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El papel de las diferencias culturales y de la competencia intercultural en el establecimiento de la alianza terapéutica

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FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES

EL PAPEL DE LAS DIFERENCIAS CULTURALES Y

DE LA COMPETENCIA INTERCULTURAL EN EL

ESTABLECIMIENTO DE LA ALIANZA

TERAPÉUTICA

Autor: Patricia Balbás Yusta

Director: Cristina Ruiz de Arana Marone

Madrid

Mayo 2015

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Patricia

Balbás

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3 Resumen

El gran aumento de la población inmigrante en los últimos años en España, supone un reto a

nivel asistencial para la salud mental. Cada vez acceden con mayor asiduidad a dispositivos

especializados, sin embargo, la competencia intercultural de instituciones y profesionales, es

aun escasa para responder a sus necesidades.

Ofrecer atención culturalmente competente, en muchos aspectos (institucionales y

estructurales), excede del dominio de los profesionales de la salud mental. A su alcance está, el

establecimiento de una alianza terapéutica sólida que facilite un tratamiento intercultural de

calidad.

El primer objetivo de la presente investigación, es estudiar el impacto de las diferencias

culturales entre psicoterapeutas y pacientes, en el establecimiento de la alianza terapéutica. El

segundo objetivo, es indagar acerca del posible papel amortiguador de la competencia

intercultural de los psicoterapeutas en dicho impacto.

Para llevarlos a cabo, contamos con la colaboración de 22 pacientes (12 españoles y 10

inmigrantes) y de 13 psicoterapeutas.

Medimos la alianza terapéutica, con el cuestionario SOATIF-s (Friedlander, Escudero y

Heatherington, 2009) en su versión para pacientes, y la competencia intercultural de los

psicoterapeutas, con un cuestionario construido ad hoc para la presente investigación.

Los resultados, no mostraron relación entre alianza terapéutica y diferencias culturales.

Tampoco entre competencia intercultural y alianza terapéutica. Aun así, consideramos

pertinente, debido a las limitaciones metodológicas de la investigación, continuar investigando

en esta línea y potenciar la formación en materia intercultural de los psicoterapeutas.

Palabras clave: diferencias culturales, alianza terapéutica, competencia intercultural.

Abstract

The large increase in the immigrant population in recent years in Spain, is a challenge to care

for mental health level. Increasingly more frequently they access to specialized devices,

however, intercultural competence of institutions and professionals, is still insufficient to meet

their needs.

Provide culturally competent care in many aspects (institutional and structural), exceeds the

domain of mental health professionals. The establishment of a solid therapeutic alliance to reach

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The first objective of this research, is to study the impact of cultural differences between

psychotherapists and patients in establishing the therapeutic alliance. The second objective , is to

investigate the potential buffer role of intercultural competence of psychotherapists in that

impact.

To carry them out, we have the cooperation of 22 patients (12 Spanish and 10 immigrants) and

13 psychotherapists.

We measure the therapeutic alliance with the questionnaire SOATIF-s (Friedlander, Escudero

and Heatherington, 2009) in its version for patients, and intercultural competence of

psychotherapists with a built ad hoc questionnarire made for this research

The results showed no relationship between therapeutic alliance and cultural differences. Nor

between intercultural competence and therapeutic alliance. Still, we consider relevant, due to the

methodological limitations of the research, to continue this way and increase training in

intercultural matter of psychotherapists.

Key words: cultural differences, therapeutic alliance, intercultural competence.

Migración, es un proceso mediante el cual las personas se trasladan geográficamente. Este

traslado, suele ser a un lugar lo suficientemente distinto y distante del de origen. La estancia en

el nuevo destino, ha de ser lo bastante prolongada como para que implique desarrollar en él la

vida cotidiana. Además, este proceso requiere de un importante ajuste psicosocial de la persona

que emigra (Grinberg y Grinberg, 1984).

Las migraciones, son tan antiguas como la especie humana. Son un proceso continuo,

permanente e inacabado. Este proceso, se ha sucedido conformando pueblos, etnias y culturas

que componen nuestro mundo actual. Así, la especie humana, se ha expandido desde sus

orígenes africanos, hasta adaptarse a todos los ecosistemas del planeta que han permitido su

subsistencia (Lacomba, 2009).

Cuando hablamos de inmigrante, nos referimos a toda persona extranjera que entra en el

territorio nacional, con el propósito de dejar atrás una situación ocasionada por causas políticas,

religiosas, étnicas o económicas y mejorar así, su calidad de vida (Colegio Oficial de Psicólogos

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Aunque los fenómenos migratorios han existido a lo largo de toda la historia de la humanidad,

en la actualidad, las cifras superan a las de cualquier otro periodo histórico. En el año 2006,

Naciones Unidas estima que una de cada treinta y cinco personas reside en un país diferente al

de su origen. En este año, se cifra en 190.000.000 el cómputo internacional de inmigrantes

(Fondo de Población de Naciones Unidas, 2006, como se citó en Pérez, 2011).

Los factores que desencadenan los movimientos migratorios actuales, son de carácter

económico, laboral, político y ecológico (Arango, 2002, como se citó en Pérez, 2011). Una gran

peculiaridad de estos movimientos respecto a los del pasado, son las grandes diferencias

existentes entre los países de origen y los receptores. Una de las diferencias más destacables es

la cultural. Esto, supone un movimiento contrario a la tendencia histórica de migrar a países o

áreas culturales similares (Pérez, 2011).

A lo largo del siglo XX, ha habido tres importantes periodos migratorios coincidentes con las

dos guerras mundiales, la caída de los regímenes comunistas y la guerra de los Balcanes

(Sendra-Gutiérrez, de Francisco Beltrán, Iribarren, y Vargas Aragón, 2012). En este tiempo,

España ha vivido la transición de una sociedad emigrante a una inmigrante. Desde finales del

siglo XIX y a lo largo del siglo XX, muchos españoles emigraron a otros países. Estos

movimientos, se producían por la situación económica y política por la que atravesaba el país.

Sin embargo, desde los años 80 del siglo XX, el patrón migratorio se invierte y la inmigración

comienza a crecer de manera exponencial (Lacomba, 2009).

Mientras que en el año 1998, el número total de inmigrantes ascendía a 637.085 (1,6% de la

población total), en el año 2013, había aumentado hasta llegar al total de 5.546.238 (11,77% de

la población total) A esta cifra, hay que añadir un número importante de personas que no

figuran en los registros de empadronamiento (Instituto Nacional de Estadística [INE], 2013).

Bien es verdad, que desde el comienzo de la crisis económica en el año 2008, el flujo se ha

ralentizado. Aun así, sólo es en 2013 cuando la cifra de población inmigrante desciende

levemente (Moreno y Figueiredo, 2013).

El crecimiento de la inmigración en las últimas décadas, es un factor de impacto social,

económico, cultural y sanitario. Este impacto, plantea gran cantidad de desafíos. Entre ellos, en

salud mental (Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, 2011).

Una de las principales preocupaciones de los profesionales, ha sido estudiar la relación existente

entre migración y desarrollo posterior de psicopatología (Collazos, Qureshi, Antolín y

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misma no produce patología psiquiátrica. Sin embargo, es indudable que todo proceso

migratorio lleva implícito cierto estrés “aculturaltivo”. Éste, no es fruto ni de la distancia geográfica, ni de la distancia cultural, ni del contacto cultural en sí. Es fruto de la experiencia

estresante derivada de este contacto (Sendra-Gutiérrez et al., 2012).

No podemos olvidar, que quien emigra experimenta un duelo por la pérdida de elementos

significativos que configuraban su anterior vida (familia, identidad, estatus, idioma, cultura,

etc.). Además, a esta situación compleja, ha de añadirse la dificultad que supone adaptarse a un

nuevo país, a un nuevo ambiente sociocultural (Hovey y Magaña, 2000; Mena, Padilla y

Maldonado, 1987 y Sandhu y Asrabadi, 1994, como se citaron en Collazos, Qureshi, Antolín y

Tomás-Sábado, 2008).

Achotegui (2004), habla de un empeoramiento de los estresores asociados a las migraciones

actuales. Afirma que, mientras antes se emigraba en condiciones difíciles, ahora se hace en

condiciones extremas. La separación forzada de los seres queridos, el sentimiento de

desesperanza por el fracaso del proyecto migratorio, la ausencia de oportunidades, la lucha por

la supervivencia y el miedo o la indefensión por carecer de derechos, son los principales

estresores que destaca. Estos estresores, se ven agravados por las características de las

migraciones de hoy: ruptura familiar, exclusión social y criminalización del inmigrante. Cuando

estos estresores, superan la capacidad de adaptación de las personas, se convierten en firmes

candidatas a padecer un síndrome que denomina “síndrome de estrés crónico y múltiple” o

“síndrome de Ulises”. Este síndrome, cursa con sintomatología ansioso-depresiva junto con

somatizaciones y alteraciones de la conciencia.

Campayo y Carrillo en el año 2002, esgrimieron algunos factores que condicionan el proceso de

adaptación de quien emigra. La semejanza entre la cultura de origen y la de destino, es uno de

ellos. Esta semejanza, facilita la adaptación al minimizar el choque cultural. En el caso de

España, el choque cultural será menor para inmigrantes de culturas occidentales y

latinoamericanas y mayor, para inmigrantes asiáticos y africanos.

La receptividad de la cultura anfitriona, la personalidad y la edad de quien emigra son el resto

de los factores que, según Campayo y Carrillo, condicionan el hecho migratorio.

El incremento de población inmigrante del que venimos hablando, unido al acontecimiento vital

estresante que puede suponer una migración, hizo que se planteara la posibilidad de

sobredemandas asistenciales y desajustes económicos. Sin embargo, los datos señalan una

marcada infrautilización de los servicios de salud mental por parte de esta población

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Un estudio llevado a cabo en un centro de salud mental de Segovia, compara la demanda de

asistencia entre los años 2001 y 2008. Este estudio, concluye que aunque se aprecia un

incremento de la población inmigrante en consulta, este incremento no se corresponde con el

esperado si tenemos en cuenta el aumento de la población inmigrante entre los años en los que

se lleva a cabo el estudio (Sendra-Gutiérrez et al., 2012). A la luz de estos resultados,

Gonzáles-Juárez (2004), señala las diferencias culturales como una de las principales dificultades para el

acceso a los dispositivos de salud mental (Jáñez, Ben- Bouchta, del Olmo, 2013).

Esta situación, no se da de manera aislada en nuestro país. En otros países como Estados

Unidos, encontramos publicaciones que denuncian la diferencia entre nativos e inmigrantes a la

hora de acceder a los servicios de salud en general y más concretamente de salud mental

(Candib y Ferguson, 2002; Qureshi y Collazos, 2006 y Sue, Zane, Nagayama Hall y Bergem,

2009).

El Ministerio de Política Social e Igualdad en el año 2011, responde ante las barreras en el

acceso al sistema sanitario, tratando de incorporar la competencia intercultural a los criterios de

calidad de los dispositivos asistenciales. Su propósito: caminar hacia la equidad en la salud.

En este intento, publica un instrumento para valorar la competencia intercultural en la atención

en salud mental. En él, cuestiona dicha competencia en instituciones y profesionales sanitarios

españoles, en relación a los estándares de países con larga tradición en la recepción de

inmigrantes.

El modelo que planteamos en esta investigación, elaborado por la Asociación de

Neuropsiquiatría a petición del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad en el año 2011,

sustituye el término competencia cultural por el de competencia intercultural. Este matiz, tiene

como objetivo subrayar dos principios fundamentales: el primero, es que no existen individuos

aculturales. Por tanto, los profesionales, no son una excepción a esta regla. El segundo, se

refiere a la habilidad requerida en encuentros terapéuticos. Esta, es la capacidad del profesional

de acercarse con curiosidad y respeto a universos de significados diversos.

Este modelo, al igual que la mayoría de modelos de competencia cultural, no requiere de un

conocimiento, por otro lado imposible, de todas las culturas. Requiere de conocimientos,

habilidades y de un marco actitudinal y ético apropiado (Melero, 2010).

Con la adquisición de conocimientos, nos referimos a la interiorización de como la inmigración,

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Los trastornos mentales, pueden ser fenomenológicamente universales, pero su expresión clínica

está primariamente determinada por factores culturales (Martínez y Martínez, 2006). La cultura,

puede estar involucrada en la etiología, en la percepción e identificación del malestar, en el

curso, en el pronóstico y en el tratamiento. Por eso, los profesionales han de concienciarse

acerca de las múltiples formas en que la cultura, la pertenencia a un grupo étnico, o la condición

de inmigrante, pueden impactar en el desarrollo psicosocial, en la psicopatología y en la

interacción entre paciente y terapeuta (Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, 2011).

La noción de conocimiento cultural, es delicada y ha de estar gobernada por la autoconciencia.

Debemos saber que lo que creemos ver, ha pasado previamente por nuestro propio filtro

cultural. Filtro subjetivo, elaborado a partir de nuestra propia experiencia cultural (Melero,

2010).

Las habilidades, hacen referencia a la manera de plasmar, en la práctica clínica, los

conocimientos adquiridos. Dos son los elementos fundamentales: por una parte, el trabajo

personal. Explorar el autoconcepto, la identidad cultural y los prejuicios. Por otra parte, la

habilidad para trabajar en psicoterapia teniendo en cuenta al otro, en este caso, culturalmente

diferente (Melero, 2010).

Las actitudes, probablemente suponen el mayor reto para todo profesional de la

interculturalidad. La APA (Ameriacan Psychological Association) en el año 2003, hace hincapié

en que los psicólogos, como seres culturales, pueden tener actitudes y creencias que les

perjudiquen en su percepción o interacción con individuos étnica y racialmente diferentes. Así,

pone énfasis en la actitud hacia la diferencia y hacia la voluntad de implicación en los aspectos

personales e interpersonales de esta diferencia (Melero, 2010; Quereshi y Collazos, 2006). Por

tanto, conllevan el compromiso de implicación con uno mismo, primando la autoexploración y

la consciencia acerca de nuestra identidad cultural, nuestro autoconcepto y nuestros prejuicios.

Enfrentarse a estos aspectos, puede resultar amenazante y requiere de gran valentía (Melero,

2010).

Como profesionales, tenemos que tener en cuenta la variabilidad cultural de los encuentros

interculturales, sin obviar la riqueza de la variabilidad individual. Así, el conocimiento

intercultural, no debe ser excesivamente aplicado, de manera que caigamos en estereotipos y

reduzcamos las diferencias individuales a la mínima expresión (Qureshi y Collazos, 2006).

Tenemos que contemplar también, que el dominio total de las competencias interculturales, es

realmente complicado, por no decir imposible. Marie Tervalon (1998), introduce el término

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animarlos a continuar cuestionándose y supervisándose (Qureshi y Collazos, 2006 y Qureshi,

Collazos, Ramos y Casas, 2008).

La investigación relacionada con la competencia intercultural, está aún dando sus primeros

pasos. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de su influencia en aspectos claves del

tratamiento (Qureshi, Collazos, Ramos y Casas, 2008; Griner y Smith, 2006, como se citó en

Sue, Nolan, Nagayama Hall y Berger, 2009), como la satisfacción del paciente, el logro de

metas terapéuticas (Cole, Piercy, Wolfe y West, 2014) y la disminución de abandonos del

tratamiento (Miranda, Duan, Sherbourne, Schoenbaumm, Lagomasino, 2003, como se citó en

Sue, Nolan, Nagayama Hall y Berger, 2009). Además, parece contribuir también al desarrollo

de una fuerte alianza terapéutica intercultural (Qureshi y Collazos, 2006). Por otra parte,

Constantine y Fuertes (2002) y Brobst (2002), relacionan la insensibilidad cultural del

psicoterapeuta, con una experiencia terapéutica negativa y con una alianza terapéutica

desfavorable (Chang y Berk, 2009).

A pesar de que la atención culturalmente competente, requiere de muchas adaptaciones que

están fuera del alcance de los profesionales, la alianza terapéutica (factor clave de la relación

terapéutica y por tanto, de la psicoterapia), es abordable en la intimidad de un encuentro

terapéutico y puede facilitar un tratamiento intercultural de calidad (Qureshi y Collazos, 2011).

La psicoterapia no se podría concebir sin el establecimiento de una relación entre paciente y

terapeuta (Corbella y Botella, 2004). Esta relación, es considerada elemento esencial en todo

proceso terapéutico (Aznar-Martínez, Pérez-Testor, Davins-Pujols, Aramburu, Salamero, 2014

y Martin, Garske y Davis, 2000) por ser única en la vida de una persona, más sincera, genuina e

implicada que otras incluso en el ámbito de la amistad, de la familia y de la intimidad (Pérez,

2013). Tal es la importancia de esta relación, que parece ser el único punto en el que todas las

corrientes de psicoterapia están de acuerdo (Aznar-Marínez et al., 2014 y Pérez, 2013).

Sigmund Freud (1913) en su obra “Sobre la iniciación del tratamiento”, ya se refirió a la

importancia de mantener una relación entre paciente y analista que permitiera un apego positivo

entre ambos. La primera meta de todo análisis y el primer propósito de todo analista, habrían de

ser el logro de esta relación de allegamiento (Arredondo y Salinas, 2005 y Ojeda, 2010).

En el año 1912, en “Las dinámicas de la transferencia”, Freud, incorpora la idea de una relación

entre paciente y analista no reprimida (matiz que la diferencia de la transferencia). Está relación,

está constituida por los sentimientos amistosos que el paciente experimenta hacia el analista. A

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describió como “vehículo del éxito” (Escudero, 2009; Ojeda, 2010 y Safran y Muran, 2000).

Esta aportación, constituye el origen de lo que posteriormente será la “alianza terapéutica”

(Ojeda, 2010).

El concepto parte del marco psicoanalítico. Su posterior desarrollo, trae consigo algunos

cuestionamientos. Entre ellos, a la visión psicoanalítica tradicional de transferencia (Zetzel,

1956, como se citó en Corbella y Botella 2003 y 2004) y a la neutralidad y abstinencia del

terapeuta (Ferinczi, 1932, como se citó en Escudero, 2009; Mitchell, 1997, como se citó en

Corbella y Botella, 2003 y 2004 y Safran y Muran, 2000). Estos cuestionamientos, permitieron

el avance hacia las concepciones más recientes de alianza (Corbella y Botella, 2003; Escudero,

2009 y Safran y Muran, 2000).

Strupp en el año 1973, fundamenta que la alianza terapéutica no sólo es decisiva en el contexto

psicoanalítico, sino que lo es en todos los enfoques terapéuticos (Escudero, 2009). Gracias a

esta aportación y a la reformulación transteórica del constructo llevada a cabo por Luborsky y

Bordin en el año 1979 (Safran y Muran, 2000; Santibáñez, 2003), la alianza terapéutica se

desarrolla e incorpora, a lo largo del siglo XX, a la mayoría de escuelas psicoterapéuticas

(Corbella y Botella, 2003 y 2004).

Para Bordin (1979), la alianza es una relación consciente que implica acuerdos y colaboración

entre paciente y terapeuta. Con esta definición, deja clara la brecha entre alianza y neurosis de

transferencia, alejándose de las concepciones psicoanalíticas más ortodoxas (Corbella y Botella,

2003 y Santibáñez, 2003). Sugirió que una buena alianza, es el prerrequisito para el cambio en

todas las formas de psicoterapia (Sanfran y Muran, 2000 y Hovarth y Symonds, 1991, como se

citó en Elvins y Green, 2008) y la descompuso en tres factores independientes: tareas, objetivos

y vínculo. La fuerza de la alianza, dependerá por tanto del acuerdo en objetivos y tareas y de la

calidad del vínculo (Altimir, 2010, Arreondo y Salinas, 2005; Corbella y Botella, 2003;

Escudero, 2009 y Ojeda, 2010).

Las tareas de la terapia, son las actividades adecuadas para conseguir los objetivos propuestos.

En una buena alianza entre paciente y terapeuta, ambos perciben estas tareas como relevantes y

eficaces. Además, deben comprometerse a desempeñarlas. Los objetivos, son las metas

generales hacia las que se dirige el tratamiento. Si la alianza es sólida, terapeuta y paciente

respaldan y valoran dichos objetivos. El vínculo, es la calidad afectiva de la relación entre

paciente y terapeuta. Se refiere a la compleja red de conexiones entre ambos que incluyen

confianza y aceptación. Los tres componentes, influyen entre sí continuamente (Elvins y Green,

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A pesar del impacto que puede tener la alianza en el tratamiento psicoterapéutico, Bordin (1980)

afirmó que una alianza positiva no es curativa por sí misma, sino que es un ingrediente que hace

posible la aceptación y el seguimiento del trabajo terapéutico (como se citó en Horvath y

Luborsky, 1993).

Friedlander, Escudero y Heatherington (2009), proponen un modelo de alianza terapéutica

basado en el modelo de Bordin, ampliándolo desde una óptica sistémica. Mantienen las tres

dimensiones en las que Bordin sustenta la alianza (acuerdo en tareas, objetivos y vínculo

terapéutico), denominándolas “enganche en el proceso terapéutico” y “conexión emocional con el terapeuta”. Además, añaden “seguridad dentro del sistema” y “sentido de compartir el propósito dentro de la familia”.

La investigación en torno a este concepto, ha sido prolífera. Muchos estudios, han tratado de

correlacionar la calidad de la alianza con los resultados del tratamiento. Los datos apuntan a que

la alianza, resulta ser un buen predictor de los resultados obtenidos en diferentes modalidades

terapéuticas (Horvath y Luborsky, 1993; Horvath y Symond, 1991, como se citó en Escudero,

2009; Martin, Graske y Davis, 2000; Norcross, 2011, como se citó en Pérez, 2013; Safran y

Muran, 2000; Shirk y Karver, 2003 y Taber, Leibert y Agaskar, 2011). Es decir, que ningún

enfoque concreto obtiene mejores resultados en el tratamiento frente al resto (Norcross, 2011,

como se citó en Pérez, 2013).

Estos resultados, han dirigido la atención de la comunidad científica hacia los denominados

factores comunes o inespecíficos. Estos factores son aspectos del paciente, del terapeuta y de la

relación entre ambos, presentes en cualquier proceso psicoterapéutico independientemente del

marco teórico en que se desarrolle (Carrasco y Liria, 1992; Omer, 1989, citados en Santibáñez,

2003).

Lambert (1992) y Lambert y Barley (2002), establecen en un 15% la proporción de mejoría del

paciente explicada por las técnicas empleadas y en un 30% la proporción explicada por el factor

común “alianza terapéutica” (Corbella y Botella, 2003; Kerver, Handelsman, Fields y Bickman,

2005) Por este motivo, la alianza terapéutica es de todos los factores comunes, el que ha

despertado más interés en la investigación y el que ha recibido más apoyo empírico como

variable predictiva del resultado terapéutico (Altimir, 2009; Bermúdez y Navia, 2013; Corbella

y Botella, 2003, 2004 y 2011 y Pérez, 2013).

Algunas publicaciones, cuestionan la relación entre alianza y resultados del proceso terapéutico,

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mismo (DeRubeis y Feelye, 1990; Feeley, Derubeis y Gelf, 1999, como se citaron en Escudero,

2011). Esto implica que si la terapia resulta útil, la percepción de la alianza será positiva

mientras que si no, será negativa.

El planteamiento anterior, conduce a la idea de que el momento óptimo de medición de la

alianza (momento en que mejor se predicen resultados del tratamiento), son las primeras

sesiones de la psicoterapia. En momentos tan tempranos del proceso, los autores asumen que no

se producen resultados notorios que la puedan contaminar (Friedlander, Escudero y

Heatherington, 2009 y Martin, Graske y Davis, 2000).

Esta hipótesis, es refutada por una idea de alianza como cualidad intrínseca de la relación.

Cualidad que contribuye al éxito de la terapia por encima de las ganancias terapéuticas

alcanzadas en el momento (Gaston, Marmar, Thompson y Gallagher, 1991; Lambert y Bergin,

1994; Weerasekera et al., 2001, como se citaron en Corbella y Botella, 2011). Roth y Fonagy

(2005), plantean que la alianza no se modula en función de las mejoras sintomáticas, si no al

revés. La mejoría temprana de la sintomatología, puede deberse a la percepción positiva que el

paciente tiene de la terapia y de su terapeuta (Arratia, 2007).

La medición de la alianza, también ha sido objeto de controversia. Para Hovarth y Symond

(1991), puede ser medida por pacientes, terapeutas y observadores externos, siendo la medida

del paciente la más fiable (Friedlander, Escudero y Heatherington, 2009). Esta afirmación,

coincide con numerosas publicaciones que concluyen que la percepción de la alianza del

paciente, predice mejor el resultado de la psicoterapia (Friedlander, Escudero y Heatherington,

2009 y Johansson y Eklund, 2003, como se citó en Elvins y Green, 2008). Sin embargo, en

otras investigaciones, no se ha hallado tal relación (Corbella y Botella, 2004).

Toda relación terapéutica, es producto del encuentro entre paciente y terapeuta. Ambos, tienen

una manera única de pensar, sentir y comportarse. Por tanto su subjetividad, influye en el

proceso terapéutico e irremediablemente en la alianza (Hovarth y Luborsky, 1991 y Taber,

Leibert y Agaskar, 2011).

Variables vinculadas al terapeuta como formación, experiencia, habilidad autopercibida, etc.

fueron estudiadas por Hersoug, Hoglend, Monsen y Havik en el año 2001. Ninguna de ellas se

relacionó positivamente con el establecimiento de la alianza terapéutica percibida por los

pacientes (Arratia, 2007). Otros aspectos como el bienestar emocional, los valores, las

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control, la orientación teórica y algunas variables sociodemográficas como edad, sexo y cultura,

han recibido también cierta atención (Hersoug et al., 2001 y Corbella y Botella, 2004).

Tras realizar una revisión exhaustiva de las investigaciones sobre variables del terapeuta,

Corbella y Botella (2004) concluyen que los resultados han de tomarse con cautela. Argumentan

que hay multitud de variables influyentes en el proceso terapéutico difíciles de controlar. Por

tanto, desechan la idea de que exista un terapeuta eficaz para todos los pacientes y apuestan por

la existencia de múltiples combinaciones de eficacia y eficiencia relativas.

Corbella y Botella (2004), llevan a cabo un análisis, pormenorizado también, de las variables

del paciente que se encuentran implicadas en el establecimiento de la alianza terapéutica.

Algunos de los aspectos del paciente más estudiados, han sido los sociodemográficos. Edad,

género, nivel socioeconómico y cultura han sido objeto de múltiples estudios sin obtener

resultados consistentes.

La cultura del paciente, de manera aislada, no parece tener efectos significativos en el proceso

terapéutico. Sin embargo, cobra importancia si nos centramos en factores contextuales que

interactúan con ella. Factores como la pertenencia a un grupo étnico minoritario, la inmigración

y la cultura de su terapeuta (Calhoun y Atkeson, 1991 y Sue, Sue, Fujino, Takeuchi y Zane,

1991, como se citaron en Corbella y Botella, 2004).

Hovart en el año 1991, lleva a cabo una revisión de once estudios sobre el impacto de variables

del paciente en el establecimiento de la alianza terapéutica. Agrupa las variables en tres bloques:

habilidades interpersonales, dinámicas intrapersonales y diagnóstico y severidad de los

síntomas. Entre las habilidades interpersonales, Hovart incluye calidad de las relaciones

sociales, de las relaciones familiares y estresores de la vida diaria. Entre las intrapersonales,

habla de motivación, expectativas y actitudes hacia la terapia, estado psicológico y calidad de

las relaciones de objeto pasadas. Los hallazgos de esta revisión, apuntan a que tanto las

habilidades interpersonales como las intrapersonales, influyen en el establecimiento de la

alianza terapéutica. Para la tercera variable, diagnóstico y severidad de los síntomas, no

encontró resultados concluyentes (Hovarth y Luborsky, 1994 y Corbella y Botella, 2004).

La similitud entre variables de paciente y terapeuta, ha recibido cierta atención. Al-Darmaki y

Kivlighan (1993), Gelso y Carter (1985) y Lupini (2001), mostraron la existencia de una

relación positiva entre similitud y establecimiento de alianza terapéutica (Corbella y Botella,

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perfecto entre terapeuta y paciente, sino más bien a la complementariedad entre ambos (Horvath

y Luborsky, 1993 y Altimir, 2010).

Similitudes y diferencias culturales de paciente y terapeuta, pueden influir en aspectos

fundamentales del proceso terapéutico como la alianza terapéutica (Altimir, 2010; Bermúdez y

Navia, 2013; Carter, 2006, como se citó en Vasquez, 2007; Ferguson y Candib, 2002; Guregard

y Seikkula, 2014; Kung, 2001 y Shonfeld, 2001), el curso y el pronóstico (Jáñez, Ben-Bouchta,

y del Olmo, 2013).

El emparejamiento cultural de pacientes y terapeutas, ha sido promovido por algunos autores

para proporcionar una atención intercultural competente (Campbell y Alexander, 2002; Sue et

al., 1991, como se citaron en Wintersteen, 2005 y Chao, Steffen, Heiby, 2011) con resultados

contradictorios.

Algunos estudios, han puesto de manifiesto como este emparejamiento, ha reforzado la alianza

terapéutica (Chao et al., 2011, Ricker, Nystul y Waldo, 1999; Thompson y Alexander, 2000;

Shin, Chow, Camacho-Gonsalves, Levy, Allen y Leff, 2005, como se citaron en Ruglas, Hien,

Hu, Campbell, Caldeira, Miele y Chang, 2013). Otros, no han obtenido tales resultados (Erdor,

2003, como se citó en Ruglas et al., 2013; Maramba y Nagayama Hall, 2002, como se citó en

Chao et al., 2011 y Wintersteen, 2005), por lo que postulan que la calidad de la relación y la

conexión entre ambos, reemplaza rápidamente las diferencias culturales.

Horst, Mendez, Culver-Turner, Amanor-Boadu, Minner, Cook, Stith y McCollum (2012) y

Winstersteen (2005) concluyen, en dos estudios distintos sobre emparejamiento cultural, que los

terapeutas le dan más importancia a este emparejamiento que los pacientes. En el estudio de

Winsterstenn, los terapeutas emparejados culturalmente, percibieron la alianza terapéutica de

manera más positiva que sus pacientes. En el de Horst et al., los terapeutas no emparejados

culturalmente, tenían una percepción más negativa acerca de la eficacia del tratamiento que los

pacientes.

Recapitulando lo planteado hasta el momento, varios motivos nos alientan a llevar a cabo esta

investigación:

- Según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística en el año 2013, la

población inmigrante en España, ha aumentado entre el año 1998 y el 2013 de 637.085

(15)

15

- El crecimiento de la inmigración en las últimas décadas, es un factor de impacto para la

asistencia en salud mental (Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, 2011).

Hace que los recursos sanitarios sean utilizados, cada vez más, por pacientes

culturalmente diferentes. Sin embargo, este incremento, en proporción con el aumento

del saldo migratorio, no se corresponde con el esperado (Sendra-Gutiérrez et al., 2012).

Una de las dificultades señaladas para el acceso a dispositivos de salud mental de

pacientes inmigrantes, ha sido las diferencias culturales (Gonzáles-Juárez, 2004, como

se citó en Jáñez, Ben- Bouchta y del Olmo, 2013).

- En respuesta a esta situación, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad en el

año 2011, propone la dotación de competencia intercultural a instituciones y

profesionales de la salud mental.

- La competencia intercultural de las instituciones y profesionales sanitarios españoles,

pese a relacionarse con factores claves del tratamiento (Qureshi, Collazos, Ramos y

Casas, 2008), es aún escasa para responder a las necesidades actuales del país

(Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, 2011).

- Profesionales especializados, consideran esencial el establecimiento de una buena

alianza terapéutica en el trabajo intercultural. Sin embargo, es un campo que ha recibido

poco interés en la literatura científica española (Qureshi y Collazos, 2011).

Por tanto, los objetivos de la presente investigación son los siguientes:

- Estudiar si las diferencias culturales entre pacientes españoles e inmigrantes, influyen

en el establecimiento de la alianza terapéutica.

Hipótesis: Las diferencias culturales entre pacientes españoles e inmigrantes,

influyen en el establecimiento de la alianza terapéutica.

La media de las puntuaciones en alianza terapéutica de los pacientes españoles

en terapia con un terapeuta español, será superior a la media de las puntuaciones

en alianza terapéutica de los pacientes inmigrantes en terapia con terapeuta

(16)

16

- Estudiar si existe relación entre la competencia intercultural de los terapeutas españoles

y el establecimiento de la alianza terapéutica con sus pacientes inmigrantes.

Hipótesis: La competencia intercultural de los terapeutas, se relaciona con el

establecimiento de la alianza terapéutica con sus pacientes inmigrantes,

amortiguando su impacto.

Las puntuaciones en alianza terapéutica de los pacientes inmigrantes, será más

alta si sus terapeutas puntúan alto en competencia intercultural que si puntúan

bajo.

METODO

Participantes

La muestra de la presente investigación, se compuso de 22 pacientes (inmersos, en el momento

de realización del estudio, en un proceso terapéutico) y 13 psicoterapeutas.

De los 22 pacientes, 12 fueron españoles (54,5%) y 10 inmigrantes (45,5%).

De los 12 pacientes españoles, 10 fueron mujeres (83,33%) y 2 hombres (16,67%). Sus edades

oscilaron entre 15 y 67 años, siendo la media 37,75 y la desviación típica 17,67.

El número de sesiones que los pacientes españoles llevaban inmersos en su proceso terapéutico,

osciló entre 4 y 38, siendo su media 20,25 y su desviación típica 13. Sus expectativas respecto

al mismo, evaluadas a través de una escala tipo Likert (1 = nada; 2 = poco; 3 = algo, 4 =

bastante, 5 = mucho), oscilaron entre 4 y 5, obteniendo una puntuación media de 4,50 y una

desviación típica de 0,51.

De los 10 pacientes inmigrantes, 7 fueron mujeres (70%) y 3 hombres (30%). Sus edades

oscilaron entre 19 y 49, siendo la media 32,90 y la desviación típica 8,74.

El número de sesiones que los pacientes inmigrantes llevaban inmersos en su proceso

terapéutico, osciló entre 4 y 48, siendo su media 14,88 y su desviación típica 14,89. Sus

expectativas respecto al mismo, evaluadas a través de una escala tipo Likert (1 = nada; 2 =

poco; 3 = algo, 4 = bastante, 5 = mucho), oscilaron entre 4 y 5, obteniendo una puntuación

media de 4,50 y una desviación típica de 0,52.

De los 10 pacientes inmigrantes, 9 (90%) procedían de América Latina (2 de Venezuela, 2 de la

(17)

17

Colombia) y 1 paciente (10%) procedía de un país Europeo (Hungría). Se recogió información

sobre el tiempo en años que llevan residiendo en España. Esta variable osciló entre 1,5 y 13

años con una media de 5,68 y una desviación típica de 4,36.

Los 13 psicoterapeutas fueron españoles. 10 de ellos mujeres y 3 hombres. Su edad osciló entre

27 y 59 años, con una media de 39 y una desviación típica de 11,75.

Instrumentos

Cuestionario sociodemográfico para pacientes

Cuestionario construido ad hoc para la presente investigación.

Recoge información sobre el sexo, la edad y las expectativas que tuvieran los participantes

respecto a su proceso terapéutico.

En caso de que los participantes fueran inmigrantes, se recogía el país de procedencia y el

tiempo que llevaban viviendo en España.

Cuestionario sociodemográfico para psicoterapeutas

Cuestionario construido ad hoc para la presente investigación.

Recoge información sobre el sexo y la edad del terapeuta.

Además, los psicoterapeutas anotaron el número de la sesión en que se efectuó la medición de la

alianza terapéutica.

Cuestionario de Alianza Terapéutica SOATIF-s (Friedlander, Escudero y Heatherington,

2006,2009).

El proyecto SOATIF-SOFTA, nació de la colaboración entre investigadores españoles y

norteamericanos. Como resultado de esta colaboración, se elaboraron simultáneamente

instrumentos para medir la alianza terapéutica en español (SOATIF) y en inglés (SOFTA)

(Escudero, 2009).

Los estudios de validación llevados a cabo tanto en Estados Unidos como en España, mostraron

una elevada congruencia. A partir de estos procesos de validación, podemos describir los

instrumentos como: apropiados biculturalmente, transteóricos, observables, interpersonales y

(18)

18

El SOATIF (Sistema de observación de la alianza terapéutica en intervención familiar), es un

modelo de evaluación de alianza terapéutica que consta de instrumentos observacionales

(SOATIF-o) y de autoinforme (SOATIF-s). Lo constituyen cuatro dimensiones. Dos de ellas

(enganche en el proceso y conexión emocional con el terapeuta), estrechamente relacionadas

con la conceptualización de alianza terapéutica que planteó Bordin en el año 1979 (vínculo

emocional y acuerdo en objetivos y tareas). Las otras dos dimensiones son: seguridad dentro del

contexto terapéutico y sentido de compartir el propósito dentro de la familia. Esta última,

íntimamente ligada a la terapia sistémica (Escudero, 2009).

En la presente investigación, utilizamos el autoinforme (SOATIF-s). Este instrumento, tiene

cuatro versiones: paciente, terapeuta de paciente, familia y terapeuta de familia (Escudero,

2009). Escogimos la versión del paciente y nos centramos en la medición de alianza en una sola

sesión. Por tanto, las dimensiones estudiadas fueron: enganche en el proceso terapéutico,

conexión emocional con el terapeuta y seguridad dentro del sistema terapéutico, quedando

excluida la cuarta dimensión específica para terapias de pareja o familia.

El autoinforme, consta de doce ítems. Los participantes, han de responder a los ítems según una

escala de tipo Likert (1 = nada; 2 = poco; 3 = algo, 4 = bastante, 5 = mucho). Además, ofrece

una puntuación en alianza terapéutica total que oscila entre 12 y 60 y una puntuación para cada

dimensión independiente (Escudero, 2009).

La fiabilidad del SOATIF-s en su versión para pacientes, es medida a través del alpha de

Cronbach. El valor del estadístico que obtuvieron los autores del cuestionario (0,83), es mayor

del que obtuvimos nosotros (0,68). Esta disminución de la fiabilidad, puede deberse a la

diferencia entre su tamaño muestral en la validación del instrumento (n=193) y el nuestro

(n=22).

SOATIF, ha mostrado ser válido en la investigación en terapia familiar y en el entrenamiento y

la supervisión de terapeutas familiares en sus comienzos profesionales (Escudero, 2009). Más

recientemente, ha sido utilizado en un estudio llevado a cabo en Bristol sobre alianza terapéutica

y diferencias culturales (Pandya y Herlihy, 2009).

Es un instrumento novedoso en la medición de alianza terapéutica y por tanto, necesita del

interés de investigadores para su validación en diversos contextos y poblaciones. Esta fue una

de las razones que nos llevó a elegirlo para la presente investigación. Además, es breve y de

fácil aplicación para los pacientes, como pudimos comprobar tras utilizarlo en la Unidad de

(19)

19 Cuestionario de Competencia intercultural

Cuestionario construido ad hoc para la presente investigación.

Recoge información sobre la percepción de los psicoterapeutas acerca de su competencia

intercultural, a través de los siguientes ítems:

1)

¿Cómo diría que es su grado de conciencia sobre su propia subjetividad cultural?

2)

¿Cómo cree que es usted de habilidoso para aproximarse a un paciente/cliente

culturalmente diferente (a sus hábitos, costumbres, formas de entender la salud, la

enfermedad, etc.)?

3)

¿Cómo diría usted que es su voluntad para indagar, cuestionar y convivir con las

limitaciones que podemos encontrarnos en un proceso terapéutico con un

paciente/cliente culturalmente diferente?

Para la elaboración de los ítems, nos basamos en la definición de competencia intercultural que

utiliza el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad en el año 2011. Esta competencia, se

entiende cómo una compleja combinación de conocimientos, habilidades y actitudes que

interactúan entre sí.

El cuestionario es autoaplicado y consta de tres ítems. Los participantes han de contestar a los

ítems, según una escala de tipo Likert (1 = nada; 2 = poco; 3 = algo; 4 = bastante; 5 = mucho).

La puntuación total, oscila entre 4 y 20.

La fiabilidad del cuestionario, medida a través de alpha de Cronbach, fue de 0,60.

Procedimiento

Nos pusimos en contacto con centros y con profesionales, que ofrecen atención psicológica a

españoles e inmigrantes. Los que accedieron a participar, de manera voluntaria y anónima,

fueron los siguientes:

Psicólogos sin Fronteras (Madrid)

Esta ONG de Cooperación al Desarrollo, nace en 1990 en el País Vasco con el objetivo de

proporcionar asistencia psicosocial a población vulnerable. Con el tiempo, este proyecto se ha

(20)

20

Actualmente, en Psicólogos sin Fronteras Madrid, se ofrece terapia psicológica, gratuita o a bajo

coste, a pacientes españoles e inmigrantes.

APLA (amigos de las personas inmigrantes, Madrid)

Asociación civil y humanitaria con sede en Madrid y Fuenlabrada. El foco de actuación de esta

asociación sin ánimo de lucro, se centra en personas inmigrantes de países extracomunitarios.

Su finalidad es promover la acogida, la inserción social y laboral y la defensa de los derechos

humanos de las personas inmigrantes.

Esta organización, está constituida exclusivamente por personal voluntario. Los psicoterapeutas

que colaboran en este proyecto, atienden a personas inmigrantes contando con el apoyo y la

supervisión del Instituto de Interacción y Dinámica Personal (Madrid).

Aprende Viendo Terapia (Madrid): Servicio de formación y de atención psicoterapéutica para

personas con bajos recursos.

Psicoterapeutas que, de forma independiente al centro en el que desarrollan su actividad

profesional, colaboraron con esta investigación

Después del contacto inicial y tras conseguir los consentimientos precisos, nos desplazamos a

los centros para llevar en mano los cuestionarios.

A los terapeutas, se les informó de cómo debían proceder. La consigna fue la siguiente:

- Recoja de entre sus pacientes/clientes españoles (si los tiene), un mínimo de un

cuestionario de alianza terapéutica y un máximo de tres.

- De igual manera, recoja de entre sus pacientes/clientes inmigrantes (si los tiene), un

mínimo de un cuestionario de alianza terapéutica y un máximo de tres.

- Ha de contestar a un cuestionario por cada uno de sus pacientes/clientes interesados en

colaborar con la investigación.

- Asegúrese de emparejar su cuestionario con el de su paciente/cliente y de introducirlos

juntos en el sobre que se adjunta. Lo ideal es, que responda usted (terapeuta) a su

(21)

21

considere de la sesión, que lo conteste su paciente/cliente y cierre él mismo el sobre. El

objetivo, es que el paciente/cliente no sesgue sus respuestas al pensar que usted pueda

leerlas.

- En el caso de que haya más de un paciente/cliente dispuesto a colaborar en la

investigación (dos o tres) de l mismo terapeuta, emparéjense todos los sobres que

correspondan al mismo terapeuta grapándolos.

Análisis de datos

Tras recoger de los centros los sobres con los cuestionarios, se procedió a realizar el

correspondiente análisis estadístico con el programa SPSS.

Se utilizó alpha de Cronbach, para medir la fiabilidad de los cuestionarios de alianza terapéutica

y competencia intercultural.

Con la prueba de Shapiro Wilk, se comprobó si las puntuaciones en alianza terapéutica se

distribuían según la curva normal.

Con la prueba de Levene, se comprobó la homogeneidad de varianzas de las puntuaciones en

alianza terapéutica en los dos grupos (pacientes españoles e inmigrantes).

El estadístico de contraste t de Student, se utilizó para comparar el grupo de pacientes españoles

y el de pacientes inmigrantes, en sus puntuaciones en alianza terapéutica.

El coeficiente de correlación de Pearson, se utilizó para estudiar la relación entre las variables

alianza terapéutica y competencia intercultural.

El nivel de significación estadística con el que llevamos a cabo las pruebas estadísticas fue del

95%.

RESULTADOS

En la tabla 1, aparecen las variables continuas de la investigación. Todas ellas, fueron descritas

en el subapartado participantes del apartado método, exceptuando alianza terapéutica y

(22)

22

Atendiendo a los dos subgrupos de nuestro estudio, la media de las puntuaciones en alianza

terapéutica de los pacientes españoles fue 50,25 y la desviación típica, 4,95. En el caso de los

pacientes inmigrantes, la media fue 51,40 y la desviación típica 4,29.

La media de las puntuaciones en competencia intercultural de los terapeutas de pacientes

inmigrantes, fue 15,30 y la desviación típica, 1,05.

Las variables categóricas de la investigación, quedaron descritas en el subapartado participantes

del apartado método.

Tabla 1 Descripción variables cuantitativas del estudio

N Media Desviación Típica Mínimo Máximo

Edad T 13 39,00 11,75 27,00 39,99

Edad PE 12 37,75 17,67 15,00 67,00

Edad PI 10 32,90 8,64 19,00 49,00

Expectativas PE 12 4,50 0,52 4,00 5,00

Expectativas PI 10 4,50 0,52 4,00 5,00

Nº ss PE 12 20,25 13,00 4,00 38,00

Nº ss PI 10 51,40 4,29 43,00 60,00

Años en España PI 10 5,68 4,36 1,50 13,00

Puntuación total AT PE 12 50,25 4,95 42,00 57,00

Puntuación total AT PI 10 51,40 4,29 43,00 60,00

Puntuación total CI 10 15,30 1,05 14,00 18,00

T: terapeuta; PE: paciente español; PI: paciente inmigrante; Nºss: número de sesión; AT: alianza terapéutica; CI: competencia intercultural.

Comprobación de supuestos para la variable alianza terapéutica

Comprobamos el supuesto de normalidad con la prueba de Shapiro-Wilk al ser nuestro tamaño

muestral menor de 30. El valor del estadístico con 10 grados de libertad, fue 0,93 y su

probabilidad asociada, 0,30. Por tanto, afirmamos que las puntuaciones en alianza terapéutica se

distribuyeron según la curva normal.

Comprobamos el supuesto de homogeneidad de varianzas con la prueba de Levene. El valor del

estadístico de contraste F, fue 0,78 y su probabilidad asociada, 0,39. Por tanto, afirmamos que

las varianzas de las puntuaciones en alianza terapéutica de los dos grupos (pacientes españoles y

(23)

23 Contraste de hipótesis

Alianza terapéutica y diferencias culturales

Según los resultados de la tabla 2, podemos afirmar que no hallamos diferencias

estadísticamente significativas en las puntuaciones en alianza terapéutica entre el grupo de

pacientes españoles y el grupo de pacientes inmigrantes (t-Student, t(20) = -0,57; p = 0,57).

Fue pertinente, teniendo en cuenta el pequeño tamaño muestral y la baja significación

estadística, calcular el tamaño del efecto a través del estadístico d de Cohen. El resultado del

tamaño del efecto fue 0,3 (tamaño del efecto bajo).

Tabla 2 Prueba t-Student para muestras independientes

PE PI t-Student

N 12 10

Media DT Media DT t gl p d

AT 50,25 4,96 51,40 4,23 -0,57 20 0,57 0,3

AT: alianza terapéutica; PE: paciente español; PI: paciente inmigrante.

Alianza terapéutica y competencia intercultural

Como se observa en los resultados de la tabla 3, el valor del coeficiente de correlación de

Pearson con una n igual a 10, fue -0,13 y su probabilidad asociada, 0,73. Por tanto, podemos

afirmar que no hallamos relación estadísticamente significativa entre las puntuaciones en

alianza terapéutica y las puntuaciones en competencia intercultural (Pearson, n = 10; r = -0,13; p

= 0,73).

Tabla 3 Coeficiente de correlación de Pearson

AT: alianza terapéutica; CI: competencia intercultural. CI

n 10

AT r -0,13

(24)

24 DISCUSIÓN

El aumento exponencial de la población inmigrante en los últimos años en España, supone un

reto a nivel asistencial para la salud mental (Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad,

2011). Cada vez son más los inmigrantes que acceden a estos dispositivos (Sendra-Gutiérrez et

al., 2012) y sin embargo, la competencia intercultural de instituciones y profesionales, es aun

escasa para responder a sus necesidades (Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad,

2011).

Sabemos que la alianza terapéutica es imprescindible en cualquier proceso terapéutico (Horvath

y Luborsky, 1993; Horvath y Symond, 1991, como se citó en Escudero, 2009; Martin, Graske y

Davis, 2000; Norcross, 2011, como se citó en Pérez, 2013; Safran y Muran, 2000; Shirk y

Karver, 2003 y Taber, Leibert y Agaskar, 2011) y especialmente, en los encuentros

interculturales (Qureshi y Collazos, 2011). Aunque la evidencia es menos esclarecedora,

confiamos también en la importancia de la competencia intercultural de los profesionales

dedicados a la salud mental (Qureshi, Collazos, Ramos y Casas, 2008). Sin embargo, ambos

aspectos, han carecido del interés de las publicaciones científicas españolas.

Planteamos por tanto, la necesidad de estudiar la relación entre alianza terapéutica y diferencias

culturales, y alianza terapéutica y competencia intercultural en el actual contexto nacional.

En contra de nuestro pronóstico, hallamos que la alianza terapéutica establecida entre

psicoterapeutas españoles y pacientes españoles, no fue mayor que la establecida entre

psicoterapeutas españoles y pacientes inmigrantes.

Algunos estudios de emparejamiento cultural (psicoterapeutas-pacientes) para la medición de

alianza terapéutica son acordes a estos resultados, al concluir que la calidad de la relación y la

conexión entre ambos reemplazan rápidamente al efecto producido por las diferencias culturales

(Erdor, 2003, como se citó en Ruglas et al., 2013; Maramba y Nagayama Hall, 2002, como se

citó en Chao et al., 2011 y Wintersteen, 2005).

Tal vez la aportación de Campayo y Carrillo en el año 2002, nos ayude a entender este

resultado. Ambos autores plantean, que la semejanza entre la cultura de origen y la de destino,

condiciona el proceso de adaptación de los inmigrantes.

Consideran, que el choque cultural para latinoamericanos y occidentales tras su llegada a

(25)

25

Puede que esto explique por qué, aunque la mayoría de inmigrantes que residen en España ,

proceden de Marruecos, Ecuador y Rumanía (INE, 2013), son los latinoamericanos los que

acuden más al sistema sanitario por causas relacionadas con la salud mental (Sendra -Gutiérrez

et al., 2012).

Tal vez, el hecho de que el 100% de nuestra muestra fuera de procedencia latina u occidental,

haya incidido en este resultado al minimizarse las diferencias culturales entre psicoterapeutas y

pacientes.

Intentamos tener en cuenta también, el nivel de aculturación de los pacientes inmigrantes,

pensando que podría amortiguar el impacto de las diferencias culturales en el establecimiento de

la alianza terapéutica (Chao, Steffen, Heiby, 2011), pero el reducido tamaño muestral, lo ha

imposibilitado.

Tampoco encontramos que la competencia intercultural de los psicoterapeutas españoles,

estuviese relacionada con la alianza terapéutica que establecían con sus pacientes inmigrantes.

Hemos de ser cautelosos al interpretar este resultado ya que, la fiabilidad del cuestionario de

competencia intercultural, construido ad hoc para la presente investigación, resultó

relativamente baja (0,6).

Además, debemos tener en consideración que los modelos de competencia cultural nacen en

Estados Unidos y por tanto, son específicamente diseñados para su contexto demográfico y

migratorio. Estos modelos, proporcionan un punto de partida útil para países como España, con

menos tradición migratoria, pero necesitan ser adaptados (Qureshi y Collazos 2005). Aunque la

Asociación de Neuropsiquiatría (a petición del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad

en el año 2011), ha llevado a cabo este intento de adaptación al contexto multicultural español,

no podemos negar la existencia de cierta influencia norteamericana. Puede que este aspecto,

haya influido en los resultados ya que nuestro cuestionario ha sido construido en base a la

noción del citado ministerio.

Puede tener relevancia, el hecho de haber desarrollado la noción de competencia intercultural,

como si de una competencia diferente y aislada de la competencia general se tratara. Algunos

autores ponen en duda esta cuestión, considerando que la competencia intercultural es una

dimensión que, junto a otras, da lugar a la competencia general de los profesionales (Sue, Zane,

Nagayama Hall y Berger, 2009). Tal vez, si hubiéramos considerado la competencia en términos

(26)

26

Nos planteamos también, la posibilidad de que la percepción de los psicoterapeutas acerca de su

competencia intercultural, se encuentre sesgada. Tal vez, si quienes acudiesen má s a los

servicios especializados en salud mental, fuesen pacientes culturalmente más diferentes de los

españoles, la percepción de su competencia cambiase.

A nivel metodológico, nos hemos encontrado con algunas dificultades que han podido

contaminar los resultados de la investigación. El tamaño de la muestra (22 pacientes y 13

psicoterapeutas) y la poca variabilidad de los pacientes inmigrantes en cuanto a su procedencia

(90% procedentes de Latinoamérica y 10% de un país europeo), han sido de los más

destacables. Además, los psicoterapeutas han sido seleccionados, en su mayoría, de

asociaciones sin ánimo de lucro, orientadas al trabajo con pacientes procedentes de diferentes

culturas. Por tanto, los resultados no son generalizables a la población de psicoterapeutas

general.

A pesar de los resultados obtenidos, seguimos apostando por la competencia intercultural como

respuesta a las barreras que dificultan el acceso de los pacientes culturalmente diferentes, a los

dispositivos de salud mental.

Esta competencia, resulta aún escasa entre los profesionales españoles y, como apunta el

Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad (2011), la oferta formativa en programas de

grado y postgrado también lo es.

En futuras investigaciones, sería interesante continuar indagando acerca de las diferencias

culturales y el establecimiento de la alianza terapéutica en condiciones metodológicas más

favorables. Se podría considerar la inclusión de técnicas cualitativas, con el fin de recoger

información más sutil acerca de variables que pueden incidir en la alianza terapéutica

intercultural. Esta información, nos ayudaría a elaborar un modelo de competencia intercultural

ajustado al contexto actual español y a partir de él, los instrumentos pertinentes para su

medición.

A pesar de las deficiencias de la investigación, el instrumento SOATIF-s ha demostrado ser

fiable en la medición de alianza terapéutica de nuestra muestra. Por este motivo, lo

(27)

27 Referencias

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