• No se han encontrado resultados

La expiación: ofrenda de purificación

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2021

Share "La expiación: ofrenda de purificación"

Copied!
10
0
0

Texto completo

(1)

IV Trimestre de 2013 El santuario

Notas de Elena G. de White

Lección 5

2 de noviembre de 2013

La expiación:

ofrenda de purificación

Sábado 26 de octubre

Los pecados de la gente eran transferidos simbólicamente al sa-cerdote oficiante, que era mediador del pueblo. El sasa-cerdote no po-día por sí mismo convertirse en ofrenda por el pecado y hacer expia-ción con su vida, porque también era pecador. Por lo tanto, en vez de sufrir él mismo la muerte, sacrificaba un cordero sin defecto. El cas-tigo del pecado era transferido al animal inocente, que así llegaba a ser su sustituto inmediato y simbolizaba la perfecta ofrenda de Jesu-cristo. Mediante la sangre de esta víctima, el hombre veía por fe en el porvenir la sangre de Cristo que expiaría los pecados del mundo (Mensajes selectos, tomo 1, p. 270).

El tipo se unió al antitipo en ocasión de la muerte de Cristo, el Cordero inmolado por los pecados del mundo. Nuestro gran Sumo sacerdote hizo el único sacrificio que tiene valor en nuestra salva-ción. Cuando se ofreció en la cruz, se hizo una expiación perfecta por los pecados del pueblo. Nos encontramos de pie ahora en el atrio exterior, esperando y anticipando la bendita esperanza, la gloriosa aparición de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Comentario bíblico adventista, tomo 7A, p. 457).

Domingo 27 de octubre: El pecado y la misericordia

(2)

re-lación con la cruz del Calvario, al ver a este Admirable, este Conseje-ro, esta Víctima misteriosa inclinándose bajo la sorprendente carga de nuestra raza! Para que el transgresor pudiera tener otra oportuni-dad, para que los seres humanos pudieran ser traídos al favor de Dios el Padre, el eterno Hijo de Dios intervino personalmente para soportar el castigo de la transgresión. Nuestro rescate fue pagado por Uno que se vistió de humanidad, aunque era uno con la Deidad. La misma tierra tembló y se tambaleó frente al espectáculo del ama-do Hijo de Dios que sufría la ira del Padre por la transgresión del hombre. Los cielos se vistieron de cilicio para ocultar el cuadro del Divino Sufriente.

Lo que hizo necesario este sufrimiento fue la transgresión de la ley de Dios. Sin embargo, los seres humanos abrigan el pensamiento de Satanás y dan expresión a sus sugestiones mediante las personas que pisotean la ley de Dios, y sostienen que todo este sufrimiento tuvo como propósito el anulamiento de la ley. Engañados y cegados por el gran transgresor, le anuncian a la gente que no hay ley, y que si persisten en guardar los mandamientos de Dios en esta dispensa-ción, han caído de la gracia. ¡Qué tremendo es este engaño que Sata-nás ha fijado sobre las mentes humanas! (Exaltad a Jesús, p. 147).

(3)

cul-pabilidad de cada pecado hizo sentir su peso sobre el alma divina del Redentor del mundo. El que no conoció pecado se hizo pecado por nosotros para que pudiéramos ser hechos justicia de Dios en él. Al tomar la naturaleza humana, se colocó a sí mismo donde fue he-rido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados, a fin de que por su llaga pudiéramos ser curados (A fin de conocerle, p. 68).

Lunes 28 de octubre: La imposición de manos

En el acto de traer su ofrenda al Santuario, la persona se confesaba pecadora y merecedora de la ira de Dios, a la vez que manifestaba su arrepentimiento y su fe en Aquel que habría de venir, cuya sangre removería la culpa del transgresor. Al colocar sus manos sobre la cabeza de la víctima le transfería sus pecados, y en su sufrimiento veía simbolizado a Cristo que daría su vida como sacrificio por nues-tros pecados. Al consumir el sacrificio sobre el altar, el Señor mos-traba su aceptación de la ofrenda.

El sistema de sacrificios y ofrendas era costoso para el antiguo Is-rael ya que debían ofrecerlos constantemente; pero lo hacían volun-tariamente, considerando que no podían ofrecer menos que lo que Dios les requería. En nuestros días, muchos que profesan ser segui-dores de Jesucristo, eligen gratificarse a sí mismos e incrementar sus posesiones en lugar de darle a Dios lo que él requiere en diezmos y ofrendas, y en una vida de servicio. Cuanto más hacemos para la causa del Maestro, más desearemos hacer, y más placer sentiremos al hacerlo (Signs of the Times, 15 de julio, 1880).

(4)

san-gre”, dice el apóstol, no hay remisión de pecados. “La vida de la car-ne en la sangre está” (Levítico 17:11). La ley de Dios quebrantada exigía la vida del transgresor. La sangre, que representaba la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote al Lugar Santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador había transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, por intermedio de la sangre, al Santuario. En ciertos casos, la sangre no era llevada al Lugar Santo; pero el sacerdote debía entonces co-mer la carne, como Moisés lo había mandado a los hijos de Aarón, diciendo: “Dióla él a vosotros para llevar la iniquidad de la congre-gación” (Levítico 10:17). Ambas ceremonias simbolizaban por igual la transferencia del pecado del penitente al Santuario.

Tal era la obra que se llevaba a cabo día tras día durante todo el año. Los pecados de Israel eran transferidos así al Santuario, y se hacía necesario un servicio especial para eliminarlos. Dios mandó que se hiciera una expiación por cada uno de los departamentos sa-grados. “Así hará expiación por el Santuario, a causa de las inmun-dicias de los hijos de Israel y de sus transgresiones, con motivo de todos sus pecados. Y del mismo modo hará con el tabernáculo de reunión, que reside con ellos, en medio de sus inmundicias”. Debía hacerse también una expiación por el altar: “Lo purificará y lo santi-ficará, a causa de las inmundicias de los hijos de Israel” (Levítico 16:16, 19, V. M.) (El conflicto de los siglos, pp. 470, 471).

Martes 29 de octubre: La transferencia del pecado

(5)

En el atrio, y cerca de la entrada, se hallaba el altar de bronce del holocausto. En este altar se consumían todos los sacrificios que de-bían ofrecerse por fuego al Señor, y sobre sus cuernos se rociaba la sangre expiatoria. Entre el altar y la puerta del tabernáculo estaba la fuente, también de metal. Había sido hecha con los espejos donados voluntariamente por las mujeres de Israel. En la fuente los sacerdotes debían lavarse las manos y los pies cada vez que entraban en el de-partamento santo, o cuando se acercaban al altar para ofrecer un ho-locausto al Señor...

Exactamente frente al velo que separaba el Lugar Santo del Santí-simo y de la inmediata presencia de Dios, estaba el altar de oro del incienso. Sobre este altar el sacerdote debía quemar incienso todas las mañanas y todas las tardes; sobre sus cuernos se aplicaba la san-gre de la víctima de la expiación, y el gran Día de la Expiación era rociado con sangre. El fuego que estaba sobre este altar fue encendi-do por Dios mismo, y se mantenía como sagraencendi-do. Día y noche, el santo incienso difundía su fragancia por los recintos sagrados del tabernáculo y por sus alrededores (Patriarcas y profetas, pp. 359, 360).

Mediante este servicio anual le eran enseñadas al pueblo impor-tantes verdades acerca de la expiación. En la ofrenda por el pecado que se ofrecía durante el año, se había aceptado un substituto en lu-gar del pecador; pero la sangre de la víctima no había hecho comple-ta expiación por el pecado. Solo había provisto un medio en virtud del cual el pecado se transfería al Santuario. Al ofrecerse la sangre, el pecador reconocía la autoridad de la ley, confesaba la culpa de su transgresión y expresaba su fe en Aquel que había de quitar los pe-cados del mundo; pero no quedaba completamente exonerado de la condenación de la ley.

(6)

llevando sobre sí la carga de las culpas de Israel. A la puerta del ta-bernáculo ponía las manos sobre la cabeza del macho cabrío símbolo de Azazel, y confesaba “sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus rebeliones, y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío”. Y cuando el macho cabrío que llevaba estos pecados era conducido al desierto, se consideraba que con él se alejaban para siempre del pueblo. Tal era el servicio verifi-cado como “bosquejo y sombra de las cosas celestiales” (Hebreos 8:5).

Como se ha dicho, el Santuario terrenal fue construido por Moi-sés, conforme al modelo que se le mostró en el monte. “Era figura de aquel tiempo presente, en el cual se ofrecían presentes y sacrificios”. Los dos lugares santos eran “figuras de las cosas celestiales”. Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es el “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre” (Hebreos 9:9, 23; 8:2). Cuando en visión se le mostró al apóstol Juan el Templo de Dios que está en el cielo, vio allí “siete lámparas de fuego... ardiendo delante del trono”. Vio también a un ángel “te-niendo un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono” (Apocalipsis 4:5; 8:3). Se le permitió al profeta contemplar el Lugar Santo del Santuario celestial; y vio allí “siete lámparas de fuego ardiendo” y “el altar de oro”, representa-dos por el candelera de oro y el altar del incienso o perfume en el Santuario terrenal. Nuevamente “el templo de Dios fue abierto en el cielo” (Apocalipsis 11:19), y vio el Lugar Santísimo detrás del velo interior. Allí contempló “el arca de su testamento”, representada por el arca sagrada construida por Moisés para guardar la ley de Dios (Patriarcas y profetas, pp. 369, 370).

Miércoles 30 de octubre: Cargar el pecado

(7)

entero. Los ángeles —querubines y serafines— y los mundos no caí-dos pudieron contemplar la ley vindicada y honrada. La perfección de su divina naturaleza mostró que la imagen de Dios podía ser res-taurada en los humanos, y que su gobierno divino podía ser mante-nido. La sabiduría de Dios se manifestó abundantemente para todos los hijos e hijas de Adán. Cristo entregó su vida, derramó su sangre, sufrió la pena de muerte por el pecador y cargó con la culpa de cada alma arrepentida y creyente. El Sustituto sufrió el pleno castigo del pecado para que el pecador pudiera gozar la plena salvación ofreci-da. Ni una jota, ni un tilde de la autoridad de la ley fue cambiada, pero el pecador puede confiar en los méritos del Sustituto para ser justificado. Mediante el plan de salvación podemos ver que “la mise-ricordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Salmo 85:10). La ley de Dios es declarada por los ángeles del cielo, por los habitantes de los mundos no caídos, y por las almas justifica-das, como “santa, justa y buena” (The Sabbath School Worker, 1º de

diciembre, 1895).

Cristo puede salvar hasta lo último porque siempre vive para in-terceder por nosotros. Todo lo que el hombre tiene la posibilidad de hacer por su propia salvación es aceptar la invitación: “El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17). No hay ningún pecado que pueda cometer el hombre para el cual no se haya hecho provisión en el Calvario. De esa manera la cruz, con fervientes exhortaciones, continuamente ofrece al pecador una expiación com-pleta.

Al acercarse a la cruz del Calvario, se ve allí un amor sin paralelo. Cuando por fe os aferráis al significado del sacrificio, os veis como pecadores condenados por la ley quebrantada. Esto es arrepenti-miento. Cuando venís con corazón humilde, encontráis perdón, pues Cristo

(8)

poseen más virtud alguna. No debe realizarse más una expiación simbólica, diaria y anual. Pero el sacrificio expiatorio efectuado por un mediador es esencial debido a que se cometen pecados conti-nuamente. Jesús está oficiando en la presencia de Dios, ofreciendo su sangre derramada (Mensajes selectos, tomo 1, p. 403).

Es difícil enfrentar al astuto enemigo y descubrir sus falsedades; para hacerlo se necesita más que tener cualidades intelectuales eleva-das. Es mediante el sacrificio de Cristo que el creyente puede obtener el poder necesario. Al abrir las cámaras escondidas del corazón y de la mente, nuestros pecados se verán a la luz que emana de Dios, y al acercamos a él, tomará nuestra temblorosa mano de la fe y la coloca-rá sobre el sacrificio expiatorio, para que cada pecado pueda ser con-fesado y perdonado: “Así que, hermanos, teniendo libertad para en-trar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo... acerquémo-nos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe” (Hebreos 10:19, 22) (Manuscript Releases, tomo 12, p. 404).

Jueves 31 de octubre: Perdón

Muévase la mente a gratitud porque mediante Cristo Jesús, el Pa-dre es fiel para cumplir la promesa de perdonar todos los pecados. Su misericordia y su amor son para siempre una seguridad cuando contemplamos a Cristo levantado en la cruz del Calvario. ¿No des-pertaremos individualmente a la comprensión de que, hasta donde tengamos capacidad para entender la verdad, Jehová Dios nos ama y perdona si creemos en Jesús y lo amamos?

¡Oh qué verdad gloriosa! Dios está esperando para perdonar a to-dos los que se le acercan arrepentito-dos. Predicad esto. Exaltad a Cris-to en lo alCris-to para que la gente pueda contemplarlo...

(9)

lim-pia de todo pecado, y sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados.

Algunos se preguntan por qué Dios deseaba tantos sacrificios y estableció la ofrenda de tantas víctimas sangrantes en el sistema ju-dío. Cada víctima que moría era un símbolo de Cristo, cuya lección era impresa en la mente y el corazón de la solemnísima y sacratísima ceremonia, y era explicada claramente por los sacerdotes. Los sacrifi-cios fueron explícitamente diseñados por Dios mismo para enseñar esta grande e importante verdad, que solo mediante la sangre de Cristo hay perdón de los pecados.

Con frecuencia se repite esta grande verdad salvadora a oídos de los creyentes e incrédulos y, sin embargo, los ángeles contemplan con admiración la indiferencia de los hombres para quienes tanto significan estas verdades. Cuán poco se pone en evidencia que la iglesia siente la fuerza del admirable plan de redención. Cuán pocos convierten en una viviente realidad esta verdad: que solo por medio de la fe en la purificadora sangre de Jesucristo hay perdón de los pecados que se adhieren a los seres humanos como inmunda lepra.

¡Qué profundidades de pensamiento debieran de despertarse en cada mente! Cristo no necesitó sufrir para hacer expiación por sí mismo. El suyo fue un sufrimiento cuya profundidad estuvo en pro-porción con la dignidad de su persona y su intachable y excelso ca-rácter (Mensajes selectos, tomo 1, pp. 124, 125).

(10)

hijo, como alguien que merece completa confianza. Y hay más: el mismo Padre de las misericordias estará esperando en las puertas del cielo para damos la bienvenida y la entrada a las mansiones ben-ditas. ¡Qué amor, qué maravilloso amor ha mostrado el Padre al da-mos a su Hijo amado para salvar a la raza caída! El sacrificio de Cris-to es el canal a través del cual fluye el amor infiniCris-to para que Cris-todos los que creen en él, puedan ser restaurados —como el hijo pródigo— a una completa relación con el cielo (Review and Herald, 21 de

sep-tiembre, 1886).

Viernes 1 de noviembre: Para estudiar y meditar

Patriarcas y profetas, pp. 356-372.

Material facilitado por RECURSOS ESCUELA SABATICA ©

http://ar.groups.yahoo.com/group/Comentarios_EscuelaSabatica http://groups.google.com.ar/group/escuela-sabatica?hl=es

Referencias

Documento similar

dente: algunas decían que doña Leonor, "con muy grand rescelo e miedo que avía del rey don Pedro que nueva- mente regnaba, e de la reyna doña María, su madre del dicho rey,

Entre nosotros anda un escritor de cosas de filología, paisano de Costa, que no deja de tener ingenio y garbo; pero cuyas obras tienen de todo menos de ciencia, y aun

E Clamades andaua sienpre sobre el caua- 11o de madera, y en poco tienpo fue tan lexos, que el no sabia en donde estaña; pero el tomo muy gran esfuergo en si, y pensó yendo assi

d) que haya «identidad de órgano» (con identidad de Sala y Sección); e) que haya alteridad, es decir, que las sentencias aportadas sean de persona distinta a la recurrente, e) que

De hecho, este sometimiento periódico al voto, esta decisión periódica de los electores sobre la gestión ha sido uno de los componentes teóricos más interesantes de la

Ciaurriz quien, durante su primer arlo de estancia en Loyola 40 , catalogó sus fondos siguiendo la división previa a la que nos hemos referido; y si esta labor fue de

Las manifestaciones musicales y su organización institucional a lo largo de los siglos XVI al XVIII son aspectos poco conocidos de la cultura alicantina. Analizar el alcance y

El Tratado de Maastricht introduce como elemento fundamental de la Unión Europea la cooperación en los ámbitos de la justicia y en los asuntos de interior (JAI) y establece la doble