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Una vida plena en el

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Academic year: 2021

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Mes de María según el carisma de nuestra Madre Fundadora

Segunda Semana:

“Una vida plena en el Misterio de Cristo”

Día 8:

“María y la palabra de Dios”

Oración Inicial

¡Oh María!, durante el bello mes a ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones.

Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan

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querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres, Amén.

Introducción del Día

En los tiempos antiguos, Dios habló a los hombres para indicarles una misión, para comunicarse con ellos y darles a conocer su Plan de Salvación. Los patriarcas, Abraham, Moisés, los profetas, fueron grandes amigos de Dios, con quienes se comunicaba. Estos felices depositarios de la Palabra de Dios, encontraron en ella la fuerza para vivir su Fe, el aliento para su esperanza y el vigor para su caridad.

María, en quien se cumplen las palabras del Antiguo Testamento fue la

"oyente perfecta" de la palabra de Dios, que será ejemplo y modelo para todos los siglos.

Una mirada al carisma de la Madre Fundadora

La vida de la Madre Paulina fue un atento escuchar a la Palabra de Dios.

Las primeras Normas de Conducta de nuestra Congregación están totalmente inspiradas en la Palabra de Dios y las enseñanzas de Jesús.

Nuestra Fundadora, atenta discípula, a semejanza de María sabe que tiene mucho que aprender a fin de que pueda realizarse en ella una transformación. Paulina toma en serio la Palabra de Dios, se alimenta de ella, la medita y la pone en práctica. También en conducción de las Hermanas, individualmente les señala ese camino: "Siempre mirar a Jesús, interior y exteriormente. Jesús sea en todo su ser: pensamientos y palabras. De la palabra saca ella el Último sentido de los "consejos"

del Maestro.

A su ejemplo, nuestra vida de miembros de su Congregación, tiene que ser también pura receptividad de la Palabra de Dios que nunca deja de comunicarse.

Práctica

Renovarnos en la lectura diaria de la Sagrada Escritura y en el aprecio por ella para transmitirla a otros.

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Oración Final

¡Oh María, Madre de Jesús, ¡nuestro Salvador y nuestra buena madre!

Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradable, y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.

Dígnate a presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará Su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir. Amén.

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Día 9:

“María, la Madre del Señor”

Oración Inicial

¡Oh María!, durante el bello mes a ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Más, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones.

Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres, Amén.

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Introducción del Día

Muchos son los privilegios concedidos por Dios a la Santísima Virgen.

Pero el principal y al cual se ordenan todos los demás es el de su Maternidad Divina. Este es el Misterio que más la une a Cristo. Su condición de Madre del Señor nos da la confianza en su poderosa mediación.

Ella nos infunde además grandes inquietudes apostólicas, de entrega a los demás en nuestra labor diaria, como lo hizo la bendita Madre del Señor.

Una mirada al carisma de la Madre Fundadora

La Madre Paulina aprendió de María el real camino del seguimiento de Cristo. “Descubre a Cristo como el Camino, la verdad y la Vida. Jesús es el único don personificado de Dios al mundo y Quien realiza su entrega hasta la consumación … Cuanto más pasaba el tiempo, más operante se hacía en ella la influencia de María Inmaculada, hasta transformarla de tal manera que la Virgen Madre la hacía llevar a Jesús por doquier … Tenía que pasar sus días como María. Nada debía ser demasiado pequeño, por cada cosa había que preocuparse con cariño.

El modelo del hogar tenía que ser la pequeña casa de Nazaret y como María guió al Niño, así debía ella también tratar de orientar a aquellas que Dios quería que fuesen guiadas por ella. Todo esto sería posible si aprendía a amar como María amó. Por eso pidió esa abertura hacia María, necesaria para la tarea que se había propuesto: "El Señor me conceda un alma sencilla, simple y filial como la tenía el Niño Jesús asido de la mano de su Madre María. Yo también quiero dejarme guiar por Ella. Que Ella me acepte como hija suya”.

Práctica

Renovarnos en el espíritu de hijas de la Santísima Virgen Inmaculada.

Oración Final

¡Oh María, Madre de Jesús, ¡nuestro Salvador y nuestra buena madre!

Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradable, y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.

Dígnate a presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del

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error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará Su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir. Amén.

Día 10:

“María nos enseña la humildad”

Oración Inicial

¡Oh María!, durante el bello mes a ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones.

Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de

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gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres, Amén.

Introducción del Día

María, al entregarnos a Cristo nos muestra también el camino de su seguimiento. Así Ella nos va introduciendo en la vivencia del Evangelio.

El Señor dijo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.

María nos señala ese modelo y nos indica con su vida lo que significa esa actitud tan preciosa a los ojos del maestro y tan necesaria para el progreso de la vida espiritual.

Una mirada al carisma de la Madre Fundadora

A imitación de María, Paulina cultiva esta virtud de la humildad

"Cuanto más desciende a las profundidades de su propia nada, tanto más descubre la fuerza divina que obra en ella … Así crece en ella la verdadera humildad que conoce la fuerza y la debilidad, que sabe apreciarse en su justo valor y puede ponerse a la entera disposición de Dios. María es su modelo en esta actitud. Repetidas veces expresa su deseo de ser María, la humilde esclava del Señor. Ella la impulsa a seguir el ejemplo de Cristo en su mansa disponibilidad y su humilde entrega al Padre. En su primer retiro conoce con claridad que su vida debe ordenarse con el ejemplo de Cristo y como fundamento de todas las virtudes se presentan alma la mansedumbre y la humildad. Ellas serán en adelante todo el empeño de su alma. Que no consistan sólo en palabras y en apariencias, sino que deben radicar en lo más profundo del corazón y probarse en obras. Paulina torna en serio estas palabras, como todo en su vida. Durante toda su vida se profundiza notablemente en ella esta actitud fundamental que la hace cada vez más apta para el servicio de Dios y para el prójimo."

Práctica

Hacer un acto de humildad con espíritu de imitación de María y para agradar al Señor.

Oración Final

¡Oh María, Madre de Jesús, ¡nuestro Salvador y nuestra buena madre!

Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradable, y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.

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Dígnate a presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará Su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir. Amén.

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Día 11:

“María, la virgen pobre”

Oración Inicial

¡Oh María!, durante el bello mes a ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones.

Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres, Amén.

Introducción del Día

Cuando María se proclamó humildemente la "esclava del Señor", se

identificó con los pobres y en esa condición fue feliz, porque así

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se asemejó a su Hijo que eligió la pobreza para nacer y vivir. El, vino a anunciar la Bienaventuranza de los pobres, se hizo el mejor ejemplo pobreza. Su madre nos señala el camino, que no consiste sólo en carencia de bienes, sino predominantemente una actitud interior, fundamental para nuestra vida consagrada. Ella aparece como modelo no sólo de pobreza material, sino sobre todo como ideal de desprendimiento de lo humano para responder más totalmente a los requerimientos del Señor y estar abierta a las "Verdaderas riquezas Él propone"

Una mirada al carisma de la Madre Fundadora

Paulina aprendió de María su desprendimiento. "Comprendió poco a poco, el último sentido de los "Consejos" del Maestro. Quiere vivirlos como los vivía Él, realizando de esta manera concreta y radicalmente su seguimiento. Así goza cada vez más de la libertad interior para su donación a Dios y a los hombres. Cristo es la medida de su pobreza.

Paulina es ingeniosa para conformarse con poco y no exigir nada. Así penetra en el espíritu de la pobreza, son dos duras nueces, pero deben ser consideradas decididamente".

Práctica

Por amor a María, compartir hoy algo con un necesitado.

Oración Final

¡Oh María, Madre de Jesús, ¡nuestro Salvador y nuestra buena madre!

Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradable, y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.

Dígnate a presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará Su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir. Amén.

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Día 12:

“María, la virgen obediente”

Oración Inicial

¡Oh María!, durante el bello mes a ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Más, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones.

Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres, Amén.

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Introducción del Día

Humildad y pobreza se expresan en una actitud muy concreta. Para quienes reconocen su dependencia de Dios y están conscientes de la grandeza del Todopoderoso y de la propia condición, resulta casi espontánea la Obediencia. Quien se fía totalmente de Dios, no tiene reservas para hacer lo que Él pide u ordena. Jesús vivió para obedecer al Padre y puso en eso la perfección. María aprendió maravillosamente esta lección y lo acompañó en su obediencia redentora.

Una mirada al carisma de la Madre Fundadora

La obediencia de Paulina fue derivada de su deseo de ser siempre "la esclava del Señor" para cumplir su voluntad. Todo su obrar está determinado, por una parte, por escuchar dócilmente la voluntad de Dios, dejándose guiar y, por otra parte, por empeñar todas sus fuerzas y capacidades personales no solo para comenzar su obra, sino para llevarla a cabo con perseverancia y constancia, pese las dificultades. De allí nace su disposición positiva frente a la vida, aunque sabe que todo lo terreno es perecedero. Paulina observa y medita siempre de nuevo la vida de Jesús. Él se anonadó …haciéndose obediente hasta la muerte

… Aquí aprende que se trata de una total disponibilidad ante Dios. de un "ser conducida a donde no se quiere ir" …

Práctica

Realizar un acto de obediencia interior o de iniciativa en bien de la comunidad.

Oración Final

¡Oh María, Madre de Jesús, ¡nuestro Salvador y nuestra buena madre!

Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradable, y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.

Dígnate a presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará Su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir. Amén.

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Día 13:

“María, Virgen de las Vírgenes”

Oración Inicial

¡Oh María!, durante el bello mes a ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones.

Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres, Amén.

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Introducción del Día

En el plan de Dios, Cristo y María se encuentran muy unidos. María, Madre del Señor, participa de su Misterio, y aún en su obscuridad capta cuanto le permite la limpieza de su alma Inmaculada y purísima. María fue virgen en su totalidad y eso la capacitó para responder mejor a Dios.

Su virginidad fue dedicación absoluta y exclusiva a Dios. Esa virginidad fue el manto con que Dios la cubrió y que Ella guardó para siempre.

Una mirada al carisma de la Madre Fundadora

La consagración virginal llevó a Paulina a gozar cada vez más de la libertad de espíritu y la paz interior para su donación a Dios y a los hombres. "Tú, mi Esposo, mi Dios, serás el fin exclusivo que perseguirá mi alma. Con encanto arrojo de mí todas las fruslerías que estorban el paso de mi viaje para proseguirlo ágil, fácil y velozmente, en pobreza, castidad y obediencia, hasta hallarte a TÍ; perla de la vida eterna". La marcada fuerza y capacidad natural de su alma para la entrega de amor, encuentra la madurez sobrenatural en la gozosa experiencia de la castidad consagrada a Dios. Esta, a su vez, la capacita para una vida fecunda en el encuentro con Dios y con los demás".

Práctica

Renunciar, por amor al Señor, a algún gusto personal, meramente natural.

Oración Final

¡Oh María, Madre de Jesús, ¡nuestro Salvador y nuestra buena madre!

Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradable, y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.

Dígnate a presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará Su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir. Amén.

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Día 14:

“María nos enseña el valor del sufrimiento”

Oración Inicial

¡Oh María!, durante el bello mes a ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones.

Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres, Amén.

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Introducción del Día

El sufrimiento es una realidad constante en la vida del hombre como consecuencia del pecado. Cristo vino a darle pleno sentido al dolor, al cargar con nuestras culpas y someterse al tormento de la cruz. Así cumplió la voluntad salvífica del Padre. María, asociada al Misterio redentor de Cristo tuvo que compartir sus sufrimientos. En toda su vida experimentó lo que era sufrir por su hijo y con su hijo, así fue plenamente Madre del Salvador. Con valentía y entereza Ella consumó su FÍAT sin vacilaciones ni reservas.

Una mirada al carisma de la Madre Fundadora

La madre Paulina comprendió con clara intuición el secreto de la cruz y se lanzó como su Madre Santísima en la senda del Señor sufriente.

"En ella crece la prontitud de seguir a su Señor Crucificado”.

''Jesucristo, quien puede mirar la cruz sin conmoverse hasta lo más profundo del alma... Jesús, el siervo, no es mayor que el Señor, mortifícame tanto cuanto Tú quieras… Por la mortificación mantén vivo en mí el fervor del amor por. TÍ," así ora en los Ejercicios con sincero corazón. "Todo ha de ser prueba de amor, Jesús ha amado hasta la muerte de cruz, esa sea mi medida". Ella quiere que también sus Hermanas sigan las huellas del Señor: "Con verdadera generosidad ofrezca a Dios un sacrificio tras otro, a sí misma y a todo lo que Ud.

tiene, a fin da que le agrade más y más y le pertenezcan totalmente…

En efecto, el encuentro con Dios se realiza esencialmente, tanto en su vida personal como en la de la Congregación, a través de cruces y sufrimientos de todas clases. Es el amor del Padre, interesado en hacer crecer en Paulina y su Comunidad la configuración con el Hijo amado.

Ella responde generosamente, con un corazón abierto y fuerte, a las crecientes exigencias del amor y da su renovado "sí" al principio cristiano de vida: Sacrificarse".

Práctica

Rezar por los que sufren. No quejarse, ni exterior ni interiormente.

Oración Final

¡Oh María, Madre de Jesús, ¡nuestro Salvador y nuestra buena madre!

Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradable, y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.

Dígnate a presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los

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infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará Su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir. Amén.

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