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Iglesia Cristiana de la Gracia Lo que creemos

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Academic year: 2021

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ÍNDICE

1 LAS SANTAS ESCRITURAS ... 3

2 DIOS ... 3

2.1 DIOS - PADRE ... 3

2.2 DIOS - HIJO ... 4

2.3 DIOS –ESPÍRITU SANTO ... 5

3 EL HOMBRE ... 6 4 LA SALVACIÓN ... 6 5 REGENERACIÓN ... 6 6 ELECCIÓN ... 7 7 JUSTIFICACIÓN ... 7 8 SANTIFICACIÓN ... 7

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1 LAS SANTAS ESCRITURAS

Creemos que la Biblia es la Revelación escrita de Dios. Los sesenta y seis libros de la Biblia, dados a nosotros por el Espíritu Santo, constituyen la palabra de Dios completa (inspirada igualmente en todas sus partes). (1 Co. 2:7-14; 2a de P. 1:20-21)

Creemos que, la Palabra de Dios es una revelación objetiva, proposicional (1a de Ts. 2:13; 1 Co 2:13), verbalmente inspirada en cada palabra (2a de Ti. 3:16), absolutamente inerrante en los documentos originales, infalible, e inspirada por Dios.

Creemos que, la interpretación de las escrituras en forma literal, gramatical e histórica, afirman la creencia que, los capítulos de apertura de Génesis presentan la creación en seis días literales (Gn.1:31; Ex. 31:17).

Creemos que la Biblia constituye la única regla infalible de fe y práctica (Mt. 5:18, 24:35; Jn. 10:35,16:12-13, 17:17; 1a de Cor. 2:13; 2a de Ti. 3:15-17; He. 4:12; 2a de P. 1:20-21). Creemos que, Dios habló por medio de Su Palabra escrita en un proceso dual de paternidad literaria. El Espíritu Santo supervisó a los autores humanos que, a través de sus personalidades individuales y diferentes estilos literarios, han compuesto y registrado la Palabra de Dios para el hombre (2a de P. 1:20-21) sin error en su contenido, ya sea parcial o total, (Mt. 5:18; 2a de Tim. 3:16).

Creemos que, aunque pueda haber varias aplicaciones de algún pasaje dado de las Escrituras, hay una sola interpretación. El significado de la Escritura se encuentra cuando diligentemente se aplica el método gramático-histórico literal de interpretación bajo la iluminación del Espíritu Santo (Jn. 7:17, 16:12-15; 1a de Cor. 2:7-15, 1a de Jn. 2:20). Es la responsabilidad de cada creyente, buscar cuidadosamente la verdadera intención y significado de las Escrituras, reconociendo que la aplicación adecuada es obligación de todas las generaciones. Aun así, la verdad de las Escrituras está para juzgar a los hombres; y nunca los hombres para juzgar las Escrituras.

2 DIOS

Solamente hay un Dios vivo y verdadero (Dt. 6:4; Is. 45:5-7; 1a de Cor. 8:4); Espíritu infinito y omnisciente (Jn. 4:24), perfecto en todos sus atributos, uno en esencia, que existe eternamente en tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. (Mt. 28:19; 2a de Cor. 13:14) y que cada uno merece adoración y obediencia en igualdad.

2.1 DIOS - PADRE

Creemos que Dios el Padre, la Primera persona de la Trinidad, ordena y dispone todas las cosas de acuerdo a Su propio designio y gracia (Sal. 145:8-9; 1a de Cor. 8:6). El es el creador de todas las cosas (Gn. 1:1-31; Ef. 3:9). Como el único, absoluto y omnipotente gobernador en el universo, es soberano en creación, providencia y redención (Sal. 103:19; Ro. 11:36). Su paternidad involucra tanto su nombramiento dentro de la trinidad, como su relación con la humanidad. Como creador, El es Padre de todos los hombres (Ef. 3:15), pero solamente es Padre espiritual de los creyentes, (Ro. 8:14; 2a de Cor. 6:18). El ha decretado para Su propia gloria todas las cosas que habrán de suceder (Ef. 1:11). Continuamente sostiene, dirige y gobierna todas las criaturas y eventos (1a de Cr. 29:11). En Su soberanía El no es autor, ni consiente el pecado (Hab. 1.13; Jn 8:38-47), tampoco

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minimiza la responsabilidad de criaturas morales e inteligentes (1a de P. 1:17). El por Su gracia ha escogido desde la eternidad a aquellos que habrían de ser suyos (Ef. 1:4-6). El salva de pecado a todos los que a El vienen a través de Jesucristo. Adopta como suyos a todos aquellos que viene a Él, y se convierten en el Padre de ellos (Jn 1:12; Ro 8:15; Gá 4:5; He 12:5-9).

2.2 DIOS - HIJO

Creemos que Jesucristo, la Segunda Persona de la trinidad, posee todas las excelencias divinas, y en éstas es co-igual, co-substancial y co-eternal con el Padre (Jn. 10:30, 14:19). Creemos que Dios el Padre creó todas las cosas según su voluntad, a través de Su Hijo Jesucristo, por quién todas las cosas continúan en existencia y en operación (Jn. 1.3; Col 1:15-17; He 1:2).

Creemos que en la encarnación (Dios, hecho hombre) Cristo renunció solamente a los privilegios de la deidad, sin abandonar en absoluto la esencia misma de la deidad, ya sea en grado o género. En su encarnación, la Segunda Persona de la Trinidad que existe eternamente, aceptó todas las características esenciales de la humanidad y se convirtió en el Dios-hombre (Fil. 2:5-8; Col. 2:9).

Creemos que Jesucristo representa humanidad y divinidad en una unión indivisible (Mi. 5:2; Jn. 5:27; 14:9; Col. 2:9).

Creemos que nuestro Señor Jesucristo, nació de una virgen (Is. 7:14; Mt. 1:23, 25; Lc. 1:26-35); que él era Dios encarnado (Jn. 1:1, 14); y que el propósito de su encarnación fue para revelar a Dios, redimir al hombre y gobernar sobre el reino de Dios (Sal. 2:7-9; Is 9:6; Jn. 1.29; Fil. 2:9-11; He. 7:25-26; 1a de P. 1:18-19).

Creemos que en la encarnación, la Segunda persona de la Trinidad dejó de lado el completo derecho de coexistencia con Dios, para asumir el lugar de un Hijo y tomar la forma de existencia adecuada de un siervo, en tanto que nunca se despojó a Sí mismo de Sus atributos divinos. (Fil. 2:5-8).

Creemos que nuestro Señor Jesucristo, logró nuestra redención a través el derramamiento de su Sangre y muerte sacrificial en la cruz y que Su muerte fue voluntaria, vicaria, substitutoria, propiciatoria, y redentora (Jn. 10:15; Ro. 3:24.25; 5:8; 1a de P 2:24).

Creemos que en base a la eficacia de la muerte de nuestro Señor Jesucristo, el creyente es librado del castigo, de la pena, del poder, y un día de la presencia misma del pecado, y siendo declarado justo, se le a dado vida eterna, y se le ha adoptado dentro de la familia de Dios. ( Ro. 3:25, 5:8-9; 2a de Cor. 5.14; 1a de P. 2:24; 3:18).

Creemos que nuestra justificación está asegurada por su resurrección física y literal de los muertos, y que la ha ascendido a la mano derecha del Padre, en donde ahora intercede como nuestro Abogado y Sumo Sacerdote (Mt. 28:6; Lc. 24:38-39; Hch. 2:30-31; Ro. 4:25; 8:34; He. 7:25; 9:24; Jn. 2:1).

Creemos que en la resurrección de Jesucristo de la tumba, Dios confirmó la deidad de Su Hijo y dio prueba de que había aceptado la obra expiatoria de Cristo en la cruz. La

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resurrección corporal de Cristo, es también la garantía de una futura resurrección para todos los creyentes (Jn 5:26-29; 14.19; Ro 1:4, 4.25, 6:5-10; 1 Co 15:20, 23).

Creemos que Jesucristo en el arrebatamiento volverá a buscar a la iglesia, la cual es Su cuerpo y establecerá Su reino milenial sobre la tierra cuando vuelva con su iglesia en gloria, (Hch 1:9-11; Ts 4.13-18; Ap 20).

Creemos que a través del Señor Jesucristo Dios juzgará a la humanidad. (Jn 5.22-23). a) A creyentes (1 Co 3:10-15; 2 Co 5:10).

b) Habitantes vivos de la tierra en su gloriosa venida. (Mt 25:31-46).

c) Los que han muerto en incredulidad frente Gran Trono Blanco. (Ap 20:11-15) Como mediador entre Dios y el hombre (Ti 2:5), la cabeza de su cuerpo, la iglesia (Ef 1.22, 5.23; col 1:18), y el Rey universal que vendrá a reinar sobre el trono de David, (Is 9:6; Lc 1:31-33), Él es el último juez de todos aquellos que no hayan puesto su confianza en el cómo Señor y Salvador. (Mt 2.14-46; Hch 17:30-31).

2.3 DIOS –ESPÍRITU SANTO

Creemos que el Espíritu Santo es una persona divina, eterna, que no ha sido creada, que posee todos los atributos de personalidad y deidad incluyendo intelecto (1 Co 10:13), emociones (Ef 4:30), voluntad (1 Co 12:11), eternidad (He 9:14, omnipresencia (Sal 139:7-10), omnisciencia (Is 40:13-14), omnipotencia (Ro 15.13) y veracidad (Jn 16.13). El es co-igual y co-substancial con el Padre y el Hijo (Mt 28:19; Hch 5.3-4, 28:25-26; 1 Co 12:4-6; 2 Co 13:14; y Jer 31.31-34 con He 10:15-17).

Creemos que la obra del Espíritu Santo e ejecutar la voluntad divina con relación a toda la humanidad. Reconocemos su actividad soberana en la creación (Gen. 1:2), la encarnación (Mt 1:18), la revelación escrita (2 Ped. 1:20-21), y la obra de salvación (Jn. 3.5-7).

Creemos que la obra del Espíritu Santo en esta era comenzó en Pentecostés, cuando él descendió del Padre según la promesa de Cristo (Jn. 14.16-17, 15:26) para iniciar y completar la formación del cuerpo de Cristo, que es su iglesia (1 Co 12.13). La amplia esfera de su actividad divina, incluye convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio glorificando al Señor Jesucristo y transformando a los creyentes a la imagen de Cristo (Jn 16:7-9; Hch 1:5; 2:4; Ro 8:29; 2 Co 3:18; Ef 2:22).

Creemos que el Espíritu Santo es el agente soberano y sobrenatural en la obra de la regeneración, bautizando a todos los creyentes e incorporándolos al cuerpo de Cristo (1 Co 12:13). El también mora en ellos, los santifica, los instruye, les da poder para servir y los sella para el día de la redención (Ro 8:9; 2 Co 3.6; Ef 1.13).

Creemos que el Espíritu Santo es el divino maestro que guió a los apóstoles y profetas en toda verdad, al dedicarse a ellos a escribir la revelación de Dios, la Biblia. Cada creyente posee en su interior, la presencia del Espíritu Santo desde el momento de la salvación y es el deber de todos aquellos nacidos del Espíritu, ser llenos y controlados por El. (Jn. 16.13; Ro 8:9; Ef 5:18; 2a de P. 1:19-21; 1a de Jn. 2:20, 27).

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Creemos que el Espíritu Santo administra dones espirituales a la iglesia, no para glorificarse así mismo o desplegar los dones por medio de una exhibición ostentosa, sino para glorificar a Cristo, implementando Su obra de redención a los perdidos y edificando a los creyentes en la sagrada fe (Jn. 16:14-14; Hch. 1:8; 1a de Cor. 12:4-11).

Creemos al respecto que Dios, el Espíritu Santo es soberano en la distribución de todos sus dones, para la perfección de los santos de hoy día y que el hablar en lenguas y la realización de milagros en el comienzo de la iglesia eran para el propósito de dar a conocer y autenticar a los apóstoles como mensajeros de la verdad divina y nunca tuvieron el propósito de ser características de la vida de los creyentes(1 Co 12:4-11, 13:8-10; 2 Co 12.12; Ef 4:7-12; He 2:1-4).

3 EL HOMBRE

Creemos que el hombre fue directamente creado por Dios a su imagen y semejanza, fue creado libre de pecado con una naturaleza racional, inteligencia, voluntad, determinación y una responsabilidad moral hacia Dios. (Gn 2:7, 15:25; Stg 3:9).

Creemos que el designio de Dios al crear al hombre fue que glorificara a Dios y disfrutara de su comunión, viviera su vida cumpliendo Su voluntad, y al realizar esto, cumpliría con el propósito que Dios tenía al poner al hombre en el mundo. (Is 43:7; Col 1:16; Ap 4:11). Creemos que el pecado de desobediencia de Adán, contra la revelación de la voluntad de Dios y Su palabra, hizo que el hombre perdiera su inocencia; incurriera en el castigo de la muerte física y espiritual, quedara sujeto a la ira de Dios; y que llegara a ser inherentemente corrupto y absolutamente incapaz de escoger o hacer lo que es aceptable a Dios, a no ser por la gracia divina. No poseyendo poderes recuperadores que lo habiliten para rescatarse a sí mismo, el hombre está completamente perdido sin esperanza. La salvación del hombre es por tanto, completamente la gracia de Dios a través de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo (Gn 2:16-17, 3:1-19; Jn 3:26; Ro 3:23; 6:23; 1 Co 2:14: Ef 2:1-3; I Ti 2:13-14; I Jn 1:8).

Creemos que porque todos los hombres estaban en la simiente de Adán, la naturaleza corrupta por su pecado ha sido transmitida a todos los hombres de todas las edades, siendo Jesucristo la única excepción. Por lo tanto todos los hombres son pecadores por naturaleza, por elección y por declaración divina. (Sal 14:1-3; Jer 17:9; Ro 3:9-18; 23; 5:10-12).

4 LA SALVACIÓN

Creemos que la salvación es completamente por la gracia de Dios, en base a la redención de Cristo y del mérito de Su sangre derramada y no está basada en obras o méritos humanos. (Jn 1:12; Ef 1:7; 2:8-10; I P 1:18-19).

5 REGENERACIÓN

Creemos que la regeneración es una obra sobrenatural del Espíritu Santo, por la cual se da la vida y naturaleza divina al hombre. (Jn 3.3-7; Tit 3:5) esto sucede de manera instantánea, cuando el pecador arrepentido, según le capacita el Espíritu Santo, responde por fe a la divina provisión de salvación y se logra solamente por el poder del Espíritu Santo, siendo el instrumento, la Palabra de Dios (Jn 5:24). Una regeneración genuina se manifiesta por frutos dignos de arrepentimiento y se demuestra en actitudes y conductas

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rectas. Las buenas obras son su evidencia y fruto (1 Co 6:19-20; Ef 2.10) y se experimentarán en la medida en que el creyente se someta al control del Espíritu en su vida a través de la obediencia fiel a la Palabra de Dios (Ef 5:17-21; Fil 2:12b; Col 3:16; 2 P 1:4.-10). Esta obediencia hace que el creyente se conforme a la imagen de nuestro Señor Jesucristo (2 Co 3:18). Tal conformación culmina con la glorificación del creyente en la venida de Cristo. (Ro 8:17; 2 Ped. 1:4; I Jn 3:2-3).

6 ELECCIÓN

Creemos que la elección es un acto de Dios, por el cual, él escogió en Cristo, antes de la fundación del mundo, a aquellos a quienes por gracia habrá de regenerar, salvar y santificar (to 8:28-30; Ef 1.4-11; 2 Ts 2:13; 2 Ti 2:10; I P 1:1-2).

Creemos que la soberana elección de Dios, no contradice o niega la responsabilidad del hombre de arrepentirse y confiar e Cristo como Salvador y Señor. (Ez 18:23; 32; 33:11; Jn 3:18-19; 36; 5:40; Ro 9:22-23; 2 Ts 2:10-12; Ap 22:17). Sin embargo, ya que la soberana gracia incluye recibir el don de salvación, tanto como el don mismo, la elección soberana resultara en lo que Dios determina. A todos, a los que el Padre llama, vendrán en fe y a todos los que vienen en fe, el Padre les recibirá. (Jn 6:37-40, 44; Hch 13:48; Stg 4:8). Creemos que el inmerecido favor que Dios concede a los pecadores totalmente depravados, no está relacionado con ninguna iniciativa propia y tampoco es la anticipación de Dios, a lo que ellos podrán hacer de su propia voluntad, sino que es solamente por Su soberana gracia y misericordia (Ef 1:4-7; Tit 3:4-7; 1 P 1:2).

Creemos que la elección no se debe ver como algo basado meramente en la soberanía abstracta. Dios es verdaderamente soberano, pero El ejercita esta soberanía en armonía con Sus otros atributos, especialmente Su omnisciencia, justicia, santidad sabiduría, gracia y amor, (Ro 9:11-16). Esta soberanía, exaltará siempre la voluntad de Dios en una manera, totalmente consistente con Su carácter, así como está revelado en la vida de nuestro Señor Jesucristo (Mt 11.25-28; 2 Ti 1:9).

7 JUSTIFICACIÓN

Creemos que la justificación ante Dios, es un acto de Dios (Ro 8:33) por el cual El declara justo a aquellos que a través de la fe en Cristo se arrepienten de sus pecados (Is 55:6-7; Lc 13:30; Hch 2:38; 3:19; 11:18; Ro 2.4; 2 Co 7:10) y le confiesan como el Señor soberano (Ro 10:9-10; 1 Co 12:3; 2 Co 4:5; Fil 2:11). Esta justificación está separada de cualquier virtud y obra humana (Ro 3:20; 4:6) e involucra la imputación de nuestros pecados a Cristo (col 2:14; I P 2:24) y la imputación de la justicia de Jesucristo a nosotros (1 Co 1:30; 2 Co 5.21). De esta manera Dios, está capacitado para ser “justo y el que justifica al os que tiene fe en Jesús” (Ro 3:26).

8 SANTIFICACIÓN

Creemos que cada creyente es santificado (apartado) para Dios, por medio de la justificación y es por lo tanto, declarado santo e identificado como tal. Esta santificación es proposicional e instantánea y no debe ser confundida con la santificación progresiva. Esta santificación tiene que ver con la posición del creyente, no su presente andar o condición (Hch. 20:32; 1 Co 1:2; 30; 6:11; 2 Ts. 2:13; He 2:11; 3.1; 10:10,14; 13:12; 1 P 1:2).

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Creemos que también a través de la obra del Espíritu Santo, hay una santificación progresiva por la cual el creyente va a cercándose a la posición que goza en Cristo por medio de la justificación. A través de la obediencia a la Palabra de Dios y al poder del Espíritu Santo, el creyente es capaz de vivir una vida de creciente santidad, en conformidad a la voluntad de Dios, llegando a ser más y más como nuestro Señor Jesucristo (Jn 17:17, 19; Ro 6:1-22; 2 Co 3:18; 1 Ts 4:3-4; 5.23).

Al respecto, creemos que cada persona salvada está envuelta en un diario conflicto –la nueva creación en Cristo, en batalla contra la carne- pero Dios le ha provisto adecuadamente para la victoria a través del poder del Espíritu santo que mora en él. Sin embargo, la batalla del creyente continúa durante toda su vida en la tierra y nunca está completamente terminada. Todos los reclamos en cuanto a la erradicación del pecado no es posible, pero el Espíritu Santo provee para la victoria sobre el pecado. (Gá 5:16-25; Ef 4:22-24; Fil 3:12; Col 3:9-10; I P 1:14-16; 1 Jn 3:5-9).

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