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Peones, arrendatarios y aparceros en México: 1851-1853

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PEONES, ARRENDATARIOS

Y APARCEROS E N MÉXICO

1851-1853

Jan B A Z A N T

El Colegio de México

C A S I CINCUENTA KILÓMETROS al norte de la ciudad de San L u i s

Potosí se encuentra el casco de lo que fue a n t a ñ o la extensa y próspera hacienda de Bocas. Antiguamente pasaba por allí el camino de San L u i s a Saltillo, y hoy el ferrocarril de Mé-xico a Monterrey. E l casco y las tierras principales de cul-tivos se encuentran a 1 700 metros de altura; el régimen plu-viométrico es irregular, característico del norte del país; una presa que data del virreinato proporcionaba el agua de riego para los cultivos m á s importantes: el maíz, el f r i j o l , el chile y, después, también el trigo y la cebada. E n ranchos descen-tralizados h a b í a ganado y destilaban aguardiente de agave.

E n 1844, Juan de Dios Pérez Gálvez, senador, conde y hombre de empresa, c o m p r ó la hacienda de Bocas a J o s é Ma-riano Sánchez Mora, Conde del Peñasco, cuya fortuna estaba declinando. Por 1850, h e r e d ó la hacienda de Bocas una her-mana de Pérez Gálvez, Francisca de Paula.

De esta época data una d o c u m e n t a c i ó n m u y rica en el archivo de Bocas, probablemente ú n i c a en todo el estado de San L u i s Potosí. Por ejemplo, del a ñ o de 1852 se ha conser-vado la totalidad de los libros, libretas, cuadernos, "memo-rias", apuntes, boletas y cartas recibidas en la hacienda de

NOTA: Lista de equivalencias utilizada en este artículo: 1 peso = 8 reales; 1 real = 0.125 pesos

1 fanega (1 bulto) = i /2 carga = 12 almudes = 91 litros

1 almud = 7.6 litros

1 fanega de tierra de sembradura = 3.6 hectáreas

1 almud de tierra de sembradura = 3 000 metros cuadrados 1 vara = 0.84 metros

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Bocas; sólo íalta la correspondencia enviada desde Bocas; no se hacían copias. E n primer lugar está la colección de cua-dernos en que constan las "memorias de raya" mensuales de los sirvientes permanentes, y " m a í z racionado y ministrado a su cuenta"; estos 12 cuadernos, atados, forman u n o solo v contienen las listas alfabéticas - p o r nombre, n o por apellid o , como toapellidas las apellid e m á s listas alfabéticas apellide este a r c h i v o -de los peones acomodados, los días trabajados por ellos con u n a "raya" por d í a y su consumo del maíz, por medio de la r a c i ó n o ministración, palabra que se explicará m á s adelante. Estos cuadernos se relacionan con las salidas del grano de los graneros o trojes; a q u í se llevaba el control por medio de "boletas del m a í z " o "boletas del granero" que se sumaban cada mes y se envolvían en u n papel en que se asentaban las sumas de las salidas por diferentes conceptos; estas sumas se r e p r o d u c í a n después en la libreta del trojero.

Los mencionados cuadernos de raya no indican el sala-r i o ; éste se anotaba en tsala-res "libsala-ros de sisala-rvientes pesala-rmanen- permanen-tes" que contienen la cuenta corriente i n d i v i d u a l de cada trabajador por separado, desde enero hasta diciembre. Los nombres son, pues, los mismos que en los cuadernos de raya. Cada l i b r o contiene u n índice alfabético de ellos, de m o d o q u e es relativamente fácil localizarlos. Los libros 1 y 2 i n -cluyen a los peones permanentes comunes, el l i b r o 3 a los "muchachos" y termina con la cuenta de 14 "contratistas" -caleros, herreros, pintores, ladrilleros que trabajaban a des-t a j o - y los "parados", los que se fueron de la hacienda.

Dos libros de arrendatarios contienen los estados de cuen-ta de cada u n o de ellos, arreglados por secciones de la finca y cada sección con u n índice alfabético. Luego hay tres cua-dernos llamados "memorias de alquilados", que contienen en orden cronológico, por semanas, los nombres de los peones eventuales, los días trabajados y el j o r n a l . E n el primero se inserta l o que pagaron los medieros en salarios por la pizca o cosecha del m a í z ; a su debido tiempo se explicará por q u é se incluyó esta información en el cuaderno. Hay, además, u n " p r o n t u a r i o " con datos útiles de los que se puede inferir la cosecha del m a í z y del f r i j o l ; u n a libreta de criadas y otras

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de pastores y c a r r a l e s encargados del ganado; y la ya men-cionada libreta del trojero, con las salidas y las'entradas del maíz. Finalmente, hay papelitos sueltos y envueltos en pape-les grandes, cerrados en la forma de u n sobre, de los que ya se han nombrado, las boletas del maíz; siguen las boletas de la tienda o almacén con el n o m b r e del peón y los efectos comprados por él y los respectivos precios en cada una; en el papel de envoltura van sumadas las "ministraciones". E n estos sobres hay a veces listas interesantes, como, por ejemplo, de los peones que compraron carne en ciertas ocasiones. Por último, 12 sobres p e q u e ñ o s titulados "obvenciones" i n d i c a n la deuda de la hacienda al sacerdote por los casamientos, en-tierros y bautizos de los peones; se consultaron t a m b i é n las libretas y los papeles de 1851 y 1853.

De la m u l t i t u d de estos documentos se desprenden diversos aspectos de la hacienda; la hacienda aparece básicamente en sus dos funciones, la organizadora del trabajo o p r o d u c c i ó n con los peones acomodados y alquilados y t a m b i é n con los medieros; y la función derivada de la hacienda como pro-piedad territorial que cobra renta a los usuarios del terreno; algunos de éstos tienen " l a b o r " propia, en otras palabras, cultivan p o r su cuenta o a medias con la hacienda, dando trabajo q u i z á a los mismos alquilados que trabajan en otras temporadas para la hacienda; otros trabajan en forma even-tual para la hacienda. E l ser arrendatario no. dice nada sobre la posición social n i sobre el papel de la persona en la eco-n o m í a de la hacieeco-nda.

• Elemento fundamental en una hacienda son los peones acomodados; una hacienda puede existir con pocos peones eventuales y con pocos o ningunos medieros y arrendatarios; casi por definición, una hacienda reúne a u n g r u p o m á s o menos permanente de familias que gozan allí de ciertos de-rechos tradicionales. E n Bocas se les llamaba sirvientes per-manentes; tenían a título gratuito u n terreno para casa, co-r co-r a l y cultivo; vivían en gco-ran m a y o co-r í a ceco-rca del casco, " e n el casco", o en los "ranchos", sujetos a la disciplina del trabajo, precio que pagaban por sus derechos. Satisfecho este rasgo esencial, p o d í a haber variaciones locales. Mientras en otras

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haciendas potosinas, como las de Bledos y L a Parada - s e g ú n creo poder deducir de los datos de sus archivos- todos' los peones permanentes llamados t a m b i é n acomodados, recibían u n a ración de maíz, en Bocas sólo una menor parte de ellos. E l n ú m e r o total de "sirvientes permanentes" en Bocas a s c e n d í a aproximadamente a cuatrocientos. E n una cantidad t a n grande, era inevitable que hubiera una cierta fluctua-ción. N o todos estuvieron allí todo el año. S u m á n d o l o s mes p o r mes, su n ú m e r o osciló entre 350 y 400, excepto en diciem-b r e cuando diciem-b a j ó a 325; tal vez algunos se separaron para i r a "su t i e r r a " a cosechar su m a í z propio. A h o r a bien, al su-marse todos los nombres de los tres libros de sirvientes, dan el total de 425, pero n o se olvide que no todos estuvieron allí t o d o el año.

A grandes rasgos, este ejército de trabajadores permanen-tes, "de planta", se puede d i v i d i r en los tres grupos siguientes: e n la cúspide de la organización se encuentra el grupo pri-mero y el menos nupri-meroso pues consta sólo de cinco perso-nas; después siguen unos 55 trabajadores llamados entonces acomodados, que hoy se l l a m a r í a n probablemente "de con-fianza" y que recibían una ración de maíz aparte de su suel-d o mensual; por último, está la masa suel-de 360 trabajasuel-dores permanentes comunes a quienes se "ministraba" el maíz a cuenta de su j o r n a l .

/ Los cinco miembros de la " é l i t e " merecen atención espe-cial. M a n u e l Savariego,/administrador a partir del l" de ene-r o de 1852, disfene-rutaba el sueldo anual de 800 pesos; no se le daba ración de maíz, pero en cambio tenía varios cultivos a medias con la hacienda, según u n documento suscrito por la propietaria, Francisca de P. Pérez Gálvez; probablemente eran cultivos de cierta consideración. Con este sistema, el ad-m i n i s t r a d o r se sentía probablead-mente coad-mo socio de la ha-cienda. E l administrador anterior, L i v o r i o Seijas, ganaba 800 pesos anuales y recibía, a d e m á s , una comisión del 4 % de co-secha en las semillas y el mismo porcentaje de utilidades de la tienda, que fluctuaban entre $4 000 y $6 000 anuales. Pa-rece que con el administrador nuevo, la hacienda esperaba lograr una economía. D e s p u é s sigue el capellán fray

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Fran-cisco H u e r t a , sin ración y con sueldo mensual de 26 pesos; a d e m á s , el padre presentaba cada mes la cuenta de los casa-mientos, bautizos y entierros de los peones y sus familiares, con lo que su ingreso mensual aumentaba a cien pesos en promedio. L a hacienda se hacía responsable de la deuda de los peones y las cantidades correspondientes las cargaba a su cuenta. E r a n cantidades m u y fuertes: el precio de una boda fluctuaba entre diez y quince pesos - a l g o como m i l o m i l quinientos pesos de hoy d í a - ; en vista de esto parece creíble que jóvenes casaderos prefirieran " r a p t a r " a su novia y pre-sentarse luego al cura para que los casara, a l o que no se p o d í a negar. Los entierros y a ú n m á s bautizos eran mucho más baratos; el bautizo m á s económico - l o s precios eran siem-pre v a r i a b l e s - costaba poco m á s de u n peso. E l padre era probablemente la segunda persona de mayores ingresos en Bocas, pues el administrador percibía, aparte de su sueldo, utilidades como agricultor. Las tres personas siguientes son Cecilio Quiroz, M a r t í n Torres y Bernardino Castillo. Quiroz, mayordomo o sea el que dirigía el trabajo de los 400 peones, ganaba 250 pesos anuales y recibía semanalmente u n b u l t o de m a í z de ración, cantidad que le permitía emplear gran parte de él, p o r ejemplo, en el engorde de animales. A d e m á s , como revela el Prontuario, el mayordomo tenía derecho al u n o por ciento de las cosechas del maíz, el f r i j o l y el chile, los cultivos principales^ aun cuando no los únicos, de Bocas. Es-tas porciones se le entregaban físicamente de m o d o que él p o d í a disponer de ellas libremente. E n 1852, las cosechas del m a í z fueron 18 100, del f r i j o l 738, del chile de todas clases 605 bultos. C o n su comisión, el m a y o r d o m o p o d í a doblar o triplicar su sueldo. M a r t í n Torres, encargado, "dependiente", de la tienda devengaba 500 pesos anuales y como ración una fanega de m a í z y u n a l m u d de f r i j o l . Puesto que no h a b í a pueblos cercanos la tí en cía. ele la hacienda era la única en u n radio de muchos kilómetros* sus ventas mensuales a los em~ oleados y los trabajadores de 500 1 000 pesos justificaban el sueldo relativamente elevado E l ú l t i m o del grupo, Bernar-d i n o Castillo escribiente y contaBernar-dor ganaba $300 y seis al-mudes c) sea medio b u l t o de m a í z como ración

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PEONES, ARRENDATARIOS Y APARCEROS 335 E n las cuentas de Quiroz y Castillo se observa por primera vez la institución de los; "semanarios", cantidades que la ha-cienda entregaba en dinero efectivo a ciertos empleados y trabajadores, para que las gastaran libremente. E l resto del sueldo, que era normalmente su mayor parte, se les entregaba en mercancía. Por supuesto, los semanarios tenían que guar-dar cierta p r o p o r c i ó n con el salario total, pues u n semanario excesivo pudiera desequilibrar la cuenta. T a n t o Quiroz como Castillo " p e d í a n " cada semana tres pesos, lo que era en u n cierto sentido c ó m o d o , pues n o tenían que pensar en el aho-r aho-r o ; la hacienda lo hacía poaho-r ellos.

Por m á s prósperos que hayan sido las cuatro personas mencionadas, no dejaron de ser "sirvientes". N o están en una l i b r e t a separada sino precisamente en el L i b r o 1» de sirvien-tes, el que encabezan. A los ojos del d u e ñ o de una hacienda, o p o r lo menos de-la hacienda de Bocas, hasta sus empleados m á s importantes eran meros sirvientes. Pero estas libretas tra-dicionales quizá ya no correspondían a la realidad.

• F.i grupo siguiente lo f o r m a n 55 acomodados con sueldo mensual de cuatro hasta diez pesos y con la ración semanal variable de dos y tres almudes; excepcionalmente seis. Tres almudes son m á s o menos 23 litros, suficiente para una fami-lia n o r m a l a razón de u n l i t r o diario por adulto. Los que tenían una ración de dos almudes o sea quince litros, solían completarla comprando u n a l m u d adicional al precio de u n real, esto es $0.125, lo que son $0.50 al mes. >Es obvio que este grupo gastaba sólo una p e q u e ñ a parte de sus ingresos en los alimentos b á s i c o s . / A él pertenecían escribientes, ayu-dantes de la tienda, cobrador, sacristán, dos maestros de es-cuela, trojeros, sobrestante de la obra, caporales y pastores responsables de u n n ú m e r o determinado de cabezas de ga-nado . . , L a n ó m i n a de este grupo sigue después de los pri-meros cuatro tanto en el L i b r o de sirvientes como en los cuadernos de raya.

L a vida de los acomodados se ilustra con P i o q u i n t o L i ñ á n , cuya cuenta corriente se encuentra en la p á g i n a 35 del L i b r o 1" de sirvientes. L i ñ á n - l a í n d o l e de su trabajo en la hacien-da se i g n o r a - devengaba u n sueldo mensual de seis pesos,

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casi u n o y medio semanal y como ración, recibía dos almu-des por semana. Como se ha dicho, esta ración n o r m a l m e n t e n o bastaba y como tantos otros peones, L i ñ á n tomaba u n al-m u d seal-manal a cuenta de su salario al precio de u n real, esto es $0.125, o sea $0.50 al mes por cuatro almudes. L a hacienda proporcionaba el maíz desgranado a cuenta de los salarios invariablemente al precio de doce reales o sea $1.50 por bul-to; u n b u l t o o una fanega como se decía de preferencia, cons-taba de doce almudes. E n ocasiones excepcionales, los peones compraban pequeñas cantidades de grano, medio a l m u d o u n a l m u d , a la troje; esto se llamaba compra del maíz " p o r boletas", pues el encargado del granero llenaba una boleta y la pasaba a la contabilidad. E l ' p r e c i o d e e s t e m a í z e r a má s

elevado, pues era el precio de venta que regía en este mo-mento^ De enero a j u n i o de 1852, una fanega se vendía a 3 pesos,'de j u l i o a diciembre a 14-18 reales, esto es alrededor de dos pesos; el precio m í n i m o registrado fue de 14 reales, $1.75, que rigió en diciembre, mes de la cosecha. E l precio comercial fluctuó, pues, entre dos y tres pesos. Este precio es u n poco m á s alto que el que señala el Diccionario Universal de Historia y Geografía de 1856 para el m u n i c i p i o del Vena-do, cerca de Bocas; el precio oscilaba entonces entre $1.50 y $2.50, pero ya se sabe que los precios eran diferentes cada año. Por fortuna, las compras de los peones a los precios del mercado eran de poca m o n t a : ascendían en promedio aproxi-madamente al 5 % de las ministraciones totales a cuenta del salariò. E n esta forma, L i ñ á n c o m p r ó el 19 de j u l i o u n a l m u d de m a í z a u n real y medio, a $2.25 la fanega.

/ Por ú l t i m o algunos de estos 55 peones t o m a r o n el 1» de j u l i o viri a l m u d de maíz para semilla Puesto' que se puede suponer— el grano era seleccionado, su precio era a ú n m á s elevado, u n a l m u d a dos reales y medio, o sea $3.75 la fanega. Por supuesto nadie tomaba t a l cantidad sino ú n i c a m e n t e casi todos a l m u d- aparte de "Una vivienda los peones acó™

modados recibían de la hacienda u n a parcela en la que cabía precisamente u n a l m u d de semilla Si se toma en cuenta que u n a fanega consiste de doce almudes y que una fanega como medida de superficie eran casi 3 6 hectáreas entonces u n

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a l m u d de tierra son 3 000 metros cuadrados! De este terreno no pagaban renta y en esto, los peones diferían de los arren-datarios. E l cultivo de esta p e q u e ñ a superficie no podía inter-ferir mucho con el trabajo de los peones en la hacienda; era simplemente una concesión a la tradición del campesino i n -d í g e n a acostumbra-do a sembrar maíz con u n poco -de f r i j o l y calabazas. M á s adelante se verá cuánto pudiera producirles esta parcela.

E n sumaf la hacienda proporcionaba el maíz a los peones acomodados'a cuatro distintos precios: como ración, su pre-cio era cero; maíz a cuenta del j o r n a l , todo el año a 81.50 u n b u l t o ; maíz por boletas al precio de venta y maíz de sem-bradura. Este sistema, a primera vista, superfluamente com-plicado, tenía su lógica: su función consistía en asegurar la subsistencia de los peones; en cosas extra, los peones tenían que pagar m á s / T a m b i é n L i ñ á n a d q u i r i ó el 1? de j u l i o grano para semilla, pero a diferencia de los demás, fueron dos al-mudes; tal vez su parcela era doble de la n o r m a l (quizá por error, se le vendieron en cuatro y medio reales en lugar de c i n c o ) . E l hecho de que tres semanas después, L i ñ á n hubiera comprado u n a l m u d m á s al precio del mercado, p o d r í a tal vez significar que una parte de la semilla se perdió y que t u v o que sembrar de nuevo.

Todas estas compras se pueden ver en la cuenta corriente de L i ñ á n , en la columna "Debe". Allí se asentaron t a m b i é n sus compras a la tienda llamada t a m b i é n almacén; sus com-pras del "recaudo", o sea todos los comestibles exceptuando el maíz; por este concepto se le cargaba cada mes u n peso; en otras palabras, eran dos reales por semana. De vez en cuando, h a b í a "ventas especiales"; así en agosto, L i ñ á n ad-q u i r i ó con muchos otros peones u n par de huaraches en u n real y medio, $0.1875. Sus gastos mayores del año fue u n en-tierro que costó cuatro pesos y u n c a k ó n de gamuza, en la navidad, en $3.50. N o obstante'esto y sus diversas compras en el almacén —un mes gastó allí diez pesos—, su cuenta no se desequilibró. L a explicación se encuentra en sus relativa-mente modestos semanarios que ascendían a dos reales o sea u n peso mensual, cuando el mes era de cuatro semanas. Era

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lo ú n i c o que recibía en dinero efectivo; todo l o d e m á s se le daba en maíz y efectos de la tienda; los gastos extraordi-narios como el entierro, se sumaron a las cantidades minis-tradas y dieron el total de 39 pesos y fracción en los pri-meros siete meses y 33 pesos en los últimos cinco meses; total del a ñ o , 72 pesos y fracción.

A h o r a bien, su sueldo anual de 72 pesos - d e hecho fue fracción de u n peso menos porque en diciembre se le pagaron sólo 26 días -se asentaba en la c o l u m n a " H a b e r " y era obvia-mente u n poco m á s bajo que sus gastos totales. S e g ú n esto, L i ñ á n debía m á s o menos u n peso a la hacienda. Pero en vista de que la hacienda, al 1» de enero de 1852, le debía |6.50, el a ñ o terminó con la deuda de la hacienda hacia L i -ñ á n p o r S 1.75. (Jomo él, muchos otros peones no debían sino a l contrario, se les debía; este crédito llamado "alcance" se quedaba para el a ñ o siguiente como u n a reserva, u n aho-r aho-r o del peón. >

D e s p u é s de este grupo relativamente poco numeroso, si-guen 265 trabajadores permanentes con j o r n a l de u n real y medio, y sin derecho a la ración de m a í z ; por semana perci-b í a n , pues, diez reales y medio o sea aproximadamente $1.30; en u n mes de 30 días, esto e q u i v a l í a a $5.60. Los domingos se pagaban; tal vez una parte del d í a se trabajaba si no en labores agrícolas, entonces en obras como reparación de los caminos o la iglesia; en Bocas no existían, a lo menos para los peones, las faenas, como se l l a m a b a n las tareas gratuitas de las que se había quejado el jefe de la sublevación de Sie-rra Gorda, Eleuterio Quiroz, tres años antes. E n cambio, los días en que los peones" no trabajaron, no se pagaban. Es ob-vio que una cantidad tan grande de peones con u n salario fijo, n o a destajo, r e q u e r í a una supervisión constante; gran parte de los 55 trabajadores de la categoría anterior y, si se quiere, superior, consistía probablemente de personas encar-gadas de ver que los peones que se h a b í a n presentado por la m a ñ a n a a sus labores, en realidad trabajaran.

( Sin ración, los peones permanentes comunes y corrientes estaban atenidos totalmente a su j o r n a l para su subsistencia. N o r m a l m e n t e tomaban, a cuenta, tres almudes semanarios de

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PEONES, ARRENDATARIOS Y APARCEROS 339 m a í z , que, como se ha dicho, era una cantidad suficiente para u n a familia; en cuatro semanas o sea aproximadamente en u n mes, esto formaba una fanega que se les cargaba, sin ex-cepción, a $1.50, al mismo precio que l o recibían los acomo-dados.' E n t r e u n tercio y u n cuarto del j o r n a l u n p e ó n l o c o n s u m í a en este cereal básico. De los 265 peones, 140 pidie-r o n el 1" de j u l i o u n a l m u d -excepcionalmente m á s o me-n o s - de grame-no para sembrar. De esto se puede deducir que la hacienda les daba una parcela y u n lugar para hacer una casa.,/125 restantes no recibieron semilla por razones des-conocidas; se ignora si, por ejemplo, prefirieron a d q u i r i r l a en otra parte a u n precio m á s bajo o si formaban u n grupo especial y m i n o r i t a r i o que sí tenía derecho a levantar una casita, pero no a u n terreno de siembra. ¿La d o c u m e n t a c i ó n disponible no deja despejar esta cuestión;

Como ejemplo de u n peón permanente, se ha escogido a Jacinto L i ñ á n , folio 32 del L i b r o 1« de sirvientes, tal vez pariente de P i o q u i n t o del mismo apellido. E l nivel de vida de Jacinto no era tan elevado que el de P i o q u i n t o . Cada mes se le cargaba u n peso de recaudo -casi todos, si no todos los peones lo t o m a b a n - pero sus compras en la tienda eran m á s reducidas, por la obvia razón de que tenía que gastar en u n mes de cuatro semanas $1.50 en el maíz. N o obstante su ma-yor pobreza, t a m b i é n él tuvo que pagar en marzo $4 por u n entierro. E l 1? de j u l i o t o m ó u n a l m u d de grano para sem-brar; se ignora si la primera siembra no dio resultado; el hecho es que el 12 del mismo mes c o m p r ó otro a l m u d al pre-cio comercial, m á s alto que el que recibía a cuenta del jor-n a l . E l 9 de agosto a d q u i r i ó otro a l m u d y por último, el 13 de septiembre otro tanto, siempre aparte de su consumo nor-m a l de tres alnor-mudes senor-manales a cuenta del j o r n a l . Puede ser que en su f a m i l i a simplemente comieron u n poco m á s , de m o d o aue las "mim'stracinnpS" ñ á m a l e s del maíz no fueron

suficientes.í ;En u n a ocasión, el 2 de noviembre, c o m p r ó u n

real de carne. L a carne se cargaba en las cuentas de los peones por separado, y la m e n c i ó n de ella es m u y poco frecuente. Sería erróneo deducir que los peones eran vegetarianos, pues hasta los campesinos m á s pobres de M é x i c o h a n tenido

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siem-pre gallinas y puercos; los peones en su solar tenían espacio suficiente para e l l o j Jacinto tuvo en sus manos dinero efec-tivo sólo pocas veces al a ñ o : en febrero tomó a cuenta medio peso y en mayo ú n i c a m e n t e medio real. Así, pues, al llegar diciembre, tenía a su favor u n a cantidad bastante considera-ble, 17 pesos de los que 13 gastó en el almacén en m e r c a n c í a no especificada y cuatro cobró en efectivo. Obviamente, ha-b í a estado ahorrando todo el a ñ o para permitirse estos lujos. Habiendo empezado el a ñ o con u n crédito de dos pesos, con-tra la hacienda, terminó debiendo cinco reales, poco m á s que medio peso. O t r o L i ñ á n , Juan, empezó el a ñ o con el crédito de $0.70; en agosto le d e b í a n m á s de $4 pero, ya que quizá quería separarse, cobró el saldo en efectos de la tienda- Por último, Francisco L i ñ á n comenzó el a ñ o con una deuda de casi $11; en el curso del a ñ o la redujo a $0.50.

<E1 ú l t i m o grupo de peones permanentes consta de 95 "muchachos" con j o r n a l de u n real, poco menos de u n peso por semana y $3.75 al mes. Los "muchachos" no eran niños sino jóvenes probablemente con hogar propio; si se toma en cuenta la costumbre de hijos solteros de continuar viviendo en la casa de sus padres, los "muchachos" m á s bien parecen ser jóvenes casados a ú n sin hijos. Pero para esto, su n ú m e r o da la i m p r e s i ó n de ser excesivo. Quizá se incluían entre ellos parejas con u n o o dos infantes./A juzgar por sus apellidos, muchos eran hijos de los peones. Ciertos apellidos poco co-munes como L i ñ á n , T o v a r , Pantaleón, Luna, Zavala, G ü e l , Ovalle y otros, se repetían con frecuencia, no sólo entre los peones permanentes sino t a m b i é n entre los alquilados, los arrendatarios y los medieros, y se puede suponer su pertenen-cia a u n a sola familia.

De los 95 jóvenes - d e hecho eran menos numerosos por-que no todos trabajaron todo el a ñ o - unos 25 p i d i e r o n u n a l m u d de semilla; de nuevo se ignora el p o r q u é sólo ellos. E l caso de H i l a r i o y M i g u e l L i ñ á n , folios 25 y 48 del L i -b r o 3? de sirvientes, sirve a q u í de muestra. Como casi todos los d e m á s jóvenes, cada u n o de los dos consumía u n a l m u d y medio de grano por semana a cuenta del salario, al precio f i j o de $1.50 u n b u l t o ; en cuatro semanas esto sumaba seis

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PEONES, ARRENDATARIOS Y APARCEROS 341 reales o sean $0.75. U n a l m u d y medio son aproximadamen-te 11.5 litros, alimento al parecer suficienaproximadamen-te para u n hombre y u n a m u j e r la cual come normalmente menos tortillas que su c o m p a ñ e r o . Quizá esta cantidad no bastaba a los L i ñ á n ; q u i z á sus niños reclamaban cada vez m á s comida; el hecho es q u e ambos adquirieron en varias ocasiones u n a l m u d de maíz al precio del mercado. N a t u r a l m e n t e -surge lógicamente esta p r e g u n t a - si no les bastaba el a l m u d y medio semanal, ¿por q u é n o tomaban u n poco m á s a cuenta del salario, en lugar de comprar el complemento " p o r boletas", a u n precio m á s elevado? L a ú n i c a respuesta posible es que el precio de $1.50 p o r u n a fanega era u n precio especial, reducido m á s bajo que el comercial; al considerar el consumo n o r m a l m í n i m o de u n p e ó n , la administración determinaba la cantidad de grano q u e p o d í a tomar a cuenta del j o r n a l . De los dos Liñanes, sólo M i g u e l t o m ó en j u l i o maíz para sembrar; en marzo h a b í a comprado en $0.75 tres almudes, aparte de su consumo nor-m a l ; H i l a r i o a d q u i r i ó en j u n i o seis alnor-mudes en $1.50, precio del mercado, doble que el especial. Estas cantidades eran de-masiado grandes para consumo propio. T a l vez compraron para revender. Los L i ñ a n e s jóvenes c o n s u m í a n sólo una m i -tad de recaudo, $0.50 al mes, que los L i ñ a n e s "grandes" o " a d u l t o s " ya mencionados, probablemente padres de una fa-m i l i a nufa-merosa. H i l a r i o tocó dinero sólo una vez en el año, en mayo, cuando recibió u n real en plata; el otro n i una sola vez. A H i l a r i o le sobraban en diciembre cuatro pesos, así que los gastó en el almacén en efectos n o especificados. A ú n así, al cierre del a ñ o tenía a su favor $1.40. A M i g u e l no le que-daba tanto porque en septiembre y octubre trabajó sólo dos tercios del tiempo; antes de la navidad pudo gastar en mer-cancía no especificada $2.50; con todo, al 31 de diciembre, la hacienda le d e b í a casi lo mismo que a H i l a r i o .

De las p á g i n a s anteriores se desprende que los peones per-manentes ganaban en la hacienda de Bocas m á s que lo sufi-ciente para alimentarse, porque su salario cubría con amplio margen su consumo de maíz y del llamado recaudo, que i n -cluía t a m b i é n tabaco. E l salario real de los peones aumenta al agregársele su p e q u e ñ a siembra. Si - c o m o después

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afir-m a r ó n los caafir-mpesinos de A h u a l u l c o - u n a l afir-m u d de afir-m a í z pro-duce en promedio aproximadamente ciento veinte almudes - e l m á x i m o son 200 y el m í n i m o 6 0 - o sea diez bultos, los peones o b t e n í a n así grano bastante para alimentar dos per-sonas durante el año, a cambio de $0.30, precio de la semilla; pero t a m b i é n es posible que las tierras de A h u a l u l c o eran mejores; u n a l m u d en Bocas p o r d u c í a q u i z á una m i t a d , 5 bultos; el costo de la siembra, el cultivo y la pisca es consi-derada igual a cero porque, se puede suponer, estuvo a cargo de la familia. Con el maíz cultivaron probablemente también el f r i j o l , a juzgar por el hecho de que en j u n i o , muchos com-praron u n a l m u d de esta semilla, por cierto al precio alto de tres reales; pues según el Diccionario citado, una fanega de f r i j o l valía en esa región entre 14 y 22 reales. E n cuanto a las compras de carne: la hacienda hacía periódicamente matanzas cuyo producto vendía a los peones. Por ejemplo, según los papeles de la tienda de abril, el 2 de este mes se vendió carne a 30 personas a razón de uno a cuatro reales; a fines del mes se vendió carne de puerco a 300 peones, uno a dos reales cada uno; por desgracia, no se i n d i c a n las canti-dades de carne. Eran puercos bien alimentados, pues sólo en a b r i l se h a b í a n gastado 110 fanegas de m a í z en su engorda. / Por lo que se ha visto en las cuentas de los peones, les quedaba siempre u n sobrante que gastaban en la tienda. Ésta manejaba todo excepto el maíz. L a m a y o r í a de las boletas de la tienda se refieren al recaudo; otras i n d i c a n la mercan-cía con su precio y el nombre del comprador, por último, otras no especifican la clase de mercancía sino señalan sólo el i m p o r t e . í E n u n lugar tan alejado como Bocas, donde ha-b í a sólo una tienda, no era difícil que u n administrador poco escrupuloso intentara cobrar precios abusivos a los peo-nes quiepeo-nes constituían el 90% de la clientela (el resto era para la casa). Para saber si esto sucedía en Bocas, h a b r í a que conocer los precios que se cobraban al menudeo por las mis-mas mercancías en u n lugar cercano como A h u a l u l c o , A g u a H e d i o n d a y E l Venado. >No bastaría conocer los precios al menudeo en la ciudad de San Luis, porque de ahí a Bocas tendría que agregarse el costo de transporte. Sin embargo, no

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PEONES, ARRENDATARIOS Y APARCEROS 343 se tienen n i los precios de San Luis. Las publicaciones de la é p o c a , como las Guías de Forasteros, dan ú n i c a m e n t e precios al mayoreo. Se ha encontrado una sola excepción en la p. 408 de México, lo que es y lo que fue, de Brantz Meyer según el c u a l una vara de manta valía en 1842 en la provincia m á s o menos $0.25 al menudeo, exactamente l o mismo - d o s reales-q u e la hacienda de Bocas cobrara a sus peones. L a tienda compraba la m a n t a al mayoreo al precio de $4.50 por una pieza de 24.50 varas cada una, o sea, casi u n real y medio por u n a vara.

L a u t i l i d a d b r u t a de la tienda era aproximadamente el 3 3 % , porcentaje razonable, pues l o n o r m a l en el comercio era el 50%. Naturalmente, las tiendas de haciendas tenían mercado asegurado.

N i n g u n a boleta menciona venta de bebidas alcohólicas. Se p o d r í a tal vez pensar que se incluían en efectos no espe-cificados. Pero parece obvio que al hacendado n o le convenía expenderlas, a causa del riesgo de disturbios.

¿ C ó m o se compara la situación de los peones en Bocas con la existente en las haciendas de Bledos y L a Parada? E n estos dos lugares, t a m b i é n situados en el Estado de San Luis Potosí, la ración del m a í z era - s e g ú n los archivos de dichas haciendas- medio a l m u d diario, esto son tres y medio almu-des semanales o sea 26.5 litros, m á s que en Bocas; además, la r e c i b í a n todos los trabajadores permanentes y no sólo u n gru-po l i m i t a d o . Por otro lado, se les pagaba u n real diario, me-nos que en Bocas; y el m a í z extra se les v e n d í a en dos pesos la fanega, en lugar de $1.50. L a diferencia m á s o menos se compensa. S e g ú n la p. 34 del l i b r o de C h . H . Harris, The Sánchez Navarros/las haciendas ganaderas de la familia Sán-chez Navarro en e í Estado de Coahuila, al norte de San Luis, pagaban a sus peones, pastores en su mayor parte, en prome-d i o cinco pesos mensuales, a prome-d e m á s prome-de la ración semanal prome-de dos almudes de maíz y u n a l m u d y medio de harina de tri-go: cantidades m u y semejantes a las que pagaban las tres ha-ciendas potosinas. Si bien h a b í a variaciones regionales, locales o individuales, los peones tenían en esta parte del norte de M é x i c o aproximadamente el mismo nivel de vida.

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<Casi todos los miembros c o m o se supone que lo s o n -de l a familia L i ñ á n , en vez -de -deber a la hacienda, tenían crédito, "alcance", a su favor. Esto obviamente no concuerda con l a idea de que todos los peones estaban endeudados con la hacienda. Para aclarar este problema se h a n examinado los saldos de todas las cuentas comentes al 31 de diciembre; 183 "sirvientes permanentes" resultaron debiendo en total $1 407 o sea $7.60 por cada uno en promedio; 64 tenían a su favor "alcances" por $411 por todos; 21 n i d e b í a n n i se les d e b í a ; y por último, aproximadamente 72 d e b í a n o se les de-b í a menos de u n peso. De estas sumas se h a n o m i t i d o sólo al administrador y al capellán. 37 "muchachos" d e b í a n en total $89, a 18 les "alcanzaban" $36 y 40 d e b í a n o se les debía menos de u n peso por cada uno. Alrededor del 30% de los peones permanentes no debían nada a la hacienda de Bocas. Entre los que tenían crédito a su favor, figuran ciertamente varios empleados y trabajadores de confianza como el encar-gado del mesón con sueldo mensual de seis pesos y tres almu-des de ración, a quien se debían veinte pesos; entre ellos hay t a m b i é n varios empleados del "rancho de v i n o " , la destile-ría. Pero la mayoría preponderante la formaban quienes de-vengaban el j o r n a l de u n real y medio. L o mismo se puede decir del otro grupo.

Se ha observado que en la gran m a y o r í a de los casos, quienes t e r m i n a r o n el a ñ o de 1852 con una deuda hacia la hacienda, h a b í a n ya principiado el a ñ o con una deuda; ob-viamente venían arrastrándola desde hacía tiempo..; Pero esto n o contesta la pregunta sobre el origen del adeudo. Es obvio que siendo iguales otras circunstancias, para los padres de u n f a m i l i a m u y numerosa era difícil mantenerse libres de la deuda. Pero las "otras circunstancias" raras veces eran igua-les. Ya en aquel entonces y en las capas m á s populares, había personas trabajadoras y ahorrativas, y otras no>Estos rasgos eran, hasta cierto punto, familiares; en la familia L i ñ á n y L u n a , por ejemplo, casi nunca se d e b í a a la hacienda; en cambio, en la familia Pantaleón l o contrario. Por desgracia, se ignora si esto se relacionaba con el n ú m e r o de hijos o no; sobre este aspecto faltan datos.

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PEONES, ARRENDATARIOS Y APARCEROS 345 Los P a n t a l e ó n comenzaban el a ñ o ya con una deuda, por ejemplo, Inocencio, q u i e n ganaba el j o r n a l de u n real y me-d i o , con la me-deume-da me-de $4,25. L a primera parte me-del año no se a p u r ó mucho y cada mes faltó varios días al trabajo. E n la segunda parte del a ñ o casi no faltó; sus gastos todo el a ñ o fueron moderados y ya parecía que terminaría el a ñ o con u n alcance, cuando en noviembre tuvo la mala suerte de matar-u n a m matar-u í a de la hacienda. E n smatar-u cmatar-uenta no se mencionan las causas - s i fue u n descuido u otra cosa, el hecho es que se le c a r g ó a 25 pesos, cantidad al parecer excesiva (quizá esto era su precio al menudeo) - ; en los inventarios de La Parada, las m u í a s se valuaron en $12, posiblemente a su precio de mayoreo o de costo, de modo que para la hacienda de Bocas, u n a m u í a no p o d í a valer lo cobrado a Pantaleón. T a l vez h u b o la intención de m u l t a r l o . Sea como fuere, Inocencio t e r m i n ó el año, debiendo $17. L a suerte no le ayudó. Ignacio P a n t a l e ó n t a m b i é n con j o r n a l de u n real y medio, a b r i ó el a ñ o con una deuda de $17.50. Como Inocencio, Ignacio fal-t ó los primeros meses con frecuencia al fal-trabajo; gracias a sus moderados gastos, logró reducir su deuda a fines de 1852 a $5.40. Su situación, pues, mejoró. A p o l i n a r i o Pantaleón, tam-b i é n con u n j o r n a l de u n real y medio, tratam-bajó sólo la pri-m e r a parte del año. S e g ú n la lista de los "parados", esto es los peones que se separaron de la hacienda, A p o l i n a r i o se h a b í a separado antes debiendo a la hacienda $1.25. E l 1« de enero de 1852 entró a trabajar de nuevo, pero a causa de sus faltas de asistencia y sus relativamente excesivas compras en el almacén, a mediados del a ñ o debía $6.25. Entonces volvió a separarse y su adeudo p a s ó a la lista de deudas. Marcelino P a n t a l e ó n con el mismo salario, comenzó debiendo $4.35 y t e r m i n ó debiendo $4.10; cada mes tuvo varias faltas al tra-bajo. Marcelo del mismo apellido y j o r n a l , empezó debiendo m á s de $7- t a m b i é n él faltó bastante al trabajo pero gracias a. sus modestos gastos logró reducir su deuda a $0.45." Otros supuestos miembros de la familia Pantaleón Casimiro redu-i o su deuda de casredu-i %4 a $3 v R o q u e de $19 45 a $15 Por úl t i m o , A n t o n i o Pantaleón! trabajador de confianza con seis pesos mensuales y dos almudes de ra c i ó n empezó debiendo

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12.30 y terminó con u n "alcance" de $1.50. E n la familia Pan-taleón se nota con una excepción u n esfuerzo por d i s m i n u i r l a deuda; también el " m u c h a c h o " J u a n Pantaleón logró re-ducir su deuda de $6 a $2.50.

E l caso de la familia Pantaleón resulta típico si se exami-n a exami-n los saldos al 1? de eexami-nero de 1852. E exami-n exami-números aproxima-dos, 260 trabajadores debían $2 600 y 80 no debían o se les d e b í a n $450. De los "muchachos", 60 d e b í a n $180 y 35 te-n í a te-n crédito por $40. E te-n u te-n año, la deuda de los peote-nes se redujo en $1 300.

; L a separación voluntaria de u n p e ó n permanente era u n evento bastante común. Cada a ñ o se confeccionaba una "lis-ta de los sirvientes que han salido debiendo y se les debe", \ Se ignora cuántos peones se fueron entre los que no debían nada y a quienes no se debía nada; pues de éstos no se hacía lista. S e g ú n la lista de 1852, cerca de 120 peones se h a b í a n ido en los últimos pocos años, debiendo en total m á s de $1 000 y aproximadamente 30 se fueron con u n "alcance" de m á s o menos $200/.. L a situación era, pues, muy diversa de la que, según parece, existió por los mismos años en el lati-f u n d i o de Sánchez Navarro en Coahuila. S e g ú n el l i b r o de Harris, allí era casi imposible para los peones librarse de las deudas y abandonar la hacienda; pues aun cuando lo hubie-ran hecho, ehubie-ran capturados y castigados. Sin duda, en Coahui-la era m á s difícil h u i r del l a t i f u n d i o , por su extensión, el de-sierto y la presencia de los indios n ó m a d a s que atacaban a la gente sedentaria. Pero ¿se han podido consultar los libros de los peones? Si se pudieran tener a la vista, quizá se vería que muchos peones no d e b í a n nada, que, aun cuando se hu-bieran ido debiendo, muchos no fueron capturados y que, en suma, la media docena de casos conocidos de peones huidos y capturados fue quizá una excepción. Por lo menos en Bocas, el n ú m e r o de los peones que se fueron debiendo parece de-masiado grande para suponer la existencia de los intentos de perseguirlos y capturarlos;<si esta práctica había existido en alguna fecha pasada, por 1852 los administradores se conten-taban simplemente con llevar las deudas en una libreta y te-nerlas en la contabilidad como créditos incobrables. N o es

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PEONES, ARRENDATARIOS Y APARCEROS 347 que Bocas careciera de u n aparato coercitivo.) A causa de la distancia de la sede de la autoridad gubernamental m á s cer-cana - S a n L u i s Potosí, que estaba casi a 50 kilómetros de d i s t a n c i a r e n la hacienda se necesitaba una fuerza que man-tuviera orden, por lo menos, hasta la llegada de las autori-dades. L a hacienda era de hecho ó r g a n o a u x i l i a r del go-bierno. >

1.a posición de los peones eventuales, temporales o "alqui-lados" ya no era tan buena como la de los permanentes. N o tenían casa en la hacienda y se puede suponer que durante su trabajo allí vivían en chozas provisionales. Su n ú m e r o os-cilaba m u c h í s i m o : a fines de diciembre y a principios de ene-r o llegaba, según los datos de 1852, a 500 i n d i v i d u o s que tene-ra- tra-bajaron en la "pizca", la cosecha del maíz. E n las libretas, "memorias", de alquilados, esta cosecha se llama "Pizca de hacienda", para distinguirla de la cosecha de los medieros, en las que u n a m i t a d pertenecía a la hacienda^ E n marzo-agosto trabajaron a lo sumo 100 peones eventuales, excep-tuando dos semanas en que su n ú m e r o subió a 200; en marzo se p r e p a r ó la tierra y después se trabajó en la construcción de la presa. A fines de j u l i o , hubo sólo seis y a principios de agosto, sólo doce peones eventuales. Estas dos semanas fue-r o n , sin duda, las de siembfue-ra del maíz;<se puede deducifue-r que casi todos los peones eventuales tenían sus propias siembras, sea en los terrenos de la hacienda, sea en algún pueblo lejano o vecino - p u e b l o s cercanos no h a b í a ; \ e l pueblo m á s cercano, Ahualulco, era distante por lo menos veinte kilómetros— o que trabajaron como peones eventuales en la siembra de otros agricultores, arrendatarios o medieros de Bocas, u otros ha-cendados y rancheros. E n septiembre y octubre, su n ú m e r o s u b i ó a 200-300; era la é p o c a del cultivo del maíz. E n no-viembre osciló entre 160 y 210 y finalmente en diciembre em-pezó a s uK ;r ^e nuevo E l hecho de que laboraran en Bocas

n o significa. Cjue hayan trabajado las semanas completas ^ L a mayor parte de los peones permanentes trabajaban todas las semanas del a ñ o y seis días por semana* era u n a parte de su vida y de su contrato con la hacienda- con esta disciplina pa-g a b á n las ventajas como el solar pa-gratuito E n cambio los

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al-quilados estaban en libertad de trabajar o no trabajar. Por ejemplo, en la primera semana de la pizca, gran mayoría l a b o r ó 5-6 días; en la segunda, todos trabajaron sólo u n día, probablemente porque las cosechas h a b í a n concluido y ya no h a b í a m á s trabajo. Estas oscilaciones influyen, por supuesto, en el i m p o r t e total de los salarios; por ejemplo, en la prime-r a semana, 507 individuos ganaprime-ron $448 mientprime-ras en la se-gunda, 500 devengaron ú n i c a m e n t e $90. >

< L a mayoría de los alquilados tenían eí j o r n a l de u n real y medio, la minoría u n real y unos cuantos responsables de la supervisión de los demás, tres reales, lo que corresponde aproximadamente al sueldo mensual de $10, en la suposición de que laboraran todo el mes. L a distribución de los peones alquilados en tres grupos desiguales tanto en su salario como, en su cantidad, recuerda a la de los peones permanentes. Por ejemplo, de los 500 eventuales ocupados durante la pizca, aproximadamente 25 ganaban tres reales, 325 u n real y me-d i o y 150 u n real me-diario came-da

uñosos

jornales de los even-tuales en cada grupo eran m á s o menos iguales a los salarios de los permanentes.>Pero ¿cuál era su salario real? Los alqui-lados no formaban parte de la hacienda; entre ellos y Bocas no h a b í a convenio para asegurarse servicios mutuos. Mientras los permanentes tenían su subsistencia garantizada con u n precio especial del maíz, los alquilados l o a d q u i r í a n de la hacienda a cuenta de su j o r n a l siempre al precio del mercado, que, como se ha visto, fluctuaba mucho y era siempre m á s elevado. Como resultado, u n porcentaje mucho mayor del salario lo c o n s u m í a n en el maíz; esto se nota sobre todo cuando no trabajaron semanas completas. Como consecuen-cia, casi u n a m i t a d del salario l o gastaban en el maíz.>Por ejemplo, al p r i n c i p i o de noviembre trabajaron en promedio tres días por semana; al final del mes, laboraron m á s . E n t r e 160 y 210 eventuales compraron en noviembre en n ú m e r o s redondos 100 fanegas de grano en 200 pesos, a dos pesos cada

o o ir ' ir

una; cada peón obtuvo así media fanega mensual en prome-dio o sea.

12 litros semanales cantidad tal vez bastante para u n m a t r i m o n i o sin hijos Se ha visto en las cuentas de no-viembre que todos o casi todos los eventuales recibieron m a í z

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PEONES, ARRENDATARIOS Y APARCEROS 349 a cuenta de su j o r n a l . Se ignora si la hacienda les obligaba a recibir u n a parte del salario en maíz, o si esto les convenía p o r q u e resultaba m á s barato el maíz de Bocas, aunque fuera al precio d e l mercado. L a otra m i t a d del salario se les l i -q u i d a b a " e n plata", en dinero efectivo.-Los eventuales no se a b a s t e c í a n en la tienda de la hacienda; la administración no les v e n d í a para ahorrarse trabajo de escritorio; pues para esto h a b r í a sido necesario abrir a cada uno una cuenta y esto n o era costeable porque los alquilados no duraban siempre en el trabajo. L a situación de los eventuales en Bledos y en L a Parada no era m u y diferente: su j o r n a l era real y medio, dos como m á x i m o y el maíz lo o b t e n í a n a dos pesos la fanega. ' E l salario real de los alquilados no parece m u y bueno-pero no se olvide que laboraron sólo parte del tiempo; se i g n o r a q u é hicieron el resto del tiempo disponible: si tra-b a j a r o n - p a r a sí o para o t r o s - o si no tratra-bajaron; y si no trabajaron, si fue por falta de o p o r t u n i d a d o por otras causas>: E n realidad, poco o nada se sabe sobre ellos; sólo algunos apellidos idénticos -Zavala, Güel, T o v a r y o t r o s - hacen sos-pechar que algunos eventuales eran familiares de los acomo-dados; quizá vivían con ellos. E n cambio se puede ver que muchos alquilados eran al mismo tiempo arrendatarios de Bocas; pero eran pocos en c o m p a r a c i ó n con la totalidad de los alquilados. De vez en cuando, uno que otro p e ó n permanen-te "se a l q u i l a b a " por unos días a la hacienda. Caso especial es el de Juan L i ñ á n quien dejó de ser p e ó n de planta para convertirse en alquilado. Sobre la gran m a y o r í a de los alqui-lados se ignora si tenían otras fuentes de ingreso o si vivieron al borde de la miseria y el hambre;.

E l territorio de Bocas era enorme. O r i g i n a l m e n t e se sem-braba una sección relativamente poco extensa cerca del casco, y el resto se destinaba al ganado..La población de los peones vivía en el casco y la superficie sobrante estaba despoblada, excepto unos cuantos "ranchos" donde se concentraba el ga-nado y moraba el personal encargado de é L Por el aumento gradual de la población, que tuvo lugar a pesar de las inte-rrupciones en el siglo x v i n y en la primera parte del siglo x i x en el país en general, tuvo como consecuencia que se

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empe-zaran a poblar diferentes secciones de la propiedad, alejadas de su centro, el casco. Se puede sólo conjeturar sobre el ori-gen de esta población; quizá eran los hijos de los peones, para los cuales no h a b í a lugar n i trabajo en la hacienda pues el crecimiento de su producción era l i m i t a d o por las posibilida-des del mercado; quizá era el excedente de la p o b l a c i ó n de las aldeas, que venía en busca de u n poco de tierra; quizá i n t e r v i n i e r o n ambos factores. Desde el punto de vista de la hacienda, esto era una ocupación ilegal de la tierra. Pero el proceso era irreversible y la hacienda prefirió entonces lega-lizar la condición de los ocupantes; se les l l a m ó arrendatarios, se les señaló una renta fija por cada solar y variable según la superficie de la sembradura y el n ú m e r o de las cabezas de ganado y se les abrió una cuenta a cada uno en el L i b r o de Arrendatarios. T a l es el origen hipotético de esta capa de la población.; .

A mediados del siglo xix,, la renta fija del asiento de la casa, que incluía, por supuesto, u n lugar m í n i m o para u n co-r co-r a l de pueco-rcos y gallinas, ascendía a cinco pesos anuales; esta renta básica se llamaba "piso" o "pisaje". Luego, por u n a l m u d de tierra de sembradura se pagaban cuatro reales o sea medio peso anual. L a superficie era, por supuesto, va-riable y se pagaban por ella múltiples de medio peso, según el n ú m e r o de almudes. «Así, por ejemplo, por doce almudes o sea una fanega de tierra se cobraban seis pesos./Los pastos no se cobraban por extensión de tierra porque, según la cos-tumbre, los animales pastaban dondequiera; la renta era pro-porcional a las cabezas de ganado: medio peso, fracción o múltiple, por diez cabezas de ganado menor y medio peso por dos cabezas de ganado mayor. >

¿Eran rentas elevadas o bajas? Después de pagarlas, ¿los arrendatarios tenían a ú n bastante para vivir? Estas preguntas se pueden contestar sólo previo examen m á s detallado de sus condiciones.

S e g ú n aparece en dos Libros de Arrendatarios, dentro de los límites de la hacienda de Bocas h a b í a en 1852 en total 794 individuos así designados. Se esparcían en una docena, m á s o menos, de rancherías o congregaciones grandes y una

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docena de caseríos pequeños, a lo que corresponde una pobla-c i ó n de 4 000 almas pobla-como m á x i m o .

A l agregársele los peones permanentes con sus familias cuyo n ú m e r o probablemente no pasaba de 1 500, en vista de tantos "muchachos" sin hijos, se obtienen entre 5 000 y 5 500 habitantes de la hacienda; los peones alquilados o eventuales n o se incluyen en ellos, porque su morada en Bocas no era permanente.

< Los arrendatarios se pueden d i v i d i r en tres grupos: los q u e arrendaban tierras de cultivo y pasturas, incluyendo en-tre ellos a algunos que alquilaban sólo la sembradura y al parecer, no tenían ganado; los que arrendaban únicamente pastos y al parecer, no sembraban nada; por último, quienes a l q u i l a b a n sólo el asiento de su casa. Estos últimos, obvia-m e n t e los obvia-m á s pobres, parecen t a obvia-m b i é n los obvia-m á s nuobvia-merosos; su n ú m e r o no se puede cifrar porque en las cuentas i n d i v i -duales se indica muchas veces ú n i c a m e n t e una deuda ante-r i o ante-r acumulada, sin indicación poante-r q u é concepto; ya que el adeudo i n d i v i d u a l asciende con frecuencia, q u i z á en su ma-yoría, a diez o quince pesos, se puede suponer que debían el " p i s o " de dos o tres años y que no sembraban n i tenían animales, porque entonces su deuda no sería u n múltiple del n ú m e r o cinco, que era el "piso" de u n a ñ o . De todos mo-dos, si a los que tenían sólo u n a casita se suman quienes p o s e í a n unas cuantas cabezas de ganado, se obtiene una ma-yoría. Es evidente que para poder pagar los cinco pesos anua-les, tenían que alquilar su trabajo a otros: a la hacienda, a los arrendatarios que cultivaban, a los medieros de Bocas o a los terratenientes vecinos de Bocas, o tenían que dedicarse a u n o f i c i o ) De unas cuantas cabezas de ganado no se p o d í a v i v i r . <Muchos arrendatarios, como se ha visto, trabajaban parte del tiempo en la hacienda; en el supuesto de que la otra parte del tiempo ganaran una cantidad equivalente de dine-ro, sumando los ingresos totales a cincuenta o sesenta pesos anuales a razón de $1-$1.20 semanales, entonces el "piso" que era diez o casi diez porciento de sus salarios, d e b í a de pare-cerles oneroso. E n teoría, sus ingresos bastaban para pagarlo, - e n el m a í z a razón de $2 una fanega, no gastaban m á s de

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u n a m i t a d de e l l o s - pero en la práctica tal vez no les alcan-zaba porque, se supone, tenían una familia m u y numerosa o sus ingresos eran m á s bajos porque no h a b í a suficientes oportunidades de trabajo en otras partes.

Los arrendatarios que sembraban y tenían ganados, eran menos numerosos que los anteriores. Pero tampoco este gru-po era uniforme. Quienes sembraban sólo u n a l m u d , según parece, abundaban m á s . T a m b i é n la m a y o r í a de los peones permanentes sembraban u n a l m u d ; pero ¡ q u é diferencia en-tre éstos que recibían u n j o r n a l p e q u e ñ o pero constante todo el año, que obtenían maíz a u n precio rebajado y que tenían, a título gratuito, u n solar, y aquellos que d e b í a n pagar una renta por el asiento de casa y el terreno de siembra! Obvia-mente, t a m b i é n los arrendatarios que sembraban sólo u n al-m u d , d e p e n d í a n en gran parte del trabajo asalariado. L a si-tuación cambiaba cuando u n arrendatario sembrara u n a o m á s fanegas y tenía varias docenas de cabezas de ganado; en este caso se convertía en u n patrón que daba t r a b a j o / p r o b a -blemente, a los arrendatarios sin recursos, tan numerosos en el territorio de BocasrPero, hay que insistir, sobre esto no se dispone de datos; los Libros de Arrendatarios asienta sólo la renta pero no sus ingresos, costos o gastos. U n o o dos, los arrendatarios m á s grandes que están en las primeras páginas del L i b r o 1?, tenían contrato escrito. E n todas las d e m á s cuen-tas, contratos escritos no se mencionan y de ahí se puede de-ducir que no e x i s t í a n . ( E l p r e d o m i n i o casi absoluto de con-tratos verbales entre la hacienda y los llamados arrendatarios como t a m b i é n los peones permanentes y eventuales es u n i n -dicio bastante confiable del analfabetismo. Como u n arren-datario grande se puede señalar a Sixto Ponce que en 1852 s e m b r ó en diferentes partes del l a t i f u n d i o 96 almudes o sea ocho fanegas y tenía cien cabezas de ganado mayor. Se ignora si tuvo ganancias o pérdidas; el hecho es que n o p a g ó la renta correspondiente a 1852 n i a b o n ó a cuenta de ella, de m o d o que habiendo comenzado el a ñ o con u n a deuda consi-derable, terminó debiendo 237 pesos, cantidad m u y grande.

< L o s 800 arrendatarios debían a la hacienda en total $14 594, en promedio poco menos de veinte pesos por cada

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u n o . Unos cuantos arrendatarios d e b í a n varios cientos cada u n o , los d e m á s debían menos; pero casi todos d e b í a n y m u y pocos abonaban a cuenta. E l total de $14 600 contrasta con l a deuda de los peones, por sólo $1 400. T e n í a que ser o b v i o q u e esa deuda sería incobrable y que, así como h a b í a i d o creciendo así t a m b i é n continuaría a c u m u l á n d o s e . Para la ha-cienda h a b r í a sido m á s sencillo cancelarla, pero entonces los arrendatarios lo interpretarían a su m o d o : si la renta era i g u a l a cero, ellos eran propietarios de la tierra que trabajaban y e n la que vivían. E l hecho de que todos debían, puede significar dos cosas: que las rentas eran excesivas o que los i n q u i -linos se resistían a pagarlas. Puede ser que hayan intervenido ambas causas. E l "piso" era probablemente demasiado gra-voso para la mayoría, exceptuando a los arrendatarios de A h u a l u l c o quienes no están incluidos en los libros de Bocas; d e p e n d í a n de la llamada Estancia de Bocas, que gozaba de a u t o n o m í a .

D e una queja de los campesinos de A h u a l u l c o de 1865 contra la estancia de Bocas por tierras comunales se despren-de que la renta despren-de $5 por u n solar y $6 por una fanega despren-de tierra les pareció razonable. Es probable que el caso de Ahua-l u Ahua-l c o sea excepcionaAhua-l, porque este pobAhua-lado tenía mejores tie-rras y agua de r i e g o . O í a y que recordar a q u í la sublevación de la Sierra Gorda de 1849, que se propuso abolir el "piso", y con esto la propiedad del hacendado del asiento de casa, y reducir la renta de la tierra. L a Sierra Gorda era m o n t a ñ o s a y pobre y es de imaginarse que cualquier renta que cobraran a l l á las haciendas, pareciera excesiva a sus rancheros. Sea como fuere, no parece imposible que a ú n derrotada la su-blevación, los arrendatarios de las haciendas potosinas se ha-y a n resistido a pagar las rentas.

Queda a ú n o t r o g r u p o en la hacienda, al que se ha alud i alud o en varias ocasiones. Son los aparceros, mealudieros, " p a r t i -d e ñ o s " . Si h u b o en 1852 u n a libreta especial para las cuentas de los medieros de Bocas, no se ha conservado. L a informa-ción hay que obtenerla de otros libros, y es forzosamente fragmentaria.CEn los dos L i b r o s de Arrendatarios unos 36 i n d i v i -duos, entre los 800, están marcados como partideños; la

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ma-yor parte de ellos debían renta por la pastura de animales, que seguramente tenían aparte de su cultivo "a medias", y unos pocos debían el "piso". Pero muchos inquilinos cono-cidos como medieros, no están señalados así en el libro.>Otra lista, m á s completa, se encuentra en la M e m o r i a de A l q u i l a -dos N ú m . 1, que proporciona los nombres de 120 medieros, entre los cuales se incluye la mayor parte de los 36 arrenda-tarios partideños. Luego, en la foja 179 del L i b r o de Caja hay u n a lista de m á s de cien partideños a quienes la tienda dio habilitación de cinco a diez pesos cada uno, sin especificar la f o r m a de este préstamo. L a lista no pretende ser una lista completa de los medieros de Bocas. Por último, en la foja 183 se dan los nombres de casi 200 personas que debían m a í z a la hacienda, o sea que no lo a d q u i r i e r o n a cuenta de su jor-n a l como los peojor-nes de ambas clases, sijor-no como préstamo; entre ellos hay algunos peones eventuales pero se tiene la i m p r e s i ó n de que se trata en gran parte de medieros; se señala, p o r ejemplo, a Marcelino L i ñ á n , partideño del Po-trero de l a hacienda - a juzgar por el lugar, n o p o d í a estar lejos del casco-, pero Marcelino no se halla en las listas an-teriores. H a y repetición de nombres pero, se puede suponer, t a m b i é n hay omisiones; esta confusión parece ser resultado de la misma situación, poco clara, de los aparceros quienes son u n a mezcla de peón, arrendatario y socio. E n f i n , en Bo-cas h a b í a alrededor de 200 aparceros.

. Se h a discutido ampliamente la aparcería, sus ventajas y desventajas para el mediero y para la hacienda. Ésta lograba así descentralizar la producción pero a cambio se enfrentaba al p r o b l e m a de la supervisión, pues para recoger una m i t a d de la cosecha, tenía que verificar antes el m o n t o de las cose-chas totales. Probablemente con el f i n de impedir que los medieros se quedaran con m á s de una m i t a d , la hacienda de Bocas c o m p a r t í a el costo de la pizca por una m i t a d ; así los medieros t a l vez no resentían, o resentían menos, la vigilan-cia a l levantarse la cosecha. Para esto, los aparceros contra-taban a peones y de este modo, la lista de los peones que trabajaron en la pizca de cada mediero, entró a la libreta, " m e m o r i a de alquilados" d e s p u é s de la pizca grande de la

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PEONES, ARRENDATARIOS Y APARCEROS 355 hacienda. E l j o r n a l de estos peones alquilados por los apar-ceros, era casi siempre u n real y medio, excepcionalmente u n real. Algunos medieros tuvieron hasta una docena o m á s de peones; la mayor parte poco menos; unos cuantos tuvieron s ó l o a uno o dos alquilados que, a juzgar por su nombre, eran familiares, probablemente hijos, del mediero; no obstante esto, se les señaló u n j o r n a l obviamente para que la hacienda contribuyera con u n a m i t a d .

Si bien se conoce el costo de la cosecha, se ignora su cuan-t í a y la superficie sembrada de la cual se p o d r í a deducir el m o n t o p r o m e d i a l de la cosecha. Por tanto, n o se puede com-probar si la aparcería era costeable para la hacienda y los medieros, y en el caso extremo, si la parte recogida por ellos les alcanzaba para comer durante el año.. Por cierto, los cam-pesinos de A h u a l u l c o , que eran arrendatarios de Bocas, se quejaron en 1864 al gobierno imperial de que el administra-d o r administra-de la Estancia administra-de Bocas, que administra-depenadministra-día administra-de la hacienadministra-da administra-del m i s m o nombre, Rafael Carlos, h a b í a estado o b l i g á n d o l o s a convertirse en medieros; esto n o les convenía por el elevado costo del trabajo, que a ellos les correspondía cubrir. A los de Ahualulco les convenía m á s el arrendamiento a causa de l a mejor productividad de sus tierras; era m á s provechoso pagar una renta fija que entregar la m i t a d de la cosecha. >

E n su origen, los medieros eran, en primer lugar, arrenda-tarios m u y pobres. Éstos p o d í a n alquilar su trabajo, pero era m e j o r que la hacienda les prestara semilla, aperos y bueyes. T a m b i é n entre los operarios de la hacienda se reclutaban los aparceros. A los peones se a b r í a n dos caminos para ascender e n la escala e c o n ó m i c a y social: dentro de la administración de la hacienda o fuera de ella, convirtiéndose en aparcero. Esto parecía u n paso lógico: u n p e ó n con capacidad para tra-bajos agrícolas no tenía capital, n i tierra, n i aperos de labran-za n i bueyes para la yunta; pero todo esto se lo p o d í a prestar l a hacienda. Esta hipótesis sobre el origen de algunos medie-ros de Bocas se confirma si se examinan sus nombres. Por ejemplo, en la familia L i ñ á n —se sigue suponiendo que es u n a sola familia— h a b í a tres medieros en la sección llamada Zamorilla: Herculano, Dolores y Severo. Severo a l q u i l ó en la

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pizca a ocho personas; en la p. 81 del L i b r o 1? de Arrendatarios está como arrendatario sin m e n c i ó n de que sea " p a r t i -d e ñ o " , Severo -debía el 1? -de enero $4.50; por 13.5 almu-des, m á s de una fanega, de sembradura se le cargaron $6.75; p a g ó en plata $11.75, de modo que el 31 de diciembre tenía el crédito de $0.50 contra la hacienda, u n o de m u y pocos arren-datarios; en su cuenta no se menciona la renta del "piso". Dos L i ñ a n e s , Francisco y M i g u e l , eran peones permanentes y aparceros a la vez, ofreciendo así u n caso de transición. Por supuesto, no es imposible que sean personas diferentes pero, desde luego, u n peón p o d í a ser al mismo tiempo mediero. A l suponer, pues, que se trata de las mismas personas, Francis-co, a q u i e n se ha mencionado ya como u n peón acomodado, rentaba u n a fanega de sembradura y tenía tres cabezas de ganado mayor lo que sumaba $6.75; no pagaba "piso", l o que parece lógico pues como peón permanente, vivía en el casco; al p r i n c i p i o del a ñ o d e b í a $21, a b o n ó $21.25 y al 31 de d i -ciembre d e b í a sólo $6.50. Como mediero, alquiló por dos días a ocho peones en la pizca. Finalmente, trabajó u n d í a como p e ó n eventual en la pizca grande de la hacienda, g a n á n d o s e así u n real y medio. Si bien la identidad del peón y el me-diero es discutible, la d e l arrendatario y el meme-diero parece m u y probable. Por último, M i g u e l L i ñ á n , "muchacho", como arrendatario debía el 1° de enero $19, pero en su cuenta n o h u b o después m o v i m i e n t o ; como mediero, alquiló a cuatro peones, dos de ellos parientes, a juzgar por sus apellidos.

L a familia m á s activa en la aparcería fueron los Zavala. H a b í a entre ellos t a m b i é n varios peones permanentes, u n o o dos de ellos ecomodados; entre los medieros se han contado nueve de este apellido. T a m b i é n entre ellos hay u n peón y mediero a la vez, Dionisio. S e g ú n el folio 104 del L i b r o 1? de sirvientes, Dionisio ganaba u n real y medio como cual-quier otro peón pero obviamente hacía negocios propios; así c o m p r ó en "agosto cinco fanegas de m a í z en $11.25, a $2.30 u n a fanega, seguramente una cantidad considerable para u n p e ó n c o m ú n y corriente. A l final del año, la hacienda le de-b í a $21, "alcance" m á s alto que tuvieron los peones. Como mediero, Dionisio a l q u i l ó en su pizca a trece peones. Y h u b o

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PEONES, ARRENDATARIOS Y APARCEROS 357 otras familias m á s como Ovalle, con cuatro medieros por lo menos. E n cambio, n i n g ú n Pantaleón figura entre los me-dieros.

Para concluir, en la hacienda de Bocas los peones perma-nentes ganaban u n j o r n a l suficiente para asegurar la subsis-tencia p r o p i a y de los suyos; gozaban, a d e m á s de ciertas ven-tajas; pero ya que no h a b í a nada escrito, estos privilegios ¿ e r a n realmente derechos o meras concesiones del patrón? U n hacendado inteligente q u e r í a tener a sus peones razona-blemente contentos, pero una hacienda estaba d i r i g i d a nor-malmente por u n administrador cuyos intereses no eran idén-ticos a los del d u e ñ o ; y dado que'muchos terratenientes n o controlaban de cerca a sus administradores, se p o d r í a presen-tar así una serie de arbitrariedades^Los trabajadores eventua-les y los arrendatarios que eran m á s numerosos que los peones permanentes, vivían en su m a y o r í a probablemente peor que éstos. Se ignora cuál era la situación en otras haciendas del Estado; sólo se sabe que en San Diego -se ha consultado tam-b i é n el archivo de esta f i n c a - y después t a m tam-b i é n en los ran-chos A n c ó n y E l T u l i l l o de L a Parada, el n ú m e r o de arren-datarios era m u y elevado. La sublevación de la Sierra Gorda de 1849, que p r o p u g n ó por reducir o abolir las rentas, pero n o por aumentar el j o r n a l del peón, parece concordar con la i n f o r m a c i ó n de Bocas de 1852, en el sentido de que los arren-datarios, y no los peones permanentes, se hallaban en una situación crítica.

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