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EL AGUA POTABLE EN MEXICO

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Academic year: 2020

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(2) EL AGUA POTABLE EN MÉXICO Historia reciente, actores, procesos y propuestas. Roberto Olivares Ricardo Sandoval (Coordinadores).

(3) © Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento, A.C. Noviembre de 2008. México, D.F.. ii.

(4) Contenido PRESENTACIÓN .................................................................................................................................ix David Korenfeld Federman PRIMERA PARTE - VISIONES ALTERNATIVAS DE LA HISTORIA RECIENTE DEL SECTOR AGUA POTABLE Y SANEAMIENTO ......................................................................................................1 Entorno de la provisión de los servicios públicos de agua potable en México .............................3 Jaime Collado Moctezuma Agua y saneamiento en México: avances, errores y alternativas................................................29 Emiliano Rodríguez Briceño Las reformas al 115 – una reflexión retrospectiva .......................................................................49 Roberto Olivares De las juntas federales a las empresas de agua: la evolución institucional de los servicios urbanos de agua en México 1948-2008. .........................................................................57 Nicolás Pineda Pablos y Alejandro Salazar Adams La Infraestructura hidráulica Municipal y la participación en su creación y operación de los Gobiernos Federal y Estatal...............................................................................77 José Luis Jardines Moreno Retrospectiva, análisis y propuestas para impulsar una etapa definitoria del sector agua potable y saneamiento mexicano ..........................................................................................97 Enrique Dau Flores La última generación de proyectos de participación pública privada en sistemas de agua en México: quince años de experiencias.............................................................................105 Hugo Contreras Política pública en materia de agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición de las aguas residuales ..............................................................................................123 Eduardo J. Viesca de la Garza Origen, evolución y algunos resultados de aplicación de la política de derechos federales de agua ...........................................................................................................................141 Gustavo A. Ortiz Rendón iii.

(5) SEGUNDA PARTE – LECCIONES DEL ANÁLISIS DE TEMAS Y CASOS ESPECÍFICOS .......................157 Calidad del agua en México: principales retos ...........................................................................159 Blanca Jiménez Cisneros Retos y perspectivas en materia de política de tratamiento de agua y saneamiento en México. ...........................................................................................................................................173 Raúl Pacheco-Vega y Obdulia Vega Balance y expectativas de la gobernanza del agua en Aguascalientes. Una reflexión en torno a los quince años de participación privada en el servicio de agua potable y alcantarillado .................................................................................................................................187 Alex Ricardo Caldera Ortega La gestión del servicio de agua potable en Puebla capital: entre descentralización y centralización política. ..................................................................................................................203 Enrique Guillermo Muñoz Análisis de experiencia, perspectiva y propuesta de la gestión de las Entidades Estatales de Agua ..........................................................................................................................217 Vicente Guerrero Reynoso Problemática del sector de agua potable, alcantarillado y saneamiento mexicano – análisis, ejemplos y propuestas ....................................................................................................229 Gustavo Saltiel TERCERA PARTE – PARTICIPACIÓN, VALORES, INNOVACIÓN INSTITUCIONAL Y TECNOLOGÍA PARA UN SECTOR SOSTENIBLE ...............................................................................239 Políticas públicas, sustentabilidad y eficiencia en los sistemas de agua ...................................241 Gabriel Quadri de la Torre Regulación, participación social y gobernabilidad del Agua Potable en México – elementos para un análisis de su evolución institucional...........................................................247 Ricardo Sandoval Una Nueva Cultura del Agua para el Abasto Urbano en México.............................................259 David Barkin Regulación y ética en los servicios urbanos de agua potable y saneamiento ...........................279 Mario Buenfil Rodriguez. iv.

(6) Los factores del agua.....................................................................................................................297 Víctor Felipe Lara Ruiz El Artículo 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos – un enfoque epistemológico .................................................................................................................311 Manuel Urquiza Estrada La regulación de los servicios de agua potable en México – condiciones para su viabilidad........................................................................................................................................317 Salomón Abedrop López La transformación del subsector agua potable, drenaje y saneamiento, una visión a través del conocimiento y la tecnología .......................................................................................327 Polioptro F. Martínez Austria y Víctor Bourguett Ortiz EPÍLOGO – ELEMENTOS PARA UNA PROPUESTA DE REFORMA SECTORIAL ...............................342 Roberto Olivares y Ricardo Sandoval. v.

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(8) ABREVIATURAS ADERASA. Asociación de Entes Reguladores de Agua y Saneamiento de las Américas. ANEAS. Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento de México. APAZU. [Programa de] Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento en Zonas Urbanas. BANOBRAS. Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos, S.N.C.. CNA. (también “Conagua”) Comisión Nacional del Agua. DOF. Diario Oficial de la Federación. FIFAPA. Fondo de Inversiones Financieras para Agua Potable y Alcantarillado. IMTA. Instituto Mexicano de Tecnología del Agua. IPN. Instituto Politécnico Nacional. OPS. Organización Panamericana de la Salud. PATME. Programa de Asistencia Técnica para el Mejoramiento de la Eficiencia. PRODDER. Programa de Devolución de Derechos. PROSSAPYS. Programa para la Sostenibilidad de los Servicios de Agua Potable y Saneamiento en el Medio Rural. SAGARPA. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación. SAHOP. Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas. SARH. Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. SEDUE. Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología. SHCP. Secretaría de Hacienda y Crédito Público. SRH. Secretaría de Recursos Hidráulicos. UNAM. Universidad Nacional Autónoma de México.

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(10) El Agua Potable en México. Presentación David Korenfeld Federman1 El 3 de febrero de 1983 fue aprobada la reforma del artículo 115 Constitucional que formalizó la municipalización de los servicios de abastecimiento de agua potable y alcantarillado. Tras un cuarto de siglo, los resultados logrados por el conjunto de participantes en las acciones para el abasto de agua potable y el saneamiento en las ciudades mexicanas son diversos. Por una parte hemos alcanzado altos niveles de cobertura en las zonas urbanas: noventa y cinco de cada cien mexicanos contamos con agua dentro de nuestras viviendas en las ciudades y con descarga a una red de alcantarillado. Hemos reducido sensiblemente las enfermedades de origen hídrico y hemos podido desarrollar importantes proyectos para el abastecimiento de nuestras ciudades y el tratamiento de las aguas residuales. Sin embargo, actualmente menos del 40% de las aguas residuales son tratadas, lo que origina que sea removida menos del 25% de la Demanda Bioquímica de Oxígeno y que el 47.8% de las aguas superficiales se consideren contaminadas o muy contaminadas por su concentración de Demanda Química de Oxigeno, mientras que en tres décadas el número de acuíferos sobreexplotados se ha triplicado2. Las baja eficiencia de distribución, facturación y recaudación siguen representando un problema para la mayoría de las ciudades, así como el rezago en la ampliación y sustitución de infraestructura; la competencia creciente por fuentes de abastecimiento cada día más escasas; la falta de perspectivas de desarrollo para el personal del sector; la existencia de un marco institucional en ocasiones contradictorio o inconsistente; así como, un círculo vicioso de desconfianza y falta de pago por parte de la ciudadanía, que incide en el deterioro de los servicios, son constantes que tenemos que revertir. El futuro cercano plantea un reto enorme para las ciudades de México; nuestra economía es ya predominantemente urbana en términos de la composición de la producción, basada en actividades industriales y de servicios. En 2030 poco más de la mitad de nuestros compatriotas vivirán en 35 ciudades. Su salud, productividad y la estabilidad de sus empleos pueden correr el riesgo de verse afectados si el acceso a un abasto suficiente de agua con la calidad adecuada no es garantizado. Mientras tanto, la dispersión y el rezago en nuestras comunidades rurales siguen siendo un enorme reto en cuanto a necesidades de infraestructura y organización para la provisión sostenible de servicios de agua y saneamiento. Especialmente en las zonas más pobres de México, la injusticia social se manifiesta en su forma más aguda, en la falta de agua para beber y en la dificultad por mantener condiciones básicas de higiene.. Licenciado en Derecho, Maestro y Doctor en Administración Pública por la Universidad Anáhuac. Fue titular de la Dirección General de la Comisión para la Regularización del Suelo del Estado de México y Presidente Municipal de Huixquilucan, Estado de México. Actualmente es Secretario del Agua y Obra Pública en el Gobierno del Estado de México, Presidente de la Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento (ANEAS) y Presidente de la Asociación de Entes Reguladores de Agua y Saneamiento de las Américas (ADERASA). 1. 2 Conagua, 2007. “Estadísticas del Agua en México” y “Situación del Subsector Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento”. ANEAS - 2008.

(11) El Agua Potable en México. Un litro desperdiciado o un litro contaminado, se convierten en una industria o comercio que no se instala en la ciudad, un conciudadano que no cuenta con las condiciones mínimas de salud e higiene, un área natural que ve perdidos sus recursos, en suma, un país que dilapida su capital natural sin mayor provecho para nadie. Un servicio intermitente de agua de mala calidad, genera enfermedad, deficiencias de aprendizaje, baja productividad y, en síntesis, pobreza recurrente. Nuestra incapacidad para hacer frente a los retos de hoy se cobrará en el futuro próximo a nuestros hijos. En este contexto, La Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento de México ha propiciado un ejercicio de reflexión colectiva para recuperar la memoria del pasado reciente del subsector, para conocer y compartir los hallazgos y las propuestas de la Academia, así como para evaluar la situación actual con espíritu crítico, informado y constructivo, mirando hacia el futuro desde una perspectiva de innovación auténtica. Para ello, convocamos a un grupo de expertos surgidos desde los ámbitos del ejercicio público, la investigación académica y la acción social, con el objetivo de contar con un conjunto de visiones diversas relativas a la historia de la evolución institucional reciente del sector urbano del agua en México. Sugerimos a cada uno de ellos enfocar su análisis a partir del área de conocimiento o ámbito de desempeño más representativo en su desarrollo profesional o, en su caso, de su línea particular de investigación; sin embargo, hemos respetado ampliamente la libertad de los autores para reflejar, tanto en contenido como en estilo, su visión particular del contexto, las influencias y la naturaleza de los actores y sus procesos de interacción, los cuales dieron lugar al surgimiento de distintas propuestas de política pública, ordenamientos legales, programas de gobierno, estructuras de organización y, de manera fundamental, resultados específicos en términos de cobertura, calidad y sostenibilidad de los servicios. El documento está organizado en tres grandes secciones. Primero presentamos las visiones centradas en aportar una visión panorámica general de los procesos y los eventos que caracterizaron la evolución del sector en los últimos años, lo que no excluye en algunos de ellos el análisis de la situación actual y prospectiva, así como el planteamiento de propuestas concretas. En la segunda parte incluimos las aportaciones orientadas alrededor de un tema, un caso o un marco teórico específico, principalmente –pero no exclusivamente– aquéllas surgidas de proyectos de investigación. En la parte final incluimos las aportaciones más orientadas al análisis del contexto presente y la propuesta de cambios relativamente inmediatos pero trascendentes hacia el futuro. Cabe señalar que, dentro de estos márgenes, los autores siguieron sus propias líneas de argumentación y orientaciones analíticas e ideológicas. La presencia de los textos en este volumen no implica en manera alguna la suscripción de una posición compartida por los participantes, indistintamente de que ésta exista en algunos casos. Tampoco implica que las organizaciones en las que participan los autores asuman como propios los planteamientos de éstos. Este volumen no aspira a presentar un tratamiento erudito ni un análisis estructurado al detalle de la problemática del sector; es, como hemos dicho líneas arriba, un ejercicio de reflexión colectiva en el que las diferentes aportaciones traslucen no solamente los elementos analíticos, sino los marcos de referencia, los paradigmas y modelos mentales, las aspiraciones personales e incluso las motivaciones emocionales y, digamos, espirituales más profundas de muchos de los autores. Quien lea este libro podrá descubrir, detrás de visiones alternativas del mismo conjunto de eventos históricos e hitos institucionales, un conjunto de claves que le permitirán enriquecer su concepción de la evolución de la política pública del sector, desde la colaboración de Jaime Collado, quien retrocede en su exploración hasta las raíces precolombinas e ibéricas del contexto cultural del sector y nos da un antecedente para entrar al último cuarto de siglo, hasta las narraciones cronológicas que nos comparten académicos como Nicolás Pineda y Alejandro Salazar, así como brillantes practicantes “de terreno”, como lo son Emiliano Rodríguez, Enrique Dau o José Luis Jardines.. x. ANEAS - 2008.

(12) El Agua Potable en México. Descubrimos, tras los eventos que quedaron marcados por la emisión de una nueva ley, la desaparición de una Secretaría o el surgimiento de una nueva figura institucional, el conjunto de elementos que condicionaron esta transformación y, lo que es más importante, las iniciativas que actores específicos emprendieron para hacer frente a las cambiantes circunstancias del entorno –la urbanización creciente de nuestro país, la influencia de paradigmas emergentes en el mundo (como, en su momento, las preocupaciones medioambientales o los principios del New Public Management), la transformación de los equilibrios entre el centro político de México y las ciudades de los Estados, la pluralidad democrática, etc.–, con mayor o menor éxito en el mediano plazo. La visión clara y puntual de Enrique Dau –quien atinadamente señala dos grandes periodos de tres décadas, la de los 50 a los 80 y la de los 80 a nuestros días, como etapas de impulso decisivo a las políticas públicas del sector– y la ilustrativa participación de Enrique Aguilar Amilpa, resaltan una primera evidencia: las grandes transformaciones del sector se han apoyado en la visión de equipos que contaron con los medios económicos –ya que cada una de esas etapas se apoyó en recursos crediticios internacionales importantes– pero sobre todo con la capacidad técnica para instrumentar políticas coherentes, tanto en sus componentes internos como respecto a la visión de quienes las concebían, medios que permitieron a los técnicos nacionales interactuar eficazmente con sus contrapartes externas, quienes necesariamente incidían en la orientación y la composición de los programas. Ciertamente, varios de nuestros autores señalan que la entrega o restitución de los sistemas a los municipios fue apresurada, sin un sustento en una política más amplia de fortalecimiento municipal, un tanto obligada por la creciente brecha entre las necesidades del país y las capacidades del Centro y, de hecho, coinciden con quienes entonces fueron actores gubernamentales en apreciar que la reforma al artículo 115 no fue sino una adaptación legal a una realidad que se había venido generando en una transición gradual, debida a múltiples factores. A partir de varias de las colaboraciones – como en la de Enrique Guillermo, la de Alex Caldera o la de Víctor Lara– podemos colegir que los cambios, progresos y retrocesos están ligados no sólo al diseño pretendido diseño “racional” de las políticas ni a condicionantes externas, sino a la presencia de actores determinados, en un medio sociopolítico que acota y orienta en gran medida los resultados de sus iniciativas personales. La interacción de actores políticos y sociales es particularmente rica en el ámbito de los servicios municipales de agua y saneamiento –y más, considerando que en nuestro país la intervención de los órdenes federal y estatal llega a los ámbitos más locales del servicio–; el hecho de que se trate de un servicio con un fuerte componente social y de salud, ligado a la gestión de activos de muy largo plazo en relación al cortísimo período de los trienios municipales, da lugar a toda una serie de estrategias y reacciones que no siempre se compaginan con la visión relativamente estática de la planificación técnica y la visión racionalista del diseño de políticas, las cuales parecen privar todavía en muchos ámbitos de la administración pública. El surgimiento de la Asociación Nacional de Organismos de Agua Potable y Alcantarillado en los años 80 y la relación entre los actores del sector a nivel municipal, estatal y federal a lo largo de estos años, regularmente constructiva, pero no exenta de complicaciones, dan testimonio de la reacción a ese segundo impulso sectorial. Los 90 trajeron, a su vez, una nueva serie de condiciones igualmente revolucionarias –las tecnologías de información, las nuevas tecnologías aplicadas a los servicios urbanos de agua, la limitación en el acceso a recursos crediticios internacionales, el final de la Guerra Fría–, aunadas al énfasis dado a la implementación de nuevos principios de gobierno – participación pública, transparencia, descentralización, rendición de cuentas, redistribución de funciones sobre los temas públicos incluso ampliando la participación del sector privado– y a la alternancia política en las ciudades mexicanas. En este contexto, programas como el APAZU (Programa de Agua Potable y Alcantarillado en Zonas Urbanas) –basados en una lógica similar a la que tuvieran programas antecedentes como el. ANEAS - 2008. xi.

(13) El Agua Potable en México. Fondo de Inversiones Financiera para Agua Potable y Alcantarillado, como bien lo señala Enrique Dau– tuvieron que aplicarse en condiciones muy distintas de relación con los actores municipales y estatales. Los experimentos de inducción de la participación privada en los servicios, casos reseñados en este libro tanto por un brillante economista ambiental, actor de la esfera privada, Hugo Contreras, como por académicos como Enrique Guillermo y Alex Caldera, se encontraron con un contexto complejo y sufrieron una experiencia complicada, que puede sin embargo generar indicios para la implantación eficaz de este tipo de esquemas en el futuro, más allá de simplificaciones ideológicas, fundada en mecanismos verificables de beneficio para nuestras ciudades y nuestro país. En síntesis, este primer repaso a la historia reciente del sector parece darnos una lección básica: la bondad y coherencia de las razones que conducen a quien diseña las políticas a instrumentar determinados programas, así como los cambios institucionales asociados, no bastan, de acuerdo a la evidencia, para lograr los mejores resultados ni mucho menos, para justificar las deficiencias que eventualmente se generan. Las mejores ideas pueden tener los efectos más inesperados; las complicaciones y circunstancias de algunas iniciativas dan fe de esta realidad –véase por ejemplo la ilustrativa narración de Gustavo Ortiz sobre la génesis y el desarrollo de las leyes de derechos en materia de agua, o la clara recopilación que Eduardo Viesca nos aporta para revisar la evolución jurídica del agua en México. Realidad que no hay que perder de vista cuando pensamos en reformar las instituciones del sector. En la segunda sección se presenta el análisis de temas o casos concretos, para estudiar cómo se reacciona, en ámbitos locales, a las transformaciones formales y no formales en el entorno institucional y socioeconómico nacional. En el caso de las iniciativas que buscaron la implementación, en ciertos ámbitos locales, de arreglos alternativos a las organizaciones comunes en el resto de las ciudades o regiones del país, resultan particularmente enriquecedoras las narraciones que nos aportan Alex Caldera, sobre el caso Aguascalientes, y Enrique Guillermo, sobre los servicios de agua en Puebla; una vez más tenemos evidencia del papel que los procesos políticos y sociales juegan –o dejan de jugar, por ejemplo en la todavía limitada e incipiente participación social en los mecanismos de gobernanza de los servicios– en la instrumentación de políticas y modelos institucionales, surgidos en ocasiones de lógicas económicas o administrativas correctas en la teoría, pero no siempre transferibles de manera tersa a los complejos contextos de las cambiantes ciudades mexicanas. En el último cuarto de siglo, la emergencia de las preocupaciones medioambientales ha marcado un parteaguas importante para los sistemas municipales. No sólo implicó la introducción de nuevos mecanismos regulatorios a través de normas de calidad que fueron variando en enfoque y grado de exigencia, sino de mecanismos fiscales como el pago de derechos reseñado por Gustavo Ortiz y de enormes necesidades de inversión a diferencia de lo que ocurriera en los Estados Unidos, cuya Clean Water Act inspiró en gran medida las iniciativas mexicanas Blanca Jiménez y Raúl Pacheco, desde dos ángulos distintos, nos permiten analizar la evolución de este tema; la primera, analiza la evolución en la calidad de las aguas subterráneas y superficiales, así como de las inversiones en tratamiento de aguas residuales y la disponibilidad presupuestal para ese tema; el segundo estudia la forma en la cual, en el contexto específico de la cuenca Lerma-Chapala, los actores locales reaccionan al conjunto de reglas formales e informales implementadas por la autoridad para hacer frente a este problema. Estos dos artículos comprenden la visión de nuestras metas globales y los recursos que como país hemos destinado a atender este objetivo, así como la realidad de la interacción entre Municipios, Estados y Gobierno Federal, en el proceso de evolución que ha acompañado la implementación de los Consejos y Organismos de Cuenca como ámbitos administrativos del recurso. La intervención de los Organismos Operadores en estos espacios, todavía limitada, es quizás una de las áreas de. xii. ANEAS - 2008.

(14) El Agua Potable en México. mayor relevancia para un futuro marcado por la progresiva escasez del recurso y la creciente competencia con otros sectores usuarios y de la sociedad. Concluye esta sección con dos participaciones que se refieren al caso de una entidad federativa específica, el estado de Guanajuato. En primer lugar, Vicente Guerrero propone apoyarse en la participación de las entidades estatales de agua como mecanismo alternativo para mejorar los resultados en el sector, con base en su experiencia como creador de una experiencia institucional innovadora –la transformación de la Comisión Estatal del Agua de Guanajuato en una entidad orientada a la gestión integrada del recurso, soporte y reguladora a la vez de los servicios municipales–. Apoyando parcialmente esta visión, Gustavo Saltiel explora la situación actual del sector agua potable y saneamiento mexicano y reseña la operación del primer programa crediticio del Banco Mundial con una entidad subnacional en México, el Programa de Financiamiento de Estrategias Sectoriales Integrales, uno de cuyos sectores atendidos fue el del agua precisamente en el Estado de Guanajuato. Como estudio de caso, este programa arroja una luz sobre las alternativas en que puede apoyarse el diseño de una política pública sectorial –y los errores que deben evitarse–, en un contexto de cambio constante, presencia social creciente, entornos socioeconómicos complejos, competencia política y ejecución distribuida de las acciones, características que no estaban presentes en los años 50 y empezaban a adivinarse apenas en los 80. La estructuración de este libro –organizada en tres partes, visión histórica, temas y casos, visión prospectiva– no ha pretendido ser, como ya hemos advertido, ni estricta ni sujeta a límites impuestos. La libertad concedida a los autores implicó que, como bien lo advertirán los lectores, a lo largo de todas las colaboraciones podamos encontrar en mayor o menor medida componentes de análisis del pasado, acercamientos a casos o temas del interés específico del autor, así como propuestas o expectativas para el futuro. Hemos querido, sin embargo, cerrar esta estructura incorporando al final una serie de textos que nos puedan dar, junto con un análisis puntual de la problemática del sector, pistas concretas para el futuro. Hay que señalar que en la primera parte, los autores hacen propuestas muy concretas también para la reforma de las instituciones del sector. Empezamos la tercera parte incorporando una aportación del economista e ingeniero Gabriel Quadri, quien en términos sencillos, nos aporta una base conceptual, a partir de las ciencias económicas, para entender el servicio de agua potable y saneamiento. Enseguida, Ricardo Sandoval propone un marco para el análisis institucional de los servicios y, en conjunto con el artículo anterior, delimita un conjunto de principios que pueden orientar el diseño de políticas en el sector. No obstante lo anterior, no seríamos congruentes con la evidencia recogida a lo largo del volumen si omitiéramos una base fundamental para toda reforma duradera del sector: los aspectos culturales, que nos llevan a la base del servicio público de agua como una función que depende desde su partida de una condición fundamental: trabajar para dar al ciudadano la satisfacción de sus derechos al desarrollo, a la salud y propiamente al agua. La perspectiva de una nueva cultura del agua como base para la transformación del sector es abordada por David Barkin. Desde otro ángulo, se haya una base complementaria en la reflexión de Eduardo Donath y Mario Buenfil, quienes parten de llamar la atención sobre las consecuencias de los fenómenos mundiales del cambio climático y la crisis de los mercados financieros, para conducir la atención hacia los fundamentos éticos y culturales de la función del directivo de un Organismo Operador, cuyas virtudes deben ser complementadas por el surgimiento de una sociedad “mejor informada y educada”. Un texto que hace también un llamado a activar la iniciativa y las capacidades de los directivos, resaltando la influencia que las iniciativas de las personas pueden tener para hacer frente con éxito a los problemas planteados por el entorno socioeconómico y legal, es el que aporta Víctor Lara, desde su experiencia personal como ex directivo de organismos operadores y consultor.. ANEAS - 2008. xiii.

(15) El Agua Potable en México. A partir de estos textos resaltamos la necesidad de fundar toda iniciativa de reforma sectorial en dos condiciones de origen: primero, los servicios de agua y saneamiento constituyen un contrato entre personas, que atiende necesidades básicas de una sociedad a través de una serie de mecanismos, por medio de una definición y asignación de medios y fines a un conjunto de actores que, a fin de cuentas, son seres humanos; somos las personas quienes demandamos los servicios y quienes, en la condición de servidores públicos, podemos hacer posible la satisfacción de la necesidades sociales. Segundo, más allá de las estructuras legales y reglamentarias, de los incentivos y de los esquemas de cooperación y coordinación, son las personas quienes definen en los hechos la suerte de las políticas públicas; el sector agua y saneamiento mexicano cuenta en este sentido con un acervo innegable de capacidades y voluntades –sobran ejemplos en las miles de localidades de nuestro país de líderes y colaboradores que, en los sistemas de agua rurales y urbanos, dan todo de sí para cubrir al máximo las necesidades de sus conciudadanos, en condiciones frecuentemente ingratas. Cerramos este apartado con dos aportaciones concretas y estructuradas, las cuales además de estar basadas en una clara visión de la evolución del sector, nos aportan elementos prácticos de política pública y soporte tecnológico para apoyar una visión optimista de lo que puede ser esta tercera gran etapa de impulso sectorial que propone Enrique Dau. Se trata en primer lugar del artículo de Salomón Abedrop y Roberto Reyes, quienes plantean elementos concretos para la eventual incorporación de mecanismos de regulación en el sector agua potable mexicano –complementando lo antes abordado por Eduardo Donath y Mario Buenfil. Finalmente, de Polioptro Martínez Austria, Nahún García y Víctor Bourguett, quienes desde el IMTA han vivido y acompañado durante años importantes experiencias de evolución tecnológica de los sistemas de agua y saneamiento, nos dan en su colaboración la certeza de que México puede contar con elementos tecnológicos de vanguardia para apoyar la reforma del sector. La innovación institucional y tecnológica, si bien no bastan para garantizar una transformación positiva de los servicios municipales, sí dan una base muy importante para dar pie a la construcción de sistemas sostenibles apoyados en personas comprometidas y capaces. Así, con esta conjunción de elementos de análisis institucional, fundamentos culturales y éticos, así como el apoyo a propuestas concretas de innovación institucional y tecnológica, cerramos un volumen que no pretende ser exhaustivo. En otros documentos y oportunidades han sido discutidos temas como los que aquí presentamos; hacemos votos porque las aportaciones que este libro incorpora a la discusión colectiva del tema abonen a favor de mejores servicios para México. Como ya se ha comentado, la estructura de este libro corresponde a la libertad que se dió a los autores para expresar su visión de la evolución y las perspectivas del sector agua potable, alcantarillado y saneamiento mexicano. Esta flexibilidad no es gratuita: como esperamos mostrar a los lectores, alrededor de la concepción e implementación de las políticas públicas se han sucedido procesos en los que influyen las condiciones del entorno mundial y nacional, su economía, los fenómenos demográficos y naturales, así como la forma en que cada actor percibe al resto y se adapta a las reglas y condiciones de cada etapa. La lectura de los textos de este libro –no necesariamente secuencial– puede dar a los interesados en el estudio del sector, una visión que a cambio de la aparente nitidez de los análisis, apoyados en métodos más rígidos, no perderá precisamente la riqueza y la veracidad que surgen de los planteamientos personales de los autores. Sólo resta en esta oportunidad agradecer en primer lugar la disposición y el esfuerzo de quienes aceptaron la invitación de la Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento, que me honro en presidir, así como el apoyo otorgado por el Consejo Directivo de la misma asociación, para poder hacer realidad esta publicación.. xiv. ANEAS - 2008.

(16) El Agua Potable en México. Mención y reconocimiento especial merecen la labor de coordinación y edición encabezada por Roberto Olivares, Director Ejecutivo de ANEAS, junto con Ricardo Sandoval, ex consejero regional y asesor de la asociación, misma que fue eficazmente apoyada por el personal de las oficinas de ANEAS, encabezado por Belem Guzmán, a quienes expreso un amplio reconocimiento. De manera prospectiva, agradecemos principalmente la apertura y el interés que seguramente encontraremos entre los funcionarios de los tres órdenes y poderes de gobierno, los usuarios, los estudiosos del tema y, sobre todo, los directivos y colaboradores de los sistemas de abastecimiento de agua potable, alcantarillado y saneamiento mexicanos, cuyo trabajo suele ser tan complicado como gratificante. A la entrega diaria de la gente del agua potable en México le dedicamos especialmente este volumen. México, D.F., noviembre de 2008.. ANEAS - 2008. xv.

(17) El Agua Potable en México. ANEAS - 2008.

(18) El Agua Potable en México. Primera parte - visiones alternativas de la historia reciente del sector agua potable y saneamiento. ANEAS - 2008.

(19) El Agua Potable en México. ANEAS - 2008.

(20) El Agua Potable en México. Entorno de la provisión de los servicios públicos de agua potable en México Jaime Collado3 Resumen Las condiciones bajo las cuales se han provisto los servicios de agua potable y saneamiento en México han sido una mímica de las tensiones políticas entre las autoridades municipales y las federales. Cuando los servicios eran una responsabilidad municipal rentable, la federación ansiaba esa recaudación; una vez teniendo la responsabilidad, decidió regresarla a los municipios, también por cuestiones presupuestarias. A pesar de esos vaivenes, se cuenta con una cobertura razonable de los servicios de agua potable y saneamiento, aunque la desigualdad social se observa incluso dentro de una misma localidad. En ese aspecto, una solución viable es la aplicación de subsidios cruzados en cada localidad: los fondos requeridos para que los ciudadanos de escasos recursos paguen las tarifas justas pueden provenir de los estratos pudientes de la sociedad. Introducción Los servicios públicos de agua potable y saneamiento son responsabilidad de un Estado garante, ya sea que provea los servicios de manera directa, que sea un prestador más o que simplemente regule en el ámbito económico el servicio provisto por particulares. A través de los últimos 500 años, la satisfacción de esos servicios ha sido un asunto personal, una actividad de las comunidades locales, un servicio administrado centralmente por el gobierno federal, un servicio descentralizado a los ayuntamientos de los municipios y, finalmente, un servicio que puede ser prestado por particulares, en teoría regulados por ese Estado garante, pero no siempre bajo condiciones claras. En este trabajo se presenta el contexto histórico, legislativo y político que ha impulsado diversos cambios recurrentes. El servicio de agua potable ha sido una responsabilidad local, luego federal y posteriormente local; las aguas han sido de propiedad personal, municipal y nacional; se han cobrado impuestos por el uso de las aguas, se han suprimido esas contribuciones y nuevamente se ha grabado la extracción y uso de las aguas; las tarifas del servicio constituyeron un gran ingreso a las finanzas municipales, luego fueron aprobadas por el gobierno federal para resarcir los préstamos a los ayuntamientos y posteriormente se asignaron a la consideración de los ayuntamientos; la operación de los sistemas ha sido local, supervisada centralmente y también concesionada a prestadores del servicio privados; y, en última instancia, la decisión política de esos vaivenes ha sido propulsada por intereses tributarios más que por cuestiones de democracia participativa.. Ingeniero Civil y Maestro en Ingeniería Hidráulica por la Universidad Nacional Autónoma de México. Maestro en Ciencias y Doctor en Recursos Hídricos por la Universidad de Iowa. Ha realizado investigación en el Instituto de Ingeniería de la UNAM, en el Iowa Institute of Hydraulic Research, en el Instituto de Investigaciones Eléctricas y en el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua. Es miembro fundador del Consejo Consultivo de la Interamerican Water Resources Network, OEA, desde 1993, y del Comité de Coordinación Regional del Trade Convergence Climate Complex International Network (TC3Net), desde 1997. Actualmente es Vicepresidente del Comité Nacional Mexicano para la Comisión Internacional de Riego y Drenaje, Secretario de la Coordinación del Programa de Ingeniería y Desarrollo de la Academia de Ingeniería, consultor registrado de CONACYT, FAO, WMO y del Banco Mundial, miembro del Consejo Editorial de la revista Tláloc-AMH, miembro del Claustro Doctoral de la DEPFI-UNAM, consultor independiente, y asesor de ANEAS en la coordinación del Grupo de Trabajo de Participación Social y Legislación Regulatoria de ADERASA. collado.jaime@gmail.com 3. ANEAS - 2008.

(21) El Agua Potable en México. Época prehispánica Se desconoce a ciencia cierta la manera en que los pueblos mesoamericanos se abastecían de agua al interior de sus comunidades y la forma en que se repartían el agua entre los diversos pueblos, pero sí se sabe que existía un orden. No se ha encontrado ninguna evidencia prehispánica que detalle cómo se repartía el agua de un río entre los pueblos ribereños desde el nacimiento de la corriente hasta su confluencia con otro río o su desembocadura a algún lago interior o al mar. También es incierto el grado de conocimiento que tenían con respecto al ciclo hidrológico y a la administración del agua. No se sabe si medían o no la precipitación, la infiltración, el escurrimiento y la evaporación, si tenían instrumentos legales y económicos para administrar el agua, qué clase de sanciones se aplicaban para quien violara las normas de uso del agua, ni si requerían apoyo de un Estado indígena para construir y mantener una red de apantles o si los distintos Estados-ciudad indígenas pactaban el reparto del agua en una cuenca hidrológica. Por tanto, si las funciones del aguador mayor y el aguador local existían en los tiempos precolombinos es algo que no puede aseverarse ni negarse de manera rotunda; simplemente, no quedó registro irrefutable de ello. Sin embargo, el vocablo náhuatl amacac, significa aguador o azacán, pero también se desconoce si se acuñó antes o después de 1521. El vocablo aguador proviene del latín aquātor, que significa persona que tiene por oficio llevar o vender agua. Por otra parte, la palabra azacán proviene del árabe hispánico assaqqá y éste del árabe clásico saqqā’, que significa hombre que transporta o vende agua. Así, la concordancia fonética entre la palabra árabe saqqā’ y la “saca” de agua colonial es más que una coincidencia. También existe una semejanza entre las raíces árabes de los vocablos azacán y acequia, puesto que esta última proviene del árabe hispánico assáqya y ésta del árabe clásico sāqiyah, que significa canal de riego. Por tanto, las raíces de las traducciones de la palabra amacac no permiten vislumbrar si el aguador o azacán son importaciones romano-europeas o árabe-ibéricas, o si en realidad el amacac existía antes de la llegada de los españoles a México. Abona esta percepción la segunda acepción del vocablo amacac, cuyo significado es “nadie”, aunque este significado también puede expresarse con los vocablos acayac y ayac. Aun así, de estudios etnográficos (Scarborough, 2003), se puede inducir que el repartimiento del agua entre los prehispánicos tenía fórmulas tradicionales que son el equivalente de los actuales principios normativos. Aunque esas fórmulas variaban en función de las condiciones ecológicas y tecnológicas particulares de cada sitio, en la mayor parte de las comunidades un administrador imparcial del canal era el responsable de la tarea diaria de distribuir el agua equitativamente entre todos los usuarios. También se infiere que la relación entre la capacidad de carga de la tierra, el tamaño de la población y la legitimidad de los gobernantes se veía reflejada en la colaboración social que permitió desarrollar las innovaciones tecnológicas que se aprecian, todavía en la actualidad, en la red de apantles que recorre los pueblos ribereños de muchas cuencas, diseñadas, construidas y operadas para incrementar el rendimiento de la tierra y para satisfacer los usos domésticos. Investigaciones arqueológicas (Lucero y Fash, 2006), muestran que las redes de canales de riego, los patrones de asentamientos, los santuarios y las imágenes de agua relacionadas con ceremonias cívicas y la arquitectura residencial, son evidencias de que los sistemas hidráulicos penetraron todos los aspectos de las sociedades mesoamericanas. La forma en que se derivaba, conducía y almacenaba el agua para usarse en los cinco o seis meses de estiaje era adaptada a las condiciones locales de cada lugar, y los mecanismos usados para edificar sobre la concepción sagrada del agua, y así mejorar la autoridad política, muestran que el agua no era meramente un recurso natural esencial, sino también un símbolo espiritual importante y que su manejo era mucho más complejo, en el ámbito social, de lo que podría parecer a primera vista. Es evidente que el control del agua conformó los aspectos políticos, económicos y religiosos de las culturas prehispánicas, de una manera similar a las denominadas “sociedades hidráulicas orientales” (Wittfogel, 1957).. 4. ANEAS - 2008.

(22) El Agua Potable en México. Periodo colonial La encomienda Por lo general, se considera que el periodo colonial en el cual estuvo vigente la encomienda fue de 1493 a 1630. Los reyes de España recibieron la “propiedad” de tierras, aguas, bosques y derechos sobre las personas que ahí vivían del Papa Alejandro VI quien, en su Bula Noverint Universi del 4 de mayo de 1493, adujo que su fuente de derecho era Dios. Por ello, la Corona cedía, graciosamente, tierras y aguas a particulares mediante mercedes reales. Para obtener una merced se hacía una solicitud y luego se ordenaba a las nuevas autoridades locales que averiguaran si las tierras eran baldías o si las aguas eran suficientes. Para realizar esta diligencia se citaba a testigos. Los habitantes de los pueblos tenían derecho a contradecir el otorgamiento de la merced si sus intereses se veían afectados; si no había contradicción se elaboraba un mapa, el cual era remitido a la capital del virreinato para su aprobación. Una de las primeras ordenanzas españolas fue la Ley XI, Título XVII, Libro IV, emitida por Carlos V en 1536 y recogida en la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680. Ahí se ordena: “que la misma orden que los Indios tuvieron en la división, y repartimiento de aguas, se guarde, y practique entre los Españoles en quien estuvieren repartidas, y señaladas las tierras, y para ésto intervengan los mismos naturales, que antes lo tenían a su cargo, con cuyo parecer sean regadas, y se dé a cada uno el agua que debe tener, sucesivamente de uno en otro, pena de que al que quisiere preferir, y la tomare, y ocupare por su propia autoridad, les sea quitada, hasta que todos los inferiores a él rieguen las tierras, que tuvieren señaladas.” Sin embargo, la ordenanza del emperador Carlos V —en quien Bernal Díaz del Castillo habría de motivarse para declarar “Venimos a servir a Dios y a nuestra Majestad,... y también a hacernos ricos” (Kamen, 2005), puesto que las tributaciones de la Nueva España habían fortalecido su reinado— no fue cumplida. Por eso, en 1541 emitió otra ordenanza en la que decía: “Nos hemos ordenado, que los pastos, montes, y aguas sean comunes en las Indias, y algunas personas sin título nuestro tienen ocupada muy grande parte de término, y tierras, en que no consienten, que ninguno ponga corral, ni buhio, ni traiga allí su ganado. Mandamos, que el uso de todos los pastos, montes y aguas de las Provincias de las Indias sea común a todos los vecinos de ellas, que ahora son, y después fueren, para que los puedan gozar libremente, y hacer junto a cualquier buhio sus cabañas, traer allí los ganados, juntos, o apartados, como quisieren.” A 50 años de la encomienda, era claro que los criollos no ejecutaban las órdenes que provenían de España. Por ello, Carlos V convocó en 1550 a una conferencia en Valladolid para denunciar la ausencia de moral en la fuerza usada contra los pueblos indígenas en las posesiones españolas de América. Su ordenanza es recogida en la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680, como Ley V, Título XVII, Libro IV, que los pastos, montes y aguas, y términos sean comunes. Felipe II, cuyo nombre fue empleado para denominar las islas Filipinas, emitió la Ordenanza 78 de la Audiencia de 1563, misma que habría de recuperarse en la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680, como Ley XIII, Título II, Libro III, que da la forma de nombrar jueces de aguas y la ejecución de sus sentencias. Ahí se ordena “que se nombren Jueces que repartan las aguas a los Indios para que rieguen sus chacras, huertas y sementeras, y abreven los ganados, los cuales sean tales, que no les hagan agravio, y repartan las que hubieren menester.” Y especificaba: “que éstos Jueces no vayan a costa de los Indios, y en las causas de que conocieren, si se apelare de sus sentencias, se ejecute lo que la Audiencia determinare, sin embargo de suplicación, por la brevedad que requieren estas causas; y si ejecutado suplicaren las partes, los admita la Audiencia en grado de revista, y determine lo que fuere justicia.” Es decir, tan sólo 40 años después de la llegada de los españoles, el rey ya tenía noticia de que los repartimientos de aguas a los primeros pobladores no eran suficientes, les causaban agravio y los procedimientos no eran expeditos.... ANEAS - 2008. 5.

(23) El Agua Potable en México. El 16 de marzo de 1642, Felipe IV, cuya vida motivó a Gonzalo Torrente Ballester para escribir en 1989 la novela Crónica del Rey Pasmado, ordenó en Madrid “que la venta, beneficio y composición de tierras, se haga con tal atención, que a los Indios se les dejen con sobra todas las que les pertenecieren, así en particular, como por Comunidades, y las aguas, y riegos: y las tierras en que hubieren hecho acequias, o otro cualquier beneficio, con que por industria personal suya se hayan fertilizado, se reserven en primer lugar, y por ningún caso no se les puedan vender, ni enajenar, y los Jueces, que a ésto fueren enviados, especifiquen los Indios, que hallaren en las tierras, y las que dejaren a cada uno de los tributarios, viejos, reservados, Casiques, Gobernadores, ausentes, y Comunidades.” Esta ordenanza también fue incluida en la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680, como Ley XVIII, Título XII, Libro IV, que a los indios se les dejen sus tierras. Por tanto, durante toda la encomienda el abastecimiento de agua para uso doméstico, ya que en ese entonces no se reparaba en la potabilidad de la misma, era fundamentalmente una acción complementaria a la provisión de agua para la agricultura y la ganadería. La hacienda La encomienda fue transferida por los reyes de la casa Habsburgo a los particulares, no sólo para explotar la tierra sino para convertir a los naturales a la fe católica. De 1630 a 1730, cuando bajó considerablemente la población indígena, la encomienda ya no tenía sentido; era mejor congregar a los naturales en pueblos para liberar tierras que podían ser adjudicadas a los españoles bajo el régimen de mercedes. Los reyes seguían concediendo su gracia, es decir, su merced, para que los particulares explotaran la tierra y el agua, pero sin incluir derechos sobre los indígenas ni la obligación de convertirlos al catolicismo. La facultad real de traspasar el derecho de propiedad de la tierra y el derecho de uso del agua a los particulares fue delegada a la burocracia colonial, cuyas mercedes de tierras y aguas concedidas tuvieron que ser ratificadas por el rey hasta 1754, fecha en que se suprimió ese requerimiento y se asignó esa facultad al virreinato. Se cree que con el tiempo las mercedes comenzaron a denominarse haciendas, posiblemente porque a la tierra concedida los dueños agregaban su capital. Los trabajadores de las haciendas no recibían un pago monetario por su trabajo, sino que se les retribuía, muy por debajo del valor de su fuerza laboral, en especie, con hospedaje y, en ocasiones, con permiso para sembrar un pedazo de tierra para su propio consumo e incluso con pastos para ganado. En 1786 se promulga la Real Ordenanza de Intendentes, que sustituye las estructuras político-administrativas medievales de los Habsburgo por el modelo centralizado que los Borbones usaban en Francia. A partir de ese momento, se fueron eliminando las provincias, alcaldías mayores y corregimientos, y empezaron las intendencias (Fabila, 1940). Concluyó una estructura política y social medieval y comenzó la administración centralizada. Los criollos usufructuaron terrenos y recursos naturales que, aun con mercedes reales, estaban en conflicto con el dominio de esas tierras y aguas que los pueblos indígenas tenían bajo el régimen de propiedad comunal desde tiempos prehispánicos. No obstante esa disputa, el modelo de desarrollo hacendario creció mediante el otorgamiento de mercedes reales, tanto de aguas como de tierras, el cual se realizó con la presencia masiva de los indios que, en voz de sus gobernadores, constantemente contradecían los actos que legalizaban el despojo de sus recursos por la imposición de normas y leyes desconocidas para ellos. Al analizar la hacienda cañera del oriente de Morelos Santa Ana Tenango, Warman (1976) indica que: “era indudablemente un negocio atractivo. Su éxito no derivaba de sus características internas ni de su tecnología, sino de la apropiación de los recursos nativos: la tierra y las obras de irrigación, adquiridas sin costo alguno, y el uso permanente de la mano de obra de los indios, el principal renglón del capital de operación, por el que se pagaba mucho menos de lo necesario para la subsistencia. Su racionalidad derivaba de su capacidad para monetarizar, convertir en capital recursos locales no mercantiles. Esto fue posible por la inserción en un sistema colonial fundamentado en el poder político y militar del estado español”. De esta mane6. ANEAS - 2008.

(24) El Agua Potable en México. ra, los campesinos convivieron siempre con las haciendas, incluso les vendían su fuerza de trabajo, pero seguían existiendo como aldeas vecinas con sus propias tierras, costumbres y todo el entorno cultural vinculado a la tierra. Aunque las haciendas no pagaron la tierra, el agua ni la infraestructura de riego despojados a los naturales y tampoco pagaban a sus trabajadores el verdadero valor de su trabajo ni lo hacían en efectivo, los hacendados no aportaban el capital necesario para su funcionamiento y acostumbraban hipotecar parte de la finca en capellanías. A pesar del valor agregado de las haciendas, adquirirlas era una transacción que requería muy poco dinero en efectivo, ya que los compradores desembolsaban una pequeña suma en efectivo a cambio de asumir las obligaciones que la hacienda tenía con la Iglesia Católica (Schettino, 2007). Entonces, aunado a la ausencia de una inversión inicial y a la impericia administrativa y tecnológica de los hacendados y sus administradores, que resultaba en una baja producción y productividad, la falta de mercados financieros fue poniendo a las haciendas en manos de la Iglesia Católica, que era la única organización que podía brindar los servicios financieros mínimos. Posteriormente, las propiedades eclesiásticas pasaron indivisas a grupos muy pequeños de individuos, y el sueño liberal de crear una clase media rural mediante la división y venta en parcelas de las haciendas en manos de la Iglesia Católica no se realizó. Periodo independiente Las disposiciones coloniales subsistieron después de la Independencia, particularmente en los ámbitos estatal y municipal (Galván, 1868). Sin embargo, la incapacidad de las nuevas autoridades para abarcar todo el espectro de funciones que desempeñaba el virrey y la Audiencia de la Ciudad de México dio origen a un vacío de autoridad durante varias décadas, ya que ni la legislación general ni la estatal, ni las ordenanzas de los ayuntamientos, se ocuparon del tema del agua. El gobierno federal no estaba presente en la provisión del servicio de agua, que seguía sin requerir la condición de potable ni de su posterior saneamiento, y las facultades de los gobiernos estatales enfatizaban el otorgamiento de nuevas mercedes de agua y la resolución de conflictos, pero la administración cotidiana del agua recaía en barrios, pueblos, comunidades, haciendas, ranchos, ayuntamientos, jueces e, incluso, en prefectos y jefes políticos. Aunque los límites de los municipios no estaban claramente definidos, los pueblos que contaban con ayuntamiento controlaban por medio de éste los recursos productivos y podían arrendar tierras y aguas, e incluso cobrar la “pensión” impuesta a las aguas con que se regaban los campos. Los ayuntamientos controlaban el agua “como representante del pueblo en común, de quien propiamente era el agua, y teniendo en cuenta además de que las rentas que producen éstas las han cedido los vecinos a favor del fondo de instrucción”. En otros casos, los barrios controlaban las aguas y regulaban el acceso al agua de las comunidades. Las autoridades de los barrios pasaron a formar parte del ayuntamiento como regidores, garantizando la autonomía local en el manejo del agua. En algunos lugares el agua representaba casi el 90% de los ingresos municipales. Sin embargo, el control local del agua no era sinónimo de armonía ni de distribución equitativa, ya que era motivo de una lucha por el control del ayuntamiento y podía ser propicio para el abuso y nepotismo de caciques y élites. Los ayuntamientos reglamentaban el uso de las acequias y apantles en los poblados de su jurisdicción y, en ocasiones, también expedían reglamentos de uso de las aguas. Asimismo vendían agua a particulares para uso agrícola y derechos de uso del agua e incluso creaban impuestos por el uso de las aguas. Esta era una forma de obtener ingresos que, en muchas ocasiones, se traducía en acaparamiento de agua por parte de la élite local. En suma, había aguas que eran reconocidas como propiedad de los municipios. El ayuntamiento era la figura central en el manejo del agua, ya que garantizaba la dotación a los habitantes que contaban con mercedes de agua y suministraba el abasto a las fuentes públicas, de. ANEAS - 2008. 7.

(25) El Agua Potable en México. donde tomaba el agua la gran mayoría de la población. De las fuentes públicas también se abastecían los aguadores, quienes vendían el agua a los estratos pudientes de la sociedad. Por ello, los ayuntamientos recibían múltiples solicitudes de concesión y permisos, conservaban listas de mercedados y arrendatarios de aguas, recibían peticiones para reparar acueductos, suprimir tomas clandestinas y resolver despojos de agua, y asumían la responsabilidad de mantener limpios los acueductos y las tomas de agua; a mediados del siglo XIX, aparecen las primeras inquietudes acerca de la calidad del agua. En consecuencia, en varios ayuntamientos funcionaban comisiones de agua o regidurías del ramo. El acceso individual al agua para uso doméstico, ya sea por merced o por simple compra, tenía como punto de partida las aguas que eran propiedad del pueblo o de la ciudad. Por ejemplo, las aguas que usaba Tacubaya a mediados del siglo XIX tenían tres fuentes de abastecimiento: una merced virreinal de 1806, una compra de aguas de la Hacienda de la Condesa en 1852 y una concesión del general Manuel María Lombardini, encargado del Supremo Poder Ejecutivo, en 1853 (Aboites, 1998). Centralización de los servicios de agua potable Luis Cabrera (1972) hizo notar que el agua atrajo la atención del gobierno federal a partir de que se hizo materia de grandes negocios: la grande irrigación y la generación de energía hidroeléctrica. Tanto la federación como los empresarios mostraban interés por establecer nuevas reglas en la asignación y uso del agua. Esa tendencia disminuía las atribuciones municipales y estatales en aras de liberar al capital y al intercambio de mercancías de las trabas que generaban las jurisdicciones locales. La injerencia del gobierno federal en los asuntos del agua, cuyos delicados arreglos se habían establecido por grupos de interés local, se inició con la Ley Sobre Vías Generales de Comunicación. Este ordenamiento se promulgó el 5 de junio de 1888 y, en su artículo segundo, incisos A y B, se mencionaba que “las poblaciones ribereñas tendrán el uso gratuito de las aguas que necesiten para el servicio doméstico de sus habitantes y serán confirmados los derechos de los particulares respecto de las servidumbres, usos y aprovechamientos constituidos en su favor sobre los ríos, lagos y canales, siempre que tales derechos estén apoyados en títulos legítimos o en prescripción civil de más de diez años”. Para aprovechar el agua, esta ley pedía a los agricultores y a los habitantes de los pueblos títulos legítimos de propiedad privada, pero el artículo 27 de la Constitución de 1857, basado en el artículo 25 de la Ley de Desamortización de Bienes de Manos Muertas del 25 de junio de 1856, decía que “ninguna corporación civil o eclesiástica... tenía capacidad legal para adquirir en propiedad bienes raíces...”. De esta forma, para tener acceso a un bien que siempre había sido colectivo, constituido a través de generaciones, debían mostrarse los “títulos de propiedad”. Además, el gobierno desconocía las mercedes reales concedidas a los pueblos. Así se daba comienzo a “las aguas nacionales”, ya que la ley porfirista no nacionalizó las aguas, sólo especificó la competencia del Poder Ejecutivo Federal para vigilar y reglamentar el uso público y privado de las aguas, al decretar como vías generales de comunicación, además de las carreteras y ferrocarriles, a los mares territoriales, esteros y lagunas, canales construidos, lagos y ríos navegables y, los que no siéndolo, sirvieran de límite entre dos estados o países. La utilidad de usar agua corriente en las poblaciones aparece por primera vez de manera explícita en el Código Sanitario de 1891, en el cual se impone la obligación de introducir una cantidad suficiente de agua a los propietarios de fincas, a ventilar los caños y se prohibía verter aguas sucias a los acueductos. El artículo 77 era una sola frase: “Se cegarán los pozos comunes”. El artículo 303 detallaba que la obligación de introducir el agua a los propietarios de fincas presuponía que se hubiese entubado el agua en las poblaciones y, el artículo 304, condicionaba el cegamiento de pozos 8. ANEAS - 2008.

(26) El Agua Potable en México. comunes a que estuviese instalado el sistema de tomas de agua. En 1894 se emitió otra versión del Código Sanitario en la que, por fin, en su artículo 71 se exigía a los propietarios de fincas la obligación de introducir agua potable en cantidad suficiente. Adicionalmente, se prescribía la existencia de al menos un baño común en hoteles, casas de huéspedes y mesones por cada 16 cuartos, y un baño común por cada 20 habitantes de vecindades y dormitorios públicos. El 4 de junio de 1894 se promulga un decreto del congreso federal que le da la puntilla a la posibilidad de que los pueblos recuperaran sus aguas, ya que se autoriza al Poder Ejecutivo Federal para que, de acuerdo con la ley de 1888, otorgue concesiones a particulares y a compañías con la finalidad de aprovechar mejor las aguas de jurisdicción federal en riegos y en la industria. De esta forma, los particulares pudieron recibir concesiones de aguas, y los habitantes de los pueblos, a falta de títulos, perder su acceso al agua. Sin embargo, ninguna concesión se dio a las compañías para la venta y distribución de las aguas, excepto a los grandes terratenientes, a los hacendados. El 13 de diciembre de 1910 se emitió la Ley Sobre Aprovechamientos de Aguas de Jurisdicción Federal que, además de ser la primera ley de aguas propiamente dicha, introdujo las declaratorias de aguas de jurisdicción federal, que si bien no son las que otorgan la propiedad de las aguas, sí sirvieron para que el gobierno federal comenzara a otorgar concesiones de uso del agua, consolidando así su atribución legal para administrar todos los cuerpos que habrían de ser aguas nacionales. Además, el artículo 47 de esta ley instauró el cobro de impuestos por el uso de las aguas de jurisdicción federal, despojando con ello las rentas que los ayuntamientos habían recibido durante una buena parte del siglo XIX. Aunque la tensión entre los ayuntamientos y la federación se extendió por varias décadas (Aboites y Estrada, 2004), la nueva legalidad y autoridad estaban diseñadas para desarrollar una nueva forma de usar el agua, basada en la grande irrigación, la generación de energía hidroeléctrica y el abasto de agua potable. Esto pudo lograrse porque la labor legislativa y administrativa del régimen porfirista no fue desmantelada por los gobiernos emanados de la Revolución. Por el contrario, ratificaron e incluso consolidaron los ímpetus porfiristas al sumarle a la jurisdicción federal de las aguas su propiedad nacional en la constitución de 1917. La diferencia con los “científicos” fue que los regímenes revolucionarios abrieron otros cauces para el acceso al agua, a través del reparto agrario. La Ley Sobre Irrigación con Aguas Federales de 1926, cuyo propósito fue declarar de utilidad pública el riego con aguas de jurisdicción federal, se complementó con la Ley de Dotaciones y Restituciones de Tierras y Aguas. Esta era una ley Reglamentaria del Artículo 27 de la Constitución, publicada el 27 de abril de 1927 en el Diario Oficial de la Federación, y se abocaba principalmente al uso del agua para consumo humano, pero consideraba la posibilidad de solicitar dotaciones de agua para uso agrícola. En esa ley la dotación tiene implícita la técnica de riego en su artículo 104: “El monto de las dotaciones de aguas, será siempre el suficiente para irrigar convenientemente los terrenos, en relación con los cultivos habituales y adecuados de la región con las tierras que vayan a ser regadas y con el caudal de aguas disponible”. El artículo 179 era bastante preciso: “Las resoluciones presidenciales que concedan dotación o restitución de tierras o aguas, se inscribirán, como títulos de propiedad, en los Registros Públicos correspondientes”. El 7 de agosto de 1929 se publicó la Ley de Aguas de Propiedad Nacional, cuyo ámbito de aplicación era la reglamentación y regularización de los aprovechamientos. El orden de preferencia para otorgar concesiones fue el uso doméstico, servicio público, industrial, agrícola, lavado y entarquinamiento de terrenos, hidroelectricidad, pesca, navegación y defensa de la nación. Tenían competencia las secretarías de Agricultura y Fomento, Comunicaciones y Obras Públicas y la de Guerra y Marina. La ley permitía confirmar derechos existentes, solicitar concesiones de agua con un orden de preferencia y aun confirmar aprovechamientos de hecho. Las concesiones para riego eran por tiempo indefinido, pero podían declararse caducas administrativamente, previa audiencia del intere-. ANEAS - 2008. 9.

(27) El Agua Potable en México. sado. Las causas de caducidad eran no usar el agua por tres años seguidos o en tres de cinco años, emplearla en usos distintos de los anotados en la concesión, cuando el usuario tomaba más agua de la concesionada, o por cualquier traspaso o gravamen sin autorización de la Secretaría de Agricultura y Fomento, encabezada por Marte R. Gómez. La concesión, que estipulaba gasto por segundo, volumen anual, uso, duración, causas de reducción y extinción, así como franquicias, podía modificarse si disminuía el caudal de la fuente de abastecimiento o si se reglamentaba el uso del agua en la corriente. Asimismo, suprimía en el artículo 47 los impuestos por el uso del agua instaurados por Venustiano Carranza desde 1917. Esta ley derogó la Ley de Aguas de Jurisdicción Federal de 1910 “y todas las demás disposiciones sobre la materia”, pero “confirmaba las declaraciones de jurisdicción federal” de las aguas que se hubieran hecho de acuerdo con la ley del 13 de diciembre de 1910. Esta ley no fue elaborada por el Congreso de la Unión, sino por el presidente provisional Emilio Portes Gil, en uso de las facultades que le otorgó el Congreso de la Unión el 9 de febrero de 1929. La prestación de los servicios públicos de agua potable no son especificados, hecha excepción porque el artículo 14 permitía la confirmación de derechos de empresas de agua, de propiedad nacional, que prestaran servicios, en general, no necesariamente de agua potable, a terceros mediante el pago de cuotas determinadas. El artículo 32 de la Ley de Aguas de Propiedad Nacional de 1929 exentaba por cinco años de toda clase de impuestos federales, con excepción de los del timbre, sobre la base tributaria de los capitales invertidos en los estudios, construcciones e instalaciones. También exentaba, sin especificar el periodo, los derechos de importación sobre materiales, equipo, etc., destinados a los estudios, construcciones e instalaciones. El 11 de enero de 1934 esta ley fue reformada para requerir el refrendo de los secretarios de Hacienda y Crédito Público y de Agricultura y Fomento acerca de la exención de derechos de importación sobre materiales, equipos, etc., destinados a los estudios, construcciones e instalaciones, de acuerdo con la Ley de Ingresos del Erario Federal para el ejercicio fiscal de 1934. Asimismo, el artículo 47 de la Ley de Aguas de Propiedad Nacional de 1929 estipulaba que, con excepción de los establecidos para la producción de fuerza (generación de hidroelectricidad), quedaban abolidos y prohibidos toda clase de impuestos, gabelas o cualquiera que sea el nombre que pudiera darse a las contribuciones existentes o que en el futuro se intentare hacer pesar, sean federales, municipales o de los estados, sobre el uso y aprovechamiento de aguas nacionales cualesquiera que sean sus fuentes. En la reforma del 11 de enero de 1934, el Congreso de la Unión legisló que quienes, con o sin título expedido, reconocido o confirmado por el gobierno federal, usen o aprovechen aguas de propiedad nacional, quedaban obligados a “compensar” al gobierno federal por i) el uso o aprovechamiento del agua, ii) porque se les mantuviese el derecho que ostentaban, iii) porque se les otorgara, reconociera o confirmara el derecho de uso del agua, y iv) por las cesiones de derechos que efectuaran. Los estados y municipios no podían establecer ni percibir impuestos o contribuciones de ninguna naturaleza sobre el uso o aprovechamiento de las aguas nacionales. Marte R. Gómez era el subsecretario de Hacienda y Crédito Público. El 2 de agosto de 1934 la Ley de Aguas de Propiedad Nacional de 1929 sufrió otra reforma para permitir que los ayuntamientos que administraran directamente los servicios públicos y domésticos, pudieran fijar las tarifas para el suministro de las aguas de acuerdo con las disposiciones hacendarias que rigieran en las entidades federativas a que pertenecieran. La Secretaría de Agricultura y Fomento aprobaba los planos y proyectos de las obras que los ayuntamientos pretendieran realizar, otorgaba los volúmenes concesionados a los ayuntamientos y vigilaba que no tomaran más agua que la autorizada. Esta modificación de la ley también permitía a los ayuntamientos contratar con particulares la provisión de los servicios públicos y domésticos de las poblaciones, siendo las Secretarías de Agricultura y Fomento y la de Economía Nacional las que revisaban y autorizaban las tarifas. Para esta ley, se entendían como usos domésticos y servicios públicos, “el suministro de aguas para satisfacer las necesidades de los habitantes de las poblaciones, el riego de terrenos que estén com-. 10. ANEAS - 2008.

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