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La imponente residencia de la embajadora de Estados Unidos PALACIO BOSCH

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Inaugurado en 1917 por encargo de los Bosch-Alvear, es un

hito en la arquitectura nacional. Testigo trascendental de las

relaciones entre Estados Unidos y nuestro país, su historia

refleja la Belle Epoque criolla

La imponente residencia de la embajadora de Estados Unidos

PALACIO BOSCH

UnA jOyA dE LA PETITE PArIS POrTEñA

Construido en piedra París, cuenta con cuatro niveles y más de 3600 metros cuadrados de construcción. Pieza única del neoclasicismo francés, René Sergent se inspiró en el castillo de Bénouville, en Normandía, al momento de diseñar los planos. El jardín, también en estilo francés, fue obra de Achille Duchêne y Charles Thays. Derecha, abajo: la actual

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C

orría el año 1910 y Buenos Aires era una fiesta. Se celebraba el centenario de la independencia y Argentina inte-graba la lista de los diez países más ricos del mundo. En París, Ernesto Bosch terminaba sus funciones como embajador argentino, y en pocos meses debía regresar al país para ocupar el cargo de ministro de Relaciones Exteriores en el gabinete del presidente electo, Roque Saénz Peña. Su mujer, Elisa de Alvear, estaba convencida de que un ministro de Estado merecía tener una resi-dencia digna de su cargo –además de que quería seguir viviendo con las mismas co-modidades y refinamiento de la residencia de los embajadores argentinos en París, ubi-cada en el número 68 de la Rue de Cource-lles–, por lo que convenció a su marido para

que convocaran a René Sergent, uno de los arquitectos franceses más prestigiosos de aquella época, para que desarrollara el pro-yecto de su nueva casa en Argentina. Así ini-ció la construcini-ción del Palacio Bosch, uno de los exponentes más representativos del revival del clasicismo francés, que empezó a vislumbrarse a comienzos del siglo XX.

Pero la idea de los Bosch-Alvear fue más allá del diseño de Sergent y nada quedó librado al azar. Los interiores fueron con-cebidos por André Carlhian y todos los muebles y cuadros fueron traídos de Eu-ropa, mientras que el paisajismo estuvo a cargo de Achille Duchêne y de Charles Thays. La obra, a cargo de los arquitectos argentinos Lanús y Hary, se inició en 1912 y terminó en 1917, año en que los Bosch

La decoración fue proyectada y realizada en París por la casa Carlhian y se

concibió como una síntesis de diversas referencias de los siglos XVII y XVIII

La escalera de honor a la imperial, que da acceso al hall del primer piso, le imprime un gesto palaciego al edificio. La baranda que se aprecia no es la original, ya que el barco que la transportaba desde Francia fue torpedeado durante la Primera Guerra Mundial.

Derecha, arriba: primer plano del ball room, que guarda una de las boiseries más importantes de la casa. Derecha: un detalle del

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El Palacio Bosch recobra distintas

manifestaciones del arte y del

savoir-vivre del Siglo de las Luces, y recrea

magistralmente la arquitectura de la

gran tradición francesa

Preparado para recibir invitados, el comedor es uno de los ambientes más imponentes de la residencia del embajador de Estados Unidos en Argentina.

Ahí la embajadora Martinez celebra las cenas de Estado y agasaja a argentinos y estadounidenses que, por distintas razones, se destacan en sus actividades. Con una capacidad para treinta personas, el ambiente fue

pensado por Elisa de Alvear en estilo Regencia y sus tapizados en tonos rojizos brindan calidez a la opulencia plasmada en sus paredes.

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“Vivir en un palacio como este es realmente

un privilegio. recuerdo cuando llegué

por primera vez a Buenos Aires y quedé

sorprendida por su belleza”

En septiembre de 2009, Vilma Martinez presentó sus cartas credenciales como embajadora de Estados Unidos en Argentina. Derecha: el music room

es el ambiente con mayor opulencia del edificio. Ahí le gusta a la embajadora Martinez dar recepciones cada vez que un visitante ilustre estadounidense llega a Buenos Aires. Su mobiliario en estilo Imperio está tapizado con un género que

replica el original elegido por Elisa de Alvear.

se instalaron en su palacio, considerado una de las joyas arquitectónicas más representativas del mundo en estilo Luis XVI.

Cuando el electo presidente norteamericano Hoover visitó Argentina en diciembre de 1928, el embajador Robert W. Bliss le hizo explícito su interés por comprar una propiedad que sirviera como residencia permanen-te para los embajadores de Estados Unidos. El Presiden-te regresó a Washington y al poco tiempo le ordenó a Bliss que iniciara la búsqueda de un inmueble. Sólo le puso una condición: debía ser una propiedad emble-mática y muy bien ubicada en la ciudad. Tenía que re-flejar el espíritu y el protagonismo que estaba tomando Estados Unidos en el concierto de las naciones. Bliss, entonces, sólo tuvo ojos para el Palacio Bosch.

VENTA MILLONARIA

En 1929 –meses antes del fatídico crack–, durante una recepción frente a otros invitados, Bliss le hizo sa-ber a Bosch que el gobierno de Estado Unidos estaba muy interesado en comprarle su casa, que pusiera el precio. Por decir una cifra y salir del paso, Bosch le pidió 3 millones de pesos, un monto descomunal en aquella época. Días más tarde, y después de consultar

al Departamento de Estado, Bliss se presen-tó en el despacho de Bosch con los billetes. Fiel a su caballerosidad, tuvo que sostener su palabra y venderle la propiedad sin ha-cer el menor reparo. Desde entonces, el edificio ubicado sobre Avenida Libertador y John F. Kennedy ha sido la residencia de cada uno de los embajadores del gobierno de Estados Unidos en Argentina.

Los Bosch-Alvear, sin embargo, no acepta-ron desprenderse del mobiliario de la casa, que habían traído con ellos desde Europa. Pero ese no fue un obstáculo para el embaja-dor Bliss, ya que junto con su mujer Mildred, pudo imprimir buen gusto y refinamiento a la casa. Amuebló cada uno de los ambientes con piezas del mismo estilo y compró desta-cadas antigüedades que hasta el día de hoy decoran muchos de sus rincones.

Hoy el Palacio Bosch está ocupado por la embajadora Vilma Martinez (69, casada, dos hijos), una abogada con raíces mexica-nas que llegó al país en septiembre de 2009 después de ser designada por el presidente

Barack Obama en su primer puesto diplo-mático. En exclusiva para ¡Hola! Argentina, abre las puertas de esta magnífica propie-dad, un recuerdo vivo de la Belle Epoque. “Me siento muy honrada de ser hoy la guar-diana de esta joya arquitectónica, declarada Patrimonio Histórico Nacional. Una pieza que, indudablemente, fortalece los lazos en-tre Estados Unidos y Argentina”, confiesa.

–¿Cómo es vivir en un palacio como este?

–Es realmente un privilegio. Recuerdo que cuando llegué a Buenos Aires por primera vez, no podía creerlo. Cuando entré en este histórico edificio, quedé sorprendida por su belleza y por el buen estado en el que lo con-servaba el personal doméstico. Porque creo que es gracias a ellos que esta casa se mantie-ne como está. Todos los días, dieciocho per-sonas, desde jardineros hasta mayordomos, se esmeran para que cualquier persona que visite el palacio se sienta como en su casa.

–¿De qué modo vive su primer destino como diplomática?

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fantásti-co. Yo soy abogada de profesión, por lo que esta vida es un sueño para mí. Y estoy muy agradecida al presidente Barack Obama por haberme dado el privilegio de representar a mi país en Buenos Aires. Creo que soy muy afortunada de vivir en un país como Argentina, el cual tiene muchísimas similitudes con el mío: grandes ex-tensiones de tierra, una población surgida de las enormes oleadas de inmigrantes que llegaban a América buscando un futuro mejor y una his-toria forjada por grandes hombres.

–Usted es la primera mujer en ocupar el puesto de embajadora de Estados Unidos en Argentina…

–Sí, y me encanta serlo. Además, tuve el privilegio de ser la represen-tante del presidente Obama en un país cuyo presidente es una mujer. Me siento muy identificada con Fernán-dez de Kirchner en algunos aspectos:

somos abogadas, hemos tenido una trayectoria exitosa en nuestras carre-ras y guardamos un profundo respe-to por los valores de nuestros países. Ser “la primera” siempre es difícil, pero tener la oportunidad de ser re-cibida por una mujer presidenta es realmente muy gratificante.

–¿Qué es lo que más le gusta de vivir en Argentina?

–Amo el tango, sobre todo el ban-doneón. Me parece un instrumento único. Mi predecesor, el embajador Wayne, me recomendó recorrer todo el país. Y lo he hecho. Creo que esa es la mejor forma de co-nocer una nación, recorriendo sus lugares más remotos. Lo que puedo decir es que Argentina es realmen-te un país maravilloso.

Los presidentes roosevelt, Eisenhower, George H. W. Bush y el príncipe de Saboya

han sido los huéspedes más importantes en sus casi cien años de historia

Arriba: la biblioteca de la residencia cuenta con una importante boiserie realizada en roble.

La chimenea es una réplica, ya que los Bosch-Alvear decidieron llevarse la original cuando se mudaron. Izquierda: pensado como un escritorio cuando se diseñó la casa, el comedor

es donde la embajadora realiza comidas informales y recibe a sus invitados más íntimos. El mobiliario es de estilo Imperio y las sillas están tapizadas en seda natural.

Texto y producción: Rodolfo Vera Calderón

Referencias

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