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el presidente que se atrevio a sonar capitulo

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Agradecimientos

Agradezco profundamente la gran tarea de traducir el libro al español llevada a cabo por Jessica Hunt y Maria Mingo, lo que podrá llevar a la gran comunidad de habla hispana del mundo mi visión personal acerca de este líder que se atrevió a soñar con un Perú diferente.

-Jessica Hunt

Señor ex-Presidente del Perú don Alberto Fujimori, la traducción de este libro es en agradecimiento a su gran labor y dedicación por nuestro país, sus grandes obras jamás podrán ser borradas.

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Introducción

Decidí escribir este libro sobre la vida de Alberto Fujimori Fujimori, por la profunda admiración que me inspira las grandes obras que realizó, mientras fue Presidente del Perú por 10 años.

Los esfuerzos y la determinación de este hombre por salvar a su país de la violencia terrorista y la quiebra económica, han pasado desapercibidos por la Comunidad Internacional que ha visto en él, a un dictador y un cruel violador de derechos humanos.

Quiero que los lectores conozcan al hombre que hay dentro de Alberto Fujimori. Una persona sin ambiciones y entregado a mejorar las condiciones de vida de los peruanos y en especial, las de miles de personas que durante siglos fueron olvidados.

Alberto Fujimori sacrificó su popularidad y la aprobación de la Comunidad Internacional, por lograr lo que consideró el principal objetivo de su gobierno: Un Perú mejor, para todos los peruanos.

Esto significó crear leyes más estrictas y necesarias para erradicar el terrorismo en el Perú, el cuál controlaba casi el 40% del territorio nacional, trayendo consigo destrucción, pobreza, miseria, derramamiento de sangre y una profunda violencia interna por más de 12 años.

Es este, el lado humano de Alberto Fujimori y no el del Presidente Fujimori, el que deseo hacer conocer a nuestros lectores.

Asimismo, un hecho que me afectó sobre manera fue la imagen de los niños que viven en la miseria y extrema pobreza en el Perú. Pensé entonces que si podía escribir un libro sobre su inigualable presidente, podría donar un porcentaje de las ventas a una fundación que pudiera mejorar las oportunidades de vida de estos niños. No olvidemos que la misión principal del Presidente Fujimori, fue acabar con la extrema pobreza y mejorar las condiciones de vida de todos los peruanos.

Deseo agradecer a la Organización Perú Shimpo de Lima y en especial, a la Sra. Ciria Chauca y al Sr. Hirohito Ota, por su invalorable ayuda y autorización para utilizar las fotografías que aparecen en este libro. Ellos contribuyeron a convertir esta experiencia en un verdadero placer y un desafío, que no pude negarme.

Por otra parte, quiero agradecer a la revista Caretas por proveerme las invalorables fotografías del presidente Fujimori y su familia, que datan de 1940. También agradezco la calurosa ayuda y cooperación prestada por los amigos de la Asociación Peruano-Japonesa de Lima. Un especial agradecimiento a la señora Yuko Kaji, por ayudarme con la traducción de documentos japoneses sin los cuales, este libro no hubiera sido posible.

Al Señor Víctor Miranda Vargas de la Biblioteca Nacional de Lima, por su sincera y sensible visión de la vida y aspiraciones de los peruanos comunes y corrientes.

Finalmente pero no menos importante, gracias al Sr. Héctor Arenas por su ayuda en traducir el material en español, el cual me mantuvo estancada por un tiempo. Y en general, gracias a todos los que me animaron a escribir este libro. Siempre los recordaré.

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Capitulo I

Todo comenzó en 1920 cuando un joven llamado Naoichi Fujimori, llegó al Perú para trabajar en una plantación de algodón en la ciudad de Paramonga. Su primera opción para alejarse de la pobreza de su nativa villa en Kumamoto (Japón) había sido Hawai, lugar al cual había emigrado anteriormente su padre adoptivo, Kintaro Fujimori.

El jovencito Naoichi había pensado en emigrar en 1919 cuando Kintaro regreso al Japón de visita, lleno de historias sobre lo bien que les estaba yendo a los inmigrantes en el nuevo país.

Naoichi que ya estaba frustrado por la falta de oportunidades en Kumamoto, no necesitó más para persuadirse a sí mismo de seguir a su padre adoptivo a Hawai y lograr la tan anhelada fortuna que persistentemente se alejaba de él y de otros jóvenes de su generación en el Japón.

Desgraciadamente para Naoichi, el gobierno de Hawai había impuesto reglas estrictas para combatir la gran afluencia de inmigrantes japoneses y Naoichi, no pudo pasar el estricto examen médico requerido para emigrar a Hawai.

Naoichi se negaba a abandonar sus sueños y dado que ya había tomado la decisión de abandonar Japón, decidió entonces buscar una nueva alternativa para emigrar a otros rumbos.

Continuando con sus planes, Naoichi se unió a miles de jóvenes que formaban diariamente largas colas frente a las instalaciones de la Compañía Mariota, la cual ayudaba a japoneses que deseaban emigrar a otros países, por una cuota moderada.

Naoichi decidió que Perú podría ser una buena opción, pues dos de sus hermanos ya se encontraban trabajando en plantaciones de azúcar y algodón, en San Nicolás. Naoichi sabia que la vida en el Perú no era tan exitosa como en Hawai, pero al menos, había trabajo para él y eso era lo único que importaba en ese momento: Trabajo y oportunidades.

En 1920 y con tan solo 19 años, Naoichi Fujimori llega al Perú. Fue seleccionado para trabajar en Paramonga, a unos 200 kilómetros de la ciudad de Lima. Como muchos de sus compatriotas, Naoichi había sido contratado para trabajar en los campos de algodón de Paramonga y había llegado al Perú con el gran sueño de lograr un éxito fenomenal y así poder regresar a Japón al cabo de unos años, con los frutos de su trabajo.

Al igual que los primeros inmigrantes, Naoichi no pensó en el Perú como un lugar de residencia permanente. Hasta ese instante de su vida, Perú era un lugar temporal de trabajo que le permitiría hacer realidad sus sueños de riqueza y así no tener que preocuparse por la falta de dinero.

Naoichi Fujimori nunca considero al Perú como el lugar en donde habría de terminar sus días, pues siempre tuvo en mente su regreso al Japón tan pronto como lograra la tan ansiada fortuna. Ese sueño nunca llegaría a realizarse pues la vida en los campos de algodón era tan difícil, que en la mayoría de los casos los trabajadores como Naoichi, rompieron sus contratos laborales para escapar a otras ciudades y encontrar otras alternativas menos peligrosas para la salud.

Naoichi logró tolerar las terribles condiciones de trabajo en Paramonga, alentado por la idea que esta vida tan difícil terminaría pronto y al fin podría regresar a Japón con mucho más dinero del que tenía

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cuando salió de ahí. Lamentablemente, ya no pudo soportar la vida en los campos de algodón y decidió mudarse a Huacho donde comenzó un negocio como sastre. Esta parecía ser una buena decisión para ganarse la vida pues al igual que muchos japoneses, Naoichi era extremadamente bueno para los trabajos manuales.

Pero aunque su trabajo era extremadamente bueno, Naoichi estaba desanimado. Ya estaba por cumplir los 30 años y sabia que era el momento de casarse y tener una familia. Había comenzado a sentir esa terrible sensación de soledad y estaba cansado de su vida de soltero.

No le alegraba la posibilidad de no tener una razón para su vida. Pero el matrimonio era una decisión difícil, pues al igual que los demás inmigrantes masculinos, Naoichi había llegado a Lima en una época en que casarse con una mujer nativa del Perú, no era tolerado por la comunidad japonesa y era algo que los mismos japoneses no deseaban.

Por ese entonces comenzó la práctica de matrimonios por fotografía, a través de la cuál, las posibles novias eran elegidas por medio de las fotografías que enviaban desde Japón. Naoichi pensó que aquella podía ser una buena forma de encontrar esposa, sin embargo, no fue necesario recurrir a este método ya que su padre Kintaro Fujimori siempre pendiente de sus necesidades, envió a Naoichi una carta proponiéndole un matrimonio arreglado con un pariente lejano de su nativa Kumamoto.

Ella se llamaba Matsue Inomoto, la sexta hija de Ohagi Fujimori y Toki Inomoto a quien se le atribuía una buena reputación y muchas habilidades para ser una buena esposa. Naoichi rápidamente aceptó esta proposición y decidió hacer el largo y difícil viaje de regreso a Japón para conocer a su novia y futura esposa.

Ninguno de los dos imaginó que este matrimonio seria diferente a cualquier unión normal. En el futuro, ellos habría de procrear un hijo que cambiaria la historia del Perú, quien rompería todas las reglas de lo tradicional y sería presidente del país en donde ellos como inmigrantes, habrían luchado duramente para lograr una vida mejor.

Matsue tomo la decisión de casarse, aun sabiendo que esto significaría alejarse de su familia para viajar a una tierra lejana ubicada a muchas millas de distancia. Fue una decisión dura, pero necesaria para aliviar la pobreza de su familia. Ella sabia que a los 21 años y todavía soltera era una carga más para sus padres quienes tenían otros hijos que mantener. La ceremonia nupcial se realizo en la casa de la familia Fujimori en Shirahama, Kumamoto.

Asistieron entre 40 y 50 personas. Mutsue se casó llena de muchos sentimientos confusos. Por una parte, ella sentía temor de embarcarse en este largo viaje a una vida desconocida en el Perú y por otra parte, le entusiasmaba pensar en esta nueva vida llena de aventuras y desafíos. Jamás se había alejado de su villa, mucho menos del Japón y no podía imaginar como seria la vida en el Perú.

Pero ya era demasiado tarde para cambiar su decisión y en 1934, los recién casados Naoichi y Matsue Fujimori navegaron desde Yokohama en un barco llamado "Bokuro Maru" junto a 90 personas. Cruzaron el Océano Pacífico durante 45 días pasando por Hawai, San Francisco, Los Ángeles, México, Panamá, Ecuador, para finalmente arribar al puerto del Callao un 23 de septiembre de 1934.

El costo de un pasaje al Perú era de 400 yenes, pero cada inmigrante pagaba solo 135 yenes y el gobierno japonés que apoyaba la migración en aquella época, pagaba el resto del pasaje. De todas formas, esta era una gran suma de dinero para mucha gente, considerando que un maestro en el Japón, ganaba solamente 50 yenes por mes.

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Mutsue Fujimori era una mujer de gran fortaleza y espíritu, pero sentía una gran ansiedad y preocupación cuando pensaba en el futuro incierto que le aguardaba en el Perú. Cuando finalmente llegaron a puerto, ella se paro a un lado del barco mirando cómo bajaba el puente.

Fue en ese momento cuando la realidad de lo que había hecho le tocó tan fuerte, que sintió un gran pánico crecer dentro de ella: Japón, su familia y todos los lugares familiares, habían quedado lejos. Y en verdad lo estaban. A menudo se preguntaba si algún día los volvería a ver.

Pero ya había tomado esta decisión y no podía dar marcha atrás. Ella mantendría esa actitud fuerte y decidida para hacer frente a esos momentos difíciles y a las muchas penurias que le tocaría vivir en el futuro. El viaje había sido largo y difícil debido a las turbulencias en el Océano Pacífico. Mutsue pensó que jamás olvidaría la terrible sensación de nauseas y vómito que padecieron los pasajeros de tercera clase, la cual venia colmada de personas.

Muchas de ellas eran novias por "fotografía", quienes eran enviadas a tierras lejanas para vivir junto a sus esposos a quienes nunca habían conocido. Muchas habían sido prácticamente forzadas a casarse debido a la pobreza de sus familias, quienes no podían hacerse cargo de ellas. Eran mucho más jóvenes que Matsue y no contaban con su determinación y coraje. Se sentaban en las oscuras esquinas, silenciosas y llorosas. Habían sido educadas para ser fuertes y nunca causar problemas, aún en momentos de tristeza.

Mutsue se sentía afortunada con respecto a sus compañeras de viaje, pues por lo menos ella viajaba con su esposo, un hombre al que en poco tiempo había llegado a respetar. Juntos, habrían de enfrentar las tormentas que les esperaban, pues la vida en el futuro, no seria fácil para ellos. Y cuando llegó el momento de desembarcar, Mutsue se aferró al barco negándose a dejar este lugar que le inspiraba seguridad é imágenes familiares.

Callao es una pequeña ciudad en la costa, a casi 12 millas de la ciudad de Lima. Fue el lugar donde el primer barco japonés Sakura Maru, arribo en 1899 llevando consigo a 790 inmigrantes japoneses. Este continuaría siendo el puerto de entrada para la gran cantidad de japoneses que inmigraron al Perú, hasta la llegada del último barco en 1941.

Junto con otros inmigrantes, los Fujimori fueron inspeccionados y registrados al momento de llegar el 24 de Septiembre de 1934. Después de los tramites iniciales, fueron llevados a Huacho a unos 200 kilómetros de Lima. Una ligera lluvia había comenzado a caer mientras salían del Callao y esta calmó las emociones mezcladas que colmaban a Mutsue, mientras se sentaba entre el montón de personas que estaban en su sección, mirando la extraña y no familiar vista que pasaba a su lado.

Acostumbrada a la grandiosa vegetación de su cálido Japón, ella jamás había visto un lugar tan árido y polvoriento que semejaba a un desierto. En contra de sí misma, no dejaba de mirar cada milla que recorrían con mucho interés. Mutsue y Naoichi Fujimori, establecieron su hogar en una pequeña casa en Huacho la cual era también utilizada por Naoichi para su negocio de sastre.

El negocio de Naoichi continua exactamente como antes solo que ahora, otro dueño lo administra. Los Fujimori no estuvieron mucho tiempo en Huacho y luego de tres meses, Naoichi decidió que era el momento de mudarse a Lima.

Los Fujimori establecieron su hogar en la Calle Santo Tomas # 473, Cercado de Lima. La casa estaba ubicada muy cerca de la Plaza Bolívar en donde un día su hijo Alberto, entraría al Congreso como el primer presidente de la historia del Perú o de cualquier otra parte de América Latina, descendiente de una

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familia de inmigrantes japoneses. Cabe recordar que tradicionalmente los políticos y presidentes en el Perú, provinieron de familias adineradas y prominentes y no de una familia pobre y no tan bien instruida como ellos.

Su lugar de residencia fue una zona con calles estrechas y numerosas tiendas, lo cual caracterizaba el estilo de vida de muchos de la comunidad de inmigrantes japoneses de aquella época. En aquella casa, Mutsue Fujimori dio a luz a su primera hija Juana, el 7 de abril de 1935.

Al año siguiente, Naoichi decide abrir nuevamente una sastrería, esta vez, en la ciudad de Lima. Aunque Naoichi era un trabajador industrial, no fue bendecido en esta aventura de negociante y no importando cuan duro trabajara, no tenía éxito.

La presencia de los militares en las calles causó un gran alboroto y la vida se complicó aún más para los inmigrantes japoneses en el Perú. Era el año de 1930, cuando una revolución puso al Perú bajo un régimen militar, 30 tiendas de propietarios japoneses fueron atacadas y destruidas.

El nuevo régimen tenia que apoyar a los desempleados peruanos y para esta causa, se decretó una ley la cual requería que el 80% de las fábricas y negocios fuesen de propiedad de peruanos. Adicionalmente, en 1936 el gobierno adopta medidas para disminuir la inmigración japonesa al Perú.

Esto aunado a las disposiciones del gobierno para controlar los comercios y la forma tan hostil de tratar a los inmigrantes, causó una situación verdaderamente difícil para la comunidad japonesa, la cual atravesaba una situación extremadamente complicada.

Con la incertidumbre creada por esta crisis, el negocio de Naoichi se desmorono y tuvo que regresar a la antigua tarea de trabajar en los campos de algodón. Esta sería otra mala decisión.

Poco después del nacimiento de Juana, la familia tendría que mudarse nuevamente pero esta vez, la mudanza seria a Miraflores un lugar situado cerca al mar y generalmente considerada la mejor zona para cultivar algodón.

En aquella época, el algodón era una de las mayores industrias en el Perú y considerada una buena elección para abrir un negocio. Mutsue soñaba con que esta vez, el negocio seria lo suficientemente bueno como para traer dinero a la familia y eventualmente regresar a Japón. La industria algodonera estaba en su mejor momento y no había forma de fracasar en esta nueva aventura.

Pero las cosas serian distintas para ellos. El destino los mantendría en el Perú y lo seria con un propósito. Contra el optimismo de Matsue, Naoichi no alcanzó el éxito y nuevamente fracaso. Naoichi no necesitó de mucho tiempo para darse cuenta, que nuevamente había tomado la decisión equivocada para su negocio.

La plantación del algodón estaba llena de riesgos e incertidumbres pues la tierra tenía que ser muy fértil, la humedad que se necesitaba para hacer crecer el algodón tendría que ser exacta y la temperatura perfecta. Naoichi y Matsue muy pronto descubrieron que habían sido engañados, pues la tierra en la zona que ellos habían rentado, no era lo suficientemente rica como para tener una exitosa plantación de algodón. Ellos sentían que debían rendirse y mudarse nuevamente, pero se negaban a comenzar de nuevo. Decidieron entonces seguir adelante con su plantación de algodón, esperanzados que esta vez, las cosas mejorarían para ellos.

Al final cuando los miembros de la familia Fujimori se dieron por vencidos, habían transcurrido tres años de sus vidas y su duro y a veces penoso trabajo, dejó tan solo una gran cantidad de deudas que

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habrían de requerirle muchos años de duro trabajo a Naoichi, para poder cancelarlas.

Esta fue una penosa y decepcionante etapa para Naoichi y Matsue. Ellos no podían comprender por que, no importando cuan duro trabajaran, aun el más pequeño triunfo se les escapaba de las manos. La niñez y juventud de Alberto estuvieron llenas de recuerdos del éxito, que jamás llego a su padre en ninguno de sus negocios.

Mutsue constantemente se quejaba de la vida tan difícil que llevaban, pero al mismo tiempo, sentía que era una injusticia para Naoichi un hombre tan trabajador y bueno, el tener tantos problemas para salir adelante. Su hijo Alberto, no sólo presenció la lucha de sus padres contra esa dura adversidad, sino que jamás lo olvido.

Fue durante ese periodo de grandes desilusiones en que el tan esperado hijo Alberto, nacería un 28 de Julio de 1938 para traer una luz de esperanza a las vidas de Naoichi y Matsue. Alberto nació aproximadamente a las 9.00 p.m. con la ayuda de una partera de Kumamoto, llamada Nakajima.

Se le bautizó con el nombre de Kenya, en memoria del hermano de Mutsue quien falleció a causa de la disentería en su niñez. El nacimiento de Alberto coincidió con el día de la independencia del Perú y sus padres consideraron esto como un mensaje favorable. Y no estaban equivocados, ya que el niño crecería para lograr fama y reconocimiento tanto para sus padres, como para toda la comunidad japonesa. Esto iba mucho mas allá de sus aspiraciones y de sus más maravillosos sueños.

Un mes después del nacimiento de Alberto y en un ultimo esfuerzo para terminar con sus pérdidas y comenzar una nueva vida, Naoichi y Mutsue entregaron la fracasada plantación de algodón para regresar a vivir a Lima. Formaron su hogar en la Avenida Grau # 526. La casa era la cuarta de una hilera de cinco, cuyas terrazas daban directamente hacia la avenida principal.

Diariamente, la casa se llenaba no solo del polvo que provenía de los vehículos que pasaban afuera, sino también, de los sonidos alegres de la vida en la ciudad. En la casa de la avenida Grau, Naoichi comenzó un negocio de reparación de llantas. Esta decisión fue motivada por la idea de que si los peruanos acostumbraban a cambiar ellos mismos las llantas de sus automóviles, con mayor razón, necesitarían los servicios de un profesional.

Por primera vez tendría razón en algo. Este nuevo negocio traería muy poco dinero a la familia y aunque humilde, era por lo menos un negocio estable que habría de dar tranquilidad al hogar y a los hijos quienes ya comenzaban a crecer. Fue en esta casa de la avenida Grau donde su tercer hijo Pedro, nacería un 13 de Mayo de 1940. La tranquilidad no duraría mucho tiempo, pues poco antes del nacimiento de Pedro, el sentimiento de rechazo a los japoneses, volvió a brotar.

Esta situación generó peleas raciales, que terminaron con la muerte de una mujer. Este hecho, degeneró en una intensa ola de violencia y odio. Enfurecidos peruanos se amotinaron en las calles, tirando piedras y destruyendo los negocios que eran de japoneses. No había nada que la comunidad japonesa pudiera hacer en ese momento para protegerse, tan solo quedaba esperar que los ánimos se calmaran y la violencia terminara.

Al menos esa vez, aunque sea una vez, Naoichi y Mutsue tuvieron mucha suerte ya que los revoltosos solamente atacaron los negocios más grandes. Su negocio de reparación de llantas comenzó siendo muy pequeño y humilde por lo cual, pudo escapar de la violencia sin ser dañado.

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magnitud, que los peruanos aterrados se preguntaron si esto había sido un castigo por su insensible maltrato a la comunidad japonesa.

Al final tan extraño como parece, fue este desastre natural el que ayudó a cambiar la actitud de los peruanos para con los japoneses. Así, la etapa de violencia racial termina tan súbitamente como comenzó, dando un poco de tranquilidad a la familia Fujimori la cual por fin, podía descansar en paz, sin preocuparse de ser atacada frente a su puerta.

La avenida Grau era también la calle donde vivía Susana Higuchi, la futura esposa de Alberto. Ella vivía con su familia en una zona central ubicada a tan sólo 20 minutos del Centro de Lima y la zona de Palacio de Gobierno. Esta calle fue también el lugar en donde muchas familias japonesas como los Higuchi, comenzaron pequeños negocios los cuales en su mayoría fueron exitosos.

De la avenida Grau, la familia Fujimori se mudo a la Avenida La Victoria ubicada en la calle siguiente. Esta casa tenía la ventaja de estar ubicada frente a un parque. De niño, Alberto pasó muchas horas felices jugando en aquel parque y este se convertiría en un santuario privado a donde escapar, cuando necesitaba alejarse de su ruidoso y aglomerado hogar. Él era un niño tranquilo y amigable, un poco gordito y con una sonrisa de querubín. Sus vecinos los apodaron: El risueño niño oriental.

Al igual que los otros niños de descendencia japonesa, Alberto hablaba un español mezclado con japonés y esto sonaba algo extraño. Ello se convertiría en objeto de burla y los niños estaban bastante afectados por esto. Esa era la razón por la cual, Alberto prefería sonreír más que hablar. Aun cuando niño, él deseaba ser perfecto y si no podía hablar el español correctamente, prefería no hablarlo. Afortunadamente, esta experiencia no ocasiono que Alberto rechazara el idioma español. Muy por el contrario, esto fortaleció su decisión de aprender el idioma hasta dominarlo. Esto para un niño con la determinación de Alberto, no fue una meta difícil de alcanzar.

La vida era razonablemente tranquila para la familia Fujimori. El negocio familiar marchaba bien y tanto Alberto como sus hermanos llevaban una vida normal. Sin embargo, una repentina enfermedad ataca a Alberto. El pequeño niño fue siempre muy sano y de gran fortaleza, por ello, fue una gran sorpresa para todos cuando en 1941 se enfermo de difteria. Cuando se inicia la enfermedad, Mutsue no se percata de la condición de Alberto y piensa que se trataba de una simple gripe. Pero mientras su estado empeoraba y su salud se agravaba, ella se dio cuenta que su vida corría peligro.

En aquella época, las condiciones médicas en el Perú eran totalmente inadecuadas y Mutsue sabia que su hijo de dos años y medio, podría morir por causa de esta enfermedad. La vida era difícil para los pobres, pero Alberto era su hijo y ella no podía permitir que muriera, pues él tenía mucho por que vivir. Día y noche ella estuvo a su lado rogándole al pequeño niño que fuera fuerte y que sobreviviera, a pesar de las advertencias de los médicos, quienes no creían que el niño pudiera salvarse.

Mutsue nunca fue una persona que se rindiera tan fácilmente. Ella cuidó de Alberto y lucho junto a él para que sobreviviera. Su corazón se quebraba de dolor cuando el pequeño clamaba por "agua, agua" y ella no podía dársela. Al tercer día y luego después de muchas horas de angustia, Mutsue estaba convencida que su hijo se salvaría. Los médicos informaron entonces que el niño tenia el corazón y los pulmones muy fuertes y que por algún milagro, sobreviviría. Él tenía un destino muy grande y debía vivir por un propósito, ella estaba segura de esto.

El 17 de diciembre de 1940 el gobierno peruano aprobó una ley por la cual, la educación sería en un 80% dictada en español y tan solo se permitía el 20% en idioma japonés. El número de horas de la enseñanza en español creció a 20 horas, mientras que el japonés fue reducido a 10 horas. Esto fue un

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motivo de preocupación para Naoichi y Mutsue quienes al igual que otros inmigrantes japoneses, habían llegado al Perú pobres y sin educación. Ellos querían para sus hijos la educación que se les había negado y por tradición, esta era la educación japonesa.

Finalmente, decidieron que la única forma de salir de este problema era enviar a Juana a estudiar a Japón. Esta sería una decisión muy difícil para ellos, pero pudo mas la determinación de que sus hijos tuvieran las oportunidades de aprender que ellos jamás tuvieron. Juana de tan solo seis años de edad, fue puesta en la lista de viajeros del Teruyama Maru el cual partiría hacia el Japón, el 20 de noviembre de 1941.

Sin embargo, ella jamás llegaría a Japón pues la guerra comenzó en 1941 y el Teruyama Maru canceló sus viajes. Por esta razón y de manera increíble, Juana pudo escapar de la terrible experiencia de ser separada de su familia.

El 7 de diciembre de 1941 las noticias sobre el ataque de los japoneses a la base militar de Pearl Harbor, eran titulares en los diarios de casi todo el mundo. Mutsue seguía luchando por sacar adelante a su familia con los pocos recursos económicos con los que contaba. Nunca pensó que una guerra tan lejana, podría traer tan graves consecuencias y causar tan terrible repercusión en sus vidas.

Pero ella estaba en un error y finalmente, todos ellos terminarían pagando las consecuencias de esa guerra al ser discriminados por ser japoneses. Lo más frustrante de todo, fue el hecho que la guerra se inició justo cuando el negocio de Naoichi estaba atravesando por su mejor momento. Después de tantos fracasos, al fin este negocio marchaba bien. La familia Fujimori había vivido en la casa de la Avenida Grau con una relativa comodidad y tranquilidad por tres años. Lamentablemente, esta tranquilidad no duraría mucho.

Poco después del ataque a Pearl Harbor, el gobierno peruano era presionado por el gobierno americano para imponer restricciones injustas a la comunidad japonesa. Se les prohibió reunirse en grupos de más de cinco, en cualquier establecimiento comercial y no podían salir del Perú sin permiso. Los periódicos que habían servido a la comunidad japonesa, fueron cerrados y los distribuidores, fueron detenidos. Mutsue llego a la conclusión que no podía restarle mas importancia a la guerra, ya que esta les estaba cerrando el camino a los japoneses en el Perú, cuya situación se había deteriorado después del ataque a Pearl Harbor.

Todos ellos habían sido involucrados en esta guerra aun sin quererlo. No pasó mucho tiempo antes que el gobierno peruano cerrara todos los colegios japoneses en Lima y otras partes del Perú y los maestros fueron despedidos o sacados del país. Juana no pudo asistir a ninguna escuela, por tal motivo, Matsue decidió contratar a uno de los maestros desempleados para enseñarle japonés y matemáticas.

Esta fue una sabia solución al problema de la educación que los hijos de inmigrantes japoneses tuvieron que enfrentar. Conforme transcurrían los días, los japoneses se darían cuenta que las cosas empeorarían en lugar de mejorar. El gobierno americano había sugerido al Perú que cortara todo tipo de relación con Japón y Alemania, lo cual significó el cierre de la Embajada Japonesa. Pronto los negocios, tiendas, fábricas de propiedad de los japoneses, fueron puestos bajo el control del gobierno. Poco a poco pero de una forma segura, los japoneses eran acorralados.

La familia Fujimori junto a otras familias japonesas, veían con horror el desarrollo de estos acontecimientos. Ellos tenían en mente que tal vez estos hechos, conllevarían a otro incidente de hostilidad contra los japoneses. Por fortuna, esto no ocurrió. Todo lo que el gobierno peruano quería era privar a la comunidad japonesa de sus propiedades, su educación y su cultura. Esta situación era injusta

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para aquellos inmigrantes japoneses, que habían llegado al Perú a trabajar duramente para alcanzar una vida digna.

Mutsue no entendía porque la vida era tan dura con ellos, primero en el Japón y más tarde en su país adoptivo. Ellos habían viajado hasta el Perú para mejorar sus vidas, sin embargo, nada había mejorado. El sufrimiento era aún mayor y ahora ni siquiera podían dormir en paz, sin preocuparse de esos indeseados golpes a su puerta y el sonido de las piedras arañando las ventanas. No pasaría mucho tiempo antes que su libertad les fuera quitada. El gobierno envió a un grupo de gente conformada en su mayoría por oficiales retirados, para vigilar sus actividades diarias y encontrar alguna señal de insurgencia y traidora lealtad, a la milicia japonesa.

Mutsue recuerda que cada mañana, estos oficiales se aparecían en sus negocios a recolectar todas sus ganancias para entregarlas al gobierno. El gobierno aprobó una directiva por la cual, cada hogar japonés tenia que pagarle la suma de US$500 dólares como garantía de su estadía en el Perú.

Este hecho le hizo ver a la Comunidad japonesa con gran tristeza, que jamás habían sido aceptados en este país, a donde llegaron desde tan lejos. Ya no podían ignorar el hecho que por ser japoneses, se habían convertido en víctimas y en forma de protección, algunos comenzaron a cambiar sus nombres y a adoptar identidades peruanas. Muchos de los compatriotas de Matsue y Naoichi cerraron sus tiendas y se escondieron, esperando que la guerra terminara. Naoichi tampoco pudo soportar mas y aunque su negocio estaba marchando bien, también tuvo que dejarlo.

Este incidente tuvo un gran impacto en Alberto quien con sólo tres años de edad, podía sentir la terrible angustia e impotencia de sus padres. Décadas después, cuando en una entrevista concedida en 1991 se le preguntó sobre su niñez, él recordaría cuando el gobierno despojó a su padre de su negocio de llantas. El nunca pudo olvidar la imagen de sufrimiento de sus padres, por la pérdida de un negocio que había sido conseguido con sangre, sudor y lágrimas.

Durante todo el tiempo que duró la guerra, tanto la familia Fujimori como las otras familias japonesas, vivieron una incertidumbre y constante preocupación. El gobierno actuando bajo indicaciones de los Estados Unidos, había recopilado una lista de las figuras mas destacadas en la comunidad japonesa y periódicamente, llevaban a estas prominentes figuras para ser interrogadas o detenidas. En Abril de 1942, un total de 1772 japoneses fueron detenidos y algunos de ellos, transferidos a la prisión Kennedy en Estados Unidos.

Mutsue se animaba pensando que Naoichi era nada más que un humilde reparador de llantas y que el gobierno lo dejaría en paz. Pero estaba equivocada. Un día, un visitante apareció en su puerta y se identificó como oficial de la policía. Este le ordenó a Naoichi que cambiara su ropa y le acompañara a la estación de policía, sin resistirse. Matsue no entendía porque estaban llevándose a Naoichi. Con seguridad, esto era un error. Naoichi era un humilde trabajador japonés y no significaba una amenaza para nadie. ¿Tal vez habría hecho alguna cosa de la cual ella no estaba enterada?

Aunque ella estaba aterrada y su primer instinto fue suplicar, ella había aprendido que la suplica y la debilidad no la llevarían a donde ella quería llegar. Armada de valor, exigió que se verificara la lista para encontrar el nombre de Naoichi. Como lo suponía, Naochi no figuraba en la lista de los japoneses buscados y entonces, tuvieron que dejarlo ir. Mutsue sintió un gran alivio al saber que todo había sido un error. La gran determinación de Mutsue y su instinto de protección, habían salvado al padre de Alberto de ser separado de su familia y posiblemente del Perú, para ser enviado a algún desconocido centro de detención.

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Ella usaría este sentido de firmeza y resolución para proteger a su familia en su dura lucha por sobrevivir. Mas adelante su hijo Alberto, usaría el mismo coraje y fuerza de carácter para lograr el éxito como Presidente del Perú. Esta fue una herencia invalorable que Alberto recibió de su madre, el de luchar por lo que él deseaba lograr, no importando las adversidades.

Aunque la familia Fujimori logró superar esta tormenta, Mutsue no podía descansar en paz. La posibilidad que las autoridades trataran de llevarse a Naoichi nuevamente, la atormentaba. Nunca regresaron, pero Mutsue no podía dejar de preocuparse y cada vez que alguien tocaba a la puerta, sentía un sudor frío en todo el cuerpo.

El 10 de septiembre de 1942 nacería Rosa, su tercera hija. Para entonces, ya había seis miembros en la familia Fujimori. Naoichi había perdido una vez mas su negocio de llantas y dado que tenían que sobrevivir de alguna forma, Mutsue regreso a su etapa de costurera. Comenzó a coser camisas y ropa interior, vendiéndolas a 6 yenes por pieza y así pudo ayudar a la familia en uno de los peores momentos de sus vidas.

Ella recuerda ahora que en aquel momento, muchas de las esposas de los inmigrantes utilizaban la costura para ayudar a sus familias en los ingresos del hogar. Esto era común entre la comunidad japonesa, pues la mayoría no podía hablar el idioma español y la costura era la única labor en la cual, no necesitaban utilizar el idioma.

Naoichi trabajaba parte del tiempo como guardia de seguridad. Entre tantos fracasos, la familia se las arregló para salir adelante y en esta nueva etapa, Mutsue instaló un restaurante que ella misma administraba. Durante estos años de formación, Alberto encontró en su madre una gran fuente de energía y coraje. El lazo entre madre e hijo nunca se desvanecería. Alberto Fujimori viviría y trabajaría bajo los principios que su madre le inculco: Honestidad y trabajo tenaz.

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