El bandolero Lara
El maestro purificense, Leonardo García Torres retrató en el 2009 al compositor Adolfo Lara
Adolfo
el Pote
Lara
Purificación, su tierra, lo vio pasar y pese a los incontables momentos de alegría por sus tonadas e ingeniosos retruécanos, aquel 10 de diciembre de 1953, bajo el sofocante calor del verano, la Villa de las Palmas sintió el im-pacto de la noticia, el Pote Lara había muerto.
Los purificenses aguardaron con gran expectación la llegada del cuerpo sin vida de quien por muchos años fuera su ídolo folclórico, coplero y amigo sin par. Ese día, se agitaron pañuelos en póstumo adiós, mientras los músi-cos entonaban su danza: Tupinamba.
Aquel jueves decembrino, el pasillo Adiós-Adiós, compuesto por el Pote, en el que se relata su nostalgia al quedarse solo en Purificación, porque su esposa e hijos se trasladaban a Ibagué en busca de una mejor educación, se entonó al paso de la carroza fúnebre, pero esta vez fueron sus familiares y amigos quienes la interpretaron en medio de la tristeza y el dolor.
Adiós, adiós voy a partir
A lejanas tierras llevando recuerdos de amargo dolor. Voy a buscar lejos de ti,
La ilusión de vivir para un nuevo amor. Mas como abandonarte, dulce bien si
Al partir se me queda el corazón
Que adora tus encantos, y tus gracias con locura y pasión. Cómo separarme de la luz
De tus ojos bellos como el sol,
Si ellos son el alivio de mis penas y de mi desolación.
De onces quiero tocar guitarra
La casa conocida como “la boca del monte”, ubicada en el barrio El Plan de Purificación, vio nacer a los seis hijos de Adolfo, El Pote Lara y Teresita Lozano Parra. Fotografía: Daniel Camilo Preciado
De sus vivencias infantiles se conoce poco, dice Gilberto García, ahijado del Pote e hijo de Arturo García, el mejor amigo del reconocido cantautor, mientras toma asiento en un rincón de su sala, que se asemeja a un museo de historia musical. La charla es propicia con la temporada, se aproxima la celebración del tradicional Festival de San Pedro en El Espinal, la segunda ciudad más importante del Tolima.
“Hace calor, mija, tráiganos juguito para la señorita y para mí. Qué pena la interrupción, pero hablar del Pote me pone nostálgico y quiero tener líqui-do por si se me quiebra la voz”, dice.
En ese instante Gilberto García hace una pausa. Se percibe en su expre-sión que la anécdota que continúa tiene la pizca de picardía que caracteriza a la familia Lara. Con gracia recuerda que Julio H., hermano de Adolfo Lara, dictó una sentencia en verso cuando era juez del Guamo. Para don Gilberto, el episodio resulta muy jocoso, por el grado de atrevimiento que para la épo-ca demostró este miembro de la familia.
Los ojos azulejos de don Gilberto brillan tras la anécdota. Para calmar-se y detener la risa lleva sus manos, que reflejan el paso del tiempo, hacia la boca y respira profundo. Sorpresivamente da una palmada y decide conti-nuar con el relato.
De aquellos tiempos de juventud quedaron coplas y versos, que creaba Adolfo Lara para reflejar sus andanzas. “Mamá de onces déjeme tocar guita-rra”,decía a su madre cada vez que esta le reprendía por sus travesuras y le prohibía tocar su instrumento preferido.
El Pote llegó por azares de la vida a Purificación, en el año de 1917. En ese entonces no superaba los veinte años. Tal parece que las aguas del río Magdalena, el calor y el amor de quien se convertiría en su más bella inspi-ración, Teresa Lozano Parra, amenguaron la nostalgia por su tierra natal, e hicieron de la Villa de las Palmas su patria chica.
Poco a poco, la destreza en la interpretación de la bandola le otorgó reco-nocimiento local, pero el episodio que lo lanzó oficialmente al mundo artístico se dio en Ibagué, cuando a su padre, el guamuno Santiago Lara, fue encargado de la Gobernación del Tolima. Aquel día su hijo viajó con la única intención de hacerle un homenaje a su padre a punta de bandola. Su interpretación logró tal brillantez, que llamó la atención de todo el público, en especial de Arturo García, quien se convertiría en su inseparable amigo y promotor.
“Mi padre, el médico-boticario Arturo García, era para la época el pre-sidente de la Asamblea del Tolima, y fue tal la admiración y el deleite por la interpretación de la bandola, que sin pensarlo dos veces invitó al Pote a que se radicara en Purificación para que enseñara música”, comenta Gilberto García.
Años más tarde se convertiría en secretario de la Alcaldía, inspector de Poli-cía, dirigente del partido Conservador y concejal de Purificación.
Don Gilberto, un hombre que bordea los 85 años, asegura que se po-drían hacer muchas descripciones del Pote Lara, pero ninguna como la que el mismo plasmó en su poema Autorretrato:
Pequeño y regordete. Disforme panza Que orondo y satisfecho luce y exhibe; Bohemio consumado que ha tiempo vive En pos de algo lejano que nunca alcanza. De grajeo en grajeo, de chanza en chanza, Pasa las horas siempre; nada lo inhibe
Para expandir sus goces, ni lo cohíbe Nada, cuando se trata de alegrar holganza.
Para ahuyentar sus penas bebe cerveza; Usa perpetuamente botín de lona Y toca bandola con gran limpieza. Es generoso, amable, gran caballero.
Es hablando, de veras una persona Que, con plata y sin panza, no tendría “pero”.
Don San Tarro
Adolfo Lara siempre fue bohemio, nada exigente ni en el comer ni el beber. Su bebida favorita sin duda alguna era el aguardiente. Tal vez por esas ca-racterísticas, “mi tatarabuelo le puso muchas trabas al amor entre el Pote y Teresita. Es que a mi abuelo Adolfo le gustaba el licor, era músico y no era rico”, dice en tono burlón el maestro Rafael Lara, nieto del Pote e integrante del dueto Lara y Acosta.
por completo al dicharachero y coplero. Un sábado, decidido a enamorarla, le llevó serenata, pero don Santiago Parra, abuelo de Teresita y responsable de su crianza tras el fallecimiento de los padres de la bella dama, tomó accio-nes rápidas para sabotear la tonada.
Don Santiago tenía un chircal, o fábrica de ladrillos de arcilla; al ver al Pote y el resto de músicos obligó a sus obreros a que salieran a hacer ruido con tarros de lata, con el único propósito de que su nieta no escuchara la música. La primera serenata del Pote fue un fracaso, pero él, con el coraje de un enamorado, gritó a sus músicos que se vengaría, cuando el cantor Parra saliera de la iglesia Candelaria, al término de la misa. Y no fue amenaza. El domingo a las 10:00 de la mañana, con sus tradicionales calzonarias, traje blanco, botines de lona y sombrero, esperó la salida de Santiago, a quien sa-ludó amablemente, diciendo: “Buenos días don San Tarro”.
Don Santiago, también in-térprete y compositor, no que-ría a los músicos por beodos. Se opuso, no simpatizaba con los amores entre el Pote y Teresi-ta, pero finalmente el presbítero Teófilo Vera, oriundo de El Espi-nal, párroco de la Villa de las Pal-mas y recalcitrante conservador, apadrinó el matrimonio.
De la unión entre Lara y Te-resita nacieron siete hijos: Luis Manuel, Leonor, Laura, Adolfo, Ernesto, Teresa y Julio H. Tres ya fallecieron. De sus quince nietos, solo tres siguieron con su legado musical: Rafael Lara ha repre-sentado a Colombia en el exte-rior con el dueto Lara y Acosta,
De izquierda a derecha: Teresita Lozano de Lara, Leonor Lara (hija), Claudia Lara (nieta) y María de Lara (nuera).
Gustavo Adolfo Lara Paz es guitarrista, vive de la música, y Mauricio Lara Paz es percusionista.
El Pote, genio para la composición, siempre fue más allá; no solo se de-dicó a escribir versos jocosos; por el contrario, el amor por Teresita lo inspiró para componer la famosa danza Tupinamba, nombre indígena, originario del Perú.
Una tarde la vi tan hermosa La vi tan risueña, la vi tan gentil, Que sentí entre mi pecho una cosa Tan dulce y extraña, que no se decir.
En sus ojos busqué con anhelo Creyendo en sus ojos la dicha encontrar,
Y al hallar un abismo tan hondo, tan indescifrable, me puse a llorar. Desde entonces yo marcho errabundo
Sin halagos ni amor por el mundo, Persiguiendo una dulce quimera
Que allá en mi letargo Me llama y me espera. Y prosigo mi marcha indecisa
Precedida de amarga sonrisa Hasta encontrar el soñado ideal
Que alivie mi mal. Ven acá dulce bien, ven acá, Quiero verte en mis brazos rendida Ven por Dios, ten piedad, ven por Dios
No desoigas mi voz dolorida. Ven acá dulce bien, ven acá, Por favor no desdeñes mi amor Y recuerda que llevo en el alma
En el alma… En el alma…
Para el Pote Lara las clases sociales no existían; cada habitante de Pu-rificación fue tratado como un amigo cercano. Desde el alcalde hasta el barrendero, apodado “José Conejo”, a quién el Pote vestía con su ropa de mudanza.
Alegre en sus presentaciones, reuniones sociales y taciturno en sus momentos de soledad. Lara evitó la propaganda y no gustó de exaltacio-nes públicas; por ello fueron contadas las presentacioexaltacio-nes en multitudinarios eventos. Sin embargo, en algunas ocasiones se presentó en el Conservatorio de Música de Ibagué. Él prefería interpretar sus composiciones rodeado de las personas más allegadas.
El legado del Pote
De izquierda a derecha: Leonor Lara, hija mayor de El Pote, Julio H. (hijo menor) y el maestro Rafael Lara (nieto). Fotografías: Daniel Camilo Preciado
afectadas por la artrosis tapan su cara por un instante y en un gesto de ter-nura busca refugio en su hermano, trece años menor, que está sentado a su izquierda, en una pequeña sala de un hogar en el barrio Jordán de Ibagué. Allí estarán por unas pocas horas; pronto regresarán a Bogotá, donde están radicados desde hace mucho tiempo.
“Las navidades eran mis favoritas, a pesar de que no se destacaron por los lujos, pero sí por el amor de una familia, numerosa y fraternal”, menciona Leonor. Cuenta que para una época decembrina, el Pote le regaló a ella y a su hermana Laura dos escobitas artesanales y las invitó con un retruécano a barrer la casa:
Papá Larita, la coladita Para Laurita y Leonorcita.
Tenemos ganas de comer Para ponernos a barrer Con la escoba chirriquitica Que nos compró papá Larita
Para barrer el corredor, La cocina, la sala y el comedor.
Pero este no es el único recuerdo que Leonor, la hija mayor, tiene de su adorado padre. Comenta que existe un villancico hermoso, con esas letras que ya no se componen. La abuela toma una pausa, tararea el ritmo de aque-lla canción hasta que finalmente se anima a cantar: “Alegre está el cielo, y el sol majestuoso parece que brilla con más esplendor, el viento preludio con más alegría, con más entusiasmo su dulce canción, es porque ha nacido el Dios de los mundos, el rey de los cielos, el niño inmortal, corred pastorcillos a Belén ansiosos a arrullar al niño que está en un portal”.
– ¡No llore!, ¡No llore!, que me hace llorar, le dice su hermano Julio H. – Es que yo me emociono porque estas letras son tan lindas, le responde
Leonor.
Un aire melancólico rodea el ambiente, pero Julio H. la aplaude, y en señal de alegría, se anima a contar algunas de las historias que vivió al lado de su padre, en especial una, que lo cautiva sobremanera: “El Pote solía llegar cargado de instrumentos: Bandola, tiple, guitarra. Pero paradójica-mente nos prohibía que nos acercáramos a ellos, porque se resistía a la idea de que alguno de nosotros se dedicara a la música”, cuenta el hijo del cantautor.
Pero Julio, obstinado y enamorado de las cuerdas, empezó a observar e imitar las posiciones de los dedos sobre el diapasón. Recuerda que el al-cahueta fue su tío Santiago Lara. Él, a escondidas del Pote, le presentó a un señor que poco a poco le enseñó. “Cuando mi padre se dio cuenta, ya no ha-bía nada qué hacer, haha-bía aprendido a tocar tiple”, recuerda Julio H. Al Pote nunca se le conoció enojado, dicen sus hijos, pero se incomodaba con las personas amuecas, término con el que calificaba a un músico destemplado o desafinado.
Vivió en Ibagué poco tiempo. En el libro Mujeres protagonistas en la música del Tolima, se recuerda al Pote como profesor de instrumentos de cuerda y director de la estudiantina del Conservatorio del Tolima. Nunca quiso salir de Purificación, aunque sus visitas a la capital musical eran fre-cuentes. Solía reunirse con sus amigos músicos en la tienda de Ruth, una es-pecie de cantina ubicada en la esquina de la Plaza de Bolívar, cerca al barrio La Pola, lugar donde vivió fugazmente con sus hijos y esposa.
Las parrandas del Pote
razones escritas o habladas ante la falta de medios de comunicación. En una ocasión su amigo de juerga, Arturo García, quiso invitarlo a una bebeta (be-ber licor); le envió el mensaje por medio del tontógrafo. La razón en el pape-lito decía:
Ven Pote, nos tomamos unos tamales Y nos comemos unos tragos
Y si el programa no te agrada, “lavariamos”.
La expresión lavariamos era una manera disimulada de invitarse a una farra, pues estos dos amigos llamaban lavaria a las cervezas de la empresa Bavaria. En consecuencia El Pote contestó:
Ya que los tamales son trago Y yo tamales no: trago. Lavariemos con halago
Que tengo una sed brutal. Al instante bajo al trote; Te abraza tu hermano El Pote.
En otra ocasión, el Pote y sus amigos se reunieron cerca al puente de Chenche en Purificación, exactamente en la hacienda de la familia Leiva. Allí existía un zacatín, pero de aguardiente de contrabando, al que le llama-ban chugulungo, para que nadie sospechara que era licor ilegal.
Un día, en medio de la parranda, el Pote compuso una rumba a la hija de Cirilo, el dueño del zacatín. “La hija de Cirilo siempre nos atendía; ella era una morena, joven, bonita, callada. Cuando uno le preguntaba el nombre, decía tajantemente: –No tengo. Entonces, decidimos llamarla con el nombre de Cirila”, comenta el ahijado del Pote.
La rumba de Cirila…
Como suave vacila al oír tu nombre Cirila, Un nombre ideal que por ser el nombre será inmortal,
Cirilita linda, mi luz y consuelo, Deja que te cante, deja que te llame, Deja que pronuncie por fin tu nombre,
Tu sol y luz, tu santo nombre.
Esta composición le trajo al Pote problemas y graves consecuencias en su matrimonio. Luego de esa parranda, sus amigos borrachos le pidieron a un vendedor de cachacos y pescado que llevara un papel a la casa del Pote; dieron puntual instrucción de que si no estaba, se lo entregara a la esposa, agregando que una señorita de Chenche, enviaba el mensaje. Los muérganos escribieron: “Mi querido Pote como mañana vamos para Ibagué, te tengo que decir que de ropa encimera estoy bien, me da pena, porque de ropa de bajera
no estoy bien. Te espero en el puente Chenche, te abraza Cirila”.
protagonista de Tupinamba no quiso saber de su esposo, nada valía, ni expli-caciones ni serenatas. Para fortuna del Pote, fueron sus amigos, los mismos que causaron la separación, quienes reconocieron la autoría de la chanza y lograron la reconciliación.
Adolfo Lara le componía ingeniosamente al amor y, en general, aquello que le parecía curioso o le llamaba la atención. Y en esas composiciones no podía quedar por fuera su fiel amigo y boticario, Arturo García.
El amor es como un bicho, que cuando pica, Que cuando pica, no se encuentra remedio
Ni en la botica, ni en la botica.
Tampoco quedó por fuera el sacerdote y padrino de matrimonio, el pa-dre Vera:
Viaja el padre Vera por la vera
E iba meditabundo y cabizbajo el pobre viejo. En la diestra llevaba un tominejo
Y un frasco de brevas en la otra, Resbaló y cayó;
Dos beatas que cruzaban el camino, Se fueron a socorrer al peregrino,
Y mientras la una, de su beatitud le daba pruebas, La otra le recogía el pájaro y las brevas.
Lengua si no te trabucas Para hablar de un notario
Que es notorio Medio LiberaLucas Y medio ConservOsorio.
En las composiciones del Pote también figuró alguien muy cercano a un gran escritor de la literatura colombiana. Al poco tiempo que Adolfo se esta-bleciera en Purificación, llegó Jorge Isaacs, hijo del autor de La María; allí se enamoró de una hermosa calentana. Su apasionado romance se conoció en toda la región, y el Pote que no desaprovechó la oportunidad para componer y dedicar un singular verso, así se expresó:
A cierta chica a quien ama Don Jorge cada día más, Cuando la ve en la ventana
Se le va Jorge I…saacs.
Los dardos humorísticos del Pote se clavaron en las personas que lo merecían, pero nunca causaron muerte, tal vez dolor o alegría. Eso sí, todos fueron víctimas, nadie a su alrededor se salvó. En la red humorística y crítica de este genio cayeron políticos, amigos, músicos, extranjeros y hasta curas.
Sin embargo, quienes lo conocieron en su lucidez aseguran que fue más que un genio musical y coplero. Sus elocuentes poemas, críticas y canciones, cargaban con una inexplicable angustia, un dolor incomprendido, como lo relata en una de las composiciones más sentidas que escribió el Pote:
Desde entonces yo marcho errabundo Sin halagos, ni amor por el mundo;
Una despedida en prosa
El cuerpo de Adolfo Lara descansa en el cementerio de Purificación, al lado de su esposa e hijos. Fotografía: Daniel Camilo Preciado
La Villa de las Palmas no esperó la partida del Pote para retribuirle su ingenio, a pesar de que sus homenajes hoy se pueden contar con los dedos de la mano. Él nunca gustó de las alabanzas y exaltaciones, aunque en septiem-bre de 1953 y por iniciativa de Nicanor Velásquez Ortiz, compositor de la letra del Bunde Tolimense, celebraron su último natalicio. Al festejo fueron convocadas las emisoras Nueva Granada y Radio Nacional. Los estudiantes de música de cuerda del Conservatorio del Tolima le brindaron un concierto de sus más destacadas composiciones.
Me marcho solo ya lo ves.
Ninguno con mis funestos abandonos viajan Ni a la orilla que llego me despide Ni a la ribera donde voy, me aguardan.
Viajar cansado y solo.
Tú bien sabes como he de hacer para emprender la marcha. No tienen ni un pañuelo compasivo
Que nos manda un adiós desde la playa.
Y es que nunca le gustó ir al médico. Leonor, su hija, recuerda que poco a poco se fue quedando ronco. “Le insistimos mucho para llevarlo a Bogotá, pero él se negaba. Un día estábamos en nuestra casa de Purificación, yo le estaba dando unas uvas, de repente no pude aguantar el llanto. Él con esfuer-zo me preguntó: ‘¿por qué lloras hija?’ No fui capaz de responder, cómo iba hacerlo, si la enfermedad se había llevado su melodiosa voz”.
“En Bogotá los médicos de la clínica de Marly trataron de salvarle la vida, pero fue imposible; un avanzado cáncer de garganta le arrebató la vida a los 74 años”, comenta Claudia Amparo Lara García, nieta del composi-tor. Sus restos fueron conducidos hasta Purificación, para darle cristiana se-pultura. El cuerpo del Pote recorrió las principales calles de la Villa de las Palmas, mientras artistas, amigos, familiares y purificences le rendían un homenaje en póstumo adiós.
Hoy, la bella danza Tupinamba es cantada por los tolimenses y ha sido considerada como una canción representativa de Purificación. “Mi padre nos hizo pasar buenos ratos, los encuentros con sus amigos, con la familia, eran reuniones musicales, bellas e inolvidables. Pensar en mi padre, es recor-dar a un ingenioso ‘bandolero’”, concluye Leonor Lara.
Guía complementaria
Las siguientes son preguntas sugeridas para estimular el diálogo en el aula. Se recomienda complementarlas a criterio de docentes y estudiantes.
1. El compositor y poeta Adolfo Lara vivió casi toda su vida en la histórica ciudad de Purificación, también llamada Villa de las Palmas. Consulte en algunos textos o en internet algunos datos importantes acerca de esta ciudad. ¿Por qué fue tan importante para la historia de nuestro país? ¿Qué piensa al respecto?
2. Desde muy joven, el maestro Lara, demostró un gran talento para la música y para la composición. En particular se destaca su danza llama-da Tupinamba. Averigüe el origen y significado de esta palabra. Consul-te cuáles son las caracConsul-terísticas de esConsul-te género musical.
3. Como poeta se caracterizó por elaborar bellos y sentidos poemas y co-plas, además de divertidos retruécanos. Busque el significado de cada uno de estos géneros literarios y ejemplifíquelos. ¿Qué piensa del hu-mor que el maestro Lara imprimía a cada uno de sus escritos?