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Las Claves Del Sujeto en Lacan

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Las Claves del Sujeto en Lacan Las Claves del Sujeto en Lacan

Publicado en Revista Psico-Logos Nº 6, Abril 1996, Tucumán: Fac. de Psicología-UNT

Dra. Marta Gerez Ambertín

En un trabajo de 1966, "Del sujeto por fin cuestionado", Lacan indica con la ironía que lo caracteriza, que pretender hacer hablar al sujeto sin cuestionar de qué sujeto se trata, es como "ahogar al pez en la operación de su pesca" (Lacan, 1966ª:220) y, agregaríamos, aún antes de la operación misma de su pesca. No especificar cuál es la concepción del sujeto que sustenta alguien que nos habla puede, justamente, precipitarnos a taparle la boca... cuando de lo que se trata es de interrogar su saber... y la verdad que dicho saber desliza. De hecho, este es un problema que no sólo atañe al psicoanálisis, sino al campo de las ciencias sociales en general: ¿de qué sujeto hablamos cuando decimos escuchar algo de él o afirmamos alguna proposición acerca de él?.

Lacan trazará, desde un principio, la correlación entre subjetividad y lenguaje. Nunca fue un lingüista, no es posible decir que Lacan fue un lingüista, fue siempre un psicoanalista, un clínico. Y es en la clínica donde considera imprescindible que el psicoanalista cuente con la lingüística como "ciencia piloto". En un texto suyo -imprescindible para interrogar la cuestión del sujeto: "Breve discurso en la O.R.T.F. (Radio y T.V. francesa)" de 1966 dirá:

“El deseo es, propiamente, la pasión del significante, es decir, el efecto del significante en el animal al que signa, y en el cual la práctica del lenguaje hace surgir un sujeto -un sujeto no simplemente descentrado, sino condenado a sostenerse tan sólo con un significante que se repite, es decir, a sostenerse dividido.

De allí la fórmula: el deseo del hombre (por así decir) es el deseo del Otro. En el Otro está la causa del deseo, de donde el hombre se desprende como resto.

Todo esto se enuncia en una serie científica a partir del momento en que hay una ciencia del lenguaje tan fundamentada y segura como la física: la lingüística -así se llama esta ciencia- ha alcanzado este punto, y se la considera ahora en todas partes en el campo humano como una ciencia piloto”. (Lacan, 1966b:38-39).

Desde estos párrafos pretendo discurrir en torno a las «claves del sujeto en Lacan» con el propósito de acercar respuestas, a partir de ellos, al enigma de la identidad que se sostiene en la identificación y a la cuestión de la identificación robada... injuriada. A esos efectos que pueden ser muy ambiciosos para una sola disertación -y, efectivamente, lo son-, sólo tomo la

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más genuina expresión de la palabra "clave", apenas una llave que nos permita abrir la puerta hacia la cuestión de la identidad y la identificación.

Será el poeta quien nos aproxime a descifrar al psicoanalista. Bertolt Brecht en “Un hombre es un hombre” hace decir a su personaje:

Mi madre hizo una cruz en el calendario el día que nací, y yo era el que gritaba:

ese pequeño montón de cabellos, de uñas y de carne, soy yo, soy yo[...]

Sólo no eres nadie. Es preciso que otro te nombre...

Pretendo dar cuenta sobre ese sujeto producto de un Otro que seña al sujeto desde un calendario -esto es, desde un lugar simbólico-, que nombra desde su deseo, y que hinca la biología del cuerpo con la inscripción significante, lo que llamaré el efecto abeja en el sujeto, dado que son dos alas las que aquí se priorizan, por un lado la indefensión del cuerpo

biológico y, por el otro, la necesaria dependencia de ese ser del Otro de la cultura, del Otro del lenguaje... del Otro del deseo.

Lacan no ha dejado nunca de sostenerse en esa ciencia piloto -la lingüística- para interrogar acerca de la cuestión del sujeto. Su gran texto de 1953, que marca la ruptura con el discurso oficial, "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis", pone el acento desde el título en la perentoriedad de indagar el campo del lenguaje y de la palabra para abordar el complejo campo del sujeto. Apenas unos años más tarde, en 1957, invitado por un grupo de filósofos de la "Federación de Estudiantes de Letras" expone su famosa conferencia "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud" en donde encuadra su preocupación de esta manera:

"[...] cómo un psicoanalista de hoy no se sentiría llegado a eso, a tocar la palabra, cuando su experiencia recibe de ella su instrumento, su marco, su material y hasta el ruido de fondo de sus incertidumbres?" (el subrayado es nuestro) (Lacan, 1957:474).

En suma, sólo podemos acceder a la verdad y al saber del sujeto únicamente por eso, porque habla, y es que, en el ruido de fondo de sus incertidumbres, encontramos al sujeto atravesado por el lenguaje. A partir de allí hay una insistencia en Lacan: "Es toda la estructura del

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Como veremos, en torno al desarrollo de lo anterior, los hablante-seres, porque hablamos, revelamos que somos habitados por una misma lengua, y esa lengua que "nos habita " nos habla, nos inscribe, pero también, nos revela el saber no sabido del inconsciente. Escucharlo permite apropiarnos de nuestra matriz identificatoria: la historia conjetural del sujeto como filiación y genealogía.

Tomo, para avanzar en torno a esto, nuevamente al poeta. Se trata de Antoine Tudal -"París en el año 2.000"- citado por Lacan en "Función y campo de la palabra":

Entre el hombre y el amor, hay LA MUJER, entre el hombre y la mujer, hay UN MUNDO, entre el hombre y el mundo, hay UN MURO.

Tal muro, el muro del lenguaje, lleva a rechazar de plano toda posible intersubjetividad: no se trata de la estructura diádica sujeto-sujeto, se trata de una estructura tetrádica: yo-sujeto-partenaire(semejante)- y la estructura del lenguaje.

El sujeto es un siervo del lenguaje, "el lenguaje como estructura preexiste a la entrada que hace en él cada sujeto". Esto, como veremos, interroga de otra manera al sujeto y pone límites a la comunicación humana, tal la afirmación de Lacan que sacudió a Italia por la trascendencia que dieron a la misma los media: la comunicación no existe.

En todo caso, retomando la cuestión del muro del lenguaje, diremos: la comunicación tiene sus límites, esos límites los da el muro del lenguaje. Comunicar todo no es posible. La comunicación genera el malentendido porque en ella se juega el deseo inconsciente, como veremos más adelante y se remarca en la cuestión de la significancia del campo de la semiosis social.

Lacan insiste en sus textos y seminarios acerca del sujeto, y no sin ironías: "Aquí estamos todavía en lo de amaestrar las orejas para el término sujeto" (Lacan, 1951:204). Lacan subvierte ese término de la filosofía y de la psicología.

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Cuando decimos sujeto no se trata del yo ni de la personalidad, el individuo, el carácter, etc., se trata, simplemente, del sujeto que es tal por estar apresado, asujetado, atado, sujetado a la estructura del lenguaje: "el hombre crece tan inmerso en un baño de lenguaje como

inmerso en el medio llamado natural". (Lacan, 1966b:38) Tal el efecto abeja en el hombre: de un lado su vertiente natural, de la otra su dependencia del lenguaje. Si falta alguna de las dos alas no puede volar, esto es, hablar y circular por el mundo haciendo lazo social.

La estructura del lenguaje sujeta al sujeto porque su otra ala, la biológica, lo hace nacer prematuro, indefenso, y a merced... de lo simbólico. La estructura del lenguaje lo captura y lo vuelve su prisionero y, en tanto asujetado a esa estructura lo produce como sujeto. Primera premisa fundamental para una teoría del sujeto en Lacan: el sujeto no es causa o agente de nada, el sujeto es un producto. He allí la subversión del sujeto; de allí la diferencia con la psicología que lo considera agente. Me parece un buen ejemplo de este apresamiento en las mallas del lenguaje y la filiación lo que relata Muñoz Camargo en su Historia de Tlaxcala con relación a que, cuando una mujer paría "Si era varón el recién nacido, entraba el saludador y decíale que fuese bien nacido y venido al mundo a padecer trabajos y adversidades, y ahí le traía a la memoria los hechos de sus antepasados..." (de la Garza, 1975:33).

El sujeto como producido por la estructura del lenguaje está, desde el vamos, sometido a la estructura de lo simbólico: "el inconsciente está estructurado como un lenguaje" insiste en que las fuentes de la subjetividad tienen que ver con su vasallaje a aquello que le habla.

¿Cómo descubrió Freud el inconsciente? Lo descubrió en meros residuos de discursos, en hechos de lenguaje que pasaban desapercibidos para los estudiosos de la época: los actos fallidos, los sueños, el chiste, los síntomas.

¿Qué dice de estos hechos de lenguaje Lacan?: "Los sueños se traducen como una tarea de latín, gracias a un diccionario que cada quien tiene en la cabeza y que se llama asociación libre, ¿libre de qué? De lo que se le ocurre contar. Pero aquí no son las cosas las que dan a Freud el sentido, sino los puntos de concurrencia que se desprenden de un texto, y de una especie de calco con el cual yuxtapone la palabra a la palabra, la frase a la frase, lo verbal a lo verbal, hasta llegar al retruécano" (Lacan, 1966b:36).

El inconsciente, dicho de una manera simple desde Freud, alude a un conjunto de

representaciones, pensamientos, como si fueran ajenos, como si fueran extranjeros, que operan sobre el yo. Así, cuando Lacan precisa aclarar al tratar la cuestión del sujeto, sujeto... del inconsciente, insiste en ese sujeto como un producto, un efecto de ese inconsciente que está estructurado como un lenguaje. El sujeto no es un dato primero, es un efecto.

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No hay en Freud una teoría del sujeto, hay, sí, las bases para su construcción en lo que se conoce como la 1ra y 2da tópica: Consciente, Preconsciente e Inconsciente; y Yo, Ello y Superyó (Ideal del Yo) respectivamente. En la 2da tópica Freud había dejado establecido claramente que el Yo era un pobre vasallo que servía a varios amos a la vez, y planteaba, además, al Yo como un triste jinete que cree guiar al caballo (sujeto) cuando, en verdad, es el corcel del inconsciente, del Ello y el Superyó, el que guía al yo. Quienes hemos atravesado un análisis podemos atestiguar que soportar esa guía es verdaderamente arriesgado, aunque con entusiastas resultados por los puntos de verdad que descubrimos de nuestra propia subjetividad y de los avatares de nuestro deseo.

Lacan, a partir de Freud, re-construye una teoría del sujeto y lleva hasta las últimas consecuencias epistemológicas la cuestión del sujeto del inconsciente:

I.- No sólo el yo está jaqueado por el inconsciente (1ra tópica) y por el ello, superyó e ideal del yo (2da. tópica) sino que, de entrada, toda la estructura psíquica es sujetada: un

asujetamiento al campo del lenguaje.

II.- El sujeto, sujetado, es un efecto esclavo, pero no esclavo de otro sujeto (en todo caso esto es un efecto imaginario, y no por imaginario inexistente), no esclavo de alguien en particular sino de la estructura que lo sobredetermina. Sólo una inversión imaginaria le posibilita creer, y crear la ilusión, de tener un yo independiente con el que puede prescindir de los otros y ser un amo capaz de dominar su destino.

Con esta teoría del sujeto Lacan no hace sino ratificar la revolución freudiana, muchas veces comparada a la copernicana:

"En efecto, es a la revolución llamada copernicana a la que Freud mismo comparaba su descubrimiento, subrayando que estaba en juego una vez más el lugar que el hombre se asigna en el centro de un universo." (Lacan, 1957:497).

Revolución freudiana que muestra el vasallaje del hombre a una estructura: tercera herida narcisista del hombre porque:

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1ro. No es excepción en la escala animal, es también un animal

2do. No habita un planeta centro, sino un pequeño planeta vasallo del sistema solar

3ro. El hombre no es amo de sí mismo, sino vasallo, producto de una estructura que lo sobredetermina.

Unos estudiantes de filosofía preguntaron a Lacan (19-2-66): “Ha hablado del espejismo engendrado por la confusión de la conciencia y del sujeto, espejismo que es denunciado por la experiencia psicoanalítica (...) ¿De qué manera la experiencia psicoanalítica muestra el desconocimiento engendrado en un sujeto por el hecho de identificarse con su conciencia? (...) ¿Qué es la conciencia para un psicoanalista? ¿Es posible hacer salir a alguien de su conciencia? El sujeto de una conciencia, ¿no está condenado a ella?”

La respuesta de Lacan, entre otras, es la siguiente:

"¿Estáis lo suficientemente preparados como para dispensarme de responder sobre los medios ‘de hacer salir a alguien de su conciencia’? Yo no soy Alphonse Allais quien os respondería: despellejarlo" (Lacan, 1966c:145). Con esta respuesta, vamos a indagar la segunda sub-versión del sujeto lacaniano, ahora a la Filosofía.

La humorada de la respuesta de Lacan pretende alejar cualquiera de aquellas concepciones que veían en el inconsciente una región oscura, un pozo de sombras (se le decía psicología profunda), y algo así como el refugio de un sujeto pura verdad pero inapresable, con una interioridad indescifrable, pero a la que se suponía muy rica.

En severa oposición a esta noción bastante romántica del inconsciente, Lacan construyó un inconsciente sin profundidades, basado en los "hechos de lenguaje" y por tanto tan

descifrables como cualquier escritura.

Lacan plantea, entonces, el sujeto del inconsciente, lo cual es una verdadera paradoja si retomamos el origen filosófico del concepto sujeto, el que se identificaba en la tradición clásica con el sujeto de la conciencia. Sede de la transparencia de esta conciencia a sí misma, foco de todas las representaciones, fundamento de la reflexión y pilar del idealismo filosófico, la incidencia del inconsciente no pudo sino desalojar al "sujeto pensante" del lugar que

ocupaba en el edificio filosófico. Se entiende, Lacan no es un filósofo, es un psicoanalista, un clínico, por eso elabora una teoría del sujeto adecuada a la experiencia freudiana que había demostrado porqué "el yo no es el amo de su propia casa". Para hacerlo Lacan precisó poner al freudismo en consonancia con varias disciplinas: la lingüística, la lógica, la topología, etc....

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Desde allí reinterpreta el inconsciente freudiano y plantea su concepción del sujeto del inconsciente.

El sujeto freudiano se caracteriza por una fractura debida al inconsciente, ello es así por lo mismo que el inconsciente perturba la ilusión de una transparencia del pensamiento a sí mismo: el sujeto no sabe los pensamientos que lo determinan. Ahí están, para verificarlo, los "hechos de lenguaje", el sueño, el lapsus, el síntoma, como signos de una inadecuación del sujeto a sí mismo.

Al definir al inconsciente por significantes que en su encadenamiento producen

pensamientos, y no por fuerzas oscuras o representaciones imperceptibles, Lacan resitúa sobre el terreno de la filosofía clásica la cuestión del sujeto de esos pensamientos. Pero, al hacerlo, y para evitar el círculo vicioso de la doble conciencia, tiene el cuidado de construir una modalidad del sujeto fundada no en lo subjetivo sino en el efecto de verdad.

Así, el sujeto lacaniano está despojado de las propiedades que la psicología comúnmente le confiere. Este sujeto no es la unidad sintética de las representaciones, por el contrario, Lacan distingue sujeto de subjetividad: hay representaciones inconscientes que, por lo tanto, no están subjetivizadas sino que producen al sujeto del inconsciente. La histeria, por ejemplo, al materializar en tal o cual función corporal el rechazo inconsciente, demuestra que uno puede pensar con sus pies o con su brazo cuando éste o aquellos se quedan rígidos. Así,

paradojalmente, para el psicoanálisis, la búsqueda del "sí mismo" sólo puede ser atravesada al interrogar al saber no sabido del inconsciente. Sólo en la diferencia podrá encontrar la verdad de su matriz identificatoria.

Retomemos por otro camino esta cuestión del sujeto lacaniano para ir precisando algunos aspectos que considero fundamentales y saquemos provecho del Esquema L que citamos anteriormente.

Freud provoca, dijimos, una revolución comparable a la copernicana: esa revolución consiste en postular la subordinación de un sujeto a una estructura que lo determina y, por otro lado, marca al sujeto como escindido.

Américo Vallejo puntualiza que Lacan plantea una noción de sujeto distinta del cogito cartesiano, esto es, una noción de sujeto que se puede entender desde la estrategia de los juegos. Si se toma como ejemplo el juego de ajedrez, vemos que allí es en función de ciertas reglas convencionales, que operan como código, que serán posibles las jugadas, pero, en cada jugada, es el sujeto el que queda ubicado, en cierta posición, con relación a la jugada del otro. Lo interesante es que la posición relativa del sujeto está mediatizada por un sistema de reglas convencionales funcionando como código y que marca una posición y no un contenido interno.

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En el juego interlocutivo los sujetos -a través de la interlocución- quedan ubicados en ciertas posiciones estratégicas con relación a las reglas del juego que ponen en ejercicio. Hablar no es simplemente expresar algo o comunicar un contenido de información; hablar es colocarse cada uno en determinada posición con relación al otro, posición que no es independiente de la estrategia que funciona a partir de ciertas reglas.

Doy un ejemplo que retomaré luego para la cuestión del sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación:

Un presidente de bloque de legisladores en Tucumán debía poner en funciones al que sería su sucesor, así, cerraba y concluía su mandato. Llegado el momento de la "trasmisión del

mando" dijo lo siguiente: "Tengo la responsabilidad de abrir el viejo período por concluir y despedir al amigo..." el lapsus es tan grosero, pero tan vívido el efecto verdad del sujeto: su deseo de quedarse con el cargo y la presidencia que, más allá de cualquier explicación desde el yo, ya se presentó desde el sujeto del inconsciente.

Desde Lacan, es posible trazar una tópica del sujeto construida por los lugares en que el sujeto va a ubicarse, a expensas de la convención que ejercita. Esto, claro está, supone el funcionamiento de un orden simbólico como es precisamente el lenguaje: legalidad que opera como un pacto que posibilita a cada cual ubicarse con respecto al otro y, al mismo tiempo, articular su mensaje. Reafirmación, entonces, de que el sujeto no es agente, como ocurre en la posición cogitativa, sino que es determinado por una función simbólica, y que la posición resultante del sujeto con relación al otro no es directa sino mediada por un sistema de reglas y convenciones del registro simbólico.

En su Seminario Las Psicosis (1955-56) Lacan dirá respecto a esto y al esquema L (esquematizado más arriba):

Hay una triplicidad del sujeto, la cual recubre el hecho de que:

1ro. El yo del sujeto es quien normalmente le habla al otro-partenaire.

2do. ¿de qué le habla? : le habla del sujeto, del S, en tercera persona. (En suma, la enunciación del legislador no hizo sino hablar del deseo del sujeto legislador) y

3ro. El sujeto se habla con su yo (un se reflexivo medio). Así, en la palabra humana el emisor es, al mismo tiempo, un receptor: Uno oye el sonido de sus propias palabras, lo que le aporta un mensaje a descifrar desde el Otro, y esto, a su vez, le otorga una posición sujeto y un

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efecto sujeto; en síntesis, cuando en el truco mi jugada me deja mal parada, es la jugada del otro la que lo demuestra.

Retornemos a nuestra primera premisa: no hay una intersubjetividad fundada en una

reciprocidad inmediata, pero sí una relación tetrádica que pasa por la convención significante. No hay una relación directa, sino siempre mediada por un sistema de convenciones (Tesoro del significante: tranquera de las palabras). Ese sistema es lo que para Lacan representó la función simbólica y, a su vez, la función simbólica es lo que va a permitir caracterizar el funcionamiento de un inconsciente que tiene, básicamente, la característica de ser supra-individual. No es el depósito de lo que cada individuo lleva en su interior sino, al contrario, está por encima del individuo; es un lugar, una convención significante que está en relación de exterioridad con el sujeto.

El sistema supra-individual, ese Otro como Universal, posibilita las construcciones que

particularizan la singularidad del sujeto a través de los efectos de significación sintomal como variaciones lógicas dentro de la forma o estructura universal. Lacan repetirá: El estilo es el hombre, un estilo singular de cada uno, engarzado a un sistema del Otro que es universal. En suma, las leyes del ajedrez o del truco son universales, cada uno se ubica ante esas leyes de una manera singular.

Lo antedicho, a su vez, nos permite retomar la humorada de Lacan: sólo despellejando al sujeto es posible hacer salir al hombre de su conciencia; lo cual lleva a la relación del Inconsciente con la conciencia. Si la conciencia es sólo un efecto de la determinación

inconsciente, es campo de desconocimiento y no de conocimiento. Opacidad de la conciencia: no transparencia. Lo cual remite al plano del ego en la función que, dentro del psicoanálisis, tiene el ego o el yo. A su vez, el ego, nos remite al plano de lo imaginario, es decir, a ese plano donde la ilusión de inmediatez nos hace creer en la inter-subjetividad y en que superar el muro del lenguaje es posible. En suma, el yo y la conciencia, como vasallos del sistema simbólico, tienen una función de desconocimiento. El yo se constituye como efecto subjetivo de "desconocimiento" en su necesidad de síntesis, pero ese efecto yo, como función ilusoria, enfrentará siempre al sujeto. El yo y la conciencia aparecerán siempre como efecto del sujeto del inconsciente.

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