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LESIONES TRAUMÁTICAS EN INDIVIDUOS ALTOMEDIEVALES PROCEDENTES DE MORÓN DE LA FRONTERA, SEVILLA

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PROCEDENTES DE MORÓN DE LA FRONTERA, SEVILLA

Guijo J M

Beca~'ioInvestigador en materia de Patrimonio Antropológico, Dirección General de Bienes Culturales, Junta de Andalucía. Sevilla

Resumen

Los restos a los que se refiere el presente estudio proceden de las excavaciones realizadas por Manuel Vera Reina y Rafael Fernández Ruiz en la necrópolis medieval de San Miguel, Morón de la Frontera (Sevilla) y corresponden a tres inhumaciones en fosa revestida de ladrillos de forma trapezoidal. La información estratigráfica permite a los excavadores fe-charlos entre los siglos V y VII de nuestra era.

Conservación

Las tres inhumaciones muestran grados de conservación muy variables, debiéndose en los casos de los individuos 2 y 3 a remo-ciones y alteraremo-ciones postdeposicionales por expolio, lo cual incidirá en la imposibilidad de contrastar adecuadamente a nivel de todo el esqueleto la repercusión de los procesos patológicos. Únicamente en el caso del in-dividuo 1 el esqueleto se encontraba preser-vado en su integridad.

Edadysexo

Para la estimación de la edad utilizamos los criterios recogidos por Ubelaker ( 1989) y 01ivier (1960) para la edad craneal, Krogman e Iscan (1986), Ubelaker (1989), White (1991) y Reverte (1991) para la valo-ración de la sínfisis púbica y esqueleto cos-tal. Para la estimación del sexo hemos recu-rrido a los criterios morfológicos y métricos proporcionados por los autores precedentes.

En el caso del individuo 1 tendríamos una edad maduro-senil, pudiendo adscribir a los individuos 2 y 3 a una edad adulta tempra-na, en torno a la treintena. En el diagnóstico sexual no existe contradicción alguna entre unos rasgos morfológicos claramente mas-culinos y una caracterización métrica que rebasa ampliamente los márgenes mínimos aceptables para el sexo masculino.

Tipologíay morfología

Las diferenciales bases empíricas anató-micas con las que contamos determinan que el diagnóstico sea más certero en el caso del individuo 1, del cual conservamos la mayor parte del esqueleto. De los restantes, única-mente escasos fragmentos craneales y algu-nas piezas conservadas del esqueleto apendicular permiten establecer su cm'acte-rización morfométrica.

El individuo 1 presenta dolicocefalia marcada, perfil ortognato, nariz recta y sa-liente, así como el mentón. Los índices

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craneales, corroborados por los datos del esqueleto postcraneal, nos permiten adscri-birlo al tronco caucasoide, dentro de lo que tradicionalmente se he definido como subtipo mediterráneo robusto. En los dos casos individuales restantes, las escasas evi-dencias apoyan una adscripción semejante, sin que sean posible una certidumbre abso-luta por lo sesgado de la evidencia.

Para la estimación de la estatura hemos seguido las tablas de Manouvrier y de Trotter y Glesser, en este último caso para blancos. Los cálculos nos permiten establecer una estatura entre 173 y 17Scm para el indivi-duo I y 2 Yde ]66-167 para el número 3.

El estudio de los relieves óseos pone de manifiesto la gran intensidad de las inserciones musculares en los tres individuos proyectándose en prominentes exóstosis, muy marcadas a nivel de la línea áspera femoral, línea oblicua y crestas para los flexores del pie en la tibia, prominencia deltoidea que se convierte en una cresta en el húmero y tuberosidad bicipital en el ra-dio, dentro del tono general de robustez. Igualmente destacan una serie de calcifica-ciones ligamentosas a nivel del cuádriceps sobre la rótula y tuberosidad anterior de la tibia, tI'iceps braquial a nivel de la parte pos-terior del olécranon y zona pospos-terior del cal-cáneo. Todas estas evidencias revelan una exposición a condiciones de trabajo o esfuer-zo físico muy duras que queremos poner de manifiesto por la clara incidencia que cree-mos tiene sobre los procesos patológicos que a continuación reseñamos.

Patología vertebral

En los tres casos individuales destaca la intensidad de los procesos patológicos a ni-vel de la columna vertebral, coincidiendo con las características de robustez general men-cionadas y exóstosis marcadas a nivel de las

apófisis transversas y espinosas, con lo cual, el factor traumático puede ser considerado como el desencadenante de los daflos discales y los cambios degenerati vos subsiguientes que muestran las diferentes vértebras.

En el caso del individuo 1 la XII vérte-bra torácica presenta un aplastamiento o morfología cuneiforme sagital, conocida como deformación de Kummel. Esta lesión tiene su origen en una flexión excesiva so-brepasando «...los límites de elasticidad de la columna» (Campillo, 1988, p. 124), es-tando unidos este tipo de fracturas o aplastamientos del cuerpo vertebral a caídas bruscas desde una altura considerable sobre los pies o posadelas (Campillo, 1988, p. ] 24) (Zivanovic, 1982, p. 168).

A consecuencia del acuñamiento traumático se ha producido la extrusión par-cial de la esponjosa vertebral por su cara superior. Detectamos la presencia de nume-rosas hernias centrales o intraóseas o nódulos de Schmorl, secundarias a la extrusión del material gelatinoso que contiene el disco intervertebral (Farreras y Rozman, 1978, p. 1004). Morfológicamente las depresiones suelen estar constituidas por una doble fosa o concavidad, unidas por una zona más es-trecha, con diámetros transversales mayo-res, que llegan en las vértebras más próxi-mas a la pieza fracturada a los 3 cm en sen-tido transversal, y menores en sensen-tido dor-so-ventral (en torno a 1 cm de diámetro los de mayores dimensiones). La zona baja dor-sal y dos primeras lumbares muestran los cambios más intensos, a diferencia de otras partes donde los nódulos son pequeñas fo-sas de escasos milímetros. En las torácicas 3, 8 y 10 la herniación del disco en el centro del cuerpo vertebral rompe el borde poste-rior, derivando en hernias posteriores que afectan al canal medular.

La ubicación de las herniaciones más intensas en la zona adyacente a la XII

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dor-los huesos. Las características de las aposiciones periódicas son como sigue: - Formas espiculadas (Figura 1), perpendi-culares a la cortical del hueso, aisladas y formando agrupaciones que se alinean si-guiendo el eje principal diafisiario. Se ca-racterizan por relieves dentados, que en oca-siones alcanzan protuberancias de 0,5 cm. Aparecen casi de forma dominante asocia-das a las crestas y bordes que delimitan las diversas caras de los huesos. Destacan la ti-bia y peroné derechos por la intensidad de tales alteraciones. Enla tibia derecha sobre-sale toda la zona comprendida entre la línea oblicua y las crestas de la cara lateral o peronea, motivando que amplias zonas a ni-vel posterior de la tibia queden deprimidas entre los dentellones. En la porción conser-vada del peroné izquierdo, dos tercios

supe-Patologías traumática e infecciosa apendiculares

Las piezas del esqueleto apendicular afectadas por procesos traumáticos corres-ponden en exclusiva al esqueleto apendicular, extremidades inferiores, del individuo 3, de las que sólo se conservan las porciones diafisarias de ambas tibias y fíbulas, con lo cual resulta imposible anali-zar el impacto a nivel de las zonas articula-res.

Ambas tibias y peronés, sobre todo las piezas del lado derecho, muestran intensas neoformaciones periósticas (Figura 1), que

remodelan completamente la morfología de Figura l. Neoformaciones periósticas en tibiayperoné sal constituye un argumento en favor de la

identificación de la fractura como factor desencadenante del deterioro discal. Sin embargo, una absoluta certidumbre en ver a los nódulos de Schmorl como una conse-cuencia del trauma es imposible por cuan-to nos revela la morfología muscular en su papel modelador de los relieves óseos y, por lo tanto, de la existencia de sobrecar-gas o microtraumatismos repetitivos sobre la columna en un momento previo a la frac-tura.

Los procesos degenerativos artrósicos alcanzan una gran intensidad en todos los segmentos de la columna. Las alteraciones mecánicas y de la estática general, determj-nadas por los procesos anteriormente des-critos, nos permiten interpretar los signos de enfermedad articular degenerati va como artrosis secundaria postraumática.

Los individuos 2 y 3 muestran grados semejantes de daño vertebral: espondilo-artrosis y nódulos de Schmorl en los esca-sos fragmentos conservados, sin que en-contremos evidencias o factores trau-máticos desencadenantes de dichas alte-raciones.

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riores de la diáfisis, todo el borde anterior en su mitad proximal y la cara medial del mismo manifiestan tales alteraciones.

- Neoformaciones en forma de placa u ho-jas de cebolla de superficie regularizada. Se encuentran aisladas o superpuestas unas a otras. No aparecen en rebordes o crestas óseos y en los casos en que se dan se mani-fiestan en zonas anchas del hueso, como ca-ras laterales o mediales de las tibias. Tienen una menor distribución que las formas denticuladas y mixtas.

- Formas estriadas. Su patrón de distribu-ción es generalizado por todas las superfi-cies planas y en los rebordes y crestas, siem-pre contorneando las formaciones denticuladas.

- Formas mixtas de los dos primeros tipos. Tienen mayor proyección perpendicular que

Figura 2. Protuberancia sobre el borde anterior de la tibia derecha

las placas y constituyen relieves más redon-deados que las neoformaciones denticuladas. Puede darse la combinación de los dos primeros tipos, pero siempre con sobreposi-ción de las formas espiculadas sobre las neoformaciones en forma de placa.

En la tibia derecha detectamos una gran protuberancia situada en el borde anterior, a la altura del tercio inferior de la diáfisis, en forma elipsoide y cuyo contorno está clara-mente delimitado (Figura 2). Su mayor diá-metro se alcanza en sentido longitudinal, pa-ralelo al eje mayor del hueso (79,1 mm) y el menor en sentido transverso (31,5 mm). En su vertiente lateral sobresale unos 3 mm y unos 5 mm por la vertiente medial, siempre siendo menos acentuada la vertical en rela-ción a la superficie diafisiaria a medida que nos aproximamos al extremo distal. La super-ficie de la protuberancia es granulosa y mues-tra un tejido poroso, lo cual evidencia un teji-do reactivo, frente a una periferia esclerótica. En la tibia izquierda aparece otra protu-berancia ubicada en el borde anterior y si-tu.ada en el centro de la diáfisis, en este caso no tan claramente delimitada como en el lado derecho. Alcanza unas dimensiones en sen-tido longitudinal de unos 70 mm y de unos 19-20 mm en sentido transversal. Todo este promontorio está rodeado por tejido estria-do, y muestra en su superficie pequeñas al-teraciones periósticas, pero todas ellas cla-ramente esclerosadas.

Todos los fenómenos periósticos descri-tos, a excepción del tejido de la superficie de la protuberancia tibial derecha, son cla-ramente formaciones escleróticas, eviden-ciando que en el momento de la muerte el proceso inflamatorio-infeccioso se circunscribía a este punto topográfico.

En un principio consideramos el factor traumático, con origen en una fractura con tercer fragmento incluido o lo que Gustilo reconoce como forma de mariposa (Gustilo,

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1991, p. 114), como el hipotético origen de las protuberancias tibiales y subsiguien-temente de todas las alteraciones periósticas. El análisis radiológico de las piezas no puso de manifiesto fractura alguna y sí fenóme-nos de condensación ligados a todas las aposiciones periósticas y protuberancias tibiales. El conducto medular no se veía afec-tado por esos fenómenos neoformativos ni invadido por trayectos fistulosos que pudie-ran hablarnos de una osteomielitis por se-cuelas de una fractura abierta. Las imáge-nes radiológicas pusieron de manifiesto el origen perióstico de todas las neoformaciones que evidenciaban los hue-sos, incluyendo las protuberancias tibiales.

La afectación de los cuatro huesos de la pierna y el diagnóstico diferencial con diver-sos tipos de tumores y lesiones seudotumo-rales del esqueleto, utilizando la caracteriza-ción de los estudios de Valls y Marinello (Valls y Marinello, 1979), nos hizo descartar cualquier proceso de este tipo, orientándonos más hacia osteitis de causa local, no acom-pañada de fractura. Para Ortner, el engrosa-miento cortical asociado a una periostitis, puede adaptarse al contorno o circunferencia de una lesión, como pueden ser las úlceras crónicas de la piel, que dan lugar a recciones locales. Zonas donde piel y periostio están más próximas, cual es el caso de la tibia, son zonas especialmente predispuestas (Ortner, 1985, p. 131-132). El mismo autor muestra una serie de ejemplos con alteraciones periósticas tibiales, procedentes de Maryland, de las mismas características que las piezas que estudiamos (Ortner, 1985, p. 136). Dastugue y Gervais atribuyen igualmente la morfología de tales alteraciones periósticas a lesiones ulcerantes localizadas a las que se adapta la neoformación (Dastugue y Gervais, 1992,p.149).

Tendríamos en consecuencia un factor traumático original, una herida abierta en la

piel que se cronifica, que repercute en la funcionalidad normal de las extremidades fa-voreciendo una periostitis osificante gene-ralizada.

La intensidad de los procesos que des-cribimos, la esclerosis del tejido neoformado y la profunda remodelación de las superfi-cies óseas nos hablan de un proceso cronificado o larvado durante un largo tiem-po, con gran repercusión a nivel de toda la anatomía muscular que, sin duda, afectaría a la normal ejercitación de las extremidades inferiores. Las características del tejido su-perficial de la protuberancia tibial derecha evidencian la actividad de la lesión superfi-cial en el momento de la muerte.

Bibliografía

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REVERTE,J.M. (199 1)Antropología Forense. Madrid.

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Referencias

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