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EL MAR

EN LOS SIGLOS

M?D RNOS

(2)

Tomo I

Edición:

ISIDRO DUBERT

HORTENSia SOBRADO CORREA

Santiago de Compostela, 2009

XUNTA DE GALlCIA

(3)

Tomo I

Isidro Dubert, Hortensia Sobrado Correa (ed.) Santiago de Compostela

XUNTA DE GALlCIA Nº de páxinas: 624 17 x24 cm.

indice: páxinas5-8

ISBN Tomo 1: 978-84-613-0646-6

ISBN Obra Completa: 978-84-613-0642-8 Depósito legal: C944 - 2009

Materia: 94: Historia da Idade Media e Moderna en xeral.

Edición

XUNTA DE GALlCIA Conselleria de Innovación e Industria, Dirección Xeral de Turismo SA de Xestión do Plan Xacobeo

© Os autores

© XUNTA DE GALlCIA

Editores deste volume Isidro Dubert

Hortensio Sobrado Correa Coordinación da obra

Manuel-Reyes García Hurtado Ofelia Rey Castelao

Domingo L. González Lopo Imaxe da cuberta:

Claudio de Lorena, «A sea port, with a market on shore, and magnificen! buildings adjoining».

Procede deLiber veritatis, ora collection

01

two hundred prints after the original designs

01

Claude le Lorrain... ,London,

J.

Boydell, 1777.

Imprime:

Lugami Artes Gráficas Infesta, 96

15300 Betanzos (A Coruña)

Reservados todos os dereitos. Nin a totalidade nin parte deste libro pode reproducirse ou transmitirse por ningún procedemento electrónico ou mecánico, incluíndo fotocopia, gravación magnética ou calquera a1macenamento de información e sistema de recuperación, sen o permiso previo e por escrito das persoas titulares docopyright

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Factores de desarrollo demográfico en la España costera: el papel del mar

José Manuel Pérez García

Universidad de Vigo

Una de las fechas quizás más significativas de la evolución demográfica de la España Peninsular se encuentra a finales del siglo XVI, cuando cerramos la fase expansiva de la mencionada centuria. El Censo de 1591 y un buen elenco de archivos parroquiales han per- mitido establecer por entonces una clara dualidad: a) de un lado la España Interior y Meridio- nal que representaba el 70% del territorio y que englobaba a casi los 2/3 de la población con una de las tasas de urbanización más altas de Europa

1

; b) del otro la España Periférica, que con el restante 30% acumulaba un poco más de la tercera parte de los habitantes con una población urbana entonces poco apreciable

2

. Desde entonces la situación se invierte de ma- nera que a mediados del siglo XVIII la España Periférica reunía a más de la mitad de la población española peninsular después de acumular fuertes crecimientos, mientras que la Espa- ña Interior perdía efectivos y esto se acompañó de una evolución urbana también invertida

3

.

1 Entonces España tenía el 11.4% de su población en núcleos de más de 10.000 habitantes y de las 37 ciudades que superaban esta cota nada menos que 33 se ubicaban en este territorio interior. Datos de A.

MARCOS MARTÍN, «Espacio y población: movimientos demográficos, densidades humanas y concen- tración urbana en la España Moderna», IV Congreso de Estudios Medievales, 1995, pp. 370-71.

2 Por entonces en la España del Norte no había un solo núcleo que alcanzase los 10.000 habitantes y en el litoral mediterráneo y meridional atlántico sólo contamos con cuatro. Para la primera demarcación vid.

J.I.FORTEA PÉREZ, «Las ciudades de la Corona de Castilla en el Antiguo Régimen». Boletín de la ADEH, 1995, Apéndice Estadístico.

3 La crisis demográfica de la España Interior en el siglo XVII afectó sobre todo a su red urbana provocan- do, en palabras de A. Marcos, una desurbanización sin parangón en Europa. Sin embargo, la euforia demográfica de la España del Norte apenas tuvo reflejo en su red urbana costera, de manera que hacia 1700 ninguna de sus ciudades se aproximaba ni de cerca a los 10.000 habitantes y todavía en 1752 ninguna los alcanzaba. Vid. R. LANZA GARCÍA, «L’urbanisation du nord de l´Espagne à la fin de l’ancien Régime». En G. SALIPIN, Villes atlantiques en l’Europe occidentale du Moyen Âge au XXe au XXe siècle. Univ. Rennes, 2002, pp. 118-20. La única zona en ganar un notable protagonismo urbanístico fue el litoral andaluz meridional y la costa mediterránea. En 1600 sólo cuatro ciudades litorales supera- ban con claridad los 10.000 habitantes pero un siglo después su número ya se elevaba a once.

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El análisis pormenorizado de esta evolución será el objetivo básico de esta ponencia, pues consideramos que aún no está suficientemente estudiado el protagonismo de nuestras locali- dades y ciudades costeras en este cambio.

Dejamos pues de lado aquellos aspectos que están ya bien tratados y sobre los que esta ponencia no podría ofrecer otra cosa que un más o menos logrado estado de la cuestión. Así sucede con los trazos específicos de las demografías urbanas en general (predominio femeni- no, matrimonio precoz femenino frente al más tardío masculino, alto celibato de ambos sexos, alta mortalidad, tasa de reproducción negativa, etc.) y de las ciudades marítimas en particu- lar

4

. Tampoco analizaremos aquí las estructuras familiares propias de las zonas urbanas

5

ni siquiera de las localidades o villas marineras

6

por contar con trabajos específicos e incluso se ha estudiado a fondo la relación entre las lógicas familiares relacionadas con la emigración

7

. Por lo demás disponemos para la España del Norte y Noroeste de recientes sintetizaciones que nos invitan a no abordar esta interesante problemática

8

.

Nuestros esfuerzos se han concentrado pues en el análisis específico de las dinámicas demográficas de nuestras localidades y villas costeras donde la presencia y protagonismo de las gentes del mar era muy desigual y pocas veces dominante como podemos apreciar en la siguiente tabla en la que tratamos de acercarnos al peso de las gentes del mar con relación a su volumen de vecinos:

4 Para el caso urbano gallego remitimos a A. EIRAS ROEL, «A propos de la démographie urbaine d’Ancien Régime: l’exemple des petites villes de la Galice traditionelle». En Mesure et comprendre. Mélanges offerts à Jacques Dupâquier. Paris, 1995, pp. 399-410. Más recientemente el Prof. Eiras ha analizado también el caso de Cádiz y los atípicos de Ferrol y Cartagena, que ejemplifican muy bien a nuestras ciudades marítimas, en «Demografía rural en la España Moderna: evolución, variantes y problemas». En F. ARANDA PÉREZ, El mundo rural en la España Moderna. Cuenca, 2004, pp. 28-31.

5 Así para la villa de Pontevedra contamos con el análisis que hace C. FERNÁNDEZ CORTIZO, «Estructura y composición del grupo doméstico en medio urbano: Pontevedra a mediados del siglo XVIII». En Jubilatio.

Homenaje a D. Manuel Lucas y a D. Ángel Rodríguez. Univ. Santiago, 1987, pp. 297-312. Esta hegemonía nuclear que caracteriza a los núcleos urbanos del Norte es similar al que encontramos en las ciudades mediterráneas como sucede en Valencia donde el 73% de las familias lo eran. Vid. DIEZ RODRÍGUEZ, Viles y mecánicos. Trabajo y sociedad en la Valencia preindustrial, Univ. Valencia, 1990, pp. 17-18.

6 Las villas marineras se caracterizan por su pequeño tamaño y la amplia presencia de jefaturas femeninas que pueden aproximarse al tercio de los hogares. Vid. S. RIAL GARCÍA, Las mujeres en las Comunida- des Marítimas de Galicia durante la Época moderna: una biografía colectiva. Alcalá de Henares, 2005, pp. 24-26.

7 Sobre las relaciones entre las familias troncales rurales sumergidas en una «dinámica de expulsión» y las áreas urbanas que actúan como auténticas válvulas de escape para aquéllas remitimos a ARBAIZA VILLALONGA, M., Familia, trabajo y reproducción social. Una perspectiva micro-histórica de la so- ciedad vizcaína a finales del Antiguo Régimen. Univ. País Vasco, 1996, especialmente pp. 123-134.

8 Remitimos al trabajo de P. SAAVEDRA, «Las lógicas de la organización familiar y reproducción social en la España Cantábrica y Noratlántica en el Antiguo Régimen». En M. RODRÍGUEZ CANCHO (Coord.), Historia y perspectivas de investigación. Estudios en Memoria del Profesor Ángel Rodríguez Sánchez.

Mérida, 2002, pp. 141-149. También puede consultarse nuestra síntesis: «Familias y hogares en Galicia y en la Cornisa Cantábrica durante el Antiguo Régimen». En GARCÍA GONZÁLEZ, F. (Coord.), Historia de la familia en la Península Ibérica (S. XVI-XIX). Balance y perspectivas. Homenaje a Peter Laslett, Univ. Castilla-La Mancha, 2008, pp. 57-84.

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Pueblos Nº Vecinos Marineros % sobre el Comerciantes en 1752 /pescadores número vecinos /tenderos

La Guardia 535 135 25,2 12

Bayona 346 123 35,5 3

Bouzas 231 39 16,9 3

Vigo 897 172 19,2 3

Cangas 525 442 84,2 -

Bueu 318 46 14,5

Adigna/Portonovo 302 130 43,0 1

Sanxenxo 180 62 34,4 -

Grove 325 142 43,7 8

Villagarcía 268 62 23,1 17

Rianxo 374 85 22,7 -

Palmeira 244 110 45,1 -

Riveira 278 49 17,6 1

Viveiro 561 46 8,2 -

Ribadeo 299 37 12,4 19

Luarca 452 114 25,2 -

Santander 714 230 32,2 40

Castro Urdiales 460 198 43,0 -

Laredo 508 304 59,8 -

S. Vicente Barquera 250 92 36,8 -

Totales 8.067 2.626 32,6 107

Fuentes: Respuestas Generales y Libros Personales del Catastro e investigaciones monográficas (H.

Rodríguez, J.M. Pérez, D. Bravo, I. Dubert, P. Saavedra, M.A. Fernández y R. Lanza).

Sin poder afirmar que estas villas marineras viviesen de espaldas al mar, desde luego –salvo en casos particulares– quizás las familias que dependían del mar en estas localidades supon- drían en torno al 40% de sus hogares a mediados del Setecientos si le añadimos a nuestro 32,6% un reducido número de comerciantes, las viudas de pescadores y las actividades pro- pias del sector femenino (reparadoras de redes, regatonas, mariscadoras, etc.)

9

. Sobre algu- nos núcleos marítimos entre los que se integran algunas ciudades, las actividades marítimas toman un ligero mayor protagonismo con el 35%, pero tampoco aparecen como dominantes en ningún caso

10

. Por su parte, en el otro marco marítimo es donde encontramos las ciudades

9 Casos particulares de alta presencia marinera, además de Cangas, Castro Urdiales y Laredo presentes en nuestra tabla, serían Corcubión donde el mar era el sostén de la mitad de sus vecinos, Muros con el 62,9%

o Marín donde se aproximaba a los 2/3.

10Sobre un conjunto de 6 núcleos marítimos de más de 2.000 habitantes que van de La Guardia al Ferrol el 35% de su población activa eran marineros pero los más llamativos eran Pontevedra convertido en el XVIII en un enclave tradicional y señorial (Rial García), La Coruña que contaba con escasos matricula- dos (5%) y en la que dominaban los artesanos (28%) y administrativos (22%) y El Ferrol, donde las arcas reales sostenían al 63% de sus vecinos. Vid. A. GARCÍA MARTÍN, «El impacto de la ciudad portuaria en el mundo urbano de Galicia. A Coruña, Ferrol y Vigo en el siglo XVIII». En J.I. FORTEA- J. GELABERT, La ciudad portuaria atlántica en la Historia: siglos XVI-XIX. Univ. Cantabria, 2006, pp. 195-220.

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propiamente relacionadas con las actividades dependientes del mar como sucedía con Cádiz donde la «función mercantil predominaba de modo exclusivo», pero estamos ante una estruc- tura «atípica» para España

11

que sería extensible al Puerto de Santa María

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, seguramente a Alicante

13

y también a Málaga

14

. Sin embargo, las más voluminosas como Valencia y Barce- lona con importantes actividades mercantiles

15

eran propiamente ciudades marcadas por la hegemonía artesanal

16

. Sin embargo un buen número de las ciudades de nuestra muestra (Reus, Vinaroz, Castellón y San Lúcar de Barrameda) y la mayor parte de las localidades y villas (Cambrils, Vilanova y la Geltrú, Nules, Mascarell, Gandía, Denia y Chipiona) deben su suerte o bien a sus producciones agrarias o a las exportaciones derivadas del sector primario de su entorno

17

.

Visto pues el cuadro dominante de las poblaciones más marineras situadas en las costas españolas que han merecido la atención de los demógrafos –creemos que se nos escapan muy pocas localidades– la conclusión más llamativa en cuanto a sus dedicaciones nos lleva a decir que estos pueblos desde el umbral de 1630 dependieron más de la agricultura que de la pesca y la navegación; tal y como veremos, tampoco la mayor parte de ellos escaparon al proceso de agrarización que se produjo en la España del siglo XVII y del que sólo parecen desgajarse

11Vid. A. GARCÍA BAQUERO, «Una ciudad abocada al mar y comercio: sociedad mercantil en el Cádiz del siglo XVIII». En J.I. FORTEA-J. GELABERT, La ciudad..., op. cit., 387 y 400-01. En su momento culminante con cerca de 80.000 habitantes casi el 70% de su población activa aparece dominada por el sector terciario. Vid. J. PÉREZ SERRANO, Cádiz, la ciudad desnuda. Cambio económico y modelo demográfico en la formación de la Andalucía contemporánea. Univ. Cádiz, 1992, p. 162.

12Esta ciudad ofrecía a mediados del XVIII un sector terciario que reunía al 60,6% de su población activa y destaca con luz propia el comercio y el trasporte que por sí solos aglutinaban al 34,9%. Vid. J.J. IGLE- SIAS RODRÍGUEZ, Una ciudad mercantil en el siglo XVIII. El Puerto de Santa María. Univ. Sevilla, 1991, pp. 679-683.

13E. GIMÉNEZ LÓPEZ, Alicante en el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el antiguo régimen. Valencia, 1981, nos dibuja una ciudad «volcada hacia el mar» funcionando como un gran puerto distribuidor.

14En 1632 en esta ciudad dominaba el sector primario con el 43%, seguido del secundario con el 32% y un modesto 25% para el terciario pero a pesar de ello las actividades mercantiles eran el «pilar básico» de su economía. Vid. I. RODRÍGUEZ ALEMÁN, La población de Málaga en el siglo XVII. Málaga, 2003, pp.

114 y 150. Pero en 1752, con sus efectivos más que triplicados la ciudad ya aparece dirigida por el sector terciario con el 47,5% de su población activa y concentraba el 70,2% de la riqueza donde destacaba con luz propia una minoría de 127 ricos comerciantes (1,17% de la población) que acumulaban el 22% de la riqueza de la ciudad. Vid. S. VILLAS TINOCO, «Los comerciantes en la estructura malagueña del siglo XVIII». En La burguesía de negocios en la Andalucía de la Ilustración. Cádiz, 1991, T. I, pp. 372-75.

15De los datos aportados por Pascual Madoz en 1843/44 Barcelona presenta un movimiento anual de bar- cos de unos 2.350 de entrada y 2.300 de salida y Valencia 1.400 y 1.350 respectivamente. A su lado los 800 de entrada y otros tantos de salida de Santander y los 600 de entrada y similares de salida de Vigo quedan ya muy descolgados de aquéllos.

16En 1766 la ciudad del Turia aparece dominada por la artesanía sedera que aporta casi la mitad de su población activa (49,6%) frente a un sector mercantil que sólo suponía el 10% por eso se la define como

«ciudad industriosa». Cálculos de F. DIEZ RODRÍGUEZ, Viles y mecánicos..., op. cit., pp. 10-11.

17De acuerdo con las informaciones de Pascual Madoz, en el arco mediterráneo y atlántico sur los únicos nú- cleos que dependían en buena manera del mar eran en nuestra muestra Lloret del Mar, Vilajoyosa –aquí se dice que la pesca era más escasa que antes– y Ayamonte con más del 80% de sus vecinos dedicados a la pesca.

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ya muy a finales del Antiguo Régimen, sin que este cambio pueda entenderse como un fenó- meno general.

Para abordar las dinámicas demográficas tomaremos como marco de referencia algunos Censos, Vecindarios y Recuentos que nos servirán para buscar un primer acercamiento a la evolución de sus poblaciones a partir de los ya publicados

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y utilizando con preferencia los datos que nos ofrecen las numerosas monografías disponibles completándolos con las infor- maciones de vecinos y almas que nos aporta la obra de Pascual Madoz

19

. Colmamos nuestro recorrido con los datos del Censo de Floridablanca, y del Censo de 1857 que nos ofrecen los trabajos disponibles

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.

Más laboriosa y precisa es nuestra muestra extraída de las actas parroquiales de bautiza- dos acompañada de una muestra generosa de actas matrimoniales de algunos de los pueblos y ciudades aquí utilizados. Para alcanzar nuestras muestras hemos recurrido a un buen núme- ro de trabajos ya publicados para las dos Españas periféricas del Norte/ Noroccidental

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y

18Para los Censos de 1587 y 1591 así como para 4 localidades de Cataluña de 1553 hemos utilizado la edición de T. LÓPEZ, Censo de Población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI. Madrid, 1929 y para 5 localidades gallegas se han preferido los datos de la cercana Visita de Jerónimo del Hoyo. Como norma general hemos retenido la cifra más alta ofrecida en las fuentes dispo- nibles. Para mediados del XVIII se ha preferido siempre la cifra de vecinos y habitantes ofrecida por los Libros Personales del Catastro de Ensenada recogidos en las diversas monografías y sólo en caso de no disponerse de ella hemos recurrido al Censo de población de la corona de Castilla «Marqués de la Ensenada», para obtener el número de vecinos deduciendo los habitantes del cociente extraído de los pue- blos para los que se dispone de vecinos y habitantes procedente de los mencionados Libros Personales.

19«Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus provincias de ultramar». Sorprendentemente no ofrece datos parciales de la ciudad de Mallorca.

20Además de los estudios monográficos y comarcales para el País Valenciano hemos utilizado las recopila- ciones censales editadas por J.S. BERNAT I MARTI-M.A. BADENES MARTÍN, Crecimiento de la población valenciana (1609-1857). Valencia 1994; para algunas localidades catalanas J. IGLESIES, El cens del Comte Floridablanca. Barcelona 1969-70. También nos han sido muy útiles los apéndices in- cluidos en los trabajos ya citados de J.I. FORTEZ PÉREZ, «Las ciudades...) y R. LANZA GARCÍA,

«L’urbanisatión...».

21Se han utilizado las investigaciones de: P. SAAVEDRA, Economía, Política y Sociedad: la provincia de Mondoñedo, 1480-1830. Madrid, 1985; M.C. GONZÁLEZ MUÑOZ, «La evolución demográfica de una villa gallega. Vigo en el siglo XVIII». Anexos Hispania, 9, 1979; S. PIQUERO, S., Demografía guipuzcoana en el Antiguo Régimen. Bilbao, 1991; RODRÍGUEZ FERREIRO, H., A Xurisdicción do Morrazo. Séculos XVII-XVIII. Pontevedra, 2003, vol. III; D. BRAVO CORES, La Historia de Riveira, 1200-1975. Una singladura de 800 años. Cambados, 2001; M. MAULEON ISLA, La población de Bilbao en el siglo XVIII. Univ. Valladolid, 1961; M.M. GARCÍA GARCÍA, «Caracteres de la evolución demográfica en la villa de Bayona y su entorno rural (siglos XVI-XIX). Obradoiro de Historia Moderna, 8, 1988; J. JUE- GA PUIG y otros, Pontevedra. Planteamiento histórico y urbanístico. Pontevedra, 1988; J.R. CRUZ MUNDET, Rentería en la crisis del Antiguo Régimen (1750-1845). Rentería 1991; R. LANZA GARCÍA, La población y el crecimiento de Cantabria en el Antiguo Régimen. Madrid, 1991; R. LANZA GARCÍA,

«Auge y declive de las cuatro villas de la costa en la época de los Austrias». En J.I. FORTEA PÉREZ (coord.), Castro Urdiales y las cuatro villas de la costa de la mar en la Historia. Univ. Cantabria, 2002;

A. RODRÍGUEZ CID, «Movilidad poblacional y dinámicas migratorias en las villas de Vigo y Bouzas, 1650-1860». Obradoiro de Historia Moderna, 2, 1993; M.A. FERNÁNDEZ OCHOA, Luarca y la Tierra de Valdés, 1650-1830. Población, sociedad y economía. Valdés, 1995, y B. BARREIRO MALLÓN,

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Mediterránea/Sur Occidental

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, pero esta numerosa publicística quedaría bastante debilitada sin el concurso desinteresado de varias personas muy identificadas por las cuestiones demo- gráficas

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y sin la conversión laboriosa que hemos tenido que hacer de algunas series que debieron ser deducidas de las gráficas elaboradas por sus propios autores

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; por último apor- tamos dos villas marineras del Salnés hace tiempo vaciadas por nosotros (Portonovo y Grove) y la de La Guardia que lo fue para el presente estudio . Así hemos podido elaborar índices para la primera España periférica con el concurso de 38 villas y pueblos más o menos relacio- nados con el mar que suman un total de 291.981 bautizados y otra de las ciudades costeras

«Familia y evolución demográfica en Asturias». Obradoiro de Historia Moderna, 2, 1993. En este último caso se ha reconstruido una curva de índices decenales de Gijón a partir de los padrones de moneda forera y se han tomado como curvas sintéticas asturianas costeras las dos referidas a la Costa Central y a la costa Oriental ya que para la occidental disponíamos de las series costeras particulares que nos ofrece la obra mencionada de Fernández Ochoa.

22Las referencias bibliográficas de esta área son: M. ARDIT LUCAS, «La població de la ciutat de Valencia a través dels registres paroquials (1791-1870)». En La población valenciana. Alicante, 1998; M.A. RO- BLES HERNÁNDEZ, «Aspectos demográficos de Vilajoyosa (siglos XVII y XVIII». En Estudis sobre la població del País Valencià. Valencia, 1988; A. SIMON I TARRES, «La població catalana a l’época moderna. Síntesis i actualizació». Manuscrits, 10, 1992; J. MORREL I TORREDEME, Demografía de Reus i la seva área de mercat a l´Epoca Moderna. Tarragona, 1994; I. RODRÍGUEZ ALEMAN, La población..., op. cit.; J. SANZ SAMPELAYO, Factores de riesgo y desarrollo de una ciudad del litoral andaluz. La población de Málaga en el siglo XVIII. Univ. Málaga, 1998; M.A. MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, La població de Vilanova i la Geltrú en el segle XVIII (estudi demografic). Vilanova i la Geltrú, 1987; M BUSTOS y otros, «Evolución demográfica de la provincia de Cádiz en el siglo XVII». En J. NADAL (Coord.), La evolución demográfica bajo los Austrias. Alicante, 1991; en el mismo volumen: J.J. ANDREU,

«La población de Barcelona en los siglos XVI y XVII» y también en el citado volumen: R. TORRES SÁNCHEZ, «Decadencia demográfica castellana y migración hacia la periferia levantina en el tránsito del siglo XVII. Una aproximación»; P. PONSOT, Atlas de Historia Económica de la Baja Andalucía (siglos XVI-XIX). Sevilla, 1986; J.L. SÁNCHEZ LORA, Demografía y Análisis Histórico. Ayamonte, 1600-1860. Huelva, 1987; M.A. ROBLES FERNÁNDEZ, «La inmigración en Alicante (1650-1799».

Revista de los Annales de la Universidad de Alicante, 1984; J. PÉREZ SERRANO, Cádiz, la ciudad desnuda. Cambio económico y modelo demográfico en la formación de la Andalucía contemporánea.

Univ. Cádiz, 1992, y A. SEGURA- J. SUAU, «La Demografía Histórica de Mallorca». Boletín Asocia- ción ADEH, 1986, IV, nº 1.

23A P. Saavedra debemos la aportación de varios trabajos de sus alumnos realizados bajo su dirección sobre series inéditas (Villagarcía, Cee, Noia y Pontedeume) vaciadas respectivamente por M.D. Pardo Vázquez, M. Castiñeira Castro, M. Pardal Peña y A. Varela Padín; a I. Ruso de Lago la cesión de las series comple- tas de las 4 parroquias de la ciudad de la Coruña, a M. Ardit las series de Alicante (2 parroquias), Denia y Gandía y a S. Bernat al haber colgado de la red las series del País Valenciano Septentrional a disponibi- lidad de los investigadores y de las que pudimos extraer las correspondientes a Nules, Mascarell, Castellón y Vinaroz. A todos ellos quiero expresar mi especial gratitud.

24Así lo hemos hecho con las gráficas confeccionadas por S. Piquero para diversos pueblos marítimos guipuzcoanos (Fuenterrabía, Pasajes, Orio, Zarauz, Deva, Motrico y S. Vicente de S. Sebastián), para varias localidades del Morrazo a partir de las elaboradas en su día por Rodríguez Ferreiro (Cangas, Cela y Bueu). También hemos tenido que hacer lo propio con la gráfica elaborada para la ciudad de Pontevedra por J. Juega Puig y con las correspondientes a Laredo y S. Vicente de la Barquera extraídas de sendas gráficas de A. Lanza García.

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con 7 agrupaciones urbanas

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que aportan otros 293.695, sea un total de 585.676 bautizados;

para la segunda España periférica costera contamos con 12 series de pueblos y villas que suman 430.902 bautismos

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y el total de 11 ciudades que disponemos para estas demarcacio- nes con 1.176.996 y es así que con la mitad de los pueblos reunimos nada menos que 1.607.898 actas, casi el triple de la anterior. Entre ambas áreas trabajamos con casi 2,2 millones de actas bautismales lo que otorga suficientes garantías a nuestros cálculos. Creemos que en ambos casos disponemos de unas muestras suficientemente garantizadas que sólo cojean un poco al comienzo y al final de nuestro largo recorrido de casi tres siglos y que además presentan una bastante buena distribución territorial. En la primera disponemos de 11 villas y ciudades pontevedresas, 9 coruñesas, 5 cántabro-gallegas, 5 asturianas, 4 santanderinas y 11 vascas;

para la segunda la distribución quedó así: 6 andaluzas, 1 murciana, 9 valencianas, 6 catalanas y la serie agregada mallorquina.

1. España costera del norte y noratlántica

Podemos empezar nuestra panorámica evolutiva a partir de los Vecindarios y Recuentos de Población. La comparación de los vecinos hacia 1600 con los que podríamos establecer a mediados del XVIII arroja sin duda una clara dicotomía entre lo que hemos considerado

25Disponemos de los datos completos para Ferrol, aunque dada la evolución completamente atípica de este núcleo que hacia 1700 sólo contaba con unos 217 vecinos y menos de 1.000 habitantes, pero a comienzos del XIX con más de 4.000 vecinos, esto hace que al establecerse la base en la bisagra del 1700 y al multiplicarse su población por 20 sus índices distorsionan completamente la media urbana resultante incluso ponderándola y por eso debe ser descartada. Sin embargo hasta la conversión de Ferrol en Arse- nal naval el núcleo se comporta como otra villa más, por eso hasta 1749-50 sus medias decenales han pasado a engrosar el bloque de villas /pueblos costeros. Ni siquiera la utilización global de la masa de bautizados que suman las 8 ciudades disponibles de este marco, incluyendo Ferrol, permite evitar esta distorsión. Para una detallada evolución de la población ferrolana remitimos a A. MARTÍN GARCÍA, Demografía y comportamientos demográficos en la Galicia Moderna. La villa de Ferrol y su tierra, siglos XVI-XIX. León 2005, principalmente pp. 37-55. No sucede así con Cartagena, caso también atípi- co, y que tuvo un crecimiento explosivo entre 1730 y 1810, sin embargo esta ciudad sólo se cuadriplicó entonces al calor de los presupuestos de la monarquía pero ya tenía detrás un brillante pasado con triplicación de sus efectivos en el XVI y duplicación en el XVII gracias a la expansión mercantil. Vid. R.

TORRES SÁNCHEZ, Ciudad y población. El desarrollo demográfico de Cartagena durante la Edad Moderna. Cartagena, 1998, principalmente pp. 67 y 108. Debemos aclarar que aunque hemos considera- do la barrera de los 10.000 habitantes que los núcleos deberían o alcanzar en algún momento de nuestro recorrido para recibir la categoría de ciudad, hemos sido un poco elásticos en la aplicación: en la primera España periférica ni Pontevedra, ni Vigo llagaron a alcanzarlos, pero a pesar de ello las hemos introduci- do en el bloque porque la primera lo es por las características de su población y la segunda está muy cerca de alcanzarlos al final de nuestro recorrido. En el segundo marco todos los núcleos urbanos superan este corte o casi lo tocan (Vinaroz) pero hemos excluido del bloque a Vilanova y La Geltrú a pesar de lograr- los, pues encaja mejor en la definición de agrovilla.

26De ellos casi 200.000 corresponden a once municipios mallorquines recopilados por A. Segura y J. Suau.

Podría cuestionarse la integración de esta serie agregada porque aglutina pueblos no costeros, pero al final la hemos incluido porque dejaría sin presencia a las Baleares y porque la integración de pueblos costeros en ella es significativa (Pollença, Soller y Santanyí).

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como núcleo urbano y el resto de nuestra villas marineras. El mundo de los centros urbanos del XVI es evidentemente modesto, ya que entre todos ellos –necesitamos estimar la pobla- ción vecinal de Bilbao hacia 1600

27

– apenas superaríamos los 6.000 vecinos y aproximada- mente unos 27.000 habitantes. A pesar de que algunos centros mantuvieron un buen tono en las primeras décadas del XVII

28

no parece que el global de esta centuria haya sido para ellos nada brillante y es muy probable que cien años después apenas superarían los 8.000 vecinos, para alcanzar en 1752 los 9.000 con unas ganancias acumuladas en 150 años del 41,9%; por entonces ninguno de ellos se aproximaba ni siquiera de cerca a los 10.000 habitantes. Las cosas habían cambiado en 1845, de manera que P. Madoz ya recoge un mundo urbano muy distinto al haber completado un ascenso de más del 100% en menos de 100 años y ahora la mayoría de las ciudades norteñas de nuestra muestra superaban los 10.000 habitantes. En 250 años la población vecinal del conjunto se había triplicado pero si analizamos la evolución de la población en número de habitantes con cifras más seguras entre mediados del XVIII y mediados del XIX el resultado es casi el mismo con una triplicación de los efectivos situán- dose el mayor ascenso entre 1752 y 1787 –agrandado por el efecto del Ferrol– sin ser despre- ciable el crecimiento posterior. Los crecimientos más notables de este conjunto de ciudades debían mucho a la acción de la monarquía, como lo denotan los bien estudiados casos del Ferrol

29

, La Coruña

30

, o Santander

31

. Pero aún así este despegue urbano del Norte se presenta

27Podríamos pensar que el peso relativo de la capital bilbaína probablemente no tuvo un comportamiento muy distinto al de los restantes núcleos del Norte y, si extrapolamos el 18,6% que le corresponde en 1752 a 1600, el resultante sería una población de unos 1.180 vecinos.

28En 1591 Pontevedra con 1.510 vecinos destacaba con claridad en una periferia nórdica poco urbanizada y en 1631 con 1.486 mantenía estos espléndidos niveles. En contraposición a este modelo de estanca- miento pontevedrés destaca la pujanza que por entonces disfrutaba La Coruña, favorecida por el asenta- miento de la Real Audiencia y en plena expansión en la primera mitad del seiscientos. Vid. M.C.

SAAVEDRA VÁZQUEZ, Galicia en el Camino de Flandes. A Coruña, 1996, principalmente pp. 227-29.

Sobre el conjunto de los cinco núcleos disponibles (Vigo, Pontevedra, La Coruña, Ferrol y Santander) que reunían 4.458 vecinos en las fuentes de fines del XVI, casi repiten el mismo volumen con 4.339 en 1.631 con un descenso poco significativo del 2,7%.

29El cambio profundo aquí desde 1749/50 coincidió con su conversión en nuevo centro de arsenal de la Real Armada, clave de su crecimiento culminante en 1804, como también la caída del mismo lo fue en la crisis del primer tercio del XIX. Vid. A. MARTÍN GARCÍA. Demografía..., op. cit., pp, 42-43.

30Los correos marítimos desde 1764 y la apertura de este puerto al tráfico con América en 1765 permitieron a La Coruña beneficiarse de los «años dorados del comercio gallego con las Indias». Vid. L. ALONSO ALVAREZ, Comercio colonial y crisis del Antiguo Régimen en Galicia (1778-1808). La Coruña, 1986, pp. 54. En los años cuarenta del XIX, según los datos de Madoz, la ciudad herculina con unos 550 barcos de entrada y otros tantos de salida era el segundo puerto en importancia de Galicia muy cercano a los 600 de Vigo.

31Hay que situar la expansión de Santander a partir de la construcción del camino de Reinosa entre 1748 y 1753, de manera que desde entonces los contactos con América impulsaron una cadena de fábricas de harina que lo convirtieron en el puerto harinero de Castilla, sin menospreciar las fábricas de curtidos ni la salida de las lanas castellanas a costa de Bilbao. Vid. V. PALACIO ATARD, El comercio de Castilla y el puerto de Santander en el siglo XVIII. Notas para su estudio. Madrid, 1960, pp. 41-44, 142-43, 163-67 y 185-86.

(12)

como un fenómeno periférico

32

, es muy tardío, se nutre de impulsos prestados y alcanza tasas de urbanización más bien modestas en 1857 con el 11% en Vizcaya, 13% en La Coruña y 15,9% en Cantabria

33

sobre núcleos de más de 10.000 habitantes.

Muy distinta se nos presenta la evolución de los pueblos y villas marineras en la larga duración. En nuestra tabla de 22 núcleos hemos reunido un bloque representativo de este mundo marítimo reteniendo sólo aquéllos para los que teníamos una mejor información. La sensación que sacamos de la tabla 1-B es que a fines del siglo XVI estos pueblos presentan unos altos niveles de vecinos como resultado de un siglo XVI que parece haber sido especial- mente beneficiosos para ellos

34

; además que el dinamismo del quinientos en estos pueblos había descansado sobre todo en las actividades marítimas que parecen dominantes en algunas villas bien estudiadas

35

. Sin embargo los datos de las 9 villas marineras de 1631 que podemos comparar con los precedentes de fines del XVI permiten apreciar un fuerte descenso del 28,2% al caer su población conjunta de 4.491 vecinos a 3.225, en claro contraste con lo que ocurría con las ciudades y con las provincias a las que pertenecían. La fotografía de estos pueblos en el Catastro de Ensenada resulta muy significativa por cuanto este amplio bloque de 22 localidades había acumulado unas pérdidas próximas al 10% con relación a sus niveles

32Un buen ejemplo de ello lo tenemos en Galicia, que es la única región que detentaba los únicos 3 ejem- plos de ciudades que en el S. XVIII superaron los 10.000 habitantes. De los 20 núcleos que en 1787 sobrepasaban los 2.000 habitantes o eran capitales de provincia nada menos que 15 eran periféricos. Vid.

A. EIRAS ROEL, «A propos...», op. cit., p. 400. Entre 1787 y 1860 esta modesta red urbana todavía se había volcado más hacia el Oeste y hacia las zonas periféricas. Vid. I. DUBERT, «Mobilidade poboacional e sistemas migratorios en Galicia no remate do Antigo Réxime». En J. HERNÁNDEZ BORJE- D.L.

GONZÁLEZ LOPO (Coords.), Pasado e presente do fenómeno migratorio en Europa. Santiago, 2007, p.

137. En 1900 las cosas apenas habían cambiado para las localidades con más de 2.000 habitantes, pues de las 15 que había en 1787 habríamos alcanzado las 21 pero de las 12 costeras de la primera fecha habría- mos pasado a 16 (I. Dubert).

33Con los datos de R. Lanza García podemos apreciar como la capital cántabra sólo reunía el 1,7% de la población de su región en 1752 pero en 1857 ya representaba el 15,9%.

34A fines del XVI los núcleos más importantes y destacados del Salnés eran los pueblos marineros de la comarca (Grove, Portonovo, Raxó y Sanxenxo), que acumulaban entre ellos unos 2.500 habitantes y representaban el 49,8% de la población del Salnés peninsular. En 1708 sumaban 2.891 pero la comarca ya alcanzaba los 10.492, con lo que su participación relativa se había reducido al 27,6%, porcentaje que se mantenía similar en 1826 con el 27,5%. Vid. J.M. PÉREZ GARCÍA, Un modelo de sociedad rural en la Galicia costera. Univ. Santiago, 1979, p. 68 y tabla 3-2 del Apéndice.

35En las villas marineras santanderinas de fines del XVI las gentes del mar suponían el 70% de la población activa y las alcabalas descansaban sobre el pescado, que aportaba más de la mitad de la renta, pero a esta etapa de esplendor siguió otra de fuerte recesión de manera que en el corregimiento de las Cuatro Villas contrastan los 2.491 hombres que componían la población marinera en 1590 con los 978 marineros del Catastro de Ensenada o los 792 matriculados de 1784, con similar población en 1591 y 1752. Vid. R.

LANZA GARCÍA, «Auge i declive...», op. cit., pp. 107/08 y 138. Este espléndido porcentaje de pobla- ción activa que ofrecían villas como Castro Urdiales en 1558 contrasta con el 34% que se establece para 1824. Vid. M.A. SÁNCHEZ GÓMEZ, «Algunos aspectos sociales de Castro Urdiales a partir de los datos ofrecidos por el Censo de Policía de 1824». En J.I. FORTEA (Coord.), Castro Urdiales..., op. cit., pp. 146-47.

(13)

de esplendor de unos 150 años antes

36

. Las villas más voluminosas, al igual que había sucedi- do con algunas ciudades muy significativas (Pontevedra o Santander), sufrieron auténticos derrumbes como son los casos de Baiona, Noia, Pontedeume o Castro Urdiales y son muy pocas las que salen bien paradas de este período

37

. Los datos de P. Madoz devuelven a nues- tros pueblos marineros al punto de partida con una pírrica ganancia en la larga duración que no llega al 1%, si bien las cifras de vecinos de este diccionario presentan algunas dudas y es probable que su número esté estimado a la baja

38

ya que no se corresponde con el número de almas que señala.

La evolución de la población en número de habitantes nos permite corregir esta triste andadura para el último siglo de nuestro estudio. La tónica descendente que marcan los ve- cindarios hasta mediados del setecientos empezó a invertirse desde entonces, pero hasta el Censo de Floridablanca las ganancias acumuladas fueron muy modestas y se reducen a un 6,1%, aunque es sabido que este Censo puede pecar por defecto. Sólo desde entonces estas poblaciones marineras parecen animarse, sobre todo en las fuentes que cierran nuestro reco- rrido. Si extrapolamos a 1600 el índice de conversión de 1752 (3,76) y contrastamos las diez localidades susceptibles de comparación, podríamos señalar que hacia 1600 reunirían algo más de 16.000 habitantes que se habrían transformado en unos 26.500 en 1857, sea un ascen- so bastante modesto del 64,3% idéntico al que resulta de contrastar las cifras de 1752 con las de 1857. La recuperación y el modesto balance de nuestras poblaciones marítimas que crecen por debajo de la media nacional contrasta profundamente con lo que sucedía en el conjunto de esta España periférica cuya población había crecido a un ritmo tres veces superior

39

.

36Todavía había que señalar que a fines del XVI probablemente estas villas ya no vivían su mejor momen- to, según se desprende del modelo santanderino cuyo máximo se sitúa en 1561 y ya acumulaba una caída del 31,7% en 1591 en el conjunto de las Cuatro Villas. R. LANZA GARCÍA, «La depresión económica del Seiscientos en la España cantábrica: el caso de las Cuatro Villas de la costa». Transportes, Servicios y Comunicaciones, 2003, nº 5, pp. 107-08.

37Serían los casos de La Guardia, Viveiro y Cangas que Cornide presenta como el más importante puerto de las Rías Bajas. La curva de los diezmos del mar del Libro de Fábrica de la Colegiata de Cangas denota una brillante e inesperada trayectoria alcista entre 1650 y 1749 que explicaría este notable ascenso veci- nal. Vid. H. RODRÍGUEZ FERREIRO, «Consecuencias del establecimiento de los fomentadores catala- nes en las Rías Bajas en el siglo XVIII». En Obradoiro de Historia Moderna. Homenaje al Prof. Antonio Eiras Roel. Univ. Santiago, 1990, p. 273. Los índices bautismales confirman los decididos ascensos de La Guardia y Cangas pero en el caso de Viveiro estaríamos ante una villa «escasamente dinámica» como afirma P SAAVEDRA, Economía..., op. cit. p. 89.

38Sorprende el pequeño tamaño de la familia, que deducimos de una muestra de 15 localidades en 1752 con un cociente de 3,76, con el considerable que se desprendería del total de la muestra de nuestras villas que se eleva en Madoz al 4,54. Los estudios de la familia sobre las villas marineras apuntan al reducido tamaño de la familia del litoral. Vid. S. RIAL GARCÍA, Las mujeres..., op. cit. p. 25.

39Hemos establecido este crecimiento entre 1600 y 1857/60 en un 181%. Si hasta 1752 la periferia maríti- ma perdía efectivos, las regiones noratlánticas casi duplicaban sus poblaciones. Sólo desde mediados del Setecientos el crecimiento general se moderó con un ascenso modesto del 47% entre 1752 y 1857/60, inferior al de aquellas que, como hemos indicado, fue del 64%. Vid. para los datos evolutivos en la larga duración J.M. PÉREZ GARCÍA, «La demografía española peninsular del siglo XVIII: los modelos periféricos noratlántico y mediterráneo». En Coloquio Internacional Carlos III y su siglo. Univ.

Compliutense, 1990, pp. 124-26.

(14)

La tabla nº 3 de los valores medios de los índices decenales de bautizados y las gráficas 1 y 2, que son su representación, respaldan con una base estadística muy significativa lo que nos indicaban los diferentes recuentos con notable aproximación. Conviene resaltar que la disección que hemos realizado de la España periférica cántabra con 21 pueblos y villas y de la costa atlántica gallega con 17 independientemente de sus limitaciones

40

, creemos que nos evitan comentarios por separado. La curva comparativa que recogemos en la tabla nº 2, salvo en la primera mitad del XIX por problemas de representatividad en la serie cántabra, refleja unas líneas de tendencia tan próximas y paralelas que son fiel traducción de comportamien- tos evolutivos similares. Nos limitaremos a analizar las curvas generales de ciudades y villas/

pueblos, así como su contraste en caso de producirse.

Las ciudades disponibles en los comienzos (Santander, S. Sebastián, Pontevedra y Coru- ña) parecen traducir los posos alcistas precedentes, si bien algunas como Santander ya habían tenido mejores momentos. Sin embargo, sus niveles superan con claridad a los del período base (1690-1709) y aún a los de mediados del Setecientos, lo que pone en solfa la visión más optimista de los vecindarios y tal vez las cifras de hacia 1600 pequen por defecto a pesar de seleccionar los valores más altos. Los índices de partida sólo comenzaron a ser sobrepasados con claridad a partir de los años ochenta del setecientos reforzándose así el escaso dinamismo que ya veíamos con los recuentos de 1752 y 1787. Sólo entonces la curva se dispara muy por encima de las villas reproduciendo el superior crecimiento de las ciudades, como también habíamos observado en el tratamiento de los recuentos de población

41

. Hay que destacar, sin embargo, que el ascenso de las tres últimas décadas aparece sobredimensionado en nuestra curva al reducirse peligrosamente la muestra a 2/3 ciudades, participando en el cálculo hasta el final las dos más dinámicas del conjunto como son Santander y Vigo lo que sesga al alza la tendencia urbana conjunta a partir de las series bautismales.

Los valores y la curva de las localidades menores repiten y modelan los movimientos urbanos. Las curvas se superponen con índices similares durante más de 150 años y sólo comienzan a diferenciarse a partir de mediados del Setecientos. Estas villas parecen preceder a las ciudades en la salida del marasmo que podríamos situar en 1760, pero esta salida fue vacilante y no se concretó hasta el siglo XIX y a unos niveles muy inferiores a los urbanos

42

. La línea de tendencia general, como era de esperar en el marco de unas provincias poco urbanizadas, se acerca mucho más al comportamiento de las villas y es así que a lo largo de

40La primera dispone de buena representatividad desde el principio, pero la pierde en el XIX al detenerse muchas series en 1800 y de ahí esas oscilaciones inconsistentes. La segunda comienza más tardíamente y sólo nos presenta datos fiables desde mediados del Seiscientos pero ofrece garantías hasta mediados del XIX.

41Entre 1787 y 1860 el crecimiento rural vizcaíno fue del 3,9 por mil, frente al 6,1 de las villas y el 21,2 de la ciudad de Bilbao. Vid. M. ARBAIZA VILLALONGA, «El papel de los centros urbanos en el sistema demográfico de la Vizcaya preindustrial». En Demografía urbana, Migraciones y enriquecimiento, Univ.

País Vasco, 1994, p. 104.

42Se ha situado el cambio de coyuntura demográfica de las pequeñas villas de la costa gallega occidental hacia 1790. Vid. I. DUBERT GARCÍA, «Las dinámicas demográficas de las pequeñas villas gallegas a finales del Antiguo Régimen». Obradoiro de Historia Moderna, 11, 2002, pp. 82-83.

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250 años estas demografías costeras presentan un balance global pobre de un 60-70% de ascenso. A grandes rasgos los archivos parroquiales confirman la respuesta de los recuentos y ambos certifican el comportamiento poco optimista de las comunidades marítimas del Nor- te y del Noroeste durante la mayor parte del período analizado. Sólo en las décadas finales que cierran nuestro estudio logran salir del marasmo que las caracteriza.

2. España costera mediterránea y suratlántica

Podemos comenzar, como hemos hecho antes, con una primera aproximación a los re- cuentos que son menos abundantes en este caso para el conjunto de estas regiones marítimas.

La comparación que hacemos en la Tabla nº 2 entre un número similar de núcleos urbanos y los que no lo serían arroja comportamientos muy distintos en ambos casos. En efecto, las evoluciones fueron ahora muy dispares pues mientras las ciudades de esta España periférica más que triplicaron sus efectivos entre 1600 y 1845 las villas y pueblos costeros presentan un dinamismo importante con algo más que una duplicación nada comparable al de aquéllas, pero también muy distante de la estabilidad nórdica.

El mundo urbano mediterráneo y meridional presenta todavía un nivel poco desarrollado pero sin duda interesante hacia 1600 con cuatro ciudades destacadas. El espléndido porcenta- je de la población urbana andaluza de entonces, con el 31,1% de su población en núcleos con más de 15.000 habitantes, debía muy poco a sus ciudades litorales, donde sólo Málaga podía recibir esta categoría

43

. El País Valenciano sólo tenía un núcleo por encima de los 10.000 habitantes que era su capital, similar situación en Baleares con Mallorca y lo mismo sucedía en Cataluña con Barcelona después de un crecimiento escaso a lo largo del Quinientos en este caso

44

. Hacia 1700 los cambios ya eran sustanciales en el arco meridional andaluz donde las ciudades marítimas habían crecido en número y en niveles de población

45

y no menores as- censos se dieron en algunos de los puertos de Levante, como sucedió con Cartagena y Alican- te

46

. Sin embargo, las dos grandes ciudades marítimas mediterráneas como eran Valencia

47

y

43I. RODRÍGUEZ ALEMAN, La población..., op. cit., pp. 66-67, estima la población malagueña hacia 1590 en unos 12.000 habitantes.

44El brillante ascenso urbano europeo del XVI se cerró en Barcelona con un modesto crecimiento del 30%.

Vid. A. SIMÓN I TARRES, «La població...», op. cit., pp. 220-21

45De la evolución de los bautismos es muy probable que Cádiz hubiese duplicado sus efectivos en este siglo y el Puerto de Santa María o Málaga pudieron también casi duplicar su población pasando esta última ciudad de los 12.000 mencionados a 21.000 según I. Rodríguez Alemán (p. 107).

46Cartagena con 11.000 habitantes a comienzos del XVIII se había beneficiado del basculamiento del comercio de las lanas castellanas del Norte hacia Italia viviendo un momento muy feliz entre 1580 y 1630 y será después Alicante el gran beneficiario de este basculamiento teniendo entre 1660/70 y 1750/60 su etapa más brillante cuadriplicándose sus efectivos. Vid. M.A. ROBLES HERNÁNDEZ, «La inmigra- ción…», op. cit., p. 389.

47Valencia fue el núcleo más castigado por la peste de 1648-52 con 12 a 15.000 víctimas y volvió a sufrir un fuerte impacto en 1706/10 al darse cita la guerra, la carestía y la epidemia de tifus. Vid. S. BERNAT.,

«Crecimiento...», op. cit.

(16)

sobre todo Barcelona remataban etapas de mediocre ascenso

48

y lo mismo parece suceder con Mallorca. Las cosas cambiaron drásticamente a lo largo del Setecientos, de manera que en 1787 el mapa del urbanismo en nuestro país dibuja dos Españas bien diferenciadas entre una meridional y mediterránea muy urbanizada, cuyas tasas se sitúan entre las más altas de Euro- pa y el resto donde se sitúan bastante por debajo de la media europea

49

. En unos casos gracias al fuerte despegue mercantil

50

, en otros al desarrollo artesanal o ambos a la vez

51

configura- ron el marco sustentador de este despliegue pero no faltaron a la cita ni las transformaciones agrarias

52

ni aún el sostén de la monarquía

53

. A pesar de los altos niveles alcanzados algunas ciudades mediterráneas todavía mantuvieron progresos importantes en la primera mitad del XIX que permitieron saldar el período de 1787 a 1857 con unas ganancias próximas al 50%, a pesar de que algunas ciudades andaluzas

54

invirtieron sus brillantes evoluciones preceden- tes y también lo hicieron algunas levantinas.

48Se estima para Barcelona unos efectivos de 35.000 habitantes en 1700, bastante inferiores a sus máximos anteriores que se sitúan en 1627 con 39 a 43.000. Es así que el peso relativo de la ciudad habría bajado y de representar el 9,4% de la población del principado en 1553, sólo llega al 6,1% en 1717. Vid. J.L.

BETRÁN, La peste en la Barcelona de los Austrias. Lleida, 1996, p. 60-70. Como hace tiempo señalaron J. NADAL Y E. GIRALT, «Barcelona en 1717-1718. Un modelo de sociedad preindustrial», Homenaje a Ramón Carande, pp. 277-303, la capital catalana sólo había subido sus efectivos en un 20% en dos siglos y a comienzos del XVIII era casi una ciudad exclusivamente «terrestre» que vive a espaldas del mar.

49Datos tomados de la reciente e interesante visión renovadora de la urbanización española a partir del Censo de Floridablanca realizado por E. LLOPIS AGELAN-M. GONZÁLEZ MARISCAL, «España a finales del siglo XVIII: el problema de las agrociudades». En Miscellània. Ernest Lluc i Martín. Barcelo- na, 2007, pp. 351-369.

50Basta con remitir a la clásica monografía de A. GARCÍA BAQUERO, Cádiz y el Atlántico (1717-1787).

Sevilla, 1976, pp. 541-42, donde se destaca que entre 1681 y 1778 el número de navíos de la Carrera de Indias se había triplicado y el tonelaje se multiplicó por cuatro

51El comercio valenciano se habría triplicado en el siglo XVIII como probó R. FRANC BENABENT, Crecimiento comercial y enriquecimiento burgués en la Valencia del siglo XVIII. Valencia, 1986, p. 22.

Sin embargo, el sector mercantil sólo suponía el 10% de la población activa de la ciudad de ahí que el brillante ascenso de su población del 116% entre 1716 y 1786 se debía de una manera importante a su población artesanal, que ascendió un 90,6% entre 1727 y 1766 con especial protagonismo de los gremios sederos, que pasaron entre estas fechas del 33 al 50% de la población gremial. Vid. DÍEZ RODRÍGUEZ,

«La organización..., op. cit., pp. 10-11.

52E. GIRALT RAVENTOS en su trabajo «La viticultura y el comercio catalán del siglo XVIII». Estudios de Historia Moderna, II, 1952, considera que el vino fue el motor de la marina catalana del Setecientos, siendo Reus y Vilanova i la Geltrú sus grandes centros exportadores. En el siglo XVIII la población de Reus se triplicó y el volumen de sus bautismos se cuadriplicó. Vid. J. MORREL I TORREDEME, Demo- grafía de Reus..., op. cit., p.42.

53Entre 1731 y 1796 Cartagena, convertida en ciudad militar, naval y administrativa, cuadriplicó su pobla- ción en esta centuria, pero se puede apreciar como los bautismos siguen el ritmo de las inversiones de la Monarquía. Vid. R. TORRES SÁNCHEZ, Ciudad..., op. cit., p. 97.

54Cádiz alcanzó sus máximos en 1791 con unos 77.500 habitantes, pero a ello siguió una notable caída en el primer 1/3 del XIX con lo que su población desciende a los 60.000. Vid. J. PÉREZ SERRANO, Cádiz..., op. cit., pp. 71-89. Similar evolución presenta el Puerto de Santa María.

(17)

Menos brillante pero nada desdeñable fue la evolución de los pueblos y villas salvo loca- lidades aisladas como fue el caso particular de Ayamonte

55

pero las fuentes disponibles nos ilustran poco sobre este dinamismo y los estudios locales son menos abundantes. Si partimos de las zonas mejor analizadas todo apunta a que el siglo XVIII debió de ser francamente positivo para las comarcas costeras y los censos parecen reflejar un crecimiento similar o incluso superior al urbano para la fase de 1787 a 1857 con una subida estimable del 59,55 frente al 50,4% urbano

56

.

Ahora bien, para precisar mejor las tendencias de larga duración debemos recurrir a los índices reconstruidos de bautizados recogidos en la Tabla nº 4 y en la Gráfica nº 3. Parece claro que las villas y ciudades costeras parten de niveles muy bajos frente a lo que sucedía con las nórdicas y que mantuvieron un ritmo alcista hasta los años veinte del Seiscientos, pero este ritmo se cortó en similares proporciones en ambos marcos durante algunas décadas, operando la peste de 1648/52 como auténtica bisagra, crisis bien conocida y con especial incidencia en las ciudades mediterráneas

57

. La recuperación, ya visible desde 1660, se reactivó a partir de 1680; aunque los efectos de la Guerra de Sucesión se dejan sentir, no fueron suficientes para borrar un complicado siglo XVII que se cerraba con moderadas ganancias para estos núcleos costeros

Las cosas cambiaron en el siglo XVIII con brillantes ascensos que parecen dar fin en la década que cierra el siglo, pero estos crecimientos no fueron igualmente compartidos por villas y ciudades. Si hasta comienzos del XVIII el paralelismo demográfico de ambos marcos es casi calcado, los ritmos se diferenciaron con claridad en la centuria ilustrada. Las ciudades periféricas y meridionales crecieron a un ritmo más vivo a lo largo de toda la centuria, como se puede apreciar muy bien en nuestra gráfica y sus niveles de bautizados se duplicaron en tanto que los de los núcleos menores lo hicieron en poco más del 70%, por debajo de lo que crecieron algunas poblaciones regionales como la valenciana o la murciana

58

. Desde 1800 y

55Si comparamos fuentes de la misma naturaleza comprobamos que las 3.500 personas de confesión y comunión en 1655 no habían cambiado mucho en 1749, cuando se contabilizan 3.861. Vid. J.L. SÁNCHEZ LORA, Demografía..., op. cit., pp. 283 y 295.

56El caso valenciano es muy significativo en este aspecto pues entre 1713 y 1768 su población creció a un ritmo trepidante del 11 por mil descendiendo con claridad entre 1770 y 1840 al 5 por mil, según los datos sintetizados por M. ARDIT LUCAS, Els homes i la terra del País Valencià (segles XVI-XVIII). Barcelo- na, 1993, T. 1, pp. 52-55. Lo cierto es que las llanuras costeras con el 42,5% del territorio concentraban en 1787 el 67% de la población con una importante densidad media de 45 habts/Km2 según las estimacio- nes de J.E. CASTELLO TRAVER, El País Valenciano en el Censo de Floridablanca. Valencia, 1978.

57Así sucede en el bien estudiado ejemplo de Barcelona, que en 1651 pudo perder la cuarta parte de su población sin capacidad de reacción. Vid. J.L. BETRÁN, La peste..., op. cit., p. 86. Se ha estimado para Valencia unas 12 a 15.000 victimas que pudo suponer pérdidas de entre un 25 y un 30% de su población y también se dejó sentir en núcleos costeros como Castellón o Gandía, pero aquí su impacto no parece superar el 10% tal vez porque estaríamos ante un registro parroquial deficiente. Estimaciones nuestras a partir de S. LA PARRA, Tiempo de peste en Gandía (1648-1752). Gandía, 1984. Para una visión general de los efectos demográficos de esta peste en las ciudades marítimas mediterráneas remitimos a la siste- matización realizada por V. PÉREZ MOREDA, «La peste de 1647-1657 en el Mediterráneo Occidental».

Boletín de la A.:DEH, V, nº 2, 1987, pp. 18-19.

58Antes de ahora hemos estimado un crecimiento próximo al 80% para el conjunto de las comunidades de Murcia, Valencia y Cataluña. Vid. J.M. PÉREZ GARCÍA, «La demografía..., op. cit., p. 116.

(18)

hasta mediados del XIX las curvas vuelven a reencontrase en sus evoluciones y ambas con- firman la ruptura del brillante crecimiento precedente. No obstante, como ya nos indicaban los censos, las poblaciones de esta España periférica siguieron subiendo pero ahora a un ritmo más lento, aunque difícil de apreciar con precisión al reducirse la representatividad de las muestras manejadas.

Resulta de enorme interés el profundizar en el análisis comparativo de ambas periferias a lo largo del tiempo estudiado. En la gráfica nº 4 hemos analizado por separado los núcleos urbanos de los que no lo serían y también ofrecemos la visión conjunta. En el apartado A la evolución de los núcleos urbanos es la que denota los divorcios evolutivos menos marcados:

el punto de partida, más bajo de las ciudades mediterráneas, no es muy distante de las nórdi- cas como corresponde a una España periférica todavía muy poco urbanizada frente a la pre- ponderante España Interior, como vimos al principio y todavía el marasmo caracteriza a ambos marcos hasta comienzos del XVIII. Desde 1720/29 asistimos a un divorcio absoluto entre el esplendor urbano de la España costera meridional y mediterránea, que representa los ascensos más contundentes del Setecientos español, en tanto que las ciudades de la España Noratlántica continuaron su larga atonía que se mantuvo hasta mediados del siglo ilustrado.

Aunque estas últimas siguieron todavía descolgadas durante las primeras décadas de la se- gunda mitad del XVIII, sólo despertaron con contundencia desde 1780 y esto coincidía con una clara desaceleración alcista en el otro bloque, por lo que sólo al final las series acabarían cruzándose. Sin embargo, la rotundidad de esta inversión era en buena parte ficticia y viene condicionada por la escasa representatividad de las series disponibles en ambos casos. Lo cierto es que la España Noratlántica, a pesar de su aceleración final en 1857, presenta una dimensión media urbana modesta que podríamos estimar en unos 15.000 habitantes para sus 8 ciudades costeras, lo que contrasta con los 50.000 que por entonces tenían las 12 integradas en la España Suratlántica y Mediterránea.

En el apartado B de nuestra gráfica contrastamos la evolución de las villas y poblaciones costeras y ahora si que la separación entre ambos marcos se acentúa. A lo largo del período estudiado las insertas en el Mediterráneo y la costa Atlántico Meridional presentan un balan- ce espléndido con una triplicación de sus efectivos, lo que contrasta con los núcleos del Norte, que a duras penas lograron crecer un 50%. La dicotomía es evidente hacia 1600, contrastando los altos índices noratlánticos con unos niveles orientales y meridionales bajísimos propios de unas costas entonces muy poco pobladas. Bastó el movimiento en tijeras durante algunas décadas del Seiscientos para que ambas curvas acabaran encontrándose hacia 1680.

Como sucediera con anterioridad desde 1720 la marcha evolutiva de los núcleos costeros repiten la clara imposición de las villas de la periferia Suroriental con un Setecientos brillante cuya evolución apenas podemos seguir en la primera mitad del XIX por la escasez de series.

Por su parte los homónimos núcleos nórdicos presentan un modesto crecimiento entre 1600 y 1850 con una subida aproximada del 40%, inferior al de las ciudades de su entorno.

En definitiva, el balance final de estas dos Españas (apartado C), demuestra la existencia

de dos Españas periféricas demográficas muy diferenciadas. Para la España costera Norat-

lántica, entre 1600 y 1850 podíamos fijar un ascenso global ligeramente superior al 50%, la

mitad de lo que había crecido la población española durante este período y en profundo

contraste con la evolución global de esta España Noratlántica, cuyos efectivos casi se habrían

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triplicado. Las cosas son bien diferentes en la periferia meridional y oriental, por cuanto aquí los núcleos costeros casi se habían triplicado durante esta evolución plurisecular en clara correlación con la trayectoria conjunta de estos territorios

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. Esta diversidad se produjo en dos fases bien diferenciadas: a) Entre 1600 y 1750 las territorios del Norte crecieron a un ritmo superior a los Surorientales, pues mientras las primeras ascendieron un 91%, las segun- das lo hicieron en un 73%

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, pero estos marcos espaciales no se corresponden con la evolu- ción de las ciudades y poblaciones costeras, ya que las del primer marco repiten los mismos valores al principio que al final, en tanto que las segundas duplicaron sus poblaciones; mien- tras aquéllas perdían protagonismo en sus territorios respectivos

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, en las costas mediterrá- neas sucedía al revés. B) Entre 1750 y 1857 la situación de base ya no es la misma, pues en el Norte la subida se reducía a menos del 50% y asistimos al mayor crecimiento de la segunda España periférica con un ascenso del 69%, pero por fin ahora las villas y ciudades de la primera España costera crecen más aprisa que las de la segunda con tasas respetivas del 56 y 40%, pero no sin la importante ventaja de partir de niveles muy inferiores.

A la hora de buscar explicaciones a estas evoluciones contrastadas sin duda habría que recurrir a causas múltiples, pero esta ponencia, aún reconociendo la clara influencia de varia- bles económicas y sociológicas, debe detenerse en las estrictamente demográficas porque aquéllas ya tienen cabida en otras sesiones de este Congreso.

Una primera aproximación la intentamos conseguir en la tabla nº 5, donde analizamos la evolución de la fecundidad a partir del cociente rectificado de bautismos y matrimonios bus- cando una base representativa que los estudios de reconstrucción de familias no pueden al- canzar; para conseguirlo hemos reunido muestras generosas para ambas Españas periféricas, tanto para las ciudades como para las restantes localidades

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. Los resultados son poco esclarecedores ya que no expresan la supuesta superioridad de las fecundidades urbanas ni tampoco apreciamos la esperada supremacía mediterránea, pues las diferencias no son signi- ficativas. Ahora bien, ayudan a modelar bien las evoluciones en el tiempo medio: no puede sorprendernos que los mejores cocientes nórdicos se dieran en sus fases más positivas como la primera mitad del XVII o la del siglo XIX pero las distancias máximas son cortas y se

59Remitimos a las cifras que hemos estimado en su día en J.M. PÉREZ GARCÍA, «La demografía..., op.

cit., pp. 116 y 124.

60Estimaciones de la población en J.M. PÉREZ GARCÍA, «La demografía española en la primera mitad del siglo XVIII: un estado de la cuestión». En E. SERRANO, Felipe V y su época. Congreso Internacio- nal. Zaragoza, 2004, I, pp. 38-39

61Vid. nota 33 del presente trabajo. También en Guipúzcoa contrasta la Guipúzcoa costera con una brillante situación a fines del XVI cuando concentraba el 40,4% de la población provincial con el desolador pano- rama que ofrecían estas villas a comienzos del XIX según testimonio de Vargas Ponce. Vid. S. PIQUERO, Demografía..., op. cit., pp. 90-91 y 99.

62Se han utilizado para la España Noroccidental un total de 4 ciudades (La Coruña, Ferrol, Vigo y Bilbao) y 18 poblaciones menores (La Guardia, Bouzas, Adigna/Portonovo, Grove, Villagarcía, Palmeira, Riveira, Carreira, Corrubedo, Cee, Noia, Pontedeume, Santiago y Cadavedo, Barcia, Canero, Luarca y Rentería).

Para la España Suroccidental también 4 ciudades (Cartagena, Valencia, Vinaroz y Reus) y 6 núcleos menores (Denia, Gandía, Vilajoyosa, Nules, Mascarell y Sitges). Hasta 1640 las cifras sólo pueden con- siderarse como estimativas por la debilidad de las muestras.

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sitúan en el 17% entre los bajos valores de 1740 y 1789 y los más altos de 1790 y 1849.

Tampoco sorprende el espléndido cociente del período 1720/69 urbano Oriental que alcanza 5,21 y por tanto inseparable de la época más brillante de las ciudades mediterráneas y que contrasta con el 3,95 que ofrecen las ciudades nórdicas entre 1720 y 1789 inmersas por entonces en la recuperación.

También los demógrafos levantinos han prestado una especial atención a las crisis de mortalidad como determinantes mayores de la evolución demográfica sobre todo en la evolu- ción de las importantes agrupaciones urbanas de esta área. La falta de registros parroquiales dificulta el tratamiento del tema en Valencia pero no así en Barcelona, cuya trayectoria poco brillante tiene mucho que ver con las fases en que la peste se cebó sobre la capital catalana con gravísimos impactos en el primer tercio del XVI, en 1589 y en 1651

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. La peste también tuvo una fuerte influencia en la evolución de la población de Cartagena que padeció de forma brutal el impacto de 1648, pero la lucha contra la epidemia de 1676/77 mejoró ostensible- mente el combate contra estas crisis y los efectos mortíferos descendieron ostensiblemente

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, por lo que la población pudo duplicarse en el siglo XVII. Todavía como ejemplo tardío de estas agudas crisis de mortalidad tenemos el ejemplo de Cádiz que alcanzó su nivel máximo de población en 1791 con 77.500 habitantes, pero como consecuencia de la catástrofe que supuso la epidemia de fiebre amarilla de 1800 su población se había reducido a 57.837 en 1801 y se estanca en torno a los 60.000 en la primera mitad del XIX

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. Así pues la presencia o ausencia de agudas crisis de mortalidad marcó el devenir de no pocas ciudades mediterráneas.

Más determinantes serían los resultados de la reconstrucción de familias pero en general son escasos para ambas áreas y aunque sólo retenemos pueblos costeros no se pueden consi- derar como auténticamente representativos de comunidades marineras por cuanto sus bases son dominantemente agrarias –Hío o Luarca en el primer caso y Benimaclet, Meliana, Nules, Mascarell y Vilanova en el segundo– pero creemos que se pueden extraer ciertas matizacio- nes de nuestra tabla nº 6.

Si comparamos los cuatro ejemplos disponibles de la España Noratlántica y Cántabra con la docena que hemos reunido para el conjunto de este modelo (Pérez García, 2004) pocas novedades podemos aportar en nuestra reducida tabla costera sobre la general: similares pa- trones matrimoniales (parecidas medias tardías de edades al matrimonio, bajos porcentajes de segundas nupcias y altos de soltería femenina definitiva), próximas y benignas tasas de mortalidad de párvulos y esperanzas de vida aquí tal vez ligeramente superiores, lo que con- trasta con una duración matrimonial algo inferior. Lo interesante es esa tasa de relevo nupcial

63Según J.L.BETRÁN, La peste..., op.cit., pp. 90-105, esta ciudad sufrió en los siglos XVI y XVII nada menos que 13 crisis de mortalidad y sólo cuando se redujeron como en el primer cuarto del XVII o en la segunda mitad del mismo la población pudo crecer.

64R. TORRES SÁNCHEZ, Ciudad y..., op. cit., p. 171, calcula que en 1648 la ciudad pudo haber perdido el 60% de su población, pero ya en la epidemia de 1676/77, gracias a un mejor abastecimiento y al mejor funcionamiento de los cordones sanitarios, las pérdidas sólo supusieron un 5%.

65Vid. J.L. PÉREZ SERRANO, Cádiz..., op. cit., pp. 76-89 y 301. Para un análisis cuantificado de las epidemias de 1800 y 1804 remitimos a J.J. IGLESIAS RODRÍGUEZ, La epidemia gaditana de fiebre amarilla de 1800. Cádiz, 1987, pp. 50-52

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reducida para el siglo XVIII que explica por sí sola el modesto crecimiento de estas zonas en dicho siglo. Esta metodología no se aplicó todavía a la primera mitad del XIX, pero al menos ya sabemos que el mayor ascenso en esta fase de nuestras poblaciones costeras pudo venir favorecido por una fecundidad que se elevó, unas corrientes migratorias que remitieron y tal vez por una mortalidad que se reduciría en esta fase si generalizamos los datos de Hío.

En la periferia Suroriental las ventajas principales se derivan de su modelo nupcial, ya que la reconstrucción de familias confirma que la fecundidad era muy similar entre ambos modelos y se manifiesta en el precoz matrimonio femenino y en las bajas tasas de celibato que contrapesaban el mayor nivel de las segundas nupcias. En cualquier caso se confirman los optimistas datos de la tasa de relevo nupcial que ya conocemos con un amplio número de casos (Pérez García, 2004) y que explican los brillantes avances generales del Setecientos.

Los datos urbanos de Cartagena y Málaga no aportan sustanciales novedades salvo la más que probable menor expectativa de vida al nacer. Lo poco que conocemos de la primera mitad del XIX apunta a un retroceso de la edad al matrimonio femenino, a la caída de la fecundidad y a una reducción de la mortalidad de párvulos responsable de la muy estimable esperanza de vida

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que podemos apreciar en Benimaclet. Tal vez fueran razones suficientes para explicar la pérdida de ritmo ascendente que se produjo por entonces reflejado en la baja tasa de relevo que ofrece ahora Benimaclet, pero serían precisos más estudios.

Concluiremos nuestra ponencia con una aproximación a la movilidad de la población que se ha analizado de forma preferente a partir del estudio más o menos minucioso del mercado matrimonial. En la tabla nº 7 nos acercamos al tema diferenciando el mundo urbano del de las villas, aquí mucho peor representadas.

En el apartado A podemos apreciar los resultados sobre una generosa muestra de nueve ciudades periféricas donde resaltan mucho más las concordancias que las diferencias. Se ha considerado que las ciudades actúan como núcleos «devoradores de recursos humanos» (Sa- las Ausens, 1994) o bien como «factores de estabilidad» de los marcos rurales (Dubert Gar- cía, 2002), pero creemos que el fondo de la cuestión es bastante más complejo y sobre todo carecemos de estudios urbanos a la manera de los disponibles para Europa como Rouen, Burdeos, Caen o Ginebra. Los casos realmente disponibles apuntan en la doble dirección, pues las grandes ciudades, como sería el caso de Valencia, crecen absorbiendo los excedentes del mundo rural sobre un área notablemente amplia

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. Sin embargo, ciudades de tamaño me- nor parecen depender mucho más de sus propios excedentes naturales que de las inyecciones

66Contrastan la esperanza de vida de 29,7 años para el País Valenciano en 1768 y 31,7 en 1787 (M. Ardit- M.A. Badenes-J.S Bernat, 2001) con los 34,3 para 1861 (J.S. Bernat, 1990) que se acompañó de una reducción de la mortalidad de párvulos, de manera que ahora la supervivencia a 6 años había subido al 587 por mil

67Esta ciudad pasó de unos 80.000 habitantes en 1787 a 155.000 en 1870 en un contexto de saldos vegetativos negativos que le habrían llevado a perder de 40 a 45.000 habitantes. Por tanto para absorber estas pérdi- das y crecer como lo hizo tuvo que recibir más de 100.000 inmigrantes de los que el 80% fueron valencia- nos, pero un respetable 15% procedieron básicamente de la España interior. Vid. M ARDIT LUCAS, «La població..., op. cit., pp. 256-66.

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