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Mamá dice

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Academic year: 2020

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(5) MAMÁ DICE Alexandra Viteri Arturo 2011.

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(9) La infancia, tanto la propia como la ajena, es una gran inquietud de mi mente. Encuentro fascinante la crueldad de los niños, su falta de inhibición, su inocente perversidad. Me interesa recordar nuestros propios crímenes, despertar el monstruo refundido entre códigos sociales. Emprendí una búsqueda inicialmente literaria: encontré grandes narradoras que tratan con majestuosidad la infancia, me dejé encantar por muchos libros infantiles y sus ilustraciones, recordé pasajes leídos en el colegio que marcaron mi pensar. Luego la búsqueda se volcó en mi propia infancia. Escarbé en mi memoria y en la familiar. Siempre me han gustado los relatos de mis padres, cuentos que comparten en noches de apagón: los pequeños detalles que recuerdan de todas las locuras cometidas en su niñez, los grandes dolores e ingeniosos castigos que sufrieron al ser descubiertos en alguna fechoría. Imágenes que quedaron grabadas con una inmensa claridad. Escribí, a partir de lo leído, lo experimentado en carne propia y sobre todo lo escuchado, varios cuentos. Estos cuentos son la base de mi proyecto..

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(11) No teniendo muñeca para jugar, y con la maternidad ya latiendo fuerte en el corazón de las huérfanas, las niñas más astutas habían escondido de las monjas el cadáver de una de las chicas. Guardaron el cadáver en un armario hasta que la monja salió, y jugaron con la niña muerta, la bañaron, le dieron de comer, la pusieron en penitencia solamente para después poder besarla, consolándola. De todo eso se acordó la madre en el baño, y bajó las manos levantadas, llenas de horquillas. Y consideró la crueldad de la necesidad de amar. Consideró la malignidad de nuestro deseo de ser feliz. Consideró la ferocidad con que queremos jugar. Y el número de veces en que mataremos por amor.. Clarice Lispector, La mujer más pequeña del mundo.

(12) Cuando yo era chiquita temía que el alma se me fuera a salir por algún agujerito.

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(15) (...). La pequeña no sabe cuánto tiempo ha pasado. Quizás demasiado tiempo perdido en ver las moscas volar. Aunque algunas, lamenta la pequeña, ya no vuelan. Quisieran volar pero no pueden. La pequeña tampoco puede, es demasiado miedosa para elevarse. Prefiere estar en tierra firme: ahora mismo la pequeña está acostada lo largo de su cuerpo sobre los adoquines de la despensa. Ya nadie se extiende en el suelo para ver el mundo, lástima, se está tan bien aquí abajo. Quizás no les guste el frío. Quizás no soporten estar debajo..

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(17) El peso de su cabeza presiona su mejilla contra la cerámica azulada, su vientre reposa desnudo sobre esa superficie lisa y puede incluso sentir la sutil unión de los cuadrados bajo las manos, los muslos y las piernas. El frío de la tierra entra por su vientre y comienza a invadir el resto del cuerpo, pero no logra distraerla. Ella se queda allí, inmóvil, reteniendo la respiración, como suspendida en el tiempo. Alrededor de la pequeña se levantan grandes armarios llenos de comida: Chococrispis, mermeladas, Coca Cola, bombonbunes, papitas y otras golosinas. Todo lo que un niño necesita para crecer feliz. Pero en este preciso momento son, simplemente, poco atractivas. Incluso olvidó lo que venía a buscar allí dentro. El mundo de arriba desaparece. Nada ocupa su pensamiento ahora salvo una, una mosca. La mosca.. Acostada, la pequeña mira la mosca y piensa en la soledad. En la soledad de las moscas que seguramente es peor que la de los hombres. Un hombre puede escribir si se encuentra solo, una mosca no. Ella, ella no querría morir sola..

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(19) Frente a la pequeña, a ras de suelo, la Mosca vive sus últimos minutos. Contempla la batalla del insecto contra una gran mancha de mermelada que lo pega al suelo y le impide huir. No comprende cómo hace una mosca para atascarse de esa manera. Una de sus alas está sumergida en la mermelada; y sus patas, en el aire. El ala libre se abre y se cierra sin cesar, las patas buscan desesperadas un apoyo. El zumbido se vuelve cada vez más débil y se detiene. Es el sonido de la muerte, piensa la pequeña. Se equivoca. La Mosca se detiene para retomar el aliento. El ala se agita de nuevo y sus patas tientan el aire. Cada vez que la Mosca recupera la esperanza, fracasa. Pierde poco a poco sus fuerzas. Es inútil, la pequeña lo sabe, pero no la Mosca. Sospecha que su presencia hace de éste un espectáculo atroz, el de la muerte, pero no se mueve. Pobre Mosca, no puede ni siquiera asistir a su propia muerte, no sabe que está muriendo. La niña se obliga a no pestañear, no quiere perder un solo instante de esa muerte inevitable. Ese forcejeo entre la vida y la muerte la maravilla y la excita, aún más porque conoce por anticipado al ganador. Quisiera ver la última expiración de la Mosca, descubrir dónde comienza la muerte y cómo impregna un cuerpo..

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(21) Sin embargo, otro deseo invade a la pequeña y desplaza su primer propósito. No comprende de dónde proviene este ardor incontrolable pero no duda en saciarlo. De todas maneras, ella no ha sido nunca demasiado paciente. Imagina su dedo descender lento sobre la Mosca, escucha el crujir del pequeño cuerpo bajo su dedo y luego siente en la yema las migajas. Tan sólo el hecho de pensarlo eriza los cabellos de la pequeña y le provoca un placer perturbador. Sabe que no necesita ejercer gran presión para aplastarla, es un cuerpo frágil. Sabe también que puede tomarse el tiempo que quiera, la Mosca no irá a ninguna parte. Nada detiene a la pequeña. Ni siquiera su consciencia, no conoce todavía la historia del mundo. Es lo que hace de los niños los asesinos perfectos. La pequeña decide aplastar a la Mosca, acelerar el proceso de la vida. No es caridad. No se trata de ayudarla a salir de su sufrimiento, ni de facilitarle el pasaje hacia el otro mundo. No, para nada. Simplemente quiere sentir el placer de aplastarla. Ella quiere hacer de su dedo, por un instante, el gran dedo de Dios. La pequeña levanta su brazo despacio para tomar por sorpresa a la Mosca, lo extiende, ubica su dedo justo sobre ella... “¡Margarita, a comer!”. La niña salta de su estupor, olvida por completo la Mosca. El frío del suelo pegado a su vientre abrió su apetito. Y bueno, una mosca no es más que una mosca....

(22) Cuando yo era chiquita pensaba que un enanito pintaba todas las noches las flores del jardin de la abuela.

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(25) Los geranios de la abuela eran tan inexpresivos como las flores de papel, aunque no había nada más bonito para ella que unos geranios en una olla sopera. Tenía una repisa llena de geranios en el pasillo, otra repisa llena de geranios sobre la escalinata, junto a la puerta del pasillo, y otra repisa llena de geranios en el patio, junto a la puerta del huerto. Tenía una de las ventanas del dormitorio y una de las ventanas de la cocina llena de geranios en ollas soperas. Y el montón de arena junto a la pocilga estaba lleno de vástagos de geranio. Y de todas las vigas de la casa colgaban ollas soperas. Los geranios de la abuela florecían toda una vida. El abuelo nunca dijo nada al respecto. En toda su vida nunca pronunció la palabra “geranio”. Los geranios no le parecían feos ni bonitos. Para él eran algo inútil, como lo eran para mi los pelos de su piel. O simplemente ni los veía. Cuando murió el abuelo, la abuela llevó a su habitación todos los geranios que había plantado. El abuelo fue velado entre un bosque de geranios plantado en ollas soperas, que también entonces resultaron inútiles. Aquella vez el abuelo tampoco dijo nada sobre ellos. Herta Müller, En tierras bajas.

(26) William Kentridge.

(27) (...). El día de su cumpleaños Martina lloraba desconsolada. Normalmente a esta hora la casa entera debía estar ya despierta preparando con diligencia su sorpresa. Pero Martina, acurrucada entre sus cobijas, no escuchaba el menor ruido. Nadie se había despertado. Nadie se acordaba de su cumpleaños. Durante la semana, Martina no descubrió a Mamá empacando secretamente ningún regalo, y tampoco encontró la mezcla para la torta en la nevera. Nadie parecía ocultarle nada. Ni siquiera la molestaron, como todos los años, con la inquietante posibilidad de que esta vez, este año, por qué no, ahora sí… no habrá 5 de julio. ¿Y si el horroroso augurio se cumplió? ¿Y si el calendario se saltó el 5 de julio? ¿Y si el 5 de julio pasó bajo un macabro hechizo que los hizo dormir a todos todo el día? ¿Y si este año no es mi año? La pared blanca de su habitación la amenazaba con el vacío. El silencio reinaba. Se olvidaron. Todos dormían. Es cierto que Martina había visto a Mamá agotada, con grandes ojeras y la nariz hinchada. La había visto llorar varias veces escondida tras de la nevera, con sollozos que simulaban silencio. Es cierto, pero eso no era excusa..

(28) Cuando yo era chiquita la abuelita decía que si uno se comía la pepa de las frutas, un árbol le podía crecer a uno en el estómago.

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(31) Martina se había portado bien todo el año. Acompañaba a la Abuelita aunque apestaba y era, además, terriblemente aburrida. La niña se sentaba al borde de la cama y le besaba la frente, tal como Mamá se lo pedía. A veces se divertía con los surcos de sus manos envejecidas y las horas le pasaban más rápido. La Abuelita ya no hablaba, así que Martina tampoco decía nada. Sólo pasaban las horas sentadas, cogidas de la mano, hasta que Mamá pedía a Martina salir de la habitación. Martina se había portado bien todo el año. Incluso le daba la sopa a la Abuela. La Abuelita, a veces, no quería comer y derramaba con un manotazo la sopa en las cobijas. El líquido se colaba por su ropa, corría como un río entre sus arrugas. Y Martina, sí, Martina ayudaba a Mamá a desnudar a la Abuela. Juntas le ponían una piyama limpia, y aquí no ha pasado nada. Martina se había portado bien. No es justo, pensaba. No, no es justo. La noche anterior, Martina oyó cierto alboroto en el cuarto de la Abuelita. Y pensó aliviada que preparaban algo para ella. Sus sospechas se confirmaron cuando se acercó a la habitación y Mamá la sacó corriendo. Martina no advirtió la tristeza de Mamá, la ilusión de su cumpleaños la nublaba. Así que, mientras la casa revoloteaba, Martina se durmió tranquila. Sentía como liberarse de un peso. Martina fue la única de todas las primas que entró en la habitación de la Abuelita. Fue la única que sostuvo la mano inerme, fue la última en jugar con sus surcos. El frío de la habitación no la asustó, y el aire putrefacto no la sorprendió. Martina y la Abuelita compartían ahora una fecha..

(32) Cuando yo era chiquita lloré durante horas en uno de mis cumpleaños porque un niño había cogido antes que yo el juguete más bonito de la piñata.

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(35) Mamá se echa a llorar. Y al llorar habla tanto cuanto llora, tanto como cuando habla, y siempre le viene un romadizo de agua vidriosa que ella se limpia en las mangas.. Herta Müller, En tierras bajas.

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(39) Escribir estos cuentos, trabajo que sigue en marcha, es mi manera de reflexionar sobre la infancia. Me acompañan, cabalgando sobre mi escritorio, algunos personajes de cuentos infantiles y otros tantos de mi vida personal. Particularmente, los mundos literarios de Clarice Lispector y Herta Müller nutren mi imaginario. Encuentro expuestas, entre las páginas de sus libros, las contradicciones humanas, la dificultad de ser y sobre todo la infancia desgarrada. Sus historias son increíblemente poéticas: prosas donde lo no dicho resuena. Me muerdo en silencio los labios para que la noche no me deje sin boca. Herta Müller, En tierras bajas A medida que el trabajo avanzaba, mi atención se desvió hacia el papel de la memoria dentro del proceso creativo. De hecho, las palabras “memoria” y “recuerdo” me perseguían. Encontrar su significado me resultó imperativo: quería entender cómo funciona el acto de recordar y porqué nos empeñamos en contar lo recordado..

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(43) Cuando sea pequeña y vuelva a tener un globo lo dejaré ir en vez de esperar a que se desinfle poco a poco y se pierda rebotando en los rincones, como la pelota vieja o el pañuelo sucio. El globo azul. ¿O gris? Monserrat Ordóñez.

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(45) RE CORDARE. Recordar es re-presentar. Representación en el sentido teatral de la palabra, una performance única o repetida, pero siempre distinta y voluble, sometida a los caprichos de los intérpretes. Néstor Braustein. La memoria es un tema que me obsesiona. Me interesa el ejercicio de la memoria, me interesa. recordar. Recordar, del latín recordare. Re. Cordis. Corazón. Volver a pasar por el corazón. Recordar… Buscar la etimología de las palabras, descomponerlas para desentrañar su esencia, es en mí un reflejo. El. diccionario es uno de mis libros favoritos, en particular el viejo Larousse de la abuelita. Me gusta porque es ilustrado y me gusta aún más porque entre sus hojas la abuela dejó apuntes que le ayudaron a resolver. crucigramas. Creo que ese diccionario es un objeto lleno de memoria: guarda la memoria de las palabras, su etimología, sus nuevos usos; y guarda la memoria de mi abuela, es decir gran parte de mi pasado..

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(49) En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española de 1780 definen la Memoria como. una de las tres potencias del alma. Siendo las otras dos el entendimiento y la voluntad. Se explica también. que en ella se conservan las especies de las cosas pasadas y que por medio de ella nos acordamos de lo. que hemos percibido por los sentidos. Esta potencia reside en el tercer ventrículo del cerebro, donde los espíritus vitales imprimen las imágenes o figuras de los objetos que entran por los ojos, o por los. oídos. Bergson2 estaría en desacuerdo con esta definición porque ésta sugiere que la memoria es un gran archivador, literalmente ubicado en el cerebro, de imágenes y sonidos que se moldean en el corazón. “No hay registro, no hay cajón” escribe Bergson, “el pasado se conserva por sí mismo, automáticamente”. (Memoria y vida, Bergson). Para mí, la definición de la Real Academia no es totalmente errónea, a pesar de. que el diccionario haya enmendado su artículo con el pasar de los años. En mí la memoria y el recuerdo están totalmente ligados al corazón, como se pensaba antiguamente. Sin embargo, distingo entre las. dos palabras, al igual que Bergson, significados diferentes. Mientras que la memoria se tiene, reposa en nuestro inconciente; el recuerdo se construye a partir de fragmentos de memoria, que irrumpen gracias a ciertos caprichos del corazón, y a partir de la imaginación.. Admito que tengo mala memoria. O más bien, que los recuerdos no emergen en mí tan fácilmente. como en otros. Necesito de un estímulo que propulse los recuerdos a la superficie. Necesito de una. magdalena sumergida en thé3. Leyendo por segunda vez un fragmento de En busca del tiempo perdido,. descubrí, que en mi caso, la guayaba cumple la función de la famosa magdalena proustiana. El poder. iluminador que encierran el olor y el sabor de bocados pasados es, como dice Proust, más frágil pero más vivaz. Incluso, más persistente y más fiel que todas aquellas cosas materiales pensadas para resistir al olvido. (Las fotografías son una de aquellas cosas, sin embargo, tienen para mí otro encanto.).

(50) 2. En mi afán por definir la memoria y el recuerdo encontré dos libros que me ayudaron a aclarar el porqué de mi interés. El primero escrito por Bergson Memoria y vida y el segundo escrito por el psicoanalista argentino Néstor Braunstein Memoria y espanto. O el recuerdo de infancia. Devoré el segundo. Entre sus páginas encontré entrelazadas la memoria, la infancia y la literatura. Braustein analiza el relato del primer recuerdo de infancia de varios escritores, entre los cuales están Gabriel García Márquez, Borges, Virginia Woolf y Georges Perec. 3 En el primer volumen de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, la sensación al comer una magdalena con thé desencadena involuntariamente los recuerdos de infancia del personaje principal. Este revive, literalmente, las mañanas del domingo en Combray cuando, al entrar al cuarto de una de sus tías para saludarla, esta le ofrece una cucharadita de su magdalena sumergida en thé. A partir de esta primera explosión de memoria se desarrolla toda la novela. Este famoso fragmento expone la teoría proustiana sobre la memoria involuntaria. 4 “My memory is moth-eaten, full of holes.” (Diary: 21 june 1994, Louise Bourgeois. Citado en Louise Bourgeois, de Francis Morris.).

(51) “Mais, quand d’un passé ancien rien ne subsiste, après la mort des autres, après la destruction des choses, seules, plus frêles mais plus vivaces, plus immatérielles, plus persistantes, plus fidèles, l’odeur et la saveur restent encore longtemps, comme des âmes, à se rappeler, à attendre, à espérer, sur la ruine de tout le reste, à porter sans fléchir, sur leur gouttelette presque impalpable, l’édifice immense du souvenir.” (En Busca del Tiempo Perdido, Proust) “Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo.” (Traducido por Conrado Tostado para la edición ilustrada de la Editorial SextoPiso, 2006.). De hecho, tan sólo al oler la guayaba los más insólitos recuerdos de mi infancia me asaltan: la fruta tiene el poder de transportarme, como diría Proust, hacia los calurosos veranos en la finca de la abuelita;. trepar en los árboles y buscar los gusanitos dentro de las guayabas eran mis actividades preferidas.. Recuerdos que hacen indiferentes las vicisitudes de la vida, inofensivos sus desastres e ilusoria su brevedad. Las imágenes se amontonan en mi mente sin ningún orden cronológico y sin ninguna relación aparente. Cual músicos afinando sus instrumentos justo antes del gran concierto. Sin embargo, sabemos que a. esta orquesta le hacen falta varias piezas: músicos que desatendieron el llamado y dejaron vacío su puesto4. Son precisamente estos puestos vacíos los que me interesan del recuerdo porque dan paso a la imaginación..

(52) William Kentridge. 5. Sepan que olvidar lo malo También es tener memoria. (La vuelta de) Martín Fierro, José Hernández 6. De hecho olvidar es también dejar morir..

(53) Bergson explica que una de las principales características de la memoria es su elasticidad. Esta cualidad. le permite dilatarse indefinidamente para sugerir imágenes de un acontecimiento en particular o detalles sobre algún hecho concomitante. La memoria no es lineal. Su estructura es más bien parecida a. la estructura de una delicada milhojas. Las capas tienen entre sí cierto grado de tensión o vitalidad del cual depende su emersión. El recuerdo constituye la última capa nublada por el polvo de azúcar. Para. Braustein tampoco se puede establecer en la memoria una cronología. Es más, Braustein añade otra. característica vital para la memoria: el olvido5. Afirma que el olvido es la razón de la memoria, pertenece a esta y es su esencia.. “Somos una memoria consciente del inexorable destino de su trayecto: el olvido.” (Memoria y espanto o el recuerdo de infancia, Braustein). Es quizás gracias a esta conciencia que nos empeñamos en recordar. Resistimos al olvido como resistimos a la muerte6. De ahí todos aquellos inventos humanos que pretenden fijar los recuerdos y materializar la memoria. Me atraen, entre todos estos inventos, las fotografías. Más particularmente, las fotografías tomadas entre y para la familia7..

(54) 7 A mediados del año pasado pedí a mi madre sumergirse entre los álbumes familiares en busca de algunas imágenes de mi infancia. Al estar yo lejos de casa, Mamá era mi única opción para exhumar esas tumbas de la memoria. Ella se encargó de recorrer las páginas, de seleccionar las fotografías y finalmente de escanearlas para enviarlas a mi correo electrónico. Recibí entonces una cantidad abrumadora de fotografías, imágenes editadas solo para mí. El número de fotografías superó mis expectativas: Mamá no se contentó con enviarme una o dos imágenes memorables; Mamá fascinada con las imágenes que seguramente trajeron a su mente un numero equiparable de recuerdos7.1, no supo detenerse. Pasa que escarbar en la memoria es una actividad que puede muy fácilmente embelesarnos. He recorrido esas imágenes un número absurdo de veces, buscando que hacer con ellas o simplemente por gusto. Tengo, obviamente, mis preferidas. Poco a poco, de tanto mirarlas, un personaje, muy parecido a mí pero habitado por dioses extranjeros y que comparte casualmente mi nombre7.2, emergió de las fotografías. 7.1 Difícil distinguir entre aquellos recuerdos vividos en carne propia y aquellos inducidos por las fotografías. 7.2 “Las Ciudades y la Memoria. 5”, Las Ciudades Invisibles, Italo Calvino. Barthes hace también eco a esta idea: “Pues la Fotografía es el advenimiento de yo mismo como otro: una disociación ladina de la conciencia de identidad.” (Barthes, La Cámara Lucida).

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(57) El carácter ficticio de estas imágenes no me escapa. Mucho menos su frecuente maña. de suplantar recuerdos. Sé que presentan varias trampas, casi ineludibles, más tengo que aceptar que me encanta caer en ellas. Encontré en el mercado de las pulgas una serie de fotografías pertenecientes a una misma familia, una inscripción al respaldo de una de las fotografías me informa que fueron tomadas en Tocaima-Colombia en 19618. En las fotografías se ve crecer a los niños y envejecer a sus padres. La serie disparó mi imaginación.. Cada fotografía encierra para mí algo parecido al punctum9 de Roland Barthes: detalles fotográficos que incluso me presionan al visualizar las imágenes con los. ojos cerrados. Esa misma semana, leí el texto “El tiempo expandido” de Sergio Mah. La lectura esclareció mi fascinación por las fotografías y confirmó el poder de las. imágenes encontradas. Mah explica la paradoja tras el instante inmóvil y afirma su potencial:. “La fotografía nos sitúa frente a ese doble sentido; por una parte, suspende el movimiento, petrificando la realidad; por otra, demuestra que la inmovilidad es una relativa imposibilidad, puesto que el instante está vivo de tiempo y movimiento; que el ojo y la mente experimentan siempre que los provoca la fijación. […] La imagen fotográfica, pese a su enorme precariedad, -en cuanto imagen mínima, pero no menor-, posee un enorme potencial, ya que nos sitúa en el umbral de una nueva organización de la memoria y del conocimiento, y ante la perspicacia de una obra de la imaginación. […] Además de la representabilidad, se engendra la posibilidad de que las imágenes produzcan un tiempo inmanente a ellas; un tiempo heterogéneo; creativo y predominantemente visual, especulativo y sensible a transformaciones plásticas, fenomenológicas y mentales.” (El tiempo expandido, Sergio Mah).

(58) 8 Encuentro particularmente bella esta serie pues todas las fotos fueron tomadas pensando en el encuadre y en la posición de sus protagonistas. Para cada foto se hizo una elección: no se trata de un momento cualquiera, de un instante fortuito; se trata de momentos importantes para la familia dentro de su vida cotidianidad. Pienso que actualmente hemos perdido esa capacidad de elección. Las fotos familiares ya no tienen el mismo encanto. El fácil acceso a una cámara fotográfica y la posibilidad de tomar cientos de fotos le ha restado importancia al instante inmóvil volviéndolo banal.. 9 El punctum de una foto es, escribe Roland Barthes en La Cámara Lucida, “ese azar que en ella me despunta (pero que también me lastima, me punza.)”; “Una agitación interior, una fiesta, o también una actividad, la presión de lo indecible que quiere ser dicho.” Se trata de un elemento fotográfico, un detalle que perturba la lectura racional de la imagen..

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(60) William Kentridge. 10 ¿Cómo contamos, cómo recordamos? ¿Cómo cada vez que emprendemos un relato inventamos, o pensamos que inventamos. cuando realmente solo estamos recordando involuntariamente? ¿Cómo dibujar ciegamente, cómo dibujar con los ojos cerrados, recordando?. 11 Mi necesidad se plasmó en un collage tridimensional de impresiones pasadas. Quiero, con este collage, generar una atmósfera propicia para recordar. Espero que al entrar sus mentes quieran también salir volando por la ventana..

(61) Se despliega un tiempo inherente a la fotografía, tiempo no lineal pero expandido. La imaginación completa. los vacíos de la imagen y crea una historia tras ella. Eso es lo que me interesa, no su veracidad. Es más, agradezco su carácter ficticio porqué toda ficción implica una estrategia narrativa. Lo mismo se aplica. para la memoria y sus recovecos: no se trata de cuan cercano sea el recuerdo a la realidad; se trata de cómo se activa la mente para formar ese collage de impresiones pasadas y cómo ese recuerdo es expulsado de. alguna u otra manera de nuestra mente10. El trabajo de Louise Bourgeois me atrae precisamente porque responde a la urgencia, vital para ella, de expulsar los recuerdos. Cada vez que recordamos inventamos y, algunos de nosotros, sentimos la inevitable necesidad de contar lo recordado11..

(62) A lot of people are so obsessed by the past, they die of it. (Album, Louise Bourgeois). 12 “Creo que la imaginación no es sino un instrumento de elaboración de la realidad. Pero la fuente de creación al fin y al cabo es siempre la realidad.” (El olor de la guayaba, Márquez.). 13 Y para sentirse segura la Laudomia viva necesita buscar en la Laudomia de los muertos la explicación de sí misma. (Las Ciudades Invisibles, “Las Ciudades y los Muertos. 5.”, Italo Calvino). 14 “Uno no “es quien es” porque “le pasó eso” sino porque ha registrado y ha entendido lo que le pasó de una determinada. manera, seleccionando, remendando y emparchando huellas de experiencias personales con relatos ajenos.” (Memoria y espanto o el recuerdo de infancia, Braustein).

(63) La memoria y los recuerdos son para mi una poderosa fuente creativa. Me encanta escarbar entre los archivos de la memoria y me gusta transformar los pequeños hallazgos. El recuerdo sufre nuevas. variaciones al ser contado. Empleamos, como emplean los escritores12, figuras de estilo que embellecen. nuestro recuerdo, pues queremos que sea apreciado. Todo recuerdo que es contado resiste al olvido, quizás resistimos a su perdida porque por alguna razón consideramos que es valioso. Recordar es. también seleccionar. Y creo que esta selección no es gratuita. Escuché, de la boca de una profesora de historia, que es importante revisar el pasado para entender el presente. La maestra se refería al pasado de Colombia pero creo que esta afirmación funciona también a menor escala: creo que existe en nosotros. una necesidad de ver el pasado13, una necesidad de recordar para definirse, para explicarnos quién somos, para seguir viviendo14. En ese sentido, lo que contamos de nuestro pasado refleja nuestro ser15..

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(69) Mi único propósito es recordar, volver a pasar por el corazón. Recordar para entenderme un poco más, para entender un poco más lo humano. Creo que por eso limité el material a los recuerdos de infancia: pienso que en los niños la humanidad es más latente, menos disfrazada de sociedad..

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(73) (...).

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(75) BIBLIOGRAFÍA • Amara, Luigi y Jonathan Farr, Las aventuras de Max y su ojo submarino, México : Fondo de Cultura Económica, 2010. • Angel, Alba Lucía, Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, Bogotá : Instituto Colombiano de Cultura, 1975. • Barthes, Roland, La Cámara Lúcida: nota sobre la fotografía, Barcelona : Ediciones Paidós, 1989. • Bergson, Henri, Memoria y vida, Madrid: Ediciones Altaya, 1994. • Bourgeois, Louise, Album, Holanda: Peter Blum Edition New York, Blumarts Inc, 1994. • Bourgeois, Louise, Louise Bourgeois, New York : Rizzoli, 2008. • Bourget, Laëtitia y Houdart, Emmanuelle, El aprendizaje amoroso, México : Fondo de Cultura Económica, 2008. • Braunstein, Néstor A., Memoria y espanto o el recuerdo de infancia, México : Siglo Veintiuno XXI, 2008. • Buzzati, Dino, “L oeuf”, Le K Nouvelles, Paris : Laffont, 1967. • Ende, Michael, Momo, o, la curiosa historia de los ladrones de tiempo y de la niña que devolvió a los hombres el tiempo robado, Barcelona : Círculo de Lectores, 1978. • García Marquéz, Gabriel, El verano feliz de la señora Forbes, ilustraciones de Carme Solé Vendrell, Bogotá : Grupo Editorial Norma, 1999. • García Márquez, Gabriel, Conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza : el olor de la guayaba, Bogotá : La Oveja Negra, 1982. • Gorey, Edward, Amphigorey además : 17 obras ilustradas; traducción Oscar Palmer Yáñez, Madrid : Valdemar, 2005. .

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Referencias

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