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ARo III REVISTA MODERNA ARTE V CIENCIA. G. GEDOVIUS.-EsTUDIO.

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ARo III

REVISTA

MODERNA

A R T E

V

C I E N C I A .

DIRECTOR: JESUS E. VALENZUELA. ADMINISTRADOR: G. DE LA PEÑA

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"50

REVISTA MODERNA.

SHAKSPEARE.

:a:

A]Y.[ LE T.

Al pronunciar esta palabra, este nombre extraño y singular, como que surge ante nosotros, con todos sus encantos y prestigios; toda la literatura dramá-tica moderna, personificada en la simpádramá-tica figura de un poeta inglés, calvo y de mirada penetrante. Para quien esté iniciado en los misterios de la belleza artistica, y rinda culto al Genio, esa pala-bra es como un poderoso talismán. ¡Qué ideas no despierta! ¡qué de graves pensamientos no aviva en la memoria cuando al oírle le pronunciamos! ¿,Y qué será lo que experimente el ánimo, cuando, en el amplio salón de suntuoso teatro, donde se haya dado cita cultisimo auditorio, nos dispongamos á escuchar, sin perder vocablo, temerosos de que se nos escape hasta una sílaba, la incomparable tra-gedia del excelso dramaturgo?

Yo de mí sé decir que, en tales momentos me he sentido embargado de emoción, poseído de profun -do religioso respeto; y que largas horas después, paseándome en fresco jardín, bajo la sombra de añosos fresnos, respirando el aroma de los nara~­ jales enflorecidos, aún no habia yo recobrado esa plácida y tranquila serenidad de espíritu "que,-al decir de Grethe,-es indispensable para meditar en la belleza artistica y discernir su mérito. Y no por-que el terror trágico me hubiera anonadado, por-que nunca Hamlet ha conseguido ponerle en mi alma, sino porque, como el buzo de la germánica leyen-da, como el buzo de SchiJIer-pasmoso simbolista, -venía yo de los abismos de insondable mar, del profundo seno de la humana conciencia. Asombro, no terror, me robaba el habla y entorpecía mi mente.

Es cosa sabida que la tragedia (algunos dicen que su nombre lo expresa así), tienó el noble (,bje-to de elevar el espíritu por medio del tenor, por la más alta expresión artistica del dolor humano, y por manera sublime, que sin lo sublime no habrá jamás tragedia vividera, presentarnos las mayores altezas caídas en el polvo, al soplo impetuoso de la adversidad, y así robustecer el organismo moral, y purificar las almas como las tempestades purifican la atmósfera mefitica de la ciénaga. En la tragedia las pasiones crecen y se agigantan; se levantan re -beldes é indómitas, tremendas é invasoras, y corren, an8sando todo, destruyendo todo, como torrente salido de cauce, que derriba árboles seculares y arrastra rocas, y por todas partes extiende su im-perio desolado.

Orestes perseguido por las Euménides; Medea, pálida y aterrada, esgrimiendo el puñal ensangren·

PARA lJALnINo DÁVALOS.

tado ante sus hijos muertos; Edipo, víctima de las iras del Hado, desvalido y ciego, entrando, para morir allf, en el bosque de Colona, guiado por la piadosa Antígone; los tres llenaron mi alma de su· blime terror. ¿Por qué la taciturna figura del prín-cipe danés, vengador y desventurado como el hijo de Clitemnestra, no me espanta?

Esta pregunta me hacía yo, al día siguiente 'de la representación de Hamlet, llevado á la escena-según el consejo de un gran maestro de estética-por una mujer de talento, y después de leer y re· pasar la célebre tragedia en tres versiones, á cual más acreditada.

Acaso no sea acertada mi respuesta,

y

mi error dependa de un estado particular de mi ánimo.

A mí Hamlet no me hace sentir, me hace pensar; me hace dudar.

El sombrío personaje de Shakspeare, tal como su autor recibió alma y vida, forma y cuerpo huma-nos; pe1'sonaje irónico, sutil, descarado, dialéctico, tímido y vacilante; más que la personificaci6n del castigo de que son merecedoras la perfidia y la vi -leza humanas, paréceme sedo de la duda y el des-aliento. Me parece como el tronco de ese linaje de tdstes y descorazonados, entre los cuales contamos á Wel·ther, á Fausto, á Jácopo Ortiz, á Manfl'edo y

á Renato. 1

Tocóle á Shakspeare vivir y florecer en época asaz turbada é inquieta. En todas SUB obras hace alarde de rara impersonalidad, en todas ellas des-aparece el poeta, el cual, salvándose del medio en que alentaba, identifica siempre sus personajes con los tipos generales del hombre; mas por singular excepción, acaso porque en la obra en que hoy nos ocupamos, se hermanaban y compadecían tiempo y protagonista, el incomparable dramatUl'go dió á su dolorido doncel mucho del propio carácter, y mucho más aún de su conciencia perturbada y de su pensamiento poco firme é inquieto.

Dolorosos y tristes eran aquellos tiempos. Los esplendores de una corte como la de Isabel, conmo-vida hondamente de conciencia, y lastimada en lo que tiene de mAs grande el alma humana-la fe,-no eran más que los terciopelos que ocultaban as-querosas llagas pestilenciales, y el poeta, cuyo no-ble corazón habia sido tan amargado en la niñez, cuya mocedad precaria da lástima copsiderar, 2 di-famado y herido, tenía que expresar, toda vez que

1 Vid.; Los Hijos Vmgadores, por el ¡I¡far~uls de Va/mar,

2 Vid.: La obra citada y Skakspeare 1I son femps, par M.

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.1mVISTA

MODERNA

.

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el carácter de su protagonista á ello se prestaba, las amarguras de aquellos tiempos en natural con· sorcio con sus propios 4010res, con sus eicatmien-tos y con el menosprecio que le inspiraban las ini· quidades de los hombres, poniendo en todo su pro-pio desaliento y en un reflejo cárdeno las infamias y crueldades de palaciegos y validos, y los horro· res de una monarquía hipócrita y sangrienta.

De aqui, á mi ver, el carácter dado á su creación; de aquí la desconfianza, el tedio, el desencanto de la vida, y la iracunda tristeza tan elocuentemente expresados por boca de Hamlet, y que tuvieron eco maravilloso en la lira del infortunado poeta de Re-canati, que supo envolver tan noblemente el dolor moderno en el clásico peplo del dolor antiguo.

Católico era Shakspeare-podemos afirmarlo, en vÍi:;ta de recientes trabajos criticos,-pero de fe dé-bit Y confusa conciencia religiosa, como viviente entre personas de espiritu tornadizo, y muelle has-ta doblegarse en todo y por todo á los caprichos de un rey mujeriego y lleno de vicios, y ya se sabe

cuánto pueden en el ánimo, y particularmente en un artista, asi fuere el autor de Ricardo

nT,

aque-llos que le aplauden y lisonjean.

Los caracteres formados en época como la que tocó al poeta de Stratford, tienen que ser tristes, vacilantes, desconfiados, y en ellos, por lo común,

Plu viosilla.-1900.

al estallar la primera tormenta de dolor, brilla la idea del suicidio con terrífica luz, como el relámpa-go al principiar la tempestad.

As[ se explica el carácter de Hamlet; sus tenden·

cias pesimistas, -perdóneseme esta aplicación ana-crónica de la palabra, en gracia de la exactitud,-su tímida venganza y exactitud,-su falta de fe en esa divina vaguedad qtte se llama Ofel'ia. Asi se explica el modo de ser de ese mancebo, vengador de su pa-dre, y en quien, como lo hace notar un critico, pue-den más las palabras que las pasiones.

La tragedia en cuestión no producirá nunca, en concepto mio, el sublime terror trágico, porque los elementos principales de ella no son pastones, sino ideas.

Entre Orestes y Hamlet hay una distancia inmen-sa; distancia que la filosofía moderna está empeña-da en no acortar. Uno es el corazón; el otro es el pensamiento. Orestes es la fe robusta y potente; Hamlet la razón débil y osada. El primero podrá. aterrarnos, mas no arrancará de nuestros ojos una lágrima, porque en los actuales tiempos nadie sa-be llorar. El segundo nos hará pensar ... pensa-remos con él, y ¡ay! acaso para dudar, acaso para dejar de creer. ¡No en vano somos hijos de nues-tro siglo!

RAFAEL DELGADO.

SINFONIA.

lU soy aquel que impera de igual modo en tu sueño qne en tu vigilia; guardo dentro mi Sél' ardiente, un fuego inextinguible de amor; yo soy tu dueño,

el mismo que en sus éxtasis tu corazón presiente. lO vóy á ser tu guia por la soñada senda que Amor te ha prometido. Ceñida por mis brazos,

deja que el astrO vivido de nuestro culto, ascienda y nos alumbre unidos por invencibles j'azos.

Acércate á mi, rompe la cárcel de tus senos, desgarra el velo blanco de tu pudor, no temas mostrarte ante mis ojos, de incertidumbre llenos,

desnuda y con el brillo gracioso de las gemas. Yo soy el roble, abrázame como una vid; mi fuerte brazo, será tu apoyo, la ton'e de tu gloria;

abrázame y tu abrazo persista ante la muerte, como radiosa página viviente de tu historia.

Mis fuertes miembros guardan para tu forma un lecho de amor; quiero mirarte soñando mil delicias,

estremecerte al roce de mi robusto pecho,

ductilizarte al beso sensual de mis caricias. N o sientes que el deseo inflama ya tus venas? Tus sienes no se hinchan? Tu frente no se abrasa como la flor de Estío, de frescas hojas llenas de vida, si es que el viento la besa cuando pasa?

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54 REVI~TA MODERNA.

cida la bandera roja de las futuras batallas anar-quistas.

*

*

*

Aunque Ruskin hubiera resuelto la cuestión so-cial por el Culto de la Belleza, no necesita el piadoso filántrop,o acción tan trascendente para llegar á la inmortalidad, pues á ella entraria triunfante merced á la superior cultura de su espiritu que lo hizo dis-tinto de los demás mortales y superior á sus seme· jantes; por su brillante genio y por su alma eminen-temente inspiradora.

Ruskin con sus «Leyes de Fiesole. integró esa brillante pléyade de artistas qne se llamó prerrafae-lista, pues para Ruskin el Renacimiento fué el que inictó los ultrajes á la Naturaleza y la ruptura de su harmenia, pléyade formada por William Morril', Munro, Sir Everet Millais, Hunt, Rossetti, WoolneJ", Prinsep y Burne J ones.

Ruskin fué el apóstol y el revelador de Turner, el maravilloso paisajista á quien Huysmans llama «el gran poeta sublimador de la Naturaleza.'

El exquisito e5teta en sn horror por el maquinis-mo, fundó fábricas en que todo lo mecánico estaba proscrito, siendo todo manufaétui'a y substituyendo á la máquina la mano de obra. De esas fábricas han salido esas preciosas joyas bibliográficas, las ediciones de Walter Crane y William Monis; y esas batistas hiladas en rueca que la sociedad smart de Londres coloca en las cunas de los principes yen las canastillas de las regias desposadas; esos paños cuyos telares mueve un molino de agua, el negro

México, 1990.

.homespun. sin tintara, del color de la lana de las negras ovejas.

El ilustre Ruskin que quiso que el Arte irradiara hasta en el más banal objeto doméstico, debe haber amado á los artistas japoneses que marcaa cuanto los rodea con un eterno sello de belleza; así aquel botón que extasió á Edmundo de Goncourt: un disco de plata incrustado, en cuyo arco superior veianse las patas de un pájaro que volaba, mien-tras debajo, sobre la supel'ficie de un lago, veiase en fugitivo reBejo la silueta entera de la garza in-visible. ¡Idea naturista y ultra-poética que podía hacer de su autor, obscuro en el Japón, un maes-tro de estética para el Occidente!

Hoy las virgenes ojivales de Burne Jories, las g¡'áciles mujeres de esbeltez lilial, de grandes ojos saturados de ensueño, las vírgenes que descienden los sonoros peldaños de €La Escala de Oro,> que

se inclinan llobre la onda encantada del .Espejo de Venus> y se esconden entl'e el menudo follaje de «La.Ninfa de los Bosques,. esas virgenes que pare· cen recelar el alma de las Seraphitas y de las Li· geias, han de agravar sus melancolias extraterres-tres y han de verter un llanto de diamantes sobre la fresca tumba de Ruskin que tanto las amó .... y sólo ellas, las puras, las invioladas, podrán acero carse hasta la tumba del es teta divino, llevando en su majestad hierática y en su serenidad angélica,

el dolor de toda la humanidad ....

. JosÉ JUAN TABLADA.

SONETOS DE LA HIEDRA.

PRELUDIO.

Dejaron los crepúsculos de la Melancolía. En los hondos estanques dorados arabescos; Aún cuelgan temblando los faroles chinescos

y perdura d perfume de la lejana orgía ....

Egipanes y faunos sus visajes grotescos Crispan en la penumbra burlando tu porfia; Los fastos han pasado y en la copa vacia

Imposibles delirios buscan tus labios frescos! Amada: ese Pasado fulgurante no llore:,,! Surgirá en mi poema de harmonias inciertas y vagas como el alma de las difuntas ft(ires;

En mi canto de brumas y de rMagas yertas; De silencio y de sombra; de lejanos amores; De besos extinguidos y serenatas muertas.

México, 1900

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REVISTA MODERNA,

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--LAS LAGRIMAS DEL BRONCE,

1

Un día los gérmenes de la tierra de Francia unidos al servicio del genio y del orgullo, rojos por el aliento vibrante de la gloria, hincháronse en las venas de Bonaparte el Unico,

y buscó compañera bajo enemigo techo,

y penetró en el vient¡'e de una hija de Hapsburgo como en Berlín, en Viena, en Madrid, en ,Móscou,

cÍl'cuido por la púrpura aureola del triunfo, JI

No sonrió la Vida en la noche de bodas del domador de pueblos y la hija de Hapsbul'go,

III

El monólogo eterno del salobre Océano

despierta otro más triste, más hondo, más adusto, en el alma doliente del vencedor vencido

que de su roca mira las ondas, taciturno, , , ,

·JRVElAS'/900' 55

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56 REVISTA M')DERNA.

Allá lejos, muy lejos, se alza una ola inmeusa,

¿qué trae sobre la cima, deslumbrador y puro? ¿Las nieves de los Alpes que hollara como Anibal ó el sudario de hielo de los desiertos rusos?

El sol quiebra sus rayos en el cristal revuelto de la ola ya próxima. Sobre el cantil desnudo refleja el arcoiris sus trémulos colores, y envuelto en ellos, cla.ma con inefable júbilo:

-Es Austerlitz, es Jena, mi ejército de Italia? ... Es ¡ah! la roca inglesa, su isla, su sepulcro.

IV

y sueña en las Pirámides, en Suez, en Palestina, en Marengo y en TílIsit, y en los celajes brunos ve en ráfagas de llamas á Móscou, el grande incendio que fundió en moldes nuevos á los cosacos rudos.

Pero ¡ay .... ! que su trono, su ejército, sus glorias no se prenden al alma con recuerdo importuno; piensa en el pequeñuelo que se llevó consigo, en medio de 'las ruinas, esa hija de Hapsburgo.

v

Una onda más grande que todo el Océano, más amarga y rugiente, caminando sin rumbo, rueda en su alma enorme, que tan sólo en su alma <JI

puede caber la onda de su dolor profundo.

¿A dónde está su dulce reyecito de Roma .... ? ,Han roto su diadema los aliados intrusos ... .

las águilas no vienen á decirle al oido

si anida el pequeñuelo en las cumbres del mundo.

y sólo Dios contempla-Dios'que mira al coloso-correr, como la lava candente del Vesubio,

el fuego de su llanto, por aquel bronce antiguo de su semblante mezcla de césar, de tribuno, de legionario y ora de mártir, cuyo espiritu

busca á Dios en los lampos del postrimer crépusculo.

VI

N o sondó la Vida en la noche de bodas del domádor de pueblos y la hija de HapsbUl·go.

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REVISTA MODER~A. 57

EL FOSEIDO.

Cuando se acercó á hablarme estaba exagerada-mente pálido. Su rostro desencajado, amarillento, lucia perfectamente los trazos de los huesos, su mirada opaca y deslucida veia constantemente á lo lejano: habia en sus ojos reflejos singulares, expre-siones donde claramente se comprendia que esa mirada distinguia ya las fronteras de la locura.

Sin darme tiempo para saludarlo y adivinando ya mi pregunta, comenzó á hablar. Habló lenta-mente primero, con cierta tristeza que me preocu-paba; luego, conforme fué avanzando en su narra-ción, las palabras fueron juntándose; precipitándo-se, corriendo las unas en pos de las otl'as, alcanzán-dose y atropellánalcanzán-dose.

-.Qué quieres!-me decia-el secreto de mi des· gl'acia (que tantas venturas, sin embargo, me ha causado) está en mi sangre, en mi nacimiento. Mi abuelo murió al salir de la casa de una mujer, mi padre se arruinó fisica y pecuniariamente por ellas; yo, en lugar de heredar el cansancio de sus exce-sos, heredé reunida la exuberancia de los dos.

Desde muy temprano extraordinariamente me tUl'-,

bó toda aproximación femenil. En .la calle yo no tenia ojos sino para ellas, y al encontrarme cerca de alguna sentia un malestar singular. Verlas, adi-vinar sus formas al través de las telas, la blancura de sus gargantas, la suavidad que yo soñaba cuan-do mis manos acariciaran su piel, la recuan-dondez de sus senos y caderas, la ondulación del muslo, la esfumada linea que terminada en un frágil y bien vestido pie! Dominios eran todos estos de mis no-ches y de mis pensamientos.

y lo que yo ignoraba de la mujel' ¡cómo me atraia! mis sueños de niño y de adolescente eran excesi-vamente lujuriosos: besaba en el vacio mientras mis ojos se entrecerraban á la visión de esas car-nes blandas y rosadas.

Un dia-era al caer de la tarde-mis manos

tem-blorosas y torpes, rodearon un talle de mujer, mis labios se posaron ávidos, se posaron rabiosamente

sobre una nuca y lentamente, con precauciones

in-finitas, fui descubriendo lo que desde tiempo atrlts. ansiaba. La luz de una lamparilla roja cayó sobi'e dos niveas pomas de carne brotando de entre enca-jes, y muchas, muchas veces besé con unción 'las dos flores rosadas que, como puntas de escudos, se

erguian. Mis sueños se realizaron. .

Al salir de aquel cuarto coqueto y perfumado, me senti lleno de un amargo desconsuelo. Hubie-ra querido correr, tanto la revelación me causaba,

no sé si pánico ó alegria. Unos momentos me sen-.

tia feliz como si poseyera algo muy deseado, otros triste como si algo muy querido hubiera perdido; pero en la lloche, á solas en mi lecho, la obsesión me visitaba: las curvas, las redondeces, las caricias.

PARA RüllÉlN M, CAMPOS, Mi f¡'ente al'dla y mi cuerpo se sen tia aguijo-neado,

Volví á ella al dia siguiente, volvi diariamente y desde entonces estoy hechizado, subyugado, ple-namente vencido por la mujer, Oualquiera y en cualquier hora me es buena, Las veo siempre dis-tintas, como si siempre algo nuevo fueran á reve-larme; las deseo locamente, ¡ah! viejo amigo, tú no conoces un tormento y una delicia. igual. Las he tenido en mis brazos, ó mejor dicho, me han tenido en los suyos,-como tiene la ola al náufrll;; l--ÍI to-das horas y en todos los lugares. Las he amado de todas cuantas maneras se les puede amal': cson el animal inseparable, hecho para produch' delicia hasta la muerte, para deliciosamente conducir has-ta la muerte,.

Su mirada se avivaba, se encendia, se clavaba devoradora en cuanta mujer pasaba,

Conoces algo-contInuó-más suave y satinado, más dulce, más agradable al tacto que la carne per-fumada? sabes un placer compa.rable, para las ma-nos, como el perderse en las ondulaciones de una cabellera larga? conoces abrazo más' potente y más enervadol' que el de ella cuando se estremece y gi-me, y pierde la fijeza de la mirada?

Ah! amigo mio, yo estoy poseido, il'l'emisiblemen-te poseido, he il'l'emisiblemen-temblado de il'l'emisiblemen-terror y de delicia, me he sentido debilitado, agotado, devorado, me he sentido morir, he deseado, morir, pero en un es-pasmo!

Infinidad de veces, en los supremos momentos he visto la muerte cercándome y sentido su alÍl; mi ar-dor nunca ha sido tan excitado como en esos mo-mentos, El espanto, la ansiedad, el deseo de una última caricia incomparable me ha latigado y me ha procurado la excelsa voluptuosidad: amar, amar furiosamente en los limites de la vida, entrar á la muerte desfalleciendo aún de satisfacción, lIeval' en sus manos, el molde de las llneas, el calor del cuerpGl amado, el sabor de sus besos, la visión de sus labios rojos y abiertos como una herida bebien-do mi aliento, el rumor de sus clamores agl'adeci-dos, el canto de sus suspiros; ¿y qué mortaja más hermosa que sus cabellos envolviéndote?

, ¡La mujer, glorificación de la carne, mi sola do-minadora, y ahora comienzo á temerla, comienzo á verle no sé qué de diabólico y maldito, siento miedo, y sin embargo, no puedo, no puedo huirle, me tiene entre sus garras, su imagen se ha hecho la soberana de mi pensamiento!

Mira, no es gloriosa la forma de esa cadera? no sientes que tus,manos tienen pl'isa por rodearla, no te atrae. ese cuello? ... .

,S~ encendió su mirada y abandonándome se

ale-jó con paso precipitado y desapareció yendo en pos de la gloriosa forma de esa cadera. '

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REVISTA MODERNA

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EL DIALOGO DE LAS TUMBAS.

A. D. JosÉ ECHEGARA Yo

En el fúnebre y livido paisaje

donde salta el panteón blanco y austero, la luna riega. mortecinos lampos, que platean la sombra del follaje, brillan sobre la arena del sendero y huyen después á los vecinos campos. Parece que la luz se acobardara al romper en la tumba: es como el riego de un agua pura, refrescante y clara, en un campo de sed, que es todo fuego. ¿Por qué tiemblas, oh luna misteriosa? ¿PQr qué pareces vacilar? ¿Tú, acaso no eres un astro muerto? Ama la fosa; desata tus collares cristalinos

sobre las tumbas; y con firme paso, cruza, por la alameda de los pinos, que fingen ayes de crujiente raso ... . Alineadas las tumbas, ora abiertas como bostezos de hambre, ora cerradas como ojos de pereza, siempre juntas, bóvedas son á cuyas anchas puertas se asoman de la luna las miradas, en busca de las virgen es difuntas ... . Acaba de morir la Ofelia casta,

de alma de cera y juventud de lumbre: ¿quién el cirio apagó?-Pasión nefasta con soplos de huracán. Fué un ansia loca que arrojó un corazón, desde la cumbre

á la profundidad como una roca ... , Dulce Ofelia, ¿en qué sueI1as? ¿En la vida? Torna á la realidad; salta; despierta: tal como hablabas al soñar dormida, debes hablar también soñando muerta. ¿Qué Hamlet criminal y pensativo te ha sepultado en su alma taciturna? ¿A dónde está quién apagó tu aliento con su aliento mortal? ¿Acaso vivo? ... Rasga el silencio de la paz nocturna un suspiro, un rumor, un hondo acento, que viene á ti, desde lejana urna, como confiado á la piedad del viento .. ¡Es su voz! Es la voz de tu asesino, implorando perdón. Y se oye apenas, como si se tardara en el camino

toda una eternidad .... Es clamor de ola,

que, rompiendo en su limite de arenas,

se esfuerza por gritar:'::"¡N o, no estás sola!' .. ¿Qué respondes, Ofelia, qué' respondes

á ese grito de horror? ¿Por 'qué te escondes, como una ffo'r que plegasu corola?

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REVISTA

MODERNA.

Tienes miedo tal vez. '" ¿Qué puede hacerte? Repulsión, odio .... N o, no sabes de eso. Hoy tú no eres más débil, ni él más fuerte: doblegados estáis al mismo peso

y un arma tienes: tu virgínea palma. El penetró en tu vida, con la muerte; pero no pudo pen.etrar en tu alma. Oye su voz y dile tu reproche; que, entre la paz de la callada noche

-en la que apenas el follaje zumba,

tendrás, cediendo á su postrer instancia, mientras el viento borra la distancia,

un diálogo con él de tumba á tumba ... .

-¡No, no estás sola, Ofelia! Eras mi vida y contigo acabé .... Pero, despierta;

que es lo mismo estar muerta que dormida ... -Dormida, para Dios; para ti, ¡muerta! - Tenme piedad y escúchame un instante, el instante fugaz que nos separa

de la justicia eterna .... Delirante como nunca, corri tras de tu huella; y, al mirarte volar, con mano avara cogi tu vida y me escapé con ella. Robé tu vida asi; tú me robaste

el corazón, que es más. Ya sé que he sido la sombra de tu sol; y si el contraste resaltar hace más el bien perdido, más saltará tu mérito, que asombra y seduce á mi espíritu, afligido

y orgulloso á la vez de ser tu .sombra.

-Mas, ¿por qué deshojar la flor temprana, antes que rompa su cerraio broche? -La rosa sólo vive una mañana por salvarse del hielo de la noche. ¡Ah! si hubieras sentido un solo instante la sed de fuego, el ansia delirante, que mi lóbrego espiritu sentía, m1l,yor angustia desgarrarse tu alma, que la angustia fugaz de la agonía, tras la que vino tu perpetua calma. Duele así la inyección de adormidera, que, si hiere la piel, infunde sueño reparador al fin: mas suerte fiera es la del infeliz que desespera, y desvelado en excitante empeño pasa sin descansar la noche entera. ¡Qué horrible es el dolor, cuando perdura

y se goza en matar así las galas,

una tras otra, en siglos de amargura! ... . Nada importa el dolor, cuando tiene alas. Hoy gozas de la paz. ¿No oyes el g¡'ito de eterna lid de los humanos seres, que conturban la paz de lo infinito? Te libré de la vida ¿qué más quieres? La vida es el dolor: la mejor parte

del dolor siempre fué. ¿Mas tú, quién eres para saber de la revuelta sirte

del pesimismo arrollador? Tú mueres, como viviste, sin por qué. Yo el arte

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60

REVISTA MODERNA,

sé, en cambio, del dolor, ¿Quiéres medirte con la vara del mal. Mira tu huella; y fiate después en la falacia

de la vida ... ' ¿La ves? Repara en ella:

te creias feliz, porque eras bella; y tu felicidad .... ¡fué tu desgracia! -Es que yo era feliz, porque en mi pecho á espiritual amor prestaba abrigo ... . -¿Pero el rico, oh mujer, tiene derecho de insultar con sus pompas al mendigo?

Cuando la ley de la harmonia irradie, como un sol, en las cumbres de la idea, podrá gozarse el bien que s(desea, si gozar ese bien no daña á nadie. Tu bien era mi mal. Si fué egoismo arrastrarte hacia mi ¿también no lo era en ti, vivir sin reparar siquiera

un punto en mi pasión? Era lo mismo. ¿Qué mal era mayor? ¿Qué alma más fuerte? ¿Cuál pudo sel' la senda preferida:

la paz reparadora de tu muerte ó la lucha angustiosa de mi vida?

y ya que estás en la mansión serena, ya que plegaste por la fuerza el ala, con'fiésame: la muerte menos buena es mejor que la vida menos mala.

-¡Oh Hamlet! ¿y tú hablaste de armonía? Deja que tras de ti mi rumbo tuerza

y que te arguya, ante la suerte mía,

que nadie quiere el bien, cuando es por fuerza ....

-¿Y yo por fuerza no te amé? ¿Y acaso la fuerza no es el titulo de muerte, con que Naturaleza va á su paso arrollando á los débiles? El fruto

vale más que la flor, porque es más fuerte, porque tiene más vida: asi en el bruto, asi en el hombre, así. ¿Qué bestia insana pudo hacer como yo: matar por celo

y matarse después? Es que mi anhelo tiene una fuerza superior: ¡la humana!

-Perdona ¡oh Hamlet! que saber pretenda el ardor, el afán, el vivo fuego,

que te empujó por la terrible senda, ciego de amor ... , ..

-Es que el amor es ciego, Te amé, te quise mía; y como tu alma era ya de otro amor, pensé en la calma de los sepulcros; y cedió mi suerte, cual cede al viento la marchita hoja; y, á modo de Colón hacia otro mundo, quise arrojarme al seno de la muet:te, desde mi juventud, como se arroja el ágil nadador al mar profundo ... Ya que era refractaria el alma mia

á la flor de los locos entusíasmos, tuve sed de gozar en mi~ espasmos la voluptuosidad de tu agonía ... . Te maté, porque si: fué tu destino, Ofrecerte mi vida era muy poco: quise oft'ecerte más; me sentí loco,

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REVISTA MODERNA.

y te ofrecí mi honor: ¡fuí tu asesino! Así lo quiso nuestra infausta suerte: para siempre apartados en la vida,

ó para siempre unidos en la muerte ... .

y sí culpable fui, no lo fui en vano; que al empuñar el arma del suicida me hice justicia con mi propia mano. -¿Pero no te arrepientes? ¿N o te llena de zozobra ese Dios, que acaso escucha

cómo c,onturban la mansión serena

tas desgarradas voces de tu lucha? -·Miedo, ¿por qué? ¡Sorpresa de alegria, puesto que en nada mi razón creía

y me encuentro que hay Dios! Es lo que siente el mendigo, que, huyendo maldiciente

del vano ruido del festín sonoro, por las escuetas calles, de repente ve brillar en el suelo un disco de oro.

Dios juzgará. Fi~ósofo elocuente

en breve frase mi razón encierra: amarse y generar es solamente perpetuar el dolor sobre la tierra .. Halle del griego el epitafio impío quien el misterio de mi tumba viole: ¡Oh qué felicidad, si el padre mio

hubiera muerto como yo, sin prole! .

No en vano hasta Satán, ya que le veo acercarse hacia mi, razón me muestra; pues si en medio al ardor de su deseo y si en medio al fl'agor de su palestra, oyese el ¡ay! de un hijo, en su locura no sabría qué hacer: Dios lo maldijo; pero, entre su indecible desventura, no aumentó su dolor con el de un hijo. -¡Calla, calla, por Dios!

-Orelia amada. no estás sola: aquí estoy ... .

Era ya hora de:que en la obscuridad, cual carcajada, en medio de un dolor, saltase Aurora. Aurora. Allá en los límites distantes, que de visiones el misterio puebla, rompieron á temblar los vacilantes diálogos de la luz con la tiniebla. La luna, como Ofelia, se moria llena de palidez, lánguidamente, copiando, en su agonía, la agonía

de.la marmórea virgen inocente. Rumoreaban los árboles. Las aves trinaban en el hueco de las fosas. Soplaban brisas de perfumes suaves, Ilevándos{} y trayendo mariposas ... . De pronto, en la capilla, entre la urna, donde yace un Jesús de la agonía, al desgarrar la lobreguez nocturna,

espántase la luz del nuevo dia;~

porque, saltando del recinto estrecho que sujeta sus miembros mal ligados, el Cristo, en medio de una paz que arredra, sentado se halla sobre el duro lechp,

(12)

62 REVISTA MODERNA. mientras que de sus ojos entornados deja rodar dos lágrimas de piedra ... . ¿Por qué llora, por qué? Toda la noche oyendo estuve el diálogo elocuente; y á las últimas frases que, en derroche de luz y sombras, desató el demente, sintió acaso, nublarse la conciencia, porque pensó, con alma arrepentida, que debió haber dejado descendencia como ejemplo de amor para la vida ... .

JOSÉ SANTOS CHOCANO. Lima-1899.

1"

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REVISTA MODERNA.

CANCION DE CARNAVAL

Le carnaval s'amuse! Viens le chanter, ma Muse ...•

BANVILI.E.

:\Ilusa, la máscara apresta,

Ensaya un aire jovial y goza y rie en la fiesta

Del Carnaval.

Rie en la danza que giraj Muestra la pierna rosada, y suene, como una lira,

Tu carcajada.

Para volar más ligera Ponte dos hojas de rosa Como hace tu compañera

La mariposa.

y que entre boca risueña.

Que se une al·alegre coro

Deje la abeja porteña

Su miel de oro.

U nete á la mascarada,

y mientras muequea un clo\\'1I

Con la faz pintalTajeada

Como Fl'ank llrowllj

l\1ientras Arlequln revela

Que al prisma sus tintes roha

y aparece Pulchinela

Con su joroba,

DI á Colombina la bella

Lo que de ella pienso yo,

y descorcha una botella

Para Pierrot.

Que_él te cuente cómo rima

Sus amores con la luna

y te haga un poema en una

Pantomima.

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REVISTA -MODERNA. Da al aire la serenata, Toca el áureo bandolin,

Lleva un látigo de plata Para el spleen .

. Sé \idea y sé bizarra; Con la citara sé griega, O gaucha con la guitarra

De Santos Vega.

Mueve tu espléndido torso Por las calles· pintorescas y juega y adorna el corso

Con rosas frescas.

De perlas riega un tesoro De Andrade en el regio nido

y en la hopalanda de Guido

Polvo de oro.

Penas y duelos olvida, Canto, deleites y amores; Basca la flor de las flores

Por la Florida.

Con la harmonia le encantas De las rimas de cristal, y deshojas á sus plantas

Un madrigal.

Piruetea, baila, inspira Versos locos y joviales: Celebre la alegre lira

Los Carnavales.

Sus gritos y sus canciones,

Sus comparsas y sus trajes, Sus perlas, tintes y encajes

y pompones.

y llt've la rauda brisa, Sonora, argentina, fresca, La victoria de tu risa

Funam bulesca!

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