El Desarrollo de La Conciencia

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EL DESARROLLO

DE LA CONCIENCIA

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ASTROPSICOLOGÍA

EL DESARROLLO DE

LA CONCIENCIA

SINESIO MADRONA RODENAS

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El desarrollo de la conciencia

1ª edición: mayo de 1994

2º edición para Internet, revisada, anotada y enlazada (hipervínculo): septiembre-octubre de 2014

© Sinesio Madrona Rodenas: 1991 Depósito legal: DLM 18.496.1994 ISBN: 84-605-0351-8

Composición e impresión de originales por autoedición.

Diseño de portada: Pepa Leal (1994), retocado por Sinesio Madrona (2014). Impreso en España por :

Tecnología Gráfica S. A.

C/. Gumersindo Llorente s/n. 28022- Madrid. Tlf. 91 / 329 09 18 Distribución:

- Distribuidora Alfaomega

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Al principio masculino, cuyo representante más directo, mi padre Sine-sio, tan alto, difícil y encubierto me lo puso.

Al principio masculino que tan fuertemente me ha sido trasmitido por mi madre y por todas las mujeres de mi familia materna, de gran p

rancia de fuego.

reponde-A lo que aprendí del principio masculino a través de mis amigas y a tra-vés de los amores por los que fui rechazado y por los que fui aceptado. Al principio masculino que ha hallado en mi terapeuta y maestro Anto-nio Guijarro y en mi cuñado Manolo

Al principio masculino que hay en mi esposa Marta, el cultivo de mi presente. (1991)

Al sendero doloroso, desgarrador y agónico del héroe mitológico, pues así son con frecuen-cia muchos momentos del camino del desarrollo de la concienfrecuen-cia, tanto en hombres como en mujeres. (4-10-2014)

Después de recibir la primera copia en PDF de este libro, Pepe Valero me trasmitió su intriga acerca de la dedicatoria del libro al principio masculino y me preguntó por el pa-pel del principio femenino en mi vida.

No es una pregunta fácil de responder, como no es fácil todo lo que se refiere a este cipio, al menos para nosotros los hombres. Sólo puedo decir que he trabajado en ese prin-cipio femenino desde mi primera juventud, dedicándome a explorar y desarrollar mis emociones, y que en los últimos años he tenido varias experiencias muy impactantes al respecto.

Siempre he ‘adorado’ a la diosa Shakti, idealizándola con la pasión estremecedora con la que lo hace Ramiro Calle en su libro sobre el tantra (1986). En los últimos años, sin embargo he conocido y experimentado a la diosa Kali (como destructora de egos) y a la bruja Kali (como burladora de lo masculino), y he sido consciente de hasta qué punto la diosa Durga, como diosa madre, ha sido y es limitadora de mi espíritu libre de búsqueda masculina de respuestas más allá de lo convencional.

Este sendero me ha hecho comprender que, en Occidente, Shakti es una idealización mas-culina del principio femenino. En cierta medida no es real, es una ficción, aunque como tal ficción es el primer contacto de lo masculino con lo femenino y supone una primera entrega a su ‘divinidad’ (en algunos aspectos es la ‘Virgen’ cristiana).

Así puedo entender ahora que sin los niveles profundos de realidad que representa la diosa Parvati y sus dos manifestaciones Durga y Kali, la esencia de lo femenino no está completa, ni en el ser humano ni en la naturaleza. Esto es algo que al espíritu masculi-no masculi-no le gusta nada, por eso prefiere ‘adorar’ a la Shakti idealizada.

En mi papel (tántrico) de Shiva, yo estoy ahora resolviendo todavía mi reciente descu-brimiento de Parvati, Durga y Kali... de lo femenino real...

Curiosamente se repite mi dedicación de este libro al principio masculino en su día y en el momento presente, cosa de la que no hubiera sido consciente si Pepe Valero no me hubiera llamado la atención sobre ello. Gracias PepeV.

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Agradecimientos

Quiero agradecer la entusiasta labor de Claudio Boquet en todo lo que se refiere a este libro, su intento de lograr que fuera publicado por una editorial, la corrección del texto (si algún error aparece será mío, pues he estado añadiendo texto hasta última hora) y sus consejos sobre el mismo. Los resúmenes que aparecen al final de cada capítulo y que aclaran todo lo expuesto en el mismo, nacieron como consecuencia de una sugerencia su-ya. Agradezco a Arturo González-Mata todo su apoyo, sus consejos, las conversaciones que he tenido con él y que me han abierto muchas perspectivas sobre diversos puntos, así como la utilización de alguna de sus ideas; le agradezco asimismo el uso de sus medio téc-nicos para la autoedición; también a Miguel García el uso de su impresora para las letras de la cubierta del libro. Estoy en deuda, por fin, con Pepa Leal por el desarrollo del dise-ño de la portada, con Blanca Negrillo por sus consejos acerca de mi excesiva actitud críti-ca en algunos momentos, con Carmen Ordoñez por su colaboración e interés personal y con Marta, mi esposa, por su intuición estética que me ha permitido mejorar mi estilo como escritor y por ser mi “conejillo de indias” con quien he probado muchas de mis técnicas antes de utilizarlas en clase.

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I N D I C E

Presentación, por Claudio Boquet . . . 13

Prólogo para la edición digital . . . 15

Capitulo 1. Psicología y astrología. . . . . . 17

Las teorías psicológicas y su aplicación astrológica . . . 17

La adaptación astrológica del esquema junguiano de las funciones. . . 18

El esquema cuaternario aplicado al yo . . . 19

Clasificación de los elementos . . . 20

La estructura psicológica de Ken Wilber . . . . 21

Psicología transpersonal y astrología . . . 22

La aportación astrológica . . . 24

Resumen . . . 26

Capítulo 2. Los procesos de evolución . . . 29

La prediferenciación y la transdiferenciación . . . 29

El “aquí y ahora” . . . 31

Reencarnación, autorrealización y trascendencia . . . 32

Interior y exterior, como es afuera es adentro . . . 40

Astrología y libertad . . . .. . . 41

¿Sincronicidad o estructura presincrónica? . . . 46

Resumen . . . 47

Capítulo 3. Las estructuras zodiacales . . . 51

La espiral evolutiva astropsicológica . . . 51

La estructura zodiacal . . . 52

La libido y los elementos . . . 54

Los elementos . . . 58

El concepto de yo . . . 61

Resumen . . . 68

Capítulo 4. Teorías astrológicas de la libido y el inconsciente . . . 71

Las tres fuentes de la libido . . . 71

El inconsciente y los cuatro elementos . . . 80

Los dos ciclos de elementos . . . 86

Otras relaciones entre los cuatro elementos . . . 88

Resumen . . . 90

Capitulo 5. Astropsicología Evolutiva . . . 93

Astrología y Psicología . . . 93

Las etapas de conscienciación . . . 95

Una descripción imaginativa . . . 95

Una descripción objetiva . . . 96

Las etapas evolutivas . . . 98

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Como es arriba es abajo . . . 105

Resumen . . . 107

Capitulo 6. Los niveles de la consciencia: humanización . . . 109

Primera etapa: consciencia de la existencia . . . 109

Segunda etapa: consciencia de la existencia del otro . . . 111

Tercera etapa: consciencia final del yo personal . . . 115

Resumen . . . 129

Capítulo 7. Los niveles de la consciencia: espiritualización . . . 131

Cuarta etapa: consciencia del yo transpersonal . . . 131

Comentario al tema del “segundo nacimiento” . . . 140

Quinta etapa: consciencia del tú transpersonal . . . 143

El sentido de la vida . . . 150

Resumen . . . 153

Capítulo 8. Teoría y práctica terapéutica . . . 155

El trabajo con las emociones . . . 155

La teoría terapéutica astrológica . . . . . . 161

Prácticas terapéuticas con la imaginación activa . . . 168

Desidentificación . . . 176

Equilibrio entre el agua y el fuego . . . 178

Resumen . . . 182

Capítulo 9. Diversas cuestiones sobre interpretación . . . 185

Introducción . . . 185

Los principios contractivo y expansivo . . . 186

La interpretación astrológica y la individuación . . . 189

La depresión: Neptuno y Saturno . . . 190

Escorpio: transformación = = placer+amor+vida / dolor+sexualidad+muerte . . . 192

Resumen . . . 194

Apéndice 1 La psique un caso particular de la Sinergética . . . 197

Planteamiento final . . . 201

Apéndice 2. Una teoría astrológica de las funciones de Jung . . . 203

Glosario . . . 209

Algunos conceptos de la psicología de Wilber . . . 212

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PRESENTACIÓN

No lo sabíamos y llevábamos un montón de años (¿o siglos?) esperando este libro, que es bas-tante más que un libro. Por delante hay otros dos, resolutivos de etapas previas en el ciclo que cul-mina con la presente obra; por detrás hay una labor también difícilmente mensurable, tanto por el tiempo invertido por el autor (rebasa la duración de su vida), como por la herencia que recoge y realza; y más allá, anuncia en el siguiente ciclo, una fructífera descendencia.

El libro, en sí, es una descripción dinámica del zodíaco de la vida humana, a lo largo de sus fa-ses, etapas y ciclos evolutivos. Con la Astrología como proveedora del marco y estructura generales, base, muros y techo, y con la Psicología Evolutiva aportando el material de construcción, podemos contemplar, es ya admirable, el edificio cuya culminación aún tiene que llegar.

Los astrólogos lo agradeceremos y celebraremos, no sólo por el caudal de conocimientos que nos suministra, sino también (y éste es mayor motivo de agradecimiento y celebración) porque es un firme acercamiento al reencuentro de la Astrología con la Sociedad. Y ello, por dos motivos. Por un lado es, literalmente, una enseñanza de la vida, un manual y guía de seguimiento de la evo-lución de la conciencia en función de sus progresivas fases de crecimiento y desarrollo. Por otro lado, será gracias al alcance y solidez de obras como la presente, como la Astrología volverá a ocupar su lugar natural en la sociedad de los humanos, y como recobrará el respeto y la conside-ración que le son propias.

No sé exactamente cuando será esto, como tampoco sé si serán muchos los afortunados que aprecien y disfruten este libro; no sé si nuestra generación acertará a valorarlo como es debido. Pero no tengo ninguna duda de que el tiempo irá mostrando y demostrando el peso de la obra: es de las hechas para durar, perdurar, y dejar huella en la memoria.

Y las dudas respecto a la cantidad de ese tiempo no son infundadas si nos atenemos, no sólo a lo que hay tras la apariencia del panorama (y en el mismo panorama), sino, en concreto, a la odisea del presente libro, desde su concepción hasta su nacimiento; más exactamente, desde su completa-ción hasta su publicacompleta-ción: un tedioso y frustrante peregrinar de editorial en editorial (especializadas, generales, de renombre, entre otras) hasta llegar al punto en el que tendremos que agradecerle al autor, no sólo el que haya escrito el libro, sino también el que o haya editado. Muchísimo más fácil hubiera sido uno sencillo y sin complicaciones, con generalidades sobre los principios astrológicos, con obviedades sobre los signos zodiacales (mejor aún con pronósticos sobre los mismos), o sim-plemente diciendo lo que dicen la mayor parte de libros de Astrología que se editan habitualmente; mejor aún si el autor perteneciese (harto difícil) a algún “lobby” de astrólogos anglo-americanos (aunque el texto sea un “refrito de refritos”), o si el texto se hubiese traducido al inglés para ofrecer su traducción al castellano a alguna editorial. En fin, más fácil habría sido un libro de “entreteni-miento astrológico” con envoltura de “best-seller”, que un libro para estudiar y aprender, apercibir-se y conocer. Su estigma es el de ofrecer conocimientos (o sabiduría, a los mejor dispuestos), dado que esto exige trabajo y esfuerzo.

Menos mal que el autor es hombre de sobrado ánimo, resistencia y confianza en su trabajo, y el libro es ya accesible. Pero podría haber sido de otro modo (el autor o las circunstancias) y haber quedado todo en el empeño (¿Cuantos así, cercanos o similares, habrán quedado en el empeño?); pero más frustrante aún es pensar que si la mayoría de los astrólogos actuales de este país fuesen

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gente verdaderamente acuariana, el esfuerzo para su publicación no habría tenido que ser práctica-mente individual1. Aunque, sin dejar esta precariedad, las esperanzas parecen hoy más reales; y

cuando, por fin, la mayoría de astrólogos se enteren (individualmente) de cómo equilibrar el eje Leo-V/Acuario-XI, éstas de las publicaciones, serán historias del pasado.

También los psicólogos más agraciados celebrarán acceder a la amplificación de su conocimien-to que el libro les brinda y les propiciará (y un buen número de ellos terminarán siendo astrólogos). También los padres (y las madres) conscientes de que la crianza y educación de sus hijos (las viven-cias y enseñanzas que les trasmiten) son una muy honda responsabilidad, no sólo para con la espe-cie, sino para con el conjunto de la vida del planeta. Y también los humanos apercibidos de que la calidad e integridad de la vida de cada uno es, hoy más que nunca, seguro y garantía de la conserva-ción y evoluconserva-ción positiva de la vida de todos.

Desde planteamientos concretos hasta orientaciones globales, paso a paso, desde el nacimiento (y antes) hasta la resolución (atravesando nacimientos y resoluciones), recorreremos el trecho vital de una existencia humana, aprendiendo lecciones substanciales del desarrollo y la evolución (por encima de Eras y Edades), ejemplificadas en los arquetipos y en la vida individual. Y con ello po-dremos comprender mejor cuánto necesitamos la paz exterior para podernos mejor dedicar a la guerra interior; para llevar a cabo las empresas de las que nos informan, desde hace siglos, los mitos y las leyendas. Todo, en definitiva, porque ya nos hemos convertido (todos y cada uno) en los ins-trumentos de nuestra propia evolución. Y avanzar o retroceder es, cada vez más, competencia de la libertad. La de decidir y la de conocer el propio destino...

C. J. Boquet Valencia, 27 de mayo de 1994, 3.45 A.M.

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PRÓLOGO PARA LA EDICIÓN DIGITAL

Desde que escribí este libro he leído, estudiado, reflexionado y experimentado mucho más so-bre la naturaleza humana, empezando por la mía propia. Por ejemplo hoy no suscribiría con tanto entusiasmo la equiparación de la psicología transpersonal con la astrología. Sin negar la importancia de tal psicología y sus alcances creo que la psicología transpersonal (así como todo el conocimiento y ciencia occidental) tiene todavía mucho que aprender de la astrología. En este sentido vuelvo a las afirmaciones mucho más categóricas que vertí en El zodiaco y la psicología evolutiva.

Años después de leer a Wilber conocí a Jorge Ferrer en un congreso de psicología transpersonal que tuvo lugar en Barcelona y leí su libro Espiritualidad creativa (2002). Por decirlo en pocas palabras la espiritualidad que propone Ferrer es democrática, mientras que la de Wilber, así como muchas orientales también, es jerárquica. Ferrer critica la tendencia cartesiano-kantiana de Wilber y de mu-chas filosofías-espiritualidades orientales proponiendo una espiritualidad participativa a la que le gusta describir como un “océano con muchas orillas”.

En este libro hablo del eje democrático (Aries-Libra) y del eje jerárquico (Cáncer-Capricornio) y describo las interacciones entre ambos, así como la necesidad de los dos ejes, como es obvio. De nuevo la astrología se muestra mucho más global que cualquier orientación transpersonal y/o ‘cien-tífica’ por muy amplia que éstas sean. Y es que, como digo más adelante (cap. 1), la investigación empírica ‘lo tiene crudo’ al carecer de guía que la oriente en la búsqueda de significado a lo que está estudiando o investigando. Cosa que sí tenemos los privilegiados que conocemos el símbolo, y más en concreto el símbolo astrológico con su estructura matemático-geométrica que la hace, con las ade-cuados ajustes, capaz de entrar en cualquier ámbito humano y poner orden donde sólo había caos.

En esta nueva edición he respetado básicamente el texto original. Sólo en dos lugares, creo, he añadido un párrafo y lo he anotado adecuadamente. Lo que sí he hecho es añadir muchas notas con diversos motivos, bien referencias a artículos posteriores que amplían la información del libro, bien aclaraciones del texto, experiencias propias etc. Las citas del libro original no llegaban a la decena por lo que el resto es todo nuevo.

Escribiendo artículos para Tendencias21 he aprendido lo que es verdaderamente una edición digital. En esa página te exigen, para poder publicar en ella, que tus artículos tengan los vínculos adecuados, ya sea para enlazar con citas y otros artículos, ya para aclarar conceptos, ya para ilustrar las personas que aparecen en el artículo... En fin, he aprendido mucho acerca de lo que es una edi-ción digital y lo he aplicado en la que he hecho para este libro. Está como verán lleno de enlaces y puedo afirmar que estoy orgulloso de mi trabajo. ¿Qué mérito tiene una edición digital si no apro-vecha precisamente las ventajas de Internet? En la web citada lo han comprendido y es muy prácti-co leer sus artículos y enterarte cómodamente de lo que te interesa o atrae tu curiosidad sin levantar-te del asiento ni salir siquiera del artículo en el que levantar-te encuentras.

Además mi labor para esta edición digital me ha proporcionado habilidad en el manejo de In-ternet (era y sigo siento un poco torpe en el tema) y mi curiosidad me ha llevado a indagar todo lo posible. Por ejemplo, gracias a ello me he enterado que Perogrullo (Pedro Grullo) era, al parecer, un señor que se dedicaba a decir ¡verdades de Perogrullo!, de ahí que lleven su nombre y se escriba con mayúscula (también he de añadir aquí que ‘la liebre saltó’ cuando el nuevo Word me advirtió que la palabra estaba mal escrita con minúscula). Otra de las cosas que me han resultado curiosas es que

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Frobenius (citado por Jung) no era, como había imaginado, un personaje medieval como había supuesto, sino un apuesto personaje de la antropología, casi un Indiana Jones en su especialidad (tampoco puedo decir por qué había imaginado eso antes de Frobenius, quizá por el nombre y por la afición de Jung a textos medievales).

Otra cosa que he modificado es la forma de presentar la bibliografía. La he adaptado a las con-venciones habituales en textos académicos y creo que de esta manera han quedado más claras las referencias que hago en el libro.

He de añadir, por último que he modificado un poco el diseño original de la portada de Pepa Leal insertando en él un delfín que se viera. No es que Pepa dibujara una silueta blanca de delfín, es que sus rasgos eran tan delicados y sutiles que se perdieron en la imprenta (la imagen original se puede ver en Internet). Así que le he puesto un poco de más carne a ese delfín original. Al fin y al cabo, como digo en varios lugares del libro, el espíritu sin la carne no es nada. Es una huída de la realidad, por más que muchos místicos, sobre todo occidentales, piensen lo contrario, imbuidos como estamos de la dualidad radical en nuestra cultura. Así que este delfín más ‘carnoso’ también simboliza mejor la naturaleza no-dual de toda la filosofía que sustenta este libro.

En cuanto a los desarrollos posteriores de este estudio años después de hacerlo me he empeña-do en vincularlo a los procesos de autoorganización del la teoría del caos. Este estudio lo presento en la página pública de RedCientífica como: La Espiral Evolutiva: procesos de autoorganizacion en la conciencia y desarrollo humanos. Una presentación mucho más amplia (casi el doble de texto), con reflexiones filosófico-científicas y datos sobre la espiral difíciles de encajar para un pensamiento cientificista) está en mi blog: http://espiral-evolutiva.blogspot.com. Lamentablemente ni mis cono-cimientos ni los medios de que dispongo me han facilitado un posterior desarrollo de este enfoque; pero estoy convencido que, dado que estamos vinculados al Universo, cosa más que evidente para los astrólogos, el desarrollo humano tiene que poderse expresar matemáticamente. No es el mío el único estudio matemático que conozco sobre la naturaleza de lo humano. Están, por ejemplo, el de José Antonio Palos: http://nuevapiedraroseta.blogspot.com.es/2013/09/matematizacion-logica-de-la-evolucion.html y el de José Diéz Faixat: www.byebyedarwin.blogspot.com. Para mí lo fundamen-tal es que el desarrollo humano y el de su conciencia, como parte del Universo, son susceptibles de ser tratados matemática y geométricamente como cualquier otro aspecto de la realidad.

En fin espero que disfruten de este libro.

Septiembre 2014 Sinesio Madrona Rodenas

NOTA: El libro está paginado al estilo habitual de un libro de imprenta, de manera que si se imprime las

pági-nas iniciales de cada capítulo queden a la derecha, como es costumbre. Las págipági-nas en blanco se han suprimido en la edición digital, así que si se imprime a la manera de un libro habrá que hacerlo capítulo por capítulo.

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C A P Í T U L O 1

PSICOLOGÍA Y ASTROLOGÍA

Las teorías psicológicas y su aplicación astrológica

Es obvio que la psicología de Freud es la de un Tauro-Escorpio, la de Jung pertenece a la orientación básica de Leo-Acuario, con aportaciones de Neptuno y Plutón. El énfasis en el poder personal, de Adler, proviene de su conjunción Marte-Sol en Acuario; la reiteración de Fromm en el enfrentamiento entre el individuo y los poderes sociales y parentales suscribe la marca de Aries, etc. etc. Como astrólogos no podemos coger la teoría de uno sólo de estos autores y hacer de ella una psicología astrológica; es algo que deberíamos tener muy claro. Así como en el horóscopo individual se ven las tendencias artísticas y literarias de pintores, escritores, músicos... se ve tam-bién la vinculación entre las teorías de los distintos autores mencionados y su propia personali-dad: “Entre las creencias culturales y los modelos psicológicos existe una interacción dinámica, poco reconocida pero muy difundida. Las psicologías y las premisas sobre las cuales se basan son productos de la cultura de la cual brotan. Es más, son hasta cierto punto, una autobiografía y una proyección de quienes las originan Los psicólogos proponen modelos coherentes con sus propias creencias y vivencias, y éstas reflejan el sello tanto de la cultura como del individuo que las pro-duce.” (Maslow et al; 1980, pág. 305).

Como astrólogos tenemos la posibilidad de contemplar las diversas teorías de la psicología en su verdadera dimensión particularizante y la oportunidad de aunar todas ellas en una visión global y cósmica –transpersonal– de la naturaleza humana. Ello no quiere decir, naturalmente, que tal pro-pósito sea una tarea fácil. Durante mucho tiempo he contemplado esta posibilidad como algo in-cuestionable, sólo recientes lecturas me han puesto en contacto con toda la obra de Wilber y he po-dido darme cuenta que, desde el ámbito de la psicología, esta labor ya ha sido llevada a cabo en gran medida por este autor. Wilber más que una nueva psicología lo que hace es estructurar en un conti-nuo de la conciencia las que ya existen, desde los conductistas y Freud hasta las ‘terapias’ espirituales de oriente (zen, yoga, etc.), pasando, como no, por los humanistas. Naturalmente al ocuparse de to-das las psicologías que existen, su universo simbólico puede ser equiparado al de la astrología sin merma grave para la capacidad semántica de ésta.

En astrología cuando levantamos un horóscopo individual, si bien sabemos que estamos tra-tando con una persona concreta, no olvidamos que en su mapa natal se reflejan, asimismo, sus her-manos, padres, hijos, pareja, compañeros, amigos, etc. Más aún, no suele ser infrecuente que una di-rección o tránsito afecte indirecta o superficialmente al nativo, y los sucesos a los que se refiere se manifiesten en personas de su entorno próximo y a veces, además, en otras no necesariamente muy cercanas. Creo que esto hace que el enfoque astrológico nos provea de una imagen interdependiente y compleja del individuo y su entorno, y nos proporcione una amplia consciencia al respecto, con mayor facilidad de la que nos podía ofrecer cualquier psicología particular hasta ahora. Sólo los planteamientos de fondo de la psicología transpersonal que tratan de incluir todas las psicologías y niveles de conciencia, pueden ser equiparados en profundidad a la cosmovisión astrológica.

Todas las psicologías más conocidas: Freud, Adler, Jung, Fromm, Rogers, Maslow, Perls, etc. tienen en su desarrollo teórico, de una u otra manera, conceptos que implican la dialéctica entre el individuo y su medio, como base del desarrollo psicosomático a lo largo de la vida. Cada una de

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ellas, y de otras muchas, aporta un punto de vista distinto, un matiz en su enfoque, una valoración diferente, un planteamiento particular; de tal manera que nos ofrecen visiones complementarias o facetas diferentes aún cuando estén hablando de lo mismo. Cada una de estas psicologías ofrece a la astrología una visión específica que tendríamos que recoger, pues el marco astrológico es universal y tiene la capacidad de poder integrar en su estructura, limando sus discrepancias, todas las aportacio-nes que sobre el estudio del ser humano se han hecho hasta ahora y se hagan en el futuro. Me pare-ce nepare-cesario, por tanto, discutir algunas aportaciones realizadas hasta ahora en el campo de la as-tropsicología para una mejor comprensión de la relación de la astrología con la psicología.

La adaptación astrológica del esquema junguiano de las funciones

El esquema de Jung de las cuatro funciones es, a mi modo de ver, excesivamente cerrado y de-finido para su completa adaptación astrológica. Jung habla en su obra de las cuatro funciones del individuo y tal como él las define es un postulado coherente para la aplicación interna de su obra (hasta cierto punto como veremos luego en la parte crítica). En astrología el esquema aparentemen-te más cercano a la concepción de Jung es el de los cuatro elementos; pero a la hora de la verdad re-sulta imposible, como veremos, su adecuación perfecta.

Pongamos un ejemplo: Jung define la función del sentimiento como racional en tanto formu-la un juicio electivo pues “...dicta el valor que un objeto tiene para mi” ((Jung, 1944, pág. 102). Esto es totalmente discutible y lo veremos más adelante. Cuando este postulado es trasladado a la as-trología y aplicado al elemento agua, donde es más plausible, le lleva a decir a Liz Greene (1986) que el agua es racional, lo que, evidentemente, ya es un absurdo total. ¿Cuantas más cosas se pue-den decir del elemento agua en astrología infinitamente más amplio que el concepto de función del sentimiento en Jung? Cualquiera de ellas invalida el concepto de “racional” que Jung aplica a esta función. A mi modo de ver este aspecto racional del sentimiento estaría emparentado con la dialéctica de Venus en los elementos de tierra y aire (a través de Tauro y Libra) que he definido, en otro lugar (M. Rodenas, 1988) como cerebrales.

En cuanto a la cuestión de que el sentimiento es racional porque es electivo podemos proponer dos contra-ejemplos. Según Jung la intuición (el fuego) y la sensación (la tierra) serían irracionales, y basa su afirmación en que la intuición y la sensación no son electivas. Pues bien, póngale Vd. una venda en los ojos a una persona y propóngale hacerle una camisa con la tela que elija y dele a palpar arpillera y seda. Formulará un juicio sensorial y a menos que sea masoquista elegirá, evidentemente, la seda y para ello no habrá podido hacer uso nada más que de la sensación. A un capitán en plena batalla o a un ejecutivo se les pueden presentar con la urgencia del momento varios caminos para tomar una decisión bélica o financiera. Elegirán uno u otro por intuición basada en una experiencia y en el reconocimiento del terreno de que dispongan, pero no cabe duda de que será un juicio elec-tivo aunque esté basado en la intuición.

Según la importancia que da Jung al juicio del “valor que tiene para mí” el uso de una función para describirla como racional, las cuatro funciones serían racionales y en esto hay un fallo evidente que in-valida, al menos en parte, la teoría. Añadamos a esto la innumerable cantidad de veces que una persona con el predominio del elemento agua se comporta de una manera emocional y carente de toda lógica, para ver todavía más incongruente la clasificación de Jung en su aplicación astrológica por Greene.

Creo que hemos dejado bastante claras las discrepancias internas de la propia psicología de Jung, discrepancias que se amplifican cuando tratamos de aplicarlas a los elementos en astrología, aunque tiene factores positivos que más adelante rescataremos (ver apéndice 2).

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Añadamos a todo esto que la conceptualización junguiana de las funciones es exclusiva de su psicología y no ha sido recogida por autores de otras corrientes y, por lo tanto, no ha sido explora-da, ampliada y discutida desde otros puntos de vista. Hay poco escrito sobre ella, y esta misma po-breza de discusión hace difícil su equiparación con un universo de significados harto más rico como es el de los elementos en astrología.

El esquema cuaternario aplicado al yo

El concepto de cuaternidad es válido en sí mismo por su universalidad (como no podemos por más que observar los astrólogos), con mayor riqueza semántica que la concepciones ternarias ( yo-ello-superyó, padre-adulto-niño...) y binarias (consciente-inconsciente, figura-fondo...) de otras psi-cologías. Para un concepto tan universal en astrología y mitología como el de cuaternidad, cruz, cuadrado... debemos obligatoriamente (si queremos hacer un paralelismo y no una subordinación) elegir un concepto que en psicología sea tan universal, por lo menos, como el de cuaternidad. El concepto que hemos elegido, el yo (y su esquema de relaciones con los principios materno y pater-no, y con el mundo exterior), puede equiparársele por dos razones. En primer lugar porque es un concepto que utilizan todas las psicologías de una u otra manera y tenemos, al respecto, puntos de vista sobre el mismo tan dispares como los del conductismo* (la función intermedia del organismo, o la propia idea de un sujeto que responde a un estímulo exterior) y los de la psicología junguiana y humanista, pasando, cómo no, por la freudiana.

La segunda razón es que el concepto del yo no está aislado ni es exclusivo en la mayoría de las concepciones. En la psicología de Freud, que tomamos como base en este momento, este concepto va unido a los de ello, superyó y mundo exterior: “se nos muestra el yo [...] sometido a tres distintas servidumbres y amenazado por tres diversos peligros, emanados, respectivamente, del mundo exterior, de la libido del ello y del rigor del superyó.” (1923, obras completas, pág. 2726). Tanto el ello como el superyó tienen una importante connotación colectiva y pueden ser asimilados por los símbolos –más amplios– de Cáncer y Capricornio. Por último al mundo exte-rior puede atribuirse, en puridad, todo lo que queda fuera del individuo y representar tanto a Cáncer (lazos familiares) como a Capricornio (lazos social/profesionales) y a Libra (lazos de rela-ción y asociarela-ción); pero dado que tanto Cáncer como Capricornio tienen representantes específi-cos y significativos (el ello y el superyó) en ese mundo exterior, nos queda para el mismo todo lo que viene representado en astrología por Libra y que en otro lugar hemos visto como tú (M. Ro-denas, 1988). Ya tenemos los cuatro términos de la cuaternidad, términos que se pueden rastrear, con unas u otras denominaciones, en las obras de psicólogos, filósofos, sociólogos, etc., de todas las tendencias, hasta llegar al hastío.

Para una teoría astrológica completa no podemos emplear, en exclusiva, el punto de vista de una psicología, perdemos la perspectiva y la visión que nos proporciona la estructura zodiacal. Así pues en una psicología astrológica tenemos que contar con la teoría de Freud, con el punto de vista opuesto de la psicología de Adler, con la perspectiva más amplia que sobre la psique tiene Jung, con los nuevos desarrollos de las psicologías humanistas (Rogers, Perls, terapias psico-corporales)..., in-cluso hasta con ciertos puntos de vista de los conductistas (se puede decir que la vieja astrología de ‘recetas’ tiene una orientación básica muy próxima al conductismo y todavía es útil para el princi-piante). Esta labor nos la facilita ahora la estructura del continuo de la conciencia que ha desarrolla-do Wilber (1977, 1980, 1979, 1983b).

Sólo de esta manera podremos tener una acabada conjunción (sinergia) de puntos de vista en el tratamiento astrológico de la psicología. La estructura astrológica posee la capacidad de poner orden en el profuso mundo de teorías psicológicas (y en cualquier otra ciencia) y desarrollar, por lo tanto,

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un nuevo paradigma que las englobe a todas ellas y dé una visión mucho más universal y completa de la naturaleza humana.

Clasificación de los elementos

Como he dicho, en otro lugar (M. Rodenas, 1988) describí a los elementos de agua y fuego co-mo eco-mocionales y a los de tierra y aire coco-mo cerebrales. Aquí voy a ampliar las razones que di en-tonces para hacer estas clasificaciones. He de añadir que una nueva lectura de Carter (1971) me ha hecho ver que este autor había propuesto ya una clasificación parecida, llamando al agua y fuego instintivos y a la tierra y el aire mentales.

El pensamiento (el aire) es racional porque la tradición así lo afirma y en esto nadie discrepa ni siquiera Jung. El agua es emocional y relacionada con los sentimientos también por tradición; pero en la tradición no es racional y, como hemos visto más arriba, el criterio de Greene interpretando a Jung para afirmar lo contrario no sirve. Podemos calificar, pues, al agua como emocional (o irracio-nal pero evito esta calificación por su connotación peyorativa) y al aire como cerebral (o racioirracio-nal).

A esta clasificación añadimos en su parte cerebral a la tierra y en su parte emocional al fuego, lo explico. Son muchas las razones que apoyan la clasificación de tierra como racional si bien de una racionalidad distinta a la de aire. Virgo y Capricornio están regidos por planetas mentales (Mercurio y Saturno) cosa que no está puesta en entredicho; asimismo estos signos tienen entre sus caracterís-ticas muchos rasgos mentales, se habla de la mercurialidad de Virgo y de la fría racionalidad de Ca-pricornio. Es más, según la tradición (con la que estoy de acuerdo) Mercurio tiene su domicilio de exaltación en Virgo.

La tierra tiene además mucho que ver con la realidad material y por el psicoanálisis sabemos que el principio de realidad pertenece a los procesos secundarios, es decir racionales. La psicología evolutiva nos aporta por su parte el dato de que el reconocimiento de la realidad física por parte del infante, es el primer paso para el desarrollo del concepto del yo (hay una percepción del yo ya en la fase Aries, pero su consciencia es vivencial). Y para ultimar con una obviedad, todo astrólogo reconoce que la tierra es el elemento que se dedica a contar, medir y pesar la realidad; ¿y que es este “contar, me-dir y pesar” sino una operación racional? La racionalidad de la tierra opera sobre la realidad material con la manipulación de los objetos, en tanto que el aire trabaja con conceptos. Wilber describe muy específicamente el papel de la ciencia como aquel que se dedica a contar, medir y pesar (1983b) y entiendo que en nuestra era Piscis la ciencia se desarrolla desde la dialéctica de Virgo (M. Rodenas, 1988). Si todavía quedan dudas no hay más que leer la combinación aire-tierra en las descripciones que hace Arroyo (1975) de los elementos.

Todos los manuales están de acuerdo en describir a las personas de fuego como individuos que se lanzan a la carga sin pensar, de reacciones rápidas no meditadas (un Aries sabe que puede reaccio-nar en el último momento en la conducción del coche, un Capricornio va previendo con antelación los movimientos que ha de hacer). Intuitivos, emotivos, fogosos, valientes, aventureros, osados, vo-luntariosos, irritables, agresivos... ¿para qué les voy a dar una lista que Vds. conocen? No se ven cualidades que se puedan afirmar racionales o cerebrales. Cierto es que el Sol de Leo tiene que ver con la consciencia, pero ésta abarca a la persona toda y no se circunscribe a la racionalidad, como algunos intelectuales parecen muchas veces suponer. Por otra parte en este punto estaríamos de acuerdo con Jung cuando califica a la intuición (el fuego) como irracional. La emotividad del fuego es, evidentemente, distinta de la del agua (pasional diríamos); pero no creo que sea posible discrepar de este calificativo enfocándolo desde un punto de vista amplio. Asimismo la descripción de Arroyo (1975) de la combinación agua-fuego no deja dudas al respecto.

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La estructura psicológica de Ken Wilber

Vamos a exponer algunas de las ideas de Ken Wilber. Este autor, considerado el teórico más importante de la psicología transpersonal, da una perspectiva más coherente de algunos términos habitualmente utilizados en psicología e, incluso, en los movimientos espirituales. La propia aclara-ción de los términos empleados nos dará una perspectiva de la evoluaclara-ción humana como un todo coherente en una búsqueda en la cual lo espiritual y trascendente, y lo cotidiano se mezclan en una totalidad con una sola perspectiva que la engloba.

El autor mencionado hace un estudio de psicología evolutiva en el que integra los esfuerzos de la psicología de occidente (tanto psicoanalíticos, como junguianos y humanistas) y la de oriente (bu-dismo, sufismo, tantra, yoga, zen, etc.). De este estudio surgen una serie de etapas de evolución de la consciencia que van desde los primeros balbuceos del niño hacia la vida, hasta la contemplación fi-nal de la unidad absoluta, que Wilber llama Atman. Es decir este autor no se limita, como todas las psicologías evolutivas, a estudiar la norma media y quedarse en lo común sino que lanza una mirada más allá y describe etapas de evolución de la consciencia posteriores que han sido alcanzadas por los maestros de muchas generaciones y pertenecen a la tradición de distintas religiones o a los escritos de los maestros espirituales actuales.

Lo importante de este enfoque es que a raíz de él, Wilber plantea las transiciones de fase de las distintas etapas de evolución, tanto las infantiles como las superiores del espíritu, como un proceso único que se rige por las mismas normas (así define la trascendencia con un significado unívoco tan-to para las fases infantiles como para las superiores). En este contextan-to el hecho de que nosotros las percibamos distintas se debe únicamente a su contenido, no a su forma. La evolución ya no se des-cribe, al estilo habitual de la psicología evolutiva, como un proceso sin orden aparente; sino, por el contrario, como un proceso de orden creciente en el cuál las transiciones de fase están regidas siem-pre por los mismos parámetros1.

Esta visión de Wilber parece así una continuación, en el terreno psíquico, de los postulados físi-cos de la sinergética (Haken, 1981) o ciencia de la acción de conjunto (véase apéndice 1). El estudio de la sinergética se concentra en las transiciones de fase, pues en ellas se pueden observar los fenó-menos de cambio y estudiar los procesos que se desarrollan. La sinergética ha llegado a la conclu-sión de que estos procesos son semejantes a todo lo largo y ancho de la materia tanto animada co-mo inanimada2. Wilber concibe, asimismo, que los cambios de grado de conscienciación en el

indi-viduo, se producen siempre de la misma manera; en términos psicológicos por medio de la diferen-ciación, la trascendencia y la identificación. Expliquemos esto.

En un determinado nivel, por ejemplo el físico, el yo del niño está identificado con su cuerpo y con los objetos materiales; hay tantos yos o tantas ‘subpersonalidades físicas’ como elementos de su entorno y de su propio cuerpo. Cuando el yo se desarrolla hacia otro nivel (en este caso el social-mental) se produce una transformación en la estructura del yo que trasciende el estado anterior. En esta transformación el yo se desidentifica del nivel inferior (el cuerpo, en este caso) y pasa a identificarse con el superior (la mente).

A las interpretaciones de la realidad que el yo hace en cada nivel de acuerdo con sus capacidades conscientes, Wilber las llama traducciones. Cuando en un determinado nivel las traducciones o traslaciones han dejado de ser satisfactorias el ser se ve abocado hacia una nueva transformación que lo transportará

1 Hay un artículo mío reciente (2014) que describe este mismo hecho: El desarrollo humano...

2Años después de escribir este texto descubrí que la sinergética es otro nombre para los procesos de autoorga-nización de la teoría del caos, y sus propiedades de autosimilitud, tan características de la Espiral Evolutiva. El propio Haken ha desarrollado posteriormente numerosos estudios sobre el concepto de autoorganización.

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hacia un nivel superior trascendiendo el anterior nivel. El nuevo nivel emerge del inconsciente y propor-ciona la nueva estructura; y si en el curso de la evolución la nueva estructura tropieza con alguna difi-cultad que no puede superar, entonces esta estructura se sumerge de nuevo en el inconsciente.

Cuando una estructura se sumerge en el inconsciente en vez de una diferenciación se produce una disociación, con lo cual se aparta de la consciencia una parte del yo que en adelante será la que pro-duzca los conflictos en un intento de hacerse escuchar. Cuando el yo encuentra muy placenteras las traducciones de un determinado nivel (por ej. la sexualidad, el consumismo, el ejercicio de la mente para el racionalista, etc.) se produce una fusión y el individuo se niega abandonar ese nivel y a progre-sar en el deprogre-sarrollo de la consciencia).

Algunas definiciones de estos términos son más detalladas que las que habitualmente utiliza la psicología, sobre todo psicoanalítica. Algunos de ellos (emergente, sumergente, traducción...) aclaran y hacen más accesibles a la comprensión los procesos psíquicos mejor de lo que lo hacían otros más tradicionales (progresión, regresión, representación, ligazón...) por lo que serán usados en este libro cuando ello sea necesario. Otros son habituales en psicología y más semejantes a como aquí se defi-nen (identificación, disociación, diferenciación). En el glosario se encuentra un apartado especial ba-jo el nombre de Wilber en donde se definen muchos de los términos que este autor utiliza en su psicología evolutiva.

Psicología transpersonal y astrología

En las consecuencias y la cosmovisión que se derivan de la psicología transpersonal están inevitablemente incluidos los postulados básicos y profundos de la visión astrológica del mundo (Assagioli, 1971, 1988; Grof, 1985; Huxley et. Al., 1972; Maslow et Al., 1980; Wilber, 1979, 1980, 1983b, entre otros).

Ya desde el comienzo accedemos a una simbología que abarca al menos tres niveles que sólo recientemente se han puesto en relación en el pensamiento occidental. Cada símbolo astrológico implica significados en el cuerpo físico: estructura corporal, salud-enfermedad, aptitudes, compor-tamientos motores, etc.; en el cuerpo psíquico: carácter, personalidad, actitudes, comporcompor-tamientos sociales, conflictos, etc.; y en el cuerpo social: familiares, amigos, hijos, compañeros profesionales, clientes, competidores, etc. Es decir el mismo símbolo ya se trate de un astro, un signo o una casa se expresa en estos tres niveles de la realidad y se utiliza para interpretarlos, siendo una de las dificulta-des mayores del astrólogo profesional dilucidar en cuál de estos tres niveles va a verificarse el mayor efecto en un momento dado. Por ejemplo, si es previsible una enfermedad o un conflicto psíquico en el cliente, o si lo que es previsible es un suceso a una persona del mundo de relaciones del clien-te. Es incluso frecuente en la práctica profesional, si el caso lo requiere, conectar el malestar psíqui-co y, eventualmente también el físipsíqui-co, del cliente, psíqui-con el suceso exterior y dar psíqui-consejos encaminados a resolver el conflicto tanto en el plano interior como, simultáneamente, en el exterior.

Desde esta perspectiva es consecuente abordar el tema de que las cartas natales personales de los dirigentes de cualquier tipo son un claro indicio para ver los aspectos globales de la marcha de los asuntos que regentan. Cuando la carta de un dirigente revela una crisis, ésta tiene su reflejo tanto en el plano personal del dirigente como en el social que regenta. En virtud de una visión sincronísti-ca y transpersonal del tema, esta realidad unitaria que pone en evidencia el trabajo astrológico justi-fica, en parte, la creencia en muchas culturas de que el rey o dirigente de un pueblo fuese el respon-sable tanto de las venturas como de las desgracias que sobrevenían al pueblo. En una palabra si el dirigente tiene resueltos sus conflictos psíquicos podrá resolver los conflictos sociales, pero si no es así proyectará sus propios conflictos en su sociedad y la llevará a la desgracia y a la ruina (el caso de

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Hitler, sin ir más lejos; teniendo en cuenta que es un fenómeno que puede ocurrir, y de hecho ocu-rre, en el ámbito del más modesto funcionario o trabajador hasta en el del dirigente supremo de una nación o una empresa y, por supuesto, es algo que sucede a diario en nuestros hogares y relaciones personales). El astrólogo iría un poco más allá de la psicología transpersonal, a poco que lo estimulen, y afirmaría que no sólo somos responsables de nuestra vida y nuestro destino, sino que, en cierto sen-tido, también lo somos de las vidas y los destinos de las personas con las que nos relacionamos.

Sólo recientemente la medicina está interesándose por la interacción cuerpo-mente y sólo la psicología transpersonal se ocupa de trascender la dualidad sujeto-objeto. Si bien muchos astrólogos no se plantean las consecuencias filosóficas que para la unidad de la conciencia tiene este enfoque del simbolismo astrológico, es obvio que el trabajar y pensar de esta forma acaba por aproximar de hecho al ser humano a una forma diferente de ver y operar en la realidad.

Asimismo desde la visión astrológica hay fenómenos, por ejemplo el de la sincronicidad, que pueden ser observados hasta por los más legos en la materia. Desde luego al principio de la obser-vación y del estudio astrológico no son los fenómenos sincronísticos, en los que se ve involucrado existencial y profundamente el propio observador, los que son accesibles a éste, sino más bien ocu-rrencias cotidianas menores, aunque profusas; pero la observación cotidiana y persistente de éste y otros hechos facilita y prepara muy adecuadamente a la mente para el salto de conciencia en el que el ser humano llega a verse a sí mismo y a su medio como las dos caras de una moneda que ruedan al unísono. La cosmovisión astrológica prepara conceptualmente a la mente para aceptar la idea de la unidad del Ser en el Todo, cosa que no hace, e incluso se opone a ella, la cosmovisión que pro-porciona el pensamiento cultural y científico de nuestra sociedad occidental. El mero hecho de ac-ceder al estudio astrológico acaba produciendo, con el tiempo, un cambio de conciencia verbal-mental en la percepción de la realidad. Este cambio de conciencia no implica, necesariamente, la ex-periencia del conocimiento íntimo de la unidad última de todas las cosas; sin embargo proporciona un marco conceptual abierto a ella.

En el mundo conceptual astrológico no hay nada que se oponga a la cosmovisión que propor-ciona la experiencia íntima de la unidad última de todas las cosas. Esto sí ocurre en la concepción actual del mundo en Occidente, salvo para los postulados más avanzados de la física, aunque mu-chos de los propios físicos no lo entienden desde su cosmovisión cartesiana dualista. Otra situación ocurre en Oriente, donde esta concepción no-dual si está a la orden del día (Loy, 1988). En cual-quier caso el que el astrólogo alcance o no esta cosmovisión depende más de sus propias resisten-cias derivadas del mundo conceptual del que procede y en el que ha sido educado, que de los postu-lados de la propia astrología; antes bien al contrario, lo que hace ésta es romper ese mundo cerrado de la conciencia ordinaria modelada por nuestra cultura y en el que sujeto y objeto se perciben separados y ajenos.

Entiendo que en el contexto astrológico esta ruptura se produce inicialmente en el nivel del yo mental. Es este nivel en el que inciden las técnicas del zen, el yoga o la meditación para romper la traducción mental de la realidad y permitir el acceso a la traducción sutil de la misma (Wilber, 1980). Se necesitan estas técnicas o haber desarrollado un nivel superior al yo mental (yo centáurico –o cuer-po-mente– en Wilber) para superar las visiones fijas de las cosas que proporciona el yo mental. Sin embargo el cambio conceptual que proporciona la astrología permite, a mi entender, una compren-sión del yo sutil (dos niveles de conciencia superiores) que no puede lograr de ninguna manera la conceptualización racionalista típica de nuestra cultura.

Este cambio que proporciona el marco astrológico permanece todavía en el nivel del yo mental, pero si bien el yo mental común se opone –inconscientemente– al cambio hacia el yo sutil, el mun-do conceptual astrológico favorece, por el contrario, la apertura del yo mental hacia el yo sutil o yo

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transpersonal. A pesar de todo lo dicho las dificultades del astrólogo para alcanzar ese yo sutil no son menores que las de cualquier otro mortal educado en nuestra sociedad, pues las resistencias mentales que proporciona nuestra cultura al respecto son extraordinarias. Sólo cabe señalar, quizá, un mejor punto de partida y un más fácil entendimiento de estos temas cuando son expuestos a la comprensión de una mente entrenada en la astrología.

La aportación astrológica

Desde una perspectiva bastante amplia, no muy justa con las diferencias y matices, pero sí con el fondo de la cuestión, podríamos considerar las diversas teorías de la psique como distintas mane-ras de catalogar las subpersonalidades del individuo, en función del particular enfoque con que se aprecia la experiencia profesional.

Así, por ejemplo, el yo freudiano se puede ver como la subpersonalidad diurna y principal del individuo; el ello como aquella parte del ser que quiere gozar, que es intuitiva e irracional: “el irres-ponsable” o “el auténtico”; y el superyó, como “el mandón” o “el exigente”. La sombra junguiana se podría ver como “el irritable” o “el que actúa a mis espaldas” el animus o el anima como “el otro” o “mi parte femenina” (o masculina), la persona como “el sociable”, “el sumiso”, etc. etc. Natural-mente estas son calificaciones aproximadas que podría dar una persona a vivencias propias que pro-vienen de las experiencias que quieren describir esos constructos teóricos. Cualquier otra persona podría tener y calificar sus experiencias de manera diferente.

La ventaja de la teoría de las subpersonalidades es, a mi parecer, que resulta más accesible al profano pues le induce a calificar directamente su propia experiencia y no a servirse de constructos teóricos que pueden estar representándola pero que no concretizan “lo que a él le pasa”. Es decir el anima, por ejemplo, será un constructo que califique las diversas experiencias que el hombre tiene con la personalidad femenina de su psique y por lo tanto será un concepto que reúna una experien-cia común. Sin embargo cada hombre o mujer tiene una experienexperien-cia concreta con su anima o animus, tan diferentes entre sí como seres humanos hay sobre la Tierra, aunque todas ellas tengan en común el rasgo que le atribuye Jung. Entonces cada hombre o mujer le podrá poner a la experiencia con su otra parte un nombre sacado de su vivencia personal intransferible. (Assaglioli, 1971, 1988, es el au-tor que ha desarrollado la teoría de las subpersonalidades. Se pueden ver también en Ferrucci, 1982, y Sasportas (Greene y Sasportas, 1987)).

Por ejemplo, si un hombre tiene la Luna o Venus en Sagitario su anima será idealista y extrover-tida y él podrá calificarla como su subpersonalidad “alegre” o “exaltada”. Otro puede tenerla en Ca-pricornio y, entonces, para él será “la amargada” o “la severa” o “la responsable”, pues incluso una posición natal concreta puede dar experiencias diversas y una de ellas dominar sobre las demás. Para Jung los dos hombres estarán hablando de su anima, pero para cada uno de ellos la experiencia será tan diferente que no la reconocerán como común a menos que estudien psicología junguiana, lo que no todo el mundo tiene tiempo de hacer.

En el fondo, el individuo que califica sus vivencias con nombres propios procedentes de su vi-sión personal sobre sí mismo, está en la línea de la psicología rogeriana (1951, 1961, 1965) que no presta al paciente (o cliente como lo llama Rogers) una teoría sino que deja que sea el propio indivi-duo el que elabore o descubra su propia teoría o explicación sobre sí mismo; lo que tiene la induda-ble ventaja de ser mejor comprendido por el individuo, aunque sólo sirva para él mismo. Con esta postura llegamos a la conclusión de que hay tantas psicologías como individuos (o como profe-sionales), aunque en el fondo se parezcan todas un poco.

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Creo que si hemos de emplear alguna descripción o interpretación en astropsicología, debemos utilizar el medio específicamente astrológico y, bajo mi criterio, más allá de éste, es mejor dejar que el paciente construya su propia descripción de los hechos. Naturalmente esto nos obliga a explotar y explorar, en profundidad y amplitud, y con flexibilidad, el símbolo astrológico y sacarle todo el pro-vecho que es capaz de dar.

La verdad está descubierta desde que el hombre es hombre y ha sido dicha de infinidad de for-mas, cada una con sus méritos o matices propios, pero cada ser y cada cultura no hace sino descu-brir una faceta del diamante total. Aunque cada faceta, como dice la teoría holográfica (Wilber et Al. 1982) sea susceptible de desarrollar todo el diamante si el ser se esfuerza por ampliar su consciencia. Es decir, por poner un ejemplo clásico de una experiencia superior, los creyentes de las distintas re-ligiones están hablando de cosas diferentes (así piensan ellos) cuando se refieren a Alá, Dios o Brahma; pero los místicos de cada una de ellas saben que todos están hablando de lo mismo (Loy, 1988). Cada uno de ellos ha descubierto a través de su propio camino y experiencia personal el dia-mante total (o el elefante según otra conocida versión).

Así pues, todo está dicho y muchas veces. Lo único nuevo es la forma de decirlo, esta nueva forma es la que puede aportar matices que favorezcan desarrollos que antes no pudieron ser desple-gados. Así, por ejemplo, los científicos están muy equivocados cuando creen que están descubrien-do algo nuevo, lo único que descubren es una forma nueva de decirlo que favorece, en este caso, el desarrollo técnico. Es decir formas diferentes de decir las cosas pueden favorecer desarrollos que han resultado más difíciles desde otra cara del diamante.

Fig. 1. Grafo de las relaciones internas en el mandala astrológico

Ésta es, en el fondo, la tarea que nos proponemos en astrología cuando utilizamos su capacidad semántica y de estructuración. La capacidad de nuestro saber para poner orden y armonía en cual-quier conocimiento es proverbial. Sus relaciones internas, que configuran el grafo de la fig. 1, nos dan una imagen mandálica, verdadero diamante facetado, que tiene el poder de sugerir una ordena-ción más accesible a la contemplaordena-ción. La facilidad que el hombre tiene, en el fondo de su alma,

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pa-ra sintonizar con las estructupa-ras armónicas es una gapa-rantía de que cualquier fenómeno que pueda ser descrito mediante su concurso será captado con una mayor prontitud e integración.

Es el conocido fenómeno de la evolución de los paradigmas científicos (Kuhn, 1962) Cuando una ciencia tiene una multiplicidad de fenómenos descritos por diversas leyes, el panorama resulta complejo e, incluso, confuso. Cuando se llega a descubrir una ley que engloba a todas las demás, ésta da una correcta explicación para todos los fenómenos de una manera más simple que la multiplici-dad de leyes que usábamos antes. Aunque esta nueva ley general sea más compleja que todas las otras anteriores, el resultado final es de una mayor comprensión y facilidad, y además más armóni-co. Por ello cuentan que Einstein decía que una buena ley debía ser además bella.

Éste es el problema actual de la psicología. Las descripciones del desarrollo humano son múlti-ples, cada una de ellas con sus propios méritos; pero el resultado final que produce la profusión de descripciones es abigarrado y nada accesible a una comprensión inmediata de la evolución del ser humano, para ello se necesitan años de estudio y experiencia profesional. Incluso una teoría como la de Wilber, con ser mucho más estructurada y armónica que las demás, no llega, ni de lejos, a la ar-monía y belleza del mandala astrológico. Sospecho, incluso, que el lenguaje astrológico podría des-cribir los distintos niveles de la conciencia sin obligarnos a recurrir, como necesariamente tiene que hacer Wilber, a los distintos lenguajes de una profusión interminable de psicólogos (aunque éste sea el paso necesario con que nuestra era Piscis-Virgo ha facilitado la comprensión detallada de la natu-raleza humana y sin el cual no podríamos estar hablando hoy como lo hacemos).

Y ésta es la verdadera importancia y la esencia de nuestro trabajo: ofrecer orden y una com-prensión más fácil del fenómeno humano y cósmico. Sócrates dijo “conócete a ti mismo”, los astró-logos podemos poner ‘música’ (ciclos, ritmo, armonía) al proceso de conocerse, favoreciendo una más fácil y mejor comprensión del mismo y por lo tanto de nuestra propia posición en él. Apren-diendo sobre la evolución, aprendemos sobre nosotros mismos, sobre nuestro estado de evolución y sobre lo que nos falta para alcanzar nuestra meta como seres humanos. Eso es lo que me he pro-puesto en el empeño de describir el desarrollo de la consciencia mediante la rueda zodiacal. En esta descripción, la aparición de subciclos que se repiten crea armonía, ritmo, música. Cada etapa de conscienciación es una octava superior con los mismos registros; cada matiz descriptivo de una oc-tava nos sirve para entender las otras. Cada ciclo se superpone sobre el otro y arroja paralelismos que lo convierten en una ‘doble helicoide’ de correspondencias mutuas. El desarrollo de la cons-ciencia que les ofrezco, es una partitura musical. La estructura toda ‘suena’ a melodía y les invita a deleitarse conmigo escuchando el ‘sonido de las esferas’3.

Resumen

Cuando interpretamos la carta natal de un psicólogo (Freud, Jung, Adler...) somos conscientes de que su teoría psicológica es una manifestación de la particularidad de su horóscopo; es, por lo tanto, una psicología parcial. Por ello una teoría de psicología astrológica debe intentar recoger en su seno las distintas corrientes de psicología que existen sin adherirse específicamente a ninguna de ellas e, incluso, debe desarrollar sus propios puntos de vista y esquemas allí adonde las teorías psico-lógicas existentes no lleguen. Wilber ha desarrollado una estructura del continuo de la conciencia englobando a todas las psicologías y técnicas de desarrollo espiritual, de Oriente y Occidente, que es muy útil para este propósito.

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El esquema de las funciones de Jung no se puede adaptar a la astrología porque es en sí mismo equívoco y llega a implicar, interpretado por Greene, que se tenga que definir el elemento agua co-mo racional. El juicio electivo que utiliza Jung para definir el sentimiento coco-mo racional no sirve, pues se puede aplicar igualmente a la intuición y la sensación que son, para Jung, irracionales.

No obstante se rescata la idea junguiana de cuaternidad (que es básica en astrología), pero se aplica al esquema freudiano, más amplio y utilizado por la filosofía y otras psicologías, del yo-ello-superyó, añadiéndole una instancia más, el tú, que se postula equivalente a las otras tres. Este es-quema se redefine en estos cuatro términos: yo, tú y principios materno y paterno, correspondiente al simbolismo de Aries, Libra, Cáncer y Capricornio. El tú se concibe como un vacío originado y constituido en la psique humana por la diferenciación sexual y por la pérdida de la calidez amniótica del útero materno.

Los elementos se definen más adecuadamente: como cerebrales los de tierra y aire y como emocionales de los de agua y fuego (división similar a la de Carter, 1971). La racionalidad de tierra tiene que ver con la realidad material, la racionalidad de aire con la conceptualización, pero ambas son formas de cerebralidad. La emotividad de agua es pasiva y receptiva, la de fuego activa y expre-siva; ambas formas son emocionales y no racionales.

Wilber define el desarrollo humano como un proceso único que se rige en todos sus estadios por las mismas normas. Los cambios en el grado de consciencia se producen en todos los niveles mediante la diferenciación, la trascendencia y la identificación. Este modelo evolutivo se puede incluir en la vi-sión más amplia de la sinergética (Haken, 1986) que enfoca el proceso de cambio y evolución como regido por las mismas normas a lo largo y ancho de la materia, de la vida y de la sociedad.

Hay una teoría muy valiosa, desde el punto de vista astrológico, a la hora de enfocar los distin-tos sistemas psicológicos: se trata de la psicosíntesis y su teoría de las subpersonalidades. Desde ella se puede enfocar cualquier psicología como una particular concepción de una estructura de subper-sonalidades (yo-ello-superyó, anima-animus..., padre-adulto-niño, etc. etc.). Sin embargo cada ser humano es capaz de desarrollar su propia teoría sobre sí mismo, lo que facilita su mejor autocom-prensión. Este enfoque es favorecido y estimulado en el individuo por la psicología humanista. Aparte de esto, la astrología ofrece una estructura psíquica formada por doce subpersonalidades con sus infinitas variaciones individuales en función de cada horóscopo personal (ampliar en el cap. 8).

El papel esencial de la astrología en todo este conglomerado de teorías y situaciones es poner orden y armonía aportando una estructura (el mandala dodecanario) que es capaz de generar una vi-sión más global de todo el conjunto. Podemos, así, ofrecer una comprenvi-sión más fácil del fenóme-no humafenóme-no. Esta forma de comprender el desarrollo de la conciencia podemos llegar a verla como una partitura musical.

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C A P I T U L O 2

LOS PROCESOS DE EVOLUCIÓN

La prediferenciación y la transdiferenciación

En el proceso evolutivo humano se parte de una situación en la cual la conciencia del feto y el neonato en sus primeras semanas está unida o sumergida en la totalidad, en la unidad primordial, en la inconsciencia plena; es casi tanto como decir que se encuentra en el limbo de la nada. Para el neo-nato no existe separación entre él mismo y la madre o los objetos exteriores, ni siquiera existe con-ciencia de sí mismo y mucho menos de los objetos exteriores. El neonato es el uno absoluto, pero sin conciencia de ser uno (a esta condición la llamaremos Piscis-1). Su conciencia no existe, se en-cuentra en un estado de indiferenciación con respecto a la totalidad, sumergido en ella, sin concien-cia de esa totalidad. En el momento en que este estado ‘empieza a moverse’ haconcien-cia la concienconcien-cia se puede hablar de una situación de prediferenciación que no se distingue de la indiferenciación de hecho sino sólo de concepto. Es decir la indiferenciación implica un concepto estático, la predife-renciación una promesa de posterior difepredife-renciación, pero en la práctica ambos estados son iguales.

En el proceso de evolución es necesario que las estructuras psíquicas del individuo se vayan di-ferenciando para que éste las pueda reconocer. Es decir, para que el ser pueda reconocer la realidad exterior tiene que diferenciar su cuerpo de ella, para que pueda reconocer su cuerpo tiene que dife-renciarlo de su mente, para que reconozca su mente tiene que aparecer una estructura o punto de vista posterior (el observador que se genera a partir de la integración cuerpo-mente) que se diferen-cie de ella, etc. El desarrollo evolutivo procede por medio de diferenciaciones cada vez más sutiles, hasta que el yo es capaz de reconocer los elementos de la realidad interna y externa que lo componen1.

Los elementos de la realidad interna han sido descritos por las diversas psicologías de muy dis-tinta manera (consciente, inconsciente, ello, superyó, sombra, anima...) pero todos ellos se pueden in-corporar bajo el concepto de subpersonalidades de la psicosíntesis (Assagioli, 1971). Los de la reali-dad externa se refieren fundamentalmente al reconocimiento de los mismos componentes del yo en los otros y al modo en cómo se interrelacionan con los propios. El reconocimiento de las diferentes estructuras de la personalidad humana y de su interacción mutua, representa el final del desarrollo completo del yo personal (cuerpo-mente o centauro). Las psicologías humanistas proclaman una in-tegración progresiva en el ser de lo que antes se diferenció. Esta inin-tegración empieza a tener lugar, al menos en teoría, a partir de la tercera etapa (Escorpio-Acuario). Aquí hay que apuntar que dife-renciación e integración tienen lugar, en realidad, a todo lo largo de la evolución, cada vez que se trasciende un nivel de conciencia. Las diferenciaciones se van refiriendo a niveles progresivamente más sutiles de la experiencia, por ejemplo la diferenciación entre el observador y la mente.

En el primer acto, la conciencia tiene que conocer y para conocer ha de separar en partes lo que está unido2 (Virgo se opone a Piscis y al periodo prenatal), en el segundo acto tiene que volver a unir e

integrar de nuevo lo que separó. En este proceso, repetirá la unidad primordial que tuvo en el estado de prediferenciación (Piscis-1), pero lo hará con una distinción fundamental, ahora es un yo que

1 Un artículo propio sobre este tema: El desarrollo humano..., aparece en la página de Tendencias21.

2 En eso consiste la epistemología: “El acto básico de la epistemología es la creación de una diferencia. Sólo al distinguir una pauta de otra somos capaces de conocer nuestro mundo.” (Keeney, 1983, pág. 32).

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ce lo que está ocurriendo (Piscis-2). Llegado el momento este yo se expandirá hacia una estructura su-prayoica (no superyoica), trascenderá sus propios límites y se unirá al Todo. Realizará la unidad pri-mordial pero no en el estado de prediferenciación en el que el yo no conocía, sino en el estado de transdiferenciación (más allá de la diferenciación) en el que ahora hay un yo que conoce. Podríamos decir, de otra manera, que el Uno (o el Todo) se ha hecho consciente a través del yo, de cada yo; pero cada yo consciente es Uno y yo al mismo tiempo y ambos son la misma cosa (David Loy, 1988).

Es importante esta distinción porque la ‘vuelta’ a Piscis si es evolutiva lleva, posteriormente, a la conciencia total; pero si es involutiva lleva a la inconsciencia total y, por lo tanto, a la psicosis.

Weber (1986) distingue entre la disolución sacra (Piscis-2) y la psicótica (Piscis-1) del ego. Wilber

pone mucho énfasis en esta distinción y se niega a hablar de un retorno o vuelta al principio; de-nuncia la confusión que hay ahora mismo entre el punto de partida 1) y el de llegada (Piscis-2). A esta confusión la llama falacia pre/trans (Wilber, 1983b) y describe cómo la visión reduccio-nista de Freud por ejemplo, interpreta las experiencias transpersonales como brotes psicóticos (las reduce al nivel de Piscis-1) y por el contrario la visión, también reduccionista, del otro extremo, re-presentada por Jung, acaba confundiendo procesos biológicos o primitivos con procesos trascen-dentes (confusión entre la superestructura arquetípica y sus correlatos biológicos) lo que lleva a jun-guianos o transpersonalistas posteriores a interpretar los brotes psicóticos como muestras de ilumi-nación mística.

En torno a la segunda fase Piscis (26-30 años) de la evolución humana que coincide (geométri-camente, tal como se estudia en la espiral evolutiva3) con el periodo prenatal prediferenciado, se

produce, por múltiples medios no siempre conscientes, una expansión de la conciencia que busca trascender los límites del yo personal desarrollado durante el primer ciclo. El ser va más allá de las diferencias, empieza un periodo de transdiferenciación. En esta segunda fase se produce la gestación del “segundo nacimiento” del que hablan innumerables mitos (Jung recoge este tema en su libro Símbolos de transformación, 1950) y la propia religión cristiana se hace eco de esta experiencia universal (Jesús a Nicodemo: S. Juan 3, 1-8).

La primera tarea que la evolución le pide al ser humano es superar la diferenciación entre la mente y el cuerpo (esta tarea puede empezar ya en la fase Sagitario: 15-18 años, aunque no es co-rriente). En esta tarea coinciden todas las psicologías humanistas de la autorrealización. Esta supera-ción abre la conciencia a la percepsupera-ción de la unidad de los pares antitéticos: bien-mal, determinismo-libertad, sentimiento-pensamiento. Es decir el ser humano tiene que adquirir la conciencia de que, para operar en la realidad, la mente necesita dividirla en opuestos para entenderla y que, en el nivel del yo mental, el ser decide operar en uno u otro de esos opuestos; pero la experiencia de la totali-dad implica el reconocimiento, racional y vivencial, de que en los extremos se encuentran los dos polos de nuestra existencia y de que no podemos elegir uno y rechazar el otro o de lo contrario re-chazaremos una parte de nosotros mismos y nunca llegaremos a desarrollar la divinidad que hay en nosotros. Ésta es la tarea que, en este momento, se presenta como una aspiración de la humanidad a través de las psicologías humanistas y transpersonales.

Otro logro posterior es la superación de las limitaciones en la conducta, en la percepción inte-rior y en la separación sujeto-objeto que impone la dualidad masculino-femenino. Este desarrollo puede llegar a implicar un proceso en el cual el yo llegará a un nivel de identificación con la unidad análogo (pero estructuralmente diferente) al que tenía en el seno materno (y quizá anterior, con la propia materia), pero con una diferencia capital: será consciente de esa unidad. Es decir el yo se irá expandiendo cada vez más e incorporando a su conciencia experiencias que están más allá del signi-ficado personal de lo yoico. El yo no estará ya identisigni-ficado ni con el cuerpo, ni con la mente y será

3 El libro origen de este artículo: http://www.gente-de-astrologia.com.ar/descargas/category/10-gratuitos Se puede descargar gratuitamente.

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