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Hoy estamos dando un gran paso en el camino de nuestra reconciliación como

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Academic year: 2021

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oy estamos dando un gran paso en el camino de nuestra reconciliación como nación. He recibido los acuerdos de la Mesa de Diálogo con los que se ha concluido un trabajo serio, dedicado, que se prolongó por varios meses. En esta Mesa están presentes abogados defensores de casos de derechos humanos, representantes de las Fuerzas Armadas y de Orden, representantes de la diversidad religiosa, cultural y política de nuestro país, intelectuales y científicos; la diversidad de Chile. Esa diversidad, que es la riqueza de la patria, se expresó en estos 24 hombres y mujeres. Ellos fueron capaces de llegar a un texto de acuerdo, que es lo que se me ha entregado, y que por cierto daré a conocer a la ciudadanía.

Este acuerdo no establece una historia oficial, ni puede haber una historia oficial, porque nunca en nuestra historia ha habido una sola versión sobre los hechos del pasado. ¡Y en buena hora! Todavía están vigentes los debates que o’higginistas y carrerinos; de los que estaban apoyando y de los que estaban en contra del Presidente Balmaceda. Es que así debe ser. Parte de la diversidad es cómo cada uno interpreta los hechos del pasado. Y los chilenos y chilenas seguirán, como muy bien lo dice el texto del acuerdo, interpretando también de una manera distinta los hechos de nuestro pasado reciente.

Pero, más allá de nuestras diferencias, lo importante es que este texto nos reintegra al curso natural de nuestra historia como país, en tanto establece con claridad que, a lo largo de nuestros 200 años de vida independiente, la historia la hicimos con respeto a los derechos del hombre. Para mí, en lo fundamental, el valor máximo de este texto está en que fuimos capaces de reencontrarnos con ese hilo conductor. Son esos valores los que hoy emergen con tanta fuerza.

Todos los miembros de la Mesa reconocen, tanto la agudeza del conflicto político que vivimos en los sesenta y a comienzos de los setenta, como las violaciones a los derechos humanos que se cometieron. Y, por cierto, aquellos que enfrentaron ese momento recurriendo también al recurso de la fuerza.

Se ha hablado con la verdad, sin ocultamiento. Este acuerdo nos permite mirar al futuro por encima de interpretaciones encontradas de nuestra historia. Este acuerdo hace posible retomar lo mejor de nuestra tradición republicana. Este acuerdo es el que permite el compromiso solemne, cierto, convencido, de todos los que formamos

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parte de la patria, que en Chile nunca más se asesinará ni se hará desaparecer opositores; que nunca más agentes del Estado ejercerán de modo sistemático torturas o asesinatos, u otras violaciones; que nunca más se podrá acceder al poder o pretender hacerlo por la vía violenta.

Como dice la declaración, en un párrafo tan logrado, reafirmamos que es condición del Estado de Derecho que el ejercicio legítimo de la fuerza quede entregado exclusivamente a los órganos competentes en un sistema democrático, como también el rechazo absoluto de la violencia como método de acción política. Se hace indispensable desterrar y rechazar de manera categórica cualquier forma de acceso al poder por vías distintas a las democráticas. Esta es la esencia, esto es lo que quisiera resaltar ante el país, una forma de entender lo que ocurrió, donde todos, de una u otra manera, asumen en profundidad el drama de lo acaecido.

Pero también este documento se hace cargo de las tareas que están pendientes. Cómo hacer ahora para que todos nosotros, la patria toda, se comprometa con este texto, para que no vuelvan a ocurrir estos hechos nunca más en nuestra historia. Y

luego, cómo −a partir de eso− damos cuenta de las tareas pendientes, que en lo

esencial tienen que ver con cómo ideamos una forma ecuánime, adecuada, justa, para encontrar a los que todavía no están.

Aquí se establece una modalidad, un trabajo, una forma de hacer la tarea, en que yo diría que, si todos los chilenos y chilenas cooperamos, este camino que se ha consensuado va a tener éxito. Las Fuerzas Armadas, las instituciones morales, asumen una gran responsabilidad, la que aprecio en todo lo que ella vale. Cuentan con nuestro respaldo y la comprensión del país para la tarea que ahora tenemos que emprender.

Resolver este problema, que es la herida más profunda que afecta el alma del pueblo de Chile, nos va a permitir retomar el hilo de nuestra historia, empinándonos por encima de los bandos en que nos dividimos como nación. Es aquí donde está la esencia de este acuerdo.

La valentía y coraje tienen muchas formas. Y por eso, en el nombre de Chile, quiero dar las gracias por lo alcanzado. Quiero agradecer la valentía y el coraje con que las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile han reconocido lo que ocurrió en materia

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de violaciones a los derechos humanos. Chile debe un reconocimiento profundo por este gesto que se hace, como ha sido siempre a lo largo de su historia, pensando en el interés superior de la patria.

También quiero agradecer la valentía y coraje de los abogados de derechos humanos, de aquéllos que durante tanto tiempo lucharon por abrir un espacio y, con coraje y valentía también, aceptaron sentarse a dialogar con altura de miras sobre un tema especialmente doloroso para ellos.

Quiero agradecer a los representantes de la sociedad civil, a los representantes de las iglesias, historiadores, científicos, aquellos que coordinaron la Mesa de Diálogo, al ministro Mario Fernández, por haber entregado su tiempo y su capacidad, y a todos sus colaboradores.

Pero este camino que se abre hoy, como todo camino en nuestra historia, no se inicia

con este acuerdo. Se inició antes; se inició −y por eso quiero recordar y agradecer al

Presidente Aylwin− cuando se creó la Comisión de Verdad y Reconciliación. Quiero

agradecer póstumamente a su presidente, Raúl Rettig. Agradecer al Presidente Frei, que aceptó crear la Mesa de Diálogo y, muy particularmente, a Edmundo Pérez Yoma, su Ministro de Defensa, que tuvo la visión y el coraje, en un momento difícil, de decir “sí, los chilenos podemos ponernos de acuerdo”. Chile debe mucho a Edmundo Pérez y su visión.

Y ahora quiero agradecer también a alguien que no está aquí. Quiero agradecer a una mujer ejemplar, que nunca descansó en la búsqueda de los detenidos desaparecidos. Me refiero a Sola Sierra. En ella quiero simbolizar a las víctimas, a quienes la sobrevivieron. Simboliza, en cierto modo, la tragedia que nunca debió ocurrir y que, estoy cierto, no ocurrirá más en Chile.

Al dar estos agradecimientos, como Presidente asumo la responsabilidad que me corresponde en los hechos del pasado, cuando en un momento de extravío, todos nosotros no fuimos capaces de mantener el hilo conductor de Chile a lo largo de su historia.

Nos enfrentamos en bandos que se decían irreconciliables. Creíamos que había un enemigo interno. Hemos aprendido en este diálogo de la Mesa que no hay enemigo

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interno. Ustedes, los 24 miembros de esa Mesa, simbolizaron en los abrazos de anoche, que en verdad pertenecemos a un solo bando: el bando de Chile, su patria, su historia, su futuro.

Chilenas y chilenos: la Mesa de Diálogo establece un camino para dar con los cuerpos de los detenidos desaparecidos. Encontrarlos es un deber de los 15 millones de chilenos, de los 15 millones de chilenos y chilenas que debemos tener la misma altura de miras que tuvo esta Mesa de Diálogo. Ustedes dicen allí, y con razón, que ocultar información es, además de inmoral e ilegal, antipatriótico. ¡Tienen razón! Chile no se detiene. La institucionalidad seguirá funcionando. Hemos dado un paso importante para la resolución de uno de los problemas que nos afectan; el más doloroso y difícil. Con mayor razón, entonces, podemos y debemos continuar avanzando en otros temas.

Si Chile genera las condiciones adecuadas de reconciliación y reencuentro, estaremos ayudando todos a hacer más rápida y efectiva la posibilidad de encontrar a los que no están. Es una responsabilidad que asumen instituciones de nuestra patria, pero es una responsabilidad de todos nosotros generar las condiciones para poder avanzar.

No me cabe duda que vamos a avanzar y vamos a encontrar a aquellos desaparecidos. No me cabe duda que, llegado el momento, se podrá establecer la data precisa de su muerte, y no me cabe duda que cuando ello ocurra, el poder judicial hará lo que corresponde, conforme a derecho.

Será posible, entonces, enterrar a los nuestros; y será posible, entonces −a partir de

este paso de reencuentro entre nosotros− tener la posibilidad, a través de la

generosidad de todos los hijos de esta tierra, expresada en estos 24 chilenos y chilenas, haber dicho “sí, hubo un momento en que extraviamos el hilo conductor de nuestra historia, pero fuimos capaces de recuperarlo, porque el futuro depende de nosotros”.

Y, por tanto, el poder judicial seguirá tramitando las causas, el Congreso Nacional seguirá buscando acuerdos para la reforma a la Constitución y el país seguirá caminando hacia una mejor convivencia de paz y progreso para todos. Confío en que

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lo vamos a lograr, confío en que estas herramientas darán su fruto en el plazo que hemos planteado, y estaremos en condiciones, en consecuencia, de poder decir “sí, hemos cerrado una página de nuestra historia”; no en lo profundo de nuestros corazones, porque allí, cada uno de los chilenos y chilenas tendrá que ser capaz de reconciliarse con el futuro.

No tenemos derecho al fracaso, por las víctimas, por los chilenos todos, por la comunidad internacional que nos mira, y también porque tenemos que explicar a nuestros hijos qué ocurrió y cómo hacemos para que no ocurra nunca más. Hoy, a partir de este acuerdo, somos mejores como país. Hemos crecido en nuestra propia adversidad, hemos sido capaces, a través de este consenso, de decir a Chile y al mundo que Chile es capaz también de empinarse sobre los desafíos que su historia le ha planteado.

Quisiera, entonces, para concluir, llamar a todos los chilenos y chilenas a ayudar en este proceso, a evitar los juicios descalificatorios, abandonemos los prejuicios, evitemos las estigmatizaciones, abrámonos a la verdad. Reconozcamos en los otros a nuestros compatriotas, aunque nos separen con ellos los hechos del pasado. Creemos, en nuestra vida cotidiana, en los gestos de todos los días, un clima de concordia y reencuentro.

Tengo fe en Chile. Ayer miré a los jóvenes, aquellos a quienes la vida les es tan dura, en un hogar del Servicio Nacional de Menores, allí, en la humilde y modesta comuna de Pudahuel. Esos jóvenes querían que le habláramos de futuro, no de pasado. Pienso que hoy, con este acuerdo, le estamos comenzando a pagar la deuda para que los jóvenes de Chile vuelvan a tener confianza en el futuro. En un futuro de grandeza para este país pequeño, pero que tiene una dignidad gigante.

Hoy, esa dignidad gigante se expresó a través de la generosidad de todos los que participaron en este acuerdo, de las instituciones que lo hicieron posible, y la generosidad, estoy cierto, de los poderes del Estado, que vamos a ser capaz de estar a la altura de esta enseñanza de grandeza que hoy ustedes nos han dado.

Referencias

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