O R A C I O N F U N E B R E '
Q U E E N L A S E X E Q U I A S
DE LA REYNA NUESTRA SEÑORA DOÑA M A R ÍA ISA B E L FRANCISCA
B E B R A G A N Z A
( EN PAZ DESCANSE ) C E L E B R A D A S , D E Ó R D E N DE SU Excm o. y Rm o. P. MINISTRO GENERAL
F r . C I R I L O A L A M E D A ^
POR LA COMUNIDAD
DE SAN FRANCISCO DE ZARAGO
EL a6 DE ENERO DE 1819, D I J O
E L P. Fr. V A L E R O B E L L I D O de la misma órden, doctor en teología
y lector en el colegio de San Diego de la misma ciudad.
IV',O i ?
CON LICENCIA:
Zaragqza: imprenta de Francisco Magallon*
año 1819.
•(lw6*66ee8e»6*6e«6ee6M6eeOooeo6Ceo{oe(|oetlo|^»(|o66eo<leee»6(ld6(|oeee6fl6e|!<reeoo(leee6ofle
A h s tu lis ti quasi ventas desiderium meum y velut nubes p ertra n siit salas m e a n x nunc autem p ossi- d en t me dies a fflictio n is. cap. 30. f s . 15 & i6.
Supra mortuum ploran d e fe cit enim lu x e ju s ... modi- eum p lo r a supra mortuum quoniam requievit. Eccle- fliastici cap. aa. j^s. 10 ^ ix.
C u ch illo del Señor! hasta cuando no pa
rarás! ¿qué no han bastado á en botar tus agudos filos tantos y tan mortales gol
pes como ya habías descargado sobre no
sotros? ¿somos acaso Amonitas, ó habita
dores de Ascalón? ¿qué has hecho con los hijos de Abrahan, con la nación católi
ca, patrimonio del Dios de Jacob que la dio en herencia álos hijos de su José? Mu
ero Domini usquequo non quiesces ! Cuchillo del Señor hasta cuando no has de parar l Sesvisti satis. Bastaba, sin acordarme aho
ra de más, bastaba con que casi desde
*su misma cuna, apenas hayas cesado de amenazar y de herir al inocente y per
seguido Fernando V I I , cuyas desgracias miramos como nuestras y mas que como nuestras todos sus fieles vasallos: bastaba lo que con él hiciste; porque, calumnias, persecución, cárcel primero; engaños, trai
ciones, felonías después, todo en Madrid;
desprecios, á seguida , insultos, despojos,
amenazas hasta de muerte en Bayona; lar
ga y penosa cautividad en Francia; ig
nominioso, para el impío tirano que lo de
cretó 5 y pesado para el religioso monar
ca que lo sufría , ignominiosoy pesada pre
sidio en Valcncey.... scevi&ti satis; ¿no bas^
taba esto ? N o , sin duda n o , porque el Señor te habia 'dich o , evagina te ad occi^
dendum, sal de tu estuche para matar. Bien,
•pero ya lo hiciste con que se yó cuan
tos de los vasallos de este Rey. En manos de Assur vara del furor de Dios quitaste
>a vida á miles y miles de los hijos, de Israel hasta reducir á escombros, á cemen
terios, á páramos muchas de las pobla^
ciones de Judá... savisti satis. Todavía no?
No tadavía, porque añadió el Señor cu
ya voz te mueve, lima te ut interficias et fidgeas ^ afílate de nuevo para matar de nuevo. Bien 5 pero ya lo hiciste. Sin contar con las que ya primei'o habías muerto, la primera muger y la hija primera de Fer
nando, lo hiciste con su amado tio el in
fante D. Antonio y con su cara hija la infanta Doña María Isabel Luisa, fruto- primero de su segunda y casta unión, y primicias de la malog^rada fecundidad de su verdadera R aquel: s¿evisíi satis : ingre- dere in vaginam tuam: refrigerare et silet basta , basta ya, vuelvete á tu vaina , des
cansa y refréscate. No quieres aun ? pues
■ qué te falta? é ! qué te falta í ¡qué te fa lta !
Dios de v irtu d , animadme, pues no tengo valo r, animadme para decir lo que le faltaba, y lo que hizo hoy puntual
mente há un mes. Qué golpe! el que des
cargó á las 9 y 25 minutos de aquella noche!... De vez hirió á casi toda la Eu
ropa y las Américas. O golpe! tií solo sembraste la consternación, las Ligrimas y el luto en Francia, en Italia, en Ñá
peles, en Sicilia, en Portugal, en el Bra
s il, en España, en sus Indias... Todo lo has enlutado; porque lloran , s i, y mas justa é irremediablemente que Ana la aur sencia de su Tobías, lloran la tan re
pentina como temprana muerte de la muy alta, muy poderosa, muy augus
ta y soberana señora Doña María Isabel Francisca de Braganza Reyna de España y de sus Indias, la lloran los re
yes de Francia sus tios en París, sus abue
los en R om a, en Sicilia y Ñapóles sus primos 5 sus paisanos y favorecidos en Portugal, sus padres y hermanos en ‘ el Brasil, todos nosotros sus hijos en Espa
ña ; y la llora sobre todos y mas inconT- solablemente que todos el David , el Jo- sías, el Josafat, el Clodoveo, el Luis, el Recaredo, el Alfonso ,, el nuevo y ñltima Fernando, el solo digno esposo de tal Rey^
n a , el ínejor y mas desgraciado de los reyes modernos y del que nada digo que no haya dicho primero el voto publico de la nación. Gran Dios! esto, esto fal
taba que hacer á vuestro cuchillo, qui
ta r á Fernando su esposa, á nosotros nues
tra madre, y á las dos Espadas su Rey- n a : esto le faltaba que hacer : se lo man
dasteis y lo hizo.
Descansará ya? Vos lo sabéis: todav vía nos queda en que ser heridos:: sois nuestro Dios:: aquí estamos::: lo que que
ráis::: bagase tu voluntad asi en la tier
ra como en el cielo. Pei'o si aun allí en el cielo os dicen las almas de los muer
tos desde debajo del altar ¿ por qué no defiendes nuestra sangre V oid aquí á la afligida aunque resignada España que os dice con Job y por mi boca: abstulisti quasi ventus desiderium meurn , et velut nubes pertransiit salus mea^ á manera de enfurecido viento me arrebataste lo que yo mas apreciaba, y como ligera nu
be pasó mi salud , la que hacía mi fe
licidad y mi gloria ; nunc autem marees- cit in me anima mea, et possideni me dies ufflictionis\ por eso ahora está marchita mi alma y me poseen dias de aflicción.
Ó angustiada España ! triste y afligida na
ción , ¿ á quién te compararé en estos dias de tu quebranto ? tu dolor es tan inmen-
so como justó 5 ¿ quién te consolara ? Llorá r pues 5 te diré con el eclesiástico, llora tu pérdida , quizás irreparable : llora el que la muerte á manera de inesperado ura- can te haya privado tan pronto de una Heyna. que era tus delicias , y el que ha
ya pasado tan ligera como nube llevada del viento la que iba á hacer tu felicidad y tu gloria : llora sobre la Reyna que mu-, pió porque le faltó su luz egemplar y beneficiosa: supra mortuum plora i defecit enim lux ejus, Pero después de haber con
cedido este pequeño desahogo á tu dolor, y después de haber pagado este tributo á- la piedad , á la gratitud y á la j'usticia;
que cese tu llanto, que venga la religio»
en tu auxilio y te consuele con la pía-, dosa fé de que tu difunta Reyna descansa ya ó descansará luego en paz por la mi
sericordia del Dios á quien sirvió: inodi- cum plora supra mortuum quoniam requievit^
Y hed aqui, fieles, lo que vengo á deciros en la oración fúnebre que de ór- den de nuestro Excmo. y Rm o.P. Mníro.
General, consagramos hoy los pobres hijos de S. Francisco á la digna memoria de nues
tra protectora especial la Reyna Doña Ma
ría Isabel Francisca de Braganza. Vengo á deciros los justos motivos de dolor que tiene toda la España en la muerte de esta su beneficiosísima R eyna, y los funda-*
dos motivos de consüeló'que tieliela Espas ña de la muerte de esta su católica y muy piadosa R eyna: debe llorar la España es- t-a muerte, porque en ella su Rey perdió la esposa mas amable, y todos lá Reyna mas benéfica: supra mortuum phra\ defecit eniin lux ejus, puede la España consolar-- se de esta muerte , porque su difunta Rey
na , como cristiana y religiosa llenó per-;
fectamente los deberes de h ija , de espo
sa , de m adre, de señora, de R eyna; por lo que podemos creer piadosamente que descansa en paz : rnodicum plora supra inor^
tuum quoniam requievit. L a España justa
mente afiigida por la muerte de su R ey
na : la España religiosamente consolada dé
la muerte de su Reyna. Ave María,
A h s tu lis ti quasi ventas desiderium meum^etvélut nubes ^c»
LA ESPAÑA JUSTAMENTE AFLIGIDA.
¿ Q u ié n dará agua á mi cabeza, y á mis ojos fuente de lágrimas, y lloraré dia y noche los muertos de la hija de mi pue
blo? ¡qué golpe el que ha sufrido mi na
ción ! al contemplarlo, el dolor y la tris
teza me sacan de m i: yo estoy aturdido:
obstupor obtinuit me; ¡Ay de mí madre mia patria! mi dolor se ha hecho perpetúo, no hay cura: para ;mi herida': mihi mater
mea í ' insanabilis pla¿a mea^ rehiiit curaru y
Señor habéis abandonado ájudá, ó abo
mina vuestra alma de Sion ? sino, por qué nos habéis herido y de manera que no hallamos remedio ? guare ergo percusisti nos ita ut Hulla sit sanitas’^ Esperábamos el tiempo de salud, y vino el de la tur
bación, y el quebranto! Qué es esto, fieles?
españoles qué es esto ? Es, que cuenta aqui Jeremías las calamidades de su patria, ó es que profetiza las que hoy afligen á la nuestra , que llora á sus ilustres muer
tos y no halla con que consolarse de un golpe tanto mas sensible cuanto menos es
perado ? A y ! esperábamos que el parto de nuestra augusta Reyna, por cuya felici
dad la iglesia toda de España hacía con
tinua Oración á D ios; esperábamos que su parto calmase los cuidados que nos in
quietaban, por ver un heredero de la corona y de las virtudes de sus padres:
esperábamos un parto fe liz , que hiciese olvidar las lágrimas que empezaron á cor
rer de nuestros ojos cuando la muerte de la primera Infanta, y apenas suspen
dieron su curso hasta que él anuncio del nuevo preñado convirtió en alegres vivas los tristes ayes de nuestro desconsuelo; ex“
pectavimus tempus curationis , et ecce tur^
batió; y he que vino la turbación mas es
pantosa 5 porque el ángel del esterminio
10
.
entró en el real palacio, y como si Fer
nando V I I , este nuevo Josafat 5 que á imi-*
tacion del antiguo, al volver de su cau
tiverio , y ver en parte corrompido su pueblo á causa de su precisa comunicación con los incircuncisos , envió profetas y doctores de la ley que se la recordasen, cuando entre otras mil cosas conducen
tes al mejor servicio de D ios, mandó se hiciesen misiones en todos los pueblos de la monarquía, y en todos se multiplica-, sen las intrucciones de la religión; como si el Fernando, restaurador de la inqui
sición en España, fundada en España en tiempo y á solicitud de otros Fernando é Isabel, modelos de los que parece se copia
ron eb Fernando que nos queda, y la Isabel que hemos perdido; como si este piadoso Fernando fuese algún Faraón im pío, orgu
lloso y afligidor del pueblo santo; el án
gel del esterminio entra en su palacio real la noche del 26 de Diciembre y de un golpe m ata, no solo como allá en Egip
to , al primogénito del Rey, sino a su mu- ger misma, y al precioso y muy deseado fruto de su vientre.
Qué has hecho Señor, que has hecho con tu pueblo! A h ! opperuisti in furo*
re , et percusisti nos, occidisti, nec peper*
cisti: te armaste de furor y nos heriste, Hiataste y no perdonaste á ninguna de
T I
dos. vidas, que con tanta instañcía te pe
díamos: opposuisti nubem tibí ne transeat ora-^
tioi, sin duda, sin duda que nuestros deli
tos pusieron alguna espesa nube entre no
sotros, y vuestra magestad, y ella estor- v6 el que llegasen á vuestros oidos nues
tras oraciones : occidísti nec pepercisti: ya pues no nos queda voz mas que para de
cir con el profeta en la muerte de Josias:
defecit gaudium coráis nostri::: faltó el go
zo de nuestro corazón: se convirtió en llan
to nuestra alegría: cayóla corona de nues
tra cabeza; va nobis quia peccavimusl ay de nosotros porque hemos pecado ! por
que , Señor, no puede dudarse que vos nos disteis la reyna Isabel, ni que vos mismo nos la habéis quitado; s i, la con
cedisteis á nuestros ruegos , y la habéis -negado á nuestras culpas: la criasteis para felicidad de la España; y la matasteis para castigarnos con su pérdida; ay de noso
tros porque pecamos! España, mira y con
sidera lo que contigo ha hecho el Señor:
ójala le entiendas y te enmiendes! ója- la le busques ahora que te mata, porque sino íay de tí! ay de tí otra vez, ay de t í ! sabe que Dios no descarga gol
pes tan maestros de su indignación so-í á)re su pueblo, sino para castigar de
litos , ó para evitar que se cometan, Jjloremos pues en primer lugar nues.i
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tras iniquidades que nos han privado de tanto bien como teníamos en nuestra di
funta R eyna; y luego lloremos la muer
ta uniendo nuestras lágrimas á las de nues
tro monarca afligidísimo , que la llora mas justa y amargamente que Abrahan á Sa
ra , Jacob á Raquel, Judas á la hija de Sue su esposa, Moyses y Aaron á su her
mana, José á su padre 5 Bethsabé á su esposo , y David con los de Galaad á do
natas y Saúl.
A h ! si Abrahan plañe y llora en Ar- bee la muerte de su Sara ya casi decré
pita , y que le había dado no poco que sentir por sus altercados con Agar : si llo
ra Abrahan la muerte de una esposa ya vieja, y que le deja un Isaac, y en Isaac el padre de una numerosa familia ¿ qué ha de hacer nuestro Fernando que pier
de una esposa joven, de 21 años y me
dio no mas, de cuya amable compa
ñía no ha gozado sino dos años y tres meses, y que en nada le ha dado que sentir, si que antes bien se desvivía por compla
cerle, y que como muger buena le hacia di
choso: muliei'is borne beatus v ir, y que en fin no le deja ni siquiera una reliquia de su sangre ? Si Jacob llora á su Ra
quel muerta de sobreparto , pero después de haber dado á luz un niño que ella llama Benom^ hijo de mi dolor, si llora
á Raquel de la que le quedan dos mitades^3 en sus hijos Josef y Benjamín , sin contar con L ia , y sus hijos, ni con Bala y Zelfa y los suyos; si Jacob llora ¿qué hará Fernan
do que queda solo, viudo, sin succesion.
Rey de una gran monarquía, y sin sa
ber?... aquí el dolor me oprime: no pue
do pensar : lloraré como Fernando la muer
ta , y como él dejaré en manos de Dios la suerte de su corona... Llora s í, afligido monarca, llora : los mejores reyes de Is
rael y de Judá que lloraron por motivos no tan dignos de lágrimas justiflcan las tuyas: llora que también ellos lloraron, y entre otros, D avid, el impávido y va
liente D avid, que ahora juega con los osos y leones como si fueran mansos corderos, y después en la honda, y en la piedra, y el nombre del Señor se atreve á un gi
gante, cuya sola presencia consternaba y ponía miedo á todo el egército de Israel, el impávido y. valiente David llo r a , no solo la indisposición de un niño que ha
bía de morir en pena del delito de su padre del que era fruto, si que llora también la muerte de un Ammón inces
tuoso, de un Absaltín rebelde, y de un Saúl ingrato. Qué mucho pues llores tií, ó Fernando m ió, la muerte de una espo
sa, con que yo creí te había querido pa
gar el cielo en parte tus trabajos mayo-?
i
res que los que Jacol) sufrió por su Ra14 quel ! de una esposa nacida como para t í , y que acaso sin egemplar en la his
toria de las reynas, ó no mas egemplar que el de sus parientas, y tocayas las santas Isabeles de Ungida y Portugal... Isabel de Portugal! No quiero perder la ocasión de decirlo: Zaragoza, es una gloria tuya, y aunque algo me distraiga , no^ he de ca
llarlo. Portugal , nosotros te dimos, y en
•Zaragoza nació, la mayor y mas santa de tus reynas Isabel, ahora nos dábamos por pagados con esta otra Isabel , que tií nos diste, mas a y ! que la perdimos muy p ronto! paciencia , y basta de digresión;
Que mucho, Fernando, que mucho llo
res la muerte de una esposa que acaso sin egemplar en la historia de las reynas te ha
cía de enfermera en todas tus indisposicio
nes, siempre de doncella y á las veces como de criada; de una esposa que en vuestra pri
mera entrevista, con asombro y edificación
■ de cuantos la presenciaron, te besa la mano antes de abrazarte: de una esposa, que por jel todo de sus virtudes conyugales era una -de las-mejores esposas! ó cuanto, cuanto has de sentir la falta de esta esposa que ha muerto tan jóven... y tan de repen
te... y en las vísperas de su parto... y de un accidente terrible..; y á poco después de haberte prelado la mano-., casi oa tus
\ . 15 brazos mismos... ¡O casto y Bnen amor lo que puedes! Lloi’a pues, ó Femando á una esposa tan digna de ser llorada:
tuwn plora : que nosotros sus hijos, pues nos amaba como madre, te acompañare
mos en el llanto asi como en el dolor, perdiste, ó R e y , la mejor esposa, llóra
la: perdimos nosotros todos la Reyna mas Benéfica, la lloraremos también: supra mor-- tuum plora; defecit enim lux ejus.
S í, señores, perdimos la Reyna mas.
benéfica; porque ¿no era ella la buena madre délos españoles ? ¿no nos amaba co
mo tal^ Aunque yo hubiese nacido en España^
solia decir, no podría amar á mis españoles mas de lo que los amo: toma^ dijo á un portu
gués que le pidió una limosna: toma ^ pero otra vez pídela á tu Rey aporque cuanto yo tengo y pueda tener todo seré para mis espa
ñoles. Los pobres ¿no eran para ella un ob
jeto de compasión y de ternura? Si, y ya hubo veces en que al ver á alguno lleno de un respetuoso rubor y que la miraba, sin duda con el mismo fin que el cojo del pórtico á Pedro y Juan, dijo Ja Reyna Isa
bel á los de su servidumbre, y de modo que lo oyeron otros: id y ved que es lo que necesita aquel pobrecito. Parece que la misericordia había salido con . ella del vientre de su madre, y lo que no pue-»
de. negarse es 5 que con ella creció dea^
X
de su infancia. Portugal que la poseyd hasta los diez años lo sabe, y nunca ol
vidará las misericordias, aunque como do niña 5 que admiro en su infanta María Isabel, y aun no sé yo, aun no sé yo si per
donará jamás á la entonces revoltosa Fran
cia , contra cuyas violencias hubo de bus
carse un asilo á la otra parte de los ma
res , no sé yo si le perdononará jamás el que la privase de tan amable y be
neficiosa Princesa. La misericordia crecid con ella desde su infancia: si, el Brasil lo sa
be y nunca podrá olvidar... ¿ cómo ha de olvidarlo? y aun ¿ cómo no ha de ben
decir siempre la memoria de esta muger fuerte, aunque jóven, que le fué de le
jos y á la que vió partir, y aun mas que partir con sus pobres todo el asignado de Infanta? egemplo grande! y sobrado para acreditar de benéfica á otra que nuestra difunta Reyna cuyas obras de caridad fueron tantas, ó fueron masque sus dias , porque en algunos ¡ cuántas h izo !
Asi es, y no permita D ios, que yo insulte á la verdad á presencia de los mis
mos altares donde se le adora : asi es que la Reyna Isabel estendió de continuo sus manos al pobre y ya se sabe, y públi
co es la piadosa inversión que hacia de los 4oS rls. de que podía disponer men^
í8
de los pobres.
i Ó pobres, con razón la llamabais vues
tro consuelo: huérfanos, muy bien la ape^
ilidabais vuestra m adre: infelices todos^
justamente la pregonabais vuestra bienhe
chora ; muy justas y debidas son pues esas lágrimas con que habéis regado su palacio, vuestras calles, vuestras plazas, iel camino mismo del Escorial hasta dé mi
les de vosotros acompañasteis su real ca-.
dáver, no obstante lo crudo y nevosa de la estación; muy justas fueran vu-^
estras lágrimas , que serán el preciosa bálsamo, que conserve siempre fresca la memoria de una Reyna de cuya benefi-f cencía participaban todos. ¿Quién sino le pidid jamás un favor que ella pudie
se hacer sin ofensa de la justicia, que na lo recibiese al instante ? Cuando conoció la necesidad ¿ esperó ni siquiera k que se le pidiese el remedio? Después que hizo la gracia ¿sufrió ni aun las demostracáo- nes del agradecimiento ? Delicado placer^
y recompensa la mas inocente del be
neficio! ó Reyna generosa y benéfica: si ya difunta podéis ser sensible á la glo
ria de la tierra , volved alguna vez los ojos á vuestros afligidos vasallos con la mis
ma bondad con que solíais mirarlos cuan
do v iv a , y venid á recoger en sus lágri
mas y suspiros la recompensa mas dulce
de vuestra beneficencia, y el tributo mas sincero de su gratitud. ¡Cómo os amaba la España! y en especial los que es cono
cían, i cómo,os amaban! y por eso, cuan
do los peligros de vuestro primer parto, qué expuestos! que laus perennis en Ma
drid ! qué novenas! qué oraciones! qué suplicas! qué lágrim as! y lágrimas de un vulgo que no sabe fingir su dolor, ni llorar la pérdida sino de lo que ama! ó!
y que no hayas vivido mas tiempo !:;: pe
ro tus días fueron breves: pasaste como ligera n ube: buscaste en vano el resto de tus años: la tercera, ó cuarta parte no mas contabas de ellos porque díes anuo- fwn nostrorum in ipsis septuaginta anni^
d autem in potentatibus octoginta , la ter
cera ó cuarta parte no mas contabas de tus años cuando ya bajaste al sepulcro: se cortó el hilo de tu preciosa vida, cuando apenas había hecho mas que urdirse, y .euando se empezaba á teger la tela de tu reinado : nos te prometíamos para nuestros succesores, y ni aun para nosotros has si
do mas que lo que bastó para conocer
te, y para hacer ahora mas inconsolable nuestro dolor, mas común nuestra tris-) teza , y mas universal nuestro llanto , co
mo de la muerte de su hermano, decía el P. S. Ambrosio : privatum fimiis sed fletus publicis universorum Jletibus est con*
20
$ecratus.
Sí, católicos, el llanto universal de la España es el mejor argumento de la beneficencia de su difunta Reyna , pues la lloran hasta los niños, que en Madrid han suspendido sus diversiones, y no se acuerdan de juguetes desde que murió su amable soberana. La lloramos todos y to
dos con ra25on, porque en su muerte to
dos hemos perdido, el Rey una esposa la mas cariñosa y tierna, los infantes una hermana la mas afable que los trataba y quería ser tratada de ellos como tal, la grandeza su egemplo, su espejo las ma
dres , la s, nobles y señoras, los pobres su amparo, los huérfanos su madre, los hos
pitales su consuelo, los sacerdotes su ve
neradora , su protectora. las religiones, y todos la mejor Reyna. Repitamos pues, Señor, como viento impetuoso nos arrebataste la prenda de nuestros mas res
petuosos cariños, y como ligera nube pa
gó nuestra salud: ahstulisti 'quasi ventus desiderium meum^ et velut nubes pertransiit salus mea::: nunc autem possident me dies afflictionis. Lloremos pues en desahogo de esta aflicción sobre nuestra muerta porque nos faltó su lu z : supra mortuum plora ; defecit enim lux ejus. Pero esto mis
mo, católicos, el haber sido nuestra luz la que m urió, puede por otra parte conso*
21 lárnós, porque pojemos creer piadosamen
te que nuestra difunta descansa ya (5 des
cansará luego en paz por la misericordia de Dios que no habrá desatendido sus obras, ni hará el sordo á nuestras oracio
nes : modiciim plora supra moriiium quo^
niam requievit.
LA ESPAÑA RELIGIOSAMENTE CONSOLADA.
P a r a consolar á Israel de la muerte de su gran pontífice Simón, no hallaba un autor sagrado otro medio mas á pi'opdsi- to que el de recordar sus obras y vir
tudes. Y esto es puntualmente lo que puede consolar á la España afligida por la muerte de su Reyna. Es muy justo la lloremos por los motivos que yo acabo de apuntar, pues tampoco permite el tiempo otra cosa que apuntar. Empero no quiero ignoréis lo que puede en algún modo consolaros: no quiero que vuestra tristeza sea como la de los gentiles que no tienen esperanza alguna : sois fieles y creeis que Jesús llevará consigo á la glo
ria á los que con él murieron. Mas qué émurié así nuestra Reyna? Dios lo sabe:
yo no lo puedo saber: no conocí su sen
tido, ni fui consejero suyo; D io slo sa
be: nadie mas; y yo temería que la nue- ya Isabel católica viniera traída de la re^
2 2
ligioii que mamf5 con la leche ^ estudiíí coa cuidado, aprendió con perfección, cre^
yó con docilidad, miró con respeto , y observó con exactitud , y casi con escrú
pulo ; temería, digo , viniera la nueva Isa
bel católica, y con una indignación que no conoció cuando viva, condenase la pros*
íitucion de mi ministerio, si olvidado yo de lo que debo al lugar que ocupo fin
giese haber visto, como el senador Géf minio á Drusila hermana de Galigula, finr giese como él. haber visto á nuestra di
funta Reyna subir á los cielos, y conver
sar con los dioses. Lejos de mí y de to
do católico las torpes y groseras adulaciones- de Proclo.Numerio AtticoyTlesimaco con- respeto á Róraulo, Pysistrato y Augusto.
Hablemos como loque somos: hablemos el.
idioma de la religión, y esta dice: 5^na
die sabe si es digno de amor ó de abor-- recimiento : todo se reserva incierto pa-.
ra lo por venir : tal cual fuere la obrar de cada uno el Señor lo probará como con fuego, y entonces se verá lo que era paja ó estopa, ó plata ú oro : el Señor' coiará á los hijos de L e v í, y limpiará las manchas de las hijas de Sion en espírL tu de ardor y fuegos. Hasta aquí los li-- bros santos, y yo añado, ¿ quién sabe si ahora mismo , ahora mismo está el Señor limpiando en el fuego del purgatoria
las manchas de la hija de Sien nues-^
tra difunta Reyna ? Porque ¿ quién sabe si su alma al salir de este mundo , cu
yo aire de corrupción es tan pegadizo y contagioso?... Quién sabe?.. Mas conoz
co , que casi os ofende rni desconfianza:
me -parece oigo levantarse de enmedio de vosotros contra mí una voz hija del amor y del dolor que d ice, el Dios rico en mi
sericordias ¿habrá dejado de usarlas con una muger católica y religiosa que como*
tál llenó los deberes de hija, de esposa, de madre, de señora y de Reyna ? No, fie
les , no digo haya dejado de usarlas: creo que las usó; pero esta mi fé no puede aqui pasar de piadosa, fundada en lo mismo que decís, y que justamente es el moti
vo de consuelo que yo os proponía.
Yo sé que la Reyna Isabel fué buena hija 5 s í, y quizás la mejor de Jas seis;
que como tallos de olivo rodeaban la mesa de unos reyes fidelísimos, y temero
sos de Dios Juan y Carlota, descendien
tes de reyes santos, de los Hermenegildos, Fernandos, Alfonsos, Luises, que se yd>
cuantos mas. María Isabel fué buena hi
ja. ¿ N o lo es la que en nada dá que sentir á sus padres? Pues María Isabel loa complació en todo. ¿ No lo es la que en todo somete su voluntad y su juicio al j'iii- cio y voluntad de sus padres ? Pues M a-
ría Isabel ni casi tuvo que hacer esto, porque tampoco tuvo, ó á lómenos no manifestó mas gusto, mas inclinaciones, mas voluntad que la voluntad, gustos, é inclinaciones de los que la engendraron;
jamás vistió, ni usó cosa alguna, que su madre no le prescribiera. ¿ Es buena hi
ja la que ama, respeta, obedece y ve
nera á sus padres? Pues María Isabel ca
si los adoraba. ¿ Lo es* en fin la que por el todo de sus virtudes filiales se llega á merecer?... Pues María Isabel... Pero esto ya lo diréis vosotros Padres de esta Isabel: luego que vuestra voz cese en el llanto, y cuando ya no corran de vues
tros ojos las lágrimas que os cuesta su tem
prana m uerte, nos diréis el amor de pre
ferencia que os mereció esta hija que era como vuestro ídolo, y que se condujo siem
pre según las instrucciones que recibió ya de aquella anciana y virtuosísima señora á quien siempre amó y oyó como á maestra, á quien sirvió en sus indisposiciones como pudiera hacerlo la mas perfecta hospi
talaria, y cuya muerte lloró amargamen
te añadiendo : ¿ no he de llorar la muerte de quien m edió educación, y me enseñó las virtudes ? siempre se condujo según las instrucciones que le dió ya esta señora, ya aquel religioso hermano mió que la en
señó las primeras letras el catecismo, la§
lenguas, algunos tratados de las ciencias naturales, y aun de la divina : siempre se condujo según estas instrucciones, y según también las que vosotros mismos le disteis 5 instrucciones las mas semejantes á las que el anciano Tobías did á su hi
jo , Salomón al suyo, y el eclesiástico á todos. Venturosos padres , vosotros la en
señasteis, y vosotros visteis muy bien lo
grado el fruto de vuestro magisterio : lo sabéis, y yo no haré mas que recorda
ros , que desde que so apax'ld de voso
tros , ni en un ápice, ni en una jota fal- td á vuestros preceptos, ni aun á los sa
ludables consejos que le disteis al despe
diros de ella: todo lo, cumplid como se lo habíais encargado.
Yo creo, que cuando esta vuestra hija, acompañada de su digna hermana , ahora nuestra infanta Francisca de Ásis, iba á salir de vuestra corte para la nuestra le diríais lo que Ragüel y Ana á Sara su hija, y á su yerno Tobías el joven:
Angelus Domini sanctus sit in itinere ves^
tro el Angel santo del Señor os acom
pañe en vuestro largo viage á España, y os lleve felizmente á los brazos de vues
tros esposos Fernando y Carlos María Isidro : perducatque ms incólumes y con esto, y después de abrazarlas y besarlas apj'ehendentes & osculantes, las dejasteis ve-
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nir; encargandolas,*cómo debo suponer que honrasen á sus suegros , amasen á ■ sus maridos, criasen bien los hijos que Dios les diera , gobernasen con prudencia ■ sus casas 5 cuidasen de su fam ilia, y en to
do se condujesen irreprehensiblemente:
molientes honorare soceros ^ diligere mari- ium^ regere familvam , gubeniare damum, se ipsam irreprehensibilem exhihere, Es-r ta, caídiicos, esta creo yo es la ultima lección que de boca de sus buenos padres recibió nuestra ilustre R eyn a, y el haberla puesto por obra es lo que la acreditó de buena h ija , buena esposa, buena inadrCj buena señora , buena Reyna , porque to
do lo hizo como sus padres le encarga-*
ron : honorare soceros^ honrar á los sue
gros : es verdad que María Isabel no ha tenido Ocasión de hacer con Carlos IV y María Luisa los oficios personales, que la mejor de las nueras Ruth hizo con su Suegra N ohem i; pero ícon qué respetol
¡con qué estimación! ¡con qué honor ha
bló siempre de sus augustas personas! ¡qué cuidados por saber de su salud y de su estar! ¡qué expresionesK.... Se lo habian encargado sus padres^, y la buena hija lio olvida jamás la enseñanza de su pa
dre, ni la ley ó precepto de su madre, Diligere maritum; amar al marido.
A h ! de esto ya dije casi cuanto se
podía decir, ó al menos dije lo que son
bra para acreditarla de buena esposa.
Añadiré no m as: una Reyna cuyas m.ar nos después de ocuparse en los negocios propios de la Magestad se dedican , co
mo las de la nuiger fuerte, á las ocupar Clones mas humildes en obsequio y por amor á su marido : una Reyna que no se desdeña de tomar la rueca y el usó, y el d ed a l, y la palillera y las .agujas para arreglar todo lo del llevar de su esposo : una Reyna que se violenta en es?
iremo y reprime sus lagrimas por no re
novar las de su esposo después de la muerte de la primera Infanta: una,Reyna que pide á su esposo perdón aun de lo que ya este sabe que no puede tener cul
pa ; una Reyna que al ver á su esposo algo menos festivo, á causa sin duda de algunos disgustos que son indispensables á un M onarca, se arrodilla á sus pies^i, le besa la mano, y con énfasis tan hu-*
milde como interesante le dice : Fernando mío ^ fe he incomodado yo? Perdónamei una Reyna:: no quiero seguir en hablar de esta Reyna cómo esposa, no sea que por algún incidente llegue mi papel á manos de Fernando, y le contriste de nuevo : al afligido no se ha de añadir aflicción: bastante siente ya él la muer
te de esta esposa diligente y .tierna^ go^
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zo y corona suya: nmíier diligens corona est viro suo. Regere familiam : cuidar de la familia y criar los hijos.
O! ya ha rato, ya ha rato deseaba 3^0 llegar aq u i; porque aquí, y en esto, creo que en los últimos siglos , nues
tra Reyna Isabel no se ha parecido mas que á así misma. Gran D ios, vos os que*
jabais justamente de que cuando las mis
mas lamias, las bestias mas feroces des
cubrían sus pechos para dar de mamar á sus cachorrillos, la hija de vuestro pueblo, cruel como el avestruz, negaba á sus hijos un sustento, una leche que se le concediú con este solo designio ; vos os quejabais asi en otro tiempo, y noso
tros veíamos en el nuestro, no solo in
troducida , sino también canonizada esta impiedad monstruosa. Las nodrizas no eran ya cosa de la necesidad que á las veces las exige, eran ya cosa de lujo, y como de razón de estado aun para las ignobles : mil madres ya no lo eran mas que para el placer de la generación, y para las incomodidades de la preñez y para los dolores del parto que no podían evitar:
después de p arir, ya no eran madres; era ya (qué horror] la naturaleza se escan
daliza no mas de recordarlo) era ya co
mo afrenta y cosa de ignominia, ó cosa no mas que de miserables ó de pobres
€J que una mugei* oHase>á sus pechos al 29 mismo que había en^ndrado én sus cut- trañas. Y quien, Señor, ¿quién será la que quite este borron á la naturaleza, y á Ja religión ésta especie de oprobio?
¿Quién será la que devuelva á la reli
gión en esta parte su gloria; y su honra á la naturaleza asi afrentada? Ó Rey- ña inmortal! incomparable Isabel, tu, tu eras la destinada por Dios en sus conse
jos eternos para tamaña obra , y tu la realizaste entre nosotros. L a Iglesia te unid con Fernando nuestro R e y : vinis
te Reyna ^ y viniste esposa : llegas á sus brazos : te confiesas en Aranjuez para recibir la bendición nupcial en S. Fran
cisco , y la recibes ; vas en seguida á la Virgen de Atocha, le pides con humil
dad y con fervor se interese porque el Señor su hijo bendiga vuestro matrimo
nio 5 y lo'bendice r concibes, y después que tu misma has cortado y cosido las fajas, los pañales y las mantillas, pares. Ó ! pares, y tu misma, tií misma que sabes que el amor de madre no es incompatible con la grandeza de beroina , y que el aver
gonzarse de los sentimientos de la natu
raleza es una verdadera infamia, mas bien que una debilidad, tu misma crias, mientras puedes crias á tus pechos á tu hija 5 tu misma y por tus reales mano%
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esas manos que eón el mayor respeto y sumisión besa la- :primerá grandeza , tu misma con tus reales, manos te cunas á tu hija, te la desfajas, te la mudas, te la limpias, te la-vuelves á fajar, y ea tus brazos la llevas á. paseo ; hacías-algo de esto con los niños expósitos de la in
clusa , mezclándote como disfrazada entre las hermanas, lo hacías con.los ñiños mas pobres y sucios de la inclíisa ¡.qué mu
cho lo hagas con la hija ¡de tus entra
ñas l qué mucho añadas (si algo se pue
de añadir) qué mucho añadas a los ofi
cios de madre los de áyá y de niñera!
Españoles, vosotros lo visteis todos cuan
tos lo pudisteis ver ; yo no vi mas que la relación p ú b lica, y algunos buenos efectos de,un ejemplo tan digno de ser imitado. Ó Reyna singular! que no olvi
de jamás la España, que imiten siempre todas las españolas este ejemplo que. les habéis dejado; y.... casi me consuelo de vuestra muerte con este beneficio que ha
bréis hecho á esta vuestra nación, des
terrando de ella un abuso que tanto la envilecía y deshonraba. Dios no os per
mitid hacer mas con vuestra hija : hicis
teis lo posible, y sabemos lo que digisteis pensabais hacer con los hijos que Dios os diese : regere familiam. Gubernare do- mum gobernar b ie n la casa<
-- Real ea‘s3 afligida 5 tu fe has , adelan31 tado, á mi discurso, y en tu universal y estremado dolor has dado la prueba de la bondad de tu Señora, en quien veías una copia bastante fiel de la muger com
pleta que Salo.mon retrata en sus. pro- verbios, ¡ Qué aplicación la suya á la la
bor de manos en que .ei*a consumada
mente diestra! Fuera de los ratos de sus egercicios espirituales, los de una hones
ta recreación, ó de indispensable etique
ta , apenas interrumpe su labor mas que para refrescar en los libros santos y de
votos las máximas de religión y de pie
dad que tan bebidas tenia. ¡Qué afabili
dad y que dulzura con los de su servi
dumbre! O vosotros con quienes conver-»
saba minutos antes de m orir, venid y hablad por mi ahora vosotros los que la tratasteis mas de cerca, decid ¿la vis
teis jamás inquieta, iracunda <5 alterada?
Nunca. Si alguna vez os corrigid ó re
prendió- ¿como lo hacía? asi : mira^ ahs- tente de ésto, haz lo otro^ por tu bien te lo digo , ahor-a no lo conoces , después te penará. ¡Qué ternura en sus palabrasI
¡qué amabilidad en su semblante! ó! ha
bía leído en el sabio, que como el rugido del león la ira de una persona re a l, y como el apacible rocío sobre la verde gram a, asi ,1a jovialidad de rostro: ít-;
€ut fremitus leonis, itü & re^ s'irü , & si* .
tut ros super herbam, ita & hilaritas ejus»
^Qué cuidado' porque todos sus domésticos vivan en el santo temor.de Dios oigan misa, reciban los sacramentos, y todas las noches, á imitación, y en compañía suya y de su esposo, recen de rodillas el santo rosario! jQué esmero y qué di
ligencia en todo' lo demás! n o, no hubo en su real casa senda que ella no con
siderase, ni de ella podrá decirse jamás que comió alguna vez el pan ociosa. No plantó viña del fruto de sus manos, es verdad, esto no le correspondía, pero ella se hizo vestidos dobles,! y las obras de su pincel y de su aguja, enviadas j5or ella , y para estimulo de las niñas á esos Utilísimos establecimientos fundados por ella misma, depondrán siempre de su ha
bilidad y aplicación. íQ ué humildad! y aun (si asi valiese decirlo) ¡qué noble bajeza en sus acciones! bien lo. sabéis damas y camareras suyas , que alguna vez deciáis : esta buena Señora no nos can*
sa en nada^ todo se lo hace. Vosotras sa
béis que apenas teneis de vuestro oficio mas que el nombre y el honor; el car
go casi todo es de la R eyna, pues por io Común, la Reyna se viste, la Reyna se desnuda, la Reyna se prende, la Reyna se adereza, y aun la Reyna, cuando al
salir de casa se le ha descosido nn lazo y vais á coserlo diligentes, la Reyna os dice : trahed la aguja, que ya lo coseré yo. O mugeres! hazañeras y melindrosas mugeres, hedoos condenadas aquí por una Jleyna de quien os habríais honrado ser esclavas 5 si ella hubiera querido ser se
ñora mas que para hacer bien y dar buenos egemplos.
A h ! y si mi dolor me permitiese pen
sar aquí en oti*a cosa mas que en su pér
dida, yo estaría pensando en que la pos
teridad tendrá derecho para decir de la Reyna Isabel lo que de aquel hombre maravilloso del eclesiástico : beati qui te viderunt & in amicitia tua decorati sunt^
dichosos los qué te vieron, felices los que vivieron contigo, y los que se hon
raron con tu buena amistad y amable Irato; y yo desde luego digo ya que viíe ejus via pulchra^ & omnes Siemitce ejus pacifica, que sus caminos , en cuanto pu
dimos v e r, caminos hermosos, y sus sen
das todas, pacíficas. Si, ella fué una de las pacificadoras de las casas , y la que unió en fraternidad verdadera y bajo su cabeza legítima á las hermanas de la cari
d ad, hijas de S. Vicente P au l, que con poca edificación se habían separado : de este modo siembra la paz aún fuera de SU casa 5 la que siempre y en todo la
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^onar ni aun á los mejores Reyes de la tierra ; pero ni ann ellos sé yo que ha- -yan hablado mal de la Reyna Isabel.
¡Qué conducta habrá sido la que asi pu
do tapar la boca á toda maledicencia!
no7i erat qui loqueretur de ea verbum ma- lum^ no hubo quien hablase mal de ella;
y es que ella no ofendió á nadie, por
que ni aun de lejos se quiso meter en las cosas de gobierno. Fernando reinaba solo 5 Isabel no queria reinar mas que en e l corazón de Fernando, y el de sus es
pañoles. Su corazón, aunque tan benefi- eioso, se negó constantemente á los em
peños espantado no mas que con la imagen de una injusticia que por respeto suyo se pudiera cometer : hay está el Rey\
esta es la única respuesta que salió de 6u boca á cuantos trataron de interesarla para el logro de sus pretensiones; y pa
ra mí esto es haber sido grande Reyna, porque cosa grande e s , dice S. Ambro
sio , el que cada uno sea lo que debe ser:
grande est aliquem intra se tranquillim
£sse & sibi convenire.
Mas ¿qué estraño es fuese buena hija, buena esposa , buena madre, buena seño
ra , buena Reyna la que fué buena cris
tiana? Y lo fué nuestra Isabel. Sus pa
dres , asi como el santo Tobias á su hijo, la enseñaron á temer á Dios ante todas
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cosas, j le temió; y por eso su primé- ra diligencia al levantarse era la oracioa
■ mental, luego oir misa, y rezar una fer
vorosísima oración por la salud de su esr
•poso y bien de la monarquía : la ense*- ñaron á ser agradecida á D ios, y lo fué;
y en prueba, asi que desembarca en Cá
diz , se arrodilla, besa la tierra, vá al tem plo, dá gracias al Señor que la libro de los peligros del-m ar, y reparte cuan
tiosas limosnas, que es á los divinos ojos el sacrificio mas agradable, y el incien
so de mejor olor : la ensenaron á respe
tar la religión y la respeto, y de mane
ra que para decirlo conforme, era me
nester otro discurso entero : aun está edifi
cada Sevilla de la piedad y devoción con que la vid visitar el cuerpo de S. Fernan
do su pariente. Aunque caritativa y mise^
ricordiosa, no por eso olvidó las demás obligaciones de la religión, porque nun
ca creyó lo que parece creen algunos grandes, esto e s , que para ellos todo el evangelio está reducido á la misericordia:
Isabel no pensó así. Las hermanas de la caridad de las que consintió en ser gene
rala , la archicofradia del rosario de la que era hermana mayor y protectora, los templos de S. Francisco de Asis y de P au la, del colegio de Sto. Tomás, de nuestra Sra. de Atocha , la real capilla
- , 57 y su orátorio privado, son buenos tes
tigos de su religión : ellos saben la fre
cuencia y fervor de sus confesiones y co
muniones : ellos saben, que cuando se confiesa no quiere ni aun el almohadón de estilo, ni mas mullido que la des
nuda tierra, y ellos le han oído decir:
aunque yo supiese con certidumbre que mi alma estaba pura, no me atreveria á comulgar sin confesarme primero : ellos saben sus visitas á Jesús sacramentado, sus novenas á nuestras Sras. de Atocha y de la Soledad, su devoción especial á Jesús Nazareno, con otras mil cosas m as, que yo no tengo lugar de referir; pero tam
poco debo callar lo que mas parece puede consolarnos de su muerte, y es aquel estar en su real capilla y oratoiúo desde las 9 hasta dadas las 3 de la mañana la noche del nacimiento de Jesús, misterio de que fué siempre devotísima. Mas ay! que ya casi toco el fatal momento que nos la arrebató, y al mismo tiempo que voy á referir una acción verdaderamente reli
giosa y aun heroica, no reparo en que es casi la ultima de su vida. No accele- remos la representación de una tragedia real y en estremo lastimosa.
Veamos primero á esta Reyna verdadera
mente cristiana, y que ya en las vísperas de su primer parto, se habia preparado pa-j
ra su viage á la eternidad con una con^38
•fesion general de toda su vida , y con los demás socorros que ofrece la religión , me
nos el último que la iglesia no concede
■ sino en peligros mas próximos, mas cier
tos , y de otra calidad; veamos como o y e , con aprobación del Sr. Patriarca á
■ quien lo ha hecho preguntar, oye desr pues de la media noche tres misas se- :guídas, comulga en una de ellas, y ora fervorosamente : veamos... pero primero oigamos, oigamos á esa alma grandemen
te religiosa responder á quien compadeci
do le dice : Sejíom, mire V. M. que esto mucho trabajo, atendida la situación
■ en que se halla ^ oigámosla responder: Ah\
que si los reyes m damos buen egemp/o!...
En el servicio de Dios no hay trabajo, mal rato os doy : yo os lo pagaré^ oigámosla responder esto que nunca debiéramos ol
vidar, y ahora veamos como lavada en el saludable baño de la penitencia, y mas limpia , podemos suponer, que los jove
nes que comieron ios panes de la propo
sición , come el delicioso maná, el pan
■ vivo que bajó del cielo, y que dá deli
cias á los reyes ; veámosla comulgar en la pascua del nacimiento del cordero con -unas demostraciones de fé y de devoción 3nas vivas y mas fervorosas que nunca;
jcómo si conociese ya ella que esta pas-
cua era la preparación y víspera de su 39 m uerte! ¡ y cómo si supiera ya ella que no volvería á beber aquella bebida miste
riosa hasta que, por la misericordia de Dios, la bebiese en el rey no de su pa
dre celestial! Ah! ¡ojala que la sangre de ese divino cordero comido por ella en la víspera de su muerte hubiese sido una sagrada señal para que el ángel estcrmi- nador no se llegase á ella! y ya que se llegó 5 porque llegó su h ora; ¡ ójaia haya sido para tan ilustre difunta , como en otro tiempo para los hijos de Israel, la señal divina de un paso feliz y venturo
so de las tinieblas y esclavitud de Egip
to á la luz y libertad de la verdadera tierra de promisión! ¡Ojala, mil veces ójala! Pensémoslo a si, católicos, y conso- lemosnos con la piadosa fé de que aun
que á nuestra R eyna, por lo violen
to y repentino del golpe, faltó el con
suelo de recibir en sus ultimas horas los santos sacramentos, no le habrá faltado el efecto y la virtud de unas gracias, quo tan poco antes, 46 horas no m as, que tan poco antes y con tanto fervor había recibido. Pensémoslo así, y creamos pia
dosamente que descansa y a , ó descansará luego en paz acabada de purificar con los sacrificios y oraciones de sus hijos y va
sallos : modicum plora .supra mortuum^
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quomam requievít.
Y ahora dispensadme el que yo renue
ve vuestro infructuoso aunque muy jus
to dolor con la relación circunstancia
da de su lastimosa muerte que ya sabéis por los papeles públicos. Contentaos, con, que yo diga. Ó corte angustiada, que nunca podrás olvidar las virtudes y li
beralidades piadosas de esta envidiable R eyna, que fué grande, no para nuestra miseria, como el insolente Difilo . tuvo descoco para decir á Pompeyo, según re
fiere Cicerón, que fué grande no para nuestra miseria, sino para nuestra felici
dad. O! cómo lo habríamos esperimen- tado mas, sino hubiese muerto tan pron
to ! Corte angustiada, tu la lloras, y el pobre, el huérfano, la viuda que irán á pedirte su madi'e y su consoladora, re
garán con lágrimas de agradecimiento los felices lugares que habitó , siempre que se les permita pisarlos: ellos te mostra
rán , como los pobres y viudas de Joppe al aposto! S. Pedro, sus vestidos y túni
cas, obra de la piedad y misericordia de esta nueva Dorcas ó Tabitha que enfer
mó cíe repente, y creo murió llena de limosnas y obras buenas ifactum est ut in- Jirmata moreretur plena bonis operibus ,
eleemosinis quas facíebat. Si, las viudas, los huérfanos, los pobres, todos irán, á pe-
áirte su madre y su consoladora la Reyna' María Isabel Francisca, y renovando con sus clamores la memoria de sus benefi
cios avivarán también la feliz esperanza y piadosa fé , de que ya goza en el cie
lo el premio de sus limosnas. Esto es lo que debe consolarte, afligido Fernando, y consolarnos á todos: esto lo solo capaz de enjugar las justas lágrimas con que lloramos la temprana muerte de una Rey
na tan bondadosa y tan arnsMe: modicum plora supra mortum quoniam requievit.
Si fieles, cuando sabemos por las obras de nuestra difunta Reyna, la buena al
ma que le cupo, la cristiana y religiosa educación que recibió, el respeto y ve
neración con que siempre miró á sus pa
dres y maestros, la fidelidad, sumisión y ternezas que manifestó á su esposo, la perfección con que llenó los deberes de madre con la hija única con quien pudo^
hacerlo, el cuidado que tuvo de sus cria
dos y domésticos, y los buenos egemjúos que les dió, la frecuencia, devoción y^
fervor con que practicaba las obras de religión y de piedad, aquella caridad asombrosa que usó con los expósitos de la inclusa, y con las doce mugeres po
bres á quienes una vez al año daba de comer, sirviéndolas por su misma mano ios manjares, y animándolas de un modo
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tan cariñoso y tierno que ha:cia llorar á. 42 cuantos la veían : cuando sabemos su ca
ridad y su misericordia y virtudes que.
eran como su carácter, cirando todo esto sabentos ^ y sabemos por S. Pedro Crisd- logo que est in cwlis misericordia ad quam.
per terrenas misericordias pervenitur, que, bay en el cielo una misericordia que se consigue por las misericordias de la tier-.
ra 5 y que el que usó de esta misericor
dia no debe dudar de su absolución y sí estar seguro que será perdonado : de ve
nia sit securus, de absolutione 7hQn duhitet^
cuando todo esto sabemos, creamos pía-, dosamente que el Dios rico en miseri*
eordias , y que hace ostensión de ellas perdonando principalmente y compade
ciéndose; un Dios que no envid su hijo al mundo para que le condenara, sino par ra que se salvase por é l ; un Dios que dice, que el que coma dignamente su pan no morirá para siempre; un Dios que pro
mete no dejar sin recompensa un solo va-- so de agua que se baya dado en su nombre; un Dios que asegura que la li
mosna purga los pecados y libra de la muerte; un Dios que llama ya bienaven
turados á los misericordiosos, y añade que ellos alcanzarán misericordia ; un Dios en fin que cuando venga á juzgar al mundo,, y en el proceso que haga a
los mortales, parece no acordará mas 4 3 que la práctica íi omisión de las obras de misericordia : creamos que este Dio^, al salir de este mundo el alma de nues
tra muy devota; misericordiosa y cari
tativa R eyna, creamos, le habrá dicho:
ven , bendita de mi padre, ven, y en vez de ese reino terreno que te acabo de quitar, toma la posesión de este Otro celestial y divino que te estaba prepara
do desde el principio deí mundo, por
que y o , en persona de mis pobres y pe- quehuelos de Portugal, del Brasil y dé la España, tuve hambre y tu me diste de córner^ tuve sed y tu me la reme
diaste , estuve desnudo y tu me vestiste;;
Ven pues bendita de mi Padre, ven y posee ya el reino que te estaba guarda
do para premio de tus obras de caridad y misericordia.
Pensemos, católicos, que asi habrá sido, porque ¿qué motivo mas poderoso para pensarlo, que el saber que nuestra difunta Reyna remedió, en cuanto pudo, él hambre, apagó la sed y cubrió la des- midéz de los miembros de Jesu Cristo?
Sin embargo; como no hay justo que no peque; como si decimos que no tenemos pecado mentimos, y á nosotros mismos nos engañamos; como ningún viviente se justificará en la presencia de Dios, si
«1 mismo Dios graciosamente no le per
dona; por .esto, y porque, según de
cía el religioso Judas Macabeo, es sanio y saludable rogar por los difuntos, y porque, según el aposto! S. Juan, hay quien peca pecado no de muerte^ y si alguno ruega por é l. alcanzará la vida\ y porque S. Agustín pedia fervorosamente á Dios por el alma de Ménica su madre, y aun le pedia hiciese que todos los sacerdotes se acordái’an en el altar de Monica su sierva; por todo esto pidamos también nosotros instante y fervorosamente á Dios por el alma de nuestra difunta Reyna, cuyo destino ignoramos; pidámosle que, si todavía no está, la lleve luego luegoá.
la patria del paraíso, al lugar de inefables delicias y de santa luz que prometió anti
guamente á Abrahan y á sudeseendencia.
Domine omnipotens, digámosle con el ■ profeta iBarueh, Señor omnipotente, si' Maríií Isabel nuestra soberana no halló aun abierto del todo el seno de vuestras cumplidas misericordias, oid ahora á fa
vor de ella la oración de los muertos de Israel y de sus hijos ; Domine omnipo~
teas audi nunc orationem mm'tuoriim Is^
rael & Jlliorum ejiis, oid ahora las ora
ciones de esas dos tiernas infantas, que santificadas con vuestro bautismo vola
ron 5 la primera desde los brazos, y la
segunda casp desdé el vientre mismo de Isabel su ya difunta madre, volaron á gozar de vuestra vista. ¡Ó almas tiernas, inocentes y bienaventuradas! si vuestra amante madre no os ha abrazado toda- yia 5 y se halla en estado de abrazaros, rogad al piadosísimo Dios de cuya vista gozáis , porque abrevie los momentos de su misericordia, y cuanto antes cuanto antes lleve á vuestra amante madre al cielo donde vosotras estáis; rogad, s i, lo primero por el alma de vuestra madre;
y luego después, volved vuestros bendi
tos^ y gloriosos ojos hacia la triste Es- pana consterjiada toda por la muerte de quien os concibió y llevó en su vientre:
mirad á vuestro afligido é inconsolable padre y monarca nuestro Fernando: pe
did y alcanzad para él larga vid a, per
fecta salud 5 y lleno consuelo ; pedid y alcanzadle p a z , prosperidad, gloria, to
do bien temporal y eterno. Dominé om- nipotens , audi nunc orationem mortuorum Israel & flliomm ejus Señor omnipoten
te , oid la Oración de esas dos bienaven
turadas muertíis hijas de Isabel. Recibid también en sufragio suyo el sacriñcio de nuestras oraciones y de nuestro dolor:
mirad las santas ofrendas que os acaba
mos de hacer: no sea inútil para el al
ma de nuestra Reyna el sacrificio de
vuestro mismo ñ^o ofrecido por ella 46 en nuestros altares : glorificadla S eñor; y consolad á un R ey y un esposo que ya ni pide, ni desea, ni aun quiere su es
posa para sí con tal que viva para Vos.
Dad dad y a , Señoreé nuestra difunta Reyna Ma r í a Is a b e l Fr a n c i s c a d-e Br a-
GANZA, dadle en el cielo una corona in
finitamente mass rica y mas preciosa que la que fia dejado en la tierra. Que des
canse y a , ó Jesús Salvador de todos los hombres, que descanse ya el alma de nuestra R eyna, y las almas de todos loa
£eles difuntos, que descansen por vuestra jnisericordia en paz. Amen.
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