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Sartre Jean Paul - El Diablo Y Dios

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Academic year: 2021

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EL DIABLO Y DIOS Jean-Paul Sartre

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ACTO PRIMERO PRIMER CUADRO A la izquierda, entre cielo y tierra, una sala del palacio arzobispal; a la derecha, la casa del obispo y las murallas. Por el momento, sólo la sala del palacio está iluminada. El resto de la escena sumido en sombras. ESCENA ÚNICA EL ARZOBISPO (en la ventana) ¿Vendrá? Señor, el pulgar de mis vasallos ha desgastado mi efigie sobre mis monedas de oro, y tu terrible pulgar ha desgastado mi rostro; ya sólo soy una sombra de arzobispo. Si el fin de este día me trae la noticia de mi derrota, tan grande será mí desgaste que podrá verse a través de mi cuerpo. ¿Y qué harías, Señor, con un ministro transparente? (Entra un CRIADO,) ¿Llegó el coronel Linehart? CRIADO No. Es el banquero Foucre. Solicita... EL ARZOBISPO Más tarde. (Pausa.) ¿Qué hace Linehart? Debiera estar aquí, con noticias frescas. (Pausa.) ¿Se habla de la batalla en las cocinas? CRIADO No se habla de otra cosa, monseñor. EL ARZOBISPO ¿Qué dicen?

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CRIADO Que el combate se ha entablado admirablemente, que Conrad está atrapado entre el río y la montaña; que... EL ARZOBISPO Lo sé, lo sé. Pero mientras se esté combatiendo se puede ser derrotado. CRIADO Monseñor... EL ARZOBISPO Vete. (Sale el CRIADO.) ¿Por qué lo permitiste, Dios mío? El enemigo ha invadido mis tierras y mi buena ciudad de Worms se ha levantado contra mí. Mientras luchaba contra Conrad, me ha apuñalado por la espalda. Ignoraba, Señor, que me reservases tan altos designios; ¿será menester que vaya a mendigar de puerta en puerta, ciego y con un niño por lazarillo? Naturalmente, todo mi ser está a tu disposición si es que en verdad deseas que se haga tu voluntad. Pero te suplico consideres que ya no tengo veinte años y que jamás tuve la vocación del martirio. (Se oyen a lo lejos los gritos de "¡Victoria! ¡Victoria!-" Los gritos se aproximan. EL ARZOBISPO presta atención y se lleva la mano al corazón.) CRIADO (entrando) ¡Victoria! ¡Victoria! ¡Hemos triunfado, monseñor! Y aquí está el coronel Linehart. CORONEL (entrando) ¡Victoria, monseñor! Victoria total y reglamentaria. Un modelo de batalla, una jornada histórica: seis mil enemigos degollados o ahogados, y el resto huye derrotado. EL ARZOBISPO ¡Gracias, Dios mío! ¿Y Conrad? CORONEL Muerto. EL ARZOBISPO ¡Gracias, Dios mío! (Pausa.) Sí está muerto, le perdono. (A LINEHART.) Y a ti, te bendigo. Ve a propagar la noticia. CORONEL (rectificando la posición) Poco después de levantarse el sol, percibimos una nube de polvo... EL ARZOBISPO (interrumpiéndolo) ¡No, no! ¡Detalles no! ¡Detalles de ninguna manera! Una victoria relatada con detalles es imposible

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distinguirla de una derrota. Pero no cabe duda de que se trata de una victoria, ¿verdad? CORONEL Una maravillosa victoria: la elegancia misma. EL ARZOBISPO Vete. Quiero rezar. (EL CORONEL sale. EL ARZOBISPO comienza a bailar.) ¡Gané! ¡Gané! (Llevándose la mano al corazón.) ¡Ay! (Se arrodilla en su reclinatorio.) Oremos. (Se ilumina, a la derecha, una parte de la escena: un camino de ronda en las murallas. HEINZ y SCHMIDT se asoman por las almenas.) HEINZ No es posible, no es posible; Dios no lo permitiría. SCHMIDT Espera, van a repetirlas. ¡Mira! Uno-dos-tres... Tres... y uno-dos-tres-cuatro-cinco... NASTY (apareciendo en las murallas) ¿Y bien, qué hay? SCHMIDT ¡Nasty'. Muy malas noticias. NASTY Las noticias nunca son malas para quien Dios ha elegido. HEINZ Hace una hora que estamos mirando las señales luminosas. Minuto tras minuto, repiten las mismas. ¡Mira! Uno-dos-tres y cinco. (Le señala la montaña.) El arzobispo ha ganado la batalla. NASTY Lo sé. SCHMIDT La situación es desesperada: nos han atrapado en Worms sin aliados y sin víveres. Tú nos decías que Goetz se cansaría, que acabaría por levantar el sitio, que Conrad aplastaría al arzobispo; pues bien, ya ves: Conrad ha muerto y el ejército del arzobispo va a reunirse con el de Goetz al pie de nuestros muros. Y a nosotros sólo nos quedará morir. GERLACH (entra corriendo) Conrad ha sido derrotado. El burgomaestre y los regidores se han reunido para deliberar en el

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Ayuntamiento. SCHMIDT ¡Pardiez! Buscan la manera de someterse. NASTY ¿Tenéis fe, hermanos? TODOS Sí, Nasty, sí. NASTY No temáis, entonces. La derrota de Conrad es un signo. SCHMIDT ¿Un signo? NASTY Un signo que me hace Dios. Anda, Gerlach, corre hasta el Ayuntamiento y trata de averiguar qué ha decidido el Consejo. (Las murallas desaparecen en la noche.) EL ARZOBISPO (levantándose de su reclinatorio) ¡Hola! (Entra el CRIADO.) Haz entrar al banquero. (Entra el BANQUERO.) Siéntate, banquero. Estás cubierto de barro; ¿de dónde vienes? EL BANQUERO He viajado durante treinta y seis horas seguidas para impediros cometer una locura. EL ARZOBISPO ¿Una locura? EL BANQUERO Vais a retorcerle el cuello a una gallina que os pone todos los años un huevo de oro. EL ARZOBISPO ¿De qué estás hablando? EL BANQUERO De vuestra ciudad de Worms. Me han dicho que la estáis sitiando. Si vuestras tropas la saquean, os arruináis y me arruináis a mí. ¿Estáis, acaso, en edad de jugar a los soldados? EL ARZOBISPO No fui yo quien provocó a Conrad.

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EL BANQUERO Acaso no le provocasteis. ¿Pero quién me dice que no le provocasteis para que os provocase? EL ARZOBISPO Era mi vasallo y me debía obediencia. Pero el diablo le movió a incitar a los caballeros a la revuelta y a ponerse a su cabeza. EL BANQUERO ¿Por qué no le disteis lo que quería antes de que se enojase? EL ARZOBISPO Lo quería todo. EL BANQUERO Bueno, pase lo de Conrad. Seguramente fue el agresor, ya que ha sido el vencido. Pero vuestra ciudad de Worms... EL ARZOBISPO Worms, la joya de mis tierras; Worms, la ciudad de mis amores-, Worms la ingrata, se rebeló contra mí el mismo día en que Conrad cruzó la frontera. EL BANQUERO Gran pecado fue. Pero las tres cuartas partes de vuestras rentas vienen de allí. ¿Quién pagará vuestros impuestos, quién me reembolsará mis anticipos si, como un senil Tiberio, comenzáis a asesinar a vuestros burgueses? EL ARZOBISPO Injuriaron a los sacerdotes y los obligaron a encerrarse en los conventos; insultaron a mi obispo y le han prohibido salir del Obispado. EL BANQUERO ¡Niñerías! Jamás habrían peleado si no los hubieseis forzado a hacerlo. La violencia está bien para quienes nada tienen que perder. EL ARZOBISPO ¿Qué es lo que quieres? EL BANQUERO Su perdón. Que paguen una buena multa y que no se hable más del asunto. EL ARZOBISPO ¡Ay!

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EL BANQUERO ¿Por qué suspiráis? EL ARZOBISPO Amo a Worms, banquero; de todo corazón la perdonaría incluso sin multa alguna... EL BANQUERO ¿Entonces? EL ARZOBISPO No soy yo quien la asedia. EL BANQUERO ¿Quién, pues? EL ARZOBISPO Goetz. EL BANQUERO ¿Quién es Goetz? ¿El hermano de Conrad? EL ARZOBISPO Sí, el mejor capitán de toda Alemania. EL BANQUERO ¿Qué hace bajo los muros de vuestra ciudad? ¿Acaso es vuestro enemigo? EL ARZOBISPO A decir verdad, no sé muy bien lo que es. Primero, fue el aliado de Conrad y mi enemigo; luego, mi aliado y el enemigo de Conrad; y ahora... Lo menos que de él puede decirse, es que tiene un carácter muy versátil. EL BANQUERO ¿Por qué buscar aliados tan sospechosos? EL ARZOBISPO ¿Podía yo escoger? Conrad y él invadieron mis tierras conjuntamente. Por suerte me enteré de que la discordia había surgido entre ellos y, en secreto, prometí a Goetz las tierras de su hermano si se unía a nosotros. Sí no le hubiese separado de Conrad, hace tiempo que hubiera perdido yo la guerra. EL BANQUERO Se pasó con sus tropas a vuestro lado. ¿Y luego?

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EL ARZOBISPO Le confié la custodia de las fronteras. Pero debió de aburrirse. Supongo que no le gusta la vida de guarnición, pues un día condujo su ejército bajo las murallas de Worms y comenzó el sitio sin que yo se lo pidiera. EL BANQUERO Ordenadle... (EL ARZOBISPO sonríe tristemente, encogiéndose de hombros.) ¿No os obedece? EL ARZOBISPO ¿Dónde has visto que un general en campaña obedezca a un jefe de Estado? EL BANQUERO En suma: estáis en sus manos. EL ARZOBISPO Sí. (Se iluminan las murallas.) GERLACH (entrando) El Consejo ha decidido enviar parlamentarios a Goetz. HEINZ ¡Vaya! (Pausa.) ¡Cobardes! GERLACH Nuestra única esperanza es que Goetz les proponga condiciones inaceptables. Sí es tal como lo pintan, ni siquiera querrá aceptar la rendición incondicional. EL BANQUERO Acaso respete los bienes. EL ARZOBISPO Me temo que ni siquiera respete las vidas humanas. SCHMIDT (a GERLACH) Pero ¿por qué? ¿Por qué? EL ARZOBISPO Es un bastardo de la peor especie: por parte de madre. Sólo en hacer el mal se complace. GERLACH ¡Es un cerdo, un bastardo: le gusta hacer daño! Sí quiere saquear Worms, será menester que los

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burgueses se batan hasta el último instante. SCHMIDT Sí se propone arrasar la ciudad, no cometerá la ingenuidad de decirlo. Pedirá que se le deje entrar, prometiendo que no tocará nada. EL BANQUERO (indignado) Worms me debe treinta mil ducados: es preciso detenerle en seguida. Enviad vuestras tropas contra Goetz. EL ARZOBISPO (abrumado) Temo que las derrote. HEINZ (a NASTY) Entonces, ¿estamos totalmente perdidos? NASTY Dios está con nosotros, hermanos; no podemos perder. Esta noche saldré de Worms y trataré de atravesar las líneas para llegar a Waldorf. Ocho días bastarán para levantar en armas a diez mil campesinos. SCHMIDT Pero ¿cómo podremos resistir ocho días? Son capaces de abrirle las puertas esta misma noche. NASTY Es preciso impedírselo. HEINZ ¿Quieres tomar el poder? NASTY No. La situación es demasiado incierta. HEINZ ¿Entonces? NASTY Será menester comprometer a los burgueses, para que teman por sus cabezas. TODOS ¿Cómo? NASTY

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Con una matanza. (La escena se ilumina bajo tas murallas. Una mujer, fija la mirada en el vacio, está sentada en la escalera que lleva al camino de ronda. Pasa un cura leyendo su breviario.) NASTY ¿Quién es ese cura? ¿Por qué no está encerrado con los otros? HEINZ ¿No lo reconoces? NASTY ¡Ah! Es Heinnch. ¡Cómo ha cambiado! Pero no importa, ¡debían haberle encerrado! HEINZ Los pobres le quieren porque vive como ellos. Y se temió disgustarlos. NASTY Es el más peligroso de todos. LA MUJER (viendo al cura) ¡Cura! ¡Cura! (El cura se escapa. Ella grita.) ¿Adonde vas tan de prisa? HEINRICH (deteniéndose) ¡Ya no tengo nada! ¡Nada! Lo he dado todo. LA MUJER Esa no es una razón para que huyas cuando se te llama. HEINRICH (regresando hacia ella con fatiga) ¿Tienes hambre? LA MUJER No. HEINRICH ¿Qué pides, entonces? LA MUJER Quiero que me expliques... HEINRICH (vivamente) Nada puedo explicar.

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LA MUJER Ni siquiera sabes de qué hablo. HEINRICH Está bien. Habla. ¡Pronto! ¿Qué es lo que quieres que te explique? LA MUJER ¿Por qué murió el niño? HEINRICH ¿Qué niño? LA MUJER (riendo un poco) El mío. Vamos, cura, lo enterraste ayer: tenía tres años y murió de hambre. HEINRICH Estoy fatigado, hermana, y ya no te reconozco. Veo en todas el mismo rostro con los mismos ojos. LA MUJER ¿Por qué murió? HEINRICH No lo sé. LA MUJER Y, sin embargo, eres cura. HEINRICH Sí, lo soy. LA MUJER Entonces, si tú no puedes, ¿quién me lo explicará? (Pausa.) Si yo ahora me dejase morir, ¿obraría mal? HEINRICH (con fuerza) ¡Sí, muy mal! LA MUJER Eso pensaba yo también. Y, no obstante, tengo muchas ganas. Ya ves que tienes que explicármelo. (Hay un silencio. HEINRICH se pasa la mano por la frente y hace un violento esfuerzo.) HEINRICH

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Nada sucede sin la venia de Dios y Dios es la bondad misma. De manera que cuanto acontece, es lo mejor. LA MUJER No comprendo. HEINRICH Dios sabe muchas más cosas que tú; lo que a ti te parece un mal es un bien a sus ojos, porque él sopesa todas las consecuencias. LA MUJER ¿Y tú puedes entender eso? HEINRICH ¡No! ¡No! ¡No comprendo nada! ¡No puedo ni quiero comprender! ¡Es preciso creer! ¡Creer! ¡Creer! LA MUJER (con una risita) Dices que se debe creer y ni siquiera pareces creer en lo que dices. HEINRICH Lo que digo, hermana, lo he repetido tantas veces desde hace tres meses que ya no sé si lo digo por convicción o por hábito. Pero no te engañes, creo en ello. Creo con todas mis fuerzas y con todo mi corazón. Tú eres testigo, Dios mío, de que ni siquiera por un momento la duda ha rozado mi corazón. (Pausa.) Mujer, tu hijo está en el cielo y allí volverás a encontrarlo. (HEINRICH se arrodilla.) LA MUJER Sin duda, cura. Pero el cielo es otra cosa. Y, además, estoy tan cansada que ya nunca tendré fuerzas para alegrarme. Ni siquiera allá arriba. HEINRICH Perdóname, hermana. LA MUJER ¿Qué habría de perdonarte, cura? Nada me has hecho. HEINRICH Perdóname. Perdona en mí a todos los sacerdotes, tanto a los ricos como a los pobres. LA MUJER (divertida) Te perdono de todo corazón. ¿Estás contento ahora?

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HEINRICH Sí. Y ahora, hermana, vamos a rezar juntos; pidamos a Dios que nos devuelva la esperanza. (Durante las últimas réplicas, NASTY baja lentamente por la escalera de las murallas.) LA MUJER (al ver a NASTY se interrumpe alegremente) ¡Nasty! ¡Nasty! NASTY ¿Qué me quieres? LA MUJER Panadero, mi hijo murió. Tú que lo sabes todo, debes saber por qué. NASTY Sí, lo sé. HEINRICH Nasty, te lo suplico, ¡cállate! ¡Desventurados aquellos por los que llega el escándalo! NASTY Murió porque los ricos burgueses de nuestra ciudad se han rebelado contra el arzobispo, su riquísimo señor. Cuando los ricos se declaran la guerra, son los pobres los que mueren. LA MUJER ¿Y Dios les permitió hacer esa guerra? NASTY Dios se lo había prohibido. LA MUJER Este dice que nada sucede sin su permiso. NASTY Nada, a excepción del mal que nace de la perversión de los hombres. HEINRICH Mientes, panadero; mezclas lo verdadero con lo falso para engañar a las almas. NASTY ¿Sostendrías tú, acaso, que Dios permite estos duelos y sufrimientos inútiles? Yo digo que es inocente de todos ellos.

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(HEINRICH se calla.) LA MUJER ¿Entonces, Dios no quería que mi hijo muriera? NASTY Si lo hubiera querido, ¿le habría hecho nacer? LA MUJER (aliviada) Prefiero esto. (Al cura.) ¿Ves cómo esto lo comprendo? ¿Entonces, el buen Dios se entristece cuando ve que yo sufro? NASTY Se entristece muchísimo. LA MUJER ¿Y nada puede hacer por mí? NASTY Sí. Claro que sí. Te devolverá a tu hijo. LA MUJER (decepcionada) Sí; ya lo sé: en el cielo. NASTY En el cielo no. Aquí en la tierra. LA MUJER (atónita) ¿En la tierra? NASTY ¡Será preciso pasar primero por el ojo de una aguja y soportar siete años de desventura, y luego comenzará el reino de Dios sobre la tierra; nuestros muertos nos serán devueltos, todo el mundo amará a todo el mundo y nadie tendrá hambre ya! LA MUJER ¿Por qué tendremos que esperar siete años? NASTY Porque se necesitan siete anos de lucha para librarnos de los malos. LA MUJER Mucho habrá que hacer.

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NASTY Por eso necesita el Señor tu ayuda. LA MUJER ¿El Señor Todopoderoso necesita mi ayuda? NASTY Sí, hermana. Durante siete años reinará todavía el Maligno sobre la tierra; pero si cada uno de nosotros lucha valerosamente, nos salvaremos todos y Dios con nosotros. ¿Me crees? LA MUJER (levantándose) Sí, Nasty, te creo. NASTY Tu hijo no está en el cielo, mujer, sino en tu vientre. Durante siete años lo llevarás contigo y al cabo de ese tiempo marchará a tu lado, pondrá su mano en la tuya y lo habrás parido por segunda vez. LA MUJER Te creo, Nasty, te creo. (Sale.) HEINRICH ¡La estás perdiendo! NASTY Si tan seguro estás, ¿por qué no me has interrumpido? HEINRICH ¡Ay! Porque parecía menos desgraciada. (NASTY se encoge de hombros y sale,) Señor, no tuve valor para hacerle callar: he pecado. Pero creo, Dios mío, creo en tu omnipotencia, en tu Santa Iglesia, mi madre, cuerpo sagrado de Jesús, del que soy miembro; creo que todo sucede por decreto tuyo, aun la muerte de un niño, y que todo es bueno. ¡Lo creo porque es absurdo! ¡Absurdo! ¡Absurdo! (Toda la escena se ha iluminado. En torno al palacio del obispo, los burgueses, congregados con sus esposas, esperan.) LA MULTITUD ¿Hay noticias?... No las hay... ¿Qué hacen aquí?

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Esperan... ¿Qué es lo que esperan? Nada... ¿Has visto? A la derecha. Sí. ¡Qué horrendas jetas! Cuando se agita el agua, sube el cieno. Ya no se puede andar por las calles. Es preciso acabar esta guerra pronto. Sí no, veremos cosas todavía peores. Quisiera ver al obispo, quisiera ver al obispo. No saldrá. Está furioso. ¿Quién? ¿Quién? El obispo. Desde que está encerrado ahí, se le ve a veces en su ventana: levanta la cortina y mira afuera. No tiene buena cara. ¿Y qué quieres que te diga el obispo? Acaso tenga noticias. (Murmullos.) VOCES EN LA MULTITUD ¡Obispo! ¡Obispo! ¡Asómate! ¡Aconséjanos! ¿Qué va a suceder? LA VOZ ¡Es el fin del mundo! (Un hombre se destaca de la muchedumbre, salta hasta la fachada del Obispado y se apoya en ella. HEINRICH se separa de él y se une a la multitud.)

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EL PROFETA ¡El mundo está jodido! Jodido! Golpeemos a nuestras carroñas. ¡Golpead, golpead: ahí está Dios! (Gritos y comienzo del pánico.) UN BURGUÉS Calma, calma. Es sólo un profeta. LA MULTITUD ¿Otro más? ¡Basta ya! ¡Cállate! Surgen de todas partes. Para eso no valía la pena haber encerrado a nuestros curas. EL PROFETA La tierra exhala hedores. ¡El sol se ha quejado a Dios! Señor, quiero apagarme. Estoy harto de esta podredumbre. Cuanto más la caliento, más hiede. Ensucia la punta de mis rayos. ¡Maldición, dice el sol! Mi hermosa cabellera de oro se reboza en la mierda. UN BURGUÉS (golpeándolo) ¡Cierra ya el pico! (EL PROFETA cae sentado en tierra. La ventana del Obispado se abre violentamente. EL OBISPO aparece en el balcón con vestiduras de gran ceremonia.) LA MULTITUD ¡El obispo! EL OBISPO ¿Dónde están los ejércitos de Conrad? ¿Dónde están los caballeros? ¿Dónde la legión de los ángeles que debía derrotar al enemigo? Estáis solos, sin amigos, sin esperanza, y malditos, Vamos, burgueses de Worms, responded: ¿si era grato al Señor que aprisionaseis a sus ministros, por qué os ha abandonado? (Gemidos de la muchedumbre.) ¡Responded! HEINRICH ¡No les quitéis el valor que les queda!

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EL OBISPO ¿Quién habla? HEINRICH Yo, Heinrich, cura de Saint-Gilhau. EL OBISPO Trágate la lengua, sacerdote apóstata. ¿Te atreves a mirar de frente a tu obispo? HEINRICH Monseñor, sí os ofendieron, perdonadles su agravio como yo os perdono esos insultos. EL OBISPO ¡Judas! ¡Judas Iscariote! ¡Ve a ahorcarte! HEINRICH No soy Judas. EL OBISPO ¿Qué haces, entonces, entre ellos? ¿Por qué los apoyas? ¿Por qué no estás preso con nosotros? HEINRICH Me dejaron libre porque saben que los amo. Y si no he ido a reunirme con los demás sacerdotes, es para que se digan misas y se administren sacramentos en esta ciudad perdida. Sin mí, la Iglesia estaría ausente, entregada Worms sin defensa a la herejía y morirían las gentes como perros... Monseñor, ¡no les quitéis el valor! EL OBISPO ¿Quién te alimentó a ti? ¿Quién te crió? ¿Quién te enseñó a leer? ¿Quién te dio ciencia? ¿Quién te hizo sacerdote? HEINRICH La Iglesia, mi Santísima Madre. EL OBISPO Se lo debes todo. Eres de la Iglesia ante todo. HEINRICH Soy de la Iglesia ante todo; pero también soy su hermano. EL OBISPO (fuertemente) De la Iglesia ante todo.

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HEINRICH Sí, de la Iglesia ante todo, pero... EL OBISPO Voy a hablar a estos hombres. Si se obstinan en sus errores y quieren prolongar su rebelión, te ordeno que te unas a la gente de Iglesia, tus verdaderos hermanos, y que te encierres con ellos en el convento de los Mínimos o en el Seminario. ¿Obedecerás a tu obispo? UN HOMBRE DEL PUEBLO No nos abandones, Heinrich, eres el cura de los pobres; nos perteneces. HEINRICH (abrumado, pero con voz firme) Soy de la Iglesia ante todo; os obedeceré, monseñor. EL OBISPO Habitantes de Worms: mirad bien a vuestra blanca y populosa ciudad; miradla por última vez; va a convertirse en la sede infecta del hambre y de la peste; y, para terminar, los ricos y los pobres se degollarán entre sí. Cuando los soidados de Goetz entren, sólo encontrarán escombros y carroña. (Pausa.) Puedo salvaros, pero será preciso que sepáis enternecerme. LAS VOCES ¡Sálvanos, monseñor! ¡Sálvanos! EL OBISPO ¡De rodillas, orgullosos burgueses, y pedid perdón a Dios! (Los burgueses se arrodillan unos tras otros. Los hombres del pueblo permanecen en pie.) ¡Heinrich! ¿Vas a arrodillarte? (HEINRICH se arrodilla.) Señor Dios, perdónanos nuestras culpas y calma la cólera del arzobispo. ¡Repetid! LA MULTITUD Señor Dios, perdónanos nuestras culpas y calma la cólera del arzobispo. EL OBISPO Amén. ¡Levantaos! (Pausa.) Empezaréis por poner en libertad a los sacerdotes y monjes; abriréis luego las puertas de la ciudad; de rodillas en el atrio de la catedral, esperaréis, arrepentidos. Nosotros, entre tanto, iremos en procesión a suplicar a Goetz vuestro perdón. UN BURGUÉS ¿Y si no quisiese oíros? EL OBISPO Por encima de Goetz está el arzobispo. Es nuestro padre, y su justicia será paternal.

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(Un momento antes, NASTY ha aparecido en el camino de ronda. Escucha en silencio y durante la última réplica desciende en silencio dos escalones.) NASTY Goetz no pertenece al arzobispo. Pertenece al diablo. Prestó juramento a Conrad, su propio hermano, y lo ha traicionado, sin embargo. ¿Si os promete hoy la salvación, seréis tan necios como para creer en su palabra? EL OBISPO Tú, quienquiera que seas, te ordeno... NASTY ¿Quién eres tú para mandarme? Y vosotros, ¿qué necesidad tenéis de oirle? No tenéis que aceptar órdenes de nadie, como no sea de los jefes que elegisteis. EL OBISPO ¿Y a ti quién te eligió, mamarracho? NASTY Los pobres. (A los demás.) Los soldados están con nosotros; he colocado guardias en las puertas de la ciudad; sí alguien había de abrirlas, pagará con la vida. EL OBISPO ¡Valor, desgraciado, llévalos a su perdición! Sólo les quedaba una oportunidad de salvarse y tú acabas de quitársela. NASTY Si ya no hubiera esperanza, yo sería el primero en aconsejaros que os rindieseis. Pero ¿quién pretende que Dios nos ha abandonado? ¿Han querido haceros dudar de los ángeles? Hermanos míos: ahí están los ángeles. No, no levantéis los ojos: el cielo está vacío. Los ángeles están trabajando sobre la tierra, y se ensañan sobre el campo enemigo. UN BURGUÉS ¿Qué ángeles? NASTY El ángel del cólera y el ángel de la peste, el ángel del hambre y el de la discordia. No perdáis el ánimo: la ciudad es inexpugnable y Dios nos ayuda. Levantarán el sitio. EL OBISPO Habitantes de Worms: quienes escuchen a ese heresiarca irán al infierno; doy testimonio de ello sobre mi porción de paraíso. NASTY

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Tu porción de paraíso hace mucho tiempo que la arrojó Dios a los perros. EL OBISPO ¡En tanto que la tuya, seguramente, la guarda calentita esperando que vayas a buscarla! Y en este momento se regocija oyéndote insultar a su sacerdote. NASTY ¿Quién te hizo sacerdote? EL OBISPO La Santa Iglesia. NASTY Tu Iglesia es una puta que vende sus favores a los ricos. ¿Tú me confesarías? ¿Tú perdonarías mis pecados? ¡Pero si a Dios le rechinan los dientes cuando ve tu alma sarnosa! Hermanos: no necesitamos sacerdotes. Todos los hombres pueden bautizar, todos los hombres pueden absolver, todos los hombres pueden predicar. En verdad os digo: todos los hombres son profetas, o Dios no existe. EL OBISPO ¡Uy! ¡Uy! ¡Uy! ¡Anatema! (Le arroja su escarcela al rostro.) NASTY (señalando la puerta del palacio) Esta puerta está carcomida; con un empellón se la echaría abajo. (Silencio.) ¡Cuan pacientes sois, hermanos! (Pausa. A los hombres del pueblo.) Todos están compinchados: el obispo, el Consejo, los ricos; quieren entregar la ciudad porque os tienen miedo. ¿Y quién pagará por todos si la entregan? ¡Vosotros! ¡Siempre vosotros! Vamos, levantaos, hermanos: para ganar el cielo es preciso matar. (Los hombres del pueblo gruñen.) UN BURGUÉS (a su esposa) Ven. Vámonos. OTRO (a su hijo) ¡Pronto! Vamos a cerrar los postigos de la tienda y a atrincherarnos en casa. EL OBISPO Dios mío: eres testigo de que he hecho cuanto he podido para salvar a este pueblo. Moriré sin remordimientos, en tu gloria, pues ahora sé que tu cólera se abatirá sobre Worms y la reducirá a polvo, NASTY Ese viejo os devora vivos. ¿Por qué tiene tan potente la voz? Por todo lo que traga. Asomaos a sus graneros: encontraréis en ellos bastante pan para alimentar a un regimiento durante seis meses.

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EL OBISPO (con voz fuerte) ¡Mientes! Mis graneros están vacíos, y tú lo sabes. NASTY Andad a verlo, hermanos. Andad a verlo. ¿O vais a creer en su palabra? (Los burgueses se retiran apresuradamente. Quedan sólo los hombres del pueblo con NASTY.) HEINRICH (aproximándose a NASTY) ¡Nasty! NASTY ¿Qué quieres tú? HEINRICH Tú sabes que sus graneros están vacíos. Tú sabes que apenas come..., que da su ración a los pobres. NASTY ¿Estás con nosotros o contra nosotros? HEINRICH Estoy con vosotros cuando sufrís; contra vosotros cuando queréis verter la sangre de la Iglesia, NASTY Estás con nosotros cuando nos asesinan, y contra nosotros cuando osamos defendernos. HEINRICH Soy de la Iglesia, Nasty. NASTY ¡Echad abajo la puerta! (Los hombres atacan la puerta. EL OBISPO., de pie, reza en silencio.) HEINRICH (arrojándose frente a la puerta) Tendréis que matarme... UN HOMBRE DEL PUEBLO ¿Matarte? ¿Para qué? (Lo golpean y lo arrojan al suelo.) HEINRICH ¡Me habéis golpeado! ¡Os amaba más que a mi alma y me habéis golpeado! (Se levanta y se abalanza

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hacia NASTY.) ¡Al obispo, no, Nasty, al obispo no! ¡A mí, si quieres, pero no al obispo! NASTY ¿Por qué no? ¡Es uno de los que explotan al pueblo! HEINRICH ¡Tú sabes que no! Lo sabes. Sí quieres liberar a tus hermanos de la opresión y la mentira, ¿por qué comienzas por mentirles? NASTY Yo nunca miento. HEINRICH ¡Mientes! No hay grano en sus graneros. NASTY ¡Qué me importa! Hay oro y joyas en sus iglesias. Todos los que han muerto de hambre al pie de sus Cristos de mármol y de sus Vírgenes de marfil, digo yo que murieron por su culpa. HEINRICH No es lo mismo. Acaso no digas mentiras, pero no dices la verdad. NASTY No digo la tuya; digo la nuestra. Y si Dios ama a los pobres, será nuestra verdad la que haga suya en el día del Juicio. HEINRICH Pues bien, déjale a él juzgar al obispo. Pero no viertas la sangre de la Iglesia. NASTY Sólo conozco una Iglesia: la sociedad de los hombres. HEINRICH De todos los hombres, entonces; de todos los cristianos unidos por el amor. Pero tú inauguras tu sociedad con una matanza. NASTY Es demasiado pronto para amar. Vertiendo sangre compraremos el derecho a hacerlo. HEINRICH Dios ha prohibido la violencia. La aborrece. NASTY

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¿Y el infierno? ¿Crees que no se hace violencia a los condenados? HEINRICH Dios ha dicho: el que desenvainare la espada... NASTY Por la espada perecerá... Pues bien, sí, pereceremos por la espada. Todos. Pero nuestros hijos verán Su Reino sobre la Tierra. ¡Anda, vete! No vales más que los otros. HEINRICH ¡Nasty! ¡Nasty! ¿Por qué no me amáis? ¿Qué os he hecho? NASTY ¿Que qué nos has hecho? Que eres cura, y un cura sigue siendo cura haga lo que haga. HEINRICH Soy uno de vosotros. Pobre e hijo de pobre. NASTY Y bien. Eso prueba que eres un traidor, y nada más. HEINRICH (gritando) ¡Han hundido la puerta! (La puerta, en efecto, ha cedido y los hombres se precipitan dentro del palacio. HEINRICH cae de rodillas.) Dios mío: sí todavía amas a los hombres, sí no te horrorizan todos, impide este crimen. EL OBISPO ¡No necesito tus oraciones, Heinrich! A todos vosotros, que no sabéis lo que hacéis, os perdono. Pero a ti, sacerdote apóstata, ¡te maldigo! HEINRICH ¡Ay! (Cae postrado.) EL OBISPO ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! (Los hombres lo hieren. Cae sobre el balcón.) NASTY (a SCHMIDT) ¡Y ahora, que traten de entregar la ciudad! UN HOMBRE DEL PUEBLO (apareciendo en la puerta)

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No había grano en el granero. NASTY Lo habrán escondido en el convento de los Mínimos. EL HOMBRE (gritando) ¡Al convento de los Mínimos! ¡Al convento! (Salen los hombres corriendo.) HOMBRES DEL PUEBLO ¡Al convento! ¡Al convento! NASTY (a SCHMIDT) Esta noche trataré de franquear las líneas. (Salen. HEINRICH se levanta y mira en torno suyo. Está solo con el PROFETA. Ve al OBISPO que, con los ojos muy abiertos, le mira.) HEINRICH (va a entrar en el palacio. EL OBISPO extiende el brazo para rechazarlo) No entraré. Baja tu brazo, bájalo. Si no estás muerto del todo, perdona. El rencor es pesado, terrestre. Déjalo sobre la tierra; muere aligerado de peso. (EL OBISPO trata de hablar.) ¿Qué? (EL OBISPO ríe.) ¿Un traidor? Sí, desde luego. ¿Sabes que también ellos me llaman traidor? Pero dime, entonces: ¿cómo puedo arreglármelas para traicionar a todo el mundo a la vez? (EL OBISPO sigue riéndose.) ¿Por qué ríes? ¡Vamos! (Pausa.) Me golpearon. Y, sin embargo, los amaba. ¡Cómo los amaba, Dios mío! (Pausa.) Los amaba, pero les mentía. Les mentía con mi silencio. ¡Me callaba! ¡Me callaba! Cosida la boca, apretados los dientes. Ellos reventaban como moscas y yo me callaba. Cuando querían pan, yo llegaba con el crucifijo. ¿Crees que el crucifijo se come? ¡Ah, baja ya el brazo!; somos cómplices. Yo quise vivir su pobreza, sufrir su hambre y su frío. Lo que no impidió que continuaran muriendo, ¿verdad? ¿Ves? Era una manera de traicionarlos, haciéndoles creer que la Iglesia era pobre. Ahora, la rabia se ha apoderado de ellos y han matado. Se pierden. Jamás conocerán otra cosa que el infierno: primero, en esta vida; mañana, en la otra. (EL OBISPO pronuncia algunas palabras ininteligibles.) Pero ¿qué quieres que haga yo? ¿Cómo podría detenerles? (Va al fondo y mira a la calle.) La plaza hierve de gente; golpean con los bancos la puerta del convento. Es sólida; resistirá hasta mañana. Yo nada puedo hacer. ¡Nada! ¡Nada! Vamos, cierra ya la boca: muere dignamente. (EL OBISPO deja caer una llave.) ¿Qué llave es ésa? ¿Qué puerta abre? ¿Una puerta de tu palacio? ¿No? ¿De la catedral? ¿Sí? ¿De la sacristía? ¿No?... ¿De la cripta?,.. ¿Es la puerta de la cripta? ¿La que siempre está cerrada? ¿Y bien? EL OBISPO Subterráneo. HEINRICH ¿Que lleva adonde?... ¡No lo digas!... ¡Ojalá mueras antes de decirlo! EL OBISPO

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Afuera. HEINRICH No la recogeré. (Silencio.) ¿Un subterráneo parte de la cripta y lleva fuera de la ciudad? ¿Quieres que vaya a buscar a Goetz y que lo haga entrar en Worms por el subterráneo? No cuentes conmigo. EL OBISPO Doscientos sacerdotes. Su vida está en tus manos. (Pausa.) HEINRICH ¡Pardiez! ¿Por eso te reías? Es una buena farsa. Gracias, buen obispo, gracias. Los pobres degollarán a los sacerdotes o Goetz degollará a los pobres. Doscientos sacerdotes o veinte mil hombres: bonita elección me dejas. Sin duda, veinte mil hombres son mucho más que doscientos; la cuestión está en saber cuántos hombres vale un sacerdote. Y me toca a mí decidir; después de todo, soy de la Iglesia. No, no recogeré la llave: los curas se irán derechos al cielo. (EL OBISPO se desploma.) A menos que mueran como tú, con la ira en el pecho. Y bien: ya acabaste. Buenas noches. Perdónale, Señor, como yo le perdono. No la recogeré. ¡No! ¡No! ¡No! (Recoge la llave.) EL PROFETA (que se ha levantado) Señor, que se cumpla tu voluntad, ¡El mundo está jodido! ¡Jodido! ¡Hágase tu voluntad! HEINRICH Señor, maldijiste a Caín y a los hijos de Caín; hágase tu voluntad. Permitiste que los hombres tuviesen roído el corazón, podridas sus intenciones y que sus acciones se descompongan y apesten: hágase tu voluntad. ¡Hágase tu voluntad! ¡Hágase tu voluntad! EL PROFETA ¡Golpeemos a nuestras carroñas! Golpead, golpead: ahí está Dios. TELÓN SEGUNDO CUADRO En los alrededores del campamento de Goetz. Es de noche. Al fondo, la ciudad. Entra un oficial y mira hacia Worms, Inmediatamente después entra otro oficial.

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ESCENA I Los OFICIALES, HERMANN OFICIAL 2º ¿Qué haces? OFICIAL 1º Miro la ciudad: por si acaso un buen día levantara el vuelo... OFICIAL 2. No, no volará. No tendremos esa suerte. (Volviéndose bruscamente.) ¿Qué es eso? (Pasan dos hombres llevando en una parihuela un bulto cubierto con una sábana. El OFICIAL 1.° se acerca, levanta la sábana y la deja caer de nuevo.) OFICIAL lº ¡AI río! ¡Y de prisa! OFICIAL 2º ¿Está...? OFICIAL 1.° Negro. (Pausa. Los dos enfermeros se ponen en marcha. El enfermo gime.) OFICIAL 2.a ¡Esperad.' (Se detienen.) OFICIAL 1.° ¿Qué pasa? OFICIAL 2° Está vivo. OFICIAL 1.° No quiero saberlo. ¡Al río! OFICIAL 2° (a los enfermeros) ¿De qué regimiento? ENFERMERO

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Cruz azul. OFICIAL 2.° ¿Eh? Es el mío. ¡Media vuelta! OFICIAL 1.° ¿Estás loco? ¡Al río! OFICIAL 2.° No dejaré que ahoguen a mis hombres como a una carnada de gatos. (Se miran. Los enfermeros cambian un guiño burlón, dejan al moribundo en el suelo y esperan.) OFICIAL 1.° Si lo dejamos aquí, vivo o muerto contagiará el cólera al ejército entero. OFICIAL 3.° Y si no es el cólera, será el pánico. ¡Vamos, echadlo al río! ENFERMERO ¡Se queja! (Pausa. El OFICIAL 2.° se vuelve malhumorado hacia los enfermeros, saca rabiosamente su daga y la hunde en el cuerpo.) OFICIAL 2." Ya no se quejará más. ¡Vamos! (Salen los dos hombres.) Tres. Tres desde ayer. HERMANN (entrando) Cuatro. Hay otro que acaba de caer en mitad del campamento. OFICIAL 2° ¿Lo vieron los hombres? HERMANN ¿No me has oído? ¡En mitad del campamento! OFICIAL 3.° Si mandase yo, esta noche se levantaba el sitio. HERMANN De acuerdo, pero da la casualidad de que no eres tú quien manda. OFICIAL 1.°

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¡Es preciso hablarle! HERMANN ¿Quién va a hablarle? (Silencio. Mirándolos.) Haréis todo lo que el quiera. OFICIAL 2.° Entonces, estamos perdidos. Si el cólera nos perdona, nos degollarán nuestras tropas. HERMANN A menos que sea él quien reviente. OFICIAL 1.° ¿El? ¿Del cólera? HERMANN Del cólera o de otra cosa. (Silencio.) Me han dicho que el arzobispo no vería con malos ojos su muerte. (Silencio.) OFICIAL 2. Yo no podría. OFICIAL 1.° Tampoco yo; me asquea de tal manera, que me horrorizaría hacerle daño. HERMANN Nadie te pide nada. Como no sea que te calles y dejes obrar a los que están menos asqueados que tú. (Silencio. Entran GOETZ y CATALINA.) ESCENA II Los mismos, GOETZ y CATALINA GOETZ (entrando) ¿No tenéis nada que decirme? ¿Ni siquiera que los soldados carecen de pan? ¿Ni siquiera que el cólera va a diezmar las tropas? ¿Ni siquiera que levante el sitio para impedir una catástrofe? (Pausa.) ¿Tanto miedo os doy? (Ellos se callan.) CATALINA

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¡Cómo te miran, tesoro! Estas gentes no te quieren y no me sorprendería que cualquier día te encontraran por ahí, tendido de espaldas y con un gran cuchillo en la panza. GOETZ Y tú, ¿me amas? CATALINA ¡Maldito si te quiero! GOETZ ¿Ves? Y, sin embargo, no me has matado. CATALINA No por falta de ganas. GOETZ Lo sé: ¡bonitos sueños tienes! Pero estoy tranquilo: cuando yo me muera, veinte mil hombres querrán poseerte. Y veinte mil hombres es un poco excesivo, incluso para ti. CATALINA Más valen veinte mil hombres que uno solo que te causa horror. GOETZ Eso es lo que más me gusta de ti: el horror que te causo. (A los oficiales.) ¿Cuándo queréis, pues, que levante el sitio? ¿El jueves? ¿El martes? ¿El domingo? Pues bien, amigos míos: no será el jueves ni el martes cuando tome la ciudad, sino esta noche. OFICIAL 2.a ¿Esta noche? GOETZ Ahora mismo. (Mirando a la ciudad.) ¿Veis allá lejos una lucecita azul? Todas las noches la miro y todas las noches, en este mismo momento, se apaga. ¡Mirad! ¿Qué os decía yo? Acabo de verla apagarse por ciento una y última vez... Buenas noches: es preciso matar lo que se ama. He ahí otras... otras luces que se apagan. ¡Diablo! Hay gente que se acuesta temprano porque quiere levantarse temprano mañana. Y no habrá mañana. Hermosa noche, ¿eh? No muy clara, pero llena de estrellas. Dentro de un rato saldrá la luna. Precisamente la clase de noche en que nada sucede. Lo han previsto todo, lo han aceptado todo, incluso la matanza; pero no para esta noche. El cielo es tan puro que inspira confianza; esta noche les pertenece. (Bruscamente.) ¡Qué poderío! Dios: esta dudad es mía y te la doy. Dentro de pocos instantes la haré llamear en tu honor. (A los oficiales.) Un sacerdote se escapó de Worms y quiere hacernos entrar en la ciudad. El capitán Ulrich le está interrogando. OFICIAL 3° ¡Hum! GOETZ

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¿Qué? OFICIAL 3." Desconfío de los traidores. GOETZ Yo, en cambio, los adoro. (Entran un oficial y un soldado que empuja al sacerdote) ESCENA III Los mismos, HEINRICH y el CAPITÁN HEINRICH (cayendo a los pies de GOETZ) ¡Tortúrame! ¡Arráncame las uñas! ¡Desuéllame vivo! (GOETZ se echa a reír.) GOETZ (cayendo a los pies del sacerdote) ¡Destrípame! ¡Enrédame! ¡Descuartízame! (Se levanta.) Bueno, ya hemos roto el hielo. (Al CAPITÁN.) ¿Quién es? EL CAPITÁN Heinrich, el cura de Worms que debía entregarnos la ciudad. GOETZ ¿Y bien? EL CAPITÁN Ya no quiere hablar. GOETZ (acercándose a HEINRICH) ¿Por qué? EL CAPITÁN Dice simplemente que ha cambiado de parecer. OFICIAL 3.° ¿Que ha cambiado de parecer? ¡Voto a Dios! ¡Rompedle los dientes! ¡Quebradle el espinazo!

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HEINRICH ¡Rompedme los dientes! ¡Quebradme el espinazo! GOETZ ¡Qué energúmeno!. (A HEINRICH.) ¿Por qué querías entregarnos la ciudad? HEINRICH Para salvar a los sacerdotes que el populacho quiere asesinar. GOETZ ¿Y por qué cambiaste de idea? HEINRICH He visto las jetas de tus reitres. GOETZ ¿Y qué? HEINRICH Son elocuentes. GOETZ ¿Qué dicen? HEINRICH Que yo provocaría una matanza por querer impedir algunos asesinatos. GOETZ Y, sin embargo, no es la primera vez que ves reitres. Y ya sabías la pinta que tienen. HEINRICH Estos son peores que los otros. GOETZ ¡Bah! ¡Bah! Todos los soldados se parecen. ¿Qué esperabas encontrar aquí? ¿Angeles? HEINRICH Hombres. Y quería pedir a esos hombres que perdonasen a otros hombres. Hubieran entrado en la ciudad sólo con jurarme que dejarían con vida a todos sus habitantes. GOETZ Entonces, ¿creías en mi palabra?

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HEINRICH ¿En tu palabra? (Lo mira.) ¿Tú eres Goetz? GOETZ Sí. HEINRICH Yo... pensaba poder fiarme de ella. GOETZ (sorprendido) ¿En mi palabra? (Pausa.) Te la doy. (HEINRICH calla.) Si nos haces entrar en la ciudad, te juro dejar con vida a sus habitantes. HEINRICH ¿Y quieres que yo te crea? GOETZ ¿No tenías esa intención? HEINRICH Sí, antes de haberte visto. GOETZ (echándose a reír) Sí, ya lo sé: quienes me ven, rara vez fían en mí palabra. Debo parecer demasiado inteligente como para cumplirla. Pero escúchame: tómame la palabra. Aunque sea sólo por ver qué pasa... Después de todo, soy cristiano... ¿Qué dirías si te lo jurase sobre la Biblia? Ten confianza, imbécil. ¿No es el papel de vosotros, los sacerdotes, tentar a los malos con el Bien? HEINRICH ¿Tentarte a ti con el Bien? ¡Te haría demasiado feliz! GOETZ Me conoces. (Lo mira sonriendo.) ¡Idos todos! (Salen los OFICIALES y CATALINA.) ESCENA IV GOETZ y HEINRICH GOETZ (con una especie de ternura) Estás sudando. ¡Cómo sufres!

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HEINRICH ¡No bastante! Son los otros quienes sufren, no yo. Dios ha permitido que me atormente el sufrimiento ajeno, sin sentirlo yo jamás. ¿Por qué me miras? GOETZ (con ternura) También yo he tenido esa cara de moneda falsa. Es a ti a quien miro y es de mí de quien tengo lástima: somos de la misma especie. HEINRICH ¡Falso! Tú entregaste a tu hermano. Yo no entregaré a los míos. GOETZ Los entregarás esta noche. HEINRICH Ni esta noche, ni nunca. (Pausa.) GOETZ (con tono despreocupado) ¿Qué harán los pobres con los sacerdotes? ¿Colgarlos de los garfios de los carniceros? HEINRICH (con un grito) ¡Cállate! (Se domina.) Son los horrores de la guerra. Sólo soy un humilde cura, impotente para impedirlos. GOETZ ¡Hipócrita! Esta noche tienes poder de vida y muerte sobre veinte mil hombres. HEINRICH No quiero ese poder que viene del diablo. GOETZ No lo quieres, pero lo tienes. (HEINRICH huye corriendo.) ¡Hola! ¿Qué haces? Si huyes, quiere decir que ya has decidido. (HEINRICH regresa, le mira y se echa a reír.) HEINRICH Tienes razón. Con huir o con matarte, nada arreglo. Serían maneras de callarme. Soy el elegido de Dios. GOETZ Di mejor que estás atrapado como una rata. HEINRICH

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Es lo mismo; un elegido es un hombre al que el dedo de Dios arrincona contra un muro. (Pausa.) ¿Por qué yo, Señor? GOETZ (dulcemente) He aquí el momento de la agonía. Quisiera abreviártela. Déjame que te ayude. HEINRICH ¿Ayudarme tú, cuando Dios se calla? (Pausa.) Vamos: he mentido. No soy su elegido. ¿Por qué iba a serlo? ¿Qué me obligaba a salir de la ciudad? ¿Quién me mandaba a mí venir en busca tuya? La verdad es que me elegí a mí mismo. Cuando venía a pedirte merced para mis hermanos, ya sabía yo que no la obtendría. No fue la maldad de vuestros rostros lo que me hizo cambiar de opinión, sino su realidad. Ya soñaba con hacer el Mal y cuando te vi comprendí que iba a hacerlo de verdad. ¿Sabes que odio a los pobres? GOETZ Sí, lo sé. HEINRICH ¿Por qué se van cuando les tiendo los brazos? ¿Por qué sufren siempre más de lo que yo podría sufrir nunca? ¿Por qué has permitido, Señor, que haya pobres? ¿O por qué no me hiciste monje? En un convento, sólo sería tuyo. Pero ¿cómo ser sólo tuyo mientras haya hombres que se mueren de hambre? (A GOETZ.) Venía a entregártelos a todos, esperando que los exterminarías, a fin de poder olvidarme de que alguna vez vivieron. GOETZ ¿Y entonces? HEINRICH Entonces, he cambiado de parecer: no entrarás en la ciudad. GOETZ ¿Y si fuera la voluntad de Dios que nos hicieses entrar? Escucha: si te callas, los sacerdotes morirán esta noche. Eso es seguro, Pero ¿y los pobres? ¿Crees que van a sobrevivir? Yo no levantaré el sitio; dentro de un mes, todo el mundo habrá reventado de hambre en Worms. No se trata de que dispongas de su muerte o de su vida, sino de que elijas su forma de morir. ¡Escoge la más rápida, cretino! ¿Sabes lo que saldrán ganando? Si mueren esta noche, antes de matar a los sacerdotes, conservarán las manos puras, Y todo el mundo se encontrará de nuevo en el cielo. En el caso contrario, a cambio de las pocas semanas que les dejas, los mandarás, todos sucios de sangre, al infierno. Vamos, cura: es el demonio el que te aconseja prolongar su vida terrenal para darles tiempo a que se condenen. (Pausa.) Dime cómo se entra en la ciudad. HEINRICH Tú no existes.

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GOETZ ¿Eh? HEINRICH No existes. Tus palabras mueren antes de entrar en mis oídos, tu rostro no es de los que se encuentran en pleno día. Sé todo lo que vas a decir, preveo todos tus gestos. Eres mi criatura y te dicto tus pensamientos. Sueño, todo está muerto y el aire tiene sabor de sueño. GOETZ En ese caso, también yo sueño, pues tan minuciosamente te preveo que llegas a aburrirme. Queda por saber cuál de los dos habita el sueño del otro. HEINRICH ¡No he salido de la ciudad! ¡No he salido! Actuamos ante telas pintadas. Vamos, parlanchín, representa la comedia. ¿Sabes tu papel? El mío es decir no. ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! Y tú, ¿no dices nada? Todo esto no es más que una tentación harto vulgar y no muy verosímil. ¿Qué haría yo en el campamento de Goetz? (Muestra la ciudad.) ¡Si pudiesen apagarse esas luces! ¿Qué hace allí, si yo estoy dentro? (Pausa.) Hay tentación, pero no sé dónde está. (A GOETZ.) Lo que sé perfectamente, es que voy a ver al diablo; cuando se prepara para hacerme sus muecas, comienza el espectáculo con fantasmagorías. GOETZ ¿Lo has visto ya? HEINRICH Más a menudo que tú a tu propia madre. GOETZ ¿Me parezco yo a él? HEINRICH ¿Tú, pobre hombre? Tú eres el bufón. GOETZ ¿Qué bufón? HEINRICH Siempre hay un bufón. Su papel es contrariarme. (Pausa.) He ganado. GOETZ ¿Qué? HEINRICH He ganado. Acaba de apagarse la última luz: desapareció el simulacro diabólico de Worms. Vamos.

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Ahora vas a desaparecer tú, y se acabará esta ridícula tentación. La noche, la noche por doquiera. ¡Qué reposo! GOETZ Continúa, cura, continúa. Recuerdo todo lo que vas a decir. Hace un año... ¡Oh, sí, hermano, lo recuerdo! ¡Cómo querrías que te entrase toda esta noche en la cabeza! ¡Cómo lo quise yo! HEINRICH (murmura) ¿Dónde voy a despertarme? GOETZ (riendo de repente) Estás despierto, bribón, y lo sabes. Todo es verdad. Mírame, tócame, soy de carne y hueso. Mira, la luna se levanta y tu ciudad diabólica sale de la sombra. Mírala: ¿es una imagen? ¡Vamos! Es roca pura, auténticas murallas; una ciudad de verdad, con habitantes de verdad. Y tú, tú eres un traidor de verdad. HEINRICH Se es traidor cuando se traiciona. Y hagas lo que hagas, yo no traicionaré. GOETZ Se traiciona cuando se es traidor: tú traicionarás. Vamos, cura, ya eres un traidor: dos partidos se enfrentan y tú pretendes pertenecer a los dos a la vez. Luego juegas doble, luego piensas en dos lenguas: al sufrimiento de los pobres lo llamas prueba en latín de iglesia e iniquidad en alemán. ¿Qué más puede sucederte si me haces entrar en la ciudad? Simplemente, te convertirás en el traidor que ya eras. Un traidor que traiciona es un traidor que se acepta. HEINRICH ¿Cómo sabes eso si no soy yo quien te dicta esas palabras? GOETZ Porque yo soy un traidor. (Pausa.) Yo ya he andado el camino que te falta por recorrer. Y, sin embargo, mírame: ¿no tengo un aspecto floreciente? HEINRICH Estás floreciente porque has seguido tu naturaleza. Cosa sabida es que todos los bastardos traicionan. Pero yo no soy bastardo. GOETZ (duda si golpearle, pero se contiene) Generalmente, a los que me llaman bastardo no les doy la oportunidad de repetirlo. HEINRICH ¡Bastardo! GOETZ

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Cura, cura, sé serio. No me obligues a cortarte las orejas. Y eso nada arreglaría, pues te dejaría la lengua. (Bruscamente, le abraza.) ¡Salud, hermanito! ¡Saluden la bastardía! Pues también tú eres bastardo. Para engendrarte, el clero se acostó con la miseria: ¡qué desabrida voluptuosidad! (Pausa.) ¡Claro que los bastardos traicionan! ¿Qué otra cosa querías que hicieran? Soy, por nacimiento, agente doble: mi madre se dio a un villano y estoy hecho de dos mitades que no ajustan entre sí: cada una de ellas horroriza a la otra. Pero ¿crees que es mejor tu lote? Un semicura agregado a un semipobre, jamás han formado un hombre completo. Nosotros no somos y nada tenemos. Todos los hijos legítimos pueden gozar de la tierra sin pagar. Tú no. Yo tampoco. Desde mi infancia, miro el mundo por el ojo de una cerradura: es un hermoso huevecillo bien henchido en el que cada uno ocupa el sitio que le fue asignado; pero puedo asegurarte que nosotros no estamos dentro. ¡Fuera! ¡Rechaza ese mundo que no quiere saber nada de ti! Haz el Mal y verás qué ligero se siente uno. (Entra un oficial.) ¿Qué quieres? EL OFICIAL Ha llegado el enviado del arzobispo. GOETZ Que venga acá. EL OFICIAL Trae noticias. El enemigo, en su derrota, deja siete mil muertos. GOETZ ¿Y mi hermano? (El oficial quiere hablarle al oído.) No te acerques, y habla en voz alta. EL OFICIAL Conrad ha muerto. (A partir de este momento, HEINRICH mira atentamente a GOETZ.) GOETZ Bien. ¿Encontraron su cuerpo? EL OFICIAL Sí. GOETZ ¿En qué estado? ¡Responde! EL OFICIAL Desfigurado. GOETZ ¿Un sablazo?

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EL OFICIAL Los lobos. GOETZ ¿Qué lobos? ¿Dónde hay lobos? EL OFICIAL En el bosque de Arnheim... GOETZ Está bien. Que me dejen saldar esta cuenta, y marcharé contra ellos con el ejército entero; desollaré a todos los lobos de Arnheim. Vete. (Sale el oficial. Pausa.) Muerto sin confesión... y los lobos le devoraron el rostro. Pero ¿ves?, sonrío. HEINRICH (dulcemente) ¿Por qué le traicionaste? GOETZ Porque me gusta lo definitivo. Cura, yo me he hecho a mí mismo. Era bastardo de nacimiento, pero el hermoso título de fratricida sólo a mis méritos lo debo. (Pausa.) Ahora es mía, solamente mía. HEINRICH ¿Qué es lo que es tuya? GOETZ La casa de los Heidenstamm. Liquidados los Heidenstamm, yo los reúno a todos en mí, desde Alberic que fue su fundador hasta Conrad, el último heredero varón. Mírame bien, cura: soy un panteón de familia. ¿Por qué te ríes? HEINRICH Creí que solamente yo vería al diablo esta noche, pero ahora creo que lo veremos ambos. GOETZ ¡Me río del diablo! Recibe las almas, pero no es él quien las condena. Sólo con Dios me digno entenderme; los monstruos y los santos sólo de él dependen. Dios me ve, clérigo; sabe que he matado a mí hermano, y su corazón sangra. Pues bien; sí, lo he matado, Señor. ¿Y qué puedes contra mí? He cometido el peor de los crímenes y el Dios de justicia no puede castigarme: hace más de quince años que me condenó. Vamos, basta por hoy. ¡Es fiesta y quiero beber! HEINRICH (acercándose) Toma. (Saca una llave de su bolsillo y se la tiende.)

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GOETZ ¿Qué es? HEINRICH Una llave. GOETZ ¿Qué llave? HEINRICH La de Worms GOETZ Basta por hoy, te digo.¡Un hermano! ¡Demonios! No todos los días se entierra a un hermano. Puedo tomarme vacaciones hasta mañana. HEINRICH (avanza hasta él) ¡Cobarde! GOETZ Si cojo esta llave, lo incendiaré todo. HEINRICH En el fondo de aquella barranca, hay una gran roca blanca. En su base, oculto por la maleza, hay un agujero. Seguirás el subterráneo y encontrarás una puerta que se abre con esta llave. GOETZ ¡Cómo van a quererte tus pobres! ¡Cómo van a bendecirte! HEINRICH Eso ya no me atañe. Yo me pierdo. Pero te confío a mis pobres, bastardo. Ahora, te toca a ti escoger. GOETZ Hace poco decías que bastaba ver mi jeta... HEINRTCH No la había visto bien. GOETZ ¿Y qué ves ahora? HEINRICH Que te produces horror. GOETZ

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Es verdad, ¡pero no te fíes! Hace quince años que tengo horror de mí mismo. ¿Y qué? ¿Acaso no comprendes que el Mal es mi razón de ser? Dame esa llave.(La coge.) Y bien, sacerdote, te habrás mentido hasta el final. Pensabas haber hallado un truco para ocultarte tu traición. Pero, al final, has traicionado de todos modos. Has entregado a Conrad. HEINRICH ¿Conrad? GOETZ No te preocupes, te pareces tanto a mí, que te he confundido conmigo mismo. (Sale.) TELÓN TERCER CUADRO Por la abertura se ve, muy lejana, la ciudad iluminada por la luna. ESCENA I HERMANN, CATALINA (HERMANN entra y trata de ocultarse bajo el lecho de campaña. Su cabeza y su cuerpo desaparecen bajo él, viéndose solamente sus enormes nalgas. CATALINA entra, se le acerca y le da un puntapié. El se levanta aterrado. Ella, riendo, da un salto atrás.) HERMANN Si gritas... CATALINA Sí grito, te agarran y Goetz mandará que te ahorquen. Vale más que hablemos. ¿Qué vas a hacerle? HERMANN ¡Lo que hace tiempo debieras haberle hecho tú, ramera, si tuvieses sangre en las venas! ¡Vamos! Ve a pasearte y da gracias a Dios de que otros se encarguen de la tarea en tu lugar. ¿Me oyes?

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CATALINA ¿Y qué será de mí sí él muere? Todo el campamento se me echara encima. HERMANN Te haremos huir. CATALINA ¿Y me daréis dinero? HERMANN Algo te daremos. CATALINA Págame la dote y entraré en un convento. HERMANN (riendo) ¿Al convento tú? Si quieres vivir en comunidad, más bien te aconsejo el burdel: con el talento que tienes en los muslos, te harás de oro. Vamos, decídete. Sólo te pido silencio. CATALINA En cuanto al silencio, puedes contar con él: de ninguna manera te denunciaría. Pero dejarte que lo mates, eso depende... HERMANN ¿Depende de qué? CATALINA No tenemos los mismos intereses, mi capitán. El honor del hombre se repara con la punta de la espada. Pero él hizo de mí una ramera y eso es mucho más difícil de enmendar. (Pausa.) ¡Esta noche se tomará la ciudad! Concluida la guerra, cada cual a casita. Cuando Goetz venga aquí, dentro de un momento, le preguntaré qué piensa hacer conmigo. Si se queda conmigo... HERMANN ¿Quedarse Goetz contigo? ¡Estás loca! ¿Qué quieres que haga contigo? CATALINA Si se queda conmigo, no lo tocarás. HERMANN ¿Y si te echa?... CATALINA Entonces, te lo entrego. Sí grito: "¡Tú lo has querido!", sal de tu escondite y lo tendrás a merced tuya.

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HERMANN No me gusta nada todo esto. No quiero que mi empresa dependa de una cuestión de cama. CATALINA (que desde hace un momento mira afuera) Entonces, sólo te queda ponerte de rodillas y pedirle perdón: ahí viene. (HERMANN corre a esconderse. CATALINA se echa a reír.) ESCENA II GOETZ, CATALINA y HERMANN, oculto GOETZ (entrando) ¿De qué te ríes? CATALINA De mis sueños: te veía muerto con una daga en la espalda. (Pausa.) ¿Habló? GOETZ ¿Quién? CATALINA El cura. GOETZ ¿Qué cura? ¡Ah! Sí. Sí, sí, naturalmente. CATALINA ¿Y será esta noche? GOETZ ¿A ti qué te importa? Quítame las botas. (Ella se las quita.) Conrad ha muerto. CATALINA Lo sé; todo el campamento lo sabe. GOETZ Dame de beber. Hay que celebrarlo. (Ella le sirve.) Bebe tú también. CATALINA No tengo ganas. GOETZ ¡Bebe, maldición, que estamos de fiesta!

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CATALINA Bonita fiesta la que comienza con una matanza y terminará en una carnicería. GOETZ La mejor fiesta de mi vida. Mañana saldré hacia mis tierras. CATALINA (sorprendida) ¿Tan pronto? GOETZ ¡Tan pronto! Hace treinta años que sueño con ello. No esperaré ni un día más. (CATALINA parece turbada.) ¿No te sientes bien? CATALINA (dominándose) Es por oírte hablar de tus tierras cuando todavía está caliente el cadáver de Conrad. GOETZ Hace ya treinta años que son mías en secreto. (Levanta su vaso.) Bebo por mis tierras y por mi castillo. ¡Brinda! (Ella levanta su vaso en silencio.) Di: ¡por tus tierras! CATALINA No. GOETZ ¿Por qué, zorra? CATALINA Porque no son tuyas. ¿Dejarás de ser bastardo por haber asesinado a tu hermano? (GOETZ se echa a reír y le larga una bofetada; ella la esquiva y se echa hacia atrás riendo.) Las tierras se transmiten por herencia. GOETZ Mucho habrían tenido que pagarme para que las aceptase como herencia. Lo que es mío es lo que tomo por mi cuenta. Vamos, brinda o me enfado, CATALINA ¡Por tus tierras! ¡Por tu castillo! GOETZ Y que haya por las noches, en los pasillos, muchos fantasmas indignados. CATALINA ¡Es verdad! ¿Qué harías tú, farsante, sin público? Bebo por tus fantasmas. (Pausa.) ¿De modo,

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querido, que lo que es tuyo es lo que tomas? GOETZ Únicamente. CATALINA Entonces, además de tu casa solariega y tu dominio, posees un tesoro inapreciable del que no pareces preocuparte. GOETZ ¿Cuál? CATALINA Yo, mi amor, yo. ¿No me tomaste por fuerza? (Pausa.) ¿Qué piensas hacer conmigo? Decide. GOETZ (la mira y reflexiona) Ya está: te llevo conmigo. CATALINA ¿Me llevas? (Anda con vacilación.) ¿Por qué me llevas? ¿Para instalar a una ramera en un castillo histórico? GOETZ Para meter a una puta en el lecho de mi madre. (Pausa) CATALINA ¿Y si yo me negase? ¿Si no quisiese seguirte? GOETZ Espero que no te niegues. CATALINA ¡Ah! Me llevas por la fuerza. Eso me alivia. Me avergonzaría seguirte voluntariamente. (Pausa.) ¿Por qué quieres arrancar siempre por la fuerza lo que acaso te concedieran de buena gana? GOETZ Para estar seguro de que me lo concederán de mala gana. (Va hacia ella.) Mírame, Catalina. ¿Qué es lo que me ocultas? CATALINA (vivamente) ¡Yo, nada! GOETZ

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Desde hace algún tiempo no eres la misma. Me detestas mucho todavía, ¿verdad? CATALINA De eso puedes estar seguro: ¡mucho! GOETZ ¿Sigues soñando que me asesinas? CATALINA Varías veces cada noche. GOETZ ¿No olvidas tampoco que te mancillé y envilecí? CATALINA Mucho me cuido de no hacerlo. GOETZ ¿Y sufres mis caricias con repugnancia? CATALINA Me hacen temblar. GOETZ Perfecto. Si te diese por desfallecer entre mis brazos, te echaría inmediatamente. CATALINA Pero... GOETZ Ya nunca aceptaré nada más, ni siquiera los favores de una mujer. CATALINA ¿Por qué? GOETZ Porque he recibido demasiado. Durante veinte años me lo dieron todo graciosamente, hasta el aire que respiraba: los bastardos deben besar la mano que los alimenta. ¡Ah!, ¡cómo voy a dar ahora! ¡Cómo voy a dar! FRANTZ (entrando) Está aquí el enviado de Su Excelencia.

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GOETZ Que entre. ESCENA III Los mismos, el BANQUERO EL BANQUERO Soy Foucre. GOETZ Yo soy Goetz, y ésta es Catalina. EL BANQUERO Me alegro de saludar a tan gran capitán. GOETZ Y yo a tan rico banquero. EL BANQUERO Soy portador de excelentes noticias. GOETZ El arzobispo ha vencido, mi hermano ha muerto y sus tierras son mías. ¿No es eso? EL BANQUERO Justamente. Y bien, yo... GOETZ Festejémoslas. ¿Quiere beber? EL BANQUERO Mi estómago no soporta ya el vino. Yo... GOETZ ¿Quiere esta hermosa muchacha? Suya es. EL BANQUERO No sabría qué hacer con ella. Soy demasiado viejo. GOETZ

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¡Mí pobre Catalina! Te rechaza. (Al BANQUERO.) ¿Prefiere los muchachos? Esta misma noche tendrá uno en su tienda. EL BANQUERO ¡No, no! ¡Nada de muchachos! ¡Nada de muchachos! Yo... GOETZ ¿Qué diría de un lansquenete? Tengo uno de seis píes de alto, con el rostro cubierto de pelos; juraría usted que es el mismo Polifemo. EL BANQUERO ¡Oh! ¡Oh! Menos aún. GOETZ En ese caso, vamos a darle la gloria. (Llama.) ¡Frantz! (Aparece FRANTZ.) Pasearás a este caballero a través del campamento, ordena que los soldados griten: "¡Viva el banquero!", y que lancen sus sombreros al aire. (Sale FRANTZ.) EL BANQUERO Muy agradecido, pero desearía ante todo hablarle a solas. GOETZ (sorprendido) ¿Y qué otra cosa ha hecho desde que entró? (Mostrando a CATALINA.) ¡Ah!, lo dice por ésta... Es un animal doméstico; hable sin preocuparse. EL BANQUERO Su Eminencia ha sido siempre pacífico y usted sabe que su difunto hermano era el responsable de la guerra... GOETZ ¡Mi hermano! (Con gran violencia.) Si ese viejo borrico no le hubiese hostigado... EL BANQUERO Señor... GOETZ Sí. Olvide lo que acabo de decir, pero le agradecería que dejara a mi hermano fuera de todo esto. Después de todo, estoy de luto por él. EL BANQUERO Su Eminencia ha decidido, pues, celebrar el retorno a la paz con excepcionales medidas de clemencia.

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GOETZ ¡Bravo! ¿Abrirá las prisiones? EL BANQUERO ¿Las prisiones? ¡Oh, no! GOETZ ¿Desea que yo levante las penas a los soldados que he castigado? EL BANQUERO Seguramente lo desea. Pero la amnistía que proyecta es de un carácter más general. Desea extenderla a todos sus vasallos de Worms. GOETZ ¡Ah! ¡Vaya! EL BANQUERO Ha decidido no castigarles por su pasajero extravío. GOETZ Me parece una excelente idea. EL BANQUERO ¿Estaremos de acuerdo... tan pronto? GOETZ Enteramente de acuerdo. (El BANQUERO se frota las manos.) EL BANQUERO Bien, entonces todo está perfecto. Es usted un hombre razonable. ¿Cuándo piensa levantar el sitio? GOETZ Mañana todo habrá concluido. EL BANQUERO Mañana es un poco pronto, de todos modos. Su Eminencia desea entrar en negociaciones con los sitiados. Si su ejército permanece todavía unos días frente a sus murallas, se facilitarán las negociaciones. GOETZ Ya veo. ¿Y quién va a negociar con ellos?

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EL BANQUERO Yo. GOETZ ¿Cuándo? EL BANQUERO Mañana. GOETZ Imposible. EL BANQUERO ¿Por qué? GOETZ ¡Catalina! ¿Se lo decimos? CATALINA Claro, tesoro. GOETZ Díselo tú. Yo no me atrevo: va a apenarle mucho. CATALINA Mañana, banquero, todas esas personas estarán muertas. EL BANQUERO ¿Muertas? GOETZ Todos. EL BANQUERO ¿Muertos todos? GOETZ Todos muertos. Esta noche. ¿Ve esta llave? Es la de la ciudad. Dentro de una hora, comenzaremos la matanza. EL BANQUERO ¿Todos? ¿También los ricos?

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GOETZ También los ricos. EL BANQUERO Pero ¡si hace un momento aprobaba la clemencia del arzobispo! GOETZ La apruebo todavía. El es el ofendido y, además, es sacerdote: dos razones para perdonar. Pero, ¿por qué habría de perdonar yo? Los habitantes de Worms no me han ofendido. No, no, yo soy militar, luego mato. Los mataré conforme a mi oficio y el arzobispo los perdonará conforme al suyo. (Una pausa. Luego el BANQUERO comienza a reír. CATALINA primero y luego GOETZ se echan también a reír.) EL BANQUERO (riendo) Le gusta reír. GOETZ (riendo) No hay cosa que me guste más. CATALINA ¿Verdad que es muy ingenioso? EL BANQUERO Mucho. Y lleva muy bien su negocio. GOETZ ¿Qué negocio? EL BANQUERO Desde hace treinta años me guío por este principio: el interés mueve al mundo. Delante de mí, los hombres han justificado su conducta con los más nobles motivos. Yo les escuchaba con un oído y me decía: busca el interés. GOETZ ¿Y cuando lo encontraba? EL BANQUERO Conversábamos. GOETZ ¿Ha encontrado el mío? EL BANQUERO

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¡Vamos! GOETZ ¿Cuál es? EL BANQUERO Despacito. Usted pertenece a una categoría difícilmente manejable. Con usted es preciso avanzar paso a paso. GOETZ ¿Qué categoría? EL BANQUERO La de los idealistas. GOETZ ¿Qué quiere decir eso? EL BANQUERO Mire: yo divido a los hombres en tres categorías; los que tienen mucho dinero, los que no tienen nada y los que tienen un poco. Los primeros quieren conservar lo que tienen: su interés está en mantener el orden. Los segundos quieren tomar lo que no tienen: su interés está en destruir el orden actual y establecer otro que les sea favorable. Unos y otros son realistas, gentes con la que uno puede entenderse. Los terceros quieren derrocar el orden social para tomar lo que no tienen, pero conservándolo a la vez para que no les quiten lo que tienen. Entonces, conservan en la práctica lo que destruyen en la idea, o bien destruyen realmente lo que fingen conservar. Estos son los idealistas. GOETZ ¡Pobrecillos! ¿Cómo curarlos? EL BANQUERO Haciéndoles pasar a otra categoría social. Si los enriquecéis, defenderán el orden establecido. GOETZ Enriquézcame, pues. ¿Qué me ofrece? EL BANQUERO Las tierras de Conrad. GOETZ Ya me las ha dado. EL BANQUERO

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En efecto. Recuerde tan sólo que se las debe a la bondad de Su Eminencia. GOETZ Créame que no lo olvido. ¿Y qué más? EL BANQUERO Su hermano tenía deudas. GOETZ ¡Pobrecilio! (Se santigua. Sollozo nervioso.) EL BANQUERO ¿Qué le pasa? GOETZ Poca cosa: el espíritu de familia. ¿De manera que tenía deudas? EL BANQUERO Podríamos pagarlas. GOETZ No es ése mi interés, pues no tenía intención de reconocerlas. Es el interés de sus acreedores. EL BANQUERO ¿Una renta de mil ducados?... GOETZ ¿Y mis soldados? ¿Si se negasen a partir con las manos vacías? EL BANQUERO Mil ducados más para repartir a las tropas. ¿Es bastante? GOETZ Es demasiado. EL BANQUERO ¿Entonces, estamos de acuerdo? GOETZ No. EL BANQUERO

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¿Dos mil ducados de renta? ¿Tres mil? No daré ni uno más. GOETZ ¿Quién se lo ha pedido? EL BANQUERO ¿Qué quiere, pues? GOETZ Tomar la ciudad y destruirla. EL BANQUERO Pase aun que la tome. ¡Pero, voto a Dios!, ¿por qué querer destruirla? GOETZ Porque todo el mundo quiere que la salve. EL BANQUERO (aterrado) Debo estar equivocado... GOETZ ¡Claro que sí! ¡No has sabido encontrar mi interés! Veamos: ¿cuál es? ¡Busca! ¡Búscalo, pues! Pero date prisa: es menester que lo encuentres antes de una hora; sí en ese plazo no descubres las cuerdas que hacen moverse a la marioneta, haré que te paseen por las calles y verás encenderse uno a uno los focos del incendio. EL BANQUERO Traiciona usted la confianza del arzobispo. GOETZ ¿Traicionar? ¿Confianza? Vosotros, los realistas, sois todos iguales: cuando no sabéis qué decir, usáis el lenguaje de los idealistas. EL BANQUERO Si arrasa la ciudad, no tendrá las tierras de Conrad. GOETZ ¡Guárdelas! Mi interés, banquero, era tenerlas y vivir en ellas. Pero yo no estoy tan seguro de que el hombre actúe por interés. Vamos, guárdelas y que Su Eminencia se las meta por el culo. Sacrifiqué mí hermano al arzobispo y ¿ahora se pretende que perdone a veinte mil villanos? ¡Ofrezco los habitantes de Worms a los manes de Conrad; en honor suyo, se asarán! En cuanto al dominio de Heidenstamm, que se retire a él el arzobispo, sí lo quiere, y se dedique allí a la agricultura: lo necesitará, pues esta noche me propongo arruinarlo. (Pausa.) ¡Frantz! (Aparece FRANTZ.) Agarra a

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este viejo realista, cuida de que le rindan honores, y cuando esté bajo su tienda, átale sólidamente las manos y los pies. EL BANQUERO ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! GOETZ ¿Qué pasa? EL BANQUERO Sufro de atroces reumatismos. Las cuerdas me asesinarán. ¿Quiere que le dé mi palabra de que no saldré de mi tienda? GOETZ ¿Tu palabra? Tu interés está en dármela, pero dentro de un momento tu interés estará en faltar a ella. Anda, Frantz, y aprieta bien los nudos. (FRANTZ y el BANQVEMO salen. Inmediatamente se escuchan los gritas de "¡Viva el banquero!'" muy próximos, que luego se van alejando y debilitando.) ESCENA IV GOETZ, CATALINA, HERMANN, oculto GOETZ ¡Viva el banquero! (Se echa a reír.) ¡Adiós a las tierras! ¡Adiós a los campos y los ríos! ¡Adiós al castillo! CATALINA (riendo) ¡Adiós a las tierras! ¡Adiós al castillo! ¡Adiós a los retratos de familia! GOETZ ¡No lo lamentes! Nos hubiésemos aburrido mortalmente. (Pausa.) ¡Viejo imbécil! (Pausa.) ¡Ah! ¡No debieron desafiarme! CATALINA ¿Sufres? GOETZ ¿Por qué te metes tú? (Pausa.) El Mal es algo que debe hacer daño a todo el mundo. Y, en primer lugar, a quien lo hace. CATALINA (tímidamente) ¿Y si no tomases la ciudad?

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GOETZ Si no la tomase, serías castellana. CATALINA No pensaba en eso. GOETZ Claro que no. Entonces, alégrate: la tomaré. CATALINA Pero, ¿por qué? GOETZ Porque es una mala acción, CATALINA ¿Y por qué hacer el Mal? GOETZ Porque el Bien ya está hecho. CATALINA ¿Quién lo ha hecho? GOETZ Dios Padre. Yo, invento. (Llama,) ¡Hola! El capitán Schoene, En seguida. (GOETZ permanece en la entrada de la tienda y mira afuera.) CATALINA ¿Qué miras? GOETZ La ciudad. (Pausa.) Me pregunto si había luna. CATALINA ¿Cuándo? ¿Dónde? GOETZ El año pasado, cuando iba a tomar Halle. Era una noche semejante a ésta; yo estaba a la entrada de la tienda y miraba a la atalaya, por encima de las murallas. Atacamos al amanecer. (Regresa hacia ella.) En todo caso, me largaré antes de que empiece a apestar. ¡A caballo y adiós!

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CATALINA ¿Tú... te vas? GOETZ Mañana, antes del mediodía y sin avisar a nadie. CATALINA ¿Y yo? GOETZ ¿Tú? Tápate la nariz y ruega porque el viento no sople de este lado. (Entra el CAPITÁN.) Dos mil hombres armados: los regimientos de Wolfmar y de Ulrich. Que estén listos para seguirme dentro de media hora. El resto del ejército, en estado de alerta. Todo en la oscuridad y sin ruido. (Sale el CAPITÁN. Hasta el fin del acto, se escucharán los ruidos sofocados de los preparativos.) Así, pues, preciosidad, no serás castellana. CATALINA Eso me temo. GOETZ ¿Muy decepcionada? CATALINA No me lo creí apenas. GOETZ ¿Por qué? CATALINA Porque te conozco. GOETZ (violentamente) ¿Tú, tú me conoces? (Se detiene y ríe.) Después de todo, yo también debo de ser previsible. (Pausa.) Debes haberte hecho una composición de lugar sobre la manera de manejarme: me observas, me miras... CATALINA Un perro se atreve a mirar a un obispo. GOETZ Sí, pero ve a un obispo con cabeza de perro. ¿De qué tengo yo cabeza? ¿De perro? ¿De rufián? ¿De bacalao? (La mira.) Ven a la cama.

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CATALINA No. GOETZ Ven, te digo: quiero hacer el amor. CATALINA Nunca te he visto tan impaciente. (El la agarra por el hombro.) Ni con tanta prisa. ¿Qué te pasa? GOETZ Es el Goetz de cabeza de bacalao quien me llama. El y yo queremos mezclarnos. Además, la angustia incita al amor. CATALINA ¿Estás angustiado? GOETZ Sí. (Se sienta en el lecho, de espaldas al oficial oculto.) ¡Vamos, ven! (CATALINA se le acerca y le levanta de allí violentamente. Luego, se sienta en su lugar.) CATALINA Sí, aquí estoy, soy tuya. Pero dime primero qué va a ser de mí. GOETZ ¿Cuándo? CATALINA A partir de mañana. GOETZ ¿Cómo quieres que yo lo sepa? Lo que quieras. CATALINA Es decir: ramera. GOETZ Me parece la mejor solución, ¿verdad? CATALINA ¿Y si a mí no me gusta? GOETZ

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Busca entonces un imbécil que se case contigo. CATALINA ¿Qué vas a hacer tú? GOETZ Dicen que los hussitas están nerviosos. Voy a caerles encima. CATALINA Llévame. GOETZ ¿Para qué? CATALINA Habrá días en que necesites una mujer, cuando haya claro de luna y tengas que tomar una ciudad, y estés angustiado y te sientas amoroso. GOETZ Todas las mujeres son iguales. Sí tengo ganas, mis hombres me las llevarán por docenas. CATALINA (bruscamente) ¡No quiero! GOETZ ¿No quieres? CATALINA Puedo ser veinte mujeres, cien, si quieres, todas las mujeres. Súbeme a la grupa... peso poco, tu caballo no me sentirá. ¡Quiero ser tu burdel! (Se estrecha contra él.) GOETZ ¿Qué es lo que te sucede? (Pausa. La mira. Bruscamente.) ¡Vete! ¡Me avergüenzo de ti! CATALINA (suplicante) ¡Goetz! GOETZ No soporto que me mires con esos ojos. Hay que ser una auténtica basura para llegar a amarme después de todo lo que te he hecho. CATALINA (gritando)

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¡No te amo! ¡Te lo juro! ¡Y si te amase, nunca lo sabrías! ¿Y qué puede importarte que te amen si no te lo dicen? GOETZ ¿Qué tengo yo que ver con el amor? ¡Si me amas, eres tú la que se llevará todo el placer! ¡Vete, asquerosa! No quiero que nadie se aproveche de mí. CATALINA (gritando) ¡Goetz! ¡Goetz, no me eches! ¡No tengo a nadie más en el mundo! (GOETZ trata de echarla fuera de la tienda. Ella se agarra a sus manos.) GOETZ ¿Te irás de una vez? CATALINA ¡Tú lo has querido, Goetz! ¡Tú lo has querido! (HERMANN sale de su escondite y se precipita, con el cuchillo en alto.) ¡Ah!, ¡ten cuidado! GOETZ (se vuelve y agarra por el puño a HERMANN) ¡Frantz! (Entran soldados. El ríe.) Ah, he logrado llevar a la desesperación a uno, al menos. HERMANN (a CATALINA) ¡Puerca! ¡Traidora! GOETZ (a CATALINA) ¿Eras su cómplice? Lo prefiero; lo prefiero así. (Le acaricia la barbilla.) Lleváoslo... Luego decidiré su suerte. (Los soldados salen, llevándose a HERMANN. Pausa.) CATALINA ¿Qué vas a hacerle? GOETZ No puedo guardar rencor a los que tratan de matarme. Los comprendo demasiado bien, haré que lo perforen, simplemente, como a un tonel, que es lo que es. CATALINA ¿Y a mí, qué me harás? GOETZ Es verdad..., debo castigarte. CATALINA

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No estás obligado a hacerlo. GOETZ Sí. (Pausa.) A muchos de mis soldados se les reseca el gaznate cuando te ven pasar. Voy a entregarte a ellos. Después, si quedas con vida, buscaremos algún reitre tuerto y sifilítico con quien te case el cura de Worms. CATALINA No te creo. GOETZ ¿No? CATALINA No. Tú no eres... No lo harás... Estoy segura. ¡Estoy segura! GOETZ ¿No lo haré? (Llama.) ¡Frantz! ¡Frantz! (Entran FRANTZ y dos soldados.) ¡Ocúpate de la novia, Frantz! FRANTZ ¿De qué novia? GOETZ Catalina. Primero, la casarás con todos, con gran ceremonia, luego... ESCENA V Los mismos, NASTY (NASTY entra, se acerca a GOETZ y le da un golpe en la oreja.) GOETZ ¡Eh!, patán, ¿qué haces? NASTY Pegarte en la oreja. GOETZ Ya lo he notado. (Sujetándolo.) ¿Quién eres? NASTY Nasty, el panadero.

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