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Academic year: 2022

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La cruz sobre el corazón

Raimundo Barros, s.j.

En estas breves paginas, el P. Raimundo Barros s /., nos entrega alen- nos de los inultos salientes de la vida y la espiritualidad del Hermano Curios de Jesús (Carlos dn Faucauld), Miitetizúntlotus en el titubólo que eligiera y diseñara pcrsimalineitie c.v ¡n-rstmaie desconcertante: LA CRUZ SORItr EL CORAZÓN. Símbolo ital amor eruajicada de Cristo. Símbolo dv un tipo tic apostolado y de una espiritualidad t¡ue marca una honda huella etí la Iglesia de hoy.

El Hermano Roberto no está en casa: se encuentra en Colliguay, donde hace un retiro de 40 ili'as en completa soledad. El Hermano Noel aún no ha regresado de la Maestranza de Cerrillos, dbBde trabaja como soldador: esta tarde hay reunión de su Sindicato para redactar el pliego de peticiones. El Hermano Gustavo, cuyo rostro sonriente me da la bienvenida, es- tá conversando con un compañero de trabajo que ha venido a visitarlo.

Mientras tanto, paso a la capilla a rezar.

Capilla que invita a la oración silenciosa y pro- longada, en su hermosa desnude/.: sin reclina- torios ni adoraos, cun un simple banco de ma- ikia en torno a tres de sus muros de ladrillos a la vista, Se destaca en ellu el Tabernáculo sobre el sencillo altar. Discretamente, una pe- queña estatua de la Virgen a un lado y la San- la Biblia sobre una repisa al otro lado, en- m.man el altar. Una mujer del vecindario está arrodillada en ¡a estera que cubre el suelo.

Llega un "pelusa" que también se arrodilla. Y lus tres nos quedamos largo rato adorando al Señor. Dentro de poco vendrán los Hermanitos a postrarse ante Jesús durante una hora.

Al reintegrarme a la pieza donde me espe- ra el Hermano Gustavo, lian llegado otros ve- cinos, que salen y entran con fraternal con- fianza. Así paso un buen rato en esa casita de la Población Los Nogales, que no se distingue en nada de las demás del vecindario: ni más

lujosa ni más pobre, sin alardes de confort ni de miseria, en sencilla limpieza.

Allí habitan los Hermanitos de Jesús, esa increíble congregación religiosa cuyos miem- bros son obreros que ganan su vida con el Ira- bajo de sus manos, y que viven una vida de oración, de pobreza, de caridad.

Y así como esta, hay otras 50 "Fraternida- des" de Hermanitos, y unas 200 de Hermanitas, que cuentan con unos 250 y 800 miembros res- pectivamente, repartidos por todo el mundo, siempre en zonas pobres y abandonadas, entre los nómades del desierto o los pigmeos del centro de África, junio a los pescadores de Bretaña u a los indios del Perú.

Y en un espíritu idéntico de pobreza, de calida;!, de oración, aunque en distintas con- diciones de trabajo y de nivel social, existen innumerables grupos de sacerdotes, de profe- sionales y de obreros, también por todo el mundo. Sin hablar de esa cantidad de indivi- duos, cada dia mas creciente, que se sienten influenciados y fuertemente impresionados por esa espiritualidad, sin estar agrupados en ins-

tituciones definidas.

¿Cuál es el origen de este potente movi- miento espiritual, de este ardiente soplo del Espíritu que alienta tan vigorosamente hoy día en ia Iglesia? La respuesta a este interrogante es lo que constituirá el resto de este, artículo, y puede resumirse en una frase paradojal: la

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savia viíalizadora de esta espiritualidad provie- ne de un humilde grano de trigo, que mnriti enterrado en la tierra árida del desierto con la sensación de un inmenso fracaso: Carlos di Foucauld.

Veamos, pues, las i i . i p a s I!L- SU vida, de .su obra y de MI espiritualidad

1. F.l Vizconde <lc Foucauld

A los 23 años, el [oven aristócrata es el tipo mismo del señorito calavera y corrompi- do: huérfano de padre y madre antes de cum- plir 7 años, es el niño mimado de su abuelo;

entra a la ramosa escuela militar de Saint-Cyr con uno de los mejores puntajes de su promo- ción; pero se gradúa casi en el último luyar:

un .líni después, al terminar .su especialización en caballería, ocupa el puesto S7 entre 87 alum- nos... Enviado a Argelia, vive tnaritalmente con una muchacha, y se jacta de ello. Su úni- u reputación consiste en ser el organizador de comilonas v orgías que se recuerdan anos des- pués. , . Y ante-, de cumplir sus 23 años, es dado de baja del ejército "por indisciplina y notoria mala conducta".

Pero esa corrupción no había logrado lo- car la vola prui titula de .s¡i ser. Como ciertos personajes de F.vrlyn Waugh, le era necesaria nía fuerte sacudida para mostrar su fibra. Al saber de una insurrección armada en Oran, pi de su reincorporación a las tilas, v pasa brus- camente, de una vida muelle, y holgazana, a una vida de sacrificio y privaciones, de audacia y coraje: se muestra como un jefe.

I ei ruinada y dominada la insurrección, el Vi/conde solicita su retiro, pero esta vez por mutivus nobles: quiere mostrar a los suyos que "es de buena raza". Y oso lu liará organi- zando una expedición por el hasta entonces desconocido y misterioso territorio de Marrue- cos: será el primer europeo que recorra esas tierras, que levante mapas de ellas. Y llevará a Cabo su audaz proyecto en condiciones de increíble dureza e insufribles privaciones: casi un año vivirá su minucioso peregrinaje, de al- dea en aldea, disl razado de rabino judio y aprovechando la noche para realizar sus me- diciones astronómicas v llenar con su letra menuda cuadernos y mas cuadernos de ano- taciones. Vuelve a Francia y, durante tres años, se ocupará con yran laboriosidad en ordenar sus apuntos y publicar finalmente su gran obra: Reconocitttiono cu Marruecos. Ya antes

de la aparición de esta, la Sociedad Francesa de Geografía le otorga su medalla de oro, en vista de su contribución tan notable a esa ciencia.

No hay duda: el Señor Vizconde ha proha i!u suficientemente a los suyos y a sí mismo que "es de noble raza". Mas aun: en la misma época en que Nietzsche publica Asi hablo Za- ratustra (1883), ¡,-1 joven aristócrata muelle >

sensual ha mostrado que posee libra de super- hombre, con una resistencia verdaderamente sobrehumana a la fatiga, al hambre, a! sueño y al fría

F.sa l¡ii ya permanencia en Afric.i lo mar- cará para siempre: fue el doble encuentro con el desierto y con el Isl.im. Coma a Psicharí, como a Saint-E.xupéry, el desierto conquista a Carlos de Foucauld: su silencio, su soledad, si:

desrudez y su luminosidad dejan en su alma una nostalgia que no se saciará hasta que vuel- va a él, para vivir y morir allí; y en ese de sierto, los árabes, con su profunda religiosidad.

El Islam impresiona tan profundamente al jo- ven oficial, que algunos creerán que tiene in- tención lie hacerse musulmán. "El islamismo es extremadamente seductor, y me sedujo al exceso", escribirá a un amigo tinos años des- pués.

¿Qué es lo que seduce a ese ¡oven aristó- crata? Su fe había naufragado a los Ib años, en las aguas heladas del racionalismo ambien- te I Renán publica su Vida de Jesús en 186-t.

cuando Curios tiene 6 años). Y es precisamen te "la vista de esa fe musulmana, de esas al- mas viviendo en la continua presencia de Dios"

lo que sacude al t'scéplico, en la madurez de sus 25 años, según su propio testimonio. Sólo unos meses antes vive aun en ese "elegante escepticismo" de moda, y puede confiar a un amigo: "Somos demasiada filósofos tú y yo para figurarnos que hay LII el mundo alyu de definitivo". Y ahora... ese Dios en quien no cree lo sacude fuertemente, mostrándole la vi- vencia de su Absolulu, de su Trascendencia, tal como la viven esos pobres árabes iletrados.

2. La Cru-

La inquietud de Dios se va ahondando en su alma en esos lardos meses de arduo trabajo científico que culminará con la publicación de su gran obra üeoyrálica Reconocimiento <-''¡

Marruecas. Durante todo ese tiempo va a re-

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pctir, incansablemente, la oración que tantos han repetido antes y después de él: "Dios mió, si existes, haz que yo te conozca".

Y Dios se Ic va a revelar, por intermedio de un humilde y santo sacerdote, el Abate Hu- velin. Va a verlo para exponerle sus dudas:

"Padre, no vengo a confesarme porque no tengo le", Pero el hombre de Dios intuye alyu más hondo en esa akaa aníjustiada con la nostalgia de Dios. Y lu hace arrodillarse allí mismo y confesar su pobre vida pecadora. Ya limpia su alma, ahora no lo torturan más sus "dudas":

en ese mismo momento recibe la Comunión, y lo inunda una üian ola de amor a Jesús que no hará sino acrecentarse día a día durante todo el resto de su vida. Tiene 28 anos (1886).

Jesús le aparece ante todo bajo su aspecto de humildad, de aniquilamiento, de inmolación.

Su Padre espiritual se ha formado en el ambiente de la Esencia Francesa de espiritua- lidad, leyendo y estudiando a fondo a Bérulle, Condren, Olier, que tanto insisten en esas ideas.

Una frase de Hitvelin, oída en un sermón de esic. se quedará luda la vida grabada en el al- ma LIL1 Carlos de Foucauld: "Nuestro Señor ha tornado de lal manera el última lugar, que nadie ha podido arrebatárselo".

Es lo que hemos Hulado de simbolizar en LA CRUZ.

Carlos de Foucauld se entrega a su con- vei MÓn con el mismo ardor, la misma pasión, el mismo heroísmo eun que .se había entregado a su hazaña humana de explorador de Marrue- cos: el amor lo llevará a la imitación. A la imitación de Jesús en su pobreza, en su abyec- ción, en su inmolación. Se hará monje trapear se, en la más pobre napa de Francia, Nuestra Señora Ue las Nieves. No contenió con esto, solicitara su traslado ai pobrisimo priorato de Akbés, recién fundado en Siria. Pero aún esa vida tan dura y pobre no satisface sus ansias de Cruz. Solicitará y obiendrá, iras largas de- moras, la dispensa de sus vutus trapenses, y se convertirá en un pobre "donado" del con- vento de Clarisas (Franciscanas > de Nazarelh, domlv vivirá en la más completa desnudez ma- terial, en una choza de 4 metros cuadrados que había servido para guardar las herramientas del jardinero.

Ahí vive cuatro años la imitación de la vi- tia de Nazareth que su amado Jesús vivió has- ta los treinta años: vida de humilde trabajo manual, de larga oración silenciosa ante la Eu-

caristía. No puede llevarse más lejos la vida de Cruz.

Pero poco a poco comienza a ahondar en su alma otro aspecto de la persona de Jesús:

esa aniquilación, esa inmolación, esa abyección tenían un tin: Jesús es el Salvador de loa hombres.

Es lo que heniliv simbolizado en EL CO- RAZÓN.

i. El Corazón

Carlos de Foucauld va sintiendo su alma inundada, cada ve/ más hondo, por la realiza- ción de la inmanencia de Dios. Todo el comien- zo de su conversión había sido dominado pol- la trascendencia infinita del Señor, ante la cual el hombre se postra en adoración, se humilla en pobreza. Ahora, sin abandonar ni un ápice esta actitud, la siente enriquecerse con un nue- vo sentido: el Dios trascendente es también el Dios inmanente; el Dios de majestad es tam- bién el Dios de amor a los hombres; el Señoi es inseparablemente el Salvador.

Y el pobre "donado" comienza a soñar con fundar una congregación religiosa que realice ambos ideales: el de la suma pobreza y hu- mildad ante Dios con el de la caridad hacia los hombres. Y compone una Regia, cuya extrema- da minuciosidad e inflexible austeridad la ht.•

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rán absolutamente Impracticable. El prudente Padre Huvelin le advierte una y otra voz que

"no está hecho para conducir a los otros", que

"no vaya a fundar nada", que "no intente te- ner compañeros". El obedecerá humildemente, pero siente que su idea viene de Dios: una L'on'iR.'imt.'iun religiosa formada pf pequeños grupos de Hermanos, que vivan en suma po- brvza entre los pobres, y que den silencioso testimonio de tu caridad de Dios; no por la predicación ni por el ministerio apostólico l "esa fue la vocación de San Francisco"), sino por el ejemplo irradiante de una vida de amor de Dios y de los hombres.

Las "Fraternidades" en que sueña Carlos de FoucauJd —ahora se llama a si mismo el

"Hermano Carlos"— serán estrictamente con- templativas, viviendo en severa clausura mona- cal dentro de la cual se realizará el trabajo manual que les dará los medios de subsistencia.

Pero estarán abiertas a la caridad, "una cari- dad universal que comparta con cualquier po- bre, huésped o desconocido que se presente.

hasta el último mendrugo de pan, y reciba a toda criatura humana como a un hermano muy amado".

El Hermano Carlos, que hasta entonces ha- bía rehusado insistentemente el sacerdocio, por lo que éste comporta de "honor", se siente ahora llamado a ese estado, para poder llevar la presencia eucaríslica del Señor a las nuiíh nes más apartadas. Y es ordenado sacerdote, tras dus años de preparación en el que lucra su primer hogar monacal, la abadía de Nues- tra Señora de las Nieves, en Francia. Tiene 42 a ñ o s (I9U1).

Sin volver a su amada Tierra Santa, parle al África, cuya nostalgia había guardado quizá inconscientemente. En pleno desierto del Sa- hara, instala su primera "Fraternidad" en el oasis de Bcni-Ahbés, en la frontera entre Ar- gelia y Marruecos.

Hasta allí lo ha llevado el CORAZÓN, el amor mismo de Jesús a los hombres: "Quiero habituar a todos los habitantes, cristianos, mu- sulmanes, judíos c idólatras, a mirarme como su hermano, el hermano universal", escribirá a los pocos meses de haber llegado.

4. La Cruz sobre el Corazón

Ya en los días de Nazareth, cuando com- ponía sus austerísimas e impracticables Re- glas, había diseñado la divisa de los "Herma-

nitos del Corazón de íesús": un Corazón crt >•

nado por una Cruz, enmarcado por las p. i i bras Jesu&Cáritas.

Esa divisa la vive él ahora: no sólo Ijtri sobre su pobre hábito, sino que está grabad.!

en su propio corazón, como una marca a fuego El amor de Jesús se realiza en la cruz.

El sigue sintiendo intensamente su voca- ción de contemplativo, de pobre, de "aniquila do". Y pasará horas y horas en muda adora- ción del Señor en la Eucaristía. Pero al mismo tiempo su corazón sacerdotal se conmueve an- te las necesidades humanas y sobrenaturales de esos hombres que lo rodean: y partirá en larpus excursiones por el desierto, que a veces le loman un año entero.

Asi llega a Tamanrassel, a 2.000 kilómetros al inlerior del Sahara. Allí construye, no ya una "Fraternidad" como en Bcni-Abbes, sino una simple ermita para él sólo. Allí se esta hlcce entre los Tuáregs, aprende su lengua, tra- duce a ella el Evangelio: "en espera de que se puedan enviar sacerdotes, comienzo la evan- gelización de los Tuáregs estableciéndome en medio de ellos... y poniéndome en relaciones lu más amistosas posibles con ellos".

El Corazón y la Cruz... El Hermana Carlos no logrará nunca conceptualizar una .WH/LW/.I

en I re su vocación contemplativa ("soy monje y no misionero") y su vocación de apostolado.

Su temperamento es demasiado analítico —se pierde en las minucias y en los detalles— co- mo para lograr expresar claramente esa sínte- sis. Simplemente se deja conducir por el Espi ritu, y en su vida se producirá una yuxtaposi- ción de ambos elementos más bien que una con- CÜiación armoniosa de ellos, según la acertada frase del P. VoilUuime. Así por ejemplo, llega- rá a sacrificar la Misa y la presencia eucarís- tica, centros de su espiritualidad, cuando deci- de ir a establecer su ermita entre los Tuáregs y no puede conseguir el permiso de celebra) sin acólito (el permiso llegará por fin unos meses después): es quu el llamado del Corazón es más fuerte que la atracción por la Cruz de la pura contemplación. Y así llega a una espe- cie de alternancia de ambas vidas, que se tra- duce en periodos de "clausura" en Beni-Ahhés con largas estadas "apostólicas" en Taman- rasset,

La Cruz sobre el Corazón... Carlos de Fou- cauld la buscará: él imagina sus Fraternidades en un apostolado de humilde presencia, de po-

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broza y de caridad, irradiando el "sentido de Dios" enire los pobres, entre los abandonados, entro los alejados: "Hay que ir, no allí dunde la tierra es más santa, sino donde las almas estén en una mayor necesidad''. Apostolado

—el lo llamará "evangelización"— no de pre- dicación ni de pastoral parroquial, sino de tes- timonio silencioso de la amistad divina, de irradiación de una contemplación.

La Cruz sobre el Corazón.,. a Carlos de Foucauld le será duda por el Señor crucificado:

su vida le aparecerá como un inmenso fracaso.

El soñaba con sus "Fraternidades" masculinas y femeninas que irradiaran a Crislu... y nunca logró tener ni un sóUi compañero estable que compartiera su vida. El st>ñ;iba con los frutos palpables de esa irradiación, peni tiene que es- cribir, un año antes de su muerte: "Mañana hará diez años que digo la Misa en Taman- rasset, y ni un solo convertido". Y va a morir solo, a los 58 años, asesinado por esos mismos Tuáregs a los que había inmolado diez años de su vida. La Cruz sobre el Corazón...

5. irradiación de Carlos de Foucauld

El grano de trigo ha muerlo, enterrado en la arena seca del desierto. ¿Irá a quedar esté- ril? Durante casi 20 años no brota el tallo.

Hasta que aparece la figura humilde y genial del P. Rene VoiUaume.

Este sacerdote francés es tocado honda- mente por la vida y los escritos del P. de Fou- cauld publicados por Rene Bazin en 1921 y 11J24. Y supo intuir lo que había allí de fecundo y realizable, distinguiéndolo de la multitud de detalles y minucias impracticables. La Divina Providencia dispuso asi que la intuición tun- damental de Carlos de Foucauld encontrara por iin un realizador.

Y nacen los Hermanitos y las Hermanitas de Jesús en 1933. Ya no serán contemplativos

puros encerrados en su clausura, sino trabaja- dores manuales que viven la vida de sus her- manos trabajadores, codo a codo con ellos, du- rante el día. Pero, en lo demás, realizan la idea esencial del P. de Foucauld: vida de pobreza y de oración, de contemplación y de caridad.

de "testigos silenciosos de la amistad divina", como dirá el mismo P. Voillaume.

Y en torno a esas dos congregaciones reli- giosas van brotando otras organizaciones: Fra- ternidad Secutar, Unión Sacerdotal, Institutos Seculares... Todas ellas diversas en su estruc- tura, pero unidas en la misma espiritualidad fundamental del humilde Hermano Carlos de Jesús. Todas ellas viviendo la caridad crucifi- cada de Cristo: JESÚS - CARITAS, La Cru2 sobre el Corazón.

Es indudable que Dios ha querido darnos un mensaje a través de Carlos de Foucauld y del P. Voillaume. Mensaje que ha caído como agua viva en un mundo sediento. Sediento de Dios, sediento de autenticidad evangélica, se- diento de caridad. Todos podemos sacar fruto dé ese mensaje, cualquiera que sea nuestra vo catión y nuestro modo de vida.

BREVE BIBLIOGRAFÍA

Rene U;i/in. Carlos de Foucauld. Editorial Difusión, Buenos Aires, 1941.

Miguel CaiTOUges, Carlos de foticmdd. Explorador misíicu. Studium. Madrid, 1957.

Jc:in Fran<,'ois Síx, Carlos de foucauld, Itinerario Espiritual. Hender, Barcelona.

Boletín jesús-Caritas, Edición Latinoamericana (Santiago), 3 números publicados.

Rcné Voillaume, tn el corazón de las masas, Stu- dium, Madrid. Numerosas ediciones.

Roñé Voülaumu, Por tos caminos del inundo y Car- tas a los Hermanos, Marova, Madrid, 1962.

(Véase en la Sección Bibliográfica de este mismo fascículo de MliNSAJE una recensión de las últimas dos obras de V'uillaume).

Referencias

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