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El uso capitalista de la maquinaria: Marx frente a los “objetivistas” (con estudio previo de Mario Domnguez Snchez)

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Raniero Panzieri:

una crítica de la tecnología*

A pesar de las divisiones existentes en cuanto al legado de Marx, existe un extraño consenso en el tema de la tecnología que ha dominado durante todo un siglo aunque sólo sea por defecto. No es que el vocablo tec-nología se halle ausente del análisis marxista, al con-trario, está presente en los debates sobre la transición al socialismo y figura como una cuestión de principios básicos. Sin embargo, la tecnología en sí misma apenas se ha considerado un problema para la teoría marxis-ta, y cuando se aborda el tema, se retrocede a un nivel pre-crítico: al igual que la economía política se agota en la intuición de que el contenido de la forma-valor es el trabajo, el marxismo se agota en la concepción de que el contenido de la tecnología es “racionalidad cien-tífica”. Así, se puede decir desde el punto de vista mar-xista sobre la tecnología lo que Marx dijo de la perspec-tiva económica sobre el valor: “nunca se ha cuestiona-do la pregunta de por qué este contenicuestiona-do ha asumicuestiona-do esa forma particular”. De ahí que la comprensión mar-xista de la tecnología permanezca al nivel de las apa-riencias inmediatas, de los fenómenos.

De acuerdo con el esquema evolucionista de la “dialéctica de la historia” las sociedades clasistas “des-arrollan” los medios de producción de acuerdo al obje-tivo de extraer el máximo plusvalor de los productores. Este interés, lejos de determinar los medios de produc-ción, es el inconsciente portador del último objetivo trascendental que es la perfección del dominio técnico de la naturaleza por el ser humano; todo lo cual obvia-mente implica la existencia de relaciones socialesde producción, aunque estas se hallan impresas en forma de “circunstancias concomitantes” en el proceso técni-co autónomo que técni-constituye el “núcleo esencial” del actual desarrollo histórico. De esta forma la

perspecti-va crítica del materialismo histórico considera subor-dinada la subsiguiente teleología de la “técnica” y es por esta razón por la cual la crítica de la tecnología supone la destrucción de una ilusión ideológica que puede denominarse “tecnicismo”.

Aún hoy la tarea de elaborar la importancia de la crítica de la economía política marxiana sigue siendo todavía algo novedoso a aplicar en la crítica de la tecnología, sin embargo sea quizá a partir de los años se -sen ta del siglo pasado cuando se haya roto de forma cons ciente el hechizo del tecnicismo. Gracias en gran me dida a una generación comprometida con la ruptu-ra y la subversión de lo existente, desencantada de las grandes narraciones comunistas de principios de siglo. Es algo bien conocido que para Marx el capitalismo revoluciona tanto “las agrupaciones en las que se divi-de la sociedad”, como “los procesos técnicos divi-del traba-jo”. Lo que es menos conocido es que teoriza la unidad de estos dos momentos (agrupaciones sociales y pro-cesos técnicos) en tanto que “constituyen un modo de

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EL USO CAPITALISTA DE LA MAQUINARIA: MARX

FRENTE A LOS “OBJETIVISTAS”.

por Raniero Panzieri

precedido del estudio de Mario Domínguez Sánchez

“Raniero Panzieri: una crítica de la tecnología”

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producción específicamente capitalista”. Tomados de manera aislada de los procesos técnicos del trabajo, las agrupaciones sociales –esto es, los trabajadores asala-riados y los capitalistas– constituyen lo que Marx denomina una subsunción formal del trabajo bajo el capital; pero sobre la base de esta subsunción formal se ha erigido un conjunto de “métodos, medios y con-diciones” de producción que Marx denomina subsun-ción realdel trabajo bajo el capitala. Todo ello aparece elaborado por extenso en el famoso Capítulo VI (inédi-to) del libro I de El Capitaltitulado “Resultados del proceso inmediato de producción”b, pero la misma

perspectiva es bastante obvia en el resto de esta obra, tal y como demostró Raniero Panzierien el artícu-lo que publicamos a continuación.

Nacido en Roma (Italia) en 1921, la vida adulta de Panzieri (trágicamente desvanecida por su repentina e inesperada muerte en octubre de 1964 a la edad de 43 años)c fue la de un teórico y militante marxista del movimiento obrero. Su afiliación formal al Partido Socialista Italiano (PSI), del que llegó a ser miembro del Comité Central y portavoz de asuntos culturales durante la década de 1950, no impidió que se situara siempre en el ala izquierda representada por Morandi. Sin embargo Panzieri rompió con la estrategia, común al PSI, al Partido Comunista Italiano (PCI) y a los

sin-dicatos de izquierdas, de una alianza corporativista que pretendía “desarrollar” Italia a nivel nacional me -diante una consolidación “planificada” de la “raciona-lidad” que el capitalismo había establecido a nivel de fá brica. Para basar teóricamente su rechazo a esta es trategia, Panzieri volvió con entusiasmo a la lectura di -recta de Marx. Por una parte, hizo su propia contribu-ción al ampliar el conocimiento que existía en Italia de los textos de Marx, traduciendo el segundo volumen de El Capital (que se demostró clave en su comprensión del capitalismo); por otra parte, complementó ta -les textos con toda una serie de elaboraciones teóricas, en principio en el periódico socialista Mondo Operaio (Mundo Obrero), y más tarde, cuando dichos artículos crearon tal tensión con la cúpula del PSI que se le obli-gó a dejar Roma y desplazarse a Turín, como anima-dor de la revista Quaderni Rossi (Cuadernos Rojos), de la que Panzieri fue cofundador y redactor jefe, y en la cual participaron entre otros Sergio Bologna, Ma -ximo Cacciari, Toni Negri y Mario Tronti.

Con un estilo no siempre fácil pero sensible a los aspectos pedagógicos, su actividad y elaboración creati-va son decisicreati-vas en la gestación y desarrollo de la corriente marxista autónoma. Sus obras, en gran medi-da dispersas, son La ripresa del marxismo leninismo in Italia (La reactivación del marxismo-leninismo en Italia) (Milán, Sapere, 1972; Roma, Nuove Edizioni Operaie, 1977); La crisis del movimiento operaio (La crisis del movimiento obrero)(Scritti interventi lettere, 1956-1960); Lotte operaie nello sviluppo capitalistico (Lucha obrera en el desarrollo del capitalismo)(Turín, Einaudi, 1976). Mucho más elocuentes, pero aún lejos de conocer una exposición definitiva para comprender las leyes fundamentales de la sociedad capitalista, sus artículos se fueron publicando en los Quaderni Rossi hasta 1964, el año de su muerte.

La vuelta a Marx no fue tan sólo filológica o herme-néutica; su objetivo era verificar la posibilidad para una crítica teórica que pudiera a su vez funcionar como intervención política (“teoría entendida como pensamiento de la revolución”), de ahí su propuesta de verificar la validez de El Capitalrespecto al nivel de la lucha del movimiento, la relación clase-partido, el uso ingenuo de la “objetividad” tecnicista y la asunción de la fábrica como centro de gravedad y laboratorio de

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a.- «La producción del plusvalor relativo, pues, supone un modo de producción específicamente capitalista, que con sus métodos,

medios y condiciones sólo surge y se desenvuelve, de manera espontánea, sobre el fundamento de la subsunción formal del

tra-bajo en el capital. En lugar de la subsunción formal, hace su entrada en escena la subsunción real del trabajo en el capital.»

Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política. Libro primero, volumen 2, p. 618. Madrid, Siglo XXI Editores, 6ª ed.

Trad. Pedro Scaron.

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constatación científica dado que la fábrica es la forma más general con la cual del capital se conduce como modo dominante de producción.

Así, centrándose en las categorías favoritas del movimiento obrero, a saber la “anarquía” y la “planifi-cación”, la preocupación de Panzieri era desmontar la versión reformista dominante que producía una tesis doble: en principio y a nivel social, el capital no es sim-plemente “anarquía”, sino capital sociald; como tal, el capital es capaz de planificary mientras no se niegue esto de alguna forma, las leyes contradictoriasde la acumulación capitalista mostrarán de una manera cada vez más clara que no hay nada inherentemente “transicional” en la “planificación”, en el sentido abs-tracto de esta palabra. La proposición complementaria de Panzieri es que a nivel social, la planificación capi-talista sigue siendo capicapi-talista, al igual que lo es a nivel de fábrica. Frente a la perspectiva marxista dominante de que las fuerzas productivas son el motor autónomo de la historia, Panzieri antepone que las relaciones de producción están dentro de las fuerzas productivas. E igualmente, ante la hegemónica idea de la inherente racionalidad de la tecnología, contrapuso la objetivi-dad capitalista del mecanismo productivo con respec-to a los trabajadores.

En todas estas intervenciones Panzieri ofrece una discusión quizá demasiado condensada de la tecnolo-gía; ello se debe a que ya había dedicado en el primer número de los Quaderni Rossi (1961) un artículo ente-ro a dicha cuestión, que es el que editamos a continua-ción. Así pues, la significación del siguiente artículo es triple:

1.- Establece la base sobre la que se teoriza la maqui-naria en El Capital.

2.- Contrasta esto último con la perspectiva marxis-ta ortodoxa que Panzieri denomina “objetivismo” (el vocablo que utiliza en vez de tecnicismo). 3.- Detalla la dimensión política del problema en

términos de conciencia de clase, estrategia y tran-sición revolucionaria.

En los años que siguen a la aparición del presente artí-culo, el trabajo pionero de Panzieri se ha visto conside-rablemente ampliado, en especial por otros compañe-ros de militancia. El primero en reivindicar y profundi-zar estas cuestiones fue Mario Tronti en Obreros y

Capital (1966)e. Continuando la perspectiva de Panzieri sobre “la objetividad capitalista del mecanis-mo productivo respecto a los trabajadores”, Tronti sos-tuvo que una clase revolucionaria consciente presupo-nía “la estrategia de la negación”. Ya que la fábrica era el lugar en el cual la fuerza de trabajo vivo reproducía su subordina ción al trabajo muerto, este Rechazo tomaba forma entonces en la “lucha contra el trabajo”, y con ello la supresión del trabajo por la clase obrera y la violenta destrucción del capital acababan siendo una y la misma cosa. Por su parte Panzieri, que no llegó a tiempo de vivir el 68, había sido testigo de la explosión (subversiva, creativa) del antagonismo de clase que había tenido lugar en las fábricas, sin embargo no creía que pudiera desestructurar al menos inmediatamente la sociedad; Tronti en cambio pensaba que si bien dicho diagnóstico era posible a corto plazo, a medio plazo no tenía razón, aunque a ha venido a reconocer que estaban todos equivocados largo plazo.

En cualquier caso, esta visión apocalíptica fue esen-cial en el desarrollo de la lucha de clases en Italia en los años sesenta y setenta del siglo pasado, incluso aunque Tronti regresara vergonzosamente al PCI que antes había abandonado. Un grupo denominado Potere Op -eraio (Poder Obrero) recoge entonces el legado de Pan zieri, grupo que se disuelve en 1973 en el difuso “es pacio” de la Autonomia Operaia (Autonomía Obre -ra). En vez de proponerse la toma de lo que de hecho ha bía sido una forma de capital, tanto dentro como

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d.- Como puede comprobarse en Karl Marx, El Capital, libros segundo y tercero. Hay versión castellana en Siglo XXI editores,

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fuera de la fábrica, el movimiento revolucionario se define a sí mismo como una lucha contra la “objetivi-dad capitalista” de la “socie“objetivi-dad civil y el Estado” como un todo. El título de Toni NegriDominio y sabotajef resume en gran medida este movimiento. Si los auto-nomistas amenazaban por eso toda la base de la com-plicidad del movimiento obrero tradicional a la hora de apoyar el tambaleante Estado italiano, este último no fue precisamente lento en reconocer dicha amena-za y actuar con extrema contundencia frente a ella, comenzando con la criminalización de ese pensamien-to. Pero esto es otra historia, quizá la nuestra.

EL USO CAPITALISTA DE LA MAQUINARIA: MARX FRENTE A LOS “OBJETIVISTAS”1

Raniero Panzieri (1972)

Es algo bien conocido que para Marx la cooperación simple aparece históricamente al comienzo del proce-so del desarrollo del modo capitalista de producción. Pero esta figura básicade cooperación es tan sólo una forma particular de la cooperación que constituye la forma fundamentalde la producción capitalista2. «La forma capitalista presupone desde un principio al asa-lariado libre que vende su fuerza de trabajo al capi-tal»3. Pero el trabajador, como propietario y vendedor de su fuerza de trabajo, entra en relación con el capital sólo en tanto que individuo; la cooperación, la relación mutua entre trabajadores,

«… no comienza sino en el proceso de trabajo, pero en el proceso laboral ya han dejado de pertenecerse a sí mismos. Al ingresar a ese proceso, el capital se los ha incorporado. En cuanto cooperadores, en cuanto miembros de un organismo laborante, ellos mismos no son más que un modo particular de existencia del capi-tal. La fuerza productiva que desarrolla el obrero como obrero sociales, por consiguiente, fuerza productiva del capital. La fuerza productiva socialdel trabajo se desarrolla gratuitamente no bien se pone a los obreros en determinadas condiciones, que es precisamente lo que hace el capital. Como la fuerza productiva social del trabajono le cuesta nada al capital, como, por otra parte, el obrero no la desarrolla antesque su trabajo mismo pertenezca al capitalista, esa fuerza productiva aparece como si el capital la poseyera por naturaleza, como su fuerza productiva inmanente»4.

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f.- Toni Negri: Dominio y sabotaje,Barcelona, El Viejo Topo, 1979. Véase por ejemplo esta cita: «El capital ha aceptado muchas

veces que la lucha obrera fuese el motor del desarrollo, e incluso que la autovalorización proletaria dictase las motivaciones del desarrollo; lo que sí se ha visto siempre obligado a cancelar es el significado antagonístico, pero no la realidad, del movimien-to obrero. En el límite, y paradójicamente, se podría decir que para el capital no hay estabilización política eficaz (es decir, posi-bilidad de imponer su ley y su explotación en la dimensión de una reproducción ampliada del beneficio) si no es en la medida en que se dan posibilidades de reestructuración a partir del Movimiento proletario. El interés proletario se mueve en otra direc-ción. La de captar críticamente el nexo existente entre estabilización y reestructuración, y atacarlo. Destruir esta relación en un proyecto de desestabilización y, conjuntamente, de desestructuración, representa el interés obrero.», p. 25.

1.- Raniero Panzieri, “Sull’uso capitalistico delle macchine nel neocapitalismo” en Quaderni Rossi (Cuadernos Rojos)y

reimpre-sa en La ripresa del marxismo-leninismo en Italia (La reactivación del marxismo-leninismo en Italia, Milán, Edit. Sapere

Edizione, Milán, 1972). [La presente traducción del inglés, de Mario Domínguez Sánchez, procede de: Raniero Panzieri: “The

Capitalist Use of Machinery: Marx Versus the ‘Objetivists’”, en Phil Slater (ed.): Outlines of a Critique of Technology. Londres,

Ink Link, Humanities Press-Atlantic Highlands, 1980, pp. 39-68. N. del T.].

2.- Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política. Libro primero, volumen 2, p. 408. Madrid, Siglo XXI Editores, 6ª ed.

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El proceso productivo capitalista se desarrolla a través de sus diversas fases históricas como un proceso de desarrollo de la división del trabajo y el terreno básico de este proceso es la fábrica:

«Es un producto de la división manufacturera del tra-bajo el que las potencias intelectuales del proceso material de la producción se les contrapongan como propiedad ajena y poder que los domina. Este proce-so de escisióncomienza en la cooperación simple, en la que el capitalista, frente a los obreros individuales, representa la unidad y la voluntad del cuerpo social de trabajo. Se desarrolla en la manufactura, la cual mutila al trabajador haciendo de él un obrero parcial. Se con-suma en la gran industria, que separa del trabajo a la ciencia, como potencia productiva autónoma, y la com-pele a servir al capital»5.

El desarrollo de la tecnología tiene lugar dentro de este proceso capitalista que va de la manufactura a la fábri-ca. Aunque el trabajo se halla dividido en parcelas, la manufactura aún se basa en la destreza artesanal, y ya que «el mecanismo colectivo que funciona en ella [la ma nufactura] no posee un esqueleto objetivo, indepen-diente de obreros mismos, el capital debe luchar sin pausa contra la insubordinación de éstos». La ma nu -factura tiene así una «estrecha base técnica» que en tra «en contradicción con las necesidades de produc ción» generadas por ella misma6.

La introducción de la maquinaria a gran escala marca la transición de la manufactura a la industria a gran escala. Esta transición significa que «[S]e supri-me así, por una parte, el fundasupri-mento técnico de la ane-xión del obrero a una función parcial», y «caen, por otra parte, las barreras que ese mismo principio opo-nía aún a la dominación del capital»7. La tecnología incorporada en el sistema capitalista, destruyepor una parte el viejo sistema de la división del trabajo y lo con-solida sistemática mente, “de una forma más odiosa”, como un medio de explotación de la fuerza de trabajo:

«La especialidad vitalicia de manejar una herramienta parcial se convierte en la especialidad vitalicia de servir a una máquina parcial. […] De esta suerte, no sólo se reducen considerablemente los costos necesarios para la reproducción del obrero, sino que a la vez se consu-ma su desvalida dependencia respecto al conjunto fabril; respecto al capitalista, pues»8.

El progreso tecnológico aparece como un modo de existencia del capital, como sudesarrollo:

«Hasta el hecho de que el trabajo sea más fácil se con-vierte en medio de tortura, puesto que la máquina no libera del trabajo al obrero, sino de contenido a su tra-bajo. Un rasgo común de toda la producción capitalis-ta, en tanto no se trata sólo de proceso de trabajo, sino a la vez de proceso de valorizacióndel capital, es que no es el obrero quien emplea a la condición de trabajo, sino, a la inversa, la condición de trabajo al obrero. Pero sólo con la maquinaria ese trastocamiento adquiere una realidad técnicamente tangible. Mediante su transformación en autómata, el medio de trabajo se enfrenta al obrero, durante el proceso mismo de traba-jo, como capital, como trabajo inanimado que domina y succiona la fuerza de trabajo viva»9.

La fábrica automática establece potencialmente la dominación de los productores asociados sobre el pro-ceso de trabajo. Pero en la utilización capitalista de la máquina en la fábrica moderna «es el autómata mismo el sujeto, y los obreros sólo se coordinancomo órganos conscientes anejos a los órganos inconscientes de aquél, quedando subordinadoscon éstos a la fuer-za motriz central»10.

Se puede entonces concluir, entre otras cosas: pri-mero, que el uso capitalista de la máquina noes, por decirlo así, una mera distorsión, una desviación de algún desarrollo “objetivo” que es en sí mismo

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5.-Ibíd. p. 440.

6.-Ibíd. pp. 447-448.

7.-Ibíd. p. 449.

8.-Ibíd. p. 515.

9.-Ibíd. p. 516.

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nal, sino que el capital ha determinadoel desarrollo tecnológico; segundo, que «la ciencia, ante las desco-munales fuerzas naturales y el trabajo masivo social» que «están corporificados en el sistema fundado en las máquinas y que forman, con éste, el poder del ‘patrón’ (master)»11. Así, frente al trabajador individual “alie-nado”, el desarrollo tecnológico se presenta como un desarrollo del capitalismo: como capitaly «en cuanto tal el autómata posee en el capitalista conciencia y voluntad»12. En la mente del patrón, «la maquinaria y el monopolio que ejercesobre la misma están inextri-cablemente ligados»13. El proceso de industrialización en tanto alcanza niveles cada vez más avanzados de progreso tecnológico, coincide con un continuo creci-miento de la autoridadcapitalista. Ya que los medios de producción, contrapuestos al trabajador, crecen en volumen, la necesidad del capitalista de aumentar su control también crece. El plancapitalista constituye la figura ideal con la que «[L]a conexión entre sus traba-jos se les enfrenta idealmente como plan, práctica-mente como autoridaddel capitalista, como poder de una voluntad ajena que somete a su objetivo la activi-dad de ellos»14. Así, al desarrollo de la cooperación, del proceso de trabajo social, le corresponde –bajo la dominación capitalista– el desarrollo de la planifica-ción como despotismo. En la fábrica, el capital impone su poder a un nivel cada vez mayor, “como si fuese un legislador privado”. Su despotismo es su planificación, una «caricatura capitalista de la regulación social del proceso laboral»15.

Transformaciones técnicas y organizativas del capitalismo e interpretaciones objetivistas de lo mismo

El análisis de Marx acerca de la división del trabajo, en el conjunto de la industria a gran escala bajo domina-ción capitalista, ofrece una metodología válida para refutar las diversas ideologías “objetivistas” que de nuevo florecen en el terreno del progreso tecnológico (en especial, relacionadas con la fase de automatiza-ción y robotizaautomatiza-ción). El desarrollo capitalista de la tec-nología supone la aparición de unas formas cada vez más sofisticadas de integración, un crecimiento conti-nuo del control capitalista. El factor elemental de este

proceso es el continuo crecimiento del capital constan-te respecto al capital variable. En el capitalismo con-temporáneo, la planificación capitalista crece enorme-mente con la transición a las formas monopólicas y oli-gopólicas, lo cual supone la progresiva extensión de la planificación desde la fábrica al mercado y a la esfera social exterior.

No existe ningún factor oculto, “objetivo”, inheren-te a las caracinheren-terísticas del desarrollo inheren-tecnológico o pla-nificación en la sociedad capitalista actual que pueda a su vez garantizar la transformación automática o el derrumbamiento “necesario” de las relaciones existen-tes. Las nuevas “bases técnicas”, progresivamen te alcanzadas en el proceso productivo, dotan al capitalis-mo de nuevas posibilida des para la consolidaciónde su poder. Esto no significa, por supuesto, que las posi-bilidades de colapso del sistema no crecen al mismo tiempo, pero estas posibilidades coinciden con el carácter subversivo que la “insubordinación” de la clase obrera tiende a asumir de cara al “marco objeti-vo” cada vez más independiente del mecanismo capi-talista.

A todas luces, los aspectos más interesantes de las ideologías “objetivistas”, “economicistas”, tienen que ver con los problemas del desarrollo tecnológico y de la organización productiva. No nos referimos con ello a las ideologías del capitalismo tardío

(neocapitalisti-página 50

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11.-Ibíd. p. 516.

12.-Ibíd. p. 491.

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che)sino a las posiciones manifiestas del movimiento obrero y a su problematización teórica. En oposición a las viejas cristalizaciones ideológicas de la acción sindi-cal, los procesos de renovación de los sindicatos de clase se han basado en un reconocimien to de las “nue-vas realidades” del capitalismo contemporáneo. Pero la atención que se ha prestado correctamente al pre-sente tecnológico y a la fase económica –con toda una serie de posiciones y análisis–, se desvían hacia una representación de tales modificaciones como si suce-diesen de una manera “pura”, idealizada, arrancada de toda conexión concreta con los elementos generales y determinantes (poder) de la organización capitalis-ta16. La racionalización, con su parcelación extrema del trabajo, su “vaciamiento” del trabajo obrero, se percibe como una fase de tránsito –una “dolorosa” pero necesaria transición a la etapa que “agrupe de nuevo y con un sentido unitario a los trabajos atomiza-dos”. Se reconoce con ambigüedad que la utilización del trabajo vivo en la producción y el correspondiente crecimiento del capital constante empujan en la direc-ción de una continuidad ininterrumpida del ciclo, mientras que «los lazos de la interdependencia exter-na e interexter-na aumentan: como si en la unidad producti-va, el puesto de trabajo y el trabajador individual sólo se pudieran contemplar como parte de un todo orgáni-camente integrado, así también en el exterior cada uni-dad productiva individual y su comportamiento tienen lazos más fuertes de interdependencia con el orden económico total»17.

Las nuevas características asumidas por la organi-zación capitalista se confunden entonces con los análi-sis para desarrollar una “racionalidad” objetiva. Así por ejemplo, se subraya la función “racional”, positiva, de los Métodos de Medida del Tiempo de modo que “¡al estudiar los tiempos, el técnico se ve obligado a

estudiar los métodos!”18 De nuevo se ha olvidado que –en la gran empresa moderna “con una producción planificada conseguida a través del flujo continuo”– “la no corresponden cia de un trabajador o un grupo de trabajadores con lo que se pide de ellos sobre la base de las previsiones establecidas en el plan de producción empresarial”19, tiene un enorme potencial destructi-vo. En vez de ello, lo que se explica hasta la náusea es la necesidad (“racional”, por supuesto) de la denomi-nada “relación moral entre empresarios y trabajado-res, relación que constituye la condición previa y el propósito de las escuelas de ‘relaciones humanas’, pre-cisamente porque sólo sobre esta base se establecerse la colaboración”. Así, “la producción integrada debe estar acoplada mediante una integración del trabaja-dor con la empresa, y esta integración debe ser volun-taria, ya que no se puede conseguir ninguna constric-ción o disciplina de los hombres a menos que renun-cien a su libertad, por ejemplo, para producir un poco menos un día y un poco más otro día”, etc., etc.20 De esa manera, “la razón por la que este movimiento [de ‘relaciones humanas’] puede desaparecer estriba en que pueda absorberse la parte válida de sus ideas” –¡aunque, por supuesto, los sindicatos deben interve-nir para “destruir las formas perjudiciales de ‘compa-ñerismo’ estrechamente ligadas con tales ‘relaciones humanas’”!21Así pues, se acepta la sustanciade los procesos de integración: parece que éstos suponen una necesidad intrínseca que procede de forma inevitable del carácter “moderno”de la producción. Se nos re -cuerda que ciertas “distorsiones” que el capitalista utiliza inyectándolas en esos procesos han de ser co rrec -tas. Incluso la organización “funcional” de la produc-ción se concibe dentro de este marco en su forma tec-nológica “sublimada”, como un salto adelante más allá de la jerarquización característica de las anteriores

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16.- Es habitual, en nuestra opinión, citar los documentos incipientes del “cambio” sindical, ya que el debate continúa

desarrollán-dose sobre su base: I lavoratori e il progresso técnico (Los trabajadores y el progreso técnico) (Actas de la Conferencia sobre

“Cambios técnicos y organizativos y modificaciones de la relación laboral en las fábricas italianas”, realizadas por el Instituto

Antonio Gramsci de Roma en junio y julio de 1956), y S. Leonardi, Progresso tecnico e rapporti di lavoro (Progreso técnico y

relaciones laborales), Turín 1957. Tomamos como referencia básica el trabajo de Leonardi, quien amplía y desarrolla el ensa-yo que presentó en la Conferencia del Instituto Gramsci. Para desarrollos más recientes de la discusión, véanse los ensaensa-yos y contribuciones al reciente Congreso sobre “Progreso tecnológico y sociedad italiana”, citados a continuación. Véase también la

encuesta de Dino de Palma en el número actual de los Quaderni Rossi (Cuadernos Rojos). En estas notas, omitimos cualquier

referencia a la vasta literatura existente sobre los temas en cuestión (ya sea de inspiración tardo-capitalista o marxista) y pre-tendemos aludir tan sólo al debate en curso en el seno de nuestro movimiento sindicalista.

17.-Progresso tecnico e rapporti di lavoro (Progreso técnico y relaciones laborales), Turín 1957, p. 93; véase también pp. 35, 46, 55 y ss.

18.-Ibíd. p. 48.

19.-Ibíd. p. 50. “La simple demora o ausencia de un único trabajador, o incluso una merma en su producción, puede verse

refle-jada en una línea entera de máquinas”, etc. (Ibíd. pp. 50 y ss.).

20.-Ibíd. pp. 50 y ss.

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fases de la mecanización. Ni siquiera se sospecha que el capitalismo puede utilizar las nuevas “bases técni-cas” ofrecidas por el tránsito desde las etapas previas a ésta de alta mecanización (y automatización) para per-petuar y consolidar la estructura autoritaria de la organización industrial: por supuesto, todo el proceso de industrialización aparece dominado por la fatalidad “tecnológica” que conduce a la liberación del hombre de esas “limitaciones impuestas por el entorno y por sus capacidades físicas”. Por otra parte se percibe la “racionalización administrativa” y el enorme creci-miento de las “funciones de organización externas” en su “forma” puramente “técnica”. La relación existente entre estos desarrollos y los procesos y contradicciones

del capitalismo contemporáneo (su requerimiento de cada vez más medios complejos para cumplir e impo-ner suplanificación) o la concreta realidad histórica en la cual el movimiento de la clase obrera se encuentra viviendo y luchando (el cotidiano “uso capitalista” de la maquinaria y la organización) –todo ello se ignora en favor de una imagen tecnológica idílica.

Una perspectiva “objetiva” de las nuevas formas de organización tecnológica da lugar a serias distorsiones de la naturaleza del empleo en la industria moderna. Existe una tendencia a apreciar la desaparición de las funciones parceladas y a establecer nuevas tareas de

carácter unitario, que abrigan supuesta mente mayor responsabilidad, a adoptar decisiones y una multiplici-dad de destrezas técnicas22. El desarrollo de técnicas y funciones relacionadas con la gestión se aísla del con-texto social concreto en que se ocurre, esto es, de la centralización creciente del poder capitalista y así se comprende cómo la base para nuevas categorías de trabajadores (técnicos, “intelectuales productivos”) que aportarán “con naturalidad” –como un reflejo di rec to de sus nuevas categorías profesionales– una so -lu ción a las contradicciones “entre las características y los requisitos de las fuerzas productivas y las relacio-nes de producción”23. El choque entre las fuerzas pro-ductivas y las relaciones de producción aparece aquí como una “no-correspondencia” técnica: por ejemplo, «al elegir la mejor combinación de los factores especí-ficos de la producción (algo que ahora incluso se puede lograr con métodos más válidos desde el punto de vista objetivo)» el ‘nuevo tipo’ de trabajadores se ven «obli-gados a desechar las soluciones más válidas desde una perspectiva objetiva para respetar los límites impues-tos por los intereses personales»24. Y es cierto que desde esta perspectiva ¡«la hoz y el martillo… sólo pue-den ser un símbolo del trabajo humano actual desde un punto de vista ideal”!25

Todo esto tiene por supuesto un impacto directo en la forma de concebir la lucha de clases y en la manera en que los protagonistas actuales la perciben. La reali-dad de las luchas actuales muestra los diferentes nive-les de trabajadores creados por la actual organización de la gran industria, que además tienden a converger con las demandas de autogestión (self-management). Esto funciona sin explicitar que se trata de un proceso que tiene lugar sobre una base de factores objetivos, representados precisamente por las diversas modali-dades en que se sitúa a los trabajadores en el proceso productivo, a los diversos tipos de relación de la pro-ducción y la organización, etc. Pero se confunde e incluso se niega el elemento específico del proceso de recomposición unitario, el cual no se puede asumir sin la conexión entre los elementos tecnológicos y político-organizativos (poder) en el proceso productivo capita-lista. El nivel de claseexpresa por sí mismo no tanto un progreso como una ruptura, no una “revelación” de la oculta racionalidad inherente al moderno proceso

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22.-Ibíd. pp. 55 y ss.

23.-Ibíd. pp. 82 y ss. Sobre la “alienación total” de los “intelectuales productivos”, véase no obstante las observaciones de Pino

Tagliazzucchi, realmente perspicaces y que van al grano, en “Aspetti della condicione impiegatizia nell’industria moderna”

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productivo, sino la construcción de una racionalidad radicalmente nueva y contrapuesta respecto a la racio-nalidad practicada por el capitalismo. Lo que caracte-riza los procesos en los que los trabajadores adquieren conciencia de clase en la gran industria (como los que se estudian en este número de los Quaderni Rossi) no es en la actualidad “la simple demanda de ampliación de la personalidad en el trabajo, sino una demanda estructuralmente motivada para ejercer el poder polí-tico y económico en la empresa, y a través de ella en la sociedad”26. Por consiguiente, los factores antes men-cionados que “objetivamente” caracterizan los diver-sos estratos de trabajadores en el proceso productivo tienen en efecto alguna importancia a la hora de for-mar una conciencia “colectiva”, por parte de los traba-jadores, de lo que los factores de producción implican en términos políticos. Pero estos factores relativos a la formación de una fuerza unitaria y disruptiva tienden a invertir cada aspecto de la realidad tecnológica-orga-nizativa y de la propiedad privada de la empresa capi-talista en el día de hoy.

Integración y equilibrio del sistema

Es obvio que el hecho de ratificar simplemente la ra -cionalización de los procesos (entendidos como la

tota-lidad de las técnicas productivas cultivadas en el marco del capitalismo) supone olvidar que es precisamente el “despotismo” capitalista el que adopta la forma de racionalidad tecnológica. En la práctica capitalista no son las máquinas, sino más bien los “métodos”, las téc-nicas organizativas, etc., los que se hallan incorpora-dos al capital y se enfrentan a los trabajadores como ca pital: como una “racionalidad” ajena. La “planifica-ción” capitalista presupone la planificación del trabajo vivo, y cuanto más se esfuerza por presentarse a sí misma como un sistema de reglas cerrado y perfecta-mente racional, tanto más abstracta y parcial resulta, preparada para su utilización exclusiva en el seno de un tipo de dominación jerárquica. No tanto la “racio-nalidad”, sino el control;no tanto la programación téc-nica, sino un esquema para el dominio de los produc-tores, pueden asegurar una relación adecuada a los procesos tecno-económicos globales.

De hecho, en el marco de un estudio “técnico”, pseudo-científico, de los nuevos problemas y contra-dicciones que afectan a las empresas capitalistas en la actualidad, es posible encontrar soluciones que son incluso más “avanzadas” que los nuevos desequili-brios, sin alterar por ello la sustancia de la alienación, y que además garantizan el mantenimiento de la esta-bilidad del sistema. En realidad las ideologías socioló-gicas y organizacionales del capitalismo contemporá-neo ponen de manifiesto varias fases –del taylorismo al fordismo y por último el desarrollo de técnicas de integración, ingeniería humana, relaciones humanas, regulación de las comunicacio nes, etc.27– precisa-mente en un intento cada vez más sofisticado y com-plejo de adaptar la planificación del trabajo vivo a los estadios progresivamente alcanzados, mediante el continuo crecimiento del capital constante por los requisitos de la planificación productiva28. Es eviden-te en eseviden-te coneviden-texto que las técnicas de información designadas para neutralizar la protesta de la clase obrera y que proceden directamente del carácter “total” que los procesos de alienación asumen en la fábrica racionalizada, tienden a adquirir una impor-tancia cada vez mayor. Es natural que los análisis con-cretos se hallen enfrentados con situaciones que

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26.- R. Alquati, “Documenti sulla lotta di clase alla Fiat” (Documentos sobre la lucha de clases en Fiat), Quaderni Rossi, nº 1.

27.- Véase N. Mitrani, “Ambiguité de la technocratie” (Ambigüedad de la tecnocracia), Cahiers Internationaux de Sociologie, vol.

XXX, p. 111.

28.- Franco Momigliano ha señalado correctamente que «en el marco del proceso productivo global la fábrica moderna no exclu-ye cada vez más a los trabajadores de toda participación consciente en el proceso actual de diseño y planificación racional de la producción; precisa además que los trabajadores, subordinados a la nueva racionalidad, personifiquen al mismo tiempo el momento ‘anti-racional’, que corresponde a la vieja filosofía empírica del ‘arreglárselas’. De este modo, –paradójicamente– se explota racionalmente la propia resistencia de la clase trabajadora». (F. Momigliano, “Il sindicato nella fabbrica moderna” (El

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den ser del todo distintas entre sí, que dependen desde este punto de vista de una considerable cantidad de factores específicos (disparidades en el desarrollo tec-nológico, métodos subjetivos diferentes en la gestión capitalista, etc.). Pero el aspecto que queremos subra-yar aquí insiste en que con la utilización de las técnicas “informacionales” como la manipula ción de las actitu-des de la clase obrera, el capitalismo posee inmensos márgenes para la “concesión” (o mejor dicho, “estabi-lización”). Es imposible definir el límite tras el cual la “información” que afecta a todo el proceso productivo deja de ser un hecho de estabilización para el poder del capital. Lo que es cierto es que las técnicas de informa-ción tienden, en la situainforma-ción más compleja en que se halla la empresa capitalista contemporánea, a restau-rar el “encanto” (satisfacción) del trabajo el cual ya denunciaba el Manifiesto Comunista29.

La propagación de las técnicas de información y su campo de aplicación, igual que la difusión de la esfera de las decisiones técnicas30, encaja a la perfección en la caricatura de una regulación social de la producción. Es por tanto necesario subrayar que la “conciencia productiva” no supone una transformación del siste-ma, que la participación de los trabajadores en el “plan funcional” del capitalismo es un factor de integración –de alienación, por decirlo de algún modo– en los límites extremos del sistema. Pero también es cierto que este desarrollo de los “factores estabilizadores” del capitalismo tardío representa una condición que, en lo concerniente a la acción de la clase obrera, hace que el derrocamiento del orden capitalista sea cada vez más

necesario. La lucha de la clase obrera se presenta por tanto como la necesidad de una oposición global al plan capitalista, donde el factor esencial es consciente —permítasenos decir dialécticamente consciente— de la unidad de los momentos “técnicos” y “despóticos” en la actual organización de la producción. La relación que tiene la acción revolucionaria con respecto a la racionalidad “tecnológica” es de “comprenderla” pero no para reconocerla y exaltarla, sino más bien para someterla a un nuevo uso: el uso socialista de las máquinas31.

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29.- «Más aún, cuanto más se desenvuelven la maquinaria y la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo. El cre-ciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletario todo carácter propio y le hacen perder con ello todo atractivo para el obrero. Este se convierte en un simple apéndice de la máquina», Karl Marx y Friedrich Engels,

Manifiesto comunista, Obras Escogidas en 3 volúmenes, vol. 1, Moscú, Edit. Progreso, 1974, p. 117.

30.- De la forma en que una administración capitalista más racional precisa de la participación “democrática” de los trabajadores,

véase el muy importante libro de S. Melman, Decision-Making and Productivity (Toma de decisiones y productividad),

Oxford, 1958.

31.- Los más recientes desarrollos de la investigación económica y técnica en la Unión Soviética plantean un carácter ambiguo: el llamamiento a la autonomía de la investigación representa indudablemente una ruptura respecto al tosco voluntarismo estali-nista de la planificación; sin embargo, el desarrollo de los procesos “racionales”, con independencia del control social de la pro-ducción, parece más bien representar (¿hasta qué punto ya en la actualidad y hasta qué punto una posibilidad futura?) la pre-condición y la base para nuevos desarrollos de los viejos procesos de burocratización. Pero no perder de vista la característica distintiva de la planificación soviética comparada con el plan capitalista: el elemento despótico, autoritario, de la organización

productiva surgedentro de las relaciones capitalistas, sobrevive en economías planificadas de tipo burocrático. Las

burocra-cias, en su relación con la clase trabajadora, no pueden apelar únicamente a la racionalidad objetiva; han de interpelar a la misma clase trabajadora. Por así decirlo, la desaparición del elemento básico, el de la propiedad privada, priva a la organiza-ción burocrática de su propia base. Por consiguiente, en la URSS y las democracias populares, las contradicciones se manifies-tan de forma diferente, y el despotismo presenta un carácter más precario que orgánico. Esto no significa, por supuesto, que sus manifestaciones no puedan asumir formas tan toscas como las de la sociedad capitalista; véase las influyentes observacio-nes de Rodolfo Morandi en “Analisi dell’economia regolata” (Análisis de la economía regulada) (1942) y “Criteri organizzativi

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Salarios y esclavitud política

Con la moderna organización de la producción aumentan “en teoría” las posibilidades de la clase obre-ra paobre-ra controlar y dirigir la producción, pero “en la práctica” –mediante la cada vez más rígida centraliza-ción de las decisiones de control– se intensifica la alie-nación. En consecuencia, la lucha de clase proletaria, cualquierlucha de clase, tiende a proponer una des-trucción políticadel sistema. Y el agente de esta des-trucción no es el conflicto entre las demandas “racio-nales” implícitas en las nuevas técnicas y la utilización capitalista de ellas, sino la oposición de una colectivi-dad proletaria que reclama la subordina ción de los procesos productivos a las fuerzas sociales. No se puede afirmar que exista continuidad en el salto revo-lucionario, en el orden del desarrollo tecno-económi-co: la acción de la clase obrera cuestiona los funda-mentos mismos del sistema, y todas sus repercusiones y aspectos a cualquier nivel.

Es obvio que el progreso tecnológico se halla pro-fundamente implantado en el proceso capitalista: Engels hablaba de «descubrimientos e inventos que se sobreponían uno a otro en una proporción siempre en

aumento» y de un «rendimiento del trabajo humano que va creciendo día tras día en proporciones antes insospechadas»32. Pero mientras Engels deducía de este proceso «la división de la sociedad entre una pequeña e inmensamente rica clase y una gran clase de trabajadores asalariados sin propiedad», Marx previó un incremento no sólo del salario nominal sino tam-bién del salario real: «si los ingresos de los trabajado-res aumentan con el rápido crecimiento del capital, el abismo que separa a los trabajadores del capitalista aumentan al mismo tiempo, y el poder del capital sobre el trabajo, la dependencia del trabajo respecto al capital, aumenta igualmente y en la misma propor-ción». Así pues, cuanto más rápido sea el crecimiento del capital, más mejorará la situación materialde la clase trabajadora. Y cuanto más ligado esté el salario al crecimiento del capital, más directa será la dependen-cia del trabajador respecto al capital.

«Que el decir que la condición más favorable para el trabajo asalariado es el incremento más rápido posible del capital productivo, sólo significa que cuanto más rápidamente la clase obrera aumenta y acrecienta el poder enemigo, la riqueza ajena que la domina, tanto mejores serán las condiciones en que podrá seguir laborando por el incremento de la riqueza burguesa, por el acrecentamiento del poder del capital, contenta con forjar ella misma las cadenas de oro con las que le arrastra a remolque la burguesía»33.

Por otra parte el mismo Engels reconoció en la Crítica al Programa de Erfurtque «el sistema de trabajo asa-lariado es por tanto un sistema de esclavitud que aumenta su severidad de forma inconmensurable con el desarrollo de las fuerzas sociales productivas del tra-bajo, independientemente de si el trabajo está mejor o peor pagado»34. Lenin recalcó este aspecto del mar-xismo, «La teoría de Marx, que reconoce que el rápido crecimiento de la riqueza, el extenso desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo y su socialización, y la mejora en la posición del trabajador, se hizo cargo de esta perspectiva de la acumulación desde la literatura de los economistas clásicos»35.

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32.- Véase F. Engels, “Introducción a K. Marx Trabajo asalariado y capital”, edición de 1891 en: K. Marx y F. Engels, Obras

Escogidasen 3 volúmenes, vol. 1, Moscú, Edit. Progreso, 1974, p. 153.

33.- K. Marx, Trabajo asalariado y capital, en Karl Marx y Friedrich Engels, Obras Escogidasen 3 volúmenes, vol. 1, Moscú, Edit.

Progreso, 1974, pp. 171 y ss.

34.- [El citado texto de Engels es el de “Una crítica del borrador del programa socialdemócrata de 1891”, que se puede encontrar

en K. Marx y F. Engels, Obras Escogidasen 3 volúmenes, vol. 3, Moscú, Edit. Progreso, 1974, pp. 450 y ss. Sin embargo, el

pasaje que cita Panzieri no pertenece de hecho a Engels, sino que se ha extraído de la Crítica del Programa de Gothade K.

Marx, Madrid, Ricardo Aguilera Editor, 1971. N. del T.]

35.- V.I. Lenin (1897), “Para una caracterización del romanticismo económico”, Obras Completasvol II., Buenos Aires, Editorial

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Marx también escribió sobre la progresiva ampliación del abismo socialexistente entre trabajadores y capita-listas, en la fórmula de un –declinante– salario relati-vo. Pero es obvio que este concepto implica un factor de conciencia política, puesto que la conciencia de que la mejora de las condiciones materiales, el crecimiento de salarios reales y nominales, corresponde a una intensificación de la dependencia política. La denomi-nada inevitabilidad de la transición al socialismo no se sitúa en el plano del conflicto material, más bien –pre-cisamente sobre la base del desarrollo económico del capitalismo– se refiere a la “intolerabilidad” de la esci-sión social y sólo se puede manifestar como la adquisi-ción de conciencia política. Pero por esta misma razón la clase obrera, al destruir el sistema, genera una nega-ción de toda la organizanega-ción en la que el desarrollo capitalista se expresa, y en primer lugar y ante todo, en la tecnología por cuanto está ligada a la productividad. La ruptura, la sustitución del mecanismo sala rio/productividad, se puede pues generar por una de -man da general de aumento del nivel salarial. Es obvio

que la acción que trata de sustituir las desigualdades salariales constituye un aspectode la sustitución de esa relación; por sí misma no garantiza en absoluto una destrucción del sistema, sino que meramente “encadena con oro más brillante” a toda la clase obre-ra. Sólo al atacar la raíz de los procesos de alienación y

aislar la creciente dependencia políticarespecto al ca -pital, es posible formular una verdadera acción general de clase36. En otras palabras, la fuerza subversiva de la clase obrera, su capacidad revolucionaria aparece (po tencialmente) más fuerte precisamente en los mo men tos de desarrollo del capitalismo, donde la pre -pon derancia abrumadora del capital constante sobre el trabajo vivo, junto a la racionalidad inserta en el pri-mero, enfrenta a la clase obrera con el problema de su esclavización política. Por otra parte, la creciente de -pen dencia del conjunto de procesos sociales “externos” respecto al plan capitalista, tal y como éste se ma -nifiesta primero a nivel empresarial, sirve para hablar de la lógica elemental del desarrollo capitalista. Es bien sabido que Marx en más de una ocasión subrayó dicha proliferación en contraste crecimiento con la raíz del poder capitalista: incluso a la larga, la división del tra-bajo en la fábrica tiende a coincidir con la división social del trabajo –que por supuesto no se debe perci-bir de una manera crudamente economicista.

Consumo y tiempo libre

El “objetivismo” acepta la “racionalidad” del capitalis-mo a nivel empresarial y dirime la lucha dentro de las estructuras y los momentos de desarrollo, pero tiende a acentuar el valor de la acción en la esfera externa de los salarios y el consumo. Las consecuencias de esto (con la indagación “dialéctica” a alto nivel, dentro del marco del sistema, entre capital y trabajo) están exage-rando la acción a nivel estatal, una distinción/separa-ción entre los movimientos sindicales y políticos, etc. De este modo, incluso en las discusiones más serias y “puestas al día” (que en Italia tienen hoy lugar ante todo en el ámbito de los sindicatos de clase) uno acaba por encontrar una simple confirmación, en formato más crítico y moderno, de las viejas concepciones “democráticas” de la lucha de la clase obrera. Toda la labor de investigación, toda la adaptación de la acción sindical a los modos de desarrollo del capitalismo, el riesgo arrinconado en una mera ratificación de las vie-jas posiciones, enriquecido por un nuevo contenido, pero de una manera mistificada. De este modo, «la acción autónoma de amplias masas viene a definirse sólo como consecuencia de las decisiones adoptadas por los dirigentes, nunca anticipándose a ellas»37.

36.- Véase el debate actual en Politica ed Economia, con artículos de Garavini, Tato, Napoleoni, etc.

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Mientras los procesos intrínsecos de acumulación ca -pi talista son cada vez más determinantes en términos globales, tanto “interna” como “externamente” (al ni -vel de la fábrica y de la sociedad en general), las diver-sas posiciones que de nuevo aparecen desde la matriz keynesiana (incluso dentro del movimiento en el mundo obrero) representan ideologías genuinas, un reflejo de los desarrollos del capitalismo tardío. El

peli-gro detectado por Marx aún sigue siendo –e incluso más que antes– válido contra ellos: «Laesfera de la circulación o del intercambio de mercancías, dentro de cuyos límites se efectúa la compra y la venta de la fuerza de trabajo, era, en realidad, un verdadero Edén de los derechos humanos innatos»38. No por nada el “próspero” consumo que la clase obrera debería pro-poner se contrapone al consumo “impuesto” por el capitalismo; y no por nada un aumento general de los salarios, esto es la ratificación de la esclavitud capita-lista, presentó como un “atractivo” para el trabajador como “ser humano” (¡dentro del sistema!) que deman-da el reconoci miento y afirmación de su dignideman-dad39. Incluso la invocación de las necesidades sociales (cul-tura, salud) como contrarias al abanico del consumo impuesto por el capitalis mo, no tiene sentido sin una refutación de la racionalización capitalista y una demanda de la clase obrera por asumir el control y la autogestión en la esfera de la producción40.

No tiene sentido desear un consumo cultural cre-ciente si no se puede considerar factible para el indivi-duo actualizar esta cultura precisamente en su activi-dad creativa; en otras palabras, en el proceso de traba-jo por excelencia. Un consumo individual está entera-mente condicionado por su posición en la actividad

diciones de una competencia y una capacidad hegemónica de la clase trabajadora” (“Il sindicato nella fabbrica moderna” [El sindicato en la fábrica moderna], pp. 20 y ss.). Y en múltiples ocasiones ha insistido en la necesidad de la clase obrera de recon-quistar, por estos medios, una verdadera y completa autonomía enfrentada con el capital. Pero es difícil comprender cómo puede reconciliar tales tesis y demandas con su ratificación del “terreno institucional específico” del sindicato, que le lleva a rechazar el reconocimiento de que la acción misma tiene el carácter de una destructiva tensión creciente respecto al sistema: véase F. Momigliano, “Struttura delle retribuzioni e funzioni del Sindacato” (Estructura de las retribuciones y funciones del

sindicato), Problemi del Socialismo, junio de 1961, p. 633; véase también, del mismo Modigliano, “Una tematica sindacale

moderna” (Una temática sindical moderna), Passato e Presente, nº 13, y su informe al Congreso en “Progreso tecnológico y

sociedad italiana” (Milán, junio de 1960), sobre el tema de los “Trabajadores y sindicatos enfrentados a las transformaciones del proceso productivo en la industria italiana”.

38.- Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política. Libro primero, volumen 1, p. 214. Madrid, Siglo XXI Editores, 6ª ed.

Trad. Pedro Scaron.

39.- Véase A. Tato, “Ordinare la struttura della retribuzione secondo la lógica e i fini del sindicato” (Ordenar la estructura de la

retribución según la lógica y los fines del sindicato), Politica ed Economia, febrero-marzo de 1961, pp. 11 y ss. La creciente

inci-dencia social en la esfera de la producción se ve, obviamente, acentuada en toda investigación marxista. Como otros autores, Paul Sweezy ofrece una demostración de esto mismo que en muchos sentidos aún es válida en la actualidad: véase P. Sweezy,

La teoría del desarrollo capitalista, 1942, reeditada en Nueva York en 1968, (FCE, México, 1969), en particular las páginas 239

ss. y 270 ss. Sweezy rememora el siguiente pasaje de Reforma o Revoluciónde Rosa Luxemburgo: «’El control social’… lejos

de ser… una reducción de la propiedad capitalista… es, por el contrario, una protección de dicha propiedad. O, expresado desde una perspectiva económica, no es una amenaza a la explotación capitalista, sino sencillamente la regulación de esta explota-ción» (Rosa Luxemburgo, 1976, Obras Escogidas, Tomo 1, “Reforma o Revolución”, introducción de Mary-Alice Waters,

Bogotá, Editorial Pluma). Para las leyes inglesas de la limitación de las horas de trabajo, véase K. Marx, El Capital, ibíd., pp.

277 y ss.

40.- «Desear un… consumo cultural aumentado no tiene sentido si uno no puede considerarlo factible precisamente en su

activi-dad creativa, en otra palabras par excellenceen el proceso de trabajo… Un consumo individual está en sí mismo totalmente

condicionado por su posición en la actividad productiva… Sus ‘necesidades esenciales’ (cultura, salud) surgen de, están

defini-das, impuestas, en el rechazo de las ‘reglas del trabajo’, en la adquisición de una conciencia de clase obreradel significado y el

papel del trabajo». (“Il potere contrattuale dei lavoratori e la ‘razionalizzazione’ del monopolio” (El poder contractual de los

trabajadores y la ‘racionalización’ del monopolio), Politica ed Economia, noviembre de 1960, pp. 9 y ss.). La representación de

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productiva. Sus necesidades “esenciales” (cultura y salud) son, se definen y se afirman en el rechazo de las reglas del trabajo, en la adquisición de una conciencia por parte de la clase trabajadora del significado que tiene el papel del trabajo. La representación de la alie-nación bajo el capitalismo como aliealie-nación del consu-midor es, al menos, una de las más ridículas y extendi-das ideologías del presente.

Es significativo que estas posiciones “revisionistas” se refieran, y distorsionen, a la concepción marxiana del tiempo libre, su relación con el tiempo laboral y su lugar en la perspectiva de una sociedad comunista. En otras palabras, existe una tendencia sobre la base de una interpretación “economicista” de identificar la libertad comunista del pensamiento de Marx con la expansión del tiempo libre sobre la base de una mayor planificación objetiva y racionalizada de los procesos de producción41. En realidad, para Marx el tiempo libre, entendido como la actividad mental y social libre de los individuos, no coincide en absoluto con la reduc-ción del día de trabajo. Presupone una transformareduc-ción radical de las condiciones del trabajo humano, la abo-lición del trabajo asalariado y la regulación social del proceso de trabajo. En otras palabras, presupone el derrumbamiento total de la relación capitalista entre el despotismo y la racionalidad, por la formación de una sociedad administrada por productores libres en la cual –con la abolición de la producción por la produc-ción– el desarrollo planificado, el plan mismo, la racio-nalidad y la tecnología estarán sometidos al control permanente de las fueras sociales, será así capaz (y sólo así) de convertirse en una “necesidad vital” huma-na. Superar la división del trabajo, como un objetivo del proceso social y de la lucha de clases, no significa un paso adelante en el “ámbito del tiempo libre”, sino la consecución de una dominación de las fuerzas socia-les sobre la esfera de la producción. El desarrollo com-pleto del hombre y de sus capacidades físicas e intelec-tuales (que a tantas críticas “humanistas” de la

socie-dad industrial les gusta invocar) aparecen como una mistificación si se representan como un “disfrute del tiempo libre”, como una “versatilidad” abstracta, etc., independientemente de la relación del hombre con el proceso de producción y de la reapropiación del traba-jador, del producto y del contenido del trabajo en una sociedad de productores libremente asociados42.

El control de los trabajadores en una perspec-tiva revolucionaria

Las “nuevas” demandas de la clase trabajadora que ca -rac terizan las luchas sindicales (estudiadas en este mis mo número de los Quaderni Rossi), no deparan di -rec tamente un contenido político revolucionario, ni implican un desarrollo automático en esa dirección. Sin embargo, su significación no se puede despreciar, ni tampoco su valor, en tanto constituyen una adapta-ción a los modernos procesos tecnológicos y organiza-tivos en la fábrica moderna –condición previa de una “sistematización” de las relaciones laborales en general

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41.- Véase Paul Cardan, The meaning of Socialism (El significado del socialismo), Solidarity Panflet nº 6; debería no obstante

quedar claro que Cardan alude a este tipo de interpretación para expresar un motivo revolucionario en la oposición polémica al marxismo. [Paul Cardan es el seudónimo de Cornelius Castoriadis. N. del T.]

42.- La representación de la sociedad comunista como una sociedad de “abundancia” de bienes (incluso no sólo materiales) y de “tiempo libre” está muy extendida en la ideología soviética, y constituye obviamente el resultado de negar cualquier regulación social efectiva de los procesos laborales. “Las ilusiones ‘tecnológicas’ intervienen en la actualidad para sostener tal ideología,

por ejemplo en R. Strumilin (On the Road to Communism) (Camino al comunismo), Moscú, 1959), “que al encauzar

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consu-y a un maconsu-yor nivel. Contienen indicadores de desarro-llo relativos a la lucha de la clase obrera como un todo y a su valor político. Sin embargo, tales indicadores no proceden de la nada o se añaden simplemente a tales demandas, demandas no obstante distintas y más “avanzadas” que bien pueden compararse con los objetivos tradicionales. Los contratos que gobiernan el ritmo y el tiempo del trabajo, la fuerza de trabajo, la

relación entre salarios y productividad, etc., tenderán obviamente a oponerse al capital dentro del mecanis-mo de acumulación y al nivel de sus “factores de esta-bilización”. El hecho de que tales contratos se extien-den pari passucon la lucha de los núcleos de la clase obrera en las empresas más sólidamente desarrolladas es una confirmación de su naturaleza subversiva y su carácter de vanguardia. El intento de utilizarlos para los propósitos de una lucha general que se circunscri-be a los salarios es sólo una ilusión para buscar una nueva y vasta unidad de la acción de clase. En este sen-tido, lo que se consiga en la práctica será precisamen-te lo que según se afirma es el propósito a evitar, esto es, un retroceso a situaciones de aislamiento dentro de la empresa, una inevitable consecuencia de la malver-sación de los elementos potenciales de la lucha

políti-ca. La línea a seguir que se puede identificar de forma objetiva como una hipótesis–guía no obstante válida, reside en el fortalecimiento y expansión de las deman-das de autogestión. Ya que las demandeman-das de autoges-tión no se establecen sólo como demandas de partici-pación “cognitiva”, sino que afectan a la concreta rela-ción de racionalizarela-ción/jerarquía/poder, no permane-cen confinadas en el ámbito de la empresa. En vez de eso, se dirigen directamente contra el “despotismo” que el capital proyecta y ejerce sobre la sociedad como un todo, a todos los niveles y se expresan como la nece-sidad para un derrocamiento total del sistema, por los efectos de una prise de conscienceglobal y una lucha general de la clase trabajadora como tal.

Consideramos que, de forma práctica e inmediata, esta línea se puede expresar en la demanda del control obrero. Sin embargo, hacen falta algunas aclaraciones. El lema “control obrero” ha de juzgarse ahora como algo ambiguo, asimilable a una posición centrista que atenúa las demandas revolucionarias convocadas en la lucha o las concilia con la línea tradicional del parla-mentarismo nacional democrático. Y es verdad que ahí existen señales de una utilización del lema en tal senti-do. Por ejemplo, la referencia al control obrero es voluntaria y ambigua cuando lo que se quiere decir con ello es la continuación o el restablecimiento de la teo-ría y la práctica de los Consigli di Gestione(Consejos de Gestión)43. En el movimiento de los Consigli di Gestione, una auténtica demanda del control obrero se ve subordinada hasta la absoluta aniquilación por el elemento “colaboracionista” ligado a las ideologías de la reconstrucción nacional y por un enfoque que ins-trumentalizó el movimiento real con el propósito de un proyecto electoral institucional. Se puede percibir la misma ambigüedad al proponer la línea del control obrero como una alternativa “aceptable”, como un “antídoto” del extremismo de una autogestión total de los trabajadores. Es obvio que una formulación no mistificada del control obrero tiene sentido social en relación a un objetivo de la ruptura revolucionaria y a una perspectiva de autogestión socialista. En este marco, el control obrero expresa la necesidad que exis-te de salvar el abismo entre las demandas más avanza-das de la clase trabajadora a nivel sindical y la

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43.- [Los Consigli di Gestione(Consejos de Gestión) se establecieron para mantener las empresas durante los últimos meses de la

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tiva estratégica. Así representa en una versión no mis-tificada, o más bien puede representar, una línea polí-tica que supone una alternativa enfrentada a las pro-puestas habituales establecidas por los partidos de la clase trabajadora.

Obviamente esta línea del control de los trabajado-res se propone a priori como un factor que puede ace-lerar la escala temporal de la lucha de clases total, como un instrumento político para la consecución de una escala temporal “acortada” en las brechas revolu-cionarias. Lejos de la posibilidad de presentarle como un sustituto de la conquista del poder político, el con-trol obrero ha de constituir pues una fase de máxima presión sobre el poder capitalista (como una amenaza explícita dirigida a la raíz del sistema.) Por

consiguien-te, el control obrero se ha de contemplar como una preparación ante situaciones de “poder dual” en cone-xión con una conquista política total del poder. No hay motivo para insistir en las razones de rechazar el con-trol obrero aquí y ahora como una propuesta política general. Lo que importa realmente es que una polémi-ca contra los eslóganes no debería servir como una excusa para evadir los problemas políticos generales dictados por las luchas obreras; y que concretamente uno debería esforzarse en reconstruir, sobre la base de tales lucha, una perspectiva política nueva que esté asegurada contra la degeneración “sindicalista” de la actividad de la clase obrera y su reabsorción en el des-arrollo capitalista.

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