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Francisco Rodríguez Adrados - La dialectología griega, hoy (1952-1995)

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Academic year: 2021

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A n e j o s

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F ra n c isc o R o d r íg u e z A d r a d o s

La d i a l e c t o l o g í a

g r i e g a , h o y

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E d i c i o n e s C l á s i c a s

M a d r i d

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A n e j o s d e T E M P V S

P r i m e r a e d ic ió n 1998

© Francisco R. Adrados © Ediciones Clásicas, S.A.

San Máximo, 31, 4o, Pta.8 Edificio 2000 28041 Madrid ISBN: 84-7882-332-8 Depósito Legal: M-13988-1998 Impreso en España Imprime: EDICLÁS

San Máximo, 31, 4o, Pta. 8 Edificio 2000

28041 Madrid Encuadernación: CAYETANO

Mateo García 29 28017 Madrid

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I N D I C E

Advertencia preliminar ... 7

I. Griego común y dialectos g rieg o s... 9

1. Sobre la fecha y origen geográfico de las migraciones ... 9

1.1. Fecha de las migraciones ... 11

1.2. Origen geográfico de las migraciones ... ... ... 13

1.3. ¿Cómo concebir el griego com ún?... ... 16

II. L a más antigua diferenciación dialectal del griego ... 25

1. Estado de la cuestión... 25

2. Ideas sobre la diferenciación dialectal en fecha premicénica: el GC y el PM ... ... 28

2.1. Rasgos pangriegos y tendencias griegas generales... 28

2.2. Bolsas de arcaísmos frente a innovaciones o elecciones generales ... 29

3. Elecciones e innovaciones de trascendencia dialectal ... 31

4. Conclusiones ... 35

III. Más sobre la más antigua diferenciación dialectal ... 38

1. La diferenciación dialectal dentro del griego común ... 38

2. La diferenciación dialectal dentro del paramicénico ... 39

IV. Más sobre el griego del II m ilenio... 42

1. El PM como base de los dialectos del I milenio ... 42

2. Pueblos y migraciones en el II m ilen io... 46

V. Más sobre la diferenciación dialectal en el II milenio ... 52

1. El micénico dentro de los dialectos del II m ilen io... 52

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VI. El griego occidental y su difusión en G re c ia ... 62

1. El dorio y el GNO desde el punto de vista lingüístico ... 62

2. L a migración doria y la valoración de los datos arqueológicos ... 67

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A D V E R T E N C I A P R E L I M I N A R

El presente libro trata de completar y poner al día mi La Dialectología griega como fuente para el estudio de las migraciones indoeuropeas en Grecia, que acaba de ser reeditada con la misma editorial con un nuevo prólogo. En él trato de hacer ver lo que de aquel trabajo, publicado origi­ nalmente en 1952, continúa, a mi ver, siendo válido. Lo coloco a la luz de las ideas de cuando se publicó y explico su influjo en la investigación poste­ rior.

Pero, evidentemente, no era aquel el lugar adecuado para poner al día más en detalle la teoría de la dialectología griega, sus avances ni mis ideas actuales sobre ella. Por ello quise publicar este otro libro cuyo título alude a los más de 40 años transcurridos, pero que en realidad lo que hace es ex­ poner mis ideas actuales sobre el tema. Reviso mis anteriores posiciones a la luz de la bibliografía posterior.

En buena medida, lo que hago es, pues, defender, profundizar y llevar más allá publicaciones mías aparecidas entre los dos topes cronológicos aludidos en el título. En realidad, son publicaciones que, a diferencia de La Dialectología..., no han tenido demasiado eco en el extranjero. Me refiero, sobre todo, a mis artículos “Micénico, dialectos paramicénicos y aqueo épi­ co”, “L a creación de los dialectos griegos del primer milenio”, “Towards a new Stratigraphy of the Homeric Dialect” y “La dialectología griega” que, aparecidos a partir de 1976, fueron recogidos en mis Nuevos Estudios de Lingüística Indoeuropea, Madrid 1978; y a diversos estudios sobre esta dis­ ciplina, algunos recogidos en el mismo libro, continuados luego y culmina­ dos en mi Manual de Lingüística Indoeuropea (en colaboración), M adrid 1995 ss., vols. II y III.

Pero, naturalmente, no se trata de repetir, sino de crear a partir de aquí una idea de conjunto.

Esta idea, de la primera publicación a esta última, forma un todo coheren­ te, a base de justificaciones, rectificaciones y avances dentro de una misma concepción general. Espero que este libro pueda, así, procurar una imagen más actualizada y completa que las anteriores de mis ideas, contrastadas con la bibliografía posterior; pero también una imagen de esta bibliografía y de las diferentes corrientes actuales, sum inistrando así una visión de

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8 F r an c is c o R o d r í g u e z A d r a d o s

conjunto sobre el problema histórico, para mí apasionante, del desarrollo del griego y sus dialectos, y de su tratamiento por los dialectólogos de mi generación y los más jóvenes.

Señalo algunas abreviaturas frecuentes, a añadir a las de uso común: GC = Griego común; G O r = Griego oriental; GOcc = Griego occidental; GNO = Griego del NO.; PM = Paramicénico.

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I

G R I E G O C O M Ú N Y D I A L E C T O S G R I E G O S

1. S O B R E L A F E C H A Y O R I G E N G E O G R Á F I C O D E L A S M I G R A C I O N E S

Estamos, pues, en que ya nadie acepta que los dialectos griegos que co­ nocemos surgieran ya fuera de Grecia del Griego común (GC) y penetraran uno tras otro en Grecia, llevados por sucesivas oleadas de conquistadores como dialectos perfectos y redondos, con uniformidad total y límites preci­ sos. Algo así como una serie de Ateneas guerreras nacidas del gran Zeus helénico.

Esta era una visión que procedía tanto de una atención insuficiente a la valoración de los distintos rasgos dialectales y a su cronología como de una persistencia de la Stammbaumtheorie o teoría del árbol genealógico para explicar la diferenciación de las lenguas. Esta teoría presta atención a los resultados, no al proceso. Tendríamos lenguas hijas, plenamente conforma­ das, que luego se desplazarían en el espacio y evolucionarían en el tiempo. H abría un GC, unitario, y unos dialectos derivados, también unitarios, que luego se reproducirían por el mismo proceso. Es como cuando de Helen, según el mito, nacieron Juto (el antepasado de los jonios y aqueos), Eolo y D oro, que luego a su vez tuvieron hijos. Lo que no se explica es cómo se pasó del GC a los dialectos.

Esta teoría del árbol genealógico está hoy m andada retirar. Los dialec­ tos se crean por difusión de isoglosas de varia fecha y varia difusión: tien­ den a coincidir, pero no en los límites dialectales. Y una lengua no es algo absolutamente uniforme. Sobre ello volveremos. El problema que subsiste es éste: el de la antigüedad de los varios rasgos que definen a un dialecto (o a un “dialecto común” que precede a varios).

Porque ahora se dice que el jón.-át. y el arc.-chip., por ejemplo, no pre­ sentan isoglosas que sean más antiguas del año 1200, la fecha de la ruina de los palacios micénicos: así, por ejemplo, E. Risch en su artículo de 1955; y

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F r a n c i s c o R o d r í g u e z A d r a d o s

otros rebajan la fecha. O véase lo que dicen A. López Eire y J. Méndez Osuna, que airea una opinión bastante común1: “nos resistimos a operar con dialectos griegos partiendo del principio de que éstos se diferenciaron ya en una época anterior a la penetración de los indoeuropeos en Grecia”. O recuérdese la tesis de J.L. García Ram ón y otros sobre el eolio como dialecto postmicénico.

H a sido tan fuerte la reacción contra el migracionismo excesivo y con­ tra la proyección de la cronología dialectal a fecha antigua, que parece que toda la evolución y la creación de los dialectos ha debido tener lugar in situ

en la Grecia postmicénica.

Pero, después de todo, nadie se ha atrevido a negar que los griegos en­ traran en Grecia desde fuera de ella. ¿Hemos de suponer que la lengua que entraba era perfectamente unitaria? ¿Hemos de aceptar que en Grecia antes del 1200 había un dialecto unitario?

Lo primero es inverosímil, ninguna lengua es unitaria y menos una h a­ blada por una alianza de tribus nómadas, ágrafas. Claro que puede solu­ cionarse el problema negando el GC: el Griego habría surgido de la alianza de una serie de lenguas. Pero esto es a su vez completamente inverosímil, aparte de que no hace otra cosa que desplazar el problema. Véase más aba-

j°-Y que la Grecia micénica y la premicénica tuvieran una lengua unitaria,

el micénico u otra, no es creíble. El micénico tiene rasgos propios que lo se­ paran del resto del Griego, incluso del oriental. Y los dialectos del primer milenio derivan de estados de lengua próximos al micénico, pero no idénti­ cos con él ni idénticos entre sí.

Entonces, queda el problema de reconstruir en alguna medida el GC de fuera de Grecia y el Griego de la Grecia premicénica y micénica. Ni lo uno ni lo otro es fácil: la fecha de los rasgos con que hemos de trabajar es con frecuencia dudosa. Pero no podemos hacer nacer los dialectos del primer milenio de un vacío, por más que de esa fecha reciente procedan muchos de sus rasgos, sólo en ella se hayan conformado definitivamente como tales dialectos. No podemos sustituir una imagen irreal de la evolución de las lenguas por o tra igualmente irreal.

Dejamos de momento el tema. El hecho es que el modelo migratorio se mantiene parcialmente en pie: hubo una serie sucesiva de movimientos de pueblos que traían, sin duda, un Griego sustancialmente uniforme, pero con diferencias ya sociales, ya cronológicas, ya dialectales o pre-dialectales.

1 “En busca de la situación dialectal del jónico-ático”, E studios de Lingüística, D ialectología e

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La d i a l e c t o l o g í a griega, hoy (1952-1995) 11

En mi La Dialectología griega como fuente para el estudio de las migracio­ nes indoeuropeas en Grecia yo contaba, en realidad, con diversos movi­ mientos de pueblos no precisados, comenzando, ciertamente, con el de los jonios2. En fin, de una manera u otra el modelo migratorio se mantiene por parte de todos los estudiosos por lo que se refiere a la entrada de los Griegos en Grecia; otra cuestión es la de la migración doria, que estudiaremos aparte.

Lo que querría señalar aquí son tres puntos: que los argumentos lin­ güísticos son incapaces de fechar la penetración o penetraciones de los grie­ gos en Grecia en época premicénica; que sí son capaces, en cambio, de preci­ sar en términos generales el origen geográfico de las migraciones; y son tam­ bién capaces de afirmar la hipótesis del GC, rechazando las que proponen un Griego sintetizado a partir de lenguas varias de varios orígenes geográficos.

1 . 1 . F e c h a d e l a s m i g r a c i o n e s

Si somos fieles a nuestros postulados, los lingüistas debemos limitarnos a los argumentos lingüísticos y no inmiscuirnos en las discusiones de los arqueólogos sobre la fecha o fechas de la llegada de los griegos a Grecia. El hecho claro es que ya estaban allí cuando la destrucción de los palacios mi­ cénicos: al último año de su vida pertenecen las tablillas, como se sabe. También es conocido que el que sucumbió primero fue el de Cnosos: aun­ que con Palmer se rebaje la fecha tradicional de Evans, a fines del siglo XV (hoy se tiende a fijarla, con M.R. Popham, hacia 1375/703), queda clara la presencia de los micénicos en Creta a fines del s. XIV. También desde en­ tonces están testimoniados los Ahhiyawa en los documentos hetitas.

Naturalmente, si se trata del final de los palacios micénicos, quizá a m a­ nos de otros invasores micénicos como propone L. G odart4, resulta claro que hay que contar con una presencia en Grecia de los micénicos al menos desde el s. XV; en esto sí que coincide la arqueología, desde esa fecha tene­ mos cerámica micénica en Creta. En el continente, al menos, hay que con­ tar con un espacio de cuatro siglos, del XVI al XIII: ofrecen una gran con­ tinuidad cultural. En él vivirían en Grecia el micénico y otros dialectos ya

2 Sobre la validez, dentro de limites realistas, del modelo migratorio cf. J. J. Mo r a lejo, “Griego antiguo: migraciones y dialectos”, R SE L 20, 1990, pp. 271-308. Cf. también E. Risc h, “La posi- zione del dialetto dorico”, en D. Mu s t i, G lioriginiφ /^reco, Bari, Laterza, 1985, pp. 13-35.

3-Cfr L. GoDa r t, “La caduta dei regni micenei a Creta e l’invasione dórica”, en D . Musti (ed.),

L a transizionedeim iccnco al alto arcaísmo, Roma 1991, pp. 173-200.

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12 Fr a n c is co R o d r í g u e z A d r a d o s

aludidos que son predecesores del los del primer milenio, los que he llama­ do paramicénicos.

No está excluido, naturalmente, que hubiera griegos en Grecia antes del siglo XVI. Las innovaciones y elecciones del micénico contrarias a las de otros dialectos, que también las hay5, habrían surgido entonces (en otro ca­ so, habría que retrotraerlas bien a la fase fuera de Grecia bien a los inicios del micénico). Pero, insisto, no tenemos que terciar en debates contradicto­ rios a base de materiales que no dominamos.

Es sabido que la opinión general es que las invasiones griegas tuvieron lugar al final del Heládico antiguo, a comienzos del segundo milenio6; se­ gún otros, al final del antiguo. Ello es muy verosímil. Pero no hay grandes argumentos lingüísticos contra la tesis de R. Drews de una llegada de los griegos hacia el 16007; aunque sí, véase más abajo, sobre su idea de que lle­ garon de Asia. En realidad, la tesis de la llegada de los griegos a Grecia en torno al 1.600, en el paso del Heládico Medio al Reciente, ha sido propues­ ta varias veces.

Sí los hay para rechazar la hipótesis de C. Renfrew8. Dentro de un puro antimigracionismo, la expansión de la lengua indoeuropea de Anatolia a Grecia habría tenido lugar desde el 6500 a. C. en conexión con la expan­ sión de la agricultura. Pero el Griego pertenece a una ram a del Indoeuro­ peo que es la del indo-iranio, traco-frigio y armenio, ram a bien distinta de la del anatolio. La del Griego, forzosamente, ha debido de penetrar en Grecia por el Norte, como también los indo-iranios bajaron desde el Norte al Irán y la India: es fácil reconstruir dos movimientos hacia el Oeste y el Este, primero, hacia el Sur ambos, después.

5 Cf. mi “Micénico, paramicénico y aqueo épico”, p. 456 ss. de la reedición en N uevos E studios

de Lingüística General, Madrid 1988.

6 Cf. por ejemplo Ch.G. St a r r, G li origini della civilta greca, Roma, Edizioni dell’ Ateneo,

1964, p. 35 ss.; L.R. Pa l m e r, The G reek Language, Londres, Faber and Faber, 1980, p. 22 ss.

7 Cf. R. Dr e w s, The coining o f the Greeks, Princeton University Press, 1988. Véase la crítica

de J.T. Ho o k e r, “The Coming of the Greeks. I l l”, M inos 24. 1989, pp.55-68.

8 C. Re n f r e w, Archaeology and Language. The Puzzle o f Indoeuropean Origins, Nueva York,

Cambridge University Press, 1987 (trad, española, Barcelona 1990). Véanse, entre las muchas críticas recibidas por el libro, la de W. Me id, Archaologie und Sprachwissenschaft, Innsbruck

1989, J.J. Mo r a l e jo, “Griego antiguo...” cit., p. 274 ss, y la de J. deHoz, “Arqueología del len­ guaje sin lágrimas... y sin lenguaje”, Arqritica 3, 1992, pp. 12-13. Contra las tesis de la llegada de los griegos desde Asia Menor (R . Dr ew santes citado, C. Re n f r e w, T.W. Ga m k r e d id z e- V.V.

Iv anov, “The ancient Near East and the Indoeuropean Question”, J IE S 13, 1985, pp. 3-48, entre otros trabajos), véase el artículo de O. Ca r r u b a, “L’ arrive dei greci, le migrazioni indoeuropee e il ritorno degli Eraclidi”, A thenaeuinü'i, 1995, pp. 5-41.

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La d i a l e c t o l o gí a griega, hoy (1952-1995) 13

Son dos tipos de indoeuropeo muy diferentes, más arcaico el del anato- lio, más evolucionado, con flexión politemática, el otro, a una variante del cual pertenecen el eslavo, germánico, etc. Son los tipos de Indoeuropeo que yo llamo, respectivamente, II y III. ¿Cómo iba a salir todo este Indoeuro­ peo innovador, el III, de Anatolia, que en una fecha mucho más tardía ofrecía un indoeuropeo arcaizante, el II? Sobre esto he insistido en muchas publicaciones mías desde mi Evolución y Estructura del Verbo Indoeuro­ peo de 19639. Hay mil argumentos más.

Las ramas desgajadas de esos dos tipos de indoeuropeo, el II y el III, penetraron respectivamente en Anatolia y en Europa, el Irán y la India, no antes del año 2000. Están diferenciados lingüísticamente, tienen rasgos muy específicos, desde fecha anterior. Lo que no se comprende es que un li­ bro que demuestra la más completa ignorancia sobre los hechos lingüís­ ticos más elementales haya logrado tanta difusión. Más que discutido, de­ bería haber sido ignorado. Pues si a veces se critican construcciones lin­ güísticas sin base arqueológica, ahora tenemos una construcción arqueoló­ gica1 (si realmente lo es) sin base lingüística.

1 . 2 . O r i g e n g e o g r á f i c o d e l a s m i g r a c i o n e s

Lo dicho anteriormente anticipa nuestra respuesta: el parentesco estre­ cho del Griego con las lenguas del que llamamos IE III, el del Griego y las demás lenguas no anatolias, coloca en Europa el punto de partida, el últi­ mo al menos, de los griegos. Es el IE que pierde las laringales e introduce flexiones politématicas (oposición mase. / fem., grados de comparación, te­ mas temporales y modales del verbo, etc.). Esto hace imposible, insistimos, que proceda de Anatolia.

Dentro de este IE, el Griego pertenece al grupo III A, el emparentado con el indo-iranio, traco-frigio y armenio, entre otras lenguas. Todas ellas presen­ tan una serie de innovaciones comunes, como el aumento, la eliminación en el verbo de la flexión semitemática, la creación en el mismo del perfecto me­ dio, del pluscuamperfecto y de la oposición aspectual de tipo bhére/o- / tu- dé/o-, la eliminación (o casi) de la desinencia verbal -r, la creación de las cuatro series de desinencias personales (activas y medias primarias y secun­ darias), la creación en el pronombre personal de la oposición tu I te.

9 A m á s d e m i Evolución y Estructura del Verbo Indoeuropeo, M a d rid , C.S.I.C., 1963 (2a ed.

1974), cf. so b re to d o m is N uevos Estudios cit. d e 1988 y el M anual de Lingüística Indoeuropea

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14 F r an c is c o R o d r i g u e z A d r a d o s

Los pueblos que trajeron estas lenguas avanzaron hacia el Oeste a lo largo del litoral del M ar Negro y penetraron en Europa, siempre al Sur de los Cárpatos. Y sus lenguas coincidieron, antes o después, con otras len­ guas, las del grupo III B, que avanzaban hacia el Oeste paralelamente a las anteriores y al Norte de las mismas. Se caracterizaban sobre todo por la tendencia a crear una conjugación bitemática. La cabeza del grupo III A, form ada por los griegos, en un cierto momento entró en contacto con pue­ blos más septentrionales del grupo III B, sobre todo con los que transpor­ taban el balto-eslavo (y latín, celta, etc.); de ahí innovaciones comunes del griego (y a veces armenio) y el eslavo, tales como los temas verbales en -e- y -ss-, el N. pl. temático en -oí, el pretérito compuesto (el en -θη del gr. y otros del eslavo, gótico, latín, etc.).

En otras ocasiones hemos propuesto, además, la comunidad de desarro­ llo entre sólo una parte del Griego y algunas de estas lenguas. Me refiero, entre otras cosas, a la existencia de verbos atemáticos en -nmi, etc. (en eol. y en lat. plantas, etc.), al timbre posterior de la vocalización de las sonan­ tes también en eol. y en lat., germ., en parte en esl., al en + Ac. en diversos dialectos griegos y en latín, etc.10

En definitiva, el Griego deriva de un determinado estadio dialectal del IE que llegó a Grecia desde los Balcanes no sin haber desarrollado innova­ ciones o elecciones junto con otras lenguas. Hoy hemos sustituido la visión del IE como una lengua “plana” y uniforme por otra visión en la que tiene diferencias dialectales o predialectales, variables según las fechas; y en que existen, como en toda lengua, dobletes y variantes entre las que luego eli­ gieron los dialectos posteriores. Hay transiciones y haces de isoglosas no coincidentes en los límites dialectales.

Esta es una idea más realista y moderna que la de la lengua cerrada y absolutamente uniforme, luego volveremos sobre ello. En un momento del IE III A estaba prefigurado el Griego: evidentemente, en algún lugar al N orte de Grecia, donde limitaba con dialectos emparentados.

La que no es aceptable es la postura de los lingüistas que, reaccionando contra las lenguas cerradas y monolíticas de la tradición anterior, han ne­ gado simplemente las lenguas comunes. Podemos admitir que, en éstas, al­ gunos de los rasgos comunes son recientes, difundidos posteriormente a la diferenciación de una serie de dialectos. Que el concepto de “lengua co­

10 Sobre toda la cuestión del parentesco del Griego cf. mi Verbo Indoeuropeo, p. 44 ss.; L in ­

güística Indoeuropea, Madrid, Gredos, 1975, p. 1128 ss.; “Arqueología y diferenciación del In­

doeuropeo”, Emerita 47, 1979, pp. 261-82 (también en alemán, Innsbruck, 1982; y recogido en

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La d i a l e c t o l o g í a griega, h o y (1952-1995) 15

m ún” se refiere a la comunidad de algunos rasgos, al lado de los cuales hay otros cuya frontera no coincide y otros todavía de varia difusión local, so­ cial o cronológica. Sobre esto hablo, con ejemplos, en el capítulo “La re­ construcción del Indoeuropeo y su diferenciación dialectal”, en el vol. III del Manual de Lingüística Indoeuropea, ya citado. Pero pretender que to­ da comunidad entre lenguas viene de aproximaciones secundarias, como hace una escuela de lingüistas, es excesivo.

Sin entrar en la teoría, que trato en otros lugares11, su aplicación al Griego hace evidente su falsedad. Para Pisani por ejemplo12 el Griego sería el resultado de la aproximación entre dialectos procedentes de Europa y de Asia; algo parecido a lo que propone también para el Indoeuropeo, otra supuesta síntesis de diversas lenguas. En realidad, ya antes de Pisani había Kretschmer propuesto lo mismo13. Ahora se ha postulado varias veces para el micénico una síntesis semejante de varias lenguas, véase más abajo; y se viene proponiendo para Homero, cuya lengua sería un agregado de dia­ lectos en realidad posteriores.

Pero ni el Griego ni el micénico son un revuelto de diversos ingredien­ tes. Son sistemas lingüísticos coherentes, que derivan de otros anteriores por gradual difusión de isoglosas que en buena medida coinciden en ellos; y generan otros dialectos posteriores por el mismo procedimiento, en cuanto que series de isoglosas que van surgiendo acaban por coincidir más o me­ nos completamente en un área determinada. Quedan, naturalmente, tran­ siciones con otras lenguas o dialectos y hay variantes y secundariamente se añaden algunas isoglosas. Igualmente, el jón.-át. no es la suma de rasgos jónicos y áticos, aunque a veces sus isoglosas sean secundarias. Etc.

Por otra parte, si admitiéramos esas síntesis irreales lo que haríamos se­ ría desplazar el problema. El Griego derivaría, parece, de dos o tres len­ guas cerradas y unitarias, el micénico igual, etc. Pero ¿y qué pensar de esas lenguas? ¿Derivarían a su vez de síntesis anteriores de lenguas anteriores y así al infinito? Esto va contra toda nuestra experiencia lingüística.

Por poner un ejemplo, en la Romania ha habido isoglosas que se han difundido en fechas sucesivas y han dado carácter dialectal a territorios ca­ da vez más restringidos: imperio oriental y occidental, lenguas hispánicas con transiciones con las francogálicas, francogálicas con transición con el

11 Verbo Indoeuropeo cit., p. 45 ss.; M anual de Lingüística Indoeuropea cit., capítulo citado. 12 S tu d i sulla prcistoria delle lingue indoeuropee, Roma 1933. Cf. mi crítica en IF 62, 1955/56, p. 243 ss.

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16 F r an c is c o R o d r í g u e z A d r a d o s

rético y el catalán, etc. Luego hubo migraciones (de los Pirineos hacia el Sur en nuestra Península, por ejemplo) y creación de nuevas isoglosas que fragmentan el territorio y difusión de algunas a territorios vecinos.

Por supuesto, cuando sobreviene un aislamiento de poblaciones, a uno y otro lado de la escisión se producen innovaciones, se pierden arcaísmos. Pero puede suceder que a un lado de la zona aislante el arcaísmo sea gene­ ral y al otro un resto esporádico; que una innovación esté difundida a un lado, en el otro sólo se muestren huellas de un estado incipiente de la mis­ ma. Así en el caso del español de Europa y del de América, caso que puede compararse al de las relaciones entre ático y jónico, arcadio y chipriota.

Pienso que la teoría es correcta. Hay, solamente, el problema de la re­ construcción, a base de la clasificación de los rasgos dialectales en arcaís­ mos, elecciones e innovaciones y de la fijación de la cronología de los gru­ pos segundo y tercero. Algunas isoglosas son innovaciones o elecciones fe- chables, otras lo son menos fácilmente. En definitiva, el problema es éste: señalar los hechos postmicénicos de diferenciación dialectal (de varias fe­ chas) e investigar lo que puede saberse sobre las diferencias dialectales en fecha micénica (el paramicénico) y en la premicénica, que por una serie de transiciones llega, si remontamos el tiempo, al Griego común (GC).

1.3. ¿ C ó m o c o n c e b i r el g r i e g o c o m ú n ?

Tenemos, pues, que partir de un GC establecido en un momento dado fuera de Grecia, en los Balcanes, y alterado poco a poco ya allí ya, luego, sin duda, en Grecia en fecha premicénica. Un GC con las características que he mencionado. Poner en la base del Griego posterior ya una lengua ya una serie de dialectos perfectamente cerrados y homogéneos es un error en que incurren tanto los antiguos partidarios de la Stammbaumtheoríe como los posteriores partidarios de síntesis de lenguas a partir de otras anteriores preexistentes.

No imagino el GC como escindido ya, fuera de Grecia, en los dialectos griegos del primer milenio que conocemos; es un error ya refutado, muchas isoglosas que los caracterizan sabemos que son recientes. Pienso en un m o­ delo en el que los hablantes de una lengua se encuentran ante alternativas ya de origen geográfico, ya social, ya de arcaísmo e innovación, ya difíciles de precisar: y ello en la fonética, la morfología, la sintaxis, el léxico. Desde un punto de vista se trata a veces de faltas o incorrecciones (que luego pue­ den consolidarse en dialectos posteriores); desde otro, de alternativas con un cierto significado o sin significado claro.

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L a d i a l e c t o l o g í a griega, h o y (1952-1995) 17

Podemos, en español, para ejemplificar nuestro caso, decir -ado, -ado o -ao, amaras o amases, venid o venir, viniste o vinistes, voy o /re o ro y a /r, a que o p a ra que, vamos o vayamos, coche o automóvil {carro en Améri­ ca), etc., etc. Hay diferencias fonéticas, morfológicas, sintácticas, lexicales entre las cuales se elige con diversos criterios. Tovar ha dado abundantes ejemplos de hechos como éstos en el Latín de nuestra Península o en ger­ mánico: me limito a citar su artículo14 en que hace ver cuán largo tiempo han existido en el primero las variantes sonorizadas de las oclusivas, al la­ do de las sordas, antes de generalizarse. O ¿no coexistían en Latín las perí­ frasis de habeo, teneo, uolo con infinitivo antes de que cada lengua es­ cogiera? En germánico hay perífrasis paralelas para el futuro.

Son hechos elementales. Y las variantes'eran indudablemente mucho mayores en lenguas habladas por pueblos con poca cohesión y sin tradición escrita, que siempre regulariza. Y, sin embargo, algunos autores se han quejado, con razón, de la falta de un conocimiento de hechos como estos por parte de algunos lingüistas y dialectólogos. Así, por ejemplo, M. Bile y sus colegas en un artículo antes citado15, así J.J. Moralejo en un artículo no citado hasta ahora16.

Carecen de sentido y revelan, tan sólo, falta de conocimiento de lo que es una lengua algunas críticas que insisten en que una lengua es un sistema y no un bello jardín en el que cada cual escoge lo que quiere. O la señalada en el Prólogo a la reedición de La Dialectología griega como fuente..., p. 12, según la cual el criterio de la elección corre el riesgo de concebir el GC como un stock de formas variables de las que cada dialecto elige libremen­ te. No es eso. La lengua es un sistema o un conjunto de sistemas, pero éstos dejan, a veces, variantes y opciones. Y cuando evoluciona, se crean a veces categorías y funciones nuevas a partir de tales o cuales elementos antiguos de otra función: también en este caso hemos hablado de elección, pero no se trataba de dobletes con dos términos de igual función.

Sobre esta base, puede intentarse plantear algunas hipótesis sobre el GC. Es lo que haremos. Son, por definición, parciales e insuficientes. A ña­ damos: el GC, ya lo hemos dicho, debe ser concebido como dotado de una profundidad cronológica. Un arcaísmo de raíz indoeuropea llega a lo más

14 “La sonorisation et la chute des intervocaliques, phénomène latin ocidental”, R E L 29, 1951, pp. 102-120.

15 M . Bil e- C. Br ix h e, “Les dialectes grecs, ces inconnus”, BSL 79, 1984, p. 184 ss. Añádase el artículo de Br ix h e“Du mycénien aux dialectes du 1er millénaire. Quelques aspects de la problé­

matique”, en D. Mu sti(éd.), La transitione del M iœ neo al alto arcaísmo, Roma 1991. 16 Recent Contributions to the H istory o f the Greek Dialects, Santiago de Compostela 1979, p. 1 ss.

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18 F r an c is c o R o d r í g u e z A d r a d o s

profundo de él: en toda su área o en una parte. Y es eliminado, a veces, en tal o cual fecha o área. U na innovación puede tener una antigüedad u otra. Un doblete puede haber estado en el GC desde el comienzo o no. U na elec­ ción puede haberse realizado en una fecha u otra, un área u otra.

Naturalmente, intentaremos obtener precisiones a partir de los dialectos posteriores: es el método comparativo tradicional. Cierto que deja dudas y puntos debatibles, pero de todas maneras, lo que se obtenga es más que na­ da: lo habitual es no hacer hipótesis sobre el GC, no rem ontar las más ve­ ces más arriba del año 1200. Por otra parte, ya hemos dicho que existen isoglosas recientes pandialectales o casi que hay que tratar de distinguir de las más antiguas.

Todo esto hay que decirlo en relación con las enumeraciones de rasgos del GC que se han hecho. Por ejemplo, la mía propia o la de Palmer17. Son muy incompletas. Por otra parte, dependen de las ideas de los autores so­ bre lo que es arcaico o es innovador: yo considero hoy, por ejemplo, arcai­ cos, junto con otros autores, los verbos atemáticos en -nmiy -emi; conside­ ro, también con otros autores, que el sistema de cinco casos de la declina­ ción es arcaico y no resultado de un sincretismo18. La imagen que se ob­ tiene del GC varía, naturalmente, según se sigan unas u otras ideas, que dependen a su vez de la idea que uno tenga del IE.

Me interesa aquí, sobre todo, examinar los diferentes casos y situacio­ nes que se presentan y ver en qué relación pueden estar con los dialectos posteriores. Hablaré también de la cronología de algunos fenómenos. Pero no intentaré una exposición completa: sólo daré ejemplos.

Cuando en fonética hay en este o aquel dialecto un arcaísmo junto a una innovación que quizá aparezca también en otros dialectos, es claro que, lo mismo si está aislada que si no, no es sino una continuación del uso GC. Así la -ía n te -/de ejemplos del dor., mic., Hom. y el panf., por ejem­ plo (el caso del beoc. y tes. puede ser el mismo o bien tratarse de una difu­ sión secundaria).

Nótese que hay arcaísmos fonéticos de extensión muy limitada en época histórica: así, la conservación en mic. de las labiovelares y de los grupos

-ksm-, -pm-, -tm- o en Hom. de -rs-, -ls-. Todos estos arcaísmos hay que re­ trotraerlos al GC, no sabemos si a todo o a parte, si coexistiendo o no con las innovaciones que se impusieron luego. Véase en A. López Eire19 una

lis-17 Cf. “La dialectología griega” cit., p. 521; L.R. Pa l m e r, The G reek Language, Londres 1980,

p. 4 ss.

18 Cf. “¿Sincretismo de casos en micénico?”, M inos 24, 1989, pp. 169-185, a más de mis libros sobre Lingüística Indoeuropea.

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L a d i a l e c t o l o g í a griega, h o y (1952-1995) 19

ta más completa de innovaciones postmicénicas pandialectales. Lo mismo hay que decir de dobletes fonéticos como el de pt-1 p- en Hom. y chip.

Más complicado es el problema de las innovaciones fonéticas. Son fenó­ menos pangriegos y sin duda de GC algunas como las de *bhéro > phéro, *médhyos > méthyos, la caída de oclusivas finales, la ley de Osthoff; lo mismo se piensa de la aspiración de s- y -y-20. Pero otros casos son más du­ dosos: por ejemplo, el de la pérdida, a veces, en micénico de la yod y de la A procedente de s. Sin duda eran fenómenos que estaban produciéndose en micénico21, pero ¿desde cuándo? ¿Llegan o no al GC?

Hay casos complicados, en que se trata de una elección entre dos inno­ vaciones y existen problemas de cronología. Así el de la vocalización de las sonantes. Es bien sabido que en todas las lenguas’indoeuropeas, salvo el in­ dio, las encontramos vocalizadas, aunque a veces con ciertas vacilaciones dentro de una misma lengua, con varios timbres repartidos variamente. Pues los timbres dependían de los fonemas en contacto y luego hubo generalizaciones o elecciones diversas. Así también en Griego. Remito para el detalle a publicaciones mías anteriores22 y a un artículo de A. Bernabé23: en ambos lugares se encontrará bibliografía y detalles.

Pero en sustancia la cosa es como sigue. Prescindiendo de vocalizaciones especiales con u e i, de *r, */ salen normalmente ar, al en griego, pero el mic., el eol. y el arc.-chip, prefieren generalmente or, ol\ de *n y *m, en cambio, lo habitual en todos los dialectos es a (an, am ante vocal). Pues bien, pese a ello, en mic., arc.-chip, y eol. hallamos a veces ar, al, así como o (on, om ante vocal); inversamente, en jón.-át. y dor. hay en ocasiones timbre o.

Yo proponía en La Dialectología griega como fuente,.., p. 41 ss. y luego en mis trabajos posteriores que se trata de hechos de elección, frente a la acostum brada opinión de que cada dialecto tiene una solución única y lue­ go hay mezclas o analogías: la que sostuvo en general Ruijgh citado en la nota 86 y para el micénico E. Risch con sus dos micénicos “normal” y

20 Para esto y lo que sigue véase A. Ba r t o n e k, “On the Prehistory of ancient Greek”, SM EA 26, 1987, p. 8 ss., y Prehistoric a protohistorie rekch dialektu, Brno 1987, entre otros trabajos del mismo autor.

21 Cf. E. Ris c h, “Frühgeschichte der griechischen Sprache”, M H 16, 1959, p. 216 ss.; Y. Du-

H o u x , “La situation du yod en grec mycénien”, B SL 85, 1990 (1991), pp. 359-365.

22 Cf. la 2" ed. (Madrid, C.S.I.C., 1973) de Estudios sobre las sonantes y laringales indoeuro­

peas, pp. 3 ss., 39 ss., 359 ss. (donde se recoge un artículo anterior y se critican propuestas de C.

N. Ru iîg h, “Le traitement des sonantes voyelles dans les dialectes grecs et la position du mycé­ nien”, M nem osyne 14, 1961, pp. 193-216 a favor de un resultado único en cada dialecto y fenó­ menos posteriores de préstamos, analogía, etc.). Véase también “Micénico...”, p. 447 ss. de la re­ edición en N uevos Estudios cit.

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20 F r a n c i s c o R o d r í g u e z A d r a d o s

“especial”, véase sobre esto más abajo. El paralelismo de lo que ocurre en otras lenguas indoeuropeas, más lo absolutamente forzado y artificioso de las soluciones a partir de dialectos “puros” que se mezclan, son hechos que abonan la opinión que yo he defendido, creo que mayoritaria hoy.

Pues bien: A. Heubeck24, seguido entre otros por J.L. García Ram ón25, postula que en Homero ÿ micénico se conservaban las sonantes vocálicas y del IE: las vocalizaciones serían, pues, postmicénicas. Como se ve, se pro­ pone una fecha más reciente; no se ve claro si también para la vocalización de *n, *m parece que no.

Creo que la correcta es la cronología tradicional, defendida por mi en “Micénico, paramicénico...” cit.: todos los textos griegos, incluidos los mi- cénicos y Homero, escriben la vocal, con el timbre que sea. Por tanto, no es que yo “considere” que en micénico coexistían ar, ra y or, ro, como dice J.L. García Ram ón26, es que realmente coexistían, basta leer las tablillas. Todo lo más, podría proponerse que en un modelo arcaico, quizá indoeuro­ peo, de la fórmula λ ιπ ο ύ σ ’ ά νδ ρ ο τή τα habría habido *lik'von t’ anríatm,

los aedos griegos forzosamente habían de transcribirla ya con vocalización de la r, incluso a expensas del metro.

En todo caso, como se ve, a veces la cronología de las innovaciones y de la elección entre las mismas depende de las ideas lingüísticas de cada cual. Este no es más que un ejemplo en el que pienso que las propuestas de La Dialectología griega como fuente... van de acuerdo con las ideas generales.

Otro ejemplo, que puede traer más perplejidad, es el de la elección entre la flexión en -eus (que es la general) y -es (del arc.-chip, y a veces también fuera de él; pero en arc.-chip, hay también -eus). Se piensa comúnm ente que -es es un arcaísmo común del arc.-chip., previo a la colonización posterior de Chipre, y esto parece con mucho lo más verosímil27. No en vano -ës aparece en otros dialectos y encuentra paralelos indoeuropeos (ti­ po lat. dies). Véanse alternancias tan generales como Περσβΰ? / Πέρση?, ’Άρευ? / ’Άρη?, Ό δυσσευ? / Ulixes, Όρφενς / ’Ό ρφης, etc. Para mi, son dos resultados alternativos, según la silabación, de *-eHw-s2i. Otros pueden

24 “Syllabic r in Mycenaean Greek?”, A cta Mycenaea, Salamanca 1972, II, pp. 55-79.

25 L es origines cit., p. 62 ss. Véase más bibliografía en A. Ba r t o n ë k, “Zweihundert Jahre Homerforschung”, en Colloquium Rauricum , II, 1991, p. 303 s.

26 “El dialecto micénico 1966-1978: doce años de investigación”, EC 85, 1980, pp, 5-31 (la. afir­ mación citada, en p. 13).

27 A. L illo , “On type forms in Arcadian and Cypriot”, G lotta 61, 1983, pp. 1-4 cree que se trata de dos innovaciones del siglo VI o V.

28 Cf. Estudios sobre ¡as sonantes y las Iargingales indoeuropeas, 2a ed., Madrid 1973, p. 319;

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L a d i a l e c t o l o g í a griega, h o y (1952-1995) 21

encontrar dudas, pensar en hechos morfológicos oscuros más que en he­ chos fonéticos.

Otras innovaciones fonéticas son analógicas: así évL, junto al arcaísmo mic. e-me, heredado del GC.

Pero dejemos la Fonética y digamos algunas cosas de la Morfología, ex­ tensibles al léxico.

Para los arcaísmos, hay que opinar lo mismo: vienen del GC (o de un área del GC) y han seguido vivos hasta tal o cual dialecto de la edad histó­ rica. Lo mismo si es el mic. que si Hom. que si el jón.-át. o el dialecto que sea. Form as de Hom. de raigambre indoeuropea como ac. sg. Zf\v, aor. med. βφθιτο, formas radicales del verbo como δάμρα (cf. lesb. τίθ η , mic.

te-re-ja), pron. τοί (también en dor. y parte del eol.) vienen claramente del GC. O piénsese en formas de la declinación como mic. - p / (cf. Hom. -φι, del que hay restos en tes.), -oto (Hom., mic., restos en tes.); o un arcaísmo tan notable del mic., Hom. y el eol. como los patronímicos en -ios. O uno en mic. y arc.-chip, como la des. -toi de la flexión verbal. Es fácil que a su lado se hubiera difundido ya en GC la form a -tai de los más de los dialec­ tos históricos, es lo que propondremos.

N o creo que sean precisos más ejemplos. Otras veces el arcaísmo consis­ te en la existencia en GC de un doblete, entre cuyos dos términos los dialec­ tos posteriores, no sabemos desde qué fecha, eligen. Pero también puede suceder que uno de los términos del doblete sea innovado y más reciente que el GC.

Hay, por ejemplo, una flexión atemática de tipo -αμι, -ημι en eolio y otros dialectos, cf. en mic. te-re-ja / te-re:ja-e\ los dos tipos son arcaicos, indoeuropeos. En Homero hay alternancia entre formas sin y con aumento (el mic. generaliza salvo excepción las primeras, los otros dialectos las se­ gundas), cosa que viene del grupo indoeuropeo III B. Otra vieja herencia es la doble flexión del D. sg. en mic. en -e o -i. Otra, todavía, la existencia de desinencias de Ia pl. -mes (primaria) y -men (secundaria): los dialectos ge­ neralizaron una u otra. Hay una preposición e-pio o-pi(mic. tes., cf. tam­ bién át. ÓTTiaQev), etc. Hay mic. to-to, también testimoniado en ático y que sin duda existía en GC al lado del to-u-to habitual. Hay, según los dia­ lectos, -ta y -te o bien -κα en ciertos adverbios; hay ττροτί o ttotí (cf. ai. pratiy apers. patiy): ambos en Homero, los dialectos eligen entre estas for­ mas (de ellas vienen las derivadas como jón.-at. lesb. π ρ ο ? , arc.-chip. ttoç), también hay panf. π ε ρ τ ι , lesb. u p e s -. Hay 68e o ονυ (arc.-chip., cret., tam­ bién hay ovi en are., restos en dor. beoc.); év con acus. (are. lv, Gr. del NO) o *ens, etc.

Otros dobletes, ya digo, presentan un término arcaico y otro innovado: quizá del GC, quizá posterior. Así ξύν (micénico y ático) / σύν (sin duda

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22 F r an c is c o R o d r i g u e z A d r a d o s

otra innovación, en otros dialectos); μετά (muy difundido) / πεδά (in­ novación del mic. y eolio). Es dudosa, ya digo, la fecha de las innovaci­ ones. Cuando al mic. lesb. dor. drepos responde el jón.-át. tes. è'repoç, pero en una crasis hay huella de la otra forma, lo más probable es que έ τ ε ­ ρος sea una innovación no sabemos de qué fecha.

Intentaremos, sobre la base de este material y del uso del mismo por los dialectos posteriores, responder a la cuestión de si puede proponerse que en algunas medida dentro del GC había criterios geográficos para la elección de una u otra forma. Es decir, si había comienzos de diferenciación dialec­ tal.

Claro que a veces hay problemas de interpretación. En mi La Dialecto­

logía griega como fuente... yo consideraba todavía que -αμι era una in­ novación29. De otra parte, como ya he adelantado, he propuesto30, frente a una extensa bibliografía sobre el supuesto sincretismo de los casos en micé­ nico31, que este dialecto heredaba un sistema de cinco casos, igual que todo el Griego: habría, pues, que retrotraerlo al GC, con la vacilación *-ei / *-i

en el D. sg., con un -o! -opien el I. pl. También he propuesto32 que en mic. y chip, se conservaba, como en hetita, un G. sg. en *-os al lado del en -ojo

< *-osyo\ habría, pues, un doblete en GC (o en un área del mismo). En chi­ priota hay, además, un G. sg. en -one{= -ων), manifiesto arcaísmo: en het.

29 Luego vi, desde mi Verbo Indoeuropeo de 1963, que es un arcaísmo conservado también en otras lenguas indoeuropeas; así ya también E. Ris c hen su art. de 1955, p. 72, entre otra biblio­ grafía.

30 “¿Sincretismo de casos en micénico?”, M inos 24, 1989, pp. 169-185. C. Br ix h e, “D u mycé­ nien...” cit., p. 255 ss., aunque sigue manteniendo la teoría del sincretismo, reconoce en ambas formas idénticos valores casuales (y lo mismo en -a, -o en las otras flexiones). Personalmente, me he ocupado de esta cuestión en “¿De dónde proceden las desinencias indoeuropeas de dat.-loc. sg.?”, recogido en N uevos E studios..., cit., p. 317 ss. (publicación inglesa original en Languages

and Cultures. Studies in honor o f E. C Polomé, Berlin 1988, pp. 29-41). Concretamente, -e/ e -i

son dos variantes con diferente grado vocálico de los temas en -a (i) e -i (originalmente idénti­ cos).

31 Cf. una amplia reseña de la misma para los años 80 en el trabajo de J.T. Ho o k e r, “Myceno- logy in the 1980’s”, K ra tylo s36, 1991, pp. 32-72, concretamente p. 41 ss.; también N. Ma u r ic e,

“Analogie et flexion nominale en grec mycénien: le Dativ-Locativ pluriel des thèmes en -/>”, M i-

nos 23, 1989, pp. 117-141; C. Br ix h e, “Du mycénien aux dialectes du premier millénaire: que­ lques aspects de la problématique”, en La transizione d a lM iceneo a li’alto arcaísmo, Rom a 1991 (D. Mu stiet alii eds.), pp. 251-272, sobre todo 258 ss. y “Du “d a tif’ mycénien aux protagonistes de la situation linguistique”, en M ykenaika (J.P. Oliv ieréd.), Atenas-Paris 1992, pp. 129-157; A. Ba r t o nÉK, “Nominalflexion in Mykenischen, I, 1 und 2. Deklination”, L F 113, 1990, pp. 261-71. Y I. Ha jn a l, Studien zuin m ykenischen Kasussystem , Roma, L’Erma, 1994 (y Berlin, de

Gruyter, 1995).

32 “El Genitivo temático en -o en micénico y chipriota”, en Studia Indogermánica... inhonorem

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La d i a l e c t o l o g í a griega, hoy (1952-1995) 23

este mismo G. puede ser igualmente de sg., fuera de allí es sólo de pl. Estos son sólo algunos ejemplos.

Cierto que a veces se hacen esfuerzos varios para huir de los dobletes: el D. sg. en -e e -i respondería, según Risch y muchos seguidores suyos, a dos dialectos diferentes dentro del micénico. Las formas con aumento del verbo pertenecerían a una lengua aristocrática, según Duhoux33. Son ejem­ plos de la tendencia a partir de dialectos absolutamente uniformes y que se sintetizan y mezclan variamente34.

De todas maneras, los dobletes no son siempre heredados del IE o bien resultantes de la coexistencia de una forma antigua y otra innovada. A ve­ ces, simplemente, se ha creado una categoría o una función gramatical nue­ va y se ha echado mano, para expresarla, de elementos varios. N o es que en la fase más antigua hubiera, pues, doblete propiamente: quizá esto tranqui­ lice a los partidarios de las lenguas absolutamente regularizadas. Pero sí existían los elementos que luego se usaron aquí o allá cuando se crearon nuevos instrumentos gramaticales.

Esto es lo que sucede, por ejemplo, cuando se crean los distintos infini­ tivos (ψαι, -μεν, -μεναι), procedentes de sustantivos verbales; o las distin­ tas partículas modales (αν, κε, κα), procedentes de adverbios; o las distin­ tas conjunciones condicionales (el, a l, ή), procedentes de varias formas de un demostrativo. Aunque en casos como éstos la fecha exacta de estos nue­ vos elementos gramaticales y de su difusión es dudosa. Realmente, el infini­ tivo, las conjunciones condicionales y las partículas modales debieron de surgir en el GC: están en todo el Griego y hay paralelos fuera de él. Lo que es dudoso es si allí las distintas formas tenían valores parcialmente diferen­ tes o no, si el reparto era geográfico (inicios de diferenciación dialectal) o no.

Insisto sobre el problema de la fecha de las innovaciones. Y a sabemos que el progreso de la dialectología griega ha consistido, en buena parte, en atribuirlas a fecha reciente, posterior al 1200. Pero esto hay que probarlo en cada caso: en algunos es más probable la fecha antigua. Así, las innova­ ciones que están en dialectos como Hom. o el mic. (o ambos) y otros más, sin que haya argumentos para una fecha baja. Por ejemplo, formas co­ mo -σαν en la 3a pl. sec. de Hom. y el jón-át., cf. arc. beoc. -αν; át. ών; nu­ merales en -κόσιοι del jón.-át., είκοσι del jón.-át. lesb. arc. chip. (Hom.

33 Y. Du h o u x, “Les débuts de Γ accent grec. Le facteur sociolinguistique”, M iaos 20-22, 1987, pp. 163-172.

34 Véase C. Ga r c ía Va r ia s, “El dativo singular atemático en las inscripciones en lineal B de Micenas”, Faventia 16, 1994, pp. 7-21 (el dialecto de Micenas sería más evolucionado).

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24 F r a n c i s c o R o d r í g u e z A d r a d o s

έείκοσι,); βόλομαι y formas emparentadas de arc.-chip, jón.-át. Horn., η μ έα ? y otras derivadas o emparentadas en jón-át. y Hom.; -0e, -%ev en pronombres personales en Hom. eol. dor.; έμ ίν en chip, y dor. (cf. Hom.

T eív, Hes. í! v ) ; impf. 3a sg. ή ν en jón.-át. (Hom. i^ev), etc. etc.

En estos y otros casos es probable bien la aparición de la innovación ya en GC (en todo o en parte), bien en una fecha posterior, previa en todo ca­ so a los dialectos del primer milenio, puesto que afecta a todos ellos; salvo que pueda probarse que se trata de una isoglosa de difusión reciente. A ve­ ces hay, ciertamente, diferencias de criterio. Por ejemplo, para mi el Dat. sg. en -ói de la segunda declinación es una variante ya indoeuropea de -oi,

en realidad más reciente y analógico de -a/; pero para toda una escuela es una innovación reciente35.

Es importante todo esto porque últimamente cuando se habla de crono­ logía se han olvidado algunas cosas. Todo es afirmar que el jón.-át. y el eol. y los dialectos del grupo arc.-chip, son recientes y más diversos subdia- lectos. Con frecuencia, ciertamente, con buenas bases. Pero se olvida que Risch, que dio el punto de partida para todo esto, no dejaba de fijar en el segundo milenio un dialecto GOr que es origen del jónico-ático y el ar- cadio-chipriota; e igual Porzig.

U n dialecto con los mismos rasgos que yo atribuía en La Dialectología griega como fuente... al conjunto de los dialectos del GOr que penetraron en Grecia también en el segundo milenio. La discrepancia era sobre si ese GO r llegó de fuera o se creó en Grecia: en todo caso, todos coincidíamos en que era anterior a la conformación definitiva de los dialectos del primer milenio, aunque algunos de sus rasgos estuvieran contenidos ya en él. Otros, del tipo del paso a > η, ninguno lo hemos atribuido jamás a fecha antigua.

En suma: hay un GC, fuera de Grecia, y hay un GO r y un GOcc en Grecia. En todos ellos había ya rasgos que luego fueron aceptados por ta­ les o cuales dialectos del primer milenio, los cuales añadieron otros m u­ chos. Nos queda, tan sólo, por ver en qué medida podemos atribuir algu­ nos inicios de diferenciación dialectal sea al GC sea al GOr (no parece que al GOcc).

35 Para mis ideas, cf. “¿De dónde proceden las desinencias indoeuropeas de Dat.-Loe. sg.?”, re­ cogido en N uevos Estudios cit., p. 319 ss. Para la otra posición, entre otra bibliografía, J. M én­

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I I

L A M Á S A N T I G U A D I F E R E N C I A C I Ó N D I A L E C T A L D E L G R I E G O 1. E S T A D O D E L A C U E S T I Ó N

Lo dicho anteriormente hace ver que el GC ofrecía variantes, como es propió de toda lengua y más, sin duda, de las lenguas comunes del IE, h a­ bladas por agregados de tribus que ya entraban en contacto con otras ya lo interrumpían, ya se aproximaban ya se distanciaban. ¿Ofrecía ya el GC ini­ cios de la diferenciación dialectal posterior? ¿En qué lugares, en qué fechas se inició esa diferenciación? Esto es lo que hemos de estudiar: no creemos verosímil que todo se reduzca a evoluciones in situ a partir de 1200 o in­ cluso 1000 a. C., como suele decirse y como nos hemos apresurado a ne­ gar. Desde m ucho antes debieron de comenzar a moverse las cosas.

Piénsese en el vacío de datos ante el que nos encontramos. Se extiende desde el GC al micénico de la fecha de la destrucción de los palacios, s. XIV en Creta, fines del XIII en Grecia, de un lado. Pero además, puesto que los dialectos del Griego alfabético no descienden directamente del mi­ cénico, para los demás dialectos el vacío de datos se extiende hasta el s. VIII a C. Y hay otro, todavía, desde el GC hasta el Griego de Homero también en el s. VIII, pues aunque la lengua épica es un testigo del Griego del II milenio, es claro que ha sufrido alteraciones artificiales y mezclas diversas.

El problema, insisto otra vez, es el de cómo llenar este vacío. Renuncio, de momento, a un tratamiento más detallado del dialecto homérico y el mi­ cénico, que haré más abajo: me contento, de momento, con aceptar que en uno y en otro, en sus formas más arcaicas, hallamos buenos testigos, aun­ que parciales, del Griego del II milenio. Las formas dobles no recientes, por ej., mic. -ar- / -or-, -tiI -si, D. sg. -i! -e, me-ta / pe-da, y Hom. -σ- /-σσ-, προτί / π ο τ ί, αν / κε36, -ναι / -μβν, etc. (y otras presentes en diversos dia­ lectos o reconstruibles a partir de ellos) son buenos testimonios.

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26 F r a n c i s c o R o d r í g u e z A d r a d o s

Recuerdo algunas propuestas ya mencionadas. En La Dialectología griega como fuente... yo proponía la existencia, fuera de Grecia, de un GOr más o menos diferenciado en dialectos que pasaban gradualmente de uno precedente del jón.-át. a uno del arc.-chip. y de éste a uno del eol.; no se me ocultaba en este libro el carácter reciente, intrahelénico, de desarrollos pos­ teriores de estos dialectos (cf. pp. 49 ss., 56 ss.)

Y ya dije que más o menos independientemente de mi W. Porzig y E. Risch

propusieron la existencia de un dialecto predecesor del jón.-át. y el arc.-chip. a la vez, un GOr que ellos tendían a ver como diferente del eol.: un proto-eol. habría estado próximo al proto-dor. y sólo secundariamente se habría aproxi­ mado al GOr. Recuérdese que yo, a mi vez, veía el eol. como una zona de transición respecto al dorio. Pero es debatible la historia de su formación.

Hay una diferencia, aunque no excesivamente grande, entre La Dialec­ tología griega como fuente... y los estudios citados. Para mi, el GOr habría entrado en Grecia llevando dentro de sí las diferenciaciones o comienzos de diferenciación señaladas: no hablaba en mi libro sobre su evolución poste­ rior, hasta el momento de quedar bien definidos los nuevos dialectos. Para Porzig y Risch, ese GOr (y ese proto-eol.) evolucionaron dentro de Grecia; y el GOr apenas estaba diferenciado, los dialectos predecesores del jón.-át. y el arc.-chip. eran muy semejantes. El lugar propio del eol. era Tesalia, el del G O r el territorio que va desde Beocia y Ática a la totalidad del Pelopo- neso, pasando por el Istmo.

Si se recuerda, en mis dos artículos de Emerita 1976 ya mencionados yo me acogía a la tesis (que quedaba como posibilidad abierta en La Dialecto­ logía griega como fuente..) de dialectos del GOr dentro de Grecia. Yo lla­ m aba a estos dialectos paramicénicos (PM): los postulaba como consecuen­ cia del hecho (puesto de relieve no sólo por mi, sino también por varios au­ tores) de que los dialectos posteriores no derivan exactamente del micénico, sino de dialectos emparentados con éste.

Habría habido, así, en Grecia, antes y al lado del micénico y después de és­ te, hasta el s. VIII en que empiezan las inscripciones alfabéticas (pero hay una inscripción chipriota silábica del siglo XI), tres dialectos paramicénicos: el proto-jón.-át., el proto-arc.-chip. y el proto-eol. Yo traté de fijar en cierta me­ dida los rasgos propios de los tres. De ellos, los dos primeros estarían próxi­ mos entre sí, el tercero algo más distante; tendría rasgos comunes con el dorio.

Todo este estado dialectal sería una continuación de diferenciaciones ini­ ciadas en el GC. De ahí vendría la evolución posterior, que incluía una aproximación de todos estos dialectos al dorio a partir del 1000 a. C. Por

36 R. Hod ot, en Dialectologica Gmeca (E. Crespoet alii eds.), Madrid 1993, p. 207 presenta como una novedad el que ese doblete sea antiguo, cuando ya estaba postulado así en La Dialectología griega...

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L a d i a l e c t o l o g í a griega, hoy (1952-1995) 27

otra parte, en un artículo posterior ya aludido y al que haré luego referencia más detallada37, interpreté el polimorfismo hom érico a partir de un dia­ lecto épico del II milenio en el que secundariam ente ciertas form as se interpretaro n como jonismos o eolismos y atrajeron jonism os y eolismos recientes (α γη νο ρ ίη , κεκ λήγοντε?). Intenté, así, alejarme de la idea del dialecto homérico como una síntesis mecánica de dialectos en realidad muy posteriores y hacerlo útil para la reconstrucción del Griego del II milenio.

Como se ve, no era tan grande, después de todo, la diferencia entre mis posiciones y las de Porzig y Risch y otros autores posteriores que han in­ vestigado sobre todo el origen de los dialectos recientes. Coincidíamos en la existencia de dialectos paramicénicos (PM), independientemente de que se localicen fuera de Grecia, en Grecia o en ambos lugares. Su existencia no es incompatible con la idea del origen reciente de la diferenciación dialectal que crea no sólo el jón.-át., sino también el jón. y el át.; no sólo el eol., sino también el tes., beoc. y lesb.; etc. etc.38

Y, sin embargo, la atención de los dialectólogos, tras Porzig y Risch, se ha volcado, con muy pocas excepciones, en dirección al estudio de la creación de estos dialectos en fecha reciente. Se investigan sobre todo las isoglosas o ras­ gos dialectales postmicénicos, las más veces rasgos fonéticos. Pero, ¿qué hacer con rasgos que o no pueden fecharse o pueden fecharse muy concretamente en época premicénica? ¿Rasgos que las más veces rebasan los límites de uno solo de los dialectos posteriores, están, por ejemplo, en jón.-át. y arc.-chip. o en mic. y Hom. o en jón.-át. y dor.? Entiéndase, hay que descartar rasgos que unen los dialectos posteriores y que son recientes: de esto ya he hablado.

Se habla poco, desde los años cincuenta, de este problema, aunque sea raro que se nieguen radicalmente los dialectos PM, como hace por ejemplo García Ram ón para el eolio (el proto-eol. sería de hacia 1150). Por ejem­ plo, Chadwick 1956, ya citado, habla con cierta vacilación del PM predece­ sor del jón.-át. y arc.-chip.: quizá sean uno mismo, dice, al lado coloca el predecesor del eol. Semejante es la posición de Bartonék39. En general, se habla del primer PM como prácticamente uniforme: así por ejemplo Risch 197940, Li- 11o41, López Eire en varios lugares y cada vez con mayor énfasis42, etc.

37 “Towards a new Stratigraphy of the Homeric Dialect”, G lotta 59, 1981, pp. 13-27.

38 A dialectos paramicénicos, en definitiva, existentes al lado del micénico, se refiere A. Ba r t o­

n é k, “L’ evoluzione dei dialetti greci nella dimensione geográfica delle etá oscure”, en La transi-

zione dalm iceneo a ll’ alto arcaísmo (D. Mu s t iet alii eds.), Roma 1981, p. 243 ss.

39 G ruadzíige cit., p. 15 (con oposición explícita a J.L . Ga r c ía Ra m ó n, p. 16). 40 “Die griechischen Dialekte...” cit., p. 93 ss.

41 E l dialecto arcadlo, Salamanca 1979.

42 Cf. p o r ej. A. Ló pez Eir e - J. Mé n d e z Do su na, “ E n b u sc a de la situación dialectal del jónico- á tico ” , en Estudios cit., p. 272; “ L as invasiones griegas y la dialectología” , en Estudios cit., p. 17 ss.

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28 F r a nc i s c o R o d r í g u e z A d r a d o s

En todo caso, lo que se dice sobre estos dialectos del PM son meras generalidades; sobre la posibilidad de que algunos de sus rasgos lleguen al GC, no se dice nada en absoluto. Con frecuencia, si se habla de dialectos PM es en contexto con la caracterización dialectal del mic., considerado próximo a tal o cual dialecto43.

Puede decirse, en términos generales, que la obsesión por rechazar las tres invasiones sucesivas de jonios, eolios y dorios y demostrar que muchas innovaciones de estos dialectos son recientes, ha hecho olvidar un tema esencial: el de estudiar la diferenciación progresiva del Griego desde el GC hasta el año 1200, digamos. Una excepción pueden ser autores que como M. Lejeune44 y A. Bartonék45, que han intentado fijar una cronología de al­ gunos rasgos, sobre todo fonológicos, del griego premicénico y del micénico.

2. I D E A S S O B R E L A D I F E R E N C I A C I Ó N D I A L E C T A L E N F E C H A P R E M I C É N I C A :

E L G C Y E L P M

Pienso que es el momento de intentar dar algunas respuestas a este pro­ blema, poniendo al día las propuestas de La Dialectología, griega como fuente... con ayuda de la investigación posterior. Como ya dije, lo que diré más adelante sobre el micénico y la lengua homérica tratará de justificar su utilización aquí, contra la que quizá algunos podrían elevar objeciones.

2 . 1 . R a s g o s p a n g r i e g o s y t e n d e n c i a s g r i e g a s g e n e r a l e s

Sobre todo esto, no hay cosas nuevas que decir. Recuerdo, simple­ mente, algunos hechos.

U na serie de rasgos pangriegos bien conocidos, presentes en todos los dialectos incluidos el mic., Hom. y el dor., nos hacen remontarnos al GC antes de su llegada a Grecia.

43 Cf. una reseña de estas posiciones en J.L. Ga r c ía Ra m ó n, “El dialecto micénico 1966-68" c/λ, p. 24 ss.

44 “Pré-mycénien et proto-mycénien”, B SL10, 1976, pp. 193-200.

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La d i a l e c t o l o g í a gr iega, hoy (1952-1995) 29

Son, en fonética, innovaciones citadas más arriba: ensordecimiento de las oclusivas sonoras aspiradas, caída de las oclusivas finales, ley de Ost- hoff, aspiración de ,s inicial e intervocálica, vocalización de las sonantes.

Todo esto remonta al GC, en cuanto fenómenos cumplidos. Otros re­ m ontan en cuanto tendencias generales, iniciadas sin duda en él y que se cumplen en los dialectos progresivamente en varias fechas: por ejemplo, la aspiración de la yod (junto a otras soluciones), todavía no cumplida del todo en micénico; la pérdida de la digamma; la eliminación del hiato (de

-eo-, etc.); la apócope de las preposiciones. Es claro que el contacto de los dialectos en Grecia, en época postmicénica, favoreció estas evoluciones.

Naturalmente, hay que añadir las innovaciones morfológicas propias de todo el Griego, ya citadas.

2 . 2 . B o l s a s d e a r c a í s m o s f r e n t e a i n n o v a c i o n e s o e l e c c i o n e s g e n e r a l e s

N o se h a llamado, quizá, suficientemente la atención sobre este punto. Es frecuente que frente a una innovación o elección de casi todo el Griego, que hay que suponer que remonta al GC, hallemos en dominios muy res­ tringidos un arcaísmo o una elección menos favorecida. Ejemplos más no­ tables, mencionados ya en su mayor parte:

- Mic.: conservación de las labiovelares46; id. parcial de y-, -h-\ -ksm-,

-pm-, -tm-, eme, entre otras formas47. El D. sg. en -e < *-eidel mic. se encuentra esporádicamente fuera de allí (Δ ιει-48). Falta aún el desa­ rrollo del aspecto verbal49.

46 Cf. Ph.M . Fr e e m a n, “New Evidence for Pre-Greek Labiovelars”, JIB S 17, 1989, pp. 171- 76; A. Quattordio Moreschini, “Dal miceneo al greco alfabético: osservazioni sullo sviluppo de- lle labiovelari con particolare riferimento alia lingua epica”, en Ricerche sul/e lingue di framm en-

taria attestazione, n° 1, Pisa, Giardini, 1990; M.L. d e l Ba r r io, “Estudios de cronología relativa: la palatalización de las labiovelares”, en A ctes d e lIX è Sim posi délia secció catalana delà SE E C (L. FERERES éd.), Barcelona 1991, pp. 499-503; A. Ba r t o n ë k, G rundzüge der altgriechischen m undartlichen Frühgeschichte, Innsbruck 1991, p. 20 ss.

47 Para diversos arcaísmos fonéticos, cf. Y. Du h o u x, “La notation du yod en grec mycénien”,

BSLP&5, 1990, pp. 359-65; M.L. d el Bar rio Ve g a, “Problemas de los grupos *k(h)i y *kT(h$i y

*tusn griego”, Emérita 58, 1990, pp. 293-310 y “Estudios de cronología relativa: la palatalización de

las labiovelares”, A ctes del IX è Sim posi de la SEEC (L. Fer r e r e s ed.), Barcelona 1991, pp. 499-

503.

48 N o hay razón alguna para afirmar con O. Masso nen D ialectologica Graeca (E. Cr esp o et alii eds.), Madrid 1993, p. 232, que sólo A ij-i- es antiguo.

49 Cf. Y. Du h o u x, “L’aspect verbal: du mycénien à Γ indoeuropéen”, en M ykenaïka (J.P.

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30 F r a n c i s c o R o d r í g u e z A d r a d o s

- Mic. Horn, lesb.: formas atemáticas de tipo δάμνα. - Mic. Horn. tes. (en restos): -φι.

- Mic. hHom. dor. viv, chip. iv.

- Mic. Horn. arc.-chip, tes.: pt- (junto a la forma normal p :).

- Mic. arc.-chip.: des. de 3a sg. med. -toi. - Mic. chip.: G. sg.temático en *-o550. - Mic. át.: ksún, tóto.

- Mic. eol.: o < *p, *m (huellas fuera de aquí). - Mic. tes.: o-pi(huellas fuera de aquí).

- Hom.: σ- / -σσ-, -ρσ-, -λσ- (y formas evolucionadas), acus. sg. Ζην, formas verbales de tipos εφθιτο, έρύουσι,, πεφιδέσθαι, δΰσετο. - Horn. dor. lesb. (gramáticos), beoc.: τυ , τΰνη (beoc. του, τυ ν ει, etc.). - Arc.-chip.: conj. κάς (también και), Ν. sg. -es- (también -eu?; y hay

-es fuera de aquí).

- Arc.-chip., tes., beoc., GNO: *èv + acus. - Chip.: G. sg. *-on (-one).

- Chip.: 2a sg. temática -es(chip, έ'ρπβ?, dor. ayes')

Çomo se ve, son formas que a veces están en la base de la evolución posterior, fonética o analógica; en algún raro caso, son variantes que vie­ nen de lejos. En principio, todas estas formas pueden haber estado en GC y en todo el PM al lado de las formas evolucionadas que progresivamente irían surgiendo. Son formas que, a juzgar por su difusión y la falta de datos sobre su origen reciente, debían de existir todavía en las fases finales del GC; al menos, en algún área del mismo.

Igual puede decirse del PM. Pero puede observarse que estos arcaísmos o elecciones anómalas están casi totalmente centrados en torno al micéni­ co; a veces se añade Hom. o alguno de los dialectos del arc.-chip., jón.-át. o eol., en un caso el GNO. También, ciertamente, pueden faltar en mic. (qui­ zá, en ocasiones, por lo reducido de nuestros datos) y estar en unos u otros de los dialectos reseñados. Con frecuencia, por lo demás, estas formas con­ viven con las que tuvieron más éxito; y en ocasiones están testimoniadas es­ porádicamente en otros dialectos.

Ciertamente, los arcaísmos no indican desarrollo conjunto de dos dia­ lectos. Pero sí las innovación correspondientes, este es el argumento: -χμ-, év í, -ται, συν, Δ ία , etc. Otras veces se trata de elecciones contrapuestas, con un término que se impone y otro residual.

D a la impresión, en efecto, de que dentro del GC se difundieron una se­ rie de isoglosas que no lograban penetrar del todo en una zona restringida:

50 Cf. mi “El Genitivo temático en -o en micénico y chipriota”, en Studia Indogermánica et

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