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DEFENSOR DE LA MORALIDAD EN LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA

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PERIÓDICO SEMANAL

DEFENSOR DE LA MORALIDAD EN LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA

SE PUBLICA LOS MARTES

1IIIIIIHIIIIIIIIII1II1!I!IIHIII!III!I!IIIII¡IIIIIIIIIIIII!III¡IIIIIIIIIII!1III1II Año 11 iiiiiiiiiiiiiiimiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii¡iiiiMiiiimiiiiiini!iiiiiiiJiiM*ninminiiiiiniiii Madrid, 9 de Abril de 1895. Illlllllllllllllllllllllllllllillllllllllll Núm. 24

Precios de suscripción.—En Madrid y provincias: tri­

mestre, 1,50; semestre, 3,00; año, 5,00.—Extranjero: trimestre, 3,00; semestre, 6,00; año, 10,00.— Ultramar: trimestre, 1 peso oro; semestre, 2; año, 3.

Puntos de suscripción y venta en Madrid

Librería de D, Victoriano Snárez.—Preciados, 48. , l Librería de Grutenberg.—Príncipe, 14.

"U"

Redacción y Ádmcn.i Sta, Catalina, 14. DIRECTOR:

A. ffoóé Díaz Jiménez NÚMERO SUELTO 20 CÉNTIMOS.

EL SUEÑO DE UN LICENCIADO u>

Apreciable Dómine.

¿Quiere usted permitir á este pobre frai­ le y licenciado—aunque de esto último no se alabe dado lo poco que le sirve—el echar un parrafito, siquiera sea para desahogar su alma impregnada de amargura?

—Sí, ¿eh?

Dios le pague su complacencia, y su ca­ ridad, y su paciencia , pues harto conozco que se necesita una miajita para soportar las lamentaciones de nuestra benemérita (creo que, aun sin pertenecer á la Gruardia civil, podemos echarnos este calificativo) institución, víctima de la fusión del fnsio- nismo gobernante con las brevas de las ór­ denes religiosas.

¡Y aún dirá el bueno de Alosen Sarda que el liberalismo es pecado!

Las quejas que al cielo elevamos de con­ tinuo cuantos sufrimos del intrusismo en la enseñanza, les parecen ya á algunos se­ ñores un poquito pesadas y enojosas. Así, ayer, sin ir más lejos, un reverendo escola­ pio me decía que era ya cuestión de digni­ dad que nos dejáramos limpiar el comede­ ro en silencio, puesto que las voces que da­ mos los profesores con título resultan in­ variablemente vox clamantis in deserto.

Pero yo entiendo, señor Dómine, y con­ migo opinan varios colegas, que el dere­ cho al pataleo es uno de los más sagrados que le pueden hoy día quedar á un espa­

ñol; que el derecho á chillar cuando á uno le arrancan de debajo el brazo el pan legí­ timamente conquistado, es tan indiscutible como cualquier otro de ios que sanciona la ley fundamental del estado. Bueno es, pues, que-protestemos y chillemos, ya que, no sólo la voz de la razón, sino el grito es­ tridente es el que tiene probabilidades de herir los tímpanos ministeriales tapados con cera... de sacristía.

Y ahora, permítame usted, querido Dó­

mine, que le relate un cuento. Digo mal:

no es cuento, sino verdad, y verdad de á ordago.

Me metí la otra noche en cama, según tengo por costumbre de toda mi vida, y como tengo igualmente por costumbre des­ de un tiempo acá, me acosté preocupado y caviloso, fenómeno de que—sea dicho en­ tre paréntesis—no se ve libre ningún ba­ chiller, licenciado ni doctor en Ciencias ó Filosofía-, gracias á los otros fenómenos que usted sabe.

Conseguí conciliar el sueño y en sueños se me apareció de pronto una mesa, si no lujosa ni opípara, decente y limpia al me­ nos, sobre cuyo blanco mantel humeaba una olorosa fuente de garbanzos.

Una voz solemne que se me antojó debía ser lá de la ley y que brotaba de invisibles labios, me dijo:

—Licenciado, siéntate y come, puesto que con tus estudios, tu dinero y tu traba­ jo ganastes el derecho de hacerlo.

Muy satisfecho yo de tal premio, corres­ pondiente á las promesas que se me habían 1 hecho y á los esfuerzos que se me habían

(2)

2 EL DÓMINE CABRA exigido, iba á coger la silla; la servilleta y

la cuchara, cuando de súbito vi, ó creí ver, á un señor con traje talar y cara sonriente que, sin más cumplidos y más listo que yo, se sentó en la silla y acercándose la fuente empezó á comer con una soltura maravi­ llosa.

—Dispénseme vuesa merced—díjele yo entre mohín h y confuso—pero, ¿tiene dere­ cho para yantar en donde debía hacerlo yo?... ¿es licenciado?

Fióse mi suplente sin dejar de mascar, y con la boca llena respondió:

— ¡Licenciado! No, en mi vida... ¿para qué? Soy jesuita, y como el ministro me ha dicho que viniese y que comiera, ¡como!...

Quedóme alelado: él se quedó comiendo, hasta que liquidada la fuente de garban­ zos, sacó un mondadientes, saludóme muy cortés y fuése riendo.

Seguíle con la vista, estupefacto, y al volver la mirada á los. manteles lancé un grito de alegría. Una segunda fuente de garbanzos humeaba allí... Di las gracias al espíritu bienhechor y misterioso que así reparaba injusticias é intrusiones, agarré la silla, alargué la mano en busca del cu­ charón... y me quitaron cucharón y silla.

—Luego... si queda...—di jome al mismo tiempo otro clérigo que parecía traer más hambre que el anterior; así manejaba él sus dedos y mandíbulas.

—¿Pero es Licenciado vuesa merced—le pregunté también al segundo convidado — para que de tal suerte se ahite con el man­ jar que la ley me concedía?

—¿Licenciado?...—replicóme muy bur­ lón en tanto seguía tragando—licencia la tengo yo, pues que empecé por tomármela antes que el ministro me la diera.

—¿Será, pues, Jesuíta vuesa merced? —No, señor; soy Marista, paralo que guste usted mandar.

Y se marchó como un cohete, dejando la fuente limpia como una plata.

Miré ansioso por ver si se repetía el mi­ lagro, y, en efecto, se repitió; ni más ni me­ nos que si nos halláramos en plena Redo­

ma encantada: surgió la fuente de Fuente

Saúco, número tres, y temeroso de una agresión como las precedentes, abalancéme cual un león del Atlas sobre la presa.

Pero, que si quieres... Por mucha que hubiese sido mi ligereza habíase anticipa­ do otro león, que no tenía por cierto nada de tal en su aspecto, más bien bobo que fiero, y cuyo rostro frescote, rollizo y co­ lorado indicaba á un ser feliz ,y exento de cuidados.

Perdí esta vez los estribos y cogiendo al nuevo intruso por una especie de babero que le colgaba al cuello, gritóle airado:

—¡Oiga usted!... ¿qué se ha figurado us­ ted?... ¿también quiere usted tomarme el pelo?

—-¿El pelo?...—replicóme con su aire ton- tín—el pelo, no señor; no quiero tomar más que los garbanzos.

Y los tomó en efecto... ¡y con qué em­

puje!...

—¿Y tampoco es usted Doctor ni Licen­ ciado, ni Bachiller quizá?...—exclamé cada vez más sofocado.

— ¡Ay! no, señor... non sum dignus... no soy más que un pobre hermanito Ignoran-

tino... pero el ministro me protege y apro­

vecho la ocasión.

¡Y tal sí la aprovechó!... Largóse una vez, no quedó migaja en el plato y tras él vino otro individuo, y después otro... y otro, y otro. Y á todos dirigía yo la misma pregunta y todos me contestaban que no eran profesores, pero sí, escolapio ese, do­ minico aquél, doctrino el de más allá. Y todos comían cual si hubiesen ayunado desde el año de la desamortización y todos me dejaban sin un pícaro garbanzo que lle­ varme á la boca, huyendo disparados en cuanto habíanse atracado como lobos.

Asomó la undécima ó duodécima fuente y era tan chiquita que el corazón me dijo que era la última y que había de andar muy listo si no quería verme en la misma situación de un náufrago en tina isla de­ sierta y desamparada por la Providencia. Pero con la fuente asomó un tipo extra­ ño que no tenía traza alguna de pertene­ cer á la Iglesia; no gastaba tonsura, ni so­ tana y sí un traje de mal corte y color in­ definible.

No me miró, pero arrancóme la cuchara de las manos é hizo lo que hicieron los de­ más: embaular sin conciencia y sin mira­ mientos, principiando por decirme con mal gesto:

—Téngase, hermano, y deme la pitanza que yo soy Licenciado.

— ¡Usted!

—Sí, yo; ¿qué tiene eso de particular? —Nada—repliqué con un suspiro de re­ signación—si está de Dios que yo no he de comer, que coma al menos un compañero. Pero dígame de qué es su merced Licen­ ciado, ¿en Ciencias ó en Filosofía?

Y él, con voz caverniza, contestóme: —Soy Licenciado de presidio.

Fué tal la emoción que estas palabras me causaron que, perdiendo el equilibrio,

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EL DÓMINE CARBA 3 caí me de espaldas. Y no caí en sueños, sino

de verdad, puesto que rodé desde la cama al suelo, con lo cual excuso demostrarle á usted que en un momento me encontró des­ pierto, aturrullado aún por lo que mi men­ te dormida me hiciera ver, y molido muy de veras por el batacazo superior que me llevara.

-—¡Jesús! y qué extravagancias llega uno á contemplar en sueños—-decíame yo á la mañana siguiente recordando los fan­ tasmas de la pasada noche, y al tiempo que cogía un diario olvidado la víspera sobre mi escritorio.

Leíle con vivo interés, pues contenía precisamente unas columnas dedicadas á «nuestra causa:» tratábase de las pregun­ tas hechas en el Senado por nuestro defen­ sor el Sr. Bosch y Fustegueras al ministro de Fomento, acerca de varios de los epi­ sodios tan peregrinos como inexplicables á que da lugar la epidemia intrusista y, ¡claro! el asunto no podía antojárseme más interesante y ameno.

Pero de pronto di un brinco sobre mi asiento; quedóme con la boca abierta y me restregué luego los ojos y me pellizqué la nariz para convencerme de que no seguía soñando; de que no eran infundios, sino verdades las siguientes líneas que acababa de leer:

«Sin duda se ha tenido presente que yo he pedido aquí muchas veces que no expli­ quen más que Licenciados y se ha puesto al frente (del Colegio de Ceuta, sucursal del de Algeciras) un Licenciado, pero no en Ciencias ni en Letras, sino Licenciado de

presidio, por causa de asesinato.» (Sensa­ ción.)

Juzgue usted de mi asombro al ver esa singularísima correlación entre lo que ha­ bía visto yo en sueños y lo que el Sr. Bosch explicaba como hecho real y positivo.

No me encargaré yo de explicar este fe­ nómeno; pero sí diré que ni aun en sueños puede la imaginación más delirante inven­ tar una contestación como la que dió el mi­ nistro de Fomento, el cual se arrancó con estas frases épicas, en medio de su encan­ tadora sencillez:

«El hecho de que en Ceuta lia habido un Licenciado que ha explicado una clase, no lo conozco; pero después de todo: remitida la pena ¿queda inhabilitado un hombre

para ejercer su profesión?»

Fáltame el aliento para comentar esa de­ claración épica, monumental y que abre anchos horizontes á los profesores de...

faca: me concreto á admirar en silencio la

grandeza de espíritu puigcer veriana y á murmurar los antiguos versos:

' Cosas veredes el Cid

que sarán fablar las piedras.

Perdóneme usted la lata, señor Dómine;

téngame la misma benevolencia que dis­ pensa el Sr. de López Puigcerver á los Li­

cenciados de Ceuta y mande á su atribulado

Feay Omega. Barcelona 21 Marzo 1895.

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UNA TROPELIA

En la ruda batalla que en pro de la mo­ ralidad académico-administrativa vengo sosteniendo, hácese á veces extremadamen­ te difícil acudir con la oportunidad desea­ ble al castigo de los mil bellacos que, apro­ vechando el general desbarajuste, cuélanse en los más codiciados puestos; los cien bra­ zos de Briareo, armados de sendas plumas, serían insuficientes en algunas ocasiones para atajar el paso al enjambre de vivido­ res que protegidos por el sin par Consejo, realizan actos de verdadera piratería; ellos son legión y En Dómine no es más que

uno.

Uno de los ciudadanos que hubo de co­

lárseme en las tristes postrimerías de Groi-

zard es D. Manuel Panero, inspector de la provincia de Toledo, maestro hoy de la Escuela Superior Modelo de Madrid.

Nada se ha perdido, sin embargo, con la espera, pues la experiencia enseñó que quejarse en aquellos momentos, en que se padecía borrachera de ilegalidad, hubiera sido clamar en desierto. Hoy, que el jefe supremo de la Instrucción Pública ha de­ clarado por modo casi oficial que sus pri­ meros trabajos han de encaminarse á res­ taurar la legalidad, echando por tierra los entuertos de Vincenti y Compañía, El Dó­

mine eleva su voz en defensa de maestros

dignísimos que en el concurso á la escuela antes citada vióronse injustamente poster­ gados, merced á las elevadas influencias políticas puestas en juego por el flamante inspector, amigo de caracterizados santo­ nes fusionistas.

Aunque las múltiples ilegalidades come­ tidas en servicio del Sr. Panero hacen di­ fícil la relación del caso, procuraré sinteti­ zar, en cuanto sea posible sin perjuicio de la claridad.

Sabido es que, según el artículo 63 del vigente Reglamento de A de Diciembre de

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4 EL DÓMINE CABRÁ

1888, los concursos para la provisión de escuelas, exceptuando las incompletas, son de traslación ó de ascenso.

Aunque esta sea la regla general, el mismo Reglamento establece otra excep­ ción taxativa y terminante para las escue­ las de Madrid. Dicho artículo dice así:

«Art. 73. Teniendo en cuenta que el sueldo de las escuelas de Madrid es, según la ley, superior al de todas las demás, no puede tener lugar en la provisión de aque­ llas la subdivisión del turno de concurso, si bien gozarán de preferencia los aspiran­ tes que disfrutan ó hubieren disfrutado igual ó mayor haber, siempre que le hu­ bieren obtenido en condiciones legales.»

Resulta claro y evidente de la lectura de este texto legal, que en las escuelas de Ma­ drid no hay concurso de traslación, ni de

ascenso, sino concurso á secas.

De conformidad con este texto legal, el anuncio de la mencionada escuela decía ElSl ¡

«■Por concurso, según el art. 73 del citado reglamento.-—La plaza de maestro de la Su­

perior de la Modelo establecida, etc...» A7 á continuación, refiriéndose á las de­ más escuelas del distrito universitario, de­ cía:

«Por concurso de ascenso.—Las plazas

de maestro, etc...»

Presentados los aspirantes, la Junta mu­ nicipal de primera enseñanza, que debió formular la propuesta en el término de ocho días, se tomó cuatro meses para pen­ sarlo, y allá en el período de vacaciones, aprovechando una sesión celebrada casi en familia, acordó excluir de la propuesta á D. Calixto Pascual Barreda, dignísimo maestro de una Escuela Superior de esta Córte, fundándose en que se trataba de un

concurso de ascenso.

Como la razón alegada era falsa á todas luces y evidente la injusticia de aquella

mu.. .nicipalada, el rector Sr. Pisa, informó

favorablemente la protesta que ante su autoridad elevó el Sr. Barreda, pasando el expediente á la Dirección de Istrucción Pública, donde el joven Eduardo lo puso á buen recaudo.

No se durmió en las pajas, según pare­ ce, D. Calixto Barreda, quien oficiosamen­ te acudió al ministro exponiéndole sus quejas y agravios. El respetable y muy se­ sudo D. Alejandro prometió, en vista déla enormidad del caso, no resolver sin oir an­ tes el informe del Consejo de Instrucción Pública (no era mucha garantía), y... en efecto, el mismo día que dejó el caserón

de la Trinidad para trasladarse á las seve­ ras oficinas que en el régio alcázar ocupa el ministerio de Estado, nombró á D. Ma­ nuel Panero, sin oir otra cosa que un mon­ tón de recomendaciones, maestro de la Es­ cuela Superior Modelo, cargo que usufruc­ túa desde entonces el afortunado inspector. Como de no echar por tierra este funes­ to precedente las escuelas de dos mil ó más pesetas vendrán á ser patrimonio de los Ponsodas y demás aprovechados man­ cebos que por obra de la adulación y la in­ triga consigan las prebendas de inspecto­ res provinciales, insistiré en esta cuestión, que considero de verdadera importancia para todos los maestros honrados, que sólo fían su porvenir á su saber y laboriosidad.

y y y y y y y y c y yy y yyyyyy yy toíiw y y y y y y

¡LOADO SEA DIOS!

El simpático Félix de Móntenlar que tanto clama desde las columnas del Heral­

do para que se pague á los maestros, y que

tanto ha manejado el bombo en obsequio del no menos simpático Vincenti, se ha en­ terado hace unos días de los procedimien­ tos puestos en práctica, desde hace veinti­ dós años, para proveer las cátedras en los Institutos de la Corte.

Ha sido necesario que el joven Eduardo haya quedado cesante, para que el señor de Montemar afloje las cuerdas del bombo y se decida á pedir justicia al futuro direc­ tor de Instrucción Pública.

¡Qué lástima que D. Félix no se haya enterado antes!; porque en la despedida que daba á Eduardillo declaraba, lleno de satisfacción, que todos cuantos abusos ha­ bía denunciado al dizno exdirector, habían sido corregidos por éste sin pérdida de tiempo.

¡Cuidado si ha tenido suerte este mozo! Yo no he dejado de denunciarle abusos en todos los números que llevo publicados, y maldito el caso que me ha hecho. Y no será porque no se lo haya suplicado con todo respeto y siempre en forma cortés y atenta; pero sin duda la falta del bombo ha sido la causa de que conmigo haya estado tan poco complaciente.

Yo me enmendaré, y en cuanto vuelva otra vez á la Dirección, me compro un redoblante que se oiga desde las cinco par­ tes del mundo.

Y para que vean ustedes si tengo moti­

(5)

EL DÓMINE CABRA 5 lo que pide Fidel Melgares al nuevo di­

rector, lo mismo exactamente que yo he suplicado con una constancia digna de me­ jor suerte, al ya difunto y nunca bastante llorado jefe de estación.

Si no cae tan pronto, hubiera podido lle­ nar dos armarios de números de El Dómi­

ne, pidiéndole en todos ellos alguna cosa. Tiene la palabra el Sr. de Monte mar:

Cátedras en Madrid

«Es verdaderamente curiosa la siguien­ te estadística, que recomiendo al futuro director de Instrucción Pública.

»Desde el año de 1873, es decir, desde hace veintidós años, no se verifican ejerci­ cios de oposición para proveer cátedras en ninguno de los dos Institutos de la Corte.

»En este tiempo ha habido diez y seis va­ cantes, cubiertas todas siempre de modo irregular. Solo fué enteramente correcto el concurso ganado por D. Salvador Arpa, que ocupó la clase de Retórica de San Isi­ dro.

»Los demás puestos se han otorgado por complacencias del Consejo de Instrucción Pública y benignidad de los ministros, y hasta con el apoyo de las Cortes, del Con­ sejo de Estado, del Tribunal de lo Conten­ cioso, buscando subterfugios para la inter­ pretación de la ley, ó dividiendo cátedras, ó nombrando excedentes, etc. etc.

»De las diez y seis vacantes, se han de­ bido dar al turno de oposición cinco y al de concurso once.

»Catedrático ha habido, que sin proceder de oposición y con sólo un año de servicios en un Instituto local, ha ingresado en Ma­ drid (¡!).

»De seis plazas vacantes hoy, entre los dos Institutos de Cisneros y San Isidro, sólo una se ha anunciado recientemente.

»E1 Sr. Groizard dejó preparados varios expedientes de concurso y de oposición; pero se suspendió el trámite de ir á la Ga­

ceta, por la reforma del plan de adaptación

del Sr. Puigcerver.

»Este dejó también en igual estado otros expedientes y tampoco salieron en la Ga­

ceta.

»Una preguntóla.

«¿Estarán las cátedras de Madrid conde­ nadas por azares de la fortuna, ó por influ­ jos ocultos, á no ser término de las aspira­ ciones de la juventud y de los profesores encanecidos en los establecimientos de se­ gunda enseñanza de las provincias?

«Para hacer cumplida justicia en este asunto se necesitaría:

»1.o Llevar á la Gaceta, sin pérdida de tiempo, todas las vacantes.

»2.o Derogar las disposiciones que re­ habilitaron á los profesores excedentes para poder aspirar á cátedras de Madrid.

»Y 3.o Reformar el decreto sobre con­ cursos y traslaciones, y el aclaratorio del mismo, que es verdaderamente monstruo­ so, aun en opinión del mismo Consejo de Instrucción Pública que lo dictó.

»¡Trabajo le mando al que vaya á la Di­ rección de Instrucción Pública, si quiere hacer esas tres cosas!»

MARQUÉS DE LAS GAFAS VERDES

No soy yo quien se lo ha contado al Nun­ cio, sino que, por el contrario, á mí me lo han contado en la Nunciatura, y yo lo voy á decir en secreto, pues no es cosa de que se divulgue la noticia.

Fui me allí de visita con ánimo de salu­ dar á mi amigo Crotoni y demás acompa­ ñantes, y luego que trascurrieron diez mi­ nutos, invertidos en hablar del estado del tiempo, de las calamidades que afligen á á la patria, de la entrada de Romero en Gracia y Justicia y otras cosas por el esti­ lo, preguntáronme si conocía á Commele- rán, si era este señor persona noble y res­ petable, si tenía fortuna y gozaba de bue­ na fama.

No necesito decir que hice grandes elo­ gios del sujeto, afirmando que es un muy reputado maestro, noble y honrado en su proceder, de costumbres piadosas, ningún vicio conocido, como no sea el de gastar muchos tirantes, y de esto no es culpable en absoluto. También añadí que es el es­ pañol más afortunado que yo conozco, ex­ ceptuando naturalmente al Elias de San Isidro, que es catedrático de latín, cuando sus méritos son escasos para pretender pla­ za de encuartero en un tranvía.

Hiciéronme notar que no se trataba de poner en claro si Commelerán tenía buena ó mala suerte, mejor ó peor estrella, sino que deseaban saber si poseía bienes de for­ tuna. No pude contestar categóricamente á esta pregunta. Barrunto, dije, que mi discípulo Paco debe tener buen número de pesetejas ai abrigo de la luz y de la hume­ dad, porque vende muchísimos librejos á muy decente precio; pero no sé lo que gas­ ta ¡quizá todos sus ingresos! Los gabanes se le quedan estrechos á los tres días de

(6)

6 EL DÓMINE CABRA

estrenados, y esto puede ser causa de gran­ des dispendios.

En cuanto á pruebas ostensibles de su bienestar, sólo puedo citar un caso: nos di­ rigíamos cuatro amigos á esperar á Cáno­ vas, y no permitió Commelerán que ningu­ no pagase el tranvía, alegando que él era el más joyón, el conservador más reciente y el académico más flamante.

Un tantico amoscado por el chaparrón de preguntas que los simpáticos italianos me dirigieron, hube yo de preguntar á qué obedecía tan minuciosa información, y, sin ambajes de ningún género, me contesta­ ron que se había incoado un expediente para conceder á Commelerán un título pon­ tificio. Grande fué mi alegría y mucha mi satisfacción por haber proporcionado tan buenos informes. A nadie se le puede con­ ceder un título nobiliario con más justicia que á Paquito. Pocos sabrán usarlo con más dignidad y donaire.

Pronto giró la conversación sobre cier­ tos detalles, ya que en lo fundamental no había inconvenientes ni dificultades. Y yo solicité con gran empeño que dejasen á mi cargo la elección del mote ó apodo. Ha de ser una palabra sonora, que llame la aten-, ción, y que no se parezca á la generalidad de los apodos hoy en boga. El barón Elip­ soidal me parece muy apropiado al sujeto, y en esto estarán conformes cuantos conoz­ can la esbelta cuanto fornida personalidad de mi buen amigo; pero, recordando haber­ lo visto en diferentes ocasiones solemos usando gafas verdes, que atraían sobre él las miradas de todo el concurso, opté por un nuevo título, influyendo con todas mis fuerzas para que se le conceda el título pontificio de Marqués de las Gafas Verdes.

Dios me oiga; tijas, aun en caso contra­ rio, espero que no ha de pasar un año sin que oigamos citar á Commelerán con este ó con otro calificativo semejante.

COMUNICADO

Un fils de son papa

D. José Durillo, joven Licenciado en Ciencias é hijo del egregio I). Manolo, me remite un comunicado, que dice así:

«Muy señor mío.

En cumplimiento del art. 14 de la Ley de Policía de Imprenta de 23 de Julio de 1883, espero se servirá usted insertar en su

semanario Dómine Cabra las declaraciones, siguientes:...»

Las declaraciones siguientes me las dejo por hoy en el tintero, pues aunque no co­ nozco la Ley de Policía de Imprenta, ten­ go el convencimiento de que no hay leyes- humanas ni divinas que me obliguen á in­ sertar cuanto al señor hijo del simpático D. Manolo pueda antojársele.

Y lo mismo que hago hoy, haré en los tres martes sucesivos, para que entienda el susodicho D. José que, si el cuarto ó quinto martes, á contar desde hoy, doy cabida en mi periódico á su ameno traba- jito, será por galante condescendencia y por considerarlo como apropiado apéndice al famoso teorema que hará inmortal su apellido en los fastos de la ciencia mate­ mática.

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Vincenti el grande, el ilustre y el fecun­ do, reunió dos colecciones de libros de tex­ to, que pueden prestar grandes servicios en la Dirección de Instrucción Pública.

Pero es el caso que, al marcharse el jo­ ven andaluz, parece que se han ausentado también muchos volúmenes de los reunidos en su despacho. Hay quien supone que los libros, al ver salir á Vincenti, con ánimo de no volver, echaron á andar tras él, gi­ rando en todos sentidos, como dice un ca­ tedrático muy bruto de la Escuela de Ar­ tes y Oficios. Otros suponen que los tales libros se marcharon per se al Museo Peda­

gógico, el de Uña, ó el de Vincenti ó de la

Institución ó de quien sea.

Lo cierto es que los libritos de texto de­ ben estar en el sitio para donde se pidie­ ron, por si yo ó Elias queremos echarles un vistazo.

¡Horror, señor Dómine!

—El maestro Montalvo pretende la cá­ tedra de Cristalografía de Madrid.

—Imposible: un hombre que, durante su carrera de profesor, habrá explicado su clase muy contados días, no puede presen­ tar títulos bastantes para tal ascenso. Tal vez no le conozcan en Santiago, de cuya Universidad es catedrático actualmente.

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EL DÓMINE CABRA 7 —Es que le protege y apoya Valledor,

•el consejero de las lentejas y... —¡Ah!...

* *

Dime Acisclo: ¿no tienes tu un sobrino, que reúne á este título el de catedrático de la Universidad de Sevilla?

¿Sí?

¿Pues qué diablos hace en Madrid el sim­ pático joven?

Paréceme que el derecho de faltar á ciá­ is e constantemente, de que gozamos algu­ nos consejeros, no debe hacerse extensivo á nuestros sobrinos, yernos y apadrinados, porque entonces tendrían que explicar los bedeles en muchos sitios.

Conque mándalo á su aula, ó te cuento la historia de las oposiciones del otro so­ brino.

* ’ *

Puesto que ni Sanjurjo ni Commeleran me lo dicen, di meló tú mismo con franque­ za, amigo Abela,

¿Explica tu hermano Rufino en todos los colegios incorporados á Cisneros, ó hay al­ gún director que no comprende sus inte­ reses?

¿Examináis juntos?

¿Firmáis juntos las actas los dos herma­ nitos?

Este último dato es importantísimo. ¿Podrías también decirme cómo marcha aquella Academia del amigo Iñarra?

Mejor dicho: la que fué de Iñarra y hoy parece ser que es de un cuñado suyo.

Consérvate bueno y dale un' abrazo de mi parte á Fatigati.

* * *

-Parece mentira, pero no lo es.

Cierto y muy cierto debe ser, á juzgar por la seriedad de los que me lo cuentan, que el cura Anlet anda por Madrid, bullen­ do é intrigando para que le repongan en la clase de Religión, que venía desempe­ ñando en Barcelona.

Pero, ¿qué se habrá figurado el saleroso presbítero?

Pierde el tiempo tontamente: el que hoy desempeña el cargo de Director de Instruc­ ción Pública ya le conoce; el que lo des­ empeñe dentro de breves días, lo conocerá por mis informes, y el ministro tiene ya muy buenas noticias suyas.

Vuélvase, pues, á Barcelona, y no corre­ rá peligro de que yo me lo tope, y lo pon­ ga á disposición de los laceros de la Villa.

NOTICIAS

GENERALES

Una persona amante de la enseñanza, con puesto en la Santa Iglesia Catedral de Orense, ha desti­ nado '250.000 pesetas para crearen (Unzo de Limia, pueblo de aquella provincia, una fundación de en­ señanza gratuita, bajo el patronato del obispo de la diócesis orensan a.

4

Como resultado de las oposiciones á la cátedra de Derecho Romano, vacante en la Universidad Central, ha sido propuesto para dicha cátedra el Sr. D. Ismael Calvo

4

Ha visitado el señor ministro de Fomento la co­ misión ejecutiva de padres de alumnos de segunda enseñanza, que le expuso sus antiguas pretensio­ nes contra las reformas del Sr. Groizard, y el de­ recho de los actuales alumnos á terminar los es­ tudios con arreglo al plan de 1880, habiéndose mostrado conforme el Sr. Bosch con las manifes­ taciones que en nombre de la comisión le hicieron los Sres. Isern y Fernández Vázquez.

¥

Ha fallecido en Valencia, á la avanzada edad de ochenta y dos años, el catedrático de Economía Política que fué de aquella Universidad, D. Anto­ nio Rodríguez de Cepeda.

El Sr. Rodríguez de Cepeda, además de un ca­ tedrático notabilísimo, era una voluntad de acero para el cumplimiento de su misión educadora.

La noticia de la muerte del venerable catedrá­ tico ha producido general sentimiento en la capi­ tal del Turia.

¡Descanse en paz el infatigable maestro! '4

Ya han satisfecho sus obligaciones de primera enseñanza por el primer trimestre que acabó en Marzo último, los partidos de San Sebastián y Ver gara.

Así se cumple.

4

En la sesión celebrada el jueves por el Consejo de Instrucción Pública, se tomaron los siguientes acuerdos:

Informar favorablemente continúen en las co­ misiones que hoy desempeñaban, D. José Alcázar y D> Enrique Sanz.

Idem id., la vuelta al profesorado de D. Julián Apraiz.

(8)

EL DOMINE CABRA

Proponer Tribunal de oposiciones á la cátedra de Aritmética de las Escuelas de Comercio de Bil­ bao, Alicante y Valladolid.

Idem para la cátedra de Geometría descriptiva de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona, á D José Domenech.

Informar favorablemente para que se conceda la gratificación solicitada por don Francisco Rivera.

Se ocupó también de varios asuntos de Escuelas de Artes y Oficios y de primera enseñanza, entre ellos de la propuesta del Tribunal de oposiciones á Escuelas de Madrid.

¥

Del Diario de Córdoba, periódico que tiene toda

la gracia de la tierra de María Santísima, tomo el siguiente suelto:

«Bien venido.—Hemos tenido el gusto de salu­ dar en esta capital, á nuestro ilustrado y buen

amigo el Sr. D. Manuel Bmillo de Santiago, cate­ drático de Matemáticas del Instituto de San Isidro de la Corte.»

En lo de ilustrado estamos conformes, pues en

ello han convenido nacionales y extranjeros; en lo que, á nuestro juicio, se observa una ligera equi­ vocación es en suponer que D. Manolo es ya cate­ drático del Instituto de San Isidro.

Y así se escribe la historia; siempre la verdad d medias.

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El ilustre lingüista, Rvdo. P. Pompilio Díaz de las Escudos Pias, á quien insultaron malamente . los ejecutivos, se ha presentado en la redacción de

la calle de Jardines, y les ha metido el resuello en el cuerpo.

En su último número declara La Segunda Ense­ ñanza que el P. Pompilio, ni es dómine, ni acólito,

ni rubio, ni Pomponio, ni Pompilio, ni nada. Ya ven los ejecutivos á lo que se exponen por

escribir á tontas y á locas.

No faltarán des cachar r amientes de esta clase.

Esperamos que la plancha se repita en breve pla­ zo. Hay que comprimirse, caballeros.

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A pesar de lo asegurado por algunos periódicos, puedo afirmar que el señor ministro de Fomento no ha celebrado conferencias con el Sr. Marqués de Pidal, ni con nadie, para introducir reformas en la segunda enseñanza.

Hasta la fecha, lo único que preocupa al señor Bosch, es la matera de hacer factibles los exáme nes en los Institutos que cuentan numerosa ma­ trícula, asunto sobre el cual dictará en breve pla­ zo una resolución que salve todas las dificultades.

En cuanto á innovaciones y reformas puedo ase­ gurar que no hará nada sino después de meditado

estudio, escuchando el parecer de los claustros y personas competentes, pues en asuntos de tal en­ tidad resulta altamente censurable la ligereza en las resoluciones.

No quiere esto decir que durante este período de preparación permanezca en situación de pasividad la Dirección de Instrucción pública, pues el nuevo nuevo ministro, en consonancia con mis indicacio­ nes, aplicará sus energías á la loable tarea de res­ taurar la legalidad, que desde el paso de Vincenti ha quedado tan averiada y maltrecha como si por allí hubiera pasado Atila al frente de los hunos... y de los otros

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Dentro de muy pocos días se anunciarán en la

Gaceta las oposiciones para proveer siete cátedras

de Mecánica, Física y Química, vacantes desde hace nueve años en las Escuelas de Artes y Oficios

de distrito.

Ha sido preciso que D. Vincenti saliera de la Dirección de Instrucción pública, para poder re­ mover los obstáculos de cierta especie que se opo­

nían á la previsión de las mencionadas vacantes.

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También se anunciará en breve plazo al turno de oposición una cátedra de Dibujo artístico, va­ cante en la Escuela Central de Artes y Oficios.

A pe-:ar de mi enemiga á las interinidades, si las cosas siguen por este camino tendré que felicitar­ me de la actual interinidad de la Dirección gene­ ral y desear su prolongación.

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VACANTES

Se halla vacante en la Escuela especial de Pin­ tura, Escultura y Grababo de Valencia, la cátedra, de paisaje, dotada con el sueldo anual de 4.000 pe­ setas.

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Se halla vacante en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, la plaza de director de Museos anatómicos, dotada con 1.500 pesetas, la cual ha de proveerse por oposición.

Los interesados dirigirán sus solicitudes en el término de treinta días. (Gaceta l.° Abril.)

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En la Facultad de Medicina de la Universidad do Valladolid, se halla vacante una plaza de pro­ fesor auxiliar, con la gratificación anual de 1.750 pesetas, la cual ha de proveerse por concurso.

Las solicitudes se dirigirán en el plazo de veinte días. (Gaceta l.° de Abril.

EST. TIPOGRÁFICO DE J. FERNÁNDEZ.

Referencias

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