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«INMIGRACIÓN: MERCADO DE TRABAJO Y PROTECCIÓN SOCIAL EN ESPAÑA»

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mundo de horarios difuminados, sino porque su impacto cuantitativo sobre el empleo lo convierte en una opción muy atractiva de política económica.

En lo que respecta al impacto que las dis-tintas formas de gestión del tiempo de

traba-una mayor implantación en nuestro país de ese tipo de contratos y, en segundo lugar, a imagen de los Países Bajos, la potenciación de la permeabilidad entre tiempo completo y tiempo parcial.

GUILLERMORODRÍGUEZFOLGAR

«INMIGRACIÓN: MERCADO

DE TRABAJO Y PROTECCIÓN

SOCIAL EN ESPAÑA»

ANTONIO IZQUIERDO ESCRIBANO (Director)

CES, Colección Estudios Madrid, 2003, 331 páginas.

El presente trabajo, que ha recibido el pre-mio de investigación 2001 convocado por el CES, ha sido realizado por un grupo de soció-logos y economistas que trabajan en distintas universidades (La Coruña, Alcalá, Salaman-ca y Complutense).

El trabajo consta de cinco capítulos, el pri-mero de los cuales se ocupa de las «Enseñan-zas europeas sobre la inmigración». El autor del capítulo comienza señalando que el papel económico y demográfico que juegan las migraciones internacionales en Europa se sostiene sobre bases temporales de distinto alcance y calado: en la economía es más breve y cíclico mientras que en la población su hue-lla es menos nerviosa y más prolongada, de tal forma que existe un ajuste imperfecto de los flujos migratorios respecto de la coyuntu-ra económica.

En los últimos diez años (1990-1999) los flujos migratorios han variado su signo en dos ocasiones. El período se inició con un cre-cimiento vigoroso que se prolongó hasta 1992-1993, según los países. Después se pro-dujo una disminución que duró hasta 1997 y, por último, una recuperación e, incluso, una remontada hasta finales de 2001.

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Comenta el autor que el peso de la pobla-ción extranjera en Europa alcanza el 5,4 por ciento de la población total. La población forá-nea muestra cuatro nervios o cuencas de pro-cedencia: los países geográficamente más próximos, las fuentes más antiguas con redes más densas, las preferencias del país de aco-gida y, por fin, las corrientes inesperadas.

La tasa de participación es distinta según el sexo: la de las mujeres es, al menos, un veinte por ciento inferior a la de los hombres. La tasa de participación de los varones extranjeros está muy próxima a la de los nacionales, pero la de las mujeres foráneas es significativamente inferior a la de las autóc-tonas, con la excepción de los nuevos países de inmigración. Además, los trabajadores extranjeros se concentran en unas pocas ramas de actividad y en su inmensa mayoría se visten con el mono azul.

Por otra parte, señala el autor, cuanta más semejanza exista entre la distribución del empleo extranjero y nacional, mayor será la integración de los inmigrantes en el mercado de trabajo y, por ende, en la sociedad. Los años de residencia juegan a favor de ello, pero a pesar del tiempo transcurrido las diferen-cias persisten: la tasa de desempleo de los extranjeros es el doble de la de los nacionales y aún es más elevada la de las mujeres forá-neas. El desempleo entre los inmigrantes es menor en los países que propician la instala-ción permanente que en los que apuestan por un sistema de mano de obra temporal.

Los trabajadores extranjeros se ocupan sobre todo en los servicios personales, agri-cultura y construcción, sectores que deman-dan una cualificación escasa, horarios flexi-bles y alta tasa de actividad. En estos secto-res y ramas de actividad el peso de la econo-mía sumergida es fuerte y la irregularidad de los inmigrantes extranjeros es más que noto-ria.

Según el autor, el impacto en la economía de los trabajadores extranjeros tiene aspectos

beneficiosos y otros claramente perjudiciales. Entre los primeros se cuenta la promoción de los nativos hacia las ocupaciones más cualifi-cadas con un mayor nivel de productividad y el hecho de su inferior coste. Por el contrario, disminuye la inversión productiva y se reba-jan las cotizaciones de los empresarios y tra-bajadores a la Seguridad Social dado el alto índice de trabajadores sin contrato.

En el capítulo II se hace un análisis teórico y comparativo de la integración de los inmi-grantes en el mercado de trabajo y el Estado de Bienestar de las sociedades receptoras. Comenta el autor del capítulo que el debate científico sobre los efectos de la inmigración parece haber llegado a más conclusiones en el estudio del mercado de trabajo que en el del Estado de Bienestar. La segmentación del mercado laboral y el efecto de la descualifica-ción en el caso de los inmigrantes son factores determinantes de la discriminación. Tam-bién es incontestable la desigualdad que se produce en el acceso al Estado de Bienestar debido a factores sociales y culturales. Se ha constatado especialmente en el ámbito edu-cativo en países en los que la segunda y terce-ra geneterce-ración comienzan a integterce-rarse en la sociedad receptora. Estos problemas de inte-gración van a redundar posteriormente en la desigualdad en el mercado de trabajo, de manera que en muchos casos se detecta un mecanismo de refuerzo recíproco de las barre-ras.

Por otra parte, no se encuentra un veredic-to tan claro sobre los efecveredic-tos sobre el Estado de Bienestar y, en particular, sobre la cues-tión de si los inmigrantes son beneficiarios o contribuyentes netos. Los análisis varían enormemente según el país. Esto ha llevado a los especialistas a examinar comparativa-mente las instituciones que producen esos resultados tan diferentes.

Finaliza el capítulo señalando el autor que los derechos de ciudadanía y el estatus legal distinto que pueden tener los inmigrantes en los diferentes países condicionan su acceso a

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las prestaciones. Por lo tanto, los factores cul-turales y políticos que han originado esos estatus son tanto o más determinantes que las circunstancias económicas que envuelven al mercado de trabajo o el Estado de Bienes-tar de cada país.

El capítulo III versa sobre el panorama de la inmigración en España al inicio del siglo XXI y en el mismo se señala que a finales de 2002 casi dos tercios de los permisos de resi-dencia en vigor obraban en poder de extranje-ros no comunitarios, volviendo a ser España un país de inmigrantes que son nacionales de países exteriores a la Unión Europea. Ese cambio en el stock de residentes favorable a los extranjeros «No Comunitarios» se ha debi-do al impacto de las debi-dos últimas regulariza-ciones llevadas a cabo en 2000 y 2001 pero cuyos resultados no han sido computados hasta bien entrado 2002. Así resulta, que si en diciembre de 1999, el 52% de los residen-tes extranjeros era Comunitario, a finales de 2002, el 62% ya no lo era. De modo que la segunda conclusión que se extrae de este estudio es que la inmigración indocumentada ha tenido y aún tiene un peso enorme y deci-sivo en el panorama de la población extranje-ra en España.

En lo que se refiere a la distribución por sexo y grupos de edad, los autores del capítu-lo aprecian tres hechos. El primero es la mas-culinización del stock de residentes, que ha ido acompañado por el crecimiento del núme-ro de menores y seguido por un rejuveneci-miento del censo de residentes que están en situación legal. La inmigración indocumenta-da es más reciente, masculina y algo más joven que la que goza de estabilidad legal. A su vez, la seguridad que proporciona la legali-zación refuerza una dinámica de asentamien-to duradero de los inmigrantes y de sus fami-lias que desborda el escenario de recibir úni-camente mano de obra temporal.

Al mismo tiempo, se ha producido una lati-noamericanización y europeización de la inmigración legal y, como resultado, un

mayor equilibrio entre las grandes cuencas migratorias.

Por otra parte, las principales comunida-des de extranjeros no comunitarios también se han visto alteradas en su volumen y peso. La proporción de residentes marroquíes ha bajado hasta el 34% en diciembre de 2002, cuando dos años antes suponía el 42% del total de permisos dentro del Régimen Gene-ral. Por el contrario, la suma de residentes ecuatorianos y colombianos ha saltado desde el 11,7% en 2000 hasta el 22,6% a últimos de 2002.

El número de visados de residencia conce-didos en 2001 ha duplicado la cifra de 1999. Es otra prueba más, según los autores, del incremento de los flujos en los últimos tres años (1999-2001) y da idea de que tienen un proyecto migratorio de cierta duración. En 2001 se han concedido 137.000 visados de residencia, lo que representa el 18% del total de visados expedidos.

Más de 1.100.000 permisos de residencia estaban en vigor a finales de 2001, cifra que se elevaba a 1.324.000 en diciembre de 2002 según los últimos datos oficiales. La propor-ción de extranjeros documentados supera el 3,2% de la población total

Otro dato a tener en cuenta, según los autores, es que entre 1996 y 2002 se han tras-tocado los pesos del stock de residentes en el Régimen General y en el Comunitario. En la primera fecha de referencia los Comunitarios dominaban, con el 59% del total, mientras que en 2002 apenas representaban el 38%.

La tendencia que se sigue desde 1997 es al rejuvenecimiento de la población extranjera. Dos tercios tienen entre 16 y 44 años y apenas el 11% son menores y el 6%, mayores de 65 años.

En cuanto a la distribución por sectores, una mayoría que supera el 60% trabaja en los servicios seguidos a mucha distancia por la agricultura y la construcción, con el 14% de

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inscripciones en cada sector y finalmente, la industria, con el 9%.

Por otra parte, el desempleo que afecta a los extranjeros está por encima del de los españoles. Según el INEM, en marzo de 2002 era del 13,7% para los no comunitarios y del 11,5% para los extranjeros que están en Régi-men Comunitario, mientras que el 9,2% de los españoles está en paro.

En la distribución del paro según el sector de actividad resaltan los servicios (49% del total) aunque su incidencia sea menor que la proporción de extranjeros empleados en ese sector (62%). En cambio en la agricultura el peso de los desempleados supera al de los ocu-pados (14% frente al 9%).

A continuación, señalan los autores que los extranjeros demandantes de empleo están poco protegidos durante el desempleo. Tres de cada cuatro demandantes (el 73%) no per-ciben ninguna prestación. De entre los que sí la perciben, el 60% percibe prestaciones con-tributivas, un tercio recibe algún tipo de ayu-da y el 8%, el subsidio destinado al Régimen Especial Agrario.

Por otra parte, la documentación por arraigo de 2001, con 350.000 solicitudes, ha sido la mayor de las celebradas hasta la fecha. El 67% de los solicitantes consiguió legalizar su situación obteniendo una resi-dencia temporal válida durante un año. Esta residencia iba separada del permiso de traba-jo, que consiguieron únicamente 183.000 peticionarios. Según los autores, la tempora-lidad de la residencia y su desvinculación del trabajo amparan la irregularidad laboral y auguran una recaída en la clandestinidad al cabo del año.

El capítulo IV está dedicado al Mercado de Trabajo de los inmigrantes extranjeros y en él se realiza una explotación de la Estadística de Permisos de Trabajo a Extranjeros para el período 1991-1999, tanto a partir del Anuario de Estadísticas Laborales y del Boletín de

Estadísticas Laborales, como de la base de microdatos para el período 1994-1999. Dos conclusiones extraen del análisis los autores del capítulo: en primer lugar, la tendencia de los permisos de trabajo a ampliar su curso temporal, a consolidarse en el tiempo; la segunda, el escaso peso de los permisos de trabajo vía contingentes dirigidos a abastecer determinados mercados de trabajo.

Entre 1991 y 1999 el número de permisos anuales de trabajo fluctúa entre un mínimo de 85.526 y un máximo de 118.538. Entre los diversos tipos hay que enfatizar, según los autores, que entre el 20 y el 30% de los per-misos son de la llamada clase C (perper-misos por más de 3 años) así como del permanente (des-de 1996), que exige un trabajo previo en España de al menos 6 años. Si a ello se añade que el permiso B (por 2 años) va ganando peso, se tiene que en 1999 algo más de la mitad de los contratos son por 2 o más años.

Además, los permisos se conceden para aquellos sectores de la economía en los que los inmigrantes extranjeros resultan ser más bien complementarios de los nacionales en el mercado de trabajo español, como son el sec-tor servicios (57% de los permisos de trabajo, de los que la mitad son para el servicio doméstico) y el agrario (24%).

Según el estudio, el perfil dominante de los permisos de trabajo concedidos en la década de los noventa del siglo XXI es africano (mayormente marroquí) pero el perfil domi-nante de la presente década parece ser que será latinoamericano.

El análisis del mercado de trabajo de inmi-grantes extranjeros ha sido abordado tam-bién a través de la EPA. De la misma se extrae que en cuanto a las condiciones de tra-bajo, los inmigrantes ocupados tienden a jor-nadas de trabajo atípicas en las que predomi-na el tiempo parcial (menos de 30 horas por semana) o largas jornadas (de 50 y más horas semanales de trabajo), tasas de temporalidad superiores al 50% (33% en el caso nacional) y

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una antigüedad en el empleo inferior a 3 años (entre el 65 y el 70% están en ese caso).

Por lo que se refiere a la población inmi-grante en paro se constata en el estudio una cierta sobrerepresentación de varones, de personas sin estudios y con estudios superio-res; tienden a ser parados de corta duración en mayor medida que los españoles; y algo menos de la mitad de este colectivo está ins-crito en el INEM (44% en el periodo 1997-2001 frente al 88,6% nacional).

En el último capítulo se analiza la protec-ción social de los inmigrantes extranjeros, extrayendo el autor del mismo tres conclusio-nes. En primer lugar, destaca el espectacular proceso de afiliación a la Seguridad Social de los inmigrantes extranjeros entre 1998 y mayo de 2001, con un crecimiento del 341,6% en esos algo más de cuatro años. En ese mes, los afiliados no comunitarios eran ya el 74% de todos los afiliados extranjeros cuando cua-tro años antes eran el 42,7%. Ello ha supues-to que la población trabajadora no comunita-ria afiliada a la Seguridad Social, que en 1998 era el 52% de toda la población activa de este colectivo, alcanzaba en diciembre de 2001 al 83% de la misma.

La acción protectora de la Seguridad Social y, en general, del Estado de Bienestar, es desigual. Con el apoyo de las fuentes de información de la Seguridad Social y los resultados de encuestas constata el autor una amplia cobertura del sistema sanitario, que en 2001 alcanzaba al 88% de toda la pobla-ción inmigrante no comunitaria. En lo refe-rente a la protección por desempleo se ha esti-mado que la cobertura de la población en paro no comunitaria, según la EPA, era en 2001 del 22%.

Por último, en lo que se refiere a la acción protectora de los servicios sociales, se destaca en el estudio que el colectivo que acude a los servicios sociales representa aproximada-mente la composición nacional del colectivo de inmigrantes no comunitarios que viven en

España; se trata de un colectivo bastante joven, con un nivel de estudios estimable, un 40% lleva viviendo menos de un año en Espa-ña, el 37% está en situación irregular y su tasa de paro es casi del 50%.

El trabajo supone un estudio exhaustivo y pormenorizado de la inmigración en España, tema de la máxima actualidad en nuestro país, y que, al ser abordado por un grupo de investigadores que cultiva disciplinas afines y complementarias, da como resultado un análisis completo de los vínculos existentes entre inmigración, mercado de trabajo y pro-tección social.

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