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Subjetividades criminales : discurso gubernamental, periodístico y literario en el México contemporáneo = Criminal subjectivities : governmental journalistic and literary discourse in contemporary Mexico

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Academic year: 2020

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(1)TALLER DE LETRAS N° 50: 129-140, 2012. ISSN 0716-0798. Subjetividades criminales: discurso gubernamental, periodístico y literario en el México contemporáneo*. Criminal Subjectivities: Governmental, Journalistic and Literary Discourse in Contemporary Mexico Yuri Herrera Tulane University yherrera@tulane.edu En este artículo se analiza cómo se construye la “subjetividad criminal” desde los discursos gubernamental, periodístico y literario en México, en el contexto de la “guerra contra las drogas” agudizada por el gobierno de Felipe Calderón. Las presiones a las que está sometido cada uno de ellos y las expectativas que crean. Palabras clave: México, guerra contra las drogas, violencia subjetiva, subjetividad criminal, discurso gubernamental, discurso periodístico, discurso literario. This paper analyzes how “criminal subjectivity” is created in the governmental discourse, as well as in the discourses of the press and that of literature, in Mexico, in the context of the “war against drugs” launched by the government of Felipe Calderón. To what kind of pressure each of them is subjected and what are the expectations they create. Keywords: Mexico, war against drugs, subjective violence, criminal subjectivity, governmental discourse, discourse of the press, literary discourse.. Recibido: 21 de noviembre de 2010 Aprobado: 19 de marzo de 2011. * Este artículo forma parte del proyecto Fondecyt Nº 1110482 “Alta fidelidad: literatura y música popular en la narrativa argentina, chilena y mexicana reciente” de la cual el autor es investigador de colaboración internacional.. 129 Q. 28489 TLETRAS 50).indb 129. 25-07-12 15:02.

(2) TALLER DE LETRAS N° 50: 129-140, 2012. I. Del poder de los actos de habla El pasado 12 de enero, en un encuentro con representantes de organizaciones civiles preocupadas por la seguridad pública, el presidente de México Felipe Calderón fue cuestionado acerca de la manera en que había concebido el combate a la delincuencia organizada; uno de los asistentes le dijo que, ya que había definido esta acción como una guerra, tenía la obligación de asegurarse de que hubiera coordinación, unidad de propósitos y que el poder del Estado tenía que radicar en una evidente “superioridad moral”. El presidente Calderón respondió de inmediato, no con una autocrítica sobre la falta de coordinación entre las distintas instituciones encargadas de la seguridad pública, ni ofreciendo argumentos sobre la superioridad moral del Estado; en vez de eso prefirió negar haber utilizado el término “guerra”. Dijo: “Yo no he usado, y sí le puedo invitar a que, incluso, revise todas mis expresiones públicas y privadas. Usted dice: usted ya eligió el concepto de guerra. No. Yo no lo elegí” (La Jornada, 13 de enero, 2011). El problema cuando se lanza un reto de esta naturaleza es que alguien puede aceptarlo. De inmediato, varios periódicos hicieron la revisión y encontraron que el presidente había utilizado la palabra “guerra”, sin ambigüedades, en por lo menos siete ocasiones. No sólo lo había hecho durante su campaña, cuando al presentar sus propuestas para combatir al crimen organizado definió contundentemente: “Esta es una guerra, y tengan la seguridad de que vamos a ganar, porque habrá un gobierno decidido y con los mejores instrumentos para ello” (Reforma, 13 de enero, 2011), sino que la siguió utilizando más adelante, ya en el gobierno, cuando el término ya no podía tomarse como un propósito, sino que era la definición de una manera de obrar, sobre todo cuando lo declaraba en un desayuno con militares en la Secretaría de Marina: “En esta guerra contra la delincuencia, contra los enemigos de México, no habrá tregua ni cuartel [...] Por eso ni claudicaremos ni titubearemos en la lucha contra los enemigos de México” (Reforma, 13 de enero, 2011). En la misma reunión, luego de negar que dijo lo que sí dijo, el presidente añadió: “Yo he usado permanentemente el término lucha por la seguridad pública y lo seguiré usando y haciendo, pero independientemente del tema o denominación que se quiera dar, coincido con usted, la legitimidad del gobierno radica en la medida en que actúe conforme a la ley” (La Jornada, 13 de enero, 2011). Pero la denominación no es asunto secundario cuando el que habla es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, porque de ella se desprende una manera de lidiar con los conflictos, como quedó claro en otra de esas ocasiones en que utilizó la palabra guerra, construyendo a los delincuentes ya no como infractores que deben ser detenidos, procesados, juzgados y sentenciados, sino que los elevó a una categoría metafísica, la de enemigos de la patria. El 12 de septiembre de 2008, en la ceremonia de clausura y apertura de cursos del Sistema Educativo Militar, dijo: “En esta guerra contra la delincuencia, contra los enemigos de México, no habrá tregua ni cuartel, porque rescataremos uno a uno los espacios públicos, los pueblos y las ciudades en poder de malvivientes, para devolverlos a los niños, a los ciudadanos, a las madres de familia, a los abuelos” (Reforma, 13 de enero, 2011). Es a partir de esta partición en dos de la sociedad mexicana, la instauración verbal del estado de guerra, que planteo las siguientes preguntas: ¿Cuáles. Q 130. 28489 TLETRAS 50).indb 130. 25-07-12 15:02.

(3) YURI HERRERA. SUBJETIVIDADES CRIMINALES: DISCURSO GUBERNAMENTAL, PERIODÍSTICO…. son las consecuencias de construir una subjetividad criminal a partir de una racionalidad bélica?, ¿cómo resisten o legitiman esta construcción otros discursos, particularmente los que surgen en el ámbito de la prensa? Y ¿cómo opera la ficción literaria frente a las ficciones construidas por otros discursos? Al hablar de la construcción de una cierta subjetividad criminal aludo a la GLVWLQFLyQTXHKDFH6ODYRMäLåHNHQWUHYLROHQFLDVXEMHWLYDYLROHQFLDVLPEyOLFD y violencia objetiva. La violencia simbólica en este esquema sería la violencia ejercida a través del lenguaje, la violencia objetiva la violencia sistémica, que se expresa en “las consecuencias frecuentemente catastróficas del funcionamiento terso de nuestros sistemas político y económico” (2); y la violencia subjetiva sería aquella realizada por un agente identificable, la que se destaca como una perturbación de la normalidad, de un estado pacífico de cosas. En el caso mexicano, la violencia objetiva, que no aparece como el asunto primordial a resolver, sería un estado de cosas que podría incluir, entre otros factores, los bajos niveles educativos en el país, el abandono de los campesinos, un sistema judicial corrupto e ineficaz, la supeditación a las políticas norteamericanas con relación al tema de la producción y tráfico de estupefacientes. Pero no es contra esta normalidad contra la que se ha emprendido una guerra, sino contra ciertos sujetos que la habitan, aun cuando en algunos casos, como ilustraré a continuación, el comportamiento de los individuos no sea violento. Subrayo: la declaración de guerra realizada por el gobierno es a la vez vaga y dramáticamente concreta. Es precisa, y sus efectos son visibles en la presencia de soldados patrullando la mayoría de las principales ciudades del país y en los enfrentamientos diarios que sostienen con los sicarios a sueldo de los distintos cárteles; y es vaga en que no se dio a partir de una resolución del congreso, ni estableció objetivos claros sobre cuándo podría considerarse ganada dicha guerra, ni definió cuál es el ejército que se está combatiendo. Esta doble condición de la guerra contra el crimen organizado, contra las drogas o contra los narcotraficantes (el título también ha sido cambiante) ha traído como consecuencia un modo de concebir y enfrentar los conflictos que no admite los matices ni los procesos, porque sólo hay dos posibilidades: eres un ciudadano intachable o eres un enemigo de la nación. Así, los sospechosos de ser criminales se constituyen, por esa mera sospecha, en un otro radical, ajeno, inhumano; la muerte de ese otro no necesita ser investigada ni sus responsabilidades esclarecidas porque en un contexto en el que sólo hay dos bandos ésa es una pérdida de tiempo. Dentro de este orden simbólico impuesto sin debate previo, los ciudadanos tienen una obligación de ejemplaridad que no se corresponde con el funcionamiento de las instituciones. Referiré ahora un ejemplo, de entre los múltiples que cada día conocemos. El 31 de enero de 2010 un grupo de adolescentes celebraba el cumpleaños de uno de ellos, en la colonia Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez. En la madrugada, un comando entró al domicilio y comenzó a disparar indiscriminadamente, persiguiendo inclusive a los que trataban de escapar. 14 personas murieron en el lugar y dos muchachos más perecieron en el hospital los días siguientes. Entre las víctimas se encontraba Adrián Encino Hernández, de 17 años, del plantel 9 del Colegio de Bachilleres, quien recientemente. 131 Q. 28489 TLETRAS 50).indb 131. 25-07-12 15:02.

(4) TALLER DE LETRAS N° 50: 129-140, 2012. había recibido un reconocimiento del gobernador de Chihuahua, por su destacada actividad académica. Cuando soldados y policías llegaron al lugar, los sicarios ya habían partido (El Universal, 1 de febrero de 2010). Aunque meses después se detuvo a varios sospechosos, los asesinatos no han sido cabalmente esclarecidos. Pero aun hay algo que vuelve más terrible el relato de la matanza. En cuanto se enteró de ésta, el presidente Calderón, que se encontraba ese día de gira en Japón, especuló que el tiroteo probablemente se debía a la rivalidad entre dos pandillas criminales (El Universal, 3 de febrero de 2010). El problema es que quien hace esta especulación no es alguien cuyas opiniones son sólo opiniones sino alguien que cuando dice “guerra” los soldados patrullan las calles; es un acto de habla. El peso de esta declaración se refleja también en lo que un día más tarde el Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, dijo a los familiares de los adolescentes asesinados: “Lo he dicho y lo reitero, sólo sometiéndose a la ley encontrarán respeto a sus vidas y a sus familias (…) Sométanse a la ley, allí encontrarán el respeto para lo que es más sagrado de la vida” (La Jornada, 3 de febrero de 2010). Una semana más tarde, el presidente se disculpó por haber opinado con tal ligereza sobre los hechos, pero la disculpa no cambió eso que he venido llamando la construcción de la subjetividad criminal: en ella, hasta las víctimas son sospechosas, porque no supieron morir “bajo el amparo de la ley”. Y aún hay que añadir algo más: ¿por qué es necesario disculparse por juzgar a unos muertos antes de tiempo y a otros no? ¿Qué es lo que vuelve unas vidas automáticamente más valiosas que otras, sino la lógica de la guerra? Cuando se va a la guerra no se hacen preguntas ni se recaban pruebas ni se tiene paciencia: el enemigo es una amenaza en bulto, y a falta de uniforme que lo identifique es necesario atribuirle uno. En Vida precaria, Judith Butler habla del valor diferencial de la vida: afirma que hay vidas altamente protegidas y otras que no valen la pena (58-59), lo cual las vuelve irreales: “si la violencia se ejerce contra sujetos irreales, desde el punto de vista de la violencia no hay ningún daño o negación posibles desde el momento en que se trata de vidas ya negadas. Pero dichas vidas tienen una extraña forma de mantenerse animadas, por lo que deben ser negadas una y otra vez. Son vidas para las que no cabe ningún duelo porque ya estaban perdidas para siempre o porque más bien nunca «fueron», y deben ser eliminadas desde el momento en que parecen vivir obstinadamente en ese estado moribundo. La violencia se renueva frente al carácter aparentemente inagotable de su objeto” (60). Es necesario hablar de las cifras de la guerra, ahora que hemos mencionado un mecanismo de reproducción de la violencia. Hasta el fin de 2011 ha habido más de 45 mil muertos atribuidos a esta guerra. En abril de 2010, cuando la cifra se acercaba a los 23 mil, el presidente Calderón dijo que 90% de esas muertes correspondían a sicarios, 5% a soldados y policías y 5% a civiles que quedaron atrapados en el fuego cruzado (El mañana, sábado 17 de abril de 2010). La cifra, tan redonda, no fue acompañada por metodología alguna, ni por la afirmación clara, aunque esté implícita, de que se han investigado todas esas muertes. Al respecto, Edgardo Buscaglia, profesor del Instituto Tecnológico Autónomo de México, ex asesor de la Organización de las Naciones. Q 132. 28489 TLETRAS 50).indb 132. 25-07-12 15:02.

(5) YURI HERRERA. SUBJETIVIDADES CRIMINALES: DISCURSO GUBERNAMENTAL, PERIODÍSTICO…. Unidas en temas de crimen organizado, afirmó que el presidente Calderón “debe haber obtenido su título de derecho por correo, porque realmente yo no entiendo cómo un abogado puede decir que sin procesamiento judicial el 90 o el 80 por ciento de los asesinados ahora en México sean miembros de grupos criminales” (entrevista con Carmen Aristegui, 27 de octubre de 2010). Ese 90% es el dato duro que define no cuántos homicidios fueron resueltos sino cuántos de ellos el gobierno ha decidido que caben en la subjetividad criminal construida por él. Al desentenderse de ese 90%, el gobierno hace en un solo movimiento la doble operación de afirmar que la guerra de la que hablaba es en realidad una guerra entre cárteles sin, por otra parte, renunciar a la prerrogativa que le da la guerra de deshumanizar al adversario. Éste deja de ser “enemigo” (porque entonces se entiende que alguna vez fue o que puede ser “amigo”) para convertirse en “delincuente”; pero deja de ser delincuente en el momento en que sería necesario someterlo a un proceso legal. Otra consecuencia de estigmatizar todas estas muertes con tal facilidad, es que se incorporan esos asesinatos a la violencia objetiva, a nuestra “normalidad”. Dice Judith Butler que el obituario es el instrumento “por el cual se distribuye públicamente el duelo. Se trata del medio por el cual una vida se convierte en –o bien deja de ser– una vida para recordar con dolor, un icono de autorreconocimiento para la identidad nacional; el medio por el cual una vida llama la atención. Así tenemos que considerar el obituario como un acto de construcción de la nación. No es una cuestión simple, porque si el fin de una vida no produce dolor no se trata de una vida, no califica como vida y no tiene ningún valor. Constituye ya lo que no merece sepultura, si no lo insepultable mismo” (61). La negación de estas vidas, sin juicio, sin luto, sin obituario, se convierte en parte de la violencia misma que produjo sus muertes y en vez de aminorarla la vuelve parte integral de nuestro “estado de paz”. Sin embargo, no es tan simple mantener estos campos claramente separados, el de los ciudadanos por un lado y los enemigos de la patria por el otro, no es simple ni siquiera por la fuerza de las armas. Si quien ha planteado la dicotomía falla en demostrar qué representa esa “fuerza moral” legítima, corre el riesgo de tropezar con su propio maniqueísmo. Por eso es que cada vez más se ha venido tratando en los medios esta “guerra” como “la guerra de Calderón” y por eso es que cada vez más gente acusa al presidente de tener las manos manchadas de sangre, no porque se exima de su responsabilidad a los criminales, como el gobierno insiste en defenderse, sino porque es tan amplio el haz que proyecta la subjetividad criminal que ha construido, que sus mismos constructores terminan por ser tocados por él.. II. De las imposibles labores de la prensa En el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000) desapareció la censura gubernamental sobre los medios de comunicación de manera orgánica, es decir, como una política de Estado. A partir de entonces ha habido una emergencia de nuevos medios y el debate político se ha dado sin restricciones evidentes. Sin embargo, la prensa no ha podido intervenir decisivamente en la construcción de un discurso más complejo e informado en torno a la. 133 Q. 28489 TLETRAS 50).indb 133. 25-07-12 15:02.

(6) TALLER DE LETRAS N° 50: 129-140, 2012. violencia. Esto se debe, en principio, a que las condiciones de trabajo de los periodistas en México están entre las peores del mundo, tal como asientan múltiples informes, entre ellos, por ejemplo, el de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que asienta que en la última década 66 periodistas han sido asesinados; de ellos, nueve asesinatos sucedieron en el último año, sin contar cuatro desapariciones que todavía no pueden contabilizarse como homicidios (El Universal, 3 de enero de 2011). Estas cifras denotan que los periodistas se han convertido efectivamente en blancos dentro del conflicto armado, con lo cual el relato que construyen ha terminado por subsumirse a esta dicotomía. Doy un par de ejemplos: hace unos días, el diseñador Alejandro Magallanes inició desde Nuestra aparente rendición –blog que da seguimiento a la “guerra” e invita a diversos artistas e intelectuales a reflexionar sobre ella– una campaña para reproducir en todos los espacios posibles una consigna que mostrara el hartazgo de la población ante la violencia. La imagen, que dice No Más Sangre, fue copiada y reproducida en espacios públicos, periódicos y redes sociales, varios intelectuales se sumaron a ella, así como opinadores y moneros de los periódicos La Jornada y El Universal. El discurso que acompañó a la campaña en los medios pareció centrarse de manera espontánea en responsabilizar directamente de los más de 34 mil muertos al presidente Calderón. Ante esto, otro sector de la prensa repitió el argumento de que esta visión del conflicto sólo beneficia a los narcotraficantes. Ciro Gómez Leyva, un influyente periodista crítico de la campaña, afirmó que “los hijos de puta”, como llama a los narcotraficantes, estaban ganando la guerra desde la opinión pública (Milenio, 12 enero 2011), y que había que pedirle eficacia al Estado sin perder de vista que los responsables de tanta sangre son los criminales. Sumado a esta polarización, la discusión sobre la subjetividad criminal en México se enturbia cada vez que un narcotraficante escapa o es liberado por los jueces, cada vez que se exalta la realización de obras sociales por parte de ellos como si fuera una constante de alcance nacional y no casos aislados, y algún sector de la prensa lo difunde de manera acrítica o corrupta. Tampoco ayuda la construcción que se hace desde medios tan poderosos como Forbes, que en dos años consecutivos ha incluido al narcotraficante más poderoso del país, Joaquín el Chapo Guzmán, en su lista de los hombres más ricos del planeta; Forbes no explicó cómo cuantificó la fortuna del capo, y en 2009, con cinismo extraordinario clasificó la industria a la que pertenecía como “Shipping” (Forbes, 3 de noviembre de 2009); desvergüenza que ya no repitió el año siguiente (Forbes, 3 de octubre de 2010), pero con la inclusión del Chapo en estas listas se contribuyó a la mitificación del personaje y, en un sentido simbólico, a un lavado de su fortuna. El año pasado tuvimos la rara oportunidad de leer el intento de un capo del narcotráfico por tener control sobre la construcción de su personaje y articular un discurso propio, más allá de las mantas que cada tanto algunos cárteles cuelgan en puentes peatonales o los cadáveres que arrojan afuera de estaciones de policía acompañados de mensajes acusando al gobierno de complicidad con grupos rivales. En abril de 2010, Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los líderes del cártel de Sinaloa, contactó a Julio Scherer, a quien bien podríamos llamar el periodista más importante de México en. Q 134. 28489 TLETRAS 50).indb 134. 25-07-12 15:02.

(7) YURI HERRERA. SUBJETIVIDADES CRIMINALES: DISCURSO GUBERNAMENTAL, PERIODÍSTICO…. las últimas décadas, fundador del semanario Proceso, para “platicar” con él. El caso enriqueció el debate en términos de que incorporó a nuestro imaginario la estampa de un criminal muy similar, en términos de apariencia y lenguaje, a cualquiera de nosotros, pero añadió poco más. Tal como asienta la nota (Proceso, 4 de abril de 2010), se trató no de una entrevista, sino de un “encuentro”. Emisarios del capo condujeron al periodista a un lugar no determinado y, una vez que desayunaron, Zambada rechazó una a una las preguntas que Scherer le hizo, contestando con parquedad o posponiendo las respuestas; en vez de eso insistía en pintarse a sí mismo como un hombre de campo y lo más que llegó a decir fue que “el narco está en la sociedad, arraigado como la corrupción” (10). Los críticos de Scherer dijeron que éste se había prestado a servir como propagandista del narcotraficante, y quienes lo apoyan dijeron que había sido un gran logro periodístico. Al final, quedó como un matiz en la construcción del sujeto criminal, al escuchar a uno de ellos asumiéndose explícitamente como parte de la normalidad en que vivimos, parte de nuestra violencia objetiva; pero la recepción del encuentro no modificó la polarización existente. Un último elemento que quiero mencionar como un obstáculo en la participación productiva del periodismo en este debate es el ritmo al que se producen y difunden las noticias. Frente a las exigencias de los medios que están actualizando constantemente sus ediciones electrónicas y la presión que supone el flujo de información a través de las redes sociales, el periodismo parece en ocasiones tentado de abandonar la investigación, la reflexión y el largo aliento. Parecería que estamos en un momento de transición similar al que vivió la prensa del siglo XIX. El periodista y académico Froylán Enciso rescató hace poco un texto del modernista Manuel Gutiérrez Nájera en el que lamentaba el desplazamiento de la crónica frente a otras formas de periodismo: la crónica, decía, “es, en los días que corren, un anacronismo… ha muerto a manos del repórter… La pobre crónica, de tracción animal, no puede competir con esos trenes-relámpago. ¿Y qué nos queda a nosotros, míseros cronistas, contemporáneos de la diligencia, llamada así gratuitamente? Llegamos al banquete a la hora de los postres” (prólogo a El cártel de Sinaloa). Así a la nómina de hechos violentos que cada día crece sin control (de la cual di un ejemplo en el apartado anterior) y que ha convertido a la nota roja en el titular perenne de nuestros medios, hay que añadir la premura como un elemento que impide dar un paso atrás y reflexionar sobre la violencia objetiva con la que convivimos. No obstante, hay periodistas que hacen un esfuerzo por romper esos obstáculos. Uno de ellos, Diego Enrique Osorno, uno de los pocos que no sólo reportea sobre el terreno sino que introduce una mirada de gran angular sobre el tema, ha escrito la historia del cártel de Sinaloa y la utilización que de esta guerra se hace desde el poder, así como amplios reportajes sobre la represión en Oaxaca hace unos años y sobre la muerte de 49 niños en una guardería en Hermosillo, Sonora. En su texto “Postales sobre la guerra en México” Osorno critica que se utilice el término “guerra contra el narco” pero no “guerra contra la marginación” cuando ésta es un problema de mucho mayores dimensiones: “De enero de 2000 a junio de 2008 se estima entre 15 mil y 17 mil el número de personas ejecutadas al estilo de la mafia. En el mismo lapso, 22 mil 581 mexicanos murieron a causa de la tuberculosis,. 135 Q. 28489 TLETRAS 50).indb 135. 25-07-12 15:02.

(8) TALLER DE LETRAS N° 50: 129-140, 2012. de acuerdo con reportes oficiales […] En el primer informe de gobierno del presidente Felipe Calderón, la tuberculosis abarcó apenas un par de párrafos. […] En cambio, el documento presidencial incluyó más de una docena de cuartillas con su retórica en torno a la “guerra contra el narco” (10); y más adelante hace una toma de posición sobre cómo desempeñar el oficio en un contexto de esta naturaleza: “No veo cómo un reportero pueda cumplir su trabajo si no tiene principios e ideas políticas en torno a la situación actual. Quienes dicen que carecen de ideas políticas porque son imparciales, mienten. En un momento como el actual, es perverso que haya quienes invoquen esa pretendida inocencia. Cuando vives tiempos vergonzosos, la vergüenza cae sobre ti” (Diego Enrique Osorno, “Postales de la guerra en México”). Entre los distintos esfuerzos que se han dado sobre cómo hablar del horror quiero mencionar por último en este apartado el proyecto iniciado por la periodista Alma Guillermoprieto tras el hallazgo, el 24 de agosto de 2010, de 72 cadáveres en un rancho en la comunidad de San Fernando, Tamaulipas (La Jornada, 25 de agosto, 2010). Según supimos, se trataba de 58 hombres y 14 mujeres, migrantes provenientes de centro y Sudamérica, que habían sido secuestrados por el cartel de los Zetas y habían sido asesinados, se supone, al no dejarse reclutar ni tener recursos para pagar su propio rescate. En el proyecto 72migrantes.com se agruparon 72 escritores de las más diversas disciplinas (novelistas, reporteros, sociólogos) que se dieron a la tarea de buscar la mayor información posible sobre cada uno de los individuos asesinados, intentando así evitar que, una vez más, se les convirtiera en sospechosos de su propia muerte y, en última instancia, en dígitos de una estadística. Algunos textos reconstruyen hasta donde es posible el drama vivido por las víctimas, en otros se registran las palabras de sus familiares; a veces, cuando no fue posible identificar al muerto, se construyó un texto que intenta dar cuenta de la impotencia y el dolor y dejar una huella que más adelante pueda ser completada. El altar de muertos, como lo denominó Alma Guillermoprieto, es más que un gesto de solidaridad: es la puesta en práctica de la lengua como una herramienta para refutar la subjetividad criminal en boga, el simplismo y la transformación de estas vidas en vidas irreales, insignificantes porque carecían de documentos, vidas que por su propia historia no estaban, para usar las palabras de aquel secretario de gobernación, “sometidas a la ley”, y por lo tanto no merecían su protección y respeto.. III. De lo que se espera de la literatura Estos días, a los escritores de mi generación les hacen frecuentemente dos preguntas: una, ¿cómo refleja la narrativa actual lo que está sucediendo? Y dos, en este contexto ¿la realidad finalmente ha superado a la ficción? El problema para contestarlas es que ambas suponen que la literatura tiene obligaciones que no ha prometido cumplir. La literatura no es un discurso instrumental que se encargue de recabar datos. Existe el riesgo de empobrecer nuestra lectura si leemos las novelas sólo en función de su capacidad para representar, como si la narrativa fuera primordialmente un objeto intermedio entre el mundo y los lectores, un espejo cuya superficie irregular sería el estilo de cada escritor; y no un objeto que participa de la construcción de ese mundo. La literatura, justamente, se funda en el escepticismo sobre. Q 136. 28489 TLETRAS 50).indb 136. 25-07-12 15:02.

(9) YURI HERRERA. SUBJETIVIDADES CRIMINALES: DISCURSO GUBERNAMENTAL, PERIODÍSTICO…. la manera en que hablamos cotidianamente, exprime el lenguaje con que nombramos nuestra experiencia y en ese tránsito la transforma. En un ensayo sobre la presencia del pasado en los textos históricos Eelco Runia dice algo que puede servirnos para ilustrar la manera en que se realiza la operación poética de la ficción. Dice Runia: “la presencia del pasado no reside principalmente en la intención con que se cuenta la historia o en el contenido manifiestamente metafórico del texto, sino en lo que la historia y el texto contienen a pesar de las intenciones del historiador. Uno podría decir que la realidad histórica viaja con la historiografía no como un pasajero con boleto sino como un polizonte” (27). Más adelante afirma que el polizonte que se cuela en la historia no está escondido, sino parado en un punto ciego. Es decir, la realidad se aparece aun cuando no haya sido evocada explícitamente; y yo diría: no sólo en los textos históricos, sino también en la ficción, pero en ella la invasión del polizonte puede ser un evento deseado, previsto. En vez de explicar o definir con absouta claridad las cosas, la literatura provoca que sea el lector quien llegue por su cuenta a ellas, perturba nuestras opiniones y habilita otra manera de mirar: más que encargarse de la reproducción de lo sensible, la ficción crea un ser de lo sensible. Quiero ejemplificar lo expuesto con una novela reciente. Deliberadamente no he querido analizar aquí una de las novelas que pertenecerían a eso que, por razones mercadotécnicas, se ha dado en llamar narcoliteratura (análisis que reservo para un texto en preparación), sino otra obra que, me parece, alude metonímicamente al estado moral en el que nos encontramos. Los esclavos, de Alberto Chimal, es una novela breve en la cual se entrecruzan dos historias: la de una mujer que tiene encerrada a una adolescente a la cual utiliza para producir películas pornográficas; y la de un padre de familia que voluntariamente se ha entregado a un millonario para que lo humille como mejor le parezca. La novela nunca menciona el país donde esto sucede, pero el léxico utilizado, como uno de sus reflejos involuntarios, fácilmente podría indicarnos que se trata de México. Sin embargo, no es esa la omisión que construye el punto ciego; éste se sugiere en el momento en que, ya avanzada la novela, tras múltiples descripciones de la violencia ejercida sobre los cuerpos de ambos protagonistas, la voz narrativa afirma: “En lo dicho hasta ahora hay, cuando menos, tres mentiras”, recurso que convierte al narrador en un narrador no digno de confianza y por lo tanto pone en alerta al lector, pero sobre todo porque después se dice cuáles son esas mentiras (varias exageraciones y deformaciones de las características de dos de los personajes), pues entonces, aunque aparentemente se ha restablecido el orden, lo que se hace patente es que estamos a merced de una criba del horror, y que éste puede ser mucho más profundo de lo que se nos ha dicho. Esta táctica cobra fuerza con el otro gran silencio de la novela: la ausencia de juicio moral alguno sobre lo que se está narrando, así como la ausencia de placer; de este modo se aleja tanto del relato pornográfico como del texto aleccionador. Así, Los esclavos es un texto que, aunque puede leerse como una alegoría de nuestro sometimiento, se constituye más bien como un registro: no el registro de ciertos hechos constatables en documentos y estadísticas, sino registro de un afecto. Es la inscripción de una manera de acostumbrarse a la violencia, de un modo de reaccionar frente a lo que todavía no se sabe cómo simbolizar.. 137 Q. 28489 TLETRAS 50).indb 137. 25-07-12 15:02.

(10) TALLER DE LETRAS N° 50: 129-140, 2012. 'LFH äLåHN VREUH HO SDSHO GH OD SRHVtD SDUD KDEODU GH OR LQQRPEUDEOH “El famoso dicho de Adorno necesita ser corregido: no es la poesía lo que es imposibe después de Auschwitz, sino la prosa. La prosa realista fracasa, mientras que la evocación poética de la atmósfera insoportable de los campos tiene éxito. Es decir, cuando Adorno declara a la poesía imposible (o más bien: bárbara) después de Auschwitz, esta imposibilidad es una posibilidad que habilita: la poesía es siempre por definición ‘acerca’ de algo que no puede ser nombrado directamente, que sólo se puede aludir” (4-5). La ficción, creo yo, puede realizar también esa operación poética, justamente porque da ese paso atrás para mirar el horror, ya se trate de uno que sucede íntimamente o al nivel de la sociedad; así puede hablar de él sin limitarse a una sola experiencia fechada y localizada geográficamente, de tal modo que no se agote en sí misma. ¿Qué es entonces lo que añade la narrativa de ficción al debate sobre la construcción de la subjetividad criminal? Cuando se le pide a ésta que no se quede rezagada frente a “lo que sucede”, paradójicamente se le está pidiendo un efecto de realidad que llene el vacío dejado por los discursos que trabajan con “los hechos”. Creo que esto sucede porque la literatura trabaja con aquello que excede a “los hechos”. Los puntos ciegos de la ficción ayudan a mirar más allá de lo meramente coyuntural, de los sujetos de esa coyuntura y de la subjetividad que los construye; proponen otra manera de interpelar al mundo y de dejarse interpelar por él. Independientemente de que tenga o no los mismos referentes que el periodismo y el discurso del poder, la ficción habilita la construcción de cada sujeto criminal como la metonimia de un universo del cual todos somos responsables. Esta operación, ética y estética, puede romper la escisión entre yo y ese otro que es radicalmente otro, el criminal puede aliviar la urgencia de eliminarlo cuando nos hace entender que las condiciones que lo produjeron no nos son ajenas. Aprender a mirar de esta manera no evita la guerra pero sí hace un extrañamiento a la naturalidad con que ésta se presenta.. IV. Conclusión He intentado analizar los discursos del gobierno, de la prensa y de la literatura en torno a la subjetividad criminal confrontando el discurso bélico del presidente de la República, en primer lugar, porque aunque todos los discursos tienen peso y consecuencias –muchas veces más allá de la vida de quienes las pronunciaron o escribieron en una situación determinada–, el de los hombres del poder tiene repercusiones concretas sobre las vidas de los ciudadanos. La subjetividad criminal articulada en torno a la declaración de guerra del gobierno es mucho más que un concepto, es algo que se traduce en un conjunto de comportamientos que estigmatizan a individuos concretos antes de determinar sus responsabilidades específicas, y que pone en riesgo sus vidas. Y en segundo lugar porque el poder tiene poca memoria o acaso una memoria perversamente selectiva, que aprovecha para hacer malabarismos a la hora de asumir sus responsabilidades. Recuerdo un momento de la extraordinaria novela de Thornton Wilder, The Ides of March, en el que Julio César dice: “qué poco dado soy a la reflexión; cualquiera que sea el juicio al que llego, no sé cómo, pero lo hago. Q 138. 28489 TLETRAS 50).indb 138. 25-07-12 15:02.

(11) YURI HERRERA. SUBJETIVIDADES CRIMINALES: DISCURSO GUBERNAMENTAL, PERIODÍSTICO…. instantáneamente; no soy adepto a la especulación, y desde la edad de dieciséis he considerado la filosofía con impaciencia, como un ejercicio tentador pero infructuoso y como una evasión de las obligaciones inmediatas de la vida” (39). Más adelante, el otro protagonista de la novela, Cicerón, hace un juicio sobre esa cualidad de César. Dice: “Hombres de este tipo tanto temen a toda deliberación que se glorifican en la práctica de las decisiones instantáneas. Piensan que están salvándose de la irresolución; en realidad están dispensándose a sí mismos de la contemplación de todas las consecuencias de sus actos” (52). De eso es de lo que he querido hablar: de cómo un hombre poderoso se olvidó, nada menos, que de la palabra que puso en marcha una maquinaria bélica; y de cómo otros discursos dentro de la esfera pública mexicana intentan asumir sus respectivas responsabilidades sobre el uso de la lengua, ya sea al dar cuenta de la complejidad de un conflicto, al abrir la oportunidad para el luto, o al considerar a los lectores como sujetos que pueden articular sus propias ideas y emociones para darle sentido a su experiencia, en vez de, como suelen desear los poderosos, súbditos que otorgan dispensas.. Obras citadas Periódicos y revistas La Jornada, 13 de enero, 2011. Niega el jefe del Ejecutivo haber utilizado el concepto “guerra”. Reforma, 13 de enero de 2011. Niega FCH acuñar concepto de guerra. El Universal: “Matan a 14 en fiesta estudiantil de Juárez, 1 de febrero de 2010”. 3 de febrero, El Universal: “Calderón: se reforzará la estrategia en Juárez”. La Jornada, 3 de febrero, 2010: “La lucha de pandillas mancha a la ciudad fronteriza, dice el titular de gobernación”. El mañana, sábado 17 de abril de 2010: “Las muertes de civiles son las menos: FCH”. El Universal, 3 de enero de 2011: “CNDH: 9 periodistas asesinados en 2010”. Milenio, 12 enero 2011: “Los hijos de puta comienzan a ganar la guerra”. Proceso # 1744, 4 de abril de 2010: “Si me atrapan o me matan… nada cambia”. La Jornada, 25 de agosto, 2010: Descubre la secretaría de Marina 72 cadáveres en un rancho en Tamaulipas. Forbes, 3 de noviembre de 2009: “The World’s Billionaires”: http: //www. forbes.com/lists/2009/10/billionaires-2009-richest-people_JoaquinGuzman-Loera_FS0Y.html. Libros Butler, Judith. Vida precaria: El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires: Paidós, 2006. (traducción de Fermín Rodríguez). Chimal, Alberto. Los esclavos. México: Almadía, 2009. Enciso, Froylán. “Bienvenido a Sinaloa”, Prólogo a Osorno, Diego Enrique. El cártel de Sinaloa: una historia del uso político del narco. México: Random House Mondadori, 2010.. 139 Q. 28489 TLETRAS 50).indb 139. 25-07-12 15:02.

(12) TALLER DE LETRAS N° 50: 129-140, 2012. Runia, Eelco. “Presence”. History and Theory 45 (February 2006). 1-29. Wilder, Thornton. The ides of March. New York: Harper & Brothers, 1950. äLåHN6ODYRMViolence. New York: Picador, 2008. Agradezco la invaluable ayuda de Luis Astorga y Diego Enrique Osorno, por haberme sugerido ciertas lecturas y documentos. Salvo los fragmentos de Judith Butler, todas las traducciones de textos en inglés son mías.. Q 140. 28489 TLETRAS 50).indb 140. 25-07-12 15:02.

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