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Enrique Bernárdez - Introducción a la Lingüística del Texto

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Enfoque integrado/· del lenguaje que muestra las nuevas vías, tanto teóricas como empíricas,

que la lingüística del texto mede aportar al estudio de la lengua

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Esta Introducción presenta las ideas dades más importantes de la linguistic situación. No es una Introducción técní, primera presentación de la disciplina, d

resadas en las formas más recientes de la lingüística. Se presta especia! atención a escuelas,-tendencias y autores menos cono­ cidos en España o en Europa Occidental, como son las de la Unión Soviética, la República Democrática Alemana, etc.; espe­ cial atención merece la cuestión de hasta qué punto la aparente diversidad de teorías y métodos responde a una verdadera falta de coincidencia entre ellos.

Como nueva forma de estudios lingüísticos, estrechamente relacionada con la pragmática, la semántica, la literatura y otras muchas disciplinas, representa un enfoque integrador del len­ guaje. La presente Introducción intenta reflejar ese carácter in­ tegrador de la lingüística del texto y mostrar las nuevas vías que puede aportar al estudio del lenguaje, tanto teóricas como .empíricas.

Enrique Bernárdez (Madrid, 1949), es doctor en Filosofía y Letras, especialidad de Filología Alemana, por la Universidad Complutense de Madrid, donde es profesor adjunto numerario de Lingüística germánica. A lo largo de su labor académica e investigadora, centrada especialmente en la Lingüística general, ha dedicado preferentemente sus estudios a las lenguas y litera­ turas escadinavas e islandesas, fruto de los cuales son: Textos

mitológicos de las Eddas; Saga de Egil Skallagrímsson y Sagas islandesas medievales, de próxima aparición. Ha participado en

ios más importantes congresos sobre lingüística, y es miembro de diversas asociaciones lingüísticas, tanto españolas como extranjeras.

Im p reso en E sp añ a P rin te d in S pain

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Enrique Bernárdez

Introducción

ala

Lingüística

del Texto

Espasa-Calpe, S. A.

MADRID

1982

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Introducción

ala

Lingüística del Texto

FSPASA

UNIVERSITARIA

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CONSEJO ASESOR

Comunicación y lenguaje

JOSÉ LUIS L. ARANGUREN

C a ted rátic o de É tica y Sociología de la U n iv ersid ad C o m p lu ten se

Filosofía

JOSÉ LUIS ABELLÁN

C ated rá tico de H isto ria d e la F ilosofía Española d e la U niversidad C o m p lu ten se

Historia

CARLOS SECO SERRANO

C a ted rático de H isto ria C o n te m p o rán ea de E sp añ a de la U niversidad C o m p lu ten se

Ideas e Instituciones

RAMÓN GARCÍA COTARELO

P ro feso r A d ju n to de T e o ría del Estado de la U niversidad C om p lu ten se

Lingüística

EMILIO LORENZO

C ated rático de L ingüística Inglesa y A lem an a de la U niversidad C o m p lu ten se

Literatura

FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA

C ated rá tico d e L ite ra tu ra E sp añ o la d e la U niversidad C o m p lu ten se

Psicología

JOSÉ LUIS PINILLOS

C ated rático d e Psicología de la U niversidad C o m p lu ten se

Sociología

JOSÉ CASTILLO

C ated rático d e S ociología de la U niversidad C o m p lu ten se

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ES PROPIEDAD

Enrique Bernárdez Sanchis, Madrid, 1982 Espasa-Calpe, S. A., Madrid, 1982

D epósito legal: M. 32.096—1982 ISBN 8 4 -2 3 9 -6 5 0 1 -5

Impreso en España Printed in Spain

Talleres gráficos de la Editorial Espasa-Calpe, S. Carretera de Irán, km. 12,200. Madrid-34

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AGRADECIMIENTO

Este libro, como todos, no habría sido posible sin la colabora­ ción de numerosas personas. He de agradecer sobre todo al profesor y académico don Emilio Lorenzo, ejemplo de lo que debe ser un director de Departamento, al permitir a sus colabora­ dores trabajar en temas ajenos a los de su interés más personal, en no poner obstáculos al desarrollo de métodos de investigación que pueden no coincidir con los suyos, sino, al contrario, dar todas las facilidades e infundir los ánimos que muchas veces faltan cuando se ha de emprender un trabajo como éste simulta­ neándolo con la docencia y otros trabajos de investigación ineludibles. Sin su aportación moral y científica, esta obra no se habría podido hacer, además de por las razones expuestas, porque fue suya la idea de que me dedicara a esta complicada empresa.

Algunos profesores del Departamento de Lingüística Moderna de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense, Eustaquio Barjau y Josephine Bregazzi, leyeron partes de este trabajo y me hicieron observaciones valiosas que, para mal mío, no siempre he tenido en cuenta. Igualmente, Imrich Denés, de la Universidad de Nitra, leyó los primeros capítulos y me proporcio­ nó información valiosa que he procurado tener en cuenta.

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ENRIQUE BERNÁRDEZ

Los profesores Sergej Gindin, de Moscú, Horst Isenberg y Ewald Lang, de Berlín (RDA), me proporcionaron numerosa bibliografía y me dieron la oportunidad de contrastar mis opiniones. Sin su amabilísima cooperación, muchas partes de este trabajo no se habrían podido escribir.

En parte, este libro recoge el contenido de un Curso de Doctorado que impartí el año escolar 1979-1980. A mis alumnos de entonces va también mi agradecimiento por sus críticas y observaciones.

A Ángeles Solano, por su paciencia y su ánimo para llevar a cabo este trabajo y por ocuparse de tanta cuestión burocrática, le quiero expresar también mi agradecimiento.

Finalmente he de dar las gracias, sobre todo, a mi hijo Olaf, que hubo de'sufrir en ocasiones la falta de atención por culpa de este libro. Y a mi compañera, Concha, no sólo por esa misma falta de atención, sino también por haberme ayudado a ver, desde una perspectiva diferente, problemas científicos que, aunque no lo parecía, afectaban también a la lingüística del texto.

Por último, es mi obligación señalar que ninguna de las personas citadas tiene culpa ninguna en los numerosos errores e insuficiencias que, sin duda ninguna, podrá encontrar el lector y que son de la exclusivísima responsabilidad de su autor.

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INTRODUCCIÓN

La presente obra pretende servir de introducción general y elemental a los problemas más importantes de la lingüística del texto actual, y de presentación de algunas de sus teorías más destacadas. No es ni una presentación del «estado de la cuestión» propiamente dicha ni una introducción en profundidad a todo el campo de la lingüística textual de hoy. No es lo primero porque nos hemos limitado a considerar sólo algunas de las opiniones, teorías o interpretaciones, dejando otras sin tratar. Así, no se encontrará aquí referencia extensa a una escuela tan importante como la de los estudios semióticos franceses del discurso, centra­ da en las figuras de Tzvetan Todorov y Claude Bremond, y que cuenta en España con representantes muy destacados. Tampoco tenemos en cuenta los trabajos, numerosos e importantes, de las escuelas norteamericanas sobre el diálogo y otros aspectos del texto, con la excepción parcial de los debidos a la tagmémica. Hemos preferido prestar especial atención a los autores, escuelas, teorías y modelos actuales que configuran la lingüística del texto europea «propiamente dicha», es decir, menos interesada en lo literario, poético o estilístico que en lo «lingüístico». Además, hemos dado preferencia a los autores y escuelas menos conocidos entre nosotros y de los que se cuenta con menos información. De

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ahí la abundancia de bibliografía de la URSS y la RDA, que cuentan con escuelas lingüísticas de gran importancia pero que aquí prácticamente no se conocen. De alguna manera, ello servirá también de contrapeso a la generalizada tendencia de prestar atención casi exclusiva a la lingüística norteamericana, desde el generativismo, o a la francesa y, dentro del campo textual, a los trabajos de la RFA o Francia. Sin embargo, no nos hemos limitadó á autores del Oriente Europeo, pues ello resulta imposi­ ble por poco realista en un campo como el nuestro. De ahí la necesaria atención a los lingüistas textuales de la RFA ÿ otros países que, como G ran Bretaña, han hecho importantes aporta­ ciones a la disciplina: no se puede escribir de lingüística del texto sin referirse a T. A. van Dijk, Petofi o Halliday.

Nos hemos restringido también, como queda dicho, a lo puramente lingüístico (aunque tengamos que entender este térmi­ no de forma diferente a la tradicional), y ello nos ha impedido prestar la debida atención a autores y teorías importantes, como los trabajos en el límite de lo lingüístico y lo literario de N. Enkvist, T. A. van Dijk o las escuelas checoslovacas, o las ya mencionadas francesas (y españolas). Tampoco nos hemos fijado en los trabajos de enfoque formalizado, aplicado, por ejemplo, a la traducción o documentación automáticas, que, sin embargo, son fundamentales en el marco textual.

No se trata, pues, de un «estado de la cuestión» completo, ni tampoco de un «tratado» de lingüística textual. Sus fines son mucho más limitados. Así, hay cuestiones importantes que no haij encontrado lugar en estas páginas: el orden de palabras, los tiempos verbales, un desarrollo más a fondo de la pragmática y la teoría de los actos verbales, etc. Tampoco se consideran suficien­ temente cuestiones como la aplicación de la lingüística textual a otros campos. Punto éste que sería de extremada importancia: baste con señalar su interés para la lingüística de contrastes, la psicolingüística, la enseñanza de lenguas, la teoría de la traduc­ ción, etc. En general, nos hemos limitado a las cuestiones que pueden considerarse como «absolutamente fundamentales», cues­ tiones que se centran básicamente en los principios teóricos de la

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INTRODUCCIÓN 13

disciplina. No hemos pasado, en la mayoría de los casos, de la presentación de los puntos teóricos más acuciantes y de una muy sucinta mención de sus posibilidades de desarrollo heurístico. Cuando hemos entrado en este campo, hemos procurado, un tanto a la contra de lo, en nuestra opinión, lamentablemente corriente en la lingüística actual, ver las estructuras lingüísticas en su multiplicidad tipológica: la consideración de lenguas muy diversas permite, incluso cuando se hace, como aquí, a muy pequeña escala, evitar generalizaciones erróneas. En algunos casos, la falta de desarrollo de ciertos capítulos se justifica por el carácter mismo de la disciplina, en la que muchos temas se tocan desde puntos de vista diversos en partes diferentes de la misma: así, en el capítulo 2 no llevamos a sus últimas consecuencias el estudio de la actividad verbal, ya que volvemos sobre los mismos conceptos, u otros muy similares, en el capítulo 4 y en la presentación del modelo textual de Horst Isenberg; las cuestiones más teóricas se tratan en el capítulo 6.2, pero aparecen también en capítulos anteriores.

De otra parte, una presentación completa, un desarrollo a fondo de todos los temas ocuparía muchísimo más espacio del que disponemos. La única introducción — merecedora de dicho nombre— a la disciplina, el magnífico libro de Bernt Fossestól (1980) ocupa una extensión doble a la del presente trabajo y son también muchos puntos los que no llega a considerar, incluso algunos que nosotros sí tenemos en cuenta. De hecho, el campo es ya tan inmenso y los trabajos tan numerosos y considerables, que a cada uno de los capítulos de este libro, incluso a muchos de sus apartados, sç les podría dedicar un espacio igual o mayor al de la totalidad de la obra.

Hemos procurado llegar, por Link , a un compromiso entre la necesidad de abarcar la mayor parte de los puntos básicos de la disciplina y la imposibilidad de tratarlos todos y con la suficiente profundidad. Todo ello intentando siempre que el libro resulte accesible a un lector con conocimientos moderados de lingüística.

A este respecto, hemos supuesto que el lector haya estudiado, o al menos leído, o si acaso oído, unos rudimentos de lingüística

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moderna. El no hacerlo así nos habría obligado a tratar temas que quedan fuera del campo de nuestra disciplina y habrían hecho imposible el trabajo. Esos conocimientos que suponemos, sin embargo, no llegan a la lingüística del texto: éste no es un libro para lingüistas textuales, a los que aportará muy poco, o proba­ blemente nada, sino para el simple interesado en lingüística. Por ello hemos renunciado también a toda formalización, incluso la más simple, conscientes de que son pocos los «aficionados a la lingüística» con el bagaje de lógica formal requerido para enten­ der las formalizaciones utilizadas en lingüística del texto. Ello ha hecho difícil, en algunos casos, la paráfrasis «en lenguaje natural» de modelos o teorías de elevado desarrollo formal (como los de Petofi o M artem’janov).

Para el lector interesado en ampliar sus conocimientos en la materia, hemos incluido una clasificación elemental de la biblio­ grafía utilizada para la redacción de este libro, que permita conocer las obras dedicadas específicamente a cada uno de sus puntos. Sin tratarse de una bibliografía exhaustiva, y aunque muchas de las obras mencionadas resultan aquí de difícil acceso, esperamos que pueda ser útil.

Si algún lector, tras la lectura de este libro, llega a interesarse por el campo, complejo pero apasionante, de la nueva lingüística del texto, podremos considerarnos satisfechos.

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Ca p í t u l o 1

DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA

DEL TEXTO

1.1. In t r o d u c c i ó n

Pocas disciplinas han tenido un desarrollo más rápido que la lingüística en el siglo X X , que, sobre todo en los años sesenta, fue

objeto de una verdadera «explosión» (¿o «inflación»?), tanto por el número de publicaciones o el de especialistas, como por el de nuevas teorías. En esos años, la cantidad de escuelas o tendencias lingüísticas resulta especialmente significativa: es la época del triunfo del generativismo chomskyano, de la aparición de teorías próximas pero diferentes, como la gramática de los casos o las semánticas generativas, del surgimiento de nuevas escuelas, como la sistémico-funcional británica de M. A. K. Halliday, la lingüísti­ ca estratificacional, la gramática generativa aplicativa, la gramá­ tica de Montague; es también el momento de auge de otras teorías (más o menos alternativas al generativismo) como la tagmémica, las gramáticas de dependencias o valencias y, en algunos países, como la RDA y la URSS, las gramáticas funcio­ nales (por ejemplo, V. Admoni y W. Schmidt). Y es la época del desarrollo del tratamiento automático del lenguaje, la traducción mecánica, la lingüística matemática, etc. Es también la época en

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que aparecen los primeros trabajos sobre lo que hoy llamamos, con preferencia a otros nombres posibles, lingüística del texto.

Por su parte, los años setenta muestran un cierto reflujo en esa explosión; más que por la aparición de nuevas teorías importan­ tes, se caracterizan por la aplicación de las ya surgidas al estudio de campos específicos del lenguaje. La sociolingüística y psicolin- güística modernas nacen en los sesenta, pero sus trabajos prolife- ran en los setenta. Es también el tiempo de volver a replantearse cuestiones que en la década anterior se habían olvidado, como el estudio diacrónico del lenguaje, que se comienza a realizar de nuevo desde perspectivas tan distintas como la gramática genera­ tiva chomskyana, la de los casos o la estratificacional.

En resumen, las escuelas o teorías lingüísticas que hoy día dominan el panorama de los estudios sobre el lenguaje en todo el mundo son fruto de esos años sesenta, mientras que la década siguiente vio un reflujo en la aparición de nuevas formas de estudio del lenguaje. En este esquema, válido sólo en términos generales, sin embargo, existe una importante excepción: la lingüística del texto. Aunque «nacida» a fines de los sesenta, su verdadero desarrollo teórico (y, sólo en segundo término, empíri­ co) es fruto del trabajo desarrollado en multitud de países durante los años setenta, sobre todo en su segunda mitad.

La lingüística del texto es un producto básicamente europeo, al menos en las formas hoy predominantes; más propiamente aún, europeo continental. El interés por el estudio del texto o discurso como unidad lingüística superior a la frase u oración aparece también, sin embargo, en otros centros de trabajo lingüístico, como EEUU o Gran Bretaña, pero, por regla general, en estos casos no se trata aquí sino de la ampliación de teorías ya existentes (gramática sistémico-funcional, tagmémica, etc.) a un nuevo nivel, sin que pueda hablarse propiamente de teorías textuales cualitativamente distintas a las de gramática oracional. Al contrario, en Europa continental esa lingüística del texto pretende ser, no una simple alteración o ampliación en mayor o menor grado de las teorías al uso, sino una verdadera alternativa a ellas. Este valor se le da, fundamentalmente, en los dos Estados

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 17

alemanes, algo menos (o, mejor, de otro modo) en la URSS, Polonia, Checoslovaquia, etc.; otros países, como Francia o Italia, ven la lingüística del texto como una disciplina que se une a las ya existentes, pero sin intentar suplantarlas o alterarlas.

Al igual que sucedió en los años sesenta con la lingüística en su conjunto, en los años setenta se observa una auténtica explosión (diríamos de nuevo: ¿inflación?) de los estudios textua­ les. No sólo en número de practicantes y publicaciones, sino también en el de los modelos o teorías, como los de S. J. Petofi, T. A. van Dijk, H. Rieser, H. Isenberg, Ju. M artem’janov, S. Gindin, etc., trabajos desarrollados fundamentalmente en este decenio, aunque vinieran preparados por obras anteriores. Ade­ más, no ha sido sólo un interés teórico por el texto, sino que han proliferado también los estudios prácticos sobre uno u otro aspecto del mismo, sobre las estructuras textuales de determina­ das lenguas, etc. Por otra parte, se echa en falta en estos años la aparición de verdaderas introducciones generales a la nueva disciplina, ya que las pocas existentes (con alguna escasísima excepción parcial, como Fossestçil, 1980, y Dressier, 1973) han sido siempre «introducciones a un modelo o una teoría determi­ nados: tales son las obras introductorias debidas a T. A. van Dijk (por ejemplo, 1977), Petofi y García Berrio (1978), etc. Destaque­ mos que lo mismo sucedió con las introducciones a la lingüística o a la gramática en los años sesenta.

Por otro lado, al igual que sucedió en la lingüística de los años sesenta, la lingüística textual de los setenta se ha visto encerrada, desgraciadamente, en compartimentos estancos: los partidarios de cada modelo se complacen en sí mismos y olvidan a sus «competidores», como hicieron la mayoría de las escuelas lingüís­ ticas del anterior decenio (siempre con las mismas excepciones: tagmémica y gramática sistémico-funcional). Más aún, el «telón de acero» sirvió como excusa para mostrarse irreceptivos a los numerosos e importantes trabajos realizados en los países del Este europeo, pese a los avances de la «coexistencia pacífica». Así, mientras prácticamente todo lo que se publica sobre lingüís­ tica textual en Europa occidental, Estados Unidos, Japón, etc., es

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inmediatamente conocido y comentado en la URSS o los restan­ tes estados socialistas, pocas son las referencias a obras de estos países ( en la lingüística textual de Europa occidental (para no mencionar siquiera los EEUU). Así, se habla de lingüística del texto, incluso se presenta una historia de su desarrollo, sin tener en cuenta los trabajos soviéticos, como hace H. Rieser (1978), o con un conocimiento más bien pobre, adquirido «de oídas», como vemos —por tomar un solo ejemplo próximo a nosotros— en Petofi/García Berrio, 1978. La situación no ha cambiado respecto a los sesenta, donde la importante lingüística soviética y de otros estados socialistas se ignoraba sin más, o, cuando se mencionaba, era mostrando su desconocimiento (citemos, por ejemplo, la desafortunada, por ignorante, referencia de Ghomsky a la teoría aplicativa de Saumjan, en Aspectos de la Teoría de la Sintaxis). El trabajo meritorio de algunos lingüistas (sobre todo de Francia y las dos Alemanias) no ha conseguido reducir, hasta la fecha, el grado del desconocimiento de la lingüística del Este europeo.

Como vemos, la situación de la lingüística del texto en los años setenta es muy parecida a la de la lingüística (en general) durante los sesenta. Más que una nueva «teoría» equiparable al generativismo o cualquier otra escuela, parece que sus problemas pueden compararse con los de toda la ciencia del lenguaje hace ahora veinte años. Este punto es importante para definir el verdadero lugar de la lingüística del texto entre los estudios sobre el lenguaje, y tendremos oportunidad de volver a él. Es preciso señalar además que, frente a la considerable polémica entre escuelas que caracterizó la década de los sesenta, existe poca discusión científica entre lingüística textual y «lingüística de la frase». Por regla general, los partidarios de ésta prefieren ignorar aquélla, aunque la situación no es la misma a la inversa. Con excepción de algunas teorías muy específicas, las de gramática oracional no han querido verse influidas por la lingüística del texto.

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 19

1.2. O r í g e n e s d e l a l i n g ü í s t i c a d e l t e x t o

La lingüística del texto como tal aparece por primera vez en varios trabajos, independientes entre sí, aparecidos en Europa central en la segunda mitad de los años sesenta, aunque algunos de ellos comenzaran su gestación a principios de la década. De en torno al año 1968 son obras pioneras como Das direkte Objekt im

Spanischen, de Horst Isenberg, Pronomina und Textkonstitution,

de Roland Harweg, o Semantische Relationen im Text und im

System, de Erhard Agrícola. También en esta época aparecen los

primeros trabajos de índole textual de Harald Weinrich (como su

Linguistik der Lüge); y a mediados de los sesenta se produce la

recepción masiva de las ideas de V. Propp (su Morfología del

Cuento) y se publican las primeras obras de la escuela francesa

de estudio del discurso, como la Gramática del Decameron, de Tz. Todorov (1969). Al mismo tiempo, en Checoslovaquia existía un considerable interés (compartido en Polonia, por ejemplo) por la cuestión de la perspectiva funcional de la frase y sus aspectos textuales1, mientras que en la URSS se afianzaba una ya larga tradición de estudios sintácticos (en menor grado, también semánticos) sobre niveles transfrásticos, reflejados ya incluso en manuales introductorios de sintaxis (como la Sintaksis sloznogo

predlozenija, de S. E. Krjuckov y L. Ju. Maksimov, de 1969, que

incluye un capítulo sobre «hipersintaxis»).

Así, decir que la lingüística del texto aparece hacia la segunda mitad de los años sesenta no significa que esa fecha sea el comienzo de la preocupación por el texto, sino sólo el momento en que los trabajos sobre esta unidad de la lengua comienzan a destacar como intentos de diferenciarse (poco, al principio) del resto de las escuelas lingüísticas, bien ampliando, bien sustituyen­ do las teorías existentes, y es por entonces cuando comienza el

1 Por ejem plo, obras de K. Hausenblas com o Kom pozicie jazykoveh o projevu o de B. Palek, «Crossreference: A Study from Hypersyntax», en las A cta Lingüística

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2 0 ENRIQUE BERNÁRDEZ

estudio de los problemas teóricos que lleva consigo el estudio del texto.

Por esa misma época — que, al parecer, tiene una considerable importancia en la historia contemporánea de la lingüística— sufren cambios radicales las teorías ya establecidas: se introduce un componente transformacional en la tagmémica, aparecen las alternativas a Chomsky desde el mismo generativismo norteame­ ricano —anunciadas ya antes en Europa en los trabajos de M. Bierwisch y su escuela, y de S. K. Saumjan y la suya— y alcanza un principio de su luego considerable fuerza la pragmáti­

ca. Todo ello significa, de una forma u otra, que se comienza a

abandonar el postulado fundamental generativista de la autono­ mía de la sintaxis y el'intento de relegar la «actuación» o el «habla» a una disciplina «secundaria».

El final de la década de los sesenta, en nuestra opinión, se caracteriza por el regreso de la semántica (y otros aspectos, como la diacronía) y de la pragmática, y el surgimiento «oficial» de la lingüística del texto. Esta última surge, de hecho, como lingüística decididamente semántica y pragmática, lo que nos podría hacer pensar (exagerando, ciertamente, pero no tanto como muchos querrían pensar) que se trata de la verdadera culminación de ese interés por fenómenos antes relegados a los límites externos de la «verdadera lingüística».

En consecuencia, podemos decir que la aparición de la lingüística del texto como disciplina «autónoma» es fruto de un interés general, visible sobre todo a partir de 1965, por cuestiones de semántica y pragmática. Y que se desarrolla, con caracteres de auténtica explosión, fundamentalmente en los años setenta, hasta llegar a convertirse en una de las formas de practicar la lingüística más importantes del decenio, juntamente con la

pragmática.

Sin embargo, la lingüística del texto tiene unos orígenes más antiguos y su aparición no es debida solamente a ese «interés por la semántica y la pragmática». Veremos a continuación esos orígenes y las causas concretas del nacimiento de la disciplina.

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orígenes de la «lingüística del texto propiamente dicha», es decir, el estudio del texto y su estructura como unidad del lenguaje. No tendremos en cuenta, por tanto, el estudio literario, filológico, psicológico o ideológico del texto, sino solamente su estudio

lingüístico.

1.2.1. Orígenes del estudio del texto

' Todos los autores coinciden en señalar entre los antecedentes ,del estudio del texto la retórica, desde la antigüedad clásica. La retórica, desde Aristóteles hasta sus formas actuales, se preocupó de la estructuración del texto, pero siertipre en forma más bien ajena a la lingüística. Lo mismo sucede, también desde entonces, con la poética y la estilística, ya más moderna.

No debe pensarse, sin embargo, que estas disciplinas que pqseen una amplia tradición sean meros antecedentes descubier­ tos a posteriori por la lingüística textual. Más bien al contrario, han ejercido una influencia directa en su nacimiento y desarrollo, y aun hoy día prefiguran algunas de las tendencias más conocidas (como la francesa). Esto se debe básicamente a que algunos de los primeros y más destacados representantes de la lingüística del texto provienen del campo literario o estilístico, y aportaron un conocimiento de las ideas tradicionales de retórica, poética y estilística. Tales son Teun van Dijk, Nils E. Enkvist, S. I. Gindin, S. J. Schmidt y, entre nosotros, Antonio García Berrio, junto con otros muchos: las escuelas praguianas de estudio del texto, por ejemplo, poseen un especial interés por las cuestiones del texto artístico. De este modo, decir que esas disciplinas tradicionales son antecedentes de la lingüística textual moderna es distinto que afirmar que la gramática filosófica del X V II es un antecedente del

generativismo. Porque en este caso no puede hablarse de influen­ cia (directa o indirecta), sino de mero «redescubrimiento» moder­ no de las ideas de hace tres siglos, redescubrimiento debido, en gran parte, al mantenimiento de presupuestos filosóficos similares (cfr. Zvegincev, 1973; Motsch, 1974). El descubrimiento de que

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, 2 2 ENRIQUE BERNÁRDEZ

existían similitudes (más o menos discutidas y discutibles) entre gramática filosófica y gramática generativa es a posteriori, y no contribuyó en la primera fase del desarrollo de ésta (aunque luego se utilizara para fundamentar sus ideas más importantes). Por el contrario, como hemos apuntado, la retórica y las otras discipli­ nas clásicas influyeron directamente, y lo siguen haciendo, en el desarrollo de la lingüística del texto. Así lo señala, por ejemplo, A. García Berrio:

«Sobre la estrategia del análisis textual, la moderna lingüística del texto se ha encontrado ya con una larga tradición de análisis. Olvidadas, pero no superadas, es preciso contar siempre con las enseñanzas de la Retórica, a partir de su estructura de partes mayores, inventio, disposi-·

tio y elocutio, y sobre todo de la segmentación del texto en;

unidades, incorporada por la dispositio» (Petofi/García1 Berrio, 1978: 82-83).

La influencia de estas ideas de la retórica, sin embargo, no ha sido ni única ni primordial; mayor interés tiene, en nuestra opinión, la ejercida por la estilística, ya que muchos estudiosos de esta disciplina se han preocupado siempre del texto como conjun­ to, puesto que el análisis de la frase, tal como se realiza tradicionalmente en lingüística, es de todo punto insuficiente para el estudio estilístico (cfr. Enkvist, 1973, 1978). En el libro Current

Trends o f Stylistics, editado por B. B. Kachru y H. F. W. Stahlke

(1973), se pone de manifiesto cómo, desde la «estilística» sáns­ crita hasta la de la Escuela de Praga y la escuela española de Dámaso Alonso, ha sido constante la preocupación por el texto.

La razón del interés de la estilística (y en menor grado también la retórica) por el texto completo es evidente, ya que, desde el punto de vista literario, la frase no tiene otra función que la de ser elemento de un texto, y para conocer y estudiar estilísticamente una obra no basta con analizar las estructuras oracionales, sino que es preciso fijarse en la estructura de la obra

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO

en su conjunto. Como la estilística intenta adoptar los métodos de estudio lingüístico al análisis del estilo, hubo de completar los que podía obtener de las gramáticas oracionales con oteas creados especialmente para el estudio conjunto de todo el texto. Con lo que, en lugar de ser una disciplina meramente «receptiva» respecto de la lingüística, realizó aportaciones considerables a ésta, aunque, por lo general, sólo pudieran integrarse en el marco de la «lingüística propiamente dicha» dentro de las actuales tendencias de estudio lingüístico del texto (cfr. 7.7).

Otra rama de esta tradición de estudios textuales se encuentra en los análisis del cuento popular debidos a Propp (1928, con segunda edición en 1968) y en el análisis de mitos de Lévy- Strauss, pero también en los estudios semióticos generales y de la cultura.

1.2.2. Orígenes del estudio lingüístico del texto

Si podemos encontrar antecedentes claros para la lingüística del texto en estudios tradicionales sobre el discurso, también los podemos hallar dentro de la lingüística tradicional, en la gramáti­ ca. La lingüística, que fue primero una ciencia de la palabra, se convirtió más tarde en ciencia de la frase, ya a partir de los primeros estructuralistas. Pero, al igual que la «lingüística de la palabra» tenía que considerar fenómenos del nivel oracional, la «lingüística de la frase» tuvo también en cuenta, en ocasiones, fenómenos que van más allá de aquél.

Curiosamente, estos antecedentes no se encuentran, con pocas excepciones, en los modelos gramaticales más «científicos». Ni el generativismo chomskyano, con un modelo de corte matemático y lógico, ni el estructuralismo más radical — analizable también con medios matemáticos, más simples esta vez— pasaron nunca de las frases, probablemente porque es difícil aplicar al texto los afinados criterios formales que, al parecer, sí sirven para la frase y otras unidades inferiores. Hubo pocas excepciones, pero las que hay son significativas. La más interesante está representada por el

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2 4 ENRIQUE BERNÁRDEZ

análisis del discurso de Zellig Harris, quien ya se refería a él en el prólogo a la edición de 1960 de su Structural Linguistics:

«El análisis lingüístico exacto no va más allá de los límites de la frase... Hay, sin embargo, rasgos estructurales que se extienden sobre partes más amplias de cada parte conexa de lengua hablada o escrita... Los métodos útiles para el hallazgo de esas estructuras del discurso son ampliaciones de los métodos de la lingüística» (p. vii).

Pero también en Bloomfield, Fríes y otros estructuralistas norte­ americanos (cfr. Gasparov, 1976) se halla la preocupación por te­ nerse que limitar a la frase, si bien sólo el citado Harris y la tag­ mémica de Pike (cfr. Longacre, 1976) intentaron desarrollar cien­ tíficamente esas «intuiciones». Pero, mientras las ideas de Harris quedaron prácticamente sin desarrollo ulterior fuera del mismo Zellig Harris y algunos discípulos directos (cfr. Harris, 1963; Prince, 1978; Lafont/Gardès-Madray, 1976), las de Pike, esboza­ das ya en su obra Language in relation to a unified theory o f the

structure o f human behavior (19672), se vieron desarrolladas por

una amplia escuela hasta convertirse, hoy día, en una de las más importantes formas de estudio lingüístico del texto (cfr. 5.7.3).

En Europa, dentro del estructuralismo, apenas hay más antecedentes que la Escuela de Praga, que, de todas formas, nunca fue un estructuralismo «químicamente puro». Pero la Escuela de Praga, entre otras razones por su interés estilístico y funcional, siempre prestó una atención considerable al texto y es hoy día una de las tendencias más interesantes en lingüística textual, de manera que no se la puede considerar como simple antecedente, sino como forma ya relativamente antigua de estu­ dio de las estructuras lingüísticas del texto.

Fuera del estructuralismo europeo, sí aparecen numerosos antecedentes que no se continúan, por sí mismos, en tendencias modernas específicas. Así, Gili Gaya reconocía en su Curso

superior de sintaxis española algunos conceptos hoy considerados

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 2 5

«El discurso se divide en unidades intencionales a las que hemos llamado oraciones... Las oraciones se suceden guardando entre sí una relación de coherencia representa­ tiva, lógica o afectiva, una trabazón psíquica de orden superior. Si esta relación de continuidad no se revela, decimos que el discurso es incoherente. La unidad total del discurso, a la cual sirven las oraciones que lo componen, obedece a leyes psicológicas, y según ellas percibe el oyente o el lector la coherencia o incoherencia del discurso que se le dirige» (p. 325).

Fuera de España, el gramático alemán K. Boost desarrolló el concepto de Satzverflechtung, «entretejimiento de oraciones», que es un enlace transfrástico de tipo formal (sintáctico), o también semántico. También en lingüistas como O. Jespersen pueden encontrarse ideas que reaparecen posteriormente. Pero, por regla general, la influencia ejercida por ellos es sólo secundaria e indirecta, aunque siempre ha de tenerse presente, ya que se trata de autores que han participado en la preparación lingüística de algunos destacados estudiosos del texto, mediante manuales de uso escolar o universitario (y así, para citar un solo ejemplo, Horst Isenberg, hispanista y uno de los principales lingüistas textuales, reconoce el papel pionero de las anteriores observacio­ nes de Gilí Gaya).

Pero, en general, aunque hay antecesores reales del estudio de algunos de los problemas específicos de la unidad lingüística textual, lo que hoy llamamos «lingüística del texto» no es el desarrollo de ninguno de esos antecesores (con la excepción de Pike y su tagmémica), quienes sin embargo sí tuvieron una cierta influencia, probablemente, en la preparación inicial de muchos de los estudiosos actuales. De manera que la nueva disciplina tiene que explicar sus orígenes por razones que no pueden resumirse en la existencia de una tradición más o menos extensa e importante.

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2 6 ENRIQUE BERNÁRDEZ

1.2.3. Causas de la aparición de la lingüística del texto

Al igual que en otros campos de la lingüística, en la textual es preciso buscar razones de diverso tipo para explicar su nacimien­ to (cfr. Bernárdez, 1980). En primer lugar, causas puramente internas, de la propia disciplina lingüística. En segundo lugar, causas externas, basadas en el contexto intelectual en que se mueve la lingüística. En algunas ocasiones, ambos tipos de causas están estrechamente relacionados.

1.2.3.1. Causas internas.— Las causas internas («lingüísti­

cas») que dan lugar al nacimiento de la lingüística del texto se encuentran sobre todo en los estudios sintácticos debidos, funda­ mentalmente, al generativismo. De hecho, como tendremos ocasión de comprobar, la mayoría de los lingüistas textuales proceden del campo generativista, aunque haya algunos (Harweg, Pike, Halliday) que provienen de una u otra escuela estructuralis- ta no generativa; son, sin embargo, minoría, y en todos los casos se han visto sometidos a una mayor o menor influencia de la gramática generativa transformacional.

Se trata aquí de la aparición, desde los primeros años de desarrollo de la teoría generativa, de fenómenos (aparentemente) sintácticos cuya explicación no podía hacerse de manera adecua­ da si no se tenía en cuenta el contexto, es decir, las frases anteriores y/o posteriores del mismo texto.

La coordinación, por ejemplo, comenzó a estudiarse de nuevo, después de una larga época de abandono casi general, dentro del generativismo, ya que había sido presentada en el trabajo inicial de Chomsky (Syntactic Structures) como «transformación de conjunción». Los seguidores de Chomsky realizaron desde el principio estudios más a fondo sobre las diversas transformacio­ nes propuestas por aquél, con la intención de perfeccionar el modelo; entre ellas se encontró la coordinación, que se vio favorecida, además, por la dificultad de su estudio sintáctico autónomo. Al hacer éste, se vio que una explicación suficiente

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 2 7

(por ejemplo, sobre las condiciones de uso de una u otra conjunción, etc.) debe tener en cuenta factores no sintácticos, fundamentalmente semánticos, pero también pragmáticos (.cfr. Lakoff, 1971). Igualmente, se puso de manifiesto que la coordinación actuaba, no sólo en el nivel de la oración aislada, sino en la sucesión de oraciones. Más adelante (4.6) nos fijaremos con más detalle en este fenómeno.

Otros aspectos de la «sintaxis» que escapaban de los límites de la frase eran el uso del artículo (al que Weinrich dedicó uno de los primeros trabajos de lingüística textual, cfr. Conte, ed., 1977; Weinrich, 1976); la sucesión de tiempos y, en general, el uso de los mismos (que Weinrich trató en su libro Estructura y Función de

los Tiempos en el Lenguaje), la pronominalización, los interrogati­

vos, etc. Horst Isenberg (1977: 122) presenta una lista de 23 fenómenos que escapan a la capacidad explicativa de una gramá­ tica oracional2.

De hecho, los primeros trabajos de lingüística textual son intentos de ampliar (o modificar) las gramáticas oracionales al uso, generativas o estructuralistas, para poder explicar todos esos fenómenos (por ejemplo, Isenberg [1968] desarrolla su concepto inicial de texto para explicar el uso de a con el complemento directo en español; el trabajo fundamental de Harweg [19792] es una extensión de su tratamiento de la pronominalización). Igualmente, las primeras discusiones se centraron en estos temas y en su (nuevo) status teórico, y en la cuestión de hasta qué punto su estudio exigía alejarse de las gramáticas oracionales conocidas (cfr. Viehweger, 1979).

También son causas internas, aunque tengan una estrecha

2 Son los siguientes: pronombres; artículo; pro-adverbios; conectores oracio­ nales; partículas de preguntas y respuesta; señales de articulación (Gliederung); m orfem as verbales y construcciones perifrásticas: expresión del tiem po, m odo, aspecto, Aktionsart; caracterización del com plem ento directo en español, albanés, bengali, etc.; formas de tratamiento; honorativo japonés; elem entos deícticos situacionales; entonación; posición del acento oracional; énfasis y contraste; orden de palabras; articulación en tema y rema; expansión; condensación: nom inaliza- ción, etc.; elipsis; anáfora y catáfora; coordinación y subordinación; sucesión temporal; fórmulas fijas: saludos, com ienzo de cuentos, etc.

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28 ENRIQUE BERNÁRDEZ

relación con las causas externas que veremos a continuación, dos fenómenos a los que ya nos hemos referido: la entrada en la lingüística (y la gramática, más específicamente), incluso en las tendencias tradicionalmente más asemánticas y formalistas, de la semántica y con ella la pragmática moderna. De manera que la lingüística textual no se encontraba con la única base de una semántica más o menos formal pero básicamente autónoma, sino también con trabajos de semántica y pragmática de interés considerable, sobre todo desde el punto de vista teórico, que procuraban enlazar la gramática (en sentido tradicional) con las nuevas disciplinas parciales. De forma que, en gran medida, el interés por el texto se unió a esa tendencia ya existente: si queremos estudiar la semántica como parte integrante de la gramática, tenemos que observar las relaciones, semánticas — se­ ñalizadas formalmente o no— existentes entre las frases, a fin

de describir adecuadamente la semántica de cada frase particular. Pero esa semántica, que suele ser de tipo referencial, tiene una conexión inmediatamente reconocible con los factores pragmáti­ cos y, en general, sociales. Así, también la lingüística del texto respondía a una necesidad vivamente sentida por entonces en toda la lingüística.

1.2.3.2. Causas extemas.—El primer grupo de causas exter­

nas se encuentra en disciplinas muy estrechamente relacionadas con el lenguaje, y puede considerarse que son determinantes en el surgimiento de la lingüística del texto. Se trata del campo del tratamiento automático del lenguaje, desde la documentación a la traducción mecánicas; estas disciplinas necesitaban disponer de descripciones lingüísticas rigurosas adecuadas para el tratamiento de textos completos, es decir, no de frases aisladas. Los modelos lingüísticos utilizables (generativos, de dependencias o distribu- cionalistas) se limitaban a la frase y, en consecuencia, eran insuficientes para el tratamiento de textos completos necesario para la traducción, la obtención de resúmenes, etc. Los expertos en documentación automática habían intentado ampliar dichos modelos, para hacerlos extensibles al texto, y es interesante

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 2 9

señalar, por ejemplo, que uno de los primeros libros que se planteaban el análisis del texto llevara como título Analyse

automatique du discours (Pêcheux, 1969).

Para citar sólo algunos pocos ejemplos, podemos mencionar las dificultades que Vauquois (1975) señala para la traducción automática: junto al problema de hallar los referentes de los pronombres de una frase, se destaca que la desambiguación de los elementos semánticos (léxicos o proposicionales) depende nor­ malmente del contexto lingüístico, etc.; en general, se muestra cómo el proceso de traducción se realiza sobre todo el texto en su conjunto, entendido como unidad, y no sobre frases aisladas. Las mismas dificultades plantea Ljudskanov (1969), mientras A. Andreewsky (1973) presenta ya, desde un punto de vista algorítmico, posibles formas de incluir información sobre las relaciones interfrásticas para la documentación automática.

Esta necesidad de no limitarse a la frase se ve con mayor claridad aún en el campo de la traducción, sea automática o humana, que en los demás terrenos de la automación lingüística. Partiendo de la problemática específica de la traducción, se llega a consideraciones de interés no meramente metodológico, sino también teórico. Así, L. S. Barhudarov (1975) señala que la traducción no se realiza «en el lenguaje como sistema, sino en el habla (rec’), con los productos concretos del habla, o textos, de ahí que para la teoría de la traducción sea necesaria y justificada la introducción del nivel textual» (p. 176). Gindin y Leont’eva (1978) dedican un trabajo fundamental al tema de las relaciones entre teorías del tratamiento automático de la información y lingüística del texto, exponen algunos de los numerosos modelos desarrollados en este campo (fundamentalmente en los EEUU) y señalan la gran importancia de estas cuestiones para el desarrollo de la lingüística textual.

Los trabajos con este enfoque son muy numerosos, aunque no siempre son obra de lingüistas. Sin embargo, en países como la URSS, la lingüística textual tiene entre sus objetivos más eviden­ tes el contribuir a la solución de las dificultades con que topa el tratamiento automático de los datos lingüísticos. Sería necesario

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todavía un estudio que mostrara con mayor detalle las interrela- ciones entre la nueva disciplina lingüística y los trabajos de lingüística automática realizados en numerosos países.

Otro tipo de influencias proviene de la situación intelectual en que se mueve la lingüística, es decir, las ideas generales sobre el desarrollo y las necesidades de la ciencia. Esa situación intelectual (que suele manifestarse a través de la generalización filosófica de los resultados obtenidos por las «ciencias naturales») ha influido siempre de forma considerable en el desarrollo de la lingüística (cfr. Bernárdez, 1980; Motsch, 1974), y esa influencia continúa, probablemente más intensa todavía. Por lo que se refiere a la lingüística del texto, se pone de manifiesto sobre todo en el intento de ampliar el objeto de estudio, en la pérdida de límites definidos entre las disciplinas que, desde distintos puntos de vista, estudian un mismo objeto. Así, mientras la lingüística del si­ glo X X ha mostrado una clara tendencia al aumento de la forma-

lización acompañado de un programa de trabajo cada vez más restringido, que dejó de tener en cuenta el carácter social del lenguaje (Maas, 1973: 13), la lingüística del texto, al mismo tiempo que procura no abandonar la formalización (aunque ya con más prudencia que hace unos años), huye del reduccionismo de escuelas lingüísticas anteriores. Si, hasta ahora, la gramática (por ejemplo, la generativa, porque también hay excepciones, y la tagmémica representa la más clara de ellas) quedaba práctica­ mente separada de la sociolingüística (pese a los esfuerzos in- tegradores de Labov y otros), la psicolingüística (pese a las afir­ maciones programáticas del generativismo) y las demás discipli­ nas que estudian el lenguaje, la lingüística del texto incluye entre sus preocupaciones más destacadas aspectos psicológicos y socio­ lógicos, con lo cual tienden a borrarse los hasta ahora nítidos límites entre «lingüística» y demás disciplinas del lenguaje (cfr. Zve­ gincev, 1973b; Bernárdez, 1978b). Esta tendencia hacia un conoci­ miento integrador es característica de la actual ideología científi­ ca3. En palabras del biólogo Faustino Cordón (1978: XXXIX):

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 31

«... las inmensas conquistas de la ciencia experimental, conseguidas muchas veces bajo impulsos increíbles de genio, ... han llevado a la ciencia a un grado de madurez que exige, imperiosamente, su elevación a un nuevo orden de problemas y soluciones, dicho de otro modo, que exige integrar las múltiples teorías científicas, totalmente desvin­ culadas unas de otras cuando se refieren a objetos cualita­ tivamente distintos (y, a veces, cuando se refieren a un mismo objeto visto desde ángulos distintos), en un sistema de conocimientos único, general e integrador.»

1.2.3.3. Resumen.—Como resumen de la breve exposición de

causas que han conducido al desarrollo de la lingüística del texto, podemos señalar las siguientes:

a) necesidad de realizar aportaciones de carácter lingüístico a

las disciplinas que trabajan con textos completos, como poética, estilística y tratamiento mecánico de la informa­ ción lingüística;

b) necesidad de explicar, por el recurso al texto coherente,

una serie de fenómenos que no pueden estudiarse adecua­ damente en frases aisladas;

c) necesidad de integrar los datos semánticos y pragmáticos

con los gramaticales;

d) necesidad de seguir las directrices científicas generales,

entre las que se encuentra la de realizar estudios integrado- res, escapando del reduccionismo de otras tendencias lingüísticas.

A estas causas podrían añadirse otras como el intento de desarro­ llar, por ejemplo, en la RDA, una forma de estudios lingüísticos adaptada a las ideas del marxismo-leninismo, o el desarrollo de nuevos métodos de enseñanza de la lengua materna y las lenguas extranjeras, etc.

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3 2 ENRIQUE BERNÁRDEZ

1.3. De s a r r o l l o y s i t u a c ió n a c t u a l

D E LA LIN G Ü ÍST IC A TEXTU A L

Al igual que no existe una «historia» de los antecedentes que condujeron a la lingüística textual, tampoco existe una historia de la disciplina, pese a las considerables transformaciones que ha sufrido a lo largo de sus poco más de diez años de existencia como campo «autónomo» de estudios lingüísticos. Los trabajos existentes son, por regla general, parciales, meramente descripti­ vos o, al contrario, básicamente críticos con escaso contenido informativo, y no suelen tener en cuenta el conjunto de tendencias existentes. Señalamos a continuación los trabajos que pueden consultarse con más provecho.

Hannes Rieser (1978, reproducido con cierta ampliación en Petofí/García Berrio, 1978) muestra una breve historia de la lingüística textual bastante correcta, pero en la que solamente tiene en cuenta una pequeñísima parte de todo el campo. Se basa fundamentalmente en el desarrollo de su propia obra, la de J. S. Petôfi y T. A. van Dijk, mencionando también a W. Kum- mer, H. Isenberg y E. Lang, pero sin tener en cuenta los trabajos más recientes de estos dos últimos; ignora, asimismo, la lingüísti­ ca textual soviética o de otros países de Europa oriental, al igual que tendencias importantes en el Occidente europeo y los EEUU, como Francia, Inglaterra y el importante trabajo de la tagmémi­ ca. Pero, con estas limitaciones señaladas, puede considerarse un trabajo esencialmente correcto e importante.

B. Gasparov (1976) realiza un estudio más amplio, teniendo en cuenta las tendencias existentes en la URSS, RFA, EEUU, Gran Bretaña y Checoslovaquia, y secundariamente otros paí­ ses. Además de ser un buen resumen de la situación de la lin­ güística del texto, discute algunos problemas teóricos impor­ tantes.

Sandulescu (1976) considera básicamente las diferencias entre las tendencias europeas continentales y las anglosajonas, aunque en estos últimos años la situación ha cambiado un tanto, sobre

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 3 3

todo por lo que respecta a los trabajos realizados en Gran Bretaña.

Trabajos parciales interesantes sobre la situación en diversos países o escuelas se encuentran en el volumen Sintaksis Teksta (1979). Sobre lingüística textual soviética, la obra fundamental es todavía Jelitte, ed., 1976, además del breve ensayo de S. I. Gindin (1978b). Sobre la tagmémica, es de especial interés Longacre (1976), quien tiene en cuenta también otros aspectos de la lin­ güística textual. Monaghan (1979) es un buen estudio, también histórico, del modelo sistémico-funcional, desde sus orígenes en Firth, y Grosse (1979) considera críticamente las tendencias francesas, a las que en este libro prácticamente no tenemos en cuenta. Igualmente, Lafont/Gardés-Madray (1976).

Información interesante sobre las diferentes tendencias textua­ les actuales puede encontrarse sobre todo en Dressier, éd., 1978, y referencias más parciales en obras muy diversas, como el prólogo de R. Harweg a la segunda edición de su Pronomina und Text-

konstitution (19792), el de S. J. Schmidt también a la reedición de Texttheorie (19762). Más resumidamente, en obras como Bonda­

renko, 1976; Mateeva, 1978, etc. Coseriu (1980) presenta un resumen crítico de algunas tendencias modernas (fundamental­ mente de la RFA). Bernárdez (1980), siguiendo a Viehweger e Isenberg, señala las características generales de la situación actual.

1.3.1. Desarrollo moderno de la lingüística textual

La primera aparición del término lingüística del texto se encuentra en el artículo «Determinación y entorno», de Eugenio Coseriu (1956). Allí, al referirse a la necesidad de hacer una lingüística de la «parole», señala primeramente que:

«En lo particular, el hablar como “producto” es, justa­ mente, el texto; y en lo histórico se identifica nuevamente con la “lengua” ...» (p. 286),

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3 4 ENRIQUE BERNÁRDEZ

distinción que desarrolla más adelante en dos formas de lingüís­ tica:

«... existe, y está sólidamente constituida, la lingüística de

las lenguas, es decir, del hablar en el nivel histórico. Existe,

asimismo, una lingüística del texto, o sea, del hablar en el

nivel particular (que es también estudio del “discurso” y

del respectivo “ saber”). La llamada “estilística del habla” es, justamente, una lingüística del texto» (p. 289).

Estas ideas de Coseriu no encontraron una continuidad en trabajos de otros autores, aunque Coseriu (1980) es en parte el desarrollo de las mismas.

Lo que aquí más nos interesa es la consideración del «texto» como producto del «hablar», es decir, como producto de la actividad lingüística (concreta) de los hablantes. De alguna forma, este concepto básico de texto es el que hoy día está más generalizado, sobre todo en Europa continental, y volveremos a él en capítulos posteriores.

Sin embargo, en lugar de comenzar el estudio de las cuestiones textuales desde este punto de vista, los primeros trabajos intentan solamente, como ya indicamos más arriba, explicar algunos fenómenos sintácticos y semánticos que no se podían describir adecuadamente en el nivel oracional (pronominalización, uso del artículo, de los tiempos verbales, etc.). Usualmente, como tam­ bién dijimos, se adoptaban las ideas y los métodos de la gramáti­ ca generativa, más raramente de la estructuralista.

Así, los primeros modelos pretenden ampliar la gramática generativa (por regla general, el modelo chomskyano de 1965) a un nuevo nivel. De este tipo son los trabajos iniciales de Hannes Rieser, Horst Isenberg, J. S. Petofi, Ju. M artem’janov y otros. En ellos puede partirse, por ejemplo, de la sustitución del símbolo inicial «Oración» por el símbolo «Texto», que se expande en sucesiones de frases (cfr. Bourdin/Duhem para los trabajos de Isenberg, Thümmel y otros). No existe, en esta primera fase, un intento de apartarse radicalmente de la gramática tradicional­

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 3 5

mente basada en la oración, aunque algunos autores como Isenberg ya apuntan la necesidad de separar de algún modo gramática oracional y gramática textual. Como señalan los autores franceses de «La grammaire de texte en pays de langue allemande»:

«En el trabajo de Thümmel no hay delimitación verdadera entre la gramática del texto y la de la frase, mientras que, con Isenberg, las unidades discretas de la gramática del texto no parecen pertinentes para la de la frase, y a la inversa» (Bourdin/Duhem, 1972: 74).

Este enfoque de la lingüística del texto como ampliación («necesaria») de una gramática oracional desató considerables críticas, centradas en la discusión sobre la necesidad o no de alterar los mecanismos de las gramáticas oracionales para hacer­ las susceptibles de aplicación al texto. De ahí las polémicas representadas por Ewald Lang (1973a) o Dascal y Margalit (cfr. 1974), el primero en torno a los trabajos iniciales de Horst Isenberg, los segundos sobre la obra de T. A. van Dijk (1972a).

Afirmaban estos autores que las cuestiones aparentemente insolubles por la gramática oracional eran fácilmente resolubles por ésta, con una simple adaptación de sus mecanismos, y que, por otra parte, el texto no tenía el carácter de «unidad lingüística» equiparable a la frase. La principal polémica, desde entonces, residió en el intento de demostrar que, pese a su diferencia de

status teórico, el texto era un objeto tan digno de estudio

lingüístico como la oración, lo que hizo que se pusieran de relieve las diferencias entre texto y frase, abandonándose en cierto modo la discusión teórica del texto mismo.

Se partía, en estos modelos de ampliación de la gramática oracional, de la siguiente consideración: si en la gramática es posible establecer un nivel morfémico que se integra en uno superior, el de las palabras, éste a su vez en el del sintagma, y estos unidos forman el nivel superior, la frase, no hay razones de principio para no considerar que el nivel de las oraciones se

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3 6 ENRIQUE BERNÁRDEZ

subordina a su vez a uno más elevado, el de los textos (o los párrafos, que luego se integran en textos). Este es el método seguido por Harris y los modelos gramaticales basados en niveles sintácticos o estratos, como la tagmémica, la gramática sistémico- funcional y la misma gramática estratificacional. Para estos autores, una frase es un conjunto de sintagmas más una serie de elementos estructurales integradores del nivel de la frase; el sintagma, a su vez, es un conjunto de palabras más elementos integradores propios del sintagma, etc., de forma que cada nivel está formado por unidades del nivel inmediatamente inferior más esos elementos integradores estructurales. Este punto es de gran interés teórico dentro de la gramática, y sus posibilidades descrip­ tivas son considerables, aunque no nos podemos detener en él. Para dejar algo más claro el principio de los «estratos» o niveles, citaremos las palabras de D. G. Lockwood en su introducción a la gramática estratificacional, la escuela que, probablemente, mejor ha desarrollado teórica y prácticamente el concepto:

«En vista de la gran diversidad estructural de los materia­ les que tiene que poner en relación el lenguaje, parece razonable plantear la hipótesis de que dentro del lenguaje existen varios niveles de estructuración. Cada uno de estos niveles se llamará estrato. En cada estrato se puede suponer que existe un esquema táctico ( tactic pattern) o

táctica (tactics): un esquema (pattern) de relaciones que

especifican las combinaciones correctas de los “elemen­ tos” del estrato. Juntamente con la táctica hay otros esquemas que, con él, forman lo que puede llamarse

sistema de estratos» (1972: 6).

El número de estratos o niveles existentes no está aún perfectamente delimitado, y es posible añadir niveles suprafrásti- cos. Aquí no nos interesa la interpretación teórica que se da a los estratos (distinta en la gramática estratificacional y la tagmémica, por ejemplo), sino el hecho de que es posible entender que el texto es, no una unidad propiamente, sino un nivel de estructuración de

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DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO 3 7

los elementos lingüísticos4. Esto, posiblemente, resultaría acepta­ ble aún hoy para todo el mundo, aunque no así las repercusiones teóricas de aceptar ese carácter del texto como fundamental.

De hecho, los modelos que separan niveles estructurales, como los ya mencionados, son los únicos que han conservado desde su origen una forma de descripción del texto de este tipo. Otros autores, que partieron de la consideración del texto como unidad lingüística superior a la frase pero integrada por frases, pasaron más tarde a una nueva consideración de la definición del texto y, en consecuencia, a una nueva forma de su estudio.

Admitir que el texto es un nivel especial, formado por unidades del nivel inferior, es decir, frases, se puede resumir en la consideración de «texto como conjunto de frases», a la que tendremos ocasión de referirnos más adelante. Para este «modelo del texto», será suficiente con especificar las condiciones en que es posible unir frases para dar lugar a un texto «gramatical», de forma que la lingüística del texto sería una simple «gramática transfrástica» (en la misma forma en que una gramática oracional es una «gramática transléxica»), y no implicaría un cambio de rumbo en los estudios gramaticales o, como lo denominamos en otro lugar (Bernárdez, 1980), la lingüística del texto transfrástica no sería, en absoluto, una «revolución en la lingüística».

El problema radica en que el «salto» de la frase al texto es de diferente tipo que el del sintagma a la frase, etc. Porque, según las ideas que acabamos de exponer en su esencia, para explicar la «gramaticalidad» de un texto sería necesario y suficiente especifi­ car el «esquema táctico» del nivel del texto, y las oraciones («elementos» de ese nivel textual) que lo integraran deberían ser, además, «gramaticales» ellas mismas. Sin embargo, un texto

4 La gramática estratificacional considera que «no hay razón teórica para limitar nuestro interés por el lenguaje a la oración y sus com ponentes» (Lock­ w ood, 1972: 8); incluso, «la teoría estratificacional considera, por tanto, que la tarea última de la lingüística es explicar todos los textos de cada lengua que estudia» (ídem). El m odelo, efectivamente, no queda «autom áticam ente» o «por principio» lim itado a la oración, sino que puede dar com ienzo en el texto o en cualquier otro nivel.

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puede ser inaceptable, agramatical (teniendo en cuenta que la gramaticalidad del texto no debe entenderse en el sentido estricto de la gramática generativa chomskyana), aun cuando las frases que lo componen sean perfectamente gramaticales, si bien, para que un texto sea gramatical, sus frases componentes deben serlo también. La situación parece, a primera vista, similar a la existente en el nivel de la oración, donde sintagmas correctamente cons­ truidos pueden dar lugar a una frase agramatical. Sin embargo, a diferencia de la frase, el texto posee condiciones de gramaticali­ dad que no son básicamente sintácticas, sino muy fundamental­ mente semánticas y pragmáticas. Se trata de la diferencia entre formas de estructuración del texto que señaló S. Gindin, y a las que nos referimos detalladamente más adelante. Así, mientras los niveles restantes, desde la frase hasta el nivel fónico, se estructu­ ran por principios que pueden estudiarse con métodos no necesa­ riamente semánticos, el texto no puede explicarse plenamente (siquiera sea como «unidad compuesta de frases») si no es por métodos semánticos (y pragmáticos). Podría intentarse solucio­ nar este problema considerando que lo que existe en realidad son los niveles semántico, sintáctico, morfológico y fonológico, que cuentan con unidades especiales para cada nivel: texto, oración, morfema y fonema. Pero parece un tanto arriesgado considerar que el texto es una «unidad semántica» (como hacen Halliday y su escuela) frente a la oración que es una unidad sintáctica. Es, pues, evidente la dificultad de considerar el texto como un nivel más por encima del oracional, sin añadir al mismo tiempo que se trata de un nivel radicalmente distinto a los demás.

Porque, como señaló, entre los primeros, S. I. Gindin, el texto no puede definirse adecuadamente si no es en base a criterios pragmáticos (cfr., fundamentalmente, Gindin, 1971b). Además, la gramaticalidad del texto no pude establecerse sólo en términos «gramaticales» (es decir, estructurales), sino que es preciso tener muy en cuenta factores, por ejemplo, sociales (cfr. los ocho aspectos del texto que señala Isenberg, 1976). De ahí que la lingüística del texto, que comenzó queriendo ampliar la gramáti­ ca (generativa) entendida como competencia del usuario de la

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