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LOS TERCIOS ESPAÑOLES

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LOS TERCIOS ESPAÑOLES

Entre finales del siglo XV y principios del Siglo XVI se producen en España dos hechos que van a ser fundamentales en desarrollo de la historia: el rápido paso de país feudal a estado

unificado y moderno y el relevo de la caballería por parte de la infantería como fuerza principal de los ejércitos.

En España a principios del Siglo XVI, la infantería no es todavía la fuerza principal de los ejércitos, pero si se han producido ya todas las circunstancias necesarias para que se haya tomado conciencia de la inminencia de este cambio de estado. Los años finales de la Reconquista produjeron un cambio total en la mentalidad y organización militar, propiciado además por la necesidad de contar con una tropa hábil y preparada que pudiera moverse y combatir por el difícil terreno del sur de la península, impracticable en su mayor parte para las formaciones de la caballería.

Terminada la guerra de Granada, y con ella la Reconquista, los Reyes Católicos sacan

conclusiones de las últimas campañas y comprenden que el modelo de ejército utilizado tiene que cambiar. Las peculiares características de la guerra habían propiciado que el ejército en España se hubiera quedado anticuado con respecto al resto de los otros ejércitos de Europa. No solamente en su organización, a base de mesnadas organizadas para una campaña concreta, que se disolvían cuando esta terminaba, sino también en la táctica, el armamento y en la forma de dirigir las tropas. El nuevo soldado tenía que ser un profesional de la milicia, de forma que siempre hubiera un núcleo de veteranos que constituyera el embrión de las nuevas unidades.

En cuanto a los medios a emplear, había que aprovechar la experiencia del buen resultado de la pica larga, usada por los soldados suizos al servicio de España, y desarrollar las armas de fuego, empleada por los escopeteros en los últimos tiempos de la Reconquista. El enemigo a batir era doble: por un lado, el musulmán, que hizo varios intentos de regresar a la península apoyado por los moriscos que se habían quedado en el sur. Por otro, Francia, que pretendía el control de lo que hoy es Italia. La gestación de este nuevo ejército se inicia en 1495. En dos años se publican tres ordenanzas que regulan a la perfección la organización del nuevo ejército. En 1497 se adopta la pica como arma del infante y por primera vez las unidades se organizan en Tercios, formados por una parte de piqueros, otra de ballesteros y espingarderos y otra de “escudados” o “rodeleros”, armados con espadas y escudos. En 1496, el Rey

Fernando el Católico organiza su ejército en “Compañías”, formadas por 500 hombres. Como las Capitanías eran demasiado pequeñas para empeñarlas solas en combate, se agruparon en "Coronelías". Aunque no tenían un número fijo de Capitanías, normalmente diez Compañías,

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reforzadas con caballería y artillería, formaban una “Coronelía”. Con este tipo de unidades, marchó el Gran Capitán a las campañas de Italia, lográndose las primeras victorias sobre el ejército francés. Pero hay además otro factor fundamental que va a ser decisivo para que este cambio pueda producirse: el invento, desarrollo y uso generalizado del arma de fuego de pequeñas dimensiones que puede ser manejada por un solo hombre. El arcabuz, invento diabólico para unos, maravilloso instrumento para otros, marcó de forma tajante el final de una época, de una forma de hacer la guerra e incluso de una manera de ser, de pensar y de vivir. Pierde la caballería su supremacía en el combate y surge la infantería dotada la nueva arma como fuerza principal en los combates.

Cambian los medios, imponiendo nuevas reglas, formas y modos. Hay que ganar las guerras y es preciso tener los mejores instrumentos, las mejores técnicas y los mejores soldados. La caballería, a fuerza de protegerse, se había convertido en un elemento demasiado pesado para ser eficaz en la nueva forma de hacer la guerra. Caballo y caballero iban cubiertos de hierro que, aunque les protegía de las flechas y armas blancas y les daba una brutal potencia de choque, les hacía perder agilidad y flexibilidad. Solo se necesitaba encontrar el arma capaz de romper sus formaciones y frenar su impulso, lo que se consiguió con la larga pica de fuerte madera, sostenida por hombres de ánimo muy templado que fueran capaces de esperar a pié firme la masa atronadora de hierro lanzada al galope, oponiéndole un bloque compacto erizado de puntas afiladas que fuera capaz de aguantar y parar el tremendo encontronazo. Y cuando la técnica de la época fue capaz de fabricar un arma que utilizase la pólvora para lanzar

proyectiles más fuerte y más lejos, capaces de atravesar las corazas y herir a caballo y

caballero, con el efecto añadido del ruido y la humareda provocada por la pólvora al explotar, la caballería dejó de ser la fuerza fundamental y decisoria de los combates para pasar a ser un elemento auxiliar en los nuevos ejércitos.

Hay que esperar a la reforma de 1534 para que todos los ensayos y pruebas cristalicen en los Tercios, la máquina de combate más poderosa del mundo. Compuesto por tres Coronelías con cuatro Compañías cada una, podía conservar su autonomía y era capaz de mantener

eficazmente la administración y el gobierno interior. Cada Tercio, con una fuerza de tres mil hombres, lo mandaba un Maestre de Campo, nuevo empleo creado para esta misión, auxiliado por un Sargento Mayor, o segundo al mando del Maestre de Campo.Cada Coronelía estaba a cargo de un Coronel, de ahí su nombre. Cada Compañía, con 300 hombres piqueros o

arcabuceros, la mandaba un Capitán, que tenia bajo su mando un alférez, un sargento y 10 cabos. Además de los oficiales, en cada Compañía tenia otros auxiliares, como el

furriel

, el capellán, músicos, etc. Esta organización cambió a lo largo de los años que existieron los Tercios, entre 1534 y 1704. Mas tarde, en Flandes, se organizaron a base de 12 compañías, 10 de piqueros y 2 de arcabuceros, cada una de ellas formada por 250 hombres. Cuatro

compañías formaban LOS SOLDADOS El elemento principal de los Tercios eran los soldados. La infantería de los Siglos XV y XVI estaba formada por diferentes tipos de combatientes, denominados por el tipo de arma que utilizaban. Piquero: Era el peón o soldado básico de

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infantería, llamado así porque el arma que utilizaba era la pica, nombre que toma la lanza de la caballería cuando pasa a manos de la infantería. También se les conoció con el nombre de COSELETES, pues este era el nombre de la armadura que vestían. El coselete les cubría el pecho y la espalda, lo que les daba protección y a la vez una cierta libertad de movimientos. Esta coraza solía ir pulida y sin grabar, aunque para evitar su oxidación a veces se las pintaba de negro. También se les llamó "Picas armadas", porque además de la pica larga, solían llevar espada y daga. Diego de Álava y Viamont, en su obra,

El perfecto capitán instruido en la disciplina militar y nueva ciencia de la artillería

, editado en Madrid en 1590, dice: Los piqueros, para ir bien armados, conviene que lleven un coselete cumplido, con sus tafetas hasta pasada la rodilla, las medias piernas de malla y un buen capacete a media vista, la bragadura de hierro, brazaletes, manoplas, guantes de media malla y daga. Y no tendría por negocio de poco provecho el traer una rodela atrás, para valerse de ella en las ocasiones que la pica no pudiera aprovechar". Debido al mayor coste de su equipo defensivo, recibían un sobresueldo para poder pagarlo y mantenerlo. Además de este piquero "pesado", existía otro más ligero, el llamado "Pica seca". Estos soldados de infantería iban "a la ligera", es decir, armados de una pica más corta y de menor peso y no llevaban armadura, protegiéndose con un morrión y una gola de acero. La pica fue el arma por

excelencia de la infantería. Aunque su uso en España se sitúa a finales del siglo XV, cuando la lanza pasa de la caballería a manos de la infantería, su origen es mucho más antiguo. Según Jerónimo Zurita, en su "Historia del Rey Fernando el Católico" editada en Zaragoza en 1610, fue adoptada por este Rey en 1497. Muy utilizada por los ejércitos griego y romano, su uso decayó durante la edad media, llegando a desaparecer debido a la preponderancia de la caballería. Los suizos y los alemanes la resucitan a mediados del siglo XIV, por ser el único arma capaz de oponerse a la caballería y deshacer sus formaciones. Ambos países llegaron a disponer a finales del siglo XV de unidades muy eficaces que se alquilaban como mercenarios a los demás ejércitos de Europa. En España fue el Gran Capitán el que al reorganizar el

ejército, organizó el escuadrón compuesto de doce compañías que a su vez constaban de 200 piqueros, 100 arcabuceros y 200 rodeleros. La pica estaba formada por un asta de madera dura, normalmente de fresno, de 26 palmos de largo (unos 5,46 m). El grosor no era uniforme, teniendo el mayor grosor, unos 3,5cm, a 15 palmos (3,15 m) de la punta y a 11 palmos (2,31m) del regatón. En la parte superior llevaba la moharra, de hierro. Se dividía en tres partes: la punta o cuchilla, que podía tener diferentes formas punzantes: de hoja de olivo, de hoja de laurel, apuñalada de cuatro esquinas, de tres filos, de diamante. La parte inferior de la moharra terminaba en una pieza en forma de U invertida llamada espiga, en la que se introducía la parte superior del asta y a la que se clavaba por medio de tachuelas. La zona de unión entre la

moharra y la espiga se llamaba cubo, y a veces iba adornada con una cinta de flecos o un cordón. Cuando no se combatía, la moharra solía ir tapada con una funda. En la contera del asta llevaba el cuento o regatón, también de hierro, cuya finalidad era proteger la madera del asta de su roce con el suelo y equilibrar el peso de la moharra en las marchas y durante su uso en el combate. El valor de una pica, a mediados del siglo XVI, era de 5 reales y 19 maravedís, correspondiendo 4 reales al asta y uno al hierro, repartiéndose el resto entre el regatón, las 25 tachuelas necesarias para fijar los hierros al asta y el trabajo del operario. La pica fue

reglamentaria en nuestro ejército hasta principios del siglo XVIII. Una Real Ordenanza de fecha 10 de abril de 1702 da fin los trabajos iniciados dos años antes que tenían por finalidad sustituir a los mosquetes y arcabuces por " un género de armas que llaman fusil", de mayor alcance y velocidad de tiro y armado con bayoneta, que se estaba imponiendo en los demás países.

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Alabardero: Su arma era la alabarda, arma enastada de menor longitud que la pica. Llevaba un hierro muy característico, que tenia en la parte superior una hoja de unos 30 cm. de largo con filo en los dos lados, estrecha y puntiaguda. En la base de la hoja y perpendicular a ésta, se encuentra la "veleta", pieza que por un lado termina en un pico o punta y por el otro en una cuchilla parecida a la hoja de un hacha. El asta era de madera y en su parte inferior iba provista de un regatón. Fue el arma que utilizó el Real Cuerpo de Alabarderos, creado por Fernando el Católico en 1504 para la protección de la persona del Rey. Durante los siglos XVI y XVII fue usada por los Sargentos de Infantería, llegando a ser distintivo de su mando, volviendo más tarde su uso original de arma característica de la Guardia Real. Parecida a la alabarda era la partesana, que fue distintivo de los cabos de las escuadras de infantería. Ballestero: Usaba la ballesta, perfeccionamiento del arco. Era un arco que se montaba sobre un afuste o cureña de madera provisto de un elemental sistema de disparo al que se enganchaba la cuerda y que se soltaba al apretar la palanca del gatillo, con lo que se conseguía aumentar el alcance y mejorar la puntería. Iba provista de un arco muy fuerte, hecho de madera o hierro, que necesitaba de un sistema auxiliar para poder montarlo. Los más usados fueron la "gafa", especie de palanca que vencía la resistencia del arco colocando la cuerda en sucesivos tensores hasta llegar al disparador, y el armatoste, que era un torno con un sistema de poleas movido por dos

manivelas que permitían tirar de la cuerda tensando el arco sin apenas esfuerzo. Para sujetar el arma y poder armarla, llevaban un estribo al final de la cureña. De aquí viene la expresión "montar un arma", pues el soldado pasaba una pierna sobre ella metiendo el pié en el estribo para sujetarla contra el suelo y así poder tener las manos libres para mover el armatoste. La ballesta utilizaba dos tipos de proyectiles: las flechas, puntiagudas y de unos 40cm de longitud, y unas saetas más cortas llamadas virotes, con punta de acero capaz de atravesar los

chalecos de cuero acolchado. También utilizaron proyectiles esféricos de piedra, plomo o barro. Con la aparición del arcabuz decayó su uso, dejando de utilizarse a mediados del siglo XVI. Soldados armados de espada y escudo, utilizados en el combate cuerpo a cuerpo cuando se llegaba al choque. Arcabuceros: Fueron la auténtica novedad de los ejércitos en la edad moderna. Formaban compañías móviles que se colocaban en las alas de los compactas formaciones de piqueros, formando las llamadas "mangas de arcabuceros", que hacían tiro de flanco sobre el enemigo. Su proporción en los ejércitos aumentó progresivamente con el transcurso del tiempo, pasando de ser un tercio del total de la fuerza en la época del Gran Capitán a sustituir totalmente a los piqueros al finalizar el siglo XVII. Su equipo era el siguiente: además del arcabuz, usaban una bandolera de la que colgaban pequeños recipientes con la carga de pólvora para cada disparo previamente medida, un polvorín o frasco de pólvora de reserva, una bolsa para las balas de plomo que ellos mismos fundían, un rollo de cuerda o mecha para dar fuego al arma, eslabón y pedernal para encenderla y una baqueta y un rascador para atacar y limpiar el arma. Como protección, usaba solamente un morrión y un jubón de cuero. Iban armados además de espada y daga. Fueron considerados soldados distinguidos, algo así como las fuerzas especiales de la época, y por ser su trabajo más técnico, pesado y peligroso, se les distinguía con un trato especial y con un suplemento en la paga. Según Scarrión de Pavía debían ser los más mozos, alentados, diestros, sueltos, recios y sufridos". Los arcabuceros españoles gozaron de gran fama en todo el mundo, y el solo anuncio de su intervención en alguna batalla decidió la victoria de las tropas españolas. Carlos V llegó a decir que "la summa de sus guerreros estaba puesta en las mechas encendidas de sus harquebuceros españoles... y arriesgaba únicamente sobre el valor de ellos su persona y su imperio y todos sus bienes". La historia de los Tercios no termina en Rocroy. En 1920, se

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crea el Tercio de Extranjeros, la Legión, que hereda los símbolos, el valor y el espíritu de los Tercios Españoles que consiguieron que durante muchos años, en España no se pusiera el sol.

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