La cerámica de importación en el registro arqueológico
RISUEÑO ÜLARTE, Beatriz ADROHER AuRoux, Andrés María
Abstraer
In this work we try to find the real paper of the roman and preroman imported pottery from the chronological and economical point of view. We can see the relationship between the cultural an social changes and the expression of analitical study of the porcentual quantities of the different kind and types ceramics. Finally we examine the imitation problematic from this imported pottery, and the possibilities of reconogzing each one of local or natives productions
into the sames sites. ·
La cerámica representa el artefacto básico en los análisis arqueólogicos. Sea a nivel regional, sea a nivel contextua}, debe considerarse como un importante elemen
to informativo; pero ¿cuál es el alcance real de esta inferencia?
El análisis de los artefactos cerámicos puede plantearse fundamentalmente desde dos puntos de vista, el cronológico y el económico; estos dos aspectos deben ser observados a través de la relación estratigráfica sincrónica, es decir, elaborando una datación a partir de la ilación espacial que determinadas estructuras o materiales mantienen con dicha cerámicas por un lado, y la relación diacrónica, que explica el hecho de que esa importación aparezca en determinado yacimiento, y que nace a partir de unas explicaciones comerciales o de intercambio; se trata del análisis del artefacto por su contexto o bien del análisis del artefacto valorado por sí mismo: . ·
l.
Aspecto cronológico
Este aspecto se puede definir a partir de dos grandes grupos cerámicos: las cerá
micas indígenas y las cerámicas de ii)lportación. Tradicionalmente .se han venido definiendo las facies cronológicas de las primeras a través de las segundas a causa del universalismo de éstas. Las fuentes escritas, sea en forma de textos o sea en forma de inscripciones, han aportado las fechas concretas de fundación o de destrucción de · determinadas fases de importantes centros del Mediterráneo.
Los pecios y, en general, los hallazgos cerrados, permiten fechar, normalmente, con gran precisión debido a que representan un momento concreto de un acto deter
minado: un hundimiento, a diferencia de un nivel de ocupación, no se produce mediante un proceso de larga duración -20 ó 30 años�, sino que corresponde a una acción puntual que sucedió en un breve segmento temporal. Sin embargo, no todos los hallazgos cerrados aportan el mismo tipo de información de una forma igualmente precisa: la diferencia, por ejemplo, entre un ente.rramiento con su ajuar y un barco con
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su carga consiste en la cantidad y variedad de elementos que pueden valorarse para el segundo, ya que los hallazgos comprenderán el material de carga propiamente dicho más los materiales en uso por parte de la tripulación: en definitiva, dos contex
tos de uso diferenciados por su papel socio-económico; otra característica de gran interés que presentan los pecios consiste en permitir una valoración bastante aproxi
mativa del período de amortización de determinados componentes cerámicos, ya que junto al cargamento, que debemos aceptar recién producido, existe una vajilla en uso por parte de la tripulación, ya generalmente en proceso de amortización, y, alternando las dos informaciones (productos nuevos-productos viejos), las inferencias cronológi
cas son más profundas y aproximadas (vs. More!, 1981); un ejemplo de esta perdu
ración de elementos viejos con elementos nuevos puede verse en el Precio de Grand Ribaud D, donde se asocian cerámicas de barniz negro con sigillatas aretinas, datado en un periodo que se situa entre el último decenio a.n.e. y el primero de nuestra era;
se trata de una perduración de uso de los barnices negros cuando ya su producción casi se ha extinguido, utilizada por la tripulación del barco como vajilla de cocina, mientras que el cargamento se compone de una nueva clase cerámica, la Terra Sigi
llata Aretina, que desarrolla sus líneas comerciales desde pocos decenios antes (Hesnard et al. 1988). Con referencia a un conjunto funerario, a diferencia del. procedente de un barco hundido, el conjunto de artefactos relacionables con el mismo suponen un uso concreto y no diferenciable, ya que todos los elementos que se encuentran tienen relación directa con un hecho social, tienen el mismo fin: acompañar al difunto. Por esta razón un pecio debe permitirnos una mayor aproximación cronológica que una tumba.
En el proceso de desplazamiento de la cerámica para su transacción comercial se produce un desfase cronológico entre el lugar de origen y el lugar de consumo;
aunque este desfase no deba sobrevalorarse, de hecho existe, y tiene una lógica consecuencia en relación con el consumo de la pieza, ya que ésta debe amortizarse más rápidamente en el lugar de origen que en el lugar donde se comercia, fundamen
talmente porque allí resulta netamente más barata de consumir, debiendo argumentar
se, igualmente, que los materiales de importación se producen en sociedades comer
ciales muy activas, donde el consumo es mayor, y donde suele existir más posibili
dades de acceder a nuevos productos�que en un lugar lejano a un centro productor.
La amplitud del desfase cronológico debe relacionarse de forma proporcionalmente directa a la lejanía del centro receptor respecto de las principales rutas de comercio.
En esta línea debe valorarse la importancia del proceso de amortización de una piez-a en yacimientos costeros que, si bien no son productores de estas cerámicas, están incluidos plenamente en las redes comerciales desarrolladas en una época concreta; en Ampurias, donde sólo muy tardíamente se han documentado producciones de imita
ciones de barniz negro, dado el volumen de material que llega a consumirse, debe pensarse en un proceso de amortización relativamente corto, ya que el material llega continuamente y, además, de distintos centros de producción. A partir de ello nos encontramos con la existencia de centros productores, centros distribuidores y centros de redistribución. Las cerámicas de importación debieron llegar a la Península Ibérica
a través de puertos que a su vez redistribuirían las mercancías hacia el interior por medio de las principales vías de comunicación donde existían una serie de centros que, a su vez, volvían a distribuir estos productos a las comunidades lejanas a estas rutas principales de comercio. Por ejemplo, un género producido en la Campania se embarcaría posiblemente en el puerto de Puteoli, donde pasaba a manos de un mer
cator quien disponía a trasladarlo al puerto de Gades; allí, con mucha probabilidad, se deshacía del producto, siendo adquirido por algún individuo que lo introducía en los mercados de Hispalis, Corduba o Castulo a través del Guadalquivir; una vez allí pueden plantearse dos sistemas de redistribución; el primero consiste en que, nueva
mente, un mercader llevase los productos a las comunidades alejadas en estos centros (hábitats de menor entidad); una segunda opción consite en pensar que estas comu
nidades bien a través de un personaje que representase al colectivo, o bien individual
mente, viajasen hasta este centro redistribuidor donde adquirirían la mercancía.
El aspecto de la localización de cerámicas de importación precisa de un análisis de los productos de imitaciones locales o regionales que posteriormente veremos;
pero, cronologicamente se establece la problemática de vacíos o hiatus que tradicio
nalmente obligan a forzar las fechas, alterando por tanto las evoluciones de las facies regionales. Un ejemplo de ello podría observarse en decadencia de importaciones áticas en el último cuarto del siglo IV, que en el norte del Mediterráneo Occidental son paulatinamente sustituidas por los talleres protocampanienses de forma continua, fundamentalmente el Taller de las Pequeñas Estampillas (compruébese el caso de Olbia en Bats, 1988); por el contrario, en el sureste peninsular, si bien no faltaban las últimas importaciones áticas, si que puede hablarse de un vacío real de productos exógenos entre finales del siglo IV y principios del siglo III a.n.e. Generalmente este problema debe solucionarse por tres vías opcionales: primera, el descenso de las fechaciones de las últimas importaciones griegas; segunda, el ascenso de las primeras importaciones de los llamados "Talleres protocampanieneses" productores de barnices negros, generalmente de imitación ática, en el Mediterráneo Occidental (sobre todo los talleres de Rosas y el de las Pequeñas Estampillas); la tercera opción consite en dejar un amplio segmento temporal de cincuenta años que carezca de· unas u otras im
portaciones, o sean éstas muy débiles. Nosotros somos partidarios de esta última opción, ya que por tanto, nos parecería lógico pensar que, ante la falta de productos que sustituyan las vajillas áticas, éstas se conservan más fácilmente, por lo que el período de amortización se vería ligeramente ampliado, ocupando, de esta forma, parte de este vacío cerámico.
Distintos factores influyen sobre el proceso de amortización de una pieza: P. M.
Rice (Rice, 1987) considera la frecuencia de uso, el porcentaje de ruptura en uso, los sistemas de reutilización o de desecho, la relación pérdida-recuperación y los patrones de enterramientos deliberados. Estos factores, presentados de forma independiente, se interaccionan hasta el punto de hacerse difícil la distinción entre ellos o los valores y direcciones de sus interinfluencias. A mayor uso hay una mayor posibilidad de ruptura, ahora bien, si la pieza puede ser rápidamente sustituida, es decir, la reacción pérdida-recuperación mantiene una capacidad de respuesta rápida, los sistemas de
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reutilización no se desarrollarán, ya que resultaría más costoso económicamente en el caso de una pieza con alta frecuencia de uso la elaboración de un proceso de reuti
lización de la pieza que la adquisición de una nueva, más aún si este uso está alta
mente especializado. Por otra parte el sistema de reutilización de una pieza dependerá en mayor medida del coste de la misma, así como de la posibilidad real de ser sutituida. También la reutilización de una pieza dependerá de la razón que haya provocado su inutilización; es decir, dependiendo del uso a que se destine determina
da categoría el proceso de reutilización variará: así, una cerámica ática se reparará con grapas de plomo, permitiendo el alargamiento de su vida sin que, al parecer, deba perder por ello su capacidad de uso, ya que debemos entender que las cerámicas importadas por cuestión meramente estética -su valor de uso consiste en su aspecto decorativo- pierden este valor exclusivamente cuando determinada moda ha pasado, o, más bien, ha sido sustituida por otra. En este sentido _debemos plantearnos la posibilidad de que en determinados momentos una cerámica de semilujo -tipo campaniense, o tipo sigillata- sea desechada porque, sencillamente, ha dejado de tener ese valor estético. Este hecho, no obstante, debe examinarse con cuidado, ya que, porcentualmente, son pocas las piezas que no habrán sido amortizadas tras un proceso de uso, desechándose por este motivo. La otra opción por la cual una cerá
mica deja de ser útil es su deterioro. Las probabilidades de deterioro o ruptura de una pieza dependen, según Rice, de elementos como la resistividad técnica de la pieza, el tamaño y el peso de la misma y la frecuencia de uso. Esta frecuencia de uso se relaciona directamente con las categorías cerámicas y con el comportamiento econó
mico de las sociedades que las consumen. Así, normalmente, una importación de cerámica de cocina como cacabai, !opas o africanas de borde ahumado, tendrían un tiempo de amortización menor que una cerámica considerada de semi-lujo.
En la antiguedad uno de los sistemas más normales de recuperación de una pieza consiste en la reparación mediante un grapa de plomo que une dos agujeros ·practica
dos en cada uno de los dos fragmentos rotos en una zona próxima entre ellos y cercana igualmente a la línea de ruptura. Como hemos comentado, la necesidad de recuperación de una pieza depende de la capacidad de adquirir una· nueva así como de la necesidad de esta pieza. Entendem�s que piezas más caras tenderán a repararse más frecuentemente que otras que no lo' sean. No es difícil encontrar cerámicas de semi-lujo con agujeros de reparación, aunque siempre en época ibérica, sobre cerámi
cas de barniz negro, siendo muy poco normal en época romano imperial: quizá la causa haya que buscarla en que una vez establecidos las principales rutas comerciales de forma estable la sigillata resultase más barata de conseguir; indudablemente, en el caso de la sigillata respecto de la campaniense su presencia es cuantitativamente superior, ya que, entre otras razones, existen numeros y productivos talleres repartidos por casi toda la geografía mediterránea. Obviamente, la laña de reparación provoca un aumento de la vida media de la pieza, lo cual es lógico para el caso que especifica
mos. Pero también existen lañas en piezas relacionada con almacenaje: un caso curio
so es el que Nolla apunta para Á.mpurias, de un ejemplar de ánfora, posiblemente
Almagro 51, que fue reconstruida con grapas de plomo (Nolla, 1974-75). No se trata de un tipo muy conocido; la reparación de la pieza pudo realizarse antes o después de su uso: en el primer caso, reparada antes de ser utilizada como medio de transpor
te de alguna mercancía, ésta no podría ser líquida, ya que, salvo que se cuide espe
cialmente el lañado, siempre resultará imperfecto, sobre todo teniendo en cuenta el coste de una reparación de estas características. Si se trata de una reparación posterior a la comercialización de su producto, posiblemente sea un proceso de recuperación de una pieza para un fin distinto para el que se creó como es el caso de las Mañá D de Ampurias utilizadas como filtro; en todo caso esto se produjo, al igual que en el anterior ejemplo de vajillas de semi-lujo por una necesidad de recuperar una pieza perdida ante la imposibilidad de obtener otra: es decir, tuvo que resultar más econó
mico el proceso de lañado que comprar una nueva.
2.
Aspecto económico
Las cerámicas de importación ofrecen interesantes inferencias según su presencia o ausencia en una región. No es este el lugar para examinar la problemática en torno a la producción en sí, artesanal, ni a la relación producción-comercio, ni siquiera si se trata de procesos de intercambio o si se trata de un complejo estado económico de movimientos comerciales; esta problemática diferirá claramente, en relación con las importaciones griegas del siglo V a.n.e. por un extremo y con las importaciones africanas de sigillatas claras del siglo V d.n.e. en el otro. Lo que realmente nos interesa es la interacción económica y social que supone el contacto entre dos regio
nes, sobre todo en la lectura que pueda desprenderse de los artefactos cerámicos que las relacionan.
Debemos entender que este aspecto se presenta con esquemas muy distintos en unas regiones y en otras: pensemos que en todo el amplio abanico que cubre nuestro trabajo (desde la formación del mundo ibérico hasta la caída de la Península en manos del imperio musulmán), no existe sino dentro de una estructura productiva puramente artesanal, resultando un funcionamiento poco constante y nada universal, no pudién
dose aceptar explicaciones generalizables con carácter de abstracciones interpretativas (Carandini, 1984 ).
No obstante, nos planteamos si el esquema de funcionamiento interpretativo a nivel de compotamientos no estructurales podría permitir una globalización, en el sentido de que ante determinados estímulos pueda plantearse una universalización de las respuestas, es decir, no planteamos si el hecho de que encontremos en un hábital del siglo 1 d.n.e. un fragmento de Terra Sigillata producido en la Graufesenque sig
nifique o no que exista una relación comercial entre ambos centros, y, entendida una respuesta a esta problemática, si puede aquélla ser extrapolable a otros hábitats donde se localice un fragmento de iguales características. Creemos que bajo la perspectiva de analizar las reacciones ante los productos de importación, esas respuestas deben ser iguales ante el mismo estímulo y en las mismas condiciones socio-económicas, ya que, lógicameryte responderán a una misma causa.
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Cada categoría cerámica, en la línea que responde cronológica y económicamen
te a un estímulo distinto, será fruto de una problemática distinta. También el factor funcionalidad es esencial para comprender la evolución y la existencia de determina
dos productos de importación; la relación función de uso-función formal (Carandini, 1984) definirá el contexto económico-social en el que se desenvuelve cada categoria;
mientras que para las ánforas la función de uso es la que determina su aparición, será la función formal la que tenga un mayor peso para v<�Jorar una krátera ática de figuras rojas sin que, por ello la función uso quede absolutamente al margen; esta función uso puede, sin embargo, ser distinta en el lugar de origen que en la sociedad receptora, o incluso multiplicarse las mismas; una problemática parecida a la que Bats plantea como desviación/adaptación (Bats,1988). En este sentido es interesante destacar el filtro de ánforas tipo Maña D que se encuentra en Ampuri<:ts: es significativo de una clase cerámica que, llegada a su lugar de destino con una función de uso concreta (transporte de mercancías) son posteriormente utilizadas para un fin absolutamente distinto. Sin entrar en la discursión de si el objeto crea la necesidad o la necesidad crea al objeto, sí puede afirmarse que las primeras importaciones de. determinadas categorías cerámicas con predominio de función formal sobre la de uso pueden haber creado la necesidad de consumir determinados productos que con ellas se relacionan (sobre funcionalidad de importaciones puede verse Olmos, 1984).
El concepto de utilización cerámica (preferible desde nuestro punto de vista al concepto consumo cerámico), puede ser observado bajo tres perspectivas: la alimen
tación, la muerte (Bats. 1987) y el almacenaje; del primero se infieren una serie de modelos relacionados directamente con el régimen alimentario, existiendo en su variable indígena, que guarda poca o ninguna relación con un tipo de vajilla exógeno a su tradición cultural: esta es la relación que podría mantenerse entre las comunida
des celtas meseteñas y los pueblos helénicos; otro modelo sería el indígena aculturi
zado, donde se observa una fuerte relación entre sociedad receptora y sociedad exportadora, relación obviamente de dependencia de la primera respecto de la segunda -el concepto de aculturación deja, sin embargo cierto resquicio a la interpretación particular de la cultura exógena por parte de la indígena (existencia de determinados tipos cerámicos cuya utilización no coincida con los del lugar de origen de estas piezas)-: un ejemplo de esta relación 1o supondrían los pueblos íberos de las costas levantinas y meridionales de la Península en relación con las culturas griega o púnica.
En este caso, a diferencia de la aculturación, este proceso, ligado en la aotiguedad.
fundamentalmente al proceso de romanización, supone una copia bastante fiel por parte de la sociedad receptora de los estructuras de la sociedad exportadora, con lo que llegan a utilizarse los mismos productos con las mismas funciones: esta es la situación que se que se presenta tras la conquista romana, donde llegan a copiarse per
fectamente modelos de vajillas a nivel regional, como los productos de sigillatas hispánicas de Andújar, Tricio, b cualquier otro alfar de similares características.
El segundo aspecto es el uso cerámico relacionado con la muerte, donde puede hacerse una distinción parecida .a aquélla que utilizamos para la alimentación, según las costumbres funerarias hayan sufrido más o menos la presión de culturas exógenas;
la imposibilidad de disgregar el. uso de alimentación del uso funerario deviene de que
los grupos cerámicos usados para una y otro, juegan con el mismo abanico de cate
gorias cerámicas, por lo que difieren exclusivamente en el porcentaje de aparición, de los que se desprende que, con frecuencia, existirán diferencias en las facies de tipo cerámico, no de clases cerámicas -utilizando ambos conceptos, tipo y clase, en el sentido que les da More! (More! 1981)-. Un caso distinto supone las cerámicas de almacenaje, ya que de por sí forman una categoría distinta y relativamente uniforme en su comportamiento y significado.
Las cerámicas de almacenaje son, sin duda, entre las cerámicas de importación las que realmente revelan una relación comercial o de intercambio entre centro productor y centro receptor (Bartoloni, 1988; Beltrán, 1983; Pascual, 1980; Remesa!, 1980), si bien deben diferenciarse dos grandes grupos: aquellas que son exportadoras por sí mismas y aquellas que son exportadas por su contenido. En el primer caso nos refe
rimos a las dolia, grandes tinajas para almacenamiento en habitación (García, 1987);
tradicionalmente consideradas de producción local, incluso cocidas in situ, se ha comprobado la existencia de comercio de dolia, según se desprende del cargamento del pecio del Petit Congloue, cerca de Marsella (Tchernia, 1989). Sin embargo, no parece que sea muy común, aunque el dato no deja de tener importancia. Pero son las ánforas los materiales más tradicionalmente utilizados para los estudios sobre la economía a través de los resultados arqueológiccos (Beltrán, 1983; Remesa! 1980).
Normalmente estos productos anfóricos se utilizaban para el transporte de mercancías -vino, aceite, salazones, etc.- finalizando su función cuando la carga llegaba a su destino. Las dos opciones que se han registrado, una vez transportada la mercacía, son desechar la cerámica (obsérvense a este efecto los estudios sobre el Monte Testaccio de H. Dressel o, los más modernos de E. Rodriguez-Almeida) inutilizándola para usos posteriores, o bien su aprovechamiento para amacenaje provisional en habitaciones preparadas para esta finalidad. En contados casos· las ánforas han presentado mayor pervivencia (vs. supra). Esto nos lleva a suponer que el período de amortización de un ánfora es muy corto, ya que una vez cumplida su misión, en la mayoría de los casos, pierde su interés, por los que se desecha rápidamente.
La categoría de las cerámicas que llamaremos vajillas de semilujo -por oposi
ción a las vajillas metálicas que serían verdaderamente las de lujo desde el principio de la Edad del Hierro- tienen un comportamiento tanto económico como cronológico ligeramente diferente. En primer lugar no deben considerarse indicio claro de relacio
nes comerciales directas. La mayor parte de las importaciones griegas que encontra
mos en la Península Ibérica y, aún más, en el sureste peninsular, son, casi con toda probabilidad, productos resdistribuidos por comerciantes púnicos, ya que resulta sospechosa la existencia de gran cantidad de cerámicas de figuras rojas y cerámicas de barniz negro áticas en un contexto definido por las fuentes como puramente de dominio púnico; aún más, coincidiendo con una zona amplia existencia de ánforas de tipo centromediterráneo o norteafricano -las Mañá C ó Mañá D- que desde el 375 a.n.e. se desarrollan por nuestras costas. Resulta curioso comprobar que, en caso de aparecer ánforas asociadas a estos productos áticos se trata de ánforas púnicas o feno
púnicas; sin embargo ni en Baza, ni en Cástulo ni en otros puntos con importantes
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aportaciones de material ático de figuras rojas o de barniz negro aparecen asociadas ánforas de tipo ático en un porcentaje equilibrado a las vajillas de importación.
Resaltemos en esta línea que el Pecio del ·sec, -con nueva cronología que ronda el 350 a.n.e.- (Guerrero, 1986) a pesar de su importante cargamento de cerámica de barniz negro ático y de ánforas de tipo griego -31,40% prodecen de S amos, 11,10%
de Corinto y 14,70% posiblemente de Siracusa-, puede haber sido fletado por necesidades cartaginesas (vs. a este respecto Ramón, 1981; Cerdá, 1971; Arribas
Trías-Cerdá-de Hoz, 1987). La variedad de material corresponde normalmente a las características de los pecios de tipo púnico, correspondiendo con el papel de redistri
buidores que jugaron para las mercancías mediterráneas los cartagineses (Guerrero, 1986). No obstante, en algunos puntos del sur occidental no parece desarrollarse este mismo esquema, ya que en contextos del siglo V a.n.e. se encuentran asociados copas de barniz negro tipo Cátulo, vasos de Saint-Valentín, skyphos -con guirnalda de hojas junto al borde y skyphos con decoración de ramas de lechuza-entre ramas de olivo con ánforas similares a aquellas que aparecen en Corinto en niveles relacionables con esta cronología (Fernández Jurado, 1987). En suma no parece poder aclararse ningún modelo definitivo por el momento: la existencia de ánforas griegas en el ·sur penin
sular (Rouvillard 1985) aunque en poca cantidad, el alto porcentaje de ánforas púnicas y centromediterráneas, el también alto porcentaje de cerámicas áticas de figuras rojas y de barniz negro, así como el escalonado viaje del barco del Sec ·nos hacen pensar que, en primer lugar, no puede hablarse de relaciones comerciales en sentido estricto, sino, más bien, de relaciones de intercambio, casi seguro a nivel particular; ya que, aun reconociendo la existencia de determinadas áreas de influencia está claro que tanto mercaderes griegos como púnicos se adentran al norte o al sur de la cuenca del Mediterráneo Occidental. Lo que si puede afirmarse a partir de nuestros conocimien
tos de las fuentes escritas y de las fuentes arqueológicas es que parte del material griego que aparecen en nuestro suelo llegó transportado por barcos cartagineneses (Arribas-Trias-Cerda-de Hoz, 1987). Bien distinto es el aspecto que presentan las rutas comerciales y la función de los mercatores en períodos posteriores; el pecio de Culip IV, a juicio de sus excavadores, si bien transportaba materiales de muy diversa procedencia, corresponde a unas rutas co�erciales perfectamente establecidas (Nieto et al, 1989): la explicación a esta diversidad se encontraría en la existencia de puertos prinicipales -tal vez "portus"- y puertos secundarios -posiblemente "statio"-;
distintos puertos secundarios pudieron enviar productos a un puerto principal, desde el cual se fletaría una nueva embarcación que recogería las distintas mercancías para su comercialización a otro destino; desde nuestro punto de vista este sistema complejo se desarrollaría en el seno de tina economía de relaciones comerciales perfectamen
te esbablecida, a diferencia del sistema de transporte en momentos anteriores donde la economía respondería más bien ·a un tipo basado en relaciones de intercambio, como el caso que se refleja en el Pecio de El Sec.
De esta disertación debemos desprender que sólo tras un análisis porcentual donde todos los elementos se pongan en juego (estratigrafía, posición geográfica, funciona
lidad del hábitat y relaciones contextuales de estructuras de ocupación) puede hacerse
una valoración aproximativa a las relaciones de intercambio o comerciales. Por ejem
plo, a pesar de los sucesivos tratados entre Roma y Cartago se encuentran cerámicas de produción itálica en área de control púnico -existen cerámicas asignables al taller lacial de las Pequeñas Estampillas en el yacimiento almeriense de El Chuche (Pérez Ballester, 1987)- aunque en un porcentaje muy bajo; sólo un análisis de este porcen
taje puede permitimos la valoración exacta de una información procedente de las fuentes escritas; si la cantidad de producciones itálicas supera determinados niveles en relación con las producciones púnicas entramos en una dinámica de estudiar otro aspecto que pudiera confirmamos la descripción procedente de los documentos escri
tos -transporte de productos itálicos por parte de mercaderes púnicos o falta de información arqueológica- o de rechazar definitivamente la información procedente de éstos.
La última categoría cerámica que nos queda por examinar es la cerámica de cocina; profundamente relacionada con el régimen alimenticio es la verdadera expre
sión del mismo. Cerámica tradicionalmente indígena, su evolución dependerá de los cambios en las tradiciones culinaria, y, por lo tanto, responderán a una tipología muy conservadora (vs. Bats, 1988). Suele ser la cerámica más comúnmente producida en el mismo hábitat en que se consume; sin embargo, esta realidad va cambiando con el tiempo. Desde el proceso de iberización puede verse una tendencia alcista en los porcentajes de esta categoría cerámica que aparecen asociadas a la Península, hasta que desde finales de la República empiezan a aparecer las más conocidas clases de cerámicas de cocina: desde la común itálica y, fundamentalmente, su variante rojo pompeyano, hasta las africanas de borde ahumado llenan los mercados hispanos.
¿Acaso responde este hecho a un cambio en las tradiciones alimenticias? ¿En qué medida el proceso de romanización ha influido sobre ello? ¿Qué relación existe entre este hecho y el cambio tipológico de las claras africanas hacia formas abiertas para consumo comunitario? Indudablemente tuvo que suponer cierto cambio en las costum
bres culinarias ya que existe una gran diferencia entre las ollas globulares ibéricas y las fuentes de rojo pompeyano, teniendo que incluir en estas diferencias la prepara
ción que sufre esta clase cerámica para su utilización, es decir, la capa de "barniz" que recubre su superficie interior debería tener una utilidad muy concreta, y diferenciada de la cerámica indígena ya que no existen paralelos en el mundo ibérico de estos tra
tamientos. Todo cambio en las costumbres debe producirse por motivos internos y/o por motivos externos, es decir, por una evolución intrínseca a esta comunidad o por influencia de otra comunidad externa con la que mantiene algún tipo de relación. El proceso de romanización determinó profundamente a las comunidades ibéricas, mucho más de lo que pudieron influir la "helenización" o la "punicización", lo que produjo alteraciones profundas en las costumbres, y una de ellas fue la culinaria, observable tanto en los cambios en la vajilla de cocina -aunque sigan perdurando determinados tipos- como en los producidos en la vajilla de mesa, representados fundamentalmen
te por la inclusión de las formas de sigillata, poco relacionables con las formas exis
tentes en época anterior. Apuntemos que hasta tal punto fue fuerte la introducción de ésta nueva moda en la vajilla de cocina que muy pronto se empezó a producir sigillata para el consumo propio en la misma Península Ibérica (Tricio, Andújar, etc.)
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Otro problema consiste en la existencia de importaciones de cerámica de cocina anteriores a la romanización: en ocasiones encontramos productos griegos o itálicos como los cacabai o los lopas, de función claramente culinaria. Su existencia en determinado hábitat puede responder simplemente a un capricho, y, casi sin ninguna duda, tuvo que ser utilizado de forma muy distinta a la de sus orígenes. Sin embargo, para llegar a esta conclusión debe examinarse el contexto donde aparece la pieza, ya que, en un asentamiento de cierta entidad comercial, donde estos productos pueden llegar más fácilmente, podría responder a la existencia de un individuo de origen helénico que mantuviera aún fuera de su comunidad, unas tradiciones profundamente enraizadas en la misma. En otro tipo de hábitats, relacionado con la cultura helénica ello puede responder a un simple proceso de acultuación o asimilación parcial de una cultura exógena.
En los estudios económicos existe un elemento de especial interés pero que, pese a la información que puede dar, no se ha analizado en todas sus posibilidades: habla
mos de las marcas existentes en las cerámicas; estas marcas pueden ser previas a la cocción o posteriores a la misma, teniendo en uno y en otro caso significados muy distintos. En este campo deben incorporarse los grafitos, marcas de alfarero intrade
corativas, marcas aisladas, etc. Los grafitos tienen el interés de informar acerca de quién posee la cerámica, del consumidor del producto. Si sobre la cerámica ática de barniz negro hacemos un análisis de los tipos de grafitos ibérico en relación con los griegos podremos observar la existencia de elementos griegos entre las poblaciones indígenas. Un poco más tardíamente, el porcentaje entre grafitos ibéricos y grafitos la
tinos en las campanienses universales y en las primeras importaciones de sigillatas pueden permitimos seguir el proceso de romanización de una forma mucho más próxima, observando cómo la lengua indígena va dejando paso a la nueva lengua mediterránea. En época un poco más tardía, fundamentalmente en el Alto Imperio, los análisis de marcas de alfareros pueden hablar sobre ciertos procesos de emigración.
3. Las imitaciones
Una reacción de una sociedad que recibe una serie de productos importados es el desarrollo de la capacidad de imitar estos productos. Para que una imitación pueda, en verdad, ser considerada como tal debe poseer dos características fundamentales y obvias al mismo tiempo: cronológicamente debe ser posterior al producto original, y, técnicamente debe presentar propiedades que la relacionen directamente con éste. Este segundo aspecto tiene una vertiente de com
p
ortamiento voluntario, indudablemente relacionado con una posibilidad de mercado al que ofrece un producto deseado por los consumidores pero a un precio inferior al de la mercancía que se copia. Se establece una diferenciación neta entre imitación y semejanza: esta última es fruto, exclusivamente de la casualidad: en el sur de Francia existen desde la primera edad del Hierro unos bols de fondo anular paralelizados tipológicamente a la forma Lamboglia 27 ab de cerámicas de barniz negro, y, sin embargo, no existe entre ellos ninguna relación
de influencia. Cronológicamente, es obvio que una imitación debe ser posterior a su original, aunque este desfase no es necesariamente muy amplio; en este sentido Sotomayor observa que los tipos de lucernas producidos en Andújar son fechadas un poco más tardíamente que sus homólogas producidas en Roma: "Una copia de pro
vincias puede y debe, en cierto modo, tener un margen temporal más amplio" (Soto
mayor, 1983).
Una imitación pretende, fundamentalmente, copiar una forma ideal, aunque exista opción a la introdución de elementos personales (Ventura Martínez, 1985); es decir, que determinados artículos se copian fielmente o sirven de inspiración, coincidiendo, respectivamente, con los grupos A o B de imitaciones ibéricas de cerámicas áticas de Pereira y Sánchez (Pereira-Sánchez, 1985), lo que indicaría la existencia de un adqui
sición de costumbres o, al menos, un asimilación de determinados gustos (Page, 1985). Por tanto, no debe dejarse de lado esa influencia cultural que puede imprimirse a una imitación, influencia que puede reflejarse en ocasiones debido a una utilización distinta de esta pieza cerámica en su lugar de origen respecto de su lugar de consumo donde se ha llegado a copiar. En ocasiones se trata de formas que no existen en la tipología de los indígenas que la imitan, por lo que sería el grado de "aculturación"
de esta población indígena lo que determinaría la aproximación o la diversidad de usos de estos tipos.
La existencia del proceso de imitación deviene consecuentemente de una serie de aspectos: en primer lugar la frecuencia de elementos de importación en suficiente cantidad como para convertirse en un bien necesario o, al menos, culturalmente útil, sea a nivel práctico, sea a nivel decorativo. Determinados bienes de producción exógena a una sociedad pero consumidos en el seno de la misma, pueden conferir cierto carisma de valor social que los convierten en "deseables" por parte de los miembros de esta sociedad. No debemos olvidar que el proceso de.romanización descrito por Tácito para las comunidades germánicas pasa por un proceso de activación de la
"envidia" social a partir de la aproximación de los individuos más poderosos al modus vivendi romano, un modo de vida en el cual se incluyen el conocimiento, de las costumbres y la utilización de su cultura material. Esta, por tanto, se convertía en un aspecto relacionable con el status social, lo que convertía a la cultura material en un bien codiciable.
Ejemplos de problemas cronológicos relacionados con este aspecto los tenemos en zonas como el Golfo de Leon donde las cerámicas de barniz negro clase universal e llegan desde el 100 a.n.e., mientras que se encuentran imitaciones a estas produc
ciones de pasta gris locales o regionales que pueden datarse quizás desde 125, de lo cual debe desprenderse el hecho de una posible emigración de alfareros siciliotas a las costas del norte del Mediterráneo occidental. Otro caso, en esta misma línea, se presupone para el taller de sigillatas de Brams, cuya producción puede seguirse prácticamente desde el 30 a.n.e., momento en que se inician las primeras produccio
nes de sigillatas itálicas en Arezzo: la única respuesta planteable a esta problemáti
ca es la de emigración de alfareros itálicos que controlan ya las técnicas del barniz rojo, aunque autores afirman que se trata de una imitación muy temprana.
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Las imitaciones deben controlarse especialmente ya que puede presuponer proble
máticas de identificación que llevarían a una mala interpretación del estudio realizado.
En este sentido Shepard plantea una serie de de posibilidades de error de indentifi
cación de imitación respecto de las cerámicas de importación que puede resultar orientativo (Shepard, 1971 ). Define tres grupos de elementos extraños: materiales obtenidos de otro centro productor de cerámica, alfareros exógenos trabajando en un cento local, y estilo exogeno adoptado por los alfareros locales.
a.-Materiales obtenidos de otro centro productor de cerámica: en este caso existe la posibilidad de que estos materiales se utilicen solos o en combinación con otros materiales autóctonos.
a.1-si se utilizan solos puede que la técnica y/o el estilo estén basados en la tradición local, por lo que la distinción vendría dada por esta. técriica o este estilo particular. En el caso que se intente una imitación de una tradición exógena la iden
tificación depende de la imperfección de esta imitación; y si se utilizan tanto tradi
ciones extrañas como propias la identificación se definiría mediante el control de la existencia de estos elementos indígenas en la técnica o en el estilo.
a.2--en el caso de que los materiales se utilicen en combinación con materiales locales existirían las mismas variaciones que las comentadas para el caso anterior.
Normalmente estas opciones se presentarán muy raramente en el mundo ibérico o romano, ya que no existen verdaderas importaciones de arcillas, aunque algunas de ellas fueran especialmente famosas en la antiguedad -por ejemplo las arcillas pro
cedentes de la isla de Ischia-. Lo que si ha podido comprobarse es el comercio de determinados materiales, aunque ya en cierto proceso de elaboración: nos referimos a los moldes para la fabricación de sigillatas decoradas, cuyo transporte como mer
cancía ha sido confirmada en algunas ocasiones, como se desprende de la existencia de moldes de sigillata procedentes de Arezzo en los talleres de Lyon (Picon-Lasfar
gues, 1978). Igualmente sería lógico, pensar que los primeros moldes para la produc
ción de sigillatas decoradas tuvieron que ser importados en cada alfar donde no exis
tiera un alfarero con experiencia anterior, lo que tuvo que provocar, posiblemente, cierto comercio hacia algunas zonas sin traqición, aunque estas afirmaciones deberían confirmarse con análisis de pastas que definiera la procedencia de las ar�illas.
b.-Alfareros extranjeros que trabajan en centros locales, los cuales pueden importar sus propios materiales, usar materiales locales o combinar ambas posibilida
des.
b. l-En el caso de que se importen sus propios materiales pueden seguir su tradición original, adoptar la tradición local o mantener una técnica y un estilo origi
nales aunque modificados por la tradición local. En el primer caso es imposible la distinción entre productos locales y productos de importación, mientras que en los dos últimos la distinción es aún posible por el análidis de presencia/ausencia de elementos de técnica y/o estilo locales. Este podría ser el caso de las relaciones que se estable
cieron entre las poblaciones feno-púnicas, quienes, alrededor de la mitad del siglo VII parecen introducir la técnica del torno para la fabricación de cerámica.
b.2-si se utilizasen solamente materiales locales puede mantenerse la misma dis
tinción que en el caso anterior, distinguiendose por los materiales en el caso de seguir la tradición original, valorando el uso de los materiales confirmándose las conclusio
nes con el estudio de la técnica y el estilo presentes en el caso de una tradición original modificada por la tradición local, y siendo indistinguibles de los tipos locales en el caso de seguir una tradición local. En el alfar romano de sigillata de Andújar se ha documentado la existencia de alfareros itálicos, quienes a nivel de arcilla debieron utilizar los depósitos locales, aunque siguieron una tradición exterior, fundamental
mente itálica aunque parece observarse una progresiva adaptación a tradiciones pro
piamente hispánicas (Sotomayor, 1"978). En la situación de utilización de materiales exógenos y locales de forma simultánea pueden repetirse las tres posibilidades citadas para el primer caso, por lo que la diferenciación vendría de la mano de la identifica
ción de los materiales locales confirmándose por el estudio de elementos locales en la técnica o en el estilo.
c.--estilo exógeno adoptado por los alfareros locales: este sería el más conocido caso de imitaciones.
c.1-importando materiales extraños, por lo que la diferenciación se realizaría por el control de las imperfecciones existentes en la imitación.
c.2-combinando materiales exógenos y materiales locales, donde la diferencia
ción podría ser documentarse por el mismo sistema de control.
c.3-utilizando exclusivamente materiales locales, por lo que serían estos mate
riales los que identificarían la producción. Este punto c.3 nos define el concepto más amplio de imitación utilizado comúnmente en arqueología: se trata de las imitaciones de áticas hechas en marsella (Py, 1958), de las múltiples imitaciones de cráteras áticas hechas en el sureste y en el levante ibérico (Pereira-Sánchez; 1985; Page, 1985); de distintas imitaciones de cerámicas campanienses C en el sur de Francia (Py, 1987), de imitaciones de sigillata de Loyasse, Bram y otros centros (Gourdineau, 1980; Passe
lac, 1970; Sanmartí, 1974-75). La valoración de estas imitaciones está en la línea de un proceso de influencia cultural más o menos acusada y que ha podido alterar hasta cierto punto una tradición indígena fuertemente enraizada en su pasado.
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