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Vol. 10, Núm. 22 (2013)

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Antoine Casgrain*

Michael Janoschka**

resumen. Este artículo discute las modalidades mediante las cuales es posible aplicar el término “gentrificación” en las ciu­ dades latinoamericanas. Para ello, se defiende en primer lugar la necesidad de disociar el término, en un ejercicio crítico, de los debates tradicionales del mundo anglosajón de los cua­ les procede. A raíz de ese proceso dialéctico, se propone su aplicación en dos dimensiones para las cuales parece tener una especial relevancia: la gentrificación liderada por los agentes inmobiliarios así como la interrelación entre gentrificación y las múltiples luchas vecinales. Son las dos vertientes que se es­ ti man como apropiadas para evidenciar las consecuencias ocultadas de las políticas urbanas contemporáneas y re­politi­ zar los estudios urbanos desde un horizonte que se relaciona con las reivindicaciones ciudadanas. Esta reflexión crítica nos lleva a una propuesta conceptual ejemplificada median te el caso de la ciudad de Santiago de Chile, paradigmático para algunas de las políticas urbanas neoliberales que provocan la gentrificación.1

palabras clave. Gentrificación, teoría urbana crítica, mercado inmobiliario, resistencia, Santiago de Chile.

* Antoine Casgrain, candidato al doctorado en arquitectura y estudios urbanos de la Universidad Católica de Chile, becario doctoral de la Conicyt (Chile). Correo electró­ nico: acasgrain@uc.cl

** Michael Janoschka, profesor e investigador “Ramón y Cajal” en el Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid. Correo electrónico: michael.janoschka@uam.es; más información: www.michael-janochka.de

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laGentrificación: ¿teoríaimportadaorealidademerGente?

Diferentes académicos provenientes del mundo anglosajón han afir­ mado recientemente que la gentrificación se ha transformado en un fenómeno global (Smith, 2002; Atkinson y Bridge, 2005; Lees et al., 2008; Porter y Shaw, 2008). Sin embargo, el número de estudios em­ píricos que han hecho eco de esas afirmaciones, contribuyendo a caracterizar las variadas “geografías de la gentrificación” (Lees, 2012) es todavía reducido (Harris, 2008; Visser y Kotze, 2008; Ghertner, 2011). De todas formas, los emergentes debates tienen en común que comienzan a demostrar que la adaptación del término gentrificación no puede ser lineal, sino que es necesario tener en cuenta las espe­ cificida des locales, regionales y nacionales que determinan cómo se desarrollan los procesos de gentrificación en lugares con condicio­ nes sociales, políticas y económicas que varían marcadamente respecto de los países anglosajones y europeos (Janoschka et al., 2013).

Esta idea preliminar manifiesta desde ya algunas de las dificultades y problemáticas que ocurren cuando un concepto desarrollado en otras geografías y en diferentes contextos se intenta adaptar y trasladar a las realidades urbanas en América Latina. Sin embargo es posible observar que la utilización del propio término gentrificación se difun­ de rápidamente para identificar algunos de los múltiples procesos de transformación urbana, desde la renovación de las áreas centrales (Jones y Varley, 1999; Delgadillo, 2008) a la producción de urbanizacio­ nes privadas para las clases pudientes, ubicados muchas veces en una

Emerging Spaces of Citizenship in Europe and Latin America”, financiado por la Comisión

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periferia ocupada por las clases populares (Janoschka y Glasze, 2003; Álvarez­Rivadulla, 2007).

En este sentido es posible afirmar que la reciente literatura sobre la gentrificación en América Latina adapta un concepto foráneo a su contexto, entregando nuevos sentidos a un término ya cargado de sentidos y de problemas metodológicos (Atkinson, 2003; Clark, 2005). Esto es particularmente el caso en la literatura sobre la “gentrificación” en Santiago de Chile, que muestra una multiplicidad de interpretaciones, muchas veces contradictorias, de lo que se entiende por gentrificación. Para aclarar la noción cabe señalar, en primer lugar, que desde su aparición —hace casi medio siglo— el término “gentrificación” ha sido uno de los más polémicos de los estudios sobre la ciudad. La disputa viene tanto de la manera de caracterizar el proceso, y de definir con claridad sus consecuencias, como de la toma de una postura normativa frente al fenómeno. No obstante, es importante recordar que muchos de los conceptos utilizados en el seno de los estudios urbanos suelen ser mecanismos elementales para brindar legitimidad al conjunto de las políticas neoliberales (Janoschka, 2011). Para dar al­ gunos ejemplos, diferentes términos como la rehabilitación urbana, la revitalización urbana o la renovación urbana esconden, detrás de un discurso eufemístico, la creciente mercantilización de las ciudades y la perpetuación de las diferencias sociales a escala territorial.

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y central, propio de la época contemporánea de capitalismo tardío y globalizado que centra sus esfuerzos en cimentar la dominación de las clases pudientes sobre los procesos de reproducción de la vida social.

A partir de esa caracterización inicial, se defiende que la gentrificación parece uno de los términos más hábiles y combativos para analizar los mecanismos estructurales que producen la exclusión socio­espacial en la ciudad neoliberal. Para defender ese argumento, iremos efectuando tres pasos. Primero, recapitulamos las relaciones entre capital, Estado y las políticas urbanas neoliberales, con el fin de caracterizar las fuerzas dominantes que se hallan detrás de los procesos de gentrificación. En un segundo paso, iremos enlazando algunos debates teóricos para profundizar lo que se podría entender por gentrificación y cómo adaptar ese término para los estudios urbanos críticos en América Latina. A continuación, se irá desarrollando una lectura crítica de la litera­ tu ra científica sobre gentrificación en Santiago de Chile. Finalmente, desde la experiencia de la resistencia vecinal en Santiago de Chile, discutiremos cómo y con qué matices se puede aplicar el término para teorizar las reivindicaciones vecinales, a la vez que se procura la politización de los estudios urbanos.

lasrelacionesheGemónicasentre estadoycapital

yelconceptodeGentrificación

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de los sujetos económicos atomizados a las exigencias del mercado y la maximización de la utilidad (Janoschka, 2011). Por ejemplo, es posible observar, en varios ámbitos, el traspaso de funciones de regulación del Estado y de la administración pública a agentes privados (Smith, 2002).

Muchos investigadores entienden que las expresiones locales del neoliberalismo en las ciudades son fundamentales para explicar sus consecuencias. En este sentido, Brenner et al. (2010) hablan de las geografías variadas del neoliberalismo. Eso es crucial si queremos in­ terpretar la gentrificación, no como la repetición de lo ocurrido en los países anglosajones, sino como un proceso continuado de conquista del espacio urbano con causas similares, pero con formas variadas en to­ do el mundo. En otras palabras, las estructuras políticas, administrativas y sociales desempeñan un papel crucial en la metrópolis como escenario geográfico de la aplicación práctica de las políticas neoliberales que crean nuevas formas de gobernanza, transformando así la distribución del poder político, social y económico en la ciudad (Swyngedouw et al., 2002). Siguiendo a Harvey (2008), la implementación de las políticas neoliberales urbanas tiene como objetivo restablecer el control de clase, introduciendo extensivos procesos de acumulación por desposesión. A nivel de barrio, tal desposesión, así como la consolidación de las desi gualdades de clase, a menudo se materializan en procesos de gentrificación.

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perspectivas, para poder reflejar de manera transversal las mutaciones que acontecen en las ciudades del siglo XXI. Esta suposición es de espe­ cial importancia si tenemos en cuenta que el término gentrificación es clave para contrarrestar los discursos de la política urbana en los debates científicos en América Latina, ya que las diferentes geografías y políticas de gentrificación de las ciudades latinoamericanas requieren enfoques alternativos que incluyan una diferente puesta en práctica del término en y para la reflexión crítica de las políticas urbanas. Si­ guiendo a los autores anteriormente mencionados, sugerimos hablar de gentrificación cuando las siguientes cuatro condiciones se cumplen: 1. la reinversión de capital en un espacio definido y un alza co­ rrespondiente del valor del suelo de ese espacio o en áreas colindantes;

2. la llegada de agentes con mayor capacidad de pago que los usuarios establecidos en ese espacio o en áreas colindantes;

3. cambios en las actividades y en el paisaje urbano controlados por los grupos que ingresan al territorio en cuestión;

4. el desplazamiento directo, o la presión indirecta para el despla­ zamiento, de grupos sociales de ingresos más bajos de los que entran.

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inserción de viviendas asequibles para los habitantes preexistentes. Otro proceso de exclusión es la gentrificación simbólica a través de las actividades turísticas y culturales, destacando así la transformación de un barrio como enclave de consumo exclusivo y de producción cul­ tural, en desmedro de la actividad residencial y los servicios de primera necesidad. Finalmente, el debate sobre la gentrificación no puede ob­ viar las políticas neoliberales de la gentrificación. En todos estos procesos, el Estado no sólo organiza activamente la desposesión de las familias de menores ingresos, sino que también lleva a cabo una podero­ sa estrategia discursiva que legitime su propia acción como parte de una ideología revanchista diseñada para que las clases medias vuelvan a tomar el centro de la ciudad. Refiriéndose a esto, Lees (2008) recuerda que el discurso público se preocupa mucho de los términos aplicados en la política urbana, utilizando términos como la revitalización o la regeneración, ante los cualeses más difícil ponerse en contra.

Gentrificaciónenlasciudadeslatinoamericanas: unaaproximación

En los párrafos anteriores hemos hecho énfasis que durante la aplicación de un concepto como la gentrificación en un contexto social, político y económico diferente como América Latina, es preciso (i) desarrollar un análisis comparativo de las especificidades y de las variaciones que lo pone en relación con el mundo anglosajón, con el fin de (ii) llenarlo de nuevos y diferenciados contenidos. Siguiendo la caracterización pro puesta por Janoschka et al. (2013) queremos aquí proponer cuatro aspectos que demuestran lo esencialmente diferente y específico que es la gentrificación en las ciudades latinoamericanas.

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de las principales características de la inserción de las metrópolis de América Latina en un modelo de producción globalizada del espa­ cio urbano (Janoschka, 2002). Basado en un estudio en Montevideo, Álvarez­Rivadulla identifica además las significativas trayectorias de clase entre los colonos suburbanos y las articula con los procesos de gen­ trificación. Con relación a este argumento, es necesario destacar que los procesos de urbanización suburbana en los países de América Latina exponen un conflicto de clase mucho más agudo del observado en Europa y América del Norte. Las múltiples formas de invasión de terrenos y autoconstrucción, en general fuera o al margen de las normativas del Estado, han sido una fuerza esencial de producción del espacio desde la explosión urbana en la mitad del siglo XX. Hoy, muchas zonas de autoconstrucción se han consolidado e integrado al tejido metropolitano, beneficiándose de un mejor acceso a servicios urbanos. Las políticas urbanas neoliberales, cuyo pilar es la consolidación del régimen de la propiedad privada, incluyen una creciente restricción o, directamente, el desmantelamiento de los asentamientos de vivien­ das de autoconstrucción en terrenos obtenidos ilegal o informalmente. En Chile, la dictadura militar impuso las reformas de liberalización del suelo y el sistema de subsidios habitacionales al mercado al mismo tiempo que la prohibición estricta de las “tomas de terreno” y las erra­ dicaciones de los campamentos en las zonas de mayor valor del suelo (Hidalgo, 2004; CED, 1990). En consecuencia, podemos observar que las urbanizaciones cerradas y la restricción hacia la irregularidad urbanística pueden considerarse como dos caras de la misma medalla que es la gentrificación. Incluso cuando se aplica la política neoliberal alternativa, la regularización de los títulos de propiedad, las promesas de prosperidad rara vez se cumplen. La formalidad de la tenencia por sí sola no hace florecer el mercado formal ni tampoco aumenta el acceso al crédito formal, y cuando es el caso, los que hacen dinero con el mercado de propiedades provienen mayormente de las clases medias (Gilbert, 2002).

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y la creciente clase media (Janoschka et al., 2013). En muchos casos, tales políticas se desarrollan a través de la implementación de un mode­ lo de gobernanza en estrecha cooperación con las oficinas de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Una de las principales consecuencias de estos procesos se refiere a la expulsión de los vendedores ambulantes, y así preparar los paisajes urbanos centrales para su posterior gen­ trificación. Ese desplazamiento de los comerciantes —muchos de ellos de una composición racial y étnica diferente de las clases medias y altas— presenta una serie de poderosos símbolos que escenifican la gentrificación, teniendo en cuenta que son las clases bajas, los c omerciantes, los que se ven desplazados de las calles del centro de la ciudad en favor de un sector turístico en crecimiento. A diferencia de los documentos políticos oficiales, diferentes investigaciones demues­ tran que los programas de “rescate” (como en la ciudad de México) prepa ran simultáneamente la exclusión y la expulsión de las clases más pobres que se habían apropiado del centro de la ciudad. El rico patrimonio arquitectónico se toma como un pretexto para atraer a las elites locales y de clase media de vuelta al centro histórico de la ciudad (Hiernaux, 2006).

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que compense la lógica especulativa de los suelos. Sin embargo, veremos en la siguiente sección que los conflictos locales sobre los planes regulado­ res han mostrado una lucha aguda entre gobernantes locales favorables a la gentrificación y movimientos ciudadanos que la temen. Analizar la resistencia a la gentrificación nos permite evaluar los procesos urbanos desde la dinámica de la praxis, opuesta a la observación estática de fenómenos externos. En este sentido, se pueden matizar algunos de nuestros propios análisis sobre el curso de la gentrificación, lo cual si bien es un correlato de la urbanización neoliberal, no es automático ni ineludible.

boominmobiliarioyGentrificaciónen santiaGode chile

Analizar la gentrificación en Chile es de particular interés porque ese país es el modelo paradigmático de la aplicación de los preceptos neo­ liberales tanto en el ámbito económico como en las políticas sociales. A nivel urbano, los cambios de los últimos veinte años se caracteriza­ ron por un nuevo patrón de urbanización ligado a la nueva arquitectu ra productiva, descentralizada y reticular (De Mattos, 2010). Este patrón urbano es dependiente de las decisiones de inversión de los grandes grupos privados y particularmente de las estrategias de acumulación de las empresas inmobiliarias integradas con los fondos de los inverso­ res institucionales (De Mattos, 2008). El alza vertiginosa del precio de los suelos en Santiago es un indicador de esta tendencia, el pre cio promedio de la oferta de terreno en el mercado se multiplicó de $US 20.5 a $US 300 entre 1983 y 2010 (Trivelli, 2010: 114). Estas cifras son un mero indicador de la expectativa de venta, no dice de las varia­ ciones entre zonas de la ciudad, ni de quien aprovecha real mente las plusva lías. Sin embargo, demuestra que el mercado de suelo desregulado y la expansión de la ciudad no hicieron caer el precio de la tierra.

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Plan de Repoblamiento de la comuna de Santiago iniciado en 1992. A continuación, la desregulación de los planes reguladores, en casi todas las comunas del centro y del pericentro, dejaron el paso libre a la construcción en altura (López et al., 2012). Además, el gobier­ no central creó un subsidio a la renovación urbana (SRU, desde 1991) con el objetivo de propulsar el desarrollo de las áreas centrales de las ciudades chilenas. A través del sistema de subsidios habitacionales, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo otorga un financiamiento adicio­ nal si la vivienda comprada por el beneficiario se ubica en determinadas “zonas de renovación urbana”. El aumento absoluto de hogares en las áreas de renovación, caracterizados por ser hogares unipersonales o sin hijos, ha sido el principal impacto demográfico de este subsidio y de la renovación urbana en Chile.2 El subsidio parece haber creado “nichos”

de consumidores que eran marginados del mercado habitacional en el pasado, entre los cuales destacan los estudiantes universitarios, pro­ fesionales jóvenes de estratos medios, familias pequeñas con intereses culturales proclives a la imagen central moderna, trabajadores que valoran la conectividad del metro y trabajan en ventas o en el sec­ tor servicios de la nueva economía (Arriagada, 2007). Ciertamente el subsidio ha apoyado la demanda de estos sectores de la población para acceder a la vivienda en barrios con una favorable localización. A partir de ello, se produjo un cambio importante hacia la densificación residencial de las zonas consolidadas en la última década en Santiago. Mientras entre 1992 y 2002 sólo el 9% de las viviendas nuevas de Santiago se construyeron en las comunas interiores —dentro del anillo circunvalar Américo Vespucio— esa proporción creció a 38% en el periodo que va de 2002 al presente (Poduje, 2011). En otras palabras, se observa un movimiento inmobiliario residencial fragmentado en las antípodas de la ciudad: en el centro y en la lejana periferia, mientras que varias comunas intermedias se están despoblando.

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composición social. Mientras las típicas casas de fachadas continuas y los históricos cités son demolidos, se consolida una nueva morfología de la comuna central diseñada por los negocios inmobiliarios: instalación de sedes de universidades privadas, nuevos barrios bo­ hemios y erección rápida de grandes torres residenciales (Hidalgo, 2011). Las operaciones inmobiliarias agresivas han plagado el cen­ tro de torres de más de 20 plantas, algunos edificios llegan a 300 departamentos, sin consideración por las condiciones del entorno, y en desmedro del espacio público. Este proceso, cuyas características iremos detallando a continuación, será nombrado “gentrificación por los agentes inmobiliarios”.

laGentrificaciónporlosaGentesinmobiliarios

En el caso de Santiago de Chile es posible destacar que la gentrificación tiene y tuvo lugar en la medida que los gentrificadores no son ex­ clusivamente los nuevos residentes, sino los agentes inmobiliarios que realizaron la ganancia de renta y el proceso expulsivo. Este proceso funciona mediante diferentes mecanismos.

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probable debido al hecho de que se trata del barrio “pobre” de una comuna tradicional de la elite chilena. Mientras los agentes comercia­ les han capitalizado sus negocios sobre la imagen de “autenticidad” o “patrimonio”, los agentes inmobiliarios han construido torres modernas, sin ningún respeto para el entorno, para albergar a los consumidores de los barrios “finos”. Frente a ese fenómeno, cabe señalar que mu chos académicos tienden a limitar el uso de la palabra “gentrificación” a los escasos espacios donde la inversión de capital se tradujo en un reciclaje de los inmuebles tradicionales o una transformación refina­ da del paisaje, algo erróneo por su limitada adaptación y su recurso a una expresión de la gentrificación al estilo londinense o neoyorquino.

En segundo lugar, si la gentrificación de agentes inmobiliarios en Santiago no se asocia mayormente con el reciclaje arquitectónico, tam poco se asocia automáticamente con un “aburguesamiento” de la composición social de barrios específicos. En Santiago centro y las áreas que lo bordean, son sin duda jóvenes chilenos de clase media, es­ tudiantes y recién titulados, los que están “descubriendo” (Insulza, 2012) los barrios históricos de la capital. Se trata de personas con una movilidad social ascendente y una capacidad de consumo mayor que la de sus padres. La oferta de departamentos en nuevos edificios en altu­ ra ha permitido a muchos jóvenes acceder a la propiedad o simplemente cumplir con su deseo de independizarse (Contreras, 2011). La tipología de los departamentos nuevos se destina en gran parte a residentes sin hijos: más de 50% de las unidades en oferta en la comuna de Santiago en 2011 tienen 50 m2 o menos. Si bien la oferta inmobiliaria no se

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hizo en desmedro de las necesidades habitacionales de los más pobres y en favor de una simple rentabilización del suelo.

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los barrios centrales tradicionales tanto en Santiago centro como en Independencia y Recoleta.

Así, la definición de López (2011) que destaca que la gentrificación se centra en la apropiación desigual de la renta del suelo, haya o no un desplazamiento, nos parece adecuada para pensar en las variadas nociones de la gentrificación liderada por los agentes inmobiliarios. Pero no quiere decir que el desplazamiento no sea un elemento a considerar. Una desposesión de la renta del suelo es sólo “potencial” si no se materializa una transacción, lo que implica que el propietario enajene la propiedad con pérdida de renta capitalizada. Así, el des­ plazamiento constituye la pieza fundamental que cierra el ciclo de la renta del suelo urbano, incluso cuando es sólo su eventualidad que ejerce coacción. En este sentido, podemos afirmar que la gentrificación siempre ha sido sinónimo de dos aspectos: la expulsión directa y el desplazamiento indirecto. El primero ocurre cuando los propieta­ rios del suelo expulsan a una población que no tiene una tenencia segura de la vivienda, como los arrendatarios o los ocupantes de hecho. El segundo ocurre por la disminución de oferta de vivienda económi­ ca o de suelo para los hogares pobres, en consecuencia del alza de los precios en un territorio afectado por la gentrificación, cuando lle­ gan poblaciones más acomodadas en un territorio. Eso puede afectar tan to a los arrendatarios como a los propietarios. Poco a poco, el au­ men to de la renta capitalizada reduce las opciones de encontrar un arriendo, comprar una vivienda o incluso sostener la mantención (re­ novación, con tribución fiscal) de una residencia frente a la ausencia de otras alternativas. En consecuencia, no se trata de un desplazamiento a corto plazo de la población instalada en un territorio específico, sino de la reconversión crecientemente excluyente e irreversible de un barrio.

elmovimientosocialurbanofrentealaGentrificación:

alGunasconsideracionespara santiaGode chile

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por historias y comunidades diversas. De esta manera, los grupos ciudadanos tienen impactos variados, a veces en contra y otras a favor de la gentrificación. En Santiago, la composición pluriclasista de los mo­ vimientos por la defensa y la conservación de los barrios antiguos favorece a nuestro parecer la primera alternativa. En el comité para la defensa del barrio Yungay, en Santiago, vecinos de clase obrera se encuentran con profesionales, artistas y comerciantes, en breve, la pe­ queña burguesía. Ese colectivo lideró una ofensiva para la protección del barrio y logró la denominación de lugar patrimonial y cambios importantes al plan regulador. Pero en otras ciudades, los grupos de esta clase social suelen ser asociados a los agentes gentrificadores. En Santiago de Chile, con una gentrificación cultural y patrimonial casi inexistente, estos vecinos intentan organizar una vida comunitaria y el mejoramiento del barrio mediante esfuerzos colectivos. En lugar de ser galardonada por sus esfuerzos de auto­organización y sus propuestas alternativas, sigue ocurriendo la destrucción de la vida vecinal y de barrio, ya que, de forma consciente o inconsciente, la nueva forma de habitar el barrio transforma la vida de la población pre­existente.

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necesidades de la población residente y que aspira a transformar sus demandas en aportaciones para la sociedad.

Un ejemplo similar es la “toma de Peñalolén” de 1999, en un con­ texto en el cual la construcción de vivienda social subsidiada por el Estado se encuentra en un punto crítico. Arriesgándose a perder todos sus beneficios, los pobladores deciden tomar un terreno, porque su mayor temor es no tener una vivienda social de calidad en los lími­ tes geográficos de la comuna en la cual viven y de cuya cultura y trayectoria histórica forman parte (MPL, 2011). Una vez comprobada la falta de voluntad del Estado de dar una respuesta satisfactoria a este reto social, los pobladores prefieren conquistar suelos que a la vez son atractivos para el negocio inmobiliario. Considerando el tipo de disputa que lideran las organizaciones vecinales, parece evidente que la acción se transformó hacia una lucha por el derecho a la ciudad, de acuerdo con el famoso pronóstico de Henri Lefebvre (1968). Eso es aún más cierto considerando la efectividad de los programas habitacionales en Chile para entregar acceso a la vivienda en propiedad —más de 200 mil unidades de viviendas sociales construidas entre 1980 y 2002 (Tapia, 2011: 115)— que ha contribuido a la segregación espacial y la creación de nuevos malestares sociales. Ahora, los ciudadanos piden no sólo vi­ viendas, sino que reivindican cómo y dónde se hacen.

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familias de ingresos medios, buscaban proteger el peculiar estilo de vida que habían construido por su creatividad y artesanía. Es así que, el 11 de diciembre de 2011, los habitantes rechazaron el plan propuesto por la administración municipal. Otro conflicto urbano importante acer­ ca del plan regulador se desató en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Esta comuna también se destaca por tener una fuerte organización vecinal y una población autoconstruida emblemática, La Victoria. Entre 2006 y 2007, los habitantes del sector enfrentaron al municipio sobre la propuesta de un ordenamiento territorial que hubiera permitido el ensanche de avenidas y la desregulación de alturas y normas cons­ tructivas para incentivar la inversión inmobiliaria (López, 2011).

Los conflictos locales parecen a primera vista estancarse en temas de micro­escala y debates en apariencia fútiles. Pero, decorando los con­ flictos mediante un análisis que relaciona las políticas urbanas con la gentrificación, proponemos interpretar la gentrificación desde la perspectiva de la lucha de clase, a partir de la cual se articulan el des­ plazamiento físico de los pobladores y su expulsión de los espacios de decisión y producción de la ciudad. Por eso mismo, los movimientos sociales urbanos adoptan a la vez la resistencia contra el desplazamien­ to y proponen la autogestión de la vivienda social. Estos proyectos auto­organizados de construcción de vivienda del Movimiento de Po­ bladores en Lucha son temidos por las elites políticas y económicas, ya que incorporan una respuesta colectiva a la marginalización políti ca experimentada, presagiando un empoderamiento creciente de las cla­ ses que hoy sufren posiciones de subordinación y exclusión.

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A contrasentido de esta postura, nuestro argumento principal es que la gentrificación debe ser entendida desde una postura política sobre la ciudad, una postura que critica los modos actuales de construir y gobernarla. La gentrificación es un proceso de conquista del espa­ cio urbano por parte de una clase dominante y la marginalización de los usos, las acciones y redes de las clases populares. En este sentido, la gentrificación está lejos de ser un término descriptivo. En muchas ciudades, igual que en Santiago, los movimientos sociales lo han utilizado para oponerse a los proyectos de “renovación urbana” defendidos y desarrollados por las múltiples coaliciones entre poderes políticos y promotores capitalistas. El explosivo “retorno al centro”, luego de un largo periodo de “abandono” es un proceso similar en muchas ciudades. El deterioro urbano previo es precisamente lo que necesita la gentrificación para operar, y esos dos extremos van de la ma­ no, como lo mencionó Peter Marcuse (1985). En otras palabras, la doble dinámica, simultánea, entre deterioro y renovación siempre ha existido.

conclusiones

En la inquietud de profundizar las posibilidades y modalidades median­ te las cuales el término gentrificación se puede aplicar en las ciuda des latinoamericanas, se ha desarrollado un debate con el fin de fomentar el uso crítico del término y des­centrar algunas de sus nociones ancla das en los debates del mundo anglosajón. Ese debate nos permite una serie de conclusiones.

En primer lugar, es importante resaltar que la política urbana neoliberal consolida y fortalece la asimetría de poderes en la pugna por la renta del suelo. Bajo términos como rehabilitación, revitalización o renovación urbana, se propicia y potencia una creciente mercantiliza­ ción de las ciudades, cuyo producto de consumo prima sobre la satisfacción de las necesidades colectivas.

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simultáneamente a un desplazamiento directo e indirecto. El des­ plazamiento puede ser el resultado de un largo proceso de exclusión de hogares de bajos ingresos en espacios que han habitado históricamen­ te. Eso pasa por múltiples razones: por ejemplo, cuando las propiedades cambian de uso o son dejadas al deterioro, cuando los impuestos se elevan o cuando los precios de los comercios se elevan.

En tercer lugar, todos los indicios a disposición así como la realidad analizada mediante observación participante y entrevistas a activis­ tas, actores políticos locales y representantes del mercado inmobiliario afirman que en diferentes áreas del gran Santiago está ocurriendo un pro ceso que excluye, de forma directa o indirecta, a ciertos grupos so­ ciales. En el centro, la exclusión se da a partir de un largo proceso de abandono que perjudicó durante un tiempo el carácter residencial y popular de la comuna. En comunas periféricas consolidadas, y para ello Peñalolén se puede interpretar como un caso ejemplar, los te­ rrenos disponibles para la construcción residencial están siendo conquistados por los conjuntos cerrados de clase media­alta. Fi­ nalmente, el desplazamiento de hogares pobres se acelera mediante unas políticas de subsidio habitacional que se ajustan a los patrones de segregación del mercado del suelo, expulsando a los más vulnerables, a cambio de un techo, hacia una periferia cada vez más lejana, con de­ ficiencias en los servicios sociales, comerciales y de transporte.

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nos ayude a superar algunas de las resistencias conceptuales, semánticas y lingüísticas con las cuales nos encontramos en los estudios urba­ nos durante el proceso de adaptación y rearticulación combativa de nuestros sujetos de estudio, con el fin de superar el supuesto carácter científico y técnico de términos como revitalización, rehabilitación o renovación urbana.

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