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¿Qué hay detrás de la palabra? Ensayo para la inconformidad

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Academic year: 2020

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El valor, sentido, uso y significado que tie-ne la palabra pueden ser ubicados en un escena-rio multidireccional: en el plano de lo real o en el plano de lo simbólico; en el uso práctico o en la imaginación; en el hacer y en el desear. La pala-bra nos ha conducido en la historia por el misti-cismo (la magia), por la verdad de las cosas (la

ciencia), por ello es que nos provoca inquietud y nos atrae; toda palabra genera sospecha, sor-prende, domina, ilusiona, entristece y libera; sin ella no podemos existir en el mundo, ni tampo-co dar cuenta que caminamos en él, y sin su pre-sencia no podríamos transformarlo.

Ensayo para la inconformidad

Jaime Torres

*

Mariposas nocturnas

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La naturaleza inhóspita nos obligó a crear-la para así nosotros crear el mundo, saber que existe y existimos, y alegrarnos de él, sorprender-nos de él, dolersorprender-nos de él y, en un principio, con-vivir con la naturaleza para luego dominarla y poseerla apropiandonos de ella, por tanto, surge la interrogante ¿la palabra surgió con el deseo? o ¿fue originario el deseo y luego la palabra?, o será que ¿es la palabra misma la estructura del deseo?, entonces diremos que lo que esta detrás de la pa-labra es el deseo y a partir de allí se estructura el mundo, y en consecuencia el mundo ¿es el reflejo de nosotros, o es la imagen de un deseo?

Si la inhóspita naturaleza nos obligó a crear la palabra, entonces es ésta la que circula y da sentido a lo real, existe por tanto una base ma-terial que se interrelaciona con nosotros y que no es estática, pues la palabra es la que le dota de movimiento y al moverse existe (animismo), siendo esta condición quizá la más fantástica de

las características que posee la palabra: nominar y dar movimiento al mundo. Es allí cuando el mundo se volvió mágico y al convertirse en má-gico se tornó literario (mito).

Pero sucedió en algún momento de la histo-ria que alguien se apropio de la palabra y con ella del mundo, se apropio de su sentido, de su magia, de la verdad, se apropio de las cosas, entonces la palabra del Otro constituyó el sentido del mundo único, germina la palabra que niega; así, el otro (inferior-negado) existe bajo el dominio de la pa-labra del Otro (superior); sin embargo, el otro po-see su palabra, la que se aloja en su interior, es una palabra acumulada en la negación (represión) y el olvido obligatorio, pero que se resiste a su ocaso, que ha buscado infinitamente salir del abismo de la desmemoria, es la palabra que juega, que se es-conde, que ríe, que ironiza, que canta, que circula periférica, que se tamiza como contrabando, e identificada por las palabras del Otro como des-viadas, folklóricas, neuróticas, malignas, calumniosas, incultas.

Vivimos entonces una lucha de las palabras, una lucha de sentidos diría Pa-tricio Guerrero, lucha que provoca alza-mientos, y en cada alzamiento, el estado de contemplación que adopta el otro in-feriorizado con respecto a la palabra del Otro se desvanece y esta ruptura se trans-forma en una fiesta, es la palabra que se emancipa de la tiranía, se emancipa de la tiránica ilusión de la palabra del que po-see el poder; el poder que se ejerce sobre el cuerpo, ese cuerpo que transporta las palabras para someterse o liberarse.

Por esta razón, vivimos tos distintos con la palabra, un momen-to contemplativo o del espectador y co-mo espectador nos envolveco-mos en la ilusión de esas palabras, aunque en lo real del cuerpo estas palabras converti-das en deseo anulan la frustración de no ser en esa ilusión como real (la pobreza en un mundo de riquezas), (el ciudada-no en el Estado).

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Vivimos un momento de dicha, esas pala-bras ahora nuestras desperdigan partículas de objetos reales que satisfacen tangencialmente el deseo, la efimeridad de la palabra hecha dicha nos toca mágicamente y anhelamos eternizarla.

Vivimos intensidades de perenne tristeza cuando el objeto al que las palabras dispusieron como ese lugar para encontrar la dicha se ahu-yenta, se escapa, se desprende, y nos genera en-tonces un vacío, se deshabita el bienestar, en aquel momento, ese vacío, ese abismo tiene que ser llenado y las palabras emergen para lograr conformidad y esto es extraño, es como si exis-tiera un contubernio entre la percepción del tiempo, la tristeza y la conformidad porque se vuelven sempiternas.

Sin embargo, el acumulado de las palabras que conforman el dolor de la pérdida, de la insa-tisfacción, producen un efecto de aparente libera-ción, brota la ira y con ésta las palabras desterra-das, palabras escondidesterra-das, palabras titánicas, pala-bras crueles que buscan la destrucción del Otro, pero él tácticamente utilizará las palabras que reencausan, que desangustian y se anula toda po-sibilidad que el otro y su palabra se emancipen, porque hay un paso solamente, cuando la ira nos conduce a derrotar la ilusión, la palabra entonces a construido un nuevo sentido, que con el tiempo será interpelado por nuevas palabras, nuevas tris-tezas, nuevas dichas, nuevas in-conformidades, nuevas ilusiones. Esa es la dialéctica de la palabra.

Palabra y Sentido

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(Memoria e inconformidad)

“La amnesia no es el triste privilegio de los países pobres. Los países ricos también aprenden a ignorar. La historia oficial no les cuenta entre muchas cosas... el origen de su riqueza.

Esa riqueza, no es inocente, proviene en gran medida de la pobreza ajena, ... “.

Galeano endereza sus palabras para re-cordar que la desmemoria, la amnesia son el ol-vido obligatorio (prohibición de la palabra), es la presencia de una historia sin historia, es la ge-neración de la desvinculación social, de la des-historicidad, de la desterritorialización, del de-sarraigo, de los desafectos, una espiral intermi-nable de desencuentros en la lógica de la colo-nialidad del poder, como diría Aníbal Quijano, con nuevas e innovadas formas de crueldad hu-mana. Efecto que perdura y se replica en la ruti-na discursiva del poder.

Creer en el pensamiento (la palabra co-mo pasado) latinoamericano es escuchar el pa-sado, vislumbrar en el presente (la palabra co-mo presente) la enajenación del orden coco-mo producto de la historia, y en múltiples direccio-nes este pensamiento debe contar con la pala-bra para leer, mirar y escuchar a la vida (palapala-bra como futuro) muchas veces muerta por la vorá-gine de aquellos que piensan que todo es mer-cancía, y que permite acumulación de capital, incluso la misma muerte, absolutamente todo se inscribe en aquellos objetos que se compran, se venden y eliminan; hablar y mirar en el pasa-do, es una apuesta por devolvernos la memoria y la esperanza en el presente-futuro de un mun-do más digno.

Es mostrarnos que la pobreza y la violen-cia -que se revelan en las palabras del discurso oficial, como equivalentes del hambre, y que se exhiben como la fealdad de la vivencia cotidiana-se han naturalizado con el pasar de la historia, del encierro institucional al encierro discursivo me-diático; mendigos, pordioseros, prostitutas, ni-ños/niñas trabajadores informales, desemplea-dos, pandilleros, negros, indios y homosexuales son el cáncer social, enfermedad que en el discur-so médico oficial del poder engendra los miedos cotidianos, y que desarrollan o masifican el senti-miento de culpa por nuestra ineficiencia, pero confirman la eficacia del narcisismo destructivo

del sistema capitalista y su orden, es poner de ma-nifiesto que históricamente las formas de

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domi-nuevas representaciones del colonialismo, en los actos de sutil eliminación de los otros, como for-mas de curación moral, neófitas representaciones de la perpetuación del crimen(Galeano, 1998: 11). Ahora, según lo enunciado por Almela (2000), si la palabra “viene a ser la creadora de la identidad” como proceso identificatorio en el encuentro o el vínculo, el surgimiento del si (individual y colectivo) brota necesariamente en relación con los otros, de allí que el nosotros en el discurso oficial nos constituye como iden-tidad ausente, ¿por qué ausente? porque no per-tenecemos a las palabras del discurso mediático oficial, y si “la identidad es encausadora del sen-tido” y “el sentido en acepción de sentir, es2 sen-tir el propio ser”, simplemente no sentimos, po-sible esquizofrenización del nosotros; de hecho la sociedad de consumo, la sociedad capitalista y su industria cultural han mercantilizado el dolor, la pobreza y la cultura del otro, “explora-mos la miseria y la desgracia ajena como una forma negativa de reafirmar nuestra existen-cia...” (Gutierrez, 1998); entonces, si el mundo vincular se construye a través de la palabra en el acto dialogal, al escucharnos ¡somos ausentes!, resonancia de voces que transitan en el espectá-culo mediático. De allí nuestra facultad de ne-garnos y de proyectarnos en el deber ser; “en el discurso oficialse difunde el desprecio, enseñan el auto-desprecio a los vencidos: en plena época de la televisión, los niños indios juegan a los

cow-boys, y es raro encontrar quién quiera hacer el papel de indio”3.

En todas las culturas los mitos (palabra mágica) permiten explicar la realidad, hoy a tra-vés de los medios se manifiestan como fabula-ciones de lo real, ya no el mito como escenario

político donde se expresan las contradicciones de las relaciones de poder; poder que se inscribe en la subordinación del otro, o como escenario de ruptura con el orden y como discursos que construyen sueños. Fábulas que los medios las usan para estar y no estar en la historia, desape-garnos de los otros, aislarnos, fragmentarnos y establecer los símbolos, representaciones de la sociedad mercantilizada como única vía esencial de la vida, su función a decir de Baudrillard es la de “eliminar todas las formas, psicológicas, ideo-lógicas y morales del otro” y, en definitiva, vivir la fatalidad, circular a través de los medios de comunicación.

Qué proponer entonces desde esta pers-pectiva irremediablemente fatal o fatalizada, si todo está totalmente cubierto por el mundo del valor, que a sí mismo está diseminado por todos los lugares, qué pasa con nuestro cuerpo, lugar donde se concretiza la identidad, espacio desde donde se puede mirar, oler, tocar, sentir y hablar; el resultado de la historia y la cultura, si pensa-mos en América Latina y en el Ecuador en parti-cular, podríamos decir que su proceso de resis-tencia sigue siendo esperanzador, manifiesta en sí mismo un poder de resignificación constante de símbolos, es posible afirmar que es un retor-no a los dioses y las palabras olvidadas y quizás su marginalidad se convierten en una oportuni-dad para resignificar la vida.

Entonces, una apuesta por la palabra que hace mirar y que permite leer, en relación al es-cuchar, es conjugar las posibilidades en colocar de manifiesto una estética del decir y del mos-trar, que nos revele lo que somos y lo que podría-mos ser, sin ser como ellos4, desde la realidad real de América Latina, sin las simulaciones acos-tumbradas en la estética industrial de la palabra; palabra que nos permita proximidades, nuevos vínculos sociales, de hecho una terapéutica para la determinación, Alfredo Moffat diría lograr una redistribución de la locura (de locus=enun-ciación), como forma de emancipación.

Esto implica decir que el pensamiento

la-Los medios usan los mitos y las

fábulas para estar y no estar en la

histo-ria, desapegarnos de los otros,

aislar-nos, fragmentarnos ...

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de sentido a la palabra del nosotros en relación, generador de fortalecimiento de los vínculos so-ciales afectivos (intersubjetivo), que el nosotros supere el narcisismo destructivo presente en el discurso mediático oficial, citando a Riviere, es permitir hacer conscientes los motivos incons-cientes que le están ocasionando la dificultad de pasar de una situación a otra, en otras palabras porque siendo millones de personas en América Latina excluidos y marginados del poder enten-der qué es lo que sostiene a algunos cientos en el poder.

Para cerrar citaré a Riviere con respecto al acto de conocer, y el acto de conocer, es el acto del decir y el decir es la palabra :

El objeto de conocimiento representa para el sujeto la madre (cultura), o mejor dicho el cuerpo de la madre. El impulso de conocer se denomina instinto epistemo-fílico. La conducta epistemofílica se caracteriza por el deseo de conocer el cuerpo de la madre, su interior sus contenidos, para discriminar desde allí, sin la angustia de quedar aprisionado dentro del cuerpo, cuanto es pa-ra el y cuanto papa-ra los otros. Esta sería la fantasía de la investigación, su finalidad fundamental. (Pichon Rivie-re, 1985: 86)

Bibliografía

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• CASTRO-GOMEZ, S.: Teoría tradicional y teoría crítica de la cultura, En:La reestructu-ración de las ciencias sociales en América Lati-na, Instituto Pensar/Centro Edit. Javeriana, Bogotá, 1998.

• CHUKWUDI EZE E.: El color de la razón; La idea de “raza” en la antropología de Kant, en

Capitalismo y Geopolítica del conocimiento, ed. del signo.

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Euro-centrismo y América Latina.s/f.

1 Ensayo propuesto por el autor en la maestría de Educación Intercultural en la UPS. 2 Este (es) es mío lo utilizo para dar sentido a mi argumento.

3 Idem, 2 en el texto original habla de los medios. 4 Idem 26 p.115.

Referencias

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