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Volumen 1, Número 1 Archivo completo

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Academic year: 2020

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(1)

Radio Comunitaria

“Ambrosio Casimiro” La Aguada

1

Diciembre

2017

arqueología - educación - cultura - sociedad - política

www.aapra.org.ar

- Virke, tinaja o vasija tosca: diálogos

desde la materialidad

- EIAs e investigaciones arqueológicas en

Santa Cruz

- Arqueología y participación

(2)

Florida 835, 2do piso, of. 202 E, (C1005AAP)

CABA, República Argentina

http://www.aapra.org.ar/revista-practica-arqueologica

ISSN en trámite

(3)

Virginia M. Salerno (CONICET, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y

Letras, Instituto de Arqueología)

Paola S. Ramundo (CONICET – Facultad de Ciencias Sociales – UCA)

Comité Editorial

Gabriela Guráieb (INAPL – Facultad de Filosofía y Letras, UBA)

Natalia Mazzia (CONICET – AyA, Museo de Ciencias Naturales de Necochea)

Mónica Montenegro (Centro Regional de Estudios Arqueológicos, FHYCS,

Universi-dad Nacional de Jujuy)

Javier Musali (Secretaría de Obras de Transporte - Ministerio de Transporte de la

Na-ción)

Norma Ratto (CONICET - Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,

Instituto de las Culturas)

Comité Asesor Científico

Cristina Bellelli (CONICET - INAPL - UBA)

Johana Broda (UNAM, México)

Beatriz Cremonte (CONICET, UNJu)

María Luz Endere (CONICET, UNICEN)

Nora Flegenheimer (CONICET, MdN)

Julieta Gómez Otero (CONICET, CENPAT)

Rafael Goñi (INAPL, UBA)

María I. Hernández Llozas (CONICET, UBA)

Ramiro Matos (NMAI, SI, EEUU)

Lucio Menezes Ferreira (UFP, Brasil)

Mariano Ramos (CONICET - UNLu)

Diana Rolandi (INAPL)

Myriam Tarragó (CONICET, UBA)

Los autores son responsables de las ideas expuestas en sus respectivos trabajos.

Diseño de tapa: Marcelo Torres

Diseño de interior y maquetación: Romina Silvestre y Luciana Catella

Disponible en línea: Diciembre de 2017.

Dirección postal: Florida 835, piso 2º “202” C1005AAQ, Ciudad Autónoma de

Bue-nos Aires.

(4)

P R Á C T I C A

ARQUEOLÓGICA

Publicación de la Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina.

Volúmen 1

Número 1

(5)

INDICE

P

resentación

Editorial.

Práctica Arqueológica

, ¿Una revista más de arqueología?

Gustavo Barrientos

I

Presentación editorial

Virginia M. Salerno y Paola S. Ramundo

III

a

rtículos

Virke, tinaja o vasija tosca: aproximaciones a un diálogo surgido desde

la materialidad

Jorge E. Cabral Ortiz y María Clara Rivolta

1

Sitio arqueológico Vuelta de Obligado. Contextos e historias de

saqueadores, aficionados e ilegalidades diversas

Mariano Ramos

15

La relación entre los estudio de impacto ambiental e investigaciones

ar-queológicas entre los años 2006 y 2016 en la Provincia de Santa Cruz

(Argentina)

Nora V. Franco

31

Arqueología y Participación

María Eugenia Crespo, Gabriel A. Moscovici Vernieri, Cristina Bellelli y María Cecilia

(6)

EDITORIAL

PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA

, ¿UNA REVISTA MÁS DE ARQUEOLOGÍA?

Gustavo Barrientos1

1- Director de la publicación y Presidente de la AAPRA; gustavbarrie@yahoo.com.ar

Luego de poco más de un año y medio de preparación, nos enorgullece presentar la primera entrega de una nueva revista, Práctica Arqueológica, un emprendimiento editorial inicial —y en muchos aspectos iniciático— de la Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina (AAPRA). El propósito de este breve editorial es presentar la revista y dar respuesta a una serie de preguntas que pueden surgir en relación con la pertinencia y necesidad de introducir la que, en apariencia, puede ser vista como una publicación más en el ámbito de la arqueología.

Práctica Arqueológica es una publicación semestral digital, orientada a la difusión de trabajos originales que aborden en forma amena y a la vez precisa y detallada, uno o más de los problemas relacionados con el ejercicio de la profesión arqueológica en el mundo contemporáneo. El concepto de práctica —con su rica polisemia que remite, a un tiempo, a la idea de operación centrada en la aplicación de ciertos conocimientos conforme a un conjunto de reglas, a un modo continuo y consuetudinario de ejecutar un arte o una ciencia, a la aplicación de una idea o doctrina y a la acción transformadora, sobre uno mismo y los demás, del conocimiento adquirido a través de la razón y la experiencia— constituye el eje sobre el cual se espera impulsar el debate en torno a las relaciones entre la arqueología y diferentes ámbitos de la sociedad y la cultura, tales como la filosofía, la política, la ética, el gobierno, la educación, el ambiente, la economía y la gestión.

Se espera que las contribuciones, bajo la forma de artículos y notas breves, cubran, en forma teórica o mediante la presentación de estudios de caso, un amplio espectro de temas de relevancia para el ejercicio profesional responsable de la disciplina. Éste último es, precisamente, el principio —entendido como basamento— y el fin —entendido como objetivo— de las acciones de la AAPRA en relación con la disciplina y sus practicantes, constituyendo uno de los aspectos cruciales que la Asociación aspira preservar y difundir. En el mundo contemporáneo, no es posible concebir una práctica arqueológica responsable desligada de reflexiones y consideraciones acerca de problemas tales como la interacción compleja entre los arqueólogos y diversos actores sociales (v.g. pueblos originarios, comunidades locales, agentes del sector público y privado), la comunicación, transferencia y aplicación del conocimiento generado, las tensiones en relación con la protección y puesta en valor del patrimonio arqueológico, la enseñanza y el aprendizaje de la arqueología y sus productos en diferentes niveles del sistema educativo, así como los límites y posibilidades de la práctica arqueológica profesional en el marco de la legislación existente. Éstos y otros problemas conexos constituyen los temas a los que se prestará atención preferencial, aunque no excluyente, en la publicación.

(7)

legibilidad, tanto por un público especializado como por el gran público al que, cada vez más, resulta necesario y deseable dirigirse.

(8)

La revista PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA aspira a constituirse en un espacio de intercambio y discusión enriquecedora sobre aquellos aspectos relativos a las dimensiones sociales, económicas y políticas en las que se despliega el accionar de la arqueología.

En tanto actividad social, el trabajo arqueológico es resultado de una construcción colectiva en la que participan distintos actores e instituciones cuyas trayectorias históricas se entrelazan en

el presente (Thuillier 1983). Desde este punto de partida, afirmamos la necesidad de impulsar ámbitos de intercambio que visibilicen las distintas dimensiones en que se configura dicha

práctica.

La novedad de esta propuesta editorial reside en problematizar, cuestionar, profundizar y visibilizar públicamente prácticas que tienen largo desarrollo en nuestro quehacer profesional

pero que escasamente han sido acompañadas de una reflexión crítica o una discusión pública

de mayor alcance. Se incluyen en este camino un listado de temas, los cuales constituyen los centros o tópicos de la revista:

• la interacción entre arqueólogos y diversos actores sociales, tales como pueblos originarios, comunidades locales y agentes del sector público y privado

• tensiones y prácticas en torno al patrimonio arqueológico, tanto académico institucionales como comunitarias

• las acciones de rescate, protección, conservación y puesta en valor del patrimonio arqueológico

• las experiencias laborales en ámbitos públicos y privados

• los proyectos de extensión comunitaria y comunicación pública de la arqueología

• la gestión patrimonial y el turismo

• las evaluaciones de impacto ambiental y arqueológico en diversos contextos

• la enseñanza y el aprendizaje de la arqueología y sus productos en diferentes niveles del sistema educativo

• los límites y posibilidades de la práctica arqueológica profesional en el marco de la legislación existente

• el rol y la acción de las sociedades científicas, las asociaciones profesionales y los colegios

de la especialidad.

Estos ejes temáticos fueron definidos con vistas a elaborar una perspectiva reflexiva que

ponga en el centro del análisis las prácticas arqueológicas considerando su dimensión

pública, entendida como un ámbito de disputa de significados a partir del cual se establecen

representaciones dicotómicas (bienes públicos vs. privados; especialistas vs. no especialistas). A partir de estas representaciones vinculadas con diferentes formas de entender la disciplina,

PRESENTACIÓN EDITORIAL

Virginia M. Salerno1 y Paola S. Ramundo2

(9)

se configuran normatividades que orientan el quehacer arqueológico (Salerno et al. 2016). Desde distintas posturas, los trabajos de este primer número abordan situaciones que en conjunto nos advierten sobre cómo las disputas de sentidos en torno a cómo entendemos la

arqueología, conllevan consecuencias específicas en los lugares donde la práctica se despliega.

Al ser la AAPRA una entidad con carácter federal, en esta presentación de la revista, intentamos que diversas regiones de la Argentina estuvieran presentes. Desde el norte del país (en la zona de Cachi, provincia de Salta), pasando por el área central (en la localidad de San Pedro, provincia de Buenos Aires), y llegando a dos sectores del extremo sur (la Comarca Andina del

Paralelo 42 en Río Negro y finalmente, la provincia de Santa Cruz), distintos colegas reflexionan

críticamente sobre la PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA.

Así, por ejemplo, Crespo, Moscovici Vernieri, Bellelli y Lavecchia proponen una discusión sobre los múltiples procesos que se motorizan cuando nos proponemos impulsar la “participación”, llamando la atención principalmente sobre la legitimidad de los objetivos que se enuncian: “¿la participación es un objetivo deseable per se o más bien un “medio” para alcanzar unos objetivos particulares?”, plantean los autores provocativamente para iniciar un camino que

cuestiona los imperativos éticos universales en pos de posicionamientos definidos en y con escuelas específicas de la Comarca Andina del Paralelo 42 (provincia de río Negro). En el trabajo

exponen dos formas concretas de “participación” para discutir en relación con los dispositivos (que los propios autores han creado y trabajado a lo largo de varios años de investigación en el área) implementados con los alumnos de estas escuelas: la noción de participación “en términos de acceso a los conocimientos arqueológicos”, así como la noción de participación

“en términos de un marco, un espacio cuidado, que aloje la voz y la injerencia de otros”. Desde un lugar diferente, Cabral Ortiz y Rivolta también sostienen la importancia de una práctica situada en su propio contexto. En este caso los autores subrayan el potencial de ejercer

una arqueología atenta a los reclamos y reivindicaciones de pueblos originarios, refiriéndose específicamente a los planteos expresados por la “Comunidad Diaguita de La Aguada”, frente a la inminente alteración de un sitio arqueológico en su territorio. Realizar las acciones de rescate aplicando el camino tradicional de “excavar+rescatar+conservar=valorar”, sin mediación comunitaria, hubiera implicado en este caso reproducir una práctica arqueológica que por largo tiempo actuó “en detrimento de los saberes locales, los que se descartaron e invisibilizaron en función del conocimiento positivo y moderno”. En contraste, el trabajo planteado por los autores, en diálogo con la comunidad (que implicó perspectivas en constante negociación), posibilitó no sólo avanzar en un camino de encuentro para la “co-construcción de conocimiento”, sino también realizar el “rescate” del sitio arqueológico integrando intereses diferentes, aunque no necesariamente contrapuestos.

Por su parte, el trabajo presentado por Ramos aborda, desde una perspectiva socio-histórica y

contextual, el proceso social y político en que se configuró el quehacer arqueológico en el paraje

Vuelta de Obligado del municipio de San Pedro en la Provincia de Buenos Aires. A lo largo del

tiempo, este conllevó una serie de tensiones y conflictos que involucran a los investigadores en

una compleja trama junto con autoridades locales, representantes de la comunidad indígena

Lma Iacia Qom, aficionados y vecinos del paraje. El contexto de los festejos del bicentenario y la revisión historiográfica de la última década, hacen particularmente sensible este caso en

(10)

Finalmente, el trabajo de Franco propone un cambio en el foco de atención: desde las relaciones que los profesionales establecen con diferentes actores en los lugares donde trabajan, hacia las relaciones entre profesionales. A partir de ponderar en qué medida los resultados de los estudios de impacto arqueológico realizados en Santa Cruz, durante la última década, se han integrado a las investigaciones sistemáticas desarrolladas desde instituciones estatales

vinculadas a la producción científica, Franco visibiliza una problemática con respecto al modo

en que se producen, regulan y articulan estas diferentes prácticas profesionales.

Para terminar, nos interesa señalar ciertos aspectos que encontramos en común en estos aportes (los cuales, como Editoras Responsables de la Revista, agradecemos sinceramente a sus respectivos autores). En todos ellos se recupera un amplio abanico de prácticas como parte del quehacer profesional de los arqueólogos. Se promueve, de esta manera, una mirada integral del trabajo disciplinar que incluye como parte de la producción del conocimiento arqueológico a las actividades relacionadas con la gestión patrimonial, la educación y la interacción con múltiples actores sociales en los ámbitos locales. De esta manera, se problematizan las prácticas

arqueológicas, considerando su desarrollo socio-histórico, en los contextos específicos en los

que trabajamos. En tal sentido, estas propuestas no sólo contribuyen a evitar la fragmentación de nuestras prácticas (de investigación, extensión, gestión y formación), sino que además advierten sobre la importancia de que las mismas estén articuladas con posicionamientos que

eviten la cosificación del conocimiento generado y enfaticen, en cambio, su carácter relacional.

Asimismo, las discusiones vertidas en este primer número dan cuenta de la importancia de

ejercer la profesión articulando nuestro accionar con las instituciones oficiales que lo legitiman,

sin que ello conlleve a una práctica autoritaria que desconozca las necesidades de todos los otros actores sociales involucrados en las investigaciones -demás profesionales, vecinos, comunidades indígenas, etc.-. En cualquiera de los casos, estos aspectos constituyen dilemas que atraviesan nuestra práctica y que entendemos son fundamentales poner en discusión. Como miembros del Comité Editorial de esta propuesta esperamos que estos debates puedan

ser repensados y reconfigurados en futuros números. Nuestra práctica profesional es compleja

e incluye caminos que en ocasiones recorren espacios fronterizos, interculturales y es, desde estos múltiples intersticios, desde donde convocamos a pensar nuestra labor. Finalmente, consideramos fundamental subrayar este posicionamiento pues es a partir de aquí que buscaremos construir un espacio genuinamente plural, que sume al debate, y que por sobre todas las cosas, promueva el diálogo.

BIBLIOGRAFÍA

Thuillier, P. (1983). La trastienda del sabio. Barcelona: Ed. Hachette.

(11)

Virke, tinaja o vasija tosca: aproximaciones a un diálogo surgido

desde la materialidad

Jorge E. Cabral Ortiz y María Clara Rivolta

Recibido 9 de junio de 2016, aceptado para su publicación 29 de julio de 2016.

Sobre Los Autores

JORGE CABRAL ORTIZ es in-vestigador de CONICET en el Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades dependiente de la Universidad Nacional de Salta.

correo electrónico: jorgesteban-cabral@gmail.com

MARIA CLARA RIVOLTA es docente e investigadora en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta y del Instituto Interdisciplinario Tilcara de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Correo electrónico: rivolta-clara@gmail.com

Los trabajos publicados en esta revista están bajo la licencia Creative Commons Atribución -

No Comercial 2.5 Argentina.

RESUMEN

La presente contribución gira en torno al rescate de una vasija en el sitio arqueológico Loma del Oratorio, territorio de la Comunidad de La Aguada al norte del Valle Calchaquí y las instancias de diálogo que se generaron a partir del hecho. En el escrito se consideran las diferentes etapas en la tarea de rescate desarrollada

conjuntamente con la comunidad, llegando a reflexiones que trascienden la disciplina y promueven la actividad

de co-construcción del conocimiento. Desde esta perspectiva, se discute la noción de vasija ordinaria elaborada

en el marco del conocimiento científico arqueológico y la forma cómo los diferentes actores sociales, en particular

la comunidad originaria, plantean representaciones sobre la misma basada en la tradición y los saberes locales.

ABSTRACT

This contribution deals with the rescue of a ceramic vessel in the archaeological site of Loma del Oratorio, terri-tory of the community La Aguada in the Valley of the North Calchaquí, and the different instances and dialogues that were generated from the fact. The manuscript present different stages of the rescue task developed jointly

with the community, reaching reflections that transcend the discipline and promoted the activity of co-con -struction of knowledge. From this perspective, the concept of ordinary vessel elaborated within the framework

of archaeological scientific knowledge is discussed and how the different social actors, in particular the native

community, have representations about it based on tradition and local knowledge.

Palabras clave: vasija, comunidad, arqueología, Cachi.

Keywords: vessel, community, archaeology, Cachi.

I N T R O D U C C I Ó N

En las últimas décadas, en el Valle Calchaquí Norte se gestaron diferentes procesos relacionados a los usos de la tierra. Las

antiguas fincas conocidas como Haciendas,

fueron dividiéndose en pequeñas parcelas adquiridas por nuevos propietarios procedentes de otras regiones, conformando un proceso que estuvo acompañado por un fuerte viraje de la economía local hacia el mercado turístico. Ante este panorama, la tierra originalmente considerada primordial en la producción agrícola-ganadera pasó a ser valorada en términos referidos al nuevo mercado turístico, sobreviniendo transformaciones radicales en el paisaje local. El impacto determinó que los antiguos fondos de valle, donde solo se cultivaba, pasaran a contener grandes estructuras hoteleras. Producto de estos nuevos emprendimientos

se originaron diversas acciones judiciales mediante las cuales los nuevos y viejos actores, es decir los empresarios y los viejos dueños

de fincas, buscaron desplazar a las familias

que formaban parte del antiguo engranaje del régimen de hacienda. Ya sea que estos fueran arrenderos de parcelas destinadas a la producción agrícola, puesteros encargados de la producción del ganado caprino o simplemente peones que habitaban en las haciendas, estos grupos familiares fueron obligados a abandonar la tierra que ocupaban desde muchas generaciones atrás.

A partir de esto se consolida un proceso de lucha y resistencia por la tierra que, desde el año 2008, dio lugar a la conformación

de diversas organizaciones comunitarias

aglutinadas en una estructura mayor denominada Nación Diaguita Calchaquí. El

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cumplimentar con el artículo 75, inciso 17 de la Constitución Nacional que se centra en el reconocimiento de la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos, a la vez que garantiza el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural. De este modo, se garantiza su participación en la gestión referida a los recursos naturales y otros intereses que los afectan.

En este marco de conflicto, las organizaciones

de pueblos originarios fueron enfrentando a diversos actores conformados en el rol de nuevos propietarios o antiguos hacendados. Y con ello, surgieron diferentes ejes de discusión centrados en la posesión de la tierra, su ocupación y permanencia en el tiempo. En esta lucha se busca contraponer el relato construido por los nuevos y viejos actores del

espacio cacheño (dueños de fincas/nuevos

empresarios) que muchas veces se hallan

en sintonía con el relato oficial provisto

desde el estado provincial. Según este relato, los pueblos originarios del valle ya no son originarios porque entre otras cosas ya no hablan su lengua natal1. Desde esta perspectiva, los grupos que habitaron el Valle Calchaquí fueron desterrados y desaparecieron en el tiempo ya sea por la conquista Inca o por la conquista española. Esta circunstancia determinó un nuevo frente de lucha por parte

de las organizaciones de Pueblos Diaguita Calchaquí, a fin de visibilizar prácticas

culturales que reafirmaran su preexistencia en el territorio. Y en esta lucha en la que se

proclama una reivindicación y afirmación

identitaria los sitios arqueológicos contenidos en el territorio de cada comunidad jugaron un rol destacado. En la actualidad, desde el decir de las comunidades y sus representantes los sitios arqueológicos dejaron de ser referidos

1Esto puede percibirse en diferentes informes periodís-ticos que recopilan el reclamo de los nuevos propieta-rios, un ejemplo de ello es la nota titulada “El fantasma de los Diaguitas y una disputa absurda y cruel en los Valles Calchaquíes” publicada en el diario Clarín el 4 de Abril del 2017.

como “antigales” para ser enunciados como “ciudades sagradas”. Este giro respecto a la

manera en que se enuncia y define lo material tiene un firme propósito, reivindicar la preexistencia en el espacio y a la vez destacar

lo sagrado del lugar dado que “ahí vivían nuestros antepasados”.

Durante este proceso las organizaciones

comunitarias articularon con diferentes organismos a nivel Nacional, Provincial y Municipal logrando la implementación de proyectos productivos y culturales. Entre ellos se destaca la radio comunitaria “Ambrosio Casimiro” en el paraje La Aguada, inaugurada el 20 de diciembre de 2015. El proyecto nace a partir de la Ley de Servicio de Comunicación Audiovisual y propone generar instancias de comunicación con especial énfasis en los aspectos identitarios. Su eslogan principal titula “ejerciendo nuestro derecho a la comunicación con identidad” y emite programas como “El Toste”, mitos, leyendas y relatos ancestrales” ó “Raíces Folklóricas”. Acompañando el espíritu que promovió la creación de la radio, y producto de las

articulaciones logradas por las organizaciones

comunitarias, este espacio fue elegido para albergar una vasija arqueológica rescatada del sitio ubicado en el territorio de la comunidad La Aguada2.

A continuación se pretende reflexionar

sobre el episodio que involucró el rescate arqueológico de esa vasija el cual sirvió como marco de diálogo entre diferentes actores que participaron de este proceso.

LA CONFORMACIÓN DE UN ESPACIO DE DIÁLOGO ¿RESCATE ARQUEOLÓGICO?

En el año 2015 los integrantes de la comunidad La Aguada se contactaron con el Museo

Arqueológico de Cachi a fin de comunicar el

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hallazgo de una vasija. Su descubrimiento se

produjo por el accionar de una máquina que se encontraba ampliando el camino vecinal, el cual recorre el borde del sitio arqueológico “Loma del Oratorio” ó “Capilla de La Aguada”. De acuerdo con la Ley de Patrimonio Nº 6649 de la Provincia de Salta, sancionada en 1991, el encargado de velar e iniciar las acciones tendientes para la gestión y conservación del patrimonio arqueológico, en su rol de órgano de aplicación, es el Museo de Antropología

“Juan Martín Leguizamón” de la ciudad

de Salta. Sin embargo, dada la relevancia histórica y a pesar de no estar contemplado en la legislación, el Museo Arqueológico de Cachi se constituyó como el principal custodio de los

sitios localizados en el área. Esto llevó a que en

la actualidad, la mencionada institución tenga a cargo los rescates arqueológicos que surgen en los Departamentos de La Poma y Cachi, a

la vez que coordina tareas en conjunto con los

municipios.

Es en esta instancia, cuando la comunidad originaria se encontraba coordinando

tareas de relevamiento conjuntamente con investigadores y personal técnico del Museo

de Cachi, que se produce el hallazgo. Estas

actividades tenían como objetivo dar a conocer el estado de conservación de los sitios arqueológicos en su territorio, registrando los factores de deterioro y evaluando las medidas de aplicación necesarias para mitigar el impacto.

El descubrimiento de esta vasija desembocó en reuniones en las que surgieron ciertos interrogantes en torno a si la comunidad

estimaba necesario realizar las excavaciones

arqueológicas o si el personal del Museo debía intervenir rescatando la vasija. Y en tal caso ¿cómo conservar este tipo de objeto? Sobre la base del común acuerdo, se decidió no extraer la vasija sino conservarla en el mismo

lugar del hallazgo, preservando la pieza de

daños potenciales ocasionados por el tránsito constante a través del camino vecinal.

Un año después la comunidad logra concretar

un proyecto financiado desde el Estado Nacional a fin de ampliar el tendido de agua

(14)

potable a los vecinos del paraje La Aguada. Nuevamente a pedido de la comunidad se solicita la participación de investigadores y personal técnico del Museo Arqueológico para evaluar la situación y, en tarea conjunta con los ingenieros, iniciar así las obras para la provisión de agua potable. Se pudo constatar que la obra afectaría parte del sitio arqueológico Loma del Oratorio, dado que era necesario excavar las márgenes del camino donde se encontraba la vasija, preservada el año anterior. Esta circunstancia obligó a mantener nuevas reuniones con el propósito de buscar una solución a la coyuntura vinculada con la obra. En este marco evaluativo surgieron interrogantes que ponían de relieve las diferentes concepciones de los

actores que confluían en el problema, los que

fueron discutidos y resueltos en una asamblea en la que se decidió de común acuerdo, entre arqueólogos e integrantes de la comunidad, recuperar la vasija para luego alojarla en la radio de la Comunidad La Aguada.

Momentos previos a la excavación

arqueológica, se realizó un pachacho3

convidando alcohol, coca, cigarro y comida

en un pequeño pozo. Tradicionalmente,

este acto se lleva a cabo en el momento de trabajar la tierra solicitando permiso para iniciar la actividad agrícola. Luego, a partir de los métodos convencionales de la arqueología, se procedió a efectuar la

excavación hasta finalizar el “rescate” de la pieza. Posteriormente, una integrante de la

comunidad chayó con agua bendita y alcohol

el pozo en el que se encontraba la “olla”, para

evitar que sucediera algún “mal imprevisto”. Finalmente, estas acciones culminaron en un

3 El pachacho consiste en un acto de convidar coca y alcohol a la tierra en momentos de iniciar cualquier tipo de actividad agrícola. Por ejemplo, cuando se empieza a arar la tierra, a regar las parcelas o a cosechar, esta ofrenda se realiza de manera expeditiva solicitando per-miso y buenos augurios. A diferencia de la ceremonia de la Pachamama que se consuma en el mes de Agosto, el pachacho se puede realizar en cualquier momento del año.

acto considerado por los comuneros como una “ceremonia de recuperación” el día 13 de Agosto. Esta fecha fue elegida por ser el momento en que la comunidad celebraría su

pachamama y en la cual se emite el programa radial “El Toste”.

La experiencia surgida del hallazgo de esta

vasija arqueológica en la comunidad de La Aguada propició la construcción de instancias de diálogo entre diferentes actores que transitan un mismo espacio. Si bien es cierto que todos los interlocutores coincidían en

conservar el objeto y a la vez darle continuidad a las obras de provisión de agua, las dificultades

surgieron en torno a cómo debería efectuarse la preservación de la misma. Y en esta búsqueda pudieron hacerse visibles los lugares desde los cuales cada uno de los partícipes enunciaba sus propuestas. La Municipalidad

necesitaba cumplir con los plazos del proyecto según lo dispuesto desde Nación a la vez de

asegurar un mejor aprovechamiento de los recursos, principalmente el económico; el personal técnico del museo, como parte de una institución provincial debía asegurar la conservación del patrimonio asegurando su perdurabilidad en el tiempo y, la comunidad,

en búsqueda de agilizar el acceso al agua y la

preservación de su patrimonio debió resolver el problema, conjugando sus decisiones con la de los restantes actores.

En términos de Kusch (1978), un diálogo es ante todo un problema de interculturalidad. Existen entre los interlocutores que se embarcan en aquella tarea una distancia no

solo física sino enunciativa que refieren a un

problema cultural. El decir desde un lugar

específico y desde un ahora es lograr un domicilio existencial, una zona habitual en

la que uno se siente seguro. Y en un diálogo,

los interlocutores alcanzan domicilio ya que

(15)

que detrás del problema cultural hallamos uno mayor que es la geo-territorialidad del conocimiento. En este marco analítico, resulta interesante el acuerdo logrado por los participantes en aquel diálogo surgido de las

asambleas y promovido por el hallazgo de una

vasija.

Por un lado, el personal técnico que forma parte de una institución como el Museo Arqueológico de Cachi intervino desde un marco estatal y legal según el cual, la protección del patrimonio arqueológico ha sido una responsabilidad inherente al Estado (Endere 2002). En el caso del Valle Calchaquí, la creación del Museo Arqueológico en 1969, amparado por la legitimidad del estado provincial fue fundado con el espíritu de custodiar, conservar y proteger los objetos

arqueológicos con el firme propósito de

contribuir al conocimiento del pasado desde

una perspectiva científica.

Desde este espacio de enunciación, la vasija hallada en el sitio Loma del Oratorio tuvo que ser “rescatada” de un contexto que ponía en riesgo su integridad. Según esta concepción la acción de rescatar un objeto, excavado con técnicas específicas que brinden y aseguren una mayor información científica, permite

conservar el patrimonio material y esto conlleva necesariamente a una puesta en valor del pasado y del conocimiento sobre la historia local. De esta manera el patrimonio

arqueológico alcanza su valoración máxima a través de la mediación del quehacer científico,

consolidando de manera hegemónica un tipo de concepción acerca del pasado.

Por el contrario, en los últimos tiempos este hilo de acciones centrado en “excavar + rescatar + conservar = valorar”, fue ampliamente criticada por los otros interlocutores que conformaron ese espacio de dialogo. Las

reivindicaciones de organizaciones de pueblos

(16)

originarios, como es el caso de la Comunidad Diaguita de La Aguada, cuestionan las maneras en que el Museo Arqueológico de Cachi procedió al crear sus colecciones

trasladando muchas de las piezas provenientes

de sus antigales al poblado de Cachi. Desde un contexto de enunciación distinto, atravesado por las luchas orientadas a conseguir la tierra, los integrantes de la comunidad no tenían la necesidad de excavar dicha vasija puesto que

la misma ya había sido identificada un año

antes y luego del plenario en asamblea, se resolvió no extraerla tal como se comentara previamente. Sin embargo, la implementación de la obra de agua presentó un nuevo desafío haciendo evidente esas distintas concepciones respecto a la materialidad. La decisión tomada fue excavar y recuperar la vasija con el compromiso de que la misma se exhibiera en

un lugar de significativa importancia como lo

es la radio comunitaria “Ambrosio Casimiro”. A partir de esta situación entonces, podría pensarse que la ecuación fundante consagrada en el espíritu del Museo Arqueológico de Cachi

tomó un significado distinto. Esas acciones

de “excavar + rescatar+ conservar=valorar”

fueron re-significadas desde un ámbito

diferente en el marco de un diálogo cultural,

en el que los interlocutores pudieron llegar a un acuerdo, otorgando diferentes valores a un objeto arqueológico. Para los técnicos del museo el “rescatar” la vasija consistió en asegurar su conservación para futuros

análisis, mientras que para la organización

comunitaria de La Aguada “rescatar” la vasija

y lograr que estuviera en un edificio propio,

en el entretejido de relaciones de poder local, implicó un primer logro sostenido en el reclamo de restitución de los bienes arqueológicos.

“QUE ES VIRKE, QUE NO ES TINAJA, QUE ES TINAJA, QUE NO ES VIRKE QUE ES OLLA4

Encuentro en la radio

Con posterioridad a la excavación, la vasija fue trasladada al Museo Arqueológico de Cachi.

Allí se realizó la limpieza y acondicionamiento

para exhibirla en una vitrina que permanecerá en la radio comunitaria de La Aguada.

La fecha del evento coincidió con el

4Tomado del programa de radio “El Toste” emitido el día 13 de agosto.

(17)

tradicional festejo de la Pachamama a cargo de la Comunidad de La Aguada y la ceremonia fue emitida en el programa de los sábados conducido por cuatro mujeres, Griselda, Bety, Dora y Lorena. Su temática propone compartir “mitos leyendas e historias del Pueblo Nación Diaguita” y, dada la ocasión de la ceremonia,

se realizó una transmisión en vivo con el fin de contar la experiencia. Fue así, que se

pudo conformar una mesa de diálogo entre diferentes interlocutores la cual tuvo como

propósito reflexionar sobre la vasija hallada

en el sitio Loma del Oratorio. En este diálogo con las mujeres que conducían el programa, los técnicos y arqueólogos participaron de

la discusión que se generó en torno al fin

y utilidad que tuvo la vasija, dando lugar a diferentes representaciones.

Desde la perspectiva arqueológica, es posible inferir que la vasija corresponde al tipo tosco utilitario y, dada su asociación en otros contextos con cerámica santamariana y aribaloides, sería posible datarla entre los

Períodos Tardío e Inca (Siglo X al XV) (Díaz 1972; Tarragó y De Lorenzi 1976). Este tipo de pieza fue registrado en sitios arqueológicos

cercanos como Borgatta (De Marrais 2001),

Mariscal (Acuto 2007; Acuto et al.2008),

Epifanio Burgos (Yazlle et al. 2009; 2010) o Tero (Tarragó et al. 1979). Si bien en

ocasiones estas vasijas fueron utilizados

para el entierro de párvulos, su constante asociación a contextos domésticos sumado a la presencia de hollín en sus paredes presume que también pudieron servir para la cocción

de alimentos (Acuto 2007; Baldini y Baffi 2007; De Marrais 2001;Díaz 1979; Tarragó

1979). En sitios arqueológicos como El Tero,

estas piezas fueron halladas por debajo de

los pisos de ocupación tapadas con piedras planas, sugiriendo la posibilidad de que

hayan sido utilizadas como contenedores de alimentos (Díaz 1979). Es posible que la vasija

hallada en Loma del Oratorio, cumpliera con alguna de las funciones mencionadas, si bien en su interior solo pudo registrarse sedimento y basura moderna producto del deterioro provocado por la cercanía al camino. De acuerdo con el registro de excavación se constató que la vasija estaba asociaba a una línea de muros por debajo de un sedimento consolidado que podría ser considerado un piso de ocupación.

Durante la excavación, los integrantes más

(18)

jóvenes de la comunidad rápidamente

identificaron la vasija con los virkes que actualmente se utilizan para la cocción de

chicha. Sin embargo, para las personas mayores como Bety (conductora del programa) esto no era acertado considerando que la misma correspondía a una tinaja que servía para separar las chuyas que se fermentan para preparar chicha. Sobre esto comentaba:

“…Yo poco me acuerdo de eso, porque mi mamita y mi tía es que hacían la chicha, eso es que llevo en mi mente (…) para mí que no es virke, es una tinaja por la que la forma en que esta al comienzo, esta

digamos la parte de la base es finita y

después va mas panzoncita y después más arriba más, más y después que empezás a mermar. Las profesionales que la hacían como que van formando la parte de la boca digamos y de la panza arribita no mas… para mi es una tinaja, de la tinaja que se hacía de las cosas a de nuestro abuelos, tátaras abuelos y tías. La tinaja únicamente (se usa) para separar las chuyas que te decía que era para separar la chicha y es la chicha que se fermenta ahí y luego esta para consumirla. La chuya es cuando se saca del maíz, se va sacando por parte, el Virke es especial para poner los dos arbulos de la harina para hacer la chicha y ya tenés las levaduras y la pones en la ollita y ya mezclado cargas ahí en el Virke. Luego así una ollita bien chiquitita la llenas de agua y la pones en el centro del Virke la tapas, la dejas ahí un rato y después ya comenzás a traer las aguas echando ahí, y ya vas como se dice mezclando apuñando...y luego, ahí del Virke, de esa agua que vos mezclaste ahí, esa la vas sacando separando en las tinajas para hacer la chicha, supuestamente colada. Ya la va sacando, cuando esta el arrope ya tenés el líquido para hacer la chicha…. La forma en que está hecha es una tinaja,

pa` mi es una tinaja y la tinaja es para eso. Después vos la mezclas como acabo de decir y es la chicha que se fermenta y luego esta para consumirla. Es dulce picante, que para mí es la más linda para mí, porque es una bebida muy fuerte y a la vez también como que te pones ebrio5.”

En este dialogo surgieron diferentes aspectos centrados en un objeto arqueológico. En términos comparativos podría indicarse que esas diferencias en los relatos provistos por cada uno de los interlocutores suponen una manera distinta de concebir y explicar la

experiencia emanada de visualizar un objeto. Para los integrantes de la comunidad la pieza rescatada refiere a un virke o tinaja mientras que para los arqueólogos se corresponde con un tipo de vasija utilitaria. Si bien es cierto que ambos interlocutores consideran

el carácter temporal de la pieza, la forma de

concebirlo y su escala son diferentes: para unos, este es un objeto característico de los sitios arqueológicos habitados entre los siglos X y XV mientras que, para otros, es propio de la práctica familiar de elaboración de la chicha.

Esta diferencia en el relato podría estar revelando una manera de construir un sentido de la materialidad que está determinado por el lugar desde el cual se lo enuncia. Y ese lugar de enunciación no solo es político y cultural sino que tiene también un carácter epistémico (Walsh 2007). Desde esta perspectiva, todo conocimiento es situado y remite siempre

a una localización particular en la que Latinoamérica se configuró como periferia

subalterna (Mignolo 2009). Y en este proceso, la constitución del campo arqueológico fue en detrimento de los saberes locales, los que se

descartaron e invisibilizaron en función del

conocimiento positivo y moderno.

Si consideramos la localidad de Cachi,

(19)

podríamos historizar este proceso desde las

primeras expediciones arqueológicas, como la efectuada al sitio La Paya, dirigida por Ambrosetti en 1907 hasta el surgimiento

del Museo Arqueológico “Pío Pablo Díaz”

de Cachi cuyo accionar activó un aspecto de la materialidad surgido del conocimiento arqueológico, negando las formas de los saberes locales. Este relato emitido

desde la puesta museográfica surge de

un paradigma metodológico que obliga a cualquier interlocutor a entender lo material

de manera científica. Y en este acto la

metodología y la técnica del conocimiento se vuelven fundamentales. A través de ella se

propone identificar los hechos de la historia,

que en el caso de la Arqueología podrían corresponderse a las vasijas ó puntas de proyectil, conformando una “pequeña y única

historia” que se desplaza sobre una línea del tiempo, ordenando los procesos sociales en segmentos y periodos. Así, esta historia modelada en clave de modernidad se concibe como un progreso en el que lo bárbaro (o indígena) se constituye en el pasado (Kusch

1962; Pérez 2010). En este punto, el saber

podría considerarse como algo externo, acumulativo y cuantitativo y la arqueología contribuye consolidando una visión del pasado en la que los objetos, entendido como lo material, pueden ser ordenados según fueron evolucionando en el tiempo en virtud de las diferentes técnicas que los crearon (Kusch 1973). Desde este lugar y en perspectiva arqueológica, el objeto hallado en Loma del Oratorio no podría ser un virke o una tinaja, dado que no es la experiencia

del vivir la que permite caracterizarlo sino el conocimiento científico acumulado a través de las sucesivas investigaciones realizadas en

el área. Estas investigaciones contribuyeron a armar tipologías de lo material otorgándole

una función específica y un lugar determinado

en la cronología y con ellas en el tiempo. La perspectiva de la colonialidad permite

reflexionar sobre la manera en que el discurso colonial ha configurado ciertas maneras de

concebir el pasado, en el que los objetos juegan un rol fundamental consolidando ciertos locus de enunciación. Sin embargo, esta manera de modelar el sentido del pasado, necesariamente puede presentarse poco efectivo a pesar de los intentos pedagógicos que durante décadas llevaron a cabo instituciones como el Museo Arqueológico de Cachi. La experiencia surgida con la comunidad de La Aguada cuestiona la

eficacia con la que dichos agentes lograron

imponer una perspectiva de lo material.

El diálogo emanado a partir del hallazgo

de una vasija puso en relieve que, a pesar de los 40 años de existencia del Museo, las

personas continúan significando los objetos

arqueológicos a partir de su experiencia

desconociendo el relato científico construido

desde las instituciones públicas. Un ejemplo de ello es el relato de Bety, quien al igual que las personas que transitan el paisaje

cacheño, refieren a los objetos arqueológicos

desde su experiencia vivida. Y a través de ella desconocen las temporalidades construidas por la arqueología. Desde este saber popular las tinajas provenientes de los antigales son reconocidas como aquellas ollas que usaban

“nuestros abuelos para hacer la chicha” sin

importar si caracterizan o no algún periodo,

revelando una manera de relacionarse con

el mundo y la naturaleza distinta de aquella surgida desde la razón y el conocimiento

moderno (Kusch 1962).

Claramente, este lugar de resistencia se halla atravesado por las disputas del acceso

a la tierra iniciada por las organizaciones

de pueblos originarios en Cachi. Disputas que logran constituir otros espacios de expresión en el que los objetos arqueológicos se construyen como nuevas materialidades al

significar la preexistencia en el territorio por

el que se lucha.

El museo radio

Probablemente el museo pensado desde la

(20)

histórica dándole al pasado un sentido único. Desde aquí cabe preguntarse ¿es posible pensar en un uso de colonial del museo?

Profundizando en esta reflexión creemos

conveniente hacer hincapié en las maneras en que estas instituciones se expresan sobre el pasado, donde lo material se constituye como un dispositivo en la construcción de un relato, el cual se transmite a través del acto de observar (Achim y Podgorny 2014; Ballart 2012; Biasatti y Jofré 2010; Farro 2009; Nastri 2004; Pegoraro 2005; Podgorny y Lopes 2008; Pupio 2005; Ruffer 2014). Cobran relevancia, entonces, las vitrinas al ser contenedoras de objetos que protegen ese patrimonio visto como algo frágil y propenso a su destrucción. Podríamos considerar que una vitrina que exhibe, como parte de un

guión museográfico, reafirma el propósito de

esa institución ya que asegura su principal rol que es el de conservar y el de enseñar a través de la contemplación de lo material. Son los objetos arqueológicos exhibidos, con posibilidad de ser apreciados y observados, los que fundamentan el relato que moldean un sentido del pasado desde una concepción de lo material. Los objetos, que solo pueden ser apreciados visualmente, son ordenados según función y estilo en una línea temporal que explica como fue el desarrollo evolutivo de los grupos humanos. Así se constituye una manera de enunciar en la que las mamparas de vidrio marcan una distancia necesaria entre quien observa y el objeto que es narrado. Y en esa vivencia, es que se impone una manera de contar y escribir la historia, la cual contiene

una potencia significativa dado que no solo es una vitrina, sino también un edificio que la

alberga abocado a ejercer un rol pedagógico. En este caso, un Museo Arqueológico como el de Cachi enseña e imprime un sentido del pasado a través del acto visual de leer y observar objetos arqueológicos y sus referencias.

Por el contrario, el proceso iniciado con el

hallazgo en el sitio Loma del Oratorio podría

estar indicando una manera diferente de

comunicar lo material. Llamativamente la vasija rescatada fue alojada en una radio comunitaria. La decisión fue tomada de manera conjunta entre los comuneros de La Aguada, los arqueólogos y los técnicos del Museo de Cachi y significativamente,

el personal del museo se comprometió a asegurar las condiciones para su conservación donando una vitrina similar a la de sus propias muestras: un cubo de acrílico sobre una tarima de madera lo cual impide el ingreso de polvo y evita que cualquier visitante en un movimiento torpe rompa el objeto.

Como un dispositivo museográfico, el

potencial de enunciación de esta vitrina se ve reducido sensiblemente. En relación a otras exposiciones que el Museo Arqueológico de Cachi propone, son pocas las personas que podrían llegar a visitarla y observarla. Sin embargo, el objetivo de que la vasija esté alojada en la radio comunitaria no tiene como único propósito captar visitantes sino que resulta de un proceso mediante el cual la Comunidad de La Aguada logró recuperar parte de su patrimonio. Lo que nos permite

reflexionar sobre otros aspectos relativos

al potencial de expresión de lo material.

Probablemente el hecho de que permanezca

en una radio, lugar destinado a comunicar e inundado de oralidad, potencie una manera

distinta de enunciar y con ello de significar lo

arqueológico; ya que, a diferencia de un museo tradicional, no es desde el acto de observar lo material que se constituye el relato sobre el pasado. Permitiendo así sugerir la posibilidad de que aquel visitante que observa una vitrina en un museo puede transformarse en un

oyente radial que no requiere visualizar el objeto y con ello dar significado a lo material. Y

en este acto de comunicación aquella persona que escucha comprende desde la experiencia,

identificando al objeto mencionado como un

virke ó tinaja.

(21)

distinta de exhibir lo material. En este caso la vitrina donada por el Museo Arqueológico

de Cachi transformó su significado sirviendo

como excusa para contar una o varias historias

afianzando un sentido de comunicación

distinto. En este marco cobran sentido las palabras de las locutoras del programa emitido el día en que se recuperó la vasija:

“…Aquí estamos, invitamos a celebrar nuestra madre tierra aquí en La Aguada en el programa El Toste… apenas entramos vimos la ollita…que es bastante grande para ser ollita. Después de una sahumadita en el estudio... mirando de arriba abajo, aquí debatiendo sí que es una tinaja o Virke si es una olla…. todos

lo que se quieran llegar aquí tenemos al ya Virke o tinaja en un mini museo de la radio…”6

Es posible que en ese contar, diálogo surgido desde lo material, se alcance una aproximación pluritópica acerca del conocimiento (Mignolo 2009), dado que en ese encuentro jugaron las políticas de representar, construyendo un lugar de expresión distinto al de la museología tradicional.

En suma, la radio comunitaria al albergar un objeto arqueológico funciona como disparador comunicacional que trasciende lo visual para enmarcarse en el ámbito de la oralidad. En esto adquieren importancia las formas en que

lo material genera nuevos significados desde

un saber co-construido a partir del relato de los diversos actores vinculados. Ya sea que la vasija alojada en la radio comunitaria corresponda a un virke, tinaja o vasija tosca, el proceso surgido constituye un espacio de enunciación en el que puede lograrse una nueva forma de decir y hacer poniendo en juego las políticas de representar y de construir desde locaciones diferenciales. De esta manera se introduce una dimensión ética en la construcción conjunta del conocimiento a través de una propuesta de diálogo sobre lo material, desde una alternativa que no

enfatiza sobre “…la relatividad cultural ni el multiculturalismo, sino en los intereses sociales y humanos presentes en el acto de contar historias o construir teorías…” (Mignolo 2009:187).

A MODO DE REFLEXION

La propuesta sobre la que hemos trabajado gira en torno a un elemento de la materialidad, en este caso la vasija recuperada como parte del universo que explora la disciplina arqueológica, para producir un entramado

en el que se enlazan el saber popular, la

co-construcción del conocimiento y el debate

6

Introducción por parte de Dora locutora del progra-ma de radio “El Toste” emitido el día 13 de Agosto. Figura 5. Delegado de la Comunidad Diaguita

(22)

sobre espacios como los museos, claramente

configurados desde el pensamiento occidental.

En un encuentro de perspectivas se evidencia una intensa negociación que, tal como señala Mignolo (2009), en su aproximación

pluritópica, refiere a los intereses que se

ponen en juego a la hora de construir historias, claramente diferenciadas respecto de perspectivas multicuturalistas y relativistas. Desde la idea de que el pasado no puede ser un discurso neutral, es posible reconocer un contexto y un lugar de enunciación, a partir de los cuales entender el pasado no puede separarse de hablar del presente. Por ende, la

comprensión pluritópica se define mediante

la verdad intrínseca al hecho de conocer y comprender por parte del sujeto, pero a la

vez, requiere una reflexión acerca del lugar de

enunciación que puede resultar en alternativas disímiles en torno al conocimiento de la verdad.

Radio Museo constituye un nuevo espacio de

resignificación producido desde la comunidad

sostenida en una instancia que conjuga el pasado, la memoria, el territorio, y la práctica

social que confiere una marca identidaria. Pero también refleja las propuestas del

diálogo intercultural que además interpela a la arqueología en su quehacer disciplinar visible a partir de la forma como se apropia de los objetos que conforman el pasado, así como también del rol del Estado en su condición de gestor y defensor de los bienes patrimoniales. De este modo la práctica arqueológica se

encuentra transversalizada por intereses que

plantean miradas alternativas en la forma de construir la narrativa del pasado, generando un desafío a futuro tanto para los profesionales como para las propias comunidades que lo demandan.

AGRADECIMIENTOS

A la comunidad de La Aguada y a los que logran llevar adelante el proyecto de la radio Comunitaria. En especial Griselda, Bety, Dora y Lorena y el personal técnico que conducen el programa “El Toste”. A Nemesio

y Modesta referentes de la comunidad de La Aguada. A la Nación Diaguita Calchaquí y sus representantes. Al personal técnico del Museo de Cachi, muy especialmente a Ica Moya quien participo en todas las instancias de diálogo. Y a Milagro técnica de la Subsecretaria de Agricultura Familiar por facilitar el proceso.

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Sitio arqueológico Vuelta de Obligado. Contextos e historias de

saqueadores, aficionados e ilegalidades diversas.

Mariano Ramos

Recibido 9 de junio de 2016, aceptado para su publicación 29 de julio de 2016.

Sobre el Autor

MARIANO RAMOS es Docen-te-Investigador en la Universi-dad Nacional de Luján (UNLu), Departamento de Ciencias So-ciales. Director del Programa de Arqueología Histórica y Estu-dios Pluridisciplinarios (ProAr-HEP-UNLu). Correo electrónico: onairamsomar@gmail.com

Los trabajos publicados en esta revista están bajo la licencia Creative Commons Atribución -

No Comercial 2.5 Argentina.

RESUMEN

Este trabajo presenta el proceso social y político que se fue dando a partir de la llegada del Equipo de Arqueología de la Universidad Nacional de Luján, en mayo de 2000, al sitio arqueológico de Vuelta de Obligado, Partido de San Pedro, Provincia de Buenos Aires, lugar donde se llevó a cabo la famosa batalla homónima en noviembre de 1845. Abarca una síntesis de las tareas arqueológicas desarrolladas y las distintas instancias que se fueron dando con las autoridades locales, los pueblos originarios y los habitantes locales. Incluimos las intervenciones ilegales de los saqueadores, algunos de ellos motivados por fines político-personales.

ABSTRACT

This paper presents the social and political process developed since the arrival of an archeology team of the Universidad Nacional of Lujan in May 2000, at the archaeological site of Vuelta de Obligado, San Pedro, Province of Buenos Aires, where the famous homonymous battle took place in November 1845. It includes a synthesis of the archaeological activities carried out there and the different instances of relation with the local authorities, indigenous people and the local inhabitants. We include the illegal interventions of looters, some of which were motivated by political and personal purposes.

Palabras clave: Arqueología histórica; contextos; etapas de la investigación; patrimonio histórico.

Keywords: Historical archeology; contexts; stages of the investigation; Historical heritage.

I N T R O D U C C I Ó N

Debido a los alcances del hecho en el marco de la historia nacional, la Vuelta de Obligado y la Guerra del Paraná se encuentran fuertemente atravesadas por perspectivas sociales, políticas e históricas. Sin embargo, no son solamente las tramas de alcance colectivo, debemos señalar que todo investigador social se encuentra cruzado por los contextos que inciden en la generación del conocimiento: el personal, el social y el histórico (Pérez Lindo 2008; Ramos 2009a, 2009b). En mayor o menor medida esos contextos influyen sobre nuestras investigaciones.

Por otra parte, desde otras perspectivas, los sitios arqueológicos estudiados por especialistas como los arqueólogos, en principio se encuentran protegidos por legislación nacional. Sin embargo, no están blindados de las acciones que saqueadores, coleccionistas o funcionarios sin escrúpulos pueden llegar a cometer. Tal es el caso

del sitio Vuelta de Obligado, que ha sido recurrentemente objeto de intervenciones ilegales.

(26)

y trabajo con las comunidades criolla e indígena locales. Luego de evaluaciones externas, el proyecto fue aprobado por la UNLu a fines de 1999, y comenzamos el trabajo de campo en mayo de 2000. Desde ese momento desarrollamos unas 30 campañas, generalmente dos por año, a excepción de los períodos de crisis de 2000-2003 y luego nuevamente una por año como en 2016. A partir de 2010, el hecho histórico y el sitio arqueológico adquirieron una importancia social y política nunca antes alcanzada cuando intervinieron políticos, aficionados a la Arqueología, la Historia e incluso la Paleontología. Durante ese año el Gobierno nacional impulsó aspectos de la memoria histórica del hecho, dispuso un feriado nacional en conmemoración de la batalla y construyó el monumento a la Soberanía nacional, dándole nueva vigencia, mayor proyección y visibilidad a la emblemática batalla; como consecuencia, el estado municipal también pasó a tener mayor presencia.

Al mismo tiempo crecieron y se intensificaron los conflictos locales que tuvieron como eje el patrimonio material pero también simbólico (Ramos 2013) dado que el Director de Cultura de San Pedro comenzó a manejar la gestión del sitio histórico. Diversos personajes como saqueadores, funcionarios multifuncionales, aficionados y otros, intentaron cobrar notoriedad usando el registro material y simbólico asociado a la batalla como trampolín para sus intereses personales y políticos. Esta irrupción de personajes que durante varios años ni se habían acercado al sitio, se montó sobre diversas falacias y especulaciones; inclusive algunos funcionarios municipales fueron responsables de varias ilegalidades. En este escrito analizamos algunas implicancias de estos conflictos y el impacto que tuvieron en el trabajo arqueológico. La batalla de Vuelta de Obligado es un tema que ha sido ampliamente debatido en la historiografía nacional. Las historias oficiales que trataron el caso de la Guerra del Paraná y la batalla de la Vuelta de Obligado en particular, se

crearon sobre la base de intereses económico-políticos, en muchos casos omitiendo determinados hechos como si no hubieran sucedido (Galasso 2004). Por estos motivos, mencionaremos algunos marcos generales de referencia que nos ayudarán a situar los conflictos que abordamos en este trabajo.

V E R S I O N E S D E L A H I S T O R I A En la historiografía argentina hubo varios temas, actores sociales y períodos que tuvieron versiones construidas dentro del marco de la historia oficial (generada durante los siglos XIX y XX). Las interpretaciones acerca de esos temas se transformaron en intocables (tabú). No se podían poner en tela de juicio, por lo que los hechos vistos desde otras perspectivas o versiones alternativas fueron considerados como desechables.

La batalla de la Vuelta de Obligado se asocia a la figura de Juan Manuel de Rosas quien se constituyó en un personaje discutido y sus gobiernos se incluyeron dentro de los temas tabú en la historia nacional de carácter oficial liberal (Ramos 2016). Las corrientes revisionistas pusieron en tela de juicio versiones de la historia oficial, abriendo viejas carpetas depositadas en los archivos, y se sumergieron en el análisis de los documentos de la época. Vuelta de Obligado, como otros hechos de la historia nacional, fue objeto de este tipo de análisis1. Así se examinó y

reinterpretó la historia oficial bajo la cual muchas generaciones de argentinos se educaron, dentro o fuera del sistema escolar2. Desde el primer centenario de la Revolución de Mayo los revisionistas históricos participaron

1 Aquellas corrientes se conformaron por

historiadores pertenecientes a la Academia como

por otros externos; revisaron la historia oficial, los

relatos y narrativas de carácter liberal contados por historiadores decimonónicos como lo fueron Alberdi, Mitre y Sarmiento, como otros durante el siglo XX.

2 En los relatos de la historia oficial existen

(27)

en los debates respecto del pasado argentino (Devoto y Pagano 2009). La corriente tuvo dos grandes momentos en las décadas de 1930 y 1970, respectivamente, durante las que se generó una producción de trabajos y obras generales que rebatieron las versiones de la historia oficial3. Estas corrientes revisionistas fueron las que reivindicaron durante el siglo XX a Rosas y la batalla de la Vuelta de Obligado, así como a todo su período de gobierno (Cattaruzza 2007; Devoto y Pagano 2009). La corriente influyó como para que durante la década de 1930 en Vuelta de Obligado se demarcara un parque conmemorativo del área del campo de batalla y se inaugurara el primer monumento, junto con una cruz de ñandubay (Figura 1), en homenaje a los caídos en la batalla (Ermaccora y Revello 2009; Salerno

et al. 2017). En 1942 el Estado Nacional le otorgó al paraje el primer reconocimiento de carácter oficial, declarándolo Lugar Histórico Nacional mediante la ley 120.411 (Salerno et al. 2017).

Desde el derrocamiento de Perón, en 1955, su figura se incluyó en un tándem que formaban San Martín, Rosas y Perón. Los hechos que ocurrieron bajo el período rosista, como Vuelta de Obligado, se transformaron en hito y en mito de la historia nacional y fueron creciendo a través de la perspectiva que destacaba la resistencia al avance de los imperios extranjeros. El estado, municipal, provincial y nacional (según el período de que se trate) se fue transformando en un activo partícipe de las nuevas perspectivas (Salerno

et al. 2017).

En el período que se extiende desde 1953

3 Se destacaron Manuel Gálvez, José María

Rosa, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggrós, Milcíades Peña, Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui, Fermín Chávez y Norberto Galasso, entre otros. Algunos de ellos actuaron políticamente en el radicalismo, el peronismo y la izquierda nacional. A su vez, se puede decir que durante la primera década del siglo XXI surge una nueva generación de historiadores revisionistas que retoma determinados temas para ponerlos en la mesa de discusión.

hasta 2015, se llevaron a cabo en Vuelta de Obligado diversidad de actos, oficiales y no oficiales, con la participación de actores que conllevaron distintas puestas en escena, mediante movimiento de recursos económicos y simbólicos, con el objetivo de intervenir en la memoria de la batalla (Salerno 2014). Entre ellos, autoridades militares y gubernamentales, agrupaciones políticas, movimientos tradicionalistas y religiosos, academias y sociedades de historia con distinto posicionamiento ideológico/político que iban desde la derecha hasta la izquierda. En 1974, a través de la ley 20.770, el Estado Nación reconoce al 20 de noviembre como el Día de la Soberanía Nacional en conmemoración de la batalla. Estas prácticas deben considerarse en relación con el contexto político e ideológico en el que se fueron formulando las referidas corrientes revisionistas (Galasso 2004; Ramos 2016; Salerno et al. 2017).

Figura 1. Cruz de ñandubay en una barranca de Vuelta de Obligado, circa 1975. Foto cedida por

Referencias

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