• No se han encontrado resultados

Relación entre el optimismo y las estrategias de afrontamiento con la calidad de vida relacionada con la salud en pacientes de dolor crónico

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2020

Share "Relación entre el optimismo y las estrategias de afrontamiento con la calidad de vida relacionada con la salud en pacientes de dolor crónico"

Copied!
67
0
0

Texto completo

(1)

Facultad de Ciencias Sociales

Departamento de Psicología

RELACIÓN ENTRE EL OPTIMISMO Y LAS ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO CON LA CALIDAD DE VIDA RELACIONADA CON LA SALUD

EN PACIENTES DE DOLOR CRÓNICO

Trabajo de grado para optar al título de PSICÓLOGA

Juliana Echavarría Münstermann

Bajo la dirección de Diana María Agudelo Vélez Bogotá, D.C. Noviembre de 2015

(2)

Tabla de contenido

Justificación y planteamiento del problema……….3

Antecedentes teóricos y empíricos………...5

Pregunta de investigación………...17

Objetivos……….18

Hipótesis……….18

Metodología ………...18

Resultados………...22

Discusión………....25

Limitaciones, conclusiones y futuras líneas de investigación………....39

Referencias……….41

(3)

Justificación y planteamiento del problema

El dolor crónico constituye un asunto de salud pública debido a su alta tasa de prevalencia mundial (Goldberg & McGee, 2011) pues es la causa más frecuente de consultas médicas (Puebla Díaz, 2005). A pesar de que el dolor crónico se presenta más en mujeres que en hombres (Dureja et al., 2014; International Association for the Study of Pain [IASP], 2003), la tasa mundial para

los dos géneros varía entre 10% y 55% (IASP, 2003).

La experiencia del dolor no es solamente una sensación física, sino que va acompañada de un elemento subjetivo. Estos dos aspectos impactan la mayoría de las áreas de la vida de la persona: laboral, financiera, actividades recreativas, relaciones sociales y familiares, estados de ánimo e incluso, la identidad (Lippe, Brock, David, Crossno & Gitlow, 2010). Sin embargo, el dolor suele ser visto como una experiencia sensorial únicamente y se da poca importancia a su componente afectivo y a las consecuencias que dicho componente puede tener en la vida de la persona (Gatchel, Peng, Peters, Fuchs & Turk, 2007). Debido, precisamente, a la dimensión física y emocional de esta condición, es necesario realizar una evaluación que integre los dos ámbitos. Por un lado, la intensidad y severidad del dolor. Por otro, los aspectos psicológicos y sociales, la funcionalidad, la salud y la calidad de vida de la persona (Lambert, 2010).

A pesar de la existencia de numerosos estudios que se centran en individuos con dolor crónico, la gran mayoría de estos se han llevado a cabo en países desarrollados. Este hecho suscita diversas preguntas en el contexto de países en vía de desarrollo: prevalencia de dolor crónico en la población, diferencias entre sexos, impactos en las actividades de la vida diaria, relación entre la condición y aspectos psicológicos, entre otros. A partir de estas preguntas y una revisión de la literatura, se encontró el importante papel que juegan el optimismo y las estrategias

(4)

de afrontamiento en la calidad de vida reportada por personas con dolor crónico (Büssing   Ostermann, Neugebauer & Heusser, 2010; Kepka et al., 2013; Kraaimaat & Evers, 2003; Miniszewska, Chodkiewicz, Chodkiewicz, Ograczyk & Zalewska-Janowska, 2013; Nes & Segerstrom, 2006; Ramirez-Mestre, Esteve & López, 2012).

Las personas obtienen un efecto de protección al adoptar una perspectiva positiva de la vida cuando experimentan un estresor desagradable (Kivimäki et al., 2005). Esta perspectiva se refleja en la actitud hacia la ayuda de expertos en el tema (Maruta, Colligan, Malinchoc & Offord, 2000), en la búsqueda de apoyo social (Scheier, Weintraub & Carver, 1986), en la percepción de la severidad del dolor y en las restricciones en las actividades diarias (Kepka et al., 2013; Miniszewska et al., 2013). Asimismo, aquellas personas que emplean estrategias positivas para manejar el problema y sus consecuencias, logran hacer de su situación una experiencia más amena y menos dolorosa que los individuos que deciden tomar un rol pasivo (Büssing et al., 2010). Cuando las personas emplean estrategias activas suele disminuir su malestar emocional y el dolor percibido (Büssing et al., 2010; Folkman & Moskowitz, 2004).

A partir de lo anterior, poder identificar el rol que juegan el optimismo y las estrategias de afrontamiento en pacientes con dolor crónico puede abrir las puertas para la creación de técnicas de intervención con el fin de aumentar la calidad de vida e incrementar el uso de estrategias adaptativas en dichos pacientes. Por ejemplo, la estrategia reevaluación positiva es un proceso complejo y vulnerable a factores previos de la vida de la persona (Gatchel et al., 2007). Sería necesario, en algunos casos, la ayuda de un profesional que trabaje en el conocimiento de las valoraciones inconscientes que ocurren de manera automática y, de esta forma, promover la creación de nuevas valoraciones (Boisseau, Farchione, Fairholme, Ellard & Barlow, 2010). De hecho, existe evidencia empírica que soporta la importancia de la flexibilidad de pensamiento asociada con la aceptación de la condición dentro de una mejora en la calidad de vida y una mejor percepción del dolor (Feinstein et al., 2011). Y esto es sólo un ejemplo. Existen distintas estrategias que los profesionales podrían emplear en sus intervenciones que ayudarían enormemente a las personas con este diagnóstico.

De igual modo, los resultados del estudio podrían aportar conocimientos sobre técnicas para mejorar la adaptación de las personas a su condición. Dichas técnicas no van a resolver el dolor pero sí servirían para mantener la salud física y emocional de las personas (Büssing et al.,

(5)

2010). Como consecuencia se vería una optimización en los tratamientos, menos restricciones en las actividades de la vida diaria, una actitud más positiva frente a la vida y a la condición, entre otros. Convendría también, desarrollar programas para los familiares y amigos de personas con dolor crónico. Los hallazgos de este estudio se podrían utilizar para aconsejar sobre un acompañamiento que promueva estrategias adaptativas y apoye de manera adecuada en todas las fases del dolor (Claar, Guite, Kaczynski & Logan, 2010; Van Slyke & Walker, 2006).

Adicionalmente, esta podría ser la base para el desarrollo de programas de prevención y educación en aspectos como el optimismo y las estrategias de afrontamiento antes de que se presenten posibles estresores para, de esta forma, mitigar el impacto del dolor e incrementar estrategias adaptativas y recursos de afrontamiento más eficaces. También, aumentar el conocimiento en este ámbito serviría para la creación de políticas públicas más adecuadas y como resultado, se vería una mejora en la calidad de los tratamientos (Almeida, Braga, Lotufo Neto & Mattos Pimenta, 2013). Por ejemplo, que éstos no se centren únicamente en brindar recursos para el bienestar físico, sino que también aborden la dimensión emocional de la experiencia del dolor.

Por último, se ve una necesidad de trabajar con personas que sufren de esta condición debido precisamente al componente de permanencia característico del dolor crónico. También, a que es un tipo de dolor que obliga a las personas a cambiar y a adaptar la mayoría de los ámbitos de su vida a su condición (Kepka et al., 2013). Por ende, la valoración y la revaloración del dolor y de las áreas que éste afecta es un proceso continuo que requiere importante atención para lograr aumentar la calidad de vida de millones de personas en el mundo.

Antecedentes teóricos y empíricos

El dolor crónico

El dolor crónico es una experiencia tanto sensorial como emocional. En primer lugar, el dolor se da por una causa meramente física, es decir, un daño en los tejidos (Merskey & Bogduk, 1994). Para que el dolor pase de ser de duración aguda a crónica debe perdurar por más de 12 semanas (The British Pain Society, 2015). Existen numerosos tipos de dolor crónico que se reflejan en la artritis, el dolor de cabeza, el dolor lumbar, entre otros (Breivik, Collett, Ventafridda, Cohen & Gallaher, 2006; Lambert, 2010; Puebla-Díaz, 2005). Es importante mencionar que el trastorno de dolor generalizado o fibromialgia no presenta una causa biológica aparente. Sin embargo, cuenta

(6)

con las características de dolor crónico en cuanto a intensidad y duración (Villanueva et al., 2004).

El dolor crónico afecta la ejecución de múltiples actividades de la vida diaria de la persona que lo padece (Breivik et al., 2006; Dureja et al., 2014; Lambert, 2010). En un estudio que se llevó a cabo en Europa (Breivik et al., 2006) con aproximadamente 50.000 participantes, se investigó el impacto del dolor crónico en las actividades cotidianas. Las actividades que más se ven afectadas por el dolor son la capacidad para dormir (56%), hacer ejercicio (50%), atender eventos sociales (34%) y trabajar fuera de casa (29%). Estos resultados son similares a los de un estudio hecho en India (Dureja et al., 2014), en el cual se encontró que 53% de los participantes afirmaron que las actividades del día a día se veían afectadas por la presencia del dolor.

En segundo lugar, el dolor es un fenómeno subjetivo (Gatchel et al., 2007; Merskey & Bogduk, 1994), dinámico y ambiguo. Al estar dicha experiencia principalmente relacionada con las atribuciones personales que hace el individuo hacia su condición y a los impactos que ésta tiene en su vida, hace que la cuantificación del dolor sea un proceso de alta complejidad (Goldberg & McGee, 2011). En el estudio de Breivik et al. (2006), 21% de los participantes reportaron haber sido diagnosticados con depresión y 40% se sentían, en varias ocasiones, como incompetentes e incapaces de desempeñar funciones habituales. También, se encontraron bajos niveles de autoestima debido al fuerte impacto del dolor en la vida de los participantes.

Las dificultades que se pueden presentar en el ámbito emocional de las personas con dolor crónico no tienen que ver únicamente con el diagnóstico de un trastorno como la depresión o la ansiedad. Existen diversas reacciones, que generalmente son de carácter negativo (Gatchel et al., 2007), que las personas pueden sentir acerca de su malestar físico y/o del impacto que está teniendo el dolor en sus vidas. Estas reacciones pueden ser rabia, miedo, frustración, desesperanza, culpa, tristeza, negación y evitación, entre otras (Bancila, Ianovici & Bancila, 2012). Como se verá más adelante, las últimas dos reacciones mencionadas se consideran estrategias que se emplean para afrontar el dolor.

También, en ocasiones las emociones negativas se expresan de forma agresiva hacia sí mismo, otras personas u objetos. No sólo sentir ira y/o hostilidad, sino también su expresión abierta es común en pacientes con dolor crónico. La rabia que puede llegar a sentir un paciente con dolor puede ser debido a la permanencia de los síntomas, la poca información que se tiene

(7)

acerca de la condición, las fallas en los tratamientos, entre otros aspectos que tienen la habilidad de alimentar las emociones negativas (Gatchel et al., 2007; Okifuji, Turk & Curran, 1999). En cuanto a la expresión abierta de estas emociones, se demuestra la existencia de un circuito cerebral entre la rabia y la impulsividad, razón por la cual se podría explicar por qué sentir rabia se puede reflejar, en muchos casos, con actos impulsivos (como se cita en Bruehl, Burns, Chung & Chont, 2009). Sin embargo, existe evidencia que demuestra que la catarsis de pensamientos y emociones negativas es útil para las personas y favorable para la regulación emocional (Bruehl et al, 2009; Bushman, Baumeister & Phillips, 2001; Okifuji et al., 1999).

Adicionalmente, las emociones negativas pueden impactar los ámbitos de la vida personal. Por ejemplo, una persona que sienta frustración porque su dolor no cesa, puede perder la motivación para salir de su casa y hacer alguna actividad. Por ende, la persona se aísla de su círculo de amigos y familiares (Gatchel et al., 2007). dicho aislamiento puede producir más emociones negativas y aumentar la percepción del dolor (Gatchel et al., 2007; Vlaeyen & Linton, 2000).

Como breve conclusión, se puede afirmar que el dolor crónico no es únicamente una experiencia desagradable en cuanto a síntomas físicos, sino que también está acompañada de un componente emocional, igualmente desagradable.

El dolor crónico y la calidad de vida relacionada con la salud

Existe evidencia empírica que demuestra el vínculo entre el dolor crónico y la calidad de vida de las personas con esta condición (Hägg, Burckhardt, Fritzell & Nordwall, 2003; Taylor et al., 2007). La calidad de vida es un término que se refiere a la percepción que tiene cada individuo hacia los aspectos de su vida: bienestar físico, funcional, emocional, mental y social (Neelakantan,  Omojole, Clark, Gupta & Khan, 2004). Sin embargo, en ámbitos clínicos se suele emplear el término calidad de vida relacionada con la salud. Dicho término también se basa en la percepción de cada persona sobre su grado de satisfacción con las áreas anteriormente mencionadas. Solo que esta vez, el individuo se centra en la relación entre su estado de salud, en este caso el dolor crónico, y su interacción con el ambiente. Esto se refiere a la manera en que la condición afecta actividades de la vida diaria, al soporte social recibido, a la etapa de la vida en la que se encuentra la persona, sus expectativas y al impacto emocional (Schwartzmann, 2003).

(8)

En términos generales, la calidad de vida relacionada con la salud se ve afectada por la percepción del dolor. En dos estudios revisados (Feinstein et al., 2011; Shu-Ru, Hsaio, Kuan-Chia & Hung-Ru, 2008) en los cuales se aplicó la Escala Verbal Análoga y un cuestionario sobre calidad de vida a pacientes diagnosticados con artritis, se encontraron resultados similares. En el primer estudio, en el cual se evaluó a personas entre 50 y 84 años de edad, la percepción de la severidad del dolor obtuvo una correlación negativa con la calidad de vida relacionada con la salud tanto en el ámbito físico como en el emocional. En el segundo estudio, las entrevistas a los jóvenes participantes, resultaron, de igual manera, en una asociación negativa entre la percepción del dolor y la calidad de vida. Aunque esta última correlación no fue estadísticamente significativa, si mostró una tendencia a altos niveles de percepción del dolor asociados con bajos niveles de calidad de vida relacionada con el área afectiva y con el desempeño físico.

En un estudio realizado con pacientes de centros especializados en el tratamiento de dolor crónico, se empleó el cuestionario Brief Pain Inventory (Cleeland, 1994) con el objetivo de estudiar el impacto del dolor en la calidad de vida (Taylor et al. 2007). Los resultados exponen que los dominios que se ven más afectados dentro de la muestra son: el nivel de actividad general (93%), la capacidad para trabajar (93%) y el disfrute de la vida (86%). Los resultados son consistentes con la definición de dolor crónico previamente explicada, ya que estos demuestran las dos dimensiones que se ven afectadas en pacientes con dolor: el nivel de actividad general constituye la subdimensión activa del cuestionario y el disfrute de la vida, la subdimensión afectiva (Cleeland, 2009). De esta forma, es evidente el componente sensorial y emocional de la experiencia del dolor. Otras áreas que demostraron un fuerte impacto del dolor fueron la capacidad para dormir (81%), el estado financiero (81%) y el estado de ánimo (79.1%). El área menos afectada fue la habilidad para practicar la religión (Taylor et al., 2007).

Por otro lado, un estudio (Hägg et al., 2003) que pretendía de la misma forma medir el impacto de pacientes con dolor en su percepción de calidad de vida, comparó un grupo de pacientes sin dolor con un grupo que sufría de varios tipos de dolores. El resultado principal fue que la percepción de la calidad de vida del grupo de pacientes con dolor es significativamente menor que la del grupo de pacientes sin dolor. Al igual que el estudio anterior, el grado de satisfacción de los pacientes con dolor es más pequeño al evaluar las situaciones que requieren

(9)

actividad física. Adicionalmente, los participantes reportaron encontrarse insatisfechos con su estado de ánimo y su habilidad para ser independientes y hacer cosas de manera autónoma. El optimismo y la calidad de vida en pacientes con dolor crónico

Un aspecto que se relaciona con pacientes de dolor crónico y su calidad de vida relacionada con la salud es el optimismo (Kepka et al., 2013; Miniszewska et al., 2013). El optimismo es un constructo de la personalidad (Scheier, Carver & Bridges, 1994), es unidimensional y representa un continuo bipolar (Bryant & Harrison, 2015), es decir, a un extremo se encuentra el optimismo y al otro, el pesimismo. La definición clásica del optimismo es la propuesta por Scheier y Carver (1985) y hace referencia a las expectativas de una persona a que eventos positivos ocurrirán. Esta definición ha sido criticada pues investigadores aseguran que el optimismo debe ser estudiado como un constructo bidimensional más no como un constructo representado por dos opuestos (Dember et al. 1989).

A pesar de este debate, la aproximación teórica de Scheier y Carver sigue siendo la más empleada (Bryant & Harrison, 2015). Adicionalmente, la escala desarrollada por los mismos autores, The Life Orientation Test (Scheier & Carver, 1985), constituye el “estándar de oro” (Garofalo, 2000) para la medición de optimismo en diversas áreas de investigación (Allison, Guichard, Fung & Gilain, 2003; Fournier, de Ridder & Bensing, 2002; Kivimäki et al., 2005). Es importante aclarar que existen estudios (Glaesmer et al., 2012; Zenger et al., 2013) que han empleado dicha escala y como resultado obtuvieron mayores niveles en la subescala de optimismo. Sin embargo, la correlación entre las subescalas optimismo y pesimismo fue bastante baja. A partir de estos resultados, pudieron demostrar que el optimismo y el pesimismo representan dos constructos independientes y no un continuo bipolar.

Para estudiar la relación entre el optimismo y la calidad de vida en pacientes con dolor crónico, se realizó una investigación con 138 participantes diagnosticados con una enfermedad crónica de la piel (Miniszewska et al., 2013). Los resultados demuestran una relación significativa entre el optimismo de los pacientes y su calidad de vida relacionada con la salud. Los participantes que reportaron una mejor evaluación de la severidad de sus lesiones, una menor intensidad de emociones negativas, menos restricciones en las actividades de la vida diaria y por último, mejores relaciones sociales, presentaron niveles de optimismo más altos. Otra investigación con el mismo objetivo pero con una muestra considerablemente mayor (1529

(10)

participantes con diagnóstico de dolor crónico) demostró, de igual forma, que al aumentar los niveles de optimismo incrementaban los valores de la calidad de vida relacionada con la salud (Kepka et al., 2013).

Los resultados de las investigaciones mencionadas son consistentes con la literatura ya que personas con perspectivas optimistas tienden a tener una actitud más positiva hacia los médicos y al tratamiento de su condición física y además, presentan menos sentimientos de autoculpa y catastrofización (Maruta et al., 2000). Por ende, estas personas tienen una visión más favorable frente a su vida en general (Scheier & Carver, 1985) y una buena percepción de su calidad de vida (Schou, Ekeberg & Ruland, 2005).

Asimismo, Fournier y colaboradores (2012) y Wrosch y Scheier (2003) encontraron en su estudio que las personas optimistas tendían a aceptar su situación de manera más adecuada que las menos optimistas. Como se explicará más adelante, la aceptación puede ser vista como una estrategia de afrontamiento centrada en la emoción y que está relacionada con una mejora en la calidad de vida.

También, Maruta y colaboradores (2000) y Schou y colaboradores (2005), evidenciaron bajos puntajes de depresión y desesperanza aprendida entre los pacientes optimistas de su estudio. Tanto la aceptación de la situación como la ausencia de emociones negativas significativas, demostraron un mejor reporte de calidad de vida. Se concluye, entonces, que las emociones y pensamientos negativos tales como la depresión y la catastrofización aumentan la incapacidad y la percepción de la severidad del dolor (Arnow et al., 2011).

Estrategias de afrontamiento y calidad de vida en pacientes con dolor crónico

Las estrategias de afrontamiento se refieren a las técnicas que emplea un individuo para tolerar o manejar un estresor que se le presenta (Kraaimaat & Evers, 2003). En términos generales, las estrategias de afrontamiento se califican de naturaleza adaptativa (positiva) o maladaptativa (negativa) teniendo en cuenta el contexto específico en el que éstas ocurren (Folkman & Moskowitz, 2004) y su impacto en el funcionamiento físico y emocional del sujeto en el corto y largo plazo (Kraaimaat & Evers, 2003). Las maladaptativas son las técnicas que suponen un rol pasivo por parte de la persona. Dichas estrategias son aquellas en las que se da el control del problema a otra persona (Ramírez-Mestre et al., 2008), por ejemplo, la fe en una fuerza superior

(11)

(Büssing et al., 2010) y la espera (Contreras et al., 2007). También, son aquellas que afectan negativamente otras áreas de la vida (Ramírez-Mestre, Esteve & López, 2008) como lo es el escape a las emociones que se desencadenan por la condición misma.

Un ejemplo para las estrategias pasivas es la religión. La efectividad del empleo de las creencias religiosas o espirituales como estrategia de afrontamiento es controversial. Por un lado, hay numerosos estudios que concluyen que esta estrategia no es útil. La espera constante a que alguien o algo externo disminuya o elimine el dolor, alimenta las emociones negativas y tiene un efecto adverso en la salud mental (Andersson, 2008; Soriano & Monsalve, 2002). Por otro lado, hay un estudio en particular (Dezutter, Wachholtz & Corveleyn, 2011) que encontró que las creencias religiosas, más específicamente, la acción de rezar, está asociado positivamente con la tolerancia al dolor. Un hallazgo interesante de este estudio es que la reevaluación positiva de la condición se comportó como una variable mediadora entre el dolor y la oración. Esto quiere decir que la persona a medida que reza, hace una resignificación positiva de su condición, permitiendo una tolerancia mayor al dolor que percibe.

En el caso particular de Colombia se revisaron dos estudios (Barragán & Almanza-Rodríguez, 2013; Contreras et al., 2007), en los cuales se encontró un alto empleo de la religión para afrontar la condición. No obstante, dicho empleo se asoció, en ambos estudios, con emociones y actitudes negativas tales como la catastrofización, el miedo y la espera. Específicamente en el segundo estudio mencionado, la religión se correlacionó inversamente con la escala función física y vitalidad del Cuestionario de salud SF-36.

En cuanto a la espera, que también hace parte de las estrategias pasivas, se refiere a la posición inactiva frente a la situación y a confiar en que una solución positiva del problema llegará con el paso del tiempo (Londoño et al., 2006). La espera está relacionada con la religión pues personas que se encomiendan a un dios, a una persona o a un objeto poderoso, están permaneciendo pasivas a que llegue una solución. Sin embargo, la solución que quieren que ocurra proviene de un agente externo. Tanto la religión como la espera resultaron de uso predominante en el estudio de Woby, Watson, Roach y Urmston (2005) con pacientes diagnosticados con dolor lumbar crónico. En sus resultados encontraron que las dos estrategias están asociadas con una mayor percepción del dolor. En su estudio, McCracken, Goetsch y

(12)

Semenchuck (1998) que evaluaba las mismas variables, encontraron asociaciones entre las estrategias mencionadas y pensamientos de catastrofización y más restricciones motoras.

A diferencia de las pasivas, las estrategias activas o adaptativas, definen las formas en las que la persona decide tomar el control de su condición y de su vida. Entre estas estrategias están la reevaluación positiva, el desarrollo de actitudes positivas, la regulación de las emociones, la solución de problemas, entre otras (Büssing et al., 2010). En general, al haber mayor empleo de estrategias activas hay una percepción del dolor menos severa, menos restricciones en la funcionalidad de la persona y menos uso de estrategias pasivas (Ramírez-Mestre et al., 2008).

La categorización entre estrategias adaptativas o activas y desadaptativas o pasivas funciona de manera general. No obstante, existen categorías más específicas en las que se pueden clasificar las estrategias de afrontamiento. Dichas categorías pueden ser tanto cognitivas como conductuales (Büssing et al., 2010); centradas en el problema o en la emoción (Folkman & Moskowitz, 2004); y de aproximación o de evitación (Nes & Segerstrom, 2006). A continuación, se explicará cada una de ellas.

Por un lado, las estrategias centradas en el problema están dirigidas a cambiar o eliminar el estresor o sus consecuencias. Un ejemplo de este tipo de estrategias es la solución de problemas. En su estudio, Contreras, Esguerra, Espinosa y Gómez (2007) encontraron una predominancia en el uso de esta estrategia en pacientes diagnosticados con insuficiencia renal crónica. Esta estrategia es considerada activa, ya que suponen un rol decidido y diligente por parte de la persona (Büssing et al., 2010).

Por otro lado, las estrategias centradas en la emoción tienen el objetivo de calmar o aliviar las reacciones emocionales causadas por el estresor (Folkman & Moskowitz, 2004). Una estrategia centrada en la emoción es la expresión de las emociones. En el estudio de Büssing y colaboradores (2010), se encontró que los participantes con dolor crónico tendían a externalizar el proceso que estaban viviendo. Pero al mismo tiempo, ellos mismos empezaban un proceso interno en el cual ocurrían cambios tanto cognitivos como comportamentales. El complemento de estas dos estrategias: buscar ayuda en expertos en el tema, cambiar hábitos de alimentación, tomar el control de la propia vida, pensar positivo y evitar pensar constantemente en el dolor, funcionaba como una forma para adaptarse a la condición en el largo plazo.

(13)

El ejemplo anterior sirve para ilustrar que las estrategias no son exclusivas a una categoría pues éstas pueden contar con varias características. Por ejemplo, la expresión de las emociones puede ser considerada una técnica centrada en la emoción y al mismo tiempo, una estrategia de aproximación. Las estrategias centradas en la emoción están, en parte, relacionadas con la generación de emociones positivas. De hecho, aún en eventos adversos, las personas pueden desarrollar actitudes favorables y esto suele disminuir el malestar emocional (Büssing et al., 2010; Folkman & Moskowitz, 2004). No obstante, hay casos en los que las estrategias centradas en la emoción alimentan los resultados desfavorables. Es decir, técnicas como el abuso de sustancias o escapar de las emociones, que de igual forma pretenden aliviar el malestar emocional, disminuyen el malestar por un período de tiempo pero son más los resultados negativos que positivos sobre la salud mental de la persona y sobre la interacción con su entorno (Folkman & Moskowitz, 2004). Entre sexo se pueden ver diferencias en el empleo de estas estrategias. Las mujeres suelen emplear técnicas centradas en la emoción, mientras que los hombres utilizan con frecuencia, técnicas centradas en el problema (Keogh & Herdenfeldt, 2002). Otra diferencia importante entre sexos es que las mujeres suelen percibir su dolor como más severo que los hombres (Keogh, Hatton & Ellery, 2000; Keogh & Herdenfeldt, 2002; Unruh, Ritchie & Merskey, 1999).

Ahora bien, las técnicas de aproximación se basan en controlar, disminuir o eliminar el estresor físico o emocional por medio, por ejemplo, de la búsqueda de ayuda médica y/o de soporte social. La búsqueda de ayuda externa que puede proveer una persona cercana o un profesional al paciente de dolor crónico debe ser de carácter tanto tangible como emocional. En un estudio (Joseph, Ashworth & Cordle, 2004) se entrevistó a mujeres con un diagnóstico de dolor pélvico crónico en cuanto al soporte social recibido. En primer lugar, se concluyó que es bastante útil la ayuda con los trabajos de la casa, con los hijos, ofrecer distracciones, y por parte de profesionales, explicar la causa biológica del dolor y ofrecer información suficiente acerca de la condición.

En segundo lugar, se encontró que junto a la ayuda tangible es necesario promover el bienestar emocional de la persona por medio de la escucha, del entendimiento de la condición y de sus consecuencias, la reducción del sentimiento de aislamiento, entre otros. Una persona que perciba un apoyo inadecuado de los demás como por ejemplo, apatía, negatividad, negligencia,

(14)

entre otros, (Joseph et al., 2004) puede empezar a sentir resentimiento frente a sus familiares y amigos, y hostilidad hacia el sistema de salud (Gatchel et al., 2007). El apoyo es importante, sobretodo en casos donde existe una condición incapacitante, pues la persona ya no es capaz de hacer actividades que solía hacer y necesita la ayuda de otros (Hägg et al., 2003). Aquí, nuevamente, es claro que las estrategias presentan diferentes características que hace compleja su categorización exclusiva. Las estrategias de apoyo externo son de aproximación pero, al mismo tiempo, están centradas en el problema y en la emoción.

Las estrategias de evitación, a diferencia de las de aproximación, se encargan de ignorar y evitar el estresor y las consecuencias de este a través de la búsqueda de distracciones o del aislamiento social (Kraaimaat & Evers, 2003; Nes & Segerstrom, 2006). Especialmente, el uso de distracciones predijo un alto funcionamiento en los pacientes del estudio de Kraaimaat & Evers (2003). El empleo de distracciones no es visto como una estrategia de evitación como es definido en el cuestionario de estrategias de afrontamiento (EEC-M). En cambio, en el estudio mencionado, las distracciones como leer o hacer actividades que son placenteras, son consideradas como una aproximación a adaptarse a la condición y no como una forma de escapar del problema.

Según Gatchel y colaboradores (2007), la evitación es una técnica frecuentemente empleada pues las personas suelen tener una motivación intrínseca a escapar de situaciones desagradables. Las técnicas de evitación suelen ser de carácter cognitivo y/o emocional. Por un lado, las de evitación cognitiva pretenden neutralizar los pensamientos negativos (Londoño et al., 2006). En su revisión de la literatura, Burns, Quartana y Bruehl (2008), encontraron que la inhibición tiende a afectar de manera adversa la salud general de la persona. Por ejemplo, la inhibición de la rabia puede causar una hipervigilancia a pensamientos y emociones negativas, aumentando así el malestar emocional de la persona e incrementando su percepción del dolor.

Por otro lado, las de evitación emocional tienen como objetivo ignorar el problema o las consecuencias de este (Kraaimaat & Evers, 2003; Londoño et al., 2006; Nes & Sergerstrom, 2006). Cuando las emociones se suprimen y no son procesadas adecuadamente, la persona no se logra ajustar exitosamente a su condición y/o a su vida en general (Banerjee, Bhattacharya & Sanyal, 2014). En el corto plazo, la evitación se refuerza ya que el malestar disminuye. No obstante, tiende a ser maladaptativa cuando perdura en el tiempo pues puede incrementar las

(15)

consecuencias físicas y emocionales de la condición (Costa & Pinto-Gouveia, 2013; Gatchel et al., 2007).

La relación entre estrategias de afrontamiento y calidad de vida se estudió en una investigación con 579 participantes de diversas condiciones crónicas (Büssing et al., 2010). El término calidad de vida fue reemplazado por satisfacción de vida. Sin embargo, los dos términos representan el mismo constructo en el estudio. El mayor predictor de una mejor satisfacción de vida fue la variable “actitudes positivas”. Dicha variable recoge el pensamiento positivo, la evitación a pensar frecuentemente en la condición, hacer las actividades que se disfrutan, entre otros aspectos relacionados con tomar nuevamente las riendas de la vida propia y pasar de ser una “víctima” a un “individuo autorrealizado” (Soriano & Monsalve, 2004). Este resultado es un ejemplo de la dimensión tanto cognitiva como conductual de las estrategias de afrontamiento. Asimismo, demuestra la existencia de estrategias centradas en el problema y en la emoción, y por último, técnicas de aproximación y evitación del estresor.

Los investigadores Torre et al. (2008) estudiaron a una población de pacientes que acudían a la Unidad del Dolor del Hospital de Galdakao en España. Seis meses después del tratamiento ofrecido, los pacientes reportaron el empleo de dos estrategias de afrontamiento principalmente. La primera, auto afirmación, hace referencia a no rendirse ante la condición y a darse ánimos para seguir adelante; la segunda, la distracción, se refiere a desviar la atención sobre el dolor llevando a cabo diferentes acciones. El empleo de estas estrategias estuvo acompañadas de un reporte de mejora de la calidad de vida. Hay otra estrategia que está relacionada con el aumento de la percepción de satisfacción y la disminución del malestar psicológico. En un estudio llevado a cabo por Witty, Heppner, Bernard y Thoreson (2001) con pacientes de dolor lumbar crónico, se asoció un alto empleo de la estrategia de solución de problemas con un aumento en la ejecución de actividades y bienestar psicológico en general.

Relación entre optimismo y estrategias de afrontamiento en pacientes con dolor crónico

En una investigación con pacientes de dolor crónico se concluyó que el nivel de optimismo y pesimismo de los participantes estaba relacionado con las estrategias de afrontamiento que ellos mismos empleaban (Ramírez-Mestre et al, 2012). Las estrategias de afrontamiento de aproximación demostraron un efecto en niveles bajos en la percepción del dolor, menos grados de depresión y un aumento en el funcionamiento físico. Las estrategias de aproximación que más

(16)

suelen emplear son la solución de problemas y la búsqueda de apoyo social (Scheier, Weintraub & Carver, 1986). La búsqueda de apoyo profesional tiende a ser de gran importancia en cuanto a la actitud de la persona ya que los optimistas tienden a confiar en la ayuda que les pueden brindar los expertos (Maruta et al., 2000).

Asimismo, se encontró que el optimismo tiene un efecto mediador en las estrategias de afrontamiento asociadas con un mejor funcionamiento en las actividades de la vida diaria (Ramírez-Mestre et al., 2012; Scheier et al., 1986). Las personas optimistas tienden a emplear, en primera instancia, estrategias centradas en el problema (Schou et al., 2005; Wrosch & Scheier, 2002). En segunda instancia, se concentran en estrategias centradas en la emoción como la aceptación y el humor (Capps, 2006), y en estrategias centradas tanto en el problema como en la emoción como es la reevaluación positiva (Wrosch & Scheier, 2002).

La última estrategia mencionada puede ser considerada como una estrategia propia del optimismo. Esta pretende la creación de una nueva valoración de la condición por medio de una visión optimista, es decir, por medio de la identificación de las ventajas y de los aspectos positivos de la situación (Sandín & Chorot, 2003). En su estudio, Büssing et al. (2010), encontraron que el empleo de esta estrategia es de frecuente uso entre pacientes de dolor crónico pues al interpretar la condición como una nueva oportunidad, les permite cambiar aspectos esenciales de sus vidas y crecer como personas. Las tres estrategias mencionadas están asociadas con mejores reportes de calidad de vida. En cambio, las personas con visiones más pesimistas tienden a desconfiar del porvenir y como consecuencia, intentan no involucrarse con la adversidad (Wrosch & Scheier, 2002) y desarrollan más estrategias de evitación y desconfianza, aspectos que disminuyen su percepción de calidad de vida (Scheier & Carver, 1992; Schou et al., 2005).

Según la investigación anterior el optimismo está asociado con altos niveles de funcionamiento y bajos niveles de restricciones. Este resultado es consistente con la noción de que optimistas llevan a cabo estrategias más adaptativas que individuos pesimistas (Scheier et al., 1986). Es decir, los optimistas se involucran en técnicas de aproximación centrándose tanto en el problema como en la emoción que causa el estresor y, de esta forma, logran un mejor ajuste tanto físico como psicológico (Nes & Segerstrom, 2006). Al respecto conviene decir que las estrategias centradas en la emoción relacionadas con un mejor ajuste son las de carácter positivo, más no las

(17)

negativas como es considerada la evitación emocional. Adicionalmente, en dos estudios revisados (Fournier et al., 2002; Nes & Segerstrom, 2006) se concluyó que el nivel de optimismo de la persona relacionado con las estrategias de afrontamiento que emplea, no depende de su percepción de control sobre la condición, y que los optimistas tienen la capacidad de llevar a cabo estrategias adaptativas en su vida general y ajustarlas a diferentes contextos. Por lo cual, se podría inferir al optimismo como un rasgo de la personalidad de las personas.

Llegado a este punto, es oportuno concluir que el dolor crónico es un fenómeno tanto sensorial como subjetivo: no es únicamente incapacitante en términos de actividad física, sino que también tiene un impacto importante en el área emocional de la persona. El dolor como tal y las consecuencias que desencadena afectan, generalmente, de manera negativa la calidad de vida relacionada con la salud. Al comparar poblaciones con y sin dolores crónicos, se encuentra un peor reporte de calidad de vida en las personas con dolor, tanto en la dimensión activa como en la afectiva.

Con esto en mente, hay elementos que favorecen a las personas en múltiples aspectos. El optimismo que se define como la creencia de que cosas buenas pasarán y que es considerado como un rasgo de la personalidad, está asociado con características que ayudan a la persona a enfrentarse a la adversidad. Entre estas características se encuentran menos presencia de emociones y atribuciones negativas, mejores relaciones sociales y más funcionalidad física.

Otro elemento que favorece a las personas es el de estrategias de afrontamiento. Este término se refiere a las técnicas empleadas para tolerar o manejar el estresor y sus consecuencias. Las estrategias relacionadas con mejores reportes de calidad de vida son las activas y que se aproximan tanto al problema percibido como a las emociones desencadenantes. Por lo contrario, las estrategias que evitan tanto los problemas como las emociones, suponen un rol pasivo de la persona y se relacionan con más consecuencias negativas.

Dentro de este contexto, se generan cuestionamientos sobre el rol que juegan las estrategias empleadas y el optimismo en la calidad de vida, específicamente, en personas que hayan sido diagnosticadas con alguna condición, en este caso, dolor crónico.

(18)

¿Cuál es la relación entre la calidad de vida reportada por pacientes de dolor crónico con su nivel de optimismo y con las estrategias de afrontamiento empleadas?

Objetivos

General: establecer la relación entre la calidad de vida, optimismo y estrategias de afrontamiento en pacientes con dolor crónico.

Específicos:

- identificar las estrategias de afrontamiento empleadas por los pacientes de la muestra. - evaluar los reportes de calidad de vida con el reporte de la intensidad del dolor. - evaluar las estrategias de afrontamiento con el reporte de la intensidad del dolor. - evaluar los niveles de optimismo y pesimismo en relación con el reporte de la

intensidad del dolor.

- evaluar las estrategias de afrontamiento en relación con el reporte de calidad de vida relacionada con la salud.

- evaluar los niveles de optimismo y pesimismo en relación con el reporte de calidad de vida relacionada con la salud.

- evaluar los niveles de optimismo y pesimismo en relación con las estrategias de afrontamiento que se emplean.

- comparar resultados entre sexo y procedencia (ciudades). Hipótesis

Dentro de este contexto, se espera que (1) puntajes altos en las escalas de calidad de vida, el uso de estrategias de afrontamiento positivas y perspectivas optimistas, se correlacionen con una percepción baja de la severidad del dolor; (2) puntajes altos en las escalas de calidad de vida estén asociadas con el empleo de estrategias positivas y con el optimismo; (3) el optimismo esté relacionado con el uso de estrategias positivas.

Metodología

El estudio forma parte de la línea de dolor y aspectos emocionales del grupo de Factores psicosociales en psicología clínica y de la salud. Específicamente, se adscribe en un proyecto sobre relación entre el sentido del humor y el afrontamiento en pacientes ambulatorios con dolor

(19)

crónico (Agudelo, 2011). Es aquí donde se ve la oportunidad para estudiar las variables mencionadas. Dada su pertenencia a una línea de investigación, comparte algunos aspectos metodológicos con el proyecto de Andrés Lukauskis sobre la relación que existe entre las narrativas de personas diagnosticadas con fibromialgia con sus problemas familiares y su percepción de la calidad de vida relacionada con la salud. En su investigación se incluirán los instrumentos relevantes para el presente estudio para, de esta forma, tener una muestra más grande y si es posible, hacer una comparación entre grupos.

Tipo de investigación

La presente investigación es un estudio correlacional. Se busca analizar si existe una correlación entre el optimismo y las estrategias de afrontamiento con la calidad de vida relacionada con la salud en pacientes de dolor crónico.

Muestra

La muestra consiste en pacientes ambulatorios de dolor crónico atendidos en el Instituto de Ortopedia Infantil Roosevelt de la ciudad de Bogotá. Esta se conformará por pacientes que accedan a participar voluntariamente del estudio. Adicionalmente, se contará con una muestra de pacientes que acuden a consulta en un centro de atención de la ciudad de Cali y que han recibido diagnóstico de fibromialgia. Son criterios de inclusión el tener el diagnóstico de fibromialgia, ser mayores de edad, disponer de características cognitivas y físicas que permitan la evaluación y haber firmado el consentimiento informado.

Instrumentos (anexo 1)

Percepción de dolor

Se empleó la Escala Verbal Análoga desarrollada por Crichton (2001). En esta escala la persona marca un punto dentro de un continuo donde cero (0) representa ausencia de dolor y diez (10), máximo dolor experimentado.

Calidad de vida relacionada con la salud

Se usó el Cuestionario de salud SF-36 (Ware & Sherbourne, 1992). Este cuestionario está compuesto de 8 escalas que miden la percepción del paciente acerca de su funcionamiento físico, desempeño emocional, salud mental, entre otras. Este instrumento está validado en Colombia

(20)

(Lugo, García & Gómez, 2006) y obtuvo una alta fiabilidad inter-observador (r = .80) y un valor de test re-test moderadamente alto (r = .70).

Estrategias de afrontamiento

La Escala de estrategias de coping modificada (EEC-M) es un instrumento que permite evaluar 12 estrategias de afrontamiento tales como evitación emocional, búsqueda de apoyo profesional, reacción agresiva, entre otras. Este cuestionario está basado en el WCI de Lázarus y Folkman (1984) y fue validado en Colombia por Londoño et al. (2006). La calificación es tipo Likert donde uno (1) es nunca y seis (6), siempre. La validación en Colombia obtuvo un alfa de Cronbach de 0.847.

Optimismo

Se empleó The Life Orientation Test (Scheier & Carver, 1985) es una escala que pretende medir optimismo. La versión original consiste de 12 reactivos: 4 de estos reflejan optimismo, otros 4 reflejan pesimismo. Los 4 restantes son ítems que no representan el constructo ya que fueron incluidos para engañar a los participantes del objetivo de la escala. El LOT cuenta con una revisión (LOT-R) en el cual se eliminaron dos reactivos problemáticos (Scheier et al., 1994). La escala de calificación es tipo Likert: 0 (total desacuerdo) a 4 (total acuerdo). El LOT obtuvo un alfa de Cronbach de .76 y un test-retest de .79. La escala original y la revisada obtuvieron una correlación alta (r = 5 .95) (Scheier et al., 1994). La validación de la escala revisada para la población latinoamericana fue realizada por Zenger et al. (2013).

Procedimiento

En cuanto al procedimiento, los participantes fueron contactados vía telefónica y/o por remisión de los médicos tratantes. Al aceptar la participación, se le pidió a cada paciente asistir con un poco de anterioridad al Instituto el día que tuviera programada la cita médica. En la sala de espera se identificó al participante y se le dio el consentimiento informado (anexo 1). De estar de acuerdo, el paciente lo firmó, para luego, empezar con la aplicación de las pruebas. Esto se hizo en una sala privada para evitar distracciones.

Adicionalmente, debido a que la línea de dolor a la que se adscribe el presente estudio lleva un tiempo considerable evaluando a pacientes con dolor crónico, se utilizaron los reportes de los pacientes entre los años 2012 y 2015 que habían contestado el Cuestionario de salud y la

(21)

Escala de estrategias de coping. Como parte del seguimiento semestral que se le hace a dichos pacientes, se incluyó la Escala Verbal Análoga y el LOT-R. Cabe señalar que no se vio ningún inconveniente en aplicar el LOT-R en un momento diferente al cuestionario de salud y a la escala de estrategias, pues este instrumento evalúa el optimismo como rasgo más no como estado, razón por la cual no se esperaba un cambio considerable con el paso del tiempo. Es oportuno agregar que estos pacientes habían firmado un consentimiento informado cuando empezaron el programa de dolor y sus datos personales se mantuvieron en confidencialidad durante todo momento.

En cuanto a la muestra de participantes en Cali, se acordó con el médico de consulta para poder asistir al centro de atención. Acordadas unas fechas, se identificaron a los participantes en la sala de espera y estando allí, se les preguntó si deseaban participar en el proyecto. Si aceptaban, se agendó con ellos una cita para la aplicación de las pruebas o si el participante tenía disponibilidad de tiempo, se dispuso de una sala para la aplicación de las mismas inmediatamente o justo después de la consulta con el médico.

Plan de análisis

Para el análisis de datos se usará la versión 22 de SPSS. Se realizará un análisis descriptivo y correlaciones de Pearson para determinar si existe una correlación entre la calidad de vida relacionada con la salud reportada por los participantes y su nivel de optimismo y las estrategias de afrontamiento que emplean. Para comparar los resultados entre grupos se recurrirá a análisis de comparación de medianas mediante pruebas no paramétricas en función del cumplimiento de los supuestos según la distribución de la muestra.

Consideraciones éticas

La presente investigación cumple con los lineamientos planteados por la resolución número 008430 de 1993 del Ministerio de Salud y se categoriza como de riesgo mínimo. Se protegerá la dignidad, los derechos y el bienestar de todos los participantes pues cada uno leerá y de estar de acuerdo, firmará un consentimiento informado en el cuál se le explica el objetivo del estudio. Asimismo, participar no presentará ningún daño psicológico o físico para las personas. Sin embargo, el participante estará en su total derecho de abandonar la investigación cuando así lo desee. Igualmente, se cuidará la privacidad de los mismos pues se le asignará a cada quien un código de identificación.

(22)

Adicionalmente, la investigación cumple con los aspectos éticos del Código de Conducta (APA, 2010). Los psicólogos involucrados se encargarán de hacer un riguroso y preciso análisis de los datos recogidos, para luego, poder divulgarlos a la comunidad científica de manera honesta y confiable. Por último, la investigación se presentará en el comité de ética de las instituciones involucradas con el fin de obtener el aval para llevar a cabo el estudio.

Resultados

Estadísticos descriptivos de la muestra

La muestra estuvo compuesta por 48 pacientes ambulatorios, 40 mujeres (83.3%) y 8 hombres (16.7%) entre 20 y 79 años de edad (M = 48.4; DE = 12.22). En cuanto a su procedencia, 39.6% eran de Bogotá, 25% de Cali y 33.3% de otras ciudades del país. La mayoría de los participantes (52.1%) estaban casados o en unión libre y 20.8% estaban separados. En relación al diagnóstico, 52.1% tenían fibromialgia, 8.3% dolor lumbar y otro 8.3% artritis.

Estadísticos descriptivos de las pruebas empleadas

En el análisis descriptivo del Cuestionario de salud SF-36, tres escalas tuvieron valores bajos: 72.9% en desempeño físico (M = 13.3, DE = 27.01); 60.4% en la escala dolor físico (M = 24.41, DE = 18.78; y 45.8% en desempeño emocional (M = 40.97, DE = 44.16). Las demás escalas estuvieron en los niveles medios. El promedio en la Escala verbal análoga fue 6.69 (DE = 1.86). En el LOT-R, M = 23.63 (DE = 3.57); en la subescala optimismo, M = 13.3 (DE = 1.91); y en la subescala pesimismo, M = 10.33 (DE = 2.87). No se encontró correlación significativa entre estas dos subescalas.

En cuanto a la prueba de estrategias de afrontamiento se obtuvo un alto empleo de las siguientes cinco estrategias: 77% de los participantes tuvieron niveles altos en religión (M = 32.40, DE = 8.25); 52% en espera (M = 26.89, DE = 9.48); 43.8% en evitación emocional (M = 28.31, DE = 9.39); 43.8% en solución de problemas (M = 36.59, DE = 8.83); y 43.8% en reevaluación positiva (M = 20.26, DE = 5.6). Únicamente una estrategia obtuvo bajos niveles de empleo. 50% de los participantes reportaron bajos niveles en autonomía (M = 4.98, DE = 2.52). Las seis estrategias restantes obtuvieron niveles medios en cuanto a su empleo. En la tabla 1 se describen todas las pruebas con sus respectivas características.

(23)

Tabla 1

Estadísticos descriptivos de la Escala de estrategias de coping modificada (EEC-M), el Cuestionario de salud SF-36, el LOT-R y la Escala Verbal Análoga

Prueba N Mínimo Máximo Media DE Interpretación

Estrategias de afrontamiento

SP 46 12 54 36.59 8.83 Alto

BAS 47 7 40 22.34 8.56 Medio

ES 47 9 48 26.89 9.48 Alto

RE 48 12 42 32.40 8.25 Alto

EE 45 10 48 28.31 9.39 Alto

BAP 48 5 30 19.27 7.97 Medio

RA 48 5 29 13.04 6.40 Medio

EC 47 7 28 17.57 4.23 Medio

RP 46 7 30 20.26 5.60 Alto

EDA 47 4 21 12.45 4.69 Medio

NEG 45 3 16 9.53 3.02 Medio

AUT 48 2 10 4.98 2.52 Bajo

Cuestionario de salud

FF 48 0 95 34.58 22.8 Medio

DF 47 0 100 13.3 27.01 Bajo

DE 48 0 100 40.97 44.16 Bajo

VT 46 0 85 37.39 18.61 Medio

SM 47 0 100 52 25.15 Medio

FS 48 0 100 42.19 26.99 Medio

DL 47 0 77.50 24.41 18.78 Bajo

SG 48 0 90 39.38 20.79 Medio

EVA 48 3 10 6.69 1.86

LOT-R Total 46 17 30 23.63 3.57

OPT 46 8 15 13.3 1.91

PES 46 3 15 10.33 2.99

Nota: SP: Solución de Problemas; BAS: Búsqueda de Apoyo Social; ESP: Espera; REL: Religión; EE: Evitación Emocional; BAP: Búsqueda de Apoyo Profesional; RA: Reacción Agresiva; EC: Evitación Cognitiva; RP: Reevaluación Positiva; EDA: Expresión de la Dificultad de Afrontamiento; NEG: Negación; AUT: Autonomía; FF: Función Física; DF: Desempeño Físico; DE: Desempeño Emocional; VT: Vitalidad; SM: Salud Mental; FS: Función Social; DL: Dolor físico; SG: Salud General; EVA: Escala Verbal Análoga; OPT: Optimismo; PES: Pesimismo.

Correlaciones entre pruebas empleadas

No se encontró ninguna correlación significativa entre el reporte de intensidad de dolor en la Escala Verbal Análoga y las estrategias de afrontamiento, calidad de vida relacionada con la salud, y optimismo.

(24)

Entre las estrategias de afrontamiento empleadas y el reporte de calidad de vida relacionada con la salud hubo correlaciones significativas. La estrategia solución de problemas tuvo correlaciones moderadas con seis escalas del cuestionario de calidad de vida: salud mental (r = .639, p < 0.05), vitalidad (r = .496, p < 0.05), función social (r = .458, p < 0.05), salud

general (r =.455, p < 0.05) y desempeño emocional (r = .439, p < 0.05). También, obtuvo una

correlación baja con la escala dolor físico (r = .323, p < 0.05). Las escalas mencionadas anteriormente también tuvieron correlaciones moderadas y bajas con la estrategia reevaluación positiva. Todas las correlaciones entre las pruebas se encuentran en la tabla 2.

Tabla 2.

Correlaciones de Pearson entre el el Cuestionario de salud SF-36, la escala de estrategias de coping modificada (EEC-M), el LOT-R y la Escala Verbal Análoga.

SP BAS ESP REL EE BAP RA EC RP EDA FF .231 .220 .004 -.312* -.232 -.104 -.243 .196 .254 -.203 DF .030 -.200 -.011 -.347* -.040 -.122 -.272 -.007 .253 -.004 DE .439** .177 .079 -.242 -.214 .046 -.355* .201 .382** -.228 VT .496** .200 .207 .048 -.322* .175 -.266 .249 .516** -.368* SM .639** .387** .066 -.054 -.508** .194 -.472** .349* .602** -.524** FS .458** .185 -.207 -.184 -.354* .166 -.438** .132 .434** -.405** DL .323* .067 .035 -.121 -.108 -.002 -.339* .189 .379* -.185 SG .455** .157 .116 .044 -.320* .062 -.362* .167 .584** -.375** EVA -.079 -.113 .153 .043 -.085 .125 -.011 .066 .160 .125 OPT .276 .032 .039 -.015 -.241 .130 -.265 .166 .409** -.126 PES -.011 .346* -.274 -.094 -.434** .347* -.056 .050 -.015 -.328* Nota: SP: Solución de Problemas; BAS: Búsqueda de Apoyo Social; ESP: Espera; REL: Religión; EE: Evitación Emocional; BAP: Búsqueda de Apoyo Profesional; RA: Reacción Agresiva; EC: Evitación Cognitiva; RP: Reevaluación Positiva; EDA: Expresión de la Dificultad de Afrontamiento; NEG: Negación; AUT: Autonomía; FF: Función Física; DF: Desempeño Físico; DE: Desempeño Emocional; VT: Vitalidad; SM: Salud Mental; FS: Función Social; DL: Dolor físico; SG: Salud General; EVA: Escala Verbal Análoga; OPT: Optimismo; PES: Pesimismo.

Tabla 2 (continuación)

NEG AUT EVA OPT PES FF .151 .109 .019 .260 .049 DF .051 .032 .022 .036 -.036 DE .060 .052 -.022 .229 -.069 VT .225 .120 -.066 .399** -.157 SM .246 .001 .021 .411** .101 FS .080 .103 -.013 .390** .134 DL .191 .074 -.155 .217 -.113 SG .245 -.002 .047 .320* -.155 EVA .012 .130 – .204 -.049 OPT .217 .335* .204 – .029 PES .028 -.347* -.049 .029 –

(25)

Nota: SP: Solución de Problemas; BAS: Búsqueda de Apoyo Social; ESP: Espera; REL: Religión; EE: Evitación Emocional; BAP: Búsqueda de Apoyo Profesional; RA: Reacción Agresiva; EC: Evitación Cognitiva; RP: Reevaluación Positiva; EDA: Expresión de la Dificultad de Afrontamiento; NEG: Negación; AUT: Autonomía; FF: Función Física; DF: Desempeño Físico; DE: Desempeño Emocional; VT: Vitalidad; SM: Salud Mental; FS: Función Social; DL: Dolor físico; SG: Salud General; EVA: Escala Verbal Análoga; OPT: Optimismo; PES: Pesimismo.

La subescala optimismo obtuvo una correlaciones moderadas con la escala salud mental (r = .411, p < 0.05) y con vitalidad (r = .399, p < 0.05); y correlaciones bajas con función social (r = .390, p < 0.05) y con salud general (r = .320, p < 0.05) del cuestionario de calidad de vida. Asimismo, obtuvo una correlación moderada con reevaluación positiva (r = .409, p < 0.05) y una correlación baja con autonomía (r = .335, p < 0.05).

Por su parte, la subescala pesimismo no tuvo correlaciones con ninguna escala de calidad de vida. Sin embargo, obtuvo una correlación moderada inversa con la estrategia evitación

emocional (r = -.434, p < 0.05) y correlaciones bajas inversas con expresión de la dificultad de

afrontamiento (r = -.328, p < 0.05) y autonomía (r = -.347, p < 0.05). Además, tuvo correlaciones bajas con búsqueda de apoyo profesional (r = .347, p < 0.05) y con búsqueda de apoyo social (r = .346, p < 0.05).

Pruebas no paramétricas

Debido al pequeño número de participantes se decidió hacer una comparación de medianas entre sexo y procedencia, y las variables del estudio. Se encontraron dos diferencias significativas: entre la estrategia evitación emocional y el sexo, las mujeres presentaron más empleo de dicha estrategia que los hombres (t = 2.44; p ≤ 0,01, gl: 45), y entre la subescala optimismo y procedencia, los participantes de Cali tuvieron puntajes más altos que los de Bogotá (t = - 2.25; p ≤ 0,01, gl: 25).

Discusión

¿De qué manera afecta el dolor crónico la vida de las personas diagnosticadas?

Para empezar, los resultados del Cuestionario de salud SF-36 sugieren que los participantes del presente estudio presentan limitaciones en desempeño físico, escala que hace referencia a problemas asociados tanto al trabajo de las personas como también a las actividades del día a día (Lugo et al., 2006). Este resultado es consistente con lo encontrado en varios estudios revisados (Dureja et al., 2014; Hägg et al., 2003; Taylor et al., 2007) pues en éstos, las áreas más afectadas

(26)

fueron las relacionadas con la actividad física y la capacidad para trabajar. Los resultados podrían indicar, entonces, que debido al dolor restrictivo, los pacientes presentan dificultades realizando actividades en términos de tiempo, cantidad y cuidado.

Igualmente, se encontró una limitación en el desempeño emocional de los pacientes. Estos resultados van acorde con la revisión de los autores (Bancila et al., 2012; Breivik et al., 2006; Gatchel et al., 2007) respecto al componente afectivo que hace parte de la experiencia del dolor. El impacto emocional que se genera puede afectar la ejecución de las actividades diarias de la persona y tener un efecto negativo en el disfrute de la vida (Hägg et al., 2003; Taylor et al., 2007). Este impacto restringe a la persona de hacer actividades o de dedicarles el tiempo que desee, que es precisamente lo que evalúa la escala desempeño emocional (Lugo et al., 2006).

En este orden de ideas, la escala desempeño físico representa la subdimensión activa y la escala desempeño emocional, la subdimensión afectiva. Tal como el estudio de Taylor et al. (2007) y la definiciones del dolor revisadas (Gatchel et al., 2007; Merskey & Bogduk, 1994; Puebla-Díaz, 2005) en las cuales se plantea la presencia de dos dimensiones que componen la experiencia del dolor. En el mismo cuestionario, los resultados de la escala dolor físico indican una alta interferencia del dolor en las actividades diarias. Estos resultados también concuerdan con la literatura revisada (Breivik et al., 2006; Dureja et al., 2014; Hägg et al., 2003; Lambert, 2010; Taylor et al., 2007) y sus hallazgos acerca de la afectación del dolor en la ejecución de tareas dentro de la casa como bañarse, subir escaleras y en otras situaciones como, por ejemplo, caminar distancias moderadas.

¿Cuáles estrategias de afrontamiento son empleadas?

La estrategia religión obtuvo los puntajes más altos dentro de la muestra. Esto va acorde con los autores revisados (Barragán & Almanza-Rodríguez, 2013; Contreras et al., 2007) y sus investigaciones en Colombia. Al haber un manejo insuficiente del dolor debido a la falta de conocimiento acerca de este o, en el caso del diagnóstico de fibromialgia, ninguna causa biológica aparente, las personas deciden encomendarse a una fuerza externa y en su perspectiva, más poderosa para que los ayude (Büssing et al., 2010). Estos hallazgos pueden estar relacionados con el contexto en el que viven los pacientes del estudio. El sistema de salud en Colombia se ha caracterizado por una falta en la equidad y justicia de la atención a los usuarios. Como consecuencia, existe la creencia de que el sistema de salud no hará nada para ayudar a las

(27)

personas o éstas desisten en sus esfuerzos por buscar profesionales debido a una constante decepción en cuanto a la ineficacia de los tratamientos y la desorganización del sistema en general (Franco, 2000). Por ende, deciden confiar en sus creencias y, generalmente, en un Dios que los pueda aliviar.

La estrategia espera también obtuvo un alto empleo en la muestra y esto coincide con los autores revisados (McCracken et al., 1998; Woby et al., 2005). Las personas tienden a permanecer inactivas y esperar a que la solución del problema llegue por sí sola. Las estrategias religión y espera acompañadas de otras estrategias que los participantes emplean con frecuencia como evitación emocional, que será explicada a continuación, entran dentro de la categoría de estrategias de afrontamiento pasivas. Como se dijo anteriormente, este tipo de estrategias están asociadas con un impacto negativo en la salud mental de las personas (Andersson, 2008; Ramírez-Mestre et al., 2008; Soriano & Monsalve, 2002).

La estrategia evitación emocional obtuvo también puntajes altos dentro de la muestra. Estos resultados son consistentes con los autores revisados (Costa & Pinto-Gouveia, 2013; Gatchel et al., 2007) ya que según sus investigaciones, el empleo de técnicas de evitación es común en pacientes con dolor crónico. Esto podría indicar que los pacientes del estudio no tienden a aproximarse a sus emociones y optan por suprimirlas. Según Bancila et al. (2012), es común la presencia de emociones negativas en pacientes con dolor y, precisamente, debido a la naturaleza del dolor crónico y a sus síntomas que perduran, es también común que ocurran atribuciones negativas hacia la persona misma (Okifuji et al., 1999). Sin embargo, es necesario aprender a procesar las propias emociones para lograr una adaptación adecuada a la condición y a la vida (Banerjee et al., 2014). De hecho, las estrategias centradas en las emociones como la búsqueda de apoyo o la regulación emocional, están asociadas con el bienestar mental (Folkman & Moskowitz, 2004; Banerjee et al., 2014).

La importancia de la evitación emocional como estrategia negativa se ha tomado en cuenta para el desarrollo de programas de intervención, específicamente en personas con trastornos emocionales. La psicoeducación en cuanto a la comprensión y al control adecuado de las emociones hace parte de terapias cognitivo-conductuales con el fin de ayudar a las personas a manejar sus emociones y así, lograr una mejor funcionalidad en sus vidas (Boisseau et al., 2010).

(28)

La estrategia solución de problemas obtuvo puntajes altos de empleo dentro de la muestra. Esto coincide con los resultados del estudio de Contreras et al. (2007), en el cual el uso de esta estrategia predominó entre los participantes. Otra estrategia de afrontamiento que obtuvo un alto uso entre los pacientes de la muestra es reevaluación positiva. Esta estrategia es considerada una forma de aproximación al problema (Londoño et al., 2006) y es vista, al mismo tiempo, como adaptativa (Büssing et al., 2010; Folkman & Moskowitz, 2004). Los resultados sugieren entonces que los participantes del estudio encuentran de gran ayuda la creación de significados favorables acerca de la condición y más específicamente, la revaloración positiva de la misma. De hecho, hay evidencia empírica que soporta la importancia de la flexibilidad de pensamiento asociada con la aceptación de la condición dentro de una mejora en la calidad de vida y una mejor percepción del dolor (Feinstein et al., 2011). Adicionalmente, estos resultados presentan una gran similitud con la investigación de Contreras y colaboradores (2007) llevada a cabo en Bogotá. Las estrategias más empleadas en dicha investigación fueron cinco estrategias, de las cuales cuatro son las mismas estrategias más empleadas en el presente estudio: solución de problemas, reevaluación positiva, evitación y religión.

No obstante, la reevaluación de la condición se podría ver afectada negativamente por estrategias que los participantes del estudio emplean frecuentemente como es la evitación emocional. Al haber una inhibición de las propias emociones se dificulta la creación de nuevos significados frente al problema. Sin embargo, las emociones y pensamientos tanto positivos como negativos pueden coexistir y a medida que los positivos aumentan, los negativos disminuyen (Folkman & Moskowitz, 2004). En este orden de ideas, se esperaría que a medida que aumenten los niveles de estrategias de afrontamiento activas como es la reevaluación positiva, disminuyan las pasivas como es la evitación emocional (Ramírez-Mestre et al., 2008).

La estrategia autonomía no es frecuentemente empleada por los participantes. Esto quiere decir que ellos tienden a buscar la solución del problema contando con el apoyo de familiares, amigos o profesionales. Este resultado puede deberse a dos aspectos. En primera instancia, como fue encontrado en el estudio de Joseph et al. (2004), los participantes del estudio perciben el apoyo social como adecuado y lo aprovechan, es decir, reciben la ayuda brindada y esto los acerca a responder a su problema. En segunda instancia, debido a la condición incapacitante los participantes deben recurrir a la ayuda externa y renunciar parcialmente a su independencia

(29)

(Hägg et al., 2003). Sin embargo, a partir del cuestionario de salud empleado en el estudio, no se sabe si el bajo uso de la autonomía se debe a un fuerte apoyo social o a la condición incapacitante del paciente que le impide desarrollar su independencia.

¿Optimistas o pesimistas?

Con respecto a los resultados del LOT-R, éstos son similares a los encontrados por los autores revisados (Glaesmer et al., 2011; Zenger et al., 2013) en cuanto a la tendencia de las subescalas, es decir, al igual que en otros estudios, la subescala optimismo tuvo puntajes más altos que pesimismo. No obstante, la diferencia entre estas dos subescalas no fue significativa. Ahora bien, los promedios de las subescalas de los estudios mencionados y del presente estudio difieren en gran medida. Esto se puede deber a que el tamaño de la muestra es reducido. Es oportuno mencionar que la correlación entre las dos subescalas fue bastante baja, al igual que en los estudios revisados. No obstante, en el presente estudio la correlación fue positiva más no negativa como sucedió en los estudios mencionados. Aun así, a partir de este resultado, se puede argumentar la existencia de dos constructos independientes y no un continuo bipolar como lo plantearon Scheier y Carver (1985).

¿Hay una relación entre la percepción del dolor y la calidad de vida, las estrategias y el optimismo?

Aunque no se encontraron correlaciones significativas entre la Escala Verbal Análoga y la calidad de vida, las estrategias de afrontamiento y el optimismo, según la literatura revisada, se esperaba que sí lo fueran. En primera instancia, se esperaba que a mejores puntajes de optimismo, menor sería la evaluación de la severidad del dolor por parte de los participantes (Miniszewska et al., 2013). En segunda instancia, que a medida que aumentaba la calidad de vida, disminuiría la percepción del dolor (Feinstein et al., 2011; Shu-Ru et al. 2008). En tercera y última instancia, se esperaba que al emplear estrategias pasivas, se aumentaría la percepción de la intensidad del dolor (Burns et al., 2008; McCracken et al., 1998; Woby et al., 2005) y que al usar estrategias activas, ésta disminuiría (Ramírez-Mestre et al., 2008; Torre et al., 2008).

Estos resultados pueden tener dos explicaciones. La primera, se puede deber al limitado número de participantes de la muestra, tal como ocurrió en el estudio con jóvenes diagnosticados con artritis llevado a cabo por Shu-Ru et al. (2008). La segunda explicación aplica únicamente al

Referencias

Documento similar

Por lo tanto, en base a su perfil de eficacia y seguridad, ofatumumab debe considerarse una alternativa de tratamiento para pacientes con EMRR o EMSP con enfermedad activa

The part I assessment is coordinated involving all MSCs and led by the RMS who prepares a draft assessment report, sends the request for information (RFI) with considerations,

o Si dispone en su establecimiento de alguna silla de ruedas Jazz S50 o 708D cuyo nº de serie figura en el anexo 1 de esta nota informativa, consulte la nota de aviso de la

Proporcione esta nota de seguridad y las copias de la versión para pacientes junto con el documento Preguntas frecuentes sobre contraindicaciones y

[r]

Ciaurriz quien, durante su primer arlo de estancia en Loyola 40 , catalogó sus fondos siguiendo la división previa a la que nos hemos referido; y si esta labor fue de

Las manifestaciones musicales y su organización institucional a lo largo de los siglos XVI al XVIII son aspectos poco conocidos de la cultura alicantina. Analizar el alcance y

Cuenta también con un programa de derechos humanos y D IH. A su vez tiene como propósito para el 2005 la realización de una Constituyente rural campesina, que posibilite el