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Laplanche & Pontalis. Fantasía Originaria, Fantasía de Los Orígenes, Orígenes de La Fantasía.

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J. !.aplanche y J.·B. Pontalis

FANTASIA ORIGINARIA, FANTASIA DE LOS ORlGENES,

ORIGEN DE LA FANTASlA

(4)
(5)

F

ANTASIA ORIGINARIA

,

FANTASIA DE LOS

ORIGENES,

ORIGEN

DE LA FANTASIA

por

J. Laplanche

y

J.

·B

.

Pontalis

gedisa

(6)

l'ltulo del original en francés:

1:r1utt1.t!IU! or1ginoire .. fon1asu1e <fes origures, origines du /anta:une ' I~> ll3chette, Paris. 1985

Tmduccion: Stella Abrcu

Di>eño de cubierta: Rolando McmelsdorlT

Derechos reservados para Lodas las ediciones en castcllono

© E<litorial Gedisa. S.A. Avda. del Tibidabo, 12, 3' 08022 Barcelona (España) Tel 93 253 09 04 ~"' 93 2~3 09 05 gedis.c1f~'gedisa.con1 '"'vw.gedisa.co1n ISBN: 978-95-0911-322-0 l mpr••O en Argentina l~rntcd in Argentina

l .lu»d.1 prolub1da la reproducción total o parcial ¡>Or cualquier 1111·d10 de unprcsión, en forn1a id~ntica, extractada o n1oclificada1 l"ll ,. 1•11clhu10 o en cualquier otro idionla.

(7)

INDI

CE

Post scriptum ( 1985). . . . . . • 9 "Lleg¡¡ba yo al anochecer" . . . . . . . . . . . . . .. 1 S

"He dejado de creer en mi 11euró1ico". . . . 27 "Leo obras de prehistoria" . . . . . . . . . . . . . . 43

Ur...

SJ

Un escenario con múltiples entradas. . . 65 El tiempo "auto", origen de la sexualidad. . . 77 Nota sobre los autores.. . . . . . . . . . . . . . 91

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Este texto. como todo texto psicoanalítico y quizá más que otros, corresponde a una fecha. No queremos decir con esto que veinte anos después de ser publicado por pnmera vez en Ja revista les Temp~ modernes haya quedado perimido. Así lo esperamos al menos, tanto por

el lector de hoy como por nosotros mismos. Pero es

innegable que lleva una fecha, inscripta en las circunstan· cías en que lo concebimos y hasta en su movimiento

mismo.

Fue escrito en un momento de cierta urgencia. ur· gencia acribuible en un princ1p10 a un acto de ruptura

En efecto, en 1964 acabábamos de expre~ nuestra ne-galiva a seguir a Lacan en Jo que de ahí en más se Uamó la Escuela y que iba a convertirse en su escuela. Pero aún no aceptábamos plenamente que ya habíamos tomado distancia respecto de su pensamiento. De ahi que en ~stc

breve ensayo se advierte una especie de oscilación entre la audacia y ta prudencia, oscilación que está presente

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también en el ritmo del escrito: por momentos avanza·

mos paso a paso y otras veces condensamos excesiva-mcn te. Al efectuar, sólo que a nuesrro modo, un "retor· no a Freud", indicábamos nuestra negativa a emprender un viaje de ida, sin regreso, hacia Lacan. Pero al mismo

tiempo, hasta cierto punto nos frenaba la preocupación por establecer una continuidad entre Freud y él.

La fecha de este texto está marcada también por el hecho de que fue escrito siguiendo las huellas del Voca-b11laire de la psyclranalyse, en ese entonce11 a punto de quedar terminado. Sin duda es lícito considerar que, al igual que esta obra, pertenece al género de la exégesis, siempre que por ésta se entienda permitir que el propio

pensamiento sea fecundado por otro tan soberano como enigmático y no explotar un caudal de ideas ajenas, vol· viendo a analizarlas.

El descubrimiento de un tesoro implica uri período de deslumbramiento, previo al del inv·entario y, después, al de la inevitable dilapidación. Recordemos que la rique-za del tesoro freudiano no era sospechada siquiera por

aquellos que entonces se contentaban con percibir sus utilidades, cuando no con delegar en un único Otro la función de enunciar su Verdad.

Era preciso ante todo revivir conceptos totalmente olvidados (olvidados desde el momen10 en que los aban-donaran los freudianos y hasta el mismo Freud), como los de apuntalamiento o de fantasía• originaria. Había

El l~rminofon14:smt del ~crho ori¡inil aparecerá aquí traducido como fant41ÚJ. marcando la diferencia rcspeclo de los 1ex1os Lacanianos, donde apas-oomo

¡.,.,

• .,,...

(T.)

(13)

que volver a dar todo su valor fundacional, cuando no trascendental, a conceptos que hablan quedado

vulgari-zados. como autoerotismo,

o

desacreditados e incompren·

didos, como seducción.

Pero pronto la tarea se hito más ardua. en la me

di-da en que era preciso conciliar dos necesidades: no íal·

sear ni esquematizar el pensamiento de Freud, y por el

contrario tratar de restituirle las exigencias, las rep resio-nes. los retomas, las ambigüedades, quizá las "ingenuida· des" (la hipótesis filogenética ... ); y, por otra parte, llevar adelante el intento de delinear, entre los

conceptos'redes-cubicrtos. una configuración m:lsexpllcita, más coheren· te y estimulante.

Es asf que el lector - al igual que nosotros mismos

al rckcrcstc texto-dcscubnr4 una variedad de estratos·

una necesaria y saludable arqueología de los con·

ceptos, que pretende ser a la vez fiel y crHica;

un intento de interpretar la problemática de lo

originario. en la que sigue siendo perceptible una cierta inspiración estructuralista. a pesar de que ésta ha sido nc¡;;ula.

- finalmente, el inicio de nuevos desarrollos que

después analizará más libremente cada uno de los auto·

res. afirmando su propia posición en el contexto de la

experiencia cuyos limites y direcciones Fueron marcados por Fr~ud.

Al menos hemos aceptado el riesgo de reabrir y d es-plcgur en el campo "sexual" del psicoanálisis la cuestión

"infantil" de los orígenes. Esta cuestión. a la que el co·

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noc1m1ento positivo no reconoce carta de ciudadanía, no deJa de acicatear, sin embargo, al pensamiento; el del psicoanahs1a y el del l'ilósofo, que aqul in1enl3remos conciliar.

Releído hoy, cuando vuelve a aparecer sin modifi-caciones (sólo se agregaron títulos a los capítulos, se in-corporaron ciertas notas al texto y se precisaron las refe-rencias), el ensayo conserva para nosotros el valor de un índice: un dedo que señala la cosa, gesto que se prolon-ga en un camino que necesariamente debe tener rodeos.

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El psicoanálisis utiliza desde sus orígenes el material de las fantasías. Ya en el caso de Anna O., Breuer no pa· rece hacer más que inmiscuirse en el mundo de las pro· duccioncs imaginarias de la paciente, en su "teatro priva-do", para permitir una catarsi.s mediante la verbalización

y la expresión emocional. "Llegaba yo al anochecer - di· ce Breuer- al momento en que la sabía inmersa en su estado de hipnosis. y la liberaba de todas la> fantasias acumuladas desde mi última visita".' Al leer la historia de este caso. llama la atención comprobar que Breuer, a diferencia de Freud, se preocupa poco por descubrir los

1 L. Brc11l!r y S. l~rcud, Erudts sur l"hystin'e, Pl'F. p:lg.. 2J.1Hay v"•r· aión castellana: Estudio sobr~ la histeria en Obr11s Compl~ra.s. vol. 1. pág.

25, Buenos Aire~. P3idós, 1

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lo'mrnh" 1<•.1lr11fntc Y1~1Jo~quc podrían ~-st:1r en la base

•Ir lo\ •11e11<1> J1umo' l·n el hecho considerado descnca· .¡, nunll' de la ncurosl~, hay ya un elemento nnagmano, 1111J aluclnadón que provoca el trauma. Entre la fantasía ~ IJ esci<ión de la conciencia que lleva a la formación de

un nilcleo psíquico inconsc1en1c, exis1e una relación cir· ,ular la fnntasla se hace trauml111ca cuando l1cne lugar

mlllc lu base de un es1>ccial estado calificado de "hipnoí· 1lr". pero recíprocamente, por el terror y la ~1deración

•1ue causa, la misma fanlasía conmbuye a ere.u ese c•ta· do de base. hay "aulohipnosis".

Si Breuer se ubica en el mundo imaginario y 1ra1u

de disminuir su poder pa16geno sin recurrir a una refe·

rencia extrínseca, ¡;no hacen lo mismo en su prác11ca (lerlos anali•tas contemporáneos, en es¡J<!c1al aquellos

•1ue siguen a Melanie Klein? 0.-sJc el principio se hacen

explícitos y se verbali1an (en eslc momento sin.duda por el analista) los dramas imaginarios que subyacen al male·

nal verbal o ges1ual aportado por el pacien1c duranle la

\esión:' in1royección y proyección de las fanrnsías del pecho o del pene, inlrusiones, luchas o compromisos en· tre objetos buenos y malos, ele. El progreso del

tra1a-m1cn10, si en definitiva lleva a una mejor adaptación a la

realidad, no es frulo de un proceso correctivo. cualqu1e·

raque este sea, sino de una dialéctica ~n la cual las fon· rnslas "se integran" a medida que salen a la luz; en

últi-1 Vé1Jie Mclanie KleJn, f'J)lclranolyx d\111 enfont, París, Tchou, 197), (Hay vruJón cuteUa.tta· Et ps/cootW.11111 dt "llfos en ObroJ ('omplttal, vol 1 l)ucnos Aue1. Pa1dós 1

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ma ms1anc1a. la introyecc16n estable del objeto bueno (no menos imaginario que el malo) permite que se fu>io-nen los instintos en un equilibrao basado en la prccm1 nencia de la libido sobre el instinto de muerte.

Fantasía, en alemán Phantasie, es el tl!rmino 4uc designa la imaginación; más que la "fJcultad de 1111ag1· nar" (la Einbild1111gskraf1 de los filósofos), el mundo ima -ginario y sus contenidos, las "imaginacíones" o "fanta· sfas" en las que se atrincheran el neurótico o el poeta. En estas escenas que relata el sujeto, o que el psicoana-lista le relata, es imposible de¡ar de reconocer el matiz de lo fantasmagórico. ¿Cómo entonces eludir la tenta· ción de definir este mundo en función de aquello de lo cual se separa, es decir el mundo de Ja reahdad? Esta oposición existió desde mucho antes que el psicoanáli-sis, pero puede llegar a encerrar en sus términos la teoría y la práctica psicoanalíticas.

¿Cómo se manc¡an los ps1L-oanahstas en la teoría? Ciertamente mal y la mayoría de las veces con una teo-ría del conoclJlliento por demás rudimentaria.

Mclanie Klein, por ejemplo, cuya tecmca está exen· ta de cualquier propósito ortopédico y que má que

nin-guna otra se esfuerza por distinguir de la imagm~r!a con-tingente de los suenos diurnos. la función estructuran te

y la pennanencia de lo que denomina fantasías incons-cientes,> sostiene en última instancia que éstas son "fal· sas percepciones". En rigor, el objeto "bueno" y el

ob¡e-> Esta d.tfttt:nálción ttri an.1.U11ch más 1delan10.

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to "malo", para nosotros, deben ir encerrados entre

co-millas,• aunque toda la evolución del sujeto esté conte· nida dentro de esas comillas.

¿Y Freud? Veremos a lo largo de estas páginas toda

la ambigüedad de su concepción y cómo, ante cada giro de su pensamiento, encuentra abierta otra vía. Pero si

tomamos la formulación más oflcíalmente consagrada de

su doctrina, el mundo de las fantasías parece situarse en·

teramente en el marco de la oposición entre lo subjetivo y lo objetivo, entre un mundo interno que tiende a la

satisfacción por Ja ilusión y un mundo externo que poco

a poco, por medio del sistema perceptivo, impone al su· jeto el principio de realidad. El inconsciente aparece en·

!onces como el heredero del que en un principio fue el

único mundo· del sujeto, en el que sólo regía el principio

de placer. El mundo de las fantasfas es como las "reser· vas naturales" que crean las naciones civilizadas para perpetuar en ellas el estado natural. "Con la introduc·

ción del principio de realidad, una modalidad de activi· dad del pensamiento se escinde; permanece independien· te de la prueba de realidad y sometida únicamente al

principio de placer. Es lo que se denomina "creación de

fantasías.''> Para los procesos inconscientes, "la pmeba

4 Los obje1os .. bu~nos .. l .. malos" son "imágenes, dcformad;u en tu

fantasía, de los objetos reales en los cuales se ba~n". Mclanic Kkln. Enta· yos d~ psiCOQntilis;s. f>urís. Pa)'Ot. 196 7. piig. 31 l. ·

s S. Freud: •formulations sur les deux principes du coun de$ ¿,·én~ mcnls psychique1"1 191 t, Resuhados, ideas, problemas, PUF. págs.

138--139 IHay versión castellana: Los dos pn·n~ipios del su~de.r pstquko en Oh111Compltta1, vol. JI, píg. 49S, Buenos Aires, Paidós.)

(21)

de realidad no

«

válida; la realidad de pensamiento

es

equiparada a luealidadextema,eldeseo a su realiución,

al hecho".• Debido a la ausencia del "patrón de reali· dad" en el inconsciente, éste puede quedar reducido o un ser menor, a un estado menos diferenciado.

En la plictica psicoanalítica, la insuficiencia del

caudal conceptual hace sentir sus efectos inevitablemcn·

te. Innumerables modalidades técnicas., apoyándose en la oposición entre lo imaginario y lo real, se proponen

en definitiva lograr la integración del principio de placer

con el principio de realidad, proceso en el cual se supone

que el neurótico se detiene a mitad de camino. Por su· puesto, no es válido hacer intervenir a las "realidades"

exteriores al tratamiento mismo, ya que el material debe

ser analiz.ado en la relación del paciente con el analista, es decir "en el contexto de la transferencia". Pero si no ponemos cuidado, en toda interpretación transferenc1al,

por ejemplo "usted se comporta conmigo como si...",

está sobreentendido "y usted sabe que no soy en reali·

dad como usted cree".

Afortunadameme la ttcnica nos dispensa de pro·

nunciar ese malhadado sobreentendido.• La regla analí

-ltca, más rigurosamente, es comprender como epoclui,

suspendiendo de manera absoluta todo juicio de

reali-dad. ¿No significa esto ponerse en un plano de igualdad

' Ob. w .. P•&· 142.

" Es admlrable comprobar cómo Melanit Klc.in, que interpreta de 1111

ne11 Í1interru.mpk11 la retM'ión 1ransrerenclaJ, lo1t1 no lntroducir nunc1 ti .. en realidad", ni Jaquie.fa el .. como si".

(22)

con el inconsciente, que no conoce el juicio de rcahdad?

Un paciente que dice ser huo adoptivo, relata fantasías

en las que al buscar a su verdadera madre, se entera de que ésta

es

una mujer de la vida que

se

hizo prostituta. i.No reconocemos en este relato el tema común de ta

"novela familiar" que tan bien urde un hijo no adoptivo? En la reducción fcnomenológ1ca, la diferenciación sólo tendría cabida para consider.ar que el apoyo que en el pa·

ciente encuentra, por CJemplo, en documentos que testa·

fican su adopción, es una di'fc11so por la realidad. Suspen· der la referencia a la realidad se convierte en un "es

usted quien lo dice'', que en últama instancia implica "to-do es sub¡ellvo".

Sin cmbaigo. en el caso de adopción rul al que aludoamos. la diftrtnci> se manifesto cl1nic1n1entc en la actuahzación,

que por otra pane menguó ripid¡mente, de f1n1asias de reencuentro con la madre y episodios en los cuales el 1nten· to de reunión con la verdadtra madre se cxpres•ba en el ni·

ve) simbólico como una especie de segundo tstado. etc. Des·

de el comaen10 mismo del 1ratamien10. muchos elementos como por ejemplo contenidos oníricos o el hecho de que el paciente se quedara dormido a menudo en las sesiones. ma nife~tmndo de 1nanera masa'la y tn los 1c1os una tendencia

rt@.re>iva bacl3 lo> ori¡r.encs indicaban la scpuac1ón de 11

reahdad ~ Ja verhahzac1on

t\cuc1ai.lo cómo reprod1ár"'lu por IJ nc.:cs1dJJ Je ;abcr en que rc~1ón dd \Cr ~e mue, e. a Frcud no le

rc~uha IJcal JU~llÍl~Jr la su\p,·ns1ón dd¡u1cio de realidad

<'ll el lr:11.1micmo Al comk111.0. se siente casi obh¡;ado a

rcvelJr al paciente <'I otro lado de las cos.as. Pero situado.

,,

(23)

--al igual que éste, an1e la opción real-imaginario, enfren-ta un doble riesgo: que el interés por el análisis se d esva-nezca si desde el primer momento le dice al analizado que

todo el materia.! que aporta son sólo imaginaciones

(Ein-bi/dungen), o que se reproche más tarde por haberlo

es-timulado a tomar las fantasías por realidades.• Propone

entonces como solución recurrir al concepto de "rea li-dad psíquica", dimensión nueva a la que el analizado no

tiene acceso en un principio. ¿Pero qué significa realidad psíquica? ¿Cómo la entiende Freud?

Muy a menudo no es otra cosa que la realidad de

nuestros pensamientos, de nuestro mundo personal. una

realidad lan válida como la del mundo material y cuya eficacia es decisiva en cuanto a los fenómenos

neuróti-cos. Si se trata de oponer la realidad de los fenómenos psicológicos a la "realidad material",• la "realidad de

pensamiento" a la "realidad externa",'º es lícito decir

que nos movemos en lo imaginario, en lo subjetivo: pero lo subjetivo es nuestro objeto. El objeto de la psicología

es tan válido como el de las ciencias de la naturaleza. ¿Y el término mismo realidad psíquica no indica acaso que Freud sólo puede otorgar la jerarquía de objeto a los

fe-nómenos psíquicos por referencia a la realidad material, al afirmar que "también éstos poseen una suerte de

rea-1 Véase Jnrroducrion O la psythanalyse. 19l 7, Pu is, Payo1. p~g~ 346· 347.

9 Ob. cit., pág. 347.

IO "Fonnuladons sur ~ deux princ.ipcs du cours dt!$ évenemenn psy. chiques", pág. 42.

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lidad"?" La suspensión del juicio de realidad, en ausen·

cia de una nueva categoría, nos hace oscilar nuevamente

en la "realidad" de lo subjetivo puro.

Sin embargo ... Cuando introduce el concepto de

realidad psíquica en las últimas líneas de la inierprera·

ci6n de los slieños, donde está resumida toda su tesis (el

suefto no es una fanrasmagorfa sino un texto a descifrar),

Freud no la define como codo lo subjetivo, como el cam· po psicológioo, sino como un núcleo heterogéneo dentro de ese campo, resistente, auténticamente "real" sólo por oposición a la mayoría de los fenómenos psíquicos: "¿De·

bemos reconocer una realidad a los deseos inconscientes?

No lo sé. Ciertamente no la poseen todos los pensamien-tos transicionales o de relación. Cuando nos encontra· mos frente a los deseos inconscientes en su expresión úl

-tima y más verdadera, nos vemos fonados a admitir que

la realidad psíquica es una particular forma de existencia

que

no

pu

e

de

ser

co

nfundida

con

la

realidad

material"."

Existen por lo tanto tres tipos de fenómenos (o, en

un sentido más amplio, de realidades): la realidad mate· rial, la realidad de los "pensamientos de relación" o de

11 lnrrod11crion d "7 psychonolyse. pág. 347. [Hay •erstón castel11na:

lturodntt'i6n al psitOllnOllsls en Obras Completas. vol. ti. pá¡. LSl. Bueno.s

Aire.s. P.,idOs.

I

11 LYnterprt:t1.1rion dn réves, PUF, píg. Sl6. [Hay •ersi.ón cutellln1:

f.o l"ttrprrtaciOn de los Pleitos en Obras C"ompletas, •al. 1,. pág. 2.ll.

Bue-n~J Aires. Pajdó~ J Las sucesiva1 modificaciones de este pasaje en 13.S diíe· rfln1~\ t'dteionr!í de TraumdeutllnK, mut'sttan la prcocupac1e)n de Frcud por

Jl'l'un1 el c;onccp10 de realidad p$Íquit'll y la$ dificultades con que uopteza

(25)

lo p51col6gico y la realidad del deseo i11conscien1e y de

su "expresión más verdadera" (la fantasía).

No basla designar esla "realidad" psíquica, nueva

categoría permanenlemenle encubierta en Freud, como

lo "simbólico" o lo "estructural". Sí Freud la encuentra

y vuelve a perderla, no se debe sólo a la carencia de una

herramienta conceprual: su relación -a su vez estructu· ral- con lo real y con lo imaginario da origen a toda la

dificuhad y la ambigüedad con que se presenta en el do-minio central de la fanrasía.

Unas palabras más sobre la epochO mencionada en relación con Ja regla anah11ca· "dcctr todo y no hacer más que de· crr" No nnplica suspensión de la reaUdad de los hechos ex· ternos e11 be11efie10 de la realidad subjetiva. Crea un campo

nuevo. el del decir. donde la diferencia enue lo real y lo 1maginarr0 puede seguir "endo v11ida (véase el cato del pi·

ciente al que nos referimos antes). La asimilación del campo

analít1co con el campo mconscoente, cuyo surgimiento aquél debe susc11ar, no se basa en su comun "sub¡c1iYidad", sino en la afinidad profunda del lnconsctenie con el camP<

de la palabra. Ya no "esust~d quien lo dice", sino "es usted quien lo drc~".

(26)
(27)

«

t-1e d

ejado

de creer

(28)
(29)

El período 1895- 1899, durante el cual tiene lugar

el descubrimiento del psicoanálisis, es significativo asi-mismo tanto por la ambigua luclu que se produce como por la manera demasiado simple en que se ha escrito su historia.

Sí se Ice, por ejemplo, la introducción de Ernest

Kris a Naíssance de la Psych/Jnalyu, • la evolución de los puntos de V1Sta de Freud adquiere un sentido

perfecta-mente claro: los hechos -Y· en primer lugar su

autoaná-lisis- lo forzaron a abandonar sus primeras concepciones.

La escena de seducción por el adullo, que hasta enton-ces Freud había considerado el prototipo del trauma psíquíco, no es un hecho real sino una fantasía, a su vez

1 En espccltl el capílulo lll. ··Srxualité in/uu.Ue et au1oanaJy1e ..

(30)

producto y fachada que encubre manifestaciones espon· táneas de la actividad sexual infantil. Asl lo atestiguó Freud al escribir su propia historia. "Si bien es cierto que los histéricos relacionan sus síntomas con traumas ficticios, el hecho nuevo es que fantasean esas escenas; por lo tanto es preciso tener en cuenta, junto con la rea· lidad práctica, un realidad psíquica. No tardamos en des-cubrir que esas fantasías servían para disimular la activi-dad autoerólic~ de los primeros años de la infancia, em-belleciéndola y llevándola a un nivel más elevado. En ton·

ces, detrás de esas fantasías, surgfa en toda su magnitud la vida sexual del niño.'" Freud reconoce su "error": ha-bía atribuido al "afuera" algo que era obra del "aden-tro"'.

Teoría de la seducción sexual; el término mismo induce a detenerse. Se trata de la elaboración de un es-quema explicativo de la etiología de las neurosis, no de una comprobación clínica de la frecuencia de episodios de seducción del nuio por el adulto, ni siquiera de una

simple lripútesís de que esos hechos ocupan un lugar pre·

eminente en la secuencia de traumas. Para Freud, se

tra-l:l de formalizar el vínculo que descubrió entre la sexua· lidad, el trauma y la defensa: producir un efecto traumá· t1co es inherente a la naturaleza misma de la sexualidad

1 "Contribuuon i l'hbtoire du rnouvemen1 p~ychanalyüque··. 19l4. (',nq l.C('Ml JUt fil Psyc:hanalyse. Payot, pig.s. 83·84. (Hay veriión castclla~

n11o "Contribuciones al psicoanálisis", en Obrat Completo1, vol. JI. Buenos

Ailc4, l\a.idós.)

(31)

y, a la inversa, en última instancia sólo se puede hablJr de trauma y descubrir en él el origen de la neurosis en la medida en que haya intervenido la seducción sexual. Cuando esta tesis se consolida (entre 1895 y 1897), la in-nuencia del conllicto defensivo en el origen de la hist e-ria y de las "psico-neurosis de defensa" queda plena-mente reconocida, sin que ello disminuya la función etio-lógica del trauma. Los conceptos de defensa y de trauma están estrechamente articulados: la teoría de la seduc· ci6n, al mostrar que el trauma sexual es capaz por si

so-lo de movilizar una "defensa patológica" (represión), constituye un intento de dar cuenta de un hecho descu-bierto por la clínica ("Estudios sobre la histeria"), asa-ber que la represión se ejerce selectivamente sobre la

se-xualidad.

Detengámonos p0r un momento en el esquema propuesto por Freud. El trauma ejerce una acción que se d 1vide en varios tiempos y supone siempre la existencia de por lo menos dos h~chos. En la primera escena, de-nominada "escena de seducción", el niño es objeto por parte del adulto de una tentativa sexual ("atentado" o simples avances), pero sin que ésta despienc excitación

sexual en él. Para calificar de traumática una escena de

estas características, hay que desechar eJ modelo somáti-co del trauma: aquC no hay afluencia de excitaciones ex·

temas ni desborde de las "defensas". Cabe calificarla de sexual en la medida en que lo es desde el exterior y para el adulto. Pero el nillo no posee ni las coodiciones somá-ticas de Ja excitación ni las reprcsent~ciones para inte· grar el hecho. Aunque éste es en sí sexual, no adquiere

significación sexual para el sujeto: es "sexual

(32)

xual".> En cuanto a la segunda escena, que tiene lugar

desputs do la pubertad, es, si cabe decirlo así, aun

me-nos traumática que la primera. No violenta, en aparien·

cía anodina, sólo tiene el efecto de evocar

retroactiva-mente el primer hecho en función de ciertos rasgos aso-ciativos. Es entonces el recuerdo de la primera escena lo

que desencadena la escalada de excitación sexual, que

sorprende al "yo" (moi) y lo deja inerme, sin poder

uti-lizar las defensas normalmente dirigidas hacia el "afuera", poniendo así en acción una defensa patológica o "proce-so primario póstumo": la represión del recuerdo.

Si nos retrotraemos a concepciones de las que a pri-mera vista se puede pensar que sólo ofrecen un interés

histórico, en la medida en que parecen presuponer un nino inocente, sin sexualidad, encaminado al encuentro de una experiencia indudablemente ulterior, no lo hace-mos sólo para jalonar las etapas de un descubrimiento.

Este esquema explicativo, que Freud llamó proton pseudos, conserva en nuestra opinión un valor ejemplar

en cuanto a la significación de la sexualidad humana,

por la dificultad misma que ímphca pensarlo. En efecto, pone en juego dos premisas fundamentales. Por una

par-te, en el primer tiempo, la sexualidad irrumpe literal-mente desde afuera y penetra en un "mundo de la

infan-cia" presumiblemente inocente, donde queda enquistado

como un hecho no elaborado, sin provocar reacción de

• ' L4 N•IJS11n« d• lo p1yclt.,..lyu, C111a 30, PUF,

pq

.

113. (H>y .. ,.

t1°n (111t~Ha.n1· Lo1 onit~s lhl p~lflls, en Obro1 Compl,1•.1, vol 111.

(33)

defensa alguna; el hecho en sí no es patógeno. Por otra

parte, en el segundo tiempo, cuando con la pubertad se

activa el fenómeno fisiológico de la sexualidad, surge el displacer cuyo origen se sitúa en el recuerdo del hecho

primero, hecho del afuera 1ransfonnado en hecho de adentro, "cuerpo extrai\o" interno que ~ta vet irrumpe

desde lo más íntimo del sujeto.

En "Estudios sobre la histeria" ya está presente la idea de que el trauma psíquico no puede ser reducido a los efecios

que un hecho externo ejerce sobre un organismo una

vez

y pan siempre. "En la relación causal entre el trauma pu· quieo causante y el fenómeno hast6rico, el trauma no desen· cadena el síntoma como un agente pff)•OC:ador, síntoma que después persiste de manera 111dependiente. Debemos decir, en cambio, que el trauma psiquk:o', o rn4s bien su

recuerdo, actúa a la manera de un cuerpo extrallo que per· manec:e activo largo tiempo despuk de haber penetrado."• Sorprenden le manera de solucionar el problema del 1rauma. Uno se prcgunla s1 es la anuencia de exci1ación externa la que causa el trauma en el sujeto, al modo de una

rup1ura psíquica. O, por el contrario, la exci1ación inter-na, es decir la pulsión, al no encontrar salida, hace que el sujeto caiga en un "estado de ansiedad".• Por otra parte,

• S. Frcud. f'tudrs ''" lliysttrl<. 198~. PUF, p4~•· 3-t. (Hiy vmlón castclUna E1rudJo sobte Ja hiJl<rM tn

º"'•'

Co'"~''" vol. l. pág lS.

But-n()( Aun. PJ1dós )

s fsta prt>blcmatka S<'guirá enando presente el'I obras c:omo Au.¡i,IJ du prl"ti~ dt pl.aislr e lnhib1tion. rympt6m' el tUt.fOil#. de freud, o L'

Tras.lnt1111smr dt lo Nauuntt, dt' Rank (Hay wentón c:asttllant Mfit 1/W

(34)

de acuerdo con la teoría de la seducci6n, cabe decir que

el lrauma en su totalidad proviene a la vez del cxierior y

del interior. Del exterior, porque la sexualídad le Uega al

sujeto desde

ti

otro,• del interior, porque emana del

aporte ex temo internalizado o, como con tanto acierto se lo ha descrito, de esa "remíniscencia" que sufren los

his-téricos y en la que bien se puede reconocer a la fantasía.

Solución atrayente pero que puede perder validez

tan pronto como se desplace el sentido hacía uno de dos términos: lo externo hacia el hecho y lo interno hacia lo

endógeno y biológico.

Tratemos, por el conlrario, de interpretar del mejor modo posible la teorra de la seducci6n, rescatando lo

que tiene de más profundo. Se trata de la primera y

úni-ca tentativa de Freud por establecer una relación

intrín-seca entre represión y sexualidad.' Para él, esta relaci6n

nace no de un "conlenido", sino de las caracleríslicas temporales de la sexualidad humana, que la convierten en el campo privilegiado de una dialéctica entre el exce-so y el defecto de excitación, entre un hecho demasiado

temprano y demasiado tardío: "Se presenta aquí la

posi-dtl prlncipil> posi-dtl pi.~ en Obru ccmpltb5, •ol 1, PÓ&-1 097. e Inhibición. llntotf'W y #1tplM en°""' Compl~tu. •ol 1, r4. ll, Buencn Auu,

Pa.t-di>s)

6 .. La hí.stcrla par«c ser más bien el result11do de la ptl""ct$tón del n·

ductOf', Lo hereditario partee set la teducción por el pad.Jt " Carta 2S, en

u

/ \ " - t dt t. hydu1nolyr.. ob. cit.. pÓp 158-1 S9.

1 .. teud nunca dejó de sosicoer cita relación (vé.ue Abrígt dt p1ycho· nolyu. 1938. PUF. p.á¡s. SS·S7).1Hav versión CHl<Uana Compt11dlo dtl PSJC.,....IUll tn Obms Comp/<lfs. •ol UJ. pá¡ 392. Boenos Au~ .. l'aídó ..

I

(35)

bilidad única de comprobar cómo un recuerdo produce un efecto mucho más poderoso que et hecho en sí:'• De

ahí la división del trauma en dos tiempos; et trauma psl -quico sólo es concebible como proveniente de un "ya ahf", rtminiscencia de la primera escena.

~Cómo concebir ahora la formación del ya ahl1 ¿Cómo la primera escena, "sexual pre-sexua.I'', adquirió

significación para el sujeto? Desde una perspectiva que tiende a reducir lo temporal a lo cronológico, habrfa que remontarse en una regresión sin fin, en la que cada esce· na adquiere valor sexual sólo por la evocación de otra anterior, sin la cual no habría significado nada para el

sujeto, o bien detenerse arbitrariamente en una "prime-ra" escena, sin importar toque ~sta tenga de mconcebible.

La idea de un mundo infantil inocente es una ilu· sión según la cual ta sexuaLidad es introducida desde el exterior por un adulto perverso. Ilusión, o más bien milo, como lo demuestran sus propias contradicciones.

Exige concebir al mismo tiempo un nino anterior al liem· po, un "salvaje bueno", y una sexualidad ya presente,

por lo menos intrínsecamente, para que pueda ser des-pertada. Exige conciliar la ,irrupción de un afuera en un adentro, con la idea que de antes de ta irrupción no exis-tía ningún adentro; la pasividad de una significación sim-plemente endosada, con el mínimo de actividad

impres-cindible para que la experiencia pueda ser por lo menos recibida; la indiferencia de la inocencia, con el displacer que se supone que provoca la seducción. En resumen, es

1 "Dt•í1 K", en la

Nail.Jantt d~ la Pryclwnolyu. ob. cit.

(36)

preciso concebir un sujeto anterior al sujeto, que recibe su ser, su ser sexual, desde un exterior previo a la dife-renciación interno-externo.

Cuando cuarenta allos más tarde Ferenczi retomó

la teoría de la seducción, le dio una importancia similar.' Sus fonnulaciones son sin duda menos rigurosas que las de Freud, pero tienen el mérito de completar el mito

con dos elementos esenciales: más allá de los hechos y por mediación de éstos, hay un "lenguaje" nuevo, el de la "pasión", introducido por el adulto en el "lenguaíe"

infantil de la "ternura". Por otra parte, el lenguaje de la

pasión

es

el del deseo, necesariamente signado por la prohibición, la culpa y el odio; un lenguaje por el que transita la sensación de aniquilamiento ligada al goce

or-gástico. La fantasía de la escena primaria con su carácter

de violencia, es testimonio de una verdadera introyec·

ción del erotismo adulto por el niño.

En un principio Freud rechazaba la te.lis corriente de que el displacer provocado por la sexualidad depende de una pro· hibición puramente externa. lndependjentemen1c de que sean de origen "interno" o "externo". deseo y prohibición están unidos. "Al buscar el origen del displacer que provoca una excitación sexual temprana y sin el cual ninguna rtpre·

sión seria explicable, nos adentramos en el corazón mismo

del enigma psicológico. La respuesta que surge inmediata· mente es que las fuenas represoras son el pudor y la moral!· dad ( ... ). Me resisto a creer que la aparición de displacer

9 $, l·t'rt'n~i. ··confus1on de-langut' entre les adultcs et l'cnranl'', en

<Euwes Cotnpl.fttt, Ptyehonalyse 4. Pan's, Payot, pág'I. 125· J )S

(37)

durante las experiencias sexuales pueda ser el resul~do de la intervención fonuita de ciertos factores de displacer( ... ). Pienso que en la vida sexual debe de haber una fuente inde-pendiente que origina displacer. Si existe, esa fuente puede

estimular sensaciones de disgusto y otorgar fuerza a la

mo-ralidad." ("Manuscrito K" .)

Al igual que Freud en 1895, Ferenczi se ve llevado

a situar cronológicamente la intrusión y a plantear hi·

postáticamente un niño anterior a la seducción. Por el contrario, el problema podría ser definitivamente

resuel-to invocando la dimensión del mito: la seducción sería

un mito, mito del origen de la sexualidad por la

intro-yección del deseo, la fantasía y el "lenftJaje" del adulto.

La relación del mito con el tiempo (con el hecho), men·

cionada en el mito mismo, esúl como envuelta en él. A

su vez, el mito (o la fantasía) de la intrusión de la fan·

tasia (o del mito) en el sujeto debe ocurrir necesaria· mente en el tiempo, a ese organismo que es el niño, en función de ciertas características de su evolución

bioló-gica en las que ya están inscritos el demasiado y el dema·

siado poco, el demasiado temprano (del nacimiento) y el demasiado tarde (de la pubertad).

En el curso de 1897, Freud abandona su teoría de

la seducción. El 2 1 de setiembre escribe a FJiess: "Debo confiarte ya mismo el gran secreto que se fue revelando

poco a poco en el curso de los últimos meses. He dejado

de creer en mi 11e11ro11ca •.• " Plantea una serie de argu·

mentos. Entre los argumentos de hecho, imposibilidad

de Uevar los análisis hasta su término, es decir, hasta el

(38)

hecho patógeno primero: ni siquiera en las psicosis más

profundas -aquellas en las que el inconsciente parece

más accesible- es posible dilucidar la esencia del enigma

Entre los argumentos teóricos, habría que generalizar

la perversión del padre, incluso más allá de los casos de h1Steria, ya que en la instalación de tsta intervienen ade·

más otros factores. Por otra parte, y respecto de to que nos interesa específicamente, "no existe en el incon

s-ciente ninguna sellal de realidad, de manera que es

impo-sible diferenciar la verdad de ta ficción que ha recibido una carga afectiva". Sellala entonces dos vías de solu·

ci6n: ver en las fantasfas infantiles sólo el efecto

retro-activo de una reconstrucción presumiblemente efectua·

da por el adulto (lo cual correspondería a la idea de

Jung del denominado Zurucksphantasieren, que Freud

recusa de entrada), o bien retomar la idea de una predis·

posición hereditaria. Esta segunda posibilidad -que

Freud confiesa haber "reprunido'· siempre- vuelve

a

ganar terreno porque la búsqueda del acontecimiento

primero ha llegado a una impasse; pero tambitn porque en este momento de desaliento, Freud no logra percibir

lo que hay de positivo en la teorfa de la seducción, más

allá del realismo del hecho cronológicamente situable.

Como no es posible aprehender este acontecimiento, rehabilita el otro término de la alternativa, lo constitu·

cional. Como lo real, en una de sus modalidades, está ausente y resulta no ser más que "ficción", busca en

otra parte algo real que sirva de cimiento para esta fic· ción.

Cuando los historiadores del psicoanálisis, r

etoman-do el punto de vista oficial del propio Frcud, dicen que

(39)

la renuncia a la teorla de la seducción ante la evidencia de los hechos, despejó el camino para el descubrimiento de la sexualidad infantil, están simplificando una evolu· ción que fue mucho más ambigua. Para un psicoanalista

contemporáneo, para Kris como para nosotros, la sexua-Lidad infantil es inseparable del complejo de Edipo. Es cierto también que paralelamente con el abandono de la seducción, tres temas se hicieron preponderantes en la

correspondencia con Fliess: la sexualidad infantil, la

fan-tasía y el Edipo. La renuncia a las concepciones del trau-ma real y de la escena de seducción, en la medida en que fue efectiva,•• hizo lugar no al Edipo, sino a Ja dcscrip· ción de una sexualidad infantil espontánea, de desarrollo esencialmente endógeno. Estadios evolutivos, fijación concebida como inhibición del desarrollo y regresión ge-nética constituyen una de las perspectivas que ofrecen los tres ensayos sobre Una teoría sexual, cuyo segundo capítulo sobre "La sexualidad infantil" no h~ce men-ción del Edipo o de la fantasía. Un artículo contemporá-neo de la primera edición de Jos tres ensayos ilustra su posición en aquel momento. Freud expone en él sus "puntos de vista sobre el papel de Ja sexualidad en Ja etiologla de las neurosis", sin decir una palabra sobre el Edipo. El desarrollo sexual del niño aparece definido co-mo endógeno y determinado por la constitución sexual: "Al disminuir la importancia de las influencias circuns-tanciales de la vida, iban a adquirir preeminencia los

fao-10 Sería Jencillo mo1u1r que a 1o llllgo de toda su vida Frcud iruisti6 en l¡¡ ít'aJid.ad de los hechos de .seducción.

(40)

lores constitucionales y hereditarios, pero con la

difercn-cui de que reemplacé la predisposición neuropática por la 'constitución sexual' ".11

Se podr!a objetar que también en 1897, precisa-mente cuando abandona la teorla de la seducción, Freud

des.cubre en su autoanálisis el complejo de Edipo. Hay

que tener en cuenta, sin embargo, que si bien Freud re. conoció desde el primer momento la importancia del

Edipo, en el contexto de su obra, este tema quedó mar·

gin.ado durante unos veinte anos de las slntesis teóricas. Por ejemplo, fue separado en un capltulo aparte sobre la

elección objeta! en la pubertad {Una teoría sexual) o sobre "los suenos Hpicos" (La Interpretación de los sue-ños). En nuestra opinión, el descubrimiento del Edipo en 1897 no fue la causa del abandono de la teoría de la

seducción ni ocupó el lugar que aquella dejara vacante. Parece más acertado decir que, entrevisto ya de manera rudimentaria en la teoría de la seducción, estuvo en peli -gro de perderse junto con ésta, en favor de un realismo biológico.

Por otra parte, el propio Frcud reconoce, aunque mh tarde, los aspectos positivos y anticipatorios de la

seducción: "Ahí descubrí por primera vez el complejo de Edipo", o "Descubrí que los slntomas histéricos se originaban no en hechos reales sino en fantasías. Sólo más tarde me di cuenta de que la fantasfa de seducción por

11 "Mes vues aur 1~ r6le de t1 ~.11u11i1; dan' l'étiolog~ dn nivro1e1",

190.S. R.l11J/to11, ldht, l'>obl•m<1, l. PU~. pía. l J 8

(41)

el padre era en la mujer la expresión del complejo de Edipo".12

Durante algún tiempo, fue como si abandonando la

idea, presente en la teoría de la seducción, de un "cucr· po extraflo" que introduce en el sujeto la marca de la se-xualidad humana, mientras por otra parte descubría que la pulsión sexual no espera a la pubertad para entrar en actividad, Freud no lograra articular el Edipo con la

se-xualidad infantil. Si ésta existe, como lo demuestran de manera irrecusable la observación y la clínica, sólo pue-de ser concebida como realidad biológica, en tanto que

la fantas(a no es más que la expresión secundaria de esta

realidad. La escena en la que el sujeto se describe

seduci-do por un compallero mayor que él, es en verdad sólo

un doble enmascaramiento: una fantasía pura se

lrans-fonna en recuerdo real, y una actividad sexual espontá-nea en pasividad.u Ya nosejustifica entonces reconocer a la fantasía un.a realidad psfquica, en el sentido rigu'roso que Freud da a veces a la expresión, porque se ha trasla-dado toda la realidad a una sexualidad endógena. de la

ll V ya no la txpresión de la actividad st,xual C"Spontánea y biológ~

del niño. véa,. Stlb11d4rst<llu11g, 192S. $;pnund Fnud p1éun1i pat /u~

mhne. Gallimatd, pág. 58, y Nou~tlltt con/bmcts dfntroduc1io1t i lo

psych.anlllyM, 1931, C1Uima.rd, págs. 161-162. [Hay versión castellana Nuewn oporta~ione1 al p1J'c00Mlisi.1 en Obras Complttos, vol. 11, pág. 879,

Buenos Aires, Paidós. J

•> "He llegado a comprobar que. má.s de una íani.asja de seduccJ6n ca en verdad una tentatí'ta de defenia contra la actividad sexual del propio

1u.je10 (masturbac~n infantiO.", -en .. Mes vues sur le r61e de la iexuaJi1é

dam l'étiologie des névtoses''.ob. cit., pá¡. 117.

(42)

cual las fantasías serían solo una derivación puramente imaginaria.

Hay algo que se pierde con el abandono de la teo-ría de la seducción: en la conjunción y el juego temporal de las dos "escenas" se inscribía una estructura presub-jetiva, al mismo tiempo más allá del hecho específico y

de la imaginería interna Limitado por una serie de alter-nativas teóricas, sujeto-objeto, factores constituciona-les-hecho,. interno-externo, imaginario-real, durante un tiempo Freud se ve llevado a valorizar los primeros términos de estos "pares de opuestos".

Llegamos entonces a la siguiente paradoja: en el momento mismo del descubrimiento del objeto psicoana-lítico por excelencia, la fantasía, éste corre el riesgo de perder su propia esencia en favor de una realidad

endó-gena, la sexualidad, enfrentada a su vez con una realidad

externa que impone prohfüiciones y normas, obligándo-la al disimulo. Se conserva la fantasía -en el sentido de producción imaginaria- pero se pierde la estructura. A la inversa, con Ja teorla de la seducción, tenemos si no la tesis, por lo menos la intuición de la estructura (la

seduc-ción aparecla como una dotación casi universal, en todo

caso más allá ¡lel hecho y, por decirlo asl, de sus prota

-gonistas), pero los factores de la elaboración de la

fanta-s!a se ignoran o, por lo menos, son subestimados.

(43)
(44)
(45)

Afirmar que la evolución del pensamiento freudia-no alrededor de 189,7 se limitó a pasar de una

concep-ción del sin toma como producto de determinantes histó-ricos, a una teorla en última instancia biológica, resuml-ble en la secuencia causal constitución sexual->fantasla ... síntoma, delataría una visión demasiado parcial. Freud

adopta plenamente esta teoría sólo cuando se ve Uevado a exponer de manera sistem4tica sus "puntos de vista"

etiológicos. Si se deseara seguír paso a paso la historia del pensamiento freudiano, tarea que no nos proponemos

emprender aqul, habría que distinguir, dentro de este periodo central, por lo menos otras dos corrientes.

Una emana de la nueva concepción de la fantasía, que surge a partir de 1896: la fantasla no es sólo material a analizar, independientemente de que se presente de en -trada como ficción (en un suefto diurno) o que sea

(46)

nece-sario demostrar que es una construcción no obstante las apariencias en contrario(como en el recuerdo- pantalla). La fantasía es también un resultado del análisis, un

tér-mino o contenido latente oculto detrás del síntoma y que debe ser sacado a la luz. De símbolo mnémlco del trauma, el síntoma pasa a ser escenificación de fantasías (por ejemplo, detrás del síntoma de agorafobia, podría haber una fantasía de prostitución, de ser "una mujer de la vida").

Freud comienza a explorar el campo de estas fanta-sías, inventariándolas y describiendo sus formas más tí-picas. En la intersección de dos perspectivas opuestas, aquellas que la enfocan como material manifiesto y co-mo contenido latente respectivamente, la fantasía ad-quiere la consistencia de un objeto, el objeto específico del psicoanálisis. De ahf en más el análisis se detiene en la fantasía como "realidad psíquica", para investigar sus variantes y, sobre todo, sus procesos y estructura. Entre 1897 y l 906 aparecen todas las grandes obras que estu-dian los mecanismos del inconsciente, es decir las trans-formaciones (en el sentido que este término adquiere en

geometría) de la fantasía: la interpretación de los sue-ríos. Psicopatologta de la vida cotidiana y El chiste y su relación con lo inconsciente.

Pero desde el primer momen10 se advierte en la

marcha de la investigación de Freud y en el tratamiento psicoanalltico la tercera corriente que mencionamos an·

les: una tendencia a remontarse hasta el origen y la base

del síntoma y de la organización neurótica del individuo. Aunque la fantasía se presente como un dominio auló

(47)

-núa en pie el interrogante sobre su propio origen, no s6·

lo el de su estructura, sino también el de su contenido y sus detalles más concretos. En este sentido nada ha

cam-biado y la práctica de Freud sigue estando basada en una indagación cronológica que se remonta hasta los

elemen-tos primeros, reales y verificables.

En relación con uno de sus pacientes, escribe en 1899: "'Profundamente oculta debajo de todas las fanta-sías, descubrimos una escena que data de las épocas más

tempranas (antes de los veintidós meses); esta escena

sa-tisface todas nuestras exigencias y en ella desembocan todos los enigmas aún no resueltos".' Poco después, el siguiente pasaje testimonia la decisión imperiosa de llevar

adelante la investigacíón, incluso recurriendo a terceros

si fuera necesario, para verificar la exactitud de la inda-gación: "Por la noche leo obras de prehistoria sin

propó-sitos de trabajo( ... ).' En E., la segunda escena verdadera vuelve a la superficie; yo podrfa recurrir incluso a la

her-mana mayor del paciente para que la confirme objetiva-mente. En un tercer plano, aparece además algo

larga-mente sospechado".>

Freud llama Urszenen (escenas "originales" o "pri-marias") a estas escenas verdaderas de los orígenes. Co-mo se sabe, este término quedará reservado después para

1 Cana 126. la Noistanu dtt Ja psychanolys~. PUF, pág1. 271·272.

{Ha)' vtrslón cuteUa.na: Or.rientt dtl pticoanáliJir en Obras Completa1, vol.

111, pág. 585, Buenot Alfé$, Paidót.J

2 Nuesuai bastardillas.

3 Cana 127. Lo Naimnct dt la psychonalyse. ob. ,;,., pigs. 273·274

(48)

la observación del coito parental supuestamente presen· c1.1do por ti ntllo. En "Historia de una neurosis infanttl" (1918), espcclficamente en la discusión de las relaciones entre el sueno patógeno y la escena primaria en la que aquél se basa, el primer esbozo del resumen clfnioo, U· cnto "poco dcspuh de finalizado el tntam1ento, en el invierno de 1914-19 IS". llama la atención por la apasio-nada convicción que impulsa a íreud, como detective que sigue obstinadamente una pista, a establecer la reali· dad de b •~ce~. reconstruyfodola en sus menores dcta· Ues ¿El hecho de que esta preocupación se manifieste tanto tiempo después de haber "abandonado" la teorla de la seducción, no demuestra acaso que Frcud nunca se resignó a conaderar que estas "escenas" son vcclus1vo·

mente creaciones 1maginanas' Detenido en una impasse respecto de b escena de seducct6n, el mterropnte resur· ge veinte anos despu~s en términos idénticos en relación con el coito parent1I presenciado por el llombre de los lobos. El descubnm1ento de 11 sexualidad infantil no h1· zo rcnunc11r a Freud al esquema en que se basó la teorfl de la seducción. En lodo momento postula el mismo proceso de efecto "rccroactivo". Vuelven a estar presen -tes los dos hechos (en este caso la escena y el sueno), se par.idos en la secuen<:ta temporal El primero permantcc incomprendido y como aislado en el interior del su¡eto, para dcspu~s reaparecer en la elaboración del segundo tiempo. El hecho de que el esquema se escalone en los pnmeros aflos de la infancia, en nada cambia lo cscnc11l de modelo teórico.

Existe u111 e•identc scmtjanu entre el uqucma freudb·

(49)

no del a posteriori y el mecanismo psicótico de forclus/611

postulado por Lacan: aquello a lo cual le fue vedado el ac·

ceso a lo simbólico (Jo "forcluido") reaparece en la realid~d

(como alucinación). Esta no·simboli2ación es precisamente el primer tiempo descrito por Freud. Como Lacan y Freud se sirven del caso del Hombre de los lobos para ilustrar sus teorías, cabe preguntarse si Lacan consideró específicamente psicótico algo que en verdad es un proceso muy general, o si Freud tomó la excepción por la regla, basando su demostra·

ción en un caso comprobado de psicosis.

De hecho, la demostración de Freud se ve facilitada por la muy probable realidad de la escena primaria en el caso del Hombre de los lobos. Pero es licito pensar que la falta de elaboración subjetiva o de simbolización no es patrimonio de una escena realmente vivida .. Ese •·cuerpo extraño"' que va a quedar "a.islado" en el interior. es más generalmente producto del deseo parental y de la fantasía que lo sustenta. que de la percepción de una escena. En un caso típicamente neurótico, en un ºprimer tiempo" (tiempo no situable por estar fragmentado en la serie de momentos de pasaje al au· toerotismo; véase más adelante, páginas 77 y siguientes), al-go "simbólico presimb6Uco" (para utilizar el t~rmino de Freud) queda aislado dentro del sujeto; en un segundo tiempo, será retomado a nosteriori, "simbolizaJo" por el sujeto. En la psicosis, en el primer tiempo se iinpone un elemento real no elaborado, evidentemente no simbolizado por el sujeto, pero que además opone un núcleo irreductible a todo intento ulterior de simbolización. De ahí la ruptura e incluso el caráC1er catastrófico del segundo tiempo en la psicosis.

Desde esta perspectiva se podría intentar precisar la dífe·

renciación entre la represión (primaria) y el mecanismo psi· cótico que Freud se esforzó por discriminar a lo largo de

(50)

toda su obra (en especial al llamarlo Vtrle11gnu111. ncgacion)

y que Lacan denominó forclusión. ·

Se

sabe que antes de publicar su manuscrito, Freud le aftade en 1917 dos largas discusiones que muestran la preocupación que le provoca la tesis de Jung de la "fan· tasCa retroactiva" (Z1,,ückphant1Uleren). Reconoce que al analizar el resultado de una reconstrucción, se advier·

te que la escena bien pudo ser imaginada por el propio sujeto: sin embargo, ito deja de insistir en que la petcep-ción proporcionó por lo menos atisbos, aunque sólo fue-ra de una cópula entre perros. ..

Pero más importante aún, en el momento mismo

en que Freud parece deJar de creer en el sustento que le puede ofrecer un piso de realidad, por lo demás muy

po-co po-consistente, mtroduce un concepto nuevo. el de

Ur-phantasten o fanrnsías originales.• Se produce aqul una verdadera mutación en cuanto a la concepción del fun-damento. Puesto que respecto de la escena primaria es imposible determinar si nos encontramos frente a un he-cho vivido por el sujeto o a una ficción. es preciso

bus-car en otra parte aquello que en última instancia da

fun-4 Uri:tM 'I UrplumtoJft llc'flft el mlJmo prtfijo, l/r, que e•IÍ prc\Cn1t

t1mbié:n en otro• tirm1nos frc:udllnM. en especW U1vtrclr•n.png. liabrÍa• mos detado poder uaduci:rto tn todos los ca1os como oriflnal, pero "es('e

na pumaria•• es una upresi6n con•grad1 en psicotn.i.Ua1. No1 pregunt•· mot •no sería prtferible hablar de .. fant11ía1 prtmarl1t .. o ""rC"Presión

prt-maría"" FJ término ••pnmano"' tiene el lnconvcnienie de va.lonz.ar en

cxcie-tc> tl s.lanúicado arca.co de fJr, conno1ando algo fr1.1suo o inacabado. un w:r mtnot l·n el térmtno .. original .. , co c..mbK>, eiú presente esa conJUl't· tión amt.pa que intenta tra.o.smrtir el ci1ulo de n1.1estro en,ayo

(51)

damento a la fantasía; es preciso buscarlo en algo que trasciende a la vez a la vivencia individual y a Jo imaai nado.

También para nosotros. sólo a posteríori se revela

todo el sentjdo del giro del pensamiento freudiano en

1897. En apariencia nada ha cambiado: continúa la

mlS-ma búsqueda de una realidad aut~nticamente primige-nia, reaparece el mismo esquema de una dialéctica enire dos hechos históricos sucesivos, Freud se siente igual-mente decepcionado -como si nada le hubiera ensenado la experiencia anterior- ante lo inasible del hecho últi· mo, de la "escena". Pero paralelamente, merced a lo que llamamos la segunda comen1e, el inconsciente se revel3 como un campo estructurado, susceptable de ser recons-truido porque es en sí mismo ordenamiento,

descompo-sición y recomposición de elementos según ciertas leyes,

lo cual permite que la búsqueda del origen tenga lugar

en una dimensión nueva.

En el concepto de fantasía original• se conjugan lo

que cabe definir como el deseo de Freud de descubrir el

fundamento del hecho (que si a fucrw de sucesivas re·

fracciones y descomposiciones se desvaneciera en la his· toria del sujeto, obligará a que la búsqueda se remonte aun más lejos) y la necesidad de dar a la estrucru.ra de la fantasía misma un fundamento que esté más allá del hecho.

s Al h1bl1r de conctpto, st nos pod.ua reprochlll que pitcamos por , ,. ceso. S.n duda. la "fantaiáa ong:inal .. no forma parte del clásico caud~I co11 cepturaJ del pWcoanilists. Con este térmlno, Freud cvha aproximaise dlte\

umenlc 1 una prablomític• predsa. cuyo 1tnrtdo tratamos de restablfm 1:.1 término tiene sobre todo valor de lndlcocl6n )'como cal requiere netr~11

riamtn1c lntcrpre.ttción.

(52)
(53)
(54)
(55)

Las fantasías originales constituyen "ese tesoro de fan1aslas inconscienles que el análisis puede descubrir en iodos los neuróticos y quizás en todas las criaturas hu· manas".' Estas palabras sugieren por si solas que no es sólo su frccu~ncia, ni siquiera su carácter general lo que caracteriza a las fantasías originales. Si "una y otra vez surgen las mismas fantasías, con el mismo contenido'',>

' .. Comunteación de un ca.so dt para.no11 contra.no a la 1eoría

pS1CO-ana.h11ca•· (191S).tnNlvro~.ps)'chowfl/'Cf'Wrlion, PUF. pág. 21S. (HJy \'tn.iOn c-111cn1n1 "Comunicación de un caso de par•no11 conuano a la 1coria eslcoanal{uca" en Obrat Complet111, vol. J, pág. 994, Butno.s AirtJ,

Paidós J

l fntrotluctlon ti lo psychanalyrt, Pul" l'.lyol, pág. 349. (Hay venl6n

eaucUana~ lntrodUcciOn ol p.titoc11t41111J. tl'I Ob,.11 Compk141, vol. 11, pi¡ !SI, Butnos Alm. hidós.]

(56)

s1 más allá de b dr.ersidad de las tonstruccioncs 1nd1v1-dualcs, hay fantasías que son "tlpicu",> es porque el

pnmum move11s no es lu historia circunstancíal del suje-to. por el contrario, hcne que haber un esquema previo capaz de funcionar como "organizador"

Para Frcud, sólo hay un modo de dar cuen1a de

es-te anes-tecedenes-te la explicación filogenélica "Es posible

que todas las fantasías que hoy escuchamos en el 1rúlists

( ... l

hayan sido antano. en las ~pocas on¡inalcs del atne-ro humano, realidad" (lo que fue real1CJad de hecho se tran<J'orrnaria en realuiad psiqu"a) "y que al crear fan-tasfas, el nil\o no haga más que llenar, con la ayuda de Ja verdad preh1~tórica, la~ la¡¡unas de la verdad indiv1· dual"• Una ve1 mb Frcud postula una ~ahdad detrh de las elaboraciones fantJsmahos. pero una realidad

es-tructurada y autónoma respecto de los SUJetos y de la

que éstos dependen de manera absolul1 M:ls aún, admi-te b poSJbtlidad de que enue el "esquema" y las viven-cias 1nd1vtdualcs exist1 una d1s.:ordanc11 capaz de cond1-c1onar el conílicto psíquico.•

Ls

esa "realidad" que da cuenta del ¡u ego 1ma¡;ina-rio y le unponc su ley, partee c~tar pref1j?urado el "or· den s1mbóhco", t;il como lo definen Lévi-Strauss y lacan.

> Ptcocu:pa..lllM prescntr e• fread d«lde f1)0UJ Mt.ty .._,,1n1\.

\'C.-K "Manu1trito M.. "Uno de n"nuos mas uros anhclot u llepr t atable·

cr.r el nUmero '/los Opot de ítntali11 con la mitma precltkSn con que tstl• ~CCUI' •)f kK de la• nttll'l•J' ..

'""""""'°"',.

ps:f"MMI>"· oh Cll. - HO

1 'C'\lando loi htchos no w 1¡usian al c;.quem1 lwTcdJtano. "'rttn ul\I

(57)

destacando su disposición y eficacia en el campo de la etnología y del psicoanálisis respectivamente. Estas cscc· nas referidas a la prehistoria del hombre, cuya trama in

-tenta revelar Torem y tabú, atribuidas al hombre ori111· nario (/Jrmensch) o padre ongmano (Urvater), son inv o-cadas por Freud no tanto para situar una realidad que no puede aprehender en el nivel de la historia individual, como para limitar lo imaginario, que al no ser capaz de contener en sí mismo

su

principio de organización, no

puede constiluir el ''núcleo del inconsciente".

Mds allá de la fachada seudocientífica del enfoque filogenéiico, es preciso tener en cuenta que Freud

invo-ca las huellas mnémicas hereditarias porque necesita pos-tular la existencia de una organización significante ante· rior a la eficacia del hecho y a la totalidad del significado.

En

esa

prehistoria mítica de la especie

se

basa la concep· ción de la necesaria exis1encia de una preestructura inac· ces1ble al suJelo, más ali:! de su poder y de su iniciativa, ajena

a

su "pócima" inlerior (tan rica en ingredientes como quieran imaginarlo nuestras hechiceras de hoy).

Pero frcud queda literalmcnlc alrapado en su propia

míi clatamft\tt K pone de ma.núiesto la e:xilttnc1a 1nd.epqd1mte dtl es-qutma M.1• aun. hrmos obsef\'lldo que t1ie prevde« a m~udo sobre 1.1 t>.ptr~ne9 U\dl\'11Ch,1al. Por e)tmplo, en nues:uo (UO (ti ckl hombre ck los

IObo\). ti p~rt se conv1rut en el CbUador que 1mtn.a..r.1 b sexuabdi.d del

n1r.o. • pt~r de un compltJO de ld1po pot !o dnnls invt.rtido ( .. ). L1) conuad1t'<'tone1 que se prcscn~n t'nlre 11 c.~p~nencu '/rol t)QUt'fPI p¡iecen

propou: lonar 1bundan1e matcii.11 a 101 conOktO$ inf1nt1les.:· "Exu~11 de

l"hi1tobc d'une névrosc infantUe". (El hombre de los lobos), 1918, en Cinq

p1y<lu11wilyu1, PUF. pig._ 418-4t9. [llay versión c .. 1ellana: "Historia de una neuroib lnfantl1 (El hombre de &oa lobos)" en ObroJ Complt.toJ, vol. 11, pÍ¡. ~11.1. Buenos Aires, Paidós. J

(58)

conceptualización. En efecto, en esa falsa sfntesis que es

~I pasado de la especie humana perpetuado en esquemas

transmitidos por herencia, reaparece la oposición que trató en vano de superar, entre el hecho y la dotación constitucional.

Reconocida esta circunstancia, no debemos apresu -ramos, sin embargo, a reemplazar la explicación liloge· nética por una interpretación de Upo eslructuralista. In -dependiente de la historia del sujeto pero al mismo tiem· po incluida en la historía, discurso y vínculo simbólico pero impregnado de lo imaginario, estructura pero con arreglo a elementos contingentes, la fantasía original es ante todo fantasía, y como tal posee ciertas característi-cas que difícilmente permiten asimilarla con un esquema trascendental, aunque de ella dependa que la experiencia sea posible.

No pretendemos desarrollar aquí -como lo exigiria una ceoría psicoanalítica coherente- el problema de las relacio· nes entre el nivel de la estructura edípica y el de las fanta-sías oríginales En primer lugar. habría que precisar qué se entiende por estructura edípica. Vale la pena recordar que Freud discernió muy tardíamente el aspecto estruccural del complejo de Edipo. considerado tanto en su función funda· cional como en su configuración triangular. No hay ninguna mención al respecto en los Tres ensayos ( 1905), por ejem·

plo. La formulación del Edipo que se considera gcneraliuda

aparece sólo en El Yo y el Ello (1923) y la "generalización" en cuestión no puede ser interpretada en un sentido fom1al, ya que se refiere a una serie limitada de posiciones concre· tas dentro del campo interpsicológico determinado por el triángulo padre-madre-hijo. Desde el punto de vista de la

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