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Isabel de la Trinidad, profeta de Dios para nuestro tiempo

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Isabel de la Trinidad,

profeta de Dios para nuestro tiempo

ALBERT DECOURTRAY, OBISPO DE DnON

Isabel de la Trinidad es generalmente considerada como uno de los grandes autores místicos de este siglo. Su doctrina, que ha marcado a toda una generación de sacerdotes y fieles, se ins- cribe en la más pura Tradición de la Iglesia. Un eminente teó- logo, H. Urs von Balthasar, no duda en escribir: "la estructura de su universo espiritual, el contenido y estilo de su pensamiento teológico son de una densidad, de una consistencia sin defecto".

Actualmente resulta innecesario demostrar la profundidad de su influjo. Los testimonios recogidos en el proceso de canoni- zación, en curso, son elocuentes. Y podrían aumentar cada día.

Ahora bien, por una paradoja tan extraña como frecuente, la carmelita de Dijon es más conocida fuera de Francia que en Francia, incluida su diócesis de origen: Dijon. Su célebre ora- ción: ¡Oh mi Dios, Trinidad a quien adoro!, es mucho más re- zada en el extranjero que en Francia.

Con el centenario de su nacimiento se nos presenta una oca- sión para conocer y hacer conocer mejor el mensaje de Isabel de la Trinidad. Esperamos que distintas instancias hagan de 1980 un gozoso acontecimiento en este sentido.

Dos momentos fuertes, cuya importancia supera con mucho los límites de COte d'Or, marcan ya el comienzo del año cente- nario. El primero interesa a toda Francia y a las regiones fran- cófonas vecinas: la retransmisión el 25 de noviembre, a través de· la televisión nacional, de la apertura, celebrada en las car- melitas de Dijon-Flavignerot, y la publicación de una revista

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 39 (1980), 273·285

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ilustrada sobre el cannelo de Isabel. Otra revista del mismo tipo, ésta sobre la propia Isabel, será difundida durante 1980.

El segundo acontecimiento es de otro orden, y de una pre- sencia mucho más duradera. Bajo el título: yo he encontrado a Dios, Ediciones du Cerf publica, por primera vez en su tota- lidad, los escritos de Isabel de la Trinidad 1. Acaba de aparecer un volumen, que contiene el Diario, las Cartas de juventud y las Poesías. Otro, conteniendo los Tratados espirituales y las Cartas del Carmelo, saldrá a primeros de 1980

*.

El P, Conrad de Meester, carmelita descalzo, uno de los mejores exegetas de Teresa de Lisieux, ha sido el encargado de recoger, presentar y anotar estas Obras completas.

El mensaje de nuestra joven mística es tan simple y a la vez tan profundo, que será de una asombrosa actualidad en este tiempo en que parece despertarse, sobre todo en la juventud, la búsqueda del Absoluto. Vale realmente la pena comprender por qué Isabel puede ser considerada como un profeta del Dios ver- dadero para nuestro tiempo.

l. ¿QUIÉN ES ISABEL DE LA TRINIDAD?

Isabel Catez, que tomará en el carmelo el nombre de Isabel de la Trinidad, nació el 18 de julio de 1880 en Farges-en-Sep- taine (Cher), en un campo militar cercano a Bourges. Su padre era oficial. Después de una estancia de año y medio en Auxonne, la familia Catez se trasladó a Dijon. La pequeña Isabel tenía dos años. Bien dotada para la música, estudió en el conserva- torio de Dijon y ahí obtuvo, a la edad excepcional de trece años, el "primer premio" de piano. De temperamento ardiente, amó

I Agradecemos a Mons. Albert Decourtray la generosidad con que nos ha pero mltido publicar esta Carta conmemorativa en nuestra Revista de Espiritualidad.

Extendemos nuestro agradecimiento al querido Conrad de Meester, que se acordó de nosotros y nos la ofreció.

Para las citas en castellano utilizamos la segunda edición de las Obras comple- tas, Burgos, El Monte Carmelo, 1979. Es una edición que anula todas las ante- riores. No creemos, sin embargo, que sea «paralela a la que aparecerá simultá·

neamente en Francia». Las diferencias entre estas dos ediciones son notables, por lo que sabemos. (Nota de la dirección) .

• Mons. estaba bien Informado sobre esta edición (como puede verse leyendo el prólogo al tomo II, ya pUblicado). Sin embargo, ha sido tan cuantioso el mate·

rial recogido, las Introducciones y anotaciones, que el tomo l ha tenido que ser subdividido en dos: l/A y l/B (aparecerán a finales de mayo). Con esto, la Edi·

ción del Centenario constará de tres volúmenes (Nota de la dirección).

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ISABEL DE LA T., PROFETA DE DIOS 275

extraordinariamente el contacto con sus numerosos amigos, los viajes, la belleza de la naturaleza y de la música, los vestidos elegantes; los testigos aseguran que se divertía mucho en las fiestas.

Pero no es precisamente ahí donde se encuentra su verda- dera grandeza. Muy pronto esta joven, de corazón recto y ge- neroso, quedó profundamente tocada por el amor de Jesús en la cruz y en la eucaristía. Se sintió misteriosamente invadida por una presencia de amor. En lo más escondido de su corazón no soñó ya más que en consagrarse totalmente a Cristo y a su Igle- sia, como lo demuestran abundantemente sus escritos de juven- tud, "Participar" en las alegrías y penas del Señor: ¡Cuántas veces lo repite! "Te he consagrado mi corazón, un corazón que te ama hasta morir de amor", escribe en su Diario, a la edad de dieciocho años 2.

Tendrá que superar muchos obstáculos antes de poder rea- lizar su vocación; pero, finalmente, a la edad de veintiún años entró en el carmelo de Dijon. Aquí la amante de la música can- tará la alabanza del Amor. Gozosamente, muy fraternalmente, orando y sacrificándose por la Iglesia, se abrió locamente a la vida de la Trinidad en nuestras almas. Su nombre es un pro- grama: Isabel de la Trinidad. Dos años antes de su muerte com- puso la oración: Oh mi Dios, Trinidad a quien adoro. Isabel expresa ahí una donación aún más entera: "me entrego a vos como víctima". Así ora a Cristo: "os pido ser revestida de Vos mismo, identificar mi alma con todos los sentimientos de vuestra alma ( ... ), ser sustituida por Vos para que mi vida sea sola- mente una irradiación de vuestra Vida". Y para ello se dirige al Padre y al Espíritu Santo: "¡Oh Fuego abrasador, Espíritu de Amor! Venid a mí para que se realice en mi alma como una encarnación del Verbo. Quiero ser para El una humanidad su- plementaria donde renueve todo su misterio" 3.

A la edad de veintiséis años, después de cinco de vida reli- giosa, se acerca el momento de su muerte. Aquejada de la en- fermedad de Addison, entonces incurable, sufrió una larga ago- nía de nueve meses. A veces confesará sus angustias en medio de grandes sufrimientos físicos, pero lo que más se manifiesta

2 Diario espiritual, p. 29.

3 Elevación a la Santlsima Trinidad, pp. 757·758.

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es su alegría al poder "participar" en la muerte redentora de Cristo. Escribe a su madre: "Temes, como me dices en tu ama- ble y cariñosa carta, que sea una víctima elegida para el sufri- miento. Por favor, no te entristezcas. Sería demasiado hermoso.

Pero me considero indigna de compartir los sufrimientos con mi Esposo crucificado y de caminar ,con El a mi pasión para ser corredentora" 4,

Un mes antes de su muerte confiaba a una joven amiga:

"tengo la ilusión de verme transformada, antes de morir, en Cris- to crucificado, Este pensamiento me da tanta fuerza para seguir sufriendo ... Hermanita, nuestro único ideal debe ser asemejar- nos a nuestro divino modelo. Si tuviéramos siempre los ojos del alma clavados en El, con qué Ímpetu nos lanzaríamos al sacri- ficio y al desprecio de nosotras mismas" s,

A otra amiga le deja este "testamento de su alma": "a la luz de la eternidad, el alma contempla las cosas tal como son.

i Oh, cuán cierto es que todo cuanto no ha sido realizado por Dios y con Dios es pura vanidad! ¡Oh! Le ruego que imprima en todas tus obras el sello del amor. Es 10 único que queda. La vida es algo muy serio. Cada momento de ella es un don que Dios nos otorga para arraigarnos más en El, según la expresión de san Pablo (Ef 3, 17), a fin de que nuestra semejanza con el divino Modelo sea más patente y nuestra unión con El sea más Íntima. Para realizar este plan realmente divino, he aquí el se- creto: olvidarse, abandonarse, despreocuparse de sí mismo; cla- var los ojos en el Maestro adorado y contemplarle sólo a El ( ... ). Te constituyo depositaria de mi fe en la presencia de Dios, del Dios de todo Amor que habita en nuestras almas. Quiero comunicarte mi secreto: esta intimidad con El en el santuario de mi corazón ha sido el hermoso sol que ha iluminado mi vida convirtiéndola en el cielo anticipado. Es lo único que me sos- tiene hoy en medio del sufrimiento. No me infunde miedo mi debilidad. Antes bien, mi confianza brota de ella porque el Fuer- te (ls 9, 6) está en mí y su virtud es omnipotente. Ella opera, dice el Apóstol, mucho más de lo que nosotros podemos esperar (Ef 3, 20)" 6.

En los últimos días de su enfermedad, totalmente agotada,

• Carta 265, p. 624.

• Carta 286, pp. 670·671.

• Carta 282, p. 664.

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ISABEL DE LA T., PROFETA DE DIOS 277 exclamará después de una viol,enta crisis: "¡Oh, Amor! ¡Tú sa- bes cómo te amo ... ! Agota toda mi substancia por tu gloria; que se destile gota a gota por su Iglesia. Sus últimas palabras inte- ligibles fueron: "me voy a la Luz, al Amor, a la Vida". Murió el 9 de noviembre de 1906.

En seguida, después de su muerte, se publicaron algunos de sus escritos. Su biografía fue traducida a diversas lenguas. Mu- chos descubrieron entonces en ella un verdadero maestro espi- ritual que educa a la profundidad de una vida de intimidad con el Dios Vivo y a una donación total a su Amor, al servicio de la Iglesia.

Pero ¿en qué sentido puede decirse que su mensaje es "de una sorprendente actualidad" y que Isabel de la Trinidad puede ser calificada de "profeta de Dios para nuestro tiempo"?

n.

ACTUALIDAD DE SU MENSAJE

En el mensaje de Isabel de la Trinidad hay tres aspectos que me parecen especialmente actuales: la importancia del amor per- sonal y explícito de Dios; el lugar de los laicos; el sentido de la verdadera oración cristiana.

1. Amor personal y explícito de Dios. Isabel de la Trinidad nos parece ser, en primer lugar, el recuerdo vivo de un "valor"

demasiado olvidado: el amor personal y explícito de Dios.

El descubrimiento progresivo de las realidades terrestres y la solidaridad humana, la preocupación por construir una fra- ternidad universal nos ha llevado a olvidarnos de Aquel que es el coraz6n del mundo, el Padre de los hombres y nuestro Padre:

Dios. Ahora bien, ¡no se puede borrar del Evangelio la palabra de Jesús según la 'cual el amor de Dios es el "primer" manda- miento! Amar a Dios no es s6lo conquistar el mundo y trabajar pbr el pan de los hombr'es, sino también amar a Dios por Sí- mismo. Si Dios se revela como amor ("amor total", gusta de decir Isabel), espera un amor recíproco, acogedor, presente, aten- to, orante.

Ahí está el ejemplo de Jesús: ¡de la pasi6n por su Padre nace la pasi6n por la oración y la pasión por el hermano! ¿No es dándonos acceso, en el Espíritu, a la indecible intimidad de

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Dios como El nos conduce a la fraternidad humana? Decía Jesús:

"el Padre busca adoradores que le adoren en espíritu y en ver- dad" (Jn 4, 23). La "sed" de Jesús en la cruz era sobre todo sed de comprensión del doble mensaje del Padre y del hermano.

El amor explícito de Dios nos revelará cómo somos amados nos- otros mismos: la obediencia al "venid a mí todos" de Jesús. nos proporcionará también el descanso que Jesús ha prometido (cf Mt 11, 28), su "gozo estará en nosotros" (Jn 15, 11), Y también estará con nosotros una "paz" distinta a la que da el mundo (Jn 14, 27).

El amor de Dios, el amor de Jesús, es totalmente central en la experiencia y enseñanza de Isabel. Es "mi amigo en todo momento" 7, dice ella. "Es mi infinito, en El amo, soy amada y lo tengo todo" 8. "Cuando un corazón se siente prisionero de Cristo, ¿no te parece que tiene que entregarse totalmente?" 9.

Al hacer la profesión religiosa quiere "que ese día fuese el comienzo de un acto de adoración que no cese jamás en mi al- ma" 10. Su vocación es una atención amorosa a Dios, prolongada a través de todo: "una 'carmelita, querida mía, es un alma que ha contemplado al divino Crucificado, que le ha visto ofrecerse como víctima a su Padre por las almas y reflexionando a la luz de esa gran visión de la caridad de Cristo, ha comprendido la pasión de amor de su alma y se ha entregado como El. En la montaña del Carmelo, sumergida en el silencio, en la soledad y en una oración ininterrumpida, pues se prolonga a través de todos sus actos, la Carmelita vive ya como en el cielo, solamen- te de Dios" 11.

Confía a una amiga de dónde saca su fuerza y la aconseja hacer lo mismo: "voy a decirle lo que hago cuando me encuen- tro un poco cansada. Miro el crucifijo y, al ver cómo El se sa- crificó por mí, me parece que 10 menos que puedo hacer por El es gastar y quemar mi vida para devolverle algo de cuanto El me entregó. Querida señora, unámonos todas las mañanas en la santa Misa a su espíritu de sacrificio ( ... ). Tenemos que ase- mejarnos a El. Después ... permanezcamos junto a Cristo du- rante el día. Si somos fieles en imitar su vida, si nos identifica-

7 Carta 221, P. 548.

B Carta 96, p. 345.

9 Carta 115, p. 370.

10 Carta 131, p. 396.

11 Carta 116, p. 372.

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ISABEL DE LA T., PROFETA DE DIOS 279 mos con los sentimientos del alma del Crucificado y realizamos todo esto con sencillez, entonces no sentiremos nuestras debili- dades, porque El será nuestra fortaleza y ¿quién podrá separar- nos de El?" 12.

Tres semanas antes de morir, en medio de grandes sufrimien- tos, reveló, en su última carta a su madre, el secreto que hizo de su joven vida una sola llama de amor: "hay un ser, el Amor, que nos invita a vivir en sociedad con El (1 Jn 1, 3). ( ... ) Está ahí, haciéndome compañía, ayudándome a sufrir, enseñándome a superar el dolor para descansar en El. Obra como yo y verás cómo todo se transforma" 13.

2. El lugar de los laicos. Segundo aspecto especialmente actual y que, sin duda, extrañará a más de un lector: ¡el men- saje de amor y de interioridad de Isabel de la Trinidad parece estar en primer lugar y preferentemente dirigido a los laicos!

Para comprenderlo, quizá sea conveniente no olvidar que Isabel,antes de transmitir este mensaje en sus cartas de carme- lita, vivió en pleno mundo. ¿No es ya una mística esta joven seglar, esta joven cristiana que, en el medio normal de muchas jóvenes de su tiempo, vivía tan intensamente esta pres,encia de Dios y este don total que irradiaba en su amplio CÍrculo de ami- gos? En todo caso, es un hecho que, una vez carmelita, no ce- saráde comunicar a sus amigos seglares lo que es alegría y alma de su nueva vida: su experiencia de Dios en la soledad y el silencio. Basta hacer un rápido recorrido por los destinatarios de sus 346 cartas conservadas. Los destinatarios de las mismas son: seis sacerdotes y seminaristas, trece religiosas y treinta y nueve seglares.

Pero ¿cómo explicar que el contenido de su mensaje sea tan abierto, tan amplio, tan adaptado a la vida "en el mundo"?

Isabel tenía un carisma especial para comprender, gustar, vivir y comunicar 10 que está a la base de toda nuestra vida cristiana:

la Palabra de Dios tal como nos ha llegado a través de la Es- critura. Isabel se nutrió de san Pablo y de san Juan, a pesar de no haber hecho estudios teológicos o exegéticos, ni leído los nu- merosos 'comentarios de, que afortunadamente podemos disponer nosotros hoy. Su amor a Dios y a Jesús y su sed de ser cristiana

12 Carta 136, p. 403.

13 Carta 288, pp. 674·675.

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a fondo son quienes le pusieron a la escucha del Nuevo Testa- mento; fue su fe la que hizo que acogiese con todo el corazón la palabra revelada; y con la lógica de los santos se entregó a ella. Meditando el Nuevo Testamento profundizó en todas las líneas fundamentales de nuestra vida cristiana. ¡Cuántas veces nos repetirá que nuestro Dios es un Dios de amor y que nosotros estamos llamados, desde toda la eternidad, a participar en esta vida divina que Jesús ha abierto para nosotros!

Escuchémosla contar a su hermana Margarita, joven casa- da, madre de dos hijos (¡.llegará a tener nueve!), su alegría de saberse hija de Dios: "acabo de leer en san Pablo unas ideas maravillosas sobre el misterio de la adopción divina. Pensé na- turalmente en ti. Obrar de otro modo hubiera sido incompren- sible. Tú eres madre. Tú conoces toda la cantidad de amor por tus hijos que Dios ha depositado en tu corazón. Estás por, lo tanto, capacitada para comprender la grandeza de este misterio.

¡Hijo de Dios! ¿No te emociona este pensamiento? Escucha a mi querido san Pablo: Dios nos ha predestinado a la adopci6n de hijos suyos, para alabanza de gloria de su gracia (Ef 1, 6).

Es decir; dentro de su divina omnipotencia, parece ser que no puede realizar nada más extraordinario" 14.

Por el bautismo, ama repetir, somos todos "santuario de la Santísima Trinidad" 15, y la vida con Dios, en Dios y por Dios se hace posible a todo el mundo. "Esta mejor parte que parece ser un privilegio que se me ha otorgado en mi queridísima so- ledad del Carmelo, el Señor se la da a todos los bautizados -es- cribe Isabel a otra mujer casada. Es El quien os la ofrece, que- rida señora, a través de sus preocupaciones e inquietudes ma- ternales. Piense que su deseo es introducirla más profundamente en El" 16.

De la eucaristía, la misma para todos, saca la fuerza que transforma su vida. La unión con el sacrificio de Jesús en la cruz la sostiene en su gran sufrimiento físico. Escribe a su ma- dre: "esta misa que El celebra conmigo y cuyo sacerdote es su amor puede durar aún mucho tiempo. A la pequeña víctima no le parece largo el tiempo que permanece entre las manos de Aquel que la sacrifica. Hasta puede decir que si marcha por

" Carta 219, p. 543.

15 Carta 172, p. 466.

1. Carta 114, p. 369.

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el sendero del dolor, ella recorre más bien el camino de la feli- cidad, de esa verdadera felicidad, mamá querida, que nadie po- drá arrebatarle. M e gozo -decía san Pablo- en mis padeci- mientos, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en bien de su Cuerpo que es la Iglesia (Col 1, 24)" 17.

A ejemplo de Jesús, Isabel ve el corazón del amor en la obediencia a la voluntad concreta del Padre: "¡Amar! Es tan sencillo ... Es entregarse a los designios de su voluntad divina como El se entregó a la voluntad del Padre" 18. "Cada aconte- cimiento y suceso de la vida, 'cada dolor y gozo es un sacra- mento por el que Dios se comunica al alma" 19.

Sí, para Isabel el cristiano se convertirá él mismo en sacra- mento de Dios, portador de gracia para sus hermanos. "Dios se inclina sobre nosotros con toda su caridad, de día y de noche, queriendo comunicarnos e infundimos su vida divina, a fin de hacer de nosotros seres deificados, que le manifiesten en todas partes" 20.

Isabel, que es joven, sueña con ser este reflejo de Dios: "pe- didle que esté en mí de tal manera que le sienta acercándoseme y que piense en El..." 21.

Y a una futura joven madre le explica que dar la vida a un nuevo ser humano debe ser al mismo tiempo dar la vida de Dios:

"pido al divino Maestro que mora en tu alma como en la pe- queña hostia del tabernáculo, que te comunique sobreabundan- temente su vida divina para que se la transmitas al angelito de quien vas a ser su mamá" 22.

Lo resume todo admirablemente escribiendo a su hermana Margarita: "quiere hacerse amar de tus angelitos a través de ti" 23.

3. El sentido de la verdadera oración cristiana. Tercer as- pecto del mensaje de Isabel cuya actualidad parece evidente en estos tiempos de "redespertar religioso", de efervescencia reli- giosa y de renovación llamada carismática: el sentido de la ver- dadera oración cristiana.

17 Carta 275, P. 645.

lB Carta 257, p. 611.

19 El cielo en la tierra, pp. 135-136.

20 Carta 102, p. 353.

21 Carta 41, p. 259.

22 Carta 162, p. 450.

23 Carta 210, p. 530.

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Se buscan hoy maestros de vida interior; ¡se cree a veces encontrarlos sobre todo en las religiones no cristianas! Aquí te- nemos uno, muy cerca de nosotros, que enseña a vivir en la in- timidad con Dios, en la presencia del Padre que jamás nos aban- donará. "La Trinidad, he ahí nuestra morada, nuestro propio hogar, la casa paterna de donde nunca debemos salir" 24. A di- ferencia de tantos gurus de moda, Isabel de la Trinidad nos re- cuerda que el silencio interior no es un vacío, sino el encuentro del Dios vivo, que está en nosotros y nos revela su vida de amor, introduciéndonos en secreto en la vida Íntima de los Tres.

Nuestro mundo, que tiene necesidad de un "suplemento de alma", encontrará en la mística cuyo 'centenario festejarnos, un manantial silencioso, pero Heno de vida. Por eso, es deseable que muchos cristianos se apunten a su escuela. Sus escritos, siem- pre sencillos, concretos, sinceros, nacidos de su experiencia, están tan impregnados del sentido de la presencia de Dios que no es posible leerlos durante largo tiempo sin quedar a'fectado pro- fundamente y caer de rodillas un momento. Estos escritos ahon- dan en el deseo de encontrar a Aquel que de esa forma ha lle- nado su vida. Son escritos que abren el camino de la verdadera oración personal.

Escuchemos una vez más su testimonio y consejos. Escribe, hablando de Dios: "le siento tan presente en mi alma ... que sólo necesito recogerme para encontrarle dentro de mí. Esto me hace feliz. Ha infundido en mi corazón una sed del Infinito y un anhelo tan grande de amor que sólo El puede saciar. Me dirijo entonces a El como el niño a su madre para que invada y llene plenamente mi ser, para que se posesione de mí y me lleve en sus brazos. Tenemos que ser sencillos en nuestro trato con el Señor" 25.

La oración está toda ella impregnada de esta experiencia:

es el Espíritu de Jesús quien ora en nosotros sin descanso (Rom 8): "tengo la impresión de que mi oración es omnipotente, ¡por- que no soy yo quien ora, sino mi Cristo, que está eh mi!" 26,

"¡Es tan sencillo! El divino Adorador mora en nosotras. Su ora- ción es también nuestra. Ofrezcámosela. Vivamos en comunión

.4 El clelo en la tierra, p. 132.

25 Carta 147, p. 422.

" Carta 86, p. 330.

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ISABEL DE LA T., PROFETA DE DIOS 283

con ella. Oremos con su alma" TI. "El Espíritu Santo crea el cielo en ti" 28.

Pero esta convicción de la hija espiritual de san Juan de la Cruz se funda en la fe: "¡Oh! Si supiera cómo se vive de fe en el Carmelo ... La imaginación y el sentimiento desaparecen en nuestras relaciones con Dios" 29.

"Sí, querida señora -escribe a una mujer casada-o Vivamos con Dios como con un amigo. Procuremos que nuestra fe sea viva para comunicarnos con El a través de todas las cosas. Así se logra la santidad. Llevamos el cielo dentro de nosotras, pues Aquel que sacia a los Bienaventurados en la luz de la visión beatífica, se nos entrega por la fe y el misterio. Es el mismo.

He hallado mi cielo en la tierra, pues el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El día que comprendí esta verdad todo se ilu- minó en mÍ. Quisiera revelar este secreto a todas las personas a quienes amo para que ellas se unan siempre a Dios a través de todas las cosas y se cumpla así la oración de Jesucristo: Padre, que sean completamente uno (In 17, 23)" 30.

Isabel nos describe el nudo de su oración como una comu- nión amorosa con la Santísima Trinidad que está en nosotros.

"La oración -escribe a uná joven- es esta elevación del alma a Dios a través de todas las cosas, elevación que nos pone en una especie de continua comunión con la Santísima Trinidad, haciéndolo todo sencillamente bajo su mirada ( ... ). Nosotros, por nuestra parte, entraremos en lo más Íntimo de nosotros mis- mos, allí donde moran el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo" 31.

Isabel es consciente de la presencia de un amor salvador, que tiene la iniciativa, es gratuito y nos previene; y es fiel a dejarse amar. "Siento un despliegue tan grande de amor sobre mi alma ... ( ... ). El está en mí y yo en él. Sólo tengo que amarle y dejarme amar siempre a través de todas las cosas: despertar- me en el amor, moverme en el amor, dormirme en el amor con el alma puesta en su alma, el corazón en su corazón, los ojos en sus ojos, para que me purifique y me libre de mi miseria por su contacto divino" 32.

·21 Carta 157, p. 442.

'" Carta 216, p. 537.

29 Carta 285. p. 669.

30 Carta 110, p. 364.

3' Carta 229, p. 562.

32 Carta 155, p. 437.

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Por eso aconseja a otra joven que vive en el mundo, que se construya (como santa Catalina de Siena) una celda en su corazón y se retire alguna vez durante unos instantes para orar:

"es necesario que te construyas, como yo, una pequeña celda en el interior de tu alma; piensa que el buen Dios está allí, y tú entra en ella de tiempo en tiempo; cuando te sientas nerviosa, cuando sientas que eres desgraciada, entra rápidamente en ella y confÍaselo todo al Maestro. ¡Ah! Si 10 conocieras un poco, no te aburriría la oración. Yo creo que es un descanso, un solaz:

Se acerca uno con toda sencillez a quien se ama, se está junto a El como un niño pequeño en los brazos de su madre, y se deja ir el corazón ( ... ). Si tú supieras lo comprensivo que es ... " 33.

A su propia mamá, Isabel aconseja rescatar cada día un poco de tiempo para Dios y hacer "tres oraciones de cinco minutos":

"piensa que estás con El y obra como quien trata con un Ser a quien se ama. Es tan sencillo ... Nada de hermosos pensamien- tos. Una efusión cordial es suficiente ( ... ). Si prefieres imagi- narte a Dios junto a ti mejor que dentro de ti, sigue ese impulso con tal que vivas con El" 34.

Al deseo que Jesús expresó para todo cristiano la víspera de su muerte: "permaneced en mí" (Jn 15, 4), responde Isabel con todo su corazón. Escribe: "permaneced en mí ... " Es el Verbo de Dios quien lo manda, quien expresa este deseo. Per- maneced en mí no sólo momentáneamente, durante unas horas pasajeras, sino permaneced ... de un modo estable, habitualmen- te. Permaneced en mí: orad en mí, adorad en mí, amad en mí, sufrid en mí, trabajad y obrad en mÍ. Permaneced en mí durante vuestras relaciones con las personas y vuestro trato con las cosas.

Penetrad cada vez más íntimamente en esta profundidad" 35.

Es así ,como Isabel de la Trinidad hace eco al consejo de Jesús y de san Pablo sobre la oración continua, a la que nos anima y educa. Ella misma no quería ser más que una "alabanza de gloria" de Dios, según los términos en los que el Apóstol describe nuestra vocación (Ef 1, 12). ¡Pero no olvidemos la re- nuncia, el olvido de sí mismos que tal amor implica! No hay oración cristiana sin muerte a sí mismos, a imitación de Cristo en su misterio pascual. Hacia el final de su vida Isabel se llama con frecuencia: "una hostia de alabanza de glori.a".

33 Carta 96, p. 345.

34 Carta 249, p. 595.

35 El cielo en la tlerra, p. 132.

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ISABEL DE LA T., PROFETA DE DIOS 285

lII. A LOS JÓVENES CRISTIANOS

¡Isabel vivió sólo veintiséis años! Pero esta corta existencia fue suficiente para vivir muy intensamente lo que debería carac- terizar a toda juventud: sed de lo absoluto, ardor en la reali- zación de los proyectos, sobre todo alegría de amar y de des- cubrir 10 infinito del amor. "El amor -dice Isabel~~ tiene algo de infinito y en el infinito siempre se puede ir más lejos" 36.

La joven Isabel Catez parece predestinada a recordar a sus jóvenes hermanos y hermanas cristianos, que un inmenso Amor, presente en cada momento de su vida, les invita a una intimIdad dinámica y creadora con El. Es para El para quien hemos na- cido: "has hecho nuestro corazón para Ti, Señor -podría ella decir con san Agustín-, y estará inquieto hasta que descanse en Ti". Escribe a su joven amiga Francisca de Sourdon: "hay que darle el puesto que le pertenece en tu vida, en tu corazón que ha hecho tan afectuoso, tan apasionado ( ... ). Le pido que se manifieste a tu alma y sea el Amigo que sepas siempr,e en- contrar. Entonces, todo se ilumina y la vida es un placer" 37.

A todo joven enamorado de un ideal le dice Isabel como a Francisca: "comprendo que necesitas un ideal, es decir, algo que nos hace salir de nosotras para conducirnos a un más allá.

Pero, mira, sólo existe Uno. Es El, el único verdadero ( ... ). Es fascinante, Es arrebatador. Bajo su mirada, el horizonte aparece tan bello, tan amplio, tan luminoso ... ( ... ). ¿Deseas, querida mía, dirigirte conmigo hacia ese sublime Ideal? No es una ficción.

Es una realidad" 38.

Si los jóvenes cristianos aprenden a volverse más a Cristo, Cristo en toda su riqueza y en todo su Misterio, el Cristo Hijo de Dios hecho hombre que entrega la vida para que el hombre sea transfigurado por el Espíritu y se convierta en hijo de Dios, el Cristo de la Santísima Trinidad, entonces muchos oirán la voz que les dice: "soy yo", y se entregarán totalmente, como Isabel Catez, a El y a la Iglesia, para la vida del mundo y ala- banza de la Gloria divina.

36 Carta 170, p. 463 •

• 7 Carta 140, P. 411.

.. Carta 113, p. 367.

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