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UNA ETNOGRAFÍA DE LAS OFICINAS DE DERECHOS SOCIALES.

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FORMAS DE HACER.

EXPERIMENTACIÓN Y PRÁCTICAS EMERGENTES EN LOS MOVIMIENTOS

SOCIALES.

UNA ETNOGRAFÍA DE LAS OFICINAS DE DERECHOS SOCIALES.

         

DOCTORANDO:

ALBERTO ARRIBAS LOZANO  

DIRECTORAS:

AURORA ÁLVAREZ VEINGUER CARMEN GREGORIO GIL  

           

UNIVERSIDAD DE GRANADA   Departamento de Antropología Social

Programa Oficial de Posgrado en Ciencias Sociales Aplicadas

GRANADA, 2014

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Editor: Editorial de la Universidad de Granada

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 13

Agradecimientos 23

1ª Parte. Situando la investigación.

1. COORDENADAS PARA LEER UN MAPA EN MOVIMIENTO

27

1.1 Puntos en el mapa. Investigar, ¿para quién?, ¿para qué?, ¿desde dónde? 28 1.2 Pensar desde un cruce de caminos. Ni aquí, ni allí, ni todo lo contrario. 36 1.3 ¿Por qué estudio los movimientos sociales? Leyendo una buena noticia

(y sus silencios, que cruzan esta investigación).

42 1.3.1 Diez años antes en este mismo lugar: el Centro de

Internamiento de Extranjeros de Málaga en mi memoria.

44

1.4 Epistemologías del Sur para desbordar el norte: la sociología de las ausencias, la sociología de las emergencias y la ecología de saberes.

54

1.5 ¿Cuál es el sur de las Epistemologías del Sur? 63

1.6 “Cada uno tiene su sur”. Sentir, pensar y hacer desde el norte. 67

2. TEJEDORES Y TEJEDORAS DE REDES. ¿QUIÉNES SON LOS Y LAS ACTIVISTAS DE LAS ODSs?

71

a / yo siempre he participado en forma de red, no sé otra forma de organización que ser un nodo de una red

82

b / ésta fue la primera ODS, esta mesa camilla, aquí Luis y yo nos sentamos por primera vez a atender a la gente; estás sentado en... en el inicio de algo

88

c / y tampoco tienes otras alternativas muy reales para trabajar, ¿no?,

¿qué te vas a meter... en un sindicato? [risas]

93

d / frente al paradigma este de la participación que también nos parece horrendo, ¿no?, el discurso este de la participación que yo personalmente

lo odio 96

e / nuestro objetivo es la construcción no solo de esto sino de un

(7)

movimiento social 100 f / reconocer esa alegría que lo político, cuando está bien hecho, conlleva 105 g / organizarnos un poquito a luchar por nuestros derechos y poder

conseguir la vida y eso, eso es la asociación

109

h / no creas que si yo no tengo papeles yo no tengo ningún derecho, esto no, esto no.

114

i / el ejercicio de saberes técnicos desde otra perspectiva, desde otros enfoques, y ahí hacer contrapoder haciendo nuestras técnicas, nuestra

disciplina 118

j / hay experiencias políticas donde la parte de lo cotidiano ni siquiera se trabaja

121

k / nos marcamos ese horizonte de poner en marcha lo que en otros sitios se llamaba una ODS: «¡ojala nosotros pudiéramos tener una ODS!»

125 l / un proceso reflexivo muy autocrítico con experiencias anteriores, una

apuesta por un proyecto mucho más abierto

128 m / redes que son difusas pero que sí sostienen el sentido de mucha gente,

la felicidad de mucha gente, recursos; o sea, que también es una red social

bastante potente 131

n / una de las cosas más importantes para mí hoy por hoy es una política honesta, que no se diga más de lo que es, que pueda problematizar lo que

pasa, que no se pierda en la retórica 134

ñ / en realidad todavía no sé muy bien qué es una ODS, entonces me cuesta... todavía no me la imagino real

140 o / están pasando cosas graves, cosas fuertes, y no tienen repercusión

pública, ¿sabes?, cosas que estaban sucediendo a la gente con la que

convivimos, a los vecinos, en la calle, y no se hablaba 143 p / hacer ese ejercicio de abrirte al mundo de otra manera 147 q / hay elementos de riqueza en esto que estamos haciendo, es quizás el

dispositivo más real, la innovación más importante y más concreta que

tenemos 150

r / yo provengo de un pueblo de cuatro mil habitantes en medio de la llanura pampeana

153

s / dicotomías que en cierto punto no eran muy útiles para avanzar sobre

(8)

cosas nuevas 158 t / la política en primera persona es muy importante, y el caminar

preguntando, el no reproducir... pero es una lucha constante, no te vayas a

creer que a mí me sale 162

u / el problema que tenemos en los últimos años es cómo pasar de la política del evento a una política de la vida cotidiana, una política que

afecte la vida cotidiana 168

v / hemos intentado poner la ODS en práctica aquí con unos medios bastante precarios, que son los de la militancia pura y dura

172

w / luchamos por los derechos porque son nuestros 176

x / para mí el aprendizaje constante que ha supuesto estar en los centros sociales, en lo colectivo, es lo más determinante

180 y / llegué en un momento importante en la ciudad de Málaga, porque se

daba un salto, se estaban empezando a entender los centros sociales de

otra manera 187

z / es súper importante esa reflexión de qué es la militancia hoy, ¿no?, es una pregunta que toca ya que nos la empecemos a hacer

191

3. MAPAS DE LA PROTESTA: CICLOS DE

MOVILIZACIÓN Y REDES ACTIVISTAS DE LARGO

RECORRIDO 197

3.1 Imágenes para pensar un cambio de ciclo: nuestra historia contada desde abajo.

198

3.2 El horizonte no era esto: los mapas del desencanto. 203 3.3 El arte de volver a intentarlo: dispersión, encuentro, dispersión,

encuentro...

206 3.4 Apuntes sobre una trayectoria compartida / el largo recorrido.

3.4.1 Ars erotica, ars theoretica, ars politica.

226

3.4.2 Comunidades reflexivas y subculturas activistas de larga duración.

233

3.4.3 Red difusa, red de redes, red enredada. 238

3.4.4 Entre la política como artesanía y la investigación militante. 240

3.5 Excurso. También es mi historia. 244

(9)

4. APUNTES METODOLÓGICOS 249 4.1 Sobre la necesidad de reformular el análisis de la acción colectiva. 253 4.2 Hacia una antropología de los movimientos sociales. 258 4.3 La exigencia colaborativa en la investigación: de una relación

sujeto/objeto a una relación entre sujetos en proceso.

262

4.4 Notas sobre mi trabajo de campo. 270

4.4.1 Las entrevistas. 275

4.4.2 La pregunta sobre la relevancia. 277

4.4.3 El momento colaborativo: los talleres. 285

2ª Parte. Pensando la política con y desde las ODSs.

Herramientas de intervención, redes en movimiento, y lógicas y prácticas de experimentación.

5. “Ahora muchos más y mucho más diversos”

LA CONSTRUCCIÓN DE LA RED DE OFICINAS DE

DERECHOS SOCIALES ENTRE 2004 Y 2008 293 5.1 La primera Oficina de Derechos Sociales: la experiencia de Sevilla en

el periodo 2004-2007.

299

5.2 El cambio de escala. Caminando hacia el Primer Encuentro de Agencias de Precariedad y Oficinas de Derechos Sociales (2007).

308

5.3 Consolidación y expansión de la red. Preparando el segundo encuentro de ODSs (2008).

326 5.4 Esa emoción contagiosa que uno vive cuando pisa una ODS.

Reflexiones finales en torno a la multiplicación de las Oficinas de

Derechos Sociales. 337

6. “Es lo que nos ha tocado vivir y contra lo que nos toca luchar”

LA CENTRALIDAD DEL EJE PRECARIEDAD,

PRECARIZACIÓN, PRECARIADO EN ESTAS REDES Y COMUNIDADES ACTIVISTAS DE LARGO

RECORRIDO 351

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6.1 Irreversibilidad y ambivalencia. El marco conceptual de la precariedad. 362 6.2 Migraciones y fronteras: la distribución diferencial de la precariedad. 368 6.3 Nombrar la vida para leer el mundo. Precariedad en primera persona. 373 6.4 Sujetos políticos improbables. Contra la precariedad, ¿el precariado? 377 6.5 Entre lo posible y lo imposible. ¿Enunciar la política en clave de

derechos?

386

7. SOBRE LAS ‘FORMAS DE HACER’.

LA PROPUESTA POLÍTICA DE LAS ODSs

397

7.1 El arte de la fuga. 404

7.1.1 Contra la inercia: más allá de la vieja política. 405 7.1.2 Contra la claustrofobia: más allá de los circuitos militantes. 420

7.2 Crear vínculo, producir lo común. 433

7.3 La dificultad de construir movimiento, los puntos de tensión y los bloqueos de la praxis. Notas desde el impasse.

460

7.3.1 El riesgo del asistencialismo. 485

7.4 Política ficción: los futuros imaginados de la red. 506

8. EL IMPACTO DEL

ACONTECIMIENTO/MOVIMIENTO 15M SOBRE LA RED DE ODSs (Y EL GIRO COLABORATIVO EN LA

INVESTIGACIÓN) 521

8.1 Nociones para pensar el 15M.

8.1.1 La experiencia del clinamen: el 15M como acontecimiento. 523 8.1.2 Una fecha, tres lemas, dos planos de acción. 529

A) El encuentro entre los cuerpos. 532

B) La palabra compartida. 534

C) Las pasiones alegres. 535

D) La inteligencia colectiva, la cooperación entre singularidades.

538

8.1.3 Un espacio de cualquiera. 539

8.2 Por aquí la reflexión va a ir mal. Primer taller de análisis colectivo, Madrid, junio de 2011.

552

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8.3 El futuro ya no es lo que era. El X Aniversario del Ateneu Candela en Terrassa y la manifestación del 19J en Barcelona, junio de 2011.

568

8.4 Entre la Pantera y la Hormiga. Taller conjunto con la Red de Apoyo a Sin Papeles de Zaragoza y la ODS de Pamplona/Iruña, julio de 2011.

574

8.5 Hace falta sentirlo desde ahí adentro. Taller-Plenario del Ferrocarril Clandestino, Madrid, octubre de 2011.

593

8.6 Carlos, este taller va a ser duro. Encuentros de análisis colectivo con la ODS de Sevilla, octubre de 2011 y enero de 2012.

619

8.7 El centro no son los proyectos. Completando el círculo:

encuentro/entrevista en el Ateneu Candela, febrero de 2012.

634

8.8 Un punto y final titubeante: 12 de Mayo de 2012. 363 días después del 15M.

645

A MODO DE CONCLUSIÓN: APUNTES PARA SEGUIR CONVERSANDO

649

BIBLIOGRAFÍA 663

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FORMAS DE HACER.

EXPERIMENTACIÓN Y PRÁCTICAS EMERGENTES EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES.

UNA ETNOGRAFÍA DE LAS OFICINAS DE DERECHOS SOCIALES.

     

   

 

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INTRODUCCIÓN

Este trabajo explora cómo los y las integrantes de los movimientos sociales reinventan su política. Estamos asistiendo a intensas transformaciones en las lógicas y prácticas de la acción colectiva; vemos emerger nuevos protagonismos sociales, sujetos, formas organizativas, discursos y repertorios de acción que difieren profundamente de la imagen clásica de un actor político organizado, y que se despliegan a través de una topología compleja de redes enredadas, constelaciones de herramientas y sentidos compartidos cuyo carácter abierto –indefinido, cambiante, discontinuo- es uno de los elementos clave en las formas de pensar, imaginar y hacer política hoy desde los movimientos sociales. Una nueva gramática del conflicto que no pasa ya por (re)crear identidades colectivas fuertes ni por proponer posicionamientos ideológicos muy marcados1, sino por aprender a intervenir políticamente –producir ideas y vínculo social, trabajar en conexión con otros y otras- sin que para ello haya que pensar igual:

experimentar la cooperación entre diferentes sin negar las diferencias. Un modelo de acción colectiva que podríamos denominar post-identitaria y post-ideológica, siempre que entendamos –y esto es fundamental- que dichas categorías no remiten aquí a una propuesta post o antipolítica, sino al deseo compartido de producir colectivamente otra política, donde la heterogeneidad no es tomada como un problema a evitar sino como punto de partida, horizonte y desafío.

Se trata de un panorama novedoso que aún estamos aprendiendo a nombrar. Redes difusas donde los vínculos que sostienen la acción se tejen –se producen y reproducen- en la materialidad de las prácticas y luchas concretas, cuando la gente se encuentra y se reconoce en torno a problemas y malestares compartidos que operan en un plano, el espacio/tiempo cotidiano, que habitualmente resulta imperceptible para nuestros análisis, que tienden a centrarse en los momentos más visibles de la acción colectiva:

                                                                                                               

1 La acción colectiva es plural, toma su forma ajustándose a las condiciones específicas de los contextos donde se despliega, y a las características de los actores que la protagonizan; en ningún caso planteo que los movimientos sociales deban entenderse siempre desde los parámetros que propongo en este trabajo, lo único que intento resaltar es que están apareciendo elementos novedosos y que merecen nuestra atención.

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eventos o procesos cuyos límites y coordenadas puedan definirse con claridad y organizarse en torno a tipologías y propuestas teóricas que expliquen los movimientos sociales como objeto de estudio. Mi investigación se distancia de estas lógicas, y es una apuesta explícita por insertarme al interior de ese espacio/tiempo ‘imperceptible’ que funciona como laboratorio de experiencia y experimentación, las redes subterráneas de movimientos sociales donde “se plantean nuevos problemas y preguntas, y en los que se inventan y ensayan nuevas respuestas” (Melucci, 1989:208). Se trata de territorios que habitualmente no vemos pero que no son imaginarios, están sucediendo aquí y ahora; es decir, son invisibles tan solo porque miramos de determinada manera, y lo que necesitamos son, por lo tanto, es cambiar de perspectiva. ¿Qué veríamos si nos situamos al interior de dichas redes?, ¿están sucediendo cosas que no podemos percibir con las categorías, los mapas y preguntas de que disponemos?, ¿cómo toman cuerpo esa otra política y esos protagonismos sociales emergentes?, ¿qué herramientas de análisis necesitaríamos para dar cuenta en nuestras investigaciones de estos procesos abiertos, de estas lógicas en movimiento?

En este trabajo intento responder a dichas preguntas a partir de una aproximación etnográfica a la red de Oficinas de Derechos Sociales (ODSs), un entramado de dispositivos que se creó en la segunda mitad de la década del 2000, pero que tenía su origen al interior de redes y comunidades de activismo que compartían una amplia trayectoria previa de proyectos e inquietudes comunes. Las ODSs surgieron, de hecho, a partir de la reflexión crítica que estas comunidades de activistas hicieron sobre determinados rasgos de sus propias prácticas; y esta genealogía particular, esta dimensión de largo recorrido en la que querían dejar de hacer lo que venían haciendo y ensayar algo diferente, es lo que convertía a esta red en un espacio privilegiado para trazar un mapa en el que observar y analizar, con cierta perspectiva, la aparición de lógicas políticas emergentes. Dicha red ponía en conexión experiencias presentes en diferentes ciudades (ver mapa en la página siguiente) cuyo objetivo era promover y dinamizar procesos colectivos de autoorganización contra la precariedad, buscando especialmente tejer alianzas –producir un común- entre precarios/as autóctonos/as y migrantes. Este era el contenido político de las ODSs, lo que hacían los diversos nodos que componen esta experiencia; sin embargo, para los y las integrantes de la red la característica más importante de su propuesta, aquello que definía su razón de ser, no

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era tanto dicho contenido sino lo que nombraban como: la experimentación en torno a las formas de hacer política.

Esta idea de las formas de hacer será central a lo largo de todo el proyecto. No remite a las técnicas concretas de organización o intervención de la red, sino a la manera de entender (imaginar y producir) la política; no es un programa cerrado, sino un estilo de trabajo abierto –en construcción- que se conecta con otras metáforas e imágenes que iremos desarrollando en los diferentes capítulos: una política sin manual, experimental, entendida y vivida como artesanía, una política de la vida cotidiana, del encuentro y la escucha, una política mestiza que busca explícitamente salir de los entornos y circuitos militantes y mezclarse con otras realidades y sujetos sociales, una política desde y hacia la autoorganización, y donde la investigación militante es parte fundamental de la práctica. Y estas imágenes son las formas de hacer que dan título a la investigación. Un estilo de trabajo que en cada momento y en cada contexto o territorio se declinará en herramientas o prácticas específicas, pero que son secundarias en relación al deseo de ensayar, producir y vivir otra política.

En este sentido, debe quedar bien claro desde el principio que mi trabajo no pretende analizar un episodio particular de movilización o protesta, ni es tampoco una etnografía de la actividades que se despliegan en el día a día desde las ODSs; sino que la práctica que observo es la experimentación en torno a las formas de hacer, las lógicas reflexivas a partir de las cuales a lo largo del tiempo se crean y se transforman los sentidos compartidos que serán los que activen las innovaciones –discursivas, organizativas, etc.- (de las que las ODSs serían un ejemplo) y que ponen en cuestión las maneras en las que se vienen pensando y estudiando los movimientos sociales.

A nivel metodológico, el trabajo de campo de la investigación tuvo lugar entre la primavera de 2008 y la primavera de 2012, incluyendo un total de 10 nodos de la red situados en Málaga, Zaragoza, Sevilla, Terrassa, Pamplona/Iruña, Barcelona y Madrid.

Como veremos, el proyecto está basado en el trabajo con materiales producidos por los y las integrantes de la red (informes internos, correos electrónicos, textos de reflexión publicados en diferentes formatos, etc.); en episodios de observación participante en múltiples contextos; y, fundamentalmente, en una primera fase de entrevistas en profundidad realizadas entre diciembre de 2009 y octubre de 2010, y una segunda fase

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de talleres de discusión y análisis colectivo, diseñados y elaborados junto y con los y las activistas de la red, y que se desarrolló entre 2011 y 2012.

Este mapa muestra las ciudades y los nodos que componían la red en el momento de la investigación.

Aparece también Granada, aunque no formaba parte de la red, porque es la ciudad en la que vivía y trabajaba mientras desarrollé este proyecto. Aquí podemos ver ya cómo ‘ODS’ era un nombre genérico, y en la red cada dispositivo se llamaba de una manera diferente; y observamos igualmente la conexión directa entre la mayoría de los nodos y diferentes centros sociales; estos elementos serán explicados en los capítulos iniciales, donde contextualizaré la creación y expansión de la red.

En relación al plano metodológico, es clave entender también que en este proyecto la preocupación y la experimentación en torno a las formas de hacer remiten, además de a las características de la red de ODSs, a mi propio proceso, mi búsqueda, como (aprendiz de) investigador. Y esto sucede a diferentes niveles. Por un lado, porque cartografiar lo emergente exige aprender a ponerse en movimiento con los movimientos, situarse al interior de estas redes para observar los procesos según se crean y se despliegan, seguir la construcción colectiva de las tramas de sentido –las nociones comunes- que orientan

(18)

y sostienen la acción. Y hacerlo además, y de ahí mi apuesta por la etnografía, sin sobre-codificar desde nuestras categorías los discursos de los sujetos con quienes trabajamos, sino abriendo el espacio necesario para que sean dichos sujetos, en este caso los y las activistas de las ODSs, quienes definan los sentidos de sus prácticas, y propongan y ordenen sus propios conceptos y categorías de análisis. Trazar este mapa en movimiento, intentar representar los desplazamientos y transformaciones de la red sin cosificarlos, ha sido un reto extraordinario.

A la vez, en la intersección entre lo epistémico y lo metodológico, las cuestiones del

¿para qué? y ¿para quién? de la investigación han sido centrales. Para mí era fundamental que este proyecto fuera útil, como resultado pero también como proceso, para las personas con quienes estaba trabajando; y para ello las preguntas a plantear tenían que ser –al menos parcialmente- compartidas: investigar junto y con (y no sobre) los movimientos sociales. Así, al afirmar su carácter reflexivo y su papel de productores de conocimiento, la relación establecida con los y las activistas de la red no han sido un vínculo entre un investigador y sus informantes, sino una relación entre compañeros/as epistémicos/as (Holmes y Marcus, 2008:84); y mi tarea ha sido intentar que este proyecto, mis formas de hacer, pudieran conectarse de manera útil y creativa con las reflexiones que ellos y ellas estaban desarrollando sobre sus propias formas de hacer.

Los talleres de la segunda fase del trabajo de campo respondían a este objetivo; abrir un espacio donde los diferentes nodos pudieran apropiarse del proyecto y donde fuera posible ensayar dinámicas de análisis compartido (Lassiter, 2005; Rappaport, 2008). Y creo que esta búsqueda es uno de los aportes más interesantes de mi investigación;

sobre todo porque esta dimensión colaborativa no estaba presente al inicio del proyecto, ha sido más un punto de llegada que un punto de partida, y se ha convertido en uno de mis aprendizajes más importantes. En ese sentido, a lo largo de los capítulos presentaré también una especie de ‘etnografía de mi etnografía’, donde iré narrando algunas de las tensiones y decisiones más destacadas en relación a esta dimensión metodológica.

A modo de síntesis, podríamos decir que este proyecto se estructura principalmente en torno a cinco ejes: 1) cartografiar la emergencia de lógicas y prácticas políticas novedosas, y la experimentación en torno a las formas de hacer desde los movimientos sociales; 2) observar el trabajo conceptual y discursivo en relación a la cuestión de la precariedad/precarización, y la puesta en marcha de dispositivos políticos que pudieran

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funcionar como herramientas para intervenir sobre dicho marco; 3) elaborar las preguntas y tensiones que se abren en torno a la posibilidad/dificultad de crear procesos y proyectos –territorios comunes- entre sujetos, racionalidades y experiencias sociales que no estaban en diálogo, ese deseo de una política mestiza, una política entre diferentes, que en el caso de la red de ODSs buscaba sobre todo construir alianzas entre precarios/as autóctonos/as e inmigrantes; 4) analizar la centralidad que tienen para estas comunidades de activistas la investigación, la auto-formación y la producción y circulación de saberes; y 5) reflexionar sobre los cuestionamientos epistemológicos y metodológicos en torno a la producción del conocimiento, y sobre la importancia de las propuestas colaborativas de investigación.

Desde estos ejes, he organizado la presentación de este trabajo a partir de dos bloques compuestos por cuatro capítulos cada uno; en el primer bloque sitúo epistemológica y metodológicamente la investigación, y presento y contextualizo a los sujetos –las redes activistas de larga duración, y los y las integrantes de los diferentes nodos- que protagonizan este proyecto; mientras que en el segundo bloque desarrollo la propuesta política de las ODSs, y exploro las lógicas y prácticas emergentes de la acción colectiva que vengo mencionando. El contenido de los capítulos es el siguiente.

En el primero delimitaré el para qué y para quién de este proyecto; y presentaré con ese objetivo la propuesta de las Epistemologías del Sur, la Sociología de las ausencias y la Sociología de las emergencias (Santos, 2005, 20061, 2009), que conforman la caja de herramientas teóricas que vertebran mi aproximación al análisis de la acción colectiva y que, como veremos, se centran en cartografiar la experiencia social que, estando presente, es producida activamente como inexistente, es decir, es invisibilizada. Trazaré también las coordenadas que definen mi propio lugar de enunciación, destacando aquellos elementos de mi trayectoria que permitan situar y entender los objetivos y la perspectiva de este proyecto. Contaré mi relación con los movimientos sociales (mi pertenencia, de hecho, durante muchos años a las redes de militancia en las que centro este trabajo), y mi conexión –poco ortodoxa, no lineal- con la academia, y cómo la intersección de estos dos planos ha afectado a la investigación, tanto a nivel de las preguntas planteadas, ¿por qué estudiar estas cuestiones, y por qué hacerlo de esta manera?, como de las decisiones tomadas a lo largo del proceso.

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Los dos siguientes capítulos son complementarios, su orden es incluso (relativamente) intercambiable. En el segundo presento a los y las integrantes de la red de ODSs con quienes realicé las entrevistas en la primera fase de trabajo de campo, seleccionando principalmente fragmentos de las narraciones donde se señalan los cruces entre sus trayectorias personales y de militancia. Este ejercicio servirá también, indirectamente, como un acercamiento inicial a: la genealogía de cada nodo; la propuesta política de la red; a cómo describen sus prácticas, lo que hacen y porqué lo hacen; a las relaciones entre los distintos nodos; la importancia de la investigación y la producción de saberes;

la centralidad del trabajo en torno a cuestiones de precariedad y migraciones/fronteras, etc. Por su parte, el objetivo del tercer capitulo, en conexión con lo anterior, es, por un lado, mostrar las características de las redes de activismo de largo recorrido en cuyo interior acabaron creándose los distintos nodos de la red de ODSs; y, por otro lado, contextualizar dichas redes en el marco de ciclos de protesta más amplios, algo que nos permitirá entender mejor sus planteamientos. Señalaré además, brevemente, algunas particularidades del sistema político español que, en gran medida, han venido determinado el campo y las formas de intervención de los movimientos sociales, y veremos como estas redes las interpretaban y respondían a las mismas.

En el cuarto capítulo detallaré el enfoque metodológico. Primero expondré mis críticas al modelo dominante de análisis de la acción colectiva en la academia –los estudios sobre movimientos sociales- y plantearé la necesidad de abrir nuevas perspectivas. En este modelo dominante la producción de conocimiento gira, mayoritariamente, en torno a los problemas, discusiones y preguntas internas de la propia subdisciplina, en una lógica autorreferencial que ha provocado que los estudios sobre movimientos sociales hayan perdido en gran medida su capacidad de conexión y diálogo con los movimientos sociales. Eso hace que, por un lado, estos enfoques presenten cierta rigidez a la hora de captar procesos emergentes, dinámicas que están en construcción; y, por otro lado, que profundicen por defecto las asimetrías que yo trato de problematizar: sujeto/objeto de investigación, teoría/práctica, saberes expertos/saberes menores, etc. En este contexto, expondré los elementos –la mirada diferente- que la antropología y la etnografía pueden aportar; y pasaré después a centrarme en explicar mi apuesta por las metodologías colaborativas que abren la posibilidad de pensar junto y con los movimientos sociales, situando en el centro de nuestros proyectos la cuestión de la relevancia de nuestras

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investigaciones para las personas con quienes trabajamos. Y finalmente detallaré las decisiones metodológicas tomadas, y las herramientas concretas empleadas en la producción de datos, haciendo especial énfasis en las entrevistas y en los talleres de análisis colectivo.

El quinto capítulo, que marca el paso al segundo bloque de la investigación, relata los primeros años de construcción de la red de ODSs, desde la creación de la primera Oficina de Derechos Sociales en Sevilla en 2004, hasta el ‘II Encuentro de ODSs’

celebrado en Madrid en la primavera de 2008 (fecha en la comenzaría mi trabajo de campo). A través de materiales producidos durante esos años por los y las integrantes de las ODSs, veremos cómo se fueron constituyendo los diferentes nodos y dispositivos; y también observaremos los motivos que, según las narraciones de los y las activistas, explicaban el crecimiento –la proliferación- de la red. Este relato nos permitirá además acercarnos de nuevo a las prácticas concretas que se ponían en marcha en cada nodo, y ver cómo se iban transformando; y nos ayudará a entender mejor qué son las ODSs, sin dejar de tener siempre en cuenta que no hay una definición común de este dispositivo (una decisión explícita y consciente, como veremos), y que la propia red se piensa y se nombra a sí misma como difusa.

El sexto capítulo analiza uno de los ejes conceptuales fundamentales para entender esta experiencia: el campo semántico precariedad/precarización/precariado. Veremos cómo a partir del análisis colectivo de sus propias vivencias cotidianas, los y las integrantes de la red fueron dando centralidad a estas nociones en sus prácticas (discursivas y materiales) en un momento aparentemente contra-intuitivo: los años del llamado

‘milagro económico’ español, y cómo al hacerlo estaban identificando con precisión tendencias que poco tiempo más tarde, y hasta el presente, iban a atravesar totalmente nuestro espacio social (nuestra vida). Desgranaré cómo los y las activistas entendían este eje conceptual; y cómo se materializaba en lógicas y herramientas de intervención concretas, de las que las Oficinas de Derechos Sociales son un ejemplo destacado. Y haré referencia también a la distribución diferencial de la precariedad/precarización, centrándome en el caso de las personas migrantes y, en particular, de los y las migrantes sin papeles, que serán un sujeto clave a lo largo de todo este trabajo.

En el capítulo siete señalaré de manera más sistemática las características de las formas de hacer que dan sentido a esta red, y que nos permitirán ver también de manera más

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clara las lógicas emergentes de la acción colectiva sobre las que vengo hablando.

Primero plantearé aquello de lo que las ODSs querían escaparse; y aquí trabajaremos a dos niveles: por un lado, el rechazo de la ‘vieja política’ de los actores tradicionales (partidos, sindicatos, etc.); pero por otro lado, a la vez, el cuestionamiento de muchos de los gestos presentes en las prácticas de los propios movimientos sociales. Así, la política de las ODSs nace a partir de una autocrítica profunda de las formas y lógicas de funcionamiento de los circuitos activistas, y desde una búsqueda colectiva por construir un estilo de trabajo diferente (otra política), algo que implicaba –necesariamente- salir de los entornos militantes más auto-referenciales y tejer lógicas de experimentación que pasaban por el encuentro con otros sujetos y experiencias sociales.

En un segundo momento veremos los rasgos más relevantes de esa otra política que las ODSs querían construir, que es justamente la dimensión que convertía a estas redes en un espacio privilegiado para cartografiar dinámicas emergentes. Me centraré en analizar cómo daban sentido a lo que hacían, cómo explicaban porqué lo hacían así y de qué manera iban transformando su hacer. En tercer lugar, hablaré de los principales puntos de tensión que fueron surgiendo al poner en marcha estos dispositivos, los bloqueos, las dudas o los límites más importantes; y resaltaré las discusiones que en relación a dichos bloqueos circulaban al interior de la red. Y aquí se abrirá otro plano importante: el contexto de impasse político que poco a poco fue imponiéndose con el despliegue de la crisis económica, política e institucional a partir de 2008, y que en el momento de realizar las entrevistas (las últimas fueron en el otoño de 2010) afectaba ya intensamente a las prácticas de las ODSs.

Y terminaré el capítulo mostrando las imágenes de futuro que los y las activistas tenían en relación a la red, un conjunto de narraciones que de alguna manera sirven como puente entre esa situación de impasse, que parecía paralizar las opciones de construir una política desde abajo en el contexto de crisis, y el momento –la discontinuidad, la ruptura radical- que se abrió en el marco de las movilizaciones de la primavera de 2011, que será el contenido que articule el siguiente capítulo.

El capítulo octavo analiza el impacto del acontecimiento/movimiento 15M sobre los distintos nodos de la red de ODSs. Veremos cómo los y las activistas interpretaban lo que estaba ocurriendo y cómo se situaban en el nuevo escenario. Y observaremos con especial atención las continuidades y discontinuidades, los puntos comunes y las

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diferencias que pueden trazarse entre las dimensiones que componían esas formas de hacer emergentes de la política de las ODSs, y el estilo de trabajo que atravesaba al 15M. Un contraste que servirá, de hecho, para refrendar la hipótesis inicial desde la que partía esta investigación, es decir, la transformación profunda en las lógicas de la acción colectiva. Veremos en este capítulo cómo muchos de los elementos que definían a estas redes, y que en el momento de iniciar mi trabajo aparecían como innovaciones que operaban a una escala aún muy minoritaria, muy periférica, al finalizar el proyecto eran completamente centrales y se estaban expresando de manera multitudinaria en las prácticas del 15M, el episodio de acción colectiva y construcción política desde abajo más importante en las últimas décadas en nuestro territorio. El 15M materializaba muchas de las intuiciones políticas de las redes en las que he centrado mi investigación, pero lo hacía a un ritmo, una velocidad y una dimensión mucho más amplias; lo que había sido una anomalía, devenía ahora en las calles y plazas el sentido común compartido por muchos y muchas. De ese modo, podría decirse que la propia realidad desbordó mi proyecto, y que ése es justamente uno de los elementos más interesantes de esta investigación.

Por otro lado, este capítulo va a tener también gran relevancia a nivel metodológico, ya que recoge los talleres de análisis colectivo desarrollados entre la primavera de 2011 y la primavera de 2012 (fecha de cierre del trabajo de campo) en diversos nodos de la red de ODSs. El acontecimiento/movimiento 15M coincidía así en el tiempo con el giro colaborativo en el proyecto, y es la intersección de estos dos planos lo que narraré con detalle: el cruce entre la experimentación en torno a las formas de hacer propia de los movimientos –la pregunta sobre cómo construir otra política- y la experimentación en torno a las formas de hacer investigación junto y con los sujetos con quienes trabajamos.

En ese territorio incierto, siempre en construcción, que he habitado y recorrido estos años como una experiencia apasionada y apasionante, es donde se despliega este proyecto.

         

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Agradecimientos.

En primer lugar, por supuesto, a toda la gente de la red de ODSs que en Málaga, Terrassa, Madrid, Barcelona, Iruña, Sevilla y Zaragoza han hecho posible esta investigación. A quienes ya conocía desde hace mucho, y a quienes he tenido la suerte de conocer a lo largo de este proceso/proyecto; gracias (una y mil veces) por vuestra confianza, por vuestra amistad y por todo lo compartido en este tiempo.

Ojala podáis reconoceros en estas páginas; ojala haya sabido transmitir la ilusión, la pasión, la inteligencia política y la honestidad que me he encontrado durante estos años en cada uno de los nodos de estas redes enredadas.

Ha sido una belleza compartir con vosotros y vosotras esta aventura y este aprendizaje, seguiremos conversando (caminando y preguntando, siempre).

A mis directoras de tesis, Aurora y Carmen.

Alguna vez hemos bromeado diciendo que nuestra relación ha sido tan heterodoxa que habría sido interesante grabar nuestras reuniones, y usar el material en la investigación,

¡deberíamos haberlo hecho!

Gracias, Aurora, por haberte animado a compartir esta locura cuando te lo propuse hace ya tanto tiempo. Aún me acuerdo: lo primero que me preguntaste fue que para qué quería yo hacer una tesis, y empecé a balbucear. Ahí seguimos. Gracias, sobre todo, por tu presencia constante en este último empujón; si no hubiera sentido tu apoyo de manera tan sólida, este final habría sido infinitamente más difícil. Ojala guardes un recuerdo bonito de tu primera tesis dirigida.

Gracias, Carmen, porque cuando llegué a Granada y volví a la universidad, confiaste en mí sin apenas conocerme. Ya van muchos proyectos compartidos y disfrutados desde entonces, y ojala haya muchos más. Gracias por haber acompañado este proceso.

Un abrazo a las dos.

A todas las personas que de una u otra forma participaron entre 2009 y 2011 en los seminarios, talleres y jornadas que organizamos desde la iniciativa ‘Diálogos entre ciencias sociales y movimientos sociales: miradas, preguntas, (des)encuentros’, un bonito intento de pensar y habitar la universidad y la investigación de otras maneras.

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A la gente que he tenido la suerte de encontrarme en el Departamento de Antropología Social y en el Laboratorio de Estudios Interculturales de la UGR; en especial a Sandra Gil, con mucha admiración y mucho cariño. También a los y las integrantes del proyecto Etnografiando Prácticas de Resistencia2, por sus comentarios, críticas y sugerencias a varias partes de este trabajo; y en especial a Amets Suess y Mapi Tudela, un abrazo enorme.

Y a quienes supervisaron las estancias de investigación que realicé en este periodo. A Catherine Walsh, en la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito, en Ecuador, cuyo enfoque decolonial de la interculturalidad permea este trabajo. A Boaventura de Sousa Santos, en el CES de la Universidad de Coimbra, en Portugal, que me permitió asistir a sus cursos de doctorado, y su influencia es más que evidente en esta investigación. Y a Javier Auyero, en la Universidad de Texas – Austin, en Estados Unidos, por las muchas conversaciones que tuvimos sobre el estudio de los movimientos sociales pero, sobre todo, por su cercanía y generosidad; si alguna vez tengo que tutorizar o supervisar a alguien, ya tengo un modelo en quien fijarme, lo digo en serio, muchas gracias.

A toda la gente amiga que me ha acompañado/soportado en los momentos de euforia, y que ha sufrido mis ratos de desesperación –que también los ha habido- a lo largo de esta tesis. A Mon, a María, a Jabi, a Adri, a mi vecina Martita y mi vecino Carlos, a Cris, a Nacho, a Luis, a Juan, a Marco, a Rebeca, a Lana. A Isa, por el placer de lo compartido.

Y a Tania, por supuesto, por la aurora boreal.

Un abrazo enorme, con mucho corazón; ojala que ahora que recupero un poco de mi tiempo me dejéis vivirlo con vosotros y vosotras.

Sin duda, a mi familia. Por miles de razones.

Sin la ayuda de mi padre, Alejandro, y de mi madre, Antonia, no habría podido terminar este proyecto (una tesis sobre la precariedad hecha desde la precariedad), con su esfuerzo me han sostenido económicamente durante los últimos meses, y no tengo palabras ni gestos suficientes para agradecérselo. A mi hermano Alejandro, a mi hermana Toñi y a mi hermana Viki (una campeona, una valiente). A mis cuatro sobris                                                                                                                

2 Proyecto del Plan Nacional de I+D+I del Ministerio de Ciencia e Innovación: "Etnografiando Prácticas de Resistencia. Escenarios, Eventos y Narrativas en la Construcción de Ciudadanía" (REF.: FEM2009- 10982). Dirigido por la Dra. Carmen Gregorio Gil, Dpto. de Antropología Social de la UGR.

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que son una maravilla: Alex, Sergio, y sobre todo Alicia y Mario, que se han convertido en una parte muy importante de mi vida, ¡qué ganas tengo de veros!

Ojala no hubiera sido necesario, pero el amor, la lucidez y la fuerza con la que nos hemos cuidado juntos en los momentos de dolor y tristeza por los que hemos pasado como familia son toda una lección de vida. Un abrazo fuerte.

A Amanda, Águeda, Nayra y Sergio. Por todo, por estar ahí, por lo vivido y por lo que vendrá. Gracias, siempre, ¡por vuestra culpa mi vida ha sido y es muy bonita!

Sergio además, el insensato, se ha leído todo este trabajo según iba escribiendo, regalándome comentarios que lo han hecho mucho mejor de lo que era. Nuestra amistad, más de veinte años ya, se cruza con la mayoría de los caminos que narro en esta tesis, así que ver cómo a veces se emocionaba con lo que leía daba más sentido a un proceso que a menudo es terriblemente solitario, ¡tu ilusión me daba las fuerzas que necesitaba para seguir!

Os dedico cada palabra de estas páginas.

 

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1ª Parte.

Situando la investigación.

La política de localización significa que el pensamiento, el proceso teórico, no es abstracto, universalizado, objetivo ni indiferente, sino que está situado en la contingencia de la propia experiencia y, como tal, es un ejercicio necesariamente parcial. En otras palabras, la propia visión intelectual no es una actividad mental desincardinada; antes bien, se halla estrechamente vinculada con el lugar de la propia enunciación, vale decir, desde donde uno realmente está hablando.

Braidotti, Rosi (2004:15)

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CAPÍTULO 1

COORDENADAS PARA LEER UN MAPA EN MOVIMIENTO

En las primeras semanas de marzo de 2008 entregaba el informe final de un proyecto en el que había estado trabajando durante los meses anteriores, me montaba en un tren en Madrid y llegaba de madrugada a Coimbra, donde me quedaría hasta julio realizando una estancia de investigación que marcaba la línea de salida de este trabajo. En la residencia de estudiantes en la que iba a pasar los primeros días, hasta que pudiera encontrar una habitación para alquilar en la ciudad, la recepción estaba cerrada a esas horas así que no tuve más opción que buscar algún portal que estuviera abierto para resguardarme del frío de los últimos días del invierno. Me eché a dormir en el primer hueco que encontré, apoyándome sobre mi mochila y tapándome con una manta que me había llevado del tren -y que sigo teniendo en mi casa- confiando en que pronto amanecería, hasta que un grupo de muchachos y muchachas de Cabo Verde que volvían de fiesta entraron en el portal, me vieron tumbado en el suelo y empezaron a hablarme, diciéndome entre palabras y gestos que en su piso había una habitación libre y que si quería podía subir a dormir en una cama de verdad. Repetí varias veces obrigado (mi portugués todavía no daba para más) y algunas horas más tarde me despertaba bien descansado, me despedía de la gente que fui encontrando por la casa, y salía a la calle entusiasmado, con la sensación vibrante de estar comenzando un proyecto que me ilusionaba.

Pocos días antes de tomar ese tren comencé a preparar un documento que acabaría siendo algo parecido a mi diario de investigación, donde he ido apuntando resúmenes de lecturas, ideas sobre el diseño del proyecto, comentarios y sugerencias de mis tutoras de tesis, notas del trabajo de campo y también el torbellino de emociones que acompañan a un proceso como éste, en el que uno/una se mueve en zigzag entre la alegría y la frustración, entre la ansiedad y la euforia. El nombre del documento era: Diario de un

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viaje (investigación/aprendizaje) que serán muchos viajes (caminar preguntando); y bajo el título incluía un pequeño fragmento de un poema de André Bretón: “Consulto una guía de ferrocarriles; los nombres de ciudades han sido sustituidos por nombres de personas que me tocan muy de cerca. ¿Iré a A, regresaré a B, me desviaré hacia X?”. En aquel momento, hace ya más de cinco años, no podía imaginar lo acertada que era la elección de esas palabras, lo mucho que se iban a parecer a las tonalidades y preguntas que han atravesado y dado forma a esta investigación. Es el mapa de esos trayectos –los recorridos de ida y vuelta, los paisajes y estaciones, los vaivenes de un proceso que siempre parece inacabado/inacabable- lo que quiero compartir en este capítulo.

Presento a continuación las imágenes que conforman el armazón de ese viaje, el posicionamiento teórico y epistemológico del que parto, dando así las claves que permitan situar mi lugar de enunciación como investigador, y explicando qué es lo que he hecho, por qué y para qué. Lo que voy a mostrar ahora es un collage, y las conexiones entre las diferentes líneas que se cruzan se irán desarrollando con mayor claridad y precisión a lo largo de los capítulos posteriores.

1.1 Puntos en el mapa. Investigar, ¿para quién?, ¿para qué?, ¿desde dónde?

El movimiento se produce siempre a espaldas del pensador o en el preciso instante en que parpadea. [...] Las preguntas tienden generalmente hacia un futuro (o un pasado). El futuro de las mujeres, el futuro de la revolución, el futuro de la filosofía, etc. Pero mientras tanto, mientras que uno anda a vueltas con esas preguntas, hay devenires que actúan en silencio, que casi son imperceptibles.

Gilles Deleuze y Claire Parnet / Diálogos

Me gusta más escuchar que hablar/escucharme, por eso me seduce la antropología, y por eso me resulta apasionante investigar: hay un tono muy particular, fascinante, en el vínculo que puede llegar a crearse –aunque no siempre ocurra- durante una entrevista, un taller o una discusión en grupo, incluso con gente con la que ese momento de la investigación es y será el único elemento común, pero con más razón aún en un proyecto como éste en el que como explicaré más adelante trabajo a partir de relaciones personales de largo recorrido. Decía Auyero (2004:268) que el secreto de una buena etnografía está, en gran medida, en el deseo de aprender de las vidas de los demás; y mi inercia sería quedarme ahí, en ese aparente desorden, leyendo, preguntando, escuchando. Pero no hay etnografía sin escritura, sin organizar una narración a partir de

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esos discursos, imágenes y metáforas que son la materia prima con la que trabajamos, y que siempre serán más complejos que lo escrito. Como señalaba Bourdieu, el trabajo de campo es “una labor de construcción de una representación de la realidad social”

(2007:163)3, y por esta razón hacer explícitos los criterios y mecanismos desde los que organizamos nuestra narración, mostrar la micro-política de esa construcción de representaciones, es parte fundamental de nuestra tarea como científicos y científicas sociales. El argumento es sencillo: las decisiones metodológicas se derivan de posturas epistemológicas, que guardan a su vez relación con nuestras trayectorias vitales e intelectuales. Somos historia hecha cuerpo4, y estamos situados y situadas en algún punto (móvil, ni cerrado ni definitivo) al interior de tramas complejas de relaciones sociales; es por ello que Abu-Lughod nos recordaba que “toda visión es una visión desde algún lugar, y todo acto de enunciación una enunciación desde algún sitio”

(1991:141)5, poniendo el énfasis en la necesidad de reflexionar en torno al lugar o lugares desde donde miramos (escuchamos, pensamos, sentimos, escribimos) y, por lo tanto, sobre lo que podemos ver y lo que no. En este marco, reconocer las coordenadas de las que partimos, nuestra localización específica dentro del campo de relaciones y tensiones que constituyen la práctica de la investigación, ayuda a contextualizar y entender nuestras preguntas, bloqueos y decisiones, y permite abrir nuestra narración a otros sujetos y discursos que puedan desafíarla: exponernos para defender lo hecho y para responsabilizarnos por lo dicho.

En mi caso, realizar ese ejercicio conlleva explicar el cruce de tres dimensiones que van a estar presentes a lo largo de todo este proyecto: una académica, una política y una tercera vinculada a mi propia trayectoria vital. Cada una de ellas contiene matices específicos, pero estas dimensiones no pueden entenderse por separado; diferenciarlas solo tiene sentido como un intento de ganar claridad explicativa, pero en la práctica, en la materialidad de la investigación están íntimamente entrelazadas en cada momento del

                                                                                                               

3 En inglés en el original: “a work of construction of a representation of social reality”. La traducción es mía.

4 Como afirmaba Bourdieu: “La historia está inscrita en las cosas, es decir, en las instituciones (las máquinas, los instrumentos, el derecho, las teorías científicas, etc.), así como en los cuerpos. Todo mi esfuerzo se dirige a descubrir la historia allí donde ésta mejor se esconde, en los cerebros y en los pliegues del cuerpo” (2003:74).

5 En inglés en el original: “every view is a view from somewhere and every act of speaking a speaking from somewhere”. La traducción es mía.

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proceso, y es su interrelación la que delimita el conjunto de objetivos de este trabajo y las decisiones tomadas durante el mismo.

La dimensión académica viene marcada por las preocupaciones epistemológicas, metodológicas y teóricas en relación al objeto de estudio. Si asistimos a una mutación de algunas de las prácticas y los presupuestos de la acción colectiva, ¿nos sirven los mapas disponibles para aproximarnos a fenómenos que implican una ruptura -una asimetría- con lo ya conocido?; los conceptos y categorías que tenemos y desde los que miramos, ¿nos permiten leer con lucidez las dinámicas y los procesos emergentes?;

¿qué enfoque metodológico sería el más adecuado para esta tarea de cartografía, y por qué? Y a través de estas preguntas, ¿cómo dialoga mi investigación con los debates actuales en torno a la etnografía y a las transformaciones del trabajo de campo?, ¿cómo responde a los cuestionamientos dirigidos hacia las lógicas de representación, y qué otros modelos propone?, ¿cómo entiende la producción de conocimiento en las ciencias sociales y, en concreto, en la antropología?; y, en definitiva, ¿es posible desplegar una investigación ‘junto y con’ y no ‘sobre’ los movimientos sociales?, ¿desde qué desplazamientos epistemológicos y con qué propuestas y herramientas metodológicas podría pensarse ese tipo de investigación?, ¿qué tensiones situaría en el centro de nuestros proyectos?

La segunda dimensión, de carácter político en el sentido más amplio del término, está subdividida a su vez en diferentes planos. A nivel general mi investigación se sitúa dentro de la tradición de aquella ciencia social que como planteaba Wacquant (2001:83) intenta unir la crítica epistemológica –el cuestionamiento de las formas establecidas de pensamiento- y la crítica social –el cuestionamiento de las relaciones sociales y políticas que articulan la vida colectiva en un momento y un lugar determinado-; y que no se queda en el análisis de las lógicas o los dispositivos de control o captura, sino que busca señalar líneas de fuga, posibilidades de pensar y vivir de otras maneras, y que lo hace, además, desde la cartografía de y el diálogo con experiencias concretas y sus prácticas situadas.

En otro nivel, esta dimensión política nace de la necesidad y el deseo de sentir que este proyecto, más allá de servirme a mí como aprendizaje y rito de paso dentro del campo académico, forma parte de las múltiples conversaciones que están teniendo lugar sobre cómo articular formas de investigación que sean útiles para los sujetos con quienes

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trabajamos. Esta afirmación no esconde ningún proyecto normativo: la relevancia no puede definirse por fuera de cada situación específica; pero sería deseable que cada investigador o investigadora tuviera presente –sin dogmatismos- las cuestiones de para qué y para quién sirven los proyectos que desarrollamos. Así, hacia fuera de la academia el deseo obvio es que la investigación resulte útil para los movimientos sociales; habitualmente esto se materializa a través de un texto-herramienta (o de un conjunto de ellos) que da a conocer una experiencia, que visibiliza prácticas, y genera o alimenta debates relevantes para los y las activistas, sin olvidar que hacer propaganda y hacer una investigación no son la misma cosa y no deberían confundirse. Pero, sin menospreciar esta noción del texto-herramienta, a mí me interesa más pensar –y ha sido una pregunta fuerte a lo largo de estos años- cómo lograr que la investigación sea útil como proceso, y no únicamente como libro o informe final. Y aquí creo que la utilidad no pasa porque el investigador o investigadora ‘enseñe’ algo a los y las activistas sobre lo que tienen o no tienen que hacer, como si siguiéramos pensando que hay alguien que sabe, que siempre seremos nosotros, y que debemos transmitir ese saber a alguien que no lo tiene, que siempre serán los otros: los movimientos sociales, los y las migrantes, o cualquier grupo social construido y tratado como objeto. Hacer posible la relevancia, darle cuerpo, pasa en todo caso por afirmar la reflexividad y el carácter de sujetos productores de conocimiento de las comunidades con quienes trabajamos, e intentar que nuestras investigaciones se conecten –se recombinen- de un modo creativo y productivo con sus propias conversaciones; así, como señalaba Juris, “el conocimiento etnográfico producido de manera colaborativa busca facilitar procesos de (auto)reflexión activista que ya están en marcha en relación a los objetivos, las tácticas, las estrategias o las formas organizativas de un movimiento” (2007:165)6. Esta idea implica pensar junto y con actores sociales que no se corresponden ya con la figura clásica del informante, sino con esa imagen que Holmes y Marcus (2008) han denominado como epistemic partners -compañeros epistémicos- en un desplazamiento que nos obliga a discutir, negociar y articular intereses y definiciones que sean -al menos parcialmente- compartidos en relación al diseño y desarrollo de la investigación. En el capítulo metodológico mostraré mis propuestas en relación a la relevancia, así como las ideas y demandas que en ese                                                                                                                

6 En inglés en el original: “rather than generating sweeping strategic and/or political directives, collaboratively produced ethnographic knowledge aims to facilitate ongoing activist (self-)reflection regarding movement goals, tactics, strategies, and organizational forms”. La traducción es mía.

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sentido han planteado los y las activistas de la red de Oficinas de Derechos Sociales, además de las decisiones concretas que he/hemos ido tomando y el impacto que han tenido sobre este trabajo. Pero quiero insistir en que no estoy sugiriendo ‘la manera correcta de hacer las cosas’; mi propuesta es mucho más flexible: no dejar de hacernos ciertas preguntas, escuchar mucho, y tomarse en serio otras posibilidades, otras experiencias y otras maneras de hacer investigación. Mucha gente lleva haciendo esto mucho tiempo.

Por otro lado, hay también en esta dimensión un conjunto de elementos que se proyectan hacia el interior de la academia. Como afirmaba Scheper-Hughes, “como científicos/as sociales (no revolucionarios/as sociales) la crítica implica para nosotros/as no tanto una lucha práctica sino una lucha epistemológica. Y aquí el campo en disputa es la propia antropología” (1993:172)7. Las opciones que tomamos en nuestros trabajos están atravesadas de intensidades éticas y políticas, y por lo tanto tienen consecuencias;

y ésta no es una inquietud menor, la investigación no solo lee un mundo que está ahí afuera, esperando a ser descrito, ¡la investigación construye mundos!, y no es lo mismo un mundo que otro, así que no es igual el tipo de respuestas que demos a nuestras preguntas, y ni siquiera es igual el tipo de preguntas que nos hagamos. Siendo más explícito: interrogarse sobre qué tipo de ciencia social estamos haciendo o queremos hacer no es interrogarse únicamente sobre maneras posibles de trabajar, es preguntarse directamente sobre nuestro modo de vivir y relacionarnos con el mundo. Reflexionando en torno a estas cuestiones Law planteaba que:

El método está relacionado con el trabajo, y con las maneras de trabajar, y con las maneras de ser y estar. [...] Mi esperanza es que sepamos aprender a vivir de una manera menos dependiente de los automatismos. Vivir más en y a través de un método lento, o un método vulnerable, o un método calmado. Método múltiple. Método modesto. Método incierto. Método diverso. Esos son los sentidos del método que espero ver crecer en las ciencias sociales y más allá. (2004:10)8

                                                                                                               

7 En inglés en el original: “as social scientists (not social revolutionaries) critical practice implies for us not so much a practical as an epistemological struggle. Here the contested domain is anthropology itself”.

La traducción es mía.

8 En inglés en el original: “Method goes with work, and ways of working, and ways of being. [...] My hope is that we can learn to live in a way that is less dependent on the automatic. To live more in and through slow method, or vulnerable method, or quiet method. Multiple method. Modest method.

Uncertain method. Diverse method. Such are the senses of method that I hope to see grow in and beyond social science”. La traducción es mía.

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Llego así a la tercera dimensión, vinculada con mi propia trayectoria y que sirve para entender la recurrencia de ciertas preguntas. Nací en Madrid en 1972, cumpliré cuarenta y un años mientras escribo esta tesis, así que –felizmente- me ha dado tiempo de hacer muchas cosas. Para explicar/situar este proyecto importan más las discontinuidades que su contrario, y no solo por la información que dan sobre mi posición como (aprendiz de) investigador, sino porque la discontinuidad va a ser una imagen común a lo largo de mi trabajo, protagonizado en gran medida por una generación –de la que soy parte- que ha crecido entre dos mundos, uno que ya no existía más, y otro que aún no existía del todo.

Estudié sociología en la Universidad Complutense en la primera mitad de los 90, y hasta ese momento no había participado en ningún proceso asociativo ni había tenido contacto alguno con movimientos sociales, compartiendo una experiencia bastante común para quienes crecimos en barrios de la periferia metropolitana, creados como respuesta a las migraciones internas de los años 60 y en los que no había tradición de movilizaciones. En ese contexto no es que tomáramos la decisión de no participar, sino que la opción de participar simplemente no estaba presente, no tenía nada que ver con nuestro mundo de vida9, ¿cómo echar en falta algo que ni siquiera sabes que puede pasar? Así que la universidad fue mi espacio de politización, principalmente a través de amistades que hicieron de nexo entre mundos; recuerdo sobre todo lo que pasaba fuera de las clases, las conversaciones constantes, la experimentación, la ingenuidad, los descubrimientos y conexiones que fueron haciendo cambiar mi mirada –mi manera de estar en el mundo- de forma decisiva. Aquella época coincidió con los años fuertes de la campaña de insumisión al servicio militar obligatorio, un movimiento de desobediencia civil que para mucha gente (entre la que me incluyo) supuso, sobre todo, una afirmación intensa de la vida -del querer vivir- que pasaba por negarnos totalmente a participar en aquello que rechazábamos, en este caso el ejército y sus lógicas. Esa experiencia se combinó con muchas otras, y con decisiones y encuentros de los que cambian trayectorias, pero no tiene sentido aquí entrar en tanto detalle; si menciono ese episodio                                                                                                                

9 Como señala Funes: “la explicación de la participación nos proporciona pistas consistentes sobre su contrario, la no participación, que es obviamente más que mayoritaria. [...] No participan aquellos para quienes la implicación en una asociación no forma parte de sus referentes vitales, ni se encuentra entre las variantes sobre las que deciden cómo organizar su vida. Cada sujeto vive en un contexto comunicativo preciso del que recibe los estímulos para actuar; pero recibe también sus limitaciones. En suma, cada sujeto selecciona sus actividades, como si dijéramos, «entre las disponibles». Si en ese ámbito de comunicación los marcos de referencia (nivel cognitivo) y las personas subjetivamente significativas (nivel afectivo) son ajenos a cualquier acción colectiva, será difícil que actúe.” (2006:321)

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es porque de alguna manera condensa lo que para mí significaron y significan los movimientos sociales: un proceso totalmente colectivo, y a la vez profundamente personal y singular, de aprendizaje y de multiplicación de lo posible y de lo pensable, una problematización creativa de lo que hasta ese momento aparecía como ‘normal’.

Para muchos de nosotros y nosotras, además, este recorrido no vino marcado por claves ideológicas cerradas sino por momentos muy vivenciales, que pasaban por el cuerpo, que ponían el cuerpo en el centro de la política.

Pero a la vez, mientras tanto, mi experiencia dentro de las aulas no acompañaba este entusiasmo; los buenos profesores y profesoras fueron excepciones, y lo común era el tránsito aburrido de una exposición mediocre a la siguiente. Acabé la carrera pensando y sintiendo que la universidad era un lugar donde te robaban el deseo de aprender; y sé que es un espacio muy diverso, en el que hay mucha gente trabajando con pasión, compromiso e inteligencia para sacar adelante experiencias muy interesantes, pero no sería honesto decir que mi vivencia fue buena, mis recuerdos no son alegres. Así que al terminar, en 1996, di por cerrada –creía que para siempre- mi relación con la academia y empecé a dedicarme a otras cosas, que sobre todo tenían que ver con la educación no formal, un contexto donde el vínculo entre el aprendizaje y el activismo, lo singular y lo común, seguía siendo apasionado y apasionante. Una vez fuera de la facultad estuve ligado también a espacios de auto-formación creados desde los movimientos sociales, experiencias colectivas en las que la reflexión se abría en una multitud de seminarios, talleres y encuentros desde los que intentar pensar lo que estaba pasando, lo que nos estaba pasando. No había separación entre los saberes que nos preocupaban y nuestra vida, y queríamos intervenir en el mundo desde las vivencias cotidianas, lo que nos pasaba (o no nos pasaba) en el ámbito del trabajo, en la universidad, en la ciudad, tratando de entender las conexiones de esas situaciones cotidianas con procesos que sucedían en otras escalas. La teoría –el pensamiento- era una caja de herramientas, retomando la imagen foucaultiana; las fronteras disciplinarias no nos interesaban demasiado e intentábamos poner en diálogo saberes producidos desde localizaciones muy distintas: caminábamos preguntando con y desde el zapatismo, el movimiento de movimientos, los feminismos, o la multitud de experiencias que nos llegaban desde muchas partes; devorábamos todo aquello que nos ayudaba a pensar lo que nos pasaba de manera más compleja, y sobre todo, lo que nos servía para luchar de manera más

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