Señor Director de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, Contraalmirante Leonel Muñoz Villareal.
Señor Subdirector Dr. Mladen Yopo Herrera
Señores oficiales generales y almirantes en retiro.
Director De División Antártica Coronel de Aviación, Miguel Figueroa Ibarra
Miembros de la Fuerza Aérea de Chile.
Personal militar y civil de Nuestro Instituto.
Señoras y señores.
Estoy aquí, para dirigirme a los presentes en la tarea de homenajear a una institución, que si bien joven bajo algunos parámetros, conlleva ya una larga tradición. Son esas acciones humanas que trascienden lo efímero del momento de su concepción y se tornan algo noble, que crece hasta ser más grande que la vida misma. Me refiero por supuesto a la Fuerza Aérea de Chile
Cuando ésta fue formalmente creada, no habían pasado muchas décadas desde que Lord Kelvin hubiese declarado en 1895 “Maquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles”. 11 años más tarde en 1906 se les concedía los hermanos Wright una patente, mientras Alberto Santos-Dumont conseguía superar los 25 metros en un vuelo oficialmente observado por el Aero-Club de Francia. En 1930, aunando medios que hasta entonces pertenecían al Ejército y la Armada nace la FACH.
Era entonces una rama tan joven que muchos no sabían con que compararla.
En algunos países la llamaron ejércitos del aire, en otros, aeronáutica militar. El
nuestro se decantó por un camino propio, que enfatizaba no su similitud a algo, sino su carácter: Fuerza Aérea.
Estos hechos, de incredulidad y de evidencia, parecen marcar el núcleo de lo que hasta el día de hoy distingue a la FACH: una combinación de opuestos aparentes como son el espíritu de la inspiración y el de la rigurosidad. Sin inspiración, jamás habrían despegado los pies del suelo. Sin rigurosidad, volverían violenta y trágicamente a él.
La inspiración es un espíritu tan esquivo como incompleto. Esquivo, porque la inventiva está en su mayoría de esfuerzos o formas destinada al fracaso: los procesos de investigación a menudo son descritos como el arte de agotar todo lo que no funciona, para encontrar lo que sí. Es sobrecogedor pensar lo que debe haber costado descubrir en carne propia que no se puede volar muy lento, o muy rápido, que el espacio para despegar y aterrizar en nuestra accidentada geografía es escaso, que los vientos cerca de la cordillera o el mar pueden ser fatales. La inventiva es también un espíritu Incompleto, porque en ausencia de algo más, la creatividad pura no se plasma en algo duradero. Ese algo es la rigurosidad.
La rigurosidad por su parte es un impulso agobiante. Muy humana es la tentación de creer que las tareas que ya se han cumplido antes, pueden ignorarse una vez. Por ello la capacidad de mantener concentración en cada uno de los detalles que se requieren para controlar algo tan etéreo como el espacio aéreo es loable: una unión imperfecta, una revisión no efectuada, un dato ignorado, pueden ser el primer y último error de un aviador. Pero por eso, su tarea no es solitaria: descansa en todo el personal de tierra y de bases, en
su formación y entrenamiento, en sí mismo y en otros. No es casual que sus miembros se llamen entre sí, camaradas.
Esos dos espíritus, difíciles de reconciliar, son un reflejo de los logros con que la Fach conectó por vía aérea, palmo a palmo, el territorio nacional. Cuando el Teniente Parodi voló por primera en la Antártica, no tenía manuales que consultar, ni derroteros que seguir, debía ser él, quien guiara a los que lo sucedieron. El mismo tipo de esfuerzo sin precedentes que se empleó para conectar en 1951, a bordo del Manu Tara a la isla de Rapa Nui por parte del Capitán Parragué y su tripulación. Conocimiento de la máquina, pero no del terreno. Mismo desafío que debió sortearse en 1939, cuando el terremoto de Chillán hizo que el comandante en Jefe de la época, general Armando Castro López, a organizara el primer puente aéreo de Chile, donde muchos procedimientos debieron desarrollarse ad-hoc.
A veces el desafío fue el inverso. Se conocía el terreno, pero no las máquinas.
La introducción de los De Havilland DH-115 Vampire, los primeros cazas a reacción con los que contó nuestro país. Lo que implicó reinterpretar y desarrollar toda una serie de prácticas y criterios. Pero este no es un hecho individual, es parte de los que describe el alma misma de lo que es la FACH:
adaptarse a nuevas realidades, hasta dominarlas, para luego pasar al siguiente desafío. Sin arrogancia, sin codicia, pero con orgullo y la satisfacción de saber haber hecho las cosas bien.
Podríamos pasar horas describiendo el rol de la institución. Sus tareas en la defensa nacional, tanto en el dominio del aire como su explotación. En el desarrollo, al favorecer el control efectivo del territorio mediante evacuaciones
aeromédicas y humanitarias. En soberanía, al recordarle al mundo que cuando se vuela a la Antártica, se vuela gracias a la FACH. En el apoyo humanitario como el del puente aéreo que acabo de describir, y que no fue sino el comienzo de una forma rápida que tiene Chile, para suturar las heridas que nuestras violenta geografía nos deja cada cierto tiempo. De ahí surgen valiosas formas de patrimonio como es Servicio de Búsqueda y Salvamento Aéreo (SAR). De las operaciones de paz, cuya larga lista de aciertos no ha sido empañada, sino coronada por el mayor prestigio nacional, por la tarea cumplida en Israel, India y Pakistán, Kosovo, Kuwait, Irak, Bosnia Herzegovina y Timor Oriental, así como entre Perú y Ecuador; Haití, la República Centroafricana y Colombia.
Esos dos espíritus de creación y preservación son también un reflejo de la mirada de futuro de la institución. Basten en esta ocasión tres ejemplos esa mirada en el derrotero de lo desconocido.
El espacio cibernético es tan complejo como el aéreo: el ser humano no nace naturalmente en él, y depende profundamente de habilidades técnicas para dominarlo a cabalidad. Pues en él, la FACH se ha adentrado con éxito, desarrollando capacidades de guerra cibernética (he ahí el primer seminario de ciberseguridad en la Academia de Guerra Aérea) y no es casual que haya personal de esa institución a cargo de las capacidades digitales de nuestra academia. Para los que conocemos algún rudimento de programación sabemos que este es un ámbito donde la originalidad o creatividad es fundamental para poder integrar nuevas soluciones y no caer en la obsolescencia. Pero que también demanda una rigurosidad metódica: la simple
omisión de un caracter, puede transformar miles de líneas de código en algo inoperante.
Un segundo ejemplo de ese doble espíritu que combina la creación y la disciplina, la aventura y el método, es el ámbito espacial. Aunque todavía un área de desarrollo incipiente para nuestro país, la tecnología satelital que posee nuestra FACH ya ha probado ser fundamental en el monitoreo ambiental, las comunicaciones y la planificación en general. Aquí se requiere pensar lo que antes se creía imposible, donde las fuerzas de la creación adquieren su carácter más brutal, sin el matiz tamizado con que nuestro planeta domestica los vientos solares, o las fuerza gravitacionales.
Aprender a dominar esa extensión del espacio aéreo no es un mero capricho, sino una necesidad en donde yace el futuro de nuestra especie, cuando los cambios en los ciclos de vida de nuestro sol vuelvan a este planeta inhabitable en un plazo lejano, pero inevitable.
Y un tercer caso se refiere a los aparatos no tripulados. Aunque existen hace muchas décadas, no es sino hace un par de años que la tecnología volvió comercial su uso. Y detrás de ese fenómeno, la FACH se ha adentrado a explorar sus posibilidades, como los innumerables artículos en la revista Minerva lo revelan. Como la regulación de su uso ya ha sido abordada por la DGAC. Pero también, como las capacidades militares en ese sentido ya han sido incorporadas en aparatos de vigilancia y control no tripulados.
Como dijo Séneca en palabras que aún parecen vigentes:
“El tiempo llegará cuando la investigación diligente durante largos períodos traerá luz sobre cosas ahora ocultas. Una sola vida, incluso dedicada al cielo,
no alcanzaría para investigar un tema tan vasto…. Y así este conocimiento será develado solo a través de las eras sucesivas. Llegará un momento en que nuestros descendientes se sorprenderán que conociéramos cosas que para ellos son tan simples. … muchos descubrimientos están reservados para edades por venir, cuando la memoria de nosotros se haya desvanecido.
Nuestro universo sería asunto lamentable, a menos de brinde algo por descubrir ia cada época…. La naturaleza, no revela sus misterios de un vez por todas”
Cuestiones Naturales, libro VII, siglo I.
En suma, no me queda más que, humildemente, con esa parte del orgullo nacional que nos permite sentirlos nuestros, desearles a todos los miembros de la fuerza aérea un feliz aniversario. Que la alta convocatoria de la Feria Internacional del Aire y del Espacio no es sino un reconocimiento a esa labor silenciosa y abnegada de los miles de hombres y mujeres que la componen. Y expresarles mí profunda convicción, de que donde sea que el futuro lleve a nuestro país, la FACH estará ahí para iluminar nuestro camino.
Feliz Aniversario de la Fuerza Aérea de Chile, Muchas gracias.
