Semana del 18 al 24 de enero de 2021
“Edificar La Iglesia, Tercer Propósito De Los Dones Del Espíritu Santo”
Lectura Bíblica: Efesios 4:11 y 12. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.
Comentario: A mí me parecería que una mejor interpretación es la que proporciona el contexto inmediato, tanto precedente como el que sigue, y que es la siguiente: que como resultado del descenso al infierno del Calvario donde realizó la expiación por el pecado, que sirvió como evidencia del hecho que la expiación había sido totalmente aceptada, Cristo, como el ya exaltado Mediador, llena todo el universo con “bendiciones” o, si se prefiere, con “dones”, los mismos dones que había ganado: salvación plena y libre y los servicios de aquellos que lo proclaman; como los apóstoles, profetas, evangelistas, etc. Aquí, también es mejor dejar que Pablo sea su propio intérprete. Él ya ha llamado a Cristo, Aquel “que lo llena todo en todos”, lo cual se ha interpretado como significando, en parte, que con miras a su programa universal Cristo llena su iglesia con sus generosos dones. Véase 1:23, cf. 1:3; Jn. 1:16; 1 Co. 12:5, 28–32. Es a algunos de estos “dones” del Cristo ascendido que Pablo dirige su atención al proseguir: 11. Y fue él quien dio a algunos (ser) apóstoles; y a algunos, profetas; y a algunos, evangelistas; y a algunos, pastores y maestros. El Cristo ascendido dio lo que había recibido: hombres que habían de rendir servicio a la iglesia en forma especial. Antes de describir cada uno de los grupos mencionados en este pasaje, corresponde hacer las siguientes observaciones generales:
-1. La intención de Pablo no es proporcionarnos una lista completa de oficiales según se ve al hacer una comparación con 1 Co. 12:28. En el último pasaje hay algo así como una enumeración similar pero no hay mención específica de evangelistas. La combinación “pastores y maestros” también se omite, pero se añaden otros funcionarios no incluidos en Ef. 4:11.
Aunque no existe justificación bíblica alguna para la tendencia a eliminar la idea de “oficio” y “autoridad”, ya que estos conceptos están claramente implicados en Mt. 16:18, 19; Jn. 20:23; Hch. 14:23; 20:28; 2 Co. 5:3, 4; 10:8; 1 Ti. 1:18; 3:1, 5; 4:14; 5:17; 2 Ti. 4:1, 2; Tit. 1:5–9; 3:10, no obstante, “el énfasis en este pasaje (Ef. 4:11) no se halla en los apóstoles, profetas, etc., como oficiales, sino como dones de Cristo a su iglesia”.
-2. La razón por qué en 4:11ss el apóstol, cuyo corazón se conmueve por los perdidos (1 Co. 9:22) no enfatiza aquí el crecimiento numérico de la iglesia sino más bien su crecimiento en amor y otras cualidades espirituales, puede haber sido que lo último es requisito indispensable de lo primero.
-3. Para que la iglesia pueda ser fuerte debe tener no solamente buenos líderes (v. 11) sino además buenos y activos seguidores (v. 12). La plena salvación no se puede obtener hasta que todos los hijos de Dios la obtengan juntos, hecho que Pablo expresa hermosamente en 2 Ti. 4:8, y que aquí en Efesios lo pone en relieve por medio del uso constante de la palabra todos (1:15; 3:18, 19; 6:18).
-4. Puesto que aquí en 4:11 todos aquellos que sirven a la iglesia en forma especial—no solamente “apóstoles, profetas, y evangelistas”, mas también “pastores y maestros”—son designados como dones de Cristo para la iglesia, ellos deben ser objetos del amor de toda la iglesia. Si, al estar ellos representando verdaderamente a Cristo, son rechazados, entonces el rechazado es Cristo mismo.
-5. Y, por otro lado, hay aquí implicada una amonestación para los líderes mismos, a saber, que los dones no les fueron dados a ellos para su bien personal sino en beneficio del cuerpo de Cristo, la iglesia. A continuación, se da una breve descripción de los “dones” aquí enumerados:
-a. Apóstoles, en sentido estricto de la palabra, son los Doce y Pablo. Ellos son los testigos titulares de la resurrección de Cristo, revestidos de autoridad eclesiástica universal y vitalicia sobre vida y doctrina, pero introducidos aquí, como ya se ha indicado, con el fin de enfatizar el servicio que rinden. Una amplia presentación de las características del apostolado plenario se ofrece en 1 y 2 Timoteo y Tito.
-b. Profetas, nuevamente en el sentido estricto de la palabra (puesto que en el sentido amplio cada creyente es un profeta), son los órganos ocasionales de la inspiración, por ejemplo, Agabo (Hch. 11:28; 21:10, 11). Juntamente con los apóstoles se describen como “el fundamento de la iglesia”. Véase también sobre 2:20 y 3:5; y véase Hch. 13:1; 15:32; y 21:9.
-c. Evangelistas, tales como Felipe (así designado en Hch. 21:8; su actividad se describe en Hch. 8:26–40) y Timoteo (2 Ti. 4:5), son misioneros itinerantes, de rango menor que los apóstoles y profetas. A Felipe se le menciona primero como uno de los siete hombres elegidos “para servir a las mesas” (Hch. 6:2). Timoteo era uno de los ayudantes y representantes de Pablo. Para mayores detalles acerca de él y la naturaleza de su obra. Sabemos que Timoteo fue ordenado para su ministerio (1 Ti. 4:14), como también Felipe (Hch. 6:6). ¿Para qué clase de ministerio fueron estos hombres ordenados? En el caso de Felipe es evidente que fue ordenado como “diácono” aunque el término diácono no se usa en Hechos 6. ¿Hemos entonces de suponer que cuando fue usado por el Señor para la conversión del eunuco etíope estaba obrando, por decirlo así, “por cuenta propia”, o sirviendo en un oficio diferente? Igualmente, ¿hemos de dar por sentado que Timoteo sirvió en dos ministerios diferentes: a. como vicario apostólico, y b. cómo evangelista? ¿No es acaso más armonizable con la información bíblica que deduzcamos de Hechos 6 que los únicos hombres aptos para ser elegidos diáconos debían ser aquellos “llenos del Espíritu de sabiduría”, “llenos de fe”, y que, de consiguiente, Felipe fue diácono evangelista? ¿Hacemos plena justicia al oficio de diácono si pasamos por alto este punto de vista? ¿Y no está acaso la situación de Timoteo indicando también la flexibilidad de su oficio? Si Timoteo, como evangelista o misionero itinerante, puede servir mejor a los intereses de la iglesia siendo representante de Pablo, ¿por qué no ha de funcionar como tal? En igual forma hoy día, en lugar de estar multiplicando ministerios, ¿no sería mejor poner en práctica toda la implicación de este oficio e imitar la flexibilidad de la iglesia primitiva, considerando además que los carismas especiales de la iglesia primitiva no son nuestros en el presente? La iglesia de hoy no es capaz de producir un apóstol como Pablo, ni un profeta como Agabo. No necesita de un Timoteo para servir como delegado apostólico, ni un Felipe, a quien le hablara un ángel del Señor y que fuese “arrebatado” por el Espíritu. Sin embargo, al igual que la iglesia primitiva, la de hoy tiene ministros, ancianos, y diáconos. También tiene el Espíritu Santo como en aquel entonces. Y ahora tiene la Biblia en forma completa. Ojalá que todos los oficios sean usados al máximo según lo demanden las circunstancias, y en un espíritu de verdadero servicio.
-d. Pastores y maestros. Es mejor considerarlos un grupo. Hodge observa, “No existe evidencia en las Escrituras de haber un grupo de hombres autorizados para enseñar, pero no autorizados para exhortar. El caso es poco menos que imposible” (op. cit., p. 226).
Estoy totalmente de acuerdo con esto. Lo que aquí tenemos, por tanto, es una designación de ministros de congregaciones locales, “ancianos docentes (o supervisores)”. Por medio de la exposición de la Palabra ellos pastorean sus rebaños. Cf. Hch. 20:17, 28; también Jn. 21:15– 17. Tal cosa no se puede hacer debidamente sin amor al Señor.
[12]. Se declara ahora el propósito de los dones de Cristo: a fin de equipar enteramente a los santos para la obra de ministerio, con miras a la edificación del cuerpo de Cristo. V. M. divide este versículo en tres frases separadas como sigue: “para perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Siguiendo esta línea se hallan las versiones A.V., A.R.V., y R.S.V. En primer lugar, se debe señalar que el original no habla de “la obra del ministerio” sino de “la obra de ministerio”, vale decir, de realizar servicios específicos de varias clases. Pero aun con este cambio sería siempre una traducción pobre, puesto que podría dejar fácilmente la impresión de que los santos pueden ser “perfeccionados” sin servirse los unos a los otros y a la iglesia. No debe haber coma entre la primera y la segunda frase. Una solución mejor, según mi parecer, es la que favorecen Salmond y Lenski. Ellos eliminan las dos comas. La idea resultante es que Cristo dio a algunos hombres como apóstoles, otros, como profetas, etc., con el propósito de “perfeccionar” (cf. 1 Ts. 3:10; Heb. 13:21; 1 P. 5:10) o proveer el equipo necesario para todos los santos para la obra de ministrar los unos a los otros a fin de edificar el cuerpo de Cristo. Cedo a la posibilidad de que esta construcción sea la correcta. El significado entonces no diferiría muy substancialmente de la tercera traducción principal, a la cual yo, junto con varios otros, todavía daría preferencia. De acuerdo a este punto de vista, la oración no lleva dos comas (V. M., etc.) tampoco es sin coma (Salmond y Lenski) sino que lleva una coma, y ésta va después de la palabra “ministerio”. Esto deja ver que el propósito inmediato de los dones de Cristo es el ministerio realizado por todo el rebaño; su propósito fundamental es la edificación del cuerpo de Cristo, vale decir, la iglesia (véase sobre 1:22, 23).
La lección importante aquí enseñada es que no solamente los apóstoles, profetas, evangelistas, y aquellos llamados “pastores y maestros”, sino que la iglesia entera debe estar ocupada en la labor espiritual. Aquí se está poniendo en relieve “el sacerdocio universal de los creyentes”. “¡Ojalá que todo el pueblo de Jehová fuese profeta!” (Nm. 11:29). La asistencia a la iglesia debería significar más que “ir a escuchar al Rev. X”. A menos que, en relación con el culto, haya una adecuada preparación, un deseo de comunión cristiana, una participación
de todo corazón, y un espíritu de adoración, existe el peligro que se transforme en un sacrilegio dominical. Y también, durante la semana cada miembro debe equiparse a sí mismo para realizar un “ministerio” definido, sea impartiendo aliento a los enfermos, enseñando, evangelizando al vecindario, distribuyendo tratados, o cualquier obra para la cual esté especialmente equipado. El significado de 4:11, 12 es, además, que la tarea de los oficiales de la iglesia es equipar a la iglesia para estas tareas. Es, sin embargo, importante añadir a todo esto que “la efectividad del testimonio positivo y consciente del cristiano depende en gran parte de la vida del creyente en aquellos momentos no dedicados a tal testimonio.
1er Titulo:
Edifica a la iglesia al darle amor, gozo y paz. (1ª a los Corintios 14:31 al 33. Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos).
Comentario: 31. Porque todos podéis profetizar uno por uno, a fin de que todos aprendan y sean animados.
Aparte de algunas diferencias, las regulaciones que Pablo escribe para los que profetizan son tan apropiadas como las que entregó para los que hablan en lenguas. Notemos que después que Pablo repite los números dos y tres y ordena silencio, acentúa uno más que el otro. Para el que habla en lenguas exige que un intérprete provea el significado de lo que se dice, pero en cuanto a los profetas pide que los miembros de la iglesia evalúen lo que dicen los profetas. Al mismo tiempo que manda que se calle en la iglesia al que habla en lenguas pero que no tiene intérprete, anima a los miembros que profeticen en sucesión. Cuando Pablo habla de la glosolalia no menciona ningún beneficio, pero cuando se refiere a la profecía, describe las bendiciones de la instrucción y de ser animado. Son significativas las diferencias que hay entre estos dones, y Pablo repite una y otra vez estas diferencias. Siempre coloca el don de profecía a un nivel superior al del don de lenguas.
-a. Profetas. «Que dos o tres profetas hablen». Esta es la primera vez que Pablo escribe el sustantivo profetas en el presente capítulo (véase 12:28, 29; 14:32, 37). En este capítulo, con frecuencia usa el verbo cognado profetizar, que en el griego aparece siempre en tiempo presente, ya sea en el indicativo, subjuntivo, participio o infinitivo (véase el comentario a 13:9,10). Mediante el uso constante del tiempo presente, Pablo se refiere mayormente a la predicación y enseñanza regular de la Santa Escritura y no tanto a una afirmación profética ocasional.
¿Qué proclaman los profetas? Herman Ridderbos escribe: «Los profetas son los que movidos por el Espíritu proclaman la Palabra de Dios a la iglesia, son los que explican el plan de redención y subrayan el significado de la obra de Dios en Cristo en una forma pastoral y exhortativa». Y ¿cuál es el objetivo de la profecía? Pablo enseña que en Corinto la profecía es para edificación, aliento y consuelo de los miembros de la comunidad cristiana (v. 3). El mensaje de quienes profetizan debe estar en armonía con la Palabra de Dios revelada o debe provenir de ésta. Si un mensaje, sea en la forma de predicación o enseñanza o como un discurso espontáneo, contradice la Escritura, no viene del Señor. El profeta que afirma: «Así dice el Señor», pero que no comunica la Palabra de Dios, habla de sí mismo no de Dios. Es un profeta falso que desfigura al Señor. Por cierto, en el Antiguo Testamento los falsos profetas arriesgaban la vida hablando falsedades (cf. Dt. 13:1–5).
-b. Juicio. «Y que los demás evalúen». ¿Quiénes son los llamados a evaluar la predicación y enseñanza de la Palabra? Algunos comentaristas creen que son los demás profetas los que tienen que evaluar la profecía (véase el v. 32, y 12:10). Otros creen que los que escuchan, esto es, los miembros de la iglesia deben evaluar o sopesar el mensaje que se entrega (cf. v. 31). Aunque ambas posturas tienen méritos, el contexto parece indicar que son los miembros que escuchan a los profetas los que deben evaluar las palabras que se digan. Si los hogares que se usaban como lugar de reunión acomodaban a lo mucho a treinta personas, la proporción de profetas en una congregación sería alta. Otros miembros debían participar en la evaluación del mensaje.
¿Qué criterio deben usar los que escuchan para evaluar las palabras del que habla? Es la Palabra de Dios la que sirve de norma para evaluar lo que se dice. Así como la gente de Berea examinaba todos los días las Escrituras para ver si lo que enseñaba Pablo estaba en armonía con la revelación de Dios (Hch. 17:11; véase también 1 Ts. 5:21; Didaqué 11:7), así también los miembros de la iglesia deben sopesar las palabras de los profetas. En otro lugar, Pablo exhorta a los creyentes a que permitan que la palabra de Cristo more en ellos ricamente (Col. 3:16). Cuando se trata de enseñarse y amonestarse unos a otros, la Escritura es la regla.
-c. Revelación. «Pero si alguien que estuviera sentado recibiese una revelación, que el primero guarde silencio». Esta oración es interesante porque afirma que el que habla puede ser interrumpido y se le puede hacer callar, cuando alguien que está sentado recibe una revelación. Literalmente, Pablo dice «se le revela a otro que está sentado», y entonces da instrucciones respecto a la forma ordenada de proceder. ¿Pero qué quiere decir con la palabra revelación? J. I. Packer deduce que se trata de lo siguiente: «una ‘revelación’ profética era una aplicación de la verdad dada por Dios, la cual en términos generales ya había sido revelada. Así que no se trataba de la revelación de intenciones o pensamientos divinos desconocidos hasta ahora y que no se pudieran conocer de otra manera». La aplicación de la Palabra de Dios que se revela a una persona sentada en el auditorio no se puede colocar al mismo nivel que la Escritura, pues carece de la autoridad absoluta con la que Dios ha distinguido su Palabra. Con todo, cuando una persona que recibe dicha revelación, la da a conocer a otros creyentes, ellos deben examinar dicha revelación a la luz de la enseñanza autoritativa de las Escrituras. Además, si una persona recibe una revelación predictiva, ésta también debe evaluarse en base a la Palabra de Dios.
-d. Secuencia. «Porque todos podéis profetizar uno por uno». Pablo entrega instrucciones para que el culto de adoración se realice en forma ordenada. No está diciendo que todos tienen la oportunidad de hablar en cualquier culto. Esto contradeciría lo que Pablo afirma en forma insistente acerca de que debe haber orden en el culto. Al mandar que dos o tres profetas se dirijan a la congregación, da a entender que con el transcurso del tiempo todos los miembros serán capaces de profetizar. El Espíritu no sólo está en control de la profecía, sino que les da a ciertos miembros este don particular a su debido tiempo. El Espíritu determina cuándo un profeta ya ha hablado suficiente y debe ceder su lugar a otra persona.
-e. Beneficio. «A fin de que todos aprendan y sean animados». A lo largo del presente capítulo, Pablo repite el concepto de edificación con diferentes palabras. Aquí afirma que el que profetiza debe hacerlo para que todos aprendan «dialogando, preguntando, hablando, escuchando». Además, dice que la palabra profética puede animar a todos (v. 3).
[32]. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas. [33]. Porque Dios no es un Dios de desorden sino de paz.
En el griego, la frase los espíritus de los profetas carece de artículo definido delante de ambos sustantivos (pero véase Ap. 22:6). En el presente texto, la frase probablemente apunta a «los dones espirituales» de los profetas o a las «manifestaciones del Espíritu» (véase el v. 12). La primera interpretación armoniza con el anterior mandamiento de Pablo, «esforzaos con denuedo por los dones espirituales» (v. 1). La segunda explicación indicaría que ningún profeta puede decir que al recibir la revelación pierde el control de sí mismo. Todo el que profetiza está en completo control de sus sentidos. Nadie puede decir que el Espíritu Santo prevalece por sobre la voluntad del profeta, de tal manera que el profeta habla en contra de su voluntad. Por cierto, dice Pablo, Dios no es un Dios de desorden sino de paz. Dios no causa confusión, porque espera que, dentro del culto, el profeta mantenga la compostura controlándose a sí mismo y a los demás. En la presencia de Dios, todos los que participan en la adoración deben estar en paz unos con otros.
Consideraciones prácticas en 14:29–33a
Cuando Pablo escribe que algo le es revelado al que está sentado durante el culto, no afirma que Dios se dirige verbalmente a esa persona. Dios obra a través de su Espíritu en la vida de su pueblo durante el culto, en el hogar o el trabajo. Todo creyente puede testificar de esta verdad. A menudo el Espíritu Santo nos da una firme convicción de la verdad de Dios, una viva impresión de la realidad o un entendimiento especial de cierto problema. El Espíritu claramente nos impulsa y guía a hablar y actuar de tal forma que cumplamos el propósito de Dios. Esta guía divina tiene el carácter de revelación para el que la recibe. Sin embargo, en algunos casos el recipiente con sabiduría se guarda para sí mismo la información recibida, ya que no tiene el fin de que sea proclamada. En otras oportunidades, es capaz de compartirla con otros cristianos para que sean edificados y alaben al Señor. Ya sea que el Espíritu de Dios nos inspire para hacer o decir alguna cosa, desea que promovamos la causa de Cristo. Quiere que cumplamos nuestra tarea en armonía con su voluntad revelada.
[33b]. Como ocurre en todas las iglesias de los santos. a. Problemas textuales. La mayoría de los traductores separan el versículo 33a del versículo 33b, debido a que la primera parte de este versículo («porque Dios no es un Dios de desorden sino de paz») es una afirmación completa, y porque parece incongruente añadirle la segunda parte («como ocurre en todas las iglesias de los santos»). En general, los traductores consideran el versículo 33b («Como ocurre en todas las iglesias de los santos») como una introducción a la primera oración del versículo 34 («que las mujeres guarden silencio en las iglesias»). Hay que admitir que la repetición de la frase en las iglesias
no concuerda con el estilo elegante del autor (v. 34). Sin embargo, la expresión iglesias se usa con diferentes matices: en el primer caso («como ocurre en todas las iglesias de los santos») alude a la iglesia en general, en el segundo («que las mujeres guarden silencio en las iglesias») a los servicios de adoración. Por contraste, el versículo 33b no es el único lugar de la epístola donde Pablo se aparta de su estilo elegante. Suponemos que no le preocupa la elegancia, sino que su meta es proveer a las iglesias directrices que promuevan la unidad y la armonía (cf. 4:17; 7:17; 11:16), cosas que ha subrayado a lo largo de toda esta carta.
Esta sección trata acerca de la conducta de las mujeres dentro del culto, y algunos eruditos creen que el pasaje es una glosa. Pero no son capaces de encontrar evidencia en los manuscritos griegos que apoye la afirmación de que estos versículos fueron añadidos al texto original. La BP los coloca entre paréntesis y añade una nota diciendo «parece interpolación». Unos pocos testigos occidentales colocan los versículos 34 y 35 después del versículo 40 (véase Moffatt, quien también traslada el v. 36).
Para resolver las dificultades de este texto, debemos hacer lo que hemos hecho con otros pasajes: considerar la estructura, el contexto más amplio, y ante todo los temas o principios que Pablo presenta. En el versículo 29, Pablo aconseja a los corintios «Que dos o tres profetas hablen y que los demás evalúen». Esto es como un subtítulo para los versículos 30–33a. En estos versículos, explica el versículo 29 y bosqueja principios de conducta que promueven el orden en el culto. También especifica cómo se debe evaluar las profecías.
En forma paralela e implícitamente bajo el subtítulo del versículo 29b, Pablo sigue entregando reglas de conducta, las que ahora tienen que ver con las mujeres. Como los ver- sículos 30–33a establecen que otros deben juzgar los mensajes de los profetas, de la misma forma los versículos 33b-35 prohíben que las mujeres juzguen a los hombres. Es por esto que el apóstol apela a la Ley de Dios.
-b. Se les manda callar. «Como ocurre en todas las iglesias de los santos, que las mujeres guarden silencio en las iglesias». La primera mención de la palabra iglesias se refiere a las congregaciones individuales, y la segunda a sus reuniones. Cuando Pablo manda que se callen, no emite un mandamiento absoluto en cuanto a hablar durante las reuniones.
Esto contradeciría lo que dijo anteriormente (11:5), donde habló de mujeres que oran y profetizan en el culto de adoración. Además, también hay que suponer que, junto a los hombres, las mujeres también cantaban salmos e himnos en la iglesia (14:26). Es obvio que Pablo no está prohibiéndole a la mujer que hable durante el culto. Más bien está enseñando que, según lo enseña la Ley, respete a su esposo.
-c. Enseñanza de la Ley. «Porque no les está permitido hablar, sino que deben ser sumisas, tal como lo enseña la Ley». Notemos que tres veces Pablo establece la norma de silencio: «que las mujeres guarden silencio en las iglesias» (v. 34a), «no les está permitido hablar» (v. 34b), «es vergonzoso para una mujer hablar en la iglesia» (v. 35b). Para apoyar lo que dice en un tema delicado, Pablo apela a la Ley, esto es, al Antiguo Testamento. Pero ¿a qué enseñanza del Antiguo Testamento se refiere? Aquí Pablo usa el término como una expresión general sin referirse a ningún pasaje definido de la Escritura.
Sin embargo, anteriormente en este mismo capítulo Pablo apeló a la Ley y citó a Isaías 28:11–12 en el versículo 21. Ahora está pensando en Génesis 2:18–24, donde se enseña el orden de la creación, en el cual se dice que Adán fue creado primero y que Eva era la ayuda idónea de Adán. Del relato de Génesis, Pablo deduce el principio de que la esposa está sujeta a su esposo como su ayuda y que ella debe rendirle cuentas a él.
A lo largo de toda su epístola, Pablo apela una y otra vez al relato de la creación de Génesis 2. Primero, cuando trata el problema de la inmoralidad sexual (6:16), el apóstol cita Génesis 2:24, que dice: «los dos serán una sola carne». Segundo, al bosquejar los papeles que la creación asignó al hombre y a la mujer (véase 11: 8–9), Pablo alude a Génesis 2:18, 21–23. Por último, en el presente pasaje se refiere al papel que la esposa debe cumplir en cuanto a su esposo, a saber, que debe ser su ayuda idónea. Especialmente en asuntos espirituales, el esposo tiene la responsabilidad de ser el líder en el hogar y en la iglesia. La esposa tiene la tarea de ayudarlo.
No se exige que las mujeres de Corinto se queden en silencio en relación a la oración, la profecía y el canto de salmos e himnos. Pero se les prohíbe hablar cuando se evalúan las profecías de sus esposos (v. 29). Se les pide que se atengan al orden de la creación tal como se registra en la ley y que honren a sus esposos. Al ordenar tres veces a las mujeres que estén en silencio, lo que Pablo hace es pedirles que reserven sus preguntas para la intimidad del hogar.
-d. Sumisión. «Y si desean aprender algo, que pregunten a sus esposos en casa». La oración condicional expresa lo que las mujeres de Corinto tenían por costumbre. Esto hace que el énfasis recaiga en el verbo aprender. Pablo no le niega a la mujer la oportunidad de aprender verdades espirituales. Por el contrario, María, la hermana de
Marta y Lázaro, se sentó a los pies de Jesús para que él le enseñara valores permanentes (Lc. 10:38–42). En forma similar, Priscila obtuvo tal conocimiento espiritual, que ella y su esposo estuvieron capacitados para explicarle a Apolos la verdad de Dios más adecuadamente (Hch. 18:26). Ahora se les dice a las mujeres de Corinto que dejen que sus esposos, que son sus líderes espirituales, las instruyan en casa.
-e. Vergüenza. «Porque es vergonzoso para una mujer hablar en la iglesia». Este versículo enseña que hay una diferencia entre la casa y la iglesia. En la intimidad del hogar, la esposa puede aprender de su esposo. Pero en el servicio de adoración, la esposa que cuestiona a su esposo respecto a verdades espirituales corre el riesgo de deshonrarle en presencia del resto de la congregación. Por ejemplo, a ningún pastor le gustaría que su esposa lo criticara en público en un culto de adoración. Si lo hace, mina su ministerio y lo avergüenza. Pablo quiere que las esposas respeten y honren a sus esposos en armonía con la Escritura.
Comentarios adicionales a 14:33b-35
Mucho se ha escrito sobre este pasaje, así que sólo puedo entregar algunos ejemplos de los puntos de vista más prominentes, que van desde un rechazo del pasaje hasta propuestas de modificarlo. Estas son posiciones:
-a. Algunos estudiosos creen que este no es un pasaje auténtico, ya que avergüenza a la mujer. Pero el testimonio textual descarta todo argumento de que no sea auténtico.
-b. Otra opinión dice que fueron los oponentes de Pablo en Corinto los que afirmaron que las mujeres deben permanecer en silencio, y que Pablo está respondiendo a esta exigencia.
Pablo estaría refutando el reglamento de sus oponentes (vv. 33b-35) planteando dos preguntas retóricas (v. 36). Más adelante un editor introdujo la frase «en todas las iglesias de los santos» (v. 33b). No obstante, esta alternativa socava la autoría paulina y descuida la doctrina de la inspiración divina (véase el comentario al v. 37). Además, carece de base afirmar que en los versículos 34–35 Pablo está citando a sus oponentes (véase el comentario al v. 22).
-c. Otros eruditos argumentan que existe una contradicción entre el mandamiento de Pablo de no permitir que las mujeres hablen y su concesión de que ellas oren y profeticen.
Se cree que Pablo cambió de opinión después de haberles permitido a las mujeres orar y profetizar (11:5), lo cual lo llevó a redactar un mandato que corrigiese lo que dijo primero(14:33b-35). Pero lo que Pablo dice en 11:5 no está expresado en la forma de una concesión, sino que sólo menciona los hechos. Además, en 14:33b-35 no impone un decreto absoluto, sino que sólo entrega directrices que promueven un culto ordenado en la iglesia. 2° Titulo;
Produce la comunión en la iglesia. (1ª los corintios 14:26. ¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación.).
Comentario: Los cultos de adoración de la comunidad de Corinto estaban lejos de ser conducidos en una forma ordenada. Pablo ya había entregado a la iglesia instrucciones de cómo celebrar la Santa Cena (11:17–34) y cómo usar los dones espirituales para la edificación de los hermanos de la iglesia (14:5, 12). Ahora imparte instrucciones adicionales en cuanto a cómo organizar en forma ordenada las intervenciones verbales durante los cultos de la iglesia de Corinto. Se veía obligado a corregir a los individualistas que no tenían consideración por el orden en el culto.
a. Edificación 14:26–28
[26]. ¿Qué debemos concluir, entonces, mis hermanos? Que cuando se reúnen, cada uno tiene un salmo, tiene una enseñanza, una revelación, una lengua, una interpretación. Que todo se haga para edificación. -a. Pregunta. Por carecer de predicado, en el texto griego la primera oración es muy breve, sólo dice: «¿Qué es entonces?». Si se suple lo que falta, tenemos: «¿Qué debemos concluir, entonces?» (véase v. 15a). La respuesta a esta pregunta es que, si el desorden es un obstáculo para entender y creer, el culto de adoración de los corintios no es edificante. En consecuencia, Pablo vuelve a subrayar el tema de la edificación: si en el culto hay caos, los que participan no recibirán beneficios espirituales.
Cada vez que Pablo tiene que tocar un tema delicado que afecta personalmente a los corintios, los llama hermanos (véase los vv. 6, 20, 26, 39) y este versículo no es la excepción. Corrige la conducta desordenada que se ve en los cultos, donde desconsideradamente promueven su individualismo y desatienden a otros miembros de la congregación.
-b. Orden. «Cuando se reúnen, cada uno tiene un salmo, tiene una enseñanza, una revelación, una lengua, una interpretación». Pablo describe un culto en el que participan muchos miembros de la congregación: uno canta, otro enseña, otro comparte una revelación, y los últimos que se mencionan hablan en lenguas e interpretan. Pablo no dice que su lista sea exhaustiva o que nos entrega un orden de culto típico de aquel tiempo. Más bien al azar menciona algunas partes del culto. Por ejemplo, no menciona la oración ni la lectura de la Biblia, aunque estos elementos podrían estar incluidos en los dones mencionados.
Pablo ya mencionó el canto de salmos o himnos (v. 15), una parte común en los cultos de adoración de las sinagogas judías y las iglesias cristianas. El canto podría ir o no acompañado de un instrumento musical. Además, mencionó la enseñanza y la revelación en el contexto del conocimiento y la profecía (v. 6). Suponemos que la enseñanza y la revelación se relacionan con la exposición de la Palabra. Por último, una de las órdenes explícitas de Pablo ha sido que, si en público se habla en lenguas, éstas deben ser siempre interpretadas. De otro modo, no tienen valor. Todo en el culto de adoración debe realizarse con orden.
-c. Beneficio. «Que todo se haga para edificación». Cada parte del culto está diseñado para fortalecer a los miembros de la iglesia. Esto quiere decir que cuando la congregación se junta para el culto, se debe aplicar el principio del amor en forma notoria. Si este principio está ausente, el culto en sí no tiene valor a los ojos de Dios. [27]. Si alguno habla en una lengua, que hablen dos y cuando mucho tres; que cada uno lo haga por turno y que alguien interprete. [28]. Pero si no hay intérprete, que guarde silencio en la iglesia y que hable para sí mismo y para Dios.
Cada vez que Pablo toca el punto de la glosolalia, regula su práctica de alguna forma. En el presente caso se dirige a una persona, sea hombre o mujer, y usa el sustantivo lengua en singular. Quiere que el que habla en lenguas respete cinco consideraciones.
-a. Cantidad. «Que hablen dos y cuando mucho tres». No se autoriza que todos se pongan a hablar en lenguas. Sólo se permite que dos y a lo sumo tres lo hagan. Con estos números, Pablo indica que no todos han recibido el don (12:30). Además, da a entender que la restricción se aplica a todas las reuniones.
-b. Orden. «Que cada uno lo haga por turno». Anteriormente Pablo describió una escena hipotética en la cual toda la congregación hablaba en lenguas, e hizo ver los resultados negativos que tendría semejante conducta (v. 23). Ahora quiere prevenir cualquier efecto dañino que la glosolalia pudiera tener en la tarea evangelística de la iglesia. De esto modo, regula el ejercicio de la glosolalia a fin de preservar el orden litúrgico dentro del culto. Pablo restringe a los miembros de la congregación de Corinto diciéndoles que cada uno puede hablar por turno: una a la vez y nada más. Esta sección hará énfasis en que se cumpla el principio del orden en la iglesia (véase el v. 33).
-c. Interpretación. «Y que alguien interprete». La siguiente restricción ya fue mencionada anteriormente, pero ahora se refuerza. Cuando se habla en una lengua, otro miembro de la iglesia debe interpretar para los dos o tres a quienes se les permite hablar (cf. vv. 5, 13). En el Nuevo Testamento, el verbo interpretar y sus derivados tienen el sentido de traducir o de comunicar el significado de un lenguaje a otro. En la iglesia de Corinto, parece que el sentido es comunicar el significado de las palabras habladas, más que traducir en sucesión dos o tres idiomas conocidos.
-d. Silencio. «Pero si no hay intérprete, que guarde silencio en la iglesia». Al no haber intérprete, el que tiene el don de lenguas debe quedarse callado. Lo que dice Pablo indica que el que tiene este don también tiene la facultad de controlar sus sentidos. Esta persona tiene la capacidad de quedarse en silencio mientras otros hablan por turnos. Notemos que Pablo permite que se practique libremente la glosolalia en la intimidad del hogar.
-e. Devocional. «Y que hable para sí mismo y para Dios». La última instrucción que Pablo da al que practica la glosolalia es que hable en privado para sí y para Dios. Hablarle a Dios en privado no tiene nada que ver con la congregación en el culto. El que habla ora a Dios, y nadie tiene derecho a invadir su intimidad religiosa (véase el comentario a los vv. 2–4).
3er Titulo:
Dirige a la Iglesia en la toma de decisiones. (Los Hechos 6:3 al 7. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les
impusieron las manos. Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.
Comentario: [3]. Hermanos, busquen de entre ustedes, a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encargaremos de este trabajo. [4]. Pero nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra”.
Pongamos atención a los siguientes puntos:
-a. Los Doce. Esta es la única vez en Hechos que Lucas usa el término descriptivo los Doce para referirse a los apóstoles. Lucas usa esta expresión para indicar que junto al cuerpo de los doce apóstoles hay otro cuerpo de siete administradores que atienden a las necesidades de la creciente iglesia. Hasta ahora los Doce han tenido toda la responsabilidad tanto de atender a las necesidades espirituales como a las físicas de los creyentes. Pero ha llegado el momento de pedir ayuda.
Llaman entonces a toda la comunidad cristiana para hacer una importante decisión. Es muy probable que no todos hayan estado presentes, porque de ser así, el procedimiento se habría complicado demasiado. Los Doce están a cargo de la reunión y presentan a los creyentes el punto que les preocupa: “No es justo que nosotros dejemos de enseñar la palabra de Dios para servir a las mesas”. Su tarea prioritaria era enseñar y predicar el evangelio de salvación. Debido a su posición de líderes, los apóstoles han asumido también la tarea de atender a los necesitados. Pero este trabajo secundario no debe detener la predicación de la palabra de Dios. Deben dedicarse a la oración y al ministerio de la palabra (v. 4).
Los Doce entonces, con la ayuda de la comunidad de creyentes, dan con la solución: elegir a algunos hombres para que ayuden en el servicio de las mesas. El sentido de la palabra mesas se relaciona con la frase distribución diaria, la cual se refiere tanto a compartir alimento como asignar sumas de dinero para la compra de los alimentos. En la iglesia sin duda que hay hombres calificados para realizar esta tarea. Por eso los apóstoles proponen que se elija a siete.
-b. Siete varones. Hagamos algunas consideraciones. Primero, el número siete representa el número de plenitud. Los apóstoles sugieren el número, la iglesia selecciona a siete varones y los apóstoles los ordenan. Segundo, en este pasaje, Lucas se abstiene de usar el término diácono, aunque dice que los apóstoles ordenaron a siete varones para el oficio especial de ministrar a los pobres (véase también Fil. 1:1; 1 Ti. 3:8–13). Tercero, los elegidos debían reunir dos requisitos: tenían que tener una buena reputación y debían estar llenos del Espíritu Santo y de sabiduría. Por supuesto, para la tarea de distribuir alimentos y dinero la persona que lo haga debe tener una reputación que esté por encima de cualquier reproche y una recomendación que sus pares o superiores pudieran hacer de él con todo gusto (c.f. 10:22; 16:2; 22:12). También, para ayudar a los necesitados la persona debe estar llena del Espíritu Santo y ser muy sabia (véase Nm. 27:16–18).
Para el Espíritu Santo no hay separación alguna entre lo religioso y lo secular; él se da por igual a los apóstoles como a los siete varones elegidos. En realidad, Esteban y Felipe no sólo distribuyen el alimento y manejan las finanzas, sino que también predican la Palabra y realizan milagros (vv. 8–10; 8:6).
-c. Oración. “Pero nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra”. La tarea que los apóstoles deben hacer es, primero, ser constantes en la oración. Esta es exactamente la forma en que Lucas proyecta a los apóstoles y a la iglesia (véase 1:14; 2:42; 4:24). Y lo segundo es enseñar y predicar el evangelio de Cristo (véase especialmente 5:20, 42).
Consideraciones prácticas en 6:1 y 4 Versículo 1
El Nuevo Testamento, para no mencionar el Antiguo, tiene bastante que decir acerca de la posición y suerte de las viudas en Israel. En la Palestina del primer siglo, muchas de ellas tuvieron que soportar pobreza, no obstante que las autoridades judías habían hecho provisión para su sostenimiento (véase, p. ej., Mr. 12:42–44). En la iglesia, el principio prevalecía que entre los creyentes no debía haber ninguna persona en necesidad. Nótese que Santiago pone el cuidado por los huérfanos y las viudas dentro de lo que es una religión pura y sin mancha (Stg. 1:27). Pablo también dicta normas y regulaciones al respecto: para las viudas que en realidad necesitan atención diaria; para las que no tienen hijos ni nietos que puedan sostenerlas; para las que tienen sesenta años o más; para las jóvenes que aún deben volverse a casar; y para las mujeres cristianas que deben ayudarlas (1 Ti. 5:3–16).
Cien años atrás, los pastores acostumbraban poner las iniciales V.D.M. después de su nombre. No se trataba de la abreviación de un grado académico sino una descripción de su trabajo. Las iniciales corresponden a las palabras latinas Verbi Domini Minister, es decir, ministro de la Palabra del Señor. Estrictamente hablando, un pastor no es un ministro de la iglesia aun cuando él sea ordenado por ese cuerpo. No es un ministro de una congregación local, aun cuando un concilio supervise su trabajo y pague su salario. Un pastor es, antes que nada, un ministro del evangelio de Cristo, porque Jesús lo envía a enseñar y a predicar las Buenas Nuevas (Mt. 28:19– 20). El pastor, entonces, es un siervo de la Palabra de Dios. Como Pablo lo dice, “¿Cómo oirán sin haber quien les predique [la Palabra]? (Ro. 10:14). Pero si el pastor es un siervo de la Palabra, entonces él deberá dedicarse completamente a la tarea de proclamar las buenas noticias del evangelio. Debe cuidarse de las atracciones que quieran desviarle de su ministerio. La dedicación genuina a la oración y la predicación coronarán su trabajo con incontables bendiciones.
b. Puesta en acción y resultados 6:5–7
[5]. Agradó la propuesta a toda la comunidad. Por tanto, eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo; y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás, prosélito de Antioquía. [6]. Presentaron a éstos a los apóstoles, quienes oraban y les impusieron las manos.
Los apóstoles proponen y la iglesia aprueba la sugerencia. La palabra agradó denota una armonía fundamental entre los apóstoles y la comunidad cristiana. Las quejas y las irritaciones respecto de la mala administración han quedado superadas. Como resultado de ello, la iglesia se pone a la tarea de buscar a los siete hombres más capacitados. No sabemos sobre qué base se hace la búsqueda ni con cuáles reglas. Lucas no dice nada en cuanto a echar suertes (c.f. 1:26), pero el verbo escoger indica que de alguna manera se hace una selección, basada en las reglas establecidas por los apóstoles. Dicho sea de paso, Cristo escogió a los doce apóstoles (incluyendo a Matías; véase 1:24), pero es la iglesia la que ahora elige a los siete que los apóstoles instalan en sus cargos. ¿Quiénes son ellos? Todos los nombres son de origen griego. Aunque algunos judíos nativos tenían nombres griegos, como es el caso de los apóstoles Felipe y Andrés, los estudiosos se inclinan por la explicación de que los siete eran judíos helenistas cuya lengua nativa era el griego. El primer nombre es Esteban, que significa “corona”. En un sentido, él recibió la corona de justicia cuando muere como un mártir de la fe. Esteban reúne los requisitos estipulados por los apóstoles, porque Lucas dice de él que es un hombre “lleno de fe y del Espíritu Santo”. Es conocido por su fe, como lo demuestra en su enseñanza y predicación. El siguiente es Felipe, más tarde conocido como el evangelista (21:8). Luego siguen los nombres de Prócoro, Nicanor, Timón, y Parmenas, acerca de los cuales nada sabemos. El último es Nicolás, nativo de Antioquía y un gentil convertido primero al judaísmo y ahora al cristianismo. Es posible que Lucas tenga un interés especial en él, porque, de acuerdo a la tradición, él mismo nació y se crió como un gentil en Antioquía llegando posteriormente a abrazar la fe cristiana. Aquí tenemos, entonces, a siete helenistas, de los cuales seis son descendientes de judíos. El séptimo es Nicolás, un gentil y prosélito. A menudo, Nicolás ha sido identificado como el padre de los nicolaítas, que son mencionados en Apocalipsis 2:6, 15. “Los nicolaítas sin duda que derivan su nombre de algún Nicolás, si de éste o de otro su identidad ha de ser incierta”. El hecho de que todos los candidatos sean helenistas indudablemente apaciguó al sector de habla griega de la iglesia de Jerusalén.
El grupo es presentado a los apóstoles, quienes dan su visto bueno a la selección hecha por la iglesia. Luego oran por ellos y piden la aprobación y bendición divinas sobre el trabajo que les espera como administradores. Después de orar, los apóstoles los ordenan a los siete mediante la imposición de manos. Así, adoptan la práctica que Moisés inauguró al ordenar a los levitas para servicios especiales y al comisionar a Josué como su sucesor (Nm. 8:10; 27:23). En los tiempos del Nuevo Testamento, no sólo los apóstoles adhieren al rito de imponer las manos al comisionar a personas calificadas, sino que también la iglesia en Antioquía escucha obediente al Espíritu Santo e impone las manos a Bernabé y a Pablo (13:2–3; véase también 1 Ti. 5:22).
[7]. De manera que extendía la palabra del Señor, el número de los discípulos en Jerusalén se multiplicaba grandemente. Y gran número de sacerdotes obedecían a la fe.
A lo largo de su libro, Lucas registra unos resúmenes que describen el crecimiento fenomenal de la iglesia primitiva. Por ejemplo, en la conclusión de su relato sobre Pentecostés dice que el Señor añadía cada día más gente hasta llegar a tres mil creyentes (2:41, 47). Literalmente, el texto griego dice, “la palabra de Dios continuaba creciendo”. Esto no significa, por supuesto, que las Escrituras del Nuevo Testamento crecieran con la adición de
nuevos libros, sino que el evangelio mismo llegaba a ser parte de la vida espiritual del pueblo. En otras palabras, el efecto de la palabra proclamada era crecientemente obvio en las vidas de los habitantes de
Jerusalén. Como un resultado directo de la proclamación y la enseñanza, a lo cual los apóstoles estaban ahora dedicados en oración y ministración de la Palabra, más y más gente creía y se unía a la iglesia.
Lucas agrega una observación más a este resumen: “Y gran número de sacerdotes obedecían a la fe”. El historiador judío Josefo cuenta que en sus días había cuatro tribus sacerdotales y que cada una tenía un número aproximado a los cinco mil miembros. “Estos oficiaban por turno por un período fijo de días.” En un día cualquiera, por lo tanto, había unos cinco mil sacerdotes en Jerusalén. Obviamente, un gran número de ellos, persuadidos por la predicación del evangelio, se unieron a la iglesia. Nótese que Lucas usa el término fe como sinónimo del evangelio de Cristo (c.f. 13:8). Este término significa la fe objetiva encarnada en enseñanza doctrinal y no la fe subjetiva de los creyentes. De hecho, Lucas emplea varias expresiones para describir el cristianismo en este período formativo de la iglesia: el Nombre (5:41), el Camino (9:2), y la Fe (6:7).
Consideraciones doctrinales en 6:5–7
Aunque el término diácono (uno que sirve) no aparece en los primeros seis versículos de este capítulo, la palabra griega diakonia aparece dos veces y es traducida “distribución” (v. 1) y “ministerio” (v. 4). El contexto revela que los siete varones son servidores en el nombre de Cristo; es decir, son diáconos que ayudan a los necesitados. En años posteriores, Pablo delinea el papel del diácono (1 Ti. 3:8–13). Pero en Hechos, tanto Esteban como Felipe predican. De hecho, Felipe es llamado “el evangelista” (21:8). Ambos realizan milagros (6:8; 8:6), e incluso Felipe bautiza (al etíope, 8:38).
¿Es diferente el trabajo del diácono del de enseñar y predicar? Claro que sí. Aparte del ministerio de la predicación y de sanidad de Esteban y de Felipe, la razón fundamental para la elección de estos siete hombres es aliviar las necesidades de los pobres. En Hechos, proveen a las viudas de los de habla griega para sus necesidades diarias; para ello sacan de las manos de los apóstoles dicha responsabilidad. Esto ayuda a los apóstoles para que se dediquen completamente a la tarea de orar y predicar. La tarea principal de los diáconos, entonces, es servir a los pobres en el nombre de Cristo. Gracias a que Pablo menciona a los ancianos y diáconos en la iglesia de Filipos (Fil. 1:1) e instruye a Timoteo acerca de los supervisores y diáconos (1 Ti. 3:1–13), sabemos que la iglesia en general reconoce los dos oficios de anciano y de diácono. Los padres de la iglesia de los siglos I y II verifican la existencia de estos oficiales y aun se refieren a los siete varones de Hechos 6 como diáconos. En la historia de la iglesia, el término diácono ha sido interpretado de diversas maneras. Un estudio de este tipo, sin embargo, pertenece a otras disciplinas y no a la exégesis.
Pensamiento: ¿Qué dice la Biblia acerca de la toma de decisiones?
La Biblia está especialmente diseñada para ayudarnos a tomar la decisión más importante: la de arrepentirnos, cambiar y seguir a Jesucristo por el resto de nuestras vidas (Hechos de los Apóstoles 2:38; 1ra Juan 2:6). Dios nos dice que lo pongamos a él primero, que le obedezcamos y escojamos las bendiciones y la vida eterna (Mateo 6:33; Deuteronomio 30:19-20).
Todas las otras determinaciones que tomemos contribuyen a esta decisión y meta principal. Debemos evitar las decisiones que nos desvían de poner a Dios y su justicia primero en nuestra vida.
Sin embargo, no toda decisión es una elección entre el bien y el mal. Muchas de nuestras decisiones diarias tienen varias opciones aceptables. Algunas de las más importantes también tienen una variedad de posibilidades, como qué carrera escoger, con quién casarse, o dónde vivir. Pero la Biblia también nos entrega principios que nos pueden ayudar a identificar y escoger las mejores opciones. Exploremos la sabiduría bíblica para encontrar algunas de esas claves.
“El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (Proverbios 1:7).
“Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; más en la multitud de consejeros hay seguridad” (Proverbios 11:14).
“Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar” (Lucas 14:28-30).