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La vajilla de vidrio durante la antigüedad tardía en el "Conventus Carthaginiensis"

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Resumen: El estudio del recipiente de vidrio en la zona oriental delConventus Carthaginiensis evi-dencia la profunda transformación que sufre esta industria a partir del siglo IV d.C. Desde ese mo-mento, la vajilla de vidrio va a reducir su número de tipos, caracterizados por una gran homogeneidad tanto formal como técnica. Se trata de recipientes elaborados por medio del soplado, principalmente en talleres occidentales, que muestran una coloración que varía entre el tono verde oscuro o verde-amarillento y que se mantendrán durante la centuria siguiente. Esta vajilla muestra dos tendencias, por un lado un servicio básico y corriente, por otro, unos pocos artículos más refinados, destinados a una clase social con mayor poder adquisitivo. Sin embargo, en el siglo VI d.C. se impone un nuevo repertorio, cada vez más limitado y funcional que ofrece una calidad muy mediocre, sin duda por su elaboración en pequeños talleres locales que están utilizando de forma habitual el vidrio reci-clado, y que perdurará, apenas sin cambios, hasta el siglo VII d.C.

Palabras clave: Conventus Carthaginiensis,vajilla de vidrio, repertorio funcional, vidrio reciclado, talleres locales.

Abstract:The study of the glass vessels in easternConventus Carthaginiensisevidence the pro-found transformation that the industry suffers from the fourth century AD. Since then, the glass tableware will reduce the number of types, characterized by high homogeneity both formal and tech-nical. These containers made of blowing, mainly in western workshops, which show a coloration that varies from dark green or yellow green and is maintained during the following century, forming a plate showing two trends, first running a basic service and, secondly, a few items more refined for a class with higher purchasing power. However, in the sixth century AD, imposing a new code, in-creasingly limited and functional, offering a very poor quality, no doubt for its preparation in small local workshops are routinely using recycled glass, and that will remain, barely changes, until sev-enth century AD.

Key Words: Conventus Carthaginiensis,Glass tableware, functional Repertoire, recycled Glass, local Workshops.

CARTHAGINIENSIS

The Glass Tableware Throughout Late Antiquity

in the

Conventus Carthaginiensis

M.ªDOLORESSÁNCHEZ DEPRADO*

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I. Introducción

El descubrimiento del soplado, hacia mediados del siglo I a.C., supuso una auténtica revolución para la artesanía del vidrio, que conllevó un profundo cam-bio en el ritmo de producción. Ahora era posible realizar más cantidad de reci-pientes en menos tiempo, lo que produjo una caída de los precios pero, al mismo tiempo, favoreció una rápida divulgación entre las distintas clases sociales. De ese modo, el recipiente de vidrio se pone de moda y pasa de forma rápida a inte-grarse en el servicio de mesa, siendo sus características intrínsecas como la im-permeabilidad, transparencia, fácil limpieza y, por tanto, rápida reutilización, las que le llevarán a ser considerado el contenedor más idóneo tanto para la conser-vación de alimentos, al mantener éstos su sabor inalterable, como para los perfu-mes o ungüentos, al preservarlos y evitar su rápida evaporación.

El vidrio altoimperial (Sánchez de Prado, 2004: 82 ss.) se va a caracteriza por una gran variedad tanto técnica como tipológica, pues, si durante las prime-ras décadas del siglo I d.C., encontramos recipientes moldeados que muestran vivos colores, posteriormente se imponen nuevos tipos elaborados mediante el so-plado, ya al aire libre ya en el interior de moldes, que suelen mostrar tonos natu-rales, para, hacia fines de esa centuria, ponerse de moda una vajilla cuya principal característica es su realización en vidrio incoloro, a veces de gran exquisitez y ca-lidad, que se mantendrá durante todo el siglo III. Sin embargo, a partir de media-dos del IV, esta industria sufre un importante cambio, introduciénmedia-dose un nuevo repertorio que resulta cada vez más monótono y limitado, pues, poco a poco, que-dará reducido a unos tipos que se convertirán en habituales en el servicio de mesa. Además, frente al variado cromatismo que presentaban en otras épocas, ahora los vidrios se caracterizarán por mostrar una coloración muy homogénea, en tono ver-doso o verde-amarillento, y sobre todo, en ocasiones, una calidad muy baja, en re-alidad resultado de su elaboración en pequeños talleres locales que estarían trabajando con vidrio reciclado.

II. La documentación

En este estudio se analizarán diversos contextos1, encuadrados entre la

se-gunda mitad del siglo IV e inicios del VII d.C., que han proporcionado pequeños

1Un breve análisis sobre estos contextos nos permitió plantear una primera aproximación sobre

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conjuntos de vidrio, lo que ha permitido conocer la evolución de los diferentes tipos de recipientes2usados de forma habitual durante ese amplio período. El

ma-terial procede de diversos lugares de hábitat, así ambientes domésticos pero tam-bién áreas industriales, que se localizan en el área oriental del Conventus Carthaginiensis(Fig. 1), lo que posibilita analizar los distintos repertorios usados

en el servicio de mesa, que, por otra parte, ha podido ser complementado con otros recipientes, bien conservados, que encontramos amortizados en ambientes funerarios.

Fig. 1. ElConventus Carthaginiensis: Mapa con localización de los yacimientos citados (enmarcados).

2En general, para el estudio del vidrio se utilizará la clásica tipología de C. Isings (1957),

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1. La factoría de salazones de Picola-Portus Ilicitanus(Santa Pola, Alicante)3

Las excavaciones en el yacimiento de Picola-Portus Ilicitanushan permitido

la documentación de unacetariao factoría de salazones (Molina, 2005: 95 ss.).

Constaba de diversas dependencias: una sala comercial, donde se realizarían las ventas y negociaciones de la producción; un área productiva, que incluye una sala de trabajo y despiece, cisternas de agua dulce, un horno posiblemente degarum

y dos conjuntos de balsas de decantación dispuestos en torno a un patio al que es-tarían abiertos. La aparición de abundantes restos de pescado en el fondo de estos depósitos ha llevado a relacionarlos con la producción de esta peculiar salsa, que sería comercializada en grandes contenedores.

Esta factoría de salazones presenta dos fases constructivas diferenciadas que han podido constatarse a través de los niveles de uso del patio central. La primera (Fase IIIa), que corresponde a la construcción del conjunto, ofrece una fecha fun-dacional en torno a la segunda mitad del siglo IV d.C. (Molina, 2005: 107). Pos-teriormente se detecta una ampliación (Fase IIIb), lo que se ha podido documentar en el patio, donde se han individualizado varios niveles de relleno, que han pro-porcionado un abundante material cerámico, vidrio y algunas monedas, todo ello de época bajoimperial sin apenas intrusiones anteriores (Molina, 2005: 109). Tanto las ánforas, entre las que destacan numerosos fragmentos de bordes de Almagro 51C, como laterra sigillata, que ha proporcionado gran cantidad de bordes de

ARS D, y las monedas parecen remitir a un momento muy concreto, que se sitúa en la primera mitad del siglo V, pudiéndose interpretar este vertedero como el re-sultado de la limpieza de las estructuras productivas de la factoría poco antes de su abandono (Fríaset alii, 2007: 274 s.)

El material de vidrio procedente de este vertedero (UE 488 y 500), locali-zado al oeste del patio y excavado en las campañas de 2004-05 y 2007, forma un conjunto muy homogéneo, que ha permitido aproximarnos a una vajilla muy co-rriente de uso habitual, que sería utilizada en estas instalaciones en uso entre me-diados del siglo IV y la primera mitad del V d.C. En realidad, responde a un repertorio muy funcional elaborado mediante el soplado que muestra, en general, un color verde-amarillento. En total, se han identificado unos 100 fragmentos con forma, de los que un 51% corresponde al tipo vaso (Fig. 2,1-14), generalmente liso, siendo mayoritarios los que ofrecen un característico borde en aristas vivas

3Este yacimiento se está excavando sistemáticamente desde 1997 por la Universidad de

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Fig. 2. La Factoría de salazones de Picola-Portus Ilicitanus: 1-4 y 7-10, Vaso con borde cor-tado; 5-6, Vaso concabujones; 11-14, Vaso con borde engrosado; 15-23, Vaso alto con pie

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y forma elipsoidal (Fig. 2,1-10) -26 ejemplares, correspondientes a la Forma Isings 96/Foy 13-, frente al vaso trococónico con borde engrosado -11 ejemplares, rela-cionados con la Isings 106 (Fig. 2,11-14). Dentro de la primera variedad, hay que señalar la presencia del vaso decorado concabujones,modalidad escasamente

re-Fig. 3. La Factoría de salazones de Picola-Portus Ilicitanus: 1, Plato tallado; 2-10, Platos con borde cortado; 11-12, Platos con borde engrosado; 13-14, Cuencos con hilos aplicados; 15-19,

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gistrada, habiéndose recuperado apenas cinco fragmentos más o menos comple-tos (Fig. 2,5-6). Diferenciados del grupo, hay que destacar la aparición de un nuevo modelo de recipiente que se va a poner de moda en estos momentos y que supone un 15 % en el conjunto. Se trata de un vaso alto cuya característica esen-cial es su base cónica, obtenida por el plegamiento de su propia pared, llegando a aparentar un vástago, que paulatinamente irán estrechándose hasta convertirse en una alta peana (Fig. 2,15-23). Tipológicamente, corresponden a la Forma Isings 109/Foy 19, un tipo que se introduce en Occidente en el siglo IV (Foy, 1995: pl. 10, forma 14), para ser muy frecuente a lo largo de la centuria siguiente (Foy, 1995: 202).

Un porcentaje algo inferior alcanzan los platos y cuencos bajos, 19%, de los que encontramos variados modelos, por una parte el que muestra el borde cortado en aristas vivas (Fig. 3,1-10), asimilado a la Forma Isings 116, del que se han iden-tificado 11 ejemplares, sólo uno de ellos con decoración tallada (Foy, 1995: 191 s., Forma 2) en la que se representan dos cenefas de círculos alineados en hori-zontal (Fig. 3,1). Por otra, el tipo con borde engrosado queda escasamente docu-mentado con tan sólo dos fragmentos (Fig. 3,11-12). Además encontramos otros platos o cuencos, también de escasa profundidad, que ofrecen un borde doblado hacia fuera y pegado a la pared, dejando su interior hueco (Fig. 2,24-29), junto a ellos, cuatro pequeños cuencos, pudiendo destacar dos de ellos, que ofrecen el cuerpo semiesférico y aparecen decorados con hilos aplicados en relieve bajo el borde, cortado en aristas vivas (Fig. 3,13-14), un modelo habitual en contextos del siglo IV d.C. Finalmente, los recipientes cerrados son minoritarios, algo nor-mal si se tiene en cuenta su uso comunal, apenas un 11%, correspondiendo a ja-rros o frascos con amplias bocas de embudo decoradas con gruesos (Forma Isings 120/Foy 6) o finos hilos bajo el borde (Forma Isings 124/Foy 12), que bajan en-rollándose alrededor del cuello (Fig. 3,15-19), ambos tipos muy habituales en estos momentos, aunque hacia mediados del siglo V d.C., se impondrá el segundo modelo que perdurará, incluso, posteriormente (Foy, 1995: 198).

2. Elvicusde Baños de la Reina (Calpe, Alicante)

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eclesial de época tardorromana (Abascalet alii, 2007: 27 ss.). Todo ello ha

per-mitido constatar que, enBaños de la Reina,se desarrolló una primitiva

comuni-dad cristiana, una realicomuni-dad corroborada por la identificación de un baptisterio y parte de la basílica, lo que confirma la importancia de este enclave en época cris-tiana (Abascalet alii, 2007: 57 ss.).

Las diferentes campañas de excavación en el yacimiento deBaños de la Reinahan proporcionado un importante conjunto de vidrios que abarca una

am-plia cronología4. La fase bajoimperial es, sin duda, la más interesante, habiendo

aportado el conjunto más numeroso y homogéneo, tanto por sus características formales, al presentar, en general, un color verde amarillento, como técnicas, pues se trata de recipientes realizados por medio del soplado, generalmente lisos o con decoraciones muy sencillas. Las excavaciones efectuadas durante 1996 en la

domus1 con patio circular permitieron documentar diversas estancias radiales que

se organizaban alrededor del gran peristilo circular central, en el que se diferen-ciaba un deambulatorio o corredor cubierto y un espacio central descubierto. Este patio central sería pavimentado con un suelo de mosaico, siendo su función prin-cipal la de dar luz a las estancias perimetrales que constituyen la parte residencial (Abascalet alii, 2007: 27 ss.). Así, nos interesa destacar que los principales

con-textos aquí analizados proceden de este espacio abierto —estancia 2—, en el que se han recogido los vidrios procedentes de los diversos depósitos que aparecieron colmatándolo (UE 7044, fechada entre la 2ª mitad del siglo IV y el V d.C., y UE 7045, que abarca desde el siglo III hasta comienzos del V d.C.), lo que ha permi-tido reunir un pequeño conjunto formado por unos 39 fragmentos (Fig. 4,14-28). También de la sala octogonal - estancia 5-, posiblemente el dormitorio o cubicu-lumprincipal de la vivienda (Abascalet alii2007: 36), de cuyos niveles, UE 7083,

7024 y 7025, se han recuperado otros 16 fragmentos, encuadrados en unos con-textos que abarcan entre la segunda mitad del IV y el V d.C. (Fig. 4,1-13). El aná-lisis pormenorizado de los tipos identificados ha servido para aproximarnos al servicio de mesa que estaría utilizándose en esta vivienda, que, por otra parte, evi-dencia un alto nivel de refinamiento dado el tipo de construcción documentada (Abascalet alii, 2007: 39). Básicamente, vamos a encontrar aquella vajilla que

ha-bría de corresponder a la fase de uso y abandono de los principales edificios ba-joimperiales exhumados, que parece perdieron su función original a principios del siglo V, cuando este solar fue ocupado por una necrópolis de inhumación (Abas-calet alii, 2007: 41).

4Una aproximación inicial al estudio del recipiente de vidrio enLos Baños de la Reinase

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Fig. 4. Ladomus1 deBaños de la Reina. Sala octogonal (1-13) y Patio central (14-28): 1, Vaso ta-llado; 2-9, Vaso con borde cortado; 10, Decoración decabujones; 11-13, Vaso con borde engrosado;

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Se trata de un conjunto que ofrece, en parte, grandes similitudes con el re-gistrado en la factoría de salazones, respondiendo en realidad al mismo reperto-rio formal que se documenta por todo el Mediterráneo occidental entre fines del siglo IV y el V d.C., constituyendo una vajilla de vidrio muy simple, de carácter esencialmente funcional junto a algunas producciones algo más lujosas. Las for-mas principalmente documentadas son los vasos con el característico borde en aristas vivas, generalmente lisos (Fig. 4,2-9) aunque hay que señalar la presencia de un pequeño fragmento que ofrece decoración tallada (Fig. 4,1), así como los co-rrientes vasos concabujones(Fig. 4,10 y 17); junto a ellos, otros que ofrecen el

borde engrosado y cuerpo de tendencia troncocónica (Fig. 4,11-13 y 19-20). Ade-más, platos o cuencos bajos de los que encontramos conjuntamente el tipo de borde cortado (Fig. 4,18) junto a la variante que presenta el borde engrosado (Fig. 4,21-25). En menor medida aparecen los recipientes cerrados, dotados de amplias bocas de embudo y decoración de hilos en relieve aplicados bajo el borde (Fig. 4,26-27). Como innovación, hay que señalar la aparición de un nuevo tipo con cuerpo troncocónico, borde plegado al exterior y provisto de tres pequeñas asas aplicadas sobre el borde, que se va a destinar a la iluminación, una lámpara que corresponde al tipo Isings 134/Foy 11, un modelo de origen oriental que perdurará ampliamente (Fig. 4,28).

3. El conjunto arqueológico deEl Albir (Alfaz del Pí, Alicante)

Estrechamente relacionada con el asentamiento anterior, encontramos en esta localidad alicantina lo que debió ser una importante villa más conocida por su ne-crópolis asociada (Morote, 1986: 57 ss.). Además, se identificaron los restos de unas termas, un conjunto bien conservado que permitió distinguir los diversos am-bientes (Morote, 1986: 60). Sobre ello es interesante señalar el hallazgo de un gran volumen de desechos de fabricación de vidrio soplado en el interior de una de las bañeras localizadas en el Sector 5, zona III –única referencia que acompa-ñaba a este material- lo que evidencia el establecimiento de un pequeño taller de vidrio soplado en este lugar (Sánchez de Prado, 2004: 101, fig. 8).

Sin embargo lo más conocido de este importante conjunto arqueológico es la extensa zona funeraria (Morote, 1986;Id., 1990), que ha proporcionado un

inte-resante material de vidrio con piezas de excepcional singularidad (Sánchez de Prado, 2001a) que, sin duda, complementan el repertorio documentado en los si-tios de hábitat. Se han distinguido varios sectores, por un lado la llamada necró-polis 1,fechada entre el siglo IV y principios del V d.C., de la que proceden tres

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Fig. 5.El Albir. Necrópolis 1 (1-4) y 2 (7): 1, Vaso elipsoidal (T. 6); 2, Ajuar de la Tumba 159: Vaso con cabujones (a) y Ungüentario (b); 3, Plato o Cuenco (Tumba 2); 4, Vaso alto con pie plegado (Tumba 5); 5, Copa con hilos aplicados; 6, Ungüentario; 7, Botella con

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de ellas de Valente, que remite a la segunda mitad del siglo IV d.C.; y, finalmente, un vaso elipsoidal (Figs. 5,1; 10,4), en la 6 (Morote, 1990: 120 ss., figs. 1-2). Ade-más hay que destacar el ajuar proporcionado por la tumba 159 que incluía un vaso decorado concabujonesy un pequeño ungüentario soplado en molde en forma de

doble cabeza humana (Figs. 5,2; 10,1 y 2). Por otro, la llamadanecrópolis 2, con

un mausoleo y una serie de tumbas adosadas al mismo por su cara exterior, que fechan el monumento a mediados del siglo IV d.C., dado el hallazgo de unas mo-nedas de Juliano II (355-360) en el interior de estas tumbas (Morote, 1986: 57 ss.;

Id., 1990: 125), que proporcionaron algunos vidrios, como una botella cilíndrica

con decoración esmerilada (Tumba 4) (Morote, 1990: fig. 3) (Figs. 5,7; 10,5), la base de un cuenco, muy deteriorado, junto a una moneda de Constancio II (Tumba 9), así como una jarrita asociada, igualmente, a una moneda de Constante (Tumba 14) (Morote, 1990: 129, fig. 4). Posteriormente, en otro sector de esta área fune-raria se excavaría otra zona, que pasa a llamarsenecrópolis 3, donde se

localiza-ron 6 tumbas que proporcionalocaliza-ron un ajuar encuadrado entre finales del III y el siglo IV (Fernández y Amorós, 1990: 46 ss.).

4. El barrio de Benalúa (Alicante)

Un importante contexto tardoantiguo nos lo proporcionan las excavaciones llevadas a cabo en varios solares del barrio alicantino de Benalúa, que han dado como resultado el hallazgo de varios vertederos con abundante material, princi-palmente cerámico, aunque el volumen de vidrio recuperado, tanto en forma de producto terminado, como en forma de desecho, es muy alto, lo que se ha rela-cionado con actuaciones de limpieza en un asentamiento con un área artesanal de-dicada a la elaboración de vidrio (Reynolds, 1987: 148 s.).

Por una parte, hay que destacar las excavaciones llevadas a cabo durante 1971 (Figs. 6; 11,1-4) y 1983 (Fig. 7,1-11) que permitieron documentar dos vertederos que proporcionaron un abundante material cerámico y vidrio, mientras el primero de ellos remite a un momento situado entre el 525-575, pudiendo llegar hasta el 625 d.C. (Campaña 1971), el segundo (Campaña 1983), que por otra parte llevó a relacionar este basurero con los desechos de una fábrica de vidrio (Fig. 11,5-8), proporcionó un material que se encuadra en torno al 575 d.C. (Reynolds, 1987: 146 ss.).

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arquitec-Fig. 6. Benalúa. Campaña de 1971: 1, Platos o Cuencos bajos lisos; 2, Platos o Cuencos bajo con líneas talladas; 3, Platos o Cuencos bajos con hilos fundidos; 4, Bases decoradas con hilos

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Fig. 7. Benalúa. Campañas de 1983 (1-11), 1989-90 (12-15) y 2005 (16-18): 1-2, Platos o Cuencos bajos con líneas talladas; 3-6, Platos o Cuencos bajos con hilos fundidos; 7-8, Vasos cónicos (?);

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tónicas, limitándose a la localización de simples vertederos que han proporcio-nado un abundante material que permite encuadrar las actividades en este enclave, un conjunto de instalaciones industriales con sus áreas de habitación correspon-dientes a lo largo del siglo V y VI d.C. (Ronda y Sala, 2000: 454), aunque la úl-tima intervención en esta zona, que se efectuó durante 2005 (Garcíaet alii, 2006;

Laraet alii, 2007), ha permitido corroborar su actividad hasta, al menos, inicios

del siglo VII d.C. (Fig. 7,16-18).

En general, las diferentes excavaciones han proporcionado un importante conjunto de recipientes de vidrio que nos aproximan a algunas de las formas más habituales durante el siglo VI e inicios del VII d.C. Una gran mayoría, hasta un 85%, son platos o cuencos bajos, todos ellos con el borde engrosado que adopta una forma de “cabeza de cerilla” (Figs. 6,1-3; 7,1-5, 12-14 y 17; 11,1). Aunque en general aparecen lisos (Figs. 6,1; 7,12-13 y 17), algunos ejemplares están deco-rados con simples líneas horizontales talladas bajo en borde o en la parte central (Figs. 6,2; 7,1-2 y 14), otros presentan hilos blancos fundidos en su superficie, distribuidos en líneas paralelas en horizontal (Figs. 6,3; 7,3-5), mientras que en las bases llegan a formar bellos motivos plumeados o en forma de rosetón (Figs. 6,4; 7,6), siendo una decoración característica que se puso de moda hacia fines del siglo V e inicios del VI d.C. Junto al cuenco bajo, encontramos la parte superior de otros recipientes que ofrecen, igualmente, el borde engrosado que podrían re-lacionarse con distintos tipos de vasos, ya el modelo troncocónico, Forma Isings 106, o el vaso alto provisto de un pie que adopta un perfil sinuoso –Forma Isings 109 (Fig. 6,5-6; 7,7-10). Por otra parte, hay que señalar la presencia de varias copas, de las que se conserva el pie formado por una pequeña base plegada con corto vástago macizo, que resulta una evolución de aquellos vasos altos de mo-mentos anteriores (Figs. 6,7-9; 11,4). El tipo, Forma Isings 111/Foy 23a, resulta muy habitual sobre todo a partir de mediados del siglo VI d.C., correspondiendo a un modelo muy característico en el que la copa queda separada del pie, a modo de disco, por un corto vástago (Foy, 1995: 207, “verre à tige”). Frecuentemente asociadas a la copa anterior son nuevos modelos de lamparitas -Forma Foy 22-, identificadas por su peculiar base, que puede adoptar diversas variedades, tubular hueca, puntiaguda o en forma de botón (Figs. 6,10-11; 11,2), cuyo uso se docu-menta igualmente durante la siguiente centuria. Finalmente, encontramos algunas formas cerradas (vid.Sánchez de Prado, 1984: fig. 5,5-8), se trata de frascos de

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Fig. 8.Carthago Spartaria. Relleno de los pozos (1-7) y Estancia nº 30 (8): 1, Platos o Cuencos bajos; 2, Copa de vástago hueco; 3, Copa de vástago macizo; 4, Bordes de Vasos o Copas; 5, Frasco con hilos aplicados; 6-7, Frascos con boca de embudo; 8,

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5. El Teatro de Cartagena (Murcia)

Las excavaciones en el Teatro romano de la ciudad han permitido la identi-ficación de un importante nivel de ocupación de época bizantina, habiéndose do-cumentado sobre el teatro y áreas colindantes los restos de unas 80 habitaciones. La fase fundacional de este barrio se sitúa a mediados del siglo VI d.C., a fines de esta misma centuria se procede a unas remodelaciones, con el recrecimiento de los paramentos y compartimentaciones internas. En el interior de las habitaciones de la fase final del barrio se localizaron los materiales que permiten datar el momento de destrucción de la ciudad, que se establece hacia el 624/625 d.C. (Ramallo y Ruiz, 1996-97;Id., 2005: 21 ss.). Por otra parte, las excavaciones en esta área han

permitido localizar una serie de pozos utilizados como basureros entre finales del VI e inicios de la centuria siguiente que nos han aportado un interesante conjunto de vidrios (Sánchez de Prado, 1999: fig. 4). Las formas de los recipientes se re-ducen a platos o cuencos bajos de borde engrosado (Fig. 8,1), todos ellos sin de-coración, que alcanzan un alto porcentaje, 46,8%, junto a copas (Fig. 8,2-3), de las que se han conservado los pies que ofrecen un vástago hueco o macizo y va des-arrollando cada vez más altura, generando una peana sobre la que queda susten-tado y realzado este recipiente. Corresponden a la Forma Isings 111/Foy 23b y representan en el conjunto un 15,6%. Es característico de este recipiente que el vástago se realice de forma separada de la copa, a la que se une posteriormente, pudiendo adoptar, incluso, coloración distinta (Foy, 1995: 208). Además, encon-tramos la parte superior de ciertos vasos (Fig. 8,4), que ofrecen borde engrosado y diversos perfiles, ya de tendencia troncocónica ya en forma de S, pudiendo re-lacionarse con algunas de las copas anteriores. Como en la centuria anterior, hay que citar el hallazgo de diversos recipientes cerrados que corresponden a frascos de boca en forma de embudo (Fig. 8,5-7), en algún caso decorados con hilos en relieve (Fig. 8,5), un modelo muy habitual en estos contextos.

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6. La necrópolis de Vistalegre (Aspe, Alicante)

Entre 1985 y 1986 se excavó este cementerio de inhumación que aportó 64 tumbas, orientadas E-O. En general, se trata de simples fosas tapadas con losas, aunque una sepultura estaba construida a modo de cista revestida de piedras. Entre

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el escaso ajuar recuperado destacan tres hebillas de bronce pertenecientes a cin-turones (Roselló, 1986: 111), además de tres ungüentarios de vidrio, procedentes dos de ellos de la tumba VI.I, y otro de la IX.XII (Gutiérrez, 1996: 385). Entre el material cerámico hay que señalar la presencia de dos jarritas de la forma T15 de Gutiérrez (1996: 303, fig. 116), lo que ha llevado a datar esta necrópolis, de forma general, en el siglo VII d.C. (Roselló, 1986;Id.1987), aunque, según González

(2001: 420), las placas de cinturón de tipo liriforme con decoración esquemática remiten a la segunda mitad del siglo VII d.C.

En cuanto a las piezas de vidrio, en la tumba VI.I se depositaron dos peque-ños ungüentarios de cuerpo piriforme provistos de un cuello estrecho y cilíndrico que termina en un borde simple, presentando, uno de ellos, asa (Fig. 9,2-3). Por otra parte, singular es la pieza depositada en la tumba IX.XII, correspondiendo a un ungüentario provisto de un alto pie moldurado sobre el que sustenta a la vez que lo realza (Fig. 9,1), cuyo mejor paralelo se localiza en una tumba documentada en

Ilici(La Alcudia-Elche, Alicante) (Fig. 9,4).

7. Los talleres deEl Albiry Benalúa

En general, la localización de instalaciones dedicadas a la elaboración de vi-drio no es muy frecuente ya que la industria vidriera deja muy pocas evidencias, que suelen resultar poco explícitas y a menudo de carácter dudoso (Foy 2000a: 41). Es por ello que es necesaria una valoración de los indicios que nos llevan al re-conocimiento de los denominados “talleres secundarios”5—centros vidrieros que,

al final de la cadena de producción, transformarían la materia en bruto en pro-ducto terminado, aprovisionándose tanto de vidrio en bruto como de vidrio reci-clado (Foy, 2000b: 107 ss.)—, que pueden ser identificados de forma directa, a través del hallazgo de la planta del horno, o de forma indirecta, es decir por la presencia de desechos de fabricación, materia en bruto, útiles o fragmentos de ma-trices o crisoles (Foy, 2000a: 15 ss.).

Si nos centramos en los desechos de fabricación (Foy, 2000a: 16 ss.; Foy y Nenna, 2001: 40 ss.), éstos son buenos indicadores, aunque en ocasiones discuti-bles, de una fabricación de vidrio, siendo los más característicos los filamentos (Amrein, 2001: 35 ss., fig. 31 y 35), los lingotes y panes de vidrio en bruto o los residuos de fabricación o calcín (Cruz, 2009, I: 182 ss.). A menudo es frecuente encontrar en las proximidades de los hornos basureros formados por gran canti-dad de fragmentos de piezas terminadas, cuya correcta interpretación es difícil, ya

5Frente a ellos, los talleres primarios donde se fundía la materia prima para ser posteriormente

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que su homogeneidad parece remitir a su fabricación en este lugar, y, en cambio, bien pudieran destinarse al reciclado y, por tanto, a la fabricación de nuevas pie-zas. Por otra parte, elocuente es la presencia de los tacos de puntel –se trata de la porción de vidrio pegado a la caña de soplar que queda tras despegarse el reciente terminado-, que pueden parecen anillos cilíndricos aunque muestran grosores va-riables y bordes cortantes, que puede llevarnos a determinar, incluso, el diámetro de las cañas utilizadas en el proceso de soplado (Amrein, 2001: 22 ss., figs. 20-23; Cruz, 2009, I: 184, fig. 4.2.2.2a, “bocas de cana”).

En esta zona, y en este período, se han documentado claramente la existen-cia de dos centros que estarían elaborando vidrio soplado. Uno de ellos se loca-liza en la villa de El Albir, donde debió instalarse un artesano cuando sus

instalaciones debían estar abandonadas, ya que el gran volumen de los desechos de fabricación se recuperó en uno de los espacios de las termas documentadas (Fig. 10,6-9). Así encontramos trozos o esquirlas de bloques de vidrio en bruto – evidencia de su importación- o restos de vidrio fundido, a modo de tortas cubier-tas por costras de tierra cocida —resultado del reciclado— (Fig. 10,7), además de gotas y un gran número de lágrimas o filamentos, a modo de un tubo muy fino, que muestran una acanaladura longitudinal, en realidad pruebas de ductibilidad con la impronta dejada por alguna de las herramientas utilizadas, quizá unas pinzas de ex-tremos puntiagudos (Fig. 10,8-9) (vid.Amrein, 2001: fig. 32). Son restos que

ofre-cen una coloración muy homogénea verde-amarillenta, correspondiendo a un pequeño taller que estaría elaborando parte de la vajilla más usual de uso coti-diano y que habría estado funcionando hacia el siglo V d.C. De cronología simi-lar es otro centro artesanal documentado en Zaragoza (Ortiz, 2001: 407, fig. 127), donde, igualmente, se han localizado fragmentos de objetos terminados, pertene-cientes a distintos recipientes que presentan abundantes burbujas internas y gran homogeneidad; desechos de forma irregular y aristas vivas, posiblemente, como se plantea, procedentes del corte del bloque de vidrio “prefabricado” o lingote de vidrio preparado para ser directamente “recalentado”; restos de vidrio en forma de nódulos, quizá desechos de la propia producción y calcín con materia cerámica adherida.

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Fig. 11. Benalúa. Campaña de 1971: 1. Bordes de Platos o Cuencos bajos; 2. Bases de lámparas del modelo tubular; 3. Frascos con boca de embudo; 4. Pie de Copas. Taller vidriero: 5, Desechos

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VI d.C. (Reynolds, 1987: 150). Entre los restos hay que destacar numerosos des-echos que corresponden al extremo de la caña de soplar, que presentan forma más o menos cilíndrica, correspondiendo al vidrio que queda adherido en ella, deno-minado taco de puntel (Fig. 11,7). Además, encontramos pequeños filamentos con el extremo engrosado en forma oval (Fig. 11,5), que muestran acanaladuras, en re-alidad una impronta dejada por uno de los útiles, como pinzas. Igualmente hay que mencionar la presencia de algunas barritas acanaladas, que son simples des-echos resultantes del fuerte estiramiento de la masa de vidrio en estado maleable. Junto a todo ello numerosos restos de vidrio fundido, en forma de gotas o bloques recubiertos de una costra blanquecina (Fig. 11,8). En general, todos estos des-echos muestran un tono entre verde oscuro y verde-amarillento, así como muchas impurezas, relacionándose con el vidrio en bruto documentado (Fig. 11,6), un con-junto, en realidad, que ofrece un estrecho paralelismo con los desechos recupera-dos en el taller de Villeneuve-lès-Maguelone (Hérault, Francia), que estaría funcionado a fines del siglo VI d.C., produciendo vasos cónicos y copas que ofre-cen un tono verdoso-amarillento (Foy y Nenna, 2001: 59).

III. La evolución de la vajilla de vidrio y la transformación de la industria vidriera

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pe-queños talleres locales (Foy, 1995: 164). Este parece ser el caso constatado en el Noroeste de la Península Ibérica, donde a través de analíticas se ha comprobado cómo el vidrio bruto es importado desde las oficinas primarias situadas en la costa Sirio-Palestina o en Egipto (Cruz, 2009, I: 175 ss., fig. 4.2.1).

1. Fines del siglo IV y primera mitad del V d.C.: Un repertorio de marcado carácter occidental

El estudio se ha llevado a cabo, fundamentalmente, a través de los materia-les proporcionados por las excavaciones de la factoría de salazones de Santa Pola, que han proporcionado una vajilla de uso cotidiano y muy corriente, que se ha completado con otra de mayor calidad, procedente delvicusdeBaños de la Reina

y la necrópolis deEl Albir,donde encontramos excepcionales piezas importadas

de elevado coste destinadas a una alta clase social.

Se trata de un material de vidrio muy homogéneo, técnicamente realizado por medio del soplado y con una tonalidad mayoritariamente verde-amarillenta (Fig. 12,A), que corresponde al mismo repertorio formal que se documenta por todo el Mediterráneo Occidental entre fines del siglo IV y el V d.C., como se cons-tata a través de los materiales procedentes del basurero de Vila-roma (Tarragona) (Benet y Subias, 1989), las excavaciones de la Bourse (Marsella, Francia) (Foy y Bonifay, 1984) o en Italia (Sagui, 1993; Curina, 1983), conjuntos que guardan un estrecho paralelismo con el lote reunido. En este período la vajilla se compone mayoritariamente de vasos que muestran el borde tallado en aristas vivas y que pueden adoptar formas variadas mostrando cuerpos más o menos elipsoidales, pero siempre sinuosos; la base puede ser redondeada o cóncava (Isings 96/Foy 3 y 13). En general, vamos a encontrar una variante lisa, la más común, que puede presentar, en ocasiones, finas líneas incisas bajo el borde. Pero también hay algu-nos ejemplares bellamente decorados, como ciertas piezas que responden a una de-manda de objetos de lujo y que se han recuperado principalmente en ladomusde Baños de la Reina(Fig. 4,1). Estos vasos (Sánchez de Prado, 2007: fig.

147,24-25), que ofrecen una suave tonalidad verde-agua, presentan una decoración ta-llada de tipo geométrico que remite a talleres renanos, caracterizados por un cuidadoso trabajo consistente en el uso continuo de trazos cortos y paralelos, mien-tras que los espacios internos son sometidos a una abrasión superficial a fin de obtener un efecto de opacidad, siendo producciones encuadradas en la segunda mitad del siglo IV d.C. (Paolucci, 1997: 168 ss.), en uso, pues, en estos momen-tos. Finalmente, hay que destacar una última variedad que presenta una decoración típica de la primera mitad del V d.C., loscabujones(Foy, 1995: 198, Forma 13)

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incrus-taciones de piedras preciosas, que encontramos ampliamente documentados pro-cedentes tanto de contextos de hábitat, como de necrópolis, destacando alguna pieza completa de la necrópolis deEl Albir(Fig. 5,2a). En el basurero de

Vila-roma, que ha proporcionado un contexto bien encuadrado en la primera mitad del siglo V d.C. (Benet y Subias, 1989: 329), este recipiente constituye la forma 9.11, habiendo aparecido 15 fragmentos, pertenecientes a cinco piezas diferentes que muestran cabujones de distintos tamaños (Benet y Subias, 1989: 331). Igualmente en el Sudeste francés constituye un hallazgo habitual sobre todo a partir del pri-mer tercio del siglo V d.C. (Foy, 1995: 199), aunque el tipo y sus múltiples varie-dades comienzan a declinar hacia fines de esa centuria.

Un comportamiento similar es el reflejado por el plato o cuenco bajo con borde cortado en aristas vivas, que corresponde al tipo Isings 116, del que encon-tramos diversos ejemplares, lisos o decorados con simples líneas talladas, junto a producciones más suntuosas, decorados mediante grabados y probablemente im-portados, como uno que muestra dos cenefas de círculos alineados en horizontal (Fig. 3,1). Se trata de un tipo caracterizado por su tonalidad verde-agua y por apa-recer, en ocasiones, decorado con líneas talladas o con motivos geométricos (Foy, 1995: 191 s., Forma 2), que suele fecharse entre la segunda mitad del siglo IV e inicios del V, tras lo cual parecen desaparecer por completo. En general, estos pla-tos muestran sencillos motivos de tema geométrico, cenefas de rombos, mallas reticuladas, anchas bandas con arcadas formadas por trazos verticales unidos por otros en ángulo, como algunos de los fragmentos recuperados enBaños de la Reina(Sánchez de Prado, 2001b: fig. 3,7-8;Id., 2007: fig. 147,23), que

posible-mente rodearan una composición central, no conservada en estos ejemplares, y que se han relacionado con producciones vidrieras de Colonia del siglo IV d.C. (Paolucci, 1997: 139 ss.).

Dentro de la categoría de los platos, encontramos algunos que presentan un característico borde vuelto (Fig. 2,24-29), que pudieran corresponder con la Forma Isings 115, un tipo igualmente registrado entre el vidrio procedente deBaños de la Reina(Sánchez de Prado, 2001b: 103, fig. 3,4), como en el vertedero de

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necrópolis Norte de La Olmeda (Palencia) (Abásoloet alii,2004: 49 ss., fig. 18),

pudiendo citar, además, dos ejemplares en Zaragoza que se fechan uno en el 460/480 y el otro a fines del V-comienzos del VI d.C. (Ortiz, 2001: 332, fig. 96,2-3). Por otra parte, se trata de un modelo que aparece entre el vidrio del Noroeste peninsular, sobre todo en el litoral delConventus Bracaraugustano, donde se han

documentado diversas variantes que siempre presentan hilos aplicados en relieve, siendo fechadas entre la segunda mitad del siglo IV e inicios del V (Cruz, 2009, II: 113 s.).

Menos numerosos que los anteriores recipientes, aunque característicos del siglo V d.C. son los platos o cuencos bajos que muestran un borde engrosado, cuyo cuerpo, semiesférico, adopta un perfil sinuoso, elaborado igualmente en vi-drio de tono verde-amarillento y que no suele ofrecer decoración salvo algún ejem-plar con finas líneas talladas (Fig. 4,22-25). Se trata de un tipo muy habitual a partir de ese momento, que se registra ampliamente en Occidente, en realidad un nuevo modelo que podría derivar de la Forma Isings 1166(Cabart y Feyeux, 1995:

24, Tipo Feyeux 81) y que va a imponerse paulatinamente a partir de la segunda mitad del siglo V d.C. tras la desaparición del cuenco bajo de borde en aristas vivas. Esta misma asociación de producciones se repite en el vertedero de Vila-roma, donde encontramos mayoritariamente el plato de borde en aristas vivas, tanto liso como con decoración tallada, -9.26-27-, mientras que el de borde en-grosado -9.13-14- aparece todavía muy escasamente (Benet y Subias, 1989: 332). Igualmente minoritario es el vaso troncocónico que presenta el borde ligera-mente engrosado (Isings 106). Se trata de ejemplares que muestran siempre el ca-racterístico tono verde-amarillento, careciendo, salvo alguna fina línea tallada, de decoración (Fig. 2,11-14). Esta misma tónica se repite en diversos contextos, así se comprueba en las excavaciones del vertedero de Vila-roma, donde encontramos sólo cuatro ejemplares frente al vaso de borde en aristas vivas, cuyo número se eleva a 37 bordes y 72 bases (Benet y Subias, 1989: 330). Esto mismo se ha po-dido constatar en las excavaciones de la Bourse, donde en su período 1, fechado en la primera mitad del siglo V, abundan los recipientes que ofrecen el borde en aristas vivas, peculiaridad que irá desapareciendo frente al borde engrosado, ca-racterístico, ya del período 2A3, situado a principios del VI d.C. (Foy y Bonifay, 1984: 302, figs. 1 y 3).

En definitiva, se puede establecer que el recipiente, tanto el vaso como el plato, de borde ligeramente engrosado, que escasea a principios del siglo V d.C.,

6Según Ortiz (2001: 328), serán los numerosos hallazgos procedentes deConimbriga, uno de los

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comienza a imponerse a fines de esa centuria lo que supone el declive del tipo con aristas vivas, predominante hasta ese momento y que desaparece por completo a inicios del siglo VI. De hecho, un cambio en la producción cuya novedad reside en el engrosamiento del borde, que, como se ha planteado (Stiaffini, 1999: 99), pu-diera responder no tanto a un fenómeno evolutivo, sino a la implantación hacia la segunda mitad del siglo V d.C. de nuevas oficinas vidrieras.

Será en ese momento cuando comienza a ponerse de moda un nuevo tipo de vaso que ofrece el borde engrosado y perfil sinuoso, cuya característica esencial es su peculiar base cónica que, obtenida por el plegamiento de su propia pared, llega a aparentar un vástago. Un modelo que se relaciona con la Forma Isings 109 (Fig. 2,15-23). Son vasos altos que irán evolucionando al ir estrechándose su base hasta adoptar la apariencia de un vástago sobre el que queda realzado el recipiente, constituyendo un modelo que es conocido en Oriente desde el siglo IV (Harden, 1936: 167), mientras que en Occidente parece imponerse hacia mediados del siglo V d.C., encontrándolo tímidamente en el período 1 de las excavaciones de la Bourse, para generalizarse durante el período 2A2, fechado a fines del siglo V (Foy y Bonifay, 1984: figs. 2,48-49; 3,56-58). Es interesante indicar que las pri-meras producciones presentaban todavía el borde cortado (Feyeux, 1995: 114, T.40), como un ejemplar recuperado enEl Albir,procedente de la tumba 5 de la

Necrópolis 1 (Fig. 5,4) asociado a una moneda del siglo IV d.C., pudiéndose re-lacionar entonces con la Forma Foy 14 (1995: 200), para adoptar, posteriormente, el borde engrosado (Fig. 5,5), siendo un tipo frecuente en las necrópolis mero-vingias, donde suele aparecer decorado con hilos en relieve (Feyeux, 1995: 115, T.41), un recurso decorativo frecuente sobre este modelo (Isings, 1957: 136 s.; Ortiz, 2001: 162 ss., fig. 25).

EnBaños de la Reina hay que señalar la presencia de un nuevo tipo

desti-nado tanto al servicio de mesa como a la iluminación. Se trata de un recipiente, do-tado de tres asas ya que podría servir como lámpara colgante que quedaría suspendida desde el techo o bien desde alguna viga (Isings 134/Foy 11), del que se recuperaron hasta cinco ejemplares en la estancia 2, el patio central de ladomus

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Conventus Bracaraugustanose trata de un tipo muy escaso, sólo documentado

en Braga y Vigo, pudiendo corresponder posiblemente a producciones locales (Cruz, 2009, II: 245s.). Igualmente, en Zaragoza tan sólo se ha documentado un ejemplar (Ortiz, 2001: 268, fig.74,1).

En cuanto a los los recipientes cerrados, a partir del siglo IV d.C. encontra-mos jarros, de formas bicónicas u ovoidales, así como botellas, cilíndricas, ca-racterizados por una amplia boca de embudo decorada con un grueso hilo de vidrio bajo el borde (Isings, 1957: 150, Forma 120b), a modo de ancha moldura, que suelen estar provistos de un asa estriada (Figs. 3,15-16; 4,26), un modelo que va a continuar las primeras décadas de la centuria siguiente, para posteriormente apa-recer residualmente, como en Cartago donde se ha registrado en contextos del 533-600 (Tatton-Brown, 1984: 205, nº 77 y 78). Durante el siglo V se van a im-poner los jarros o botellas con hilos en espiral bajo el borde (Figs.3,18-19; 4,27), sobre todo hacia mediados de esa centuria (Foy, 1995: 198), manteniéndose in-cluso en momentos siguientes (Tatton-Brown, 1984: nº 73 y 93-94). Esta suce-sión de modas parece reflejarse en el material reunido, en el que predomina el jarro decorado con finos hilos en el cuello, donde quedan enrollados y en relieve. Entre estos ejemplares hay que destacar un borde de frasco con un grueso hilo de color azul cobalto en el labio procedente deBaños de la Reina(Fig. 4,27), un

re-curso decorativo que encontramos sobre un jarro del período 2A4 de la Bourse, que ofrece un contexto bien fechado ya a mediados del siglo VI (Foy y Bonifay, 1984: fig. 3,85). Por otra parte, una producción singular es la botella cilíndrica decorada con la técnica del esmerilado (Isings 126/Foy 7). Suele presentar un ta-llado geométrico, poco profundo y descuidado, que muestra líneas verticales, ho-rizontales o perpendiculares, que suelen organizarse en varios registros con pequeñas figuras ovales o redondas, un modelo documentado entre el vidrio de

Baños de la Reina(Sánchez de Prado, 2007: fig. 147,26) así como en la

necrópo-lis deEl Albir,donde se recuperó un ejemplar completo (Fig. 5,7). Parece remitir

a talleres renanos, siendo numerosas las botellas similares localizadas en Colonia y fechadas en el siglo IV d.C. (Paolucci, 1997: 137s.), aunque en la Península, en general, se trata de hallazgos bien encuadrados en contextos de la primera mitad del siglo V d.C., como corrobora su presencia en el vertedero de Vila-roma (Benet y Subias, 1989: 337, 9.43), para desaparecer a continuación, lo que se ha consta-tado en el Sudeste francés donde ya no aparece a partir de mediados del siglo V d.C. (Foy, 1995: 195).

Finalmente, procedentes de contextos funerarios son algunos ungüentarios, como un pequeño ejemplar de cuerpo piriforme, provisto de un cuello alto y es-trecho (Isings 101/Foy 5), recuperado en la necrópolis deEl Albir(Fig. 5,6). Este

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es-casa variaciones. Por otra parte, es interesante señalar la presencia de un pequeño ungüentario soplado en un molde bivalvo, que ofrece forma bicéfala (Isings 78b/Foy 4). Se trata de una pieza singular (Sánchez de Prado, 2001a: 73 ss.) que constituía parte del ajuar de la tumba 159 de ElAlbir(Fig. 5,2b), y del que

re-cientemente se ha identificado la parte inferior de otro enBaños de la Reina7(Fig.

10,3). Este tipo ha sido registrado en algunos yacimientos del Sudeste francés, de donde proceden tres piezas muy similares a nuestro ejemplar, fechadas en el siglo V d.C. (Foy, 1995: 222, fig. 4,17-19), al igual que otros hallazgos registrados en Rávena, Roma y Karanis (Curina, 1983: nº 11.17; Sternini, 1989: tav. 9.54; Har-den, 1936: clase IX, nº 629). El recipiente, de origen oriental, pronto será realizado en otros centros occidentales, lo que queda constatado por la identificación de un taller vidriero en Roma, en el que se localizaron numerosos fragmentos de un-güentarios de este tipo (Sternini, 1989: 40). Como otras muchas producciones, este modelo desaparece a finales del siglo V d.C.

En definitiva, a través de estos contextos se puede comprobar la gran homo-geneidad del vidrio que constituiría el servicio de mesa en este período, caracte-rizado por tipos que presentan el borde cortado en aristas vivas, y en el que el vaso se muestra como forma predominante. Una vajilla compuesta por un sencillo ser-vicio, generalmente liso, como el documentado en la instalación industrial, frente a una mayor suntuosidad que se evidencia enBaños de la Reinao enEl Albir,dos

destacados enclaves que ofrecen un mismo repertorio integrado por una mayor cantidad y variabilidad de piezas que responde a una demanda de artículos de lujo que están llegando por una doble vía, así ciertos recipientes con decoración ta-llada o la botella con decoración esmerilada son producciones cuyo origen nos lleva a los talleres renanos, mientras que el ungüentario con forma humana o las lámparas destinadas a iluminar espacios abiertos, remiten a otras de origen orien-tal, que pronto serían realizadas en talleres occidentales.

2. El siglo VI d.C.: Un nuevo repertorio muy funcional

Las diferentes actuaciones en el barrio alicantino de Benalúa han permitido reunir un importante conjunto de recipientes de vidrio que nos aproxima a la va-jilla en uso durante el siglo VI d.C., caracterizada por mostrar el borde engrosado (Fig. 12, B). Ante todo destaca el alto número de fragmentos correspondientes al tipo plato o cuenco bajo, unos 218, lo que llega a representar un 85% del total de formas recuperadas (Figs. 6,1-4; 7,1-6, 12-14 y 17). Este plato muestra un perfil

7Agradecemos a Ana Ronda, directora de las excavaciones de Baños de la Reina, habernos

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más o menos sinuoso y un borde ligeramente engrosado, llegando a constituir uno de los recipientes más característicos y habituales de los contextos tardoantiguos. En este caso se puede señalar que su registro se empieza a constatar en el nivel I.6,2-2 (tercer cuarto del siglo IV) del teatro romano deCaesaraugusta,para en

el nivel I.6.4, fechado en época post-romana, ser la forma más representada junto con las copas (Ortiz, 2001: 329 y 421), también muy características. El tipo se en-cuentra bien representado entre el vidrio de Conimbriga(Coimbra, Portugal),

donde se llegaron a recuperar unos 300 fragmentos, que permitieron concretar las características esenciales de este modelo, aunque su registro resultaba poco fiable (Alarçao y Alarçao, 1965: 193 ss., Es. VIII-IX, 205-222), ya que presenta una am-plia cronología, encontrándolo desde la segunda mitad del siglo IV hasta el VII d.C. apenas sin cambios. Este recipiente suele ofrecer en estos momentos tonali-dades más variadas que oscilan entre los tonos verde-amarillentos hasta otros ver-des muy claros de gran transparencia o incluso azulados. Su interior aparece lleno de burbujas, presentando, en general, una baja calidad, ya que se trata de un producto salido de pequeños talleres que trabajarían, mayoritariamente, con vi-drio reciclado, como se ha indicado para el caso de Galicia (Cruz, 2009, II: 174) o Zaragoza (Ortiz, 2001: 400, fig. 120,1-2). Los fondos suelen mostrar un engro-samiento en el centro y conservar restos del puntel en la base externa, muestra in-equívoca de su fabricación por medio del soplado y de una terminación descuidada. En general, estas piezas son lisas u ofrecen finas líneas talladas bajo el borde, destacando otras, de gran transparencia y un tono verde claro, que pre-sentan hilos blancos fundidos en su superficie, formando líneas paralelas en hori-zontal bajo el borde, mientras que en las bases llegan a formar bellos motivos plumeados o en forma de rosetón (Figs. 6,3-4; 7,5-6). Esta técnica decorativa se impuso hacia fines del siglo V e inicios del VI d.C., siendo muy abundantes los hallazgos en Francia (Foy, 1995: Forma 21; Alenus-Lecerf, 1995: 59) o en Portu-gal (Alarçao y Alarçao, 1965: 112 ss., Es. VII, 176-190; Cruz, 2009, II: 173 s.). Es interesante destacar que en Zaragoza capital este modelo no se registra hasta fines del tercer cuarto del siglo V (Ortiz, 2001: 422 s., figs. 128-129).

Del mismo modo, hilos blancos fundidos decoran la parte superior de otros recipientes, aunque es difícil reconocer su forma exacta dada su excesiva frag-mentación, encontrando bordes reentrantes, quizá copas (Fig. 7,9-10), y estrechas bocas de otros, que muestran paredes de tendencia cónica (Fig. 7,7-8), de los que encontramos diversos paralelos entre el vidrio del Sudeste francés (Foy, 1995: fig. 14, Forma 21b-c).

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mitad del siglo VI d.C. (Foy, 1995: 207 s., Forma 23a), llegando a alcanzar su má-ximo apogeo a fines de esa centuria y durante la siguiente (Foy y Bonifay, 1984: 304). Se trata de una evolución de modelos anteriores, cuyas bases cónicas de doble pared van estrechándose hasta constituir un vástago o peana, hueca o ma-ciza, de las que se han podido documentar algunos ejemplares procedentes de la excavación llevada a cabo durante 1971 en Benalúa (Fig. 6,5-9). Funcionalmente se trata de vasos para beber, quizá vino, sin que se descarte su uso como lámpa-ras, lo que, según Foy (1995: 207), explicaría su habitual hallazgo en edificios re-ligiosos. Sin embargo, una clara funcionalidad como lámparas la tuvieron nuevos modelos (Foy, 1995: Forma 22) que se van a ir introduciendo, aunque es difícil su reconstrucción ya que suelen aparecer muy fragmentados. Uno de ellos es una es-pecie de cuenco provisto de un apéndice tubular, liso y hueco, otros presentan el apéndice cónico, terminado en punta o botón, en realidad diversas formas para un tipo de recipiente que debía ser introducido en soportes metálicos, de ahí las ter-minaciones de su base (Fig. 6,19-20) en la que, a veces es visible la marca del puntel. Este tipo se difundió principalmente por la zona oriental del Imperio, pro-duciéndose durante los siglos IV-V d.C., y continuando en uso hasta el VII d.C. Entre el vidrio del Sudeste francés este tipo de recipiente se localiza en contextos del siglo VI-VII d.C., al igual que en Italia, habiéndose documentado ejemplares en el puerto de Classe, Rávena, y en la Cripta Balbi de Roma (Foy, 1995: 206, fig. 14,168-171; Curina, 1983: nº 11.14-16; Sagui, 1993: fig. 9,84-85). En la provin-cia de Alicante, el tipo se registra escasamente, pudiendo citar algún ejemplar re-cuperado en niveles superficiales deBaños de la Reina(Sánchez de Prado, 2007:

fig. 148,11) o en el poblado de El Alberri (Cocentaina) (Abadet alii, 1993: fig.

006,2). Del mismo modo es escaso en Zaragoza capital, donde se documenta en niveles del siglo VI (Ortiz, 2001: 435, fig. 135)

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períodos 2B y 3, fechados durante el siglo VII d.C. (Foy y Bonifay, 1984: 305, figs. 4,102; 5,146-147).

3. El siglo VII d.C.: Continuidad y novedades en un repertorio limitado

El material procede de las excavaciones en el Teatro de Cartagena que per-mitieron documentar una serie de pozos utilizados como basureros (Sánchez de Prado, 1999: fig. 4), fechados entre finales del VI e inicios de la centuria siguiente, guardando grandes similitudes con algunos de los recipientes procedentes del ba-rrio alicantino de Benalúa, por lo que en general se reducen a formas ya conoci-das que van a perdurar durante estos momentos, apenas sin cambios formales (Fig. 12,C). En primer lugar, hay que destacar el predominio del plato o cuenco bajo, que alcanza el 46,8% del total. No suelen ofrecer decoración, salvo algún ejem-plar decorado con finas incisiones bajo el borde (Fig. 8,1). Junto a ellos, encon-tramos una nueva variante de la copa (Fig. 8,2-3), que va desarrollando paulatinamente un vástago de mayor altura (Foy, 1995: Forma 23b) y que mues-tra diversos perfiles, ya troncocónicos ya sinuosos, pudiéndose, quizá, reconstruir estas formas con los bordes documentados (Fig. 8,4). Según Foy (1995: 209) el modelo de copa que ofrece un estrangulamiento a media altura del vástago parece tratarse de una importación, dada su frecuente presencia en diferentes lugares del Mediterráneo y en el Mar Negro. Así se registra entre el vidrio de Cartago (Tat-ton-Brown, 1984: fig. 66,50), donde se han recogido 12 ejemplares, el más tem-prano datado a partir del 533, alcanzando el siglo VII d.C.

En estos momentos los recipientes cerrados, cuyo número ha aumentado li-geramente, corresponden, como en la etapa anterior, a frascos de amplias bocas (Fig. 8,6-7), en algún caso decorados con hilos del mismo color en relieve (Fig. 8,5), un tipo bien registrado, como veíamos, en la Cripta Balbi (Sagui, 1993: fig. 7,33-42) y en Cartago (Tatton-Brown, 1984: fig. 67,71-76), donde encontramos formas similares que remiten a hallazgos palestinos encuadrados entre los siglos V-VII d.C. (vid. Sagui, 1993: 121, nota 22; Tatton-Brown, 1984: 204). Otra

no-vedad es la coloración, mientras en el siglo VI predomina una vajilla de tonalidad de tonos verdosos o amarillentos, ahora un alto porcentaje de los recipientes ofre-cen un tono azulado o verde-azulado, suponiendo hasta el 43% del conjunto, algo que quizá haya que relacionar, más que con un cambio en el gusto, con la utiliza-ción de una materia prima diferente (Sagui, 1993: 131).

Además, hay que señalar la documentación de nuevo tipo, el cuerno para beber (Fig. 8,8), procedente del nivel de destrucción de una de las habitaciones que compartimentan el antiguoaditusoriental del teatro, lo que permite fecharlo en la

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de-rivado de los vasos cónicos tardorromanos, Isings 113, que se inspira en el cuerno de un animal, de ahí que su borde quede normalmente sin trabajar. La difusión del modelo, que imita prototipos en metal, se limitó, hasta el siglo VI, a la Europa centroseptentrional, dado que se trata de una forma estrechamente ligada a la cul-tura germánica. Hacia fines de esa centuria se documenta en Italia, donde al menos tres de los siete ejemplares recuperados proceden de tumbas longobardas. Un es-tudio de las variantes morfológicas y decorativas del tipo ha permitido distinguir cuatro modelos, los tres primeros se concentran en el valle del Rhin y el Mosela, mientras que el cuarto se encuentra sólo en Italia, lo que ha llevado a plantear que se trate de una imitación local producto de una artesanía dirigida a los longobar-dos (Sternini, 1995: 262), que no parece perdurar más allá del siglo VII d.C. (Stiaf-fini, 1999: 102). Entre el vidrio merovingio del Norte de Francia encontramos una pieza muy similar -forma 100 de Feyeux- que presenta, igualmente, una decora-ción de hilos blancos en espiral, en la parte inferior, y arcadas en la superior (Fe-yeux, 1995: 119 s., pl. 4), fechado en el siglo VII d.C. (Perin, 1995: fig. 5, T.100). La forma de cuerno para beber sería ampliamente imitada en aquellas zonas de in-fluencia bizantina, como se ha constatado en Cerdeña, donde aparece este reci-piente (Stiaffini, 1999: 102, fig. 89), siendo un caso parecido el de Carthago Spartaria.El tipo, hasta ahora sin documentar en la Península, aparece también

re-gistrado entre el vidrio deSegobriga(Saelices, Cuenca), una importante ciudad

tanto en época altoimperial como en la visigoda, cuando llega a ser sede episco-pal (Almagro-Gorbea y Abascal, 1999: 32 ss. y 120 ss.). Se trata de la parte infe-rior de uno de estos cuernos realizado en tono azulado y decorado con hilos blancos aplicados sobre su superficie (Fig. 7,9), que se recuperó en una de las ha-bitaciones que se establecieron en el antiguo teatro, lo cual nos lleva a relacionar ambos ejemplares como piezas excepcionales documentadas en contextos privi-legiados.

Finalmente, es necesario analizar una serie de piezas procedentes de la ne-crópolis visigoda de Vistalegre (Aspe, Alicante), que nos permiten aproximarnos a aquellos modelos que en el siglo VII d.C., se van a utilizar para efectuar los ritos funerarios, disponiéndose, generalmente, en muy reducido número en alguna de las tumbas. Se trata de ciertos modelos de redomas cuyo contenido haya que re-lacionarlo con el agua bendita o los santos óleos, de ahí su presencia como ajuar funerario en estas necrópolis, en principio, cristianas.

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aparecía en la necrópolis deEl Albir(Fig. 5,6). Su técnica de fabricación es muy

simple, por lo que su producción no cesaría durante la Antigüedad Tardía, como se comprueba entre el vidrio merovingio recuperado en contextos funerarios, donde encontramos numerosos ejemplares en general lisos, aunque algunos ofre-cen finos hilos enrollados en relieve (Cabart y Feyeux, 1995: Forma 20). En la Pe-nínsula este tipo se documenta de forma abundante, constituyendo el Tipo I grupo C de Gamo (1995: 308 s., fig. 5), que engloba un numeroso conjunto de piezas en-cuadradas entre fines del VI y VII d. C.

Por otra parte, una de las últimas intervenciones en el barrio de Benalúa ha permitido la documentación de dos ungüentarios (Fig. 6,16), provistos de un cue-llo de gran longitud y cuerpo de tendencia globular, cuyos paralelos más próximos nos llevan a relacionarlos con otros dos ejemplares muy similares procedentes de la necrópolis de la zona oriental de Cartagena (Vizcaíno, 2005a: 121), fechada a lo largo del VI hasta el primer cuarto del VII d.C. (Madrid y Celdrán, 2005: 39). Se trata de un modelo que corresponde al Tipo I grupo A de Gamo (1995: 307 s., fig. 5), caracterizado por un largo cuello y un cuerpo bajo semiesférico, que en-globa, además, otras piezas, todas ellas fechadas, igualmente, entre la segunda mitad del siglo VI y el VII d.C.

Por último hay que destacar una pieza excepcional procedente de la necró-polis de Vistalegre que hay que considerar un estadio más avanzado en la evolu-ción de estos modelos. Se trata del ejemplar depositado en la tumba IX.XII, que corresponde a un ungüentario de cuerpo globular y largo cuello provisto de un alto pie moldurado (Fig. 9,1), claramente añadido observándose distinta tonali-dad, sobre el que sustenta a la vez que queda realzado. La pieza resulta idéntica a otra procedente del área funeraria localizada en el sector 6-F deIlici, cuyo

estu-dio ya nos llevó a encuadrarlo, dados los paralelos analizados, en el siglo VII d.C. (Sánchez de Prado, 1984: 85, fig. 3,4), aunque el análisis de las placas de cintu-rón recuperadas en Vistalegre, que parecen remitir a la segunda mitad de esa cen-turia, podrían aportar mayor precisión a este modelo (Gamo, 1995: Tipo I grupo B), caracterizado por un alto vástago, una peculiaridad que ofrecen, desde me-diados del siglo VII d.C., algunos tipos de copas, de claro origen oriental donde perdurarán, al menos, hasta el siglo X d.C. (Foy, 1995: 211, Forma 27).

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conserva-ción de perfumes o aceites, de ahí su frecuente presencia en ambientes funerarios, aunque su hallazgo en contextos de hábitat confirma que también formaría parte de la propia vajilla de mesa, como simples frascos.

IV. Conclusiones

Si analizamos en primer lugar los contextos que cubren las últimas décadas del siglo IV y la primera mitad del V, comprobamos que muestran, todavía, cierta variedad técnica y formal, destacando el claro predomino del recipiente caracte-rizado por ofrecer un borde cortado en aristas vivas. Se trata de una vajilla que en-contramos por todo el Mediterráneo Occidental y en la que los platos y vasos son las formas más usuales. Sin embargo, el análisis del conjunto reunido permite di-ferenciar dos líneas de producción, por un lado una vajilla de calidad procedente de mercados centroeuropeos u orientales, compuesta por recipientes destinados a un refinado servicio de mesa. Son piezas decoradas con bellos tallados geométri-cos o figurados, que muestran un suave tono verde-agua y que, aunque nos remi-ten a fines del siglo IV, seguirán todavía en uso a principios de la centuria siguiente. También son los corrientes vasos con gotas ocabujonesy las botellas

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fundir. De ese modo, este artesano provisto de unos pocos utensilios y sus cono-cimientos, era capaz de producir y cubrir la demanda del área más próxima, pu-diendo ser este el caso del pequeño taller documentado en la cercana villa deEl Albir, en funcionamiento durante el siglo V d.C.

En general, esta vajilla irá declinando hasta desaparecer a fines de esa cen-turia, quizá debido a la implantación de nuevas oficinas vidrieras que comienzan a elaborar nuevos modelos, que terminarán imponiéndose en el mercado. Son nue-vas producciones caracterizadas por un borde ligeramente engrosado, que se van a mantener con pocas variaciones a lo largo de las dos centurias siguientes, lle-gando a constituir el repertorio tradicional de la Antigüedad Tardía, siendo el plato o cuenco bajo el recipiente más representado. Por su parte, el vaso troncocónico va a evolucionar hacia un nuevo tipo con base cónica, que se irá estrechando hasta surgir uno de los recipientes más habituales, la copa, que ofrece un vástago, ya hueco ya macizo. Todavía minoritario es el recipiente cerrado, como jarros o fras-cos de amplias bocas generalmente decorados con hilos aplicados que quedan en relieve alrededor del cuello, junto a ellos pequeños ungüentarios de cuerpos piri-formes o globulares que irán desarrollando un alto y largo cuello cilíndrico. Ade-más, se van a ir introduciendo nuevos tipos, en este caso de clara tradición mediterránea, que presentan en algún caso nuevas funcionalidades hasta ahora ex-clusivas de formas cerámicas, son las lámparas que, provistas de tres asas, po-drían colgarse, un modelo bien documentado enBaños de la Reina. Hacia el siglo

VI aparecerán otros nuevos modelos que muestran bases estrechas y puntiagudas que permiten su introducción en distintos soportes metálicos,polycandela. Junto

a ellos la copa que va a predominar a lo largo de dos centurias por todo el Medi-terráneo, elaborándose tanto en Oriente como Occidente. Este recipiente, dotado de un vástago que, paulatinamente, irá desarrollando más altura, caracterizará uno de los recipientes más difundidos en época altomedieval, el cáliz.

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mo-mentos, como serían los platos, copas e incluso las pequeñas lámparas, objetos todos ellos bien registrados entre el material recuperado.

El repertorio en uso durante las primeras décadas del siglo VII apenas intro-duce cambios, los tipos se mantienen, mostrando esa simplicidad característica de modelos meramente funcionales para un servicio básico en la mesa. Se trata, ge-neralmente, de recipientes lisos, que, simplemente, comienzan a mostrar ciertos cambios en la coloración, al ir aumentando el número de aquellas piezas que ofre-cen un tono azulado. Siguen en uso los platos o cuencos bajos, los frascos con bocas en forma de embudo, a veces decorados con hilos en relieve, y, sobre todo, las copas, que evolucionan de formas anteriores, ofreciendo una peana, que se es-tiliza y va ganando en altura hasta caracterizar a estos recipientes frecuentemente asociados a edificios religiosos o ambientes funerarios, pudiendo señalarse los dos ungüentarios que ofrecen un alto pie moldurado, dos piezas rituales de alto contenido simbólico que han de relacionarse con nuevas corrientes comerciales que circulan por el Mediterráneo. Sin embargo, como novedad, hay que señalar la excepcional presencia de un nuevo tipo habitual en otros territorios donde se asien-tan pueblos bárbaros, el cuerno para beber, que, de color azulado y decorado con hilos blancos aplicados, encontramos en dos grandes ciudades deSpania, Car-thago SpartariaySegobriga,siendo piezas singulares que nos vuelven a remitir

al área germánica, con independencia del poder político al que ambas ciudades se vieron sometidas.

En definitiva, a fines del siglo IV d.C. asistimos a una serie de cambios en la industria vidriera que parece ir cayendo, sobre todo a partir del siglo VI, en un “empobrecimiento” generalizado, que resulta más formal que técnico, pues a di-ferencia de otras épocas, ahora el artesano vidriero ha de llevar él solo a término todo el proceso de elaboración. Sin embargo, este declive ha de verse mejor como una adecuación de este sector ante nuevas circunstancias, como fue la generali-zación de una grave crisis ciudadana acentuada, además, por la regresión econó-mica de los grandes centros vidrieros. Ello provocó una reactivación econóeconó-mica en el sector con el surgimiento de numerosos talleres artesanales, muchos de ellos locales, los cuales van a trabajar cubriendo una demanda próxima y limitada, que, con un menor poder adquisitivo y una baja exigencia, se conforma con una vaji-lla cada vez más funcional y, sobre todo, asequible. Finalmente, el análisis de este material nos llevar a plantear la continuidad que ofrecen estos repertorios, man-teniéndose, durante la fase visigoda, uninstrumentum domesticumque claramente

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Figure

Fig. 1. El Conventus Carthaginiensis: Mapa con localización de los yacimientos citados (enmarcados).
Fig. 2. La Factoría de salazones de Picola-Portus Ilicitanus: 1-4 y 7-10, Vaso con borde cor- cor-tado; 5-6, Vaso con cabujones; 11-14, Vaso con borde engrosado; 15-23, Vaso alto con pie
Fig. 3. La Factoría de salazones de Picola-Portus Ilicitanus: 1, Plato tallado; 2-10, Platos con borde cortado; 11-12, Platos con borde engrosado; 13-14, Cuencos con hilos aplicados; 15-19,
Fig. 4. La domus 1 de Baños de la Reina. Sala octogonal (1-13) y Patio central (14-28): 1, Vaso ta- ta-llado; 2-9, Vaso con borde cortado; 10, Decoración de cabujones; 11-13, Vaso con borde engrosado;
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