que él en realidad no se había movido hacia ella; ella se había desplazado un poco a la izquierda y ahora se inclinaba contra él ligeramente. Debería alejarse, pero se sentía cómoda acercándose a él de esta manera. Su buen amigo. Su compañero.

Su sexy y muy masculino compañero.

El ascensor sonó y las puertas se abrieron. Ella salió al pasillo y se dirigió a su apartamento, Devlin a su lado. Las luces de la ciudad brillaban por debajo de ellos mientras caminaba hacia la gran ventana al final del pasillo, donde estaba la puerta de su apartamento. Devlin tomó la llave de sus dedos y la metió en la cerradura, luego la giró.

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— ¿Quieres entrar? —preguntó Sandra impulsivamente.

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Capítulo Dos

El estómago de Sandra se agitó ante la idea, lo cual era loco porque él había entrado más de una docena de veces antes. Por supuesto, siempre con Aimee. Ellos eran una especie de trío de amigos. Pero ahora, viendo sus impresionantes ojos azules, pensó en un trío de otro tipo. Tríos como el que Aimee había sugerido en su lista. Sexys y eróticos tríos.

Pero justo en este momento, ella estaría bien sin el tercero. Sólo Devlin y ella.

Trabó miradas con él, y alzó su barbilla hacia arriba.

*****

Devlin miró fijamente a Sandra, que lo miraba con esos cálidos ojos verde oliva, sus labios carnosos viéndose suaves y deseables. Su estómago se anudó, y no pudo evitarlo. Se inclinó y los capturó. Oh, Dios, eran tan suaves como había imaginado.

Sus brazos se enroscaron alrededor de su cuello y ella se acercó más a él. Sus pechos suaves se apretaron contra él. Quería apartar su chaqueta y tirarla con fuerza contra su pecho, para sentir si sus pezones estaban duros por el deseo, al igual que su polla latía a la vida ante su proximidad.

Maldita sea, él la deseaba.

Su lengua se deslizó entre sus labios, suavemente explorando, y él gimió, luego la succionó en su boca. Todo en ella era suave y cálido. Su cuerpo se endureció aún más. Sintió su resolución debilitarse, su necesidad cada vez mayor.

La mano de ella bajó por su espalda, entonces se envolvió alrededor de su culo y apretó. Su pene se sacudió totalmente erecto.

Ella nunca había hecho algo así antes. A través de la bruma del deseo, se

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acordó de cuántas bebidas había tomado esta noche. Tres desde que él había aparecido en el bar. No sabía cuántas antes de eso.

No podía aprovecharse de eso. Y eso es lo que estaría haciendo si continuaba con esto ahora. Con gran fuerza de voluntad, se apartó de ella.

—Vamos adentro.

Sus ojos se iluminaron, y se dio cuenta que había leído mal su comentario. Sin embargo, él abrió la puerta y la guió hacia adelante, luego cerró la puerta detrás de ellos.

Cuando se volvió, la vio doblada por la cintura, desatando la correa de su zapato. Su muy redondo y muy sexy trasero estaba justo delante de él, su corta y fluida falda apenas cubriendo lo esencial. Quería extender la mano y acariciar su culo redondo y hermoso. Su polla se estremeció. Lo que realmente quería hacer era levantar esa falda para revelar las sensuales curvas debajo, acariciar su desnudo trasero, luego arrastrarla en su contra. Su polla dolía de necesidad.

Ella pasó a desabrocharse su otro zapato y se tambaleó un poco hacia un lado. Él agarró sus caderas para estabilizarla y ella se hizo hacia atrás contra él.

El bulto en sus pantalones situado perfectamente en el calor de su delicioso trasero. Ella se movió un poco mientras tiraba de su zapato, y él apretó sus manos alrededor de sus caderas. Ella estaba volviendolo loco de necesidad.

—Lo lamento. La correa está atascada.

—Déjame ayudarte —ofreció.

Se puso de pie y se volvió hacia él. Ella apartó el largo pelo de color negro brillante detrás de su oreja y empezó a levantar su rodilla, elevando su pie en el aire. Preocupado de que fuera a caerse, se agachó frente a ella y capturó su pie. Consciente de sus largas piernas bien formadas delante suyo, desabrochó la correa del tobillo de su zapato de tacón alto, luego lo quitó de su pie.

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Ella sonrió, sus ojos brillaban deliciosamente. —Gracias.

Colocó el pie en el suelo, entonces se alejó de él, con un definido bamboleo de sus caderas.

— ¿Quieres un café? Acabo de recibir uno nuevo de Hawái mezclado con descafeinado.

—Eh... no, mejor me voy —Si se quedaba aquí por más tiempo, podría acabar cediendo a su intenso deseo.

Ella se detuvo y se dio la vuelta. — ¿Está seguro? —Caminó hacia él, entonces movió sus dedos hacia arriba por sus solapas y lo miró a los ojos—. Pensé que querrías quedarte y hablar de esa... uh... la lista que Aimee y yo hicimos más temprano —Ella sonrió mientras tiraba del cuello de su camisa, entonces apoyó las manos sobre sus hombros—. ¿Crees que debería intentar cualquiera de esas cosas? Nunca he tenido a un hombre atándome. Creo que podría ser muy sexy.

Su respiración se atascó ante la idea de Sandra atada. Desnuda. Tumbada en su cama.

Sus manos comenzaron a temblar y las hizo un puño para detenerse a sí mismo de agarrarla y arrojarla sobre su hombro para llevarla al dormitorio.

El delicado aroma de su champú de mango llenaba sus sentidos. Embriagador. Ella levantó su barbilla, trayendo sus labios más cerca de él, sosteniéndolos a escasas pulgadas de los suyos. Expectante.

No pudo resistir. Él capturó los labios que ella tan voluntariamente ofreció de nuevo. Tan suaves. Tan seductoramente dulces. Envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo y deslizó su lengua en su boca aterciopelada. Ella sabía a piña dulce, coco y ron. Agitó su lengua dentro de su boca y su lengua se unió a la suya, luego se hundió dentro de su boca. Casi jadea ante la urgente necesidad que lo inundaba.

Él la deseaba. Seriamente.

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Ella tiró de su chaqueta y la sacó de sus hombros. Esta cayó al suelo. Entonces empujó la camisa abierta mientras acariciaba bajo su barbilla con su nariz. Sus suaves labios acariciando su piel áspera, enviando escalofríos a través de él. Su camisa cayó al suelo, dejándolo tan sólo con una camiseta, y ella le agarró las manos y las levantó. Sintió su redondo y firme seno contra su palma, por debajo de la fina tela de su suave blusa de seda. El pezón volviéndose una dura protuberancia.

Su ingle se inundó de calor mientras la acariciaba.

Oh, hombre, ¿qué estaba haciendo? Se lo había prometido a sí mismo. Si él

seguía adelante con esto ahora, y la llevaba a la cama como sus hormonas demandaban, echaría todo a perder. Estropearía cualquier oportunidad que tenía de ganarla a largo plazo.

Y eso era demasiado importante como para tirarlo por una noche de pasión, no importa cuán dulce fuera la experiencia.

Reuniendo toda su fuerza de voluntad, retiró la mano de su amplio seno y liberó sus labios. Sus ojos, aún cerrados, se estremecieron un poco, luego sus párpados se abrieron. Ella lo miró fijamente, sus ojos oliva aturdidos.

—Sandra, realmente tengo que irme.

Poco a poco, la comprensión se filtró y Sandra se echó hacia atrás. —Oh. Um, de acuerdo. Lo lamento.

—Sandra, tú y yo... esto...

—No, lo entiendo —Ella dio un paso atrás, su mejillas ruborizándose.

Él agarró su mano, deteniendo su huida. —No, no creo que lo hagas. Mira, somos amigos y no me gustaría hacer algo para arruinar eso —Su corazón tronó en su pecho. Quería decir algo más, ser más tranquilizador, pero tenía que alejarse de ella antes de que se derrumbara. Le apretó la mano—. ¿Está bien? ¿Estamos bien?

Ella lo miró, su barbilla temblando un poco, pero finalmente asintió.

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—Sip. Estamos bien —Ella se puso de puntillas y le besó la mejilla—. Eres un buen amigo, Devlin. Gracias.

Él asintió con la cabeza y recogió su camisa y su chaqueta. —En cualquier momento, amiga. ¿Vas a estar bien?

Ella asintió. —Sip. Por supuesto. Gracias por el viaje a casa.

Ella lo siguió hasta la entrada y él abrió la puerta.

—Nos vemos la próxima semana —dijo ella.

—Por supuesto.

Cuando ella cerró la puerta detrás de él, dejándolo abandonado en el pasillo, se preguntó si había cometido el peor error de su vida.

*****

Sandra se apoyó contra la puerta y respiró hondo.

Oh, maldita sea, qué vergüenza. ¿Qué demonios estaba pensando?

Ella se apartó de la puerta y caminó hacia la habitación, sus mejillas ardiendo.

Devlin era su amigo. Y se había lanzado sobre él. ¿Cómo podría enfrentarlo de

nuevo alguna vez?

Sobre todo después de que él mostrara claramente que no estaba interesado.

Se quitó la ropa y se puso los pantalones de pijama y la camisola de algodón. Entró en el cuarto de baño y agarró su cepillo para el cabello, luego se miró en el espejo mientras pasaba el cepillo por su pelo negro largo.

Por un momento creyó que él estaba interesado. Estaba segura de haber visto más de una chispa de interés en sus ojos. Pero eso evidentemente habían sido las

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piñas coladas afectando su cerebro.

Recogió su cepillo de dientes y apretó un poco de pasta sobre las cerdas. Empezó a cepillarse los dientes con movimientos vigorosos. Qué idiota había sido. Si él hubiera estado interesado en ella, se lo habría demostrado a estas alturas. Por supuesto, él sabía que ella había renunciado a las relaciones después de su divorcio, pero eso nunca detenía a un chico de intentarlo cuando quería a una mujer. Como su amiga, tal vez Devlin estaba más inclinado a respetar ese límite, ¿pero no habría

hecho alusión de su interés de alguna manera?

Se enjuagó la boca y metió el cepillo de dientes de nuevo en su soporte.

Si él hubiera estado interesado. Lo cual claramente no estaba.

Ella entró en el dormitorio y se metió bajo las mantas. Ahora bien, si tan sólo pudiera olvidar el aguijón de su vergüenza y quedarse dormida, tal vez mañana podría olvidar todo el asunto. O, al menos, actuar como si se hubiera olvidado de ello. Devlin, como el tipo dulce que era, no lo traería a colación de nuevo. Él era esa clase de maravilla.

Recordando los besos que habían compartido, la sensación de su cuerpo musculoso contra el de ella, sus entrañas se calentaron de nuevo y, ante el recuerdo de su mano sobre su seno, sus pezones dolían. Oh, Dios. Ella en verdad había tomado su mano y...

Tiró las mantas sobre su cabeza. ¿Cómo podría alguna vez enfrentarlo de nuevo? *****

Tan pronto como Devlin subió a su coche y cerró la puerta, tomó su teléfono celular y marcó el número de teléfono de Aimee.

—Oye, Aimee. No te he despertado, ¿verdad?

— ¿Estás bromeando? Sabes que soy un ave nocturna. Entonces, ¿hiciste un movimiento con Sandra?

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Su corazón dio un vuelco. — ¿Por qué lo preguntas?

—Oh, como si no supiera que sientes algo por ella desde el primer día.

Él no veía ninguna razón para negarlo. Aimee tenía su manera de leer a la gente.

—Nunca lo has mencionado.

— ¿Por qué habría de hacerlo? Sabías cómo Sandra se sentía acerca de iniciar una relación y lo respetaba.

— ¿Sabe Sandra que estoy interesado?

—No. Un hombre tendría que mandarle una invitación grabada con sus intenciones antes de que creyera que él la desea. ¿Así que estás planeando perseguirla?

—Sí, pero todavía no. Quiero formar una verdadera relación con ella. Y ella no estará lista para eso con el primer chico con el que salga. Después de renunciar a los hombres por un año, querrá hacer algo... no sé... experimentar antes de establecerse con un chico —A grandes rasgos, suponía que debería darle unos seis meses.

— ¿Entonces quieres darle tiempo para sembrar un poco de avena silvestre y luego la harás flipar?

—No estoy seguro de eso.

—Bueno, no subestimes tu poder para volver loca a una chica. En realidad es muy romántico.

Romántico. A él le gustaba eso.

—Entonces, ¿cómo puedo ayudar? —preguntó ella—. Es por eso que me estás llamando, ¿verdad?

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Él sonrió. Aimee era realmente sensacional. Si él no estuviera tan mal por Sandra...

—Bueno, estaba pensando en esa lista que tú y Sandra hicisteis esta noche —dijo—. Tal vez podríamos llevarla a través de su exploración sexual haciendo las cosas de la lista por la vía rápida.

—Y te gustaría que yo organice este milagro de alguna manera.

—Bueno, eso estaría bien.

— ¿Y cómo te sentirías sabiendo que Sandra está fuera teniendo un trío con un par de chicos? ¿No estarás celoso?

—Seguro, pero viviré. Y, digamos, que si puedes organizarlo para que yo pudiese observar… —Se calló, una sonrisa en su rostro.

—Bueno, claro, ¿por qué no? No es que vaya a ser difícil conseguir que siga la lista en primer lugar. ¿Qué importa una pequeña adición?

Él se rió entre dientes. —Ese es el espíritu.

Después de que terminó la llamada y deslizó su teléfono celular de vuelta en su bolsillo, se acomodó en el asiento del conductor y miró por el parabrisas. En lugar de los coches estacionados aparcamiento del edificio de apartamentos, lo que vio fueron imágenes de Sandra desnuda, entre dos hombres, gritando de placer. Sus dedos se cerraron alrededor del volante mientras su ingle se apretaba de necesidad.

Miró hacia la ventana de Sandra en el octavo piso. La luz estaba apagada. Ella estaría en la cama ahora mismo. Probablemente con algún escaso y furtivo pijama.

Su polla empujó dolorosamente en sus jeans.

Él sólo debería abrir la puerta del coche en estos momentos y caminar hasta allí. Decirle que la quería y tener su oportunidad. El recuerdo de ella respondiendo

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a sus besos, su cuerpo respondiendo a su toque, envió sus hormonas por las nubes.

¿Por qué esperar cuando todos los indicios le decían que ella lo deseaba en este momento?

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Capítulo Tres

Sandra levantó la mirada al hermoso rostro de Devlin.

—Estás aquí.

Él echó hacia atrás las mantas, dejando al descubierto su cuerpo desnudo.

¿Se había deshecho de su pijama después de que se quedó dormida?

La caliente mirada de sus ojos hizo derretirse su interior. Él se sentó en la cama junto a ella, luego se inclinó y la besó. Sus cálidos labios rozando contra los suyos le quitaron la respiración. Ella se arqueó hacia adelante y él envolvió sus brazos a su alrededor, entonces la atrajo hacia sí. Le exploró la boca con su lengua examinadora, instando a sus labios a separarse, luego deslizándose en su boca. Ella le acarició la lengua con la suya, entonces suspiró mientras la chupaba profundamente en su boca.

Él se acostó a su lado y acarició sus pechos. Sus pezones se apretaron en duras protuberancias. Luego probó uno, acariciando su lengua sobre la punta, volviéndola loca de necesidad. Deslizó sus dedos a lo largo de la parte posterior de su cabeza, entonces liberó el lazo de cuero que sujetaba su cabello detrás de su cabeza y pasó sus dedos por los largos mechones. Ella había querido hacer eso desde hace mucho tiempo.

Se deslizó a su otro pezón y succionó ligeramente. Ella jadeó ante el intenso placer.

Ella acarició hacia abajo su sólido pecho, entonces hacia la hebilla de su cinturón. La liberó, a continuación, la bragueta y metió su mano dentro. Su erección palpitó con vida cuando la rodeó con sus dedos.

Se sentó y miró fijo hacia su maravillosamente larga polla. Ella presionó sus labios a la punta y lamió, luego tragó su glande entero.

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—Sandra, eso es fantástico. Eres fabulosa en eso.

Ella sonrió de oreja a oreja y se lanzó sobre él, tomándolo más profundo en su garganta sin una sola sensación de náuseas, a pesar de que era grande y gruesa. Chupó y lamió, luego se balanceó arriba y abajo.

—Oh, Dios, cariño. Eso es increíble. Me voy a... Oh, Dios.

En el ímpetu, caliente líquido inundó su garganta. Tragó y le sonrió. Nunca había hecho que su ex se corriera tan rápido.

Ella agarró los pantalones de él y los tiró hacia abajo, luego los arrojó fuera de la cama. Él tiró de su camisa y camiseta sobre su cabeza en un movimiento rápido. La atrajo a sus brazos y la besó, sus senos desnudos aplastados contra su pecho sólido como una roca. Sus perlados pezones conduciéndose en su rígida carne.

Presionó sus manos contra su pecho y él se acostó sobre su espalda. Ella arqueó su pierna por encima de él y envolvió su mano alrededor de su polla recta como una flecha y la apretó en su húmeda apertura, luego, lentamente, se sentó en él.

Oh, Dios, había pasado más de un año desde que había tenido a un hombre

dentro suyo. Y ahora Devlin estaba deslizándose en ella. Profundo. Y más profundo.

Por último, descansó sobre su ingle, su polla incrustada en ella. Él se movió y ella creyó que volaría sobre el borde justo en ese momento.

Él le acarició los pechos, enviando hormigueos a toda prisa a través de su cuerpo. Se inclinó hacia delante para que él pudiera tomar uno en su boca. Era tan dulce ser tocada por un hombre de nuevo. Ella gimió ante la exquisita sensación de sus calientes labios cubriendo su duro pezón, y su dura polla la llenó tan completamente que pensó que iba a explotar.

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Levantó sus caderas, luego se bajó a sí misma de nuevo. El placer se hinchó a través suyo. Se deslizó arriba y abajo. Ella contuvo el aliento ante las intensas sensaciones retorciéndose a través suyo.

—Oh, querido Dios, Devlin, hazme venir.

Él envolvió sus manos alrededor de sus caderas y la levantó, luego la bajó de nuevo. Subida y bajada, aumentando su ritmo.

El teléfono comenzó a sonar, pero ella lo ignoró. Rebotando arriba y abajo sobre la gran polla de Devlin. Mirando sus encantadores y moteados ojos azules.

Ring.

El placer estalló a través de ella, barriendo por cada célula.

Ring.

Devlin parecía disolverse. El teléfono volvió a sonar. La luz se filtró en sus ojos. El orgasmo que había parecido tan cercano sólo un segundo atrás también parecía disolverse. Su vagina se apretó, pero la gran polla de Devlin se había disuelto también.

Oh, Dios, no. ¡Sólo fue un sueño!

Jadeó, su cuerpo retorciéndose de necesidad. Se acarició entre las piernas y encontró su clítoris anidado en los pliegues húmedos. Lo acarició, después jadeó y gimió cuando el orgasmo finalmente se apoderó de ella. Su cuerpo convulsionó, y se desplomó sobre la cama.

El teléfono dejó de sonar.

Mientras miraba fijo por la ventana de su soleado dormitorio, recuperando el aliento, se acordó de lo que en verdad había sucedido la noche anterior. Cómo se había arrojado sobre Devlin y él la había rechazado.

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Maldita sea, qué manera de mierda para empezar la mañana.

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Cuando Sandra echó un vistazo por la soleada ventana del restaurante, vio a Aimee caminar hacia la puerta. Un momento después, entró en el restaurante, miró a su alrededor, y la saludó caminando hacia la mesa.

—Hey, hola —Aimee enganchó la correa de su bolso en el respaldo de la silla, entonces se sentó—. ¿Ordenaste ya por mí?

—Pastrami con pan de centeno y una cola dietética —Sandra tomó un sorbo de su propio refresco de cola dietética, un vicio que había recogido de Aimee. Realmente no tenía necesidad de cafeína.

La camarera llegó a la mesa y colocó los platos cargados con comida delante de ellas. El sándwich y las papas fritas de Aimee y el pollo rebozado con una ensalada de Sandra.

Aimee recogió una larga y esbelta fritura con sus dedos y le dio un mordisco. —Mmm. Estas cosas son demasiado buenas. Y muy calientes. Justo de la forma en que te gustan. ¿Quieres una?

Incapaz de resistir el delicioso aroma, Sandra tomó una fritura y le dio un mordisco. Cielos. Tragó, luego empujó su tenedor a través de un pedazo de ensalada. Una papa frita era su límite.

—Entonces, ¿quieres que os recoja a Devlin y a ti para la película esta noche o quieres ir en coche? —preguntó Aimee.

El pecho de Sandra se contrajo. —Oh, bueno, um... creo que me voy a quedar en casa esta noche. Vosotros ir sin mi.

La idea de enfrentarse a Devlin después de la última noche la mortificaba. Sabía que tenía que encontrar una manera de superarlo, pero eso no iba a ser pronto.

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Aimee dejó su sándwich. —Está bien, ¿qué pasa?

Sandra se dio cuenta de que había apuñalado la ensalada con su tenedor varias veces, recogiendo varios trozos de lechuga en los dientes. Echó un vistazo hacia Aimee.

— ¿Qué quieres decir?

— ¿Tú y Devlin tuvieron una pelea o algo así?

—No.

—Primero, insistes en que vayamos a comprar zapatos hoy en vez de unirnos a Devlin en el museo de arte para la nueva exposición de Escher, la cual sé que querías ver. Ahora quieres que lo evite cuando sabes que ha estado esperando esa nueva película de suspense durante semanas.

Sandra se encogió de hombros. —Sólo necesito un tiempo a solas.

—Ay, cariño. ¿Es por el divorcio? —Aimee descansó su mano sobre la de Sandra. Sus profundos ojos azules miraron los de Sandra con simpatía—. ¿El aniversario trajo malos recuerdos?

Sandra apreciaba el gesto de consuelo de su amiga.

—No, no es eso, yo... —se mordió el labio—. Es sólo que... en cierto modo hice el ridículo anoche con Devlin.

La ceja bien formada de Aimee se arqueó hacia arriba. — ¿En serio? ¿Cómo?

Las mejillas de Sandra quemaron de vergüenza.

Aimee sonrió. —Hmm. Con las mejillas así de rojas, tengo que saber. Suéltalo.

—Cuando me dejó ayer por la noche... yo... como que lo besé.

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—Muchacha, si no estás segura, estás definitivamente fuera de práctica.

Sandra recogió su cola dietética y la arremolinó alrededor, enviado los cubitos de hielo a tintinear contra el cristal.

—Aimee, no estás ayudando.

—Está bien, entonces, ¿qué pasó después? ¿Vosotros...? —Los ojos de Aimee brillaron de diversión.

—No. Él... —Ella se quedó fija hacia su plato—. No podía alejarse de mí lo suficientemente rápido.

— ¿En serio? Hmm. Encuentro eso difícil de creer —Aimee tomó un bocado de su sándwich.

—Bueno, créelo.

Aimee masticó durante unos segundos, luego tragó. —Bueno, ¿y ahora qué? ¿Vas a evitarlo para siempre?

Sandra miró hacia Aimee tímidamente. — ¿Puedo?

Aimee se echó a reír melódicamente. —No, yo no te permitiría salirte con la tuya en eso. Él es un gran tipo. Y vosotros sois amigos —Ella dio unas palmaditas en la mano de Sandra—. Pero te daré un respiro. Nos saltearemos la película de esta noche y, para ayudarte aún más, qué tal si tu y yo nos vamos a mi cabaña el próximo fin de semana. Es un fin de semana largo, y el tiempo se supone estará fabuloso. Disfrutaremos de tres días de sol, agua y relajación. Eso debería darte un montón de tiempo para olvidarte de cualquier tontería entre Devlin y tú, y la semana siguiente todos podemos retomarlo donde lo dejamos. ¿Qué dices?

Un fin de semana en la cabaña de Aimee. Sandra nunca había estado, pero había oído muchas historias de Aimee sobre los buenos tiempos que ella había pasado allí. ¿Y qué mejor lugar para pasar un fin de semana largo de glorioso sol que en una cabaña junto al lago?

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El cabello de Sandra se azotaba violentamente por el viento mientras la pequeña embarcación, con Aimee detrás del volante, corría a toda velocidad a través del agua iluminada por el sol. Sandra miró hacia las cabañas a lo largo de la costa arbolada. A la derecha, varios adolescentes disfrutaban en una gran balsa flotante, algunos tomando sol en la parte superior, mientras otros nadaban alrededor de los bordes. Gritos resonaron cuando los que estaban en el agua salpicaron a los demás, entonces varios se lanzaron al lago, probablemente con la venganza en mente.

—Por allá —Aimee señaló hacia una pequeña isla más allá del final del canal donde las orillas se ampliaban—. Estamos llegando a Silver Lake, que es la isla donde está la cabaña.

Aimee compartía la cabaña con su hermana. Había pertenecido a sus padres, pero ellos casi no la usaban y les parecía que no valía la pena el dolor de cabeza de mantenerla, por lo que se la habían dado a sus dos hijas.

—Una isla toda para ti. Eso está muy bien —dijo Sandra.

—Bueno, es una isla pequeña, y no es exactamente toda para mí. Hay otra cabaña, pero está en la orilla opuesta, así que es bastante privada.

A Sandra le gustaba eso. Aimee le había dicho que había un montón de esquí acuático, canoas y otros deportes acuáticos en el lago principal, pero la mayor parte de la gente no venía demasiado cerca de la isla, debido al peligro de las rocas. Había mejores lugares para ir en el gran lago, por lo que el tráfico a su alrededor sería prácticamente inexistente. Sandra disfrutaba de la idea de un fin de semana tranquilo en el agua sin enjambres de personas alrededor.

— ¿Conoces a la gente que posee la otra cabaña?

—Solía ser propiedad de los Reed, amigos de mis padres, pero ya no venían tan a menudo, así que la vendieron el año pasado. A un amigo de su hijo. Su

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nombre es Craig. De hecho, yo solía salir con él.

—Oh —Sandra frunció los labios. No creía que querría salir con alguien con quien compartía una isla. Cuando la relación terminara, las cosas podrían ponerse inciertas.

Cuando el bote se acercó a la isla, Aimee desaceleró. Sandra divisó una boya de color naranja neón a la izquierda, y otra a la derecha. Aimee se dirigió en línea recta hacia un muelle de madera. Un elegante bote de color marrón estaba atado a un lado del muelle.

—Supongo que esto quiere decir que alguien está en la otra cabaña este fin de semana —dijo Sandra—. Así que salías con el dueño. ¿Esto va a ser difícil?

—Para nada. Craig y yo seguimos siendo buenos amigos. Salimos por un tiempo el verano pasado, pero no duró mucho después de eso. Puede que no sea amor, pero nos llevamos muy bien.

La cara de Aimee se iluminó con una sonrisa y ondeó su mano. Sandra echó un vistazo hacia la orilla y vio a dos hombres caminando por el muelle, cada uno con una botella de cuello alto de cerveza negra en la mano.

—Ese es Craig —dijo Aimee—. Y ese es su amigo James.

Por la forma en que Aimee miró a Craig, Sandra se preguntó qué tan bien se llevaban. Por supuesto, ella sólo podría estar imaginando el hambre en los ojos de Aimee, reflejando su propia hambre por un hombre fuerte y sexy.

—Todavía tropezamos el uno con el otro alguna vez durante el verano y siempre pasamos un buen rato juntos. Te gustará. James, también.

James, también. Las sospechas se alzaron y los ojos de Sandra se ampliaron.

—Tú tramposa. Esto es una encerrona, ¿no es así?

Aimee sonrió. —Bueno, tal vez un poco. Pero supuse que sería una buena

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manera de que conozcas a un par de chicos guapos en un ambiente informal. Sin presión. Y si decides que no deseas pasar tiempo con ellos, sólo lo mantendremos entre nosotras.

Síp, claro. Sin presión. Ellos estaban en una isla juntos. Ninguna otra persona en millas.

La mirada de Sandra se trabó en los dos hombres de pie en el muelle cada vez más cercano. Ambos eran altos, un poco más de uno ochenta, uno con el pelo arena corto, ligeramente más alto por casi tres centímetros. El de pelo oscuro llevaba una camisa abierta, revelando su pecho masculino, mientras que el otro no llevaba camisa en absoluto. Sandra no podía quitar su mirada de sus apretados y esculpidos abdominales. No sabía cuál era Craig y cuál era James y, francamente, no importaba. De lo que podía ver, los dos eran guapísimos.

Sólo Sandra, Aimee, y dos hombres excepcionalmente fornidos durante todo el fin de semana. Su pulso comenzó a acelerarse y estremecimientos bailaron a lo largo de sus terminaciones nerviosas. Este fin de semana iba a ser más de lo que había previsto.

*****

Cuando Aimee llevó el bote junto al muelle, el hombre sin camisa de cabello arena castaño le entregó su cerveza al otro hombre y agarró el costado del bote y tiró de este más cerca del muelle. Luego arrojó un lazo de cuerda sobre el sistema de fijación en la parte delantera del bote, y lo enganchó atrás, cuidadosamente atando el barco al muelle. La mirada de Sandra cayó sobre el gran tatuaje de un tigre, que merodeaba por su brazo derecho y a lo largo de su musculoso hombro.

—Tengo un montón de cosas, veo —Entró en la barca y recogió el enorme refrigerador, entonces lo levantó sobre el muelle.

—Gracias, Craig. Este es mi amiga Sandra. Sandra, este es Craig —Aimee sacudió su cabeza hacia el otro hombre—. Y ese es James.

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El cabello arena castaño de Craig era corto y recto por encima, las puntiagudas puntas casi brillando con reflejos dorados, probablemente por pasar una gran cantidad de tiempo en el sol, a juzgar por su oscuro bronceado. James estaba de espaldas a ellos mientras colocaba las botellas de cerveza en el otro lado del muelle, pero Sandra podía ver su pelo negro corto a los lados y largo y ondeado en la parte superior.

Sandra sonrió. —Hola —Agarró su pequeña maleta con ruedas y la levantó.

James se dio la vuelta y caminó hacia el bote. —Aquí, permíteme —Tomó la bolsa y la puso sobre el muelle, luego le ofreció su mano para ayudarla a salir de la embarcación.

Su mirada se trabó con la de él mientras sus dedos se anidaban en los confines de su fuerte agarre. El conocimiento pasó por ella. De su fuerte cuerpo masculino, sus brazos y pecho repletos de músculos. De sus brillantes ojos azul grisáceo que despreocupados examinaban su cuerpo. De la atractiva hendidura en el centro de su barbilla mientras le sonreía.

Sus ojos se ampliaron cuando el reconocimiento golpeó.

— ¿James Connor?

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Capítulo Cuatro

El increíblemente sexy, y perversamente seductor James de la universidad.

Sandra había pasado todo su primer año tratando de ignorar su enamoramiento salvaje por este hombre. Había sido su compañero de laboratorio de química, y la química entre ellos había sido chisporroteante. Había sido una fuente constante de sueños calientes y sudorosos por los que había sentido un sinfín de culpa porque estaba saliendo con Eric en aquel entonces. Lo había hecho durante cinco años.

Eric no quería que fuera a una universidad tan lejos de su casa, tan lejos de él, pero ella le había asegurado que le sería fiel. A pesar de que había mantenido esa promesa, siempre se había sentido culpable por su intensa atracción por James. Una atracción que nunca había olvidado.

La sonrisa de James se amplió. —Sandra Blair. Ha pasado un largo tiempo.

Por el calor en sus ojos, Sandra podía asegurar que él tampoco la había olvidado.

— ¿Vosotros os conoceis? —preguntó Aimee.

James todavía no había liberado la mano de Sandra, y el calor hirviendo a través de ella debido a su toque se estaba volviendo abrumadoramente entretenido.

—Nos conocimos en la universidad.

Aimee sonrió. — ¿Vosotros salisteis?

Él le apretó la mano. —Lo habríamos hecho si hubiera dependido de mi, pero ella estaba saliendo con un chico de su ciudad.

—Ya veo —Aimee le tendió su morral a Craig, luego tomó su mano mientras también se subía al muelle—. Así que vosotros tendréis que poneros al día

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Referencias

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