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Friedrich Nietzsche ( ) Genealogía de la moral

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Friedrich Nietzsche

(1844-1900)

Genealogía de la moral

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Introducción:

En el siglo XIX se lleva a sus últimas consecuencias la fe en la razón. Es por esto que es conocido como el siglo de la ciencia y de la técnica. Se observa una cierta tendencia a renunciar a las concepciones religiosas y metafísicas de la realidad. A esto se le añade una crisis espiritual y social que se experimentó en Europa occidental en esa época y de esta forma comprendemos mejor la reacción crítica que provocará esto en el seno de la filosofía de finales del siglo XIX.

Autores como Karl Marx, Sigmund Freud y Friedrich Nietzsche serán tres de los máximos representantes de esta reacción crítica de la filosofía ente la cultura occidental. Es en este sentido en el que se les denomina “filósofos de la sospecha”, ya que centran su pensamiento y su obra filosófica en “sospechar”, es decir, en criticar y someter a juicio los principales y más altos productos de la cultura occidental: la moral, la religión, el derecho, la ciencia, el arte y la filosofía (metafísica).

Estos ámbitos serán considerados por parte de estos filósofos como síntomas de un deterioro de la cultura occidental y de las posibilidades del ser humano. Estos filósofos dieron lugar a lo que se conoce como filosofía crítica.

Friedrich Nietzsche

Nace en Rocken (Alemania) 1844, en una familia protestante. Recibe una educación clásica, humanista y en 1868 es nombrado catedrático de filología clásica en Basilea.

Nietzsche por lo tanto llega a la filosofía desde la filología, lo que explica su profundo y exhaustivo conocimiento de la cultura griega y que se centre en la crítica del lenguaje como fundamento de todas sus otras críticas. Su obra es producida en un breve período de apenas 10 años (1878-88) ya que con 45 es ingresado en un psiquiátrico por padecer reblandecimiento cerebral y parálisis progresiva. Muere tras diez años de internamiento, en 1900 con 55 años.

Encontramos en el pensamiento de Nietzsche tres períodos en el que enmarcar sus obras:

1º Período romántico (1870-78) El joven Nietzsche influido por Wagner y Schopenhauer emprende una crítica contra la moral, religión, filosofía, ciencia y metafísica tradicionales. Hace una condena del pasado y se le distingue una voluntad de futuro, un grito hacia la vida que ve como un juego trágico entre los impulsos apolíneos y dionisíacos, siendo en este momento la figura de Dioniso aquella desde la que se inicia la crítica del idealismo (representado pos Sócrates y Platón). La figura de Apolo simboliza en la filosofía de Nietzsche la razón, la claridad, el límite y el orden; por el contrario, la figura de Dioniso, representa el caos y el mundo de los instintos, el flujo de la vida misma, que rompe todas las barreras e ignora todas las limitaciones.

Nietzsche en esta primera etapa quiere analizar las causas de la decadencia del arte y de la cultura clásica –que son las mismas que las de la cultura moderna- para así crear una plataforma de restauración.

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Nietzsche centra su filosofía en el instinto y genio artístico, ya que la Razón es una violación de la realidad por parte del pensamiento. De ahí que sea el arte y no la razón, el que nos permita y ofrezca la interpretación del mundo, el que dé sentido a la existencia.

En este período escribe: El nacimiento de la tragedia griega según el espíritu de la música (1870) y Sobre la verdad y mentira en sentido extramoral (1873).

2º Período Ilustrado (1878-83) Este período parece una negación de lo dicho en el anterior, ya que ahora, la ciencia y la reflexión crítica asumen la dirección de su pensamiento.

Lo que en El nacimiento de la tragedia Nietzsche despreciaba (socratismo, hombre teórico, conocimiento puro…) aparece ahora como esencial para poner en duda el Idealismo de la religión, metafísica, arte y moral. Es decir, parece que Nietzsche se convierte en un “Ilustrado”

ya que utiliza la razón y la ciencia como herramientas. La figura que expresa su pensamiento en los textos ya no es Dioniso, sino El “Espíritu alegre” o “Espíritu libre”, es decir, un observador de la vida, crítico, racionalista y escéptico.

En este período escribe: Humano demasiado humano, Aurora y La Gaya ciencia, donde introduce la idea del cristianismo como una religión y moral hostil a la vida y la idea de que Dios ha muerto.

3º Período crítico se inicia con Así habló Zaratustra. En esta etapa Nietzsche expone las ideas fundamentales y definitivas de su filosofía mediante un lenguaje propio de carácter poético, ya que, el lenguaje metafísico es insuficiente y erróneo. Ahora se mostrará muy crítico ante la ciencia y la razón, perderá la confianza que supuestamente tenía en el período anterior. Se muestra crítico y desarrolla las ideas como la transmutación de valores, superhombre , muerte de Dios y Eterno retorno, contenidas ya en El nacimiento de la tragedia. Las principales obras de este período son: Más allá del bien y del mal, la Genealogía de la moral, El ocaso de los ídolos, El Anticrsito y Ecce homo.

La vida como voluntad

En su primera obra Nietzsche define la vida como la naturaleza última de toda la realidad, eso es lo que hay detrás de lo “trágico”. Es decir, la vida es lo que se ama más profundamente, pero también lo que no se puede definir, lo que se escapa a los conceptos, lo que se “vive” y no lo que se “piensa”. Por eso la vida se manifiesta como instinto espontáneo, lucha permanente y continuo cambio. Nietzsche considera como Schopenhauer que la vida es voluntad de poder, fuerza creadora, el deseo ciego de procrear y perdurar de la realidad. La filosofía de Nietzsche es vitalista en este sentido, para él la vida es un juego trágico en el que se enfrentan en un proceso incesante generación y corrupción, vida y muerte, exaltación y dolor. Es vitalista en la medida que proclama la alegría de vivir, pero aceptar la vida es asumirla en su carácter trágico, sin enmascararla, es aceptar el sufrimiento como el precio de su belleza.

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El lenguaje como síntoma de la vida

La vida es ininteligible en sí misma, lo que le obliga a Nietzsche a estudiarla en sus manifestaciones, y una de estas manifestaciones de la vida es el lenguaje, cuyas formas son síntomas de la vida y de la voluntad de poder. Se propone analizar las expresiones lingüísticas como símbolos tras los cuales se oculta lo inconsciente, lo no comunicable, la realidad vital. El lenguaje se convierte en el punto de partida de su reflexión filosófica. Toda nuestra actividad mental está en palabras, es lenguaje. El lenguaje condiciona nuestra manera de pensar, de sentir y de vivir. El lenguaje nos sirve para expresar nuestras intuiciones y pensamientos pero no puede expresar las cosas, sino nuestra relación con ellas, depende por tanto de nuestra voluntad. Es nuestra voluntad la que organiza el mundo de nuestras percepciones, aunque dentro de un lenguaje que encontramos ya hecho. A través del lenguaje se puede analizar la voluntad, la actitud ante la vida que lo crea. Nietzsche denunciará el poder de encantamiento del lenguaje que puede llegar a suplantar la vida.

Crítica a la cultura occidental

Hablar de Nietzsche como hemos explicado ya, es hablar de la filosofía de la crítica o de la

“sospecha”, o como decía él mismo “…indagar bajo la superficie”. Ya desde sus primeras obras se interroga sobre la historia del hombre occidental. Para Nietzsche en la cultura occidental todo ha sido un engaño desde que surgió, por un lado el hombre teórico con Sócrates, y, por otro, la moral cristiana, basados ambos en una mentira, tanto del lenguaje como de los conceptos: el idealismo y el racionalismo. La cultura occidental, desde entonces, es una cultura decadente y enfermiza, porque en lo fundamental se opone a la vida y a los instintos que la mueven.

De ahí que Nietzsche critique y sospeche de todos los aspectos de la cultura occidental basados en el racionalismo socrático y el idealismo cristiano, es decir, la moral, la religión, la filosofía, la ciencia… Lo que él pretende es desenmascarar la gran mentira que el hombre mismo ha construido mediante su lenguaje y sus conceptos y que le domina. El hombre ha creado una construcción lingüística y conceptual imaginaria (representada en el Dios cristiano) que lo domina; ha creado una metafísica falsa que lo reduce a mero esclavo y que lo autoaliena. En este sentido se habla de la filosofía de Nietzsche como una filosofía del desenmascaramiento.

Nietzsche considera que el ser humano se ha perdido, ya que, ha colocado sobre sí mismo unos pesos conceptuales enormes que le hacen inclinarse y obedecerlos ante lo aparentemente sobrehumano, es decir, el ser humano se somete ante su propia creación, un mundo ideal, inexistente y, en consecuencia, falso. Nietzsche pretende “rescatarlo” y devolverlo a la situación anterior a la decadencia, a la situación de equilibrio entre Dioniso y Apolo, instinto-razón, la época de la tragedia griega presocrática.

Los síntomas de esta enfermedad que arrastra la cultura occidental se evidencian en la moral, en la religión, en la metafísica (filosofía platónica) y en la ciencia.

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Primer aspecto fundamental de su crítica: crítica de la moral.

El aspecto más profundo y radical de la crítica nietzscheana a la cultura occidental se plasma en su crítica a la moral tradicional, especialmente, la moral judeocristiana.

Para Nietzsche esta moral es una moral antinatural o contranatural, ya que impone leyes y restricciones que atentan contra los instintos primordiales de la vida en favor de un más allá, es decir, de un mundo inexistente. Esta moral tiene un fundamento y una base metafísica en las especulaciones platónicas y cristianas en torno a la existencia de una vida diferente de la terrenal –la única existente según Nietzsche- y postulada como más verdadera y auténtica que ésta.

La crítica de Nietzsche a la moral se centra en la moral occidental (judeocristiana) pero se puede extrapolar a cualquier moral. Si se analizan la historia y el devenir humano se puede observar la existencia de dos tipos de moral en cualquier cultura: una moral aristocrática o moral de los señores y una moral de esclavos o moral de rebaño. Estos dos tipos de morales tan mezclados en todas las civilizaciones superiores, y elementos de ambas pueden hallarse en un mismo ser humano.

-La moral de los señores es una moral caballeresca y aristocrática, propia de espíritus elevados, de los fuertes, de los valientes, de los autosuficientes. Una moral que ama la vida, el poder, la grandeza y el placer. Es una moral afirmativa, creadora de valores y exenta de sentimientos negativos como la humildad, el sacrificio, la compasión, el rencor, la venganza, etc. Es la moral que encontramos en la Grecia presocrática, la moral de la tragedia. Con esta moral se identifican los individuos que por su carácter “aristocrático y guerrero” están preparados para la lucha que supone vivir; para el poder y para la vida. Es la moral de los

“Espíritus Libres”. En esta moral los conceptos “bueno” y “malo” equivalen a “noble” y

“plebeyo”, y los epítetos son aplicados más a los hombres que a las acciones. El tipo superior de hombre crea sus propios valores partiendo de la abundancia de su vida y de su energía. Esta moral es la que reivindicará Nietzsche que hay que recuperar y la postulará como la moral del Superhombre.

-La moral de los esclavos es la moral de los débiles y desvalidos, de los “enfermos” que se agrupan en rebaño, que necesitan ese rebaño para sentirse seguros. Es la moral de aquellos que no pueden defender su ser de forma individual y necesitan del colectivo. Mediante ese

“agruparse en rebaño” se subvierten los auténticos valores, los aristocráticos. Así, en esta moral lo bueno es lo que favorece al débil y disminuye la potencia de lo naturalmente fuerte.

Cualidades como la bondad, humildad, dolor, pequeñez, compasión, resignación, paciencia, misericordia, sacrificio, que antes de la llegada de esta moral eran rechazadas por representar lo débil y plebeyo, ahora, en esta moral de esclavos son ensalzadas como virtudes, y los individuos fuertes e independientes son considerados como peligrosos y son calificados como

“mal”. La moral de los esclavos es una moral de rebaño; de los que por no ser nobles, intentan imponer sus valores uniéndose entre sí. Sus valoraciones morales son expresión de las necesidades del rebaño. Con toda la conceptualización platónica y con el cristianismo se ha favorecido que se extienda en toda Europa e impere de forma absoluta esta moral.

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Esta moral de esclavos ha generado la ilusión del “ideal ascético de la vida”, es decir, un ideal de renuncia y sacrificio a los instintos y a la vida a favor de una imaginaria existencia ultra terrena y un mundo trascendente.

En la Genealogía de la moral Nietzsche nos explica que esta moral de esclavos y su ideal ascético derivan del “resentimiento”.

El tipo superior de hombre, el aristócrata crea sus propios valores partiendo de la vida. El sumiso e impotente, sin embargo, teme al fuerte y poderoso e intenta contenerlo y dominarlo afirmando como absolutos los valores del rebaño. El rebaño intenta imponer universalmente sus valores, haciendo de los valores aristocráticos la esencia de lo malo. Esto es lo que ha sucedido en la cultura occidental y cristiana que conocemos. La moral occidental es una expresión del resentimiento característico del instinto del rebaño, de aquellos que no siendo muy aptos para la vida, quieren desvirtuar ésta para imponerse a los nobles.

Este mismo resentimiento es atribuido a los movimientos democráticos, anarquistas y socialistas, que Nietzsche interpreta como consecuencia del cristianismo porque niegan al igual que el cristianismo la jerarquía natural (selección natural darwiniana y devenir de la vida), proponiendo un igualitarismo de todos y la exclusión de los privilegios de los mejor constituidos.

Esta concepción moral uniforme, universal y absoluta es rechazada por Nietzsche. En su lugar propone la concepción de una graduación de rango entre los diferentes tipos de moral. No pretende un hombre sin moral (eso es imposible) sino que reivindica el retronó a la moral natural y la destrucción de la moral convencional y antinatural que desde Sócrates y a través del cristianismo se ha impuesto en occidente.

Cuando Nietzsche habla de una posición más allá del bien y del mal se refiere a superar esta moral de rebaño, que reduce a todos a un nivel vulgar, favorece la mediocridad e impide el desarrollo de un tipo superior de hombre. Este tipo superior de hombre crea valores constantemente, no los impone, ni necesita del conjunto para imponer valores, porque entonces sería débil. Es una moral individual, no social.

No quiere decir que deba abandonarse todo respeto a los valores, ni que todo sea válido. Se va más allá de la moral del resentimiento para crear valores que serán la expresión de la vida superior y un medio de superarse así mismo, hacia un nivel superior de existencia humana, hacia el nivel de superhombre que debe alcanzar cada individuo.

Imp: Una vez critica la moral judeocristiana, va a criticar lo que engloba y posibilita por lo tanto esa moral, la religión cristiana, mayoritaria en occidente.

Crítica a la religión cristiana como apoyo de la moral

Esta crítica va dirigida no contra el espíritu religioso del hombre, sino contra las religiones, principalmente la judía y la cristiana aunque su crítica se extiende a cualquier religión que él considera nihilistas y contrarias a la vida, es decir, promulgadoras del ideal ascético de la vida.

Son religiones que difunden el miedo, el sometimiento, la esclavitud, el sacrificio y el pecado.

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Su actitud en general es que la fe en Dios, especialmente en el Dios de la religión cristiana, es hostil a la vida y expresa la voluntad de los tipos inferiores de hombres.

El cristianismo ha invertido los valores de la Grecia mítica, donde la religión era la sede de aquellos impulsos nobles y humanos, en la que existía un mundo desgarrado, ya que la tríada Dios-Hombre-Mundo no se entendía de forma jerarquizada sino unido. En la Grecia presocrática y preplatónica –tiempo mítico para Nietzsche- el mundo no era un tiempo transitorio hacia un mundo extratemporal y extraterrenal, sino que era la única y auténtica realidad.

Para Nietzsche la religión cristiana a inventado imaginariamente conceptos como “Dios”,

“alma inmortal”, “más allá”, “pecado”, “bondad”…para contravenir los auténticos valores, los valores de la vida: el hombre, la vida terrena, el cuerpo y sus instintos, la ley de la selección natural.

La religión cristiana por lo tanto se nos presenta como la religión de los débiles y los enfermos, de aquellos que no pudiendo soportar la vida y la realidad tal y como se presentan ante nosotros, se inventan un mundo diferente a su medida que intenta negar los valores de los nobles y de los fuertes, para subsistir. La religión cristiana es el síntoma de una enfermedad, de una cultura decadente y débil que ha suplantado una sociedad sana y fuerte.

Se ve claramente que esta crítica de Nietzsche va contra la concepción dualista de Platón y el cristianismo, que supone la existencia de dos mundos. Él reivindica la unicidad del mundo y rechaza radicalmente la comprensión según la cual la existencia terrenal es inferior a la extraterrenal. El cristianismo es uno de los grandes errores de la historia, porque impulsado por una falsa voluntad de verdad, ha extraviado al hombre, lo ha enfrentado consigo mismo y con sus instintos, que son la única fuente de conocimiento de la vida y lo ha sometido ante un Dios que debe ser “asesinado” para posibilitar la llegada del superhombre.

Crítica de la filosofía occidental (metafísica platónica)

Para Nietzsche el germen de toda la problemática cultural de Europa, de toda esa enfermedad, es la metafísica idealista y espiritualista que representan, primero, la metafísica conceptual platónica y seguidamente la religión cristiana. De la misma forma que ha criticado el ideal ascético de la vida representado por los débiles en la moral y que es contrario a la vida, ahora va a criticar “el ideal re la razón”, representado por esa filosofía platónica y que también es contrario a la vida. Esta metafísica, con sus conceptos unívocos de verdad, de bueno, de malo… es una ficción que el ser humano inventa, una gran mentira con la que el hombre escapa a la caducidad de su existencia dándole así un sentido falso.

Nietzsche critica la metafísica conceptual platónica porque la considera base de la moral contraria a la vida. Nietzsche ve en toda la filosofía occidental influenciada por Platón y su ideal de la razón, una ceguera absoluta para entender la realidad, que es esencialmente cambiante, vida pura, devenir.

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El platonismo con su metafísica idealista es la primera gran mentira de la cultura occidental. El error del platonismo ha consistido en concebir la existencia de dos realidades, la del mundo sensible y la del mundo de las Ideas y las Formas, el mundo delo inteligible. Además Platón ha afirmado que la realidad sensible (la única existente para Nietzsche) es tan sólo una realidad aparente, mientras que la realidad inteligible (que es una ficción inventada para denigrar la realidad terrena según Nietzsche) es la auténtica realidad. Este dualismo es la raíz de la decadencia de la cultura occidental.

Con la entrada en acción del cristianismo y del elemento de la fe se consigue asentar aún más ese dominio del ideal ascético de la vida y del ideal de la razón. Superar esta problemática sólo será posible con lo que Nietzsche califica como transmutación de valores, es decir, recuperar los valores anteriores al platonismo y al cristianismo, es decir, hacer una inversión de las perspectivas.

Nietzsche va contra todas aquellas filosofías, ciencias, etc., que aspiren a encontrar una especie de verdad absoluta e inamovible y que esperan encontrarla más allá del mundo de las apariencias sensibles. Tanto la ciencia como la filosofía occidental consideran el “ser” como algo estático, fijo, inamovible, es decir buscan un mundo de esencias. (Critica por lo tanto a filósofos como Aristóteles y su realidad sensible estructurada por formas, a Descartes por su concepción de la realidad sensible como extensión y objeto de estudio de la pura matemática…)

La única realidad es la que se presenta ante nosotros como cambiante, puro devenir, pura apariencia. El mundo ideal de la metafísica es querer escapar a la única realidad mediante un engaño. Sólo los débiles no pueden aceptar la realidad tal cual es y necesitan refugiarse en esa ficción de la razón.

Nietzsche admira a filósofos que no se han dejado atrapar por ese ideal de la razón y han defendido el devenir de la realidad como Heráclito; y reivindicará frente al dualismo platónico el monismo materialista presocrático. Reivindica la cultura de los sofistas que frente a una verdad única socrática plantean un relativismo radical, una filosofía escéptica.

Dentro de esta crítica a la verdad absoluta, también va a criticar aquello que poco a poco se está erigiendo en sustituto del cristianismo, la fe en la ciencia. La ciencia también presupone esa búsqueda de la verdad absoluta, es como una verdad divina de la ciencia. En la obra Genealogía de la moral critica la ciencia positivista del siglo XIX y su anhelo de encontrar la verdad absoluta más allá del relativismo reinante en la realidad en la que nos movemos y se desenvuelve la vida. Esta ciencia es como una versión laica de la creencia en la verdad universal divina.

La ciencia intenta proponerse como un conocimiento objetivo y neutro, no dependiente de ningún interés material y ajeno a la voluntad de quien lo propone, cosa que Nietzsche considera imposible porque todo conocimiento es interés de una voluntad, todo conocimiento es perspectiva.

El conocimiento y la ciencia es un instrumento de poder, de dominio de un cierto campo de la realidad para ponerlo al servicio de quien lo practica. Se quiere transformar el devenir en un

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conjunto de normas fijas y estables para así poder gobernar la realidad. Pero este proceso lejos de ser neutral está basado en necesidades vitales.

Las leyes que rigen la naturaleza son muy útiles y esto hace que los hombres las consideren dogmas. Del mismo modo que Hume consideraba que incluso la ley de la causalidad es una ficción del ser humano en su intento por comprender la realidad y que no estamos autorizados a afirmar que existen cosas permanentes, sustancias, cuerpos.

En definitiva, para Nietzsche todas las “verdades” son “ficciones” y todas las ficciones son interpretaciones; todas las interpretaciones son perspectivas. Todo nuestro conocimiento es perspectiva. Su teoría del conocimiento es el perspectivismo.

Lo que intentará desenmascarar Nietzsche es que la perspectiva desde la que se ha construido la filosofía occidental mediante el lenguaje, vendiéndola como verdad única y absoluta, es la perspectiva del débil y del esclavo.

La muerte de Dios y la transvaloración

Una vez reconocida la enfermedad que afecta a occidente, de lo que se trata es de buscar y aplicar el remedio. Nietzsche cree ver cierta reacción gracias a momentos de la historia (la conciencia moderna, el antropomorfismo renacentista, el racionalismo humanista ilustrado o la ciencia positivista) hacen cada vez más innecesaria la presencia de Dios en nuestra cultura.

Nietzsche considera que la figura del Dios cristiano es la gran losa que lleva la humanidad y que le impide avanzar hacia el superhombre. Este Dios es una creación humana que ha conseguido separarse del hombre y se le ha vuelto en contra, lo domina. Ese Dios monoteísta del cristianismo es el Dios de las contraposiciones metafísicas mundo real/aparente, moral bien/mal. Ese Dios debe ser “asesinado”, de ahí lo de que se debe matar a Dios. Es una creación humana que se ha vuelto contra nosotros, es una carga opresora que reprime al hombre.

Esta muerte de Dios, la pérdida de la fe en ese Dios cristiano, permitirá un renacer del hombre, del hombre anterior al Dios cristiano, del hombre de moral superior. Se abrirá el camino a las energías creadoras del hombre, a su desarrollo total. Las prohibiciones quedarán a un lado y el hombre ya no estará pendiente de un mundo irreal y sobrenatural, sino que vivirá plenamente el único mundo real, el terrenal, el del devenir.

El concepto de Dios, que el ser humano ha creado, se ha convertido en un concepto hostil a la vida, porque encarna los valores de los débiles, del tipo inferior de hombre.

Nietzsche no critica cualquier divinidad, sino aquellas que una vez creadas asumen una autonomía y un poder tal que se tornan contrarias al hombre y que le llegan a alienar y hacen de él un ser débil, sumiso, resignado, humilde, torturado en su conciencia e incapacitado para desarrollarse libremente. Las divinidades que sí reivindica son las griegas, porque son creaciones a imagen y semejanza de los hombres.

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Al tomar conciencia de que es una creación nuestra, y que por lo tanto podemos y debemos eliminarlo, estaremos en disposición de aspirar a la transgresión, a la transmutación de los valores. Es como si al quitarnos de encima lo que nos cohibía, lo que nos imposibilitaba desarrollarnos, estemos en disposición de madurar, de ser responsables de nosotros mismos y de esta forma crear constantemente valores, no asumir los valores impuestos por los débiles mediante un aparato conceptual que se fundamenta en la figura de un Dios represor.

Peligros de la muerte de Dios:

Pero con la eliminación de Dios y de todo Idealismo surgen una serie de problemas como el ateísmo superficial, la desorientación moral, es decir, el empobrecimiento humano y el nihilismo, que es la ausencia total de valores.

Con la muerte de Dios se rechazan los valores absolutos, es decir, la idea de una ley moral objetiva y universal. Pero los europeos han sido educados en aceptar esos valores asociados a la fe cristiana, si los europeos pierden la fe en esos valores creen perder la fe en todos los valores, porque esos eran los únicos valores, los que creían verdaderos. Esos valores eran La Moral, la cristiana. Esa pérdida de fe en esos valores nos expone al peligro del nihilismo.

Pero el nihilismo se podría entender de dos formas, y así lo hace Nietzsche:

a) Nihilismo pasivo, es aquel que afirma la nada (el otro mundo), lo que no existe y niega los auténticos valores superiores de la fuerza, espontaneidad, etc., en beneficio de valores perjudiciales como humildad, resignación. Por lo tanto sería un aceptar de forma pesimista los valores cristianos, resignarse a la muerte de Dios. Sería un momento de decadencia absoluta porque es vivir como se ha estado viviendo hasta ahora (en esa falsedad) pero asumiendo la muerte de Dios, es decir, no tener el valor de ser superhombre y de ser creador de valores.

b) Nihilismo activo, este nihilismo justamente consiste en la destrucción del sistema de valores del nihilismo pasivo tradicional. Se identifica con la afirmación de que Dios, la inmortalidad del alma, la moralidad cristiana, etc., son simplemente una ficción sin sentido, son una “nada”. Este nihilismo activo pone el punto final al nihilismo pasivo de los débiles. Este nihilismo de los fuertes es destructor de todo aquello que antes se creía y es muy posible que se manifieste en guerras ideológicas. El nihilismo es inevitable y representa el ocaso de la civilización cristiana. Se despejará el camino hacia la transformación de los valores, hacia el nacimiento de un tipo superior de hombre.

Los nuevos valores: la transvaloración de los valores

En realidad estos nuevos valores que surgirían tras el nihilismo activo no son nuevos, simplemente se trata de retornar a la situación que había antes de la aparición de Sócrates y Platón y de la llegada del cristianismo. Es por lo tanto un redescubrimiento de los valores que existían con anterioridad, los valores encarnados en la Grecia presocrática, en la cultura bárbara, culturas que priman los valores de la vida y no se postula un más allá. Se trata de

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realizar lo que Nietzsche llamará la transvaloración de los valores, es decir, volver a poner en su lugar lo que más de veinte siglos de platonismo y cristianismo han destruido.

Este retronó de los valores antiguos se basa en la tríada Naturaleza-Vida-Hombre que sustituye a la ya caduca Dios-Hombre-Mundo.

Estos nuevos valores van a ser creados por el superhombre con su voluntad de poder y su anhelo de eterno retorno.

Para ilustrar la historia del hombre occidental desde su refugio en el cristianismo hasta su rebelión y posterior restauración de los valores de la vida, Nietzsche utiliza la parábola de cómo el espíritu pasa de camello a león, y de león a niño.

El superhombre, la voluntad de poder y el eterno retorno

El superhombre es la meta para los hombres de espíritu superior. El hombre es algo que debe ser superado, el hombre es un puente y no un fin. Este “superhombre” es un mito, una meta para la voluntad.

Este superhombre llegará cuando los individuos superiores tengan la audacia de transformar todos los valores, especialmente los valores cristianos, y crear otros valores partiendo de su vitalidad, energía y fecundidad. Este superhombre supone la máxima integración y desarrollo del poder intelectual, de la fortaleza de carácter y de voluntad, de independencia, pasión, habilidad y físico. Sería un hombre culto, poderoso, tolerante a la vez, sin considerar nada prohibido salvo la debilidad, el hombre que ha llegado a ser totalmente libre e independiente y que afirma la vida. Es el hombre que encarna los valores de la moral aristocrática.

El superhombre encarna a Dionisos, crea valores de la vida sin fundamentarlos en un más allá, renuncia a los sueños ultramundanos y vuelve a la tierra. La tierra (naturaleza) ocupa el lugar de Dios. Tendrá una absoluta autonomía moral, está más allá del bien y del mal, porque no hace caso de los prejuicios de los demás, sino que él mismo será quien establezca el bien y el mal. La libertad de este hombre superior le coloca por encima de adoctrinamientos, la vida ahora es una posibilidad y no un sufrimiento. Este hombre superior es el que se afirma en el devenir de la vida sin necesidad de crearse otros mundos donde consolar sus penas, es decir, acepta y quiere la imagen trágica del mundo.

La clave de la figura del superhombre es la voluntad de poder. Esta voluntad es el instinto de manifestarse y expansionarse que encontramos en la vida, en todo ser vivo. Toda existencia, toda actividad del universo se identifica con esta voluntad de poder, es la esencia íntima del ser. La voluntad de poder se manifiesta claramente en la naturaleza. Todos los organismos se desarrollan alrededor del sentimiento de poder y se buscan obstáculos con el fin de superarlos, no se evitan, porque así se puede manifestar y desarrollar la voluntad de poder.

Desde el punto de vista psicológico en el hombre, la voluntad de poder sería la que rige toda acción humana. Todo el conocimiento está basado en necesidades vitales regidas por la voluntad de poder. La ciencia somete a leyes y reglas a la naturaleza no para describirla sino porque nos es útil a nosotros, porque nuestra voluntad de de poder nos lo demanda. El placer

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y la alegría son los sentimientos que genera el aumento de poder, y el dolor y la tristeza son resultado de obstaculizar a la voluntad de poder. Sólo el superhombre reconoce en su acción la voluntad de poder. Aunque todo ser actúa bajo la influencia de la voluntad de poder, sólo el superhombre la reconoce, la desea y la acepta. Los débiles intentan imaginar y fingir que la causa de sus acciones es otra, el deber moral, libre albedrío…

Este reconocimiento por parte del superhombre de que quien rige todas las acciones es la voluntad de poder, y ese deseo de que sea así le tiene que llevar por fuerza a desear que lo que sucede sea eterno, a no lamentase por lo sucedido porque lo sucedido es por la voluntad de poder. La aceptación absoluta, sin fisuras, de todo cuanto sucede por parte del superhombre se manifiesta en su deseo del eterno retorno. El deseo de que todo cuanto ha sucedido vuelva a suceder eternamente como máxima manifestación del amor a la vida, sólo lo puede querer un auténtico superhombre, porque sólo él ha visto en las dificultades, posibilidades de mejora, sólo el no cambiaría nada de lo vivido, porque es como es gracias a lo bueno y malo de la vida, a la parte apolínea y dionisiaca. Es un amor al destino, la más alta afirmación de amor a la vida, es una prueba de fortaleza y de decir sí a la vida tal como es.

El auténtico hombre dionisiaco afirmará este mundo con firmeza y con alegría, despreciando a aquellos que son débiles y necesitan escapar de la realidad tal como es, porque les resulta insufrible, aquellos que se refugian en un mundo imaginario –el más allá-.

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