LA
INTENCIÓN
DE MI
OBRA LITERARIA
José
María Gironella
(*)
El
título
de
midisertación
de
hoy
es un poco arriesgado:la inten
ciónde
mi obraliteraria.
¿Cómo sabeuno,
unomismo,
cuáles son susintenciones?
iCadahombre
es unmisterio,
no sólo paralos
demás
sino para su propio ser.A
menudo nos creemos que realizamostal
acto por generosidad.•.
y de
hecho lo
realizamos por cobardía.Otras
vecesimaginamos
que actuamos movidos porla
ambición o porla
vanidad,
y
en-elfondo
lo
hacemos
paradefendernos
de
nuestrainconfesada
ti
midez.Las
intenciones
profundas se nosescapan,
pertenecen a un universo que noha
sidodetectado
todavía.
Como
dijo
elfilósofo:
sabemos que el mar esazul,
pero no(sabemos nilo
que es elazul,
nilo
que es el mar.Todo
ello resulta más válidotodavía
cuando setrata de
ahondar enla
obra que unoha llevado
a cabo alo
largo de los
años.Porque1,
conlos años,
al .modo como se cambia elhumor y
la
piel,
se cambiatambién de intencionalidad.
Es
evidente tme cuando ahoratomo la
pluma no me propongolo
mismo que cuandola tomé
por primera vez.Ahora
actúo condicionado por nuevasexperiencias,
por el contacto
conlos
lectores,
por el conocimiento más exactode
mistre
mendaslimitaciones. íEl hombre
es aquel ser ique se está constante mente ¡rectificando.Así,
pues, lo
iquevoy
aintentar
es resumir ante ustedeslo
que podríamosllamar
el procesode
mi vocacióny
elitinerario
¡queésta
ha
seguidohasta llegar
alo
que es en esta misma nochede
noviembrede 1967. Cómo he
ido
escribiendo uno a uno mislibros
y
cuáles son mis proyectos.Qué
eslo
quehe descubierto
en mi mesade
trabajo,
en el palcodramático,
tal
vez 'gloriosodesde
el cualcontemplo, día
tras
dáa,
cuanto me rodea eimagino lo
que puede existir más allá.En
estos casos sueledecirse
quela
vocación arrancade
la
niñezy
queuno,
cuandoiba
alcolegio,
era el primero enlos
ejerciciosde
redacción.¡En
mi casoésta
sería una verdad sólo a medias.En efecto,
NOTA.-Conferencia pronunciada en el ATENEO de Madrid en el
1967,
y cedida gentilmente
a la revista AISTHESIS.era el primero en
los
ejerciciosde
redacción;
en
ésos ejercicios en que sehabla de
excursiones alcampo,
del
vuelode las
mariposasy
de la
primavera.Pero
no .soñaba conescribir,
condedicarme
a escribir,
nitenía la
menoridea de
lo
que esto significaba.Más bien
soñaba con ser un granpianista. Por otraparte,
mi padre era .taponero
y
lo
que me gustaba eradeslizarme
desde
lo
altode las
pilasde
tapones
quehabía
en el almacénde
micasa, tapones
que al entrechocar
producían un ruidoinfernal.
Cuando
estalló nuestra guerratenía
yodieciocho
años. (Hasta entonceshabía
sidoseminarista,
aprendizde
unadroguería y
bo
tones de
unBanco;
esdecir,
había
conocidola
Iglesia,
lasdrogas
y
los
profundos secretosdel
capitalismo.No
había
podido estudiar.Mis
padres necesitaban que yo ganara un, sueldoy
yoles
ayudabade
mil amores.Mis
únicos
escarceos conla
plumahabían
sido versos encatalán, poesías,
casitodas
dedicadas
a mi madre.Mi
madre guarda en un saco —un ¡saco que en aquellos
tiempos había
servido para guardartapones
—las
innumerables
poesías adolescentes /queyo
había
escrito en aquellaépoca,
dedicadas
a sucabellera,
a suscejas,
a sus(pestañas,
a susmanos,
a su manerade
rezar.He
amado siempre mucho a mi madrey los
psiquiatras aseguran que setrata
de
un clarísimo complejode
Edipo,
complejo que al parecerha
condicionado
igran partede
mi posterior mundo emocional.Durante
la
guerrasentí,
como podría sentirse unmartillazo,
eldeseo de
explicarle almundo,
en varioslibros,
la
desgarrada
aventura
que vivía mi patria.Pero
pensaba en ello como unoha
pensado a veces en ser aviador o endescubrir
el enigmadel
cáncer.No
metomaba
en serio miproyecto,
porque suponía que elhecho
de
carecerde
estudios universitariosimplicaba
unadificultad insalvable.
/Asíque,
en elfrente,
lo
único
que escribífueron
intermiriiables
cartas amorosas a mis madrinasde
guerra.Llegué
atener 18
madrinas —unade las cuales,
si no meequivoco,
estáhoy
¡presente en esta sala,—.
Por
cierto,
quetodo
el mundo parece estarde
acuerdo sobreel particular.
Mi
madre medice
siempre quelo
mejor iquehe
escrito en mi vida son .aquellas poesías encatalán, dedicadas
a sus cabellosy
a susmanos,
y
mis madrinas afirman /que nadade louanto
ahora escribo puede compararse alas
cartas queles
enviabadesde
las
trin
cheras,
cartas en queles decía
que me sentíainfinitamente solo, lo
cual era unainfinita
mentira, y
que necesitaba protección».Bueno,
es posible que unay
otras estén enlo
cierto.Lo
que entonces escribíaiba directa
y
virginalmentedel
corazón ala pluma;
enlo
que escribo ahora seinterfiere
elcerebro,
con el consiguiente peligrode
congelación.
Después
de la
guerra crucé una etapade
absolutaindigencia!
espiritual,
sumido en el mayorde los desconciertas. Probé toda
clasede
oficiosy
entodos
fracase:
de
modo quehe llegado
a ser escritor
por un proceso
de
eliminación exhaustiva.Fui
mayoristade
tejidos,
cuandolas
sábanas se vendíanclandestinamente
a preciosincreíbles.
Fui
vendedorde
cuadros antiguosy
no me acostaba nunca sin estar a puntode
localizar
unGreco
auténtico.Di simultáneas
de
ajedrez.Fui
trapero
al pormayor,
librero
de
lance.
En
esos seis o siete años vividos enGerona
leí
mucho,
desordenadamente,
sobretodo
enla
época
en quetenía
la
librería,
enla
que eramuy
raro que entraseun
cliente, lo
que medejaba tiempo
libre. Pero
en cuanto aescribir,
no escribía sino poesías a mi novia —a mi actual mujer—
, utilizando comojpapel el
dorso
de las
facturas
que no podía pagar-•.
También
escribía alguno que otro artículo en el periódicogerundense,
criti candolos
planosde
urbanizaciónde la
ciudad.Así
llegamos
al año1946,
año en (que se produjo un aconteci mientotrascendental:
me casé.Anteriormente habíamos
anunciadotantas
vecesla boda
que,
en. estaocasión,
queiba
a serdefinitiva,
las
participaciones que mandamos alos
amigosdecían:
''¡Porfin
se casanJosé
María Gironella y
Magda Castañer!
Vivirán
en un modesto
piso allado
del
Oñar".
El
caso esque,
nohabiendo
podido ofrecerle a mi mujer ningún regalo un pocodigno
—sólo el sencilloaro
y
una cajitade
cerillasmulticolores, italianas
—,
de
pronto,
paraliberarme del complejo,
en plenaluna de
mielle
dije:
"¡Ya
sélo
quevoy
a regalarte!: elPremio
Nadal". La
escena ocurrió enla
.playade
Cadaqués,
enla
Costa
Brava.
Los
dos
íbamos
enbañador. Mi
mujer,
en .vezde
soltar unacarcajada,
como yoesperaba,
me miróde
un modo solemney
medijo:
—
Pues,
site
lo
propones enserio,
lo
conseguirás.Y,
side
verdadéste
estu
deseo,
ahora mismointerrumpimos
nuestro viajede
ibodas,
regresamos a
Gerona
y
esta noche empiezasla
novela.Aquellas
palabrasfueron
determinantes y
no puedo menos iquerecordarlas cada vez que me pongo un
bañador.
Sí,
leí
enlos
ojosde
mi esposa unatal decisión
quecontesté,
sin vacilar:"Pues--,
de
acuerdo.
Esta tarde
nos vamos aGerona".
Total,
aquellanoche,
en nuestro modesto piso allado
del
ríoOñar,
puse en una cartilla"C1AP1TULO
PRIMERO",
sintener la
másligera idea
de lo
queiba
aescribir,
de
cuál sería el argumentode
minovela, de
cómo serían sus personajes."Únicamente
recordabade
un modo vagola
manerade
hacer
de
Baroja,
hombre
ique entonces —des
pués,
las
cosashan
cambiado— ejercíaintensa influencia
sobre miespíritu.
A tanto
llegó
midesfachatez,
que partede
la
novela,
que setituló
"Un
hombre",
transcurre
enIrlanda
porla
poderosa razónde
que en mibiblioteca
disponía
de
untomo del
"Esposa",
elcorrespon-diente
ala letra
"I",
que me garantizaba una seriede datos
sobredicho
país.De
haber tenido
eltomo
de la
letra
M,
la
novelahubiera
transcurrido
enMalasia
o en Madagascar-•■Escribí
ellibro
en siete semanasy
medieron
elPremio
"Nadal".
Para
queluego
se iflíe unode
los
premios.MI
estupefacciónfue
absoluta.
Pasé
unas semanas sintiéndome el amodel
mundoy
repartiendo porGerona
displicente^
sonrisas.Todavía
regentaba yo mi caóticalibrería
de
lance y
recuerdo quecuando,
ala hora
del
cierre,
me quedaba
solo enla
tienda,
alleer
enlos lomos de
los libros los
nombresde
Balzac, Dostoievski,
Kypling,
Dickens,
etc.--,
experimentaba un estremecimientoy
medecía:
''Serás
comoellos,
serás grande como ellos".Pero
seimpuso la
realidad. ¡Sé pubücó mi novelay
pronto ad vertí que no producía en el público el menorimpacto. En
mi propialibrería
seamontonaban,
invendidos,
igran númerode
ejemplaresdel
libro. Mi
vanidad sufrió un rudo golpey tuve
una extraña reacción: me puse aleer
con avidez morbosa cuantasbiografías de
grandes escritores caían en mismanos,
conla
ingenua intención
de
descubrir
su secreto.Este brincó
muy
pronto ante mis ojos: el secretodel éxito
eranla
madurez,
elsufrimiento,
el esfuerzo casidespótico.
La
opiniónde
mi mujer eratajante:
ellibro
eradesigual
eintranscendente;
pero conél
mehabía
demostrado
a mí mismo que era capazde inventar
un mundoy de lanzarlo
al ruedo.Eso
debía
bastarme,
paraempezar.'Como
fuere,
la
suerte estaba echada.Habiéndome
visto enlos
escaparatesde las
librerías
ya no podía pensar sino en escribir.En
tonces
volví a sentirla
necesidadde
explicarle al mundola
guerrade
[España;
esdecir,
recordé aquel mihondo
propósitohecho
en elfrente,
mientras montaba guardia enlas
altas montañasdel Pirineo.
Pero
ocurríaque me encontrabafalto
de
información y
de
medios expresivos para abordar semejante empresa.Entonces
decidí
escribir una novelaprevia,
experimental,
una novelafundada
también
sobrehechos
históricos;
y
elegí, después de
muchasdudas,
la
odiseabélica
de
Alemania
y
el naeismo.(Este
tema
me obligaría a simultanearla
narraciónde
personajesindividuales
conla
narraciónde
aconte cimientos colectivos.Seria
un aprendizaje.Así
nació mi segundolibro,
titulado
"La
Marca". Mis
fuentes
de
información
fueron ya un poco más abundantes que aqueltomo
del
"Espasa"correspondiente a
la
letra I.
Hojeé
lo
menos seislibros,
un montónde
revistas gráficas alemanasy
entré en contacto conhabían
sido concentrados por elGobierno
español precisamente enla
provinciade
Gerona,
enlos
balnearios
de
Caldas
de Malavella.
No
se me escapaba que eratemerario
.escribir sobre unpaís,
Alemania,
que yo noconocía,
cuyo suelo nohabía pisado;
pero elhecho,
en elfondo,
medivertía.
"Tengo la
certeza —les
decía
a misamigos gerundenses—
de
quela
ciudadde Munich
huele
tal
y
como yodigo
quehuele,
estal
y
como yodigo
que es".El libro
absorbió un mesy
veintiúndías de
miexistencia;
ni uno más.Inventé
un personaje
poeta, Gustavo
de
nombre,
através del
cualhablé
con simbolismo
al mundo.Inventé
unarquitecto,
Adolfo,
porque sabía queHitler
admiraba esta profesióny
porquelos
aviones aliados¡habían
destruido
la
mitadde
los
edificios alemanes.Inventé
una mujeraria,
Enna,
enla
queconcentré,
coningenuidad de principiante,
todos
los
rasgos esenciales que se atribuían! a
dicha
raza.De
todos modos,
supedecir,
de
esa sensualy hermosa
mujer, que,
"cuando
estabatendida
enla playa,
parecía un pecadodescansando".
Tampoco
esta segunda novelaiba
a conmover ala
sociedad.Sin
embargo,
en aquel mesy
veintiúndías de
entregatotal
ala
redaccióndel
libro
descubrí
en mí mismo unainesperada
capacidad para revivirsensaciones;
dato
importante
para proseguirla lucha.
Sin
esfuerzo alguno podía recrear en miinterior,
exhumarde
mi subconsciente cualquierimpresión
quehubiera
vivido con. anterioridad a partirde
los
ocho o nueve años.Podía
sentirme otra vez en elcolegio,
en elSe
minario,
enla
droguería,
en elBanco
en quetrabajé de
botones.Incluso,
detalles
alejadosy
minúsculos acudíandócilmente
a mi reclamo. Para ello mebastaba
con cerrarlos
ojosy
con reclinarla
nuca enla
pared.Estimé
que eldescubrimiento
era una garantíade
mi vocación.Estábamos
en el año1948. Me
preguntaba si nohabría
llegado
el momento
de
enfrentarme conla
trilogía
novelística centrada enla
contienda quele había
costado a mi patriatantos y
tantos
muertos.Entonces
advertimos quefaltaba
una pieza esencial en mi me canismo: mefaltaba
haber
vividofuera de
mi país, ver mi paísdesde
lejos,
poder comparar.Esta
pieza eratan
indispensable
comolos
datos
que yo pudierarecopilar;
y
decidimos
abandonarlotodo
eirnos
a
París.
Pocos
mesesdespués,
antesde
quefinalizara
1948,
estábamos yainstalados
enla
capitalde Francia. Al
cruzarla
frontera
sentímiedo,
pues apenas sillevaba
milfrancos
enla
cartera.Estuve
a puntode
retroceder.Pero
las
biografías
de
los
grandes escritores acudieron
en miayuda,
dándome
elimpulso
necesario para seguir adeEl
contacto
conParís (fue
decisivo
para mí.Desde
el primer momento comprendíhasta
qué punto nuestradecisión había
sido correcta.La
inmensidad
de
la urbe,
suplanificación,
el gris antiguode las
fachadas,
los
puentes sobre elrío, las
catacumpas,
las
iglesias
ortodoxasy
las
sinagogas,
la
Ciudad
Universitaria,
¡laslibrerías
de
viejo!,
elhalo
europeoy
culto quedescendía de las
cúpulasy
de
los
tejados
de
pizarra,
metatuaron de
una vez para siempre.Me
sentídesnudo,
un colegialforzado
a replantearse .partiendode
cero supersonal concepción
del
mundo.Al
cabode
muchas peripecias conseguimosinstalarnos
en unpiso confortable
de la
avenidade
Vüliers.
Mi
mujery
yodialogá
bamos incansablemente
entorno
ala
obra que noshabíamos
pro puesto.Con
frecuencia íbamos
albosque
de
Bolonia,
donde
decidimos
quela
familia
que protagonizaría mitríptico
novelístico sellamara
Altear,
que se compusierade
padre,
madrey tres
hijos,
y
que elpadre,
Matías,
fuera
telegrafista.
Un
domingo,
oyendo misa enNotre
Dame,
en el mismobanco
quePaul
Claudel,
decidí
que elbenjamín
de
los Alvear
sellamara César
y
quefuera
místico.Me
faltaba
un apoyointelectual,
alguien cercade
mí,
quetuviera
experienciay
supieratransmitírmela. IE1
azartrajo
a mi casa ala
persona
idónea.
Un
hombre
de
unos sesentaaños,
soltero, políglota,
viajero
incansable,
de
formación
clásica.Un
traductor llamado Jean
Chuzevile,
quehabía
vertido alfrancés
alos
príncipesde las
lite
raturasrusa,
alemana eitaliana.
Nuestro
amigo estabafamiliarizado
con el
talento de
cada unode
ellos,
y
también
con susdeficiencias,
repeticiones
y trucos
efectistas.Impuesto de
mi sedde aprender, día
tras
día,
sentado a nuestramesa,
mealeccionaba,
contextos
enla
mano,
sobre el artede
novelar.Me
aclarólas
diferencias
existentes entre "intriga"y
"situación",
entre "acción"y
"movimiento",
entre"persona"
y
"personaje".Me
inmunizó
contra elesteticismo,
que era preciso anegar con sangrey
vida.Había
traducido
a nuestros escritores del
Siglode Oro. Admiraba
en grado sumo aSanta
Teresa
y
San Juan
de
la Cruz. Consideraba
queGaldós
y
Baroja
erandos
novelistas natos,
quehabían
malgastado su grandeza porfalta
de
orga nización. Losllamaba
"talentos
desorganizados",
entendiendo ¡porello,
entre otrascosas,
el elegir sin convicciónlos
temas,
el escribir prisa,torrencialmente,
y
el adoptar posturas exclusivamenteirónicas frente
alas
ideas
ique no compartieran ofrente
alas institu
ciones que no amaran.
Su lema
era:"Para
comprenderhay
que esforzarse en comprender".
Monsieur Jean
Chuzeville,
arquetipodel humanista
francés,
seganó a pulso una
incuestionable
autoridad moral sobremí,
y confieso con alegríaquele
debo
.gran partede
cuanto puedahaber
de
diáfano
proyecto —mi
tríptico
novelístico—(gritó,
blandiendo
sobre su cabeza un pedazode
quesode Gruyere:
"¡Alto
ahí!La,
clavede la
obraha
de
serla
construcción-"Construcción-•-
La
palabra eje en
labios de
nuestro amigo.Según
él,
la
obrade
arte surge cuando se producela feliz
coincidenciadel
temperamento y
la reflexión,
del
instinto y la
inteligencia.
"Los lite
ratosfranceses
—medijo
—tienden,
pordisciplina,
ala
frialdad,
aa
la
novelade
laboratorio;
los
españolestienden
alo
contrario,
confían
demasiado
en eltemperamento".
¡Yodebía
aunar en mi obraambas cosas!
Era
pedirle mucho a un-hombre
nacido enDarnius. De
todos
modos,
tenía
ya eltítulo.
Se
me ocurrióde repente,
viajando por el subsueloparisiense,
en elMetro: "Los
cipreses oreen 'Dios".Lo
acepté en elacto,
sindiscusión,
como se acepta un rayo.Las
primeras semanasdemostraron
que el .fruto no estaba en sazóntodavía.
. .Me
atacó un enemigoinesperado:
elresentimiento,
lo
que me valíala doble
negativade
mi mujery de
nuestro amigo eltraductor francés. Forzado
ademostrar
con morosidad cómoEspaña
había
ido
dividiéndose
endos bandos
irreconciliables,
cuantos másdefectos
encontraba a unoy
otro, más contento se ponía mi corazón.Por
otra parte, enFrancia
nohabía
superado aúnla
actituddel
provinciano que
descubre
por vez primera el asfalto.Francia
era ricay
próspera.
París
consumía adiario himalayas
de
mantequilla yde
quesode Camambert
Y
todo
ello me recordaba conirritación
el arenqueespañol,
eltomate
crudo, los
ríossecos,
las
tierras
yermas.Me
costóDios y
ayudadoblar
estecabo,
esteitsmo
del
almay
escribircon amor.
Por
fortuna,
me salióde
refilón un aliado: el mundode
los
exilados.En París había
exiladosde
todas
partes, cada unode
los
cuales amaba apasionadamente a su país. 'Con suslágrimas
fui
formando
mi propialágrima
y dejé
queésta
se cayera en eltintero
quetenía
enla
mesa.La
labor
había
de
durar
tres
años.Conseguí
una penetracióndulce
conlo
que estaba escribiendo.Procuraba
sacrificarla
brillantez
enfunción
del
conjunto.Ser
parco enlos
adjetivos.Tocar
condrama
la
alegríay
con poesíala tragedia. Procuraba
enlazarlas
situacionesmediante periódicas alusiones retrospectivas.
Mi
meta era conseguir una obra equilibrada, porlo
que me ponía en guardia cuando escribía con
la llamada fácil inspiración
o con entusiasmo excesivo.Me
sentíainfinitamente
lejos de
aquel muchachovanidoso, de
eternabo
quilla en
los
labios,
quehabía
escrito"Un
hombre" alo
Baroja,
y "La
Marea"
sin
haber
pisadoAlemania. Rehice la
obra cinco veces porentero, lo
que significó millaresde
folios.
En la
primaveradel
año1952
pusela
palabra"fin".
Monsieur
Jean
Chuzeville
regresóy leyó
mi obrade
cabo a rabo en mi propiacasa. iSu comentario
fue
salirdisparado
ala
caley
regresar con unabotella de
champaña.Había
llegado
el momentode
descansar
y de
prepararse paraescribir
la
continuación,
la
época
de la guerra,
sobrela
cual poseía ya copiosainformación,
fruto
de
lecturas y
de
mitrato
conlos
exilados.
Las
carpetasdecían:
Heroísmo,
Atrocidades,
Frente,
Reta
guardia,
Brigadas
Internacionales,
Amor...La
novela setitularía:
"Un
millónde
muertos".Regresamos
aEspaña. La
primaverales había
robado alos ár
boles
el color amarillo.En
total,
nuestra estancia enParís
había
durado
cuatroaños,
con viajes aInglaterra
eItalia.
En
Gerona
encontré raquíticala
ciudady
envejecidos a sushabitantes. Advertí
en el rostrode
mis padreslos
primeros rasgosde
ancianidad,
y
mis cuatrohermanos
se meantojaron,
por espaciode
unassemanas,
seresajenos,
sinhonda
conexión conmigo.Por
otraparte,
el repertoriode
problemasque enParís
nos ocupabanla
mente,
en
Gerona
notenían
sentido para nadie.Intentábamos
hablar
de
las
sesionesde la
ONU,
de los
judíos,
de
los
sacerdotesobreros, de Indo
china
y
nuestros conciudadanos nos replicaban conimportantísimos
datos
relacionados con elfútbol,
con el bailaflamenco
y
conla lla
mada
fiesta
nacional:los
toros.
La
falta de
curiosidad,la
abundanciade
"tebeos",
la monotonía,
elléxico
increíblemente
restringidoy
pri mariode la
gentede
España
nosdañaron
como a vecesdaña
elinvierno. Me
pregunté si en"Los
cipreses creen Dios" nohabría
idealizado
yo a mi ciudad.Recorrí
los lugares
quehabía descrito
enel
libro y
no supesi patalearde
rabia o echarme allorar.
Decidimos recorrer
España
entera —condición para abordar"Un
millón
de
muertos"—
y
entretanto ofrecer"Los
cipreses creen en Dios"a algún editor español. Ni una cosa ni otra
había
de
resultarnosfácil.
Para
viajar carecíamosde
dinero;
en cuanto a conseguireditor,
mecostó
Dios
y
ayuda.Los
editores se asustaban ante 'alquelingente
mamotreto,
ante aquel novelónde 900
.páginas mecanografiadas quetrataban
de
la España
anterior ala
guerra."¿A
quién puedeinteresar
eso?",
medecían. Al
cabode
unahumillante
peregrinaciónfirmé
el contrato conla
"EditorialPlaneta".
El
modesto anticipo —tres
milpesetas— que recibí nos permitió subir al
tren
e
iniciar,
en cochesde
tercera y
pensionesdesangeladas,
nuestro contacto conEspaña. Qui
simos visitar
todas las provincias,
una por una.Visitar
los
lugares
donde
se produjeronlas
batallas
másimportantes,
palparlos
muros; contemplar alos
niñosde
los
suburbios,
ver mecerselos
trigales.'¡Cuántas emociones nos
deparó
el viaje!Nos
pareció que elpueblo'
antinomia creaba una suerte
de desorbitación.
La
gente prestaba atención avariascosassimultáneamente,
volvíade
continuola cabeza,
y
los
varones salíande
la barbería
con un curioso airede
voluptuosidady
de
suficiencia.Nuestro
propósito era regresar aGerona
una vezterminado
elviaje e
irnos luego
aItalia
a escribir"Un
millónde
muertos".Nos
precedería
toda
la información
recogiday
nosinstalaríamos
enRoma,
ciudad que nos
había
subyugado.Me
buscaría la
correspondenciade
algún- periódico
o,
en sudefecto,
y
para podersubsistir,
le
pediríamosal
Papa
quehiciera
un milagro.Inesperadamente
se produjo undramático
quiebrode
mi salud:el
túnel
negro queha
ouedadodescrito
en"Los fantasmas
de
mi cerebro". El hecho me pilló
tan de improviso y
tan
falto
de
recursosespirituales, oue me acobardé
hasta
inspirar
lástima.
Nos
insta
lamos
enMadrid,
en esperade
mi recuperacióny
de
que apareciera enlos
escaparates:"Los
cipreses creen enDios".
Mi
(recuperación nollegó;
en cambio, sí apareció ellibro.
Y
en el acto medi
cuentade
que monisieur Jean 'Chuzeville mehabía
lle
vado correctamente
de la
mano: Mi mayor consuelo era oírle a unlector
común:"Me
olvidéde
queleía
unlibro. Me
parecía estar viviendo con
la
familia
Alvear enGerona,
en su casa conbalcón
sobre el río".No
otra cosahabía
pretendido con mi obra, renunciando alestetismo
y
ala
'brillantez.De París
me comunicaban que ellibro
empezaba a
dar la
vuelta al mundo.Empecé
a escribir"Un
millónde
muertos"en
Palma
de Mallorca.
Fue
mi etapade
angustiay
de
electrochoques.Me
faltaban
las
fuerzas
y
no podía concentrarme, porque padecía constantementede
vértigo.Pero
escribíatodo
eldía,
aunque cosasinconexas. De
allí salieron na rraciones cortasy
multitudde
textos
extraños,
redactados en un estado casi sonámbulo.En
ese estado escribí''Todos
somosfugitivos",
libro
que no conoce apenasnadie,
y
la
narración "Muertey
juicio
a aGiovanni
Papini",
que es probablementela
producción mía más conocida entodas
partes.Salimos
nuevamentede
España,
pues me resultabaimposible
tratar de
nuestra guerra viviendo aquí.Las
aristasdel
trato cotidiano,
la lectura de
los
periódicosy
el clima mental reinante en elterri
torio
no me permitían .conseguirla
necesaria perspectiva.Recorrimos
toda
Europa hasta
afincamos enAlemania,
enFin
visitar
de
pasada un país oinstalarse
enél
para ivivir.Como siempre,
entodas
partes me apresuraba a visitarlos
manicomiosy
los
cementerios.
En
lAlemania meimpresionó
mucho el 'cementeriode
Bonn,
donde
están enterradosSchuman,
su esposay
la
madrede
Beethoven.
En Dinamarca
meimpresionó
mucho el cementeriode
Copenhague,
en el que estánenterrados,
a escasos metrosde
distancia,
Kierkegaard,
el
hombre
de
la
duda,
y
Andersen,
elhombre
de la ternura.
Allí
estánlos dos
escritores,
enterrados'bajola
misma capade
nieve,y
entorno
a suis panteones
juegan
sin jcesar niñosdaneses
d¡e)
extraordinariabelleza,
llevando
jerseys llamativos y
casquetes con 'borla colgante.En
Finlandia
meimpresionó
muchola
tumba
de
SibeQius,
el genialmúsico que
tan
poderosamente acertó adescribir
el ululardel
vientonórdico
y la
pazde
los
lagos.
Mi
novela"Un
millónde
muertos",
avanzó conlentitud.
¡Quélección de
humildad
escribir en un paíslejano!
En Helsinki
no meconocía nadie.
Era
una gotade
aguaen el océanonevado,
un pigmeointelectual.
Tampoco
rae conocía nadie enZurich,
donde
escribí a pocadistancia de donde
estaba enterradoTomás Mann.
Mi
propósito al escribir"Un
millónde
muertos"era
doble. En
primerlugar,
y
sobretodo,
hacer una obraartística;
en segundolugar,
hacer
una vivisecciónfundamentalmente
psicológicade los
elementoshumanos
ehistóricos
que compusieron nuestrodrama
fratricida.
El
peligro radicaba enlos
hombres
levantados1en
los
te
rrenos
de lucha
¡Oh, no! yo nodebía
caer en esteerror,
y
tampoco
había
de
escribir unlibro de
guerra ala
antigua usanza.Holgaba
describir
las
trincheras
conbarro,
actosde
heroísmo y
recuerdos nostálgicos de
la
aldea.Todo
ellohabía
sidohecho
unay
mil veces.Mi
relatohabía
de
ser posterior aFreud y
Remarque,
la
guerraindividual
de
cada criaturay la
conjuntade
todo
un pueblo.Abrirse
a compáspor
toda la
geografíaibérica,
simultaneandolas dos zonas, y
alfinal
cerrarse
de
nuevo enGerona,
cerrarse comola ¡boca
de
unpez,
puesprecisamente por
Gerona tuvo lugar
la
retiradadel
Ejército
vencidohacia
Francia,
la
retiradade los
quinientos milhombres
y
mujeres que se refugiaron en el país vecino.A
veces me preguntaba:"¿A
santode
qué removerla
gigantesca herida?"En
el acto mesobreponía,
pues eltema
estaba ahíy
tenía
un
interés
universal.Lo
que ocurría era que yodebía tratarlo
a mi manera.Y
asílo
hice. Sin
utilizarlos
llamados
materiales "objetivos"o
los
"diálogosmagnetofónicos",
olas
llamadas "técnicas de
contra punto".Consideraba
y
sigoconsiderando,
que abase de
objetivismo —que no eslo
mismoque objetividad—contra-punto,
niBalzac,
niTolstoi
sehubieran
¡ganado un puesto en el corazón
de
los hombres.
Opté
por cargarla
notapoética,
puesla
poesía es el elementoque
perdura,
y
por sumergir un pocola
individualidad de
los
personajes en
la
voráginecolectiva,
por entender que enépoca
de
guerraasí ocurre.
En
eltercer
tomo,
el que escribiríaluego
centrándolo enla posguerra,
los personajes,
de
regreso a sushogares,
recobrarían] supeculia e
intrínseca
importancia.
Al
decidirme
por este modode hacer
no pretendía que
fuera
el único modoposible,
ni elmejor;
simplemente era mi modo
y
ello mebastaba.
Ahora
bien,
comprendía que otros escritores podíantratar
eltema de la
guerradesde ángulos
com pletamentedistintos;
que podíandescribirla,
porejemplo,
con sólo eldrama de
unhombre
y
un perro.Pero
a mi me ocurre que me apasionan con
idéntico
vigorlo individual
ylo multitudinario, los
primeros planos
y las
visionesde
conjunto. Me emocionaAndorra,
porlo
pequeño quees;
perotambién
China,
porlo
quetiene de
grande.Como
le
dice
a JulioGarcía
unode los
personajesde
milibro,
el doctorRelken:
"Mi cerebro melo
pago yo".Terminé
"Un millónde
muertos"en el verano
de
1960,
en unpueblo
de
la costacatalana,
Arenysde
Mar.Las
reacciones en Españafueron
tremendas: "¡Gironella
esmasón,
escomunista,
es un .peligro,una catástrofe nacional!"
Los
exilados,fuera,
escribíaiTi cosas equivalentes,
sólo que al revés."¡Gironella
esfascista!
¡Primero nos atacócon el fusil
y
ahora conla
pluma! ¡Atodos los
militareslos
describe
guaposy
atodos los milicianos, feos y
salvajes! ¡Es un agentede
Hi-tler y de
Mussolini!"Confieso
quetales
reacciones me parecieronlógicas.
Yoiba
porun
lado y
los
protagonistasde
la
guerraiban
por otro. ¡Ellos necesitaban
untenor
que cantara suópera;
yo era unhombre
que escribíasiguiendo
los
consejosde
mi amigoJean
Chuzeville:
seleccionandolos
elementos que me parecieran
de
valor permanente, o eternos.Además,
debía
serfiel
a mi idiosincracia y no convertirme enla
vozde
suamo,
enla
vozde
ningún* amo. Un artista ¿noha
de
serlibre tocante
a
la interpretación de los hechos?
Un artista notiene derecho
afal
sear una
fecha
alos términos de
undocumento;
pero,
en el planohumano y novelístico,
puedeperfectamente,
creoyo,
impresionarse
lo
mismo porla figura
de
Durruti que porla del
obispode
Gerona-■•Además,
¿a santode
qué existela
obligaciónde
afirmar:éste
esCaín,
éste
esAbel?
Semejantetarea
discriminatoriaincumbe
aDios;
v alos
políticos.Pero
un novelista, ¿por quéha de hacerlo? Un
artistaes
libre
de
entusiasmarse porla figura de San Francisco de
Asís;
pero simultáneamente puede
hacerlo
porla
de Atila
ode Fidel Castro.
sindicales,
no mehicieron
el menordaño.
A
mílo
que meinteresa
es el arte.Por lo
demás,
mi postura recibió el espaldarazo cuandoempezaron a publicarse
fuera de España las
traducciones de
la
novela.Fuera
de
España,
exceptuandolos fanáticos de
uno u otrocampo,
quetambién
allílos
hay,
milibro
empezó aleerse y
sigueleyéndose
comotexto
psicológico.Y
se opinade él
que es 'bueno o malo por razonesartísticas,
no por otras razones.Naturalmente,
enEspaña
empieza ya a ocurrirla propio,
porque eltiempo
va pasando.Es
la
evolucióninevitable.
Nada
hay
tan
provisional comolas banderas
políticas.En
los
añosinmediatos
ala terminación
de la guerra, los
adjetivos quese aplicaban a
Unamuno,
aOrtega,
aMachado,
eran escalofriantes.Los ánimos
estaban calientesy había
que sepultar aquellas voces untanto
"heterodoxas".
¿Quéha
pasado? Loshombres
queinsultaban
a
dichos
escritores se han oscurecido ipara siempre, entanto
queUnamuno,
Ortega y
Machadohan
resucitado con espléndida energía.Bueno,
la
vida continuó. • •Después del
esfuerzo que supuso"Un
millónde muertos",
sentimosla
necesidadde Viaiar de
nuevo, esta vez por otros continentes.Fuimos
aAmérica,
aÁfrica y
aAsia. Ein
el
intervalo,
escribí una novela corta"Mujer,
levántate y
Anda",
auees
de las
cosas que personalmente más meinteresan, de
mi producción.Pero
el golpe fuertelo
recibí enAsia.
Oeilán
iprimero,la India
des-«pues,
en seguida elJapón. Fruto de
estas singladuras foorOriente
son mis
tres
libros
de
viajes:"Personas, ideas,
mares","El Japón y
su duende" y
"China,
lágrima innumerable".
Libros escritos con mu cha sinceridad y mucha libertadde
pensamiento, puesto ¡que a medida
que avanzo en añosy
voy quemando mi vida entrela
mesade
trabajo y
el contacto con culturas exóticas, másy
másvoy
conven ciéndomede
quehay
que verlas
cosasdesde
muchosángulos
rparahacer
diana. Hemos
penetrado enla
erade los
intercambios,
de
la
fabulosa
información,
del
turismo y de los
matrimonios mixtos.Ve
remos cambios
muy
grandedebido
a ello yhav
quedejar
constanciadel fenómeno. En
miinfancia,
por iSemanaSanta
íbamos
al monte a matarjudíos y
al pasar pordelante
de
la
casade
un protestantenos persignábamos como si echáramos al
demonio. Ahora
resulta quehay
que abrazar a unosy
otros.También
recuerdoque,
allá porlos
años
treinta,
enGerona
había
un señor quehabía
estado enLondres.
Todo
el mundolo
miraba conrespeto,
como si iguardara en su cabeza apasionantessecretos, y
no sólode
'Scotland
Yard.
Ahora
hay
muchachos
de
quince años quehan dado
ya media vuelta al mundo.De
mí puedo
decir
que esta aperturade
compásha influido
enlo
máshondo
de
mi ser.No,
ya no puedo escribirigual
queantes,
después
de
haber pisadotierras de
Oriente. Los
occidentales corremos el peligro
de
asfixiar nuestro espíritu enla
nave asépticade
nuestrasconquistas.
No,
la
existencia es algo más complejo que estas conquistas.En Tokio he
vistoingenieros
americanos palidecerde
emoción anteLos orientales,
incluso
si sufrende lepra
o si pasanhambre
nosdan
lecciones
imborrables
con su solapresencia,
o con una sola palabra.En
miúltima
estancia enAsia,
el pasadoinvierno,
durante la
cualrecorrí ocho
países, desde Thailandia
aFilipinas,
le
pregunté a un chino cómole llaman
ellos alavión, y
me contestó:"Pájaro
eléctrico".Pájaro
eléctrico.•• ¡Soberanalección
de
poesía!Y
al preguntarle aun
budista
qué opinabade
Cristo,
me contestó:"No
puedollamarle
padre, porque mi padre es
la
Creación;
peroCristo
erabueno
y
lo
considero mi
Hermano Mayor".
'Asia,
porlo
tanto,
ha
sido miúltimo
enriquecimiento,
en el que piensoinsistir.
Por supuesto,
la
vivencia orientalha
introducido
en miformación,
con másintensidad
que cualquier otra otra vivenciaanterior,
elincómodo
pajarillode
la
duda,
y
cuantohe
escrito, y
cuanto
estoy
escribiendo', delata de
modoirreversible
estetemblor. Por
fortuna,
setrata
de
unaduda
queno malograla
capacidadde asombro,
sinotodo lo
contrario.Cada día
que pasa me asombra más el espectáculo
entorno y
siento una mayor curiosidad.iEs
como si metrasla
dara
sincesar,
en el cementeriode
Copenhague,
de Kierkegaard
aAndeitsen. Ello
espropio,
supongo-,
de
quien notiene
nada resuelto.Yo
notengo
nada resuelto.Cuando
mandéimprimir
aquellas parti cipaciones quedecían:
"¡Por fin
se casan-■•!"
estaba seguro
de
muchascosas.
Sabía
por quétenemos
dos
pies,
por quédurante
la
guerralos
moros
temían tanto
ala
aviación,
por quéMadrid
esla
capitalde
España. Ahora
no sé nada.Tengo la
impresión de
haber
vivido milañoSj
pero no sé nada.La
relatividad.Y
digo todo
esto sinjactancia,
pues no va uno a
jactarse de
no saber si elinfierno
existe o no.Es
una
actitud,
ante elmundo, humilde y
respetuosa,tan
respetuosacomola
que sentíanlos
gerundenises por aquel señorque,
allá porlos
añostreinta,
había
estado en Londres.Los
hombres
que están segurosde
todo,
del
por qué nacierony de
cuál es sufinalidad,
notienen
porqué asombrarse.Para
ellos nohay
misterio.Para mí,
encambio,
resulta misterioso cualquieracontecimiento,
por minúsculo que sea.Tal
vezme
haya influido
aquel proverbioárabe
quedice:
"el galloha
de
cantar,
perola
mañana esde Dios". O
aquel proverbiocingalés, de
las
plantacionesde
té,
quedice: "Una hormiga
viva es más grande queun elefante muerto".
En
esas condiciones escribí"Ha
estalladola
paz",
eltercer
volumen de
mi proyectadatrilogía.
Trilogíaque,
comoindico
en el prólogodel
libro,
he
decidido
ampliar,
paradedicarle
ala
posguerraespañola
lo
menostres
o cuatrovolúmenes,
hasta quetermine
el ciclopolítico-social que estamos viviendo.
Esta
ampliaciónde
la
idea
ori ginaltiene
dos
motivos.El primero,
que yo no podía sospechar quela
posguerradurara
tanto,
y
contanta
monotonía.•■ Elsegundo,
quede
pronto advertí quelos
personajesy la
atmósfera creados enlos
tres
desde
ellalanzarse
a escribir no sólola
crónicade
España
sinola
crónica
de la época
entoda
la
tierra.
En
efecto, pienso,
enlos
próximos
tomos,
convertir aGerona
en el sismógrafo que registretodos
los
acontecimientos'importantes
que se suceden en nuestrosdías. Los
personajes que
iniciaron
suitinerario
en"Los
Cipreses
creenDios",
a partir
de
ahora reaccionarán, cada cual a sumodo,
cuandoRusia
lanza
al cielo el primersputnik,
cuando muereJuan
XXIII,
cuandocae asesinado
Kennedy,
cuando saltan al ruedolos
Beatles,
y
continúacruentamente!
la
guerradel
Vietnam y cuando aparecen por ahí esosjóvenes de
géneroindefinido
que se cuelgan campanillas,flores
v setatúan,
elcuerpo,
convencidosde
quedescubren
algonuevo, inédito
v
virginal,
siendo así que algunosde
nuestros anarquistas se adornaban
tiempo
ha
conlos
mismo citados elementos v que existenciertas
tribus
malavo-íDolinesias aue se exhiben normalmentede
esemodo v practican
también,
y
entodas
direcciones,
el amorlibre.
Mi
intención
es, pues, en esa seriede
nóvelas 'sordísimas auede
vez en cuando
lanzo
alos
escaparatesde
las librerías, dar testimonio
de la
evoluciónde
nuestraépoca
enla
tierra
toda:
de
su evoluciónpsicológica,
técnica,
científica, moral, etcétera.Sin
renunciar aGerona
como eip
peoPTáfieo, fíaro está: para evitar
la dispersión. He
de
registrar el fenómeno
de la
masifiración oro^esiva: elde la
subversiónde
determinados 'valores hasta
ahora considerados saerados; elde
lainvasión
de
la
imagen;
elde
la
rfibeldía; eldel
ecumen.ismo;el despertar1
del
tercer mundo.Mi
pobreIenacio
Alvear.
aue a medida
düé
avance er. añosirá
pareciéndose cada vez más a mímismo,
aue irá'siendo cada vez más un oersonaie autobio°Táfico, sentirá, za
randearse su espíritu cada vez con mavor violencia
y
atenor
de la
extremada complejidad
de
nuestrotiempo.
Y
cada vez más amarála
dignidadhumana,
el respeto ñorla
.persona, auelos
estadostota
litarios
blclauean amparándose en sloerans nue ellos mismos calificande
sacrosantos, y cada vez más amarála libertad.
La
empresa es ardua.No
setrata de
seguirla
parábolade
unindividuo
sinode
varias generaciones.Pero
la
aventura me encanta.Es
una gimnasia apasionantey
me conmueve este génerode
novelasen
episodios,
cuyos precedentesilustres
sonla
"Comedia
Humana",
de
Balzac
—lo
de Galdós
es otracosa—
,
"Les hommes de bonne
volonté",de Jules
Romains,
y "Les Thibault".
lEn
"Ha
estalladola
paz",
porejemplo,
presento a un chavalllamado
Eloy,
aficionado alfútbol. Pues
bien,
ese chaval será elque,
cuando me correspondadescribir
el año1964,
conseguirá, comohizo
Marcelino,
el golde
la
victoria contralos
rusos. En el próximo
volumen,
aMatías Alvear la
guardia civille
impondrá
una multa porque al salirdel
agua,
enSan Feliú
de
Gixols,
no se cubriráninmediatamente
el cuerpo con elalbornoz;
lo
paso en grandeimaginando
los
comentariosde
Matías
cuando años mástarde,
bajo
el mismoRégimen y
por necesidadde
divisas,
mi personaje contemple
los
sensacionalesbikinis
que sehan
apoderadode todo
ellitoral
español.Entretanto,
sinembargo;
mehe
tomado
un compásde
espera.Ahora estoy
escribiendo mi cuartolibro
de
viajes,
que setitulará
"En
Asia
se muerebajo las estrellas", y
yatengo
muy
avanzada unanovela sobre
la
juventud
actual.En
estanovela,
que setitulará
"Con
denados
avivir", he
puesto muchas esperanzas. Eltema
estrascen
dente,
digo
yo.La juventud
seha
convertido en protagonistade
nuestro tiempo.
Mejor
dicho,
los
mayoreshemos
convertido alos jóvenes
en
protagonistas,
tal
vez porque eltiempo
que vivimos no esde
signoreflexivo sino
de
algovital,
ovitalista, y
esla
juventud la
que poseela
vitalidad.En
cualquiercaso,
vivo el problema contoda
la inten
sidad que me es posible
y
procuro matizar el máximoy
nodejarme
influir
ni por actitudes anacrónicas ni porfáciles
espejismosde,
originalidad.
La
juventud
actualtiene
susrazones, y
selas
daremos;
pero
tiene también
sussinrazones, y
selas
daremos
también.
Aunque,
como
siempre,
mifinalidad
primordial no será actuarde
juez,
condenar
oabsolver;
alo sumo,
mifinalidad
será una vez más actuarde
notario, y,
sipuedo,
actuarde
artista,
pueslo
que cuenta endefinitiva
es el arte
y
nola
moraleja,
aun cuando no es raro que una obrade
arte se convierta misteriosamente en semilla
bienhechora,
como ocurrecon
las
lluvias
oportunas o conlos
vivificantes rayosdel
sol.Amigos
míos,
.eso es todo-- Tal comodije
alprincipio, he
expuestosomeramente en qué consiste
la intención de
mi obray
cómoésta
seha
ido
elaborando,
día tras
días,
hasta
unnúmerototal de
doce
libros,
con mayor o menor
alegría,
con más o menosdolor.
Me
gustaríaterminar diciendo
que no me arrepientode
nohaber
sido,
como soñé en miinfancia,
pianista.--Todos
los
días,
altomar
la pluma,
siento unainmensa
gratitud.Escribir
es mivocación,
comoio
erapara mimaestroGiovanni
Papini. Escribireslanzar
unajabalina
al
aire;
nunca se sabedónde
caerá.Puede
perderse a mitadde
camino;
pero puede
también
clavarse en cualquier almasolitaria,
muy
lejana,
que
la
estaba esperando.¡Oh,
sí! nada meimpresiona
tanto
como verlibros
míostraducidos
aidiomas
extraños. ¿Es posible que aquellosgarabatos que
llenaron
un papelblanco
en midespacho,
al cabode
un
tiempo
absorban el pensamientode
unhomore de
Estocolmo,
nacido en una noche
de viento,
de
un estudiantede
Heidelberg,
de
unacansada mujer
de
Sao Paulo? Es
la
grandezay la
responsabilidadde
mi oficio.
Y
también
la dificultad. A
veces me parece que escribir estan difícil
como encaramarme a una alta pilade
tapones,
juego
queincluso de
niño me costaba granesfuerzo,
habida
cuenta de que lostapones
resbalaban unay
otra vez.Al escribir, lo
que resbala sonlas
palabras,
las
cualestambién,
aligual
quelos
tapones,
al entrechocarpueden producir —
y
sehan
dado
casos— un ruidoinfernal.
Y
nada más.Me
vuelto a micasa,
a proseguir mitarea. He
de
volver sin
demora,
inmediatamente,
porquede lo
contrario,lo
queestallaría