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Incentivos perversos en la educacion

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LOS INCENTIVOS PERVERSOS EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR.

INTRODUCCIÓN.

Se puede afirmar, casi con certeza, que todos percibimos que hay un problema con la educación en México. Aunque una cosa es la percepción y otra es que en realidad1 exista tal problema, parto de la premisa de que, en este caso, la percepción no es engañosa, es decir, sí existe un problema con la educación.

Para complicar aún más las cosas, no se trata de un problema unidimensional, es decir, debemos hacernos el siguiente tipo de preguntas: ¿Estamos hablando de educación básica, media o superior? ¿Estamos hablando de escuelas públicas o privadas? ¿Estamos hablando de escuelas rurales o urbanas? Aunado a estas, y otras preguntas que se pueden hacer, no se trata de un problema con una sola causa.

Para empezar, debemos definir qué se entiende por un problema en la educación. Allí es donde uno está tentado inmediatamente a pensar las cosas con indicadores y datos duros: “hay un problema porque de acuerdo con la OCDE, México ocupa uno de los últimos lugares en desempeño académico”, “hay un problema porque 8 de cada 10 estudiantes que ingresan a la educación media superior no saben dividir”, “hay un problema porque más de la mitad de los alumnos ha sufrido algún tipo de bullying”2; en fin, no necesariamente por usar números en nuestro discurso estamos siendo más rigurosos. De hecho, parto de esa premisa también: depender exclusivamente de investigaciones cuantitativas (u otorgarles un mayor peso que una investigación cualitativa) es parte del problema en la educación.

Esto nos lleva a la pregunta de, ¿qué se entiende entonces por un problema en la educación? La respuesta que le doy es, todo lo que impide o representa un obstáculo para que funcione adecuadamente una escuela. Esta definición es lo suficientemente amplia como para entender que en una escuela (física o virtual), que es donde se lleva a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje de ciertos temas en específico, intervienen distintos actores: estudiantes, profesores, administrativos, padres, etc. Asimismo, pone las cosas en términos pragmáticos, ¿cuál es ese contenido específico que se encarga de enseñar una escuela? ¿A qué nos referimos con que una escuela funcione adecuadamente? Las respuestas a esas preguntas las puede contestar la sociedad misma, un dictador benevolente, una élite de expertos, etc., pero siempre en términos de que la enseñanza se hace para algún fin3.

Dado este esbozo, es claro que el problema con la educación, es decir, todos los obstáculos o impedimentos que se le anteponen al funcionamiento adecuado de las escuelas, es un fenómeno multicausal. Cuantificar este problema con la educación sería una labor muy difícil de hacer. Suponiendo que se lograra hacer con muy poco error en la aproximación, descomponer la varianza y atribuirle tanto por ciento de la varianza explicada al bullying, tanto por ciento al uso de variables dummies como género, si la escuela es rural o urbana, pública o privada y categorizar en todos los demás grupos que se nos ocurran, no estará brindando una explicación satisfactoria, sobre todo porque pertenecer a un grupo u otro no es algo que se puede cambiar tan fácilmente.

A modo de finalizar la introducción, terminaré por hacer explícito el supuesto que hago de que las universidades, aunque antes se consideraban como lugares privilegiados (donde sólo una élite intelectual

1 ¿Qué se entiende por realidad? ¿Realidad material o realidad como interacción del logos con el mundo?

2 Estos datos son inventados, pero son plausibles

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podía entrar), ahora se están volviendo un lugar donde prácticamente cualquiera puede entrar. Además, supuestamente es donde, o bien, se genera el conocimiento que hace que la sociedad progrese o forma el capital humano que después va a la iniciativa privada u otras instancias a generar o divulgar el conocimiento que supuestamente hace que la sociedad avance.

Es por eso que me centraré en la educación superior, sin mencionar que es lo que mejor conozco y hay otras razones personales por las que prefiero hablar sobre educación superior. Adicionalmente, de todas las posibles causas del problema que hay con la educación, me centraré en los incentivos perversos, pues estos sí son susceptibles de cambiarse con relativa facilidad, sin que por ello asuma que una cantidad exagerada de la varianza explicada se debe a estos incentivos. Pasemos pues a definir qué es un incentivo perverso y a identificarlos en la educación superior mexicana.

INCENTIVOS PERVERSOS.

Se entiende por incentivo cualquier consecuencia de una acción, que hace que ésta (i.e. la acción) se vuelva más probable en el futuro en circunstancias similares. Esto quiere decir que puede tratarse de un premio o de un castigo. Por poner un ejemplo, supongamos que queremos que se haga más frecuente el tirar la basura en los botes, en vez de tirarla en la calle, es decir, deseamos incentivar que la gente tire la basura en los botes. Para conseguir esto, podemos implementar un premio, por ejemplo, si se trata de un infante, podríamos elogiarlo cada vez que se comportara adecuadamente; pero también podríamos (presumiblemente) conseguir este resultado multando a los adultos que no obedecieran un reglamento que estipule que es obligatorio tirar la basura en los botes.

Ahora bien, un incentivo perverso, es un incentivo que de hecho favorece la ocurrencia de exactamente lo contrario a lo que originalmente debía ocurrir. Por ejemplo, si se les pagara a los bomberos de acuerdo con el número de llamadas atendidas, es decir, cada vez que hay un incendio y responden al llamado, lejos de disminuir el número de incendios, evitará que los bomberos hagan o promuevan una labor preventiva, pues su ingreso depende del número de emergencias a las que atienden. Es claro en este ejemplo cómo puede ser contraproducente un incentivo mal planeado y a eso, en breve, es a lo que se le llama un incentivo perverso.

INCENTIVOS PERVERSOS EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR.

Retomando lo que se mencionó en la introducción acerca de qué se entiende por un problema en la educación, los incentivos perversos en la educación superior se entenderán como incentivos mal planeados que impiden o son un obstáculo para el buen funcionamiento de las escuelas de educación superior, i.e. universidades, instituciones, colegios, etc.

A continuación, se enlistarán algunos incentivos perversos:

• A los investigadores se le premia según el número de publicaciones. El efecto deseado es que aumente la productividad de los investigadores, lo que realmente se obtiene es que se publican artículos mediocres en términos de contenido, metodología, análisis de datos, etc.

• Se les premia a los investigadores según el número de citas. El efecto deseado es que se debería de premiar a la investigación más influyente, lo que en realidad se obtiene es que muchos árbitros y editores de revistas científicas exigen que se les cite como requisito para ser publicados.

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alumnos dejen a la mitad sus estudios, lo que realmente se obtiene es que la matrícula aumenta, los requisitos de ingreso, pero, sobre todo, los requisitos de titulación, se vuelven más laxos, y en general se bajan los estándares, generando así una sobreoferta de licenciados, maestros y doctores, que va más allá del número de puestos que pueden absorber las escuelas, sobre todo a nivel posgrado.

• Se incentiva más a la investigación que a la docencia. El efecto deseado es que se genere más conocimiento del que se divulgue, el efecto conseguido es que la carga docente es absorbida por profesores adjuntos, quienes muchas veces son explotados en términos de una remuneración pobre (si es que existe tal remuneración), mientras que los investigadores reciben una mayor remuneración que no es justificada por la calidad de sus contribuciones (como ya se expuso con anterioridad). En cuanto a este punto, vale la pena cuestionarse si de verdad resulta más útil la investigación que la docencia.

• Se otorga con mayor facilidad presupuesto en las áreas que constituyen las “STEM” (por sus siglas en inglés, Science, Technology, Engineering, Math) que en cualquier otra área. El efecto deseado es que la investigación se siga especializando en áreas que han demostrado ser más útiles que otras. Sin embargo, sería muy difícil contender que las STEM han resultado ser más útil en términos de promover la existencia de una población “más feliz”. En cierto sentido, han puesto y están poniendo en peligro muchos trabajos que en el futuro serán automatizados. Además, se podría debatir que puede resultar más benéfico financiar una investigación en las ciencias del comportamiento para reducir gases de efecto invernadero en vez de financiar una investigación en desarrollo sustentable. Cabe preguntarse entonces, ¿en qué sentido es que estas áreas han resultado ser más útiles que otras? Personalmente, creo que la respuesta estriba en el hecho de que estas investigaciones han logrado ser más útiles es en términos de no atentar contra el estatus quo económico. Nótese que se dijo status quo económico, y con esto se alude a la productividad, pues como también se mencionó previamente, estas innovaciones están volviendo obsoletos ciertos trabajos y poniendo en riesgo algunas profesiones, por lo que sí atenta contra el status quo en otros términos, por ejemplo, en términos laborales, estilo de vida, relaciones humanas, etc.

El lector atento se habrá percatado que la mayoría de los incentivos perversos que se han mencionado (si no es que todos), están expresados en términos monetarios y no es casualidad. En efecto, en la mayoría de los incentivos perversos de los que se puede poner ejemplo, jugará un papel importante el dinero por tres razones principales.

La primera es que hacernos la siguiente pregunta genera cierta ambigüedad: ¿qué es reforzante para las personas y qué es aversivo? La ambigüedad se debe a que, lo que para una persona puede ser reforzante, para otra puede ser aversivo. Sin embargo, para todos es reforzante el dinero porque es necesario para después ser cambiado por alimento, vivienda, ropa y demás necesidades y lujos. El problema es que la misma cantidad de dinero no es igual de reforzante para todos.

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concreto: los padres llegaban tarde por sus hijos. A los dueños de la guardería se les ocurrió incentivar la conducta de llegar de forma puntual por sus hijos mediante una multa que debían pagar los padres que llegaban tarde. Sorprendentemente, lo que sucedió es que más padres empezaron a llegar tarde por sus hijos. La razón por la que esto ocurrió es que la multa no fue lo suficientemente elevada como para que los padres lo vieran como algo aversivo, de hecho, lo vieron como un precio muy bajo que tenían que pagar por el más grande beneficio de tener a sus hijos en la guardería más tiempo. Esto se debió a su vez al hecho de que la misma cantidad de dinero no representa el mismo valor subjetivo para todos; mientras que los dueños de la guardería lo veían como un precio adecuado, los padres lo vieron como un precio mínimo.

La tercera razón se debe a que usar el dinero como incentivo resulta más eficiente que usar otros premios o castigos. Además de que el dinero es universalmente reforzante (si se nos da) y universalmente aversivo (si se nos quita), es fácil establecer un incentivo en términos monetarios, lo único que se tiene que hacer es dar cierta cantidad de monedas, o billetes, o papeles que pueden ser cambiados por billetes, o unos dígitos extra en la cuenta de banco de la persona, etc. Y hoy en día, eso se puede hacer desde la comodidad de la casa con una computadora. Es más fácil y práctico llevarlo a cabo que otros premios y castigos, porque el dinero se puede usar para ser canjeado por cualquier cosa agradable, y si se nos quita dinero, o se nos da, esto afecta el poder adquisitivo ceteris paribus.

Ahora bien, además de la lista previa de incentivos perversos, que no fue exhaustiva, sino que sirvió de propósito para ilustrar su existencia en la educación superior; vale la pena mencionar la supuesta Ley de Goodhart.

LEY DE GOODHART.

Esta supuesta “ley”, en realidad es una tendencia propuesta por Charles Goodhart, que a grandes rasgos dice: “cuando una medición se vuelve un objetivo en sí misma que hay que alcanzar para que ocurra cierta consecuencia, en ese momento, deja de ser un buen indicador de aquello que supuestamente mide”.

Se puede ver cómo opera esta ley en los algunos de los ejemplos anteriores, piénsese el caso de la incentivación de acuerdo con el número de publicaciones, en tal caso, se premia según el número de publicaciones por unidad de tiempo, se podría decir, “en el año 2018, el Dr. Fulano de tal publicó ‘x’ cantidad de artículos, por lo que tiene derecho a ‘y’ cantidad de pesos adicionales”. Este indicador, supuestamente es un indicador o proxy de la productividad del investigador, sin embargo, se acaba por convertir en un objetivo que hay que alcanzar para obtener cierta consecuencia: “si el Dr. Fulano de tal quiere obtener ‘z’ cantidad de pesos, es necesario que publique ‘w’ cantidad de artículos”. Según la ley de Goodhart, el número de publicaciones estaría dejando de ser un buen indicador de la productividad, pues si los académicos quieren vivir dignamente, ahora es necesario que publiquen cierta cantidad de artículos, y lo harán a como dé lugar, sin importar que estén sacrificando la calidad con la que éstos se publican.

Además de los incentivos perversos y la ley de Goodhart de la que se ha hablado4, hay otras consideraciones que hacen que el ámbito académico se vuelve perverso.

4 Gran parte de esta propuesta fue inspirada en un artículo de Marc Edwards y Siddhartha Roy que está en las

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CONSIDERACIONES ADICIONALES.

i) Énfasis en las métricas cuantitativas del desempeño. Al respecto se hizo mención de la ley de Goodhart y también se dijo en la introducción que se partía del supuesto de que concederle un mayor peso o un peso exclusivo a la investigación cuantitativa sobre la cualitativa es un error, pues forma parte del problema con la educación5. Quizá haga falta ahondar más en este punto (aunque uno siempre puede lavarse las manos si hace explícito el supuesto del que está partiendo), así que empezaré por decir que las investigaciones cuantitativas y cualitativas no son mutuamente excluyentes en el sentido de que, a pesar de que nos guiemos por técnicas y análisis estadísticos muy sofisticados en una investigación cuantitativa, ésta no cobra sentido hasta que se haga una interpretación de los resultados. En otras palabras, poco sentido tiene el saber que alguna 𝐻0 fue rechazada con un 𝛼 = 0.05 si no sabemos cuál ha sido la hipótesis que se ha formulado. Por otra parte, ninguna investigación cualitativa será tomada en serio a menos de que en algún punto haga uso de ciertas estadísticas descriptivas elementales, o cuando menos, siga una estructura lógica en su contenido, lo cual no lo hace enteramente incompatible con un estudio cuantitativo. Entonces, las métricas cuantitativas, en cierta medida tienen que tener su contraparte cualitativa, pero el hecho de hacer énfasis en que uno es superior que el otro (como si se pudiera ignorar la ley de Goodhart, o como si se pudiera ignorar que las técnicas estadísticas son herramientas que llevaron muchos años para desarrollarse y que permiten hacer modelos formales de algún fenómeno), hace miope al investigador y lo vuelve un dogmático. Así pues, el desempeño no necesariamente se tiene que pensar únicamente en términos cuantitativos, que es precisamente lo que está ocurriendo hoy en día con la educación a muchos niveles, no sólo la educación superior. ii) Competencia para obtener un financiamiento. El discurso de que “un modelo competitivo es

mejor” es consecuencia de que la competencia está sustentada en la Teoría Económica Convencional. En ésta, si los agentes son competitivos6, entonces se llega a un equilibrio de mercado7. Con esto, se refieren a que, dada una asignación o dotación inicial de los recursos, si los agentes económicos cumplen ciertas características, entre ellas la competitividad, entonces se redistribuirán los recursos de tal forma que todos los agentes acaben con una cantidad positiva y de tal forma, que no se puede quitar una unidad de cualquier recurso para dárselo a alguien más sin hacer peor a alguien8 O dicho aun de otra manera, después de que cesen las transacciones, todos acabarán en una situación donde la cantidad que tienen de cada recurso es consecuencia de i) en qué medida valoran ese recurso y ii) en qué condiciones llegaron al mercado a hacer la transacción, i.e. cuál fue su dotación inical. En la Teoría Económica, se suele ver a la competencia perfecta como un modelo ideal, pues no hay lo que llaman pérdida de bienestar social, sin embargo, hay ocasiones en las que es conveniente que exista una estructura de mercado de competencia imperfecta, i.e. monopolio, oligopolio o competencia monopolística (por esta razón, no todo es el “libre mercado”). Sin embargo, se asume implícitamente que, en el caso de la educación, conviene más una estructura competitiva: “Pongamos a competir a los investigadores para ver quién amerita el

5 También constituye un problema poner a la investigación cualitativa por encima de la investigación cuantitativa

6 Y también deben cumplir otras características, por ejemplo, ser racionales

7 Técnicamente se garantiza su existencia y se supone que se llega a él por medio de algún proceso de ensayo y

error à la tâtonnement de Walras

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financiamiento de algún proyecto de investigación”, esto se ha vuelto un slogan implícito de quienes brindan financiamientos, por ejemplo, la DGAPA en el caso de la UNAM. El problema es que se ha justificado de mala manera la competencia. En la Teoría Económica de la que hablamos, quienes son competitivos son: i) Los consumidores en una economía de trueque o ii) Las empresas. Sin embargo, si ponemos a competir a los investigadores, a lo que en realidad se está asemejando es a una subasta. En la Teoría Microeconómica Clásica, mediante una subasta se le extrae el excedente del consumidor al ganador de la subasta, expresado en términos monetarios. El símil, en términos de subastar el intelecto o potenciales investigaciones por un financiamiento, es que, en principio se debería de exprimir al investigador para que aporte lo más que pueda, llevando sus capacidades intelectuales al límite, pues el mercado no es un lugar misericordioso. Ahora bien, es verdad que se cuenta con un presupuesto finito y que hay que asignarlo de la mejor manera dadas las restricciones, pero el problema es que el ambiente se vuelve perverso en el sentido de que propicia que los investigadores incurran en actos antiéticos, por ejemplo: i) Si tienen que competir con otros investigadores para obtener un financiamiento, probablemente se preste al desprestigio y a la difamación de sus colegas, con tal de enaltecerse ellos mismos. ii) Se puede prestar al nepotismo o al compadrazgo, de brindar financiamientos a gente cercana, llámense familiares, o quizá para evitar caer en sospechas (o ser tan cínico), a algún amigo. iii) Etc. Finalmente, no hay evidencia clara (hasta donde he investigado) de que un modelo educativo competitivo sea el mejor tipo de modelo educativo, porque se vende la idea de que competitivo está sustentado por la Teoría Económica, pero como veremos en el siguiente apartado, cuando pensamos a las universidades como firmas, en realidad no hay competencia perfecta.

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empresas (hay muchas universidades: UNAM, IPN, UAM, UACM, ITESM, UIN, ULA, UNILA, UP, UIC, U de Londres, Anahuac, Ibero y un largo etcétera), cada empresa produce un bien (o servicio) diferenciado (ya dijimos que los títulos no son iguales), las empresas compiten con base en la calidad, el precio y actividades del mercadeo (se hace mucha publicidad para hacer hincapié en la diferenciación entre las universidades, resaltando los beneficios de una y demeritando otras, por ejemplo, usando peyorativos como “universidades patito”, también por eso es que es tan importante el ranking en el que se encuentra la universidad, etc.), son libres de entrar y salir de la industria (quizá es la característica en la que menos se apega, pues la SEP regula esos procesos). Por lo tanto, es falso que la estructura que mejor represente a las universidades vistas como negocio es la competencia perfecta, en su lugar, es la competencia monopolística; como Apple, quien convence al consumidor de que su bien es único e irrepetible, a pesar de que hay sustitutos cercanos (e.g. en vez de usar una Macbook, uno puede usar una laptop de cualquier otra marca, sobre todo, si únicamente lo va a usar para revisar correos, emplear Office, escuchar música, y demás utilerías comunes a todas las computadoras portátiles). Y puesto que lo representa la competencia monopolística en vez de la competencia perfecta, no se pueden generalizar las características inherentes a la competencia perfecta al caso de las universidades. Al menos no sin advertirle al lector que proceda con sumo cuidado.

PROPUESTA.

Dado el panorama general, se ha convenido que el problema de la educación es muy amplio y que nos centraremos en los incentivos perversos por ser más fáciles de cambiar, sin que por ello asumamos que se acabará el problema, pues es multicausal. La propuesta es, primero, profundizar en algunos aspectos del problema de la educación que han contribuido a que el ambiente sea perverso9, ampliando la sección de “otras consideraciones”, para posteriormente ser más exhaustivo en la lista de incentivos perversos. Una vez identificados los incentivos perversos, se pretende hacer tres cosas: i) Someter a una prueba rigurosa que en realidad son incentivos perversos. ii) Proponer de una forma concisa, cómo contrarrestar los problemas que están generando estos incentivos perversos (para aquellos casos donde sí se pudo mostrar que eran incentivos perversos). iii) Finalmente, proponer un seguimiento, una forma de poder evaluar si la propuesta consigue o no sus objetivos. i

REFERENCIAS.

Edwards, M. A., & Roy, S. (2017). Academic research in the 21st century: Maintaining scientific integrity in a climate of perverse incentives and hypercompetition. Environmental Engineering Science, 34(1), 51-61.

Levitt, S. D., & Dubner, S. J. (2006). Freakonomics: A rogue economist explores the hidden side of everything. Penguin UK.

Loria, E., & Parkin, M. (2010). MICROECONOMIA versión para Latinoamérica.

9 A lo largo del documento se ha mencionado la palabra perverso, pero no se ha precisado qué significa. Se

entiende por perverso aquello que es nocivo o pernicioso, con la bandera de que en realidad es bueno. Puede ser

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Varian, H. R. (1992). Microeconomic analysis.

i El presente documento evidentemente NO cuenta con el rigor que debiera por varias razones, entre ellas: i) Es

una propuesta, por lo que puede ser pensado como un borrador. ii) Algunas de las afirmaciones que se hicieron son creencias, sin embargo, aun no se ha hecho la labor exhaustiva de consultar fuentes fidedignas que corroboren o refuten éstas. iii) Escribir desde un inicio con demasiado rigor puede ocasionar que las ideas se vean ofuscadas, por lo que el autor prefirió sacrificar un poco de rigor, para plasmar sus ideas, creencias e hipótesis y después ir refinando. Adicionalmente, se debe resaltar que el tema es susceptible de ser modificado sin que el autor objete demasiado, lo que sí tiene bien claro es que su línea de investigación es proponer mejoras en la educación superior.

Referencias

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