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PERSPECTIVISMO DIALÓGICO EN EL EPISODIO DE DON QUIJOTE Y EL VIZCAINO: EL ESTADO DE LA CUESTIÓN

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PERSPECTIVISMO DIALÓGICO EN EL EPISODIO DE DON QUIJOTE Y EL VIZCAINO:

EL ESTADO DE LA CUESTIÓN

Aunque el diálogo es uno de los elementos más caracterís­ ticos de El Quijote, son muy pocos los estudios dedicados al análisis de dicho aspecto y, aun aquellos que lo tratan, se limi­

tan a rastrear los antecedentes histórico-literarios del diálogo cervantino sin profundizar en su naturaleza y función dentro de la novela.1

Américo Castro, en su libro El pensamiento de Cervantes, sugiere que a través del continuo diálogo entre don Quijote y Sancho el autor contraponelos conceptos de historia y poe­

sía sin intentar resolver definitivamente el problema (32-33).

Por su parte, Claudio Guillen, en su ensayo «Cervantes y la dialéctica: o el diálogo inacabado», señala que en El Qui­

jote existen varios tipos de diálogo. Entre éstos destaca el «ex­

perimental y dialéctico» (638) —en el cual la disputa genera una serie de opiniones cambiantes que dan paso a la creación de una síntesis más amplia mediante el lenguaje (como el caso del «baciyelmo»)—, y el diálogo inacabado —en el cual cada personaje expone sus ideas en un clima de respeto mutuo sin interés de imponer su criterio sobre el otro (como el caso de diálogo entre don Quijote y el Caballero del Verde Gabán)—. 1 Las fuentes del diálogo cervantino han sido estudiadas por Jau- ralde Pou, Eleazar Huerta, Murillo y Cióse (ver bibliografía).

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CARMEN R. RABELL BBMP, LXIX, 1993

En este segundo tipo de diálogo no se explícita una síntesis dialéctica, sino que pasa a llevarse a cabo en la mente del lector —«segundo oyente»— a partir de su propia reacción ante las ideas contrastadas en el mismo (642).

Tanto la idea de «diálogo inacabado» como la supuesta

«apertura del problema» expuestas por Guillén y Castro, res­ pectivamente, nos apuntan al lector como un participante del diálogo que se lleva a cabo entre los personajes deEl Quijote.

El diálogo abierto o inacabado da paso a un perspectivismo dialógico que permite que el lector elabore su propio juicio a partir del intercambio verbal entre los personajes.

Leo Spitzer, en su ensayo «Perspectivismo lingüístico en El Quijote», estudia la «polietimología» y la «polionomasia»en la novela para demostrar cómo la variación de los nombres de los personajes y la diversidad de sentido que puede tener una misma palabra a través de la novela, es producto de un empeño —por parte del autor— por presentar el universo narrado desde un punto de vista perspectivístico. Sin embar­ go, Spitzer concluye que el autor —Cervantes— está fuera de este juego perspectivístico y que como un pequeño dios crea­ dor puede mantenerse a salvo del juego ilusorio relativista del relato (167-168). Spitzer salva al autor del laberinto pers­

pectivísticode la novela sin tomar en cuenta que,como podría sugerir su propio ensayo, el autor implícito2 del texto, aquel que se desprende de la narración misma y de sus diversos na­ rradores, jamás se coloca a sí mismo por encima de sus lec­

tores ni les cierra las posibilidades mediante una sentencia definitiva.

2 El autor implícito es, según Booth, el «segundo yo» del autor real y su imagen debe reconstruirse a partir de la lectura. La contra­ partida del autor implícito es el lector implícito, que es creado por el texto y que funciona como su intérprete ideal (138). Según Booth el autor crea al lector implícito al mismo tiempo que crea su «segundo yo» y la mejor lectura es aquella en la cual ambr.s entidades, autor y lector implícitos, pueden ponerse de acuerdo. ComoafirmaSusan R.Su­

leiman, según Booth, el lector real puede entender y apreciar a capaci­ dad el texto sólo cuando acepta tomar el papel de este público hipoté­

tico durante su lectura (8).

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BBMP, LXIX, 1993 DIÁLOGO EN DON QUIJOTE Y EL VIZCAÍNO

Partiendo de la idea de «diálogo abierto» de Castro y del planteamiento del lector como «segundo oyente», de Guillén, nos proponemos demostrar que aun el punto de vista desde el que se narra El Quijote está sujeto al perspectivismo y que dicho perspectivismo se deriva de su participación de una naturaleza dialógica. Basamos nuestro estudio en el concepto de diálogo presentado por Mikhail Bakhtin en su libro The Dialogical Imagination.

Según Bakhtin, lo que caracteriza a la novela es la incor­

poración de la realidad heteroglósica dellenguaje en la estruc­ turación de su discurso.

El lenguaje posee una realidad abstracta —que sólo existe en los libros de gramática—, y una realidad concreta, es decir, el uso particular de ese modelo hipotético por individuos y grupos sociales diferentes. En el proceso de la comunicación, el lenguaje es modificado y dotado de significados diversos a tono con la cosmovisión y necesidades del hablante. La natu­ raleza del lenguaje, según Bakhtin, deriva de la lucha entre dos tendenciaso fuerzas: la tendenciaalaunidad, quepermite que nos podamos comunicar a pesar de las diferencias —fuer­ za centrípeta del lenguaje—, y la tendencia a la variedad

—fuerza centrífuga del lenguaje— (272-273). De esta segunda tendencia se desprende el hecho de que existan diferentes dia­ lectos o jergas de una misma lengua que reflejan la clase eco­ nómica, profesional y visión de mundo que poseen hablantes particulares. El lenguaje es heteroglósico: representalacoexis­

tencia de contradicciones socioideológicas entre el presente y el pasado, entre diferentes épocas del pasado, entre grupos so- cioideológicos diferentes en el presente, entre distintas ten­ dencias, escuelas, círculos, etc. La novela es, según Bakhtin, heteroglósica ya que incorpora, mediante el diálogo, la hete­ rogeneidad del habla de individuos y clases socioideológicas diferentes (263). La estructura dialógica que define, según Bakhtin, a la novela no se circunscribe únicamente a la con­ frontación de ideas yhablas a través del diálogo de sus perso­

najes sino que se puede captar también en aquellas partes del discurso que pertenecen a la voz narrativa. El narrador pue­

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CARMEN R. RABELL BBMP, LXIX, 1993

de intercalar diversos géneros en su novela —que poseen dis­

cursos diferentes— y puede, incluso, llegar a ser influido por el habla particular de sus personajes creando un discurso en el cual podríamos señalar la existencia de varias voces (315).

Por otro laido, Bakhtin también señala que en un diálogo las palabras del emisor o hablante están determinadas y orien­

tadas por una respuesta esperada del receptor u oyente. Las palabras del emisor provocan una respuesta, la anticipan y se reestructuran a sí mismas endirección aesarespuesta (280).

Partiendo de la definición de diálogo de Bakhtin, nos pro­ ponemos comprobar la existencia de diferentes voces en El Quijote y demostrar, además, que sus narradores poseen dis­

cursos diferenciables que representan visiones de mundo di­

ferentes y que responden, a su vez, a la anticipación de la posibilidad de diversas reacciones ante el universo narrativo por parte de los lectores históricos 3 del texto. Intentamos de­ mostrar que el autor implícito de El Quijote se somete a sí mismo al perspectivismo al emplear diferentes narradores y voces heterogéneas y que «el segundo oyente» o lector implí­

cito del texto no sólo participa del universo narrativo me­ diante la posibilidad de opinión propia que le ofrece el pers­ pectivismo sino que su presencia determina el discurso de los narradores del relato. Para ello, analizamos el episodio de la lucha entre don Quijote y el vizcaíno, que abarca el final del capítulo VIII y el capítulo IX de la primera parte de la no­

vela. Hacemos también referencia a los capítulos VI y XXXII de la primera parte y al II y III de la segunda parte.

En su artículo «Estilo, perspectiva y realidad: Don Quijo­ te I, 8-9», E. Michael Gerli prueba que el episodio está narrado desde cuatro perspectivas distintas, cada una con su estilo propio. La contraposición de estilos diferentes por parte del narrador está anticipada, según Gerli, por la confrontación

3 Iser define el lector histórico como aquel contemporáneo al texto; el lector participante para el cual el texto representa el esclare­ cimiento de la deficiencia del sistema de normas y pensamiento preva­

lecientes en su medio (78-79).

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BBMP, LXIX, 1993 DIÁLOGO EN DON QUIJOTE Y EL VIZCAÍNO

verbal que ocurre entre don Quijote y el Vizcaíno (634). Don Quijote habla en forma grandilocuente y arcaica mientras que su contrincante utiliza un castellano un tanto disparatado que, como sabemos, se produce mediante la transposición de la sintaxis vascuence a dicha lengua.

La primera narración de la pelea queda interrumpida al final del capítulo VIII debido a la ausencia de la continuación del episodio en el manuscrito que supuestamente contiene la historia. Estaprimeradescripcióndelaescenaestánarradapor un narrador que sigue de cercaun pre-texto o manuscrito y se caracteriza, según Gerli (631), por un estilo económico, llano, vivo y directo que representa una escena verosímil mediante un lenguaje «no inusitado». La adjetivación, explica Gerli, no sobrepasa el ser descriptiva («cauto vizcaíno», «gran cuchilla­

da», circundantes «temerosos y colgados», «tamaños golpes»,

«grande peligro»).

La segunda narración del episodio es una especie de reca­

pitulación y aparece en el comienzo del capítulo IX con el propósito de recordar al lector la escena antes interrumpida.

Gerli apunta que dicha recapitulación se caracteriza por un falso tono heroico y exagerado de fin irónico; es una parodia del estilo épico de las novelas de caballería (631). Este narra­ dor utiliza —con fin paródico— «epítetos, sinónimos y parea­ dos» («valeroso, famoso»; «atlas y desnudas»), giros arcai­ zantes («en guisa de»), y la aliteración enfática («descargar dos furibundos tendientes»).

La tercera narración se produce cuando el mismo narra­ dor describe una pintura hallada junto al manuscrito de Cide Hamete Benengeli. Gerli señala que esta tercera narración es una especie de «retrato verbal» en la cual faltan «los epítetos exagerados, la aliteración e inclusive la simple adjetivación que aparece en las primeras versiones de la batalla» (631-632).

Además, apunta que el tiempo verbal condicional predominan­ te en esta descripción del episodio («debía de ser su nom­ bre», etc), acusa una «narración cautelosa».

Por último, nuestro narrador nos relata el episodio a par­ tir de su lectura del manuscrito de Cide Hamete. Gerli señala

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que esta cuarta narración posee un tono grandilocuente y exagerado que resulta del interés del «autor moro» por sub­

vertir las hazañas de don Quijote.4

... -----^uwi Cide Hamete busca subvertir las hazañas de don Quijote des­

proporcionándolas, hasta el punto en que adquieren una am­ pulosidad retórica grotesca, fantástica. Su hinchada grandilo­ cuencia altisonante haría a cualquier lector correcto sospe­

char de la verdad de los hechos que relata. (633)

También añade que dichanarración es lamenos objetiva y que está, además, permeada de expresiones fatalistas («Mas la buena suerte», etc.), exclamaciones superlativas («Válgame Dios») y pareceres que apuntan la presencia de un narrador de cosmovisión islámica. En general, la narración filtrada por la perspectiva de Cide Hamete se caracteriza por su «entusias­ mo épico» (633).

Aunque presenta la diferencia estilística de las cuatro na­ rraciones, Gerli obvia la diferencia en cuanto al énfasis que pone cada narrador en uno u otro aspecto del episodio al re­ latar los hechos. Cada episodio no sólo posee un estilo dife­

rente, sino que da mayor énfasis a un aspecto distinto del suceso con el propósito de interesar a distintas clases de pú­ blico, a los lectores históricos de la época.

La primera narración es la única en la cual aparece don Quijote encomendándose a su dama para arremeter contra el vizcaíno.

Y arrojando la lanza enel suelo, sacó su espaday embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno, con determinación de qui­

tarle la vida. El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la muía, que, por ser de las malas de alquiler, no 4 Podría tal vez realizarse un estudio en el cual se intentara ras­

treary diferenciar las voces del narrador moro y el supuesto narrador

«católico». El mismo texto sugiere esta posibilidad de análisis:

—Si por buena fama y si por buen nombre va dijo el bachiller, sólo vuestra merced lleva la palma a todos los caballeros andantes; porque el moro en su lengua y el cris­

tiano en la suya tuvieron cuidado de pintamos muy al vivo la gallardía de vuestramerced[...]. (598)

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BBMP, LXIX, 1993 DIÁLOGO EN DON QUIJOTE Y EL VIZCAÍNO

había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al coche, de don­ de pudo tomar una almohadaque le sirvió de escudo, y luego se fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. La demás gente quisiera ponerlos en paz; mas no pudo, porque decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones que si no le dejaban acabar su batalla, que él mismo había de matar a su ama y a toda la gente que se lo estorbase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a don Quijote encima de un hombro, por encima de la rodela, que, a dársela sin de­ fensa, le abriera hasta la cintura. Don Quijote, que sintió la pesadumbre de aquel desaforado golpe, dio una gran voz, diciendo:

¡Oh señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, que, por satisfacer a la vuestra mucha bondad, en este riguroso trance se halla! (96)

La presentación de los suspiros de don Quijote encomendán­ dose a Dulcineaen la batalla se puede explicar si examinamos los tipos de lectores de libros de caballerías existentes en esa época, representados por los personajes lectores de la ficción.

En el capítulo XXXII de la primera parte de la novela, varios personajes de la venta explican por qué les agradan los libros de caballerías. Maritornes señala que le gustan las escenas de amor entre los caballeros y sus señoras:

Así es la verdaddijo Maritornes; y a buena fe que yo también gusto mucho de oir aquellas cosas, que son muy lindas, y más cuando cuentan que se está la otra señora deba­

jo de unos naranjos abrazada con su caballero, y que les está una dueña haciéndoles la guarda, muerta de envidia y con mucho sobresalto. Digo que todo esto es cosa de mieles. (347)

Por su parte, la hija del ventero prefiere las lamentaciones que hacen los caballeros enamorados en ausencia de sus damas;

[...] pero no gusto yo de los golpes de que mi padre gusta, sino de las lamentaciones que los caballeros hacen cuando están ausentes de sus señoras; que en verdad que algunas ve­ ces me hacen llorar, de compasión que les tengo. (347-348)

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CARMEN R. RABELL BBMP, LXIX, 1993 Ambas «lectoras» de novelas de caballerías muestran un inte­ rés por el aspecto sentimentaly melodramático de las mismas.

La primera versión del episodio toma en cuenta este tipo de público femenino al ponerénfasis en el hecho de que don Qui­ jote lucha con el vizcaíno por el nombre y enaltecimiento de su dama encomendándoseleen el campo de batalla. Cabetam­

bién señalar que en esta primera narración se dan detalles de las reacciones del ama del escuderovizcaíno ante la pelea. Se presenta su primera reacción de admiración y temor, su deci­

sión de desviar su coche del campo de lucha y se puntua­ liza, además, que después «se puso a mirarde lejos la rigurosa contienda». Esta dama que contempla temerosa y admirada la lucha entre don Quijote y el vizcaíno representa el distancia- mientocon que el públicofemenino de la época visualizaríalas escenas violentas de los libros de caballerías. De modo que el estilo llano y poco heroico o épico que señala Gerli en esta primera narración podría ser explicado por el narratario 5 fe­

menino al cual está dirigida; un público que prefiere mirar desde lejos las contiendas entre caballeros, que se niega a involucrarse activamente en escenas violentas y prefiere dis­

frutar del ángulo sentimental del suceso.

La segunda narración o recapitulación del hecho posee, como ya mencionamos, un lenguaje grandilocuente y arcaico que imita punto por punto el de los libros de caballerías que sirven de patrón para la conducta y forma de hablar de don Quijote.6

Dejamos en la primera parte desta historia al valeroso viz­

caíno y al famoso don Quijote con las espadas altas y desnu­ das, en guisa de descargar dos furibundos tendientes, tales, que si en lleno se acertaban, por lo menos se dividirían y tenderían de arriba abajo y abrirían como una granada; y 5 El narratario es definido por Gerald Prince como la contrapar­

tida de un narrador específico, es decir, la persona que recibela narra­ ción (7).

6 Esta narración corresponde, según Bakhtin (315), al discurso híbrido en el cual el narrador es influido por el habla de algún per­

sonaje.

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que en aquel punto tan dudoso paró y quedó destroncada tan sabrosa historia, sin que nos diece noticia su autor dónde sepodría hallar lo que della faltaba. (98-99).

Ya hemos señalado el estilo que caracteriza a esta narración y su supuesta función irónica y paródica en el texto. Sin em­ bargo, Gerli no explica en qué sentido este lenguaje grandilo­ cuente y heroico puede ser más o menos paródico que el len­ guaje, también grandilocuente, de la narración que se basa enel manuscrito de Cide Hamete. Lo que le da en realidad un carácter paródico al estilo de esta versión es la presencia de ciertos comentarios que el narrador añade al terminar la re­ capitulación. Este, por ejemplo, se burla del hecho de que en los fantásticos libros de caballerías se narren hasta los de­

talles más insignificantes de los caballeros y que, en cambio, don Quijote no tenga un sabio encantador que narre sus hazañas.

Parecióme cosa imposible y fuera de toda buena costumbre que a tan buen caballero le hubiese faltado algún sabio que tomara a cargo el escrebir sus nunca vistas hazañas, cosa que no faltó a ninguno de los caballeros andantes,

de los que dicen las gentes que vana sus aventuras,

porque cada uno dellos tenía uno o dos sabios, como de mol­ de, que no solamente escrebían sus hechos, sino que pinta­

ban sus más mínimos pensamientos y niñerías, por más es­ condidas que fuesen [...] (99)

El narrador se burla también de la poca verosimilitud de los libros de caballerías al señalar la formaexageradamente minu­ ciosa en que sus narradores conocían hasta el más escondido e insignificante detalle de sus héroes. Seguidamente, el narra­ dor hace otra burla a la poca verosimilitud del género caba­

lleresco contraponiendo la vida andariega de sus personajes femeninosy su supuesta conservación de la total castidad bajo estas circunstancias.

[...] se puso al trabajo y ejercicio de las andantes armas, y al desfacer agravios, socorrer viudas, amparar doncellas, de

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CARMEN R. RABELL BBMP, LXIX, 1993 aquellas que andaban con sus azotes y palafrenes, y con toda su virginidad a cuestas, de monte en monte y de valle en valle; que si no era que algún follón, o algún villano de hecha y capellina, o algún descomunal gigante las forzaba, doncella hubo en los pasados tiempos que, al cabo de ochenta años, que en todos ellos no durmió un día debajo de tejado, y se fue tan entera a la sepultura como la madre que la había pari­ do. (100)

Una vez más, se cuestiona la verosimilitud de los libros de caballerías: la virginidad de sus heroínas es tan cierta como la de «las madres que las parieron».

Lo que hace irónico y paródico el estilo grandilocuente de la segunda versión del episodio es el contexto paródico que aparece inmediatamente después del final de ésta y que es también narrado por el mismo narrador. De modo que, esta segunda narración añade una distancia irónica que podría res­ pondera la opinión negativa queposeían algunos lectores con respecto a los libros de caballerías.

El ataque a la poca verosimilitud de los libros de caba­

llerías, implícito en los dos pasajes ya presentados, aparece en El Quijote en boca de dos personajes: el cura y el barbero.

El cura, por ejemplo, salva a Tirante el Blanco de destruirse en el fuego por su verosimilitud.

Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en suscamas,y hacentestamentoantes de su muer­ te,con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen. (76)

De modo que el estilo paródico de la segunda versión denota un naradorcrítico que se dirige a un público culto y capaz de entender el nivel irónico que se desprende del contraste y el doble sentido del discurso narrativo.

Por su parte, la tercera narración se dedica a hacer una descripción objetiva de una pintura hallada en el manuscrito de Cide Hamete y que reproduce la lucha de don Quijote y el vizcaíno.

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Estaba en el primero cartapacio pintada muy al natural la batalla de don Quijote con el vizcaíno, puestos en lamesma postura que la historia cuenta, levantadas las espadas, el uno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la muía del vizcaíno tan al vivo, que estaba mostrando ser de alquiler a tiro de ballesta. Tenía a los pies escrito el vizcaíno un título que decía: Don Sancho de Azpeitia, que, sin duda, debía de ser su nombre, y a los pies de Rocinante estaba otro que de­ cía: Don Quijote. Estaba Rocinante maravillosamente pinta­ do, tan hético confirmado, que mostraba bien al descubierto con cuánta advertencia y propiedad se le había puesto el nombre de Rocinante. Junto a él estaba Sancho Panza, que tenía del cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro rótulo que decía: Sancho Zancas, y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto y las zancas largas, y por esto se le debió de poner nombre de Panza y de Zancas, que con estos dos sobrenombres le llama algunas veces la historia. Otras algunas menudencias había que advertir, pero todas son de poca importancia y que no hacen al caso de la verdadera relación de la historia, que nin­

guna es mala como sea verdadera (102).

Esta tercera versión es un retrato realista en el cual se describe en forma plástica la posición exacta de cada perso­ naje en lareferida lucha y se dan, además, detalles minuciosos del aspecto físico de Sancho, de Rocinante y hasta de la muía del vizcaíno. El empeñocasi naturalista porpintarfielmente la realidad obliga al narrador a utilizar el tiempo verbal condi­ cional al presentar algún tipo de conjetura con respecto a la escena que describe. El afán historicista del narrador se hace aún más evidente cuando manifiesta que ninguna historia es mala si es verdadera; afirmación que contaría con la aproba­

ción de lectores históricos como el cura, quien condena los libros de caballerías por ser «ficción de ingenios ociosos» o como Cardenio, quien ridiculiza la credulidad del ventero, que cree en la autenticidad de estos relatos.

Oyendo esto Dorotea, dijo callando a Cardenio:

Poco le falta a nuestro huésped para hacer la segunda parte de don Quijote.

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Así me parece a mí —respondió Cardenio, porque, se­ gún da indicio, él tienepor cierto que todo lo que estos libros cuentan pasó ni más ni menos que lo escriben,y no le harán creerotra cosa ni frailes descalzos.

—Mirad hermano —tornó a decir el cura—, que no hubo en el mundo Felixmarte de Hicamia, ni don Cirongilio de Tra- cia, ni otros caballeros semejantes quelos librosde caballerías cuentan, porque todo es compostura yficción de ingeniosocio­ sos que los compusieron para el efecto que vos decís de entre­

tener el tiempo, como lo entretienen leyéndolas vuestros se­ gadores. Porque realmente os juro que nunca tales caballeros fueron en el mundo, ni tales hazañas ni disparates aconte­ cieron en él. (350)

La descripción retratista de esta versión responde, pues, al concepto aristotélico de la historia existente en la época de Cervantes y que define muy bien Sansón Carrasco en el Ca­ pítulo III de la segunda partede la novela.

Así es —replicó Sansón—; pero uno es escribir como poeta yotro comohistoriador: el poetapuede contarocantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el histo­

riador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fue­

ron, sin añadirni quitar a la verdadcosa alguna. (599-600)

Par suparte, la cuarta narración, basada en los manuscri­ tos de Cide Hamete, además de poseer un tono heroico exage­

radoy estar plagada de exclamaciones fatalistas y superlativas, se caracteriza también por su énfasis en el aspecto físico de lalucha. Estavez se da importancia a los «furiosos» golpes que se dieron los «caballeros». El narrador se regodea describien­

do, por ejemplo, la forma en que el vizcaíno le corta media oreja a don Quijote o la manera en que nuestro caballero andante hace sangrar al vizcaíno por narices, oídos y boca.

Puestas y levantadas en alto las cortadorasespadas de los dos valerosos y enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo: tal era el denuedo y continente que tenían. Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno; el cual fue dado con tanta furia que, a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa

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contienday a todas las aventuras de nuestrocaballero; mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, tor­ ció la espada de su contrario, de modo que, aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño que desarmarle todo aquel lado, llevándole, de camino, gran parte de la ce­ lada, con la mitad de la oreja; que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecha. ¡Válame Dios, y quién será aquel que buenamente pueda contar ahora larabia que entró en el corazón de nuestro manchego, viéndose parar de aquella manera! No se diga más sino que fue de manera, que se alzódenuevo en los estribos,yapretando másla espada en las dos manos, con tal furia descargó sobre el vizcaíno, acertándole de lleno sobre la almohada y sobre la cabeza, que, sin ser parte tan buena defensa, como si cayera sobre él una montaña, comenzó a echar sangre por las naricesy por la boca, y por los oídos, y a dar muestras de caer de la muía abajo, de donde cayera, sin duda, si no se abrazara con el cuello; pero, con todo eso, sacó los pies de los estribos y lue­ go soltó los brazos, y la muía, espantada del terrible golpe, dio a correr por el campo, y a pocos corcovos dio con su dueño en tierra. (103-104)

Esta descripción sanguinolenta de la batalla entre don Quijote y el vizcaíno se dirige a una clase de público de la época que gozaba de sentirse partícipe de las acciones violen­ tas de los libros de caballerías. El ventero, en el capítulo XXXII de la primera parte, expresa su gusto por los golpes que se daban los caballeros en sus luchas.

Porque cuando es tiempo de siega, se recogen aquí, las fies­ tas, muchos segadores, y siempre hay algunos que saben leer, el cual coge uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas; a lo menos, de mí sé decirque cuan­ do oyo decir aquellos furibundos y terribles golpes que los caballeros pegan, que me toma gana de hacer otro tanto, y que querría estar oyéndoles noches y días. (347)

Elepisodiode lalucha entredonQuijote y el vizcaíno está pues,narrado desde cuatroperspectivas distintas que emplean un lenguaje diferentey enfatizan un aspecto particular del su­ ceso con el propósito de satisfacerlas expectativas de distintos

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lectores históricos. Cada versión del relato se dirige a un narra- tario particular que, a suvez, aparece delineadoen lanovela a través de los comentarios de alguno de sus «personajes lecto­ res». El punto de vista narrativo del episodio bajo estudio está sujeto a un perspectivismo que se deriva de la forma dialógica con que el narradorpresenta el relato; de su desdoblamiento en cuatro voces socio-ideológicamente diferenciables y deter­ minadas por la anticipación de un receptor u oyente que es, en este caso, elpúblico heterogéneo deEl Quijote.

Refutamos, pues, la idea de Spitzer de que «el autor» de ElQuijote no estásujeto al perspectivismo. El autor implícito, aquel quese desprende del texto, prefiere narrarun hecho des­

de diferentes puntos devista sin reclamarlaverdadabsoluta de ninguna de sus versiones. Antes bien, a lo largo de lanovela se ponen en entredicho las fuentes del relato. Cide Hamete, por ejemplo, es tratado de «moro embustero» por los personajes de la novela.

Con esto se consoló algún tanto; pero desconsolóle pen­ sarque su autor era moro, según aquel nombre de Cide; y de los moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas. (597)

Otroaspecto que resta autoridad comonarrador a Cide Hamete es el hecho de que llega a convertirse en una especie de perso­

naje sujeto a los comentarios y opiniones de los demás perso­

najes del relato (El Saffar 18).

Aun las opiniones del «segundoautor», el que organiza to­

das las fuentes delrelato, poseen una verdadrelativa en la no­ vela. Stephen Gilman apunta que en el momento en que este narrador interrumpe la acción de la novela para dejar a don Quijote y al vizcaíno con las espadas en alto, la narración em­ pieza a mostrarse como un relato consciente de su ficcionali- dad (231-232). La interrupción introduce un narrador que, con­

vertido en personaje, busca la continuación de la historia y la encuentra en los manuscritos arábigos de Cide Hamete. La narración se desplaza, deja de ser momentáneamente la histo­ ria del hidalgo manchego para transformarse en la historia 100

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de la gestación del relato. Surge, pues, un relato que, al re­ latarse a sí mismo mediante la congelación de la acción y la presentación del autor en busca de sus fuentes, confronta al lector con la incongruencia entre el tiempo de la narración y el tiempo de la escritura revelándole su ficcionalidad.

Márquez Villanueva señala también que la conversión del segundo autor en un «narrador narrado», la ficcionalización del mismo narrador, propone a la ficción, contrafactura de la historia, como fin de la novela (231). En El Quijote, ni el «se­

gundo autor» se salva de ser canibalizado por la ficción. Sus sentencias se «desautorisan»; como las de un personaje más, representan perspectivas parciales sujetas incluso a la crítica de otros personajes lectores de la novela. Es el lector quien deriva su propia opinión deluniverso polifónico del texto.Pero esa opinión, al igual que la del ventero, la del cura o la de Maritornes, estará siempre limitada por su visión de mundo particular. La contrapartida del autor implícito de El Quijote, el lector ideal implícito, tendría que responder al perspecti- vismo del texto realizando una lectura que no cierre definiti­ vamente sus posibilidades interpretativas.

El Quijote es, pues, una amalgama de voces diversas yre­ lativas capaces de captar y anticipar el interés de un público heterogéneo dándole la ilusión de que no recibe imposición alguna por parte del narrador. De la naturaleza dialógica del texto se deriva su popularidad en diferentes estratos de la so­ ciedady sus amplias posibilidades interpretativas. Como apun­

ta Sansón Carrasco:

[...] los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y losviejos la celebran; y, finalmente, es tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes, queapenas han visto algún rocín flaco, cuando dicen: «Allí va Rocinan­ te». (602)

Carmen R. Rabell University of Pittsburgh

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