• No se han encontrado resultados

Irlanda y la guerra civil española. Nuevas perspectivas de estudio

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2021

Share "Irlanda y la guerra civil española. Nuevas perspectivas de estudio"

Copied!
557
0
0

Texto completo

(1)

Irlanda y la guerra civil española. Nuevas

perspectivas de estudio

Pere Soler Parício

Aquesta tesi doctoral està subjecta a la llicència Reconeixement 3.0. Espanya de Creative Commons.

Esta tesis doctoral está sujeta a la licencia Reconocimiento 3.0. España de Creative

Commons.

(2)

Departament de Història Contemporània. Facultat de Geografia i Història.

Universitat de Barcelona.

IRLANDA Y LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. NUEVAS PERSPECTIVAS DE ESTUDIO.

Para optar al título de Doctor en Historia Contemporánea. Programa de Doctorado: ‘Societat i Cultura’. Principat d’Andorra, 2013.

Doctorando: Pere Soler Parício.

(3)

‘Dejaremos al historiador español del futuro cercano que juzgue si nos comportamos como es debido, y si mantuvimos el honor de Irlanda. Sólo diremos que luchamos en cinco frentes, que nuestra pequeña banda perdió cerca de 50 fallecidos y al menos otros 50 heridos, y que nuestra Unidad Irlandesa sigue guarneciendo la línea.’

(4)

Agradecimientos

Me debo, en primer lugar, a los patrocinadores que han hecho posible esta investigación. La Fundación Crèdit Andorrà subvencionó mis estudios de DEA en la Universidad de Granada durante dos años. Posteriormente, esta misma corporación y el Govern d’Andorra me becaron durante tres años para que pudiera completar el doctorado [ATC004- AND 2009/2010 y ATC004- AND 2010/2011; ATC004- AND 2011/2012]. Joelle Bazile facilitó el trato con la entidad comercial. Helena Soler i Èric Jover fueron mis interlocutores en el Departament d’Ensenyament Superior i Recerca. Jordi Guillemet y Joan Micó, próceres del Institut d’Estudis Andorrans, soliviantaron la desazón en momentos quejumbrosos y aportaron alguna asistencia material de utilidad. Con todos ellos queda mi reconocimiento.

En el plano científico el tutor de esta Tesis, Pelai Pagès i Blanch, merece una correspondida retribución. Leyó con diligencia cada una de las partes que integran el articulado, las corrigió y me devolvió, desde el más absoluto respeto hacia mi trabajo, todas las indicaciones y sugerencias que podían encarrilar su redacción. Nuestra relación profesional ha sido cordial y fluida, nunca antepuso su criterio al mío y sólo guardo alabanzas hacia él. La otra persona que merece un homenaje es el académico y camarada David Convery. Gracias a él y a su supervisor Donald Ó Drisceoil pude instalarme en el University College Cork como investigador visitante. Convery también me facilitó el acceso, de modo desinteresado, a una cantidad considerable de material de estudio; una ayuda inestimable.

En tercer lugar, este periplo ha contado con algunos compañeros de viaje, verdaderos amigos, sin cuya presencia hubiera desfallecido. Daniel Roig, dotado pensador y poeta de la Historia que tantas sonrisas has provocado en mí, eres el primero de la lista. Diego Gracia, dulce intelectual y brillante hidalgo que cabalgas por las tierras de España, te deseo lo mejor. Andrés, galaico-catalán de robusta integridad. Carme en Barcelona, Jana, Leti, Luís -Facultad de Traducción-, Isaac, Álvaro y tantos otros en Salamanca (mis respetos para el profesor Antonio Celada), gracias por vuestra presencia. Amables conocidos con los que compartí experiencias durante todo este tiempo: Théo (Quebec), Niail (Ulster), Peggy y Maeve (EE.UU.), Edouard Sill (Francia), Yuan (China), Shane, Maeve, joven John y la gente del Socialist Party en Cork, Guillaume y Rémi del pub Pigalle, etc.

Por supuesto, no olvido el personal de los archivos que facilitó la tarea. A Ramón, Goyo, Paquita y todos los demás en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. A los documentalistas del Archivo General Militar de Ávila, ¡qué trato tan exquisito! Segovia y Guadalajara, augustas plazas donde buscar papeles. A la gente de Bilbao y Bergara, Archivo del Nacionalismo Vasco e Irargui respectivamente, no tengo más que elogios. En Catalunya, la gente de la Biblioteca del Pavelló de la República hubo de recibirme cuando prácticamente no sabía ni cómo moverme en un archivo, gracias por vuestra paciencia. Cabe mencionar a la gente de la National Library of Ireland así como del National Archive of Ireland. You were enormously kind with me, all of you. I hope to see you some day, who knows, maybe in a cold winter’s night in damned Dublin. You know who you are, thank you. Granada, inocente ensoñación. Deseo mandar un saludo desde aquí al personal del Departamento de Historia

(5)

Contemporánea de la UGR, especialmente a Fernando Fernández Bazterreche. Se portaron muy bien conmigo y tuvieron la delicadeza de aprobarme una calamitosa Tesina. Gracias a ello, hoy puedo firmar este compendio.

Puestos a agradecer, mi madre y mis tías, mujeres humildes y trabajadoras, merecen el más grande de los tributos. Velaron por mí y me arroparon con su amor durante muchos años. Ni ellas ni mi padre han dudado nunca sobre mis capacidades ni han cuestionado el modo en que empleaba mi tiempo y recursos, bendita conmiseración la suya. No olvido tampoco a los maestros, llenos de entusiasmo, que hicieron de mí lo que soy en la Escola Andorrana. Lo mismo ocurre con algunos profesores de la Universitat de Barcelona: Julio Miñambres, Ramón Casteràs, Prim Bertran -excelente docente y mejor persona-, etc. A Bet, Mar y Ana, de la Biblioteca de Sant Julià de Lòria, os agradezco vuestra simpatía y compañía; necesitaba un lugar donde trabajar y vosotras me lo habéis dado.

Por último, si hubiera que dedicar esta Tesis a alguien, no cabría considerar otros candidatos antes que a sus propios protagonistas. Frank Ryan, Charlie Donnelly, Kit Conway y el resto de voluntarios que respondieron a la llamada del pueblo español, arriesgando sus vidas en defensa de los campesinos y trabajadores de otro país, sois un modelo a imitar; sobran motivos y faltan palabras. Por eso, espero que algún día la razón de un nuevo internacionalismo emancipador sitúe vuestra gesta en el lugar de la historia que se merece.

(6)

5 ÍNDICE

INTRODUCCIÓN...8

APARTADO 1. MARCO HISTÓRICO...15

1.1) Irlanda durante el periodo de entreguerras...15

El advenimiento de la independencia: la firma del Tratado y sus consecuencias...15

William Cosgrave y el gobierno del Cumann na nGaedheal...18

Eamon De Valera y la era del Fianna Fáil...20

La izquierda radical irlandesa durante los años treinta...23

Conservadurismo político, la Iglesia, y el miedo rojo en Irlanda...27

1.2) ¿Un fascismo irlandés?...30

Múltiples opiniones sobre un mismo fenómeno...30

Avance y retroceso de los blueshirts...33

Los camisas azules vistos por el ABC y La Vanguardia...38

Simpatías totalitarias en Irlanda; otros exponentes...40

1.3) Irlanda y España. Distintas facetas de una tímida relación...44

Ciertas consideraciones básicas...44

Cataluña e Irlanda, un nacionalismo eclipsado...47

Ambrose Martin...54

Irlanda y el Estatuto catalán de 1932...59

Euskadi e Irlanda: vínculos y contactos...62

Años treinta. La atención se incrementa...68

Encuentros y visitas; un retrato...74

APARTADO 2. REACCIÓN IRLANDESA ANTE LA GUERRA CIVIL...79

2.1) Las primeras noticias de la guerra...80

2.2) La respuesta del Gobierno irlandés...90

Reacción inicial...90

Los grandes debates parlamentarios...95

El ejecutivo del Fianna Fáil y la no-intervención...100

El cortejo de Dublín...103

2.3) Las instituciones eclesiásticas irlandesas frente al conflicto español...108

La Iglesia católica: una postura inequívoca...108

For God and Spain...113

La prensa religiosa. Estudio de casos...117

Dos figuras poco ortodoxas...126

La Iglesia en Inglaterra y los EE.UU...131

2.4) El Irish Christian Front...135

Nacimiento y expansión del movimiento...135

Una visita con nefastas consecuencias...138

Decaimiento y desintegración del Frente Cristiano...142

2.5) Formaciones políticas y otros grupos de poder...144

El Partido Laborista y los sindicatos...144

Republicanismo y Sinn Féin...150

Algunas notas sobre el Ulster...152

La derecha reaccionaria...153

2.6) el apoyo a la república en Irlanda...160

(7)

6

El Frente Unido irlandés...164

La izquierda radical durante el comienzo del conflicto...166

La campaña pro-republicana en 1937...170

La campaña pro-republicana en 1938...175

La disputa en torno a los navíos españoles...177

Literatura y periodismo irlandés en defensa de la República...179

Salud! An Irishman in Spain...184

APARTADO 3. PARTICIPACIÓN IRLANDESA EN EL CONFLICTO ESPAÑOL...190

{Los voluntarios irlandeses en las filas de la República} Perspectivas de estudio...191

3.1) Reclutamiento y envío de brigadistas a España...194

El primer gran contingente de hombres...195

Pioneros y adscripciones particulares...198

Perfil de los internacionalistas irlandeses...201

3.2) Llegada y primeros pasos...210

Encuadramiento e instrucción...210

El frente de Córdoba...212

La escisión...215

3.3) El frente del centro: batallas y acantonamiento...219

El batallón Británico en los combates del Jarama...219

Los Lincoln en el Pingarrón...224

El 20º batallón...228

En la brecha...230

3.4) La campaña de Brunete y la lucha en Aragón...234

Una victoria pírrica...234

El frente de Aragón...237

El desmoronamiento del frente aragonés...242

La batalla del Ebro...245

{Cruzados al servicio de Franco.} 3.5) Organización de la Brigada Irlandesa y traslado a la Península...251

Primera visita de O’Duffy a España...253

El embarque fallido de Waterford...255

Los pequeños contingentes...258

Una esvástica ondeando en Galway...263

El fracaso del comandante Cronin...269

Caracterización de los brigadistas...272

3.6) Entrenamiento y marcha hacia los campos de batalla...277

Acuartelamiento en Cáceres...277

Visitantes inesperados...283

De camino al frente...287

Ciempozuelos...291

3.7) Declive y repatriación...296

Ataque sobre Titulcia...296

Un nuevo destino...301

Disolución de la bandera...307

(8)

7

APARTADO 4. LOS PAPELES DEL GOBIERNO...325

4.1) La diplomacia del Saorstát y el conflicto español...325

El estallido de la guerra y las evacuaciones...325

Informes e impresiones recogidas por el aparato consular...332

La Legación irlandesa de Madrid; un edificio con su propia historia...338

Irlanda y el reconocimiento de las autoridades españolas...341

Una mediación imposible...347

Relaciones comerciales, algunos apuntes...356

El Estado irlandés y las donaciones humanitarias destinadas al pueblo español...360

4.2) Revelaciones en torno a la Cruzada...372

Joseph Doyle y la organización de la brigada católica...372

Apelaciones inverosímiles...375

Combatientes de la bandera irlandesa; retorno a casa y dificultades ulteriores...376

El ICF: informes policiales y recortes de periódico...380

4.3) Episodios secundarios vinculados con los internacionalistas...386

La repatriación de los voluntarios...386

Los desertores...390

Muertos, desaparecidos y voluntariados frustrados...396

Prisioneros...401

4.4) El destino de Frank Ryan...409

Una noticia sobrecogedora...409

Se buscan aliados...414

La sombra de Thomas Gunning...420

Mediando un intercambio...423

Un giro inesperado...434

Trágico desenlace...441

APARTADO 5. LOS ARCHIVOS ESPAÑOLES...444

5.1) Archivo General Militar de Ávila...445

La formación de la XV Bandera irlandesa...445

El error de Ciempozuelos y otras disfunciones...455

El final de la escapada...463

Datos compilados por la Base de Albacete...481

La experiencia carcelaria. Carpetas de cargos...488

5.2) Centro Documental de la Memoria Histórica...493

Irlandeses en la documentación de Salamanca...493

La Oficina Nacho Enea...495

5.3) Archivo General Militar de Guadalajara, y, de Segovia...501

Expedientes personales...501

Los oficiales de enlace españoles...506

5.4) Los archivos del País Vasco...511

Imposturas de una ayuda ausente...511

Erin y el exilio vasco...520

CONCLUSIONES...524

APÉNDICES...529

SIGLAS Y NOMENCLATURA...549

RELACIÓN DE ARCHIVOS Y FUENTES DOCUMENTALES...550

(9)

8 Introducción

La guerra civil española ocupa un lugar destacado en la historia reciente de Europa. Su estallido y desarrollo fue seguido por la mayoría de periódicos del mundo, y los ciudadanos de las naciones desarrolladas juzgaron con severidad la trascendencia de los hechos. El contexto internacional de ese momento, la exacerbación en la que había caído la vida política en el Viejo Continente, la permeabilización de las masas ante las propuestas ideológicas y la definitiva consolidación de una opinión pública, coincidieron en el tiempo para sublimar el conflicto como uno de los sucesos más trascendentes del periodo de entreguerras. Este episodio ha sido estudiado, como paradigma de toda una época, desde perspectivas muy diversas. Las publicaciones que lo abordan suman una retahíla de títulos inagotable y, como es sabido, siguen acumulándose a un ritmo que parece no tener fin. Desde esta perspectiva, la inclusión de una nueva investigación en dicho campo del conocimiento podría antojarse accesoria, prescindible. Ahora bien, los fenómenos pretéritos no son patrimonio exclusivo de ninguna época, y el trabajo impulsado por los historiadores de antaño no debe privarnos del derecho a interpretar el pasado según los cánones de nuestro tiempo presente. Al contrario, contamos con la posibilidad de asumir su legado con todo el reconocimiento que se merecen y, desde la humildad, nos ocupa el deber de continuar y ampliar los resultados de su tarea. Partiendo de esta concepción, nos hemos abrogado el derecho de adentrarnos en una de las muchas facetas de la guerra civil que atraen la atención de los académicos. Esto es, el estudio de la reacción internacional y la participación extranjera que, en nuestro caso, se centra particularmente en la respuesta al conflicto que se dio en Irlanda.

Tal y como ocurrió en el resto de países democráticos, el contencioso español captó la atención de los habitantes de la isla de un modo significativo. El público se formuló su propia opinión al respecto, abriéndose un debate que se instaló en los principales resortes de la sociedad civil. Las formaciones políticas tomaron partido a favor de uno u otro bando y animaron a sus seguidores a secundar su postura. El Gobierno en funciones hubo de lidiar con una serie de imperativos que la conflagración impuso en su agenda, y los grupos de poder que ostentaban un peso relevante manifestaron su visión sin tapujos. Esto se advino en un momento en que la coyuntura interna de la isla atravesaba por un periodo delicado, puesto que el Free State pugnaba por consolidar el estatus que el Tratado de 1921 le había conferido, mientras que las élites dirigentes se disputaban el control del nuevo Estado.

El carácter católico de la nación irlandesa jugó un papel crucial en la reacción que la guerra de España despertó entre sus ciudadanos. Pensemos que la defensa de este credo alimentaba una sangrienta disputa sectaria en el Norte, al tiempo que servía de factor diferencial para aislar la identidad gaélico-celta del resto de las Islas Británicas, de mayoría anglosajona y protestante. El tratamiento de las noticias sobre la Península que implementaron los rotativos del Sur, la postura adoptada por la Iglesia católica y la campaña a favor de los insurgentes que impulsó el conservadurismo irlandés, contribuyeron a decantar en un primer momento la opinión pública del lado rebelde. El conflicto fue interpretado como una pugna religiosa, condición que eclipsó otro tipo de lecturas posibles. Esto contrasta con lo que aconteció en el resto de países, donde la lucha en defensa de la democracia o, en último término, el combate

(10)

9

entre el comunismo y el fascismo, fue la noción esencial que guió los enjuiciamientos. La intensidad del clivaje vino acompañada, cuando no motivada, por una manipulación interesada de la información que se daba a la población. Las clases dominantes de la isla habían hecho un esfuerzo en los años precedentes por alejar a los sectores populares de las propuestas emancipadoras más radicales, alimentando para ello un temor rojo que terminó cuajando en el ánimo mayoritario. La corporación eclesiástica venía mostrando su cara más reaccionaria, enfrentándose sin complejos a cualquier atisbo de modernidad que pudiera cuestionar su poder. De hecho, muchos de sus adalides recibieron con gusto las formulaciones ideológicas que abogaban por reconquistar su preeminencia en todas las áreas de la vida comunitaria, es decir el corporativismo católico o, en su defecto, el vocacionalismo de Estado.

La ultraderecha irlandesa adoptó una postura beligerante, volcando todas sus energías en la defensa de los facciosos. Los factores que motivaron esta actitud son complejos y variados, aunque en líneas generales respondieron a intereses propios, internos, antes que a una verdadera afección desinteresada. Por su parte, la izquierda radical no dudó en ofrecer toda su solidaridad a los republicanos españoles. Respuesta que le valió el acoso de muchos sectores sociales, políticos y religiosos. La insistencia de la contra-propaganda obrerista y la progresiva falta de legitimidad en la que cayó el discurso pro-franquista, terminaron por bascular el apoyo popular a la causa insurgente hacia una postura más templada. De este modo, las opiniones divergentes pudieron expresarse con un cierto margen de libertad. Aún así, la defensa de la causa lealista continuó chocando con la firme condena de la Iglesia y la oposición frontal de los estratos más acomodados.

De Valera subscribió el plan de No-Intervención desde fechas tempranas, decisión que le valió la crítica de los contrincantes parlamentarios y de sus enemigos políticos. Dublín se esforzó en marcar un perfil de actuación diferenciado respecto a la Gran Bretaña, aunque no llegó a permitir que la cuestión española abriera ninguna brecha de disentimiento profundo entre ambos países. Salamanca encontró un aliado potencial en algunos grupos de presión irlandeses como el Irish Christian Front, la jerarquía católica y ciertos grupúsculos filo-fascistas como los blueshirts o el NCP. De hecho, a punto se estuvo de organizar una cruzada moderna en defensa de la cristiandad, que hubiera traído hasta España a millares de voluntarios dispuestos a combatir. Diversos intereses truncaron esta iniciativa y, finalmente, la propuesta se tradujo en una pírrica participación en la guerra de una pequeña compañía expedicionaria que no tardó en ser devuelta a su hogar. Por su parte, las formaciones que asumieron en la isla la salvaguarda del Gobierno de Madrid se vieron obligadas a aunar fuerzas y conglomerarse en un Frente Unido, a imagen y semejanza del Frente Popular español, para resistir el embate de la reacción. Contra viento y marea, esta plataforma convocó diversos actos de solidaridad en defensa de la legitimidad republicana, organizó comités de apoyo al pueblo español y trató de advertir a los trabajadores irlandeses del verdadero significado del conflicto. Aún más, algunos de sus mejores activos no dudaron en alistarse a las filas de las Brigadas Internacionales, haciéndose un lugar en la historia por su ardor en el combate y su sacrificio heroico.

Esta es la casuística que he tratado de descifrar durante los últimos años, analizando para ello todos los elementos históricos que guardaban alguna relación con la respuesta que se dio en Irlanda ante la guerra civil. Los motivos que me impulsaron a elegir dicha temática de

(11)

10

investigación se pierden en una nebulosa de casualidades que, por sí misma, guarda poca importancia. Ahora bien, la convivencia con este sujeto de estudio se ha dilatado en el tiempo de un modo patente, respondiendo a distintas etapas vinculadas con un largo proceso de formación profesional. Por muy trivial que pueda parecer, el origen de la secuencia se remonta a mi adolescencia, cuando llegó a mis oídos una brava tonada en la que se reivindicaba la gesta de los voluntarios irlandeses que habían servido en las filas del Ejército Popular, canción que se me quedó gravada en la memoria. Los azares de la vida me condujeron, tiempo después, a estudiar la carrera de Historia en la Universitat de Barcelona y, justo cuando estaba a punto de terminar mi formación, una beca me dio la oportunidad de matricularme en un curso de lengua inglesa que debía celebrarse en una universidad de la República de Irlanda. Una vez allí, mantuve un encuentro providencial con una amable profesora, que me puso en la pista de la bibliografía que se había publicado acerca de la participación irlandesa en la guerra civil. Haciendo acopio de este material, abandoné la isla sin saber qué me deparaba el futuro. He aquí que la fortuna quiso sonreírme cuando una prestigiosa entidad del Principat d’Andorra, la Fundació Crèdit Andorrà, me concedió una subvención para cursar un posgrado de tercer ciclo. Esto me condujo hasta la Universidad de Granada, donde obtuve el Diploma de Estudios Avanzados en Historia Contemporánea. Para ello, hube de realizar un trabajo de investigación tutelada que, bajo mi elección, se centró en el estudio de la participación irlandesa en la guerra. A tal efecto, analicé el material que había traído conmigo desde la ínsula y comencé a introducirme en la apasionante historia de la guerra civil española.

Superado este eslabón de mi instrucción académica tuve la suerte de convertirme en beneficiario de las ayudas destinadas a la investigación doctoral, que el Govern del Principat d’Andorra otorgaba en coparticipación con la Fundació Crèdit Andorrà, asistencia económica que posteriormente recayó por completo en manos del ejecutivo. Entonces recabé el concurso del profesor Pelai Pagès i Blanch para contar con él como tutor, y me matriculé en el programa de doctorado de la Universitat de Barcelona. Mi proyecto de Tesis se centró en la reacción irlandesa ante la guerra civil. El trabajo que había presentado en Granada iba a servirme como punto de partida, aunque en esta ocasión debía planificar una investigación más ardua y complicada. Las fuentes superarían el estadio bibliográfico, siendo menester la consulta de diversos centros documentales, bibliotecas especializadas y hemerotecas. Debería visitar múltiples archivos que se hallaban ubicados en lugares lejanos, manejar un considerable volumen de información y trabajar con documentos escritos en lenguas extranjeras. El tiempo transcurrió sin tregua y este azaroso proyecto me condujo hasta tierras castellanas, pisé la verde Erín, fui recibido en archivos del País Vasco y rebusqué entre los repositorios de algunos fondos almacenados en Catalunya. Posteriormente volví al Pirineo con el propósito de poner por escrito el resultado de mis pesquisas y, a las puertas de un nuevo invierno, me encuentro ya en disposición de rubricar el testimonio de esta singular experiencia.

El objetivo de esta Tesis consiste, por un lado, en evocar el avance del estado de la cuestión que se ha alcanzado en Irlanda durante los últimos años, y por el otro, en aportar aquella información que las investigaciones que nos anteceden habían eludido. La justificación de todo ello, guarda relación con la escasa atención que la historiografía española ha prestado a esta temática hasta el momento, circunstancia que contrasta con la cantidad de trabajos que se han dedicado a analizar la respuesta que se dio en lugares como la Gran Bretaña, Francia, Italia

(12)

11

o Alemania. Dicha carencia se presenta como un motivo de peso para tratar de llenar el vacío que existe en este campo. Para ello, hemos tratado de comprender los paradigmas que la historiografía irlandesa había establecido en torno al objeto de estudio, revisando las principales fuentes que habían consultado sus representantes y, en segundo lugar, hemos intentado descubrir y analizar otras fuentes novedosas que no habían sido trabajadas hasta la fecha.

Los antecedentes de nuestra disertación se asientan en el trabajo desarrollado unas décadas atrás por algunos académicos irlandeses. Michael O’Riordan fue la primera persona que estudió con una cierta solidez la vivencia de los reclutas isleños en las Brigadas Internacionales. Su obra Connolly Column, se insería en la vertiente de publicaciones que analizaban el papel jugado por los distintos contingentes de voluntarios extranjeros que lucharon a favor del Gobierno de Madrid. Diletante antes que historiador de formación, su libro fue superado un tiempo después por la labor de los profesores Robert Stradling y Fearghal McGarry, quienes a finales de los años noventa editaron, respectivamente, el resultado de sus investigaciones centradas en la reacción irlandesa ante la guerra civil. Estos fueron los trabajos que nos pusieron en la pista del fenómeno que ocupa nuestra atención. Representan, en verdad, el punto de partida de este proyecto puesto que nos dieron a conocer las principales fuentes que podían alumbrar nuestro estudio, nos ayudaron a comprender el curso global de los hechos factuales y nos permitieron identificar a sus protagonistas más destacados. Ahora bien, sus averiguaciones se convirtieron al mismo tiempo en el estrato deductivo que debíamos tratar de revisar y, en la medida de lo posible, actualizar. Ha pasado ya más de una década desde que se publicaron sus libros y, afortunadamente para nosotros, han aparecido algunas obras de menor calado que exploran ciertos aspectos secundarios de la cuestión, gracias a las cuales hemos logrado perfilar algunas de sus conclusiones.

La estructura de los temas abordados responde a un doble condicionante. Por un lado, resultaba complicado esquivar la división del contenido de sus obras que habían usado McGarry y Stradling. Por el otro, las propias fuentes que hemos consultado han impuesto, a tenor de las deducciones obtenidas, una determinada distribución de los resultados. El primero de estos imperativos guarda relación con el deseo de implementar una exposición holística del fenómeno. En este sentido, era menester acotar el marco histórico, construir una narración general de los hechos, y, profundizar en el relato de la experiencia vivida por los voluntarios que se trasladaron hasta la Península para combatir. Estas secciones de nuestro trabajo ocupan las Partes primera, segunda y tercera del mismo, y la estructura de sus capítulos guarda un parecido con los trabajos de McGarry y Stradling. La redacción de los apartados que los integran ha contado, aún así, con el auxilio de ciertas fuentes que estos autores no habían usado en su momento. Esto se hace patente en lo que concierne a la primera Parte. La segunda y tercera Parte incorporan algunos datos novedosos que derivan del análisis de periódicos y artículos que los susodichos investigadores pasaron por alto. El segundo condicionante al que nos habíamos referido guarda relación con la cuarta y quinta Parte de esta Tesis, donde se presenta la mayor dosis de originalidad que encierra nuestro ensayo. Son fruto de un estudio documental intensivo, que nos ha permitido recoger el testimonio aportado por una cantidad nada deleznable de material de archivo prácticamente inédito. La extensión de estos descubrimientos ha exigido ordenar los resultados de manera

(13)

12

diferenciada según su contenido o procedencia. Así, la cuarta Parte aloja toda la información derivada de las cajas y legajos albergados por el National Archive of Ireland, vinculada eminentemente con la reacción de las autoridades irlandesas ante la guerra. Por el contrario, la quinta Parte expone los hallazgos encontrados en diversos archivos que se ubican en el Estado español, los más destacados de los cuales son el Archivo General Militar de Ávila y el Centro Documental de la Memoria Histórica.

La elección de las fuentes ha respondido a un criterio abierto, inclusivo, en cuyo origen subyacía el deseo de cotejar la mayor cantidad posible de inputs de información. Este trabajo se sitúa en el campo de la historia política, a lo que se suman algunas consideraciones de otra índole. A efectos de contenido temático, los centros a los que debíamos acceder en Irlanda eran, sin lugar a dudas, la National Library y el National Archive. La faena de biblioteca, en lo que a bibliografía y sección de hemeroteca se refiere, quedó satisfecha en el University College Cork, donde pude permanecer como investigador visitante. Por otro lado, la sanción de una aportación novedosa al estado de la cuestión debía resolverse a base de indagar con detenimiento en los archivos españoles. Era éste un campo de trabajo relativamente virgen en relación con los estudios que se habían impulsado en la isla, hecho que lo convertía por sí mismo en uno de los motivos que justificaban la elaboración de esta Tesis. Stradling y McGarry, tal y como habían hecho hasta entonces algunos especialistas extranjeros en materia de guerra civil, habían visitado, sin obtener grandes rendimientos, los centros de Ávila y Salamanca. En este sentido, mi primer cometido consistía en superar el alcance de la exploración que ambos habían llevado a cabo en estos archivos. La disponibilidad de tiempo, un mejor dominio del castellano y la voluntad de perseverar, permitían atisbar algunas expectativas de éxito en torno a este objetivo. Mi proyecto de investigación preveía extender las pesquisas a otros centros del Estado, meta que me condujo hasta las salas del Archivo General Militar de Segovia y el Archivo General Militar de Guadalajara. Anhelaba encontrar aquí más datos acerca de los voluntarios irlandeses que lucharon en la guerra y, aunque en poca cantidad, di con algo interesante. Las visitas al Arxiu Nacional de Catalunya, al Centro de Patrimonio Documental de Euskadi y al Archivo del Nacionalismo Vasco, tenían por objetivo la detección de relaciones y concomitancias entre el nacionalismo de estos lugares e Irlanda. De nuevo, estas diligencias concluyeron con un resultado favorable. Finalmente, requerí consultar los fondos de algunos equipamientos como la Biblioteca Foral de la Diputación de Bizkaia o los depósitos documentales y bibliográficos del Pavelló de la República (Universitat de Barcelona), para trabajar con algunas ediciones de prensa que podían enriquecer el trabajo.

Las revistas y publicaciones periódicas que han sido citadas en esta Tesis fueron localizadas, de forma mayoritaria, en el archivo Special Collections y en la biblioteca de la universidad de Cork. Los fondos inter-universitarios a los que se puede acceder hoy en día a través de la Red, hicieron el resto. La prensa escrita que consulté en Irlanda ha representado un elemento de primer orden a la hora de obtener datos suculentos e información precisa con la que operar. Pude ocuparme de algunos portavoces radicales como el United Ireland o The Irish Democrat

gracias a los microfilms que se guardan en la universidad de Cork. El análisis de otros periódicos de ámbito más general como el Irish Press o el Irish Independent, me vino facilitado por los servicios on-line de la Boole Library que ofrece la UCC, a los que logré tener acceso gracias a la condición de ‘visiting researcher’ con la que decidieron congraciarme. La

(14)

13

inspección de rotativos como La Vanguardia y el ABC pudo solventarse sin problemas en España. Por el contrario, la depuración de algunos noticiarios como el Our Fight o el Volunteer for Liberty exigió pasar algunas jornadas de trabajo en archivos especializados como el Centre d’Estudis Històrics Internacional.

La mayor parte de la bibliografía utilizada en esta Tesis es de manufactura anglosajona, predominantemente irlandesa. La estancia de investigación que realicé en Irlanda me facilitó, en gran medida, su consulta. Años atrás, en motivo de mi primera visita a la isla, logré adquirir aquellos títulos más esenciales que habrían de sentar las bases de este ensayo. Desde Granada, mientras cursaba los estudios del DEA, continué alimentando esta actividad compilatoria. Posteriormente, cuando ya trabajaba en la Tesis, el CDMH y el CEHI me sirvieron para localizar algunas obras que podían ser de utilidad. A grandes rasgos, puede señalarse que nos hemos servido tanto de obras contemporáneas del estilo de The Book of the VX International Brigade o las memorias de O’Duffy, como de obras actuales redactadas por historiadores de nuestro tiempo. Lógicamente cada capítulo y apartado ha requerido una contextualización bibliográfica en particular. Algunos libros guardaban una utilidad transversal, por lo que han servido como herramientas generales. Otros fueron requeridos para atajar simples cuestiones puntuales, de modo que han ocupado una categoría secundaria. Finalmente, hemos usado algunas publicaciones a modo de instrumentos auxiliares. Eso sí, la mayor parte de los textos de los que nos hemos servido, ya fuesen recuerdos de veteranos, manuales escritos por historiadores, crónicas periodísticas de la guerra, artículos de prensa o revistas de corte académico, entre otros, estaban escritos en lengua inglesa.

Hemos preferido inserir en el propio articulado diversos extractos de todos aquellos documentos que se antojaban importantes en vez de confinarlos a una sección de apéndices. A raíz de ello, dicho apartado de nuestro trabajo toma la forma de un simple agregado en el que se incluye unas notas de prensa que no deseábamos obviar. Asimismo, hemos preservado en las transcripciones la forma original de los pasajes, también en el caso de las traducciones. De modo que no hemos alterado las deficiencias semánticas ni las faltas ortográficas, salvo en aquellos casos que comprometían la comprensión lectora.

Numerosos documentos recogidos en los archivos han quedado en el cajón. No eran los más importantes y, sin duda, esta Tesis puede prescindir de ellos. Sin embargo, nos queda el remordimiento de no haber podido culminar la tarea de un modo completo. En Dublín nos hicimos con las copias de un material valioso. Nos referimos al legado documental de Fr. Alexander McCabe, con el que podría analizarse el papel jugado por el Colegio de los Nobles Irlandeses de Salamanca a lo largo de toda la guerra. Pasamos semanas revisando los fondos de los servicios sanitarios de las Brigadas Internacionales que se almacenan en el CDMH, tomando nota del contenido de las cartillas médicas que aludían a los combatientes irlandeses, para lo cual, nos vimos obligados a cribar todos los nombres anglosajones que aparecían en las mismas; una tarea ingente. En Ávila dedicamos esfuerzos a detectar la presencia, y los periodos de servicio, de oficiales y sub-oficiales irlandeses en los mandos de la XV brigada. Este tipo de labores reclamaban un análisis ulterior con el que se hubiera podido enriquecer el valor de este ensayo. Aún así, la temporización del proyecto y la finitud de los recursos con los que hemos contado para llevarlo a cabo, han impuesto una jerarquía de prioridades que han obligado a relegar algunos apartados potenciales. Quizás sea esta una de las pruebas que

(15)

14

demuestran que no existen los estudios definitivos, máxima que por supuesto afecta a nuestra investigación. Desde dicha perspectiva, nos sentiremos alagados si logramos aportar con esta Tesis alguna contribución de utilidad a la historiografía, aunque nos llenaría aún con más placer que los académicos del futuro rebasen sus premisas y amplíen los resultados que se exponen a continuación.

(16)

15

Apartado 1. El marco histórico.

1.1) Irlanda durante el periodo de entreguerras.

En el presente apartado expondremos la historia de Irlanda durante las décadas de 1920 y 1930. A lo largo de esta etapa se alcanzó la soberanía nacional, al tiempo que se acontecieron una serie de procesos que habrían de marcar la identidad del nuevo Estado. Con el propósito de dar a conocer estos antecedentes al lector, identificaremos las formaciones políticas más destacadas de la isla y pondremos de relieve la presencia de algunos grupos de poder que guardaban una preeminencia notoria, abordando también algunas cuestiones vinculadas al ámbito social, cultural o económico de la joven nación.

El advenimiento de la independencia: la firma del Tratado y sus consecuencias.

A principios del siglo XX la cuestión nacional en Irlanda adquirió una importancia creciente hasta desencadenarse, de manera un tanto súbita, el Levantamiento de Pascua de 1916. Protagonizado por una relativa minoría, sorprendió a muchos habitantes de la isla y captó la atención del mundo entero. Las consecuencias de este episodio pusieron en marcha una serie de sinergias políticas y sociales que inauguraron una nueva etapa. El estatus internacional del país cambió y seguiría haciéndolo en el futuro, pactándose con Gran Bretaña unas nuevas bases sobre las que refundar sus relaciones. El primer acto de nuestro relato se ubica en el año 1921, momento en que se institucionalizó el Estado Libre de Irlanda. La comprensión de la coyuntura que rodeó este trance, así como el alcance de sus consecuencias, exige algunas notas que expliquen el trasfondo de lo sucedido.

La autodeterminación quedó formulada de manera consciente a finales del siglo XVIII por Theobald Wolfe Tone, padre del republicanismo irlandés. Más adelante, a mediados del siglo XIX, una nueva generación de nacionalistas se adscribió al concepto alemán del

Volksgeist; nacía con ello el movimiento Irlanda Joven. El fomento del espíritu nacional y la recuperación de la cultura y tradiciones específicas del pueblo irlandés eran sus principales objetivos. Poco después tomó forma un nacionalismo más acérrimo aunque minoritario, partidario de una fórmula independentista, la Irish Republican Brotherhood; organización que pretendía asumir el gobierno de la isla.Paralelamente, durante las últimas décadas del siglo se dio un renovado revivalismo cultural que tuvo a la GAA (Asociación Atlética Gaélica) y la Liga Gaélica como sus buques insignia. La primera, se erigió como un medio alternativo para propagar el nacionalismo y atraer a los jóvenes a la causa soberanista, mientras que la segunda nació con el propósito de desanglicanizar Irlanda. Por su parte, la expresión ‘Sinn Féin’ fue trasladada al terreno político en el año 1905 por Arthur Griffith mediante la publicación de su

(17)

16

obra The Sinn Féin Policy. Los puntos de vista que ésta planteaba quedaron plasmados en la organización que él mismo fundó en el año 1900, la Cumann na nGaedheal (Liga de los Gaélicos), que se presentaba como un frente aglutinador nacional. No obstante, el centro político sobre el que gravitaba el apoyo electoral irlandés era el Irish Parliamentary Party de John Redmond, que en la década de 1880 sucedió al Home Rule Party de Charles Stewart Parnell.1

Herbert Henry Asquith, líder del Partido Liberal y primer ministro del Reino Unido entre 1908 y 1916, emplazó la cuestión irlandesa en primera línea del debate político al introducir un Proyecto de Ley de Autogobierno para la isla. A cambio, los diputados redmonitas le apoyaron en su intento de implementar una nueva legislación reformista de corte radical. El Proyecto de Autogobierno se convirtió en Ley el año 1914, decretando que debía establecerse un Parlamento en Dublín que controlaría distintos asuntos a excepción de la defensa y la política exterior. Sin embargo, los partidos británicos acordaron aplazar la aplicación del estatuto hasta que finalizase la Gran Guerra.

Antes de 1916 el nacionalismo irlandés revolucionario era cosa de una minoría, pues la mayor parte de los habitantes de la isla deseaban el autogobierno bajo la Gran Bretaña o incluso el mantenimiento de la unión con ella. Por el contrario, la represión desatada por La Corona tras el Easter Rising así como el intento de alistar a los jóvenes irlandeses en los ejércitos de Su Majestad durante la guerra, volcó el apoyo popular católico del lado del Sinn Féin. En 1917 esta formación abanderó la causa de la autodeterminación nacional, quedando organizada bajo el liderazgo de Eamon De Valera. De hecho, hasta 1921 pasó a ser el movimiento político de más rápido crecimiento en la historia de Irlanda. Al mismo tiempo los jóvenes se alistaron en masa a los Voluntarios, cuerpo armado que se convocó con la vocación de defender las aspiraciones independentistas. Con todo, el partido obtuvo una victoria incuestionable en las elecciones de 1918.2

A comienzos de 1919 el Sinn Féin estableció una Asamblea Constituyente denominada Dáil Eireann. Sus diputados promovieron una declaración de independencia, reafirmaron la República proclamada por los revolucionarios de 1916 y establecieron un gobierno propio. Ahora bien, de ese momento en adelante el movimiento soberanista se convirtió en una incómoda alianza entre nacionalistas revolucionarios y constitucionalistas. En esa etapa se inició el periodo conocido como ‘Los Problemas’, que consistió en una guerra no declarada entre las fuerzas británicas y el IRA, organización armada que en verano de ese año juró su lealtad al Dáil. Debido a los disturbios, la mayoría de asociaciones y cuerpos nacionalistas quedaron prohibidos por las autoridades británicas y, a lo largo de 1920, refuerzos armados procedentes de Inglaterra desataron una dura represión por toda la isla; entraban así en escena los ‘Black and Tans’. Atemorizados por los niveles de violencia, miembros de la línea constitucional del Dáil comenzaron a plantear iniciativas de paz. Como resultado de ello, entró en vigor a finales de ese año la Nueva Ley de Gobierno de Irlanda, que partió la isla en base a la creación de dos gobiernos autónomos diferenciados: uno en Dublín para 26 condados, y, otro

1

Brian Feeney, Sinn Féin. Un siglo de historia irlandesa., Edhasa, Barcelona, 2005; pp. 5-28, 34-35 y 40-42.

2

John O’Beirne Ranelagh, Historia de Irlanda, Cambridge University Press, Madrid, 1999; pp. 147-155 y 160-186.

(18)

17

en Belfast que regiría el destino de los seis condados norteños. En primavera de 1921 se celebraron elecciones para elegir los diputados de ambos parlamentos. En el Sur se advino una victoria sin paliativos del Sinn Féin, mientras que en el Ulster los votos se decantaron claramente a favor de los unionistas. Poco después se dispuso una conferencia de paz en la que se reunieron el líder del Sinn Féin Mr. Eamon de Valera, el nuevo primer ministro de Irlanda del Norte y líder unionista James Craig, así como el premier británico Mr. Lloyd George, por medio del cual se alcanzó un alto el fuego entre el IRA y las fuerzas de Su Majestad, dándose así por terminados Los Problemas. En octubre de ese año, un equipo de cinco delegados plenipotenciarios irlandeses se reunió con Lloyd George y su gabinete para negociar el futuro de la isla. La creación del Estado Libre de Irlanda quedó sellada bajo unas bases pactadas que se denominaron ‘El Tratado’, que dividían el territorio y obligaban a las autoridades irlandesas a rubricar su adhesión a la Commonwealth por vía de un juramento de lealtad a la Corona.3

La opinión pública irlandesa recibió la firma del Tratado con alivio aunque con poco entusiasmo. La mayor parte de la prensa en Irlanda del sur se mostró favorable al documento de igual modo como lo hizo la jerarquía católica, pero las organizaciones soberanistas se mostraron contrarias. En el Dáil se sucedieron los debates en torno al pacto con Gran Bretaña. Los anti-tratadistas argumentaban que el pacto traicionaba la aspiración nacional de establecer una república. Los partidarios del Tratado enfatizaban, en cambio, las nuevas posibilidades que el acuerdo abría para el nacionalismo irlandés así como las ventajas materiales que aportaría a la isla. Eso sí, tanto unos como otros consideraban absolutamente real la posibilidad de una invasión inglesa en caso que el Dáil respondiese negativamente a la propuesta británica. Finalmente el 7 de enero de 1922 el Parlamento de Irlanda del Sur aprobó el texto por 64 votos favorables frente a 57 en contra.4 De Valera y sus seguidores, cara visible del antitratadismo, abandonaron el Dáil y se negaron a obedecer las decisiones promulgadas en nombre del Gobierno provisional, tampoco accedieron a prestar el juramento de lealtad al monarca inglés. Los detractores del Tratado se agruparon en torno del IRA, que retiró su lealtad al Dáil declarando que su fidelidad quedaba ligada a la República irlandesa proclamada en el año 1916. El Gobierno provisional, con Michael Collins a su cabeza, comenzó a reclutar nuevas tropas, el Ejército Nacional, para sustituir y llegado el caso enfrentarse, al IRA. Con todo, bajo la lógica de la naturaleza coercitiva mediante la cual se había impuesto el Tratado, se desató en la isla una lucha fratricida entre partidarios y detractores del mismo. El 28 de junio de 1922 se inició la Guerra Civil irlandesa.

En otoño la jerarquía católica irlandesa condenó a los irregulares mediante una pastoral que fue leída en todos los sermones parroquiales de la isla. La Iglesia dio así la espalda al republicanismo revolucionario, actitud que mantuvo durante los años siguientes. Los portavoces de la central sindical irlandesa, la ITGWU, advirtieron en cambio que las clases populares se verían perjudicadas por el nuevo orden que el pacto anglo-irlandés preveía establecer. Ciertamente, una vez hubo estallado la guerra civil, entre el setenta y el ochenta

3

Oonagh Walsh, Ireland Independence, 1880-1923., Routledge, Londres, 2002; Pp. 57-70 y 74-80.

4

John M. Regan, Gill & Macmillan, The Irish Counter-Revolution 1921-1936. Treatyite Politics and Settlement in Independent Ireland., Dublin, 2001. Pp. 38-44.

(19)

18

por ciento de los miembros de la organización se mostraron contrarios al Tratado. Aún así, los líderes del sindicato terminaron por declarar que la asociación se mantendría neutral y en la práctica dieron un apoyo tácito a la causa tratadista.5 El 6 de diciembre de 1922 quedó constituido formalmente el Irish Free State y William Cosgrave se convirtió en el primer presidente del consejo ejecutivo. Al día siguiente, el Gobierno de Irlanda del Norte ejerció la opción prevista en el Tratado que le permitía permanecer de forma separada. Mientras, en los campos de batalla la contienda iba declinándose paulatinamente a favor de los tratadistas. El 27 de abril de 1923 el IRA hubo de detener su lucha contra el Ejército Nacional. Los irregulares habían perdido la guerra y sus miembros volvieron al hogar o emigraron. De hecho, en otoño de 1923 las prisiones y campos de concentración de Irlanda encerraban a más de 11.000 reos capturados durante el conflicto.

William Cosgrave y el gobierno del Cumann na nGaedheal.

Después de la guerra civil quienes habían defendido el Tratado pasaron a controlar el destino del país e impusieron un régimen conservador, preocupado por cimentar el nuevo estatus quo que se había alcanzado mediante los pactos sellados con Gran Bretaña. El mantenimiento de la paz interna se convirtió en una pieza esencial de su esquema político, mientras que la preservación de la propiedad privada, la continuidad del orden social y la contención de la oposición, especialmente del republicanismo revolucionario, figuraron en su agenda de modo prioritario. Será ésta la Irlanda gobernada por William Cosgrave y su partido, el Cumann na nGaedheal.

En 1922 se aprobó una Constitución que dispuso la creación de una Cámara Alta así como de una Cámara Baja (o Dáil Eireann), el rey británico pasó a ser el cabeza de Estado y su representante en Irlanda sería el Gobernador General. Paralelamente hubo de reconstruirse la administración y los servicios locales, además de instituir la Garda Siochana, cuerpo policial de Irlanda del Sur. Se crearon nuevas industrias y se intentó sentar las bases para una mayor prosperidad agrícola. Se nombraron misiones diplomáticas irlandesas fuera de la Commonwealth y el Estado Libre ingresó en la Liga de Naciones. Por otro lado, el Gobierno hubo de superar un motín en el ejército acontecido en el año 1924, al tiempo que hubo de padecer el desgaste derivado del fracaso de la Comisión de Delimitación de Fronteras, cuyo objetivo era el de trabajar con vistas a una futura reunificación de la isla. A pesar de ello, el partido de Cosgrave ganó los comicios generales que se celebraron en el año 1927.6

En líneas generales, la sociedad de los 26 condados era eminentemente rural, marcada por una continuidad en los hábitos y actitudes propios de finales del siglo anterior. En 1926, el 61% de la población vivía en el campo y el 53% de los trabajadores remunerados se dedicaban de un modo u otro a la agricultura; en la campiña la unidad de explotación habitual eran las

5

Donal Ó Drisceoil, Peadar O’Donnell, Cork University Press, Cork, 2001; pp. 18-23.

6

(20)

19

granjas de pequeño y mediano tamaño. Ahora bien, ya durante los años veinte, aunque especialmente a lo largo de la década siguiente, la población se hallaba alfabetizada, los sistemas de comunicación de masas eran distribuidos mediante carreteras y ferrocarriles, y la gente participaba en el proceso democrático. La Iglesia irlandesa fue la institución que acompañó y ayudó a consolidar la idiosincrasia del nuevo país, puesto que la fe católica de la mayoría de los irlandeses quedó estrechamente ligada al sentimiento nacionalista, ya que este credo les diferenciaba del resto de habitantes de las Islas Británicas. La corporación religiosa se enrocó en la denuncia de los influjos traídos por la modernidad y el nuevo Estado irlandés sancionó el orden moral dictado por la Iglesia, de modo que se prohibió el divorcio y quedó establecida la censura sobre publicaciones y cines.7

El Cumann na nGaedheal contó con el apoyo de los periódicos de mayor tirada de la isla y de la clerecía, así como de aquellos grupos sociales que más claramente podían beneficiarse de la estabilidad: comerciantes y hombres de negocios, los grandes terratenientes, los propietarios de pequeñas tiendas y empresas, los residuos de la comunidad anglo-irlandesa y la exigua clase media del país, la cual venía depositando en el pasado su confianza en el antiguo Partido Irlandés.8 El Gobierno se comprometió con la revitalización lingüística del país, básicamente por la legitimidad nacionalista que esto podía proporcionarle, al tiempo que los defensores de la “Irlanda irlandesa” expresaron a partir de entonces sus anhelos en términos conservadores. La Irlanda protestante en cambio, transmutada en una minoría étnica tras el establecimiento del Estado Libre, no estaba preparada política ni emocionalmente para asumir el nuevo escenario independentista, de hecho, en el año 1926 sólo representaba el 7,4% de la población en el Sur.

Eamon De Valera fundó en primavera de 1926 el Fianna Fáil tras fracasar en su intento de conseguir que el Sinn Féin abandonara su táctica absentista en el Dáil. Ciertamente, los viejos republicanos sólo obtuvieron cinco escaños en las elecciones de 1927 y, puesto que continuaron oponiéndose al juramento de lealtad y a reconocer al Estado Libre, se quedaron al margen del juego parlamentario hasta los años cincuenta. Por su parte, los partidos conservadores conciliaron sus posturas para evitar que la nueva oposición republicana moderada encarnada por el Fianna Fáil obtuviese la victoria electoral, apoyando al Cumann na nGaedheal con el propósito de afianzar en el poder a dicha formación.9

La tercera legislatura encabezada por el gabinete de Cosgrave fue tímida, caracterizándose por una contención presupuestaria y la adopción de ciertas medidas proteccionistas frente a la crisis que se había desatado a raíz del Crack del 29, actuación que generó divisiones dentro del partido. Para las elecciones de 1932 el Cumann na nGaedheal no incorporó ninguna novedad

7 Terence Brown,

Ireland. A Social and Cultural History. 1922-2002, Harper Perennial, Londres, 2004; pp. 7-15, 17-18 y 29.

8

Las memorias del político Patrick Lindsay reflejan el mundo de las adineradas familias conservadoras de Irlanda durante esos años. Su caso, exponente de la burguesía rural católica, retrata a un patriarca que había sido un firme partidario del Parliamentary Party de John Redmond y que posteriormente trasladó toda su lealtad al Cumman na nGaedheal. Ver Patrick Lindsay, Memories, Blackwater Press, Dublin, 1993; pp. 7-23 y 30-43.

9

Francis Mac Manus (ed.), The years of the great test, 1926-39, The Mercier Press Limited, Dublín y Cork, 1978; pp. 10-13.

(21)

20

en su programa, mientras que el Fianna Fáil propuso alcanzar un cierto grado de autosuficiencia económica, primó el ideal republicano y se presentó como fuerza capaz de reconciliar las distintas sensibilidades existentes en el país. Así, prometió una reforma constitucional, la supresión del juramento de lealtad a la Corona, la abolición o reforma profunda del Senado y el avance progresivo hacia la República, fórmula que cautivó al electorado. Ahora bien, el advenimiento de las elecciones generales de 1932 desató rumores acerca de posibles golpes de estado militares encabezados por los tratadistas. Por el contrario, se temía que la oposición llevase a cabo purgas y represalias si se hacía con la victoria, augurio que se vinculó con el temor rojo -tan fecundo en la Irlanda de esos años-. En este sentido, la propaganda del Cumann na nGaedheal señaló el peligro derivado de un IRA renacido que recientemente había abrazado el comunismo. De hecho, el gobierno de Cosgrave reactivó antes de los comicios unas medidas represivas implacables en contra de la oposición radical y se enrocó sobre la jerarquía eclesiástica, de la que obtuvo una pastoral que condenaba las organizaciones de extrema izquierda. Con todo, el Fianna Fáil fue el vencedor de la convocatoria.10

Eamon De Valera y la era del Fianna Fáil.

El traspaso de poder entre los partidos de Cosgrave y De Valera se llevó a cabo sin violencia alguna, circunstancia propiciada por el hecho que el triunfo del Fianna Fáil se presagiaba, simplemente, como una breve interrupción del reinado del Cumman na nGaedheal. El nuevo ejecutivo se apresuró a corregir lo que consideraba que habían sido los mayores desaciertos del Tratado de 1921, de modo que se consumó la abolición del juramento a la Corona, la supresión de la figura del Gobernador General y el cese en el pago de las anualidades agrarias a Inglaterra. El Fianna Fáil contó con la mayoría necesaria para gobernar gracias al apoyo del Partido Laborista y del Partido de los Granjeros, aunque hubo de lidiar dentro del Dáil con una firme oposición liderada por el Cumann na nGaedheal. En la calle, hubo de manejar las tensiones creadas por el republicanismo radical así como por una naciente derecha extraparlamentaria y visceral encarnada en la Army Comrades Association (ACA).

De Valera actuó de modo conservador al frente del ejecutivo, encorsetando cualquier evolución social sobre las bases del status quo existente y enfatizando la preservación de una nación representada por los pequeños granjeros. Ahora bien, a pesar de la falta de innovaciones rupturistas el nuevo gobierno republicano introdujo medidas para extender los servicios sociales y mejorar las pensiones, apoyó el desarrollo de la industria irlandesa e implementó un programa de transformación agrícola basado en el aumento de las tierras cultivadas en detrimento de la cabaña ganadera. Aún así, la disputa comercial con Inglaterra desatada por la retención de las anualidades agrarias en manos del Gobierno irlandés, asunto que analizaremos más adelante, se alzó como un importante elemento de clivaje durante la etapa en que el Fianna Fáil retuvo el poder.

10

(22)

21

El nuevo régimen hubo de ganarse la simpatía del ejército y las fuerzas del orden puesto que en vísperas del cambio de turno democrático en 1932, relevantes personajes asociados a la etapa de poder del Cumann na nGaedheal se mostraron partidarios de un golpe de estado. A tal efecto, el nombramiento de Frank Aiken al frente del Departamento de Defensa probó ser un éxito y el cese del Alto Comisionado de la Garda Siochana, Eoin O’Duffy, allanó las relaciones con los mandos policiales. Paralelamente, el éxito del Congreso Eucarístico celebrado en Dublín en el año 1932 permitió al Gobierno contar con el beneplácito de la Iglesia respecto a su propuesta simbiótica entre republicanismo y catolicismo, mientras que el Vaticano bendijo el programa económico del Fianna Fáil.11

El denominativo de la acción de gobierno del ejecutivo irlandés durante esos años fue el pragmatismo, primando la búsqueda de la estabilidad interna y la seguridad nacional. Aprovechando la debilidad de la política de clases existente en la isla, el Fianna Fáil desarrolló un lenguaje que rezumaba socialismo si bien en la práctica su política no contravino el capitalismo. Esto le valió para minar el espacio de desarrollo electoral del Partido Laborista. A su vez, al presentarse la formación como salvadora de la clase trabajadora, las posibilidades de expansión de cualquier movimiento sindical fuerte y autónomo se vieron comprometidas. Ahora bien, la subsistencia continuó siendo el objetivo principal de una porción significativa de los irlandeses. Pensemos que en muchos hogares del campo debía recorrerse diariamente largas distancias para abastecerse de agua, de modo que los debates mantenidos por las élites en torno a, por ejemplo, la censura o los métodos anticonceptivos, levantaban poco interés entre la población. Sí existía, en cambio, un apetito popular por los entretenimientos culturales de masas de producción anglo-americana, estableciéndose una innegable conexión con los protagonistas de la literatura inglesa y un cierto compromiso con el arte moderno. Además, circulaban periódicos críticos de corte intelectual y se programaba una activa escena teatral, mientras que la GAA seguía funcionando como movimiento de masas. 12

Aunque el desempleo continuó existiendo de modo endémico según los patrones habituales del país y, a pesar de las pérdidas ocasionadas por el conflicto arancelario mantenido con Inglaterra, los éxitos cosechados por el Fianna Fáil entre los años 1932 y 1936 en el ámbito social y económico, alejó a Irlanda del desastre al que parecía dirigirse en 1931. Esto contribuyó a marchitar las semillas del extremismo político que comenzó a asomar a inicios de los años treinta. El partido de Valera consiguió recabar el apoyo popular puesto que entre los años 1931 y 1938 la ocupación laboral en el sector industrial creció, mientras que la aceleración de la inversión en ese sector no se cebó con las capas frágiles de la sociedad. Se aumentó en lo posible la ayuda a los parados, a la vez que el programa de vivienda promovido por el Gobierno impulsó un boom constructivo que generó ocupación. El ejecutivo contentó a las clases trabajadoras mediante la implementación de otras medidas como la The Conditions of Employment Act de 1936, destinada a mejorar las condiciones de empleo, la introducción de pensiones de viudedad y enfermedad en 1935, la National Health Insurance Act de 1933 así como la The Unemployment Assistance Act. Éstas últimas facilitaron la cobertura de los gastos médicos a muchos colectivos laborales del país, a la vez que ampliaron las prestaciones por

11

J.J. Lee, Ireland 1912-1985. Politics and Society, Cambridge University Press, Cambridge, 1989; pp. 175-179.

12

(23)

22

desempleo a categorías de trabajadores como los pequeños agricultores y los aparceros. A tenor de ello, Dermot Keogh y Andrew McCarthy tildan al Fianna Fáil de esos años de partido populista, señalando que De Valera fue el primer líder político irlandés en usar extensamente la radio para arengar a su pueblo. Opinan también que la política económica de Sean Lemass, Ministro de Industria y Comercio, se asemejó al estilo New Dealer de Roosevelt, alejándose del conservadurismo católico continental.13

Dos temas que asumieron una importancia creciente en la agenda política del Fianna Fáil durante su mandato fueron, primero la disputa comercial con la Gran Bretaña y, después, la elaboración y aprobación de una nueva Constitución en 1937. El susodicho conflicto tuvo su origen en la retención de las anualidades agrarias por parte del ejecutivo de Dublín desde finales de 1932. En respuesta la Gran Bretaña impuso aranceles sobre los productos irlandeses destinados a penetrar sus fronteras. El Gobierno de Valera replicó tasando las exportaciones británicas destinadas al Estado Libre. El resultado fue negativo para Irlanda, puesto que la economía del país entró en recesión. Así, entre 1932 y 1938 las exportaciones industriales descendieron una tercera parte, las exportaciones agrícolas bajaron de 35,8 millones de libras para 1929 a 13,5 millones en 1935, mientras que la exportación ganadera se resintió gravemente de la coyuntura; los precios agrícolas, en definitiva, se desplomaron. En contrapartida, debe reconocerse que aumentó la superficie cultivada del país, al tiempo que los aranceles proteccionistas provocaron un crecimiento del parque industrial. Por primera vez, de hecho, las clases populares pudieron comprar carne con regularidad. Si bien en 1935 se contrajo un acuerdo de buena voluntad entre ambas naciones que allanó la situación, no fue hasta abril de 1938 cuando se firmó un nuevo pacto que zanjó el contencioso, a raíz del cual se esclarecieron entre ambas administraciones otras cuestiones pendientes de consenso. Las restricciones a las importaciones agrícolas irlandesas en Inglaterra fueron levantadas y en contrapartida Irlanda otorgó un trato preferencial a las exportaciones industriales británicas. Las reclamaciones inglesas sobre las anualidades y otros pagos fueron reducidas exponencialmente, compromiso que puso fin a la guerra económica. El ejecutivo celta no logró alcanzar ningún progreso en relación a la partición de la isla, pero consiguió que Gran Bretaña le devolviese una serie de puertos que habían quedado en posesión de ésta última a raíz del Tratado. Sin duda, las preocupaciones albergadas por ambos gobiernos ante un posible conflicto a escala europea contribuyeron a acercar posiciones en esta materia. Después de firmar el nuevo pacto anglo-irlandés, De Valera convocó unos comicios generales para el mes de junio de 1938, en los que el Fianna Fáil obtuvo el mayor éxito electoral de toda su historia al hacerse con el 52% de los votos. 14

La Constitución de 1937 restauró un nuevo parlamento compuesto por dos cámaras: el Dáil y una cámara alta o Seanad; guardando esta última simplemente una prerrogativa de aplazamiento. Cabe señalar, que en 1936 De Valera había abolido el antiguo Senado precisamente para poder moldear a su gusto la nueva Carta Magna. Quedó suprimido el cargo

13

Dermot Keogh & Andrew McCarthy, Twentieth-Century Ireland. Revolution and State Building., Gill & Macmillan, Ireland, 2005; pp. 91-92 y 95-98.

14

(24)

23

de Gobernador General designándose como cabeza de Estado a un presidente elegido por el pueblo, a la vez que se instituyó la figura del primer ministro o cabeza de gobierno (Taoiseach), mientras que el territorio soberano de los 26 condados pasó a denominarse Éire (o Irlanda); sin mencionar la palabra ‘república’. Las relaciones con Inglaterra y la Commonwealth fueron redefinidas mediante un paquete de disposiciones aprobadas en diciembre de 1936 y los primeros meses de 1937. Con ello, se eliminó cualquier poder de la Corona en relación al gobierno interno de la isla. Una serie de leyes posteriores limitaron también las prerrogativas británicas en relación a la política exterior irlandesa; ahora los acuerdos internacionales se alcanzarían bajo la autoridad del poder ejecutivo irlandés. Con todo, la nueva Constitución y las disposiciones complementarias acordadas posteriormente acabaron con el estatus de Dominio conferido al Estado Libre de 1921, convirtiéndose Irlanda a partir de 1937 en un régimen republicano de facto pero no de iure. Se mantuvo su encaje en la familia británica al sancionar su pertenencia a la Commonwealth, si bien quedó totalmente liberada de jurar lealtad a la monarquía. 15

El documento abaló la ‘posición especial’ de la Iglesia católica aún y garantizar la libertad de conciencia y culto. Algunos derechos como la libertad de expresión y de reunión quedaron ‘sujetos al orden y a la moral pública’. El texto fijó también que no se aprobaría ninguna ley que permitiera el divorcio y confirmó la observancia por parte del Estado de la enseñanza moral católica. Las minorías religiosas quedaron protegidas y se reservó al gaélico la posición de primera lengua nacional. Por supuesto la Constitución blindó el derecho a la propiedad. El articulado contuvo una dosis de idealismo relacionado con la reunificación del territorio, al tiempo que su retórica amparó en cierto sentido el ideal de civilización rural predicado por De Valera. 16

La izquierda radical irlandesa durante los años treinta.

Aquellos grupos políticos irlandeses que se movilizaron en mayor medida a favor de la República española fueron el Communist Party of Ireland y el Republican Congress. El Socialist Party y los laboristas de Irlanda del Norte contribuyeron también al esfuerzo solidario. Por el contrario, el papel de los sindicatos irlandeses así como del Partido Laborista del Sur fue tímido y en ocasiones incluso irrelevante. Tomando en consideración el posicionamiento de estas fuerzas frente a la guerra civil de España, pretendemos exponer aquí el recorrido histórico seguido por la izquierda radical irlandesa hasta el estallido del conflicto.

En vísperas de la firma del Tratado el comunismo organizado se configuró como una pieza más dentro del escenario político irlandés, si bien nunca llegó a superar un carácter periférico, quedando asociado a menudo con el movimiento republicano. Fue en 1921 cuando

15

Alvin Jackson, Ireland 1798-1998. Politics and War., Blackwell Publishers, Oxford, 2000; pp. 288-299.

16

David Fitzpatrick, The two Irelands. 1912-1939., Oxford University Press, Oxford/New York, 1998; pp. 230-235.

Referencias

Documento similar

Esta información de Lexicomp le explica lo que debe saber sobre este medicamento, por ejemplo, para qué se usa, cómo tomarlo, sus efectos secundarios y cuándo llamar a su proveedor

Si tiene alguna pregunta sobre este medicamento, hable con el médico de su hijo, enfermera, farmacéutico u otro proveedor de atención médica. Si cree que ha habido una sobredosis,

Esta información de Lexicomp le explica lo que debe saber sobre este medicamento, por ejemplo, para qué se usa, cómo tomarlo, sus efectos secundarios y cuándo.. llamar a su

Si tiene alguna pregunta sobre este medicamento, hable con el médico de su hijo, enfermera, farmacéutico u otro proveedor de atención médica. Si cree que ha habido una sobredosis,

Esta información de Lexicomp le explica lo que debe saber sobre este medicamento, por ejemplo, para qué se usa, cómo tomarlo, sus efectos secundarios y cuándo llamar a su proveedor

Palabras Clave: Gaos, guerra civil, II República española, Ortega y Gasset, pensamiento español... Abstract: This text reproduces a part of the Prologue to the

Ante innumerables artículos y reportajes sobre la situación que envuelve a Rusia, Ucrania, Alemania y la OTAN entre otros, plasmo algunas consideraciones en torno a

Si tiene alguna pregunta sobre este medicamento, hable con su médico, enfermera, farmacéutico u otro proveedor de atención médica.. Algunos medicamentos pueden tener otro