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Pie Diabético. Dra Nora Márquez

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GUÍA DE PRÁCTICA CLÍNICA

Cli-62

Pie Diabético

Dra Nora Márquez

Revisión: 1 – Año 2009

Página 1 de 12

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Representante de la Dirección:

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Firma

Fecha

Dr. Leonardo Gilardi

Dra. Inés Morend

05/10

20/10



INTRODUCCIÓN

La diabetes mellitus tiene una prevalencia actual del 6%, aunque se estima que existe un

porcentaje similar de pacientes con esta enfermedad sin diagnosticar. Estas tasas

aumentan con la edad, llegando al 11% en los mayores de 65 años. El 90% al 95 % de

estos pacientes padecen diabetes tipo 2. El principal motivo de muerte precoz en los

diabéticos se debe a enfermedad cardiovascular.

La etiopatogenia de las principales complicaciones tardías de la diabetes (vasculopatía,

neuropatía, retinopatía, etc.) es de origen vascular (macro y microangiopatía) y

metabólico, siendo el principal factor la hiperglucemia mantenida en forma crónica. Otras

de las complicaciones más frecuentes de los diabéticos son las úlceras en las

extremidades inferiores, en especial en el pie, pues aparecen en el 15% de los casos

durante la evolución de la enfermedad. Su incidencia global anual es del 2% a 3%, y del

7% en aquellos pacientes con neuropatía; la prevalencia oscila entre el 2% y el 10%.

La diabetes es la causa más frecuente de amputación no traumática de la extremidad

inferior (> 50% de los casos). La tasa anual de amputaciones en diabéticos ajustada por

edad, es de 82 por 10.000. Los pacientes con úlceras en el pie requerirán una amputación

en el 14 a 20% de los casos, y a su vez la úlcera del pie es la precursora de más del 85%

de las amputaciones de las extremidades inferiores en estos pacientes.

Después de la amputación de una extremidad inferior, la incidencia de una nueva úlcera o

de amputación contralateral a los 2 y 5 años es del 50%. La supervivencia de los

pacientes diabéticos amputados es menor que la del resto de la población y empeora el

pronóstico si han sufrido otra amputación previa. Sólo el 50% y el 40% de los pacientes

sobreviven a los 3 y 5 años de una amputación, respectivamente y la expectativa

disminuye conforme se eleva el nivel donde se realiza la amputación.









FISIOPATOLOGÍA

En el desarrollo del «pie diabético», intervienen diversos factores dando lugar a un pie de

riesgo lesional; los más importantes son la neuropatía diabética, la macroangiopatía

diabética, la calcificación de la capa media o esclerosis de Mönckeberg y la

microangiopatía diabética.









Neuropatía diabética

La polineuropatía simétrica distal de distribución «en calcetín» o «en bota» es la forma

más frecuente que predispone a la aparición de úlceras en el pie. Afecta al 10% a 15%

de los diabéticos en el momento del diagnóstico y a casi la mitad de los casos con 25

años de evolución. En esta neuropatía se afectan las fibras sensitivomotoras y

autonómicas.

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Inicialmente se alteran las fibras nerviosas pequeñas, provocando la pérdida de las

sensaciones de dolor y temperatura, y más tarde las fibras nerviosas grandes,

disminuyendo el umbral de percepción de vibración y la sensibilidad superficial.

La neuropatía motora produce atrofia y debilidad de los músculos intrínsicos del pie, con

pérdida de la función de estabilización de las articulaciones metatarsofalángicas, que

conduce a una contractura dinámica de los flexores y extensores largos. Como

consecuencia aparecen dedos en martillo y en garra.

La neuropatía autonómica produce:

1)

anhidrosis con sequedad y fisuras de piel por afectación de fibras simpáticas;

2)

aumento del flujo sanguíneo, en ausencia de patología obstructiva arterial;

3)

edema neuropático y aumento de la presión nerviosa.

La neuroartropatía de Charcot es una complicación de la diabetes, por la cual la mayoría

de los pacientes que presentan este trastorno presentan úlceras en el pie. Se producen

cambios rápidos e indoloros en la forma del pie, asociados con edema y destrucción

articular progresiva que da lugar a fracturas y subluxaciones, acelerados por aumento de

la actividad ósea osteoclástica.

La neuropatía, con o sin vasculopatía asociada, está implicada en la fisiopatología de la

úlcera del pie diabético en el 85% al 90% de los casos. De allí que el pie sin sensibilidad,

aunque esté bien perfundido, es un pie con alto riesgo de úlcera.









Macroangiopatía diabética

La macroangiopatía es la afectación arterioesclerótica de los vasos de mediano y gran

calibre. En el diabético tiene un inicio más precoz, evolución más agresiva y afecta por

igual a ambos sexos. Es la causa de más del 65% de las muertes (75% por cardiopatía

isquémica).

El riesgo cardiovascular aumentado que se observa por la diabetes se incrementa

exponencialmente con la coexistencia de otros factores de riesgo (hipertensión,

hipercolesterolemia y tabaquismo).

La arteriopatía periférica afecta a uno de cada cinco diabéticos tipo 2, aunque no todos

presentan clínica. La existencia de la misma aumenta el riesgo de amputación. La

distribución es multisegmentaria y bilateral, con un predominio distal (troncos

infrapoplíteos).

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Clínicamente se manifiesta por:

-

Claudicación intermitente: se considera grave cuando aparece después de

caminar una distancia igual o inferior a 150 metros, en un terreno llano y a paso

normal.

-

Dolor en reposo: suele empezar en el hallux y extenderse hacia la zona plantar. El

dolor empeora en la posición de reposo. Es frecuente la coexistencia con una

neuropatía. Si es mayor el componente isquémico, el pie se presenta pálido, frío y

se empeora el dolor al elevarlo; si predomina el daño neurológico el pie está

caliente, insensible y a veces algo de edema.

-

Gangrena seca: habitualmente se inicia a partir del primer dedo del pie, sin

componente infeccioso, pero es necesario buscar lesiones vecinas que pueden

favorecer la sobreinfección en el área con necrosis.

La macroangiopatía está implicada en la etiopatogenia de la úlcera del pie diabético en el

40 a 50% de los casos, generalmente asociada con neuropatía.









Calcificación de la capa media arterial o esclerosis de Mönckeberg

Es la degeneración de la capa media de arterias medianas por una denervación simpática

a causa de la neuropatía diabética. Aparece fibrosis y calcificación. No se afecta la luz del

vaso, sino que las arterias se vuelven más duras y menos flexibles.









Microangiopatía diabética

En forma secundaria a la hiperglucemia, se puede producir un engrosamiento en la

membrana basal de los capilares. No es común la disminución de la luz del vaso.

Se discute sobre la importancia de la microangiopatía en la fisiopatogenia del pie

diabético. Generalmente hay pulsos distales, a pesar de la aparición de gangrena digital lo

cual se debe a trombosis por toxinas bacterianas necrotizantes (S.aureus) y no a

obstrucción del capilar.

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CLASIFICACIÓN DE WAGNER

Se utiliza internacionalmente para la tipificación de las úlceras según el estadio evolutivo.

Tabla 1.– Clasificación de Wagner

Grado

Lesión

Características

0

Sin lesión

Hiperqueratosis. Prominencia de las cabezas

metatarsales.

Deformidad estructural

1

Superficial

Destrucción del espesor de la piel.

No infección

2

Úlcera más profunda

Destrucción de piel, celular subcutáneo o

ligamentos, sin llegar al hueso.

Infección leve

3

Ulcera profunda con

absceso u osteomielitis.

Extensa y profunda, con infección importante

4

Gangrena limitada

Necrosis de uno o más dedos sin llegar al antepié

5

Gangrena extensa

Afección de todo el pie y compromiso sistémico



SEMIOLOGÍA

Además del examen físico general y completo, la semiología del pie incluirá:

-

inspección: presencia de asimetrías, úlceras, hiperqueratosis u otras alteraciones

tróficas

-

palpación de pulsos pedio y tibial posterior, con comparaciones entre ambas

extremidades

-

temperatura local

-

reflejo aquíleo

-

sensibilidad

o

táctil epicrítico y protopático (prueba con aguja)

o

térmica

o

vibratoria (idealmente con diapasón)

Es importante consignar esta información en la historia clínica, sobre todo para el

seguimiento del enfermo.



FACTORES DESENCADENANTES

Si actúan sobre un pie de riesgo pueden provocar úlceras o necrosis. Incluyen aquellos

de:

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origen extrínseco:

o

traumatismos mecánicos

o

injuria térmica o química



origen intrínseco:

o

deformidad del pie

o

limitación de la movilidad articular con aumento de la presión plantar









FACTORES AGRAVANTES









Infección

Generalmente no es la infección la que causa una úlcera (salvo en los casos puntuales de

infecciones por micosis interdigitales), sino que la úlcera es una puerta de entrada para

los microorganismos.

En la diabetes existe una disminución de la respuesta inmunológica, lo cual facilita la

evolución de la infección, lo cual se agrava por la falta de sensibilidad.

Las infecciones de piel y tejidos blandos en el pie diabético se clasifican en:



necrosantes: erisipela, celulitis y absceso



no necrosantes: celulitis necrosante, fascitis necrosante y mionecrosis

Cualquiera de ellas puede extenderse al hueso y producir osteomielitis.

Tabla 2.– Etiología de las infecciones en pie diabético

Infección

Agentes etiológicos involucrados

Celulitis

S.aureus, S.pyogenes

Úlcera no tratada

con antibióticos

S.aureus, S.pyogenes

Úlcera tratada

previamente con

antibióticos o de

larga evolución

S.aureus (incluyendo cepas resistentes a meticilina),

estafilococos coagulasa negativos, Streptococcus spp.,

Enterococcus spp., enterobacterias, P.aeruginosa

(1)

, Candida

spp

(2)

, Corynebacterium spp.

(2)

, otros Gram negativos no

fermentadores

(2)

Fascitis

necrotizante,

mionecrosis

Cocos Gram positivos aerobios, enterobacterias, bacilos Gram

negativos no fermentadores, anaerobios

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DIAGNÓSTICO

Debe considerar diversos aspectos, a saber:









Puerta de entrada

Ya sea una úlcera de mayor o menor tiempo de evolución, o bien una lesión aguda en el

pie, casi siempre se puede identificar cuál ha sido la puerta de entrada de los gérmenes

para desarrollar la infección. Es importante en primer término para el diagnóstico,

identificar la causa de la lesión inicial: neuropática, isquémica, neuroisquémica ,

traumática, varicosa u otras (tabla 3).









Presencia de infección

El diagnóstico se hace por la clínica. Se considera que una úlcera del pie diabético está

infectada cuando presenta supuración, mal olor, necrosis local, se asocia con 2 o más

signos de inflamación perilesional (enrojecimiento, calor, dolor, induración o sensibilidad a

la presión) o se demuestra osteomielitis mediante pruebas de imagen. Es adecuado

descartar otras causas de inflamación como neuroartropatía de Charcot, fracturas,

tromboflebitis, gota, etc.

Tabla 3.– Úlceras neuropáticas vs úlceras neuroisquémicas

Úlceras neuropáticas

Úlceras neuroisquémicas

Indolora

Dolorosa

Pulsos normales

Pulsos débiles o ausentes

Aspecto en sacabocados

Márgenes irregulares

Localizada en la planta del pie

Habitualmente localizada en los dedos

Presencia habitual de callosidades

Callosidades en general ausentes

Hipoestesia, hiporreflexia e

hipopalestesia

Sensibilidad variable

Flujo sanguíneo aumentado

(comunicaciones arteriovenosas)

Flujo sanguíneo disminuido

Venas dilatadas

Venas colapsadas

Pie seco y caliente

Pie frío

Aspecto rojizo

Aspecto pálido y cianótico

Deformidades óseas presentes

Ausencia de deformidades óseas









Gravedad de la infección

Según la profundidad de la lesión, las infecciones se clasifican en:

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Infección profunda: se produce la invasión de la fascia profunda, el músculo, la

articulación o el hueso.

Desde el punto de vista clínico, una clasificación que se ha mostrado útil y resulta

bastante simple es la que distingue:



Infecciones leves (ausencia de signos y síntomas de infección sistémica): no

representan un riesgo para la extremidad, como una celulitis de menos de 2 cm de

extensión y las úlceras superficiales.



Infecciones moderadas o graves: representan una amenaza para la extremidad,

como una celulitis más extensa y las úlceras profundas. Habitualmente requieren

internación. La coexistencia de osteomielitis es frecuente.



Infecciones muy graves: amenazan la vida del paciente, incluyendo celulitis

masiva, abscesos profundos, fascitis necrosante y mionecrosis. Se suelen asociar

con afección sistémica e inestabilidad metabólica. Casi siempre es necesaria la

cirugía urgente.









Osteomielitis

La osteomielitis del pie diabético suele producirse por contigüidad, como resultado de la

penetración en profundidad de una infección de los tejidos blandos. Se demuestra

osteomielitis en el 10% a 20% de las infecciones del pie diabético clasificadas como leves

o moderadas y en el 50% a 60% de las graves.

El diagnóstico se ve dificultado por los cambios óseos destructivos que puede producir la

neuroartropatía diabética. Las técnicas de imagen, como la radiografía simple, la

gammagrafía ósea con Tc99 ó con leucocitos marcados, la ecografía de alta resolución, la

tomografía por emisión de positrones se han mostrado de gran utilidad. Probablemente,

en la actualidad, la mejor técnica diagnóstica sea la resonancia magnética, ya que

alcanza una sensibilidad del 90% y una especificidad del 80%.









TRATAMIENTO

El tratamiento del pie diabético infectado debe apuntar hacia diversos aspectos. Por un

lado, aunque la antibioticoterapia desempeña un papel muy importante, el tratamiento

quirúrgico

(desbridamiento

del

tejido

desvitalizado,

drenaje

de

abscesos,

revascularización, etc.) puede convertirse en algunos casos en determinante para la

curación.

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el adecuado control de la glucemia



la descarga de la zona del pie afectado



el uso apropiado de apósitos según el tipo de lesión



la valoración y la actuación frente a la osteomielitis cuando esté presente

El tratamiento ideal de las infecciones del pie diabético es multidisciplinario. La

colaboración de distintos especialistas (diabetólogo, clínico, infectólogo, ortopedista,

cirujano general y vascular, equipo de rehabilitación, etc.), en estrecha relación con otro

de atención primaria, tanto personal médico como de enfermería, incluyendo si es posible

un podólogo, resulta especialmente útil.

Cuando la gravedad de la lesión o las condiciones sociofamiliares del paciente lo

aconsejan, debe recomendarse la hospitalización.









Tratamiento quirúrgico

La cirugía sigue siendo la piedra angular del tratamiento de las infecciones profundas de

los tejidos blandos. Cuando existen datos clínicos sugestivos de infección grave,

rápidamente progresiva, profunda o necrosante de los tejidos blandos, con peligro para la

vida, la exploración quirúrgica precoz no sólo es un elemento diagnóstico clínico (sobre

todo en las fascitis necrosantes) y microbiológico de primer orden (obtención de muestras

apropiadas), sino también una parte esencial del tratamiento para poder realizar

desbridamientos.

El desbridamiento está indicado en casi todas las úlceras infectadas del pie diabético, ya

que transforma las lesiones crónicas en agudas, y se ha mostrado muy eficaz en la

consecución de un adecuado tejido de granulación. Además, permite obtener muestras

correctas para cultivo microbiológico del fondo de la úlcera. En ocasiones, hasta puede

realizarse con anestesia local en la propia cama del paciente.









Tratamiento antimicrobiano empírico

Está condicionado por la isquemia que dificulta la llegada de los antibióticos al foco

séptico, el deterioro de la función leucocitaria y la posible insuficiencia renal en este tipo

de pacientes. Los defectos funcionales de los neutrófilos en los diabéticos hacen

aconsejable el uso de antibióticos bactericidas y durante largo tiempo; la isquemia

condiciona el empleo de dosis elevadas, y la prevalencia de la insuficiencia renal conduce

a evitar fármacos nefrotóxicos, como son los aminoglucósidos.

En las úlceras crónicas, como norma general no está indicado el uso de antibióticos por

un cultivo positivo sino por criterios clínicos de infección.

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La gravedad de la infección condiciona la selección del tratamiento antimicrobiano

empírico, el lugar donde se realiza y la vía de administración. Las infecciones superficiales

y leves pueden ser tratadas en el domicilio con antibióticos orales activos frente a cocos

grampositivos aerobios (S.aureus y estreptococos) de buena biodisponibilidad. Una

opción apropiada es amoxicilina-ácido clavulánico; en caso de alergia a los

betalactámicos puede utilizarse levofloxacina o clindamicina, y cotrimoxazol si se trata de

estafilococos resistentes a meticilina (SAMR).

Los enfermos deben ser supervisados a los pocos días del inicio para ver la evolución

clínica, e instruidos ante una posible mala evolución de la infección. La duración del

tratamiento en estos casos puede ser suficiente con 7 a 14 días.

En las infecciones moderadas-graves que amenazan la viabilidad del miembro se

aconseja el tratamiento intravenoso y de amplio espectro por su naturaleza

polimicrobiana, durante dos a cuatro semanas. Por su gran prevalencia, los antibióticos

deben ser activos frente a los siguientes microorganismos: cocos grampositivos aerobios

(Staphylococcus spp. y Streptococcus spp.), bacilos gramnegativos aerobios

(enterobacterias) y flora anaerobia (Streptococcus spp., Peptostreptococcus spp. y

Bacteroides spp.). En esta situación se puede emplear un carbapenem (en especial

ertapenem), cefalosporinas de tercera generación más metronidazol, amoxicilina-ácido

clavulánico o piperacilina-tazobactam, este último en caso de sospecha de participación

de P. aeruginosa.

El ertapenem, por su facilidad de uso (monoterapia y dosis única diaria), adecuado

espectro antimicrobiano que incluye enterobacterias productoras de betalactamasas de

espectro extendido, penetración en los tejidos blandos y experiencia clínica favorable,

parece la primera opción por vía parenteral.

La adición de linezolida o un glucopéptido (vancomicina o teicoplanina) debe considerarse

en caso de aislamiento de SAMR, riesgo de colonización por el mismo (reciente infección

por éste, antibioticoterapia previa) o bien si la gravedad del paciente lo requiere.

En las infecciones muy graves que amenazan la vida del paciente, las que hayan sido

tratadas recientemente y las que no respondan a la terapia inicial, debe darse cobertura a

microorganismos menos habituales, como Enterococcus spp., estafilococos coagulasa

negativos, SAMR y P. aeruginosa, para lo cual es útil emplear un betalactámico

antipseudomónico asociado con linezolida o un glucopéptido. En caso de alergia a los

betalactámicos, puede considerarse el uso de tigeciclina asociada con una

fluoroquinolona (levo o ciprofloxacina) o amicacina para abarcar P.aeruginosa.

Ante cualquiera de las situaciones que se sospeche o se demuestre osteomielitis, la dosis

recomendada de ciprofloxacina es de 750 mg c/12 h.

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Tabla 4.– Propuestas de tratamiento empírico en pie diabético

Infección

Primera elección

Alternativas

Leve

Amoxicilina-clavulanato VO

Fluoroquinolona, clindamicina,

TMS orales

Moderada a

grave

Carbapenemes IV

±

Glucopéptido o linezolida IV

Piperacilina-tazobactam IV, ó

Amoxicilina-clavulanato IV, ó

Cefalosporina de 3ra generación

o fluoroquinolona + metronidazol

o clindamicina

Muy

grave

Carbapenemes o tigeciclina IV, ó

piperacilina-tazobactam +

glucopéptido o linezolida

Fluoroquinolona + metronidazol

+ glucopéptido o linezolid









PREVENCIÓN









Prevención primaria

La educación es la base de la prevención. Puede formar parte de un programa

individual, dentro de la relación médico – paciente o de un grupo de educación con

charlas informativas.

Entre las normas generales indicadas a todos los pacientes podemos destacar.

1) Suprimir el tabaco y el alcohol.

2) Control metabólico adecuado.

3) Plan alimentario indicado por el especialista.

4) Cambio de estilo de vida. Evitar el sedentarismo.

5) Realizar gimnasia o caminatas para favorecer la circulación, mantener o bajar de

peso, mejorar tonicidad y flexibilidad muscular.

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Prevención específica

Consiste en corregir factores predisponentes y evitar factores desencadenantes.

1) Lavar diariamente los pies con agua tibia y jabón neutro, secarlos bien con toalla

afelpada cuidando los espacios interdigitales.

2) Observar minuciosamente los pies para detectar lesiones incipientes. Ayudarse

con un espejo para ver bien la cara plantar o ser ayudado por un familiar.

3) Examinar todos los días las medias y el calzado. Se recomiendan las medias de

algodón o hilo, sin costuras, y en caso de tenerlas, usarlas al revés. El calzado debe

ser blando, preferentemente de suela gruesa para amortiguar la pisada; el taco no

superará los 4 cm.

4) No caminar descalzo. Usar ojotas y sandalias con medias para proteger la piel.

5) No usar estufas ni bolsas de agua caliente; calentar la cama y retirar la bolsa al

acostarse.

6) Revisar el calzado antes de usarlo por si tuviera un elemento extraño que pudiera

dañar. No usar calzado nuevo ajustado ni viejo flojo y con arrugas o con el

contrafuerte caído.

7) Cortar las uñas en forma recta. Tener en cuenta que las durezas y callosidades

traumatizan el tejido profundo de la piel.

8) No usar cáusticos y callicidas.

9) Realizar control y cortado de uñas con un podólogo universitario.

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BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

- Consenso de la American Diabetes Association. (ADA) 2001.

- David K.Mc.Culloch, MD. Evaluation of the diabetic foot. UptoDate.2007

- Sociedad Española de Cirujanos y de Angiología y Cirugía Vascular. Consenso sobre el

tratamiento del pie diabético. Marzo 2007.

- Cavanagh, P.R., Lipsky, B.A., Bradbury, A.W., Botek, G. Treatment for diabetic foot

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- Falanga, V. Wound healing and its impairment in the diabetic foot. Lancet 2005; 366:

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- Hilton, J.R., Williams, D.T., Bevker, D.R., Harding, K.G. Wound dressings in diabetic foot

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- Lipsky, B.A. A report from the international consensus on diagnosing and treating the

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- Guías ALAD Pie Diabético 2000 (actualización 2007)

Referencias

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